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José Ignacio Mendoza Molina

Paradigmas clásicos de la comunicación

Max Horkheimer y Theodor Adorno Ilustración como engaño de las masas. 

Para estos dos autores el progreso técnico debería ser portador del crecimiento
humano y de la independencia del individuo, más sin embargo en sus reflexiones
demuestran que en realidad este progreso somete a estos, a través del poder de
los medios de comunicación, que sirven a los grandes monopolios para su propia
supervivencia por lo cual tienen que complacerlos y elaborar por formulas
psicológicas el consumismo, así como de ser libres de pensar como quién les
ordena, es decir, los mismo medios están alineados
a obedecer.

El crecimiento de las masas, de las Industrias, de las grandes ciudades y de la


generación del stress, transforman las necesidades sociales, en donde es
necesario ayudara compensar los males del hombre masa, es decir, ayudarlo a
soportar su sufrimiento, que la vida citadina conlleva, su identidad, personalidad,
sed de triunfo y reconocimiento; los sujetos se vuelven vulnerables a creer todo
aquello que le pinten bonito (pese a saber que está siendo engañado) para aliviar
sus necesidades por lo que la llamada Industria cultural se torna orgullosa de
transportar el arte a la esfera del consumismo, para ofrecer solución a
esa penas, por medio de la diversión, lo absurdo, el humor, el azar, la tragedia, los
ideales perseguidos, la violencia, el mal ajeno, las estrellas de cine, la publicidad.
Las masas engañadas sucumben entonces al mito del éxito para ocupar su tiempo
libre y ganar
FELICIDAD.

El arte entonces se vuelve sólo refugio de entretenimiento y consumismo por


consumismo no por necesidad, como arte ligero, en donde por lo general se evita
que el espectador piense, y el artista ahora reprime su refugio que tenía en la
creación artística para satisfacer necesidades de otros, codeándose con
empresarios y políticos, ya que estos deciden apoyar a los que son destacados
para
alcanzar sus fines, poniendo entonces el arte a disposición de ideales políticos y
empresariales.

En conclusión, la producción artística bajo el dominio capitalista fue reducida a


arte
barato, ligero, para el beneficio de los modos de producción imperantes, gracias a
los medios de comunicación quienes fungieron como vendedores de verdades
simuladas, de ilusiones, esperanzas y promesas, para alcanzar la felicidad
anhelada, alimentando al hombre con la piedra de los estereotipos (su
vulnerabilidad) y el culto a lo barato y al engaño, por medio de los discursos
publicitarios quienes redujeron aún más lo bello sólo a la utilidad, a su
reproducción mecánica estereotipada e idolatría consciente, permitiendo la
cosificación de todo y hasta del alma del artista, persiguiendo utilidad y no fin.

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