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la civilización etrusca se desarrolló en Etruria, en el centro de Italia, entre los

siglos VIII y I a.C. Este pueblo de orígenes misteriosos ha sido ensalzado


por su avanzada cultura política y militar, por su destreza en el arte de la
navegación, por sus óptimas tecnologías metalúrgicas, por su perfección en
el cultivo de las letras, las ciencias de la naturaleza y la teología, y por su
esmerado trabajo agrícola que les proporcionaba abundante riqueza.
También fueron amantes del lujo y de los grandes banquetes, además de
un pueblo intensamente religioso. Los etruscos creían, como los egipcios,
que tras la muerte, el alma del difunto emprendía un viaje al Más Allá, al
reino de los muertos. Entre los siglos III y I a.C., los etruscos, bajo el
dominio de los romanos, fueron vistos por éstos y por los griegos como un
pueblo decadente. La lengua etrusca desapareció, pero una parte de la
población no se extinguió tan rápidamente. «No se había resuelto la
cuestión sobre si los etruscos desaparecieron en los siglos sucesivos o si
parte de su ADN había llegado hasta nosotros», explica a Historia National
Geographic Guido Barbujani, genetista del Departamento de Biología y
Evolución de la Universidad de Ferrara (Italia), que ha coordinado un
estudio sobre el origen y la evolución de los etruscos a través de su
ADN mitocondrial, publicado en la revista científica Plos One. «Los
arqueólogos no pueden aclarar esta cuestión; nosotros lo hemos intentado»,
añade.
Durante más de 2.000 años ha habido un desacuerdo sobre el origen
biológico de los etruscos, que se establecieron en el territorio que había
ocupado anteriormente la cultura vilanoviana. ¿Procedían de Anatolia, como
afirmó el historiador griego Heródoto, o eran descendientes de los
vilanovianos, como sostenía Dionisio de Halicarnaso? Es decir, ¿eran
inmigrantes o autóctonos? La idea que ha perseguido el estudio de
Barbujani es la siguiente: en primer lugar extraer ADN válido de huesos
pertenecientes a antiguos etruscos y compararlo con el ADN de individuos
actuales que residen en la misma área geográfica. «Hemos obtenido el ADN
de unos 40 individuos de las necrópolis de Adria, Volterra, Tarquinia,
Magliano, Marsiliana, Casenovole y Capua. Hemos descartado las muestras
de Adria y de Capua, porque eran colonias etruscas al norte y al sur,
respectivamente, de la Etruria clásica», precisa Guido Barbujani. «Hemos
comparado el ADN que se ha conservado de los antiguos etruscos con
aquel perteneciente a habitantes de cuatro localidades toscanas: tres de
ellas ricas en restos etruscos y la cuarta, Florencia, como representante de
la población general», añade. Los investigadores han encontrado en
Volterra, y sobre todo en el valle del Casentino, una alta probabilidad de que
los habitantes actuales desciendan, al menos en parte, de antepasados
etruscos. «La herencia biológica de los etruscos continúa presente, no en
toda la Toscana, pero sí en algunas localidades», afirma Barbujani.

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