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Filósofos Destacados

Platón y Aristóteles
Tanto para Platón como para Aristóteles, la concepción de la libertad estaba estrechamente
ligada a la idea de la autonomía, es decir, la capacidad de decidir por sí mismo. Pero,
especialmente para Aristóteles, la cuestión de la libertad queda directamente referida al
respeto, no solamente del orden natural, sino también del orden moral.
Para el Estagirita, todos los procesos de la Naturaleza operan en función de una finalidad
que les es propia, tienden a sus propios fines. Pero en el hombre, si bien sus acciones
siempre tienden a un mismo fin - consistente en la búsqueda de la felicidad - ellas están
caracterizadas por un poder de ejercicio de la voluntad.
En el hombre, las acciones sólo son morales cuando están gobernadas por la voluntad frente
a una posibilidad de haber elegido - el “libre albedrío”; pero esa posibilidad sólo puede
existir cuando el hombre no está sujeto a la coacción de la ignorancia. Aristóteles consideró
que el ejercicio de la libertad es esencialmente una obra de la razón; así como que toda vez
que el hombre llega a conocer el bien solamente puede actuar de acuerdo con él. La
actuación del hombre es libre, cuando su finalidad racional conduce a la realización del bien.

Emmanuel Kant
Abordó el problema de la libertad y el determinismo desde el punto de vista de considerar
que la “necesariedad” existente en la Naturaleza no impide la libertad; y considerar la
posibilidad de su coexistencia.
Afirmó Kant que el determinismo existe en relación con el mundo de los fenómenos pero
que la libertad existe en el noúmeno.
Noumenón es un término griego antiguo, cuya traducción más aproximada sería la que lo
refiere a “las cosas que son pensadas”.
Fue Platón el que más claramente distinguió el mundo inteligible, o mundo de lo racional,
del mundo sensible o mundo de los fenómenos materiales; afirmando que la única realidad
metafísica, el único mundo cognoscible o susceptible de conocimiento real en vez de objeto
de mera “opinión”, es el mundo nouménico.
Kant analizó en su “Crítica de la Razón Pura” el concepto de las apariencias como los objetos
pensados que corresponden al mundo de las categorías, designados fenómenos; en tanto
que los objetos pertenecientes meramente al entendimiento, accesibles mediante la
intuición no sensible, son designados noúmenos.
Para Kant, en el reino de la Naturaleza, que es el reino de los fenómenos, rige un completo
determinismo; pero la libertad existe en el reino de los noúmenos, reino de lo moral, de tal
modo que la libertad es un postulado moral.
El hombre es libre, no porque pueda apartarse de las leyes que rigen el mundo de lo natural,
sino porque él no es enteramente una mera realidad natural. En sus relaciones empíricas, el
hombre debe someterse a las leyes de la Naturaleza; pero como ser inteligente, en sus
relaciones inteligibles, el mismo individuo que debe someterse a aquellas leyes, es libre. La
libertad, por lo tanto, es esencialmente un concepto propio del individuo, y se ejerce por el
individuo.

Santo Tomás
Consideró que el hombre goza del libre albedrío como capacidad de elección, como “un
poder listo para obrar”; y asimismo posee la voluntad, que necesariamente se presupone no
sujeta a ninguna coacción, ni siquiera de la presciencia divina. Pero si bien estar libre de
coacción es una condición de la existencia de la voluntad, no es suficiente; sino que junto a
ello debe estar presente el intelecto - la inteligencia y la razón - como instrumento para el
conocimiento del bien, a fin de que éste pueda constituirse en objeto de la voluntad. En
consecuencia, el libre albedrío es un poder cognoscitivo. También es perceptible la clara
influencia del pensamiento aristotélico.
No hay libertad del hombre sin posibilidad de elección, su libre albedrío; pero de todos
modos el ejercicio de la libertad no consiste meramente en el hecho de elegir, sino que
consiste en elegir lo trascendente. El hombre, enfrentado a la instancia de elegir, puede caer
en el error; sobre todo, si elige exclusivamente por sí mismo, sin auxiliarse con Dios.
Para Santo Tomás, por tanto, el hombre dispone de una completa libertad de elección, ya
que - afirma - “por su libre albedrío el hombre se mueve a sí mismo a obrar”; pero ello no
significa que exista la “libertad de indiferencia” a que alude la conocida “paradoja del asno
de Buridán”.
La paradoja del asno, atribuida a Juan Buridán, fue formulada para demostrar la dificultad
de la cuestión del libre albedrío, cuando conduce a la situación de la libertad de indiferencia.
Un asno, que encontrara dos montones de heno exactamente iguales, ubicados en distintas
direcciones, pero a la misma distancia, no podría elegir por uno de ellos, y moriría de
hambre.
La conclusión sería que, predominando en el asno la preferencia por no morir de hambre,
terminaría eligiendo cualquiera de los montones de hecho; con lo cual se evidencia que la
elección no está necesariamente fundada en motivos razonables.
La paradoja pone en cuestión los conceptos de libertad, elección, razón, preferencia y
voluntad.
En realidad, el ejemplo es muy anterior a Buridán. Ya Aristóteles había examinado el
problema de las motivaciones equivalentes.

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