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Cuando el artista Stephen Carter vislumbra al

Amo Jones en los monitores de seguridad del club


BSDM de su hermano, queda deslumbrado. Dibuja un
boceto rápidamente de la imagen de Jones y se lo
envía de regalo, logrando captar el interés del Dom
de pómulos altos, mandíbula cuadrada, y el cuerpo
más caliente y duro que Stephen haya visto. Un
cuerpo que el calmado y solitario Stephen amaría
explorar.
Los sum que son poseídos por Victor Jones
siempre terminan lastimados. Él no tiene ningún
deseo de entrar en una relación comprometida y no
hay lugar en su vida para enredos románticos. Pero
entonces el experimentado Dom comienza a recibir
regalos interesantes de un admirador secreto. Cuando
Víctor descubre que su admirador es Stephen, decide
que tal vez es hora de probar algo nuevo, a alguien
con menos experiencia.
¿Qué pasará cuando el Amo Jones descubra que a
veces él incluso tiene que hacer un poco de cortejo?
í

S tephen estaba sentado en la oficina de su


hermano garabateando ideas para el proyecto
para su maestro de arte, cuando un movimiento captó su
atención hacia una de las cámaras y alejó la vista de su
cuaderno de dibujo. Normalmente se requería un acto
divino para distraerlo, un tsunami, un tornado, una
tormenta, pero hoy su cuerpo entero se giró ansiosamente,
como si estuviera esperando algo.
O a alguien.
Se enfocó en la esquina del club donde un gran grupo
estaba formado.
Se preguntó brevemente si estaba alguien en escena,
pero el escenario estaba del otro lado del club. Curioso,
revisó el monitor de seguridad, esperando que la
concurrencia se apartara.
Entonces lo vio.
El hombre más hermoso del universo.
Bueno, todo el mundo no pensaría eso, pero para
Stephen el hombre de cabello oscuro, altos pómulos,
mandíbula cuadrada y al parecer labios besables, hacía que
estuviera en la cima de los mejores diez. No le molestaba
que el hombre usara pantalones de piel negra, sin camisa y
brazaletes de cuero en los lugares correctos. Si ese era un
papi de piel, Stephen quería saber dónde tenía que firmar
para ser nalgueado.
3 Dándole vuelta a la hoja, Stephen dibujó rápidamente
las líneas del hombre. Sus ágiles dedos completaron los
detalles mientras su mirada iba del monitor al cuaderno de
dibujo y de regreso al monitor. Mientras seguía viendo la
pantalla, Stephen se preocupó de perder al sujeto de su
fascinación entre la multitud. Soltó un suspiro de alivio
cuando el hombre se sentó en una silla lo suficientemente
cercana a la cámara para ser capaz de seguir dibujando.
La puerta de la oficina se abrió, Ralph, uno de los
guardias del club entró al cuarto, tatuado y pareciendo que
había comido clavos en el desayuno.
—Hey Stevie, niño. ¿Cómo estás esta noche?
Ellos chocaron los puños. Ralph tocó suavemente la
mano de Stephen, siempre cuidadoso de su fuerza. Claro,
parte de eso se debía a que Stephen era el hermano del
propietario del club, Greg, y podía quebrar al guardia en
pequeños pedazos si el hombre dañaba las manos de
Stephen.
Greg era su más grande fan.
—Wow, lindo dibujo del Amo Jones, —dijo Ralph,
acercándose a ver la pintura.
—¿Quién es? —preguntó Stephen, tratando de hacer
su tono lo más desinteresado posible—. Él tiene una cara
interesante.
Y un caliente, caliente, cuerpo.
—Hey, ¿qué acerca de mi cara?. ¿Qué está mal en
ella?
Stephen miró al guardia con mirada artística. —Nada.
Es por lo que no eres un sujeto interesante. Tu cara es
perfectamente simétrica, sin nada particularmente
interesante artísticamente.
Ralph se rió. —No sé si debería ofenderme o no.
Las mejillas de Stephen ardían. Algunas veces
realmente necesitaba pensar antes de decir cosas
estúpidas. —Lo siento.
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—No hay problema, compañero. Solo jugaba contigo.
Tu hermano dice que va a tardar una hora más o menos,
pero que te pongas cómodo. Te enviará algo para comer.
Stephen giró los ojos. —Puedo esperarlo en el club.
Sabes que tengo veintidós años.
Ralph sacudió la cabeza, sus oscuros ojos serios. —
No hay manera. Ellos se comerían a alguien tan tierno
como tú, sin mencionar que tu hermano me mataría.
Regresando a su dibujo, Stephen no pudo evitar
decirlo mientras veía el monitor. —No me molestaría que él
me comiera.
—Me quedaría lejos del Amo Jones si fuera tú. Hay
malas noticias del hombre.
—¿Él es peligroso? —Stephen frunció el ceño;
irracionalmente decepcionado de un hombre que ni siquiera
conocía.
—No. Es el mejor Dom de la ciudad y él lo sabe.
Rompe el corazón de todos los pequeños sum 1 porque
todos ellos se enamoran del Amo Jones. Él nunca ha
tomado a un sum más de una o dos veces, y nunca le ha
ofrecido un contrato a ninguno de ellos. He oído que nunca
ha estado cerca de darle un collar a alguien.
Stephen se encogió de hombros ignorando la
advertencia. —Quizás no ha conocido al hombre correcto.
Ralph se carcajeó groseramente. —Cariño, eres
dulce, pero no construyas sueños románticos alrededor del
Amo Jones. Los hombres que lo hicieron siempre salieron
lastimados.
Stephen decidió ignorar al negativo guardia. Había
algo en el Dom que le llamaba y Stephen siempre seguía a
su corazón. Abstraídamente, siguió trabajando en terminar
su dibujo. Estaba bastante bien hecho si él podría adular su
propio trabajo. Le puso sus iniciales con manuscrita.
Viendo alrededor, divisó un sobre manila. Sabía que
5 en el cabría el dibujo sin doblarlo.

1
Sum: abreviatura de sumiso.
—¿Puedo pedirte un favor, Ralph? —Stephen levantó
la vista dándole al guardia su más ventajosa mirada con
sus ojos celeste. Una mirada que nunca había fallado en
lograr que alguien hiciera lo que él quería.
El guardia se veía nervioso. —Si puedo y no causa
que me despidan…
—¿Podrías darle esto al Amo Jones? No le des mi
nombre. Solo dile que es de un admirador.
Ralph se rió. —¿No del misterioso hombrecito? Dame.
Voy a lograr que me despidan por esto. —Extendió la mano
y Stephen le dio el sobre.
Minutos después Stephen veía con anticipación cómo
Ralph se aproximaba a la mesa.

—Amo Jones.
Víctor levantó la vista y vio a uno de los guardias del
club acercarse.
—¿Hay algún problema?
El guardia sonrió. El hombre era diabólicamente
hermoso pero definitivamente no era su tipo. A él le
gustaban sus hombres más delgados y delicados.
—Se me indicó que te diera esto; de un admirador.
Víctor aceptó el sobre, ante el murmullo y ruido de
besos de sus compañeros. El guardia se fue
inmediatamente, dejando a Víctor preguntándose qué
escondía.
6 Con una mirada a sus amigos en la mesa, Víctor se
encogió de hombros. Abrió el sobre, sacó la hoja de papel y
la observó.
Dentro estaba un dibujo de Víctor tan real, que a
pesar de estar hecho a lápiz, casi creía que era capaz de
sentir las puntas de la barba en su mentón.
—Wow, quiero uno, —dijo Carlyle inclinándose para
ver la pintura.
—Consíguete tu propio admirador. —Víctor revisó el
lugar, tratando de ver si alguien lo estaba mirando o estaba
sosteniendo un cuaderno de dibujo. La hoja obviamente
había sido arrancada de uno.
Todo el mundo lo estaba mirando, como de
costumbre, pero no había extraños, y él estaba muy seguro
de que ninguno tenía ese tipo de habilidades.
—Déjame ver. —Como el propietario de varias
galerías, Lindi se consideraba un experto en arte. Dejó salir
un bajo silbido cuando vio el dibujo—. Me pregunto lo que
esta persona podría hacer con más tiempo. Esto
obviamente es solo un rápido dibujo. Me encantaría que
quien sea que hizo este dibujara a William.
William era el sumiso de Lindi desde hacía mucho
tiempo.
Lindi inclinó la pintura para que su sum, sentado en
el suelo, pudiera verla.
—¿Qué piensas?, mascota.
—Es muy real, —comento el sum, dándole a su amo
una amorosa mirada.
—No la arrugues, —dijo Víctor molesto, tomando el
dibujo. Extrañamente no quería que sus amigos tocaran su
regalo. Lo sentía demasiado personal para compartir.
Alisando las invisibles marcas, Víctor deslizó la pintura de
regreso al interior del sobre—. ¿Alguien vio hacia donde fue
el guardia?
7
Sus amigos sacudieron la cabeza.
—Bueno, él es un guardia, —dijo Carlyle
lógicamente— Probablemente esté en la puerta del frente o
donde quiera que sea su lugar.
Víctor chasqueó sus dedos ante el camarero que
pasaba. Él usaba unos ajustados short blancos de piel, unos
interesantes remolinos de pintura corporal y nada más.
—Estoy buscando a un guardia. El que tiene cabello
castaño largo, tatuajes y un piercing en la ceja.
—Ese es Ralph. Se fue ya por esta noche.
—Mierda.
Víctor dejó ir camarero después de pedir una orden
de bebidas.
—Supongo que tendrás que preguntarle la próxima
vez que vengas, —dijo Carlyle, antipáticamente.
—Sí. Supongo. —La noche había perdido algo de su
glamour. Ahora todo lo que quería era descubrir algo más
de ese admirador locamente talentoso.
Al sábado siguiente por la noche Stephen regresó al
club de su hermano. Ese era uno de los pocos días de la
semana en que no tenía clases, y a Greg le gustaba usar
ese tiempo para ponerse al día sobre lo que estaba
haciendo Stephen.
Greg era su bueno aunque controlador hermano y le
daba a Stephen alimentación y alojamiento mientras su
beca cubría la escuela, libros y accesorios. Ese sistema
estaba funcionando para ambos.
Después de ponerse al corriente sobre los eventos de
sus vidas, Greg dejó a Stephen solo en su oficina con todas
esas encantadoras cámaras de seguridad. Stephen
generalmente pasaba la mayoría de los sábados
terminando su tarea y cenando con su hermano. Él nunca
iba a fiestas como sus compañeros de clases. Trabajó
demasiado duro para conseguir su beca para arruinarla por
una novatada de alcohólicos. Si tuviera una cita, eso sería
8 totalmente diferente, pero actualmente estaba soltero y el
único hombre que le interesaba estaba justo aquí en el club
de su hermano. Stephen distraídamente veía los monitores
de vez en cuando, mientras hacía su tarea de inglés.
Cuando finalmente vio de nuevo a Víctor, Stephen estaba
listo.
Él había pasado toda la semana con su amigo, Eddie,
que se especializaba en trabajos de piel, para que le
ayudara a hacer un apropiado látigo. Su amigo disfrutó el
desafío y Stephen le pagó haciendo un retrato de la novia
de Eddie que le granjeó mega puntos de novios, si la
sonrisa en su cara era una indicación.
Sacando la bolsa de terciopelo de su mochila,
Stephen llamó al teléfono del bar y preguntó por Ralph.
El guardia se oía jadeante cuando contestó el
teléfono; debió apresurarse a contestar la llamada. —Sí,
compañero.
—¿Puedes venir a la oficina de Greg?
—Seguro.
Un momento después el guardia estaba en la puerta.
—¿Qué sucede?
—Le hice otro regalo a Víctor. ¿Podrías dárselo por
mí?, por favor.
Ralph aceptó la bolsa. —¿Puedo verlo?
Stephen se ruborizó. —Seguro, puedes decirme si
crees que es suficientemente bueno.
El guardia abrió la bolsa y deslizó fuera el látigo. —
Joder, esto es una hermosa cosa. Víctor se va a correr en
sus pantalones. Se la voy a dar ahora mismo. —Ralph le dio
una curiosa mirada—. ¿Cómo sabes que Víctor es el Amo
del látigo?
Stephen se ruborizó. —Oí a alguna gente decirlo
cuando me iba la semana pasada.
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—No dejes que Greg te vea hablando con Víctor, —
advirtió el guardia.
Stephen dejó salir un suspiro. —Dudo que pueda ser
un problema. —¿Cuáles eran las probabilidades de que un
hermoso hombre como ese quisiera a un escuálido artista?
—Prométeme que no le dirás quién soy, —suplicó.
—Lo prometo, —dijo Ralph solemnemente—. Ahora
mantén tus ojos en el monitor. No vas a querer perderte
esto.

Víctor estaba sentado en su usual mesa bebiendo de


su vaso con whiskey. Distraídamente preguntándose si
vería a su admirador hoy.
—Amo Jones. —Una voz familiar le saludó.
—No mires ahora, Vic, pero creo que tienes otro
presente de tu admirador, —bromeó Lindi.
—Él me pidió que le trajera esto, —dijo el guardia
sosteniendo una bolsa de terciopelo que era al menos de
sesenta centímetros de largo por treinta de ancho.
—Al menos sé que es un hombre, —dijo Víctor. Uno
de sus grandes miedos fue aliviado. Había estado
preocupado de que una mujer estuviera detrás.
Esa no sería la primera vez.
Ralph inclinó un poco la cabeza. —Tengo que regresar
al trabajo.
—Espera. —Víctor tomó la muñeca del guardia—. ¿No
eres tú mi admirador?
Ralph se rió. —No, señor, no soy yo. Además, he
visto los tipos que le gustan y no soy su tipo.
—Cierto, —Víctor se rió mientras acariciaba la bolsa
10 de terciopelo. Se aclaró la garganta mientras el guardia
esperaba pacientemente. Era ridículo sentirse nervioso,
pero él no quería perder la oportunidad de preguntar—.
Dado que sabes mi tipo muy bien. ¿Mi admirador es mi
tipo?
—Oh sí, pero está fuera de tu liga. —El guardia se fue
antes de que Víctor pudiera preguntarle a qué se refería.
Un delgado hombre con grandes ojos café, se acercó,
sin una palabra se arrodilló frente a él. —Amo, ¿podría ser
honrado con ser tu sum por esta noche?
—No gracias, quizás la próxima semana. —Con
desgana despidió al chico con un movimiento de la mano y
regresó a la bolsa. No tenía tiempo para hombres comunes
cuando estaba tratando de resolver un misterio. Amaba los
rompecabezas. Quien fuera su admirador sin saberlo le
había quitado el gusto de esas visitas.
—¿Vas a abrirlo? —preguntó Lindi.
Víctor levantó la vista para ver a Lindi y Carlyle
mirarlo como chicas escolares esperando que su amiga
abriera una nota de amor. —Saben que es ridículo que tres
duros Dom actúen como chicas escolares enamoradas, —le
dijo Víctor a sus amigos.
—Uh-huh.
—Ábrelo.
Con una sensación de anticipación que Víctor no
podía haber recordado en los últimos años, lentamente
abrió el cordón en la parte superior y revisó el contenido.
Sintiendo que la piel se le erizaba con anticipación. Sacando
el regalo, el Dom que era conocido por su inexpresiva
expresión dejó salir un jadeo.
En todos sus años manejando látigos, nunca había
visto uno más hermoso. El fuerte látigo tenía un mango de
unos treinta centímetros de largo con un intrincado tejido
de piel de tres colores en lugar de los tradicionales tonos
totalmente negro o café. Las tiras que formaban un
increíblemente complicado tejido eran de piel teñida en
11 rojo, blanco y negro.
—Quien sea, quiero casarme con él, —dijo Lindi—.
Ouch. Me pellizcaste. —Bajó la vista hacia su sum quien lo
veía fijamente.
—Compórtate niño, —dijo Víctor pasando su mano
por el látigo, sintiendo la bien lubricada superficie.
Carlyle iba a tocar el látigo. Víctor le dio un
manotazo. —Mío.
—Solo quiero verlo, —Carlyle hizo pucheros.
—¿Tu madre no te dijo que se ve con los ojos y no
con las manos? —regañó Víctor.
—¿La tuya no te dijo que hay que compartir con los
amigos?
Ambos hombres empezaron a reírse.
Después de unos minutos, Carlyle se secó las
lágrimas de sus ojos. —No puedo recordar cuándo fue la
última vez que me reí tanto. Ahora déjame ver el látigo.
Carlyle usó su tono autoritario y Víctor sabía que su
amigo iba en serio. —Recuerda de dónde lo obtuve.
Examinando el látigo, Carlyle pasó sus dedos sobre el
inusual diseño. —¿Lo recuerdo? Quiero uno.
—Y yo aun quiero mi pintura, —dijo Lindi
refunfuñando.
Víctor tomó su látigo. —Bueno, ninguno va a tener lo
que desea si no podemos imaginar quién es.

Los quemados dedos de Stephen aun le dolían de


haber estado modelando el florero, pero estaba orgulloso
de su logro. Le había llevado tres días de instrucciones,
varios dedos chamuscados y unos días en el horno, pero él
12 finalmente sería capaz de darle a su Dom favorito un
florero de cristal soplado. Durante las pasadas ocho
semanas le había enviado a Víctor una serie de regalos,
desde un par de grilletes de hierro forjado a un intrincado
bordado en un antifaz de seda. Ese aun era uno de sus
favoritos.
Viendo la pieza, Stephen esperaba que Víctor pudiera
aceptarla con el espíritu con la que se la daba y no pensara
que era demasiado de chicas. Consiguió lirios del valle y los
combinó con trece rosas lavanda.
Estaba feliz de que Greg estuviera demasiado
ocupado para verlo. A Stephen casi le da un ataque
cardíaco cuando la puerta se abrió.
Afortunadamente era Ralph.
—Wow. No haces las cosas a medias, ¿no es así?
¿Hiciste el florero?
—Sí. ¿No crees que es demasiado femenino? Quiero
decir, las rosas lavanda se supone que significan amor a
primera vista y combinado con los lirios del valle, humildad
y devoción. De acuerdo a internet, trece rosas significan
admirador secreto, pero me preocupa que crea que las
rosas lavanda son demasiado de chicas.
—Respira hombre, —dijo Ralph, dándole a Stephen
una pequeña sacudida—. Le diré toda esa mierda que
acabas de decir y si el hombre no es lo suficientemente
inteligente para apreciar todo el trabajo que haces, que se
joda.
—Más bien que me joda, —dijo Stephen con una
sonrisa.
—¿Cómo va a hacerlo si ni siquiera te encuentras con
él? —puntualizó Ralph.
Stephen se encogió de hombros. Podía sentir el calor
en su cara. —Lo sé. Lo sé, pero no estoy listo.
—Correcto. —Ralph palmeó su espalda—. Escribe
13 esas cosas de las flores así no me olvido.
Stephen tomó una hoja de papel del escritorio de su
hermano y escribió todo cuidadosamente para que Ralph
pudiera leerlo. La caligrafía no era uno de sus talentos.
—Gracias, Ralph. Hice algo para agradecerte todo lo
que haces por mí.
—Hey hombre, no tienes que hacerlo, —dijo Ralph,
pero la sonrisa en sus ojos le decía que estaba complacido
de que Stephen lo hiciera.
Él sacó su cuaderno de dibujo y le dio el dibujo de un
delgado rubio con una gran sonrisa. Era Carlyle el amigo
del Amo Jones. —He visto cómo lo miras.
Fue el turno de Ralph de ruborizarse. —Lo sé. Debo
seguir mis propios consejos, pero él está fuera de mi liga.
—Hey. —Stephen le dio un codazo a su amigo—. No
digas eso. Además, ¿cómo vas a saberlo si no lo intentas?
—Dejaré que tú arregles esto y entonces
trabajaremos en mí, —dijo Ralph sonriendo—. Aunque,
gracias por la pintura. —Cuidadosamente la dobló y la
guardó en su bolsillo antes de tomar el florero—. Joder, es
pesado.
—Eres un grande y entusiasta guardia. Puedes con
eso, —bromeó Stephen.
—Ese soy yo, —dijo Ralph, sacando pecho— ese soy
yo.
Stephen vio al monitor, esperando ansioso que su
presente fuera bien recibido o al menos que Víctor lo
apreciara más que el vaso de whiskey que le había enviado.
Quizás en el poco iluminado club, el Dom no se daría
cuenta que las rosas eran lilas, pero las tradicionales rojas
no se sentían lo suficientemente correctas.

14
—¿Crees que te enviará algo está semana? —
Preguntó Carlyle, viendo a Víctor morderse sus uñas.
—No sé, pero estoy cansado de esta mierda. Mejor
que se muestre pronto o voy a ir a cazarlo. —Víctor no
quería admitir el esfuerzo extra que se tomaba para verse
mejor esa noche, esperando finalmente encontrarse con su
admirador secreto. ¿Cuánto más iba a tardar? ¿Nunca
conocería a este chico? Él ni siquiera había tocado a otro
hombre desde que empezó a recibir regalos. Sentía que
estaba mal el tener sexo con alguien más mientras su
admirador secreto estaba mirando. No quería romper el
corazón del hombre, al menos no hasta que lo conociera en
persona.
Un camarero llegó a la mesa con un vaso de whiskey
y lo dejó sobre una perfectamente blanca servilleta y se
alejó. No fue hasta que el camarero se fue que Víctor notó
que había un pequeño dibujo de un hombre sosteniendo un
látigo en una esquina. Estaba caprichosamente hecho e
hizo que se riera mientras tomaba su bebida.
Carlyle vio la servilleta. —Bueno no es tan elaborado
como los otros regalos pero es dulce.
—Amo Jones.
Ralph estaba de pie frente a él sosteniendo el más
exquisito florero que él hubiera visto. El guardia lo dejó
antes de sacar una hoja de papel.
—Él está preocupado de que creas que las flores sean
muy de chicas así que me instruyó a que te dijera el
significado de las mismas.
Víctor escuchó el discurso del guardia mientras
tocaba el suave vidrio. El florero era transparente en la
base pero tenía remolinos mezclados de azul y verde y una
amplia franja de dorado que resplandecía incluso con la
amortiguada luz del club. Víctor no tenía ninguna pieza de
cristal artístico y nunca pensó tener alguna, pero sabía que
este tendría un lugar en su casa, justo en la entrada.
—¿Él lo hizo? —Eso era importante para Víctor.
15 Cualquiera podía ir y comprar algo, pero su admirador
secreto se había esforzado para hacer personalmente todos
sus regalos. Su devoción al hacer los regalos a Víctor hacía
que se sintiera especial incluso con lo frustrado que estaba
por el secreto de su admirador.
Ralph se rió. —Sí, y tiene quemaduras para probarlo.
—¿Está lastimado? —La preocupación se disparó en
Víctor—. Llévate esto de aquí y déjame verlo.
—Él está bien —dijo Ralph—. Y aun no está listo para
encontrarse contigo.
—¿Por qué no? ¿Qué está mal con él?
—No hay nada mal con él, Amo Jones. ¿No lo
entiendes?
—¿Entender qué?
—Él te está cortejando.
Víctor apenas resistió la urgencia de golpear en la
cara al guardia. —Estoy cansado de ser cortejado. Estoy
listo para una reunión cara a cara.
—¿Hay un problema aquí? —Greg, el propietario del
club se acercó a la mesa. El hombre era enorme con los
brazos más grandes que los muslos de la mayoría de la
gente. Sus ojos se iluminaron cuando vio el florero—. Wow
esto es hermoso. —Se rió—. Es en cierta manera mejor que
las cosas que hace mi hermanito y lleva a casa. No sé por
qué lo hace si no es su medio, pero últimamente el chico ha
estado en todos los lugares. Infiernos, las semanas pasadas
él ha estado bordando, dice que quiere ‘expandir sus
conocimientos’. —Dijo Greg marcando las comillas en el
aire.
Ralph se congeló a su lado.
Víctor sonrió.
—¿Y qué edad tiene tu hermanito? —Preguntó
Carlyle.
Aparentemente Víctor no fue el único que imaginó
16 que era él.
—Acaba de cumplir veintidós. Es asombroso. Logró
entrar a una esnob escuela de arte con beca completa, el
único de la familia con algún talento.
—¿Cuál es su especialidad? —Víctor trató de sonar
calmado mientras su corazón se aceleraba en su pecho.
—¿Huh? —preguntó Greg. Sus ojos pegados al
caliente trasero de un chico que pasó en ajustados
pantalones de piel.
—Tu hermano, dices que el vidrio y el bordado no es
su especialidad, —le recordó Víctor—. ¿Cuál es?
—Oh, el dibujo. Es un asombroso artista. Él prefiere
lápices de colores, pero puede usar cualquier cosa, incluso
pintura. Va a ser famoso algún día. Sé eso. —Greg casi
brillaba por el orgullo que le provocaba su hermano
mientras una sonrisa se formaba en su cara.
—¿Tu hermano viene a menudo al club? —Preguntó
Lindi en un tono casual que para nada engañó a Víctor.
—¡Señor, no! Ni siquiera lo dejo entrar. —Greg frotó
su mentón—. Bueno, los sábados viene a hacer su tarea,
pero no lo dejo entrar al club, propiamente dicho. Él solo
entra a mi oficina. Nuestros horarios realmente no se
conectan bien durante la semana, va a clases muy
temprano en las mañanas y él ya se fue para cuando yo
regreso. —Greg sacudió la cabeza recordando lo que había
estado hablando antes—. Pero suficiente acerca de mí. ¿Por
qué tienes flores?
—Un regalo de un admirador, —dijo Víctor con una
sonrisa. Un admirador que él iba a conocer muy pronto.
—Bueno, son hermosas. —Greg se giró hacia Ralph—.
Regresa a trabajar, chico.
—Sí. Señor. —Ralph se dio media vuelta y se fue.
Greg inclinó la cabeza cortésmente, dijo buenas
noches y se fue a revisar a otros clientes.
17 Víctor levantó su vaso hacia las cámaras de
seguridad.
—Ahora que sabes quién es el niño, ¿cómo vas a
hacer para atraparlo? —Preguntó Carlyle.
—Fácil. —Víctor le sonrió a Lindi—. ¿No quieres
arreglar una exhibición con los estudiantes de arte locales?
Lindi casi se ahoga con su bebida. —Advierte la
siguiente vez. —Sucumbió a la mirada de Víctor—. Bien,
pero solo una galería y habrá un concurso o algo así. No
voy a llevar mierda.
—Muy justo. Sé que debe de haber asombrosos
artistas locales porque alguien con talento le enseña a mi
niño.
—¿Quién dice que él es tu niño? —Preguntó Carlyle—.
Quizás ni siquiera lo quieras después de todo esto.
Víctor no podía explicar cómo sabía que tenía la
intención de estar con el asombroso hombre que le había
enviado tan detallados regalos. —Confía en mí, cualquiera
que se tome tanto esfuerzo para hacer feliz a un Dom, que
ni siquiera es el suyo, te aseguro que será un asombroso
sum.

18
í

A final de cuentas no se realizó la exhibición de


arte para atrapar a su admirador.
Víctor estaba en el club tomando un trago y
charlando con sus amigos cuando se dio cuenta que el
regalo usual aun no aparecía.
—¿Quizás el niño no vino hoy? —dijo Lindi cuando vio
a Víctor mirando alrededor.
—¿Por qué no lo haría?
—Porque está enfermo, —sugirió Lindi—. O
demasiado ocupado para molestarse contigo. O él solo
decidió que estaba aburrido de hacer regalos extravagantes
a un total extraño.
—Cállate, —dijo Víctor. La preocupación tensaba su
estómago. No podía sacudirse la idea de que algo estaba
mal. Vio a Ralph y levantó un dedo para que se acercara. El
guardia se acercó, una triste expresión en su usualmente
alegre cara.
—Él no vino hoy, —dijo Ralph a manera de saludo.
—¿Qué sucede?
—Está en casa, con neumonía.
—¿No debería estar en un hospital? —Víctor sintió un
escalofrió como si su cuerpo estuviera cubierto de hielo. Ni
siquiera se había encontrado con el hombre y sin embargo
estaba desesperado por asegurarse de que su admirador
19
estuviera bien.
Ralph se encogió de hombros. —Greg dice que está
tomando medicamento para ayudar a limpiar sus pulmones.
Lo que más necesita es descanso y mantenerse hidratado.
—¿Dónde vive?
—No puedo darte esa información, eso puede
costarme el trabajo, —dijo Ralph. El tenso guardia veía a
ambos lados mirando nerviosamente alrededor, como si
esperara que alguien rápidamente demandara sus servicios
y así poder alejarse de la mirada del Dom.
Víctor se puso de pie, era más alto que el guardia. —
Ese es mi niño, está enfermo y voy a ir a cuidarlo. ¿Dónde
vive?
Ralph le dio la información que necesitaba. —Por
favor no le digas a Greg que yo te di su dirección.
—¿Él vive con su hermano?
Ralph asintió. —Para ahorrar costos.
—Solo una cosa más, —dijo Víctor.
—¿Qué?
—¿Cuál es el nombre de mi niño?
Ralph se rió. —Stephen, su nombre es Stephen
Carter.
—Gracias. —Víctor palmeó la espalda de Ralph,
divertido, mientras el guardia aprovechaba la oportunidad
de irse en la dirección opuesta.
—Buena suerte, —le dijo Carlyle. Víctor miró a su
amigo que veía con interés a Ralph alejarse. No era la
primera vez que lo veía mirando al guardia. Quizás más de
una pareja se formaría de esa experiencia.
—Dale un beso por mí, —dijo Lindi.
—No creo eso, —dijo Víctor, tomando su chaqueta—
Pero le daré un beso por mí.
20
Víctor se sentía extrañamente nervioso subiendo la
escalera hacia la bien cuidada casa. La casa estaba pintada
de blanco al igual que las demás en la barriada, excepto
que era la única que tenía en su puerta pintado lo que
parecían ser los lirios de agua de Monet.
No fue difícil saber que estaba en el lugar correcto.
Tragándose sus nervios, Víctor tocó el timbre,
sosteniendo cuidadosamente su paquete para que no se
derramara.
Unos minutos pasaron, y él empezaba a pensar que
quizás después de todo sí estaba en el lugar equivocado,
cuando un pálido jovencito con ojos celeste abrió la puerta.
Se quedo ahí un momento viendo fijamente a Víctor
mientras temblaba debajo de una delgada manta que
envolvía todo su cuerpo como una capa.
A pesar de su cabello desordenado, el sudor en su
frente y su pálida tez, Stephen era adorable.
—Pobre bebé, vamos a llevarte adentro. —Sin darle
oportunidad al niño de objetar, Víctor se adelantó y colocó
su brazo alrededor de la criatura con triste expresión y
gentilmente lo guió de regreso al interior de la casa,
cerrando la puerta detrás de ellos.
—A-Amo Jones, ¿por qué esta aquí?
—No vas a pretender que no me conoces, ¿no? —
Víctor escondió su preocupación detrás de un divertido
tono. No quería que Stephen supiera lo preocupado que
estaba. Era trabajo de un Dom mantener la calma.
—Parece que no hay punto dado que está en mi casa.
—Vamos a llevarte de regreso a tu cama y entonces
podrás comer algo de mi sopa.
21 —¿Me hiciste sopa? —Preguntó Stephen mientras
caminaban por el pasillo.
Víctor se rió. —No. No soy bueno cocinando, pero
compré la mejor sopa de la ciudad.
—Eso es bueno. Me gusta cocinar, pero algunas veces
olvido que estoy cocinando. Greg siempre me grita que
preste atención. —Stephen le dio una gruesa risa que se
convirtió en una fuerte tos que dolió a Víctor oírla.
—Shhh. Tranquilo, bebé. —Víctor frotó la espalda de
Stephen, tratando de calmar al jovencito—. Vamos a
llevarte de regreso a tu cama. En cualquier otro momento
puedes tomar esto como una visita, pero justo ahora creo
que necesitas descansar y sopa caliente más que a alguien
coqueteando contigo.
La habitación estaba hecha un lío, ropa en el suelo y
un rastro de pañuelos desechables cubriendo la cama y los
cobertores como testimonio del alterado estado del niño.
—Sube. —Retiró los cobertores de la cama de
Stephen. Una vez que el jovencito se deslizó en la cama,
Víctor acomodó los cobertores sobre su cuerpo.
Después de asegurarse que el jovencito estaba
sentado cómodamente, Víctor retiró la taza de sopa y una
cuchara de plástico de la bolsa. El olor era asombroso,
cuando levantó la tapa del contenedor y tomó una
cucharada que llevó a los labios de Stephen.
Stephen abrió la boca y tomó la cuchara. Después de
un cauteloso trago, le dio a Víctor una pequeña sonrisa. —
Eso es realmente bueno, —dijo—. No tenías que traerme
nada.
—Es lo menos que puedo hacer después de tus
maravillosos regalos.
Un rubor le dio algo de color a sus pálidas mejillas. —
Me alegra que te gustaran.
Víctor levantó la cara de Stephen, obligándolo a que
lo viera. —Me encantaron. Eres un asombroso artista.
22 La sonrisa de Stephen iluminó su pálida y delgada
cara y lo hacía verse tan adorable que quitaba el aliento. —
Gracias, —le dijo.
—De nada. —Después de alimentar a Stephen con
varias cucharadas de sopa. Víctor notó que los ojos del
artista se cerraban mientras comía.
—Ahora dame un beso y acuéstate y logra dormir un
poco más. —Víctor palmeó la almohada.
—No deberías de estar aquí, no quiero contagiarte, —
Stephen protestó.
Víctor no escondió su sonrisa. El niño era tan
jodidamente dulce. —Dudo que sigas siendo contagioso,
dulzura. Ahora acuéstate, no me hagas repetirlo.
—Lo siento, Señor. —Dijo Stephen. Víctor podía sentir
que el artista dijo esas palabras en automático, su
naturalmente sumisa naturaleza se había mostrado a pesar
de su agotamiento.
—Todo está bien. Solo escúchame y estarás mejor.
Stephen le dio una congestionada risa. —No sé por
qué estás aquí, pero gracias por venir.
Él acomodó las mantas alrededor del sum y le besó la
frente. —Estarás bien pronto y podré mostrarte mi aprecio
por tus presentes.
Con un suspiro, Stephen se acurrucó en los
cobertores. —Me gusta eso, —dijo en una suave y
adormilada voz.
—A mí también me gusta, —agregó Víctor. Se sentó
en la cama viendo al niño dormir por un largo momento. El
sonido de una puerta abriéndose hizo que se pusiera de
pie. Saliendo de la habitación, Víctor se encontró cara a
cara con Greg.
—Víctor, ¿por qué estás aquí? —La mirada del
hombre recorría el cuerpo de Víctor, el interés iluminaba
23 sus ojos.
—Le traje algo de sopa a Stephen. Oí que estaba
enfermo y quería revisarlo.
Greg cruzó los brazos sobre su pecho. —¿Y cómo
conoces a mi hermanito?
Ahí era donde las cosas se ponían difíciles. —
Realmente nos acabamos de conocer. Él ha estado
enviándome presentes durante las semanas pasadas y
quería regresarle el favor cuando me enteré que estaba
enfermo.
—¿Qué tipos de presentes? —Greg preguntó.
Entonces sus ojos se abrieron más—. Oh, no, por favor.
Dime que él no es tu admirador secreto.
—Sí, es él.
La reacción de Greg era todo lo que Víctor podría
esperar de un protector hermano mayor.
—Él es demasiado joven para ti, —gruñó Greg—. No
quiero que lo arruines. Es un dulce niño que tiene más
talento que lo que sueña la mayoría de la gente, déjalo en
paz y regresa con tus chicos de una noche.
Víctor no culpaba a Greg por su preocupación, pero
aun así le dolió. —No puedo. Sería demasiado doloroso para
él si lo ignoro ahora. Se ha metido en muchos problemas
para captar mi atención. No puedo decir que todo eso fue
por nada. No puedo lastimarlo de esa forma.
—¡Sal de mi casa! —Gritó Greg.
—¿Qué sucede? —Stephen apareció en el marco
envuelto en la manta, su piel se veía más pálida que las
blancas paredes.
—Mierda, —Víctor se apresuró a envolver su brazo
alrededor de Stephen y darle algo de apoyo—. Necesitas
regresar a la cama, dulzura. Esto es entre tu hermano y yo.
—Si esto es sobre con quién puedo tener una cita o
24 no, esto es más algo entre Greg y yo. —Stephen miraba
fijamente a su hermano—. Sé que tratas de protegerme y
que eres mi hermano mayor y toda esa mierda, pero estoy
cansado de estar solo.
—Entonces ve y busca a alguien de tu edad. —La
expresión en la cara de Greg le decía a Víctor que el otro
hombre no se dejaría persuadir por las palabras de su
hermano.
—No me gustan los hombres de mi edad, —Stephen
dijo en una suave voz. Víctor tenía la sensación de que el
niño siempre hablaba en esa suave voz. Era la voz de un
soñador que ya estaba pensando en la siguiente idea y no
necesariamente en la conversación.
—Enfócate, bebé.
Stephen le dio una exhausta mirada cuando se giró
hacia Víctor. —Estoy cansado. ¿Puedes llevarme a casa?
—Estás en tu casa, —dijo Greg con una firme voz.
—No. Estoy en tu casa. —La voz de Stephen perdió
algo de su calidad musical mientras se llenaba de ira—.
Pensé que la compartíamos hasta que le dijiste al hombre
de mis sueños que se fuera.
Víctor se sentía dividido entre sentirse halagado de
que Stephen peleara por él y horrorizado de iniciar una
pelea entre los dos hermanos, que por todo lo que parecía
eran extremadamente cercanos.
—Stephen, no estás lo suficientemente bien para
tomar ninguna decisión ahora. Necesitas descansar, —dijo
Greg mirando fijamente a Víctor.
—Él tiene razón, —Víctor agregó—. No quiero que te
enfermes más. Afuera hace frío y puedes empeorar. Vamos
a llevarte de regreso a la cama. Podemos conocernos mejor
una vez que sanes.
—No, si yo tengo algo que decir al respecto, —gruñó
Greg.
25 —Bueno, no lo tienes, —dijo Stephen.
—Vamos. Necesitas descansar. —Víctor envolvió su
brazo alrededor del delgado cuerpo de Stephen y lo guió de
regreso a la habitación. El niño se sentía demasiado
delgado, pero dado que él no conocía el cuerpo del
jovencito de antes, no sabía si Stephen era naturalmente
delgado o si eso fue causado por su enfermedad. Acomodó
al jovencito en la cama y se aseguró de que los cobertores
lo rodearan.
—¿Quieres ser mi sumiso? —le preguntó al pobre y
enfermo niño.
Stephen asintió, inhalando. —Me gustaría tratar.
—¿Has sido un sumiso antes?
Stephen sacudió la cabeza.
—¿Entonces qué te hace creer que puedes ser uno?
—Porque quiero ser tuyo.
Víctor no tenía una respuesta a eso. Nunca había
tenido antes a alguien que solo quisiera estar con él. Había
tenido hombres encaprichados con su reputación o que
querían un fuerte Dom que los controlara, pero nunca había
tenido a nadie que quisiera ser un sum solo por él.
La calidez lo llenaba mientras veía al jovencito.
—¿Por qué no esperamos y lo vemos cuando
mejores? Acepto intentarlo. Podemos tratar con algunas
cosas y ver si somos compatibles. ¿Qué dices?
Stephen miraba a Víctor con ojos tristes. —¿Quieres
ir a conseguir otro sumiso mientras estoy enfermo?
—¿Quieres ser exclusivo?
Stephen asintió como si temiera que al mencionar su
deseo Víctor pudiera reírse de él. Víctor nunca había tenido
una relación exclusiva en su vida pero al ver la expresión
esperanzadora de Stephen no podía negárselo al niño.
—Correcto. Si alguno de nosotros quiere salir
26 podremos discutirlo. —El pensamiento de alguien más
tocando a su dulce niño envió una ola de ira que recorrió a
Víctor. El hombre era suyo. Podía sentirlo. Él solo tenía que
matar al dragón que echaba fuego y que se encontraba
afuera de la puerta de Stephen.
—Me voy a ir así que no pierdas el control con Greg.
Nosotros iniciaremos tu entrenamiento como sum en mi
casa. No quiero las críticas de tu hermano. ¿Entiendes?
Eres mío para ordenarte, no de tu hermano.
—Entiendo, —murmuró Stephen, pero sus ojos ya se
estaban cerrando y Víctor sabía que eso era lo mejor que
podía obtener de él en ese momento.
Besó la frente de Stephen y salió, forzando a su
cuerpo a alejarse del adorable hombre en la cama detrás de
él.
Greg estaba en el pasillo, sus brazos sobre su pecho.
—No apruebo esa relación, —dijo.
—Entonces serás el primero en la línea diciendo ‘te lo
dije’ si no funciona, pero no voy a tolerar ninguna
interferencia. Stephen es mío y cuidaré de él. Si no
estuviera tan enfermo ahora, lo llevaría a mi casa e iniciaría
su entrenamiento. Él no va a estar bajo tu cuidado mucho
tiempo más.
La cara de Greg se ruborizó, roja de ira. —Él es mi
hermanito. Siempre va a estar bajo mi cuidado. Ya sea que
decida irse contigo o no.
Víctor asintió. —Cierto. De alguna manera tú siempre
te preocuparás por él, pero tan pronto como sea capaz de
moverse lo llevaré a mi condominio2 y así podré darle un
apropiado entrenamiento.
—Ya veremos. Puede recuperar la sensatez cuando se
sienta mejor.
Víctor se rió. El niño estaba decidido, no iba a
cambiar de opinión. No quiso compartir esa información con
el sobreprotector hermano de Stephen. Solo asintió y se
dirigió a la puerta. —Traje algo de sopa. Ve que coma más
27 cuando despierte.
Él dejó que la puerta se cerrara de golpe cuando
salió.
2
Edificio de viviendas en régimen de comunidad de propietarios.
¡Stephen podía ser suyo!

Pasaron tres semanas antes de que Stephen se


sintiera mejor. Le había prometido a Greg que no iría con
Víctor hasta que pudiera ponerse de pie sin tambalearse.
Su hermano estaba preocupado de que si no estaba
físicamente fuerte era más probable que cediera a las
demandas de Víctor.
Lo que Greg no sabía era que Stephen era quien
voluntariamente estaba dispuesto a darle a Víctor todo lo
que él quisiera, enfermo o no. Su hermano no entendía su
obsesión por Víctor y él no quería explicárselo. Algunas
cosas no se pueden discutir, especialmente no con tu
psicóticamente protector hermano mayor.
Víctor había dejado su número en la sopa. Stephen
con manos temblorosas había arrugado el pedazo de papel.
Quería tanto al hombre que le dolía el pecho, pero
¿qué si él cometía un error? Mierda, ¿Qué si hacía algo y lo
perdía? A pesar de su inocencia, Stephen estaba capacitado
para aprovechar las oportunidades. Después de todo, le
había tomado mucha determinación hacer del arte su
carrera de vida.
A pesar de su determinación, los dedos de Stephen
temblaban mientras marcaba los números en el teléfono.
—¿Te sientes mejor?, bebé —El shock de la profunda
voz de Víctor casi hace que a Stephen se le caiga el
teléfono. Esperaba el correo de voz, no al hombre de sus
sueños.

28 —Um, h-hi, —le dijo. Podía golpearse la cabeza


contra la pared por lo patético de su respuesta. Era un
idiota, un idiota enamorado, pero finalmente un idiota.
—Hola, —Stephen podía oír la diversión en la voz del
Dom, el sonido de papeles moviéndose y una voz en el
fondo.
—Oh, lo siento. Nunca pensé que podría molestarte
en tu trabajo. Claro que ibas a estar ocupado a la una de la
tarde.
—Shhh. Detente. —La voz de Víctor estaba cerca del
borde de un Dom esperando instantánea obediencia.
Stephen dejó de balbucear. Ni siquiera lo pensó. Fue
una respuesta automática a un macho fuerte.
—Quiero que prepares una bolsa pequeña de lo que
sea que necesites para sobrevivir el fin de semana y te
encuentres conmigo en mi condominio, —Víctor le dio la
dirección mientras Stephen rápidamente la escribía—. Ya
llamé al conserje y le dije que te deje entrar. Cuando
llegues ahí quiero que te pongas cómodo. Llegaré a casa a
las cinco. Piensa acerca de cómo quiero ser saludado. Nos
vemos entonces.
La conexión terminó.
—¡Mierda! —Eso era lo mejor y lo peor que Stephen
esperaba. Pensó que quizás ellos se conocerían mejor por
teléfono o quizás por e-mail. No esperaba que Víctor le
ordenara ir a su casa a pasar la noche. Si sus nervios lo
tenían temblando antes, ahora estaban al doble.
Stephen tomó una bolsa del armario, lanzó unos
jeans, algunas camisetas que él había pintado, no se
molestó en la ropa interior dado que nunca había usado
esas cosas.
Lo único que le molestaba era que no sabía lo que
Víctor quería de él. Preocupado por eso llamó a un taxi y se
fue.
29
Víctor no podía lograr que el resto del día pasara lo
suficientemente rápido. El pensar que finalmente tendría en
sus manos a su nuevo sum le hacía difícil enfocarse en los
negocios que era donde debía de estar.
Su personal se sorprendió cuando no se enojó cuando
un cliente canceló en el último minuto.
—Esas cosas suceden, —tranquilizó al cliente.
Normalmente no le hubiera dado otra oportunidad de
brindar sus servicios al cliente. La compañía de Víctor
ofrecía encontrar las dificultades en las compañías con
problemas. Con una reputación sin paralelo él podía
escoger a sus clientes y tenía una larga lista esperando sus
servicios. La mayoría del tiempo, no les daba a los clientes
una segunda oportunidad, pero el hombre al teléfono había
argumentado una emergencia familiar y podía imaginar la
expresión de Stephen si le decía que había rechazado a un
hombre que se había tomado un tiempo libre para cuidar de
su hija enferma.
Después de colgar, su asistente, Janie, entró
precipitadamente al cuarto con los ojos bien abiertos. —¿En
serio le dijiste al Señor Cooper que podría reprogramar su
cita?
—Sí.
—¿Pero por qué? Nunca reprogramas citas.
No quería decirlo, pero Janie había estado con él
desde el comienzo de la compañía, cuando ambos llevaban
el almuerzo en una bolsa para ahorrar dinero.
—Porque no puedo ir a casa y decirle a Stephen que
dejé que la compañía de un hombre se arruinara porque se
tomó tiempo libre para cuidar a su hija enferma.
—¿Quién es Stephen y cómo podremos mantenerlo
30 alrededor para que te haga más humano? —Preguntó Janie,
con un brillo de inocencia en su mirada.
Víctor le dio un falso gruñido. —Stephen es… —
Realmente no sabía cómo explicarle quién era Stephen. Él
aun ni siquiera era oficialmente su niño—. No te preocupes
por Stephen. Solo asegúrate de que no tenga
interrupciones durante el fin de semana.
Con una última mirada a su asistente, Víctor dejó la
oficina.

Afortunadamente, el tráfico era extrañamente ligero y


antes de darse cuenta, Víctor ya estaba entrando en el
garaje de su condominio. Sus manos temblaban
ligeramente cuando encendió la alarma del coche y se
dirigió al ascensor.
—Esto es ridículo, —le dijo a su reflejo en el espejo
de las puertas del ascensor. Agarró su maletín más fuerte
cuando la anticipación creció. ¿Cómo se habría preparado
Stephen? ¿Podría estar desnudo y de rodillas en la puerta?
No tenía muchas esperanzas de entrar y encontrarse a
Stephen con los brazos y las piernas extendidos en la cama
para que él pudiera examinar lujuriosamente cada pedazo
de carne. La breve mirada que había tenido del adorable
artista no había sido suficiente.
Cuando llegó a la puerta de su apartamento, Víctor
tomó una profunda respiración antes de quitarle la llave y
abrir la puerta. El olor a ajo y salsa de tomate llenaba el
aire.
—¿Stephen?
Su llamado no tuvo respuesta.
Después de bajar su maletín y quitarse su chaqueta,
Víctor siguió entrando en el condominio, al cerrar la puerta,
fue saludado con la extraña vista de un delgado hombre
31 sentado en el mostrador de la cocina, sus piernas cruzadas
y su cabeza hacia abajo con un cuaderno de dibujo en su
regazo.
Completamente vestido.
El olor de humo saliendo del horno llamó la atención
de Víctor.
—Mierda.
Víctor se apresuró, tomó un trapo de la cocina y abrió
la puerta del horno. Humo venía de una hogaza de pan con
ajo quemándose. Con una maldición lo sacó y lo lanzó
arriba de la cocina3.
La alarma contra incendio se encendió, el penetrante
ruido llenó el apartamento.
—Oh, maldición. —Stephen saltó del mostrador,
saltando para presionar el botón para apagar la alarma.
Víctor veía al jovencito con los ojos bien abiertos mientras
miraba la escena—. Yo…Yo lo siento mucho Víctor. No oí el
reloj para sacar el pan.
Stephen se veía tan pálido como cuando estaba
enfermo.
—Hey, está bien.
El artista se dirigió a ver una olla en la cocina.
Afortunadamente la tenía en el lado derecho así Víctor no la
tumbó cuando lanzó la bandeja del pan. Stephen vio la
pasta molesto. —Supongo que ahora también arruiné esto.
—Se mordió el labio inferior mientras parpadeaba para
apartar las lágrimas.
Víctor apagó el fuego y acercó a Stephen a sus
brazos, abrazando al jovencito. Le había tocado que el
primer instinto de Stephen fue cuidar de él.
Cualquier otro sum que él había enviado a su casa
esperaba desnudo e inclinado en el sofá a que él llegara. El
hecho de que el primer instinto de Stephen fuera
alimentarlo y cuidar de él en lugar de solo bajar el calor de
Víctor era más de lo que cualquier caliente semental en su
32 habitación había hecho. Podía joder con cualquiera, pero
nunca nadie se había preocupado por cuidar de él. Como un
sum, los instintos de Stephen eran excelentes.

3
También llamada estufa en Latinoamérica.
El sonido de un sollozo lo sacó de sus reflexiones. —
Tú me advertiste que te distraías cuando cocinabas, —le
recordó Víctor besando el cabello color caramelo.
—Quizás deberías mantener tu creatividad en el arte
y conseguir una pila de comidas a domicilio. —Frotó su
mejilla contra el cabello de Stephen. Se sentía agradable
acurrucar al hombre.
Nada se había sentido tan bien antes.
Levantó el mentón de Stephen y depositó un beso en
su suave boca.
El fuego lo recorrió igual que un tsunami o un
incendio.
Gimiendo contra los labios de Stephen, Víctor
envolvió sus brazos alrededor del pequeño hombre,
acercándolo más. Las delgadas formas se fundían contra él,
aceptando el dominante beso de Víctor y haciendo su pene
tan duro como una roca.
Quería arrancarle los jeans al hombre y tomarlo en el
mostrador. Respirando duro, Víctor se apartó complacido al
ver que Stephen también tenía los mismos problemas para
tomar aire. El estómago de Stephen gruñó causando que
ambos rieran.
—Voy a ordenar pizza.
Stephen le dio una gran sonrisa. —Lamento lo de la
comida, aunque tengo otra sorpresa después de la pizza.
Afortunadamente esta es una que no se puede quemar.
Víctor se rió. Le gustaba el humor en los ojos de
Stephen. Cuanto más miraba al artista, más atractivo le
parecía. El rubio tenía rasgos ordinarios, pero eso era antes
de ver sus ojos. Sus ojos, eran de un sorprendente azul,
brillaban con inteligencia y una etérea sabiduría, como si
33 tuviera la habilidad de ver cosas que estaban fuera para
todos los demás. Eso le recordó a Víctor.
—¿En qué estabas trabajando?
—Oh. —El rubor de Stephen era encantador—. Pensé
que tus paredes se veían un poco desnudas. Solo estaba
haciendo los bosquejos de algunas ideas para pintarlas.
—¿Puedo verlos? —Víctor no sabía si Stephen era uno
de esos que no quería que su trabajo fuera visto hasta que
estuviera terminado, pero tenía curiosidad por ver lo que
había dibujado.
Stephen se encogió de hombros. —Seguro.
Víctor notó que Stephen no lo veía a los ojos cuando
le dio el cuaderno de dibujo.
Le tomó un momento entender el abstracto dibujo.
Dos hombres abrazados, sus rasgos borrosos, sus cuerpos
mezclados. Eso no era erótico, eso era mucho más
romántico y le decía a Víctor todo lo que él necesitaba
saber acerca de su nuevo amante.
Stephen era un romántico.
Por primera vez en su vida Víctor sintió la presión de
no dejar a la otra persona. Él era un solitario que cambiaba
de amantes a la velocidad de la luz. No atarse a sus parejas
sexuales significaba que ninguno podría lastimarlo.
Viendo la pintura, Víctor conocía a Stephen. Con su
tímida sonrisa y sus soñadores ojos podría destruirlo
completamente, porque no solo quería sexo con Stephen.
Quería ser el foco de esos hermosos ojos, ser el centro del
universo de Stephen.
El impulso de prometerle cualquier cosa sacudió a
Víctor hasta su centro.
—Yo… Yo ordenaré la pizza. ¿Hay algo que no te
guste?
—Realmente no me gustan los champiñones —
34 confesó Stephen.
—No champiñones, lo tengo. —Le devolvió el
cuaderno de dibujo a Stephen—. ¿Por qué no sigues
trabajando en tu pintura mientras esperamos la pizza? ¿Te
gustaría algo de vino?
Stephen sacudió la cabeza. —No soy bueno con el
alcohol. Me vuelve tonto.
—Me gustaría verte tonto alguna vez, —dijo Víctor
con una sonrisa—. Ve al sofá. Me uniré a ti en un minuto.
El artista asintió tristemente y antes de alejarse dijo:
—Lamento lo de la cena.
—Ya dijiste eso. Puedes limpiar el lío después de
comer nuestra pizza. Ahora no hagas que te lo diga de
nuevo. —Usó su mejor voz de Dominador y se complació
cuando Stephen obedeció inmediatamente.
Tomando una profunda respiración, marcó el número
de sus pizzas favoritas. Sirvió unos vasos de vino, se aflojó
la corbata y se dirigió a la sala. Por primera vez el ver a un
atractivo hombre no le hacía pensar inmediatamente en
sexo. Cuando vio a Stephen en el sofá, en todo lo que
podía pensar era que su casa ahora se sentía un hogar.

La pizza estaba caliente, burbujeante y deliciosa.


Stephen gimió cuando el rico sabor de la salsa de tomate
golpeó su lengua.
—Esto está tan bueno.
Se giró para ver al hermoso Dom viéndolo.
—Quítate la camisa, —demandó Víctor.
El corazón de Stephen subió a su garganta. La
ansiedad subió por su columna. Dejando la pizza se quitó la
camisa.

35 —¿Cuánta experiencia tienes?


—Umm. He tocado a otros hombres antes, pero
nunca he recorrido todo el camino.
La amplia sonrisa de Víctor le dijo a Stephen todo lo
que él necesitaba saber.
El Dom estaba complacido.
—Quiero saborearte.
Hundiendo un dedo en su pizza, Víctor llevó su dedo
lleno de salsa al recientemente desnudo pecho de Stephen.
Se estremeció cuando la caliente salsa recorría su piel.
Antes de que pudiera registrar lo que estaba
sucediendo, la caliente boca de Víctor lamía la salsa y
causaba que su piel se erizara. El olor a ajo, tomate y
hombre caliente llenaba el aire.
Stephen no pudo contener un gemido.
—Oh, Dios. —Estremecimientos siguieron cada
talentosa lamida de la lengua de Víctor. El cuerpo de
Stephen se puso duro tan rápido que sintió que se mareaba
cuando toda la sangre se fue al sur.
—Tu sabor es delicioso, —Víctor gimió contra la piel.
Los dientes del Dom rasparon el pezón de Stephen. La
sensación hizo que se arqueara contra la caliente boca que
tomaba el control de su cuerpo.
—Oh.
—Quítame la camisa, —demandó Víctor.
Tomando una profunda respiración, Stephen alcanzó
la corbata de Víctor. La deslizó fuera del cuello del Dom y la
dejó colgando sobre el suyo.
Con inseguras manos desabrochó los botones de la
camisa incluyendo el de las mangas de Víctor, entonces
deslizó su camisa cuidadosamente de los fuertes hombros
del otro hombre.
36 Joder, él era hermoso. Había algo tan sexy en
desnudar a otro hombre. Stephen se inclinó y presionó su
nariz en el cuello de Víctor, llevando el aroma del otro
hombre a sus pulmones.
Yumm.
—Eres una cosita sensual, ¿no es así? —La voz de
Víctor penetró la nube de lujuria que nublaba su cerebro.
—Solo para ti, —admitió Stephen. Nunca sintió ese
nivel de atracción por otra persona, era como si ellos
tuvieran que estar juntos.
Víctor se inclinó hacia adelante, limpiando una
perdida mancha de salsa y enviando otra espiral de lujuria
hacia Stephen. Estaba tan duro que su cuerpo se arqueó de
necesidad.
Una brizna de aire llegó a su pene desnudo llamando
la atención a Stephen del hecho de que Víctor había bajado
el cierre, revelando el hecho de que Stephen no se había
puesto ropa interior esa mañana.
—¿Siempre andas de esta forma?
—Sí. —No le gustaba sentirse confinado.
—Lo mantendré en la mente cuando te desnude. —
Víctor veía hacia abajo lo que había expuesto—. Muy lindo.
Las mejillas de Stephen ardían bajo su fija mirada. —
Me alegra que te guste. —Era del tamaño promedio, pero
mantenía el vello recortado alrededor del pene. No estaba
demasiado orgulloso de la apariencia.
—Oh, me gusta mucho, —dijo Víctor, deslizando
hacia abajo los jeans de Stephen. Él se había quitado los
zapatos cuando entró en el apartamento. No había querido
ensuciar la impecable alfombra de Víctor. La casa del Dom
se sentía tan estéril que no se había atrevido a dejar algo
en la alfombra.
Esperaba que finalmente sus pinturas pudieran darle
vida a este lugar. De otra manera quizás llevaría a Víctor a
casa con él. Greg usualmente no estaba durante la semana
porque estaba en el club. Si Stephen era forzado a
37 quedarse con Víctor finalmente perdería el control y
empezaría a pintar murales en las espantosas paredes
blancas.
—Enfócate en mí, —demandó Víctor.
Era como si el Dom supiera que su mente estaba
vagabundeando.
Una dura mordida en su pezón trajo a Stephen al
presente. La combinación de dolor y placer casi lo empuja
al borde, incluso antes de que el hombre mayor realmente
hiciera algo.
—Oh, te vas a divertir mucho. —La boca de Víctor se
deslizaba por el cuello de Stephen raspando con su
incipiente barba la tierna piel de Stephen y enviando
hormigueos hacia arriba y abajo de su columna.
Un gemido poco viril se escapó de su garganta.
—Si sigues haciendo eso voy a disparar antes de que
empiece lo bueno.
—Ah, bebé. ¿No sabes? Todo esto es lo bueno. Cada
toque, cada beso, es lo bueno. Dado que virtualmente eres
un inexperto voy a llevar las cosas con calma. Hoy vamos a
descubrir tus puntos sensibles.
Víctor deslizó su rasposa mejilla por el abdomen
expuesto de Stephen causando que todo su cuerpo
temblara.
—Joder.
—No esta noche, —dijo Víctor antes de mordisquear
la cadera de Stephen.
—¡Qué! —Seguramente debió de haber perdido la
cabeza. Su nuevo amante no dijo que ellos no iban a tener
sexo.
Víctor lo perforó con una seria mirada de esos ojos
cafés. —Como mi sum me perteneces. Te enseñaré a que
controles tu cuerpo. Te enseñaré cuándo puedes correrte.
Tú no tocarás o le darás placer a tu cuerpo, ese es ahora
38 mío.
—¿Qué acerca de otros hombres?
Los dedos de Víctor se encajaron en la piel.
—Ouch, puedes decir solo no.
—No habrá otros hombres para ninguno de los dos,
estamos explorando nuestros límites. Otras personas en
este momento podrían complicar las cosas. —Víctor lo
miraba cuidadosamente mientras hablaba—. ¿Hay otra
persona en la que estás interesado?
Las palabras fueron dichas con un duro tono. No tenía
que ser un genio para imaginar que la respuesta correcta
era: no.
—Nadie, solo tú —aseguró Stephen. No era un total
imbécil.
—Buen niño.
Los toques, mordidas y besos estaban llevando a
Stephen fuera de su incluso enamorada mente.
—Tu piel es tan suave.
—Es porque estoy sentado en el interior dibujando
todo el día. —Su pálida piel se quemaba fácilmente. Cuando
salía usaba media botella de protector solar para evitar
quemaduras.
—Hmm, sigue haciendo el buen trabajo.
Un húmedo beso fue depositado en el abdomen de
Stephen antes de que la lengua de Víctor invadiera su
ombligo.
Stephen gritó.
—Ahhh, un punto sensible.
—No sabía eso, —Stephen murmuró una vez que
recuperó el aliento, pero tampoco nadie había lamido su
abdomen antes. Los pocos encuentros que habían tenido
fueron apresuradas acciones para obtener la liberación del
otro.
39 —Antes de hacerlo, voy a conocer cada pulgada de tu
cuerpo.
Stephen no estaba seguro si iba a sobrevivir a la
exploración de Víctor. Ellos solo estaban empezando y él ya
iba a explotar. Pre semen se derramaba de su pene como
una burbujeante fuente y su piel era extremadamente
sensible a cada toque del Dom.

Víctor disfrutaba las reacciones de Stephen. Había


pasado tanto tiempo con experimentados sum que había
olvidado lo que era cuando alguien era nuevo. Su talentoso
artista podría ser un desastre en la cocina, pero era un
sueño sexual. Sus habilidades como cocinero podrían ser
enseñadas, sus reacciones naturales al toque de otro
hombre no era una habilidad aprendida como arrodillarse
apropiadamente o llamarle a su Dom, Señor.
Stephen lanzó su cabeza hacia atrás, exponiendo su
tierno cuello. Víctor sintió un extraño deseo de decorarlo
con un collar. Nunca había sentido la urgencia de darle un
collar a alguien antes y su sorpresiva necesidad lo ponía
extremadamente nervioso, incluso cuando la idea era
tentadoramente emocionante. Tragó duro, regresó a
torturar al jovencito mientras la idea de una cadena de
plata alrededor del blanco y pálido cuello de Stephen lo
tenía más duro que el granito.
«¡Mierda!»

Estaba entrando en profundidades y por primera vez,


Víctor estaba asustado. ¿Qué si su romántico cariño se
cansaba de las dictatoriales demandas de Víctor y buscaba
a alguien nuevo? Él no era estúpido, no estaría donde
estaba por subestimar a la competencia. Ahí afuera había
muchos hombres, hombres ricos que serían más que felices
de ser el dulce papi de Stephen, eufóricos por darle a su
hermosa, y empática criatura un buen hogar.

40 Lo posesivo surgió en Víctor.


«Stephen ¡es mío!»

Viendo hacia abajo se complació al ver la reacción de


Stephen a su toque. La belleza de tener sexo con hombres
es que ellos no podían ocultar su atracción. Había oído de
colegas amantes-de-vaginas que ellos habían sido
seducidos por sus novias que fingían.
Aquí no había falsedades.
—Tan hermoso, —murmuró contra la sedosa piel de
Stephen. Mordisqueando su camino por el delgado cuerpo,
se aliviaba con cada grito y gemido—. No te corras hasta
que yo te lo diga.
—Sí, Señor. —La voz de Stephen era gruesa por la
pasión, pero sus instintos eran buenos. Se preguntaba si el
sum podría ser capaz de mantener su control. Víctor podría
empujarlo duro en otro momento. Hoy estaba solo dándole
al artista una prueba de sumisión.
—Córrete.
El cuerpo de Stephen se estremeció mientras chorros
de blanco líquido salían de su pene en una excitante fuente.
—Ahhh.
—Eso es, dulce corazón. Córrete para tu Amo.
Muéstrame lo mucho que me quieres.
Rudas respiraciones llenaban el aire mientras
Stephen trataba de recuperar su compostura. Confundidos
ojos azules se giraron hacia él. —Tú no te corres…
Víctor podía sentir la vergüenza colorear sus mejillas.
—Sí, lo hice, y si le dices a alguien que me corrí en mis
pantalones como un torpe adolescente, te flagelaré hasta
que no puedas sentarte en una semana.
Trató de oírse amenazador pero la mueca, en los
hinchados labios de besar de Stephen, le dijo que él no
había hecho un buen trabajo.
—Voy a ser bueno. —Largas pestañas escondieron
esos brillantes ojos azules, pero no antes de que él viera la
41
chispa de diversión en esa profundidad.
—Mmm, hmm —dijo Víctor, no muy convencido—.
Vamos a ducharnos y entonces a la cama. Tu hermano dice
que entras a clase temprano.
—Sí, tengo una clase a las 7:30.
Víctor sonrió. —Genial, entonces, tienes tiempo de
hacer ejercicio en el gimnasio conmigo antes de ir a la
escuela.
La expresión de total horror en la cara del artista
causó en Víctor un vendaval de carcajadas.
—Umm. Realmente no soy bueno con cosas del
gimnasio. Me distraigo y me aburro.
No tenía que ser un genio para saber qué distraía a
Stephen. Un cuarto lleno de duros cuerpos era difícil de
ignorar, particularmente si no estás interesado en el
ejercicio.
—Te despertaré a las seis. Eso te enseñará una mejor
disciplina. —No dejó lugar para una discusión con el tono
de su voz.
Stephen tragó… duro.
—Sí, Señor.
Víctor resplandecía ante su sum. —Excelente.
Con una firme mano guió a Stephen hacia la
habitación principal y el lujoso cuarto de baño.

42
í

-D espierta, dulzura.
Una rica voz murmuraba al oído de Stephen. El suave
sonido llegaba profundamente a su interior. El hombre que
hablaba representaba todo lo que Stephen quería en un
hombre. Solo tenía que ser cuidadoso de no mostrarlo. Era
demasiado pronto para estar tan apegado. Solo habían
pasado unos meses desde que Stephen vio por primera vez
al sexy Dom y solo unas semanas desde que Víctor sabía
acerca de él.
No debería de sentirse de esta manera.
Le gustaba estar en casa de Víctor.
Tragando sus nervios, Stephen lentamente abrió un
ojo. La imagen que llenó su vista hizo que su media
erección matutina se llenara completamente.
—Buenos días.
—Buenos días. Es tiempo de ir al gimnasio.
Stephen gruñó lo que le valió una palmada en el
trasero. —Sin excusas. Cuerpo sano, mente sana.
—¿Eso es lo que dices para levantarte a esta
espantosa hora de la mañana? —Murmuró Stephen. Un
terrible pensamiento invadió su mente—. Eres una persona
matutina, —le acusó.
Víctor se rió. —No te veas tan horrorizado, eso no es
el fin del mundo.
43
Stephen subió los cobertores hasta su cabeza. Estaba
casi consolado al descubrir que su amante perfecto tenía
una incorregible falla.
—¿Por qué sigues en la cama?
Mierda. Víctor estaba usando su voz de Dom.
Gruñendo, Stephen bajó los cobertores y vio a Víctor
a los ojos. —¿No vas a dejarlo ir?
—No.
Víctor se inclinó y le besó la nariz. —No y tampoco
trates de seducirme con esos hermosos ojos.
—¿Qué con una mamada?
Víctor se rió. —Con lo tentador que eso es, tengo algo
de control. Vístete.
—Bien. —Stephen no disfrutaba ese juego. Odiaba el
ejercicio. Era aburrido y siempre lo dejaba dolorido por
días.

Víctor sonrió mientras Stephen entraba en el


gimnasio, su mirada iba a todos lados con brillante interés.
A pesar de su negación de hacer ejercicio, podía ver las
manos de su amante retorcerse por un lápiz. Le gustaba su
gimnasio. Era grande y tenía un grupo regular de miembros
y estaba cruzando la calle de su apartamento.
—Quizás yo pueda hacer una serie de bosquejos en el
gimnasio mientras tú haces ejercicio, —sugirió Stephen, sus
ojos brillaban con entusiasmo.
—Seguro, justo después de tu ejercicio.
El ceño fruncido era delicioso. Llegaron al mostrador
donde estaba Karen, la recepcionista.
—Hola, señor Jones —dijo Karen con una amplia
44 sonrisa, que fue incluso más grande cuando vio a su
acompañante—. Stevie —gritó ella. Rodeó el escritorio y se
lanzó a los brazos de Stephen.
Víctor no estaba complacido cuando su sum la
levantó y la giró, mostrando una sorprendente cantidad de
fuerza en ese delgado cuerpo.
Ellos se separaron justo en el momento en que Víctor
iba a decir algo.
Karen se giró hacia él. —Stevie está en mi clase de
literatura inglesa. Es la cosa más dulce que he visto. Me
hizo una pintura de mi novio Tom para su cumpleaños.
Víctor asintió aunque realmente le importaba una
maldita cosa mientras Karen dejara de tocar a Stephen.
Nunca se había sentido en ese nivel de posesividad antes y
lo estaba asustando un poco.
—Necesito inscribir a Stephen como miembro.
—¡Un miembro! —los ojos de Stephen se abrieron
más—. ¿No deberíamos ver si funciona?
—Lo hará. —Víctor no le permitió oportunidad de
dudarlo.
—Umm. —Karen miraba de un hombre a otro.
—Soy el nuevo hombre de Stephen. —No quiso usar
la palabra ‘novio’. No había nada infantil en él y quería que
Stephen se sintiera cómodo con su relación.
Los ojos de Karen se abrieron más y los miraba de
arriba hacia abajo. —Si viven en el mismo lugar puedo
darle el descuento de pareja del miembro —ofreció ella.
—Nosotros no vivimos juntos, —dijo Stephen
ahogándose.
—Aun no —agregó Víctor. Ese hecho iba a cambiar
muy pronto. A él no le importaba el descuento. Le gustaba
la expresión de pánico de Stephen. Quería verlo de nuevo
en una situación sexual. El cuerpo de Víctor se endureció
45
con el pensamiento. Tomando una profunda respiración
trató de pensar en cosas no sexys. No quería entrar al
gimnasio con una erección. Afortunadamente no tenía que
cambiarse ahí. El gimnasio estaba lo suficientemente cerca
para que él se bañara en su casa. Disfrutaba más su lujosa
y decadente ducha que el mohoso olor de las duchas de
allí.
Karen abrió un cajón, sacó unos papeles y les colocó
un clip antes de dárselos.
Stephen jadeó al ver el precio. —No puedo afrontar
esto.
—No tienes que hacerlo. Yo estoy haciendo que hagas
ejercicio, yo pago.
Con un suspiro, Stephen rápidamente firmó los
papeles y se los regresó.
Al parecer había ganado la primera ronda en el
gimnasio. Ahora tenía que entrar en la parte de moverse.
En un momento ellos llegaron al primer juego de
máquinas.
—Creo que modelaron estos artefactos de tortura
medieval. Estudie Historia de Europa y se ven muy
parecidos —declaró Stephen.
Víctor se rió. —Deja de quejarte y sube. Yo traeré las
pesas.
—Juego para enclenques.
Sacudiendo la cabeza, Víctor tomó un juego de pesas
que creyó razonable y lo que Stephen pedía era ridículo.
—Si no puedo levantar un lápiz después, sabes quién
será el culpable, —advirtió.
En cualquier otro lugar Víctor podría decirle que
cuidara de criticar a su Dom, pero ellos no podían jugar
esos juegos aquí. Había más de un imbécil musculoso que
estaría dispuesto a golpear a cualquiera de ellos si
mostraban un tinte de su relación.
46
Después de una serie de rondas en la máquina de
pesas, Víctor fue por algo de agua. En su prisa por llevar a
Stephen al gimnasio, había olvidado su usual botella de
agua.
Stephen se apoyó contra la pared tratando de tomar
aire. Un hombre en una camiseta sin mangas levantando
pesas captó su atención.
Un estilizado sol decoraba la parte de atrás de su
hombro izquierdo.
Fascinado, Stephen caminó hacia el hombre. El
hombre bajó las pesas un segundo antes de que el dedo de
Stephen se deslizara por su piel.
—¿Qué infiernos? —El hombre se giró sacando a
Stephen de su nube creativa.
—Oh, mierda. Lo siento. Yo… yo estaba viendo tu
tatuaje y ni siquiera pensé que estaba en una persona. —
Stephen se ruborizó—. Se oye idiota, pero soy artista y
estaba pensando en el arte, umm, no en el hecho de que
está sobre ti.
Él vio la confundida mirada del levantador de pesas.
—Stephen Carter, —dijo ofreciéndole la mano.
—Dylan Jenner. —El levantador de pesas tomó la
mano de Stephen y la estrechó cuidadosamente como si
estuviera consciente de su gran fuerza— ¿Así que te gusta
mi tatuaje?
—Um, no. Quiero decir que no es que no me guste,
pero estaba pensando en algo diferente.
El levantador de pesas inclinó la cabeza a un lado. —
¿Cómo qué?
Stephen vio alrededor. —Ahora regreso. —Se
47
precipitó hacia el escritorio de la recepcionista— Hey, Karen
¿Tienes una pluma y una hoja de papel?
Ella le dio una hoja de papel de su impresora. —¿Te
sirve esto?
—Sí. —Aceptó la pluma negra que ella le dio con una
sonrisa—. Gracias, te la devolveré.
Regresó con el levantador de pesas que seguía en el
mismo lugar.
—Estaba pensando en algo como esto.
En pocos minutos, Stephen dibujó el original sol y
entonces agregó la imagen en su mente transformando la
pintura.
—Wow. —Dylan vio el dibujo con los ojos muy
abiertos—. Esto es jodidamente hermoso.
—Gracias. —Stephen se ruborizó. Sabía que era un
artista talentoso pero aun le avergonzaba cuando lo
halagaban cara a cara.
—Yo diseñé el sol —confesó Dylan—, realmente me
gustaría darle esto a mi artista de tatuajes y que redecore
el mío. ¿Cuánto por el diseño?
Stephen sacudió la cabeza. —Es tuyo por no
golpearme cuando te toqué.
Dylan se rió. —Puedes tocarme cuando quieras. —Sus
ojos recorrían a Stephen de arriba abajo en un lento
examen sensual.
—¿Listo para irnos? —Víctor llegó detrás de Stephen
agarrando fuertemente su hombro. Él podía oír la molestia
en la voz del Dom.
—Hola, Víctor. Estaba hablando con tu amigo. Me
diseñó un nuevo tatuaje. —El físico culturista le mostró la
hoja a Víctor.
—Qué amable, —dijo Víctor—. Sin embargo es tiempo
de regresar a casa.
48 Stephen no sabía cómo reaccionar al tono de
propiedad en la voz de su amante.
—Fue agradable conocerte, Dylan. —Stephen tomó la
hoja de papel de la mano de Dylan y escribió su número—.
Si necesitas un diseño más simple para tu tatuaje llámame
y estaré feliz de rediseñarlo.
Él tenía duda de que una copia pudiera salir bien de
las líneas de ese papel.
Oyó a Víctor hacer un ruido detrás de él, pero cuando
se giró, el Dom no estaba mirando en su dirección.
—Vamos.
Víctor podría no estar viéndolo, pero su cuerpo
gritaba su desaprobación.
Sin una palabra, Stephen siguió a su amante,
cruzaron la calle hacia el edificio de Víctor. No fue hasta
que su amante cerró la puerta de su apartamento detrás de
ellos que habló.
—Nunca le des tu número a nadie sin aclararlo
primero conmigo.
—No seas ridículo. Soy un artista, puede que sea solo
un estudiante, pero tengo que dar mi número o puede que
nunca sea contactado para trabajos.
Víctor tomó una profunda respiración como si tratara
de liberar su ira o perderla por completo.
—Quiero que vayas por tus cosas de arte y trabajes
en tu proyecto por un tiempo. Necesito un momento para
calmarme. Entonces vamos a discutir los límites de nuestra
relación.
Stephen se alejó y tomó su cuaderno de dibujo y su
caja de accesorios de artista. Se sentó en la esquina del
sofá, viendo a Víctor de vez en cuando. Quizás el darle a
Dylan su número fue un error dado que el tipo parecía
interesado en él, pero tenía que promocionar su negocio. Si
el hombre usaba su dibujo en un tatuaje quizás podría
49 enviarle a algunos interesados por el trabajo de Stephen.
Como artista desconocido, cuanto más gente conociera su
nombre era mejor.
Apretando sus dientes, Stephen tomó una nueva hoja
y empezó con una gruesa línea. Era difícil concentrarse con
la ira quemándole las entrañas, pero no iba a darle a Víctor
la satisfacción de saber que estaba molesto.
Podría ser sumiso, pero eso no significaba que no
tuviera orgullo.
Alguien podría argumentar que él tenía suficiente
para dos personas.

Víctor veía la ira hervir en el cuerpo de Stephen y


sabía que no había manejado bien las cosas. Si Dylan no le
hubiera dado una sonrisa de victoria cuando su amante le
escribió su nombre y número probablemente no hubiera
sobre reaccionado, pero no podía soportar la idea de que
alguien tocara lo que era suyo.
Seguía repitiéndose que Stephen era nuevo en todo
esto y que aun estaba aprendiendo las reglas. Reglas tan
obvias como no repartir su número no eran tan obvias
cuando sentía que se encontraban bajo la jurisdicción de su
arte. Stephen era un espíritu libre. Si Víctor trataba de
encadenarlo demasiado, él podría rehusarse.
—Siento haberme enojado por tan poca cosa. —Víctor
presionó su mano en la parte de atrás del cuello de
Stephen para reanimarlo y confortarlo—. La mayoría de los
sum saben que no pueden darles su número a extraños. —
Stephen tensó el agarre de su lápiz—. En tu caso no puedo
evitar eso porque eso puede significar un trabajo. —Víctor
masajeó la piel de Stephen, tratando de que ambos se
calmaran a través del toque. Él no podía perder el control
en su relación tan rápidamente.
Finalmente, la espalda de Stephen se relajó y asintió
50 con renuencia. —Entiendo. —Le dio una tímida sonrisa—.
Supongo que necesitamos acostumbrarnos uno al otro.
—Sí. Eso sería algo bueno. En el futuro quiero saber
todo del trabajo que te encarguen y necesito saber dónde
estás cuando sales de casa. No importa si solo vas a clases.
Necesito tu horario.
Stephen asintió. —Está bien. Puedo hacer eso.
—Harás ejercicio conmigo en las mañanas dado que
tus clases no comienzan hasta más tarde. Necesitas hacer
ejercicio como lo haces con tu arte hasta que venga
automáticamente.
Vio por un momento a Stephen quien parecía que iba
a discutirlo, pero el artista cambió de opinión.
—Buen niño, —Víctor lo alabó. Necesitaba que
Stephen supiera que no había nada que pudiera o incluso
debiera tratar de esconder de Víctor. No podía haber
secretos entre ellos—. Tu vida debe ser un libro abierto
para mí. No demando nada menos para mi niño.
—Haré lo mejor. —Ofreció Stephen. La mirada que le
dio a Víctor era que su niño esperaba que él pudiera olvidar
completamente todo acerca del ejercicio.
Víctor no pudo resistirse a sonreír. Era difícil recordar
que era un duro imbécil dominante cuando sentía que la
dulzura de su nuevo amante podría tenerlo girando en su
dedo meñique en un latido del corazón.

51
í

E ste había sido el peor día de su vida. El autobús


en la mañana se retrasó y llegó tarde, su
proyecto de pintura le dio problemas y la correa de su
mochila se reventó en el pasillo entre clases, derramándose
todas las cosas en el suelo y su botella de tinta favorita se
rompió. Lo que lo hacía peor era que Víctor quería que se
vieran en el club de Greg y enfrentar juntos a su hermano.
Las llamadas de Greg se habían vuelto más
demandantes y estaba empezando a reclutar al resto de la
familia para convencer a Stephen de su pobre elección de
amante. El estrés estaba afectando su sueño y Víctor dijo
que ya tenían suficiente. Iban a arreglar las cosas con su
hermano y a avanzar en su relación.
Llegó a la puerta del club, las mariposas en su
estómago parecían tener una frenética danza. Sus nervios
se calmaron algo cuando vio a Ralph en la puerta.
—Hey, compañero, —dijo Ralph con una gran
sonrisa—. ¿Seguro que debes de entrar de esta manera?
Stephen asintió. —Amo Jones está esperándome.
—Greg dijo que ustedes dos se están viendo. —La
expresión del guardia se volvió seria—. Ten cuidado. No
quiero que esperes mucho de Jones. Él no sabe mantener
al mismo chico.
Tragando el nudo en su garganta, Stephen le dio a su
amigo una débil sonrisa. —Estoy tratando, pero hasta ahora
no parece haber perdido el interés.
52
Ralph le dio un incómodo abrazo con un solo brazo.
—Entra y recuerda lo que te dije.
Por primera vez, Stephen entró al club por la puerta
del frente. Le entregó su mochila y su camisa a la chica de
la estación. El collar que el Amo Jones le había dado la
noche anterior se sentía frío en su piel. Era una delgada tira
de piel con un eslabón de plata y un cuadro rectangular de
plata con un grabado del símbolo Japonés para eshi 4
pintado de un lado y la palabra ‘Jones’ en el otro lado.
El olor a hombre y piel llenaban el cuarto mientras
Stephen se movía a través de la multitud a la usual mesa
de su amante pero cuando se acercó su corazón trastabilló
en su pecho. Un delgado hombre en pantalones de piel
negra y un arnés negro estaba arrodillado al lado del Amo
Jones.
Stephen se detuvo ignorando a los bailarines que se
movían alrededor. Todo en lo que podía enfocarse era en
ver al otro hombre arrodillado en su lugar. Su lugar. La
traición era como un cuchillo en su pecho. Jadeando,
parpadeó para alejar las lágrimas que quemaban en su
pecho.
Acercándose a la mesa se quitó el collar sobre su
cabeza y se lo lanzó a su amante.
—Disfruta tu noche, Señor, —dijo molesto antes de
darse media vuelta y regresar a través de la multitud.

Víctor vio a su joven amante alejarse. El shock lo


mantuvo sentado. No iba a correr detrás de él. No con todo
el club viéndolo. Después de todo, tenía una reputación.
Con su pie empujó al hombre arrodillado.
Riéndose el sumiso se puso de pie. —Mierda, Víctor,
no sabía que tenías un niño que vendría. Solo quería decir
hi. —Los ojos brillaban cuando le dio a Víctor una mirada de
53 viejos amigos.

4
Esch =hcm = el que ilumina.
—Rain, si arruinaste mi relación, voy a flagelar tu
trasero y no será para revivir viejos tiempos.
Rainier Lemmon le dio una acongojada mirada. —No
tenía idea de que estuvieras en una relación de ningún tipo.
—El sum se sentó en la silla de lado—. ¿Cómo sucedió eso?
—Él le enviaba presentes, —intervino Carlyle—. Es un
asombroso artista.
—Deberías ver sus pinturas, —agregó Lindi.
—Cállense. —Víctor vio a sus amigos.
—¿Ahora me dirán que eres un romántico?
La mirada de asombro hizo que Víctor quisiera
empujar a su amigo al suelo de nuevo. Su corazón dolía al
recordar los ojos de Stephen.
—Sí, creo que lo es.
—Puedes enviarle flores, —sugirió Lindi—. Es un
romántico. Eso puede gustarle.
—O dulces. Sé de un lugar con buenos dulces, —dijo
Carlyle.
Sus amigos se burlaban de las varias cosas que
podría enviarle a su joven amante. Desde ropa interior,
comestible, hasta condones de sabores. Algunas de las
sugerencias hacían que girara los ojos aun cuando la
preocupación oprimía su estómago. Él no tenía dudas que
podía recuperar a su joven y bien agraciado amante, pero
el dolor que le causó a Stephen le dolía profundamente. Ni
siquiera quería ver esa expresión de nuevo.
Greg llegó a la mesa y lo vio fijamente. —¿Qué le
hiciste a mi hermano? Acaba de llamarme para decirme que
no me moleste en reunirme contigo porque todo se acabó y
que yo tenía razón. No puedo decirte cuánto quería no
54
tener razón. —El musculoso hombre sacudió el teléfono
ante Víctor—. Dime qué jodidos vas a hacer ahora para
arreglarlo o lárgate al infierno de mi club.
La rabia en los ojos del otro hombre los hacía brillar.
Oyó a Rainier suspirar a su lado justo antes de que el sum
se pusiera de pie y se acercara a Greg.
—Lo siento, puedo decir que yo causé toda esta
conmoción, —Rain hizo pucheros, con su gracia se arrodilló
perfectamente frente al propietario del club—. Estaba
arrodillado al lado de Víctor, conversando de los viejos
tiempos. Solo un segundo antes Vic me estaba diciendo que
había encontrado a alguien. Iba a irme y hablar con él más
tarde cuando tu hermano llegó y me vio en su lugar.
Asumió lo peor, probablemente a causa de la reputación del
Amo Jones. —Rainier destelló una provocadora mirada
agitando sus pestañas antes de bajar la cabeza en una
falsa sumisión.
Greg se inclinó y levantó la cabeza de Rain. —Te
gusta causas problemas, ¿no es así?, hermoso.
—Algunas veces, —admitió el sum.
—Bueno, esta vez has ido demasiado lejos. —Greg
envolvió su mano alrededor del brazo de Rainier y lo
levantó para que se pusiera de pie. Jones estaba seguro de
que le dejaría un hematoma y estaba igualmente seguro
que a Rain no le importaba—. Porque la única persona que
amo en este mundo es mi hermanito. La angustia puede
ser buena para los artistas, pero no necesita este tipo de
dramas. Tú vas a venir conmigo y le dirás a mi hermano
todo acerca de tu mal puesta sumisión y si eres buen chico
nalguearé tu culo hasta que te arrepientas apropiadamente
de tus pecados. —Greg se giró a ver a Víctor—. Te llamaré
cuando todo esté arreglado. Él probablemente no necesite
verte hasta entonces. Estará avergonzado.
Víctor asintió. —Le explicaré la virtud de confiar en su
Dom. Dile que lo veré en mi apartamento, que lleve todas
sus pertenencias. Quiero que se mude y se acomode
55 cuando regrese.
Greg le dio una sonrisa de aprobación. —Podría
haberlos cuestionado a los dos duramente pero puedo decir
que él tiene fuertes sentimientos por ti. Stephen nunca
hace nada a medias.
—Lo sé. —Víctor señaló el collar que su amante le
había lanzado—. Yo inusualmente también soy devoto a él.
Cuando su niño se había quitado el collar y se lo
había lanzado a la cabeza, una parte de su corazón se
había roto. Él no quería que reaccionara de esa forma de
nuevo. Stephen conocería su lugar en la vida de Víctor, de
una u otra manera.
Asintiendo el mutuo entendimiento, Greg se llevó a
rastras a un voluntario Rain, quien iba a tener una noche
interesante si la expresión del propietario del club decía
algo.
—¿Qué vas a hacer? —La expresión de Carlyle era
seria, pero Víctor podía ver la diversión curvando su boca—.
Creo que finalmente conseguiste tu merecido castigo.
—A veces sucede.
Víctor suspiró. —Quizás tengas razón pero no voy a
renunciar a él. Él es mío. Empezó esto entre nosotros y
estoy más que listo para terminarlo. —Si el futuro es a su
manera eso involucrará anillos que combinen… incluso en
sus dedos.

56
í

L as manos de Stephen temblaban mientras


llevaba sus bolsas al ascensor. No tenía ningún
mueble, así que en solo dos bolsas estaban todas sus
pertenencias. Tenía algunos cuadros que su hermano
prometió llevarle más tarde cuando terminara con Rain.
Se alegraba de salir de la casa. Stephen no deseaba
estar ahí y oír a su hermano teniendo sexo con alguien. Era
la primera vez que Greg llevaba a alguien y por las
calientes miradas que intercambiaban, eso iba a ser una
larga noche.
Él tendría también su propia larga noche.
Llegando al frente de la puerta de Víctor se preguntó
si debería de tocar. Se sentía estúpido dado que podía vivir
ahí, pero sentía demasiado informal solo entrar. Seguía
debatiéndolo cuando la puerta se abrió y Víctor lo vio con
una exasperada expresión.
—¿Te ibas a quedar parado ahí toda la noche?
—Posiblemente.
Sin otra palabra, Víctor tomó las bolsas de Stephen y
entró al apartamento. No sabiendo qué hacer, Stephen lo
siguió.
Víctor llevó las bolsas a la habitación que Stephen
sabía que era la extra y su corazón se cayó a sus pies.
Quizás él malentendió el propósito. Quizás, Víctor
realmente no quería que estuvieran juntos como una
57 pareja, quizás el hombre iba a entrenarlo como un sum y
entonces lo dejaría libre. Esa no sería la primera vez, si los
rumores eran correctos.
Con el corazón hundido, Stephen siguió al Dom que
llevaba sus cosas.
—¿Este es mi cuarto? —preguntó, viendo a Víctor
dejar las bolsas al lado de una pulcramente arreglada
cama.
Víctor sacudió la cabeza. —Este será tu estudio de
arte. Dejo tus cosas aquí para no tropezarnos con ellas a
mitad de la noche. Desocupé la mitad de la cómoda y te
dejé lugar en el armario para lo que quieras colgar.
Stephen se estremeció aliviado. —Quiero decirte
cuánto lo siento.
—¿Lo haces? —La hermosa cara de Víctor tenía una
expresión que Stephen no podía determinar.
—Sí.
—Desnúdate.
Viéndolo fijamente, le tomó un momento darse
cuenta que su amante era serio. —Um, está bien. —Con
manos temblorosas se quitó la ropa.
—Dóblalas y déjala en la cama.
Stephen siguió las indicaciones obedientemente.
—Párate correctamente, —Víctor ladró en un duro
tono.
Separando los pies al ancho de sus hombros, Stephen
juntó sus manos detrás de su espalda. Se puso duro bajo el
escrutinio de su amante, mientras Víctor lo rodeaba igual
que un gran felino a su presa.
—Escucharás y hablarás sólo cuando se te pregunte
directamente. ¿Entiendes?

58 —Sí, Señor, —Stephen respondió en una suave voz.


Estaba asustado de arruinar aun más las cosas. Quería
estar con Víctor y haría cualquier cosa para seguir con él.
—Me culpo de lo que sucedió en el club. Si tú
estuvieras seguro de mi afecto por ti no hubieras pensado
ni por un segundo que un viejo amigo era un actual
amante. Si supieras cómo me siento, no habría dudas en tu
mente, porque nadie y quiero decir nadie, nunca me ha
impresionado como tú lo haces. —Los ojos café de Víctor
taladraban su interior—. He tenido muchos amantes, no
puedo esconder eso, pero a ninguno he amado. Solo a ti.
Siempre pensé que así era como yo era. Indiferente.
Insensible. Pero ahora sé que era porque estaba esperando
a la persona perfecta. —El Dom acunó la cara de Stephen
entre sus grandes manos— . Estabas destinado a ser mío y
no te dejaré ir.
Alguna gente podría preocuparse acerca del nivel de
posesividad; Stephen sintió un hormigueo recorrer su
columna más duro que nunca antes. No quería dejarlo ir,
así que no veía nada malo con el plan.
—Stephen Carter ¿prometes ser mío y solo mío?.
—Lo prometo.
Stephen parpadeó para alejar las lágrimas mientras
el Amo Jones deslizaba su collar sobre su cabeza. —Este
collar simboliza entre nuestros amigos que me perteneces.
¿Lo aceptas de la manera que significa?
Sabía que Víctor le estaba preguntando si aceptaba
ser su sum. No había duda en su mente sobre la respuesta.
—Sí.
—Bien. —Víctor lo besó con sorpresiva ternura para
un hombre tan grande y rudo.
Mientras aún se recuperaba del beso, Víctor buscó en
su bolsillo y sacó una gruesa banda de oro. —Dame tu
mano izquierda.
Stephen levantó su temblorosa mano.
—Stephen Carter, quiero que uses este anillo como
59 un símbolo universal de que me perteneces. Cuando
estemos listos tendremos una ceremonia e invitaremos
amigos y familia pero hasta entonces no quiero esperar
para reclamarte. Quiero que todo el mundo sepa que eres
mío. ¿Aceptas el anillo como una señal de que me
perteneces a mí y solo a mí por el resto de nuestras vidas?
Stephen dejó salir un sollozo mientras su garganta se
llenaba de lágrimas. —Sí. —Eso fue todo lo que Víctor
necesitó para deslizar el anillo en el dedo de Stephen.
Con un grito de alegría se lanzó a los brazos del Dom.
Víctor lo envolvió en un fuerte abrazo y lo sostuvo cerca.
—Probablemente eres el peor sum que nunca he
tenido, —dijo con una gruesa voz— De cualquier manera
voy a mantenerte conmigo. Dudo incluso que llegues a ser
un apropiado sumiso, pero eres perfecto para mí.
Stephen se prometió intentarlo duro. No quería que
Víctor tuviera que conformarse.
—Vamos a la cama.
Antes de que pudiera decir nada, el Dom lo levantó y
lo sacó de la habitación de huéspedes hacia la habitación
principal, a la gran cama.
—Voy a pintar tus paredes, —confesó Stephen.
—Nuestras paredes y puedes pintar lo que quieras.
Para un artista era mejor regalo que el anillo que aún
sentía extraño en su dedo. Vio el dedo vacío de Víctor. —
¿Tengo que darte un anillo también a ti?

Víctor vio a su sum, el shock recorría su sistema.


Nunca se le había ocurrido que quisiera marcarlo en
correspondencia, pero tenía sentido.
60 —Si quieres puedo conseguirme un anillo pero no
quiero que gastes tu dinero.
Una amplia sonrisa cruzó la cara de Stephen. —Ahora
regreso.
Antes de que pudiera detenerlo, el jovencito salió de
la cama y se precipitó hacia la puerta.
Víctor suspiró. Él tenía que renunciar a tener un
sumiso apropiado. De cualquier manera, esos le aburrían.
Una cosa era segura: con Stephen, nunca se aburriría.
Aprovechó el tiempo durante la ausencia de su amante para
quitarse la ropa. Estaba recargado en el respaldo cuando
Stephen regresó a la habitación. Víctor estaba feliz de ver
que el artista aun no había perdido su erección.
—Lo encontré. —Con una sonrisa pegada, Stephen
subió a la cama.
Víctor le sonreía a su eufórico jovencito hasta que su
artista abrió la caja de un anillo y sacó el más hermoso
anillo que hubiera visto, pequeños y rectangulares zafiros
rodeaban un gran diamante en una gruesa banda de oro
antiguo. Se veía como que valdría una fortuna.
—No puedes darme eso, —protestó Víctor.
Stephen lo miraba confundido. —Pero dijiste que
querías seguir conmigo.
—Pero eso es demasiado valioso. ¿Dónde lo
conseguiste?
Recibió una brillante sonrisa. —Mi bisabuelo me lo
dio. Era de él. Vivió ciento cinco años. Él sabía que era gay
y me dijo que se lo diera al hombre con el que eligiera
pasar mi vida. —Stephen sacó el anillo de su caja y lo
deslizó en el dedo de Víctor—. Era la única cosa que le
había dejado su padre y quería que yo se lo diera al
hombre que amara. Ese eres tú.
Stephen dijo las palabras con un brillo en su mirada,
Víctor estaba impactado cuando deslizó el anillo por su
dedo. Era una hermosa pieza y valía una pequeña fortuna,
61 pero después de esa declaración tendrían que arrancarlo de
su mano muerta antes de que él lo cediera.
—También te amo. —Envolvió sus brazos alrededor
de Stephen, subiendo al joven a la cama encima de él—.
Soy feliz de usar tu anillo.
Girándose hasta quedar arriba, Víctor se inclinó, tomó
la boca de Stephen en un dominante beso, tratando de
poner toda su necesidad y amor dentro de ese abrazo.
Levantó la cabeza cuando le faltó el oxigeno y empezaba a
sentirse mareado.
—Eres mío. —Dijo, viendo a sus favoritos ojos azules.
Stephen le sonrió. —Sí, lo soy.
—Recibí mis resultados de los exámenes. Estoy libre
de enfermedad.
—Yo también, me los hice en el departamento de
salud de estudiantes.
—Buen niño.
Víctor alcanzó la mesita de noche y tomó una botella
de lubricante. —Entonces, podemos prescindir de los
condones. —No había duda en su mente de que Stephen
nunca lo engañaría—. Gírate, quiero prepararte.
Stephen le dio una caliente sonrisa. —Puedo
prepararme a mí mismo mientras tú miras.
El pene de Víctor se movió con la idea. —Después. —
No quería que Stephen supiera lo mucho que él quería
cuidar a su niño. Eso era cursi y sentimental y tenía que
mantener algo de control o el lindo artista sabría fácilmente
como controlar al duro Dom.
Con exagerada lentitud, preparó a Stephen hasta que
el jovencito gimió de frustración y deseo.
—¡Jódeme!
—Paciencia. —Víctor sonrió. Estaba feliz de que su
amante no pudiera ver su expresión.
—No será bueno si me corro antes de que entres en
62 mí.
—No lo harás o te nalguearé. —Su pene se movió de
nuevo. Apresuró la preparación. No quería ser el que se
corriera antes que su amante.
—Estoy listo.
Palmeó el trasero de Stephen. —Yo soy quién decide
eso.
Un gemido hizo que sonriera. Sin advertencia, tomó
las caderas de Stephen y lo giró.
—Ahora, estás listo.
Stephen levantó sus caderas para que Víctor se
deslizara fácilmente al interior. Sus miradas se encontraron
en perfecta armonía, veía todo el amor que él incluso
pudiera querer en la mirada de su pareja. Tomando las
caderas de Stephen se empujó dentro de su amante,
buscando unir sus cuerpos tan bien como estaban unidas
sus almas.
Inclinándose, mordió un pezón del artista complacido
cuando el otro hombre gimió y se corrió entre sus cuerpos.
—Mierda, —murmuró Stephen.
—No te preocupes bebé, eres joven, probablemente
te correrás de nuevo.
El olor de la corrida llenó el aire, aumentando la
necesidad que consumía a Víctor mientras seguía
deslizándose y golpeando la próstata de su amante. Estaba
complacido, pero no sorprendido, de ver el pene de
Stephen elevarse de nuevo. El atractivo sexual de su
amante le hacía apretar los dientes juntos y concentrarse
en mundanas hojas de cálculo para no disparar antes de
que él estuviera listo. Tomó en su puño el pene del artista
mientras se empujaba en su interior.
—Córrete, —demandó, mientras el líquido salía de su
cuerpo dentro del voluntario contenedor de su dulce
amante.
63 —¡Víctor! —gritó Stephen segundos antes de que el
olor de su corrida llenara el aire de nuevo.
Complacido con la reacción del sumiso, colapsó en la
cama, recordando justo a tiempo deslizarse a un lado y no
aplastar a su delgado amante.
El peso del anillo lo distrajo un momento. Levantó la
mano y lo vio de nuevo. —Me sorprende que me quede
perfecto —murmuró, viendo el exquisito anillo.
—A mí no. —dijo Stephen en un presumido tono a su
lado.
Víctor giró la cara hacia su amante. —¿Por qué no?
—Porque sabía que estábamos destinados a estar
juntos tan pronto como te vi por las cámaras de seguridad.
—Lo hiciste, ¿huh?
—Sí.
Víctor no podía discutir, ¿quién era él para decir que
su amante estaba equivocado? Después de todo lo extraño
que era que un joven artista y un duro hombre de negocios
pudieran estar juntos y enamorarse.
Colocando un caliente beso en la mejilla de su
amante, Víctor sonrió. —Quién soy yo para ir contra del
destino. Te amo.
—También te amo, —Stephen dijo dándole una de
sus radiantes sonrisas—. Y ahora voy a probar mi amor por
ti tomando una ducha y así no estaré crujiente y pegajoso
mañana.
—Aww. No puedo permitir que ese tipo de devoción
pase inadvertida. Iré y dejaré que me talles.
Stephen se rió. —Eres demasiado bueno para mí.
Víctor palmeó su trasero mientras salía de la cama. —
No lo olvides.
Riéndose, los dos hombres se apresuraron al cuarto
de baño y tomaron una ducha e iniciaron su vida juntos.

64
A Amber le gusta pasar su día soñando con calientes
hombres haciendo cosas calientes a otros hombres. Con
eso en mente ella ha escrito varios libros m/m en la
fantasía y de géneros contemporáneos. Ella vive en Texas
con su marido, dos hijos, dos gatos y un extremadamente
estúpido perro. Para más información de otros libros de
Amber, visita el sitio oficial del autor:
http://www.AmberKell.WordPress.com.

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Esther

Gaby / Isolde / Lou

Gaby

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