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LA CASA DE ATRÁS

Los cristales rotos, inician el holocausto


Holanda se estremece, huir es imposible
un refugio en la clandestinidad de la noche,
yace escondido en la casa de atrás,
ocho cristianos van desertando
a la deportación y el hambre,
donde descansa el umbral.

Una niña se abruma por la soledad,


su familia vive del pasado, su madre no la entiende
mas estudia y aprende, se instruyen aún mas.

Un diario encontrado, entre regalos y estallidos


hacían de la joven, el mayor de los amigos,
anécdotas que reflejan el vivir de la vida,
conflictos tras paredes en la casa de atrás,
la casa escondida, el anexo perspicaz.

Un muchacho desgarbado, ausente en su timidez


mojó los labios de Ana la dama en el Atelier.

Los ocho habitantes corren peligro


ante la invasión loable,
mas la excusa del amigo, salva a la tormenta
el dolor en principio.

Le escasa comida agobia al judío


el desembarco a la espera,
la tensión al descubierto,
la atmósfera deprimente,
las ansias de lo eterno.

Aislados del mundo entre la tradición del judaísmo,


celebran el Januka y la fiesta de San Nicolás
a pesar de la tempestad, que crecía en Opekta.

Una llamada anónima, un caso de traición,


que condujo a la detención, sin llamada previa.
Al campo de Westerbork, y de allí Auschwitz-Birkenau,
dos esclavas trabajan sin cesar, en los campos de Bergen-Belsen,
El tifus se engrandece y Ana suspira,
alza los ojos Margot su hermana mas querida.

Un diario prevalece en el anexo de Opekta.


AUSCHWITZ

El dolor se hizo costumbre


carcomíendo sus heridas,
en cada amanecer del Holocausto.

La palidez de la muerte, reflejada aún en vida,


los guiaba en silencio, buscando sabiduría.

Demostrar competencias, salud y fortaleza,


tres aptitudes exigidas, sentenciadas en una mesa.

Caminaban silenciosos, separados cual ganado


galerones escogidos ante los pasos de un anciano.
Sus cuerpos nauseabundos,
vestidos con desprecio,
exhibían la tristeza, del hombre de estos tiempos.
Cual corderos al exterminio sometidos al rocío
Así eran llevados,
ancianos, mujeres y niños.
Su sentencia ya dictada, tras la enfermedad latente
la frágil fuerza ausente que a muchos condenaba.
Los ojos desorbitados, más que dolor, sentían miedo,
la oscuridad iba llegando ante la ausencia del Dios eterno.
Llevando consigo, el dolor en el alma
el terror al suspiro, despido entre miradas,
un llanto sempiterno, un adiós entre gritos
al compás del padre nuestro
que quedó en la calma.
Auschwitz renacía cada día,
con el exterminio de la vida
Auschwitz aún renace,
entre el tiempo y los recuerdos,
en el actuar de los gobiernos
que repiten su hazaña.

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