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NIETZCHE

EL CAMINANTE.
En un tiempo pregunté: ¿de dónde vienen las más altas cimas? Entonces, aprendí
que vienen del fondo del mar.
En las roca y en los peñascos de sus picos está escrito este testimonio. Desde las
profundidades más hondas debe lo más alto ascender a su altura".

BAJO ZARATUSTRA DE LA MONTAÑA


1

Cuando Zaratustra tenia treinta años, abandonó su patria y el lago de su patria y


se fue a la montaña. Gozó allí de su espíritu y su soledad y no se cansó de ello
por espacio de diez años. Al fin cambió de parecer, y un día se levantó al romper
la aurora, se puso cara al sol y le habló como sigue:

"¡Qué sería tu felicidad, radiante astro, si no tuvieses aquellos para los que brillas!

Desde hace diez años subes a mi cueva; te hubieras cansado de tu luz y de este
camino, si no hubiese sido por mí, mi águila y mi serpiente.

Todas las mañanas te esperábamos y recogíamos tu superabundancia;


bendiciéndote por ella.

Mira que estoy harto de mi sabiduría, como la abeja que ha acumulado demasiada
miel; he menester manos que hacia mí se tiendan.

Quisiera dar y repartir, hasta que los sabios de entre los hombres se regocijen de
nuevo con su estupidez y los pobres, con su riqueza,
A tal fin, tengo que bajar de las alturas; como tú lo haces a la noche, cuando te
hundes debajo del mar llevando luz incluso al mundo subterráneo, ¡oh astro
pletórico!

Tengo que hundirme, como tú, en procura del contacto de los hombres.

¡Bendíceme, pues, ojo sereno, capaz de ver sin envidia hasta una dicha excesiva!

¡Bendice la copa que ansía desbordarse, para que el agua se derrame de ella cual
oro y lleve a todas partes el reflejo de tu gloria!

Mira que esta copa ansia vaciarse y Zaratustra, volver a ser hombre."

Así comenzó el hundimiento de Zaratustra.

Bajó Zaratustra solo de, la montaña sin encontrar a nadie. Mas cuando llegó a los
bosques se le cruzo en el camino un anciano que había salido de su choza de
ermitaño para buscar raíces en el bosque. Y el anciano dijo a Zaratustra:

"No me es desconocido este caminante; hace años paso por aquí. Llamábase
Zaratustra; pero ha cambiado.

Entonces llevaste tus cenizas a la montaña; ¿te propones ahora llevar tu fuego a
los valles? ¿No temes al castigo que se impone al incendiario?

Sí, es Zaratustra. Su mirar es puro y no se asoma asco a su boca. ¿No camina


como si danzase?
Ha cambiado Zaratustra- se ha hecho niño. Se ha despertado Zaratustra. ¿Qué
quieres hacer entre los dormidos?

Vivías en soledad como en alta mar, y el mar te sustentaba. ¡Ay de ti!, ¿te
propones subir a tierra? ¡Ay de ti!, ¿te propones arrastrar de nuevo tu cuerpo por ti
mismo?"

Respondióle Zaratustra: Yo amo a los hombres".

"¿Y por qué me habré retirado yo al bosque y a la soledad?", dijo el santo.


"¿Acaso no lo hice por amar demasiado a los hombres?

Ahora, amo a Dios; a los hombres ya no los amo. El hombre se me antoja una
cosa demasiado imperfecta. El amor a los hombres me mataría."

Zaratustra le replicó: "¿Acaso he hablado yo de amor? Llevo un regalo a los


hombres."

No les des nada", dijo el santo. "Antes bien quítales algo de lo suyo y ayúdales a
llevarlo -así les harás el mejor bien; ¡con tal que te haga bien a ti!

Y si te empeñas en darles algo, no les des más que una limosna, ¡y que la
mendiguen!"

"Yo no doy limosna", repuso Zaratustra; ., no soy lo suficientemente pobre para


hacer esto."

Rióse el santo de Zaratustra y dijo: "¡Pues no te será fácil hacerles aceptar tus
tesoros! Desconfían de los solitarios y no creen que vengamos a hacer regalos.
El ruido de nuestros pasos solitarios les parece sospechoso y así, cuando mucho
antes de salir el sol, acostados en cama, oyen a alguien caminar en la calle y se
preguntan: ¿ad6nde irá el ladrón ese?

¡No te juntes con los hombres, sino quédate en el bosque! ¡Antes que con los
hombres, júntate con los animales! ¿Por qué no quieres ser como yo oso entre
osos y pájaro entre pájaros?"

'

"¿Y que hace un santo en el bosque ?". preguntó Zaratustra.

Respondióle el santo: "Compongo canciones y las cantos y mientras las


compongo. río lloro y canturreo entre dientes; así alabo al Dios que es mi Dios.

Cantando, llorando, riendo y canturreando entre dientes alabo a mi Dios. A ver,


¿qué es lo que nos traes de regalo?"

Al oír estas palabras Zaratustra se despidió del santo diciéndole: "¿Qué podría
darte yo? ¡Pero ya es hora de que me vaya, no sea que te quite nada!"

Y así se separaron el anciano y el hombre, riendo como dos muchachos.

Cuando Zaratustra estaba de nuevo solo, dijo para sus adentros: "¿Será posible?
¡Ese viejo santo en su bosque no se ha enterado aún de que Dios ha muerto!"

DE LAS TRES TRANSFORMACIONES.

" Les indico las tres transformaciones del espíritu la del espíritu en camello, la del
camello en león y la del león en niño.
Muchas cosas pesadas hay para el espíritu fuerte, sufrido y reverente; apetece su
fuerza lo pesado, lo más pesado.

'¿Qué es pesado? pregunta el espíritu sufrido, y se arrodilla cual el camello,


ansioso de llevar pesada carga.

'¿Que es lo más pesado?, oh, héroes?', pregunta el espíritu sufrido, para que yo
cargue con ello y goce de mi fuerza.

¿No es esto: humillarse uno para herir su soberbia? ¿Echarlas de estúpido para
burlarse de su sabiduría?

¿0 es esto: apartarse uno de su causa en el instante en que triunfa? ¿Subir a altas


cimas para tentar al tentador?

¿0 es esto: alimentarse con las bellotas y el pasto del conocimiento y, en aras de


la verdad, pasar hambre del alma?

¿0 es esto: Estar enfermo y repudiar a los que vienen a consolar, y trabar amistad
con las palomas, que nunca oyen lo que uno quiere?

¿0 es esto: zambullirse en agua turbia, si es el agua de la verdad, y no rehuir el


contacto de frías ranas y sapos calientes?

¿0 es esto: amar a los que lo desprecian a uno y dar la mano al fantasma que
quiere espantar?'

Con todo esto carga el espíritu sufrido; como el camello cargado se interna en el
desierto, se interna él en su desierto.
Mas en pleno desierto tiene lugar la segunda transformación: la del espíritu en
león ansioso de conquistar libertad y mandar en su propio desierto.

Va en busca de su amo último, decidido a enfrentarse con él y su dios último, a


luchar por la victoria con el gran dragón.

¿Quién es el gran dragón que el espíritu ya no quiere reconocer como su amo y


dios? '¡Tú debes!', se llama el gran dragón. Pero el espíritu del león proclama: '¡Yo
quiero!'

'¡Tú debes!' está tendido en su camino; reluciente de oro, un monstruo en cuyas


escamas todas brilla con brillo de oro '¡tú debes!'
Valores milenarios refulgen en estas escamas, y el más formidable de todos los
dragones proclama: 'Todo valor de las cosas refulge en mi cuerpo.

Todo valor está establecido ya de una vez por todas y yo soy todo valor
establecido', dice el dragón; 'no ha de haber más ¡Yo quiero`

Hermanos, ¿para qué es menester el león en el espíritu? ¿Por que no basta la


bestia sufrida que se resigna, sumisa y reverente?

Establecer valores nuevos -he aquí algo que ni aun el león es capaz de hacer;
pero conquistar libertad para nueva obra- esto si que puede hacer.

Conquistar libertad, y un santo, ¡no!, incluso ante el deber -para esto, hermanos,
hace falta el león.

Arrogarse el derecho de establecer valores nuevos -he aquí lo más terrible para
todo espíritu sufrido y reverente; esto se le antoja robo y cosa propia de la fiera
rapaz.
A él, que en un tiempo veneraba el '¡Tú debes!' como lo más sagrado, le toca
ahora encontrar hasta en lo más sagrado falacia y arbitrariedad, para que se robe
la emancipación de su amor, Para este robo es menester el león.

Mas digan, hermanos, ¿de qué empresa superior a las fuerzas del león será capaz
el niño? ¿Por qué tiene que transformarse en niño el león rapaz?

Es el niño inocencia y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que echa a
girar espontáneamente, un movimiento inicial, un santo decir ¡sí!

Para el juego de la creación, hermanos, se requiere un santo decir ¡sí! El espíritu


quiere hacer ahora su propia voluntad; perdido para el mundo, se conquista ahora
su propio mundo,

Les he indicado las tres transformaciones del espíritu: la del espíritu en camello, la
del camello en león, y la del león en niño."

Así habló Zaratustra.

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