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María y el feminismo

A todos nos sorprendió el año pasado el debate acerca del tema del aborto. Tal vez uno
de los aspectos más notables que se podrían considerar fue la foto de la “marea verde”:
un grupo numeroso de mujeres, la mayoría muy jóvenes, que se identificaban con el
pañuelo verde y militaban por el aborto legal.
No caer en la dialéctica amigo-enemigo conlleva aprender a encontrar vías de diálogo,
es decir, identificar aquellos elementos que movilizan a actuar y poder mostrar cómo los
justos deseos se ven cumplidos plenamente y mejor en nuestra propuesta.
Por supuesto no es tarea fácil, porque este diálogo no se da en un laboratorio sino con
personas concretas, en esta sociedad, con todo lo que puede haber de ideología y de
condicionamiento entre las partes.
Uno de estos temas fundamentales presentes en las consignas del movimiento feminista,
junto con la revisión del papel de la mujer en la sociedad y la historia, es la afirmación
de la autonomía y la búsqueda de la libertad.
Una autora ha investigado el costado más oscuro del feminismo radical en un libro
donde expone la revolución Anti-María1. Explorando las raíces históricas y las
propuestas actuales llega a la conclusión de que mucho de lo que se dice tiene que ver
con denostar dos características que los creyentes asociamos naturalmente con María:
Madre y Virgen.
Así el feminismo radical desprecia la maternidad como una expresión de sometimiento
y a la vez ridiculiza la virginidad como mojigatería. Algunas de estas burlas, sostiene la
autora, tienen visos casi satánicos.
Si esto es lo despreciado y lo odiado, es posible que contenga en sí el germen de la
solución interior: ¿qué significa entonces María como símbolo de la plenitud humana?
En la Inmaculada Concepción Teilhard de Chardin encuentra el símbolo de la Acción
Inmóvil de Dios, “aquella que se ejerce por la transmisión de la energía divina a través
nuestro”2; la pureza –lejos de significar entonces mojigatería o puritanismo- pasa a
simbolizar la transparencia, la remoción de obstáculos a la acción de la Gracia en favor
de nuestros hermanos, que, como podemos apreciar en la Anunciación, comporta
abrirnos a un nuevo camino y a una nueva aventura de la existencia.
Así María se transforma en nuestro Modelo de vida espiritual, en Modelo de la Iglesia.
“Que se haga en mí tu palabra” compendia el paradigma de la disposición, alejada de
una comprensión “deportiva” de la gracia, donde casi pelagianamente es uno el que por
su propio esfuerzo vence los defectos y se santifica.
Acudir a su maternidad espiritual se comprende de esta manera como la oración para
que María forme en nosotros lo que una buena maternidad significa: generar hijos
dedicados a las cosas del Padre, polarizados por el cumplimiento de su Voluntad, que es
la base de la verdadera independencia vital y la expresión más genuina de libertad
humana plenificante y plenificadora que la marea verde pide -a veces a los gritos- en las
calles.

1
Gress, Carrie; The Anti Mary Exposed: Rescuing the culture from toxic feminity, 2019
2
De Chardin, Teilhard; Genèse d´une pensée, 1961

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