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El área psicosocial

Son sobradamente conocidos los problemas que genera este sistema


social: paro, pobreza, desigualdad social, marginalidad, y un largo etc.

Es lógico que a un sistema que crea esas situaciones, le interesa que no se


creen condiciones inaguantables que puedan crear caos y descontrol. De ahí que
haya una parte del presupuesto para el área psicosocial, las ayudas sociales, con
palabras más duras, “hay que mantener en buen estado los desagües, cloacas del
sistema”.

Hay un aspecto paradójico en todo esto, que en el área de lo social se


manifiesta con especial virulencia. Para el trabajo más difícil el menos
preparado. Las instituciones, Gobiernos, Diputaciones, Ayuntamientos, para
cubrir esa área que se denomina “los servicios sociales” ofertan a empresas
privadas el hacerse cargo de ese trabajo: niños en situación de exclusión,
mujeres maltratadas, familias desestructuradas y un largo etc. de situaciones
muy difíciles y personas con una carga de sufrimiento a veces impensable. El
objetivo de estas empresas es como el de cualquier otra maximizar los
beneficios, aunque para ello tenga que ofrecer bajos sueldos, lo que atraerá no a
los trabajadores más preparados, aunque quizás si a los mejores, en el sentido
que son personas idealistas, con gran nivel de compromiso social, lo que con el
tiempo dará lugar a eso que conocemos como “queme” o “burnt out”

Sabemos que cuando no vamos a la raíz, y podamos las ramas, estas


vuelven a crecer. De este modo podemos estar seguros de que siempre
podremos trabajar, porque siempre surgirán situaciones de intervención social,
muy parecidas a las anteriores, y las instituciones continuarán ofreciendo
ayudas sociales.

Este sistema perverso: crea las condiciones que provocan los problemas
que después nos dedicamos a solucionar. Es la hipocresía del sistema.

Aquí entran en juego la ayuda en los servicios psicosociales. Los/as


trabajadores de los servicios sociales, psicólogas, educadoras, trabajadoras
sociales, entran fácilmente, irremisiblemente diría yo, la mayoría de las veces en
el triángulo perverso, conocido como El triángulo del drama de Karpman, y sus
papeles de salvador/rescatador, perseguidor y víctima

Salvar/Rescatar y cuidar significan eso precisamente. Rescatamos a la


gente de sus responsabilidades. Nos hacemos cargo, cuidamos de sus
responsabilidades en vez de dejar que ellos lo hagan. Muchas veces nos
sentimos usados y nos da lástima de nosotros mismos. Luego nos enojamos con
ellos por lo que hemos hecho. Ese es el patrón, el triángulo de Karpman.

Rescatamos cada vez que tomamos las responsabilidades de otro ser


humano, los pensamientos, sentimientos, decisiones, conductas, crecimiento,
bienestar, problemas o destino de otra persona.

Después de que rescatamos, inevitablemente nos movemos a la siguiente


esquina del triángulo: la persecución. Nos volvemos resentidos y nos enojamos
con la persona a quien tan generosamente hemos “ayudado”, ya que esta
víctima, esta pobre persona que hemos rescatado, no siente gratitud por nuestra
ayuda. No aprecia suficientemente el sacrificio que hemos hecho. La víctima no
se porta como debiera. Algo no ha funcionado bien, de modo que sacamos el
hacha.

La mayoría de las veces la gente que rescatamos inmediatamente percibe


el cambio en nuestro estado de ánimo. Lo esperaban, incluso lo provocaban. Era
justo el pretexto que necesitaban para volverse contra nosotros. Y ahora les toca
a ellos ser perseguidores., y nosotros las víctimas.

Este es el predecible e inevitable resultado de un rescate. Abundan


sentimientos de desamparo, de dolor, de pena, de vergüenza y de lástima por
uno mismo. Hemos sido usados otra vez. No nos han apreciado otra vez. Hemos
luchado tanto por ayudar a la gente, por ser buenos con ella. Nos lamentamos.
Corremos el riesgo de acorazarnos emocionalmente.

Desde la Teoría de campo la Terapia Gestalt incide en la relación, quienes


son responsables de qué? Sin caer en la dicotomía simple de toda la
responsabilidad la tiene el agresor, la víctima no tiene nada que ver, la buena la
víctima, el malo el agresor, la gran dicotomía religiosa judeocristiana, hay
buenos y hay malos. Hay que analizar lo que sucede en el campo relacional.

Nos decimos es nuestro trabajo, nos pagan por ello. Muchas personas que
trabajan en esta área, que se entregan a su trabajo, ayudar a estos colectivos, en
cuerpo y alma, no hacen una mínima crítica al sistema, algo que les permitiría
ubicarse mejor frente a los riesgos, “síndrome del quemado” o burn-out, y otros
como la complicidad con el sistema que provoca lo que se trata de solucionar

Necesitamos una crítica a las instituciones y sus métodos de ayuda. Si


los/as usuarios de los sistemas de ayuda, son víctimas, nos tenemos que
preguntar ¿quién las ha hecho víctimas, y no victimizarlas más, y con el
argumento de la ayuda eximirles de la responsabilidad que tienen de estar en la
situación que están. Solidaridad, ayuda no es caridad.

http://www.psiquiatria.com/trastornos_infantiles/los-ingresos-de-
ninos-por-problemas-de-salud-mental-crecen-un-27/?
utm_source=boletines+psiquiatria.com&utm_campaign=e438aa5d47-
Boletin_Infantil7_26_2016&utm_medium=email&utm_term=0_89ad673455-
e438aa5d47-68916689

En definitiva, la salud mental depende en cierta medida de la


justicia social; y las enfermedades mentales, dada su importancia, deben
tratarse en la medida de lo posible en el nivel primario. Gran parte de la
labor preventiva debe hacerse en el área de la mitigación de la pobreza y
de la resolución de conflictos, y los planteamientos discutidos en los dos
artículos siguientes deberían ayudar a frenar esta creciente amenaza para
la salud en el siglo XXI.

Gro Harlem Brundtland. Boletín de la Organización Mundial de la


Salud. Recopilación de artículos No 3, 2000

Foucault, M. (2007). El poder psiquiatrico. Beunos Aires, F.C.E.

Huertas, R. (2014). La locura. MadriD, Los libros de la catarata.

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