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PAPAS,

REYES, REINAS Y EMPERADORES,


Circulo Editorial MADRID- Principe 23 pTa
FA

HISTORIA DI LOS PAPAS.

CHUMES. I01IW, HÍMEWIIESTO*. PARBICIOIOS» ADULTERIOS E INCESTOS.


COMETIDOS ron LOS ROMANOS PONTIFICES,

DESDE SAN PEDRO HASTA NUESTROS DIAS.

INIQUIDADES DE LA CORTE ROMANA.


horrores de la inquisicion; misterios de los conventos; abusos db las
órdenes religiosas; dominicos, carmelitas, franciscanos, bernardinos, etc., etc.!
historia de los jesuitas, su constitucion, doctrinas, usurpaciones y atentados,
reseña histórica de los grandes reformistas jüan hüss,
Gerónimo de Praga, Lutero, Calvino.

CRIMENES DE LOS REYES, REINAS Y EMPERADORES,


* POR

TOMO L

MADRID.
Imprenta a cargo db Montero.
Plaza del Cáimin, ni.n. 5.
1869.
Es propiedad del editor.
AL HOMBRE.

La historia de los papas es una obra inmensa que abraza to


das las revoluciones políticas, morales y religiosas de todos los
pueblos. Recorre una larga série de siglos, durante los cuales los
obispos de Roma, cuya mision era de anunciar á los hombres una
religion sublime, han olvidado en el orgullo de su poder los
preceptos del Evangelio, han ultrajado la moral de Cristo y han
sido el azote del género humano.
Las escomuniones lanzadas desde el Vaticano por sacrilegos
sacerdotes perturbaban en otras épocas á los pueblos, cubrían la
Europa, el Asia y el Africa de hogueras, guerras y desastres;
pero han cambiado los tiempos; las pasiones religiosas se han ex
tinguido; la filosofía ha hecho rodar los tronos absolutos y derri
bado el coloso de los papas. v
Un rápido análisis de estos tiempos precede á nuestra historia,
que ofrecerá el cuadro mas espantoso del mas monstruoso liber-
tinage, de sangrientas guerras, de cismas y revoluciones me
morables, y preparará á la maravillosa narracion de una larga
série de pontífices y reyes, célebres por sus crímenes, ó ilustres
por sus hazañas.
En los pasados siglos, la historia de los Papas nos hubiera
conducido á los quemaderos de la inquisicion, pero hoy dia no
esperamos que reciba mas que los honores de la excomunion pa
ra que llegue á la posteridad.
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INTRODUCCION.

La sabiduría de las naciones ha hecho desaparecer la cegue


dad del fanatismo: la razon y la tolerancia han sustituido á las
pasiones religiosas que empujaban á los hombres á los mas hor
ribles atentados, y les asemejaban á tigres antes hartos de san
gre que de destruccion y matanza.
El orgullo de los papas, su insaciable ambicion, encontraba
poderosos auxiliares en los reyes absolutos, muchas veces dóciles,
para imponer á los pueblos su execrable arbitrariedad, someter á
los débiles, ensanchar sus estados, y llegar á tau alto grado de
incomprensible audacia que se hicieron llamar representantes de
Dios sobre la tierra, abrogándose el derecho de dar y quitar im
perios, poner y deponer príncipes, y dividir el mundo á su anto
jo y voluntad.
Las tinieblas de la ignorancia oscurecían entonces los espíri
tus; los pueblos, embrutecidos por medio de una afrentosa escla
vitud, se destrozaban entre sí como salvages bestias, para agra
dar á sus tiranos y servir de instrumento de sus desarregladas
pasiones.
¡Siglos de desdichas, de servilismo, de incendios, de hambres!
Abusando de la credulidad de los pueblos, los reyes conmo
vían los imperios con guerras insensatas, y convertían en un
desierto campos y ciudades.
Los papas, mdnstruos mas bajos y feroces que los de la anti
gua Roma y los de Byzancio, sentados bajo el sólio pontificio,
ceñidos de la triple diadema del orgullo, la hipocresía y el fa
natismo, rodeados de asesinos, de envenenadores, de cortesanas,
Mil
se abandonaban á todas las abominaciones ó insultaban las pú
blicas desgracias.
Mas disipáronse las tinieblas; los asesinatos, los asesinos, la
miseria, la devastacion, banbecbo resplandecer la verdad; ver
dades terribles, eternas que la política y la crueldad de los reyes
habian envuelto entre los escombros de sus Imperios.
¡La historia! ¡Grande y magnífica leccion! Ella recorre todos
los siglos pasados en que la barbarie desapiadada de los sacerdo
tes, ayudada por la ignorancia de los hombres, aterrorizaba al
mundo; en que los habitantes del campo, desnudos, desgarrados,
infundian compasion hasta á los mismos malhechores, que no te
nían otra cosa que arrebatarles que sus cadáveres arrojados so
bre el camino. Ella reouerda épocas de desastres, de confusion»
de soledad, en que la mas pequeña alquería se erizaba de alme
nas y se fortalecía por ingleses franceses y romanos, misera
bles instrumentos á sueldo de reyes y señores, que se encarniza
ban bárbaramente sobre sus indefensas é inofensivas presas: todos
parecían puestos de acuerdo para saquear al labrador, tiranizar
los pueblos, y ¡cosa admirable, horrible! hasta los mismos ani
males, acostumbrados á los somatenes, señal de la llegada de los
soldados, corrían presurosos y sin conductores á esconderse ame
drentados en sus guaridas.
Ya sabrán juzgar los pueblos á esos emperadores y miserables
reyes, déspotas inflexibles, inexorables, que arrastraban millo
nes de hombres á devorarse en crueles guerras para sostener las
mas injustas pretensiones, aumentar el número de sus esclavos,
atesorar riquezas, satisfacer el desenfrenado lujo de las falaces
cortesanas, saciar la avidez de las impúdicas mancebas y ocupar,
en fin, el ánimo inquieto y susceptible de un tirano devorado por
el fuego corrosivo de la envidia.
Ya conocerán los pueblos las grandes verdades de la historia
y aprenderán por medio de qué impía audacia, por medio de qué
sacrilegos pactos los papas y los reyes han ocasionado las des
gracias todas que han afligido á esta mísera Europa durante
dos mil años de tiranía y fanatismo.
IX
Bajo el reinado del brutal Tiberio apareció un Hombre-Dios,
hijo de María, llamado Cristo: gemían en la ignorancia los pue
blos y las naciones; la ley de Moisés estaba oscurecida y adulte
rada por las tradiciones humanas; las costumbres de los isrealitas
y las de todos los demás pueblos se encontraban en el último
grado de la mas asquerosa corrupcion.
Este hombre, asaz extraordinario, asaz divino, no se conten
tó con gemir vanamente sobre la miseranda suerte del género
humano; predicó, dogmatizó, enseñó una doctrina nueva, una
moral severa, opuesta de todo punto á las máximas corrompidas
del siglo que alcanzó.
Sus discípulos, entre el pueblo escogidos y buscados, ense
ñaron á los hombres lo que habian aprendido de este divino
maestro; sus sabios preceptos, su moral sarita y rígida, su doc
trina misteriosa, sus dogmas incomprensibles.
Los discípulos de Cristo no emplearon la fuerza pará ingerir
sus nuevas y salvadoras ideas; sino que por el contrario, fueron
de todas maneras perseguidos, á pesar de lo cual sus predicacio
nes, sostenidas con el buen ejemplo, hicieron rápidos progresos.
Se persiguió al mismo Hombre-Dios; se le persiguió con un
encarnizamiento semejante al celo que mostraba él contra los*
vicios y al cabo terminó su mision divina sobre la tierra, mu
riendo en el mas infame suplicio.

Los primeros cristianos se distinguieron por el nombre do


hermanos, de santos y de fieles; eran humildes, oscuros, pobres,
y subsistían con el trabajo de sus manos.
Repartiéronse secretamente por toda la Grecia; algunos lle
garon á Roma misma, mezclados entre los judios, á quienes los
romanos permitían en una sinagoga el ejercicio de su culto.
Mas hácia el año 60 de nuestra Era, acaeció que los cristianos co
menzaron á separarse de los judios, sufrieron violentas acusacio
nes de parte de las sinagogas esparcidas en Roma, Grecia, Egip
to y Asia, y por último, fueron tachados de ateísmo por los judios,
X
sus hermanos, quienes les excomulgaron tres veces el dia del
sábado.
Muchas iglesias se fundaron entonces y con este motivo la
separacion entre los israelitas y los cristianos fué completa. Los
romanos profesaban igual desprecio á una y otra religion; aquel
• pueblo, el mas tolerante en materia religiosa que en el universo
ha existido, sufrieron las que ellos llamaban extravagancias de
judios y cristianos, mientras que no atacaron el órden por las le
yes establecido; pero cuando aquellos oscuros sectarios se hicie
ron obstinados perseguidores, cuando profanaron las imágenes
de sus dioses, cuando derribaron sus estátuas, entonces el pre
fecto de Roma tuvo que abandonarlos al hacha de los líctores.
Durante el siglo primero los apóstoles y sus sucesores se ocul
taban en las catacumbas de Roma, vagaban por las aldeas, ó se
asilaban &n las cavernas de las montañas: los papas no tenían
aun su trono episcopal, ni marchaban al frente de los monarcas
de la tierra, ni hacían y deshacían imperios humanos.
Las limosnas de los neófitos ocupaban el lugar de las grandes
prebendas que hoy se disfrutan en la Iglesia; su crédito se esten
dió en razon á sus riquezas; su insolencia, su audacia, crecieron
en la misma proporcion, y su poder formidable se cernió sobre la
decepcion de los pueblos.
Cuando las iglesias recibieron una forma, se distinguieron
entonces cinco órdenes: los vigilantes de las almas, que fueron
y son los obispos; los padres de almas, que son los sacerdotes; los
sirvientes ó diáconos; los creyentes ó iniciados, que asistían á la
mesa del agape, y los catecúmenos, que esperaban el bautismo;
todos vestían como los demás hombres y ninguno hacia voto de
guardar el celibato.
Cuando aumentó su número se rebelaron contra el culto del
imperio romano, y obligaron á los magistrados á cebarse en una
secta que alteraba frecuentemente el órden público; no se persi
guió menos á los judios, aunque separados de los nazarenos y á
pesar de que se encerraban en sus sinagogas; pero se permitió
el ejercicio de su religion como el de todos los demás cultos.
Mas los cristianos declarándose enemigos de todas las religio
nes, y sobre todo de la del imperio, fueron muchas veces casti
gados por las leyes; de donde procedió esa multitud de mártires
cuyas leyendas han inventado los sacerdotes de Roma.
Los historiadores afirman que pocos cristianos murieron en el
martirio; á nadie se persiguió por creencias religiosas, sino por
hechos reprobados por las leyes.
Aun estaban tolerados los concilios: cinco se cuentan en el
siglo primero, diez y seis en el segundo, treinta en el tercero.
Con desprecio, los emperadores, alguna vez con indignacion,
miraron los progresos de aquella nueva religion que elevaba su
culto sobre la ruina de los dioses del imperio.
Diocleciano, que pasa por el mas sangriento perseguidor, du
rante mas de diez y ocho años fué el protector declarado de los
cristianos, que ocupaban puestos importantes cerca de su perso
na: él mismo se casó con una cristiana, y permitió que en Nico-
media, su habitual residencia, se fundase un soberbio templo en
frente de su palacio.
Galerio quiso convencer á Diocleciano de que la secta que
protegia estaba enervada por el fanatismo y por su furor.
El Emperador publicó un edicto para la destruccion y ruina
de la Iglesia de Nicomedia; un fanático rompió el edicto de Dio
cleciano, quien se informó del hecho, halló las pruebas de una sor
da conspiracion que se estendia de uno al otro extremo del im
perio: Antioquía, Jerusalen, Cesárea y Alejandría estaban llenas
de aquellos intolerantes innovadores, cuyo foco de sedicion se
hallaba en Italia, en Roma, en Africa y en el Asia Menor; mas
de doscientos de estos perturbadores fueron en consecuencia sen
tenciados á muerte.
Llegamos á la época en que Constantino colocó al cristia
nismo sobre el trono; desde entonces se vé á los cristianos, ani
mados de un celo furioso, perseguir sin misericordia, inventar
las quejas más extravagantes, y obligar por el hierro ó por el
fuego á los paganos á abrazar el cristianismo.
Constancio Cloro, tenia una concubina que era cristiana,
madre de Constantino y conocida con el nombre de Santa Elena.
César Constancio Cloro murió en Josk, Inglaterra, en una
¿poca en que los hijos que tenia de la hija de Maximiliano Hér
cules, su mujer legítima, no podian pretender el imperio. Cons
XII
tantino, hijo de una concubina, se hizo elegir emperador por
cinco ó seis mil soldados alemanes, franceses ó ingleses.
Esta eleccion, hecha por algunos soldados sin el consenti
miento del senado y del pueblo romano, fué consagrada por su
victoria sobre Majencio; por lo cual, proclamado emperador en
Roma, Constantino subió al trono, atravesando un camino sem
brado de cadáveres.
Parricida execrable hizo degollar á los dos Licinios, esposo ó
hijo de su hermana; no perdonó ni á sus hijos mismos, y se
ahogó, por órden suya, estando en el baño, á la emperatriz
Fausta, mujer de semejante mónstruo.
En seguida consultó álos pontífices del imperio, con el ob
jeto de conocer qué sacrificios podia ofrecer á los dioses para
expiar sus crímenes. Reusaron los sacrificadores sus ofrendas,
y por medio del Microfantas oyó á la Sibila contestársele con voz
horrible: Lejos de aquí los parricidas, á quien los dioses jamás
perdonan.
Entonces, un sacerdote, le ofreció el perdon de sus crímenes
purificándose por medio de las aguas del bautismo, y el empe
rador se hizo cristiano.
Al momento salió de Roma y vino á establecerse en su nueva
capital Constantinopla. Bajo su reinado, los ministros de la reli
gion cristiana, comenzaron á mostrar sus ambiciones, que habian
sabido ocultar por espacio de tres siglos; asegurados de la impu
nidad, arrojaron en el Oronte á la mujer del Majencio, degüe
llan á sus padres, maltratan á los magistrados de Egipto y la
Palestina y arrancan de sus habitaciones mismas á la viuda é
hija de Diocleciano, álas que precipitan al mar.
Constantino convoca el concilio de Nicea, destierra á Arrio,
le vuelve á llamar, destierra á Atanasio y muere en los brazos de
Eusebio, gefe de los arríanos, no consintiendo bautizarse hasta
que en el lecho de la muerte, confia escapar así de los tormentos
del infierno.
Constancio, hijo y sucesor de Constantino, imitó todas sus
atrocidades; como él convocó concilios que se proscribieron y
anatematizaron. Atanasio sostuvo su partido en Europa y Asia
por la astucia y la violencia; los arríanos le abatieron; los des-
xm
tierros, las prisiones, los tumultos y los asesinatos señalaron el
. fin del reinado abominable de Constancio.
Jovieno y Valentiniano dieron completa libertad á la con
ciencia, los partidos les sirvieron únicamente para satisfacer su
desapiadada rabia y ejercer sus temibles ódios.
Teodorio se declara por el concilio de Nicea; la emperatriz
Justina, que reinaba en Iliria, en Africa, como tutora del jovén
Valentiniano, le proscribe.
Los Godos, Vándalos, Borgoñones y Francos caen sobre las
provincias del imperio, donde encuentran establecidas las opinio
nes de Amó, y los vencedores abrazan la religion de los vencidos.
El papa Anastasio calma con el ejemplo de su justicia y tole
rancia las querellas religiosas que dividian las iglesias de Orien
te y Occidente; pero el ódio de los sacerdotes puso término pre
maturo á una vida que hubiese sido gloriosa para la religion y
preciosa para la humanidad.
Mahoma aparece en el siglo VII: hábil impostor, funda
una nueva religion y el mayor imperio del mundo. Desterrado
de la Meca, reune á sus discípulos, y echa las bases y fundamen
tos de su teogonia, marchando despues á las mas sorpren
dentes conquistas.
Los cristianos estaban divididos por groseras heregías: los
persas hacian una guerra terrible al imperio de Oriente; los ju
dios y los católicos se perseguían mutuamente con implacable
ódio: todo estaba en confusion en la Iglesia y en el Estado.
Los obispos no se abrogaban aun una jurisdiccion temporal:
pero la debilidad del imperio de Occidente ocasionó esta usurpa
cion escandalosa, que cubrió á la Europa de guerras, desastres
y ruinas.
Pipino, rey de los franceses, se ligó sucesivamente con los
papas Zacarías y Esteban: para desfigurar á los ojos de los pueblos
su usurpacion de la corona de Francia y la muerte de su herma
no, abandonó á la santa sede los dominios de la Romanía arreba
tados á los lombardos.
Esteban III, sacerdote hipócrita, no tarda en señalar su nuevo
poder con los excesos de su desenfrenada ambicion.
Bajo Esteban IV el furor llegó á su colmo; la clerecía se di
XIV
vidió en facciones, y el papa fué elegido en medio de la mas cru
da carnecería: el pontífice, despues de su victoria, hace sacar,
los ojos y arrancar la lengua á Constantino II, su predecesor,.
Carlo-Magno invadió la Lombardia, se apoderó de la herencia
de sus sobrinos, depuso á su suegro para castigarle por haberse
defendido, le hizo entrar en Lyon cargado de cadenas, y le con
denó á terminar sus dias en una prision horrible.
Entonces Leon III le puso una corona de oro so bre la cabeza
y un manto de púrpura sobre las espaldas.
Pero los descendientes de Carlo-Magno no pudieron conservar
en Roma la influencia que este usurpador habia adquirido, do
nando á los papas las tierras que habia quitado a los Lom
bardos.
Pascual I, con una criminal audacia, hizo sacar los ojos y
cercenar la cabeza en el palacio patriarcal de Letran á Teo
doro, primado de la iglesia Romana, y á Leon, su yerno, porque
permanecieron fieles a Lotario. A. la muerte del papa, el pueblo
se opuso á que su cadáver fuese inhumado y quiso arrastrarlo
por las calles de Roma.
Eugenio, su sucesor, se ocupó en hacer trasportar de los se
pulcros de Italia, de las osamentas putrefactas, los restos horri
bles de la naturaleza humana, enviándolos á Francia, á Alema
nia, á Inglaterra y vendiéndolos á la Europa cristiana.
Sergio hizo públicamente vergonzoso tráfico de todos los
cargos de la Iglesia.
Leon IV tuvo la imprudencia de asegurar á los obispos la
impunidad de los mas enormes crímenes.
Despues de su muerte una mujer subió á la cátedra de San
Pedro, celebrando misa, consagrando obispos, dando sus pies á
besar á los príncipes y al pueblo: la papisa Juana fué hecha em
barazada de un cardenal, y murió con los dolores del parto, en
medio de una ceremonia religiosa.
En el siglo IX los Griegos y los Latinos se separaron; ri
diculas disputas causaron quince siglos de muertes, matanzas,
horribles guerras, y veinte y nueve cismas sangrientos preten
dieron trasladar á Occidente la cátedra de Roma.
Los arabes, los turcos, sojuzgan la Iglesia griega y la Igl6
i?
sia ele Africa, y acaban por elevar la religion mahometana so
bre las sectas del cristianismo.
La Iglesia Eomana permanece en la confusion, en la discor
dia, en las ruinas; durante esta época de anarquía, los obispos
y abades en Alemania, se hacen coronar príncipes y los papas lle
gan á una dominacion absoluta en Roma.
Esteban VII, impelido por su despiadada ira, manda exca
var el sepulcro de Formosa, extraer el cadáver y ¡cosa horrible!
conducirlo al sínodo que habia convocado para degradarlo en él.
Entonces aquel cuerpo espantoso, cubierto con el trage pontifi
cal, fué interrogado en medio del mayor escándalo y de los mas
furiosos gritos: «¿Por qué, cuando eras obispo de Porbo, usurpas
te pos espíritu de ambicion la silla universal de Roma?» En se
guida el papa, arrastrado por su execrable ferocidad, le despoja
de sus vestidos sacerdotales, mandó cortarle tres dedos, ledogollá
y arrojó al Tíber el cadáver.
Sergio invade la cátedra pontificia: hace públicamente una
vida sembrada de libertinage con la famosa cortesana Marozia: su
hijo llega á ser papa con el nombre de Juan XII, y le sobrepuja
por sus crímenes monstruosos; los cardenales y los obispos le acu
san de incesto con su madre, de violacion de vírgenes sagradas,
de adulterio, de homicidio, de profanacion y de blasfemia.
Gregorio V hace cortar los piés, las manos, la lengua y las
orejas á Juan y á Crescencio, y les obliga á pasear mutilados de
este modo por las calles de Roma.
Benito IX es elevado á la santa sede á la edad de doce años
por las intrigas y el oro del conde de Toscanella: pronto se aban
dona á los excesos de la depravacion y á las licencias mas ver
gonzosas. Los romanos, hartos de los atentados de todo género,
le arrojan de Roma y nombran otro pontífice, Silvestre III. Beni
to, con los auxilios de sus parientes, se apodera de nuevo de la
santa sede; pero viéndose objeto de la execracion universal, pre
sagiando una terrible catástrafe, vende el santo sólio por su
Infame simonía y consagra un tercer papa, llamado Juan XX.
En seguida se retira al palacio de su padre, para abandonarse
á las mas infames voluptuosidades.
Despues de hacer este odioso tráfico, Vuelve á entrar en su
XVI
ánimo el deseo de mandar, y se arroja de nuevo y por tercera vez
sobre aquella cátedra deshonrada; solo contra los Romanos á
quienes causaba horror; solo tambien contra los otros dos papas,
y ocasionando un tercer cisma propuso á sus adversarios una di
vision entre sí de los poderes de la Iglesia.
Los tres antipapas, en efecto, con el mayor escándalo se re
parten en porciones el patrimonio de los pobres, y ocupan la silla
con audacia; el uno en San Pedro, otro en Santa María la Mayor,
y el tercero en el palacio de Letran.
¡Execrable triunvirato!
Un sacerdote astuto, avaro y disoluto compra de los tres pa
pas sus títulos infames al papazgo, y los sucede con el nombre
de Gregorio VI.
Hildebrando, monje de Cluny, emponzoñador de papas, el
mas astuto de los sacerdotes, usurpa el sólio pontifical con el
nombre de Gregorio VII; lanza anatemas sobre los reyes, escita
públicas guerras, llena á Alemania é Italia de intrigas, críme
nes y muertes; excomulga al Emperador de Alemania, le quita
el título de rey, desliga á los pueblos de la pbedienciaque le tenían
jurada, y lo reduce, en fin, á tal infortunio que se alteran las fa
cultades de su alma. Entonces ¡exceso de orgullo y degradacion!
el rey viene á buscar al papa en lafuerza del invierno, ayunando,
con los pies desnudos, en camisa, con tijeras y una escoba en la
mano. »
Adriano, hijo de un mercader inglés, tiene el estribo al Em
perador Barbaroja; y para unir la barbárie á su triunfo, exige
que el famoso Arnaldo de Berescia le sea entregado para que
marlo vivo, porque habia predicado contra el lujo de los sacerdo
tes y las abominaciones de los pontífices.
Alejandro lleva mas lejos que sus predecesores los ultrages
contra los reyes. El Emperador Federico, para librar á su hijo
Oton, prisionero de los romanos, suplica al papa absolverlo de
la escomunion. El inflexible Alejandro ordena que el Emperador
venga en persona á pedirle perdon en presencia de todo el pue
blo congregado, sin manto, sin corona, con una varilla de per
tiguero en la mano, y le obliga á humillarse hasta tocar la tierra
con el rostro.
XVII
Cuando, en efecto, se tendió en elátriode la iglesia Alejandro
colocó el pié sobre su garganta, le pisó, y le dijo: — < A ndarás
» sobre el áspid y el basilisco, y aplastarás al leon y al dragon.*
Celestino III dió un ejemplo indubitable de su insaciable
avaricia. Alejandro habia hollado con sus pies á Federico Bar-
baroja, que pedia la libertad de sus hijos; este nuevo papa,
por oro, coronó al emperador Enrique IV, monstruo execra
ble, que renovó el sacrilegio impío de Estéban VII, haciendo
exhumar el cadáver de Tancredo para degollarlo por mano
del verdugo; mandó sacarle los ojos al jóven Guillermo, hijo
de Tancredo, despues de convertirle en eunuco; condenó al
conde Jordan á un horrible suplicio, haciéndole atar desnudo
sobre una silla de hierro enrojecido, y coronarlo con un círcu
lo de hierro inflamado que le colocaron sobre la cabeza.
Inocente III predicó las cruzadas contra los infieles, en
grosó sus tesoros con las riquezas de los pueblos, y trató con
Saladino para que no le diese al Emperador de Alemania los
santos lugares.
Este Pontífice engañador y sacrilego estableció el mons
truoso tribunal de la Inquisicion; predicó en seguida una cru
zada contra los albigenses, despojó de sus estados á Raimun
do VI, conde de Tolosa, y envió á Santo Domingo con ple
nos poderes para perseguir á hierro y fuego y con inusitados
tormentos, los malhechores del Vandoix. Los cruzados se apo
deraron de la ciudad de Besieres. El terrible Domingo con el
Cristo en una mano y la tea en la otra, excitaba á la carnice
ría, y sesenta mil cadáveres fueron envueltos bajo las ruinas
de aquella ciudad reducida á cenizas.
Tolosa, Carcasona, Alby, Castelnaudary, Narbona, San
Gilíes, Arlés, Marsella, Aix y Aviñon, fueron devastados por
los ejércitos del Papa.
Raimundo conducido ante un legado, desnudo hasta la cin
tura y descalzo, fué azotado por mano de un fraile fanático.
Gregorio IX para sostener su ambicion y el lujo desenfre
nado de su corte, cobró los impuestos de Francia, Inglaterra y
Alemania; excomulgó reyes, rebeló pueblos y se hizo arrojar
de Roma por sus súbditos.
Historia de los Papas. 2
XVIII
Raimundo VII, católico, pero hijo de un heresiarca, es
perseguido y despojado de sus estados. El Papa envia un le
gado á Francia para sostener la guerra abominable del Lan-
guedoc con la Provenza. Raimundo se defiende con valor: los
pueblos cansados de la insaciable avidez de Gregorio IX rehu
san pagar los impuestos y obligan al Papa á concluir la paz.
El Pontífice, detenido en su marcha, condena á Raimundo á
pagar diez mil marcos de plata á su legado, dos mil á la abadia
de Citeaux, mil á la de Grand-Selve, trescientos á ladeBelle
Perche: todo para la remision de sus pecados, como lo atesti
gua el tratado firmado ante las puertas de la catedral de París.
Inocencio IV, en medio de sus crímenes, hizo una accion
generosa que consuela á la humanidad: tomó la defensa de los
judios en Alemania, á quienes los príncipes y los sacerdotes
perseguían para apoderarse de sus despojos.
En aquel siglo de barbarie, el falso celo de la religion ser
via de pretexto á las injusticias mas manifiestas: se inventa
ban calumnias contra los judios, se les acusaba de celebrar las
Pascuas comiéndose el corazon de un niño reciennacido, y
cuando se encontraba el cuerpo de un hombre muerto, se les
achacaba su asesinato, y se les condenaba á perecer en los
más terribles tormentos.
Urbano IV firmó un vergonzoso tratado con San Luis y Cár-
los de Anjou, para apoderarse del reino de Nápoles y dividirse
los estados del jóven Conradino. El Papa destruyó los escrúpu
los del Rey de Francia, é hizo jurar al Duque de Anjou que
dejaría á la Santa Sedelos dominios sobre los cuales tenia pre- .
tensiones, además de pagarle ocho mil onzas de oro cada año.
Clemente IV continuó la política de su predecesor: el jóven
Conradino volvió á sus estados, libró una batalla decisiva, pero
fué hecho prisionero juntamente con Federico de Austria. Des
pues de un duro cautiverio, Cárlos de Anjou, por órden del Papa,
los condenó á morir á manos del verdugo. El jóven duque de
Austria sufrió primero el suplicio, y Conradino, que recibió la
cabeza de su amigo, rindió la suya estando abrazado con aquella.
Martin IV subió á la silla apostólica de San Pedro, é hizo
pactos sacrilegos con Cárlos de Anjou, el uno tirano político, fe
XIX
roz usurpador de la Sicilia; el otro, tirano sagrado de Roma.
Sus crueldades causaron una general indignacion: una vas
ta conjuracion tramóse contra él. Juan de Prócida, hidalgo
de Salerno, era el alma de ella. Este excitó á Miguel Paleó
logo á que se le asociase, trasladóse á España para aliarse
con Pedro de Aragon y recorrió las ciudades de Sicilia para
mover los espíritus á la venganza.
El tercer dia de Pascua en las de 1282, á la hora de vis*
peras, se dió la señal de la matanza; al compás del clamor de
las campanas se alzó el grito de muerte en todas las ciudades
de Sicilia. Los franceses fueron asesinados en las iglesias, en
las plazas públicas, en sus mismas casas; por todas partes
muertes y venganzas: diez mil cadáveres fueron los sangrien
tos trofeos de las célebres Vísperas sicilianas.
Bonifacio VIII llegó á ser Papa despues que hubo asesinado
á su predecesor. Ultrajó á los pueblos, desafió á los reyes, persi
guió con saña á los Gibelinos, partidarios del Emperador de
Alemania, inventó el jubileo para hacer entrar en sus tesoros
las riquezas de las naciones, y concitó un odio tan profundo
contra él, que los estados se reunieron en París por órden de
Felipe el Hermoso para juzgar al Papa. El Arzobispo de Nar-
bona le acusó de simoniaco, asesino, usurero, y de no creer
en la Eucaristía ni en la inmortalidad del alma; de emplear la
violencia para hacerse revelar los secretos de la confesion, de
vivir en concubinato con sus dos sobrinas y de tener varios
hijos; por último, de haber empleado la plata de las indulgen
cias en pagar á los sarracenos para que invadieran á Sicilia.
Nogaret y Sciarra Colonna fueron encargados de llevar al
Papa la órden de trasladarse á Lyon para ser juzgado por
un concilio general. Llegaron á la cabeza de trescientos ca
ballos á la villa de Anaqui, residencia de Bonifacios y viendo
la resistencia que oponia, forzaron el palacio y presentaron al
Papa el acta de acusacion. Bonifacio, ciego de cólera, injurió
á Nogaret y maldijo al rey de Francia y á sus descendientes
hasta la cuarta generacion.
Entonces Sciarra Colonna dióle en el rostro con su mano
pla de hierro y le hizo saltar la sangre.
XX
Clemente V y Felipe el Hermoso acusaron á los Templa
rios de enormes crímenes, y los condenaron al más terrible
suplicio para apoderarse de sus inmensas riquezas. Por orden
del rey el Gran Maestre de los Templarios acompañado de
sus compañeros, fué conducido al suplicio para ser quemado
vivo en presencia de los cardenales y de los sacerdotes, que
contemplaron sin remordimiento aquel bárbaro martirio.
Despues de haberse distribuido con el rey de Francia los des
pojos de los caballeros Templarios, Clemente V estableció su
corte en Avifion; se abandonó públicamente á los desórdenes
de una vida depravada con su sobrina y la hija del conde de
Fox; predicó una nueva cruzada contra los turcos; vendió in
dulgencias, y juntando el ridículo á la infamia, dióá cada cru
zado el derecho de sacar cuatro almas del Purgatorio. ¡Y los
pueblos han vivido sumidos durante diez y ocho siglos bajo
las desapiadadas disciplinas de estos criminales pontífices!
Juan XXII se apodera de la tiara y se sienta sobre el tro
no pontificio y dice: yo soy el Pontífice. Para consolidar su
usurpacion, lanza sus anatemas contra el emperador de Ale
mania y el rey de Francia, persigue las sectas, quema los he
rejes, conmueve á los pueblos, arma á. los príncipes, anega
los reinos con sus monjes, predica nuevas cruzadas, vende los
beneficios y aumenta sus tesoros hasta veinticinco millones de
florines, arrancados de todo el orbe cristiano.
Benito XII contiene las depredaciones, disminuye los im
puestos con que su predecesor habia gravado á los pueblos,
practica una moral severa, reforma al clero y muere en me
dio de sus trabajos apostólicos.
Clemente VII compra á Juana de Nápoles el condado de
Aviñon en la suma de trescientos mil florines, que nunca lle
gó á pagarla, pero mediante esto la declara inocente de la
muerte de Andrés, su marido, á quien ella habia asesinado.
Bajo el papado de Urbano VI comienza el mayor cisma
que habia desolado el Occidente: dos papas son á la vez ele
vados ai sólio pontifical.
Urbano VI, en Roma; Clemente VII, anti-papa, en Aviñon:
durante cincuenta años los dos pontífices y sus sucesores excitan
XXI
crueles guerras y mutuamente se excomulgan. Italia, Nápo-
les, Hungría y España se declararon en favor de Urbano; la
Francia pretendió sostener á Clemente VII; pero entre tanto
por todas partes se cometieron infinitos crímenes y crueldades,
originadas, ya por las órdenes de Clemente; ya por el fanatis
mo de Urbano.
La desgraciada y culpable Juana envia cuarenta mil duca
dos al papa para sostener su bando; por gratitud Urbano la
bace extrangular al pié de los altares: el pontífice mismo fué
quien excitó á Cárlos de Duras, el hijo adoptivo de Juana, y he-
. redero desus estados, á cometer este execrable parricidio.
Habiendo rehusado este príncipe repartirse con el papa los
despojos de Juana, el furor de Urbano se volvió contra seis
cardenales, que supuso favorecían el partido de Cárlos de Du
ras, y cargados de cadenas los hizo sepultar en profundos fo
sos, sacarles los ojos, arrancarles las uñas de los piés y de las
manos, serrarles los dientes, desgarrarles las carnes con gar
fios de hierro enrojecidos al fuego, despues de lo cual aque
llos cuerpos horriblemente mutilados y aun medio vivos, fue
ron envueltos en sacos de cuero y arrojados al mar.
Clemente VII tenia su silla en Aviñon, imponía enormes
impuestos á las Iglesias de Francia para enriquecer á los Car
denales y satisfacer el lujo desenfrenado de su corte; su con
ducta no cedia en nada á la de su competidor ni en violencia,
ni en crímenes, ni en barbarie.
Ambos papas desolaban la Europa con sus ejércitos y los de
sus partidarios; la cólera habia extinguido en ellos todo senti
miento de humanidad, por todas partes no habia más que trai-
' ciones y asechanzas, envenenamientos y crueldades; se buscaban
remedios á estas calamidades públicas, pero los dos papas se opo
nían á cuantas proposiciones podian asegurar la paz á la Iglesia.
El cisma, pues, continuó en sus sucesores; los cardenales,
no pudiendo vencer la obstinacion de los dos pontífices, con
vocaron un concilio en Pisa y obligaron á Benito XIII y á Gre
gorio XII á comparecer en él; pero como rehusasen el perso
narse ante aquella venerable asamblea, el patriarca de Alejan
dría, auxiliado de los de Antioquía y de Jerusalem, pronunció
XXII
en alta voz, en medio de la Basílica, con las puertas abiertas
y en medio del pueblo congregado, la sentencia definitiva de
deposicion de ambos papas.
Alejandro V acometela empresa de asegurar la union dela
Iglesia, de reformar las costumbres del clero, de dar cargos
sagrados á los hombres virtuosos, y muere á consecuencia de
un veneno que le fué suministrado por mandato del cardenal
Baltasar Cossa. Este bajo asesino hace reunir el cónclave y
apoderándose del manto pontifical, se cubre las espaldas, gri
tando: yo soy el papa.
Los cardenales sorprendidos, confirman la eleccion de
Juan XXIII; pero los papas depuestos, Benito XIILy Grego
rio XII, renuevan sus pretensiones sobre el trono de Roma:
una guerra terrible, instigada por los anatemas, ensangrienta
la Prusia y la Italia: ol imperio tenia tres emperadores, como
la Iglesia tiene tres papas, y en breve, Roma y el imperio se
quedan sin jefes.
Se reunió un concilio general, en que se procede ála depo
sicion de Juan XXIII. Los obispos y los cardenales le acusan
de asesinatos, incestos, envenenamientos y sodomía; de haber
sobornado y entretenido un comercio sacrilego con trescientas
religiones; de haber violado á tres hermanas, de haber hecho
encerrar á una familia entera para abusar de la madre, del hijo
y del padre.
Martin V quema vivo á Juan Husy á Jerónimo de Praga,
jefes de una nueva secta que predicaban contra los desórdenes
de los obispos, la ambicion de los pontífices, y llamaban á los
hombres á sentimientos benévolos. Organizó en seguida una
cruzada para someter la Bohemia; pero los habitantes de estas
comarcas, casi salvajes, exaltados por los generosos principios
de la libertad, luchan con valor contra el fanatismo. Son en
viados embajadores á Praga, para hacer proposiciones de paz,
y la Bohemia responde:
«Que un pueblo libre, no tiene necesidad de rey alguno
Los legados del Papa y el Emperador comandan un ejército
para obligará los Hussitas á no comulgar bajo las dos especies
de pan y vino. ¡Horrible demencia! ¡Para un objeto tan pueril,
XXUl
entregan la Alemania á los rigores de una guerra civil! Pero
la causa de los pueblos triunfa, las tropas del Emperador son
batidas en muchos encuentros y el ejército del legado deshe
cho y puesto en fuga.
Eugenio IV sube á la santa silla: confirma al cardenal
Juliano Cesáreo en su legacion de Alemania para ejercer con
tra los Hussitas, las mas crueles persecuciones; bajo su reina
do, tiene lugar un hecho de gravedad suma, la lucha que se
establece entre los poderes de la Iglesia: el concilio de Bale
quiere someter á los papas, y el Papa declara que su silla está
por cima de los concilios.
Los padres expiden entonces un decreto terrible, declaran
do á Eugenio IV prevaricador, incorregible, y escandalizando
á la Iglesia, fué depuesto del pontificado.
Félix V es nombrado papa. Eugenio IV llega á ser anti
papa: los concilios de Florencia y de Bale lo excomulgan, las
deposiciones, las violencias, las crueldades se suceden. Vitte-
leschi, arzobispo de Florencia, es asesinado por orden de Euge
nio: los reinos se dividen, toman parte ya por uno, ya por otro,
y renuevan el cisma que duró hasta la muerte de Eugenio.
Bajo el pontificado de Nicolás V tuvo lugar la toma me
morable de Constantinopla por los turcos. El pontífice, solici
tado por medio de los embajadores griegos para que le auxi
liasen con algunos socorros de hombres y dinero, lo rehusó
con dureza, y nosotros atribuimos la pérdida de aquella pode
rosa ciudad á la perfidia de la corte romana, que sacrificó la
muralla de la cristiandad, y traicionó vilmente á un pueblo,
al cual hubiera debido socorrer.
El mérito y la santidad de Calisto III, lo elevan sobre el
solio pontificio, al cual honra él con su génio.
Sixto IV pone todos sus cuidados y solicitud en acrecentar
sus riquezas. Aumenta los impuestos, inventa nuevos cargos,
hace de ellos almoneda, para saciar la avaricia de Pedro Riera
de Saboya, y de Jerónimo, su hermano, á quienes habia he
cho cardenales, y de quienes se servia para sus infames placeres.
Este terrible papa estableció en Roma un magnífico lupanar
donde lasLcortesanas le pagaban semanalmente un marco de oro:
XXIV
esta renta anual pasó de veinte mil ducados. Y ¡cosa execrable!
que basta parahacer eternamente odiosa la memoriadeSixtol V,
la familia del cardenal de Santa Lucía, habiéndole presentado
un memorial para que le fuera permitido ejercer el acto de la
sodomía durante los tres meses del estío, el papa proveyó al
márgen, refrendando de su puño y letra: —Hágase como solicita.
En seguida dirigió una conjuracion contra Lorenzo y Ju
lian de Médicis, envia á Florencia á Rafael Riera, y durante
una misa solemne, en el momento en que el cardenal levantaba
la hostia, los conjurados dan de puñaladas á Julian de Médicis.
Lorenzo se defiende con valor, y, aunque herido, logra ganar
la sacristía. El pueblo se precipita sobre los conjurados, los des
arma, y en su justicia los cuelga de las torres del templo, asi
como á Salviati, arzobispo de Pisa, con los hábitos pontificales.
Inocencio VIII sucede á Sixto. La eleccion le habia cos
tado en haciendas, beneficios y ducados de oro mas que lo que
valían los tesoros de la santa silla. Los recursos estaban ago
tados; pero quedaba el gónio de los papas, con cuyos ardides
se proporcionó gruesas sumas en marcos de oro.
Su vida privada estaba sembrada de los más vergonzosos es
cándalos. Criado entre las gentes del rey Alfonso de Sicilia, ha
bia contraído los horribles vicios de la mas atroz sodomía. Su
notable belleza le habia hecho admitir en Roma en la familia de
Felipe, cardenal de Bolonia, para que sirviese á sus monstruo
sos placeres. A la muerte de su protector, vino á ser el como-
din de Pablo II y de Sixto, quienes le elevaron al cardenalato.
El gran maestre de Rodas encargó al papa Inocencio al
joven príncipe Zózimo, para sustraerlo á las persecuciones de
su hermano Bayaceto.
El soldan de Egipto envió embajadores para ofrecer al pa
pa cien mil ducados y la ciudad de Jerusalem, entregándole en
cambio al príncipe Zózimo, que quería poner á la cabeza de
sus tropas para marchar á la conquista de Constantinopla, y
se obligó á dar esta ciudad á los cristianos; pero el sultan Ba
yaceto pagó mayor cantidad, y el pontífice retuvo á Zózimo
prisionero en sus estados.
Entramos en el reinado de un papa, que por opinion de to
XXV
dos los historiadores, es el mas espantoso de los hombres que han
horrorizado al mundo. Una depravacion hasta entonces des
conocida, una concupiscencia insaciable, una ambicion desen
frenada, una crueldad más que bárbara, tales eran las horri
bles cualidades de Rodrigo Borgia, elegido Papa bajo el dic
tado de Alejandro VI.
Sus pasiones eran tan desarregladas, que habiéndose ena
morado de una viuda que tenía dos hijas, no contento de ha
ber sojuzgado á la madre, hizo servir á las hijas á la brutali
dad de sus deseos. Puso en un convento á una de las dos her
manas, y continuó sus incestos con la otra, que era la más
bella y llevaba por nombre el de Rosa Vanozza.
Cinco hijos tuvo de ella, uno de los cuales fué el famoso
César Borgia, que hubiera sobrepujado los crímenes de su pa
dre, si el mismo Satanás igualársele pudiera en ellos.
Bajo el pontificado de Inocencio, los asesinos y bandidos
se aumentaron de tal modo, que los cardenales, antes de entrar
en cónclave, se veian obligados á hacer vigilar sus palacios
con dobles guardias de mosqueteros, y de hacer apuntar los
cañones hácia las avenidas.
Roma habia llegado á ser un mercado público, donde to
dos los cargos sagrados se vendian; Rodrigo Borgia compró
públicamente los sufragios de veinte y dos cardenales y fué
proclamado Papa.
Armado del poder sacerdotal, sus execrables crímenes se
descubrieron en el gran dia: abandonóse á los más monstruosos
incestos y ¡cosa horrible! los dos hermanos Francisco y César
Borgia confundian con su padre sus infames incestos en la
persona de Lucrecia Borgia, hermana de estos ó hija de aquel.
La ambicion inmoderada del Papa no conocía límites; todas
las leyes divinas y humanas se conculcaban por él; formaba
alianzas y las rompía; predicaba cruzadas; hacia levantar im
puestos sobre los reinos cristianos, inundaba la Europa con le
giones de frailes, se apoderaba delas riquezas particulares y lle
gó hasta llamar á Bay aceto, para hacerle guerra al rey de Fran
cia. Mas tarde su política le obligó á buscar el apoyo de Cár-
los VIII, y protegido por los franceses emprendió la ruina de los
XXVI
pequeños soberanos de la Romanía, asesinando á unos, enve
nenando á otros, llenando de terror el espíritu de los mas, y pre«
parando á César Borgia la dominacion absoluta de la Italia.
Su insaciable avaricia inventaba los medios mas sacrilegos
para enriquecerse. Vendia los cargos sagrados, los altares, á
Cristo mismo, y volvía á recogerlos para venderlos despues.
Nombró al cardenal de Módena distribuidor de gracias y
dispensa. Bajo el nombre de esté ministro de iniquidad, vendia
los honores, las dignidades, los casamientos, los divorcios; y
como la simonía del cardenal no aportaba sumas bastante con
siderables para sostener el fausto de la familia de Alejandro,
le propinó el funesto veneno de los Borgia, para apoderarse
de las riquezas inmensas que aquel habia atesorado.
Hacia promociones de cardenales recibiendo el pago por
adelantado; despues, declarando á la santa silla heredera de
los bienes de los prelados, los envenenaba para enriquecerse
con sus despojos. No proporcionándole todos estos crímenes
todas las riquezas que quería, publicó que los turcos amena
zaban invadir la cristiandad, y bajo velo de religion, prescri
bió sumas tan enormes, que superan á toda ponderacion.
En fin, Alejandro VI, harto de muertes, de liviandades,
de incestos monstruosos, habiendo invitado á comer en una
viña de César Borgia á dos cardenales á quienes pretendia
heredar, equivocó la copa del veneno que les tenia preparado,
y bebiéndolo él entregó al demonio ^u espíritu execrable.
Cansados los pueblos del insoportable yugo de los obispos
de Roma; arruinados por la avidez insaciable de los sacerdo
tes, comenzaron á salir del letárgico sueño en que habian es
tado sumidos.
Lutero, monge de la orden de los Agustinos, salió de su
retraimiento, se rebeló contra Leon X y el vergonzoso escán
dalo de las indulgencias; levantó los pueblos y los reyes, ins
truyéndolos con una nueva doctrina, resplandeció con toda
la grandeza de su genio y arrancó á la tiranía de los Papas
la mitad de la Europa.
Clemente VII por sus perfidias excitó la cólera del empera
dor Cárlos V. Roma es entregada al pillaje durante dos meses
XXVII
enteros, las casas saqueadas, violadas las mujeres. El ejército
del rey católico cometió más atrocidades que las que nunca
inventaron los tiranos del paganismo, durante trescientos años
, de salvajismo contra los cristianos. Los desdichados romanos
fueron colgados por los piés de árboles, ventanas y almenas,
quemados, á lanzazos hechos trizas, y expuestos en fin á los más
espantosos suplicios para expiar los crímenes de su pontífice.
Los católicos y los protestantes cubren la Alemania de ho
gueras, muertes y ruinas.
La misa es abolida jurídicamente en Estrasburgo.
Pablo II habia obtenido el capelo cardenalicio entregando
á Julio Farnesio al mónstruo Alejandro VI. Cuando llegó á
ser papa, envenenó á su madre para apoderarse de su sucesion,
y añadiendo un nuevo incesto á un segundo parricidio, hizo pe
recer á una de sus hermanas por celos que tenia de otros aman
tes, envenenando á Bosos Sforcia, esposo de Constanza, su hi
ja, que habia él ya corrompido con la disolucion más infame.
En seguida se encarniza con los infelices luteranos. Sus so
brinos son los ejecutores de sus crueldades, y se jactaba pú
blicamente de haber hecho correr rios de sangre, en que ha
bian podido bañarse caballos. Mientras acontecían tales des
órdenes el Papa estaba sumido- en sus monstruosas voluptuo
sidades con su propia hija Constanza.
Bajo su reinado, Ignacio de Loyola instituyó la orden de
los jesuítas.
Calvino, espíritu sublime, hace oir su voz poderosa y con
tiene los progresos de las reformas religiosas.
Julio III fulmina nuevos anatemas contra los luteranos,
los hace morir en los suplicios, y juntando la depravacion á
la crueldad, eleva al cardenalato á un jóven encargado en su
palacio del doble empleo de guardar un mono y de servir á
los vergonzosos placeres del Papa.
Paulo IV excita la cólera del rey de Francia contra los
protestantes. Forma una liga execrable para exterminarlos, y
llena de hogueras toda la Europa. A su muerte el pueblo de
Roma, libre de su affentóso yugo, abre las férreas puertas de
la Inquisicion, pone fuego á sus prisiones, hecha por tierra la
XXVIH
estatua del pontífice, á la que rompe la cabeza y la mano de
recha, la arrastra durante tres dias por las calles de Roma y
despues la arroja al Tíber.
Pío IV termina el concilio de Trento: este trascendental
suceso no produce sensacion alguna en el pueblo.
El pontífice pretende detener Ja decadencia de la Santa Se
de, y fomentando el fanatismo de Carlos IX y de Felipe II,
reunió á estos dos príncipes en Bayona para tratar con ellos
la manera de esterminar á los calvinistas.
Los principios del pontificado en Gregorio XIII se seña
laron por el mas horrible de los crímenes, la matanza de la
San Barthelemy; odioso complot tramado por los consejos de
España y las sugestiones de Pio IV.
Las persecuciones, las hogueras, las guerras habian au
mentado prodigiosamente el número de los calvinistas. Catali
na de Médicis, esta infame y sanguinaria Jezabel, no pudiendo
exterminarlos por la fuerza, recurrió á la perfidia. Carlos IX,
acostumbrado á las crueldades, violentó hasta el furor, secun
dó los criminales intentos de su madre, y la matanza general
de los hugonotes fué decretada irrevocablemente.
A media noche, víspera de San Bartolomé, el reloj de pala
cio da la señal. El somaten conmueve á Saint Germain d'Au-
xerrois, y al lúgubre tañer de las campanas, los soldados in
vaden las casas de los protestantes, y degüellan en el lecho
hasta á los niños y los indefensos ancianos, se apoderan de las
mujeres, y despues de ultrajarlas, las abren las entrañas, sa
can los fetos medio incubados, les arrancan el corazon, y con
una ferocidad despiadada los devoran entre sus dientes.
Cosa casi increíble, tan horrible es la accion; aquel Cár-
los IX, aquel rey execrado por todos los siglos, armado de su
arcabuz, tiraba desde una de las ventanas del Louvre contra
los infelices que procuraban salvarse á nado.
¡Aquella ventana se ha conservado como un monumento
imperecedero de la barbarie de los reyes!
¡Gregorio XIII felicitó á Carlos por aquella empresa tan
maravillosamente llevada á cabo! .
A la muerte del papa, el cardenal de Montalte penetró en el
XXIX
cónclave, viejo, encorvado, apoyado sobre un báculo. Las ambi
ciones de los cardenales reunían los sufragios en aquel ancia
no que parecía tan próximo á la tumba; se hace el escrutinio,
y cuando la mitad de los votos es conocida sin esperar á la conclu
sion, Montalte arroja el baston en medio de la sala, endereza
su alta talla, y entona el Te Deum con tan robusta voz que se
estremeció hasta el cimborio de la capilla.
Consagrado papa con el nombre de Sisto V, fué hipócrita
é inflexible, se alió secretamente con la reina Isabel y lanzó
anatemas contra su reino; en seguida excomulgó al rey de Na
varra y al príncipe de Conde, para reanimar en Francia los
furores del i fanatismo.
Clemente VIII renovó las escenas del orgullo de sus pre
decesores. Quiere obligar á Enrique VIII, rey de Francia, á
que viniese en persona y descalzo á recibir la penitencia de su
mano y á reconocer que debia al papa la corona que tenia,
pero al cabo consintió en que sus embajadores le representa
sen en aquel acto, cuya humillante ceremonia tuvo lugar en
presencia del pueblo, en la iglesia de San Pedro de Roma.
Gregorio XV aconsejó á Luis XIII que persiguiese á los
protestantes. Prosiguió las guerras contra Bohemia, y no pu-
diendo convertir á los habitantes de Genova, ordenó al Duque
de Saboya que los exterminara.
Bajo Urbano VIII, el célebre Galileo, aquel anciano que
se habia pasado setenta años estudiando los secretos de la na
turaleza, fué conducido ante el tribunal inflexible de la Inquisi
cion, condenado, arrojado en un calabozo y forzado á retractar
se de la gran verdad, de que la tierra gira alrededor del sol.
Clemente IX, de elevado espíritu y prodigioso saber, en
tusiasta de las bellas artes, recompensó á los sabios y rodeó
el trono pontificio de todas las ilustraciones de su siglo.
Disminuyó los impuestos y empleó sus tesoros en socorrer
a los venecianos y á la isla de Candia contra los infieles, su
primió las órdenes religiosas que oprimían á los pueblos y que
bajo velo de unidad.se abandonaban á la inercia y al libertinaje.
Por medio de su elocuencia y moderacion, apaciguó y puso
término á las largas querellas de los jesuítas y delos molinistas,
y supo contener la desarreglada ambicion de Luis XIV que
desolaba la Europa con desastrosas guerras.
Las intrigas de los jesuitas entregaron á los turcos la isla
de Candía, y aquel generoso Papa, herido en el corazon, por
la traicion de clérigos indignos, lanzó sobre ellos su anatema
y murió despues de un reinado de tres años.
La Santa Sede jamás se habia ocupado por un hombre tan
virtuoso como Clemente IX; su memoria debe ser cara al
cristianismo, y el espíritu reposa en sus virtudes, fatigado de
la larga serie de crímenes que nos ofrece la historia.
Bajo Inocencio XI volvieron á reanimarse las persecucio
nes contra los luteranos y los calvinistas; los templos fueron
demolidos, destruidas las ciudades; degollados diez y ocho mi
llones de franceses y arrojados los protestantes de aquel reino.
Inocencio XI lo mismo que Gregorio XIII en lo de la Saint
Barthelemy, dirigió las felicitaciones al rey de Francia, en
cuyo honor decretó hacer en Roma públicos regocijos.
El reinado de Clemente XI fué muy agitado por las disensio
nes religiosas; los jesuitas fueron acusados de tributar en China
igual culto á Confucio que á Jesucristo. El Papa envió al carde
nal de TouznonáPekin, encargado de reformar aquella culpa
ble idolatría. Este virtuoso prelado, víctima de su celo, murió en
medio de las crueles persecuciones que los jesuitas le suscitaron.
Aquella terrible compañía, propagada por el Papa, exten
dió su odioso ascendiente sobre los reinos, é inspiró el terror
á los pueblos.
Clemente IX publicó la famosa bula de Unigénitus, que
causó una indignacion general y continuó las querellas reli
giosas hasta la muerte del Papa.
Benito VIII renueva el escándalo de aquella bula del des
orden; pero la filosofía comenzaba ya á progresar y sus pre
tensiones, que otras veces habrían hecho verter torrentes de
sangre, no inspiraron más que desprecio.
La moderacion de Benito XIV reparó los males causados
por sus predecesores; terminó las contiendas religiosas, repu
so á los jesuitas, modificó la bula Unigénitus, é hizo cesar las
turbulencias que afligían á la Francia.
XXXI
Este Pontifico, una de las lumbreras de la tierra, llevó al
solio de los papas un espíritu de tolerancia que hasta entonces
no se habia conocido y que extendió su saludable influencia
por todo el orbe católico. La religion del Crucificado jamás
se impuso á los pueblos por medio de persecuciones y fanatis
mo. Benito mostró en las altas funciones del sacerdocio un
espíritu levantado, una gran madurez de juicio, una profunda
sabiduría que nunca turbaron mundanas pasiones; un perfec
to desinterés y un amor extremado á la justicia.
Reformó las costumbres del pueblo; suprimió las órdenes
monacales que eran odiosas á todas las naciones; empleó sus
tesoros en fundar hospitales, en establecer escuelas públicas
y en recompensar magníficamente á las artes, y por último,
llamó á todos los hombres á gozar los beneficios de la ciencia
y á salir de las tinieblas de la ignorancia.
Clemente XIII no imitó sus grandes virtudes y modera
cion; ántes bien protegió abiertamente á los jesuítas, lanzó
anatemas, y por su inconcebible audacia preparó la ruina de
la Santa Sede.
Los excesos de los jesuítas tenían cansados á los pueblos;
sus crímenes y ambicion espantaba á los reyes; el ódio universal
que se habia conquistado reventó al fin, y los jesuítas fueron
expulsados de la Francia. En Europa, Asia, América, fueron
desterrados de los dominios del rey de España, arrojados de
las Dos Sicilias, de Parma y de Malta. Aquella órden se hizo
extensiva á todos los países que habían sido teatro de su poder,
á las Filipinas, al Perú, á Méjico, al Paraguay, al Brasil.
La Francia despojó al Papa de Aviñon y del^condado ve
neciano como perteneciente á la corona.
El rey de Nápoles, por su parte, recobró las ciudades de
Benavente y Pontecorbo.
En todas partes fué proscrita la célebre bula In ccena Do-
mini, monumento de la locura y orgullo que los papas fulmi
naban en Roma todos los años desde los tiempos de Paulo III.
Las tinieblas pontificales comenzaron á disiparse, los prín
cipes y los pueblos no se prosternaban ya á los piés del siervo
de los siervos de Dios.
XXXII
. Clemente XIII vio al viejo coloso de Roma caer en rui
nas y murió despues por no poder retardar su caida.
Clemente XIV elevó la filosofía al sólio de los papas. Por
un momento hizo resplandecer el poder fantástico de la Santa
Sede. Su carácter y moderacion le atrajeron la influencia que
el fanatismo de su antecesor le habia quitado.
Portugal rompió con Roma y quiso darse un Fatriarca;
las córtes de Francia, España y Nápoles se indignaron de la
excomunion ridicula de Clemente XIII contra el duque de
Parma; Venecia pretendia reformar, sin el concurso de los
papas, las comunidades religiosas que la union aprobase.
Polonia pretendia disminuir la autoridad de la Santa Sede.
Roma misma dejaba escapar su indignacion y parecia recor
dar que habia sido la señora del mundo.
Clemente, por medio de una hábil política y de una pru
dencia y sabiduría consumada, obtuvo el movimiento; pero
los sacerdotes enemigos de la tolerancia no perdonaron ni aun
al mismo pontífice y murió envenenado.
Ya LA LIBERTAD, esa llama de la razon, estendia sus
sublimes resplandores en los espíritus todos. Los hombres em
pezaban á sacudir las vergonzosas cadenas de la supersticion.
Una universal inquietud se dejaba sentir en las masas, fe
liz presagio de revoluciones morales.
Pio IV quiso recobrar el formidable poder delos pontífices
de Roma, y prosiguió la execrable política de sus predecesores.
El Emperador de Austria José II detiene la propagacion
de los conventos que amenazaban invadir su reino; suprime
obispados, funda seminarios y protege sus estados contra la
dominación de la Santa Sede.
El gran duque de Toscana prepara análogas reformas; di
suelve las cofradias, aüula la autoridad de los nuncios y pro
hibe el dirigirse á Roma para juzgar á los sacerdotes.
En Nápoles, un ministro filósofo arranca á la avaricia de los
papas las indulgencias, la colacion de los beneficios y la provi
sion de las vacantes eclesiásticas. Por último, rehusa pagar al
Papa el vergonzoso tributo que sobre la nacion pesaba de una
hacánea blanca ricamente enjaezada, con alamares de plata y
xxxm

conduciéndole seis mil ducados en moneda del mismo metal.


El soberano aprueba la política de su ministro, prohibe la
introduccion de las bulas en sus dominios, ordena á los obispos
otorgar las dispensas que se pedían á Roma, despoja á los Papas
de la provision de los obispos en las DosSicilias y arroja al nun
cio de su reino.
La revolucion francesa se fermenta; los Estados generales
reunidos en Versalles decretan las reformas del clero, anulan los
votos monásticos y proclaman la libertad de conciencia.
El Papa excita sangrientas revueltas en Aviñon para resti
tuirla al poder de Roma, pero sus pretensiones espiran ante la
actitud de la Asamblea Nacional que decreta solemnemente la
reunion de esta ciudad al territorio francés.
Los ejércitos franceses conquistan la Italia: Pio VI bajo é
hipócrita, mendiga la alianza de la republica.
Pero la justicia de una gran nacion es inflexible: el asesinato
del general Duphot reclama una reparacion inmediata; el Pon
tífice es arrancado de Roma, conducido á la fortaleza de Valen-
ce, y alli termina su carrera envilecido por la bajeza y la per
fidia.
El cónclave se reune en Venecia; despues deciento y cuatro
dias de intrigas y seducciones, el benedictino Chiaremonti es
elegido Papa bajo el nombre de Pio VIL
El Pontífice hace alianzas con la república y firma el famo
so concordato.
Una nueva era comienza aquí para loa destinos de la Fran
cia. La república cede el puesto al imperio, y Napoleon sube las
gradas del trono.
Le obliga al Papa á consagrarlo emperador en Paris, para
que su presencia aumente la magnificencia de aquella imponen
te ceremonia.
La debilidad de carácter de Pio VII le entrega sin defensa á
las intrigas que el ódio hácia el clero trama con los enemigos
del imperio.
Napoleon, indignado de aquellas sordas maquinaciones, di
rigidas contra su poder, por los consejeros del Papa, expide un
decreto qu ; cambia el gobierno de Roma, declara la incautacion
Historia db los Papas• 3
XXXIV

al Imperio, de los estados de la Iglesia, y al soberano Pontífice


despojado de su poder temporal.
La antigua audacia del clero venció á las revoluciones: Pio VII
fulminó los rayos del ValticaUo.
Fíjase de noche la bula de excomunion en las calles de Roma;
se llama al pueblo á las armas, se le excita á la carnicería y se
designa á los franceses á la venganza pública. Pero Roma, li
bertada del yugo sacerdotal, permanece sorda á los reclamos del
fanatismo; se arria el estandarte blanco de San Pedro, y en to
dos los monumentos y edificios romanos se enarbola el pabellon
de tres colores de la Francia revolucionaria.
Las guerras se suceden en Europa; los reinos ceden al dere
cho de la conquista, derrúmbanse las antiguas instituciones, y
la Francia resplandece por todas partes con toda la majestad de
sus triunfales glorias.
Pero Napoleon erige nuevos tronos, y cae á los golpes de los
mismos reyes que él corona.
Esta terrible catástrofe cambia los destinos de las naciones
y vuelve al Papa la herencia de San Pedro.
Pio VII hace su entrada triunfal en Roma: ábrense los tem
plos, se dan acciones de gracias al Todo-Poderoso para celebrar
la nueva esclavitud de los pueblos, y el Santo Padre muere ro
deado de sus cardenales, en medio de las pompas y la magnifi
cencia del poder.
Despues de él cuatro Papas han ocupado la silla de San Pe
dro, pero su silencioso tránsito no deja huella alguna en la- his
toria de las naciones.
Los orgullosos pontífices que lanzaban el anatema sobre los
reinos, daban y quitaban imperios, y estendian sobre los pueblos
el yugo del fanatismo y del terror, hoy al servicio de la Fran
cia, al servicio de los opresores de la Italia, mendigan bajamente
la proteccion de los reyes para oprimir á los romanos y sostener
sobre sus sienes la tiara.
Pueblos de Italia, ¡salid de vuestro sueño; no os falta mas que
un paso y vuestra obra está completa! ¡Cotemplad el Capitolio!
¡Acordáos de la antigua Roma y de sus gloriosos é inmortales
destinos!... ¡Congréguense vuestras legiones, y las sombras de
ixxV

los ilustres hombres en cien generaciones marcharán á vuestro


lado para conquistar el último rincon, pero el mas importante!
Su conquista os asegura la gloria, la ventura eterna y la libertad.

La historia de los Papas, rodeada de un lúgubre cortejo


de muertes, envenenamientos, torturas, incestos y parricidios,
ha atravesado diez mil años de despotismo.
La historia de los Reyes recorrerá los mismos siglos de
crímenes y atentados.
Despues del Vaticano, el Louvre; la Francia despues de Ro
ma; y sus orgullosos señores, ya ciñan á su frente la tiara de
los Papas, ya la corona de los Reyes y de los Emperadores, fa
tigarán á los pueblos bajo el peso de una doble tiranía.

¡Francia! ¡Magnífica y gloriosa nacion, cuya voz poderosa


ha hecho oir al mundo las sublimes verdades! \Los derechos del
hombre, la libertad de los pv•eblos\
Francia ha atravesado diez y ocho siglos envuelta en las
tinieblas de la ignorancia, esclava bajo un cetro de hierro,
humillada por una admiracion estúpida hácia los Papas y
hácia los Reyes.
Los galos son esclavizados al principio por los druid s, cuyo
culto bárbaro ordenaba quemar á los niños sobre el altar de su
dios Theutales.
Las cohortes romanas vienen en seguida á las órdenes de
César é invaden las Gálias.
Los vándalos caen sobre las provincias romanas y reducen á
esclavitud todos los pueblos comprendidos entre Viena y las
fuentes del Sena.
Faramundo, á la cabeza de las hordas bárbaras venidas de
la Germania, destruye á los vándalos y funda la dominacion de
los Francos.
Su hijo Clodion el Cabelludo prosigue sus conquistas sobre
\oí romanos.
XXXVI

Clodoveo los quita enteramente las Gálias, vuelve sus ar


mas contra los que le habían auxiliado en sus guerras y se apo
dera de Amiens, haciendo asesinar á Chararico: invade á Metz;
ata de pies y manos á ¡Sigiberto, su más leal aliado, y le rompe
el cráneo con su maza de hierro.
Clodoveo en seguida se convierte al cristianismo, para afir
mar una monarquía que hace formidable por sus traiciones y
asesinatos.
Los reyes, sus sucesores, descendientes de Meroveo, de Car
io -Magno ó de Capeto, se mostraron dignos herederos de sus
estados y de sus crímenes.'
Clotario I persigue á uno de sus hijos rebeldes, le sorprende
estando con su mujer y sus dos hijos encasa de un aldeano, hace
cerrarle la salida, prende fuego á la casa, y se regocija en ver el
espectáculo horrible de las llamas que devoran á aquellos niños.
¡áigiberto, rey de Australia, se casa con Brunequilda; Fre-
degunda comieza á reinar sobre Chilperico, rey de Francia; es
tas dos execrables mujeres, que rivalizan en crímenes y atenta
dos, sumergen al reino en un mar de espantosas guerras.
Fredegunda hace asesinar á Sigiberto: Brunequilda seduce
al hijo de Chilperico y le arma contra su mismo padre.
El rey de Francia, airado contra esta alianza, hace degollar
á su hijo, y envuelve en su venganza á su hijo segundoy á An-
dowe a, su madr •.
Fredegunda estrangula á la mujer de Chi perico, haciéndo
la asesinar por su mismo amante.
Brunequilda impulsa á sus hijos á la guerra contra Frede
gunda y veinte mil franceses perecen en Ta demanda
Para conservar su autoridad, excita en seguida á losdosher-
manos uno contra otro, interviene en las maldades de Thierry,
le ordena asesinar á su hermano y en seguida le envenena.
Los pueblos, cansados de los crímenes de esta abominable
mujer, la abandonan á Clotario II; este príncipe, digno de aquel
Brunequilda entera-
mente desnuda á los ultrajes de los soldados, y la hace atar á la
cola de un caballo indómito, que la arrastra y destroza, derra
mando sus restos á través de sierras y montañas.
XXXVIt

Pero los obispos, enriquecidos por las liberalidades de Brune-


quilda, recogieron preciosamente las cenizas de la hoguera que
consumió su cadáver, las encerraron en una urna que fué depo
sitada en la abadía de San Martin, y el Papa San Gregorio, que
le habia prodigado las más serviles alabanzas, la consideró casi
como santa.
Dagoberto I, bajo, devoto, hipócrita, rodeado siempre de una
multitud de cortesanos, destierra del reino á los judíos, levanta
templos, funda monasterios y pasa á la posteridad cargado con el
desprecio de todos los siglos.
Clodoveo II, primer rey hereje y ocioso, abandona la auto
ridad á los maires de palacio, para entregarse á la voluptuosidad
en los brazos de sus meretrices.
Sus sucesores, ocultos en los suntuosos palacios, y circunda
dos de los favoritos, sumergidos en sus vicios, no aparecen mas
en las asambleas de sus Estados ni á la cabeza de los ejércitos;
los maires de palacio son los soberanos de la nacion, y el rey
solo una vez se muestra al pueblo, en un carro ornado de flores
y tirado por bueyes.
Pepino, maire de pafacio, prepara el trono á la ambicion de
su familia: adula al clero, enriquece los conventos, acaricia al
pueblo, disminuye los impuestos, se hace de un partido formi
dable y muere dejando á su hijo mas poderoso que un rey.
Cárlos Martel sigue la misaia política de su padre, reune á
los grandes del reino y se hace aclamar príncipe de los fran
ceses.
Consigue una victoria decisiva sobre Abd-El-Rhaman: cua
trocientos mil sarracenos son derrotados en los campos de Tours
y el invasor es arrojado de nuevo hácia los límites de España.
Pepino, su hijo, se apodera del trono, hace rapar la cabeza
á Chilperico IV y arroja en un claustro al último rey de aque
lla raza de los Meroveos que, durante trescientos años, habia cu
bierto á la Francia de desastres.
Carlo'Magno sucede á Pepino, su padre; gran legislador, da
á la Francia sus capitulares; administrador hábil, organiza su
yasto imperio, establece jueces en las provincias y abre acade
mias á todas las ciencias. Pero la ambicion convierte á Cario
XXXVIII

Magno en usurpador y parricida. Su fanatismo le lanza á crue


les guerras contra sajones, árabes y lombardos, y treinta y tres
años de matanzas y de carnecería, forman el reinado de Carlos
el Grande.
Las leyes de Carlo-Magno se olvidaron despues de su muer
te, desaparecieron los establecimientos que habia fundado, así
como los sabios que llamó para ilustrar su reino, fueron dester
rados, quedando de nuevo el pueblo en las tinieblas.
Luis el Benigno, rey débil y devoto, mejor monge que rey,
empezó el estraño trastorno del reino.
Se apoderó de los estados de Bernardo, su sobrino, rey de
Italia, y los dividió entre los tres hijos de su primera mujer
Judith, la mas bella y jóven de las doncellas de la córte, lle
gó á ser la segunda esposa de Luis; su ambicion fué igual á su
impudicia; quiso elevar al trono á Cárlos, su bastardo, y los hi
jos de Luis tuvieron que revelarse, congregar un concilio y de
poner á su padre.
Los disgustos domésticos, los ódios, las perfidias, se suce
dieron sin interrupcion, y Luis murió dejando el reino dividido
entre sus cuatro hijos.
Cárlos el Calvo, hijo de Judith, vino á ser el rey de Fran
cia, y renovó los escándalos de su madre. La bella Richilda,
concubina, sube con él al trono: con ella suben tambien los in
cendios, el pillaje, las muertes, todo género de liviandades, has
ta que envenena á su marido por medio de Boson, su hermano,
y su amante.
Los sucesores de Cárlos preparan la ruina y la decadencia de
la segunda raza; Luis el Tartamudo reina dos años, deja dos bas
tardos y á la reina en cint i, sujeta á los estremos de la anarquía.
Cárlos el Gordo, rey de Baviera, es llamado al imperio por
los sufragios de los estados.
Bajo su reinado, los normandos, saliendo de las eternas y
pavorosas nieves de la Escandinavia, se arrojan sobre Francia,
sitian á París, y obligan á Cárlos á pagarles un tributo y á de
jarles entrar á saco las provincias.
Los pueblos indignados le echan del trono, y el rey de Fran
cia se encuentra reducido á tal estado de abandono y de pobreza
que no puede ni vestir su desnudez, ni satisfacer el hambre,
Carlos el Simple toma las riendas del reino; su debilidad ani
ma la audacia de los grandes vasallos de la corona; el conde Ro
berto enarbola la bandera de la rebelion y libra una batalla, en
la cual muere; su yerno Heriberto, conde de Vermandois, se
epodera por medio de la traicion de la persona del monarca, le
obliga á abdicar y coloca la corona sobre las sienes de Raoul.
Despues de la muerte del usurpador, el hijo de Cárlos el Sim
ple es llamado a Francia por los estados, y reina con el nombre
de Luis de Ultramar.
Las mismas perfidias y las mismas crueldades señalan el im
perio de Luis IV; trata de apoderarse de los estados del duque de
Normandia, y él mismo cae prisionero en poder de sus enemigos.
Hugo Capeto le liberta sacrificando la Bretaña; el rey, por
gratitud, arroja en un calabozo al conde de Vermandús, cuñado
de Hugo, y lecastiga inflexiblemente con la prision de su padre.
¡Pero la venganza de los Capetos habia de ser terrible! Hugo
sedujo áEminia, mujer de Lotario, manda envenenar á su mari
do y á su hijo, y la raza de los Cariovingios se mancha con este
doble parricidio.
Hugo Capeto recoge la sangrienta herencia, congrega los es
tados, se hace proclamar rey de los franceses, y funda la dinas
tía de los Capetos.
Para asegurar su usurpacion, sacrifica la nacion á su política,
se reparte el reino con sus grandes vasallos, crea dueados, con
dados, baronías, marquesados, señoríos, todo aquel monstruoso
gobierno feudal que fatigó ala Francia durante setecientos años.
Roberto el piadoso le sucede, erige iglesias, enriquece con
ventos, y entrega al clero los despojos de los desgraciados
pueblos.
El Papa Gregorio V excomulgad este rey beato, pone al reino
en interdicto, suspende el servicio divino y prohibe álos sacerdo
tes administrar los sacramentos á los vivos y la sepultura á los
muertos hasta que Roberto repudia á Berta, su primera mujer.
Felipe I sube al trono; las guerras de la Francia con Ingla
terra comienzan con su reinado: una disputa frivola entre los hi
jos del duque de Normandia y de Felipe, origina aquellas rivali
XI,

dades y una lucha de exterminio, de implacnbles ódios, de gene


rales é insensatas discordias, que causaron la enemistad eterna
de estas dos poderosas naciones.
Los Papas quebrantan imperios y principian á elevar sus au
daces pretensiones sobre las coronas de los reyes.
Las cruzadas se publican y tres millones de hombres mar
chan á la conquista de Tierra Santa, bajo el mando de Pedro el
Hermitaño.
En medio de esta confusion, los monjes, los canónigos, los
cartujos, jacobinos, benedictinos, agustinos, dominicanos, blan
cos y negros, los carmelitas calzados y descalzos, se multiplican
al infinito y devoran la sustancia de los pueblos.
Bajo Luis VI, los tiranos del feudalismo se abrogan derechos
inconcebibles y sumen á la Francia en las desgracias mas espan
tosas: las provincias se levantan contra las provincias, las ciuda
des contra las ciudades, los castillos contra los castillos, y los se
ñores se hacen una guerra encarnizada y de exterminio.
Luis VII toma parte en estas contiendas, marcha contra Ti-
baut, conde de Champagne, se apodera deNitry,pasa á degüello
á sus habitantes, y para hacer mas estupenda su victoria, des
pues de haber hecho tapiar las puertas de un templo á donde se
habian recogido las mujeres, los niños y los viejos de la infortu
nada ciudad, la prendió fuego y mil quinientos cadáveres que
dan envueltos entre sus ruinas.
Este rey devoto, para expiar su crimen, fundó nuevos con
ventos, enriqueció a los frailes, y por último, emprendió una
cruzada.
Los desórdenes de Leonor, su esposa, los amores incestuosos
de esta con Raimundo, su tio, sus liviandades con un jovencillo
turco, introdujeron el desorden en el campamento de los cruzados.
Luis VII mata á su mujer y se vuelve á Francia con los diez
mados restos de su ejército.
Felipe augusto destierra los judios de su reino, los vende el
derecho de volver á entrar, y los extraña de nuevo.
Se cruza con Ricardo de Inglaterra por ir á la conquista de
Tierra-Santa y renueva los desastres de su padre.
Felipe, excitado por el Papa Inocencio III, ordenó la cruzada
contra los albigenses. El horrible Domingo, acompañado de los
legados del Papa, dirigió la ejecucion. Los católicos, en nombre
de la religion, cometieron los mas afrentosos crímenes, incendios,
y asesinatos, y abandonándose á impías liviandades, violaronlos
cadáv res de las hijas y mujeres de aquellos que degollaban.
San Luis subió al trono: débil y devoto, abandonó el reino para
ir á conquistar la Tierra-Santa. Los sarracenos le hicieron prisio
nero, y París pagó 8.000 libras de oro por la redencion del rey.
De vuelta á Francia, se ocupó de la administracion del rei
no: hizo justicia á los pueblos, y publicó, sus famosas ordenan
zas, mezcla de sabiduría y de fanatismo, y conjunto anómalo de
justicia y de crueldad.
Condenó á los blasfemos á que se les pasase la lengua con
un hierro enrojecido, quemándoseles tambien los lábios, y orde
nó á sus ministros perseguir á los herejes y quemarlos sin mise
ricordia.
Declaró infames á los judios, y por lo tanto sujetos como es
clavos á sus señores; añadiendo la ley que los cristianos convic
tos de haber tenido relaciones criminales con una judia, fuesen
quemados vivos, porque, segun la ordenanza real, «maritar con
una judia era un crimen igual al de la bestialidad.»
El hermano de San Luis, Cárlos de Anjou, fué llamado á
Italia por Inocencio IV para apoderarse del reino de Nápoles.
Vencedor por traicion del jóven Conradino, lo hizo decapitar, y
con un inconcebible refinamiento de crueldad, el desdichado
Enrique, hijo del rey de Castilla, fué aprisionado, cargándole
una cadena de hierro, y paseándole de este modo por todas las
ciudades de la Puuille y del Benavente.
Luis IX cedió aun al fanatismo de los curas; emprendió nue
vas cruzadas, abordó el Africa, se apoderó de Cartago y murió
de la peste bajo los muros de Túnez.
Felipe el Hermoso, por una miserable perfidia se apoderó de
la jóven condesa de Flandes, para obligarla á romper su matri
monio con el hijo del rey de Inglaterra. Una segunda traicion
le hizo señor de aquel condado, del conde y de sus hijos, que
habian venido bajo la fé del rey á suplicar á Felipe les volviese
á la jóven princesa. '
XUI

Los flamencos, indignados, se arman para vengar la viola


cion del derecho de gentes. Un tejedor y un armero son los tri
bunos que conducen al pueblo, y cuarenta mil franceses son pa
sados á cuchillo en los campos de Courtray.
Los pueblos, desangrados por las guerras, no pueden aumen
tar sus tesoros. Felipe roba á la nacion, disminuye el preoio de
la moneda y se hace el primer falso monedero con corona.
Su avaricia no queda aun con esto satisfecha, y los templa
rios son llevados al patíbulo para dejar al rey las inmensas ri
quezas de la orden.
Bajo Cárlos IV los libertinajes de Margarita de Borgoña, de
Juana su hermana y de la reina Blanca, hacen eternamente cé
lebre la torre de Nesle.
Felipe y G-authier d'Aulney, sus amantes, sorprendidos en
adulterio con estas princesas, son condenados á ser degollados
vivos y arrastrados por caballos salvajes sobre la yerba de una
pradera recientemente segada.
Los Valois suben al trono, y se proclama en Francia la lev
Sálica.
Felipe de Valois, imperioso y cruel, declara la guerra á los
flamencos y á Inglaterra. Su flota es destruida en la jornada de
la Ecluse, y treinta mil franceses son ahogados en las profundi
dades de la mar.
El ejército de tierra, muere todo entero en la funesta batalla
de Orequi.
En medio de los desastres públicos, el rey de Francia y su
suntuosa corte exigen al pueblo oro y mas oro, para continuar
el lujo de las fiestas.
La miseria del pueblo se sacrifica á la avaricia de sus tira
nos; los impuestos y subsidios se duplican; una ley nueva dis
minuye aun el valor de la moneda, y el afrentoso estanco de la
sal viene á aumentar la infamia de este reinado.
Juan pierde la batalla de Poitiers, cae prisionero del rey de
Inglaterra, y su redencion cuesta á la Francia 3.000.000 de es
cudos de oro y sus mas bellas provincias.
Cárlos V le sucede. Verdugo de los pueblos, emprende una
larga série de guerras que pudo evitar asaz hipócrita, paraocul
xnn

tar su avidez y sus exacciones, asaz hábil para deslumhrar á la


naoion por el resplandor de sus victorias, asaz astuto para pare
cer un hombre de génio, asaz polítioo, en fin, para hacerse amar
de la nacion; Cárlos V ha pasado á la posteridad con el sobre
nombre de Sábio.
Pero la matanza de Moutpeller. ha dejado en la historia una
página sangrienta contra la monarquía, y los pueblos se han
desengañado del imperio que depositaron en un solo hombre.
Los habitantes de Montpeller se habian rebelado contra los
empleados del rey, que hollaban sus fueros en la percepcion de
los impuestos.
Ochenta oficiales ó exactores fueron asesinados por el pue
blo; el rey Cárlos el Sábio, para vengar á los seides de su tiranía,
envió contra la ciudad un ejército mandado por el duqne de Berry
su hermano. Cuando llegó el príncipe á las puertas de Montpe
ller, los habitantes, los cónsules, los clérigos, salieron á su en
cuentro, con una soga al cuello, desgarrados los vestidos anegados!
en lágrimas, y le presentaron las llaves, gritando: \Misericordia
Mas aquel tigre de execracion sitió la plaza y publicó un
edicto, por el cual declaraba «que los privilegios de la ciudad
»quedaban abolidos; el consulado, las arcas comunes y la uni
versidad suprimidas; las campanas y el uso de la sal, prohibi-
»do; destruidas las murallas; ordenando además, que seiscientos
»habitantes, escogidos á discrecion del tirano, quedaban conde-
» nados á muerte, en la forma siguiente: doscientos decapitados,
»doscientos en la horca y doscientos quemodos vivos.» Todo lo
cual fué ejecutado por órden del muy alto, muy noble y muy
poderoso señor, Cárlos el Sábio, rey de Francia.
Bajo Cárlos VI, los pueblos se levantan pidiendo la dismi
nucion de los impuestos; entonces el rey, para estinguir la in
surreccion, congrega poderosas fuerzas en París, desarma á los
ciudadanos, defiende las Asambleas, busca á los rioos en síis
casas, y como le faltasen verdugos, aquellas desgraciadas vícti
mas, fueron envueltas en sacos y arrojadas al Sena.
Se aumentaron las gabelas, la ciudad de Paris estaba arrui
nada, y la imposicion de las rentas públicas, sin embargo , se
gravó hasta einoe veces mas que en el año anterior.
El matrimonio del rey con Isabel de Baviera exigia aun su
mas inmensas, y Paris, amenazado por los soldados de Cárlos VI,
tuvo que llevar á los piés de la reina sesenta mil coronas de oro.
En los demás departamentos los pueblos se veian diezmados,
pues los habitantes morian a miles de bambre sobre las gradas
de los palacios; mujeres y niños, sin asilo, estaban expuestos,
sin defensa á los rigores del invierno.
En los campos, la soldadesca desenfreda robaba los rebaños
y m. taba á los labradores que se atrevian á quejarse.
Pero la reina Isabel pasaba los dias y las noches en las fies
tas en medio de alegres bailes, de suntuosas recepciones y ro
deada de todos los libertinajes.
El rey Cárlos se volvió loco; los pueblos embrutecidos mira
ban su persona como inviolable y sagrada, respetando aquel
fantasma de monarquía y abandonando á Isabel las riendas del
gobierno. Bajo aquella regencia, espantosos desastres desolaron
la nacion; las guerras civiles no ternian término, los Armag-
nacs y los Borgoñones rivalizaban en perfidia, en bajezas y en
crímenes .
A estas calamidades hubo que añadir otros dos azotes; la in
saciable avaricia de los Papas que estrujaban al rano para sa
carle hasta la última sustancia, y una epidemia, originada por
los excesivos calores y por la multitud de muertos enterrados en
los cementerios de París. Entre las dos fiestas de la Virgen cien
mil habitantes habían perecido de aquel contagioso mal.
Cárlos VI murió. El reino pasó á la dominacion inglesa, y el
Delfín, despojado de sus estados, olvidó la Francia entre fiestas
y placeres.
Unajóven inocente, Juana de Arco, representa á Cárlos VII,
reanima la energía del príncipe, se pone al frente del ejército y
conduce al rey victorioso á Reims, en cuya catetral es consagra
do solemnemente.
Luis XI sucedió á su padre, que se habia dejado morir de
hambre temiendo ser envenenado por aquel mónstruo. Luis XI,
su nombre solo recuerda la crueldad de un tirano intrigante y
supersticioso.
Bien pronto su implacable carácter sedió á conocer: en Reims,
tiv

ocasionaron una rebelion las exacciones de las gabelas; para cas


tigar al pueblo rebelde el rey introduce én la ciudad una multi
tud de asesinos, que matan alevosamente y en sus mismas casas
á los indefensos vecinos.
Su hermano Cárlos murió envenenado. El conde de Armag-
nac es atormentado por órden suya, despues de haber roto una
hostia con el cardenal de Arras. El condestable de San Pablo es
tambien condenado á muerte en un juicio inicuo. El duque de
Nemours es encerrado en la Bastilla dentro de una caja de hier
ro, en seguida fué condenado á que se le decapitase, y el dia de
la ejecucion se llevó á sus hijos cubiertos de largas túnicas blan
cas hasta las gradas del patíbulo, donde se mancharon con la
sangre de su padre.
Prosiguiendo su venganza contra aquellos desgraciados ni
ños los hizo sufrir tormentos que no se pueden creer.
Bajo é hipócrita Luis XI llevaba en su sombrero una Virgen
de plomo, ante la cual se prosternaba para obtener el perdon de
las culpas que cometía. Mas de cuatro mil personas perecieron
por sus órdenes. Bajo su reinado no se vieron junto á los reales
alcázares mas que instrumentos de martirio y patibularios.
En fin, aquel monstruo coronado dió su alma detestable en
medio de terrores y tormentos.
Luis XI ocupa el primer lugar en los anales de los tiranos
que han afligido á la humanidad; ningun otro déspota presenta
un conjunto de cualidades mas extrañas. No respirando mas que
venganza, pero procurando retardarla por el placer de hacerla
mas cruel, ávido de dinero, y sabiendo prodigarlo para conse
guir sus propósitos, bárbaro, y acariciando á sus enemigos para
sorprenderlos desarmados, de una desconfianza poco comun, y
fingiendo el abandono cuando queria saber un secreto; ruin de
voto y muchas veces intrépido en sus acciones, tal era el fondo
fisonómico de este tirano sin semejante.
Todos los actos de su vida fueron la ramificacion de su per
fidia y muéstrase cuanto escedia á los demás en la combinacion
tortuosa de una política execrable.
Luis XII, el padre del pueblo, quitó á la universidad de París
sus privilegios, introdujo en la ciudad un gran número de sol
XLVI

dados para espigar lo mejor de la clase media y del pueblo, se


alió por horribles pactos con Alejandro VI, aquel Borgia harto
de crímenes, y obtuvo autorizacion para repudiar a la desven
turada Juana.
Este rey se dejó arrastrar á la guerra de Italia por los conse
jos del Papa y de su hijo César Borgia, y la Francia vió sepul
tarse sus tesoros en deplorables guerras.
Francisco I llama cerca de sí á los obispos del reino, á los
gentiles hombres de las provincias, y para aumentarla magnifi
cencia de su córte, les vende los cargos del Estado. Su fanatis
mo provoca nuevas luchas en las ciudades del Mediodia, y el
Parlamento de Provenza, secundando en furor, hace ahogar seis
mil personas, sin perdonar edad ni sexo.

Despues de haber arruinado su reino, regó la Italia de san


gre francesa; despues de haber caido prisionero en Pavía, y de
haber dado prn* su rescate 2.000.000 de escudos de oro, los du
cados de Borgoña de Artois y de Flandes, Francisco I murió
de una infame enfermedad que habia adquirido en los brazos de
la bella Teronniére.
Enrique II estableció una Cámara enemiga de los luteranos
del reino y asistió rodeado de su córte á los suplicios de nume
rosas víctimas del furor de los católicos. Los infelices protestan
tes atados con una cadena de hierro á una viga que giraba sobre
una trampa, eran arrojados en braseros encendidos; en seguida
aquella máquina infernal girando sobre sí misma los levantaba
en alto y volvíalos á sumergir en las llamas , haciendo renovar
á los pacientes sus insufribles dolores. Los horrorosos gritos
de uno de estos desdichados hirieron de tal manera el alma em
pedernida del rey, que toda su vida conservó espantosos recuer
dos que le perseguían en el fondo de su palacio.
Francisco II reinó quince meses y los suplicios de los herejes
continuaron sin descanso. Pero la rabia sucede al sufrimiento y
los protestantes que se habian multiplicado infinitamente á pesar
de las atrocidades de los tormentos y bajo el suplicio de los ver
dugos, imitaron al cabo en justas represalias las crueldades de
sus enemigos. Sangrientas guerras civiles destrozaron á la Fran
cia; una paz mas funesta que la guerra sucedió á la horrible
ílvii

carnicería y la barbárie, uniéndose á la bajeza de las almas, sa


cudió sobre los pueblos las antorchas del fanatismo.
La Inquisicion se introduce en Francia; el consejo del rey y
los parlamentos la autorizan; el canciller de l'Hopital único
hombre de bien en medio de aquel siglo corrompido, se opone
al establecimiento de aquel odioso tribunal.
Despues de la muerte de Francisco II caminamos á través de
patíbulos, horcas y hogueras. Provincias enteras son reducidas á
cenizas, y entregadas á la ruina, á la devastacion, al saqueo, al
luto y á la muerte. Todos los crímenes cometidos por la ambicion
y el fanatismo d< spues del concilio de Nicea, palidecen ante el
nuevo reinado de Cárlos IX, quien por sus acciones se coloca en
la historia al nivel y entre aquellos mónstruos cuyo sólo nom
bre hace experimentar un sentimiento de horror y de miedo.
Apenas sube las gradas del trono a rende el arte de gobernar
por medio de la intriga y de la perfidia. Organiza matanzas de
protestantes en París, Amiens, Meaux Chalons, Troyes, Mou-
lins, Clermont, Nevers, el Maus, Angers, Tours, Reims, Poi-
tiers, Tolosa, Burdeos, etc., etc. Espantosas hogueras se en
cienden en toda Francia, y para vergüenza eterna de la magis
tratura, el Parlamento de París expide un decreto permitiendo
matar á los protestantes donde quiera que se les encontrase.
Los hombres perecían por el hierro y por el fuego. Las mu
jeres y los niños eran robados del hogar, en donde se violaba á
las doncellas antes de ahorcarlas, y cuyos cadáveres se exponían
aun á la infame lujuria de aquellos fanáticos verdugos.
Los curas y los frailes mataban por sí mismos las inocentes
victimas en nombre del Pontífice de Roma y del rey Cár
los IX.
Los crímenes de Catalina de Médicis, de los duques de Gui
sa, del cardenal de Lorena y de sus esclavos, vinieron á au
mentar los desastres de aquel reinado.
Pero todos aquellos atentados se desvanecen ante el recuerdo
de la Saint Barthelemy . . . ¡La campana fatal se hace oír! . . . ¡La
señal que da el reloj del palacio repercude en toda la Francia!...
Famélicos tigres avaros de sangrienta carnicería se precipitan so
bre los protestantes; los arrancan de sus casas, los arrojan por las
XI.VIII

ventanas sobre las picas de los soldados, mutilan vergonzosa


mente los cuerpos aun palpitantes; cuajan las calles de cadáve
res de mujeres, viejos, niños indefensos y candidas doncellas!
Cárlos IX se arma de su arcabuz, y desde la famosa torre del Lou-
vre descarga el mortífero instrumento sobre los desgraciados que
buscan á nado escapar del golpe de los asesinos! ....
La carnicería duro tres dias en París y dos meses en toda la
Francia. Cuarenta mil protestantes fueron degollados en los es
tados del rey cristiano.
Despues de aquellas sangrientas jornadas, Catalina de Medi
eis y su hijo, rodeados de un cortejo brillante, de señores rica
mente vestidos y de damas coronadas de flores y de pedrería, se
encaminaron á Montfaucon para contemplar aquellos cuerpos
enteramente desnudos y horriblemente mutilados, que aun lu
chaban con las agonías de la muerte.
Enrique III subió sobre el trono y arrastra en pos de si una
multitud de afeminados ministros de sus lúbricos placeres.
Por orden suya, el cardenal y el duque de Guisa son pasados
á puñaladas en el mismo palacio, despues de haberles jurado so
bre el altar una leal amistad.
Una liga se forma para pedir cuenta al rey de aquel doble
crimen. Los frailes, los obispos, piden abiertamente la muerte del
tirano, y Santiago Clemente pone fin á aquel reinado con el ase
sinato del envilecido Enrique.
Con este príncipe quedó estinguido el brazo ó familia de los
Valois. Enrique IV, rey de Navarra.de la casa deBorbon, sucé-
dele en el trono.
Por su carácter caballeresco y su manera, Enrique se con
quistó el corazon de los soldados: con ellos ganó gloriosas bata
llas, puso fin á la liga y obtuvo la corona, abrazando la religion
católica.
Bajo aquel reinado se suspendieron las persecuciones,^ los
pueblos respiraron con desahogo. Hábiles ministros pusieron el
erario en órden, disminuyeron los impuestos, reprimieron el li
bertinaje de la soldadesca, é hicieron querida la monarquía. Pero
los obispos armaron la mano del fanático Ravaillad y Enrique
murió asesinado.
XLIX
Luis XIII abandonó la gestion de los negocios á su madre
María de Médicis, acusada de haber muerto á su marido.
Cambiando en seguida de parecer, bizo asesinar á su vista al
mariscal de Ancre, favorito de su madre, arrojó á ésta del reino
y la dejó morir de tambre en Colonia.
Los calabozos de la Bastilla se llenan de víctimas del rey y
de su digno ministro.
En seguida el cardenal de Ricbelieu y Luis XIII, á la cabeza
de un ejército formidable, se dirigen á poner sitio á la Ro
chela. Los habitantes de aquella ciudad , valientes y llenos de
entereza, rehusaron entregar la plaza á discrecion de sus fe
roces enemigos, declarando que morirían .envueltos entre sus
ruinas antes que entregarse, retrechados por los rigores del
sitio, dejaron salir sus mujeres , los viejos y los niños, que se
esparcieron entre el campamento de los sitiadores y los mu
ros de la ciudad, alimentándose con las yerbas que encontra
ban. Entonces el cardenal, minstro de un Dios de paz, y el mo
narca imbécil é hipócrita, ordenaron á sus tropas acometer y
tirar contra aquellos indefensos espectros lívidos descarna
dos y temblorosos. ¡Y para vergüenza de aquel siglo, encon
traron soldados desalmados que ejecutaron aquella órden
sanguinaria de dos impíos tiranos!
Richelieu, en nombre del rey ordeuó las proscripciones,
lo? asesinatos, las muertes jurídicas, y terminó sus san
grientas ejecuciones por la rmierte de Cinq-Mars y del virtuoso
de Thou.
Luis XIV comenzó un reinado de setenta y dos años,
reinado de gloria, de grandeza, de crimines y de calami
dades.
Rey absoluto, reasumiendo toda la nacion en su individua
lidad, cerró por quince años el Parlamento de Paría y derri
bó el único poder colocado enlre el trono y el pueblo. Las
Historia de los papas. .* i
L
cámaras pretenden dirigir al monarca una protesta, y él ha-
. ce prender á los consejeros y encerrarlos en los calabozos de la
Bastilla.
Extinguidas las guerras civiles, orgulloso de sus primeras
victorias, entra en el Parlamento con botas altas, con un lá
tigo en la mano, disuelve la asamblea y prohibe toda oposi
cion á sus mandatos.
El terror del despotismo cubre la Francia entera y Lus XIV
puede desplegar sin temor el fausto y el orgullo de los sobera
nos de Aída. Las lágrimas del pueblo se cambian de oro, y
las riquezas de la nacion sirven para pagar las concubinas y
esclavas tituladas de aquel rey voluptuoso.
Mas aquel principe altanero delante de los débiles obedece
humildemente las órdenes de Cromwell, y destierra de sus
Estados á los fugitivos Estuardos.
Hace un tratado con España y envia socorros á Portugal;
vende proteccion á Holanda, y despues de haber recibido di
nero de su vergonzoso tráfico de mediador, rehusa unir sus na
vios á la armada de sus aliados.
Usurpa provincias al hijo de Cárlos II, su cuñado, rey de
España, cuyo protector debia ser, y con el emperador de Aus
tria se reparte aquellos despojos.
El Franco-Condado es invadido con igual iniquidad. Su
conquista duró tres semanas, y Luis XIV hizo aquella campaña
rodeado de la pompa y de los grandes de su córte.
El éxito de estas campañas habia sido rapidisimo, empero
cinco dias bastaron para pactar la liga de Holanda, Inglaterra
y Suecia, y sujetar los progresos de su ejército.
Un republicano de Amsterdam obligó á aquel rey soberbio
á devolver á España el Franco-Condado.
Murena, por mandato de Luis XIV, invade el Palatinado y
destruye mas de treinta ciudades.
Lt
La Alsacia es saqueada poí los franceses mismos para impe
dir á los alemanes que penetrasen en ella.
En fin los clamores de la Francia despoblada detuvieron al
monarca y le obligaron á estipular la paz.
Entonces su furor se volvió contra sus subditos. Débil es
clavo de los jesuitas y (Je la corte de Roma, intentó la des
truccion de los protestantes y revocó el edicto de Nantes. Se
despojó á los calvinistas y se les eondenó á ser ahorcados.
Enviáronse dragones a cazar, por castillos y ciudades, pro
testantes que asesinaban. Se guardaron las fronteras para que
no pudiesen huir los reformados, y la Francia fué una vasta
hoguera, guardada por hombres desapiadadas en medio de la
cual los mismos obispos capitaneaban las cuadrillas de los ase
sinos.
Los espíritus se exaltaron, los protestantes se confabularon,
organizáronse ejércitos y estalló á poco el fuego que habia de
consumir á la Francia. Los dragones de Cevennes se esten
dieron por las provincias meridionales; los soldados quema
ron las ciudades, saquearon los castillos, violaron las mue
res, mutilaron los cadáveres y sembraron la desolacion por
donde iban.
Los calvinistas, á su vuelta, coparon los ejércitos reales,
ejercieron sus venganzas contra los católicos, tomaron horri
bles represalia^, oponiendo muerte á muerte, violacion á vio
lacion, y las iglesias y los castillos fueron en breve presas de
las llamas.
Luis XIV, enervado por la edad, vencido por el cansancio
y los vicios, murió como Luis XI, cubierto de reliquias y entre
gado á los terrores del infierno.
Fanático hasta el frenesí, pérfido en su trato, miserable so
bornador, egoísta despiadado, désx ota insolente, costó álaFran
Ltl
oia veinte millares de millones y preparó los desastres de sus su
cesores.
Su testamento fué anulado por el Parlamento, que nombró á
Felipe de Orleans regente del reino.
Epoca de escándalos, de debilidades y de miseria. ¡La seda
y el oro para los cortesanos, y las lágrimas y la pobreza para los
pueblos!
El regente y la duquesa de Berry, su hija, se entregaron
sin pudor á sus incestuosos amores. Su inmoralidad depravó á la
nacion, y las costumbres de las vacantes se introdujeron en las
familias.
Pero los vicios de la regencia fueron sobrepujados por
Luis XV. Sus favoritos gobernaban el Estado, vendían los
ejércitos y dilapidaban los tesoros públicos, mientras que el
rey sibarita olvidaba las desgracias de la nacion en los place
res y el incesto. Sus cortesanas llegaron á ser sus proveedo
ras; robaban las doncellas, las encerraban en el infame parque
do los ciervos y entregaban su pudor al cinismo del rey.- Una
cortesana recibió oro de los extranjeros por haberles asegurado el
éxito de una batalla, y hecho asesinar cuatrocientos mil hom
bres en las guerras con Italia, Inglaterra, Alemania y Prusia. Su
marina quedó casi destruida, perdidido su comercio y aumentadas
las deudas del Estado, mucho mas que en los tiempos de Luis XIV.
El rey para llenar sus tesoros fué el verdugo de su pueblo.
Los monopolizadores acapararon el trigo y Luis XV fué el jefe
de aquel pacto del hambre.
Bien pronto las agitaciones sordas de París se estendieron
por todas las provincias. La nacion desolada por el exterminio
de los reinados anteriores, empobrecida por las depredaciones,
comenzó á despertar de su largo letargo.
Catorce siglos de miserias y crímenes habían marcado el
LUI
paso de los reyes. Los pueblos cubrieron de maldiciones aquellas
cabezas criminales y prepararan el dia de la venganza.
Luis XVI subió al trono. Hombre virtuoso, pero rey débil,
se entregó á los consejos de bajos cortesanos. Sus intentos in
sensatos fueron ineficaces para detener la marcha de los espíri
tus, y la Bastilla se desmoronó con sus horribles calabozos.
Una inmensa revolucion tuvo lugar en su tiempo; la sobe
ranía del pueblo fué por ella proclamada, y Luis XVÍ subió al
patíbulo.
Los tiranos de Europa se coaligaron; numerosos ejércitos
marcharon contra Francia; el oro de los reyes pagó las ^traicio-
nós, sublevó la Vedée y puso el estado en grande confusion.
Levantóse Bonaparte; su génio fascinó á los pueblos, su pa
labra electrizó á los soldados, y sus ejércitos desplegaron el pa
bellon de la repúblicía en las capitales de los reyes.
Napoleon, vencedor de Europa, en todos los e plendores
de su gloria, tuvo en sus manos los destinos del mundo. Pero
Dios no habia señalado todavía el fin de la esclavitud de los
pueblos, y el imperio sucedió á la república.
¡Siglo de prodigios! ¡Las batallas son formidables encuen
tros en donde las naciones vienen á pelear! ¡Las conquistas son
de pueblos enteros! ¡Los generales de estos ejércitos son los reyes
mismos! ¡Y el señor de todos estos soberanos, de todos estos im
perios, es un hombre tan grande como el mundo, es Napoleon,
emperador de los franceses!
El elegido del pueblo olvidó su mision divina: ¡Las naciones
pedían libertad y él las daba reyes!... ¡Su poder se quebró en
las llanuras de Waterloo!
Los días de luto comenzaron: los Borbones volvieron á poner
su planta sobre el trono, trayendo consigo un ejército de corte
sanos: llamóse á los jesuítas al reino, se rodearon del aparato de
LIV
los suplicios y soñaron con los pasados siglos de la tiranía y de]
fanatismo.
Cárlos X osó romper el contrato que le unia á una gran na
cion, y los tres inmortales dias vinieron á enseñar á los hom
bres que la autoridad de los reyes no es poderosa iras que por la
voluntad de los pueblos, y que los pueblos pueden ser soberanos
sin la voluntad de los reyes.
Luis Felipe de Orleans, instruido en la escuela de la des
gracia, elevado en medio de las tormentas revolucionarias, ad
mirador apasionado de Washington y de La Fayette, fué bus
cado como el mas digno y proclamado rey de los franceses.
Aquel príncipe, aceptando la corona, juró mantener el ho
nor de la Francia, de conservar el depósito sagrado de las liber
tades y de acrecentar la felicidad de los pueblos.
¡Ofrecimiento de reyes! La corona le. envaneció y corrom
pió, y el pueblo tuvo que arrojarlo para siempre de París.
Presentóse con hipócrita velo de ciudadano libre de un
pueblo libre, Luis Napoleon III, y el pueblo le nombró su pri
mer magistrado; mas él alzóse con sus intrigas con la corona
imperial, y tiranizando á aquel pueblo á quien todo lo debe,
se ha hecho incompatible con el honor de la Francia... que es
La Libertad.
Tal es, trazada á grandes rasgos, la historia de los que con
una autoridad que se han abrogado, han pretendido dominar
al mundo. Pero la hora deda libertad ha sonado ya en el reloj
de las justicias eternas: ha llegado el dia de los pueblos A. ..
¡AY DE LOS TIRANOS!

FIN DE LA INTRODUCCION.
HISTORIA

DI LOS PIPIS.
HISTORIA DE LOS PAPAS.

SIGLO PRIMERO.

SAN PEDRO.
PRIMER OBISPO PE ROMA.

'1 IBERIO, CLAUDIO, CALÍGULA, NERON.


Emperadores.
Nacimiento de Cristo.—San Pedro, jefe de loa Apóstoles y primer obispo de Roma.
—Llega á ser discípulo de Cristo.—Pesca milagrosa.—San Pedro andando sobre
el agua.—Carácter de San Pedro.—Castigo de Ananias y de Saflra. —Ereccion de
la Iglesia de Antioquía. —Agripa persigue á los cristianos —San Pedro jamás es
tuvo en Roma —Falsedades legendarias.—Milagro del don de lenguas referido
por San Marcos Evangelista.—Impiedades de Simon Mago.—Pretendida discu
sion entre él y San Pedro.—Carga con aquel el diablo.—Concilio de Jerusalem.
—Error de San Pedro.—Es reprendido por San Pablo. —Sus viajes. —Martirio da
San Pedro, establecido por falsas tradiciones. —Secta do los nicolaitas, sus cos
tumbres infames de Sodomio.
(Era de 1 á 66 de J. C.)
En una pequeña aldea de la Judea , nació Cristo : pobre y
abandonado; un establo fué su morada, y un pesebre su cuna.
El niño creció en ciencia; la sabiduría divina de sus palabras
estendió su nombre por la Judea, y Jesús llegó á ser el Apóstol
de los pueblos.
Una innumerable muchedumbre llegaba á oir las verdades
eternas, convirtiéndose á la nueva doctrina.
Los príncipes de Judea persiguieron con furor á aquel glorio
so Apóstol, que se levantaba contra los vicios yla corrupcion del
siglo, contra el orgullo de los grandes, y las maldades y la ava
ricia del sacerdocio pagano. El Hombre-Dios fué preso por sa
télites feroces, condenado a mil humillaciones y clavado en una
afrentosa cruz como un criminal infame.
Pero sus preceptos, conservados por sus discípulos han atra
2 HISTORIA
resado los siglos y las revoluciones: su moral subleme se esten-
dió por todo el universo, y Cristo llegó á ser el Dios de las na
ciones.

El primero de los Apóstoles de Jesús fué Simon Pedro, y en


su historia comienza la sucesion de los pontífices de Roma .

Simon Pedro nació en Betsaide, ciudad de Galilea, á orillas


del lago Genesareth. Pescador de oficio, alimentaba á su familia
con el producto de su trabajo. Tenia un hermano llamado An
drés, que habiendo sido discípulo de San Juan Bautista, oyó á
éste hacer el elogio de Jesús Nazareth. Supo tambien por su
maestro que aquel hombre extraordinario era el Mesías anuncia
do por los profetas, y esperado tanto tiempo hacia por el pueblo
judáico.
Andrés comunicó esta gran nueva á Simon Pedro, su her
mano, y se fué con él en busca de Jesús. Recibióles éste con ca
riñosa ternura, y mirando Jesús a Simon, le dió el sobrenombre
de Kcpha, que en siriaco significa lo mismo que roca ó piedra
(Pedro).
Los dos hermanos pasaron el resto de la jornada al lado del
Salvador y se hicieron discípulos suyos. Se cree que con él se
hallaron en las bodas de Caná.
Algunos meses despues, encontrándose Jesús en Jerusalem,
los halló junto al lago de Genesareth, donde lavaban sus redes.
Jesús subió á una barquilla y mandó á Pedro echar sus redes
al mar.
Este argüyó que inútilmente habían trabajado toda la .no
che, pero él le hizo cumplir lo que le habia ordenado, y sus re
des se llenaron de cantidad tan prodigiosa de peces, que con
ellos se cargaron dos barcas. Simon, á quien desde ahora llama
remos siempre Pedro, sorprendido por aquel milagro, se arrojó á
los piés del Mesías, rogándole se alejase, porque creia que él era
DE LOS PAPAS. 3
pecador. Su humildad le hizo mas agradable á los ojos (le Jesús,
que le dió el primer lugar entre sus discípulos.
Un dia que los Apóstoles atravesaban el lago de Tiberiade,
vieron á Jesús, que habia bajadoála orilla, dirigirse hácia ello?,
andando sobre las aguas. Sorprendidos de aquel prodigio, le to
maron por una fantasma, y Pedro le gritó: «Señor, si eres tú,
manda que yo tambien llegue hasta tí marchando sobre las aguas.»
Cristo le respondió: «¡Ven!» A esta palabra Pedro se echó fuera
de la barca y anduvo sobre las aguas, como si lo hiciera por
tierra. Pero no siendo bastante firme su fé, pronto comenzó á
hundirse; y sin duda se hubiera nhogado si no se apresurara á
llamar á. su maestro.
El Salvador entonces, asiéndole de la mano, le dijo:
—Hombre de poca fé, ¿por qué has dudado?
Desde entonces San Pedro manifestó la fé mas ardiente por
su maestro Jesús; viendo que muchos de sus discípulos, repug
nando la severidad de su moral, le habían abandonado, se dirigió
á doce Apóstoles:
—Y vosotros, les dijo, ¿no quereis tambien dejarme?
Pedro respondió sin vacilar y en nombre de todos:
—¿A qué iríamos nosotros, Señor? Tú tienes las palabras de
la vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Me
sías, Hijo de Dios.
En otra ocasion Jesús preguntó á sus Apóstoles lo que pen
saban de él, y Pedro tambien fué el p-imero en contestarle:
—Tú eres el Verbo, Hijo de Dios vivo.
El Salvador le dijo:
—Feliz tú, Simon, hijo de Juan, porque no es la carne y la
sangre los que esto te han revelado, sino mi Padre que está en
los cielos. Yyo, yo te digo que tú eres Pedro, y que sobre esta
piedra edificaré mi Iglesia; y las puertas del infierno no preva
lecerán contra ellas; y yo te daré las llaves del reino .de los cie
4 , HISTORIA
los; y todo lo que tú ates sobre la tierra, atado quedará en los
cielos; y todo lo que tú desates sobre la tierra de atado quedará
en los cielos.

Esta respuesta de Jesucristo á San Pedro ba becbo nacer


tres dificultades sobre las cuales los testigos disputaron algun
tiempo despues.
La primera sé funda en las palabras: Tú eres Pedro y sobre
esta piedra edificaré mi Iglesia.
La segunda proviene de la promesa del Salvador, que dijo
bablando de la Iglesia: Las puertas del infierno no prevalecerá u
contra ella. Los ultramontanos pretenden que aquellas palabras
aseguran al pontífice el' privilegio de la infalibilidad.
Los protestantes sostienen, por el contrario, » que la Iglesia
que elige siempre su jefe entre los hombres sujetos al error y á
la mentira, no puede revindicar para su Pontífice la sabiduría
divina, que no se engaña jamás.
Por último, la tercera procede del poder que se atribuye á
los sacerdotes de perdonar los pecados.
Los protestantes, no reconociendo sino en Dios el ; oder do
absolver de sus faltas á los hombres, miran como un intolerable
abuso ,as indulgencias otorgadas por los Papas desde Roma.
Tal es el estado de las tres cuestiones agitadas entre catódi
cos y protestantes.

Despues de la gloriosa profesion de fé de San Pedro y de las


promesas sublimes hechas á aquel Apóstol, Jesús previno á sus
discípulo3 de que él debia sufrir la muerte en Jerusalem. Pedro
le expresó que el Hijo de Dios no podia morir, y el Señor, que
acababa de declararle bienaventurado, le llamó Satán, le impuso
el silencio y le mandó marchar detrás de los demás discípulos;
aquella mortificacion fué el único castigo en que fué infligido,
Dft LOS t>Ál»As. 5
y en nada padeció el favor que el Maestro le dispensaba , antes
bien éste le buscó para que fuera testigo de su Transfiguracion.
La víspera del dia < n que Jesús debia sufrir la muerte, Pe
dro y Juan prepararon la Pascua. El Salvador se pu3o á lavar
los piés á sus discípulos, y el jefe de los Apóstoles rehusó aquel
acto de humildad de su Maestro; pero su resistencia cesó desde
que el Mesías le declaró que no podia tener parte en el reino de
los cielos, sino consentía en recibir aquella ablucion. Entonces
Pedro presentó á Jesús, -no solamente los piés, sino aun sus ma
nos y su cabeza.
En la última comida, el Salvador dijoá Pedro, que el Demo
nio había preten : ido tentarle, peroque él Kabiarogado á suPadre
á fin de que su fé no desfalleciese. Habiéndose celebrado la Pas
cua, Jesús salió; y Pedro preguntándole dónde iba: «Voy, le
contestó el Señor, á donde tú no puedes seguirme.» Pero Pedro
replicó: «Señor, estoy dispuesto á ir contigo á la prision y
hasta la inuerte.»
Resolucion genorosa, en la cual él no perseveró mucho tiem
po; pues si tuvo" bastante valor para cortarle la oreja á Maleo,
familiar del gran pontífice Caifás, tuvo despues la debilidad de
negarle tres veces ante una sierva que le preguntaba si era tam
bien de los discípulos de Jesús. En breve consiguió desvanecer
la mancha de su culpa por la sinceridad de su arrepentimiento
y por la abundancia de sus lágrimas, llegando á ser despues el
mas celoso predicador de la fé cristiana.

Los miembros de la nueva Iglesia no tenían entonces mas


que un alma y un corazon: todos sus bienes eran comunes. Los
que poseían tierras ó casas las vendian y mandaban el dinero á
los Apóstoles para que estos lo distribuyeran entre los pobres.
Sucedió que uno llamado Ananías, en complot con su esposa Sa-
fira, habiendo vendido su heredad, retuvo parte del precio y
llevó el resto á los Apóstoles. Mas Pedro, iluminado por el Es
6 HISTORIA " .
píritu Santo, le echó én cara su doblez, y ellos cayeron muertos
á sus piS'sv

Difícil seria determinar el año de la funcion de la Iglesia de


Antioquía; pero es cosa incontestable que San Pedro estable
ció una especie de residencia en aquella ciudad, cuya sede ha
estado considerada por mucho tiempo como la primada del Cato
licismo.
Despues de haber predicado algunos años en Antioquía,
volvió á Jerusalem en la época en que el hombre anunciado por
el profeta Agad comenzaba á cometer sus estragos y á afligir el
país. Entonces Herodes Agripa, queriendo conciliarias afeccio
nes entre todos los judios afectando un gran celo por su ley, sus
citó contra la Iglesia una segunda persecucion mas terrible que
la que habia seguido al martirio de San Estéban.
Santiago, hermano de San Juan él Evangelista, fué una de
las primeras víctimas de aquella carnicería. Pedro mismo fué
aherrojado entre cadenas en inmundos calabozos y condenado á
subir al último suplicio; pero un. ángel del Señor abrió las puer
tas de sus prisiones, rompió sus ligaduras y le puso en libertad.
Desde aquel acontecimiento hasta el concilio de Jerusalem que
se congregó siete años despues, la Escritura guarda un profundo
silencio sobre todas las acciones de San Pedro. Puede ser que se
ocupase en visitar las Iglesias que se iban fundando en Asia y
en confirmar á los fieles en la verdadera fé.
Se supone que tambien vino á Roma para combatir la ido
latría, y los ortodoxos fijan su primer viaje hácia el año 48 de
Jesucristo. Otros pretenden colocar la fecha de dicho viaje en el
primer año del imperio de Claudio ó al principio del reinado de
Neron. Antes de ponerse á disputar sobre la fijacion de esta épo
ca, seria preciso probar la realidad del viaje. El Nuevo Testa
mento no ofrece punto de discusion sobre este asunto, y si se
DE LOS PAPAS. ?
alegan las Escrituras contra los protestantes, estos responderán
que este seria el primer error que ellos autorizarian.
En fin, las variaciones que se encuentran en la cronología
de los diversos autores que han hablado de aquel viaje, han sido
fuente de grandes dudas.
Nosotros nos vemos obligados á admitir las razones de los
protestantes, que combaten con solidez de razones la existencia
del viaje de San Pedro á Roma: ellos niegan asimismo al Papa
la primacía de jurisdiccion sobre sus colegas, apoyándose en las
palabras de Jesucristo á sus Apóstoles: «Que el que quiera ser el
primero, sea el último. Los pueblos y las náciones serán de los
que las dominan, pero él no será de sí mismo.» Contra estas
frases están las ya citadas dichas á San Pedro, y á las que. estas
en nada debilitan.
Y aunque se prueba que San Pedro fué el príncipe de los
Apóstoles y que tenia autoridad sobre toda la Iglesia, los pro-
testantos se aforran en exigir que se les demuestre que Jesucris
to estableció el ejercicio de su jurisdiccion en Roma, y que los
Papas han heredado todos aquellos privilegios, aunque se hayan
separado de los sublimes preceptos del Evangelio.
Por otra parte, mientras que por el último capítulo de las
Actas de los Apóstoles y por todos los de San Pablo, se puede
juzgar que éste vino á la capital del imperio de los Césares
antes que San Pedro, no hay una razon para no creer lo con
trario, lo cual los pontífices tienen un grande interés en soste
ner, y en persuadir al mundo católico de que ellos son los
herederos universales de San Pedro y sus sucesores inmedia
tos; pues han llegado hasta á afirmar que la sede pontificia
de este Apóstol, era de madera, y la exponían en una iglesia
á la pública veneracion, superchería que ni aún mereee ser
refutada.
San Marcos Evangelista, muy ligado á San Pedro, dice en
sus A-ctas que le servia de intérprete. Esta asercion destruye la
8 HISTORIA
creencia que existe del milagro del don de lenguas ', porque el
Apóstol, si se hubiera realizado, hubiese entonces compren
dido y hablado el lenguaje de todos los paises. Sin meter
nos nosotros a desentrañar las dificultades que puedan suge
rir de esta nota, trasladaremos aquí los sentimientos de los
autores sagrados acerca del pretendido viaje de San Pedro á
Roma.

Siguiendo sus leyendas, existia en la capital del imperio


un célebre impostor, llamado Simon Mago, que se atrevía á
anunciarse como el Padre Eterno . En Tyro habia hecho salir
de un lugar infame una prostituta llamada Elena, que él
decía era su pensamiento y su palabra , que los ángeles re
beldes habian retenido en la tierra haciéndola pasar de cuerpo
en cuerpo en diversas mujeres. Aseguraba además que era
aquella famosa Elena de la guerra de Troya, y que los hom
bres que creyesen en ella obtendrian la misericordia y la
salud.
Con igual impudencia sostenía que habia venido á Jerusa-
lem como el Hijo de Dios, á Samaría como el Padre y á todos
los demás pueblos como el Espíritu Santo.
Tal era la doctrina tan radical como impía de Simon Mago.
La tradicion afirma que aquel impostor vino á Roma bajo el rei
nado del Emperador Claudio; y Justino, mártir, en su segunda
Apología, reprueba á los romanos el haberle adorado como si
fuera un Dios, levantándole una estátua, cuya inscripcion decia:
Simoni Deo sancto.
Baronio observa que bajo el pontificado de Gregorio XIII se
encontró en la isla de Tiber una piedra sobre la cual estaba
grabada otra inscripcion que decia: Simoni sancto Deo.
Segun esto, y como hay muchos testimonios de que los ro
manos habian erigido una estátua al Dios que ellos llamaban
DE LOS PAPAS. 9
indiferentemente Sancus ó Sarigiis Fidius et Semot Justino, en
gañado por los primeros cristianos, pudo creer que aquella está-
tua habia sido erigida en honor de Simon Mago.
Esta congetura debe tener para nosotros el vigor de una
prueba, y destruye por completo la fábula del combate entre
San Pedro y Simon.
Las leyendas de los santos aseguran que el apóstol se dirigió
á Roma para combatir al Mago; que habiéndole convencido de
superchería en presencia del pueblo y del Emperador Neron,
mandó á un ángel que lo matara y que el impostor murió mise
rablemente. Otros refieren que Simon se envanecia de poder ha
cer mas milagros que San Pedro, y que se echó á volar, arreba
tado por el Diablo; pero los apóstoles Pedro y Pablo, habiéndose
puesto en oracion, invocaron el nombre de Jesucristo, y los de
monios, espantados, dejaron caer al Mago, que se quebró las
piernas en la caida. Si esta fábula tuviese algun fundamento y
si los romanos hubieran visto perecer á Simon al ruego del após
tol ¿á quién le habrían levantado la estátua, á Simon Pedro ó
á Simon Mago? Así, pues, la prueba que se pretende obtener de
este hecho con eso está por sí misma destruida. Además todas
las contradicciones que se notan en los diversos autores sobre los
cuales se apoya, evidentemente demuestran que aquel viaje fué
á la una invencion piadosa.
La primera carta de San Pedro está fechada en Babilonia; lo
que ha llevado á algun visionario á decir que daba este nombre
capital del Imperio.
Poco tiempo despues de haber escrito el apóstol su primera
epístola, el Emperador Cláudio arrojó á los judíos de Roma,
porque promovían frecuentes y violentas sediciones con motivo
de la doctrina de Cristo.
Supónese que el edicto del Emperador obligó á Pedro á vol
ver á Judea; porque estaba en Jerusalem entonces San Pablo,
Historia de loo Papas, 6
10 HISTORIA
enviado de la Iglesia de Antioquía, con Bernabé y Tito, llegó
allí á consultar á los apóstoles y á los ancianos.
Algunos judios convertidos sostenían la necesidad de la cir
cuncision para salvarse. Estos habian sido seducidos por Corin-
to, mal hermano y mal apóstol, quien, con un ciego celo, exci
taba las querellas religiosas, y pretendia sujetar á los fieles á la
observancia de la ley mosáica. Los apóstoles resolvieron congre
garse para deliberar, y formaron la primera Asamblea cristiana
que instituyó los cánones, para librar de escrúpulos á las con
ciencias timoratas.
No solamente los apóstoles y los sacerdotes tomaron parte en
el Concilio, sino hasta los simples fieles dieron en él sus votos,
y la cuestion quedó decidida por el consentimiento unánime de
la Iglesia de Jerusalem. Esta costumbre se ha abolido, y los
pontífices desde Roma ordenan á los pueblo 3 lo que han de se
guir ciegamente como leyes que le son prescritas.
San Pablo y San Bernabé volvieron á Antioquía, á donde
Pedro vino á unírseles poco tiempo despues; este se conformó
con lo decretado en el Concilio de Jerusalem, viviendo como los
gentiles, sin resolver sobre la distincion -de las comidas prescri
tas por la ley. Este apóstol era tan poco infalible, que habiendo
llegado á Jerusalem algunos cristianos procedentes de la familia
de los judios, se separó de los gentiles y no comió mas con ellos,
por una especie de fingimiento y disimulo, que debe hacernos
suponer que la observancia de la ley era necesaria, al menos
entre los judios. « Esto destruía en cierto modo, lo que él habia
edificado por sí mismo en el Concilio de Jerusalem; y trastorna
ba la disciplina que se acababa de establecer.» Pero San Pablo
le hizo comprender su falta, y le remitió, sogun escribió en su
epístola á los Calatas: «Habiendo venido Cephas á Antioquía,
le reprendi cara á cara, porque era digno de reprension. Yo le
dije: Si tú que has nacido judío, vives como los gentiles con*
DEL0SPAP&3. 11
vertidos, ¿por qué quieres obligar a los gentiles á judaizarse?
San Pedro recibió esta represion con una docilidad y una
humildad admirables. Para nada quiso usar de su preeminencia '
y primacía, para nada consideró que Pablo habia perseguido á
la Iglesia, que era su inferior y mas nuevo que él en el aposto
lado. Cedió en todo á las observaciones que le fueron dirigidas,
cambió de seatimientos, ó mejor dicho, de conducta. Aquel pri
mer pontífice no se abrogaba el derecho de imponer su voluntad
a los fieles, y no constriñía á la Iglesia, hasta el punto de so
meter todas las cosas á sus decisiones.
Despues de haber hecho el relato de los actos de San Pedro,
segun las Escrituras, debemos hacer mencion de las diferentes
tradiciones que han llegado hasta nosotros, referentes á este
apóstol. Lactancio pretendió que San Pedro habia hecho un se
gundo viaje á Roma, veinticinco años despues de la muerte
del Salvador, lo que ha dado ocasion al error vulgar los veinteií
cinco años de su pontificado. Añade que hizo otro viaje á Je-
rusalem hacia el año 62, para nombrar su sucesor en Santiago,
el Menor, que fué el primer obispo de aquella ciudad, y que
despues volvió a Roma, donde continuó predicando con éxito.
Nada de cierto se sabe sobre el primer jefe de la Iglesia, desde el
año 51 hasta la época de su muerte; es decir, en el espacio de
quince años Los ortodoxos pretenden que recibió la corona del
martirio, en conformidad con lo que Cristo le habia predicho:
«Tú serás atado por otro y conducido á donde no quisieras ir.»
Pero no existe prueba alguna de que su sangre se derramase en
Roma, á pesar de las aserciones de Baronio, de Fleury, etc. Bai-
llet afirma que los dos apóstoles, Pedro y Pablo, fueron marti
rizados en el mismo dia, y que antes habian sido conducidos á
la prision de Mamertino, que estaba al pié del Capitolio. Pero
hay una relacion de un monje benedictino que ha hecho largas
investigaciones en la capital del mundo católico, por la cual se
12 HISTORIA
deja ver que el lugar designado hoy dia bajo este nombre, es de
masiado pequeño para una prision, y por el contrario debió ser
una de las antiguas cloacas, destinadas á depósito de inmundi
cias de la ciudad imperial.
La opinion general sobre el martirio de San Pedro, es que
fué crucificado cabeza abajo. Se fija su muerte en el año 66. San
Agustín dice, que aquel apóstol marchó al suplicio dando nota
bles muestras de debilidad.
La segunda epístola que escribió antes de su muerte, pre
senta las mismas dudas que su primera carta de Babilonia; se
ignora aun en qué año fué confiado á la Iglesia aquel precioso
tesoro. Esta lo dirigió á los fieles dispersados en Asia, el Ponto,
la Capadocia y las provincias vecinas. Les recomienda seguir la
moral de los profetas y de los otros apóstoles, y de preservarse
de los falsos presbiteros que negaban en Jesucristo, blasfemaban
contra la divinidad y se entregaban á los mas infames vicios.
El apóstol designaba con este nombre á los nicolaitas, que to
maban su nombre de Nicolás, uno de los siete primeros diáconos
de Jerusalem, jefe de una secta, en la cual los hombres despre
ciaban el matrimonio y se abandonaban á los actos monstruosos
de la sodomía.
Aquellos herejes comían sin escrúpulo las viandas ofrecidas
á los ídolos; sostenían que Cristo no era hijo de Dios Padre, y
que el Creador estaba sometido al supremo poder de la diosa
Barbelx que habitaba un cielo ocho veces mas alto que el cielo
cristiano. Pretendian que aquella diosa habia amamantado al
Dios Jaldabaoth ó Sabaoth, que se habia apoderado del sétimo
cielo, y que crió á los dioses inferiores: «Yo soy el primero y el
último, y no existe antes de mí ningun otro dominador.» Publi
caban libros y pretendidas revelaciones bajo el nombre de Jalda
baoth, y señalaban dominaciones bárbaras á la multitud de
principios y de potencias que colocaban en cada cielo.
DE LOS PAPAS. 13
Aquellos fanáticos consideraban los actos y las personas divi
nas, la Trinidad, la Virgen, el pecado original, la Encarnacion
de Cristo y los dogmas mismos de la religion, como mitos, a los
cuales daban bizarras explicaciones que á veces tocaban en lo
sublime.
Para el pensador y para el filósofo la existencia del cisma de
los nicolaitas desde los primeros años del cristianismo, es una
prueba irrefragable que la religion católica no habia sido esta
blecida de una manera inmutable por su autor, y que necesitaba
un largo trabajo de organizacion, para cuyo perfecto cumpli
miento debian trascurrir muchos siglos.
14 HISTORIA

SAN LINO.

SEGUNDO PAPA.

NERON, GALBA, VITELIO, OTHON.

¡ Emperadores.

nccrtidumbre en la cronología de los primeros Papas.—San Lino se encarga del


cuidado de la Iglesia di Roma.—Opiniones diversas acerca de la duracion de
su Pontificado.—Se le atribuye la regla que ordena á las mujeres ser veladas. —
Leyendas que pretenden asegurar el milagro que hizo salvando á la hija del
cónsul Saturnino poseída del demonio. —Su martirio es una mentira inventada
por Usnardo.—Se le atribuyen dos obras llenas de groseros errores y atestadas de
h«regías.

Era de 67 á 78 de J. C.)

Nada de positivo se sabe acerca de los primeros siglos del


pontificado. La cronología escrita por varios autores está carga
da de asombrosas contradicciones; y no esteblece punto de uni
formidad en el órden de sucesion de los primeros pontífices; el
partido mas sábio, pues, que se puede tomar es el de seguir la
opinion general que hace á San Lino sucesor correlativo de San
Pedro en la conduccion de la Iglesia.
Si se atiende á los libros pontificales, San Lino era toscano
de origen, y su padre se llamaba Herculano. Se encargó del mi
nisterio apostólico al mismo tiempo que San Pedro, lo que seria
una prueba irrecusable de que este apóstol no era el único obis
po de Roma y que por lo tanto no podia aspirar al título de obis
po universal. Otros historiadores afirman que San Lia i, Ana-
cleto y Clemente estaban encargados á la vez del gobierno de
DE LOS PAPAS. 15
los fieles, y que San Pedro habia determinado tomar por sucesor
á Clemente, prefiriéndole á Lino y á Anacleto. Pero Clemente,
que estaba desprovisto de ambicion, temiendo que los fieles que
habian estado bajo el cuidado de sus colegas no quisieran some
terse á su autoridad, se retiró por modestia. Anacleto siguió
aquel magnífico ejemplo, y Lino se encontró solo encargado de
la administracion de la Iglesia de Roma despues de la muerte
de los Apóstoles Pedro y Pablo.
No se está de acuerdo acerca de la duracion del pontificado
de San Lino, y todos los actos que á él se refieren han permane
cido en la oscuridad. Murió hácia el año 67 y fué el primer
obispo de la Iglesia de Roma, segun opinion de los antiguos,
que convienen en que vivió en aquella dignidad once años, ocho
meses y cinco dias; sin embargo, todo esto es inverosímil, pues
nada se sabe de cierto en los primeros siglos de la Iglesia.
Mientras que San Lino trabajaba por el acrecentamiento de
la fé, la religion gozaba de una perfecta tranquilidad. Bajo su
pontificado apareció una ley que impedía á las mujeres asistir á
las asambleas sin llevar cubierta la cabeza con un velo. Háce-
sele el honor de este reglamento que la modestia habia debido
perpetuar.
En aquella época los cristianos aun no tenían libertad para
reunirse en los templos al ejercicio de su religion.
La opinion mas generalizada es que San Lino recibió la co
rona del martirio hácia fines del año 78; la duracion, pues, de
su episcopado no se podía contar sino desde la muerte de San
Pedro. Baillet asevera que esta opinion tiene sus dificultades y
que San Lino no sobrevivió á San Pedro mas que uno ó dos, y
aún que murió antes de aquel apóstol. El Padre Pagí cree que
pereció en la horrorosa persecucion de Neron y que fué condena
do á muerte por el cónsul Saturnino, despues de haber salvado
á su hija de la posesion del demonio.
16 HISTORIA
Nosotros solamente debemos hacer observar que en medio de
estas contradicciones Lino no fué honrado por la Iglesia como
mártir sino hasta el siglo IX, y que antes de esta época San
Telesforo estaba considerado como el primer Papa que murió en
el poder.
En fin, se ha discutido sobre el orden de la sucesion de San
Lino. Los unos quieren que San Cleto ocupase su puesto. Otros
pretenden que San Clemente fué el sucesor inmediato de San
Pedro. Todas estas variaciones llenan de grande oscuridad la
historia ó impiden que la verdad sea reconocida.
Se le atribuyen dos obras escritas en griego sobre el marti
rio de San Pedro y San Pablo para edificacion de las iglesias de
Oriente. Pero los sábios convienen en que estos libros llenos de
errores groseros y fábulas ridiculas no pueden ser de este obispo.
Platino afirma con una buena fé que encanta, que Lino escribió
una vida de San Pedro en que habla de los combates de este
Apóstol con Simon el Mago.
Algunos años antes de la muerte de San Lino tuvo lugar la
toma de Jerusalem por Tito. Esta desdichada ciudad, entregad i
á los furores de las guerras religiosas, trabajada en todos senti
dos por los bandos de fanáticos que degollaban á los viejos, aten
taban al pudor de las mujeres y se entregaban á los crímenes
mas espantosos, llegó á sufrir el colmo de todos los desastres de
clarándose en rebelion contra el imperio romano. Tito marchó á
la cabeza de sus ejércitos para someter á los rebeldes; invadió la
Palestina,' atacó á Jerusalem y se hizo sucesivamente dueño de
la primera y de la segunda cintura de fortificaciones que rodea
ban á la ciudad; pero en la última esperimentó una resistencia
de tal manera inesperada, que se vió obligado despues de haber
dado siete asaltos á emprender un sitio regular. Todas las comu
nicaciones fueron interceptadas entre la ciudad y los campos:
pronto las provisiones empezaron á faltar y el hambre se hizo sea
NERON.
DB LOS PAPAS. 17
tir; pero el ódio que los judíos profesaban á los romanos era tan
grande, que resistieron los horrores de aquella, nutriéndose con
carne de caballos y de perros. Mas tambien estos alimentos lle
garon á faltar, y entonces se arrojaban sobre los objetos mas in
mundos; comian paja, heno y hasta al cuero de sus sandalias;
devoraron aun á los mismos cadáveres. Se cuenta que durante
este sitio una mujer ilustre, llamada María, hija de Eliazar, no
pudiendo resistir los tormentos del hambre, se comió á su propio
hijo. Ya se habia comido la mitad, cuando una banda de solda
dos, atraídos por el olor, penetraron en su casa y la amenazaron
con degollarla si no les mostraba la carne que habia ocultado.
Aquella infeliz madre, abriendo entonces la puerta de una cá
mara donde yacían los restos de aquel horrible banquete:
— ¡Tomad, les dijo: hó ahí la mayor parte que os he conser
vado! y esto diciendo, cayó muerta.
Los romanos, por último, intentaron un nuevo asalto y
franquearon el tercer recinto; todos los habitantes fueron pasa
dos á cuchillo, el templo fué destruido, la ciudad completamen
te arrasada, y segun su costumbre, los romanos pasaron el yugo
del arado sobre lo que ante? fué ciudad habitada. Tito no dejó en
pié mas que un trozo de la muralla de Occidente y las torres Hí
pica, Phazael y Mariana, á fin de que sirviesen para trasmitir á
las generaciones futuras el recuerdo de su victoria.
18 HISTORIA

SAN CLETO.

TERCER PAPA.

VESPASIANO, TITO, DOMICIANO.

Emperadores.

Nacimiento de San Cleto.—Acciones que se le atribuyen. —Adulteracion de los


sacerdotes ab ta folsUcaeioa del texto de los Evangelios.—San Lúeas era casa
do.—Muerte de San Cleto.—Falsas decretales.

(Era fe 75 á 91 de J. C.)

La sucesion de San Cleto ó Anacleto es muy incierta. Los


autores colocan á este pontífice despues de San Clemente, pero
esta opinion no es la mejor establecida.
Era italiano, y su padre se llamaba Emiliano; vino á Roma
bajo el reinado de Neron. Los apóstoles le convirtieron á la fe
cristiana, y le sacaron pronto del rango de los discípulos para
asociarlo al santo ministerio. Se le conceden doce años y algu
nos meses de episcopado: el Padre Pagí, segun el Pontifical de
Dámaso, afirma que San Cleto no gobernó la Iglesia de Roma
mas que seis años.
Los hechos de este obispo han permanecido tambien en una
profunda oscuridad; hay motivos mas que suficientes para dudar
de su santidad y de su celo por el acrecentamiento del cristia
nismo. Se le atribuye la ordenacion de veinticinco sacerdotes y
la division en parroquias de las Catacumbas de Roma (es decir,
DB LOS PAPAS. 19
los parajes donde los cristianos depositaban sus muertos y se re
unían á orar sobre las tumbas de las personas queridas.)
Las crónicas añaden que estableció siete diáconos.
El Pontifical de Dámaso nos suministra estas particularida
des, é insinúa que la Iglesia de Roma habia sido dirigida basta
entonces por los obispos y los presbiteros, sin diáconos. San Lú
eas, autor de un Evangelio y de los Actos de los Apóstoles, vi
vía en la misma época; y sus escritos nos demuestran que este
evangelista estaba casado. Pero los obispos de Roma han falsifi
cado el texto de las Escrituras, para destruir una autoridad tan
importante en favor del matrimonio de los sacerdotes.
La Iglesia honra á San Cleto como mártir; pero es probable
que muriese en paz hácia el año 91 de Jesucristo.
Setecientos años despues de la muerte de aquel obispo, un
falsario intentó atribuirle las decretales que aun poseemos.
Esto ocurría al mismo tiempo en que por órden del cruel
Domiciano, si hemos de seguir á los cronologistas sagrados,
hacia arrojar al apóstol San Juan dentro de una cuba de aceite
hirviendo; y cuéntase contal motivo, que teniendo destinado
Dios á Juan para los honores de un ulterior martirio, salió de
la cuba ileso y sin haber sufrido la menor quemadura. A pesar
de este milagro las persecuciones de Domiciano continuaron sin
cesar, y el apóstol fué desterrado á la Isla de Patmos; una de
las Esporales del Archipielago, donde compuso su Apocalipsis
ó sueño profético, que dirigió á las siete principales Iglesias.
Despues de la muerte de Domiciano, Juan obtuvo permiso
para volver á Efeso, donde escribió sus Epístolas y su Evange
lio, que forman la última parte de las Escrituras reconocidas
por los Concilios.
20 HISTORIA

SAN CLEMENTE PRIMERO,

PAPA CUARTO.

DOMICIANO, NERVA, TRAJANO.

Emperadores.

Nacimiento de San Clemente.—Visiones de Hermas.—El Papa Zócimo y San Ge


rónimo en contradiccion acerca del martirio de San Clemente.—Sus milagros e i
el desierto.— Libros apócrifos.

(Era de 91 á 100 de J. C.)

Clemente era romano, y su' padre, llamado Faustino, habita


ba en el monte Celio. Algunos autores ban escrito que pertene
cía á la familia de los Césares: este berror se halla fundado en la
semejanza de nombre con el del cónsul Tito Flavio Clemente, so
brino de Vespasiano, á quien hizo dar martirio Domiciano, su
primo. El pontífice se hacia llamar á sí mismo hijo de Jacob, lo
que hace suponer que era mas judio que gentil.
La vida de Clemente se encuentra en las Constituciones lla
madas de los apóstoles; pero estas obras no pasan por auténticas,
cá pesar de las verdades que encierran y de que están nutridas en
la tradicion de los primeros siglos. Se atribuye á este Papa el
establecimiento de siete notarios encargados de escribir los actos
de los mártires.
Teniendo el Emperador Domiciano el proyecto de declarar la
guerra á la religion cristiana, Hermas se instruyó en una por
cion de visiones cuya narracion se encuentra en el libro del Pa -
DE LOS PAPAS. 21
tor, y recibió orden de dar noticia al Papa á fin de que él lo ad
virtiese á las demás iglesias y se precaviesen contra aquella
tempestad. Clemente continuó gobernando la Iglesia durante la
persecucion y sirvió hasta el año tercero del reinado de Trajano,
que fué el ciento de Jesucristo. Rufino y el Papa Zózimo le die
ron el título de mártir, y la Iglesia en sus Cánones le coloca en
tre los santos que han derramado su sangre para afirmar la Fé.
Pero Eusebio y Gerónimo dejan entrever que murió en paz.
San Ireneo, haciendo la denominacion de los primeros papas,
hácia el fin del siglo segundo, reconocia igualmente que Teles-
foro fué el primer pontífice coronado con la espléndida palma"
de un glorioso martirio.
Una antigua historia cuya exactitud es bastante dudosa,
refiere que San Clemente fué desterrado por Trajano al Querso-
neso, es decir, mas allá del Ponto Eusino; y que por sus oracio
nes hizo saltar de una roca una fuente de limpi is aguas para
apagar la sed de otros confesores. Permaneció cerca de un año
en aquel desierto y convirtió todos los habitantes de aquel pais:
entonces Trajano envió un oficial con órden de que Clemente
fuese arrojado al mar con un áncora atada al cuello. Al dia si
guiente las aguas se retiraron á mas de una legua de la orilla,
y descubrieron á los fieles un magnífico templo de mármol, bajo
el cual se elevaba la tumba del mártir, cuyo milagro anualmente
se renovaba en el aniversario de su fiesta. Esta leyenda estraor-
dinaria fué acogida y copiada por Platino y por el Padre Pagí.
La gran reputacion de San Clemente ha hecho que se le
atribuyan todos los escritos que se estiman de una remota anti
güedad, despues d3 las Escrituras Canónicas, y cuyos autores
no han sido conocidos.
Se conservan aun con el nombre de este Pontífice, cinco car
tas, de las cuales las dos primeras están dirigidas á Santiago,
apóstol de Cristo; la tercera á todos los obispos, presbiteros y
22 HISTORIA ' '
fieles; la cuarta á Julio y á Juliano, y la quinta á los cristianos
de Jerusalem ; sin embargo, no tienen la autoridad de los Cáno
nes, de los Apóstoles y la de las Constituciones Apostólicas en que
estriba toda la disciplina de la Iglesia. Igualmente pasa por ha
ber escrito otro libro que contiene una pretendida historia de su
vida; contaba los viajes de San Pedro, se extendía largamente
sobre las disputas de éste con Simon Mago y se llamaba Itine
rario de San Pedro.
Durante el reinado de Clemente murió el venerable Berna
bé, Apóstol de segundo orden, y autor de una peregrina doctrina
que en dos partes divide: la primera era dirigida contra los ju
díos; la segunda encerraba las profecías que parecen sacadas del
dogma indio de la Metempsícosia , y enseñado en Grecia por los
pitagóricos, pero que sin embargo son de una sublimidad que en
nada encuentra semejantes en ninguna literatura. San Berna
bé esplica por medio de alegorías morales, las defensas de la ley
judáica, bajo el punto de vista de los animales qtie han llamado
impuros. «El puerco, dice, designa á los voluptuosos y á los in
gratos, que no reconocen á sus señores mas que cuando los ne
cesitan; los pájaros de rapiña son los reyes y los poderosos, que
sin trabajar viven del sudor del pueblo; los peces que habitan en
el fondo de las aguas, figuran á los pecadores impenitentes; la
liebre y la comadreja son los símbolos de la impureza, los ani
males que rumian y á los cuales es permitido comer, representan
á los justos que meditan las enseñanzas que Dios les envía; los
de pió hendido nos muestran que marchando por este mundo,
esperan la vida eterna. »
Hablando del Génesis afirma que los seis dias de la Creacion,
representan otros tantos períodos de mil años, y que en el séti
mo período, que está figurado por el Sábado, Cristo vendrá á
juzgar á los vivos y á los muertos, porque la plenitud de loa
tiempos se habrá cumplido.
Dfi LOS PAPAS. 23
Entonces, añade, el sol, laluna, los astros se apagarán, y el
principio del dia octavo será la aurora de una nueva creacion.
Hablando de las épocas de la Iglesia, hace esta singular pro
fecía: «La Iglesia entrará en la vía oblicua, en el sendero de la
muerte eterna y de los suplicios; los males que pierden las al
mas aparecerán; la idolatría, la audacia, el orgullo, la hipocre
sía, la doblez de corazon, el adulterio, el incesto, el robo, la
apostasía, la magia, la avaricia, la muerte, serán la particion de
sus ministros: serán corruptores de la obra de Dios, los adorado
res de los ricos y los opresores de los pobres.»
Se atribuye á San Bernabé la fundacion de la iglesia de
Milan.
24 HISTORIA

HISTORIA POLITICA.

SIGLO PRIMERO.

El emperador Tiberio.—Su hipocresía.—Vicio» de Calígula.—Nombra cónsul á su


caballo. —Violenta pasion hacia Ceronia.—Casio le asesina. —El emperador Clau~
dio.—Sus faltas. —Agripinale envenena.—Infames caceaos de Neron.—Hace matar
á su madre y á Séneca , su maestro —Sus incestos.—Se casa con un hombre.—So
abandona en medio del dia y ante toda su corte á las mas vergonzosas livianda
des —Cruel persecucion contra los cristianos.—Conduce un catro á sus jardines
para presenciar el espectáculo de hogueras humanas. —Incendio de Roma.—
Muerte de Neron.—Carácter de Galba.—Es asesinado.—Oton seduce al pueblo
por sus liberalidades y sube al trono.—Sus costumbres desarregladas.—Vite-
lio.—Su crueldad y su glotonería — Vespasiano es declarado emperador.— Sus
cualidades y sus defectos.—Tito.—Vicios de Domiciano —Su crueldad —Nueva
persecucien contra los cristianos y nuevos martirios.— Bellas cualidades de Ner-
va.—Su liberalidad para con el pueblo.—Vende sus palacios para aliviar al
pueblo de sus cargas.

Reinaba Tiberio en Roma cuando la Iglesia fué bañada con


la sangre de Jesucristo. Dícese que luego que tuvo conocimiento
del proceso instruido contra el Hombre-Dios, propuso al Senado
recibirle en el número de sus divinidades. Aquel príncipe hipó
crita hasta lo sumo, conocia perfectameute el arte de gobernar
los hombres , y por medio de ardides mañosos, consiguió exten
der su dominacion sobre Roma y sobre el imperio todo; acostum
bró á sus súbditos á la esclavitud y recibia elogios por su mode
racion y templanza, mientras ejercía los actos de la mas odiosa
tiranía y del mas violento despotismo, aunque todo siempre ba
jo de apariencias de justicia.
DE LOS PAPAS. 25
El infame Calígula sucedió á Tiberio. Este emperador, para
insultar al Senado, concedió á su caballo los honores consulares:
hizo levantar un templo que solemnemente se dedicó á sí propio,
y en el cual sacrificaba pavos y pollos de Numidia y todas las
aves que le parecian de raro plumaje. Su crueldad fué mayor
que sus vicios, entre los Césares de la familia Julia fué mirado
como .una bestia feroz. Aqüel mónstruo habia adelantado la
muerte de Tiberio, conducido por su ciega ambicion y por la
impaciencia que tenia de reinar, 'pues para él el trono no era
mas que el medio de cometer inpunemente los mas horribles
atentados. Cruel hasta. cuando estaba en brazos de sus meretri
ces, amenazaba á Ceronia en los violento; accesos de su pasion,
con emplear el tormento contra ella á fin de que le declarara de
qué artificio se valia para hacerse amar con tanto fuego.
Caligula reunia en su persona los vicios de todos los hom
bres, sin tener ninguna de sus virtudes; así es mas fácil formar
se una idea de las desgracias de su reinado que describirlas con su
•propio colorido. Casio, por sobrenombre Chereo , capitan de sus'
guardias y jefe de una conjuracion contra su vida, le dió muer
te, mereciendo por ello el aplauso unánime del pueblo romano,
que la celebró con públicas fiestas y regocijos. Habia sido aquel
príncipe tan bajo y servil con Tiberio, como cruel y despótico
con aquellos á quienes debia la corona; por lo cual, decían los
ciudadanos: «Que difícilmente se hallaría mejor esclavo y peor
monarca.» Hubiera sido asaz estúpido derramar• lágrimas por un
tirano que regalaba cincuenta mil escudos á su cochero de pro
pina, y condenaba á muerte á un inocente para robarle aquella
cantidad. Llegó su imprudencia hasta quejarse de que su reina
do no hubiera sido señalado por un embarazo monstruoso, por
un temblor de tierra, por una hambre universal ó por una peste
a soladora; y osó decir, «que si el pueblo romano no tuviese mas
que una cabeza, él con grande placer se la cortaría. » ¡Deseos
UlSTOBU DE LOS PaPAS• 6
26 HISTORIA
execrables que solo tiranos semejantes son capaces de alimentar!
Sucesor de Calígula fué Claudio: irresoluto, crédulo, tímido
y cruel, amaba con pasion el vino y las mujeres, y cuando esta
ba hébrio, otorgaba á sus cortesanas cuanto estas le pedian, sin
reflexion y sin discernimiento. Su memoria era infiel, lánguido
su espíritu, y de tal manera su corazon bajo y miserable, que
permitía que Calígula le abofetease y desgarrase á latigazos.
j Hizo asesinar á muchos de sus amigos, de sus familiares, de sus
parientes, y llegó á ser esclavo de sus libertos y de sus meretri
ces, finalmente, Agripina le propinó un tósigo y murió el 13 de
Octubre del año 55 de Jesucristo.
Neron, que subió al trono, le sobrepujó aun en sus vicios y
cometió nuevas maldades, sin temor y sin conconciencia. Impo
sible es leer su historia sin horrorizarse, pues bañó sus manos
con sangre de cuantos debió amar, llegando á ser el inicuo ase
sino de Agripina, su madre, y de Séneca su maestro. Incestuo
so y pedante, celebró' nupcias con un hombre, sin avergonzarse
-de cometer-en pleno dia y delante de toda su córte, acciones,
que segun la feliz expresion de Tácito, hasta en los matrimonios
legítimos, la oscuridad de la noche, los oculta. Queriendo go
zar del espectáculo tristísimo del incendio y ruina de la anti
gua ciudad de los Danaos, derramó por las calles de Roma sus
cohortes de esclavos, armados de" antorchas, encargados de po
ner fuego en los arrabales de la ciudad. ¡Durante aquel espanto
so incendio, Neron, coronado de flores, rodeado de cortesanas,
cantaba, acompañándose de su lira, los versos de Vigilio sobre
la destruccion de Troya!!! Las llamas devoraron diez arrabales
en la capital del mundo, y aquel incendio tuvo lugar el 19 de
Julio del año 64 de nuestra Era.
A fin de hacer recaer el ódio público de que Roma esta
ba henchida sobre víctimas inocentes, Neron acusó de aquel
crimen á los cristianos, que eran ya odiosos por profesar una
DE LOS PAPAS. 27
nueva religion: fué preciso al cabo prender multitud de
fieles á quienes se atfusaba de algunos crímenes sin exa
minar la verdad, y los jueces los condenaban á muerte, no co
mo incendiarios, sino como enemigos del género humano. A
sus suplicios se anadian bárbaros insultos; se les vestía con
pieles de fieras para que los perros los destrozasen; se los
crucificaba en cruces, ó fijos por los piés se les dejaba aho
gar; á otros en esta posicion se les vestia con túnicas emba
durnadas de pez ó de otras materias Combustibles,,á las cua
les se les aplicaba fuego, de manera que estos mártires servían
como de antorchas para alumbrar los caminos durante la no
che. Neron dió un gran espectáculo en su jardin, en el cual él
mismo regia su carro iluminado por estas antorchas humanas.
Con indignacion hablan los historiadores de la crueldad de
aquel príncipe que sacrificaba á su execrable tiranía millares de
, hombres. Aquella puede decirse fué la primera verdadera perse
cucion de los emperadores contra la Iglesia. Acaso por esto diga
Tertuliano que Neron jamás habia condenado cosa que no fuera
excelente.
Sus atrocidades excitaron el descontento general; el pueblo'
levantado penetró en el palacio da los Césares pidiendo á gritos
la muerte del tirano: entonces Neron, habiendo perdido la espe
ranza de poder escapar del furor de sus enemigos y temiendo un
fin mas cruel, ordenó á uno de sus esclavos le hiriera con su
puñal en el corazon.
Despues de la muerte de aquel mónstruo, Galba que habia
tomado las armas al saberse la rebelion de Vindexenlas Grá-
lias, fué. elevado al trono. Viejo achacoso, mas débil de espí
ritu que de cuerpo, este príncipe abandonó el gobierno del
imperio en manos de sus libertos, que dilapidaban el tesoro;
lo que hizo decir á Tácito, que su reinado fué precario. Su
ancianidad y sus debilidades^ impidiéndole ejercer las fatigo
28 HISTORIA
sas funciones de jefe supremo de un Estado, le resolvieron á
adoptar en su compañía al joven Pison, mas ilustre por sus
vicios y virtudes que por su mismo nacimiento. Pero Othon,
aquel que cometió la bajeza de sacrificar á la impudicia de
Neron el honor áe Popea, su mujer, pretendia tambien la
honra de la adopcion; ganó al ejército con espléndidas libe
ralidades, y. poniéndose á la cabeza de sus partidarios invadió
el palacio de Galba, asesinó al infortunado viejo', y se hizo
proclamar Emperador de los romanos. Aquel infame usurpador
era voluptuoso, pródigo, muelle, afeminado, amaba la compos
tura y no era querido mas que de los malvados, á consecuen
cia de la conformidad de sus costumbres con las de Neron.
Prontamente Othon desvaneció los juicios desventajosos que
se habian formado de su valor por un fin glorioso que ha mere
cido ser cantado por un poeta, á poco de la muerte de Caton.
Viterio, incapaz de gobernar, fué proclamado Emperador >
por el ejército de Alemania, que triunfante le condujo hasta
las gradas del Capitolio. Tambien este príncipe se entregó á
los vicios, sobre todo á la intemperancia y á la crueldad. En
un banquete que le ofreció su hermano, sirviéronse dos mil
peces de los mas esquisitos y siete mil aves ¿e las mas raras.
El camino de los dos mares "estaba continuamente hollado por
las naves de sus proveedores. Para llegar á la fortuna y á los
honores bastaba encontrar un medio con que saciar su apeti
to, que no solamente era insaciable, sino raro y delicado. En
los sacrificios se arrojaba sobre las entrañas de las víctimas á
medio cocer, y en sus viajes devoraba cuanto hallaba en las
hospederías.
Insensato y cruel derramaba la sangre por el solo placer
de verla correr y hacia morir bajo frivolos pretestos á sus anti
guos compañeros <le estudio. ¡Cuál no seria el espantoso estado
de Roma yvdel imperio cuando sufrían pacientemente y en me
, - ♦ ' ,
DE LOS PAPAS. 29
nos de un año la tiranía de Othon y la orueldad de Viterio!
Vespasiano, á quien Neron Labia enviado á la Palestina
para reprimir la rebelion de los judios, sabiendo que en Occi
dente la guerra civil desgarraba el imperio, resolvió aprovechar
se de las circunstancias para apoderarse del gobierno. Reunió
sus legiones á las íe Muciano y arrojó á Viterio de Roma: due- .
ño así del imperio, restableció la disciplina militar que las
guerras civiles y las contemporizaciones imperiales babian hor
riblemente relajado, y se aplicó con igual ardor á reformar las
leyes del Estado. Vespasiano era enemigo de los cortesanos li
sonjeros, gustaba saber la verdad, y no alimentaba secretos
rencores; bueno por naturaleza, detestaba la crueldad de los que
le habian precedido. Pero aquellas bellas cualidades se empaña
ban por su pasion á las mujeres, que le arrastraba á cometer
actos de violencia; y por su sórdida avaricia, que le hacia venal
en la aplicacisn de las leyes.
Su hijo Tito le sucedió y fué el mejor de los emperadores:
con justicia se le llamaba delicia del género humano. Si no en
contraba ocasion de practicar el bien durante el dia, con dolor
se le escuchaba pronunciar aquellas hermosas palabras " dignas
de los grandes hombres de la república: \he perdido un dial
Era enemigo de las venganzas, y se mostró tan virtuosó,
cuailto sus predecesores crueles y corrompidos. Por último,
cuando murió, los romanos decían de su príncipe: «que debia no
haber vivido, ó vivir eternamente.»
Domiciano, hijo tambien de Vespasiano, heredó el cetro de
Tito pero no sus virtudes. Era orgulloso, vano, presumido, ava
ro, jpródigo y cruel; suscitó contra la Iglesia una persecucion
larga y sangrienta, durante la cual espiraron en los suplicios
multitud de cristianos; otros fueron desterrados a la isla de Pat-
mos; en donde San Juan escribió sus Visiones ó séase el Apoca
lipsis. Este cruel emperador tenia el mayor placer en ver comer
30 HISTORIA
á los perros carne humana; diariamente mandaba degollar varios
senadores y por la fuerza de su voluntad se cortó las manos á
muchos que habian mostrado un valor insigne y que en las guer
ras civiles rehusaran seguir su partido ó le habian seguido á
viva fuerza; en fin, inventando nuevos tormentos, hacia que
mar á sus amigos en aquella partida que" ofreció á Polion y á
Nerva.
Pretonio, Segundo y Parthenio, jefes de la milicia, asesi
naron á Domiciano y declararon emperador á Marco Cocceyo
Nerva. Fué este príncipe benévolo, generoso, modesto y sincero:
Marcial le llama el mas dulce de los emperadores: entre los Cé
sares de la familia Julia, Sileno nada tiene que reprocharle: y
Apolonio, que vivió en la córte de Nerva, aseguró en Philostra-
tes que jamás lo habia visto abandonarse á sus gustos y place
res. Kiphlino decia tambien que habia oido proferir al empera
dor la s' guíente frase: «No me encuentro culpable de cosa
alguna que me impida vivir reposado y tranquilo si dejase el
imperio.» Repartió entre los ciudadanos de cuantas riquezas
encontró en su palacio y que provenían de Roma las usuras de
Domiciano al pueblo. Dió un millon de escudos de oro para los
ciudadanos romanos, que se hallaban en extrema pobreza, con
fiando su distribucion á los senadores. En una época en que las
desgracias públicas le exigieron mayores sacrificios, vendió sus
muebles, sus trajes^ sus vajillas de oro y plata, sus palacios y
todo cuanto consideró supérfluo, á fin de no ser oneroso á la na
ción. En justo reconocimiento de tanta liberalidad, el pueblo le
tributó grandes honores y proyectó erigirle una estatua. Nerva
tambien rehusó aquella dádiva por un laudable sentimiento de
sincera modestia.
Murió, segun Aurelio Víctor, á la edad de sesenta y tres
años, despues de haber reinado diez y seis meses.
DE LOS PAPAS. , 31

SIGLO SEGUNDO. '

ANACLETO, PAPA QUINTO. •

TRAJANO, EMPERADOR.
i'»i'ri L " ••
Opiniones diversas sobre los papas Cleto y Anee' oto —Nacimiento de Anacleto.
Deflende á los presbíteros en el uso de la barba y de la cabellera.—Incertidum-
bre acerca de la época de su muerte. _ »

(Era de 103 á 112 de J. C.)

lüfuóhos autores suponen que San Cleto y «San Anacleto fue


ron dos pontífices distintos, que han encontrado lugar en el ca
lendario en calidad de mártires; fúndase esta probabilidad en la
opinion de los griegos, que siempre han conservado el nombre
de Anacleto ó Anencleto, mientras que los latinos se han servi
do del de Gleto; otros historiadoresporel contrario, dan indistin
tamente estos dos nombres á un mismo y único Pontífice. Pero
en medio de estas oscuras versiones, de las cuales es imposible
deducir la verdad, nosotros debemos evitar toda clase de discu
siones y seguir el sentimiento.
Anacleto era griego de nacion, originario de Atenas é hijo
dé Antíoco. Ignoramos en qué tiempo vino á Roma, y en qué
época se encargó de regir la Iglesia: Baronio asegura que fué
el 3 de abril del año 103. El Pontífice permitio á los eclesiás
ticos el uso de la barba, y de la cabellera; estableció que á la
consagracion de los obispos concurriesen otros tres prelados: que
32 iirsTORiA
las órdenes sagradas se confiriesen públicamente al clero; que
todos los fieles participaran del Pan Eucarístico despues de la
consagracion, y que se obligasen á salir de las asambleas cris
tianas á los que rehusasen recibir la comunion.
Bajo el nombre de San Anacleto están expedidas tres decre
tales. Diversos escritores han tratado de demostrar que son
supuestas, y el padre Pagi ha querido hacer valer sus razones
con gran fuerza y validez. El autor de esta suposicion, que se
ha ocultado bajo el nombre de Isidoro Mercator, es desconocido:
solamente sabemos que Ricaut, obispo de Maguncia, fué el pri
mero que importó de España esta obra , dándola al público á
fin del siglo VIII y principios del IX , segun confirma el célebre
Hincinar, arzobispo de Reims.
Los pontífices aseguran que San Anacleto gobernó la Iglesia
de Roma durante nueve años y que sufrió el martirio el 13 de
Julio del año 112 de Jesucristo, tercero del reinado de Trajano.
El' padre Pagí es de contraria opinion; le hace morir el año"95
bajo el imperio del cruel Domiciano.
DE LOS PAPAS 33

SAN EVARISTO,

SESTO PAPA. '

. .TRAJANO, ADRIANO, EMPERADORES.

Nacimiento de Evaristo.—Oscuridad de los documentos acerca de los márti"


res.—Falsas decretales. \ •

(Era de 112 á 121 de J. C.)

Según las Pontificales, Evaristo 6ra griego. de nacion y su


padre Juda, judio originario de la ciudad de Bethelem.
Los que hacen mencion de este Pontífice nos dicen que su
cedió á Anacleto, pero no citan sus hechos particulares en las
funciones de su ministerio. Se cree que estableció las divisiones
eclesiásticas de Roma. Hizo tres ordenaciones, confirió el órden
á seis presbiteros, el episcopado á cinco y á dos el diaconado.
Tradiciones inciertas le atribuyen la creacion de nuevas institu
ciones, que sin embargo, no fueron introducidas en la Iglesia
hasta algunos siglos despues.
Segun la cronología, San Evaristo murió baja el reinado del
emperador Adriano en el año 121 de Jesucristo. Segun los mar
tirologios rigió la Iglesia nueve años y tres meses: por último,
la crónica de Eusebio no le concede mas que nueve años.,
34 HISTORIA
A consecuencia del error que confunde á San Cleto con San
Anacleto, las Pontificales fijan la muerte de San Evaristo en el
año 109 de Jesucristo; pero no está demostrado que "sufriera el
martirio aunque la Iglesia le venere bajo este título-:
Los clérigos le atribuyen dos decretales, y hacen remontar
hasta este Papa el uso de la consagracion de las Iglesias, cos
tumbre pagana que se" introdujo bien pronto en la religion
cristiana.
Bajo el pontificado de Evaristo se levantó una nueva secta
que reconocia por jefe á Basílida: este bereje decia que Dios Pa
dre existia por sí mismo, babia producido al Espíritu, y este á
su vez la Palabra, que esta babia engendrado la Providenciare
donde procedian la Sabiduría y el Poder, ' origen de todas las
Fuerzas, Principios y Angeles, y finalmente, que esos últimos
babian formado el mundo y los trescientos sesenta y cinco cie
los, de donde venían los dias del año solar: pretendia además,
que habiendo los ángeles sojuzgado la obra de sus mands, Dios
Padre, ó sea el Supremo Soberano, habia enviado á su Prirao-
génite'para salvar el mundo, y que el Espíritu se habia encar
nado bajo forma humana. Basílida afirmaba tambien, que eñ él'
sacrificio de la cruz, habia Cristo tomado milagrosamente la for
ma de Simofr Cirineo, á quien los judios á su vez volvieroñ' á'
ajusticiará
DE LOS PAPAS. 35

ALEJANDRO PRIMERO,

PAPA SETIMO.

ADRIANO, EMPERADOR.

Elevacion de Alejandro al episcopado.—Los padres de la Iglesia en contradiccion


con San Ireneo, acerca del martirio de este Pontífice—Se le atribuye la institu
cion del agua bendita, imitacion del agualustral de los paganos.—Reliquias de
Alejandro I.— Falsas decretales.

(Era de 121 á 132 de J. C )

Siguiendo á través de la oscuridad qué reina- en la historia,


referente á aquellos antiguos tiempos, la misma cronología que
el cardenal Caronio, colocaremos la elevacion de Alejandro so
bre la Sede de San Pedro, háoia el año Í2l, segundo del reí^
nado de Adriano. Era romano, y Alejandro llamábase tambien
su padre: bajo su pontificado hizo cesar el emperador1 la perse
cucion que suscitó Trajano contra la Iglesia, de manera que los
cristianos comenzaron á respirar.
Nada conocemos interesante y particular sobre la vida y
muerte de este pontífice: las actas donde consta el cautiverio y
martirio de Alejandro, no nos merecen la confianza suficiente
para tenerlas por originales y auténticas. Debemos suponer que
murió en paz, segun se expresa San Ireneo: entre tanto, la Igle
sia le coloca en el número de sus mártires y le tributa los hono
res de la canonizacion.
36 HISTORIA
Ageste Santo Padre se atribuye la institucion del agua ben
dita para ahuyentar los demonios; la del pan sin levadura para
la consagracion, y lo de la mezcla de agua y vino en el cáliz,
para la celebracion de la misa. Platino y el padre Pagí así lo
. creen. El Cardenal Baronio dice con seguridad que no pertenece
á Alejandro I la institucion del agua bendita: sus razones no '
dejan de ser curiosas. Segun él, una invencion tan sagrada no
puede provenir mas que de los apóstoles. í,os protestantes, por
su parte, pretenden que el agua bendita no es mas que una
imitacion del agua lustral, que la Iglesia ha tomado de los pa
ganos, así como otras muchas ceremonias.
Hácia el año 132 se fija la época de la muerte de Alejandro.
Muchas ciudades de Italia, Francia y Alemania conservan
reliquias de este Pontífice á las cuales tributan alta veneracion.
Bajo el reinado de este Pontífice y del emperador Adriano
tuvo lugar la destruccion de Jerusalen; cincuenta fuertes fue
ron derruidos, nuevecientos ochenta y cinco arrabales entrega
dos á las llamas, y muchos millones de judíos degollados ó re
ducidos á esclavitud. •
Como los cristianos no eran menos odiosos á los romanos
que las demás sectas judías, Adriano destruyó el Santo Sepul
cro, erigiendo á la derecha del lugar en donde Cristo habia es
pirado una estátua de Venus, y trasformado la gruta en donde
'Jesucristo habia nacido, en un templo que se dedicó al hermoso
Adonis.
DE LOS PAPAS. 37

SÍSTO PRIMERO.

OCTAVO PAPA.

ADRIANO, ANTONINO, EMPERADORES.


i
• '
Nacimiento de Sisto primero.—Institucion de la Cuaresma y otras prácticas reli
giosas.—El Cardenal Retz j el Papa Clemente X, envían sus reliquias á la Aba
día de San Miguel, en la Loreria. <

(Era de 132 a 142 de J. C.)

La sede de Roma quedó vacante á la muerte de Alejandro I


por espacio de veinticinco dias. Sisto fué proclamado por los fie
les para que ejerciera las funciones del pontificado: era romano,
hijo de Helvidio, segun unos, y de Pastor, segun el Pontifical.
Baronio supone que el padre de Sisto pudo ser Junio Pastor, de
quien ha hecho mencion un autor pagano.
Desconocí os son los hechos de este Pontífice: los sábios no
están de acuerdo ni sobre el principio, ni sobre la duracion de
su Pontificado. Unos aseguran que gobernó la Iglesia de Roma
por espacio de diez años; otros apoyándose en la autoridad de
Eusebio creen que fueron muchos menos; entre tanto Sisto ha
sido elevado á la categoría de los mártires, á pesar de la incer-
tidumbre de su existencia, y se fija la época de su muerte. hácia
el año 142.
Los historiadores sagrados le atribuyen la institucion de la
Cuaresma; él, dicen tambien, mandó á los presbiteros servirse
del corporal ó lienzo sobre el cual se coloca el cuerpo de Jesucris
38 ". H^TORlA
to. Añaden, que introdujo la costumbre de cantar algunos him
nos sagrados, y que prohibió á los del estado láico tocar los sa
grados vasos. Los protestantes creen que todos estos reglamen
tos han establecido despues las Pontificales.
Las dos decretales que aparecen autorizadas con el nombre
de este Pontífice, han sugerido á Marino y Baluze la "duda de
que son falsas. El títu'o de una de ellas es demasiado altivo para
los tiempos primitivos de la Iglesia. Sisto I no debió" servirse de
la fórmula que dice: Sisto,, obispo universal de la Iglesia Apos
tólica , á todos, los obispos, salud en el Señor.-
El padre Pagí, conviene en que este título era desconocido á
los Pontífices de los primeros siglos.
Los católicos, sin embargo, hallan en él los argumentos
para combatir á los protestantes, que niegan al Papa el dictado
de Obispo universal, como indigno de un prelado que se califi
ca de siervo de los siervo? de Dios. La sede de Roma, en opinion
de estos, estaba entonces considerada como un lugar que no po-
- dia satisfacer la ambicion y las pasiones de los presbiteros, y se
elevaba á aquella dignidad á los que unia la santidad delas cos
tumbres al desprecio de la muerte. ,
La Iglesia conserva los restos mortales de San Sisto: sin em
bargo, su tradicion parece incierta, por lo que algunos han re
chazado las reliquias que Clemente X envió en los últimos si
glos al Cardenal de P«etz para que fuesen depositados en la
Abadía de San Miguel de Lorena. „
DE LOS PAPAS. 3¿)

SAN TELESFORO.

NOVENO PAPA.

Antonino, emperador.

Nacimiento de Telesforo. —N.uevaso piniones sobre la institucion de la Cuaresma.—


Muerte del Papa. „

(Era de 142 á 154 de J. C.)

Telesforo' era- griego de nacion, y habia habitado en los con


ventos desde su mas tierna juventud; esto es todo lo qu - se sabe
acerca de la vida de este Pontífice.
Segun la autoridad de una glosa inserta en algunas edicio
nes de la Crónica de Eusebio, se ha creado que la Iglesia era
deudora á este Pontífice de la instit acion de la Cuaresma. Los
elesiásticos que quieren remontar a los Apóstoles el honor de la
mayor parte de las prácticas de la Iglesia, pretenden probar que
Telesforo no hizo mas que'restablecerla. El Cardenal Baronio se
jacta de haber demostrado esta pretendida verdad, pero las ra
zones que alega para ello se prestan á fáciles controversias.
Otros quieren que Telesforo no haya sido ni el restaurador ni el
institutor, y que solamente estableció la sétima semana que nos
otros llamamos quincuagesimal.
La Iglesia igualmente le atribuye la misa de media noche
en el dia de Navidad, cuya tradicion ha llegado hasta nosotros
por boca de Platino y otros historiadores.
40 HISTORIA '
Generalmente se cree que San Telesforo sufrió el martirio
hácia el año 154 de Jesucristo, y diversos autores así lo asegu
raron, aunque otros no están de acuerdo sobre el año en que de
bió ocurrir aquel acontecimiento. Bajo el pontificado de Teles-
foro sufrieron tambien el martirio Santa Sinforosa y sus siete
hijos.
Segun la opinion de los Santos Padres, el Emperador Adria
no, habiendo levantado un suntuoso palacio en las márgenes
del Tíber, quiso dedicarle á los dioses propicios por las ceremo
nias religiosas, y confió su custodia á los sacerdotes paganos,
que se negaron á obedecerle hasta que les hubiese librado de una
viuda cristiana que habitaba el pais con su familia. Adriano
accedió á aquella peticion é hizo prender á Santa Sinforosa con
sus siete hijos, los cuales fueron atados á siete estacas alrededor
del templo de Hércules, y cruelmente atormentados, mientras
que su madre era atenazada por cuatro verdugos, que á cada
nueva tortura le preguntaban si consentia en sacrificar á las
falsas deidades,
A los protestantes parece difícil conciliar este acto de un fa
natismo cruel con la tolerancia que los romanos manifestaron
siempre hácia. las religiones de los demás pueblos.
DE LOS PAPAS. 41

SAN HIGINIO,

DECIMO PAPA

.ANTONINO EMPERADOR.

Carácter de San Higinio.—Ordenanzas que se le atribuyen.—Institucion de los pa


drinos en los bautismos.—Escritos de aquella época.
#

(Era de 154 á 158 deJ. C.)

Higinio era ateniense é hijo de un filósofo cuyo nombre no


ha conservado la historia. Los autores que de él se ocupan, nos
pintan á este santo varon celoso de la oscuridad y del retrai
miento, que se gozaba en la vida solitaria del campo, prefirien
do esta al bullicio y fausto de los palacios.
Hizo un gran número de ordenanzas para organizar y esta
blecer las distinciones en los rangos del clero romano. Algunos
autores aseguran que fué mártir, pero es dudoso que derramase
su sangre en aras de su fé religiosa, pues los antiguos parece
que sobre esto nada supieron.
Se ha hecho remontar á los tiempos de San Higinio, la cos
tumbre de que los padrinos presenten á los niños al bautismo,
asi como la de la consagracion de las iglesias. Afirman ciertos
autores que escribió un tratado de Dios y de la Encarnacion de
su Hijo; pero otros le consideran apo'crifo, así como las dos de
cretales que autoriza su nombre, la primera de las cuales está
dirigida á todos los fieles y la segunda á los atenienses.
Historia de los Papas. 7
42 HISTORIA
El cardenal Baronio fijó su muerte el año 158 de J. C. y el
19 del reinado de Antonino.
Era á la sazon Alejandría, el foco donde resplandecían .las
mas brillantes lumbreras del mundo cristiano, y el lugar de
donde las heregías salían á desolar las iglesias. Las ideas sub
versivas de los filósofos de Alejandría, tomaron un carácter de
cisivo bajo el pontificado de San Higinio, y se propagaron por
las demás iglesias, por las predicaciones de los gnósticos. Estos
heresiarcas seguin el error de Epifanio, discípulo de Basílida.é
bijo de Carpocrates, que definía el reinado de Dios, el reinado
de la comunidad y el de la igualdad, afirmando que la comuni
dad era una ley natural y divina, y que la propiedad de loa bie
nes y la distincion del matrimonio eran los dos mas grandes
azotes de la humanidád. Despues de su muerte, Epifanio fué
honrado como un dios en la isla de Cefalonia.
Mientras que la Grecia erigía altares á los herejes, los cris
tianos en Roma eran blanco de atroces acusaciones. Se decia,
que cuando se retiraban de noche á las catacumbas á celebrar
sus misterios, degollaban á los niños recien nacidos, y que
para celebrar la Páscua, hombres y mujeres se arrojaban sobre
sus víctimas á beber su sangre y devorar sus carnes. Se añadia
á esto, que despue3 de estos festines de caníbales, los iniciados
se encenagaban en horribles orgías, en que se servían con profu
sion suculentos manjares y espumosos vinos, despues de lo cual,
los sacerdotes ponían fin á aquellas saturnales, arrojando á los
perros los restos del festín; que en la embriaguez apagaban los
candelabros, y quedan lose en la oscuridad, se abandonaban á
escandalosas escenas de fornificacion de sodomía, de incestos y de
bestialidad. Sin embargo, estos eran los medios de que se valia
el populacho romano para proscribir y delatar una secta que le
era odiosa, acusándola precisamente de aquellos vicios que esta
anatematizaba, y en que él se hallaba encenagado
DB LOS PAPAS. 43

SAN PIO PRIMERO.

ONCENO PAPA.

ANTONINO, MARCO AURELIO, ELIO VERO-

Emperadores.

Los padres de' la Iglesia, en contradiccion sobre el órden de sucesion de Pjo I —Su
nacimiento.—Su martirio. — Decretales que se le atribuyen. —Hermas.— Sus
obras.—Decretales.

(Era de 158 á 167 de J. 0.)

Los padres de la Iglesia no están de acuerdo sobre el órden


de sucesion de Pio I; los unos le colocan despues de Aniceto, de
cuya opinion participa San Gerónimo, cantando á Aniceto el
décimo Papa despues de San Pedro. El mismo drden se encuen
tra eu algunas viejas crónica; pero generalmente es mas admiti
da la version que dió á Pio la sucesion directa; esta version se
funda en la autoridad de Hegesipo, San Ireneo, Tertuliano, Eu-
sebio, Epifanio, los dos Nicéforos, y por último, en el consenti
miento unánime de los griegos y de los latinos. Nosotros debe
mos adherirnos al sentimiento de Hegesipo y de San Ireneo, como
contemporáneos que fueron de Pio I.
Era italiano, nacido en la ciudad de Aquilea, é hijo de Ru
fino. Vivió santamente y trabajó con celo por el acrecenta
miento del cristianismo, pero sus actos particulares son desco
nocidos.
Diez años ocupó la silla de Roma, hasta el 167 de J. C. y
44 HISTORIA
quinto del reinado de los emperadores Marco Aurelio y Elio
Vero. El martirologio romano lo cuenta entre sus mártires, y
Baronio confirma esta opinion con grandes razonamientos que
tienen fuerza de pruebas.. Los antiguos que hablan de este Pon
tífice, n^ida dicen del fin que alcanzó.
Graciano habla de muchos decretos, publicados bajo el nom
bre de Pio I, mientras otros se obstinan en querer reconocer su
falsedad. i
Las tradiciones fabulosas añaden, que Hermes ó Hermas, el
mismo de quien hemos hablado, durante el pontificado de Cle
mente, era hermano de Pio I, y autor de un libro, que dijo ha
ber escrito por mandato de un ángel que se le apareció, bajo la
forma de un pastor. Este Hermas era un visionario, que en su
libro dcd Pastor, cuenta historias ridiculas y fábulas grosera
mente inventadas. - '
Bajo el nombre de Pio I, se conservan dos decretales dirigi
das una á todos los fieles, y la otra á los cristianos de Italia:
pero estas piezas son indignas del Papa, á quieíi se atribuyen,
en opinion de los protestantes.
DE LOS PAPAS, 45

ANICETO,

' . '. . DUODECIMO PAPA.

MARCO AURELIO Y ELIO VERO.

Emperadores.

Nacimiento de Aniceto.—Disputa entre el Papa y San Policarpo —Hercgias de


Basilida y de Carpocrates.—Martirio de Aniceto.—Institucion de la tonsura en
forma de corona. .

(Era de 167 á 175 de J. C.)

Los sábios han hecho prolijas investigaciones para averi


guar el principio, duracion y fin del pontificado de Aniceto;
nosotros tenemos que confesar entre tanto, ,que nada de positivo'
sabemos acerca de estos extremos de su pontificado. Solamente
hay unidad de opiniones en hacerle originario de una pequeña
aldea de la Siria, y que su padre se llamaba Juan.
San Policarpo, obispo de Esmirna y discípulo de 3an Juan
Evangelista, visitó á Aniceto á los principios de su pontificado.
Muchas cuestiones de disciplina trataron en aquella entrevista
sobre las cuáles estuvieron de todo punto conformes; hubo sin
embargo una materia sobre la cual jamás pudieron convenir.
Policarpo, segun la costumbre de los asiáticos establecida por el
ejemplo del Evangelista San Juan y San Felipe, celebraba la
festividad de la Pascua como los judios, el cuatorceno dia de la
primera luna del año. Pero Aniceto, siguiendo la tradicion de
su Iglesia, no la celebraba hasta el .domingo despues. La tran
quilidad que gozaba entonces la Iglesia permitía al Pontífice de
46 HISTORIA
Roma extender su autoridad sobre todos los fieles, y Aniceto
quiso obligar a los cristianos de la comunion de Policar.po á se
guir esta práctica: esta fué la primera violacion de los usos es
tablecidos por los Apóstoles.
Entre tanto el Obispo de Esmirna manifestó resistencia y
amenazó los privilegios de su silla: el Santo Padre se vió obli
gado á acceder y convinieron entrambos en seguir las costum
bres establecidas en sus dos respectivas Iglesias: prueba evi
dente que la diversidad de sentimientos sobre este objeto no
debia jamás haber alterado el reposo de las conciencias ni servir
de pretesto para atacar la doctrina recibida.
San Policarpo pretendia que la disciplina de la Iglesia de
bia ser arbitraria, es decir, que cada nacion debia servirse de
los ritos que juzgase mas convenientes á la majestad del Sér
Supremo. Parecía que esta verdad habia convencido en los pri
meros tiempos del Cristianismo, y por lo tanto evitaba la rup
tura de los lazos de caridad por los cuales estamos unidos todos
los hombres delante de Dios.
El pontificado de Aniceto se hace notar en la historia por
las heregías monstruosas que tuvo que combatir. La doctrina de
Basilida y de Carpocrates, jefes de los gnósticos, comenzaba á
hacer progresos' á pesar de su estravagancia: estos heresiarcas
enseñaban que era lícito abandonarse á todos los placeres; que
las mujeres debian de ser comunes; que no habia resurreccion de
la carne, y que Cristo no era mas que un fantasma. ¡Permitían
sacrificar á los ídolos y renegar de la fé cristiana en tiempos de
persecucion!... Igual doctrina enseñaba sobre el ejercicio del
culto y el celo católico de los pontífices de Roma que á todo
trance procuraban preservar á su rebaño del contagio de los he-
reges. Los actos particulares de la vida del Pontífice no* son
completamente desconocidos..
Se fija su muerte en el año 175 de Jesucristo; pero no sufrió
1i£ L.OS - 47
el martirio por mas que Baronio lo asegura y cite una historia
estimadamente peregrina sobre las reliquias de este ¡Santo. Ani
ceto es el primer Papa que ordenó á los presbiteros raparse la
cabeza en forma de corona.
En los últimas años de su pontificado tuvo lugar en las Ga-
lias una violenta persecucion contra los cristianos.
. Atala, Biblis, San Patino, Santa Blandina, San Epitodo,
San Alejandro, San Sinforiano y algunos otros, que se llaman
los mártires de Viena y de Lyon, murieron en medio de terri
bles suplicios. Aun se conserva una carta dirigida por los fieles
de las Iglesias de esta provincia, á sus hermanos de Frigia y del
Asia concebida en los términos siguientes: «Paz entre vosotros
»y gloria á nuestro Señor Jesucristo. La animosidad de los pa-
»ganos contra nosotros es tan grande, que nos hemos visto pre
cisados á abandonar nuestras casas, nuestros baños y hasta la
«plaza pública. Los mas débiles entre nosotros son los que ,$a
«han salvado, los mas fuertes han sido conducidos ante el tei-
íbunal y los magistrados, quienes los han examinado pública-
»ruente. Muchos esclavos se han presentado como falsos testi-
»gos, y nos han acusado de pract car los festines de Thiestes y
»los matrimonios de Edipo, es decir, que nos entregamos al in
cesto y ce' ebramos banquetes do cirne humana. Semejantes
»acusaciones no han podido menos de levantar al pueblo contra
»nosotros, y los gritos de muerte de una muchedumbre . amoti-
»nada han sido la eñal de nuestros suplicios. El diácono San-
»tos, que fué el primero á quien se aplicó el tormento, resistió
»la violencia de los dolores, y se declaró cristiano. En su cólera
»el juez que le interrogaba le hizo aplicar láminas de cobre en-
»rojecido sobre todas las partes de su cuerpo: las piernas y los
»brazos se le crisparon, y el martirio hizo casi desaparecer la
»forma humana; pero él, firme siempre en su fé, confesaba
»con extentórea voz el nombre de Cristo. Al dia siguiente,
48 HISTORIA
»como aun diera señales de vida, se le renovó la tortura á fin
»de vencer su firmeza por los excesos de los tormentos, y los
»verdugos aplicaron de nuevo placas ardiendo sobre las llagas
»abiertas del diácono. Pero de pronto aquel cuerpo informe se
»reconstruyó milagrosamente, se le cerraron las heridas, se le
»restañaron los huesos que habían sido calcinados y el n ártir
»recobró su forma p;imit'va. Los verdugos, ante el espectáculo
»de aquella maravilla, sobrecogidos de espanto, suspendieron
»el largo suplicio y le condujeron de nuevo á la prision al lado
»del venerable Pohtino, Obispo de Lyon.
»Maturo, Blandina y Atala también fueron conducidos ante
»el Juez, y cuando se negaron á sacrificar ante los ídolos, se L s
»arrastró al Anfiteatro, donde fueron atormentados con extraor-
»dinaria crueldad. Por último, como los paganos observan que
»los tormentos lejos de ahogar nuestras creencias* aumentan
»el número de los adoradores de Cristo, han decretado una ma-
«tanza general de todos los fieles que se hallan sumidos en los
»calabozos. Epitodo ha sido decapitado, Alejandro clavado
»una cruz, Sinforiano degollado; sus cadáveres han sido reuni-
»dos en una gran hoguera y las cenizas arrojadas al Rhin.»
DE LOS PAPAS. 49

SOLER, PAPA DECIMOTERCIO.


. ••' ' -—'—' .> • ' • •• : ' , . . . .
.- , . i . , , ' ' < ' -•

MARCO AURELIO, EMPERADOR.

Nacimiento de Soler.—Incertidumbre sobre la duracion de su pontificado.—Refle


xiones sobre la caridad para con los pobres.—Riquezas de algunos eclesiásticos.
—Secta de los montañistas.—Sacerdotisas. —Muerte de Soler.—Su martirio,
. • ( •i i . i . '

: (Era de 175 á 173 de J. C.J, '.•«:-. • ¡


. . : [jí :' . -,.".',u - • ' ' .
El pontifico Soler, segun el Pontifical, era natural de Fon-
di, en la tierra de Labor, é hijo de Concordio. Los historiadores
no han podido ponerse de acuerdo sobre el principio y duracion
de este pontificado: elogian únicamente la caridad de Soler, y
dicen que no abolió la costumbre piadosa, establecida en Roma
desde los primeros tiempos del pontificado, de hacer colectas
para subvenir á las neoesidades de los pobres. La avaricia del
clero ha inspirado severas reflexiones á uno de los mas ilustres
escritores del siglo anterior: «La costumbre de distribuir limos
nas á los pobres, dice f se conserva aun entre todos los pueblos.
Los presentes que se ha^en á las Iglesias, no se emplean sola
mente en los cuidados del culto: como en los tiempos primitivos
de la Iglesia, los eclesiásticos miran como su primer deber el de
socorrer á los pobres: los abusos en esta materia debieran ser re
prendidos con toda severidad.»
Soler tuvo- que combatir á los montanistas, d sean catafri
50 HISTORIA
gios, cuya heregía propalaban grandemente bajo su pontificado.
Montano era frigio ó mysio de nacion, y jefe de aquella secta:
se decía inspirado del Espíritu de Dios, caia muchas veces en
éxtasis y profetizaba» Priscila y Maximina, mujeres de. una be
lleza seductora, eran discípulas suyas y le acompañaban en todos
sus viajes, porque en la secta de los montanistas las mujeres ad
ministraban los Sacramentos y predicaban en las Iglesias.
Condenaban las segundas nupcias; admitían la distincion en
las comidas y tenían tres Cuaresmas, que observaban con gran
de rigor. Empero como si todas estas acusaciones no fueran su
ficientes á hacer odioso á Montano y sus sectarios, San Geróni
mo dijo de estos herejes, que adoraban una sola persona en la
Divinidad. Los martirologios indican como de santo la festivi
dad de Soler, y la colocan en el 22 de abril del año 179,. dia en
, que, segun opinion del cardenal Baronio, sufrió el martirio.
Pero no parece cierto que derramase su sangre por la religion,
ya se le quiera hacer morir aprisionado, ya sufrir los rigores del
suplicio. .
Ordenó que los obispos fuesen en ayunas á celebrar la Misa
y prohibió á los religiosos tocar los vasos sagrados ni aproxi
marse al altar mientras que el Sacerdote celebrase los Santos
Misteriosi,' Se¡ le atribuye aun otra ley que ordenaba que no fue
ra reconocióla por mujer legítima la desposada, hasta tanto que
hubiese recibido la bendicion matrimonal por atedio de un pres
bítero, remetiéndola entonces los padre» ái stt marido. Las dos
epístolas y algunas' decreteles, que llevan; ol .nombre de este
Pontífice,, no se reconocen como auténticas por los protestantes.
DE LOS PAPAS. 51

ELETUTERIO:

• PAM DECIMO-CUETO-'' '


• iini'i >;

MARCO AURELIO Y CÓMODO, ÉMPERADOÉE3.

Nacimiento dé EleutÍBríb —Ste tí aetreá dVHa'ber participó de lá héregía'dííiW


montañistas. <—Nueva heregfa de U» valéátinianos.—Sua treinta dioaeav—Oon*
version del rey de Inglaterra.-rMarürio de Eleuterio,—Su cuerpo «e conserva
en el Vaticano,

(Era de 179 á 194 de J C.)

San Eleuterio era griego de nacion y originario' del Egipto*


Nicópolis éráf su patria y áu padre se llamaba Abüñááncid.
A los principios de su pontificado recibió la célebre diputáeion
de los! Mártires de Lyon, coft motivo de los montañistas > quo
escitabati grañdeá turbulencias entre los" fieled del' Asi&y y que
amenazaban invadir las Gálias. San Ireñeo, que habia sido
elegidb Obispo de Lyon antes de lá muerte de San PotMno,' ¿8•
encargó de llevar al Pontífice las cartas que' le eran dirí£ídáBY
con el objeto de que se opusierai s los progresos de lá nueva he-
regía. .
Muchos autores hart pensado que Sañ Eleuterio mismo sé
habia dejado arrastrar por los montanistas, que extériorméhte
afectaban un grande fondo de piedad; mas de todos modos, otras
ocupaciones en el seno de la Iglesia distrajeron la atencion del
Pontífice. Dos apóstatas, Blasto y Flofitto, que habían' sido de
52 HISTORIA
puestos por sus errores, se sublevaron contra la doctrina reci
bida y propagaron la heregía dé los valentinianos, cuyo jefe,
Valentín, profesaba la filosofía platónica.
Esle heres^.r(^,:y sus se.cna(ps, atribuían a las palabras de la
Escritura un' sentido figurado y condenaban los libros santos.
Adoraban treinta dioses, que ellos miraban como .nacidos unos
déspues de los otros. Se permitían toda clase de impurezas, y
pretendian que nadie esperara la perfeccion, como no le fuera
.otorgada por el amor de una mujer. .
En esta época el rey Lucio, que reinaba en un distrito de la
Gran, Bretaña, envió á Eleuterio una embajada para pedir los
medios de hacerse cristiano. Fleury y algunos autores cristia
nos ban adoptado esta tradicion, aunque no aceptan las circuns
tancias, puramente fabulosas, de la conversión de aquel mo
narca. Sin embargo, por el testimonio de algunos historiadores
verídicos se ha demostrado que Gregorio fué el primer Pontífice
que se ocupó de la conversion de los bretones; y así como es po
sible que por este tiempo hubiese en la Gran Bretaña algunos
cristianos, nos parece falso que Eleuterio' enviase allí los misio
neros a ruegos de un rey del país.
El Santo Padre combatió la opinion de Tatiano, que quería
la abstencion de la carne y prohibia á los fieles comerla de to
dos los animales. Posteriormente, en esto como en oiras muchas
cosas, se ha reformado el sistema de los primeros cristianos y
aun el de los Apóstoles. •
Eleuterio^ despues de haber gobernado su Iglesia con grande
prudencia y por espacio de quince años y veintitres dia§, murió
en paz en el año 194, y fué enterrado en el Vaticano, segun
afirma el Pontifical de Dámaso. El martirologio moderno y el
Breviario romano le reconocen como mártir ó indican el dia de
su aniversario en el oficio de la Iglesia. .
Su cuerpo., en cuyo honor se celebran grandes splemnida-
DE LOS PAPAS. 53
des, se conserva "en el Vátiéano; la ciudad de Troves,- eri laPu-n
lia, pretende igualmente poseerlo»: rs ¡ ' . •
Durante el Pontificado de Eleuterio, San Clemente de Ale
jandría escribió los Stromates ó 'Títulos de la filosofía cristiana.
Uno de los pasajes mas notables de sus obras, es el que trata del
matrimonio. San Clemente expone á este propósito las diferentes
opiniones de los filósofos: «Demócrito y Epicuro, dice, conside
raban el matrimonio como la fuente principal de nuestros dolo
res; los estóicos le contemplaban como un acto indiferente, y los
peripatéticos como e' menor de todos nuestros males: mas todos
los filósofos citados no podian juzgarle- castamente, hallándose
entregados á las infames prácticas de la sodomía.»
«En la religion cristiana el matrimonio es una institucion
moral; la organizacion natural de nuestro cuerpo nos escita á él
y el Creador nos ha dicho: Creced y multijrticaos . ¿Por otra par
te no es la mas grande perfeccion de que el hombre es capaz la
de engendrar séres que le sucedan eternamente en la série de
los siglos? El matrimonio es el gérmen de la familia, la piedra
angular del edificio social. .'.
. »Los nicolaitas, los discípulos de Carpocrates y de su hijo
Epifanio, han predicado la comunidad de mujeres y se han he
cho culp bles 'e un gran crimen delante de Dios; pero, sin em
bargo, son menos culpables que los marcionitas, que caen en el
esceso contrario y renuncian á las dulzuras del matrimonio para
no aumentar los hijos del hombre. Yo condeno á Tatiano, que
pretende que el comercio de las mujeres distrae de la oracion; y
de igual modo vitupero á Julio Caso, que en ódio á la genera
cion, afirma que Cristo no tuvo ni aun las apariencias de.las
partes viriles, dél cuerpo humano.
» Todos estos 1 erejes.han sido igualmente condenados por los
que sostienen, con razon, que el hombre debe usar segun sü
libre albedrío, de la libertad que Dios le ha dádo para tomar
54 2U8TOR1A
una mujer: ios unos pseienden que todas las voluptuosidades,
aun el pecado contra naturaleza, son permitidas a los fieles;
los otros, bien distintos de los primeros, guardan la continen
cia, considerando como un sacrilegio toda union de la carne
y Condenando hasta su propio origen. Estos insensatos quieren
imitar á Cristo, sin considerar que Jesús no era un hombre or
dinario.»
DB XOS PAPAS. 55

SAN VICTOR,

PAPA DECIMO-QUINTO.

PERTINAX Y SEVERO, EMPERADORES.

Son mas ciertos desde esta época loa datos histéricos —Eleccion de San Víctor. —
. Heregía de Albion.—Cisma de Montano.—Condenacion de Praxias.

(Era de 194 á 202 de J. C.)

Víctor era africano de nacion é hijo de Félix. El apóstata


Theodoto, desde el seno de la Iglesia, se hizo jefe de una nueva
secta que promovió el escándalo en el principio de este ponti
ficado. Su doctrina enseñaba que Jesucristo perteriecia á la hu
mana naturaleza, y sus discípulos publicaban que el papa Víctor
participaba de este sentimiento.
El Pontífice' destruyó bien pronto la calumnia excomulgan
do á Theodoto y á Artemano, su discípulo, que formó con él
una nueva secta. Condenó al mismo tiempo los viejos errores de
Albion y de algunos otros heresiarcas que parecían reanimarse
á favor de la paz que la Iglesia gozaba.
Los protestantes dicen, que como la infalibilidad no estaba
establecida, Víctor se dejó seducir por los montanistas, cuyas
doctrinas^ que representaban Montano, Priscila y Maximila,
aprobaba.
56 HISTORIA
Pronto se declaró otra heregía, la de Praxias, que habia con
tribuido á la proscripcion de las doctrinas de Montano, y que
ahora era autor del pratipasianismo, que destruía la distincion
de las personas en Dios. Víctor atacó este nuevo 'cisma y tuvo
en Roma un Concilio, en el cual condenó á Praxias, quien re
conoció su error.
San Víctor terminó su vida en el martirio hácia el año 202,
segun aseguran las Pontificales; pero los martirologios no le
conceden mas título que el de confesor.
DE LOS PAPAS. 57

HISTORIA POLITICA.

SIGLO SEGUNDO.

El Emperador Trajano.—Sus cualidades.—Sus vicios.—Rebéianse los 'cristianos


contra las leyes imperiales.—Trajano se vé obligado á castigarlos.—Muerte de
Trajano. —Erígese sobre su tumba la famosa columna Trajana.—Adriano.— Su
liberalidad estraordinarias.—Sus crueldades.—Se retira á Tíboli, lugar de deli
cias.—Su pasion por un caballo.—Sus celos contra los hombres de mérito.—Sus
infames liviandades.—Se hace declarar Dios por un decreto del Senado.—Matan
za horrorosa de seiscientos mil judíos.—Sus exacciones contra estos infelices.—
Antonino, llamado el Piadoso, ó Antonino Pio.—Sufre los adulterios de su mujer.
—Sus cualidades.—Máxima que debían escribir todos los reyes sobre el frontispi
cio de sus palacios: «Mejor quiere salvar un solo ciudadano que conquistar una
proiincia.»—Sube al imperio Antonino el Filósofo.—Debilidades escandalosas de
Faustino. -Antonino dá valor á las ciencias.—Asocia su yerno al imperio.—De
bilidades de Lucio Vero.—Cruenta persecucion contraía Iglesia.—Muerte de An
tonino envenenado por su propio hijo. —CaTáoter de Cómodo.—Monstruoso abu
so del poder de los príncipes.—Arroja en un horno ardiendo á su bañero por ha
berle vertido muy caliente el agua.—Se decreta los honores divinos.—Reúne en
su palacio trescientos mancebos y trescientas doncellas para que sirviesen á sus
lascivos apetitos.— Su impudicia.—Sus incestos. —Ejemplos de su crueldad.—
Hazañas horribles con los Gladiadores.—Es envenenado Cómodo por Marcia y
ahogado por un atleta.—Pertinax le sucede.—Su severidad para reprimir los
desórdenes de la milicia.—Los soldados asesinan á este príncipe y ponen en
venta el imperio.

Ulpiano Trajino, nacido en la ciudad de Itálica, junto á Se


villa, en España, habia sido adoptado por Cocceo Nerva al cual
sucedió. Este príncipe tenia una arrogante presencia, de recto
espíritu, sábio, moderado, prudente, y tenia el raro privilegio
de saber gobernar en tiempo de paz. Tambien le dirigió el Se
nado elogios por su dulzura, liberalidad, magnificencia y amor
á la república.
Historia db los Papas, 8
58 HISTORIA
A imitacion de Nerva, juró que por su causa no moriría
hombre alguno, ni seria cubierto de ignominia por drden suya.
Al darle la espada á Sabura, jefe de sus guardias, le dijo: «Si
mis órdenes son justas, empléala en mi servicio; pero si son in
justas, diríjela contra mí.»
Alcanzó dos importantes victorias sobre los Dacios ; redujo
su pais á provincia romana; arrojó de la Armenia á Cosroes, rey
de los Partos; se apoderó de la Asiría, domó á los judíos y quiso
estender sus conquistas hasta las Indias, cuando murió en Sele-
nonte de Sicilia. Sobre su tumba se erigió una magnífica co
lumna que es conocida de todo el mundo bajo el nombre de Co
lumna Trajana. Este príncipe estaba dotado de las mas bellas
cualidades; pero se cree que amaba el vino y las mujeres, y que
era muy supersticioso; vicio que es peligrosísimo en los sobera
nos, porque la supersticion ha causado siempre desórdenes en
los Estados.
Bajo su reinado sufrieron los cristianos una violenta perse
cucion. Plinio el Joven, entonces gobernador de Bithynia,
obligado por el deber de su cargo á perseguir la nueva religion,
escribió al Emperador una carta, en la cual le representaba que,
siendo inocentes, se acusaba á los cristianos de crímenes atroces.
Del mismo moda preguntaba la manera cómo habia de conducir
se con aquellos hombres á quienes los decretos imperiales conde
naban como culpables. Trajano le respondió: «Que no era preci
so preguntarlo, porque siendo acusados y estando convictos de
ser cristianos, era necesario castigarlos.»
Hacíase intervenir el crimen de Estado en estos procedimien
tos, bajo el pretesto de que habiendo prohibido el Emperador las
asambleas, los cristianos, en el mero hecho de reunirse para ce
lebrar sus ritos, violaban las leyes establecidas.
Despues de la muerte de Trajano, Elío Adriano, hijo de un
pariente del anterior, obtuvo el imperio por las intrigas de
DB LOS PAPAS. 59
Plotina, con quien aquel se habia casado por agradecimiento Al
principio de 3u reinado hizo quemar las obligaciones contraidas
por el pueblo con el tesoro del príncipe, y que ascendían á la
respetable suma de 22.500 escudos de oro.
Visitó las mas bellas provincias del imperio; hizo levantar
en la Gran Bretaña un muro de ochenta pasos de largo, con
fuertes respetables, levantados á cortos intervalos, con el objeto
de defender las guarniciones romanas de los continuos ataques
de los habitantes de la isla, á los cuales no habia podido some
ter. De repente, cambiando de conducta, se retirá á Tíboli para
entregarse á la molicie, é hizo morir un sinnúmero de honrados
ciudadanos bajo el hierro del verdugo, ó bien sirviéndose de pre
parados venenos.
Grandes virtudes y grandes vicios tenia este príncipe; era
liberal, laborioso, mantenía el orden y la disciplina, descargaba
á los pueblos se dedicaba con aplicacion á la administracion de
la justicia, y castigaba rigorosamente á los que no llenaban
fielmente sus deberes. Escribió varias obras en prosa y verso, y
nosotros conservamos aun algunos fragmentos de sus poesías
latinas y de sus versos griegos: en la Anihologla. Tambien se
encuentra en los Comentarios de Espartieno un epitafio que este
Emperador escribió en honor de un caballo de caza á quien ha
bia querido mucho.
Pero Adriano era cruel, envidioso, celoso de cuantos sobre
salían en las artes, impúdico, supersticioso y dado á la magia; á
pesar de sus vicios, tuvo la desfachatez de hacerse decretar por
el Senado los honores divinos.
Terminó las guerras que estaban comenzadas; venció á los
judios, nacion siempre díscola; mató 600.000 israelitas, y dis
persó el resto de las tribus, con prohibicion absoluta de volver
jamás á su país; á pesar de todo, aquellos infelices se avi
nieron á comprar á precio de oro el triste consuelo de llorar
60 HISTORIA
un solo dia en cada año sobre las amadas ruinas de Jerusalen.
Tito Fulvio Antonino Pío, ó el Piadoso, sucedió al empera
dor Adriano, con una de cuyas hijas habia contraido matrimo
nio, y por la cual habia manifestado voluptuosas compla
cencias.
Este príncipe era de notable belleza, varonil, sóbrio, liberal,
de recto espíritu y de magnánimos sentimientos. Gobernó el im
perio con tanta sabiduría, que su reputacion se derramó por toda
la tierra. Los reyes y los principes todos deberían hacer grabar
en letras de oro sobre el frontispicio de sus palacios su bella má
xima de que vale mas salvar un solo ciudadano, que matar
muchos miles de enemigos.
Marco Aurelio Antonino, llamado el Filósofo, era hijo de
Antonio Vero, á quien Adriano habia hecho adoptar por Anto
nino Pío para que le sucediese. Marco Aurelio estaba casado con
la hija de su antecesor, Faustina, -cuyos adulterios causaron
grande escándalo en el imperio.
Antonino triunfó de los Partos; domó á Avidio Cásio, que
habia insurreccionado el Oriente; subyugó á los marcomanos y
los cuados; estableció en Atenas profesores pensionados, para
enseñar las ciencias; batió á los escitas y acometió otras precla
ras hazañas. En seguida se asoció al gobierno, del cual hasta
entonces él solo habia llevado las riendas, Lucio Antonio Vero,
su yerno, pues estaba casado con Lucila, su hija. Este coadjutor
del imperio, bastante diferente de Marco Aurelio Antonino, se
abandonaba á toda clase de plaóeres y debilidades. Los historia
dores miran como un hecho extraordinario, que durante el go
bierno asociado de dos príncipes cuyas inclinaciones eran tan
opuestas, la ambicion y los celos no hubiesen quebrantado su
intimidad; pero es preciso reconocer todo el mérito en el soste
nimiento de esta union á Antonino, quien obligó á su yerno con
el estímulo de sus virtudes á guardar mayor mesura en su con
HISTORIA 61
ducta. Vero murió antes que su suegro, y se supuso que habia
sido envenenado por su mujer Faustina.
Bajo el reinado de estos dos príncipes, la Iglesia sufrid la
cuarta persecucion, en la cual se hizo dar á muchos fieles el mar
tirio; en el número de estos se cuentan los mártires de Lyon, tan
famosos en la historia eclesiástica comoen las leyendas piadosas.
Algunos años despues de la muerte de Vero, Antonino fué
envenenado por los médicos, que cumplían en ello las órdenes de
su hijo Cómodo.
Lucio Cómodo Antonino, ocupó el trono despues de un in
fame parricidio. Cuentan los historiadores, que era el empera
dor el mas hermoso y el mas cruel de todos los hombres. Tenia
el cuerpo bien proporcionado, aventajada estatura, el porte ma
jestuoso, los ojos dulces y llenos de fuego, los cabellos espesos
y rubios como el oro. Los romanos le suponían hijo de Faustina
y de un gladiador.
Aquel mónstruo ocultaba bajo una figura interesante, la
crueldad mas despiadada. Desde la edad de doce años, comenzó
á dar muestras de ella, pues con motivo de haber dispuesto el
agua de su baño demasiado caliente, hizo arrojar á un esclavo
en un horno ardiendo. Siendo emperador, decretó que se le con
cedieran en vida los honores divinos. Sus palacios contenían
trescientos mancebos y trescientas doncellas , destinados á sus
vergonzosas liviandades.
Bajo su gobierno, los moros, dacios, pannonios, germanos y
los pueblos de la Gran Bretaña, fueron refrenados por sus gene
rales, y mientras que los pueblos se sacrificaban por la gloria del
soberano, Cómodo sobrepujaba en maldad y crueles instintos á
la perversion de Domiciano y de Calígula, y dejaba atrás á Ne
ron en infamias y liviandades.
Los mas fieles ministros del último reinado fueron asesina
dos por órden suya, y los senadores mas venerables fueron sus
62 HISTORIA
victimas. Condenó á ser arrojado en el circo ¿ las bestias feroces,
á un infeliz quehabia sido acusado de haber leido la vida de Ca-
lígula, escrita por Suetonio. En sus paseos, cuando encontraba
algun ciudadano de abultado vientre, le hacia dividir por la
mitad de un solo golpe, y se deleitaba en ver las entrañas de la
víctima, que sangrientas asomaban por la mortal herida.
Estas crueldades hicieron decir á uno de los mas ilustres
escritores de nuestros dias, que los canónigos de novela,
pintados siempre tan gordos y tan crasos, no hubieran podido
evitar la muerte bajo el imperio de tal príncipe, á no ser que
observasen con todo rigor los ayunos prescritos por sus reglas.
Este cruel emperador, no perdonó ni á su esposa Crispina,
ni á su hermana Lucila; los cristianos solo gozaron de algun
reposo bajo su gobierno. En sus orgías, Cómodo, vestido de mu
jer, gozaba con las luchas de los gladiadores, quienes vence
dores ó vencidos eran degollados sin compasion, y sobre cuyos
cadáveres se arrojaba en brazos de sus cortesanas á recibir sus
impúdicas caricias. Dotado de una fuerza hercúlea, luchó él
mismo 735 veces en el anfiteatro, reunió hasta mil coronas, con
seguidas por premio de sus combates, y se jactaba de haber ma
tado doce mil hombres con su mano izquierda. En fin, despues
de un reinado bastante l irgo, Maroia, la primera de sus concu
binas, le propinó un brevage emponzoñado ; pero como él cono
ciese que habia tomado veneno, mandó á una atleta llama 'o
Narciso, que ahogara a Marcia entre sus brazos.
Luego que murió el infame Cómodo, el Senado confió el
régimen del imperio á Publio Helvio Pertinax, que, aunque
salido de la clase de los plebeyos, se consideró el mas digno de
ceñir la imperial diadema. Juró el nuevo Emperador mantener
los privilegios del Senado; castigó á los delatores, proscribió los
bufones de Cómodo y expidió Utiles ordenanzas para bien de los
ciudadanos. Pero queriendo que las tropas se mantuviesen es
DE LOS PAPAS. 63
trictamente en el cumplimiento de sus deberes, y poner coto á
los desórdenes de la milicia, los soldados le asesinaron. Aquellos
miserables le cortaron la cabeza, y habiéndola llevado al campo,
la levantaron como insignia de triunfo, gritando tumultuaria
mente, que el imperio habia sido puesto en venta.
Sulpicio, suegro de Pertinaz, quiso comprarlo: Publio Didio
Salvio Juliano, que era mas rico que él, ofreció mas, y prometió
600 escudos á cada soldado; mas no les pudo pagar. A poco, pe
netrando Severo en Italia á la cabeza del ejército de Hungría, el
Senado declaró á Juliano parricida y usurpador y le hizo asesinar.
La extincion de la casa de los Antoninos en la persona de
Cómodo, ocasionó en el imperio turbulencias parecidas á las que
habian tenido lugar á la caida de la familia de César, en la
persona del infame Neron. Desde entonces imperó sobre Roma ,
casi exclusivamente un espantoso despotismo militar, el nom
bramiento de los emperadoros, perteneció de hecho á la guardia
pretoriana, que hacia y deshacía emperadores segun su capricho
ó su interés.
Mas tarde reclamaron á su vez las legiones el derecho da
proclamar á los emperadores, y se rebelaron contra los pretoria-
nos. El imperio, entre tanto, continuaba floreciente y en su ma
yor vigor; sábias leyes, moderados impuestos, un cierto grado
de libertad política, una libertad civil ilimitada, una poblacion
numerosa, ricas provincias, ciudades magníficas, activo comer
cio interior y exterior; tales eran las principales ventajas que
aquel sistema hacia disfrutar á los ciudadanos de Roma, y que
bien pronto desaparecieron bajo el afrentoso despotismo de la es
pada. El Senado perdió toda su influencia en el estado; faccio
sos soldados se erigieron en los dispensadores de la corona im
perial, é hicieron surgir por todas partes discordias civiles,
invasion de bárbaros y otras mil calamidades que fueron los fu
nestos presagios de la ruina de los romanos.
64 HISTORIA
El mundo iba á experimentar la mayor revolucion de que
hay memoria en la historia. Ninguna civilizacion, ningun pue
blo tocó su fin con los horribles estragos que marcó la agonía de
Roma; y era que la revolucion moral se estaba haciendo desde
que Jesucristo predicó su admirable doctrina; y era que al llegar
á los hombres y al estenderse por toda la sobrehaz de la tierra
su universal eficacia, parecía que el mundo se había congregado
en una gran unidad forzosa bajo el cetro de los emperadores ro
manos, para dividirse en mil fracciones á la irrupcion de los
bárbaros, y para conquistar en una nueva reorganizacion, des
pues de aquel desgaje, la libertad de los pueblos, que era la au
rora de la libertad del individuo y de la libertad de la concien
cia. Efectos maravillosos á que tiende la verdad del Crucificado;
efectos á cuya consecucion la humanidad camina á través de las
tinieblas de XIX siglos de lucha y de regeneracion; efectos, en
fin, cuya realizacion se aproxima, deshaciendo nieblas, vencien
do preocupaciones, refrigerando ideas, y creando entre todos los
hombres aquellos lazos de benevolencia y de comun afecto, que
fué la mas sublime aspiracion del mártir del Gólgota: Amaos y
sed perfectos, como mi padre aue está en los cielos.
DE LOS PAPAS. 65

SIGLO TERCERO.

SEVERINO, PAPA DECIMOSESTO.

SEPTIMIO SEVERO, CARACALLA, MACRINO, ELIOGABALO.

Emperadorares.
«
Usurpan los Papas una autoridad despótica sobre la Iglesia católica.—Nacimiento
de Severino.—El Papa, hereje. —Nueva persícucion. — Excomunion de los mon
tañistas.—Indulgencia para las mujeres adúlteras. —Historia notable de un he
reje azotado por los ángeles —Falsedad evidente del martirio de Severino.

(Era de 202 á 221 de J. C.)

Es una verdad umversalmente admitida que los mejores y


mas santos principios y dogmas llegan á relajarse cuando tro
piezan en la voluntad y poder de un solo hombre. La institu
cion del episcopado nos ofrece una prueba concluyente. La alta
dignidad del pontificado cambiaba el espíritu de los que con ella
se hallaban revestidos; inspirábales el orgullo y de tal manera
desataba su ambicion, que les hacia considerarse uperiores á
los demás ministros de la religion. Se notó sobre todo este cam
bio en Roma, como si aquella señora del mundo no pudiese su
frir en sus entrañas mas que príncipes y reyes.
Los obispos de la Ciudad Santa comenzaron hácia fin del
siglo segundo á atribuirse sobre las demás iglesias una jurisdic
cion que no habian recibido de los Apóstoles, y en el tercero
habian abandonado ya los preceptos de humanidad dados por
66 HISTORIA.
Cristo. El siglo primero de la Iglesia fué de oro, para servirnos
de la espresion del Cardenal de Lorena; pero ha sucedido que se
fueron alejando los tiempos apostólicos, la corrupcion fué au
mentando, y el despotismo del clero gravitó sobre los pueblos.
Víctor habia preparado la dominacion de los Pontífices, y
sus sucesores no doscuidaron ocasion alguna de aumentar su
poder.
Severino, que gobernó la Iglesia de Roma despues de San
Víctor, era romano é hijo de Abundio. Se atribuye su eleccion
á la aparicion milagrosa del Espíritu Santo bajo la figura de una
paloma que pasó sobre su cabeza.
Algunos historiadores afirman que este Santo Padre habia
sido sorprendido por los artificios de los montanistas, y que Pa-
xias le desengañó antes de caer él mismo en el error. Bajo el
pontificado de Severino, el Obispo de Roma abandonó su rebaño
para evitar su martirio. Cuando sucedió la calma á la tempestad,
volvió á parecer el Obispo, y para que se olvidara su cobardia,
persiguió á los herejes, excomulgó á los montanistas y con ellos
al mismo Tertuliano, que habia abrazado el partido de los nova
dores.
La caida de aquel grande hombre afligió profundamente á
los fieles, que atribuyeron la causa de su apostasía á los malos
tratamientos que sufrió y á los celos de los eclesiásticos. La ex
comunion del Papa habia sublevado la indignacion general y la
mala reputacion que el clero habia adquirido, hizo que hasta él
se levantase la censura universal.
Casi en la misma época, Orígenes desterrado por la fé cris
tiana, vino á Roma a visitar al Pontífice ; quien le acogió favo
rablemente. Los autores de aquel tiempo guardan el mas pro
fundo silencio sobre los actos de este Santo Pontífice ; no obstan
te, dicen que perdonaba los adúlteros que se arrepentían de sus
faltas. Le acusan de haber sido dado á la molicie y de haber
DE LOS PAPAS 67
ocasionado el relajamiento de la disciplina por su dulzura y
templanza hácia las mujeres culpables, mientras cerraba las
puertas de la Iglesia á los idólatras y á los homicidas.
Cuentan las leyendas igualmente una conversion milagrosa
que tuvo lugar en este pontificado. Un confesor llamado Natalio,
por un sentimiento de avaricia, habia abrazado el partido de los
theodosianos; pero durante toda ana noche fué duramente flage
lado por los santos ángeles. Ellos en seguida le metieron en un
saco, derramaron sobre su cabeza polvos de ceniza y le conduje
ron á los piés del Pontífice, que recibió su adjuracion volvién
dole á la comunion de los fieles.
No puede fijarse de una manera cierta ni el dia ni aun el año
de la muerte de este Papa, y annque la Iglesia le concede ho
nores de mártir, con razon se duda de que derramase su sangre
per la fé cristiana.
En las Pontificales la época de su muerte se fija en el año
221 ; fué enterrado sobre la Via Apia.
Como hemos hablado ya de Orígenes, nos parece útil dar á
conocer á este heresiarca, cuya secta tomó hácia fin de este siglo
un gran desarrollo. Orígenes habia sido criado por los cuidados
de una rica dama cristiana, que él abandonó mas tarde para vi
vir en la soledad mas absoluta y en el ayuno mas riguroso, no
bebiendo mas que agua de lluvias, ni comiendo otra cosa que
simples yerbas cocidas con agua. Llevó su fanatismo hasta el
punto de ejercer consigo mismo la brutal mutilacion de los eu
nucos, operacion prohibida por las leyes de la Iglesia. A pesar
de esta gran falta, añade el legendario, fué ordenado Obispo por
Alejandro, primado de Jerusalen, á causa de su gran sabiduría
y de su mucha elocuencia, que le hacían ser una de las lumbre
ras de la Iglesia.
Las doctrinas de Orígenes eran muy singulares: pretendía
que Dios en el principio del mundo habia criado un gran número
68 HISTORIA
de espíritus iguales en poder, diferentes en esencia ; que la ma
yor parte de estos habian pecado; que entonces para castigarlos
de su caida, fueron encerrados en cuerpos de diversas formas, y
que aquellos espíritus puros eran las almas, los ángeles, los as
tros, los animales y los hombres. Como consecuencia de esta pri
mera idea afirmaba que las almas eran materiales ; que los án
geles estaban sujetos al bien y al mal ; que los bienaventurados
aun podian pecar en el cielo, y que los demonios no debian ser
eternamente enemigos de Dios. ,
DB LOS PAPAS. 69

CALIXTO PRIMERO.

PAPA DECIMOSESTO.

HELIOGÁBALO, ALEJANDRO SEVERO.

Emperadores

Kstado de la Igesia —EL Papa edifica un templo en el lugar en que antes había
existido un lupanar.—Cementerio de Calixto.—Depósito general de reliquias
para toda la cristianidad.—Indulgencia del Papa hacia los clárigos hartos de crí
menes.—Muerte de Calixto.

(Era de 221 á 226 de J. C.)

Calixto era romano é hijo de Domicio; fué elevado á la Santa


Sede y se aplicó á todos sus cuidados aprovechando la tranquili
dad que gozó el clero durante el reinado de Heliogábalo, prín
cipe entregado únicamente á sus placeres y monstruosidades. La
muerte de este Emperador aumentó aun la confianza y la paz de
la Iglesia, y los fieles comenzaron á ejercer públicamente los ac
tos de su religion bajo el gobierno de Alejandro Severo. Favore
cía el Emperador manifiestamente á los cristianos; admiraba su
disciplina, y se deleitaba en seguir la mayor parte de sus máxi
mas. Un autor pagano nos refiere la contestacion que medió en
tre los sacerdotes y los taberneros de la ciudad de Roma, con
motivo de querer estos últimos oponerso á que los cristianos ce
lebrasen sus asambleas religiosas en el lugar en que ellos tenian
70 HISTORIA
sus fiestas y saturnales. El Emporador falló en pr<5 de los sacer
dotes, aunque esta füese una usurpacion, y Calixto hizo edificar
un templo en aquel mismo paraje. La tradicion añade que lo
dedicó á la Santa Virgen, pero esto no es presumible, pues el
uso de estas dedicatorias religiosas no estaba aun establecido.
La obra mas notable que se atribuye á este Pontífice es la
del famoso cementerio que lleva su nombre, y del cual se ha
hablado tantas veces en los martirologios y en las leyendas. Sin
duda alguna es el mas extenso y renombrado de los alrededores
de Roma, y hay quien afirma que están enterrados en él 74.000
mártires y 46 Papas. Subsistía antes del reinado de Calixto, pero
se le ha dado su nombre porque él lo engrandeció y por estar
enterrado allí él mismo. Otras tradiciones, por el contrario, dicen
que este Papa hizo enterrar en él los cuerpos de los cristianos
con los de los paganos, y afirman que la Iglesia hasta el siglo V,
no tuvo cementerios particulares.
Los actos de Calixto están tambien en profundo olvido, y
falsamente se le atribuyen los ayunos de las cuatro témporas,
uso de que no se encuentra rastro alguno hasta el pontificado de
Leon, que vivia hácia fines del mismo siglo V.
El Santo Padre prohibió recibir contra los eclesiásticos las
acusaciones llevadas por gentes desacreditadas, sospechosas ó
enemigas de los acusados; sábia precaucion que algunos siglos
despues dieron por completo al olvido los protestantes y los ca
tólicos que mutuamente se perseguían y esterminaban. El Pon
tífice consideraba como herejes á los fieles que pretendian que
los sacerdotes no podian ejercer sus funciones pastorales cuando
caian en pecado antes de haber hecho penitencia. Estos princi
pios religiosos fueron rechazado por Calixto, que preveía que los
eclesiásticos de todos los siglos tendrían necesidad de la indul
gencia de la Iglesia.
Los actos de los mártires nos atestiguan que Calixto despues

'
DE LOS PAPAS. 71
de haber estado largo tiempo en prision, fué precipitado por una
ventana á un patio profundo, y que los fieles obtuvieron permi
so para recoger su cuerpo, que fué enterrado en el panteon Cale-
podo sobre la Via Aurelia.
Se supone, pero sin certeza, que murió en 226, . despues de
haber gobernado la Ig esia por espacio de cinco años y un mes.
Nada es menos auténtico que el martirio de este Pontífice; por
el contrario está probado que bajo el reinado del Emperador
Alejandro no hubo persecucion alguna, y que este monarca pro
tegió á Calixto, á quien otorgó autorizacion para fundar la pri
mera Iglesia cristiana que se consagró en Roma.
Alejandro era sirio de nacimiento, y el sobrenombre injurio
so de Archisinagogo que los romanos le daban, atestigua que
protegia la secta judia y muy en particular la nazarena. Oríge
nes afirma que Mammea, madre del Emperador, era cristiana, y
que pasaba los dias leyendo las ve dades anunciadas por los
Apóstoles. De esta manera los autores del martirologio, no pudien-
do establecer de una manera incontestable el martirio de Calix
to, han pretendido que el prefecto de Roma persiguió á este
Pontífice sin saberlo el Emperador. Mas para manifestar la fal
sedad de este aserto, basta recordar que aquel magistrado, que
se llamaba Ulpiano, era un modelo de equidad; y por otra parte,
que una ac ion de esta naturaleza no hubiera podido estar oculta
mucho tiempo, puesto que Alejandro habia prohibido por un
• decreto á los gobernadores de las provincias y á los demás oficia-
es del imperio, que ejercieran ningun acto de violencia contra
sus subditos por motivos de religion, cualesquiera que fuesen el
rango, fortuna ó creencia de los acusados. Consta del mismo
modo, que mientras él reinó no hubo ningun mártir, y que por
el contrario dos sectarios de la nueva religion fueron altamente
protegidos.
Ya las ideas cristianas espresadas en numerosos escritos y
72 . HISTORIA
difundidas por el infatigable celo de los Pontífices, habian pe
netrado en la sociedad pagana; muchos ricos ciudadanos del im
perio admitían algunos de los nuevos dogmas, y profesaban
grande veneracion á los ministros del culto. Se cita especial
mente á Ambrosio, de familia consular, que dirigia públicamen
te á Alejandro cartas cristianas, y que ocupaba á sus expensas
un considerable número de escribientes para que hiciesen copias
de los libros eclesiásticos. Solamente para Orígenes costeaba
siete notarios que escribian á su dictado; veinte libreros en
cuadernaban sus obras, y doncellas calígrafas las trascribian en
seguida para las demás Iglesias.
DE LOS PAPAS. 73

URBANO PRIMERO.

PAPA DECIMO OCTAVO-

ALEJANDRO SEVhRO, EMPERADOR.

Incertidumbre sobre el Pontificado de Urbano.—Piedad del emperador.—Pretend»


éste *ecibir á Jesucristo en el número de los dioses del imperio.—El Papa, en
señal de desprecio insulta la estatua del dios Marte.—Muerte de Urbano.— Se
hace remontar á los tiempos de este Pontífice el uso de los vasos de oro en las
iglesias.—Riqueza de los obispos.

(Era de 226 á 283 de J. C.)

Era Urbano romano de nacimiento, y pertenecia á una de


las mas notables familias de la nobleza de aquella ciudad: su
padre se llamó Ponciano. Son desconocidos el principio, fin y
duracion de su Pontificado.
Mientras él gobernó la Iglesia de Roma, no sufrieron los
cristianos persecucion alguna. Alejandro Severo, que reinaba
entonces, lejos de Laceria guerra á los fieles, lo* favoracia en
todas circunstancias, y no se conducia mas que por los consejos
de su madre Mammea, que era cristiana. Colocó en su oratorio
la imágen de Cristo, en el rango de los grandes hombres hácia
los cuales el Emperador tenia marcada inclinacion, y se dice
que ma3 de una vez le asaltó la idea de aumentar con él el largo
catálogo de los dioses del imperio. Aprovechándose Urbano de
aquellas propicias circunstancias, hizo un gran número de catc-
HlSTORÍA DE LOS PAPAS. 9
74 HISTORIA
cúmenos, llevando su celo hasta llevar la luz de la Fé al palacio
de los Césares. \
Entre tanto, otro Urbano, que á la sazon era préfecto de
Roma é irreconciliable enemigo del nombre cristiano, llevó ante
un tribunal al Santo Padre, para obligarle allí á ofrecer incien
so en los altares del dios Marte. Habiendo sido , el Pontífice ar
rastrado ante el ídolo, quemó el incensario en señal de desprecio
y escupió al dios. En aquel momento fué condenado el celoso
pastor á la muerte en los tormentos, y conducido preventiva
mente á hediondos calabozos, con multitud de fieles que le
acompañaron en el martirio. Pero las crónicas de donde hemos
tomado la vida del santo, no merecen gran crédito á muchos
sábios. De cualquier modo que sea, se fija la época de su muerte
en el año 223 de Jesucristo, que precisamente concurrió con el
décimo del imperio de Alejandro Severo. Parece que su cadáver
fué enterrado en el panteon de Pretextato, sobre la Vía Apia.
Dicen algunos autores que el uso de vasos preciosos en los
templos cristianos, data de los tiempos de este Pontífice : si el
hecho es cierto, es digna de notarse la conducta de Urbano
en oposicion á la del Emperador, que habia prohibido el oro y
la plata en los ornamentos y vasos de los altares idolátricos, ase
verando con razon que de ninguna manera puede ser de alguna
utilidad el oro ni los metales ó piedras preciosas en la religion.
Hácese remontar tambien á este Pontífice el origen del tem
poral en las Iglesias, á lo que se añade, que Urbano dedicó á la»
necesidades del clero las limosnas y los bienes que los cristianos
le ofrecieran, y que dividió las rentas de manera que fuesen
exactamente proporcionadas á los trabajos de los ministros del
altar.
DE LOS PAPAS. 75

PONGIANO.

PAPA DECIMO-ÑOÑO-

ALEJANDRO SEVERO Y MAXIMINO.

Emperadores.

Nacimiento de Ponciano.—Su destierro á Cerdeña.—Su abdicacion.—Su muerte.—


Ridicula relacion de una mujer poseída del demonio.

(Era de 233 á 237 de J. C.)

Refieren los autores al tratar de la vida de este Pontífice,


que era romano de nacimiento é hijo de Calpurnio. Algunos
meses logró de tranquilidad en el gobierno de la Iglesia; mas á
poco fué turbado su reposo en las funciones de su ministerio por
los implacables enemigos del cristianismo, que le desterraron á
Cerdeña. A esta comarca enfermiza, cubierta de pantanos, se
enviaba á aquellos de quienes el poder romano queria deshacer
se; por esto á ella fué recluido Ponciano como lugar de su des
tierro. No quiso marchar éste sin d.•jar anles en la Iglesia esta
blecido un conductor que le sustituyese en tu sagrado cnnctido»
y con el objeto de que las fieles de Roma quedasen en libre acti"
tud de fijar en otros su eleccion, solemnemente declaró que ab
dicaba el Pontificado.
El Emperador Alejandro Severo no había condenado á.Pon
96 HISTORIA
oiano al destierro á causa de sus creencias religiosas, porque
verdaderamente aquel príncipe no puede ser considerado perse
guidor, sino porque se habia dejado sorprender por las intrigas
calumniosas y bajos manejos de los enemigos de Ponciano, que
le acusaban de haber pretendido turbar el órden pú! lico en el
imperio. Solo algunos meses dirigió este Pontífice los negocios
de la Iglesia, y cuando suscitó Maximino una nueva persecucion
eontra esta, San Ponciano fué conducido á Cerdeña para recibir
la corona del martirio el año 237.
Una historia maravillo a recogida por los historiadores sa
grados, refieren las crónicas, por la cual pueden ya deducirse
los engaños del clero, aun desde los primeros siglos del cristia
nismo. Existia en la Capadocia una mujer que, segun ellos,
estaba poseída del demonio y que se decia profetisa; por medio
de falsos milagros consiguió seducir á una porcion de fieles que
la tenían en olor de santidad, siendo tal su prestigio, que hasta
un sacerdote llamado Rústico y un diácono, se dejaron sorpren
der de la taimada. Tenia esta falsa profetisa el atrevimiento de
administrar el Bautismo y la Eucaristía, con iguales ceremonias
que las que la Iglesia observaba; pero un hombre de gran piedad
sostuvo públicamente que aquella mujer estaba poseída del dia
blo, é hizo salir de su cuerpo, por medio de oraciones, al demo
nio Astaxoth, que se escapó vomitando llamas sobre el pueblo.
Hacia esta época, se refiere, acaeció la muerte al célebre
Tertuliano, obispo de Cartago y digno émulo de Orígenes; fué
hereje como su contemporaneo y uno de los mas activos propa-
gidores de las doctrinas de Montano. Sus numerosos escritos
atestiguan la extension de sus luces y la profundidad de sus co
nocimientos.
DE LOS PAPAS. 77

ANTERO-

PAPA VIGESIMO.

MAXIMINO, EMPERADOR.

ELECCION DE ANTER3.-SU MURRTE.— 3U3 ESCRITOS.

(Era de 237 a 233 de J. C.)

Cuando Poaciauo abdicó su alta dignidad de Pontífice, los


fieles de Roma le guardaron tan profundo respeto y tan alta
consideracion, que rehusaron _elegir nuevo Papa mientras él
viviese. Pero cuando murió, recayó la eleccion en An tero, griego
* de nacion é hijo de Rómulo.
Mientras éste se ocupaba del cuidado de su rebaño, la perie-
cucion, que continuaba cada vez mas sangrienta, no le perdonó,
y sufrió el martirio el a&o 238, despues de haber ocupado la
yanta Sede un mes solamente.
Las epístolas que se atribuyen á Antero, reconocidamente
son apócrifas; del mismo modo inspiran poca confianza los escri
tos que dicen acerca de este Pontífice, que permitió á los Obis
pos cambiar unas sillas por otras, ya fuese por interés particu
lar, ya por el bien de la religion. Los protestantes se apoyan,
para hacer esta negativa, en quo en aquella época no hubieran
los prelados recurrido á la decision de Roma para autorizar aque
llos cambios, puesto que la jurisdiccion pontificia estaba encer
rada en los límites de su diócesis.
78 HISTORIA
Segun los mismos protestantes, la actual jurisdiccion de los
Pontífices sobre la Iglesia universal ha sido escandalosamente
introducida en su organismo con mucha posteridad. La mayor
parte de los prelados no solicitan nuevas vacantes en servicio á
la religion, en lo que últimamente piensan; nunca se informan
del número de almas que tienen que conducir por el camino de
la salvacion; pero lo que sabe cada Obispo, es la renta que ha
de gozar, el número de domésticos, de caballos y de trenes de
que puede disponer; por cuya insaciable avaricia se hacen in •
dignos de la majestad y de la santidad del episcopado.
Julio el Africano publicaba entonces su historia universal
que comenzando por el origen del mundo terminaba en el año
cuarto del reinado de Heliogábalo. Aquel historiador, uno de
los mas sábios geneologistas de su tiempo, nos asegura quehabia
buscado el modo de conciliar las dos genealogías contradictorias
que sobre Jesucristo nos deparan los evagelistas San Lúeas y
San Mateo; y que á pesar de que habia hecho de exprofeso un
viaje á Palestina para consultar con los judios que pretendian
pertenecer a la familia de Cristo, no pudieron revelarle acto
alguno que atestiguase el origen de Jesus. El mismo padre,
cuya ortodoxia ha sido reconocida por la Iglesia, asegura que !a
mayor parte de las tradiciones biblicas son apócrifas, y entre
otras cita la historia de Susana, que no encontró en los ejem
plares hebreos anteriores á la destruccion de Jerusalen y á la
ruina de la Judea,
DB LOg PAPAS. 79

FABIANO.

PAPAVIGESIMO-PRnEBO.

MAXIMO, GORDIANO, FILIPO Y DECIO.

Emperadores.

I leccion milagrosa de Fabiano.—Nueva fábula sobr« la venida del Espíritu -Santo


en forma de paloma blanca —Las actas de los mártires se llenan de groseros er
rores y falsedades.—Sétima persecucion contra la Iglesia.—Muerte de Fabiano.

(Era de 238 á 253 de J. C.)

Algunos dias despues de la muerte de San Antero, Fabiano,


á quien se supone romano 6 italiano de nacimiento é hijo de
Fabio, fué elegi lo Papa de una manera milagrosa, si es permi
tido seguir la tradicion de Eusebio y á los autores que le han
copiado.
Cuentan estos que habiendo salido Fabiano al campo, tuvo
que volver á Roma para asistir á la elevacion de un nuevo Pon
tífice; hallábanse los fieles reunidos en el templo para proceder
á la eleccion y proponían á muchas personas considerables sin
pensar en Fabiano, aunque se encontraba presente, cuando de
pronto vino á posarse sobr i su cabeza un pichon blanco, que
vino revoloteando. Entonces los fieles, recordando que el Espí
ritu-Santo habia descendido en el bautismo de Jesucristo, bajo
una figura parecida, creyeron que Dios les hacia entender su
80 historia.
voluntad, y en el momento Fabiano fué proclamado Pontífice'
y llevado á la Santa Sede sin mas formalidad que la de la im
posicion de las manos.
No estaba aun adoptada en aquella época la costumbre de
prosternarse delante del Pontífice de Roma inmediatamente des
pues de su eleccion, ni la de besar sus pies.
Segun algunas tradiciones, este Pontífice introdujo la cos
tumbre de renovar el Sanio Crisma todos los años el Jueves
Santo y de quemar en la Iglesia, el del año anterior; pero la an
tigüedad nada importante nos ha conservado de cierto sobre lo;;
actos de Fabiano, ni sobre las ordenanzas que espidió acerca de
la administracion de su cargo. Excomulgó al Obispo Pribato,
hombre de escandalosa conducta y de perniciosa doctrina, el cual
habialo sido antes en Africa en un concilio de noventa obispos.
Ignoramos los dogmas que enseñaba la heregía de Pribato, he -
regía que con él quedó estinguida; verdad es que mejor seria
que se ignorasen tambien todos los cismas que á la Iglesia han
dividido.
Si hemos de dar crédito a 'a historia de Eusebio, el empe
rador Filipo y su hijo fueron cristianos; las Adas del martiri"
de San Ponciano afirman que el Obispo Fabiano habia bautiza
do á aquellos dos principes; no obstante, es casi inverosímil que
los soldados, los grandes y los pueblos hubieran sufrido su do
minacion á ser Füipo cristiano.
Despues de la muerte de estos dos príncipes, Decio, que les
sucedió, vino cá turbar la paz de la Iglesia con una sangrienta
persecuc on. Muchos Heles y el Pontífice á la cabeza de ell
recibieron la palma del martirio; otros, en gran número, apos
tataron. La muerte de Fabiano ocurrió, segun unos, en se
gun otros, en 250.
ABJURACION DE SN MARCELINO.
DE LOS PAPAS. 81

SEDE VACANTE.

Continúa la persecucion.—El gran Cipriano, obispo de Cartago, huye vergonzosa


mente.—San Gregorio Thauniaturgo, abandona su rebaño.—Milagro cristiano
imitado del paganismo.—Un santo obispo y su diácono convertidos en árboles.

(Era de 253 de J. C.)

Platino en su cronología se engañó ciertamente al indicar


que la silla Papal de Ronia solo quédó vacante por seis dias des -
pues de la muerte de San Fabiano. Convienen los historiadores
en que antes de elegir un nuevo Pontífice se esperó á que se
moderase el rigor de la persecucion, y este sentimiento está
tanto mejor fundado, cuanto que una parte de I03 eclesiásticos
de Roma y de los obispos vecinos estaban prisioneros, dispersos
ú ocultos: así, pues, la Santa Sede quedó desocupada durante
algun tiempo, y á cargo del clero el cuidado del gobierno de la
Iglesia.
Asolando la persecucion las iglesias de Oriente y de Occi
dente, se vió obligado Cipriano, gran Obispó de Catargo, á
abandonar su diócesis, por órden de Di s, como él mismo testi
fica en una de sus cartas: con este motivo fué proscrito y con
fiscados sus bienes. San Gregorio Thaumaturgo, Obispo de Nue
va Cesárea, en el Ponto, huyó de igual manera y retiróse con
un diácono á una colina desierta. Los verdugos persiguieron á
los dos obispos, y habiéndose descubierio su retiro, cercaron la
montafía: unos tomaron el paso de la llanura, otros se dedicaron
á hacer pesquisas de caverna en caverna. Mandó Gregorio á su
82 HISTORIA
diácono se pusiera en oracion, teniendo ciega confianza en Dios:
él mismo comenzó á orar postrado en tierra, extendidas las nía
nos y fijas las miradas en el cielo. Los paganos despues de ha
berlos buscado roca á roca y hasta en los mas ocultos escondrijos,
volvieron al valle asegurando que no habian encontrado mas
que dos árboles, vecino el uno del otro.
Lsta admirable metamorfosis Uend de espanto al pastor que
habia servido de guia á los enemigos de Gregorio: cuando la
noche extendió su manto sobre la montaña, el Pastor halló lugar
al Obispo y su diácono inmóviles y en oracion en el mismo lugar
en donde los perseguidores habian visto los dos árboles: enton
ces se prosternó á sus pies y los pidió el bautismo.
La leyenda recuerda igualmente, que un "dia, mientras que
el piadoso Obispo se entretenía bajo uno de los pórticos de Ale
jandría con otros prelados, llegó una cortesana á reclamarle el
precio d<3 una noche dp orgía que habia pasado con él y no ha
bia querido pagar.
ho$ que conocían Ja virtud de Gregorio se levantaron
indignados para castigar á aquella mujer; pero él, sin con
moverse, dijo á uno de ellos: «Dad & esa muchacha la suma que
pide.» Apenas tocó el dinero la mano de la cortesana, una densa
niebla la circundó, arrebatándola despues "el espíritu del mal.
Gregorio rogó entonces por ella, y en el momento tembló la
tierra debajo de sus pies, un olor sulfúreo infectó el aire, y la
meretriz fué librada del demonio.
DE LOS PAPAS. 83

SAN CORNELIO PRIMERO.

PAPA VIGESIMO-SEGUNDO-

NOVICIA! PRIMERO. ANTI-PAPl

DECiO, GAL) Y VOLUSIAKl).

Emperadores.

Enemistad del Emperador Deeio contra los cristianos.—Eleccion de Cornelio por


el pueblo.^-Cisma de Noviciano.— Querellas del Papa y del anti-Papa. —' onsá-
grase á Noviciano en medio de una orgía.—Cisma de Fortunato en Africa. —
Continuacion de la persecucion.—Destierro de Cornelio.—Versiones acerca de su
martirio.

(Era de 254 de J. f.)

No es sorprendente que la Santa Sede quedara vacante cerca


de año y me io y que el clero no tratas de ; clamar nuevo Pon
tífice, porque acababa el Emperador Decio de revolver el Estado
y ciertament ' los desordene se hubieran aumentado por la elec
cion di un nu.vo Pontífice que hubiera sido capaz de sostener
la religion cristiana.
El sacerJote Cornelio, romano de nacimiento é hijo de Ca -
tino, no fué elevad i al trono pontificio hast i algun tiempo des
pues de la muerte de aquel príncipe.
Era Cornelio de pureza virginal, de una notable modestia y
de una firmeza perseverante y enérgica: despues de haber
pasado por todjs los gradjs do las órdenes canónicas, ni h ibia
intrigado como otros papa^, ni deseaba tan alto honor. Fué
84 HISTORIA
elegido como el mas digno por diez y seis obispos que se encon
traron en 1 1 ciudad eterna; todos los clérigos dieron testimonio
de su gran mérito y el pueblo que estaba presente aprobó la
eleccion.
Sufrían en aquellos desastrosos tiempos una peligrosa perse
cucion los fieles de imperio, entretanto que el papado era ya
un objeto de ambicion para los obispos. Noviciano, presbitero
de la Iglesia romn a, celos i de la elevacion de Cornelio, se de
claró en contra suya: afectaba gran severidad de costumbres, se
murmuraba en Roma que recibia a los apóstatas á la penitencia
con demasiada facilidad. Una parle de los miembros del clero
que aun permanecía prisionera, se dejó seducir bajo las apa
riencias de su celo por la disciplina. Novato, cismático de
Africa, apoyaba sus designios, y juntos esparcían injuriosas ca
lumnias contra el papa Cornelio. le acusaban de comunicarse
con Obispos que habian sacrificado á los ídolos y de haber
abjurado secretamente en manos del magistrado, á fin de vitar
la persecucion.
Noviciano. separándose de la omunion de Cornelio, arrastró
á muchos confes are y un gran número de fieles imbuyéndolos
en los errores de su cisma. Se hizo jefe de los que así :: ismo se
.llamaban los puros, porque sostenían que los cristianos que ha
bían caido durante la persecucion, ni podian esperar la salva
cion, ni obtener el perdon de sus faltas.' Un concilio de sesenta
Obispos, presbiteros y diáconos, se reunió en Roma para decidir
sobre aquella cuestion, en el cual Noviciano fué condena 'o y
excomulgado.
Corneli; escribió á Fábio, Obispo de Antioquia, á fin de no-
üoiarle las resoluciones tomadas en aquel concilio; hablóle con
acritud, del espíritu y costumbres de su contrincante, cuyo re
trato le hacia con las siguientes palabras: «Te diré como Novi
ciano, este hombre admirable, no pudiendo resistir pir mas
DE LOS PAPAS. 85
tiempo el deseo de ser Papa , ha declara lo su ambicion desme
surada á pesar de la má cara de santidad con que se cubren
los confesores que ha ligado á sus intereses. Pero habiendo co-
nocido sus artificios, sus intrigas, sus engaños y sus perjurios,
estos, renunciando á su amistad, l.an vuelto á la com nion de
la iglesia, y en presencia de los Obispos, de los sacerdotes y de
muchos láico3, han publicado la maldad que él oc ltaba bajo la
apariencia de una falsa humildad. Han llorado el error en que
habian caido y la desgracia de ' aberse separado de la comunion
de los fieles, engañados y seducidos por los halagos del impos
tor Observamos, sin embargo, carísimo hermano, el admi
rable cambio que ha habido en su conducta: este pasto;•, que
aseguraba con execrables juramentos no haber jamás ambicio
nado la dignidad episcopal, ha apare, ido hecho Obispo siu saber
cómo: este doctor, *este defensor do la disciplina de la Iglesia,
queriendo usurpar el episcopado, al cual no le habia llamado
Dios, se habia asociado á dos hombres perdidos, y los babia en
viado a un ri con de Italia para engañar tres Obispos sencillos
ó ignorantes, asegurándoles que marchaba á Roma para apaci
guar coa otros prelados un altercado que habia tenido lugar:
pero cuando vinieron los hizo encerrar por pecadores, como él,
por espacio de diez horas, y habiéndolos hecho beber con exceso,
les disuadió á que le consagrasen Obispo con una vana imagi
naria y simple imposicion de manos: de esta manera es como se
atribuye injust mente la dignidad episcopal, á la cual no tiene
derecho alguno.»
Mientas Noviciano mantuvo su autoridad contra la de Cor-
nelio, le sublevó una gran parte de su rebaño. En las cartas que
escribió despues de su ordenacion el anti-papa, no mostraba
hácia el Santo Padre ningun miramiento, y su testimonio se
autorizaba con el de los confesores que se habian declarado de su
86 HISTORIA
Algun tiempo despues, Fortunato, que habia sido arrojado
de la Iglesia, fué ordenado Obispo de Cartago por prelados cis
máticos, con el o' jeto de disputar aquel puesto á San Cipriano.
El usurpador envió á pedir á Roma la comunion del Santo Pa
dre. Feliciano, que era su legado, se presentó á las puertas de
la Iglesia, acompañado de una multitud de furiosos hereges, que
pretendian hacer reconocer á Fortunato, como Obispo de Carta
go; pero el Papa no permitió escucharlos, y arrojándolos de la
Iglesia los trató con aspereza. Los fieles aprobaron la conducta
del Pontífice contra Feliciano, el cual habia sido legítimamente
condenado, por haber saqueado el dinero puesto en depósito,
corrompido las vírgenes y cometido adulterios.
La persecucion que se habia apaciguado hacia el fin del rei
nado de Decio, comenzaba á dejarse sentir con doble furor
tomando por pretesto la mortífera peste que se extendia por
muchas provincias del impe io. El Emperador Galo y su hijo
Volusiano habian recurrido á sus ídolos, y fijaron edictos en
todas las provincias, ordenando sacrificios. Pero los cristia
nos rehusaron tomar parte en sus supersticiones, y como
era natural, se echó sobre ellos la culpabilidad de las desgra
cias públicas, que se consideraban como efecto de la cólera
celeste.
Cornelio fué el primero que durante esta persecucion confesó
en Roma el nombre de Jesucristo; en el momento fué desterrado
de la ciudad imperial por órden del Emperador Galo, á Centum-
Celloe, que es la actual Civita-Vecchia, lugar bastante agrada
ble, á 45 millas de Roma.
A pesar de los honores que la Iglesia le concede, debemos
presumir que acabó sus dias de muerte natural el año 254. San
Gerónimo, siguiendo los erróneos testimonios de las antiguas
tradiciones, afirma que este Pontífice derramó su sangre en
Roma siendo decapitado por mano del verdugo, despues de ha
DE LOS PAPAS, 87
ber regido la Iglesia por espacio de un año y algunos meses.
Decio Labia impreso un terror tan profundo entre los nuevos
cristianos, que gran número de estos abandonaban el territorio
imperial para huir á tierra de Egipto. Durante aquellas emi
graciones, murieron muchos de hambre y de sed, otros fueron
devorados por los tigres y leones; algunos, despues de haber
franqueado las montañas de la Arabia, cayeron en poder de las
hordas nómadas: los que tuvieron la suerte de escapar de todos
estos peligros, poblaron las soledades de la Tebaida y se hicie
ron ermitaños.
Refieren una historia las leyendas, que es muy curiosa, y
se remonta á ios primeros anacoretas de la baja Tebaida. «Un
joven cristiano de Alejandría, llamado Pablo, dice el lejandario
heredero de un rico patrimonio, profundamente instruido en las
letras griegas y egipcias, se habia retirado á uno de sus domi
nios, para vivir lejos del mundo en compañía de su cuñado y de
una hermana, hácia la cual se seutia movido de una ardiente
pasion; pero un dia, habiendo sorprendido el incesto su cuña
do, los amenazó con entregarlos á los comisarios del Empe
rador. »
» Asustado por aquella amenaza, Pablo huyó á las montañas
inaccesibles, donde poco á poco fué encontrando la tranquilidad
de espíritu. Sus lágrimas dulcificaron la justicia de Dios, y tuvo
una revelacion en la cual se le presentó un ángel, el que le
prometió el perdon de su crimen, á condicion de que acabase su
vida en la soledad.»
«Al dia siguiente de su sueño, Pablo, decidido á seguir la
inspiracion divina, trepó una colina que se encontraba ante él;
cuando llegó á la cima, apercibió una gran caverna formada
por una piedra; penetró por curiosidad y encontró en el interior
una espaciosa sala llena de luz y sombreada por una vieja pal
mera que estendia sus protectores brazos sobre toda la gru'a,
88 HISTORIA
una límpida fuente brotaba al pié de la roca, y despues de ha
ber corrido alguna e ¿tension, se perdia en una sinuosidad, for
mada por rocas de granito. Pablo escogió aquel lugar para reti
ro, y allí vivió noventa años, aunque tenia ya veinte y tres
cuando huyó de Alejandría.»
En los últimos años del pontificado de Cornelio, se fija
igualmente la fundacion de la Iglesia de Tolosa por San Satur
nino y la de París por San Dionisio.
Hay que tener en cuenta la inocencia y la fé de los tiempos
primitivos, y en ellas únicamente encuentran disculpa los auto
res de las mil leyendas de los santos. Si no fuera así ¿quién
habia de poder soportar la larga série de prodigiosos milagros
que nos cuentan, todos iguala ente inverosímiles, y todos igual
mente desprovistos has a de sentido comun? La Iglesia los ha
tolerado y consentido, pero no puede convertirlos en dogmas de
fe: la piedad puede hasta creerlos; la razon no puede menos de
rechazarlos.
DE LOS PAPAS. 89

LUCIO.

PAPA VIGÉSIMO-TERCERO.

GALO, VOLUSIANO Y HEMILIANO,

Emperadores.

Elogio de Lucio.—Su destierro.—Su vuelta a Roma.—Incertidumbre sobre su martirio.

(Era de 253 de J. C.)

Sucesor de Comelio fué Lucio, hijo de Porfirio y romano de


nacion. Habia acompañado al Pontífice en su destierro, y des
pues de su muerte los fieles le juzgaron digno, entre todos los
confesores y presbíteros de aquella iglesia para ocupar la sede
vacante. Pero el Santo Padre no ejerció por mucho tiempo las
funciones de su cargo: habiendo sido arrojado de Roma por sus
perseguidores, fué vuelto á llamar del destierro, y se le permi
tió consagrarse al cuidado de su iglesia, á la cual gobernó por
espacio de cinco meses. No se asegura que Lucio sufriese el mar
tirio, y los historiadores están en duda sobre la duracion de su
pontificado, pero convienen en que murió el mismo año de su
elevacion, que fué el de 253.
Algun tiempo despues fué Cipriano consagrado obispo de
Cartago, y por sus escritos logró formar una colonia católica en
Africa. Este piadoso obispo, antes de convertirse al cristianis-
HlSTORIA DE LOS PaPAS. 10
90 HISTORIA.
mo, habia enseñado públicamente en una cátedra de bellas le
tras, adquiriendo por premio de su trabajo cuantiosas riquezas.
No solamente distribuyó entre los pobres todos sus bienes, sino
que sacrificó á sus nuevas creencias su vida entera.
San Cipriano es autor de un tratado de moral , estremada-
mente riguroso, sobre disciplina eclesiástica; lo que prueba que
ya el clero necesitaba una legislacion en esta época.
Un dia el obispo Eucracio le dirigió una consulta sobre si
debia negar la comunion á un comediante que seguia profesan
do aquel arte prohibido, á pesar de haber abrazado el cristia
nismo: «Arrojad á ese histrion del templo de Dios, respondió el
Santo; la ley divina prohibe á los hombres que se cubran con
vestidos de mujeres y que imiten sus gestos y composturas. Es
preciso que ese impio renuncie á representar los papeles de cor
tesanas y de reinas impúdicas en el teatro, ó que continúe ale
jado de la comunion de los fieles. Si alega su pobreza para escu-
sarse, la Iglesia le proporcionará recursos, como hace para con
sus demás hijos, aunque es necesario que se contente con una
comida frugal, y que no pretenda que le es debida una recom
pensa porque se le retire del pecado, puesto que esto es de su
interés mas que del nuestro.»
Acerca de San Cipriano se cita otro episodio que es muy cu
rioso: un obispo llamado Pomponio le habia preguntado, por
medio de una carta, si debia dar la comunion á las doncellas
que hacian voto de virginidad y pretendían dedicarse á vencer
el espíritu del mal. Cipriano le respondió que si era cierto que
ellas conservaban su virginidad, no se les debia negar la comu
nion; pero era preferible que no se espusiesen á tan peligrosas
pruebas para evitar posibles escándalos.
DK I.OS PAPAS.

ESTEBAN PRIMERO,

PAPA VIGÉSIMO-CUARTO.

VALERIANO Y GALIENO, EMPERADORES.

N'icinUeuto de Esteban.—Faltaste este Papa. -Su proteccion á dos obispos aeusados de grande!
i-rimanas.—Su arabio on.—Coicliio congregado por San Cipriano, donde se condena el Papa.—
11areza de Estéban.— Kinniliano le echa publicamente en cara sus crímenes.—Acusaciones atro
ees, formuladas por Sun Cipriano contra el Pontífice.—Singulares querellas entre los Santos.—
Martirio de Esteban.—Despotismo papal.

(Era de 253 á 257 de J. C.)

Era Estéban romano de nacimiento y su padre se llamaba


Julio: por servicios hechos á la iglesia de Roma fué elegido
Pontífice.
A los comienzos de su pontificado se dejó s ducir por dos obis
pos españoles, que despues de haber sido legitímame nte de
puestos, vinieron á suplicar al Papa que los restableciera. Es
tos obispos llamados Basilio, prelado de Leon y Astorga, y
Marcial, prelado de Mérida, estaban convencid s de ser libelati-
cos, es decir, de formar parte con aquellos malos cristianos que
no habian sacrificado á los ídolos, pero que en cambio habian
dado ó recibido billetes de adjuracion á fin de salvar sus vidas,
su libertad y sus bienes. Basilio y Marcial eran además acusa
dos de otros crímenes que les hacían indignos del episcopado.
Acogió Estéban favorablemente sus ruegos porque estos fa-
92 HISTORIA
vorecian su autoridad, y sin profundizar la verdad de los hechos
restableció á los dos prelados en sus respectivas iglesias. El clero
español, escandalizado de la conducta del Pontífice, envió nue
vos diputados á los obispos de Africa, implorando su socorro
' contra los desastres con que la ambicion del Santo Padre ame
nazaba sus provincias. Cipriano congregó al punto un concilio
de veintiocho prelados, los cuales confirmaron la deposicion de
Basilio y Marcial: en seguida envió á Roma otros dos diputados
para que instruyesen al Papa de las decisiones de la iglesia de
Africa; pero San Estéban no qniso ni hablarlos ni verlos, y
prohibió á los fieles que los recibieran^ y hasta que ejercieran
con ellos los mas sencillos deberes de la hospitalidad. A otros
excesos aun le condujo su cólera; escomulgó á los obispos de
Africa, y les escribió con tanta arrogancia que causó la indig
nacion de los orientales.
Firiniliano, obispo de Cesárea, dirigió á San Cipriano una
nueva carta en que le testifica su grande estimacion y su pro
fundo afecto. Al mismo tiempo hace notar su resentimiento há-
cia el Papa á quien dice, hablando de Estéban: «¿Se puede creer
que este hombre tenga alma y cuerpo?» Aparentemente el cuer
po está mal dirigido, desarreglada el alma. Estéban no teme
tratar á Cipriano «de falso Cristo, de mal Apóstol, de obrero
fraudulento» con otras frases ofensivas por el estilo.
Pareció violenta esta carta á Pamelio, y confiesa que no la
hubiese ingerido en su edicion, si Morel y Turnebio antes que
él, no la hubiesen publicado. Fleury no osó traducirla; igualmen
te pasa en silencio las atroces acusaciones que dirigió San Cipria
no á este Pontífice, reprochándole su arrogancia, arbitrariedad
casi enemistada con los cristianos y la defensa que hacia de los
herejes contra la Iglesia de Dios, prefiriendo la tradicion huma
na á la inspiracion divina.» De esta manera aun en los primeros
siglos del cristianismo, trataban los Santos sus porfiadas dispu
DE LOS PAPAS. 93
tas, con aquella acritud é intolerancia que se notan siempre en
las cuestiones religiosas; pero entonces los pueblos embrutecidos
abrazaban con furor la causa de sus obispos, y pueblos enteros y
millares de hombres se mataban < n estériles guerras por soste
ner los errores de aquellos miserables.
Habiendo una inmensa variedad de pareceres entre los di
versos historiadores acercade la muerte del Papa Estéban, la ver
dad es completamente desconocida; un antiguo Pontifical afirma
que fué condenado al ostracismo, como lo habian sido San Cipriano
y San Dionisio de Alejandría; a esto añaden, que habiendo vuelto
á su iglesia fué preso y puesto en un calabozo con otros dos obis
pos, nueve presbiteros y tres diáconos; que obtuvo licencia de los
magistrados para re ;nir en su prision á los principales eclesiás
ticos ; y que por consentimiento suyo se enviaron todos los vasos
sagrados y los tesoros de la Iglesia á poder de su diácono Sixto,
á quien designó por sucesor poco despues. Estéban fué decapitado
en medio de la plaza pública.
Segun cuenta Baillet, las Actas de los Mártires gozan aun
de menos autenticidad que las Pontificales; en ellas se refiere que
el Santo Padre hibia sido encarcelado el segundo dia del mes
de Agosto, y conducido á presencia del Emperador Valeriano,
quien le condenó á ser devorado por bestias feroces en las fiestas
del circo; pero la ruina súbita, inesperada y milagrosa de uno
de los templos de Marte, hizo huir á los guardias que le acom
pañaban, con lo cual el Pontífice pudo escaparse á un panteon
cercano. Creyéndose allí al abrigo de sus perseguidores, comen
zaba á ofrecer el santo sacrificio, cuando vinieronlos soldados en
su busca, cortándole la cabeza sobre el mismo altar. El padre
Pagí sigue en su narracion los hechos de las Actas. Nosotros
adoptaremos, como mas verosímil, la opinion de los sábios, que
aseguran que San Estéban murió en su prision, al cuarto año de
pontificado y al principio de 257.
94 HISTORIA
Su doctrina acerca del bautismo es digna de llamar la aten
cion; aseguraba que este sacramento regenerador abrasaba el
alma de los neófitos y entraba en ellos bajo do» distintas formas,
apoyándose en las palabras de San Juan Bautista: «el que ven
drá despues de mí os bautizará en el Espíritu Santo y en el
fuego.»
Se cita aun, como prueba irrefragable de la ortodoxia de su
doctrina, el ejemplo del Centurion Cornelio, que recibió el Es
píritu Santo antes que el agua remuneradora, y el de los Após
toles que pw el contrario, fueron bautizados por medio del agua
mucho tiempo despues de haber recibido el Espíritu Santo; los
protestantes pretenden demostrar por algunos pasajes de los
Evangelios, que el sacramento del bautismo tiene una forma
múltiple, doctrina de todo punto opuesta á las decisiones de los
concilios ecuménicos, y que por sí sola basta para considerar1
como herética.
DE LOS PAPAS. 95

SIXTO SEGUNDO,

PAPA VIGESIMO-QUINTO.

VALERIANO Y GALIENü, EMPERADORES.

Elogio de Sixto.—Su eleccion.—Terminan las cuestiones sobre el bautlsme.—Herejía de Sabelio.—


Continuacioa de las persecuciones.—Muerte del Pontifice.

(Era 257 de J. C )

Sixto, que muchos autores denominan Xystho, y que por lo


tanto determinan su nacionalidad griega, habia nacido en Ate
nas. Habia ejercido el cargo de diácono bajo el pontificado de
Estéban, siendo un modelo de católica caridad, de religioso celo
y de ardiente fidelidad. Cuando el Pontífice fué encarcelado, él
demandó licencia para acompañarle en su prision: despues me
reció la confianza del Papa en la guardia y depósito de los vasos
de la Iglesia y de los tesoros eclesiásticos. Por eso, á la muerte
de Estéban, fué elevado á la dignidad Pontifical.
La fatal cuestion sobre el bautismo de los herejes continua
ba dividiendo á los fieles, despues que sensiblemente habia se
parado á San Cipriano y San Estéban; pero Sixto terminó la
querella accediendo á las opiniones de los obispos de Africa. Por
esta razon San Poncio, diácono de Cartago, le llamó en sus
obras un buen y pacífico prelado.
96 HISTORIA.
Dionisio de Alejandría dirigió cartas á este Pontífice, dándo
le cuenta de la nueva herejía que acababa de parecer. En estos
términos se espresaba el celoso eclesiástico :
«Ha salido de Ptoleimada en la Pentápolis, una doctrina
verdaderamente impía, conteniendo muchas blasfemias contra
Dios Padre: enseña á no llamar á Jesucristo, hijo único de
Aquel, el primero de todas sus creaturas, y á no conocer al Es
píritu-Santo.» #
«El jefe de esta doctrina, llamado Sabelio, pretendia que las
personas de la Trinidad eran tres nombres; que en ellas no
habia mas que una sola persona en Dios, llamada en el cielo
Dios Padre; en la tierra Jesucristo, y entre las demás creativas
Espíritu-Santo: por último, que el Padre, -bajo la nocion del
Hijo, habia nacido de la Virgen y habia sufrido la muerte.
Muchos obispos habian participado de la opinion de Sabe
lio, y propagáronla en sn diócesis. Esta herejía era semejante á
la de Praxeas y á la de los Patropasíanos, que negabon la Tri
nidad y la distincion real de las personas divinas: trasmitida á
Sabelio por Noeto, su maestro, estendióse en seguida por to
das las provincias, y en Roma mismo y hasta en la Mesopota-
mia encontró numerosos partidarios.
Bajo el consulado de Menmio Fusco y de Pompomio, cuando
el Emperador Valeriano, ocupado en Oriente en la guerra contra
los persas, dejó encargado el gobierno del imperio á Macrino,
enemigo acérrimo de la religion cristiana, continuaronlas perse
cuciones con mayor violencia. Durante la ausencia del soberano
Macrino ordenó al Senado se persiguiese á los cristianos, conde
nándolos á todo género de suplicios, fuesen obispos, presbiteros
ó diáconos, fuesen senadores ó caballeros. A los de esta clase man
dó que se les quitasen sus dignidades y bienes, haciéndolos mo
rir si persistían en profesar el cristianismo. Otros dos edictos pu
blicó: uno contra las mujeres de calidad, á lasque amenazaba con
DE LOS PAPAS. 97
el destierro; el otro contra los cesarianos y soldados del César á
los cuales declaraba confiscados como esclavos del príncipe, si no
volvian á la religion del imperio.
El Papa Sixto fué una de las primeras víctimas de aquella
cruel persecucion; sorprendido con una parte de su clero, mien
tras que hacia sus oraciones en el panteon de Calixto, se le con
dujo al suplicio. San Lorenzo, el primero de los diáconos de la
Iglesia romana, le siguió llorando y le decia: «¿Dónde vais, pa
dre mio, sin vuestro hijo? Vos no estais acostumbrado á ofrecer
el sacrificio sin ministro. ¿En qué os he desagradado? Probad si
soy digno de la eleccion que en mí habeis hecho para confiarme
la dispensacion de la sangre de Nuestro Señor.» Sixto le contes
tó: «No soy yo quien te alejo, hijo mio; mayor lucha te estáre-
servada; tambien has de seguirme antes del tercer dia.»
Durante el reinado de Valeriano, sufrieron tambien el mar
tirio San Saturnino y San Dionisio. Saturnino, segun la leyenda
piadosa, habia establecido su iglesia sobre el Capitolio de Tolosa,
cerca de un templo dedicado á Júpiter y famoso en todas las Ga-
lias por sus oráculos; pero desde la llegada del Santo, los demo
nios dejaron de hablar, la reputacion del ídolo recibió con esto
grave afrenta, y las ofrendas disminuyeron en gran manera. Al
principio los sacerdotes paganos propusieron á Saturnino edifi
case su templo fuera de la ciudad, en cuyo caso ellos le ayuda
rían de su peculio para su mayor magnificencia. San Saturnino
rehusó, y entonces los gentiles tomaron la resolucion de desha
cerse del piadoso obispo por medio la violencia.
Habiendo congregado al pueblo entero para ofrecer un gran
sacrificio en uno delos dias de sus fiestas, descubrieron á Satur
nino que atravesaba la plaza para dirigirse á su iglesia. «Hé
ahí, gritaron, al enemigo de los dioses y al defensor de la nue
va religion; hé ahí el que tira el carro de Júpiter contra nos'
utros; que sacrifique ó que muera.»
98 HISTORIA
Pronto el pueblo fanático se precipitó sobre el santo obispo;
se le arrastró al templo, se le obligó á que se arrodillase ante
la estátua del dios, y se le presentó el incensario para que que
mase en honor de Júpiter las aromáticas gomas. Pero en lugar
de obedecer, escupió el mártir sobre el idolo; los sacerdotes pa
ganos se arrojaron sobre él, atándolo por los pies á la cola de un
toro salvaje destinado al sacrificio; el animal, aturdido por los
gritos de la multitud, Silvó de un salto las gradas del Capito
lio, recorrió la ciudad, salió al campo, arrastrando siempre en
su carrera el cadáver ensangrentado de Saturnino. Al cabo las
ligaduras se rompieron: algunas gotas de sangre quedaron so
bre el suelo, y recogidas estas por una pobre mujer y enterra
das secretamente, quedaron como único recuerdo de aquel va-
ron lleno de virtudes:
Las vidas de loe Santos abundan enkhechos tan peregrinos
y maravillosos como la fé robusta de los cristianos de la prime
ra edad: espíritus superficiales ó discolos miran estes leyendas
como invenciones de un oscuro fanatismo, pero no por eso dis
minuirá jamás la grandeza de aquellos tiempos, y de aquellos
hombres llenos de virtud y de heroicidad.
A la misma época se refiere la degollacion de San Dionisio,
y la decapitacion de Eleuterio y Rústico sobre la montaña de
Montmartre, en el mismo lugar donde hoy se levanta la ca illa
que á través de tantos siglos aun conserva el nombre ilustre
de aquel glorioso mártir, honor de la Francia.
DE LOS PAPAS. 99

SEDE VACANTE.

MARTIRIO DE SAN LORENZO

(Era de 233 á 237 de J. C.)

Despues del martirio de San Sixto, la Sede de Roma quedó


vacante por espacio de un año: el glorioso martirio de San Lo
renzo es el unico acontecimiento notable de este interregno.
El Santo diácono, el mismo dia de la muerte del Pontífice,
distribuyó entre los pobres el dinero de la Iglesia, sin esceptuar
el precio de los vasos que servian para la comunion: él lo vendió
todo con el objeto de salvar las riquezas que podian caer* en po
der de los paganos. La noticia de aquellas grandes limosnas des
pertó la codicia de Cornelio Secularis, prefecto de Roma, el cual
supuso que los cristianos poseian inmensos tesoros que tenian
ocultos. Para apoderarse de ellos prendió á San Lorenzo , en
quien residía el depósito, como diácono de la Iglesia romana. El
Santo presbitero fué conducido ante el tribunal, y Cornelio le in
terrogó en los términos siguientes. «Se asegura que en vuestras
ceremonias ofrecen los ministros las libaciones en vasos de oro,
y reciben la sangre de la víctima en copas de plata; que para
alumbrar vuestros sacrificios nocturnos, os servís de candelabros
de ore,, en los eu&lea eolocais los cirios, fabricados con cera y
1 00 HISTORIA
perfumes: sabemos además, que para asistir á estas ofrendas,
venden los hermanos sus heredades y reducen muchas veces á
la pobreza hasta á sus hijos mismos. Sacad á luz esos ocultos te
soros de que el príncipe tiene necesidad para el sostenimiento
de sus tropas, y segun la doctrina de vuestro sabio maestro,
dad al César lo que al César pertenece. No supongo que vuestro
Dios se entretenga en fundir moneda. El, cuando vino al mun
do, no trajo dinero alguno, ni mas que sabias palabras; dadnos,
pues, vuestro dinero y quedaos con las palabras.»
8an Lorenzo respondió al juez con firmeza: «Niego que sea
rica nuestra Iglesia, ni que el emperador tenga necesidad de
nuestros tesoros: puesto que vos lo exigis, yo os haré ver lo que
la Iglesia estima mas precioso; dadme solo algunos dias para po
neros en relieve el estado de nuestras riquezas y preparar los
cálculos.» El prefecto, confiando en aquella promesa, y espe
rando obtener pingües tesoros, le otorgó el tiempo que él supuso
necesario. San Lorenzo corrió toda la ciudad, buscando los po
bres que la Iglesia mantenía, los enfermos, los paralíticos, los le
prosos; reuniólos, escribió sus nombres, y al tercer dia, habién
dolos juntado en el átrio del templo, fué á buscar al prefecto.
— «Venid, le dijo, á contemplar los tesoros del Dios nuestro:
vereis en su gran córte rebosando los vasos de oro, y cuantas
riquezas hay esparcidas en sus profusas galerías.»
Cuando Cornelio vió la multitud de pobres que gritaban pi
diendo la limosna, volvióse hácia San Lorenzo con vista iracun
da gritándole en son de amenaza: «Presbitero embustero, yo
castigaré tu temeridad.»
— «¿De qué te ofendes, señor, replicó el Santo? Tú no deseabas
mas que el vil metal que se saca de la tierra y que escita á todos
los crímenes. El oro verdadero es la luz que ilumina la inteligen
cia y conmueve el corazón de estos desdichados: los grandes del
siglo, esos son los pobres verdaderos, los miserables y dignos de
DE LOS PAPAS. 101
desprecio. Pero lié aquí los tesoros que yo te habia prometido;
mira estas tiernas vírgenes y estas honradas viudas que forman
la corona de la Iglesia. Aprovéchate de estas riquezas para tí,
para Roma y para el Emperador.» El prefecto, exaltado y lleno
de ira, esclamó: «¡Miserable! tú te atreves á despreciar las leyes
del Emperador, porque no temes la muerte ; pero la venganza
ha de ser terrible!»
Al momento ordenó á los verdugos le colocasen en una ca
milla de hierro, bajo la cual se echaron carbones encendidos,
que fueron poco á poco martirizando al Santo; despojó á San
Lorenzo de sus vestidos y le hizo atar á aquel potro de muerte.
La resignacion y el valor que manifestó San Lorenzo durante
aquel horrible suplicio, fué causa de la conversion de muchos
paganos, encontrándose entre ellos muchas personas de alta po
sicion. El poeta Prudencio refiere que los neófitos, es decir, los
cristianos nuevamente bautizados, afirmaban que en aquel mo
mento habia resplandecido en su rostro una luz estraordinaria y
que de sus carnes consumidas se exhalaba un suave perfume;
añade tambien que los infieles y los impíos no vieron aquella
luz ni sintieron aquel aroma. Nosotros debemos considerar esta
particularidad como un ornato poético. De cualquier modo que
sea, en medio de aquellos insufribles tormentos, el bienaventu
rado mártir no cesó ni un momento de cantar alabanzas al Al
tísimo, é infundía valor á los fieles para confesar con él la santa
doctina de Jesucristo.
Cuando es tuvo tostado de un lado, díjole al prefecto para bur
larse de su crueldad, como antes se habia burlado de su avari
cia: «Vuélveme del otro lado, que de este ya estoy consumido.»
Aquel ruego, que era una sarcástica jactancia, fué barbaramente
ejecutado: en seguida tuvo el estóico• valor de decirle «cuando
esté bien asado podrás comerme.»
Despues de la muerte de San Lorenzo la persecucion aumentó
102 HISTORIA
é hizo estraordinario número de mártires en todas las provincias
del imperio romano. Entre ellos murió San Cipriano, obispo de
Cartago, y porcion de fieles de la mas alta categoría social. Pero
la historia nada nos refiere de loe combates que la Iglesia tuvo
que sostener por la religion en tan difíciles tiempos, y se ignora
tambien en qué estado se encontrase la disciplina eclesiástica.
Mientras tanto las leyendas estensamente relatan el martirio
de doce cristianos de Uticaque fueron arrojados vivos en la fosa,
y cuyos restos recogieron mas tarde algunos fieles. Segun las
mismas crónicas, Teogono, obispo de Hipona, fué decapitado
fuera de los muros de la ciudad. En Tuberbo, tres nobles ma
tronas, Máxima, Don itila y Segunda, habiéndose negado á sa
crificar á los ídolos, fueron violadas por el verdugo y en seguida
decapitadas.
DE lAiti PAPAS. 103

DIONISIO.

PAPA VIGÉSIMO SESTO.

GALIENO Y CLAUDIO, EMPERADORES.

Nacimiento de Dionisio.—Su caridad.—Rescata á las cristianos prisioneros entro las bárba


ros.—Persigue las miras ambiciosas de sus predecesores.—Errores de los milenario".—
Jesucristo debí reinar mil anos y los santos gozur todo género de placeres.—Horegia de
Pablo de gnmosata.— Zenobia, reina de Palmira.—Concilio celebrado contra Pablo de Samosata.
—Su 'lacomun.io.i.—Muerto del Papa.

(Era de 258 á 269 de J. C.)

Dionisio era griego, y verosímilmente de humilde cuna, pues


to que los historiadores nada nos han revelado acerca de su na
cimiento. En su juventud habia hecho profesion de la vida mo
nástica, y despues fué ordenado presbitero en la Iglesia de Roma,
bajo el Papa San Estéban. Habia seguido las doctrinas de su
maestro en punto á la validez del bautismo de los herejes; pero
parecía no conducirse con igual violencia en aquella cuestion.
Habiendo sido vencido y hecho prisionero por los persas el
Emperador Valeriano, Galieno, su hijo y sucesor, tomó las rien
das del gobierno. La inercia del naevo príncipe espuso á las pro
vincias del Imperio á sufrir las consecuencias del furor de los
bárbaros: la ciudad de Cesárea, en la Capadocia, fué arruinada y
saqueada, y los ciudadanos arrancados de sus hogares y someti
104 ' HISTORIA
do3 á dura esclavitud. Tan pronto como se apercibió Dionisio de
aquel desastre, se apresuró, no solo a escribir á aquella afligida
Iglesia, sino hasta á enviar dinero por medio de personas de con
fianza para rescatar á los cristianos cautivos de los bárbaros, sin
detenerse para ejercer la caridad ante el recuerdo de los antiguos
altercados de Firmiliano, obispo de Cesárea, con su predecesor e
Papa San Estéban.
SanAtanasio, cuyo testimonio es de gran peso, refiere muchas
acciones meritorias de este Pontífice, que se contaba entre los
antiguos padres que habian sido más aptos para informarnos de
la doctrina de la Iglesia, y establecer las reglas de los concilios
ecuménicos.
Algunos años despues los fíele.; de Egipto llegaron á Roma
en queja contra Dionisio, obispo de Alejandría, á quienes acu
saban de profesar máximas impías en los libros que habia escrito
contra los savelienos, para establecer la distincion entre las per
sonas divinas. Aquella acusacion era frivola; pero el Papa, en
contrando ocasion de estender su poder sobre las iglesias y de
proseguir el sistema de Estéban, consintió en proceder al juicio;
tomó entre tanto algunas medidas, y no queriendo decidir por
propia autoridad sobre aquella materia, convocó un concilio que
desaprobó la doctrina del obispo de Alejandría, y ordenó al pre
lado se sometiera á la Santa Sede y viniese á Roma para esclare
cer los puntos que habian sido condenados.
Despues de mucho tiempo, el error de los milenarios cundió
por Egipto y amenazó invadir el Occidente: el principal autor de
aquella secta era el obispo Népotes, quien traduciendo el texto
de las Santas Escrituras, pretendía que Jesucristo reinaría sobre
la tierra por espacio de mil años, y que los santos gozarían en el
cielo de todos los placeres de los sentidos.
Népotes establecía sus opiniones fundándose en el Apocalip
sis de San Juan y arrastró en su doctrina á gran número de tic
DE LOS PAPAS. 105
les: la historia no nos ha hecho conocer los medios de que se
valio Dionisio, Pontífice romano, para destruir su falsedad.
Poca tiempo despues la doctrina de Pablo de Samosata, Obis
po de Antioquía, llenó de violentas querellas la Iglesia del Sal
vador. Zenobia, reina de Palmira, princesa de un mérito muy
superior á su sexo, queriendo conocer la religion cristiana, se
dirigió al Obispo Pablo para instruirse en sus misterios; pero
aquel prelado tenia singulares creencias; llamaba á Cristo hom
bre y no Dios; enseñaba á los pueblos la sublime moral del
Evangelio, y sin embargo descuidaba instruirlos en los dogmas
de la religion. Los obispos de Oriente, escandalizados de su
conducta, se reunieron en Antioquía, y le persiguieron como á
un lobo que asolaba el rebaño del Señor. El concilio, animado
del celo católico que ha sido siempre el carácter de las asambleas
religiosas, procedió al juicio de Pablo Samosata. Por su elocuen
cia logró el Presbítero filósofo detener el curso de la condenacion
que se acababa de pronunciar contra él y su doctrina. Pero muy
luego se echó de ver que Pablo habia usado de disimulo y estaba
muy lejos de haber corregido ni sus sentimientos ni sus costum
bres: entonces los padres se reunieron de nuevo en número de
setenta y le condenaron á abjurar de sus creencias, á fin de ser
vengados de su primera credulidad y de las pacíficas intencio
nes de Firmiliano, que era el que habia presidido el primer
concilio.
Pablo, convicto del error de sus doctrinas y del desarreglo de
sus costumbres, fué depuesto solemnemente y excomulgado
además en el Sínodo.
El Papa Dionisio murió el 6 de Diciembre del año 269 bajo el
reinado del Emperador Claudio II y de Paterna, despues de diez
años y algunos meses de episcopado : fué enterrado en el pan
teon de Calixto.
Bajo el pontificado de Dionisio, floreció en Roma la filosofía
Historia dk los Papas. 11
106 HISTORIA
de Platino, célebre por su inmensa erudicion. Aquel hombre
extraordinario no solamente habia agregado á su doctrina un
gran número de discípulos arrancados al paganismo, sino á mu
chos sectarios de la nueva religion, dejando desiertas las igle
sias católicas mientras daba sus enseñanzas públicas.
Pretendia tener un dominio familiar como Sócrates, y afirma
ba que la luz de la razon podia elevarse hasta el conocimiento
de Dios, que no tenia, segun él, ni forma ni esencia, y que era
indefinible por medio de la palabra humana. Combatía todas las
sectas cristianas, y particularmente á los gnósticos que creían
en espíritus ó demonios secundarios, entre los cuales figuraba el
mismo Cristo.
¿ Los historiadores refieren que Platino, antes de morir, habia
dicho, volviéndose á sus discípulos: «Voy A unirlo que en mí
existíale divino con lo que de divino existe en el universo.»
PE LOS PAPAS. 107

FELIX PRIMERO.

PAPA VIGESIMO-SEPTIMO-

CLAUDIO II Y AURELIANO, EMPERADORES.

Elevacion de Félix.—Pablo de Samosata protesta contra el decreto del Sínodo.—Ea


arrojado, violentamente de su silla.—Muerte del Papa.

(Era de 269 á 274 de J. D.)

Romano de nacion era Félix ó hijo de Constancio: sucedió á


Dionisio el último dia del año 269: ningun hecho se sabe de su
vida, hasta tanto que ascendió al Pontificado. Al subir al sólio
de San Pedro, encontró la Iglesia tranquila en el esterior, pero
en el interior desgarrada por la heregía de Pablo de Samosata,
del cual ya nos hemos ocupado en la historia del reinado prece
dente. Este Pontífice, apoyado por el favor de los magistrados
idólatras y por el crédito que gozaba en Antioquía, rehusaba
someterse al decreto del concilio, que habiéndole condenado y
depuesto, nombró para reemplazarle á Domno, hijo de Deme
trio. Pablo protestando contra aquella arbitrariedad, recurrió á
la autoridad del Emperador Aureliano, que decidió la cuestion
con suma equidad y justicia. Decidió el príncipe que la posesion
del palacio episcopal perteneciera á los que mantenían relacio
nes con el Pontífice de Roma, y los demás prelados de Italia; en
consecuencia de lo cual, habiendo rehusado Félix á Pablo de
Samosata la comunion, quedó éste arrojado de su sede episcopal.
108 HISTORIA
Segun opinion general, murió Félix el dia 22 de diciembre
de 274, despues de haber regido la Iglesia durante cinco años;
fué enterrado en el cementerio de Calixto.
Por aquella época, siguiendo la narracion de las leyendas,
fué cuando tuvieron lugar las terribles visiones de San Antonio
de Heráclea, ciudad del alto Egipto. «El piadoso anacoreta se
habia retirado a un alto lugar, lejano de todo comercio humano,
á fin de entregarse tranquilamente á la oracion solitaria y á la
alabanza de Dios. La primera noche vino á tentarle el Demonio
y le arremetió tan violentamente, que le dejó por tierra casi sin
conocimiento. A la mañana siguiente, unos fieles que atravesa
ban la llanura, habiendo por casualidad' subido á visitar la mon
taña, encontraron un hombre medio exánime, y creyéndole
muerto, lleváronle á una Iglesia para enterrarlo. Durante la
noche, levantóse San Antonio de su sepulcro, silió de la Iglesia
y volvió á su pirámide: de nuevo se puso allí á orar y á desafiar
al Demonio. Próxima estaba ya la madrugada cuando dejóse oir
un ruido atronador; parecian moverse y chocar todas las piedras
que luego se convirtieron en feroces é inmundas bestias: en leo
nes, tigres, lobos, serpientes, machos cabríos, lagartos, aspides,
escorpiones, sapos y otra multitud de serpientes, dragones y
animales fantásticos, que arrojáronse sobre él, desgarrándole en
tre sus uñas, otros clavándole sus triples aguijones; y todos en-
lanzándole entre sus tortuosos pliegues. A pesar de aquellos
horribles sufrimientos, continuaba el Santo despreciándolos con
inalterable impasibilidad. Al sonreír la mañana, desaparecieron
los demonios. «¿Dónde estais, Señor?» gritó entónces el Santo.
«Aquí estoy, le respondió la voz de Dios; aquí estoy contento de
ti; en lo futuro yo te asistiré en todos tus combates y estenderé
tu nombre por todo el universo.» Tal fué la primera tentacion
del gran San Antonio.
DE LOS PAPAS. 109

EUTIQUES,

PAPA VIGÉSIMO-OCTAVO.

AUHELIANO, TACITO, FLORO, PROBO Y CA 0.

Emperadorares.

Eleccion de Eutiques —Fábulas admitidas acerca de este papa.—Heregía de Ma


nes —Curiosa historia j cuestiones estravagantes.—Muerte del Papa.

(Fra de 274 á 283 de J. C.)

Despues de la muerte de Félix I, el clero y pueblo de Roma


eligieron á Eutiques para regir la Iglesia. La ciudad de Luna
en Toscana, era la patria del Pontífice; y su padre se llamaba
Marino. La historia nada dice de cierto sobre los actos de su
vida, pero podríamos formar volúmenes enteros si tradujésemos
todas las fábulas que se "cuentan relativas á este Santo Padre; y
cuya autenticidad no podr an garantir todas las Pontificales del
mundo.
Bajo su reinado surgió la famosa heregía do Manes: pero sin
entrar en los detalles de la vida de aquel impío, nos contenta
remos con esplicar su extravagante doctrina. Pretendió que
existiesen en el universo dos principios contrarios y coeternos:
Dios y la materia, la luz y las tinieblas; uno autor del bien y
otro autor del mal; uno autor del Nuevo Testamento y otro au
tor de la Biblia. No admitía la autoridad de los Evangelios, y
así mismo se llamaba el Paracleto enviado por Jesucristo. Afir
110 HISTORIA
maba que el Salvador no habia tenido apariencia real hu mana y
que realmente no habia sufrido y muerto en la cruz. Segun él,
el bien y el mal eran dos sustancias. Manes miraba la tierra, la
corte, los magistrados, los reyes y el pec ado como creaciones del
principio malo; negaba que las acciones del hombre fuesen li
bres, prohibia el matrimonio y maldecía a los pueblos que se ha
cían la guerra. En fln, aconsejaba á sus discípulos no comer
carne ni huevos, ni beber leche, ni vino, el cual él llamaba el
licor del Diablo.
Los maniqueos administraban la Eucaristía bajo una sola es
pecie, y la profanaban de una manera infame mezclándola con
sémen humano; pretendian que Jesucristo era el sol y que habia
revelado su divinidad sumergiendo la tierra en las tinieblas el
dia de su muerte; miraban la luna como la morada indudable de
la Trinidad, y el aire como un rio sobre el cual las almas de los
muertos eran llevadas a la luz eterna. Los maniquees no creían
en la resurreccion de la carne; y pretendian que las almas de los
que ellos llamaban los auditores, pasaban á las almas de los esco
gidos, y volvi.m a Dios despues de haber sido purificadas; y que
las almas de los malos se trasmitían á los cuerpos de las bestias
y se trasformaban en árboles y plantas, por lo cual ellos mira
ban á los agricultores como homicidas.
Aquella doctrina se extendió por todas las provincias del im
perio y duró muchos años; es posible que no hiciesen tan gran
propaganda sino en virtud de su originalidad y extravagancia,
porque la naturaleza de los hombres les hace inclinarse hácia
aquellas cosas que son mas singulares y menos razonables. Los
sectarios de Manes anunciaban que no querían imitar á los ca
tólicos, que no empleaban la persecucion, y que solo por el sim
ple razonamiento habian de librar á los hombres del error y con
ducirles hacia Dios. Eran poderosos sus doctores por su habili
dad en la controversia, y por sus maneras duces ó insinuantes
DE LOS PAPAS. 111
que atraian insensiblemente á sus ideas. A continuacion tradu
cimos uno de sus diálogos , en el estilo de la época. Un católico
se quejaba de las moscas y decia á un maniqueo que no podia su
frir aquellos insectos y que Dios debia destruirlos. El maniqueo
le preguntó:
—¿Quién las ha hecho?
El católico en su cólera no se atrevió á responder que fuese
Dios. El maniqueo volvió á replicarle:
—Si no fuese Dios, ¿quién las hubiera hecho?
—Creo que el Demonio.
—Si el Demonio ha hecho las moscas, como os hace presumir
vuestro buen juicio, ¿quién ha hecho la abeja?
El otro no o^ó decir que Dios hubiese hecho la abeja antes
que la mosca.
El maniqueo, de la abeja le condujo á la langosta, de esta al
lagarto, luego al pájaro, al carnero, al buey, al elefante, en fin,
al hombre, persuadiéndole que Dios no le habia creado.
No nos refiere la historia qué medidas adoptase Eutiques
para combatir aquella heregía. El martirologio afirma solamente
que el Santo Padre ordenó á los presbiteros bendecir sobre los
altares las habas, las pomas y los racimos, á fin de contrarestar
la doctrina de Manes, que prohibia comer de aquellos frutos.
Igualmente mandó que los cuerpos de los mártires se envolvie
sen en púrpura, y él mismo cumplió aquel último deber con
trescientos cuarenta mártires'; pero los historiadores sagrados no
relatan en qué persecucion perdió la Iglesia tan gran número de
fieles.
En fin, Eutiques fué á recoger el fruto de sus trabajos en el
seno de la gloria el 8 de Diciembre del año 283.
Osio y Sozomeno nos han dejado un cuadro perfecto de las
desgracias del imperio bajo aquellos últimos pontificados: «Los
ejércitos, decian, disponían á su gasto del poder supremo; los
112 • HISTORIA
jefes de las tropas poco á poco se apoderaron del poder, y el in
fame Ciro, persa de nacion, fué el primero de los treinta tiranos
que gobernaron el mundo en el intervalo de algunos años.
Durante su despótico reinado cayeron sobre el imperio toda
clase de desgracias : la Bretaña fué subyugada por los caledonios
y los sajones; la Gália por los francos, los alemanes y los borgo-
ñones; la Italia por los alemanes, los suevos, los marcomanos y
los cuados; la Media, la Macedonia y la Tracia, por los godos,
los hérulos y los sármatas; los persas vinieron á hacer correrías
hasta las costas de la Siria; en fin, la guerra civil, el hambre y
la peste arruinaban las ciudades y disminuían las poblaciones que
habian escapado al hierro de los bárbaros; muchas ciudades fue
ron destruidas á consecuencia de horribles terremotos que dura
ron por espacio de muchos dias ; la mar salió de su cauce é
inundó provincias enteras, en la Núbia, en la Acaya y en Roma
se abrió la tierra y 83 tragó campos y caseríos.
De esta manera, añaden los autores eclesiásticos, comenzaba
Dios á hacer resplandecer el fuego de su venganza contra los
perseguidores de la Iglesia, que crecía fecundada por la sangre
de sus gloriosos mártires.
DE LOS PAPAS ' 113

CAYO.

PAPA VIGESIMO-NOVENO.

CARO, CARINO, NUMERIANO Y DIOCLECIANO.

Emperadores.

Eleccion de Cayo —Crueldad de Maximiliano. —Martirio de la legion tebana.—Re


presentacion de los soldados á César.—Su exterminio.—El Papa huye vergon
zosamente.—Reglas estravagantes.—Muerte de Cayo.
-

(Era de 283 á 296 de J. C.)

Si se ha de creer á las antiguas Pontificales , Cayo era dál-


mata y pariente del Emperador Diocleciano. Durante los pri
meros años de su reinado, la Iglesia gozaba de una tranquilidad
aparente, y los Emperadores no daban orden formal alguna
para que se persiguiera á los cristianos, hubo condenas, y el
pontificado de Cayo se hizo ilustre por el martirio de San Mau
ricio y de la célebre legion tebana.
Maximino, á quien el Emperador habia otorgado el título de
César , pasó a las Galias para combatir las facciones de Aman
do, Elianoy los Bagados. Luego que venció á los enemigos, el
César hizo venir de Oriente á la legion llamada tebana, com
puesta de cristianos, á la cual quería él emplear, así como á sus
otros soldados, en la persecucion de los fieles; pero la legion
rehusó ponerse en marcha, y formó su campo cerca de la ciu
dad de Aganene, al pié de la montaña que en la actualidad se
114 HISTORIA
llama el gran• monte de San Bernardo. Maximino, irritado por
aquella desobediencia, pidió tropas al Emperador para someter
á los rebeldes: Diocleciano envió al César nuevos refuerzos, le
mandó diezmar á los soldados y reiterarles la órden de salir en
persecucion de los cristianos. Los tebanos declararon que ellos
perseverarían en su decision: Maximino entonces ordenó que so
les diezmase segunda vez y que á los demás se les obligase á
obedecerle; esta segunda ejecucion en nada aminoró el valor do
sus soldados.
Mauricio, Esupero y Cándido eran los tres eficiales que man
daban aquellos soldados de Cristo: ellos les exhortaban á morir
por la religion estimulándoles con el ejemplo de sus compañe
ros, que ya habían sido conducidos á la gloria eterna por medio
de la palma del martirio, sin embargo, no pretendiendo los que
quedaban aplacar la cólera del tirano, dirigiéronle una repre
sentacion llena de nobleza y de energía.
«Señor, decían, nosotros somos soldados vuestros; pero an
tes que todo somos servidores de Dios, libremente lo confesa
mos: al príncipe debemos nuestro servicio en la guerra, . a
Dios nuestra inocencia; si de tí recibimos nuestra soldada, de
101 recibimos la vida; nosotros, pues, no podemos obedecerte
renunciando á Dios* que es nuestro Creador, nuestro Señor y
el tuyo. Si no nos mandais nada que le ofenda, obedeceremos
tus órdenes como has'a aquí lo hemos hecho ; de otra manera
fio clientes con nosotros para nada. Contra tus enemigos te
ofrecemos nuestros servicios ; pero por lo demás no creemos que
sea permitido derramar la sangre -de los inocentes Nos
otros hemos hecho juramento á Dios antes de hacértelo á tí, y
tú no puedes fiaf en el segundo si nos obligas á violar el pri- ,
mer.5. Tú nos mandas que busquemos á los cristianos para
castigarlos: pues no tienes necesidad de buscar á otros te
niéndonos a nosotros aquí; nosotros confesamos á Dios Pa-
DE LOS PAPAS. 1. 15
dre, autor de todas las cosas, y á su hijo Jesucristo. Hemos
visto degollar a nuestros compañeros sin llorarlos, antes bien
hemos envidiado el honor que han merecido muriendo por su
Dios. La desesperacion no nos ha conducido á las revueltas; aun
tenemos las armas en las manos, y si no resistimos, es porque
queremos mejor morir inocentes que vivir culpables.»
No podia Maximino vencer un valor tan heróico : ordenó á
sus oficiales que á todos los hicieran matar y envió tropas para
que los cercasen y cortaran. Pero lejos de oponer ellos la menor
resistencia, espontáneamente entregaban las armas, y presen
taban su cuello á los verdugos. La tierra quedó inundada con
arroyos de sangre: seis mil hombres, número ordinario de las
legiones, fueron degollados por mandato del tirano.
Durante la persecucion que Diocleciano hizo sufrir á la
Iglesia, el Pontífice Cayo tuvo la prudencia de ponerse á salvo
huyendo.
Atribúyenle algunos autores reglamentos estravagantes;
segun estos un pagano ó un hereje no tenia derecho de acusar a
un cristiano; poro un decreto semejante hubiera sido causa do
una revuelta contra la autoridad secular, y nosotros no podemos
admitir que Cayo tuviese la temeridad de querer rebelarse contra
la autoridad legítima de los magistrados paganos, ó que hubiese
establecido un reglamento cuya observancia no hubiera podido
hacer eficaz.
El Papa Cayo murió el 21 de Abril del año 296, despues de
haber ocupad j la Sede episcopal por espacio de doce años; fué
enterrado en el cementerio de Calixto.
Las actas de los mártires refieren igualmente el fin glorioso
de San Víctor en la ciudad de Marsella. «Aquel valeroso solda
do de Cristo, dice la leyenda, habiendo sido colocado por órden
del prefecto Asterio sobre un caballete, fué cruelmente ator
mentado por espacie de tres horas; ya le habían roto los verdu
116 HISTORIA
gos las dos piernas y su cuerpo no parecía mas que una masa
informe de carnes pestilentes y calcinadas, cuando en medio de
sus terribles sufrimientos se le apareció Cristo, y habiéndole
tocado con su cruz, se curaron sus heridas. El prefecto sorpren
dido por aquel prodigio, hizo cesar al momento el suplicio y
mandó á sus guardias condujeran de nuevo á Víctor á la prision.
A la mañana siguiente se trasmitió al Emperador aquella nue
va; esto no teniendo fé en los milagros del santo mártir mani
festó deseos de que le condujeran á su presencia, y le mandó que
quemase incienso en honor de los dioses. Empero Víctor, lejos
de obedecer, aproximóse al altar, arrojando con el pié al suelo el
sagrado numen. Furioso el príncipe con aquel descomedido des
precio manda que la pierna le sea cortada. Y ¡oh prodigio! de la
herida no sale sangre alguna. Es llevado de nuevo el santo y se
le arroja sobre la rueda de un molino; pe: o á la primera vuelta
los dientes que debieran machacar los huesos, se rompen en mil
pedazos, entonces manda el emperador se le cercene del cuello,
la cabeza y el martirio queda al cabo terminado. Una voz dejóse
oir desde lo alto del cielo, la cual decia:
«Has vencido, bienaventurado Víctor, has vencido.»
DE LOS PAPAS. 117

MARCELINO,

PAPA-TRIGESIMO-

DIOCLECIANO Y MAXIMINO, EMPERADORES.

Eleccion de Marcelino —Persecucion de Diocleciano —Reflexiones sobre el sacer


docio en el siglo III. —Harrible pintura de los tormentos y suplicios de los már
tires —El Papa abjura la religion cristiana y sacrifica á los dioses falsos.—Su
muerte
(Era de 296 á 303 de J. C )

Marcelino era romano, su padre se llama Proyecto: fué ele


gido para suceder á Cayo, bajo el reinado del Emperador Diocle
ciano. Algunos años despues de su exaltacion, movió el Empe
rador contra los cristianos la mas horrible y cruel persecucion
que la Iglesia habia esperimentado desde los tiempos .apos
tólicos.
Esta persecucion fué decretada hácia el año 303, y todas
las provincias del imprerio quedaron inundadas con la sangre de
lus mártires.
Recordamos un pasaje de Eusebio que dá una idea del esta
do en que se encontraba la Iglesia antes de aquella persecu
cion: «La doctrina de Cristo se hailaba en grande aprecio y re
putacion entre los griegos y los bárbaros; la Iglesia gozaba
del libre ejercicio de su culto; los emperadores profesaban un
vivo afecto á los cristianos; y les daban á gobernar las provin
cias, sin obligarles á sacrificar á los ídolos. Muy esparcidos se
encontraban tambien en las córtes de los príncipes, y les era
permitido no cumplir los deberes de la religion, así como á sus
mujeres, sus hijos y sus esclavos.
118 HISTORIA
«Doroteo, uno de los mas célebres entre los cristianos , era
honrado con la amistad del soberano: íntegro magistrado y
hábil administrador de una provincia, babia dado á los em
peradores grandes pruebas de su fidelidad y celo. El ilustre
Gorgon, y con él todos los que habian imitado su fé por la
religion, compartían con aquel el poder y el crédito. Los pue
blos y los gobernadores de las provincias honraban y querían
á los obispos; cada dia venían multitud de paganos á
profesar la fé de Jesucristo; en todas las ciudades se
edificaban iglesias ; todos los pueblos tributaban á Dios
solemnes acciones de gracias, y casi nunca eran bastan
te ámplios los templos para contener el inmenso número
de fieles.
»Pero la demasiada libertad trajo consigo el relajamiento
de la disciplina, y con palabras ultrajantes se dió principio á
la guerra: enemistados entre sí los obispos, dieron lugar á
quejas y desórdenes, y cuando la maldad y los amaños se lle
varon al último estremo, la justicia divina levantó su mano
para imponer el castigo y prometió que los primeros perseguidos
fuesen aquellos fieles que profesaban la carrera de las armas.
Mientras tanto se vió en una culpable sensibilidad; en lugar de
apaciguar la cólera de Dios, se acumularon crímenes sobre crí
menes; les presbiteros, despreciando las reglas santas de la pie
dad, tuvieron entre sí recriminaciones y quejas, fomentaron
ódios y enemistades, y se disputaron el primer puesto como si
fuese el de una dignidad mundana.»
Tal era la corrupcion de los eclesiásticos al fin del siglo Hí.
Los desarreglos del c'ero tienen con variados intervalos una
hoja escrita en el gran libro de la historia; y si bien es verdad
que en todas las épocas han vivido virtuosos clérigos , mo
delos de piedad y de otras envidiables y cristianas prendas,
tambien por desgracia ha habido otros avaros, ambiciosos,
DE LOS PAPAS. 119
soberbios, vengativos, falaces relajados. Platino, ágriamen-
te censura á los que están llenos de estos horribles vicios; á
pesar de que alcanzó él todavía aquellos tiempos sublimes de
las altas almas que supieron imitar el valor heroico de los
soldados tebanos, en que muchos fieles, glorificando el nom
bre de Jesucristo, terminaron su vida en un doloroso mar
tirio.
El perseguidor Diocleciano declaraba en sus edictos que
estaba permitido á los verdugos inventasen contra los cris
tianos toda clase de torturas: para herirlos se servían de
gruesos bastones, de elásticas varillas, de gárfios, poleas y
cuerdas; se les ataban las manos, se les fijaba sobre postes ó
se acomodaban sobre máquinas infernales; despues con hier
ros candentes se les levantaban las carnes ó se les arranca
ban trozos del pecho, del vientre y de las mejillas. A los
unos se les suspen lia por una mano; otros eran atados á co
lumnas sin que sus piés tocasen la tierra, con el objeto de
que el peso del cuerpo pusiese en tensión las ligaduras y au
mentaran los sufrimientos: en tal estado se presentaban á lo$
largos interrogatorios de los jueces, y así permanecían dias
enteros. Cuando un juez pasaba á otros acusados, quedaban
centinelas observando á los que cediendo á la fuerza de los
tormentos consentían en renegar de Jesucristo; y cuando sus
esperanzas se defraudaban, apretaban los verdugos las ligaduras
sin misericordia hasta que los mártires estuviesen en peligro
de perecer; entonces se les desataba de los postes y se les arro
jaba por tierra, haciéndolos volver á la vida para condenarlos
á nuevos suplicios.
Durante aquella desgraciada época, el papa Marcelino ab
juró solemnemente la religion cristiana. Segun los testimo
nios mas auténticos, afirman algunos autores, que el Santo
padre, espantado de los suplicios que los cristianos sufrían y
1 20 HISTORIA
de que él mismo estaba amenazado, ofreció incienso á los
Dioses en al templo de Isis y Vesta, en presencia de muchos
fieles á quienes se quiso obligar á que imitasen el ejemplo de
debilidad que aquel les daba: añaden que en un concilio con
vocado en Sinuesa para juzgar al Pontífice, no se atrevieron
á condenarle los obispos que se encontraron en el sínodo y le di
jeron:
«Condenaos por vuestra propia boca ; pero no sereis exco
mulgado por nuestro juicio.»
Marcelino murió el 24 de Octubre de 304, despues de haber
ocupado la Santa Sede ochos años y tres meses, fué enterrado en
al panteon de Piscila.
DE LOS PAPAS. 121

HISTORIA POLITICA.

SIGLO TERCERO.

Séptimo Severo.—Hace asesinar á los Senadores. —Sus vicios.—Sus virtudes.—Li


viandades de las mujeres.— Caracalla.—Impudicia de Julia.—Casa á su madre.
—Las leyes no están hechas para los emperadores ni para los reyes.—Caracalla
hace asesinar á su hermano.—Ordena enterrar vivas á cuatro vestales. —Matanza
de veinte mil hombres. —Macrino, principe relajado.— Heliogábalo, hijo de Cara-
calla.—Sacrific,os humanos. -Incesto con su madre Julia Marco Aurelio. —Es
asesinado á causa do sus virtudes. —Maximino se apodera del imperio. -Su glo
tonería.—Su crueldad.—Su prodigiosa fuerza. — Los tres Gordianos. —Filipo
usurpa el imperio.—Decio.—Galo.—Rmiliano es proclamado emperador por los
soldados, quienes le matan á los tras me3e¿ de reinado. —Cae Valeriano en poder
del rey d los Persas.—Es desollado vivo y salado.—Galieno.—Sus faltas.—Clau
dio II concédelos honores divinos á Galieno.—Aurelio, traicionado por su secre
tario, muere violentamente.—Tácito, sus virtudes y su generosidad —Muere
asesinado por sus soldados.—Florieno, su hermano se apodera del imperio. —
Matanlo sus soldados. —Probo es elegido emperador: tambien muere á mano de
sus soldados —Carino. —Numeriano.—Arrio Aper mata á Numeriano. —Diocle-
ciano manda degollar á Aper. —Su crueldad —Su avaricia.—Su aficion á loí
grandes monumentos. -Maximiano He'rcules, asociado al imperio.—Violacion de
doncellas.—Sus vicios.—Juicio sobre las monarquías absolutas.

Despues que fué declarado Septimio Severo emperador por


el ejército de Pannonia, tuvo que combatir á los demás pre
tendientes al imperio, é hizo asesinar á cuarenta Senadores
que habian favorecido la candidatura de Albino, su concur
rente. Inmediatamente emprendió la guerra contra los Par-
thos, recorrió diversas provincias del imperio, é hizo cons
truir en Inglaterra un gran atrincheramiento de 132.000 pa
sos de largo. Murió en York el año 212 de J. C; en el momen-
Histoma m los Papas. 12
122 HISTORIA
to de su muerte, hizo venir cerca de sí a sus dos hijos Bas-
tieno y Geta, y les dió este último concejo paternal: «Hijos
mios, permaneced unidos, vivid juntos siempre, y no os im
porte lo demás.» Aquel príncipe tenia grandes virtudes: era
aficionado á la filosofía y á las bellas letras; no perdonaba las
menores faltas, y su severidad mantenía á los soldados en el
cumplimiento de sus deberes; era humano y generoso, pero
mostró demasiada debilidad hácia su mujer, cuyas livianda
des no desconocía, y la que habia osado hasta conspirar con
tra él.
Septimio Severo, dejó el imperio á su hijo Antonino Bas-
tieno, por sobrenombre Caracal lo, porque llevaba una larga
túnica a la galesa. Este príncipe, desde los primeros dias de
su reinado, habiendo sorprendido á la emperatriz, su madre,
en una actitud equívoca y enteramente descubierto el cuello,
gritó en un trasporte amoroso: «¡bien le quisiera, si me fuera
permitido!» Aquella impúdica princesa respondió abriéndole
los brazos: «Hijo mio, si tú lo quieres, puedes hacerlo; por
que no existen leyes ni obstáculos que se opongan a la volun
tad de los emperadores y de los reyes.» Apenas habia pronun
ciado estas palabras, confundieron sus abrazos en un incesto
monstruoso.
De carácter bajo y feroz llegó á sacar Caracalla la espada
para matar á su padre; despues asesinó á su hermano Geta,
que reinaba con él, é hizo enterrar vivas cuatro vestales, por
gozar las impresiones de un espectáculo tan afrentoso. Le
era de tal manera querida la memoria de Alejandro, que
amenazó con horribles tormentos á los filósofos que seguían
la opinion de Aristóteles, proyectando quemar todos los li
bros de este historiador, porque suponía que él habia precipi
tado la muerte de aquel conquistador, por medio del veneno.
Un dia dió parte al Senado de que el alma de Alejandro ha
DE LOS PAPAS. 123
bia entrado en su cuerpo, para completar lo que le quedaba
de vida, y por lo tanto ordenó á sus cortesanos, que de
allí en adelante se le llamase el vencedor de Dario. Durante
su reinado, hizo morir veinte mil hombres en el suplicio, y
recargó con onerosísimos impuestos á todas las provincias del
imperio: despues de haber reinado seis años y dos meses, fué
asesinado.
Muerto Caracalla, Opilio Macrino, hombre de oscuro naci
miento, se apoderó del imperio; pero sus liviandades le ena-
genaron el afecto del ejército, y al año y dos meses de su reina
do, murió á mano armada.
Marco Antonio Vario Heliogábalo, hijo de Caracalla y de
Julia, sucedió á Macano. Era este príncipe un nuevo Sardana-
palo; como este, sacerdote del sol, y sacrificaba á su ídolo los
mas hermosos niños de Italia. Fué asesinado por sus soldados en
222, y juntamente se degolló á su madre, que habia venido á
ocupar el lecho incestuoso de aquel monstruo.
Marco Aurelio Severo Alejandro tomó las riendas del Estado
con gran beneficio de los cristianos. Arrojó de la corte ¡irlos bu
fones y á los aduladores; no permitió que los cargos de los ma
gistrados se vendieran en pública licitacion, y prohibió á los
jueces que recibieran presentes. Maximino, uno de sus lugar
tenientes generales, excitó á algunas legiones, para que en una
revuelta asesinasen a aquel principe virtuoso.
Cayo Julio Vero Maximino, se apoderó del gobierno des
pues de la muerte de aquel: el nuevo emperador tenia mas
de ocho piés de altura; y era" tan grueso, que los brazaletes
de su mujer, le servían como anillos en sus dedos, su fuerza
era extraordinaria, y no habia caballo que pudiera con él. En
sus apetitos carnívoros, se comia sesenta libras de carne, y
bebía veinticuatro cántaros de vino diariamente. Temían los
senadores ser víctimas de su crueldad, le declararon enemigo
124 HISTORIA
de la república, y fué degollado con su hijo, al cual habia aso

ciado al gobierno.
De los tres Gordianos, el mas anciano, fué proclamado empe
rador por el ejército que él mandaba en nombre del Senado;
su hijo, Gordiano segundo, habiendo vencido y matado en una
batalla á todos los enemigos del imperio; se estranguló de
desesperacion. Elegido en su lugar Gordiano el joven, hijo
menor de Gor iiano segundo, mostró este príncipe que poseía
las necesarias condiciones morales y físicas para gobernar equi
tativamente; alcanzó grandes victoriis, que parecían presa-•
giar un reinado feliz para los pueblo?; pero no faltó en su ejér
cito un traidor que le asesinase para apoderarse de la autoridad

suprema.
El Senado no consintió reconocer á Filipo emperador, mien
tras no confirmase su eleccion, para evitar disturbios en las

legiones.
A su vez Decio vino a seducir á los soldados, y estos mataron
á Filipo en su mismo campamento de Verona.
Mesio Quinto Trajano Decio, despues de haberse deshecho de
Filipo, obfaivo el imperio por el sufragio del ejército. Se señaló
su reinado por la violenta persecución que movió contra los

cristianos.
A la cabeza de sus legiones marchó contra él Treboriano Galo,
y habiéndole sorprendido en una emboscada, le persiguió hasta
un pantano, en donde pereció Decio, sin que jamás se haya
vuelto á encontrar su cuerpo.
Hizo en seguida Vibio Treboriano Galo una vergonzosa
alianza con los godos, y á pesar de su debilidad, fué saludado
emperador por una religion; pero poco despues le degollaron los

soldados, así como a su hijo.


Sin interrupcion, entretanto, proseguían los scitas y los
persas sus irrupciones por las provincias romanas; solamente
DE LOS PAPAS. 125
Julio Emiliano osó oponerse á las hordas de los bárbaros, obte
niendo sobre ellos brillantes victorias. Por esta razon los solda
dos le proclamaron Emperador, aunque tres meses despues le
dieron muerte.
Elevóse á la dignidad imperial Licinio Valerio, hombre do
estraordinario mérito y de una bondad ilimitada, sus bellas
cualidades hacían prometerse de él un reinado de justicia,
de equidad y de dulzura; desgraciadamente dejóse corrom
per este príncipe por Macriano, célebre mágico venido de
Egipto, y cometió grandes faltas, alimentando una injustifi
cada animadversion contra los cristianos. Con la mas infame
traicion pagó el mismo Macriano sus beneficios: hízole caer
en una emboscada, y le entregó en manos de Sapor, rey de
los persas. El Emperador fué condenado á miserable esclavi
tud: los historiadores afirman que Sapor se servia de las es
paldas de Valeriano como de un escabel, cuando queria mon
tar á caballo. Despues de muchos años de sufrimientos, el
desgraciado principe fué sentenciado a ser desollado vivo, su
mergiéndolo en medio de aquellos horribles dolores en una cuba
de sal derretida.
Licinio Galieno, despues de la muerte de su padre, se alzó
con el imperio: príncipe de un carácter malvado, cruel y luju
rioso, tenia pretensiones de sábio y componía arengas y versos.
Bajo su reinado, el imperio se convirtió, segun la espresion grá
fica de un escritor celebérrimo, en una cueva de bandidos; la
mala conducta del Emperador entregó el gobierno á los escesos
de un c nsejo de treinta tiranos que regían los asuntos del Es
tado segun su capricho ó sus intereses. Sorprendido Galieno por
Aureolo, recibió muerte violenta.
El año 268 de Jesucristo, fué declarado emperador Flavic
Claudio II, el cual decretó al momento para el famoso Galieno
los honores divinos. Grandes alabanzas hacen los historiado
126 HISTORIA
res de Claudio, pretendiendo que si hubiese vivido mas tiem
po, hubiese sobrepujado las hazañas de los Camilos y de los
Scipiones : domó á los godos, esterminó treinta y dos mil ger
manos en la batalla que tuvo lugar el año 269, batió cerca de
Milan a Aureolo y venció a Cenobia, que habia subyugado al
Egipto.
Despues de la muerte de Claudio, fué elegido para el impe
rio Valerio Aureliano, hombre de humilde nacimiento. Ven
turoso en las guerras como su antecesor, no se distinguió
menos por sus virtudes : las victorias que alcanzó sobre los
enemigos del imperio, le valieron un triunfo magnifico en
Roma: inmediatamente partió para la Esclavonia, con ánimo
n suelto de someter á los persas, á quienes ya habia vencido.
Al ponerse en marcha, Mnesteo, su secretarlo, á quien por
ciertos indicios de traicion habia Valerio amenazado en mo
mentos de cólera, falsificó su firma, buscó á muchos oficiales
amigos, y mostró en una capciosa memoria los nombres de
las personas á quienes Aureliano se proponía hacer morir,
entre ellos el de cada uno de los que él buscaba, y que hacia
inscribir para hacer mas verosímil su amaño. Creyendo los
oficiales ser ciertos sus avisos, resolvieron deshacerse del
Emperador, asesinándole en el campamento asentado entre
Bizancio y Heraclea. Los historiadores Aurelio Víctor y Eutro-
pio, dicen que Aureliano era cruel y sanguinario, y le acusan
, de no haber guardado mesura alguna en los castigos que él
infligía.
Marco Aurelio ó Claudio Tácito fué proclamado por el Se
nado para que sucediese á Aureliano, despues de seis meses
de entretenimiento Este príncipe literato se gloriaba de ser
descendiente del admirable historiador Cornelio Tácito; por
orden suya se hacían anualmente diez copias de los A nales
de su antepasado, las cuales eran depositadas en sus archi
DE LOS PAPAS. 127
vos. A sus grandes cualidades juntaba su sobriedad y modestia.
Antes de su elevacion al trono, poseía siete millones de es
cudes de oro, los que repartió generosamente entre el pueblo,
pagando además á los soldados de su peculio; esto no le valió
para que le asesinasen los mismos traidores que dieron muerte á
su primo y teinian ser castigados por su crimen.
Marco Amnio Floro, hermano de Tácito, se apoderó del im
perio, pero no le duró su gobierno mas que uno ó dos meses,
vencido por Probo cerca de la ciudad de Tarsis, fué muerto por
el ejército.
Elegido Emperador á pesar suyo fué el eminente Aurelio
Probo, hijo de un jardinero, segun unosa segun otros de un
labrador. Antes de cubrirse con el manto imperial, reunió á las
legiones, y les dijo: «Soldados: Ignorais lo que habeis hecho,
cómo me es imposible adularos, nosotros no podemos vivir largo
tiempo juntos.» Mas habiendo proclamado el ejército por tres
veces al mas digno de la corona, cubrió -sus espaldas con la
púrpura y recibió los juramentos de las legiones como Soberano
del Estado. En el curso de su reinado venció cuatrocientos mil
germanos, tomó setenta ciudades, y hubiera continuado sus
conquistas si nueve reyes del reino, no se hubieran arrojado á
sus piés para pedirle la paz. Subyugó en seguida la Esclavónia,
la Rusia y la Polonia. Pasó á la Tracia, y obtuvo allí brillantes
victorias que le valieron los honores del triunfo.
Este príncipe, de una estremada severidad, no dejaba nunca
á los soldados en la ociosidad, contínuamento los ocupaba en
obras útiles de seguridad, ó para el ornamento y comodidad de
las provincias en donde se encontraba; así las legiones cansadas
de la disciplina, le mataron despues de seis años y cuatro meses
de reinado. Sobre su tumba se puso esta gloriosa inscripcion:
«Aquí yace el Emperador Probo, vencedor de los bárbaros, y
vencedor de los tiranos de todas las naciones.»
128 HISTORIA
Marco Aurelio Caro, mereció el imperio por sus cualidades y
por sus grandes hechos: tenia dos hijos; Numeriano, estimado
por sus virtudes, y Carino, á quien se odiaba por sus vicios.
Pero, pora desdicha de los pueblos, aquel buen principe no rei
nó mas que dos años; su muerte causó á Numeriano tan gran
tristeza, que se temia perdiese la vista por la abundancia de lá
grimas que derramaba. Carino, el mas joven de sus hijos, fué
muerto en Dalmacia, en una batalla contra Diocleciano, y Arrio
Aper mató á Numeriano con la esperanza de sucederle; empero
Diocleciano disputó el poder del nuevo pretendiente, y se hizo
único señor del imperio.
Aurelio Valerio Diocleciano, hijo de un liberto, y secretario
de un senador, asocióse al gobierno en el reinado de Marco Aure
lio Valerio Maxiroiano, su íutimo amigo. Durante el curso de
su reinado manifestó cualidades de hombre de guerra y de gran
político, defendiendo con éxisto el imperio contra las invasiones
de los bárbaros; le cqgajja una excesiva avaricia, recargaba á. los
pueblos con crecidos tributos para engrosar su tesoro, y hacia
que se les acusase á los senadores de conspiracion contra el Es
tado, para apoderarse de sus bienes. Su pasion por los grandes
edificios era tan grande, que se le llamaba el albañil del impe
rio, y obligaba a las provincias á enviarle materiales y obreros
para construir sus palacios. En fin, abusando del poder sobera
no, aquel principe cruel é impudente, sin fé y sin honor, estaba
rodeado de manceLos y doncellas, con los cuales se abandonaba
públicamente a toda clase de desórdenes.
No solamente los pueblos tenian que sufrir la tiranía del
execrable Diocleciano, sino que tuvieron aun que deplorar mas
grandes desgracias cuando se le asoció el cruel Maximiano y los
dos Césares Galerio y Constancio Cloro. En lugar de un seAor
tuvieron que reconocer cuatro, cada uno de los cu'iles tenia su
corte, su ejército, cuadruplicaba las dignidades y los empleos,
DE LOS PAPAS. 129
y por consecuencia las cargas públicas. Para subvenir al au
mento escandaloso de los impuestos, los emperadores oa rimian y
mataban á los ciudadanos, asolaban las provincias basta que se
convertían en desiertos las campiñas y las mejor organizadas
labores: entonces abandonaban los territorios devastados para
comenzar en otros los mismos estragos.
En cuanto á Diocleciono, aquel soberbio intruso, se sentaba
orgullosamente sobre un trono de oro macizo, resplandeciente
de pedrería, y se hacia adorar como un dios, así como á sus
compañeros en el imperio. En el lenguaje oficial de aquel tiem
po, los oradores públicos elogiaban grandemente sus cartas y
sus decretos; todo cuanto tocaba á ellos tomaba el carácter di
vino que distinguía á sus personas.
El fisco se llamaba con una irrision sacrilega las sagradas
larguezas, y la sala donde ellos dormían, la cámara sagrada.
Aquella comunidad de dignidad condujo a una nueva ma
nifestacion de reverencia lo mas peregrina que podia darse. No
tratando ninguno de ellos cosa alguna, ni ordenado nada sino
en el nombre de los tres, las solicitudes y los discursos que se
les dirigían y todas las relaciones públicas y privadas con cada
uno de ellos, t ¡vieron que conformarse necesariamente á esta
regla de unidad. Se hablaba á uno solo como representante de
los otros tres, y no se distinguían las acciones personales, ni se
observaba rigurosamente la solidaridad de honor que los unia
por una indivisa alabanza. La adulacion se apoderó de esta
precaucion política y se habituó pronto á revestir a cada prínci
pe individualmente de aquella importancia colectiva: la gramá
tica misma se encargó de corregir el lenguaje vulgar; enseñando
á decir en las escuelas Vos, cuando se hablaba á uno solo. Como
los inferiores buscan siempre levantarse á semejanza de los gran
des, aquel absurdo llegó á ser una fórmula general de distincion
y cortesía que ha pasado del latín á los idiomas modernos.
130 HISTORIA
Diocleciano, corrompiendo hasta las costumbres y los hábi"
tos que forman la base de todo gobierno, preparó la decadencia
del imperio romano, y enseñó á las naciones esta gran verdad:
«que las monarquías sucumben por su propio peso; entonces las
luces de la razon y de la filosofía resplandecen sobre los pueblos,
y tácenles comprender que no han nacido destinados á ser los
esclavos de los reyes.»
Avergüenza considerar á qué estado de abyeccion habi;i
llegado bajo el imperio aquella Roma, tan viril bajo la repú
blica. Avergüenza que sufriese el yugo de un Emperador que,
como Cómodo, que no era de los mas malos, abandonando el
cuidado de los negocios á los prefectos del pretorio, que diaria
mente se remudaban, se negaba hasta poner su firma en los
despachos oficiales, y que al pié de las cartas dirigidas á sus
amigos, apenas escribía la palabra cale. Sin embargo, aquel
príncipe bajo é infame se apellidaba jeliz en sus medallas, y
quiso que su siglo se denominase comodiano, y Roma colonia
comodiana. El complaciente Senado tituló el lugar donde cele
braba sus reuniones casa de Cómodo, los nombres de los mes s
que fueron convertidos en adjetivos que espresan sus elogios; y
él escribía al Senado: El emperador César Lucio Elio Aurelio
Comodo Antonino Augusto, feliz, leon, pio, sarmático, britá
nico, germánico, pacificador invencible, Hércules romano, padre
de la patria, pontífice máximo, cónsul por la Vil vez, empera
dor por la VIII, tribuno por la XVII, á los ilustres senadores
comodianos, salud.
¡ Y Cómodo era de los mejores tigres que asolaron el imperio!
¡Qué lecciones, qué lecciones para todos los pueblos! ¡Ah! ¡Si
ellos estudiasen el libro de la historia!
DE LOS PAPAS. 131

SIGLO CUARTO-

SEDE VAGANTE.

CONSTANCIO CLORO, EMPERADOR.

Costumbres introducidas desde los primeros siglos.—Asambleas de fieles. —Cere


monias de la Eucaristía y del Bautismo.—Los ayunos.—Rigor.de la disciplina. —
Derechos imaginarios de los Papas.— Concilio de Cirte, compuesto d i obispos re
lajados por sus grandes crímenes. —Debilidades de San Bonifacio.—Histor a fa
bulosa de su martirio.—Su canonizacion después de su muerte.

(Era de 304 a 307 de J. C.)

Despues de la muerte de Maximino, el clero de Roma, go


bernó la Iglesia de esta ciudad por espacio de tres años.
Durante los tres primeros siglos, la religion oprimida por los
paganos, hacia progresos lentos y difíciles: los fieles se voian
obligados á reunirse de noche en casas particulares, en los ce
náculos, en los baños, bajo los pórticos, en. los cementerio', y
hasta en las tumbas, para administrar la Eucaristía y hacer
oraciones.
Pero los cristianos, animados de un santo celo iban al lugar
de sus ceremonias sin temer una muerte vergonzosa y violenta;
los presbiteros leian el Antiguo y Nuevo Testamento como lo
practican aun los protestantes; el pueblo llevaba el pan y el
vino para la celebracion de la Eucaristía, la comunion se distri
buía bajo las dos especies á todos los que estaban bautizados;
132 HISTORIA
en fin, las ceremonias se concluían por las colectas para los po
bres de la Iglesia. En el primer siglo se servian para el bautis
mo de agua de las fuentes y de los rios: se administraba este sa-
cramanto á los enfermos y á los niños en las casas particulares
y en las cárceles; en seguida se fué adulterando aquella senci
llez apostólica y en tiempo de Tertuliano los niños eran ungi
dos, se les presentaba miel y leche, haciendo muchos signos de
la cruz y los bautizados de una túnica blanca.
La comunion se daba indiferentemente por la mañana en
ayunais y por la tarde despues de comer: se llevaba la Eucaris
tía, es decir, el pan y el vino consagrados, á los enfermos y á
los ausentes; en cuanto 'a los ayunos entonces en uso, eran li
bres y nadie e taba obligado á observarlos.
En el siglo X los fieles adoptaron la costumbre de rogar por
los muertos, y segun Tertuliano hacian preceder á las oraciones
grandes signos de la cruz: para distinguirse de los paganos se
abstenían de comer carne de animales muertos.
En el siglo tercero se diferia la administi acion del bautismo
hasta que los niños eran mayores de edad; y en la misma época
se introdujo en Roma el ayuno del sábado, en memoria de la
sepultura de Cristo; pero esta costumbre no fué administrada
mas que por los occidentales.
El culto cristiano aun no tenia altares; una simple mesa
servia para la comunion de los fieles; pero la disciplina en cam
bio era muy severa para los que hubieran cometido homici
dios, adulterios, incestos, ó estaban convictos de apostasías.
En los primeros tiempos se exigía la confesion pública; la Igle
sia griega y oriental había establecido un presbítero peni
tenciario, que obligaba á los culpables á permanecer fuera de las
puertas de la Iglesia, con el saco y el silicio, llorando y de ro
dillas: se les imponían ayunos por muchos años, segun la gra
vedad de sus faltas.
DE LOS PAPAS. 133
En seguida se establecieron súbdiáconos en las Iglesias,
pero los historiadores no hacen mencion de los patriarcas,
de los arzobispos ni de los metropolitanos. Los obispos de los
primeros siglos se atribuyeron injustamente la supremacia
sobre los de la misma comarca, y algunas veces sobre algu
nas provincias que dependian de grandes ciudades. Los papas
á su vez hicieron valer las mismas pretensiones, y la debili
dad de los magistrados ha dado los medios de hacer dema
siado aflictivos derechos imaginarios de jurisdiccion espiri
tual y moral.
La persecucion de Diocleciano comenzó á hacerse sent.r
en Italia, despues de la muerte del Papa Marcelino, y se es
tendió bien pronto al Africa. Entonces los obispos de Numidia
se reunieron en Cirte para dar un pastor a aquella ciudad,
pero estos prelados eran todos apóstatas: los unos habian
abandonado á los paganos los libros sagrados, los otros ha
bian sido acusados de grandes crímenes : despues se pusieron
de acuerdo, y elevaron á la silla de la capital de los Númidas
un obispo célebre en la historia eclesiástica por sus faltas y
pecados.
Los autores sagrados fijan en la misma época el martirio de
San Bonifacio; sobre el cual así se espresa la leyenda piadosa:
«Una mujer de ilustre nacimiento llamada Aglae; habitaba
en Italia, donde poseía tan inmensas riquezas, que habia dado
tres veces juegos públicos al pueblo romano : setenta y tres
intendentes estaban encargados de la administracion de sus
bienes, todos bajo la direccion de otro ascendido á intendente
general, llamado Bonifacio» y que era su favorito. Este sos-
tenia con su señora un amor criminal, y se abandonaba con ella
á toda clase de placeres; pero la gracia divina descendió so
bre aquella alma culpable, y la inició en las verdades de
la Religion Cristiana. Aglae , sintiendo profundo arropen
134 * HISTORIA
timiento por sus pasados errores, se dio á la práctica de las
obras piadosas y de devocion, y como sus faltas eran grandes,
quiso obtener cerca de Dios poderosas protecciones. Entonces
se encargó Bonifacio de marchar a Oriente para traerle reli
quias de los mártires extranjeros, no encontrando en Roma már
tires mas ilustres.
•Desde que Bonifacio llegó á Tarsis en Cilicia, donde la
persecucion continuaba cada vez mas violenta, empeñóse, por
seguir las órdenes de su señora, en ir á la plaza pública á ver
á los mártires en el tormento. Estaban los unos suspendidos,
los otros cabeza abajo y expuestos á un fuego lento , otros
atados á maderos, atenaceados por los verdugos, á estos se
les cortaba las manos ó se les arrancaba la lengua, á algunos,
en fin, se les clavaba á la tierra con estacas fijas en la gar
ganta, y los verdugos los acababan á palos y golpes. Habién
dose aproximado Bonifacio á aquellos mártires, que eran en
número de veinte, exhortábalos á combatir como verdaderos
atletas de la fé, para alcanzar las inmortales palmas; pero en
aquel momento fué arrestado y conducido ante el tribunal
del gobernador. Lejos de retractarse tu\»o el valor de llamarle
infame, serpiente tenebrosa y hombre encenagado en críme
nes. Tan enérgico lenguaje en boca de un cristiano nuevo
exigia que aquel extranjero fuese objeto de un ejemplar cas-»
tigo, y Bonifacio fué condenado á la decapitacion por el
verdugo.
»A1 dia siguiente buscábanle sus compañeros por toda la
ciudad, y no encontrándole en parte alguna, esclamaban:
«Nuestro intendente, con toda seguridad ha de estar ó en la
taberna ó en el lupanar refocilándose, mientras que nosotros
nos volvemos locos en su busca.» Discutiendo de esta ma
nera, encontraron al hermano del carcelero y le pregun
taron dónde podrian dirigirse para hallar las señas de un ex
DE LOS PAPAS. 135
tranjero que acababa de llegar de Roma. Aquel hombre les con
testó:
— «Ayer, un italiano ha sido martirizado por Jesucristo, y
se le ha cortado la cabeza en la plaza pública.
— »E1 que nosotros buscamos, replicaron los extranjeros, era
un hombre apacible, rubio, que lleva un manto de escarlata,
un borracho, un perdido que no puede tener nada de comun con.
los martirios.
»Entretanto siguieron al carcelero, y éste les enseñó el ca
dáver de Bonifacio: en seguida cogió la cabeza del santo y se la
presentó á los viajeros; pero en aquel momento, cuéntase que la
boca del muerto se sonrió. Sus amigos á vista de aquel prodigio
lloraron amargamente el desgraciado fin de Bonifacio y traspor
taron consigo el venerando cuerpo.
»E1 mismo dia, un ángel apareció á Aglae, y le dijo:
— »E1 que era tu esclavo es ahora nuestro hermano; recíbele
como á nuestro señor, y hónrale dignamente, para que todos
vuestros pecados sean redimidos por su intercesion.»
En el momento Aglae convirtió su palacio en oratorio, y
preparándose con la doctrina de santos pastores se dispuso por
medio de oraciones á recibir el cuerpo del mártir. Cuando sus
enviados estuvieron cerca de la ciudad, ella salió con los piés
desnudos y en camisa ante las preciosas reliquias que depositó
entre flores y perfumes en un magnífico sarcófago que hizo
construir á cincuenta estadios de Roma. La leyenda añade que
el santo obraba milagros, que arrojaba los demonios y curaba
las. enfermedades.
Durante el tiempo que la Santa 3ede estuvo vacante; se
cuentan otros muchos martirios de fieles que tuvieron lugar en
Tesalónica; entre otros el martirio de la jóven Irene, que recibió
la palma gloriosa sobre una elevada montaña, en donde fué
quemada viva. Antes de subir al terrible suplicio, si hemos de
136 Historia
dar crédito á la leyenda, la jóven virgen obró un singular mi
lagro que los autores antiguos cuentan sencillamente con los
detalles mas minuciosos:
«Irene, dicen, habiendo sido acusada ante el gobernador
como cristiana, éste la mandó comer de la carne ofrecida á los
ídolos, lo que ella rehusó con indignacion. Para castigarla, hí-
zola el juez despojar de sus vestidos, y mandó al verdugo que la
violase en su presencia; despues de esto se la condujo á un lu
gar de prostitucion, donde fué entregada á los paganos para que
la ultrajasen; martirio que duró cerca de un mes, durante el
cual brutales hombres del pueblo cometieron coa ella toda clase
de excesos.
»Y mientras tanto, añade el piadoso legendario, no cesó un
momento de ser virgen, porque un ángel habia hecho que la en
cubriera una nube bajo su forma de mujer.»
DE LOS PAPAS. 137

MARCELO PRIMERO,

PAPA TRIGÉSIMO-PRIMERO.

MAGENCIO, EMPERADOR.

Eleccion de Marcelo.—Se hace odioso a los fieles.—Mueve sediciones en Roma.—El Papa llena
las funciones de palafrenero por úrden de Mageneio.—Muerte del Pontifice.

(Era de 255 á 237 de J. C.)

Despues de estar vacante tres años la Santa Sede, el clero y


el pueblo fiel de Roma se pusieron bajo la férula de un santo
varon llamado Marcelo, romano de nacion.
Este nuevo Pontífice quiso aprovecharse de la calma en que
yacia la Religion al principio de su pontificado para hacer orde
nanzas y restablecer en la Iglesia la disciplina que las antiguas
turbulencias habían alterado; pero su rigor le hizo odioso al pue
blo é introdujo la division entre sus fieles. La discordia dege
neró en sediciones y las quejas terminaron con homicidios.
Viendo Mageneio que los cristianos alteraban el reposo de
Roma, exigió la responsabilidad de aquellos desórdenes al Papa
Marcelo, condenándolo ádar pienso á sus caballos de postas en
una cuadra que habia sobre el camino público. El Santo Padre
llenó por espacio de nueve meses las funciones de palafrenero;
en seguida, habiéndole libertado los presbíteros una noche, le .
condujeron á casa de una matrona romana llamada Lucila. Los
fieles se armaron para defender al Pontífice, pero el Emperador
Historia be los Papas. 13
138 HISTORIA
hizo marchar tropas sobre los rebeldes y dispersó á los amoti •
nados; por sus órdenes convirtióse la casa de Lucila en una
cuadra, en donde el Pontífice Marcelo volvió á ejercer su em
pleo de palafrenero. El santo obispo, fatigado por el desdoro
de aquella miserable condicion, murió en la abyeccion, despues
de dos años de pontificado, en los primeros meses de 310.
Se remonta á aquella época la conversion de unjóven, se
ñor de Alejandría, de nombre Didimio, que habia asistido al in
terrogatorio de la virgen Teodora, condenada por el juez Prócu-
lo á ser expuesta á los ultrajes de los infieles en un lugar de in
famia. Como la belleza de la santa habia tocado en el corazon
de aquellos malvados, despertando los apetitos de la carne, Pró-
culo vendió al verdugo el privilegio de ser el primero que la po
seyera; pero cuando se atrevió á lanzarse para satisfacer su bru
tal pasion, el Espíritu de Dios descendió á iluminar la mente de
aquel obcecado, quien precipitándose á los piés de Teodora, la
pidió perdon por su crimen y la obligó á tomar sus vestidos y
ponerse en fuga. Apénas habia salido Teodora de aquel lugar in
fame, un soldado borracho penetró en la cámara en donde Didi
mio habia quedado; en su sorpresa, mezclada de espanto, llamó á
sus camaradas que esperaban en la pieza contigua: «Corred y
mirad, Ies dijo: yo habia oido decir que Jesucristo cambiaba el
agua en vino, pero no que convirtiera á las doncellas en mucha
chos^ Próculo, sabedor de aquel extraño caso, hizo arrestará
Didimio, reconoció la superchería y dió órden de que se le
cortase la cabeza. Teodora corrió entonces á salvar á su gene
roso protector. «Yo he consentido en huir de la infamia, le
dijo, pero no podría permitir que vuestra abnegacion compro
metiera vuestra vida y pereciérais por mi causa.» El juez,
queriendo dar una prueba de su justicia, sentenció á Teodora
y al jóven Didimio á ser decapitados juntamente.
DE LOS PAPAS. 1J9

EUSEBIO,

PAPA TRIGÉSIMO-SEGUNDO.

MAGENCIO,

EMPERADOR.

Eleccion de Eusebio.—Su destierro.—Cuento ridiculo sobre la invencion de la Cruz de Jesucristo


por la madre de Constantino.

(Era de 310 de J. G.)

A pesar de las divisiones que á la sazon reinaban en la


Iglesia de Roma, el clero y el pueblo aún tenían voto delibe
rativo en las elecciones. Proclamóse por consentimiento uná
nime Pontífice á Eusebio, griego de nacion é hijo de un mé
dico. El tirano Magencio desterró á Sicilia al nuevo Pontífi
ce; allí murió este buen pastor algunos meses despues, en el
año mismo de su eleccion, es decir, en 310.
Los historiadores afirman que bajo el pontificado de Euse
bio, Elena, madre de Constantino, mandó hacer investigacio
nes en Jerusalem, y que aquella princesa encontró la cruz so
bre la cual habia sufrido la Pasion el Salvador del mundo; pe
ro algunos. que se tienen por escritores graves, y todos los
enemigos del catolicismo, consideran esta invencion como un
cuento ridiculo, no como una tradicion verdadera.
Las actas de los Mártires de los primeros años del siglo iv
están llenas de milagrosas leyendas de confesores y santos que
140 HISTORIA
sufrieron el martirio, pero lo que en ellas merece ser admira
do, es la uniformidad de las narraciones; en la mayor parte
hay siempre un héroe cristiano, resistiendo los más espanto
sos suplicios, y concluyendo por ser decapitado ó arrojado á
las fieras; por complemento de esto, se describen unos cuantos
paganos, queriendo constantemente profanar el cuerpo muerto
al mismo tiempo que á otros cuantos fieles que por una pro
teccion particular de Dios retiran intactos del fuego ó del agua
los cadáveres, para guardar sus reliquias.
En esta época se fija tambien la persecucion de Numeriano
Máximo, gobernador de Tarsis, en Cilicia; y los legendarios se
extienden largamente sobre los suplicios de Probo, de Téraco y
de Andrónico. Los santos confesores, despues de ser torturados
por el hierro y por el fuego, fueron conducidos al anfiteatro y se
les arrojaron furiosos tigres de la Numidia; estos animales, que
habian entrado en la arena con los pelos erizados y las fauces es
pumantes y entreabiertas, se dulcificaron á vista de los mártires
y vinieron á echarse á sus piés. Máximo acusó al oficial de la
guardia de las fieras de haber debilitado á aquellos animales en
el reposo, y le hizo vapulear en castigo. En seguida se desató á
un oso que habia matado ya á tres gladiadores; cuando el animal
llegó junto á Andrómaco, igualmente se echó á sus piés, como
habian hecho anteriormente los tigres. Máximo los mandó matar
y dió orden de que se echase una leona que el Pontífice de Antio-
quía le habia mandado. Cuando apareció en el anfiteatro, sus ru
gidos hicieron temblar á los espectadores; al principio se arrojó
sobre Téraco, pero una mano invisible la detuvo súbitamente,
y la leona se humilló y prosternó delante del santo, quien asién
dola por las orejas la trató como á una oveja. Máximo, ciego de
ira, puso fin al triunfo de los mártires haciéndelos decapitar. Los
cuerpos fueron arrojados á las llamas, y se colocaron guardias
alrededor de la hoguera para impedir que los cristianos se lleva
DE LOS PAPAS. 141
sen las cenizas. Durante la noche sintieron los soldados un tem
blor de tierra, oyeron en el aire el fragor del trueno y huyeron
espantados. Los fieles se pudieron aproximar á la hoguera y
llevarse los cuerpos de los santos, sobre los cuales resplande
cían centelleantes estrellas.
Así relataba un autor católico la vida de Magencio, en cuyo
reinado dirigió la Iglesia el PapaEusebio. «Tiranizaba Magen
cio la Italia y el Africa, y la proclamacion de un emperador en
esta le dió ocasión para entregarla á la matanza, devastar á
Circa y á Cartago y prolongar por algun tiempo los suplicios
y confiscaciones. Con sus inmensas prodigalidades arruinaba á
Roma y á la Península; exigía con frecuencia á los senadores
donativos libres ; por 1 a mas mínima sospecha desahogaba su ren
cor contra ellos, al mismo tiempo que con la seduccion y la vio
lencia deshonraba á sus esposas é hijas. Obligó al gobernador de
Roma á cederle su esposa Sofronia, pero esta cristiana y virtuo
sa, pidió tiempo para adornarse, y despues de haber orado, se
dió muerte. Dejaba que los soldados le imitasen, saqueando, ma
tando y entregándose á la lascivia; algunas veces concedia á
uno la casa decampo, á otro la mujer de un Senador, miéntras
que él, en el voluptuoso palacio, dedicado á las artes mágicas é
indagando el porvenir en las entrañas de mujeres y niños, se
alababa de ser el único emperador, y que los demas sólo eran
lugartenientes suyos. El contraste hacía mas notable la felici
dad de las provincias sometidas á Costantino, aseguradas de las
irrupciones de los bárbaros y algo aliviadas de los enormes tri
butos. Teniendo este noticia de que Magencio reunía un fuerte
ejército para quitarle el imperio, so pretesto de vengar á su pa
dre, se le anticipó y dirigió á Roma, solicitado por el pueblo
y el Senado para libertar á la antigua reina del mundo.
«Fiándose solo Magencio en sus guerreros, se habia cap
tado su amistad, reorganizó á los pretorianos en su antiguo
142 HISTORIA
número, y armó ochenta mil italianos, añadiéndoles una mi
tad de moros africanos, además de los sicilianos, de manera
que mandaba ciento setenta mil infantes y diez y ocho mil ca
ballos. Constantino no reunia más que noventa mil infantes
y ocho mil ginetes, por lo que habiéndolos distribuido segun
convenia, y atendido á la defensa de su reino, no pudo poner
en movimiento más que cuarenta mil valientes, adiestrados en
contra de los robustos germanos y dirigidos por un experto
y querido general.
«Mióntras que su escuadra atacaba á la Córcega, la Cer-
deña y los puertos de Italia, cruzó Constantino los Alpes
Crociatos y por el Cenis bajó á Susa, antes de que Magencio
hubiese sabido su partida del Rhin. Entonces se apoderó á viva
fuerza de esta ciudad, encontró en las llanuras del Sena un
ejército italiano, cuyos hombres y caballos iban cubiertos de
hierro, y lo derrotó; entró en Turin y Milan y se le entregó
Verona á discrecion, despues de haber vencido á Pómpeyano,
que con gran arte se defendia. >
¡Entre tanto Magencio se aturdía ó lisonjeaba entre pla
ceres, cuando su imperio estaba amenazado de inminente rui
na y contados los dias de su existencia!
DE LOS PAPAS. 143

MELQUIADES,

PAPA TRIGÉSIMO-TERCERO.

MAGENCIO, CONSTANTINO,
EMPERADORES.

Eleccion de Melquíades. —Sus faltas. —Hipocresía de Constantino.—Libertad de cultos.—Muerte


de Magencio.—Cisma de los donatistas.—Condenacion de Donato.—El Papa es acusado de haber
entregado á los paganos los libros sagrados y de haber sacrificado á los ¡dolos.

(Era de 310 á 314 de J. G.)

Desde este lugar vamos á entrar en un vasto campo donde


reinan menos tinieblas que en los siglos precedentes y la his
toria esclarecerá con su sublime llama los enormes crímenes
y las escandalosas liviandades que nosotros encontramos sobre
el trono de los Emperadores y sobre el carro de los Pontífices.
Melquíades, el nuevo Papa, era africano: bajo su reinado co
menzó la Iglesia á gozar de un poco de tranquilidad. Magencio
no perseguía la Religion más que por intervalos y solamente
para satisfacer sus desarregladas pasiones; entonces robaba las
hijas y mujeres de los cristianos, á quienes hacia servir para
sus infames placeres. La conducta del tirano causó la indigna
cion de los fieles, y Melquíades, para librar á Roma de las in
famias de aquel mónstruo, escribió á Constantino, que avanza
ba hácia Tréveres, para que viniese á combatir á Magencio.
Hacía mucho tiempo que Constantino se habia preparado los
medios de subir al trono, y su política habia sido favorable al
144 HISTORIA
cristianismo: accedió á los ruegos de Melquíades y su ejército
marchó sobre Milan.
El primer acto de su poder fué publicar un edicto en fa
vor de la Religion; pero al mismo tiempo dejaba á los paga
nos el libre ejercicio de sus ceremonias; «porque, decia, he
reconocido que las religiones han de ser libres, y es preciso
dejar á cada uno el derecho de servir á Dios de la manera
que juzgue mas á propósitos En esta época, los que hacian
profesion del cristianismo ignoraban aún que á los hombres era
permitido obligarlos á rendir á la divinidad un culto contra
rio á sus convicciones: los Papas fueron los primeros que pu
sieron en práctica estos execrables medios y los emplearon
en los siglos siguientes con una odiosa tiranía.
Constantino y Licinio, su colega, se aproximaron á Roma.
Magencio, desesperado de vencerlos por la fuerza, á pesar de las
numerosas tropas que tenía bajo sus órdenes, usó del ardid, pero
cayó él mismo en la asechanza que les habia tendido, y se ahogó
en el Tíber. Despues de la muerte del tirano, Constantino entró
triunfante en la ciudad y los cristianos celebraron con regocijos
públicos la brillante victoria que aquel acababa de alcanzar.
Para aumentar su poder, el príncipe fingió ocuparse con celo
de los intereses de la Iglesia y se mezcló en todas las querellas
religiosas. Los donatistas comenzaron entonces su famosa dispu
ta, cuyo origen fué muy curioso; un presbitero, llamado Cecilio,
habia sido consagrado obispo de Cartago por los fieles, pero un
partido compuesto de diáconos, que habian recibido en depósito
los vasos de aquella iglesia durante la persecucion, se opusieron
á su ordenacion; los presbiteros indignados, esperando repar
tirse sus opimos despojos, habian sublevado altar contra altar.
Botro y Calensio, irritados por no haber sido elegidos ellos, se
unieron á aquellos y arrastraron á su partido á una dama de ilus
tre nacimiento, llamada Lucila. Las mujeres dan siempre gran
DE LOS PAPAS. 145
impulso á todas las conspiraciones que se forman en la Iglesia
ó en el Estado. Lucila era rica y hermosa, estaba rodeada de
numerosos amigos; hacía mucho tiempo que su conducta era
el escándalo de la Iglesia; aquella mujer quería, sobre todo,
vengarse de Cecilio, quien la habia reprochado en plena asam
blea por su ligereza y por sus vicios.
Los tres partidos reunidos formaron una faccion poderosa
que se declaró contra Cecilio y rechazó comunicarse con él.
Setenta obispos secundaron su culpable designio: habién
dose congregado un concilio en Cartago, condenaron á Cecilio
porque habia rehusado comparecer ante ellos para justificar
se; porque habia sido ordenado por traidores; en fin, por ha
ber impedido á los fieles que llevasen la comida á los márti
res que estaban presos, durante la primera persecucion.
Despues de haber tomado aquella resolucion, los padres
consideraron vacante la silla de Cartago; procedieron á nue
va eleccion y ordenaron á Mayorino, doméstico de Lucila,
que habia sido lector en la diaconía de Cecilio.
Tal fué el origen del cisma de los donatistas de Africa: se
les dió este nombre á causa del de Donato de las Casas- Ne
gras, y de otro Donato más famoso, que sucedió á Mayorino
en el título de obispo de Cartago.
Los donatistas llevaron sus quejas al Emperador, y le roga
ron que arroj ase á Cecilio de Cartago, pero el príncipe, querien
do tomar una decision equitativa, ordenó al obispo y á sus ad
versarios que comparecieran ante un concilio para ser juzgados.
Cecilio marchó á Roma con diez obispos de su partido;
Donato de las Casas .Negras con un número igual de prelados.
El sínodo se reunió en el palacio de la Emperatriz Fausta,
llamado la casa de Letran: los padres declararon á Cecilio ino
cente, y aprobaron su ordenacion. Donato de las Casas-Negras
fué condenado únicamente como autor del escándalo de aque
146 HISTORIA
lia acusacion y convicto de grandes crímenes por su propia
confesion. Se permitió á los demás obispos volverse á sus
diócesis, y fueron confirmados en sus dignidades, aunque hu
biesen sido ordenados por el cismático May orino.
El Papa y los demás obispos dieron cuenta á Constantino
del juicio que el concilio de Roma habia emitido sobre el asun
to de los donatistas, enviándole las actas de sus asambleas.
Melquíades murió tres meses despues, hallándose en la
corte el año 314.
A pesar de la sentencia que se habia dictado, los donatis
tas perseveraron en su cisma; tuvieron el valor de quejarse
del concilio de Roma, pretendiendo que los jueces se habian
dejado corromper por Cecilio, y aun en tiempos de San Agus
tín, bajo el Emperador Honorio, acusaron al Papa Melquía
des de haber entregado las Santas Escrituras á los paganos
y de haber ofrecido incienso á los ídolos.
DE LOS PAPAS. 147

SILVESTRE,

PAPA TRIGÉSIMO-CUARTO.

CONSTANTINO, EMPERADOR.

Nacimiento de Silvestre.—Concilio de Ancira.—Concilio de Neocesárea sobre los adulterios de


las mujeres que entonces tenían los sacerdotes. —Celibato del clero.—Se escandaliza un obis
po de tener en su diocesis 11.000 clérigos concubinarios.—Desordenes en los conventos —He
rejía de Arrio.—Su destierro. —Secta de los eunucos valesianos.—Se opone un santo obispo á
la ley del celibato. —Su opinion es adoptada por el concilio.—Se podrian calentar todos los
habitantes de Paris el invierno más riguroso con los pedazos de madera que sef e han dado á
adorar bajo la ligura del Ligntim-Crucis.—El Papa Silvestre es acusado de haber abjurado la
religion cristiana sacrificando los ídolos. —Su muerte.

(Era de 314 á 335 de J. G.)

Silvestre, romano de nacimiento, era hijo de Rufino y de


Justa, mujer de gran piedad. A su advenimiento al pontifica
do, la Iglesia no tenía asunto más importante en el Occidente
y en Africa que el de los donatistas: el Santo Padre obtuvo
del Emperador la celebracion de un nuevo concilio en la ciu
dad de Arlés, y los herejes fueron anatematizados y arrojados
de la comunion de los fieles.
Se fija en la misma época el concilio que se celebró en An
cira, y que se ha hecho famoso por sus cánones. El décimo es
tá concebido del modo siguiente: <Si los diáconos en su orde
nacion protestasen de que querían casarse, quedarán en el mi
nisterio con el permiso del obispo; pero si no hubiera protesta
alguna ántes de su ordenacion, y si contratasen un segundo
149 HISTORIA
matrimonio, entonces quedarán privados del ministerios Lo
que nos confirma en la opinion de que los celibatos de los
presbiteros eran desconocidos desde los tiempos de los Apósto
les, y se estableció mucho tiempo despues de ellos. Entretanto,
se hace imposible determinar desde qué época los eclesiásticos
han preferido ántes ser quemados que casarse. Los historiado
res indican que desde el siglo tercero, estando expuestos los
presbíteros álos furores de las persecuciones delos simples fie
les, encontraron difícilmente mujeres que quisieran casarse
con ellos y se acostumbraron á vivir en el celibato.
' El concilio de Neocesárea tuvo lugar algunos meses des
pues, y una parte de los mismos obispos asistió á la nueva asam
blea: los padres hicieron muchos reglamentos para la discipli
na eclesiástica; en el primer cánon prohibieron que los pres
biteros se casaran, bajo la pena de ser depuestos; en el octavo
permitían á los que se habian casado ántes de recibir las órde
nes sagradas, permaneciesen con sus mujeres, y no se priva
sen de ellas miéntras no se les convenciera de adulterio: este
uso se ha conservado despues en la iglesia griega.
El famoso Cornelio Agripa censuraba ágriamente la ley que
obligaba que los eclesiásticos fuesen privados de sus mujeres:
acusaba á los obispos contrarios al matrimonio de los presbiteros
de sufrir el concubinato, porque así apercibian grandes riquezas.
Añade que cierto prelado se quejó públicamente de tener en su
diócesis 11.000 clérigos concubinarios quedaban un escudo de
oro todos losanos para tolerar sus meretrices: aquel era el úni
co motivo por el cual se opuso al matrimonio de los sacerdotes.
En el sínodo los padres observaron que el matrimonio oca
sionaba ocupaciones mundanas y sensuales que distraian á los
ministros de los deberes que el sacerdocio impone. Desgraciada
mente los promotores de aquella jurisprudencia no habían estu
diado bien á la naturaleza cuando establecían la ley del celibato:
DE LOS PAPAS. 149
si hubieran tenido mayor indulgencia para las pasiones hu
manas, habrían prevenido los ulteriores escándalos de los clé
rigos y los desórdenes de los conventos.
Bajo el reinado de Constantino, entraba la Iglesia en un es
tado de esplendory prosperidad que muy pronto turbó Arrio, jefe
de secta, nacido en la Libia. Eusebio, obispo de Nicomedia, tomó
bajó su proteccion la nueva herejía, contribuyendo poderosa
mente á su propagacion. Aquel prelado, fino y urbano, habia sa
bido arrastrar á su partido á Constancia, hermana del Empera
dor, de quien habia obtenido muchas mercedes: por su favor el
partido de Arrio hizo rápidos progresos. Muchos obispos acogie
ron favorablemente el nuevo cisma, y suscitaron terribles dispu
tas y sangrientos combates. Entónces el Emperador Constanti
no, para sujetar los desórdenes, congregó el primer concilio ge
neral de Nicea, donde se condenó la doctrina de los arríanos.
Una Trinidad, en la que Dios Padre era elevado sobre otras
dos personas, tal era la base de la doctrina que Arrio enseña
ba, miraba á Cristo como el primero de las criaturas, y pre
tendia que Dios le habia adoptado por su Hijo, pero que aquel
Hijo no tenía nada de consustancial con el Padre, que no era
igual á él, ni eterno, ni coeterno; que el Hijo no era nadaán.
tes que aquel le hiciera, que habia sido creado de la nada como
todos los séres de la creacion; que no era el verdadero Dios,
sino un Dios hecho por participacion.
Segun algunos autores, la oscuridad de la materia contribu
yó mucho al establecimiento de la herejía. Añaden que Arrio,
poco despues, habiendo abjurado de sus errores en presencia
del concilio, se reconcilió con la Iglesia y vivió en paz con ella;
otros, por el contrario, sostienen, acaso con más verdad, que
fué desterrado, y citan un decreto de Constantino que ordenaba
quemar sus escritos y amenazaba con el último suplicio á los
que tuviesen el valor de conservarlos. ¡Decreto peregrino, que
150 HISTORIA
condenaba al destierro á Arrio y á sus discípulos, é imponía la
pena de muerte á aquellos que conservaban las obras heréticas!
En el concilio de Nicea, otro de los asuntos que igualmente
fueron removidos, recayendo decision sobre él, fué el de la cele
bracion de la Pascua. Convinieron los padres en que se cele
brasen en' un mismo dia en todo el Egipto, y los orientales se
conformaron á practicarla segun se hiciese en Roma, en Egipto
y en Occidente. A continuacion hicieron un cánon sobre los
eunucos. Permitieron á los que habian sido mutilados de aque
lla manera bárbara, que se quedasen formando parte del clero,
publicando un entredicho para los que á sí mismos se opera
ban. El juicio de los padres y su determinacion hacen compren
der hasta dónde llegaba el celo mal entendido de la pureza que
habia llevado á muchos clérigos á imitar á Orígenes La secta
de los Valerianos se distinguía por aquella cruel práctica. To
dos en ella eran eunucos y prohibian á sus discípulos que co
miesen la carne de los animales que no hubiesen sufrido la
misma operacion. De esta manera conquistaban su libertad,
pues ya los consideraban seguros contra las tentaciones.
Uno de los escritores más espirituales que han brillado en el
último siglo aconsejaba tambien álos obispos protestantes que
hiciesen voto de vivir en el celibato, prosiguiendo la práctica de
una ley que obligaba á los frailes y á los ermitaños á imitar á los
Valerianos. Esta cruel precaucion suele de vez en cuando ocasio
nar desórdenes que se hacen más visibles porque los comete el
clero; pero sería de temer que los matrimonios no fuesen tan fe
cundos como son hoy dia si todos los clérigos estuvieran casados.
El gran concilio llevó su severidad hasta el extremo de prohi
bir á los obispos, á los curas y á los clérigos que introdujesen en
sus casas las mujeres susodichas, excepto la madre, la hermana,
la tia y otras personas que no pueden excitar los apetitos de la
carne. Llamábanse barraganas, y en lenguaje vulgar amas de
DE LOS PAPAS. 151
llaves, aquellas que permanecen con los eclesiásticos y se ocupan
en su servicio, compartiendo con ellos el lecho criminal. El con
cilio de Illiberis habia ya dado el mismo decreto. En Nicea se
propuso una ley mas severa. Por ella se prohibia á los que esta
ban próximos á recibir las superiores órdenes sagradas, es decir,
á los obispos, dios presbiteros y á los diáconos, que habitasen con
mujeres casadas de láicos; pero el confesor Pafnufio, obispo en
la Alta Tebaida, se levantó en medio de la asamblea y dijo
en alta voz: «Hermanos mios, no es preciso que se imponga
un yugo tan pesado á los clérigos; el matrimonio es hones
to y el lecho nupcial no admite manchas; tan grande severi
dad seria censurable en la Iglesia, porque todos los hombres
no son capaces de una perfecta continencia; básteos sufrirla pro
hibicion que se hace álos presbiteros para que no se casen, sin
obligarles á que se separen de sus mujeres los que se habian ca
sado antes de entrar en órdenes. > La opinion de Pafnufio ejercía
en el concilio tanta mayor influencia sobre los demás obispos,
cuanto que el santo confesor, no habiéndose casado jamás, con-
servabasobre la silla episcopal una ejemplar continencia. Su opi
nion fué aceptada; abandonóse la cuestion del matrimonio, y se
dejó á los obispos en una completa libertad en esta materia.
Habiendo terminado el concilio, escribió el Emperador Cons
tantino dos cartas para que se ejecutaran sus decretos. Los que
rechazaban someterse álas decisiones de los padres, fueron per
seguidos por la autoridad secular, mas ejecutiva que los cánones
de un concilio. Mas los cuidados del principe no se limitaban ála
persecucion de los herejes; Constantino tenía que ocuparse de
hacer extender la religion cristiana por todos los lugares de su
dominacion; quiso hasta construir una iglesia magnífica en el
sepulcro en que Jesucristo habia sido enterrado, y Elena, su
madre, habia emprendido un viaje á Oriente bajo el pontificado
de Eusebio, con el fin de levantar en Jerusalem la iglesiaque aún
152 HISTORIA
lleva el nombre del Santo Sepulcro. A este propósito, refieren las
leyendas, que cavando latierra para sacar los cimientos del tem
plo, se encontró la cruz del Salvador. La princesa envió una
parte de aquellas preciosas reliquias á su hijo, y dejó la princi
pal en Jerusalem. Pero desde aquella época, de tal manera se
multiplicó el leño de la Santa Cruz, que si se reuniesen todos los
trozos que se hallan expuestos á la adoracion de los pueblos, po
dríamos afirmar que habia suficiente para calentar á todos los
habitantes de París durante el invierno mas rigoroso: porque
puede ser que no exista iglesia alguna que no se jacte de estar
enriquecida con esta preciosa reliquia.
Todo cuanto hemos contado pertenece más bien á la Iglesia
eclesiástica que á la vida del Papa Silvestre. Los hechos de este
Pontífice han quedado en el olvido, y las leyendas trasmitidas
por los monjes sobre el siglo v son ménos propias para darnos á
conocer la verdad que para convencernos que desde sus fuentes la
historia de un hombre tan célebre se ha falsificado por completo.
Nosotros no debemos adoptar las ficciones de los autores que pre
sentan á Silvestre como catequista de Constantino, pretendiendo
que aquel príncipe, habiendo sido acometido de una asquerosa
lepra, fué curado por sola la virtud del bautismo que recibió
de aquel Pontífice; á esto añaden que el emperador reconoci
do le hizo donacion de la ciudad de Roma, y habia mandado
á todos los obispos del mundo que se sometieran á la Sede
Pontifical. Además afirman que por orden de Silvestre se con
vocó el concilio de Nicea, que fué el primero que acordó el
derecho de asilo en las iglesias.
Todas estas fábulas ridiculas nos han sido trasladadas como
hechos reales por Romualdo y algunos otros compiladores
poco circunspectos, pero otros historiadores célebres han pro
bado hasta la evidencia su falsedad.
En el concilio que se celebró en Roma en el año de 378, bajo
DE LOS PAPAS. 153
el pontificado de Dámaso, escribieron los padres concurrentes al
emperador Graciano, que habiendo sido acusado Silvestre por
hombres sacrilegos, habian llevado su causa ante Constantino;
porque no existia concilio alguno ante el cual pudiera compare
cer. Alegaban este ejemplo para demostrar que Dámaso y los
Papas sus sucesores podian defenderse en el consejo de los Empe
radores Nueva prueba de que en aquellos primeros siglos los
Pontífices se creian sometidos á la autoridad secular.
Del mismo modo haremos notar que el concilio de Nicea con
cedió al obispo de Alejandría los mismos privilegios que al Pastor
de Roma. La autoridad del Papa estaba entonces limitada á la
estension de su diócesis; no existía grado alguno de jurisdiccion
ni de poder en favor del Papa sóbrelos demás obispos; por el con
trario, estaba obligado á someterse á los decretos de los concilios
y al juicio de sus colegas.
En todas las persecuciones que esperimentó San Atanasio de
parte de los arríanos, el obispo de Roma jamás fué consultado,
ni se sometieron á su juicio aquellos artículos defé que causaban
entonces en Oriente tantas perturbaciones, porque el Papa era
considerado como otro obispo metropolitano á quien no se conce
dia mas que una primacía de orden y de sede.
Las liberalidades del Emperador Constantino han causado
grandes males á la Iglesia, como nos enseñan la leyenda de Sil
vestre: esta afirma que eldia de la pretendida donacion de Cons
tantino se oyó una voz del cielo que decia: «Hoy se ha esparcido
por la Iglesia el favor del cielo.»
Los donatistas que perseveraban en su cisma, condenaron la
memoria de Silvestre: le acusaron de haber deshonrado el sacero
docio bajo el reinado del Papa Marcelino, entregando las Santas
Escrituras en poder de los paganos y ofreciendo incienso á los
ídolos. Sus acusaciones estaban apoyadas con pruebas terribles é
irrecusables.
Historia, de los Papas. ]i
154 HISTORIA
Silvestre murió el último dia del año 335, despues de 25 años
de pontificado. Su cuerpo fué enterrado en el panteon de Prisci-
la, sobre el camino del Sol, en una pequeña aldea de los alrede
dores de Roma.
Durante el pontificado de Silvestre y el reinado de Constanti
no, siendo la salud del imperio, ley suprema del Estado, bas
taba que uno de los muchos que profesaban el oficio de delatores
y que se bailaban esparcidos por las provincias, acusase de
traicion á cualquier ciudadano, para que se viese conducido entre
cadenas á Milan, á Roma, á Constantinopla, y allí juzgando por
vías extralegales y principalmente empleando el tormento. Hasta
entonces babia estado este en Roma reservado para los esclavos,
pero los magistrados que le vieroft ya en uso en las provincias,
siguieron empleándolo, y no mucho tiempo despues se aplicó
tambien á los ciudadanos romanos.
DE LOS PAPAS. 155

MARCOS,

PAPA TRIGÉSIMO-QUINTO.

CONSTANTINO, EMPERADOR.

Eleccion de Marcos.—Oscuridad de su historia.—Escritos supuestos.—Refutacion de los


protestantes.

(Era de 335 á 336 de J. C.)

Segun la exacta cronología, Márcos, romano de nacimiento é


hijo de Prisco, fué consagrado en 18 de Enero de 336 para el go
bierno de la Iglesia. Su pontificado durd ocho meses, y todos los
actos de su vida son completamente desconocidos.
En las obras de San Atanasio se encuentra una carta de los
obispos de Egipto al Papa Marcos, por la cual se le pedian ejem
plares del concilio de Nicea; pero los protestantes la consideran
como supuesta. Los sábios de esta comunion rehusan la autenti
cidad de aquella carta y de la pretendida respuesta del Papa, en
la cual tomaba el altivo dictado de obispo universal.
El Santo Padre murió el 7 de Octubre de 336; fué enterrado
en el cementerio de Calixto.
Durante el pontificado de Márcos y bajo los reinados de sus
sucesores, la nueva capital del imperio, elevada sobre el lugar
de la antigua Bizancio, continuaba tomando un gran incre
mento.
Segun el historiador Sozómeno, su recinto tenia ya quince
15(5 HISTORIA
estadios de circunferencia: el interior de la ciudad estaba dividi
do como la antigua Roma en catorce cuarteles; las plazas públi
cas estaban rodeadas de galerías cubiertas; las principales calles
desembocaban en un inmenso forum, en medio del cual se alza
ba una columna de granito, soportando la estatua de Constanti
no. Habitaba el Emperador un suntuoso palacio, delante del cual
se habia construido un inmenso circo; un hipódromo para la car
rera de los caballos; estadios ó cosos para las carreras de los peo
nes, y un anfiteatro para los combates de las fieras. Constantino-
pla encerraba muchos otros teatros, pórticos y galerías para el
paseo público; baños,' acueductos y un gran número de fuentes:
el príncipe habia hecho construir un Capitolio para la enseñanza
de las leí ras y las ciencias; un pretorio ó palacio de justicia, gra
neros públicos, administraciones organizadas parala distribucion
de granos entrelos ciudadanos que guarnecían la ciudad, y álos
cuales Constantino habia señalado una renta perpétua, que se le
pagaba en granos, así á ellos como á sus familias.
La capital se enriquecio á espensas de otras ciudades con las
mejores estatuas de la Grecia; Apolo Phitico, el Sminthiano y la
Trípode de Delfos, decoraron el hipódromo; las Musas del Helicon
y la célebre estatua de Rhea del Monte Divino, fuero colocadas
en el palacio imperial. Pero lo que caracterizó mas particular
mente este reinado, fué el gran número de Basílicas cristianas
que se erigieron en Cohstantinopla; la catedral llamada de ?anta
Sofía y la de los Doce Apóstoles, construida en forma de cruz, lla
maban la atencion por las grandezas de su arquitectura; el prín
cipe, destinando esta última para su sepultura, hizo levantarse
un sepulcro de preciosos y ricos mármoles, en modio de las doce
tumbas delos Apóstoles, «esperando, segun espresion de Eusebio
de Cesárea, participar despues de su muerte de la gloria de aque
llos príncipes de la Iglesia.»
DE LOS PAPAS. 157

JULIO PRIMERO.
PAPA TRIGÚSIMO-SESTO.

CONSTANTINO, CONSTANCIO Y SUS HERMANOS.

Emperadores.
Eleccion rio Julio—Bautismo rio Constantino antes de su muerte.—Es canonizado por la Iglesia grie
ga.—San Atanasio es acusado de muchos crimenes.— Concilio de Antioquia.—El Papa es maltrata'
do por los obispos de Oriente.—Estado deplorable de la Iglesia—Querellas ridiculas.—Muerto del
Papa Julio.—Su infalibilidad puesta a prueba.

(Era de 283 á 296 de J. C.)

Muchos meses quedó vacante la silla de Roma, hasta que Ju


lio, romano de nacimiento, fué elegido para ocuparla. Poco
tiempo despues de la elevacion del Santo Padre, Constantino se
retiró á Bizancio para escapar del odio y de la execracion del
Senado, del pueblo romano y hasta de los cristianos mismos, á
quienes habia colmado de beneficios. El emperador, en fin, se
hizo administrar el bautismo, que difirió hasta los últimos mo
mentos de su vida, y abrazó el cristianismo, no por conviccion,
sino por política. Escalígero, dice, hablando de este príncipe:
«Era Constantino tan cristiano como yo tártaro.» El historia
dor Zózimo le acusa igualmente de haberse convertido a la nue
va religion, porque los sacerdotes paganos le negaban la espia-
cion de los enormes crímenes que habia cometido, mientras que
la religion cristiana le ofrecía una plena y completa absolucion;
á pesar de todo, la iglesia griega ha colocado á aquel mónstruo
en el número de los Santos y le venera como á tal.
158 ' HISTORIA.
Constantino murió poco despues de su bautismo, y dejó en
su testamento repartido su imperio entre sus tres hijos y sus dos
nietos.
Los sectarios* de Arrio aumentaban cada dia el número de
sus prosélitos; sedujeron á Constancio, y por este medio se hi
cieron casi dueños del Asia, del Oriente y del Egipto, territo
rios que á aquel habian tocado en la particion. Pero el Empera
dor Constantino el Jóven, que reinaba en la España, en la
(lália y en todas las comarcas que están de la parte acá de los
Alpes, protegia á los ortodoxos. San Atanasio fué restablecido
en su iglesia de Alejandría, donde aún estuvo espuesto á las ca
lumnias de sus enemigos, que le acusaron de haber cometido
muchas muertes y escitado violentas sediciones en su diócesis.
Con el objeto de que el escándalo cesase, el patriarca Euse-
bio congregó un Concilio en Antioquía para juzgar á Atanasio;
á aquel Sínodo concurrieron noventa y siete obispos. Algunos
de estos, que tenian su asiento en Italia, y otros de Occidente,
no se presentaban en nombre del Papa Julio; y el Concilio pre
sidido por Eusebio, quiso aun lanzar de su silla á San Atana
sio. Decidióse en aquella Asamblea en favor de los arríanos los
diferentes Artículos de la Fé, y se compusieron veinte y cinco
cánones de disciplina, que despues han recibido el exequatur
universal de toda la Iglesia. El segundo cánon es notable bajo
todos conceptos: severamente condenaban por él los padres á los
que entraban en los templos con un espíritu díscolo y desobe
diente, y deseosos de singularizarse, y prohibía participaran de
la oracion y de la comunion; antes bien, ordenaba que fuesen
arrojados de la Iglesia. Lo que demuestra que en los primeros
siglos del cristianismo, los fieles, asistiendo á las asambleas
cristianas, tenian por costumbre participar de la Eucaristía.
Los partidarios de Eusebio dirigieron á Roma cartas llenas
de quejas y de superficialidades, sobre los lazos y relaciones que
DE LOS PAPAS. 159
el Santo Padre sostenía con Atanasio, y sobre sus pretensiones
de restablecer en sus sillas á los obispos depuestos por los Conci
lios; remitieron estas cartas con los diáconos El pidio y Filógenes,
que el Papa habia enviado á Antioquía, encargándoles que en
el menor plazo posible le trajesen la respuesta del Pontífice. Ju
lio, en el momento convocó un nuevo Concilio para juzgar la
causa de San Atanasio, y escribió al Emperador Constancio para
hacerle conocer la persecucion que se hacia sufrir á aquel prelado
y á Pablo de Constantinopla. El príncipe se dirigió á su herma
no rogándole que le enviase tres obispos que le diesen cuenta de
la deposicion de Pablo y Anastasio. Los emb ijadores, apenas re
cibieron órdenes del Emperador, se pusieron en camino de las
Grálias, pero el obispo de Tréveres no quiso recibirlos en su co
munion, y aquelos por su parte, desdeñaron entrar en conferen
cia con el obispo de Alejandría, pretendiendo no tener razones
en que se apoyase la justificacion del juicio de los orientales, y
se contentaron con poner en manos de Constante la nueva profe
sion de fé que habian compuesto en el Concilio.
Entonces se hallaba la Iglesia en el mas espantoso desórden:
los obispos y los padres mutuamente se lanzaban los mas terri
bles anatemas; la Asamblea de Sárdica pronunció una condena
cion contra los enemigos de San Atanasio, y ocho de los prin
cipales jefes de la faccion fueron depuestos y escomulgados. Los
ousebianos, por su parte, confirmaban lo que habian ordenado
contra Atanasio y sus adheridos; depusieron á Julio, obispo de
Roma, por haberlos admitido á su comunion, y á Osio de Córdo
ba por haber estado ligado con una íntima y particular amistad
á Paulino y Eustaquio, obispos de Antioquía. Escomulgaron á
Máximino, obispo de Tréveres; depusieron á Protógenes obispo
de Sárdica, y á Gaudencio; el uno porque favorecía á Marcelo,
que estaba bajo el peso de su condenacion, y el otro porque habia
sostenido á los prelados depuestos. Las Iglesias de Oriente y Occi
160 HISTORIA
dente de esta manera se encontraron divididas, y no se comuni
caron mas entre sí durante muchos años: en fin, habiendo muer
to Gregorio, usurpador de la silla de Alejandría, el Emperador
Constancio volvió á llamar a San Atanasio y lo restableció co
locándolo á la cabeza de su rebaño.
'Nuevas luchas surgieron aun bajo el pontificado de Julio,
pero la historia nada nos dice acerca de si este Santo Padre los
protegía ó los combatía. Nurió el 12 de Abril del año 352, des
pues de haber gobernado la Iglesia de Roma durante quince
años, y fué enterrado sobre la Via Aurelia, en el panteon de
San Calepodio.
Julio, antes de su muerte, se dejó seducir por la hipocresía
de Ursacea y de Valente, que habian simulado una reconcilia
cion con San Atanasio para trabajar mas eficazmente en su per
dicion: y el Espíritu Santo, segun las promesas del Evangelio,
no descubrió al Pontífice los artificios de los obispos que recibió
en su comunion.
Graciano é Ivon nos han conservado machos decretos de Ju
lio, en los cuales el Santo Padre condena la usura.
DE LOS PAPAS. 161
r

LIBERIO.
PAPA TRIGESIMO-SETIMO.

CONSTANCIO, JULIANO, JOVIANO, VALENTINIANO Y VALENTE,

Emperadores.

Eleccion de Liberto.—Cita á San Atanasio ante au tribunal.—Lo escomulga y después se reconcilia


con él.—Concilio da Arles.—Calda vergonzosa del Papa. —Concilio de Milán.—Liberto es desterra
do.—Manifestacion extraordinaria de las damas á favor del Papa. -Liberto excomulga segundá
vez a San Atanasio —Se hace el Pontifice hereje, y arrastra á muchos obispos á profesar con 6l
[ las doctrinas de Arrio.—Cambia de opinion por política.—Vuelve de nuevo al arrianismo y muere
hereje.—Los clérigos le hacen santo.

(Era de 363 á 366 de J. C.)

Marcelino Félix Liberio, despues de haber estado vacante el


trono, no se sabe cuánto tiempo, fué elegido para gobernar la
Iglesia de Roma en sustitucion de Julio I: era romano de naci
miento. Desde que los orientales supieron que Liberio ocupaba
el trono Pontifical, escribiéronle contra San Atanasio. El Papa
aprovechó con grande regocijo la ocasion que se presentaba de
aumentar la influencia de su Sede; envió á Pablo, Lucio y Emi
lio á que instasen áSan Atanasio á que viniese á Roma, á fin de
que respondiese de las acusaciones formuladas contra él. Pero
Atanasio, temiendo las consecuencias de un juicio, cuyos pre
parativos anunciaban el triunfo de sus enemigos, rehusó compa
recer Entonces, Liberio condenó al Santo obispo y lanzó contra
„ él el mas terrible de los anatemas.
Los obispos de Egipto se congregaron luego en un gran Sí
1 62 HISTORIA
nodo, declararon á su metropolitano ortodoxo y devolvieron al
Pontífice la escomunion lanzada contra San Atanasio.
Comprendió Liberio que su ambicion le babia arrastrado por
una pendiente peligrosa, y para apaciguar á los obispos que
habian rechazado sus pretensiones, dirigió á San Atanasio, su
antiguo amigo, cartas llenas de testimonios de amistad y de
respeto.
En seguida convocó un concilio de obispos en Italia: en su
presencia leyó la carta de los orientales contra Atanasio y la de
los obispos de Egipto en su favor. El concilio, comprendiendo
que los partidarios de san Atanasio eran superiores en número á
sus enemigos, juzgó que era contra la ley de Dios favorecer los
sentimientos de los orientales, y aconsejó al Papa que enviase
al Emperador Constancio á Vicente, obispo de Cápua, y á otros
padres, para pedirle que reuniese el Concilio en Aquilea, á fin
de terminarlas diferencias.
El nuevo Concilio fué convocado en la ciudad de Arlés, donde
el Emperador se dirigió despues de la caida y muerte trágica del
usurpador Majencio. Los diputados del Papa, Vicente de Cápua
y Marcelo, obispo de otra ciudad de la Campania,no compartien
do con él el privilegio de infalibilidad, tuvieron la debilidad do
reclamar con instancias que los padres pronunciasen la condena
cion de la herejía de Arrio, negándose, aun bajo esta condicion,
á suscribir la escomunion de Atanasio. Los orientales rehusaron
condenar las doctrinas de Arrio, y pretendieron que á ellos eraá
quien competía escomulgar á Atanasio. Vicente de Cápua se dejó
seducir por el oro de los herejes, y se hizo del partido de los arria-
nos. Liberio, afligido por aquella debilidad, escribió al célebre
Osio de Córdoba, para éspresarle el dolor que esperimentaba, pro
testando que mejor quería morir en defensa de la verdad que
hacerse delator de San Atanasio; sin embargo, no perseveró en
aquella generosa resolucion y su vergonzosa caida causó el es
DE LOS PAPAS. 163
cándalo y la desolacion en la Iglesia. La conducta de Vicente
suscitó al Pontífice grandes embarazos, relativamente á la con
denacion de los arrianos, constante objeto á que se dirigian los
esfuerzos de la Santa Sede. Temiendo el Pontífice entrar en un
camino que le ofrecía grendes peligros, determinó tomar el con
sejo de Lucífero, obispo de Caglari. Despreciaba al mundo este
prelado, virtud muy rara en las personas de su rango; era muy
instruido, cosa muy estraordinaria entre los obispos; observaba
una vida pura que sostenía con firmeza; por otra parte, conocía
perfectamente las controversias religiosas y no dudaba de que los
orientales tenían propósito firme de atacar la fé. Su opinion
era que el Santo Padre debia enviar al Emperador sus embajado
res para obtener que se pudiese tratar en un Concilio general
de todos los artículos de la fé, ofreciendo ser él mismo uno de los
embajadores.
Aceptó Liberio con reconocimiento aquella proposicion y en
cargó á Lucífero, que un presbitero llamado Pancracio y el diá
cono Hilario llevasen al Emperador una carta llena' de profundo
respeto. Constancio, solicitado á la vez por los católicos y por los
arrianos, se hizo al momento de los dos partidos, y espidió órde
nes convocando un Sínodo general que habia de celebrarse en
Milán. San Atanasio fué aun condenado por las acusaciones de
sus enemigos, que el príncipe con toda su autoridad apoyaba,
por mas que los prelados ortodoxos rechazasen someterse á la vo
luntad del Emperador, por lo cual tambien fueron desterrados
á la Calcedonia.
Canstanoio, irritado al ver que sus pacíficas disposiciones,
lejos de apaciguar el furor de los ortodoxos, aumentaban su obs
tinacion y su orgullo, y que sus estados continuaban en perpétua
turbulencia por las querellas religiosas que suscitaba la tenaci
dad del Papa, escribió á Leoncio, gobernador de Roma, para que
cogiendo á Liberio de improviso, le echase mano y se lo enviase
164 HISTORIA
á la corte; y si era necesario, que emplease la violencia, á fin de
arrancar á su rebaño aquel pastor de la discordia.
En efecto, Leonzo hizo arrestar al Papa durante la noche, y
le condujó á Milán, don e se hallaba el Emperador, el cual pre
guntó al Santo Padre la causa de las disput s de la Iglesia. Li-
berio, encerrándose en una reserva inoportuna, se opuso á tratar
con él ninguna de sus proposiciones. El príncipe, en un trasporte
de cólera, gritó: «¿Quién sois vos en las caátro partes del mun
do para querer proteger á un impío y turbar la paz del Univer
so?» El Papa contestó: «Aunque yo fuese solo y me opusiera á
vuestras órdenes, no por eso dejaria de ser mas. eficaz la causa
de la Fé. Otras veces se encontraban tres personas gen rosas
que resistieran el mandato injusto de Nabucodonosor; yo imita
ré á aquellos valerosos israelitas.» Dos dias despues de esta con
ferencia, como aun rehusase formalmente la condenacion de
Atanasio, fué desterrado á Aberea, en la Tracia, y Constancio,
á quien los ultramontanos consideran como perseguidor, le hizo
remitir quinientos escudos de oro para su mantenimiento.
Los arríanos entonces elevaron á Félix á la silla pontifical;
pero dos años despues, habiendo venido á Roma Constancio,
muchas damas de ilustre nacimiento rogaron á sus maridos lle
gasen á suplicar al Emperador que restituyese el pastor á sus
ovejas, amenazándolos con ir ellas mismas en busca de su obis
po. Los senadores, temiendo escitar la cólera del príncipe, no
osaron tentar con él una peticion tan audaz , y permitieron á
sus mujeres que fuesen ellas mismas á pedir gracia á Constan
cio: las matronas romanas se presentaron ante el Emperador
cargadas de sus ricas preseas y cubiertas de pedrería, á fin de
que el príncipe, juzgando su calidad por su magnificencia, tu
viese mayor consideracion hácia ellas.
Cuando llegaron álos piés del trono, se prosternaron delante
de Constancio, le suplicaron que tuviese piedad de aquella gran
DE LOS PAPAS. 165
ciudad, privada de su pastor y espuesta á los insultos de los lo
bos. Dejó Constancio que se le adulara, y despues de haber de
liberado con los obispos que le acompañaban, ordenó que si Liberio
accedía á sus deseos, fuese vuelto á llamar y gobernaría la Iglesia.
Fortunaciano, obispo de Aquilea, marchó en busca de Libe-
rio para obligarle á suscribir lo que la voluntad del Emperador
queria. Cansado el Pontífice del destierro y deseando volver a
Roma, se apresuró á dar su aprobacion plena y entera al tercer
Concilio de Sermio, que habia publicado una profesion de fé en
favor del arrianismo. Nosotros hemos conservado la carta en la
cual espresa que aceptaba en toda su es tension la forma heréti
ca de los arríanos. Escomulgó en seguida a San Atanasio , el
mas grande defensor de 1 1 Iglesia, y aquel ejemplo de bajeza
empujó hácia li herejía á un gran número de obispos.
Despues de aquella vergonzosa apostasía, Liberio escribió &
los obispos de Oriente en los términos siguientes:
«No defiendo á Atanasio ni á su doctrina; le habia recibido
en mi comunion para imitar a Julio, mi predecesor de feliz me
moria, y con el objeto de no merecer ser llamado prevaricador;
pero he tenido gusto en conocer que vosotros le habeis condena
do justamente, y he dado mi consentimiento a su escomunion.
«Nuestro hernamo Fortunaciano está encargado de las cartas
de sumision que he escrito al Emperador; declaro rechazar de
nuestra comunion á Atanasio, de quien no quiero recibir mas
cartas, deseando tener paz y union con vosotros, y con los obis
pos orientales de todas las provincias.
»A fin deque canozcais claramente la sinceridad con que os
hablo, nuestro hermano Demófilo, habiendo querido proponerme
la verdadera fé católica que muchos de nuestros hermanos los
obispos han examinado en Sirmio, la ha recibido entera, sin te
ner que modificar artículo alguno.
»Yo os ruego, pues, ya que estamos de acuerdo con vosotros,
16tf HISTORIA
sobre todas las cosas, que dirijais vuestras súplicas al Empera
dor para que el destierro me sea levantado y vuelva á la silla
que me ha conferido Dios.» ¡Cuál era el fin de este Pontifico!
Tan pronto como San Hilario supo que el Papa se habia he
cho arriano, lanzó contra él tres anatemas horribles, llamándo
le apóstata y prevaricador de la fé. En efecto, era difícil des
pues de tan bochornosa caida hacer la apología del Santo Padre.
Los mismos clérigos afirman que Liberio fué un Papa hereje,
que adjuró de lafé católica declarándose arriano, y quela infali
bilidad de la Santa Sede se encontró gravemente comprometida
por su apostasía, y por su adhesion al Concilio herético deSirmio.
Habiendo sido aceptada la adjuracion del Pontífice, volvió
Liberio á Roma, donde fué recibido con grandes muestras de
consideracion; sus amigos movieron en el pueblo nuevas
sediciones y arrojaron áFéliz dela ciudad. Sostuvo el Santo Pa
dre las nuevas doctrinas que habia abrazado, é hizo triunfar á
los arríanos; pero pronto comprendió que, siendo hereje, no podia
mantenerse mucho tiempo sobre la Sede de Roma, sino cambia
ba de política: entonces, el Concilio arriano de Rímini, habién
dole exigido su aprobacion, se negó á señalarle las reglas for
mularias, y tuvo que ocultarse hasta la muerte del justo resen
timiento del Emperador Constancio.
Perseguidos por Eudoxio y por los arríanos puros, los serui-
arrianos, tres años despues, celebraron un nuevo Sínodo, en el
cual convinieron someter sus diferencias dogmáticas á la deci
sion y juicio del obispo de Roma. Manifestó el Papagrandes di
ficultades para recibirlos, considerándolos como arríanos que ha
bian apostatado la fé jurada en Nicea; mas cuando hubieron con
sentido en reconocer la consustancialidad del Verbo, Liberio les
dió una carta de comunion en la cual testifica que recibió con
gran alegría las pruebas de la pureza de su fé y de su union con
todos los occidentales.
DE IX» PAPAS. 167
No sobrevivió largo tiempo el Papa á aquella reunion de se-
íniarrianos; el 24 de Setiembre di 386, murió, despues de haber
gobernado la Iglesia de Roma, durante catorce años y algunos
meses. Sü apostasía no impidió á los mas ilustr, s obispos, como
fueron San Epifanio, San Basilio y San Ambrosio, de hablar de
él con grande elogio. El martirologio romano inscribió tambien
su nombre en el número de los Santos que honra la Iglesia; pero
por un esceso de celo del cardenal Baronio, se ha suprimido en
estos últimos tiempos.
A la edad de 105 años, durante el reinado del Papa Liberio,
murió el gran San Antonio, á quien se considera como el j ri-
mer fundador de las órdenes del Oriente. Las visiones de aquel
fraile, mas bien que su piedad, fueron las que le hicieron célebre
entre los anacoretas de su siglo, habiéndole dado una inmensa
reputacion de santidad que se estendió luego hasta las estremi-
dades de las Gálias. Aunque no supo leer ni escribir, San Anto
nio ha dejado muchas obras que dictaba en lengua egipcia á sus
discípulos, entre otras, siete cartas llenas de un verdadero espí
ritu apostólico que fueron traducidas, primero en griego y des
pues en latin. En medio de los peregrinos é incoherentes cuentos
de sus éxtasis y sus tentaciones , ha llegado hasta nosotros la
escandalosa noticia de una singular y ridicula revelacion que
tuvo pocos dias an'es de su muerte, y que nos ha sido trasmiti
da, segun las leyendas, por uno de sus discípulos. «Estaba sen
tado el Santo, así dice el legendario, cuando el espíritu divino
bajó sobre él en forma de pájaro; entró < n seguida en éxtasis,
elevados los ojos y fija la mirada en el cielo; así permaneció por
espacio de cinco horas en una inmovilidad completa/gimiendo
de vez en cuando; por ultimo, se arrodilló. Sobrecogidos de es
panto todos nosotros, suplicárnosle que nos digese la causa de sus
lágrimas. «Oh, hijos mios, respondióla cólera de Dios caerá so
bre la Iglesia: ella se verá entregada á hombres semejantes á las
168 HISTORIA
inmundas fieras, porque he visto rodeada la santa mesa de mulos
y de asnos que emporcaban los altares de Cristo, y que profana
ban el cuerpo sagrado del Salvador, y he escuchado una voz que
decia: «Así será profanado mi altar, por abominables ministros
que se llamarán los sucesores de los Apóstoles.»
Constancio era como sus soldados, avaro del oro queprometia
con profusion á los bárbaros, exigiendo siempre crecidos tributos
á las provincias exhaustaspor la guerra. Los vicios de este prin
cipe se lucieron tanto mas notables cuanto que tenia enfrente á
Juliano, cuyo mérito no pudo menos de ser objeto de la admira
cion de Roma, por mas que en su juventud los bufones, pesada
carga de todas la edades, se burlaban de aquel soldado filósofo de
sus raros modales, y de su extraño modo de vestir, comparándo
le á un mono, á un topo, á un libertino, y parodiándole con
afectacion.
DE LOS PAPAS. 169

FÉLIX SEGUNDO,

PAPA TRIGÉSIMO-OCTAVO.

ANTI-PAPA.

Eleccion da Félix.—Es consagrado pontífice en presencia de los eunucos del Emperador:—Dos


papas en Roma.—Destierro de Félix.—Su muerte.—Se le considera como santo.—Liviandades
de los curas.

(Era de MI de J. C.)

Divididas están las opiniones acerca de Félix, para decidir si


merece el nombre de Papa ó el de anti-papa y cismático. Res
petables autores dignos de grande consideracion por su mucho
saber, hablan de él con gran desprecio; la Iglesia sostiene, por
el contrario, que fué legítimamente elejido Obispo de Roma, y
le ha reconocido los honores del martirio. Esta autoridad, sin
convencernos de la santidad de Félix, nos obliga ai ménos á no
despreciar la historia.
Romano de nacimiento é hijo de Atanasio, . no era aun más
que diácono cuando el Papa Liberio fué enviado al destierro. Los
arríanos quisieron que le sustituyera otro Obispo en la Silla de
Roma, pero habiendo jurado el clero que no le reconoceria mien
tras viviera Liberio, fué preciso usar de mañosos ardides para
hacer inútil aquel juramento. El Emperador Constancio se sirvió
de Epicteto, jóven neófito, ardiente y violento, que habia hecho
Obispo de Cetumcele, hoy dia Civita-Vechia, sobre el mar de
Historia be los papas. Tono i. 15
470 HISTORIA
Toscana. De manos de este Prelado fué de quien Félix recibió
la consagracion episcopal; si creemos á San Atanasio, la ceremo
nia sagrada tuvo lugar en el palacio imperial, aunque debió ha
cerse en la Iglesia; tres eunucos representaron al pueblo fiel de
Roma y tres obispos hicieron sobre Félix la imposicion de las
manos.
Diferentes juicios emiten los autores sobre su conducta y so
bre su ortodoxia. Los unos dicen que fué arriano, los otros sos
tienen que conservó la fé de Nicea, y que no se comunicaba con
los herejes mas que para los actos estraños á la religion: pero
todos convienen en que su elevacion desagradó á los amigos de
Liberio, que eran en gran número. Cuando las matronas obtu
vieron que aquel fuese vuelto á llamar, el Emperador ordenó
que gobernase la Iglesia con Félix.
Entonces los prelados reunidos en el concilio de Sirmio, es
cribieron al clero de Roma que recibiesen á Liberio, que habia
jurado olvidar lo pasado y vivir en paz con Félix. Mas el uno
habia gustado las satisfacciones de la grandeza episcopal y el
otro era ambicioso. Ambos tenían sus partidarios, que excitaron
en Roma violentas querellas y sangrientos combates. En fin,
triunfó el gefe lejítimo de su competidor, le arrojó de la ciudad,
y le redujo al estado de Obispo sin iglesia.
Félix, cuya faccion no se habia estínguido, entró poco tiem
po despues en la ciudad, osando llamar al pueblo á la basílica
que está al lado allá del Tíber, pero los nobles le obligaron á salir
de Roma segunda vez. El príncipe, que deseaba siempre ponerlo
en paz con Liberio, se vió al fin obligado á abandonarlo, y Félix,
habiendo perdido su protector, se retiró á una pequeña heredad que
poseía sobre el camino de Porto, donde vivió cerca de ochojiños.
Los fieles honran en la actualidad á Félix como santo mártir,
arrojado de su silla en defensa de la fé católica por el arriano
Constancio: el pontifical de Dámaso añade que fué asesinado por
DE LOS PAPAS.
mandato del Emperador en Ceri de Toscana, á consecuencia de
haberle escomulgado. Mientras tanto es cosa probada que si Gre
gorio el Grande le concedió el título de santo, bajo el pontifica
do de GregorioXIII, estuvo á punto de perderlo por un inciden
te cuya relacion nos ha trasmitido el Cardenal Baronio. Este
cuenta que el año 1582, mientras que se trabajaba por drden del
Papa en la reforma del Martirologio romano; púsose en tela de
juicio si á Félix se le daria el título de mártir ó se le borraría del
catálogo de los santos. Baronio escribió una larga disertacion
para demostrar que Félix no era ni santo ni mártir; por ella fué
aplaudido por todos los hombres juiciosos, y los padres afirman
que habia sido su nombre inscrito por sorpresa en el sagrado ca
tálogo. El Cardenal Santorio quiso tomar la defensa de Félix,
mas no tuvo éxito alguno. Aquella disputa religiosa obligó á
muchos frailes á cavar secretamente debajo del altar de la igle
sia de San Cosme y San Damian en Roma, donde descubrieron
un gran sepulcro de mármol, en el cual por una parte se halla
ban encerradas las reliquias de los santos mártires Márcos, Mar
celino y Tranquilino, y por otra un sepulcro con esta inscrip
cion: Aguí pace el cuerpo de San Félix, Papa y mártir, que Ka
condenado Constancio.
Aquel encuentro, hecho en la víspera de su fiesta, y cuando
estaba á punto de perder su causa y caer del cielo, se atribuyó á
un milagro, y ciertamente podría llamarse sin temeridad mas
bien que milagro una superchería monacal. Baronio creyóse feliz
en verse vencido por un santo, y en seguida se retractó de lo que
habia escrito: se restableció entonces el nombre de Félix en el
Martirologio, donde su culto fué confirmado. Entre tanto se hace
difícil conciliar este juicio con el de San Atan asi o, que conside
raba á este pontífice como un mónstruo que la malicia del Ante-
Cristo habia colocado sobre la Santa Sede.
Desde el reinado de Constantino, el cristianismo continuaba
m HISTORIA
su marcha progresiva. Estinguíase el politeísmo en el Oriente y
el Occidente, á pesar de la oposicion que le hacian algunos em
peradores apegados al culto de sus antiguos dioses y á pesar del
encanto de sus mitos, poderosa creacion de los poetas. Los bri
llantes símbolos del espíritu del amor y de la materia, triple
unidad de las facultades humanas, representadas en sus diver
sas manifestaciones por las divinidades paganas Rea, Saturno,
Júpiter, Minerva, Venus y Apolo, se reunían y confundian en
la nueva Trinidad compuesta de Dios Padre, de Dios Hijo y de
Dios Espíritu-Santo; y los hombres se enardecían con las for
mas ascéticas de esta religion inmaterial.
Sin duda alguna dicha religion ha sido para la humanidad
un paso inmenso; los pueblos, abandonando la doctrina del pan
teísmo, arrojándose en brazos de un espiritualismo puro, han
operado un movimiento que era nec esario á la marcha ascen
dente de la civilizacion.
DE LOS PAPAS.

DAMASO,

PAPA TRIGÉSIMO-NOVENO.

VALENTINIANO, V ALENTE, GRACIANO Y TEODOSIO,

Emperadores*

Nacimiento de Dámaso.—Abraza el partido del antl-papa.—Sedicion violenta movida por los dos
papas, Dámaso y Ursino.—Dámaso victorioso.—Prende fuego á la basílica.—Se encuentran
ciento trece cadáveres bajo los escombros de la Iglesia.—Lujo de los obispos de Roma.—Debí*
lidades de los caras —Dámaso persigne á sus enemigos.—Hipocresía del Papa.—Hace matar á
los fieles congregados en una Iglesia. —Vergonzoso escándalo dado por el Papa.—Se le acusa
de adulterio.— Ley contra la insaciable avaricia del clero.—Odiosos robos de los curas.—Los
arrianos persiguen á los ortodoxos—Pretende Dámaso imponer su autoridad á San Basilio.—
Es maltratado por este obispo.— Muerte de San Atanasio.—Los luciferianos.—Los donatistas .
—Ambicion de los Papas.—Heregía de los priscilianistas.-Laa mujeres se entregan con en
tusiasmo al culto de la nueva secta.—Liviandades cometidas en sus asambleas.—Nueva acu
sacion de adulterio contra el Papa Dámaso.—Su muerte.

(Era de 366 á 384 de J. ©.)

Dámaso era español de nacimiento é hijo de un escritor lla


mado Antonio, que se hallaba establecido en Roma. El jóven
Dámaso, habiendo sido educado con gran esmero en el estudio
de las bellas letras, tomó las órdenes y siguió al Papa Liberio,
enviado en destierro á Brea, ciudad de la Tracia: volvió á Roma
mas tarde, abandonando á su protector para abrazar el partido
de Félix.
Despues de la muerte de Liberio, las facciones que dividían
al clero movieron una violenta sedicion para darle un sucesor.
Cada partido celebró sus reuniones por separado. Dámaso, que
entonces tenia sesenta años, fué elegido y preconizado en la ba
íli HISTORIA
sílica de Licinia, mientras que el diácono Ursino se le proclama
ba en otra Iglesia. Cuando llegó el momento de subir al sólio
pontifical, ambos competidores se disputaron el trono con encar
nizamiento, y el pueblo, tomando partido en aquel cisma, bizo
mas formal la insurreccion. Juvenio, prefecto de Roma, y Juliano
prefecto de víveres, enviaron desterrado á Ursino, así como á
los diáconos Amancio y Lupo, que fueron los principales revol
tosos. En seguida bicieron arrastrar á otros siete presbiteros se
diciosos y tumultuarios que querían abandonar la ciudad, pero
el partido de Ursino los arrancó de manos de los oficiales y los
condujo triunfantes á la basílica de Julio. Para arrojarlos, los
partidarios de Dámaso se reunieron armados de espadas y de pa
los, con su Pontífice á la cabeza: sitiaron la basílica, y habien
do forzado las puertas, degollarron á mujeres, niños y viejos,
terminando la matanza por el incendio. Al siguiente dia se en
contraron bajo los escombros los cadáveres de ciento treinta y
siete personas, que habian sido muertas por las armas d quema
das por las llamas. El prefecto Juvencio, no pudiendo apaci
guar la sedicion, se vió obligado á retirarse.
El autor que refiere aquellos becbos, del mismo modo deplo
ra el furor de ambas facciones. Despues añade: «Cuando consi
dero el esplendor de Roma, comprendo que los que deseen ser
obispos de aquella ciudad deben bacer toda clase de esfuerzos
para obtener aquella silla: ella produce grandes dignidades, ri
cos presentes y basta el favor de las damas. Da trenes pompo
sos, magníficos vestidos, y una mesa tan abundante que sobre
puja á la de los reyes. »
Dámaso era aun mas sensual que sus predecesores, gustaba
gozar las dulzuras de una vida muelle y voluptuosa. Protestato,
que despues llegó á ser prefecto de Roma, le decia: Hacedme obis
po en vuestro lugar, si quereis que yo sea cristiano. Y cierta
mente un magnate tan poderoso jamás hubiera ambicionado la
DE LOS PAPAS 175
Silla de San Pedro, si la conducta de Dámaso hubiese sido ver
daderamente apostólica.
El lujo de la Iglesia latina era odioso áSan Gerónimo y á
San Gregorio Nacianceno, en términos que lo censuraba con in
dignacion. Estos Santos Padres han llamado al clero romano, se
nado de fariseos, ejército de sediciosos ignorantes, banda de con
jurados: deploran y ágriamente critican las prodigalidades, los
vicios, las supercherías de los curas y condenan la elevacion de
Dámaso á la Santa Sede, porque la habia obtenido por la vio
lencia y la fuerza.
En cuanto al anti-papa Ursino, su consagracion era igual
mente la mas irregular, habiendo sido priconizado por un solo
prelado, Pablo, Obispo de Tíboli, hombre tosco é ignorante.
Mientras tanto los cismáticos continuaron reuniéndose en los
cementerios de los mártires, y conservaron una iglesia en donde
tenian sus asambleas, aunque no hubiese ni presbiteros ni cléri
gos en la ciudad.
Dámaso no pudiendo contenerlos, recurrió á la autoridad del
príncipe para obtener la órden de arrojarlos de Roma. Pasando
despues de la hipocresía al fanatismo, hizo solemnes procesiones
para pedir á Dios la conversion de aquellos obstinados cismáti
cos. Pero cuando hubo recibido el Emperador la autorizacion
para destruir á sus enemigos, el Pontífice, cambiando súbita
mente de táctica, congregó á sus partidarios, y con la tiara so
bre la cabeza y una maza de armas en la mano, penetró en la
basílica y cayó sobre los hereges, dando la señal del combate.
Larga y sangrienta fué la carnicería. El templo casa de Dios,
de un Dios do clemencia y de paz, fué profanado por horribles
violaciones y asesinatos.
Aquella terrible ejecucion no pudo abatir, á pesar de todo, la
faccion da los Ursinos. Entonces el Padre Santo aprovechándose
del dia del aniversario do su nacimiento, reunió á muchos obis
176 HISTORIA
pos, á los cuales quería arrancar la condenacion de su com
petidor.
Aquellos prelados, firmes y severos, respondieron que ellos
se habian reunido para felicitarse con él en aquel dia, no para
condenar á un hombre antes de oirle.
Tal era este Pontífice, á quien algunos impostores osan ape
llidar muy piadoso y santo.
La acusacion de adulterio de que se culpó al Padre Santo por
medio de Calixto y Concordio, parecía establecida sobre irrefra
gables pruebas. El sínodo que le justificó de aquella acusacion
no dejó manifestada su conviccion sobre aquel bochornoso escán
dalo, porque si la impostura hubiese sido declarada, los acusado
res hubieran caido en poder del brazo secular para que este los cas
tigara con el rigor delas leyes romanas: nosotros, por el contrario,
sabemos que fueron sostenidas por los principales magistrados.
Para que se conozca el espíritu y las costumbres del clero de
aquella época, sería importantísimo hablar de una ley que los
Emperadores Valentiniano, Valente y Graciano hicieron publi
car hácia fin del año 370. Esta ley prohibia á los eclesiásticos y
á los que se hacían llamar continentes, el ir á casa de las viu
das y á las de las doncellas que vivían solas, ó que habian per
dido á sus padres: en caso de contraversion, permitía á los padres
y parientes entregar á los tribunales á los presbiteros culpables.
Supónese que el Papa tuvo que pedir socorros á la autoridad
secular para reprimir la avaricia de la mayor parte de los clérigos
que seducían las damas romanas para enriquecerse con sus des
pojos, porque la avidez de los eclesiásticos les habia conducido
á una espantosa corrupcion. Fueron habilísimos en el arte de
entorpecer el órden natural de las sucesiones, y fué maravillosa
su maña, cuando á pesar de esto, no daba ocasion ó impedia ser
acusado como delincuente de soborno á la jurisdiccion civil.
San Gerónimo abiertamente protestaba contra la avaricia del
DELOS PAPAS. 177
clero que imprimía una marca difamante sobre todo el estado
eclesiástico.
Las leyes imperiales tuvieron al cabo que buscar los medios
de reprimir aquellos excesos; pero todo fué en vano; la avaricia
tenia mas fuerza que la misma ley.
Los emperadores se vieron entonces obligados á prohibir á
las viudas, que disiparan, so protesto de religion, sus pedrerías
y sus demás joyas y muebles preciosos; además ordenaron que
las dejasen á sus hijos, y que nadie, al morir, pudiese nombrar
como herederos á los curas, á los pobres, ó á las iglesias.
La secta arriana en Constantinopla, unas veces perseguida y
otras veces perseguidora, dominaba entonces bajo la proteccion
de Valente, y perseguía á los ortodoxos con encarnizamiento,
usando de terribles represalias y haciendo sufrir á los católicos
todo linage de males y humillaciones.
San Atanasio, Eusebio de Somosata, Melecio y San Basilio,
escribieron á Dámaso cartas, en que le referían el estado difícil
de los asuntos de Oriente.
El Papa no les dió respuesta alguna, pues se hallaba muy
ocupado en Roma, para distraer su atencion bácia las víctimas
de Oriente, ó mas bien porque ya su vejez comenzaba á debili
tar su ambicion.
Acaso temería que el emperador Valente apoyase los intere
ses de su competidor Ursino, si él se declaraba con demasiado
rigor y violencia contra los arríanos. Por otra parte, tenia pre
vencion contra San Basilio, que se había declarado hostil á Pau
lino, el favorito del Papa, y sostenido á Melecio, su contrincante,
en la posesion de una silla episcopal.
Dámaso devolvió las cartas por medio del portador, encar
gando manifestar á los obispos, que les mandaba seguir palabra
por palabra el formulario que él les había prescrito. Basilio, mal
contento de aquellos altaneros humos, rompió sus relaciones con
478 • HtSTORIA
aquel Pontífice, é hizo resaltar en muchos de sus escritos su in
dignacion contra la Santa Sede.
Habia quedado en paz el Egipto, y así permaneció durante
toda la vida de San Atanasio, quien ejerció en la ciudad de Ale
jandría las funciones episcopales por espacio de cuarenta y seis
años. Como entraba ya este prelado en una edad demasiado
avanzada, le rogaron los fieles que designase su sucesor, por lo
cual nombró á Pedro, hombre venerable, y estimado de todos, á
causa de su mucha piedad:
Con esta ocasion, el romano Pontífice, escribió al nuevo Obis
po cartas de comunion y de consuelo que le dirigió por medio de
un diácono. El prefecto de Alejandría, creyendo que Dámaso no
buscaba la amistad del Obispo mas que para reproducir las anti
guas querellas religiosas, hizo arrestar al legado pontificio y
atándole las manos á la espalda, mandó que fuese entregado pú
blicamente á los verdugos, para que lo ejecutasen y diesen
muerte á pedradas. Despues de aquel suplicio, el desgraciado
diácono, que no quedó muerto, inundado de sangre y medio
exánime, fué conducido á las minas de cobre de Fenesia.
Pedro, temiendo por sí mismo, huyó durante la ejecucion,
zarpó en un barco con rumbo áRoma, donde permaneció duran
te cinco años, en la tranquilidad de un retiro seguro y sosegado.
En Roma, el partido de Ursino estaba reducido al último es-
tremo; pero los luciferianos, otros cismáticos, celebraban con
frecuencia criminales asambleas, á las cuales la vigilancia de
Dámaso no pudo impedir que asistiera alguno que otro obispo;
el primero de estos fué Aurelio; despues de su muerte le susti
tuyó Efesio y se mantuvo en la ciudad, á pesar de las persecu
ciones del Papa.
Las facciones de los donatistas, tambien tenían su prelado,
se reunían extramuros de la ciudad, en las cavernas de una mon
taña, por cuya razon se les aplicó el sobredicho de montenses.
DE L03 PAPAS. 179
Estos heresiarcas recibieron de sus hermanos de Africa un pre
tendido patriarca romano, que, fielá los preceptos del Evange
lio, no tenia que dividir con ellos mas que su humildad y su po
breza.
Muchos años despues, Pedro de Alejandría, que habia sido
espulsado de su silla por la violencia de los arrianos, fué convo
cado para un concilio que se celebró en Damasco; sínodo en el
cual tuvo la satisfaccion de ver condenados á Apolinar y á Timo
teo, su discípulo, que pretendia ser metropolitano de Alejandría.
Hasta aquel momento, laheregía de Apolinar .no habia sido
anatematizada y sus errores habian estado tolerados por los San
tos Patriarcas del Oriente, que profesaban á su persona una pro
funda veneracion.
Desde la muerte de Valentiniano I, el anti-papa Ursino, per
severante, intrigaba para sublevar á su partido y asaltar la San
ta Sede. Tres años corrieron en estas inútiles tentativas; al cabo
resolvió Dámaso esterminar para siempre los restos de aquella
ya estenuada faccion, y aprovechándose del interegno que tuvo
lugar á la muerte de Valente, congregó en Roma una asamblea,
donde se encontraron en gran número los obispos italianos. Los
padres asistentes dirigieron una carta misiva á Graciano y á
Valentiniano, suplicando á estos emperadores reprimiesen el
cisma de Ursino; al mismo tiempo les anunciaban que habian
resuelto someter á juicio otra porcion de jefes del clero; que los
simples presbiteros continuarían sometidos á los tribunales ordi
narios, aunque no se les podría aplicar los tormentos.
Favorablemente contestaron los príncipes al rescripto de
concilio, por medio de un escrito dirigido #1 prefecto Aquilano.
Ordenaron á los vicarios de Roma que ejecutasen las órdenes que
del Papa recibiesen; que arrojasen de la Santa Sede á los herejes,
y que así mismo los espulaasen del territorio de las demás pro
vincias. De esta manera, acordando los emperadores la eficacia
180 HISTORIA
de las disposiciones formadas en el concilio de Roma, por sí mis
mos y espontáneamente se despojaron de una parte de su autori
dad y prerogativas de que á la vez se halló revestido el Pontífice
Dámaso. En los siglos posteriores veremos elevarse hasta la au
dacia y la demencia el orgullo de los Papas, y la debilidad de
los príncipes descender hasta la degradacion.
Las frecuentes irrupciones de los germanos en la Gália obli
garon por esta época á Graciano á volver á Occidente, donde ha
bia establecido la cabeza de su Imperio, abandonando á Teodosio
la Uiria y el Oriente. Igualmente fueron favorecidos de la for
tuna estos dos Emperadores, pues Graciano dominó á los ger
manos y Teodosio á los pueblos que habitaban sobre las márge
nes del Danubio; sin embargo, habiendo disuelto este último su
ejército, tuvo necesidad de negociar la paz, Segun los historia
dores sagrados, Teodosio se estableció en Tesalónica, donde le
sobrevino una peligrosa enfermedad: instruyéronle entonces
unos presbiteros en la religion cristiana, y Ascolio, Obispo de
aquella ciudad, le administró el sacramento del bautismo, por
cuyos beneficios curó milagrosamente.
Pero si en Oriente la religion se afirmaba por la conversion
de aquel ilustre príncipe, en Occidente se hallaba amenazada de
los mavores peligros por la herejía de los presalianos. Marcos,
egipcio de Menfis, jefe de aquella nueva doctrina, vino á Espa
ña á predicar sus impíos dogmas. Su elocuencia arrastró al cis
ma al rector Olpidio y á una mujer de elevada alcurnia llamada
Agape. La nueva convertida por la influencia de su rango, de su
fortuna y de su belleza, aumentó considerablemente el número
de sus sectarios, entre los cuales se hallaba el ilustre y famoso
Pisciliano, de quien la secta tomó apellido. Perteneciente á una
de las primeras familias del Estado, gallardo de persona, elocuen
te de palabra, instruido, ardiente, sóbrio y desinteresado, Pisci
liano tenia las mejores cualidades que pueden hacer peligroso á
DE LOS PAPAS. m
todo reformador. Su enérgico valor le hacia capaz de soportar
las persecuciones que en cualquier estado en que nazca son
por lo comun la recompensa de los Apóstoles de los pueblos.
Una inmensa multitud en la nobleza y en el ejército abrazó
desde el primer momento su doctrina, sobre todo las mujeres,
ávidas siempre de novedades y de una fé exagerada, corrieron
en muchedumbre en pos del nuevo pastor. Pisciliano enseñaba
los errores de los maniqueos y de los Gnósticos, afirmaba que
las almas tenían alguna parte de la esencia de Dios mismo, que
voluntariamente descendian á la tierra atravesando la inmensi
dad de los cielos y todos los grados de las supremas esferas; por
último, que el gran arquitecto del universo las colocaba en los
diferentes cuerpos para combatir al principio del mal. Segun él,
estaban sujetos los hombres al influjo de su fatal estrella, y sus
cuerpos dependian del de los doce signos del Zodiaco: el Aries
presidia sobre la cabeza, el Tauro sobre el cuello, los dos Gómi-
nis sobre las espaldas y por último recordaba todos los delirios
de los astrólogos .
No reconociendo la Trinidad, pretendia lo mismo que Sabe-
lío, que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo eran el mismo
Dios, sin ninguna distincion real de personas.
Diferian sus dogmas de los maniqueos en que no rehusaban
abiertamente la autoridad del antiguo testamento, antes bien
esplicaba los mas licenciosos pasajes por cartas alegóricas.
Con los libros canónicos admitía muchas obras apócrifas.
Prohibia á los discípulos comer carne ni cosa alguna que hu
biese tenido vida animal, considerando' inmundos estos alimentos.
Por último, en ódio á la generacion, anatematizabalos ma
trimonios, predicando que la carne no era obra de Dios, sino de
los malos espíritus.
En esta religion los hombres y mujeres se reunían de noche
y oraban enteramente desnudos para mortificar su cuerpo.
182 HISTORIA
La máxima de Pisoiliano era: «Jurad y perseverad si quereis
pero no rebeleis jamás los misterios.»
No pudiendo convencerlos de crímenes reales , sus enemigos,
sirviéronse contra ellos de una fórmula de iniciacion y los acu
saron de cometer las más horribles impurezas, de servirse de los
hombres y de los niños para sus liviandades, y de ultrajar á la
naturaleza hasta con sus mujeres.
Los católicos afirmaban que sus sacerdotes, en ódio al ma
trimonio, arrancaban de las entrañas de las mujeres en cinta los
fetos medio incubados y los machacaban en medio de la Iglesia
en morteros de hierro.
Los piscialinistas ayunaban los domingos, la Páscua y la
Natividad, y vivían ocultos para no dejarse ver más que en la
Iglesia.
Esta heregía había infectado casi toda España y complicado
á un gran número de obispos, entre los cuales se contaban Jus
tando y Salvanio, que formaron un partido para sostenerla;
pero despues de muchos años de lucha, los ortodoxos, sostenidos
por el príncipe, convocaron un concilio en Zaragoza, donde fué
condenada en ausencia de sus adeptos.
Por el mismo tiempo, y por orden de Graciano, tuvo lugar
el famoso sínodo de Aquilea.
San Ambrosio presidio aquella asamblea, y condenó el arria-
nismo. Se examinaron en seguida las acusaciones que pesaban
sobre el Pontífice de Roma, sobre todo, la de adulterio, que dos
diáconos devotos de Ursino en otra ocasion habían formulado
contra él, fundándose únicamente en los presentes que las da
mas llevaban al Santo Padre. El Concilio examinó jurídicamen
te á ios acusadores de Dámaso, y dió un testimonio auténtico de
la inocencia del Papa.
Dámaso murió á fines de Diciembre de 384, despues de ha
ber gobernado la Silla de Roma cerca de diez y ocho años.
DE LOS PAPAS. m
Enriqueció la basílica de San Lorenzo dándole una patena de
plata, un vaso cincelado, cinco cálices, un gran número de co
ronas y candeleros para contener los cirios. Tenia hipotecados
para el sostén de esta Iglesia muchos edificios, casas, tierras y
hasta baños públicos. Todas aquellas riquezas procedian de las
donaciones y herencias que le legaban las damas romanas.
Por este tiempo ocurrieron Las invasiones de los humnos. Esta
rara feroz se arrojó desde los alrededores de la laguna Meotiles,
sobre los alanos establecidos á orillas del Tanais, y los llevó con
sigo en contra de los ostrogodos, precedida de tal espanto, que era
llamada la turba del Demonio. El gran Elmaurico, que habia so
metido todos los pueblos que vagaban desde el Báltico al Danubio
y desde el Vístula al Borígenes, se preparaba á resistirlos cuando
le dieron de puñaladas dos príncipes roxolanos, para vengar á
una hermana suya á quien habia mandado degollar en castigo
de la rebelion de su marido. Desfallecido por las heridas, dicen
que se mató para no sobrevivir á su propia gloria. Entonces, par
te de los ostrogodos, á las órdenes de Hunimundo , siguieron la
suerte de los invasores; los demas, con el rey Vitimiro, opusieron
resistencia, pero fueron derrotados con muerte de su rey.
Los humnos vivían como salvajes, sin saber ni aun cocerlas
viandas, contentándose con raices crudas ó con carne ablandada
entre la silla y el caballo. Acostumbrados desde la infancia á su
frir el frio, el hambre y la sed, mudaban muy á menudo de mo
rada, trasportando en carros tirados por bueyes toda su familia.
Vestíanse de telas ó pieles de masta, no quitándoselas hasta que
se caian á pedazos. Llevaban casco en la cabeza, y en los pies
polainas de cuero y zapatos tan toscos que casi les impedian an
dar, por lo cual no se apeaban nunca, estando de dia y de noche
á caballo; comían á caballo, se reunían á consejo bebian y dor
mían echándose sobre el cuello de la caballería. Caen sobre el ene
migo aullando espantosamente; y si hallaban resistencia huían
184 HISTORIA
en seguida y volvían al ataque con la rapidez del relámpago ,
derribando lo que se les oponia. Atila, su jefe, era una figura de
forme de color aceitunado, gruesa cabeza, nariz roma, pequeños
ojos hundidos, poca barba, cabellos blanquecinos, cuerpo tosco,
pero nervudo, y fiero continente é imponente mirada, como
hombre que se siente superior á los que le rodean. Habiéndole
llamado un ermitaño azote de Dios, adoptó este sobrenombre co -
mo un augurio, y demostró al mundo que lo merecia. Decia:
Las estrellas caen, la tierra tiembla, yo soy el martillo del
mundo, y donde pone mi caballo los piés no vuelve á crecer la
yerba.

.
DE LOS PAPAS. I8S

SIRIGIO

PAPA CUADRAGÉSIMO.

TEODOSIO, ARCADIO Y HONORIO, EMPERADORES.

Eleccion de Slricio.—Celibato de los curas.— Loa frailes y los curas debieran ser eunucos —
Corrupcion del clero de Roma. —Avaricia de loa esclesiásticos.—San Geronimo llama al Papa
mujer vestida de escarlata —Infames costumbres de la clerecía —Doctrina de Jovinlano —
Muerte de Sirlcio.

(Era de 3S4 a 39» de J. C)


»

Despues de la muerte de Dámaso fué elegido Siricio, romano


de nacion, hijo de Tiburcio, á pesar de la fiera oposicion que le
hizo el antiguo cismático Ursino. Tan luego como ocupó la
Santa Sede, manifestó el Pontífice una ambicion desmedida, y
como ensayo de poder se atrevió á promulgar nuevas leyes sobre
un punto que el gran Concilio de Nicea dejó indeciso: el celi
bato de los clérigos. Espidió despues un decreto para escluir
del clero á los que conservaban estrechos lazos de amor con sus
mujeres, aplicando injustamente á. los eclesiásticos que se casa
ban las palabras de San Pablo, que decia: Los que estén en la
carne no pueden agradar á Dios.
Quería Siricio imitar á los paganos, que tenian en gran ve
neracion la pureza virginal; pero los que habian reconocido que
ningun hombre es capaz de conservarla sin medios estraordina-
rios para ello, y los hierofantas, que fueron los primeros minis
tros de la religion entre los atenienses, bebian cierto menjurges
Historia ra los Papas 16
186 HISTORIA
para hacerse impotentes, y desde que subian al sumo sacerdo
cio, cesaban de llevar las marcas de la virilidad.
San Gerónimo, en uno de sus escritos, haciendo hablar á un
estóico llamado Queremonio, que deseriba la vida de los anti
guos sacerdotes del Egipto, se expresa del modo siguiente: «Sus
sacerdotes no tenían comercio alguno con las mujeres desde el
momento en que se dedicaban al servicio divino; para estinguir
las llamas de la lujuria se abstenían enteramente del uso de la
carne y del vino, y hasta los ministros de Cibeles eran todos eu
nucos.» Gerónimo parecía querer insinuar que los frailes y las
monjas, quehacen temerariamente votos de castidad y se obligan
á guardar una pureza virginal, deberían emplear el procedimien
to infalible de los ministros paganos, cuando reconocían que el
espíritu es impotente para triunfar de los apetitos de la carne.
Poco despues de la muerte de Dámaso, Gerónimo se vió obli
gado á salir de Roma para volver á Palestina: la reputacion de
su santidad habia escitado los celos de muchos miembros del cle
ro, y la libertad con que censuraba ios vicios habia sublevado
contra él el odio sacerdotal. En un pequeño tratado que escribió
acerca del modo de guardar la virginidad, advirtió á Eustroquia,
hija de San Pablo, que «huyera de los hipócritas que toman Ja
órden del diaconado para ver mas libremente á las mujeres, para
usar de buenos vestidos y perfumar el cabello. Estos malditos
clérigos, añade; llevan brillantes anillos en sus dedos, y andan
sobre la punta de los piós; toda su ocupacion es conocer los nom
bres y la habitacion de las damas é informarse de sus inclinacio
nes. Para que no seais engañada por las apariencias de una falsa
piedad, os trazaré el relato de uno de estos curas, que puede ser
maestro en la materia. Se levanta con el sol, y ya está preveni
do el órden de sus visitas; buscalos caminos mas cortos; se intro
duce hasta en las cámaras en donde duermen las mujeres, cuan
do ve un dije* un mueble, cualquier cosa que es de su gusto, la
DE LOS PAPAS W
examina con atencion y la admira con propiedad, la palpa, la
pondera y dice que nada hay semejante, y se la lleva antes de
que se la dé.
»Bajo protesto de dar su bendicion, los obispos mismos es
tienden la mano para Tecibir dinero, se hacen esclavos de los que
les pagan, y con asiduidad se prestan á ejecutar hasta los servi
cios mas bajos é indignos, para apoderarse de las herencias. »
Muchos prelados, furiosos de verse maltratados por las cen
suras de San Gerónimo, se vengaron de él por medio de san-
' grientas sátiras, en que criticaban su manera de andar, la espre-
sion de su fisonomía. Su misma sencillez se hizo sospechosa, y
por último, la calumnia llegó hasta manchar su reputacion h
próposito de sus relaciones femeniles y de sus tratos con las vír
genes, á quienes esplicaba asíduamenre las Santas Escrituras.
La conducta ejemplar de Gerónimo, su alta piedad, deberían
haberle puesto al abrigo de tales sospechas; pero el pueblo de
Roma estaba• ya prevenido contra los monjes venidos de Oriente,
considerados con razon como impostores, que buscaban la manera
de seducir á las jóvenes de calidad. El santo doctor, vencido al
cabo por los ódios de la envidia, salió de Italia para evitar los
peligros á que se hallaba expuesto, y amargamente se quejó en
su carta escrita en Marcela, de los ultrages que habia sufrido en
la Ciudad Santa: «Leed, decia, leed el Apocalipsis: vereis lo
que en él se dice acerca de aquella mujer vestida de escarlata,
que sobre su frente lleva un nombre de blasfemia. Ved el fin de
aquella soberbia ciudad; en verdad ella encierra una Iglesia
santa, donde se ven los trofeos de los apóstoles y de los mártire.*;
donde se confiesa el nombre de Jesucristo y la doctrina apostó
lica; pero la ambicion, el orgullo y al altivez separan á los fie
les de la verdadera piedad.
• Cuando me hallaba en Babilonia, uno de los cortesanos de
aquella mujer vestida de escarlata, quiso acusar de errores al
I

48S HISTORIA
Espíritu Santo; entonces fué cuando escribi mi obra que dediqué
al Pontífice. Pronto comprendi la olla hirviente de Jeremías, que
comenzaba á inflamarse del lado del Aquilon: el senado de los
fariseos se puso á gritar contra mí, - y todos, hasta el pequeño
clero, conjuraron mi perdicion. Entonces salí de aquella ciudad
maldita y vuelvo á Jerusalem; abandoné las. cabanas de Rómulo,
lugares infames, y preferí el portal de María y el pesebre de Jesús. »
Por aquel mismo tiempo condenó un concilio, celebrado en
Roma, la herejía, de Jovíniano. Este monje habia pasado los
primeros años de su vida en las austeridades de los conventos,
ayunando, viviendo á pan yagua, marchando con los piés des
nudos, llevando un vestido áspero y grosero y trabajando siem
pre alguna obra con sus manos; pero en seguida que salió de su
monasterio, cerca de Milán, vino á Roma para estender sus
doctrinas. Pretendia que los que habian sido regenerados por el
bautismo no podian ser vencidos por el Demonio; afirmaba que
las vírgenes hacían menos méritos á los ojos de Dios que las viu
das y las casadas; y por último, enseñaba que los hombres de
bían comer toda clase de alimentos, y gozar todos los bienes que
la Divinidad puso á sus alcances.
Joviniano vivia conforme á los principios que profesaba: ves
tía con mucho lujo; llevaba túnicas blancas y finas, de lienzo y
de seda, peinaba con esmero sus cabellos, frecuentaba los baños
públicos, gustaba de los juegos, de comidas espléndidas, de pla
tos delicados y de vinos esquisitos, como se veia por su cútis
fresco y encendido y por su crasitud. Entretanto pensaba hacer
se fraile y se guardaba del matrimonio, solo por evitar las con
secuencias fatales de este estado. Su herejía encontró muchos par
tidarios en Roma; otras muchas personas despues de haber vivi
do largo tiempo en una perfecta continencia y en la mortifica
cion, adoptaron sus opiniones y abandonaron la austeridad del
ckiustro para volver á la vida ordinaria de los ciudadanos,
DE LOS PAPAS. 189
Despues de cumplir su coadena Joviniano volvió á la ciudad
de Milán; pero el papa Siricio envió tres presbiteros para que
instruyesen al Obispo de la excomunion de aquel hereje y para
rogarle que le arrojase de la Iglesia.
La historia no nos dice nada particular tocante á la vida y
, hechos de Siricio. Se supone que murió en el año 338.
Bajo su reinado la reputacion de San Agustin comenzaba á
estenderse por todos los paises cristianos, y las-numerosas obras
que habia escrito contra los maniqueos y los donatistas le hacia
mirar ya como una de de las columnas de la Iglesia. Era enton
ces bastante distinto que aquel jó ven Agustin de las escuelas
de Tagasta, su pátria, á quien los condiscípulos citaban como
ejemplo vivo de la desaplicacion y de la inquietud entre los es
tudiantes, porque nosotros debemos advertir que la primera
.parte de la existencia de este santo Padre, trascurrió en medio
de los mayores desórdenes, y que su falta de conducta fué tal,
que su madre dudó de si debería arrojarlo de su casa.
En otro tiempo habia abrazado las doctrinas de Manes sobre
el culto de la naturaleza, y profesó públicamente aquella here-
gía. Por último, habiéndose fatigado de su vida desarreglada,
se casó y abandonó el Africa para establecerse en Milán. En esta
ciudad trabó amistosas relaciones con el venerable Ambrosio,
que le convirtió á la religion cristiana, y le suministró el bau
tismo, así como á un hijo suyo de corta edad, llamado Adeodato.
Algunos años despues, vuelto al Africa, fué preconizado y se le
consagró cura de Hipona, y mas tarde llegó á ser Obispo titular
de la misma ciudad africana. Desde entonces se manifestó into
lerante, perseguidor, pues con un rigor y severidad en él ines
perado acosó á todos los cristianos que profesaban diferentes ,
doctrinas que las suyas.
Entre las numerosas obras de San Agustin, se coloca en pri
mera linea su tratado sobre el trabajo, obra basada en las pala
190 HISTORIA .
bras del Apóstol San Pablo, que dice: que el que no quiere traba
jar, nopuede comer. Igualmente se cita su libro sobre el bautis
mo*, otro titulado Mística ciudad de Dios ó Defensa de la Iglesia
contra los hijos del siglo; un tratado sobre Trinidad, donde se
establece la igualdad de las tres divinas personas, y finalmente,
diferentes opúsculos sobre el pecado original, sobre el alma, so
bre la gracia y el libre albedrío, sobre la predestinacion de los
santos, sobre la perseverancia y otros. Sería difícil enumerar el
largo catálogo de las obras que dejó escritas este Santo Padre,
porque despues de las que comprendió en el suyo el diligente
Posídio, su número se eleva á mas de mil. Todos aquellos escri
tos fueron compuestos en el intervalo de cuarenta años que me
diaron entre la conversion y la muerte de San Agustín.
DE LOS PAPAS. 191

HISTORIA POLITICA.

SIGLO CUARTO.

I—Abdicacion de Diocleciano.—Sus ideas acercártelos ministros que sirven i los principes.—


Hazañas de Constancio Cloro Oalerio Maximino.—Costumbres del tirano Magencio.—Viola
las vírgenes cristianas.—Sofronia se da la muerte parH escapar de aquel monstruo.—Victoria
de Constan Uno. —Sus buenas cualidades Sus crueldades—Hace asesinar á su hijo Crispo.—
Condena á Fausta, su mujer, a ser ahogada en el baño.— Muerte de Luclnio.— Los hijos de
Constantino se reparten el imperio.—Querrá cruel entre los hermanos.— Horrorosos desorde
nes en el imperio.—M agencio con una espada se atraviesa el corazon.— Decencio desesperado
se estrangula.— Hazanas de Constantino Juliano el Apostata.—Sus grandes cualidades com "
parado con Constantino.—Joviano, emperador.—Permite casarse con dos mujeres.—Valente es
quemado vivo.—Graciano asesinado.—Valentiniano, restablecido sobre el trono, es estran
gulado por sus eunucos.—Historia del reinado de Teodosio.

II.—Depravadas costumbres del imperio.—Revista retrospectiva —Politica de Roma.—Bl Sena


do, los pretorianos y la plebe.—Los libertos enriquecí los.— Terversion de la antigua aristocra
cia.— La filosofía.— La filosofía estoica.—Epícteto, Demonaco y Morco Aurelio.—¿Cuál es el
colmo de la virtud estoica'?—Premucio Cordo, Arria y E.vidio Prisco, Plaucio Gaterano, Fla-
vio y Caninio Julio.—Muerte de Séneca —Su esposa Paulina le sigue a la muerte.—Ambi
cion, pasiones y crímenes de los estoicos, Lucano.—Teoría sobre el suicidio.— Marcelino y
Cocceyo Nerva.—Los epicúreos.—Agrlpino.— Los cínicos.- Supersticiones.—Dioses extranje
ros.—Adoracion de los emperadores.—Creencia de los magos y de la hechicería.—Necesidad
de un término de expiacion que lavase corrupcion tan espantosa.— Depravacion moral —Crí
menes de la familia Julia.— Cnea Domicio.—Las Julias, Drasitina, Livia Urestila, Lolia, Pau
lina y otras mujeres célebres, dignas émulas de las Mesalinas y Agriplnas.—Prostitucion
universal.—Filtros para enamorar, tosigos para acelerar la viudez o la herencia y abortivos
para cencpbir inútilmente.— Revelaciones de Tácito, Séneca, Suetonlo y otros escritores con
temporáneos.— Avidez del pueblo en los espectáculos por gozar de lo extraordinario y de sen
saciones violentas.—Circes, hipodromos, teatrost—Adornos lascivos de los Jovenes de ambos
sexos.—Bailes indecentes de las Lupercsles —Aversion al matrimonio.—Ley Papia Popea.—
Lujo frivolo de las mujeres.— Su venalidad para conseguirlo.— Reinado disoluto de las mere
trices —Cultura literaria y científica del pueblo romano durante el imperio —Comercio con
todo el mundo.—Comodidades de la vida.—Comidas y condimentos.—Glotones —Tiberio, Octa
vio y Apicio.—Vicio de In gula.— Extraordinarios caprichos de los emperadores y de los par
ticulares.—Gusto de lo monumental y sublime.— Palacios, estátuas anfiteatros, urnas y se
pulcros.—Vasos murrhinos.—Desordenes de todo género.—Corrupcion en todo sentldo.-rKs-
tupidez en medio de una ficticia cultura—Regeneracion.
192 HISTORIA.

I.

El cruel Diocleoiano, enorgullecido de su gloria despues de


la caida de sus enemigos, llevó su impudencia hasta hacer que
le besasen los piés los que se presentaban delante de él. Fué tan
impío, que se hacia adorar como un dios. Pero en fin, él com
prendió que aquellos excesos le habían hecho objeto de la odio
sidad pública, y resolvió abdicar el poder, temiendo que la apa
rente sumision de Constantino y de Galerio, no era bastante po
tente para sustraerle de la violenta muerte con que el pueblo le
habia amenazado en castigo de sus monstruosos amores con Ma-
gencio y Maximino.
Los remordimientos de su conciencia le obligaron á abando
nar el imperio, y á buscar un retiro de que habia estado privado
por los cuidados del gobierno. A pesar de su tiránica conducta,
este príncipe manifestaba algunas veces bellos sentimientos, y
decia con razon. «Que nada es mas difícil que reinar bien, por
que los ministros de quien los príncipes se valen, no están dis
puestos mas que á hacerles traicion; que les ocultan ó les desfi
guran la verdad, cuyo conocimiento es la primera necesidad del
que gobierna, y que por sus adulaciones engañan y venden á
sus soberanos, que los pagan para recibir de ellos sabios consejos. »
Valerio Maximiano, sucesor de Diocleciano, abdicó el impe
rio á ejemplo de este, despues de un reinado de diez y ocho años.
Pero pronto se arrepintió de lo que habia hecho, comprendiendo
que un solitario ó un filósofo, tenia mucho menos poder que un
emperador. Abandonó su retiro, pues, y volvió á Roma, bajo
pretexto de ayudar á su hijo Magenciocon sus sabios consejos. Los
tiempos habían cambiado: el antiguo Emperador, apercibiéndose
de que su designio de reivindicar el poder habia sido conocido,
DE LOS PAPAS. 493
pasó á las Gálias, donde se encontraba su yerno Constantino: allí
fomentó una conspiracion, que fué descubierta por su hijaFla-
via Máxima, y emprendió la huida para evitar el castigo de su
perfidia. Constantino envió en su persecucion emisarios, que
sorprendiéndole en Marsella, le extrangularon en un calabozo.
Dividiéronse el imperio despues de la abdicacion de Diocle-
ciano y de Maximiniano, Flavio Constancio Cloro y Gaierio
Maximino, que simultáneamente llevaban el título de augustos.
Constancio Cloro ilustró su reinado cometiendo grandes haza
ñas; recobró la Bretaña, triunfó de sesenta mil germanos y asal
tó la ciudad de Espira sobre las márgenes del Rhin. Extendiase
su dominacion sobre la Inglatera, que habia conquistado, sobre
la Iliria, el Asia y todas las provincias del Oriente. Este princi
pe estimaba grandemente á los literatos; era liberal, y de tal
manera enemigo de exhibirse, que pasaba una vida oscura: de
igual manera aborrecía el lujo, y así se hacia servir á la mesa
con platos de barro, pidiendo prestadas sus vagillas á los amigos
en los grandes dias de ceremonia.
Gozaron los cristianos, bajo su reinado de una paz profunda.
Cuéntase que habiendo publicado un edicto, por el cual ordena
ba á los fieles que servían empleos del Estado, que sacrificasen
á los ídolos ó dimitieran, algunos prefirieron un voluntario os
tracismo á los beneficios que sus cargos les proporcionaban. Mas
cuando estos se retiraron, llamólos el Emperador á su presencia
llamándolos buenos amigos delante de su córte y arrojando de
sus puestos y de sus provincias á los que se habian prestado á
sacrificar á ídolos que tenían por falsos. Clamó á estos apóstatas,
les reprochó su bajeza y les increpó diciendo: No, los que no son
fieles á Dios, no pueden ser leales servidores del Emperador. Cons
tantino Cloro murió en York, en Inglaterra, despues de haber
puesto su imperial corona sobre las sienes de su hijo Constantino.
Habiendo de volver al imperio Gaierio Maximino, se enoon
194 HISTORIA
traba triunfante en dos grandes batallas, sobre los persas, cuando
no era aun más que César, y si perdió la tercera, fué por causa
de su imprudencia. El primer acto de su gobierno fué declarar
la guerra contra aquellos pueblos. Los batió, taló sus campos,
se apoderó de la persona del rey y de su familia, y llevando allá
sus conquistas, extendió las fronteras romanas hasta las orillas
del Tigris.
A dos nietos suyos designó para que le sucedieran. Cayo Va
lerio Maximino, apellidado Daza, antes de ser César, obtuvo en
aquella particion el Oriente, y á Flavio Valerio Severo, cupo en
suerte la Italia con el Africa. Algun tiempo despues de haber
tomado esta determinacion, murió Galeríode una úlcera, donde
se habia engendrado una prodigiosa cantidad de gusanos que
le devoraban vivo.
Marco Aurelio Valerio Magencio, hijo de Marco Aurelio Va
lerio Maximiano, llamado el Viejo, sabedor de que Constantino
habia sido nombrado Emperador, hizose en Roma dar el mismo
título por los soldados de la guardia pretoriana, á los cuales per
mitió violar á las mujeres y degollar á los hombres. Este prínci
pe, entregado completamente á las supersticiones de la mágia,
no se atrevia á acometer empresa alguna sin consultarla antes
con los oráculos y con los adivinos: sobrecargaba á las provin
cias de tributos extraordinarios, y despojaba de sus patrimonios
á los ciudadanos más ricos. Trastornábale el juicio el abuso
del vino, ese pórfido licor que destruye la razon: en los momen
tos peligrosos de su embriaguez, dictaba sus órdenes crueles y
ordenaba mutilar á sus comensales. Era insaciable su avaricia;
en cuanto á sus liviandades é infamias llegó á igualar á las de
Neron . No habiendo podido vencer la resistencia de una dama
cristiana llamada Sofrina, pretendió deshonrarla y envió solda
dos para arrancarla de su casa. Entonces, aquella mujer valerosa,
fingiendo consentir á los deseos del Emperador, pidió única-
DE LOS PAPAS. 195
mente el tiempo preciso para tomar sus ricos vestidos con que
aparecer delante del emperador, y entró en su gabinete. Como
pasara un rato y no saliese, los soldados impacientes derribaron
las puertas y encontraron su cadáver con un puñal en el pecho.
Igualmente se mataron para librarse del peligro á que esta
ban expuestas por la impudicia de Maximino, colega de Ma-
gencio, una virgen cristiana de Antioquía, llamada Pelagia, su
madre y sus hermanas.
La guerra estalló al cabo entre Magencio y Constantino.
Aproximóse á Roma este último y publicó una proclama en que
declaraba que no venia á combatir á los romanos sino á libertar
la capital del mónstruo que hacia asesinar al pueblo por medio
de los soldados pretorianos.
Por su parte Magencio creia conseguir la victoria con ayu
da de la mágia: inmolaba leones en impíos sacrificios y hacia
abrir el vientre á las mujeres embarazadas para arrancar de sus
entrañas los fetos medio incubados y consultar los augurios.
Los oráculos se los revelaron desfavorales; el príncipe asustado
salió de palacio albergándose con su mujer y su hijo en una casa
particular, ya habia hecho salir de Roma á sus tropas, que con
sistían, como ya se ha dicho, en 160.000 peones y 18.000 ca
ballos. Habiendo pasado el Tíber, su ejército encontró al de
Constantino, fuerte de 80.000 infantes, y cerca de 8.000 gine-
tes (1) y la batalla se trabó.
En aquellos mismos momentos estallaba dentro de Roma
una tumultuosa sedicion: indignado el pueblo de la conducta
de Magencio, á quien habian retenido en la ciudad su supersti
cion y su falta de valor, penetró en el Circo, en donde á la sa
zon daba el príncipe públicos juegos para celebrar el aniversario
de su advenimiento al imperio; en el instante llegaron hasta él
los terribles clamores de la plebe amotinada que gritaba: ¡Mue-

(O Véanse las pág. 31 y 32.


496 HISTORIA
ra él Urano! ¡Muerte al cobarde y al traidor! ¡Gloria al invenci
ble Constantinol
Asustado Magencio y lleno de admiracion por aquellos ví
tores á su rival, salió fugitivo, mandando á los senadores que
consultaran los libros de las Sibilas. Se le respondió que segun
anunciaba aquel mismo dia, debia perecer miserablemente el
enemigo de los romanos; considerando entonces asegurada la
victoria, reunió su ejército y salió al campo. A su salida de Ro
ma vinieron de pronto espesas bandas de grajos á posar sobre
las murallas de la ciudad, siguiendo á las legiones basta el
campo de batalla. Aquel siniestro presagio, visto por todos los
soldados, abatió su ánimo y valor. Ante las legiones de Constan
tino plóganso las primeras filas; comienza á sentirse la derrota;
el mismo Magencio arrastrado por la multitud se rechace sobre
el puente que babia construido de barcas; y séase casualidad, ó
bien traicion, lo cierto fué que las barcas fueron á pique y el
Emperador cayó ai rio, donde se ahogó. Magenoio vino á ser
victimando las asechanzas que tandiera á Constantino, porque el
puente se habia construido para que en caso de una derrota, al
ir á atravesarle su enemigo se rompiese por medio sumergiéndose
en el Tíber. Al dia siguiente las aguas escupieron su cadáver,
y habiendose encontrado, se le cortó la cabeza, que fué llevada
sobro una pica por las calles de Roma.
Dueño del imperio Constantino, asocióse á Licinio, que se
habia casado con su hermana Constancia: estos dos príncipes li
cenciaron al ejército de Jove Maximino que se envanecía con el
sobrenombre que habia tomado de este Emperador.
Era Licinio hijo de un aldeano del pais de los dacios: poco á
poco se habia elevado por su valor hasta las primeras dignidades
del ejército, habiendo sido creado César por el Emperador Gale
no. Luego que se vió consagrado príncipe se mostró avaro, in
temperante, impúdico, colérico, como si el rango supremo de
DE LOS PAPAS. 197
biera revestir de todos los vicios al mismo tiempo que facilitaba
los medios de satisfacerlos. En su extremada ignorancia solia
llamar á los literatos el veneno de las gentes, peste pública, y los
hacia morir aunque no fuesen acusados de crimen alguno.
Pronto se bizo sospechoso á su mismo colega, porque renova
ba la persecucion contra la Iglesia, y trataba de absorber en su
partido á los pontífices paganos. Vencido por las tropas de su cu
ñado, recibió la decapitacion por castigo.
Benignamente usó Constantino de la autoridad soberana, des-,
pues de la caida y muerte de aquel hombre brutal. Tenia Cons
tantino un porte magestuoso y un alma grande, era valiente,
ardoroso y al mismo tiempo previsor en sus empresas; sin em
bargo, juntaba grandes vicios á estas grandes cualidades.
No es nuestro ánimo entrar en los detalles de una vida tan
ilustre y solo haremos notar la parcialidad con que amigos y ad
versarios se han ocupado del primer monarca cristiano. Los unos
prodiganle exagerados elogios; los otros han manchado su me
moria con la relacion de muchos crímenes. La envidia y el ren
cor prestaron á Juliano el Apóstata los colores que empleara para
hacer el retrato de su predecesor, y los padres de la Iglesia mu
chas veces han rendido excesivas alabanzas á aquel Emperador
que se declaró protector de la religion cristiana.
En verdad, Constantino merece el sobrenombre de Grande,
tomando este epíteto en su mas lata acepcion. ¡Qué prudencia no
necesitaba para esquivar los escollos de que encontró minado el
camino del Imperio! ¡Qué intrepidez para arrostrar los mayores
peligros! ¡Qué valor para atacar y vencer enemigos igualmente
famosos por su bravura y por su nombre! ¡Qué inmensa sabidu
ría para empuñar durante mas de treinta años las riendas de un
imperio que estaba en almoneda! ¡Qué consumada habilidad
para regir en paz tantos y tan distintos pueblos, asegurando su
felicidad por medio de equitativas leyes!
198 HISTORIA
Mirando el retrato de Constantino bajo este hermoso punto
de vista, se admiran sus brillantes cualidades, que han servido
para aplazar el juicio acerca de sus grandes defectos.
Cristiano poco escrupuloso, no recibió el sacramento del bau
tismo sino hasta pocos instantes antes de morir.
Padre desnaturando, hizo morir a su hijo Crispo por la sim
ple acusacion de una madrastra interesada en su pérdida.
Inflexible esposo, condenó á Fausta á ser ahogada en su
baño.
Finalmente, político cruel, derramo' )a sangre del joven Lu-
cioriano, príncipe estimable que en nada habia cooperado a los
crímenes de su padre Licinio, y que era el único consuelo de la
infeliz Constancia. Esta última crueldad fué una prueba irrefra
gable de que el cristianismo de Constantino no era mas que un
reflejo de su política: tenia necesidad de partidarios para resistir
á sus enemigos, y como los cristianos se hallaban dispuestos á
sostener los intereses de un príncipe, que les garantizaba su
tranquilidad, tomólos bajo su proteccion.
Sus hijos, despues de su muerte, se dividieron el imperio.
Flavio Claudio Constantino II, obtuvo la España, las Gálias,
una parte de los Alpes, la Inglaterra, la Irlanda, las Oreadas y
la Islandia.
Flavio Julio Constante se alzó con la Italia, el Africa y sus
islas, la Dalmacia, la Macedonia, el Peloponeso ó Morea y la
Grecia.
Flavio Julio Constancio heredó el Asia y la Tracia.
Flavio Delmacio, la Armenia y las provincias limítrofes.
Delmacio fué muerto por los soldados despues de algunos
años de reinado.
Constantino II quiso despojar á Constante de las provincias
que poseía, le declaró la guerra y envió soldados á combatirle;
pero habiendo sido él mismo sorprendido en una emboscada cerca
DE LOS PAPAS. m
de Aquilea, cayó del caballo y fué herido con una porcion de
golpes mortales.
A la noticia de aquella victoria,. Constante pasó los Alpes,
entró en la Gália, y en dos años se hizo dueño de todas las pro
vincias de su hermano; mas luego, olvidándose de los cuidados
dei imperio, se abandonó á los placeres y á la inercia. Dieron en
tonces los oficiales de su ejército de la Rhetia el título de empe
rador á Magnencio: este subdito ingrato y rebelde, dando al ol
vido que Constante generosamente le habia cubierto con su es
cudo para defenderle del furor de los soldados que trataban de
asesinarle, envió fieros sicarios contra su soberano y bienhechor,
los cuales dieron muerte al príncipe en su misma tienda.
Fiavio Nepociano, á su vez, usurpó el imperio durante algu
nos dias; mas el emperador Heraclela, que defendia los intereses
de Magnencio, le pidió una entrevista secreta, en la cual matólo
con un puñal, y habiéndole cortado la cabeza, la hizo pasear por
las calles de Roma.
Tomó á su vez el título de emperador en Pannonia, Flavio
Veteranio: luego se sometió á Constancio espontáneamente, y se
despojó de la^púrpura, y en cambio recibió el gobierno de la
Bithinia, donde hasta su muerte fué tratado con los mayores
miramientos.
Despues de haber sugetado á los germanos que invadian
constantemente las fronteras de la Gálias, quiso igualmente
Flavio Silvanio ser proclamado emperador por el ejército, empe
ro Constancio corrompió á sus principales oficiales, quienes le
asesinaron en Colonia al mes de su reinado.
Nuevos progresos hacia cada dia Magnencio, adelantándose
hácia Roma á marchas forzadas. Aquel usurpador, mónstruo de
ingratitud, á quien San Ambrosio denomina brujo, Judas, se
gundo Cain, furia, demonio y otras cosas por el estilo, fué al
cabo derrotado en una gran batalla. Persiguióle Constancio has
200 HISTORIA.
ta Lyon, estrechándole tanto, que por no caer en manos de su
enemigo, se atravesó el cuerpo con su propia espada. Decencio,
que habia sido nombrado César por Magnencio, tambien puso fin
á sus dias extrangulándose desesperado.
Habiendo querido abandonarse Constancio Galo, quien Cons
tancio habia dado un grado importante en -el ejército, á actos
de crueldad é insolencia contra los vencidos, mandólo degollar
el emperador, llenando su plaza con el ascenso de su hermano
Juliano. Luego declaró la guerra á los cuados y á los sármatas,
que sometió al imperio de sus armas, pero á su vez fué vencido
por Sapor II, hijo de Hormidas, que reivindicó la Mesopotamia
y la Armenia. Cuando marchaba contra Juliano, á quien ya el
ejército habia concedido el título de Augusto, murió atacado de
una violenta fiebre, cerca del monte Tauro, en la Mesopotamia.
Flavio Claudio Juliano, llamado el Apóstata, fué elegido
emperador. Este príncipe, despues de haber abjurado el cristia
nismo, del que habia hecho profesion en sus primeros años, dió
á los paganos todos los cargos de la magistratura, cerró las es
cuelas católicas y prohibió que se enseñase á los niños retórica,
poesía y filosofía.
Cuentan de este príncipe los católicos, que habiéndose pro-
. puesto reedificar el templo de Jerusalem para hacer mentir las
profecías, se vió obligado á abandonar su temeraria empresa pa
ra escapar de los fuegos subterráneos que levantábanse mila
grosamente para destruir las nuevas construcciones.
Muchos historiadores han juzgado á Justiniano inferior á Cons
tantino, y otros afirman que este príncipe tenia un espíritu mas
brillante y mejor cultivado que el de su predecesor. Su reinado
fué de corta duracion y acabó durante la desgraciada expedicion
contra los persas: en un combate con estos pueblos, fué herido por
una javalina emponzoñada y espiró sobre él campo de batalla.
Los eclesiásticos pretenden que en señal de la cólera de Dios,
DE LOS PAPAS. . ' 201
cayó sobre ói el fuego del cielo, y que Juliano gritó reconocien
do el poder de la divinidad: Tú has vencido, Galileo.
La dinastía de Constantino quedó estinguida en este Empera
dor, dinastía que habia dado al cristianismo un decidido protec
tor y un implaclable enemigo. Juliano, segun las diferentes ver
diones de los autores, ofrece uno de los mas embarazosos pro
blemas que bay que resolver en bistoria. A veces humanitario,
á veces sanguinario, inconsecuente y sábio, avaro y pródigo;
duro para sí mismo y de una indulgencia vituperable bácia sus
favorecidos, parecía que este príncipe era un conjunto extraño
de todos los contrastes. Entre tanto los presbiteros cristianos
han recargado su memoria de todo linaje de acusaciones, aunque
no pueden menos de convenir en que le adornaban muy bellas
cualidades, y que sus defectos fueron la consecuencia de su con
descendencia bácia los que le adulaban. Entre las principales
obras que ban sido conservadas do Juliano, son altamente nota
bles una fábula alegórica, un escrito intitulado El Mtrapogon,
un discurso en honor de Cibeles, otro en el Diógenes y una co
leccion de sesenta cartas, entre las cuales se encuentran inter
calada la dirigida á Temistio, que se considera como uno de los
tratados mas completos de los deberes del soberano para con los
pueblos.
Esta última composicion es sin disputa la mejor pensada y
la de mas correcto estilo. Su libro de los Césares es un comple
mento necesario á la historia jurídica del imperio romano: Ju
liano condena en él los misterios del cristianismo con estremada
sutileza, y vitupera á Constantino y á sus descendientes por la
intolerancia que habian manifestado para asegurar el triunfo de
una nueva religion. En fin, en su indignacion, el Emperador-
filósofo no teme añadir que la mayor desgracia para los pue
blos, es confiar sus destinos en manos de malos sacerdotes ó de
malos reyes.
Al morir Juliano, designó á su primo Procopio para que le
sucediera: mas los soldados ofrecieron la corona á Flavio
Historia de los Papas. 17
202 HISTORIA
Joviano de Pamnonia, que al principio rehusó este honor, de
clarando que siendo cristiano no podia mandar á hombres de
otra religion. Las legiones manifestaron entonces que consen
tían en recibir el bautismo, y aquel admitió el imperio. Sus
primeros cuidados se dedicaron á concluir un tratado de paz
por treinta años, con Sapor II, al cual devolvió las cinco pro
vincias que Galerio le habia quitado, obligándole á que no
socorriera la Alsacia Armenia. En seguida se ocupó de los in
tereses de la religion, expidió terribles decretos contra los ju
dios y les prohibió que ejercieran su culto públicamente.
Este príncipe derogó los edictos de sus predecesores, restable
ció á San Atanasio y á los obispos desterrados por Constancio y
por Juliano, devolvió á las Iglesias los bienes que les habian
sido confiscados; y los honores y los privilegios de que se les
habia desposeído.
Todas aquellas bellas acciones merecían ciertamente los
honores de la santidad, si en los primeros tiempos del cris
tianismo se hubiera acostumbrado hacer esta especie de apoteo
sis. Este príncipe murió súbitamente, despues de un reinado de
siete meses, y la Iglesia olvidó canonizarle.
Fiavio Valentiniano, hijo de Graciano el Cordelero, que
vendia hilos torcidos en Belgrado, fué elejido emperador por
los soldados despues de la muerte de Joviano: tan extraordina
rias eran sus fuerzas, que derrivaba á los cinco hombres mas
robustos de su ejército. Durante su reinado apareció una ley
que permitía casarse con dos mujeres. Este príncipe murió de
una apoplegía.
Su primo Válente, que estaba asociado al gobierno, venció
al tirano Procopio, pariente de Juliano el Apóstata, y consi
guió una brillante victoria sobre Atanarico, rey de los godos:
pero habiéndole su mujer arrastrado al arrianismo, persiguió
á los fieles, que fueron quemados vivos en su tienda por los
soldados.
Despues de Valentiniano, ciñó la corona Fiavio Graciano, hi
DE LOS PAPAS. 203
jo de Valentiniano I, -y de Severa. Este príncipe, pariente del
poeta Ausonio, de Burdeos, se repartió el imperio con el jóven
Valentiniano; era generoso, sóbrio y trabajador; al principio hi
zo la guerra con éxito contra los alanos, los hunos y los godos;
en seguida cayó en la ociosidad, abandonó á sus cortesanos los
negocios del Estado para entregarse sin reserva á los placeres,
á la caza y á deshonestas liviandades.
Entonces Magno Máximo, que quería apoderarse de lá so
beranía de las Islas Británicas, aprovechándose de la imprevi
sion de Graciano, le hizo asesinar.
Tuvo que sostener Valentiniano II, llamado el Jóven, una
terrible guerra contra el tirano Máximo, que pasó los Alpes y le
obligó á salvarse huyendo á Tesalónica, y aun internándose en'
el estremo Oriente.
Teodosio hizo prisionero á este peligroso enemigo, le empe
ñó la batalla al pié de los muros de Milán, y en ella Máximo
fué muerto, quedando Valentiniano restablecido en el trono. No'
gozó, sin embargo, mucho tiempo del poder este infortunado'
príncipe; miserablemente terminó sus dias en Viena, junto al
Del finado, donde le ahogaron sus eunucos, que le dejaron sus
pendido con el objeto de hacer creer que él mismo se habia es
trangulado de desesperacion.
Valentiniano y Teodosio, para afirmar la autoridad del clero,
hicieron leyes por las cuales se prohibía ofrecer sacrificios á los
falsos dioses, abrir templos paganos, conservar los ídolos, y
hasta quemar incienso en honor de los Penates.
Durante todo su reinado no tuvo Teodosio otro pensamiento
que el de hacer felices á sus subditos y honrar á la Divini
dad por medio del oulto de la verdadera religion. Elevado
sobre el trono este príncipe á causa de su mérito, tuvo la di
cha de reanimar el imperio cuando estaba próximo á su caí
da; y no solamente mostró valor para aumentarle con nue
vas conquistas, sino que, lo que es mas glorioso, habiéndole
204 HISTORIA
dado la fortuna otro imperio, tuvo la abnegacion bastante para
devolverle aíjóven Valentiniano. Por último, su vida está llena
de generosas acciones, y sus actos de debilidad, naciendo de la
misma bondad de su corazon, en nada ofasean el claro resplan
dor de sus virtudes.

n.

Antes de continuar, debemos echar una mirada al cuadro


de disolucion que presentaba el imperio durante los cuatro si
glos que llevamos reseñados: corrupcion tan espantosa era sín
toma indefectible de su ruina.
Al sagaz Augusto sucede, pues, Tiberio, fango mezclado
con sangre, el cual rodeado de espías y de infamias, disfrazando
con voces antiguas nuevas maldades, se regocija en la sangre.
Siguele un jóven, loco furibundo; á este un sanguinario im
bécil, enfurecido por libertos y por mujercillas, y finalmente,
otro jóven discípulo del mas célebre filósofo, ascendido al
imperio en la flor de sus años, y que pareciendo elegido
para reparar los daños y la vergüenza de las anteriores '
dominaciones, reune en sí por el contrario y empeora la di
solucion y las atrocidades de sus predecesores; hace gala de
las infamias que Tiberio escondia entre las rocas de Caprea;
maneja expertamente los venenos; incendia, mata á su maes
tro, á su esposa, á su amante, á su madre; y á cada nueva
barbárie, pueblo, caballeros y senadores le decretan nuevas
gracias, apresurándose á descender mas bajo con sus humi
llaciones.
. ¿Cómo soportaba, pues, Roma á un loco, á un imbecil, á un
mónstruo, á un tirano?
Si la unidad de la fuerza encerraba en un círculo de hier
ro las provincias del imperio, dejaba que se aflojasen todos
los nudos en el interior; y cada uno, con universal egoísmo,
DE LOS PAPAS 205
se reconcentraba en sí mismo desconfiando del vecino, que
no sabia cómo procedería d pensaría, pues qüe los hombres
no se hallaban de acuerdo en máxima alguna, ni de política,
ni de moral, ni de religion. El senado, aun cuando ya nada
representaba, retiraba altaneramente la mano del pueblo; los
Protorianos querían tiranizar, y con tal que pudieran hacer
lo, con tal que obtuviesen aumento de sueldo y disminucion
de servicio, no les importaba que se sirvieran de ellos para
el asesinato; por último, la plebe, sintiendo ira y sospecha
respecto de los patricios, veia alegre que su tribuno humilla
se á los descendientes de aquellos, cuyos padres la habian tenido
esclava y hambrienta.
La guerra civil habia admitido en el número de los ciuda-
nos á una multitud de libertos con su mal adquiridas rique
zas, con la insolencia del hombre nuevo, y con los vicios de
la fortuna inesperada y de que no sabian usar. Los antiguos
señores, que habian sobrevivido á la guerra y á las proscrip
ciones, despues de haberse señalado por su ambicion, intri
gas, litigios y perjurios, objetos del desprecio del pueblo y de
la religion, se consolaban de su nulidad en un epicureismo
afeminado, cuyo tipo era Mecenas, escritor y consejero de Au
gusto, envuelto en trajes mujeriles, escoltado de eunucos, y
buscando nuevos sentimientos en el vino, en los ruidos y en los
multiplicados divorcios.
En el exterior, los griegos y los galos no sentían afecto há-
cia los romanos, ni estos compasion ninguna por las concu
siones y atentados de que era víctima la Gemianía. Por esta
causa no hubo ni una conjuracion, ni una tentativa de revo
lucion hasta la de Pison, y este mismo fué impulsado por am
bicion, no por el deseo de restablecer la antigua república,
perpétuo é impotente afan de los grandes hombres de aquel
tiempo- Pero solamente estos tenían este deseo de lo pasado:
el pueblo estaba inerte, y solia alegrarse cuando juntamente
con los gladiadores se le daba el espectáculo de ver cortar ca
206 HISTORIA
bezas de nobles. Tampoco los soldados hicieron nunca un
movimiento durante la dominacion delos Judios, porque fie
les aun á la antigua disciplina, confundian la fidelidad á la
bandera con la obediencia al Emperador: solo despues de ha
ber caido aquella familia se creyeron arbitrios de ofrecer el
imperio de su capricho.
Y en verdad, ¿á qué moverse si ninguno sabia si lo sosten
dría su vecino? Llene, pues, Calígula las dos listas del puñal
y de la espada; envíe Tiberio la muerte desde el seno de la mas
baja voluptuosidad; sea brutal y feroz ó infamante el opresor,
porque los oprimidos no saben quererse ni entenderse, ni
conocen mas gloria que la de rendir homenaje á los due
ños. ¿Qué era de la generosidad, se dirá, qué de la virtud?
¡Ah! no parecía sino que la blasfemia de Bruto habia encon
trado eco en todos, desde que veían tan subvertida toda cla
se de órden. ¡La pátria! ¿Cómo podia interesarla que se ex
tendia desde el Elba al Niger? ¡La filosofía!; pero esta no te
nia unidad ni eficacia; era un puro ejercicio de escuela, cuyo pun
to mas sublime consistía en saberse dar la muerte, es decir, en
abandonar á hermanos en cuyas miserias no se habia tomado parte.
. La filosofía estóica es verdaderamente el único destello de
vigor que vemos en aquel tiempo miserable. ¿Pero cuáles
eran sus doctrinas? Apaleado Epícteto por su amo le dice:
cuidado que me rompereis los huesos; continúa el amo, le rompe
una pierna, y el esclavo esclama: ¿No os lo decía?
Este esclavo hablaba así de la libertad: «Porque es libre
• aquel á quien todo le sale bien, quiero que todo me suceda
«tal y como yo lo desee. Decíame un loco: — oh, amigo, la lo-
scura y la libertad nunca van juntas. La libertad no solo es
«cosa muy bella, sino muy racional, y nada es mas irracio
nal y bajo que el desear temerariamente y querer que nos
• sucedan las cosas como las habiamos pensado. Cuando ten-
»go que escribir el nombre de Neron, menester es que lo es-
• criba, no como quiero, sino tal cual es, sin cambiar ni unale
DE LOS PAPAS. 507
• tra. Otro tanto sucede en las demas artes y ciencias, y ¿tú
•pretendes que respecto de la mayor y mas importante de to
adas las cosas, la libertad, remen el capricho y la fantasia?
«La libertad consiste en querer que las cosas ocurran, no co-
»mo me acomode á mí, sino como deben suceder:»
¡Sublimes exageraciones! Pero pues que los acontecimien
tos humanos son regidos por una necesidad fatal, y la volun
tad humana tiene fuerza para resistir y sufrir, y no para
obrar, no puede esperarse tranquilidad mas que en un aisla
miento austero y triste. Demonaco, filósofo respetado hasta
por el burlon Luciano, no queriendo obligar por ' la fuerza á
sus siervos, ni aceptar los servicios espontáneos de gente
que despreciaba, y habiéndose quedado sin el uso de sus
miembros, se dejó morir de hambre. Advertido Marco Aure
lio de las tramas, de un ambicioso, responde. Dejémosle obrar,
que si no está predestinado para vencer, sucumbirá, y si lo
está, ninguno puede matar á su sucesor. Esto es fatalismo,
no clemencia. «Espere el sabio el bien (dicen, los estóicos) de
»sí únicamente: lo único malo es creer en el mal. Vale mas
• morir de inaccion sin temor, que vivir angustiado en la
• opulencia; mejor es que esté triste tu esclavo que seas tú
• infeliz; «cuando abraces á tu esposa y á.tus hijos piensa que
»son mortales, y así no te desesperarás al perderlos. «La compa-
'sion es el vicio de los débiles que se doblegan á la apariencia
• de los males agenos, y por eso desdice del hombre. Las des-
• gracias son decretos, no accidentes. El sábio no obedece á
• Dios, no hace mas que consentir. En cierto modo el sábio es
•superior á Dios, porque en este es un mérito natural la falta
• de temor, y en el sábio es un mérito propio. »
La caridad es, pues, reputada vicio, y sin esta el obstine et
sustine extingue toda actividad, quita todo amor y hace á los
hombres inertes para mirar las miserias de un vulgo que se
muere de hambre á la puerta de los palacios en que se come
opíparamente al son de las canciones de Anacreonte.
S08 HISTORIA
¿Cuál es el colmo de la virtud estóica? Obstinarse en una
resolucion una vez tomada; mirar como una traicion toda
transaccion con el enemigo de la libertad pátria; aun cuando
solo se estipule el olvido y la libertad de retirarse; castigar
se uno mismo tanto por la desgracia en las armas como por
la cobardía; disponer Je la vida como de un bien que única
mente debe conservarse con ciertas condiciones; despreciar
á los tiranos, los cuales no pueden hacer mas que dar una
muerte no temida; y meditar basta el último suspiro acerca
de sí mismo. En esto consiste el secreto de la magnanimidad
mostrada por Cremucio Cordo y por otros muchos, que con
sideran el suicidio como un refugio ó como una esperanza.
Al oir Arria, esposa de Peto, que está condenado á muerte
su marido, se hunde un puñal en el pecho, y dándoselo ense
guida á Peto le dice: JVo hare daño. Ordena Vespasiano á El-
vidio Prisco que no se presente en el Senado, y le responde
este: Puedes quitarme la dignidad de senador; pero mientras
lo sea. iré allí. —Sí vas, replica el Emperador, calla. — Con
tal que no me interrogues, responde el senador, y Vespasiano
le dice: Pero si estás presente, no puedo menos de pedirte tu
parecer. —Ni yo dejar de contestarte como me parezca que de
bo hacerlo. Si me lo dices, te mandaré matar .—¿Acaso te he
dicho que yo era inmortall Entrambos haremos lo que nos
corresponde; tú, me harás morir y yo moriré sin pena.
Cuando conducían á la muerte á Plaucio Laterano, le diri
gió un liberto de Neron algunas preguntas, á las cuales res
pondió: Si tuviese el alma tan abyecta que fuese capaz de ha
cer revelaciones, las haria á tu amo, no á tí. El tribuno Esta
do, que le mató, era su cómplice, y no por eso le dirigió re
convencion ninguna. No habiendo hecho este mas que herir
lo al primer golpe, sacudió él la cabeza, y la volvió á colocar
en la actitud oportuna para ser decapitado.
Complicado Flavio en la conjuracion contra Neron, observó
DE LOS PAPAS. 209
al tribuno que no era bastante profunda la fosa que se le ha-
bia preparado, y como este le digese, que tendería bien el
cuello, así puedas tú lierir tan bien, le replico. Caninio Julio
tuvo un altercado con Calígula, el cual le dijo al despedirlo:
No dudarás que te he condenado á muerte. — Gracias, exce
lentísimo emperador, le constestó Julio. ¿Consideraba este la
muerte como una gracia en un imperio tan malo, ó era que
queria escarnecer con su respuesta la bajeza de los agrade
cimientos cortesanos? Pasó diez dias tranquilo, esperando que
Calígula cumpliese su palabra, y se bailaba jugando á las da
mas cuando entró el centirion con el anuncio de que debia mo
rir. Espera que cuente las damas, respondió tranquilo, y dijo
á sus amigos que lloraban. ¿Por qué os entristecéis? Vosotros
disputais sobre la inmortalidad del alma, y yo voy á descubrir
la verdad. Preguntándole un amigo mientras se aproxima
ba al lugar del suplicio en qué pensaba, le dijo: Quiero ob
servar si en este breve instante advierte el alma que va á salir del
cuerpo.
Cuando le llevaron á Séneca la órden de morir, soli
citó un momento para variar algunas disposiciones de su
testamento, y habiéndosele negado, consoló á los amigos re
cordando sus acostumbradas conversaciones, y dejándoles, ya
que otra cosa no podia, el ejemplo de su vida y el ódio con
tra Neron, asesino de su madre, de su bermano y de su
maestro. Habiéndole dicho su esposa Paulina que deseaba morir
con él, no se opuso y la dijo: Yo que te lie ensemido el modo
de vivir, no te envidiaré el honor de morir. Si tu conciencia es
igual á la mia, será siempre mas gloriosa. Se hizo abrir las
venas y continuó dictando á sus escribientes; viendo despues
que tardaba demasiado la muerte, se hizo meter en un baño ca
liente, y roció con su agua á los siervos que lo rodeaban, di
ciendo: Mago estas aspersiones en honor de Júpiter libertador,
por seguir la costumbre de los Griegos que lidiaban en honor
de Júpiter conservador al salir de un banquete. Paulina lo imi
210 HISTORIA
taba en otra cámara, pero Neron ordenó que le restañasen la
sangre por fuerza.
¿Era esto virtud, ó mas bien imitacion? Séneca no creia que
mas allá de la vida le aguardasen premios ni castigos, y se
regocijaba de haber despertado del bello sueño de la inmor
talidad del alma. Además, para admirar su muerte filosófica
fuera menester olvidar las exhorbitantes riquezas que adqui
rió y que ofreció á Neron con tal que le dejase la vida; sus usu
ras, que motivaron la revolucion de la Bretaña, y lo que
es mas grave, el haber impulsado á un hijo á matar á su ma
dre, si no miente la fama. De todos modos lo cierto es que no
abandonó á su alumno despues de verlo tan manchado, y que an
tes por el contrario prostituyó su talento hasta el punto de es
cribir su disculpa.
Su sobrino Lucano, por salvarse, denunció á su propia ma
dre, y Neron se aprovechó de su vileza para deshonrarlo, pe
ro no por esto le quitó la gloria de morir declamando versos.
Mela, su padre, no dejó que se enfriara siquiera su cadáver
para tomar posesion de sus bienes y manifestar también á
Neron lo poco que se interesaba por su delincuente hijo; pero
recibió órden de abrirse tambien las venas, y la cumplió sin
exhalar un lamento. Véanse, pues, tres suicidios en una sola fa
milia, heróicamente sostenidos, y precedidos cada uno de una
bajeza.
¿Admiraremos nosotros esta filosofía que enseña á morir,
y no á vivir? Sin un deseo respecto del porvenir, sin un an
helo por una segunda vida ó por el progreso de la humanidad ,
caen los Estóicos en la inaccion; buenos acaso para sí mis
mos, no favorecen á los demas, rehusan prestar homenaje á
un mónstrua, pero elevados á las magistraturas, no desean el
bien,- de manera que esta filosofía no mejoró en nada absolu
tamente la legislacion, aun cuando la habia defendido del epi
DE LOS PAPAS. su
cureismo. Porque la ciencia antigua mas bien se inclinaba á la
abstraccion que descendia á la práctica; ó en la práctica se apli
caba á la personalidad sin elevarse, á consideraciones de bien
general. VJ . • , ' 'i
Una escuela que predicaba virtudes imposibles, era natural
que aconsejase el suicidio y de tal manera fué escuchada ,
que sus mismos campeones debieron moderar sus principios,
diciendo que era muy hermoso suicidarse, pero que por esto,
placer no se debian olvidar los deberes particulares. En efec
to, la muerte no era solamente una precaucion ó un preser
vativo contra los tiranos, ni eran menester grandes acciden
tes ó enemistades imperiales para dirigir contra sí mismo una
mano homicida. Marcelino, jóven, rico y amado, se ve ata
cado de una enfermedad que puede curarse; y sin embargo
quiere morir: reune á sus amigos, y los consulta como si se tra
tara de un contrato ó de un viaje: algunos lo disuaden; un estói-
co, al contrario, lo exhorta á la muerte considerando bastante
razon para morir hallarse harto de la vida. Despídese por
tanto Marcelino de sus amigos, distribuye dinero á los siervos,
que no quieren darle la muerte, y en seguida se abstiene de
todo alimento durante tres dias, despues de lo cual lo llevan á
un baño, donde espira murmurando algunas palabras sobre el
placer de sentirse morir.
Cocceyo Nerva, jurista muy experimentado, disfrutando de
buena salud y mejor fortuna, resuelve poner término á sus dias,
y por mas que Tiberio procuraba apartarle de" su intento se deja
morir de hambre.
Sin elevacion de doctrinas, y sin esperar seguramente ser
admirado como un filósofo, un gladiador conducido al circo,
mete la cabeza entre los rayos de una rueda, y se la deja tron
char. ¿Qué mas? Se habia introducido el refinamiento en la
muerte, y los cobardes, del mismo' modo que los fuertes.
212 HISTORIA
eran acometidos alguna vez de la manía del suicidio; verificán
dolo algunos por mera saciedad de la vida, por no tener que le
vantarse todos los días, comer, beber, volverse á acostar, tener
frio y calor; por no tener, en fin, que pasar por la primavera, po
el verano despues, en seguida por el otoño, por el invierno lue
go, y no ver nunca nada nuevo.
Este valor en último resultado se reduce, pues, al egoismo,
cuyo acto mas refinado es precisamente el suicidio, que aniquila
las relaciones sociales y destruye toda responsabilidad, mientras
que el hombre generoso no piensa en librarse de los males, sino
en sufrirlos y sacar partido de ellos. Y si, como propalan estos
filósofos, la muerte no es nada, ¿á qué prepararse á ella con tan
to orgullo, por qué hacer de ella el asunto de las disputas de
escuela y de los ejemplos sociales?
Partiendo del mismo principio, van á parar al mismo térmi
no dos doctrinas, que sin embargo se dicen contrarias, la estoi
ca con el egoismo espiritualista, y la epicúrea con el material,
combinadas entrambas con la manía de lo extraordinario. El
epicúreo decia: «No puede comprenderse el sumo bien separa
do del placer de los sentidos: la sensacion es la voz de la natu
raleza. Pero no dependiendo siempre del hombre gozar y no
padecer, debe moderar los deseos, en lo cual consiste la virtud.
Dentro del toro de Faláris diré: No me hace daño, asi como
Epicuro, muriendo entre las convulsiones del mal de piedra,
exclamaba; Dichosísimo yo, y este es el dia mas afortunado de
toda mi vida.*
' En esa solicitud para alcanzar una perfeccion ideal, solitaria,
indiferente á toda moralidad, que niega toda expansion gene
rosa, se echa de ver una temeridad sacrilega, que petrifica el
ser humano, constituido en ídolo, convierte en egoísta al sa
bio, hace consentir el bien en un juicio del entendimiento,
repugnante al testimonio de los sentidos, y quiere llegar á la
DELOS PAPAS. 213
felicidad por un camino impracticable. Por consiguiente; el
uno con la imposibilidad de llegar al modelo propuesto, y el
otro con la indolencia, no considerando entrambos el bien sino
en relacion con la vida de los sentidos, con el presente, con el
individuo, suspenden la actividad humana, aflojan los vínculos
domésticos y aniquilan la sociedad.
El epicúreo se eleva tambien con su negligencia hasta el
heroísmo de los estóicos, y muere entre rosas y en brazos de
las meretrices, como estos con los libros de Platon en la mano.
Anuncian áAgripino que se reune el Senado para juzgarlo, y
exclama: Que lo haga: vamos nosotros en tanto al baño, que ya es
la hora. Vá, y oyendo al salir de él que ha sido condenado,
pregunta: ¿A muerte?— Al destierro —¿Han sido confiscados mis
bienes?—No.— Partamos, pues sin pena, que en Aricia comere
mos tan bien como en Roma.
Mas frecuentemente enseñaba el epicúreo á gozar de la vi-,
da, y echar á la espalda el temor de los dioses; y difundiendo
la impiedad, incita*ba á los grandes á los delitos del ateísmo,
sin librar al vulgo de los de la supersticion. Porque en último
resultado, la ciencia epicúrea era una ciencia aristocrática^ que
se dirigía á poco, á la manera de los libres pensadores del siglo
pasado, y como estos no nombraba á la multitud sino para des
preciarla.
Si la filosofía carecía de doctrinas, y habia llegado á ser
ejercicio de disputas y de ganancia para los Cínicos y para
los Epicúreos 6 diversion de calle y de escuela para el pueblo
y para los ricos, la religion por su parte carecía de dog
mas. Del mismo modo que se habia abierto la ciudad á todos
los extrangeros, se habia abierto el cielo á todos los dioses:
todas las pasiones deificadas, obtenían sacerdotes, sacrificios
y fiestas en el santuario de Vespa y de Rea; y t oda dama tenia
en el lugar mas retirado de su casa el sol etiópico, simboliza
do en el gavilan, divinidades fenicias, la mitad mujeres, la
otra mitad peces, y "piedras druídicas. Germánico hízose ini
ciar en los torpes misterios de Samotracia y en el culto de los
114 BISTOKlA' :
barrigudos Cabires; él, Agripina, y Vespasiano consultaban
las divinidades de Egipto. En una palabra, Roma «encontró
en el botin de cada conquista un dios,» y despues por medio
de la apoteosis hizo dioses á todos sus execrables empera
dores.
Despues de los funerales del Emperador muerto, celebra
dos con magnífica pompa, se ponia su efigie de cera en un le
cho de marfil, cubierto de un suntuoso tapete de oro, figu
rando que era el mismo Emperador aun enfermo. Senadores
y matronas iban á visitarlo; permanecían sentados algunas
horas á su lado, y duraba siete dias esta ceremonia; al octavo,
los principales senadores y caballeros paseaban procesional-
uaente el lecho con la efigie, tal como estaba, y lo llevaban á
la plaza pública, á donde se trasladaba el nuevo Emperador
acompañado de los señores romanos mas ilustres. Allí se le
vantaba un tablado de madera, imitando la piedra, y adorna
do de un espléndido peristilo de marfil y de oro, bajo el cual
se colocaba la efigie en un lecho lujoso, y alrededor se can
taban por dos coros las alabanzas del príncipe difunto: du
rante el canto estaba sentado el Emperador con su acompa
ñamiento en la plaza, y las matronas debajo del pórtico. Con
cluida la música, se encaminaba la procesion al campo de
Marte, llevando tambien las estátuas de los romanos mas
ilustres, desde la época de Rómulo, algunas de bronce, re
presentando las provincias sometidas al imperio, é imágenes
de hombres célebres. Iban detrás los caballeros, los soldados
y caballos de carrera, y en fin, los donativos de los pueblos
tributarios, y un altar de marfil, y de oro enriquecido de pie
dras preciosas. Subido el emperador en la tribuna de los ora
dores, durante esta procesion, ' hacia el elogio del muerto.
Habia elevada en medio del Campo de Marte una pira, que
estrechándose gradualmente formaba una especie de pirámi
de, revestida esteriormente de ricos tapices recamados de
oro .¿y adornada de figuras de marfil, llena por dentro de leña
seca y teniendo encima el carro dorado de que solia servirse
el emperador muerto. Colocábase en ei cuerpo inferior el le-
oho imperisl con la efigie de cera por los mismos pontífices,
DE LOS PAPAS . 24S
y se derramaba sobre él perfumes y aromas. Despues de 1 be
sar la mano de aquella imagen, el nuevo emperador y los
parientes del difunto, se sentaban en los sitios que les estaban
destinados. Habia enseguida alrededor de la pira carreras de
caballos, y desfilaban despues soldados y carros, cuyos con
ductores iban vestidos de púrpura. Verificadas estas cere
monias, el emperador, seguido del cónsul y del magistrado,
aplicaba el fuego ala pira, y cuándo principiaban á elevarse
las llamas, se dejaba volar desde encima de la hoguera, un
águila, que dirigiéndose al cielo, hacia creer que llevaba al
Olimpo el alma del difunto: para las- emperatrices, en vez de
un águila, se echaba á volar un pavo real. Se construía des
pues un templo en su honor; se le daba el título de divino; se
le señalaban sacerdotes, y se instituían sacrificios en su ob
sequio.
Aceptar indistintamente todo dios equivale á no tener nin
guno: de tal manera la religion era una ley, no una fó; las fies
tas eran ostentaciones; el culto público era política, y el pri
vado un gusto individual, segun el cual se elegía un Dios
predilecto á quien dar las víctimas mas pingües, á quien re
comendar los negocios, la familia y los amores. No se creia
en la Providencia, sino en la fatalidad, cuyo indomable rigor
daba á unos el valor de matarse, é impulsaba á otros -á son
dear un porvenir que no podían evitar. Venían astrólogos de
Caldea, augures de Frigia, adivinos de la India; separado de
la fé el culto nacional, y mezclado con instituciones extranje
ras, dejaba abierta la puerta á mil supersticiones, al terror de
potestades secretas, á una curiosidad mezquina de las cosas
ocultas, á la manía de lo extraordinario y de lo estravagante,
de modo que nunca se habían multiplicado tanto loa presti
gios, los oráculos, los sortilegios y los misterios de las ciencias
teúrgicas.
Horacio, Virgilio y los demas escritores ds los mejores tiem
pos, afirman que estaba propagada la creencia en los magos
y en las hechicerías, que ellos llaman strígos. De estas se ha
bló mucho mas, y de los vampiros que volvían á chupar 'á los
•vivos; y los milagros que veremos en Apüleyo y Apolonio Tía
246 HISTORIA
neo nos descubrirán cuanto se calentaba la cabeza con seme
jantes opiniones, no solo el vulgo, sino la gente mas educa
da. No habia rico que no tuviera un astrólogo entre sus sier
vos, se hacia trabajar ansiosamente al quiromántico ó nigro
mántico; y cuando caia un rayo ó se descubría algun cadá
ver, se creia que una revolucion imprevista debia llevar á
ciertos hombres desde la miseria al trono ó desde les palacios
á las gemonías. Doncellas ávidas de amor, jóvenes solícitos
de una herencia, esposas ansiosas de ser madres, viejos ener
vados, amantes celosos y magistrados ambiciosos acudian á
estas impías locuras, para satisfacer las cuales ni siquiera se
temia degollar á los niños.
Al paso que ya no se creia en los dioses, sentía la conciencia
la necesidad de acercarse al Dios indignado, y decirle, perdona;
experimentaba una necesidad de purificaciones y expiaciones,
de tal manera, que para limpiarse de culpa, unos se bautizaban
con sangre en las ceremonias de Mitra, otros marchaban par el
Tíber helado, ó despues de haberse bañado atravesaban de rodi
llas el campo de Marte: y si está irritado Anubis, decreta el
pueblo que se vaya á Egipto á traer agua del Nilo para purificar
el templo ó que se ofrezcan vestidos á los sacerdotes de Isis ó
huevos á los de Belona.
Al lado de los soldados se hallaba una gente cada vez mas
debilitada con el lujo y los vicios, delirante por los juegos del
anfiteatro, y que no manifestaba su voluntad sino tomando
parte por este ó aquel bailarín, por tal ó cual faccion del cir
co. A esta chusma prodigaba cada nuevo emperador regalos
y juegos, y la corrompía, no solo con las crueles y deshones
tas diversiones del circo y del teatro, sino tambien con las
artes de los retóricos y de los poetas. Extinguido, pues, todo
sentimiento noble y elevado, se levantaban el fausto, el egois-
mo y la indolencia.
No habiendo nada que contuviese en esta sociedad, ni al rey
en el trono, ni á la dama en el gabinete, se entregaron los ro
DE LOS PAPAS. M
manos á la corrupcion más profunda que nos presenta ninguna
otra época. ¿Dónde encontrar una série de emperadores mons
truosos igual á la de aquellos que hemos visto y veremos sus
pendidos entre las gemonías y la apoteósis? ¿Qué seria, pues, si
nos fuese dado penetrar en las casas, é indagar la moralidad pri
vada? De una familia nos quedan memorias, la Julia, y su sim
ple genealogía, es una cadena de crímenes. Mezcla de sangre y
de nombres, producidas por abusos de adopciones y divorcios-,
mujeres de tres ó cuatro maridos, emperadores de cinco ó seis
mujeres: un Druso es envenenado por Seyano, otro recibe la ór-
den de morir, y un tercero recibe la muerte en el destierro: son
inmolados á la seguridad del príncipe Agripa Póstumo ¡il prin
cipiar el reinado de Tiberio; Tiberio el Jóven, al comenzar el de
Calígula, y Británico al inaugurarse el de Neron. Cueo Domicio,
padre de este último emperador, se divierte frecuentemente en
lanzar con furia el carro contra un niño, en matar á un esclavo
que no bebia bastante; saca en pleno foro un ojo á un caballero,
y siendo pretor, roba los premios en los juegos. Julia, madre, es
desterrada por su padre como disoluta, despues de tres matrimo
nios, y luego condenada á morir de hambre por su esposo Tibe
rio: Julia, hija, convencida de adulterio, perece en una isla Ju-
nia Calvina es proscripta por incestuosa; son deshonradas por su
hermano las hermanas de Calígula, y una de éstas es elevada á
diosa, mientras que los amantes de todas ellas reciben la muerte á
consecuencia de las antiguas leyes tutoras de la moralidad. Dru-
silina, hija de Calígula, es asesinada con él, contando apenas dos
años. Augusto contrae matrimonio con Livia, que estaba en cin
ta de otro: Livia Orestilla, arrebatada á su marido Cayo, se vé
repudiada al cabo de pocos dias, y desterrada al cabo de dos años:
él mismo arrebata á Lolia Paulina á su marido, por la fama de
belleza que habia gozado su abuela, y pocos dias despues la des
pide de su lado, prohibiéndola unirse á otros hasta que al fin le
Historia de los papas, tomo i. 18
248 HISTORIA
envía la órden de matarse. Alábase á Claudio de no haber toma
do esposa que perteneciese á otro; pero tuvo cinco mujeres lo
mismo que Calígula, y entre estas una Mesalina y una Agri-
pina, nombre que aun hoy indica todo lo peor que puede haber
en su sexo. Claudio arroja desnuda en el umbral de la puerta de
su esposa á una niña que cree adulterina. Mesalina hace dester
rar y matará Julia, hija de Germánico, y á otra sobrina de Tibe
rio; una Lépida, pariente de Césares, rivaliza con Agripina en
belleza, opulencia, impudor y violencias, y esta la hace matar.
. En el palacio de los Julios podian verse la cripta ó catacumba
donde fué asesinado Cayo, y la cárcel donde se dejó consumir de
hambre aljóvenDruso, royendo la borra de los colchones, y lan
zando contra Tiberio imprecaciones que hacia este recoger solíci
tamente para repetirlas despues en el Senado: en esta sala bebió
Británico la copa que se le presentó, y murió en el acto: en este
gabinete excitó Agripina el amor de su propio hijo, que en este
jardín tocó con insultante curiosidad su cadáver.
¡Esto en una sola familia! Y eran dioses y diosas, expuestos á
la consideracion de todos, protegidos por la memoria de grandes
progenitores. ¿Qué encontraremos introduciéndonos en otros la
res? ¿En la casa de Agripa, donde «Vipsaniá fué la única que
murió de muerte natural, sabiéndose de los demás que la recibie
ron del hierro, ó creyéndose que seles dió con veneno ó por medio
del hambre?» ¿En los palacios patricios, donde se esperaba de los
Césares una invitacion para prostituirse ó matarse? ¿En el labo
ratorio de Locusta, por mucho tiempo instrumento importante
del gobierno, y á donde se iba á buscar provision de filtros para
enamorar á otros, ó tósigos para acelerar la viudez ó la herencia,
ó abortivos para concebir inútilmente? ¿En cada uno de los pala
cios, donde habia tantos enemigos como esclavos, los cuales, po
niéndose de acuerdo, mataban á sus señores, ó hacían el oficio de
espías denunciando al emperador todos sus actos y pensamientos?
DEL06 PAPAS. 419
Tácito, implacable revelador de aquella corrupcion, nos
muestra (hablando solo de los delitos privados) diez y nueve mil
reos de muerte, que combaten en el lago Fucino para cumplir
un loco deseo de Claudio. Cuando este emperador restableció el
suplicio de los parricidas, hubo en cinco años más sentencias por
este crimen que habia habido en muchos siglos; y Séneca ase
gura que se veian más sacos que cruces. Se repetian los supli
cios con tal frecuencia, que para no tener que velar las estátuas
á cada momento, las quitaron del Jugar de las ejecucciones:
cuarenta y cinco hombres y ochenta y cinco mujeres, fueron
condenados por envenenamiento. Habiéndose arrojado desde
una ventana Papirio, jóven perteneciente á una familia consu
lar, atribuyeron la culpa de esta violencia á su madre. Repu
diada esta hacia mucho tiempo, lo habia impelido con el lujo y
la seduccion á tales desórdenes, que se libró del remordimiento
dándose la muerte. Acusada Lépida, de la familia de los Emilios,
sobrina de Sila y de Pompeyo, de adulterio, de envenenamien
to, de suposicion de prole y de sortilegio, se presenta en el tea
tro con el acompañamiento de todas las matronas nobles, é in
vocando á sus antepasados y á Pompeyo, suplica con tanta elo
cuencia, que el pueblo prorrumpe en imprecaciones contra el
marido acusador; y sin embargo, por las declaraciones de los
esclavos, se la prueba el delito y se la destierra. Plutarco dice
relativamente á esto: «En casi todas las familias hay muchos
«ejemplos de hijos, de madres y de esposas muertas; son innu
merables los fratricidios, y es verdad demostrada que un rey
• debe matar á su hermano por su propia seguridad.
Véase á este pueblo en los espectáculos querer, no la obsten-
tacion de la destreza y de la habilidad como los griegos, sino lo
extraordinario y las sensaciones violentas. No hablaré ya delos
glandiadores ni de las fieras; pero en el teatro mismo, si se re
presenta el incendio del antiguo Afranio, se prende fuego real
220 HISTORIA
mente á las casas y se deja á los histriones la facultad de sa
quearlas. El buen Marco Aurelio presenta al pueblo un leon
enseñado á comer hombres, haciéndolo con tanta gracia, que el
pueblo unánime pide al emperador que le dé libertad; cae pro
piamente un Icaro del cielo, y al momento se arroja un oso á
devorarlo; el drama de Prometeo concluye con un suplicio ver
dadero; clavado en la cruz Laureolo; en una de éstas representa
ciones es devorado por una fiera; un Orfeo es destrozado por osos
verdaderos, en lugar de las vacantes; queman á uno para figu
rar á Hércules en el monte Oeta; mutilan á otro á imitacion de
Atis; es destrozado por un oso un Dédalo, que bien quisiera te
ner las alas de este personaje fabuloso; se reproduce, en fini él'
heroísmo de Mucio Escévola, por un esclavo condenado ¿ dejar
se quemar la mano, aun cuando no habia cometido ningun
error. Marcial refiere y admira estas escenas, y multiplicándo
las compraban los emperadores la libertad de aquel pueblo que
habia destruido la libertad en todas partes.
La sencillez del pudor, que se conserva por una ignorancia
feliz; ¿cómo podia subsistir en Roma, donde los niños de ambos
sexos iban juntos álas escuelas; donde se suspendian priapos al
cuello de las niñas; donde estaban adornadas la ciudad y las casás
de figuras impúdicas y desnudas; donde se lavaban en los baños,
todos confundidos, jóvenes impúberes, ancianos, doncellas y ma
tronas? No se temia poner en las manos de las jóvenes los anti
guos autores cómicos con sus impudentes obscenidades; asistía
la madre con su hija á los indecentes bailes de las Lupercales, Ó
á las danzas que las cortesanas celebraban en honor de Flora, asi
como tambien á los teatros, donde representaban los mímicos la
embriaguez de la prostitucion y del adulterio, ú ostentaban las
caricias lascivas de Danae y Ariadna. ¿Qué más? ¿No asistían á
la representacion de las bodas de Pasifae, ejecutadas en toda su
brutal realidad? ¿Qué pensamientos debian acompañar á estos es
DE LOS PATAS. 221
pectáculos?¿Qué discursos habian deseguirlos? ¿Qué actos habian
de ser sus resultados?. .
Faltando la clase mas numerosa y útil de los cultivadores
libres y de los pequeños propietarios, los ricos por voluptuosidad
y los pobres por necesidad, huian del matrimonio, y á los ino
centes placeres del consorcio que compensan los sacrificios de dos
corazones honrados, preferían las tempestades de un celibato li
cencioso y la vulgaridad de caricias compradas. Si por huir de las
amenazas de la ley Papia Popea se contraia matrimonio, se tar
daba poco en repudiar á la esposa, multiplicándose los divorcios
hasta el punto de hacer legal el adulterio, ó se destruían sus
frutos antes de su madurez, ó segun la horrible costumbre de toda
la antigüedad, se arrojaban á la calle los recien nacidos. Exclui
das las mujeres de cuidados mas graves, se perdian en un lujo fri
volo ó en intrigas de adulterio ó de peculado, se consolaban de
una vida fastidiada é inferior: no quedó, pues, en tiempo del im
perio mas que el esceso de la corrupcion. Apenas se daba un ma
trimonio que no estuviese contaminado: Refiere Plinio que Lolia
tuvo puesto en una cena un adorno por valor de cuarenta millo
nes de sestercios en perlas; Tácito nos muestra á las mujeres de
su tiempo descendiendo á la arena con los gladiadores, y á las
matronas prostituyéndoseá porfía con las mujeres perdidas, ó en
tregándose á los esclavos con tal furor, que el Senado tuvo que
oponerse al escándalo con aquellos remedios que lo ponen de ma
nifiesto, pero no lo corrigen. El año 19 de Cristo, prohibió el Sena
do que las viudas, las hijas y sobrinas de un caballero romano,
fuese matriculadas por los ediles en el número de las que trafi
caban con el amor: extraña prohibicion cuya razon no se adivi
naría si no nos dijesen Suetonio y Tácito que las mujeres de bue
nas casas se inscribian entre las que tenían por oficio vender sus
gracias para librarse de las penas impuestas á las disolutas.
¿Y podia esperarse otra cosa donde reinaba la meretriz Actea?
222 HISTORIA
¿Donde la meretriz Popea, mujer á quien solo faltaba la virtud,
acusaba á Octavio de adulterio para invadir su tálamo? ¿Donde
se cazaba á las hermosas, como si fueran ñeras salvajes, para
alegrar la orgía del emperador y ser arrojadas al dia siguiente
como la corona de adormideras?
No se trata, pues, de un pueblo ignorante y miserable; antes,
por el contrario, habian llegado en él á su colmo la la cultura y la
urbanidad; ni admiten comparacion con el bienestar y con los
goces de entonces los modernos; gran alucinacion de los que solo
consideran las apariencias. Las mas bellas poesías, las historias
mas insignes andaban en las manos de todos y con el prurito de
la novedad; el vulgo recibia alimento sin trabajar; asistía á es
pectáculos de indecible magnificencia, y despues de haberse so
lazado' debajo de pórticos sorprendentes por su arte y riqueza y
de hacer ejercicio en el campo de Marte entre monumentos que
son aun la admiracion de quien los mira y la escuela de quien
los comprende, lo esperaban ochocientos termas, donde se lavaba
muellemente, para presentarse despues en el teatro á recibir la
admiracion y los homenajes de los reyes extranjeros, y á tomar
parte por los actores, derramando en estas luchas la sangre que
corría antiguamente por la conquista de los derechos civiles.
En cuanto á los ricos, dificulto que la misma Asia afeminada
pueda sobrepujar el fausto y la molicie de entonces. Si la lana
apulia y española era demasiado pesada, la India y los Seres en
viaban vestidos trasparentes de seda; parecía pesado el calzado
romano; llevaban en el puño una bola de cristal para no sudar;
centenares de esclavos, máquinas inteligentes, hacían por el rico
todo lo que necesitaba, desde los oficios culinarios hasta los versos,
de tal manera , que aquel podia recrearse en ócios voluptuosos en
el foro, en las basílicas y en los baños. Las salas de los banquetes
se caldeaban por medio de bocas de vapor; las ventanas estaban
resguardadas con piedras especulares; se podia hacer que lloviese
t

DE LOS PAPAS. 2J3


sobre el pueblo en el anfiteatro un rocío perfumado de nardo, y
se rociaba la arena del circo con ámbar y oro. , .
El lujo, pues, no era arte como en Grecia, sino voluptuosidad, .
á la vez gigantesco y miserable, expresion de una civilizacion
material fuera de proporcion con la moral. Para refinar los pla
ceres sensuales, servian tambien los del entendimiento, y á la
par de las cortesanas y de los bardajes debian formar parte del
acompañamiento el poeta, el filósofo, y sobre todo el griego, ei
cual lo sabia y lo bacia todo, desde los servicios afeminados hasta
la educacion de los hijos, sufriendo cou igual longanimidad los
favores y los ultrajes, con tal que pudiera gozar el honor dedos
banquetes y de la conversacion de los señores. ;. . .,
El que lee en Luciano ( Vida de los cortesanos) la descripcion
del preceptor griego en las casas de los ricos de Roma, encuen
tra en él muchas semejanzas con el poeta del siglo XVI, el aba
te del XVIII y el literato de la época actual.
«¡Por pocos óbolos, y en una época en la cual, aunque hubie
ras nacido esclavo podias pensar en la libertad, con toda tu vir
tud y sabiduría te has vendido espontáneamente, y ningun caso
has hecho de los muchos discursos que han compuesto Platon y;
Crisipo en elogio de la libertad y en desprecio de la servidumbre!
¿No te causa vergüenza estar entre los aduladores, los rateros y
los bufones, y entre tanta multitud de romanos hallarte solo con
el manto griego, hablando mal y con barbarismos su lenguaje;
asistir á cenas tumultuosas y llenas de gente diversa, la mayor
parte mala; alabar importunamente en estos banquetes y beber
sin medida; levantarte por la mañana á toque de campana, ha
biendo perdido el sueño mas dulce, y correr juntamente con los
demás de arriba á abajo, teniendo aun en las piernas las dificul
tades del dia anterior? ¿Tan grande era, pües, tu escasez de lu
pinos y de cebollas campestres? ¿Te faltaban fuentes de agua
fresca y corriente, para haber llegado á tal desesperacion?
2«4 HISTORIA
» Porque llevas la barba larga y hay en tu aspecto no se qué
de venerable, y vistes un trago decoroso griego, y todos te cono
cen como profesor de letras, orador o' filósofo, le parece bien á tu
señor ponerte entre los que le hacen la córte á su salida, para
que así parezca amante de las artes y de las letras griegas y
apreciador de los doctos. De tal manera, ¡oh buen hombre! corres
riesgos de haber alquilado, en lugar de tus admirables discursos,
el manto ó la barba. Si llega algun nuevo convidado se te en
vía detrás, y arrojado así en un lugar muy despreciado te quedas
allí de testigo de lo que se lleva y se quita de la mesa, y si no
obstante llegan los platos hasta tí, roerás los huesos como un perro
y te tragarás dulcemente por hambre una hoja seca de malvas,
resto de un relleno. No te faltarán oprobios; no solamente note ser
virán los huevos, no siendo menester que seas tratado siempre co
mo persona extraña y desconocida, y seria en tí una impruden
cia el pretenderlo, sino que tampoco debes tener un pollo igual
a los demás, que el rico se sirve uno gordo y carnoso, y á tí se
te dá un medio pollito d una paloma vieja para avergonzarte y
despreciarte. Frecuentemente sucede, que si falta por casualidad
alguno de los convidados y llega de improviso, diciéndote el
criado al oido: tú eres de casa, te quita en el momento )o que tie
nes delante, y sirve con ello al recien llegado. Cuando se trincha
despues en la mesa un ciervo ó un lechoncillo, necesitas tener
propicio al que lo ha trinchado, ó tomar la parte de Prometeo,
esto es, los huesos con el tuétano. Pero no he dicho que bebien
do los demás un vino antiguo y en extremo suave, tú solo bebes
el que está picado, y si te fuese concedido beber de aquel hasta la
saciedad, y lo pidieras muchas veces, el siervo se haria el desen
tendido. Si algun siervo hablador refiere que no has aplaudido
al niño de la señora mientras bailaba d tocaba la guitarra, corre^
rás no pequeño riesgo; por lo cual es menester que chilles como
'una rana, sentado para hacerte distinguir entre los que aplauden
DE LOS PAPAS. «5
y hagas las veces de un maestro de coro de los mas fervorosos,
y estando Los otros muchas veces en silencio, que repitas algun
encomio pensado que trascienda escesivamente á adulacion. Te
conviene estar con la vista baja, como en los banquetes persas,
por el temor de que algun eunuco te vea mirar á alguna concu
bina, mientras que otro eunuco esté ya dispuesto á dar en la
cara á quien miró al beber cosas prohibidas.- | - > ' ''. : - '
»Esta es la vida ordinaria de la ciudad. ¿Qué te sucedería
viajando? Sucede muchas veces que está lloviendo, y como lle
gas el último, porque es este el puesto que te hadestinadola suer
te, tienes que aguardar losjumentos, y no habiendo ya carrozas,
te cargan juntamente con el cocinero y con el peluquero de la
señora en un carromato, sin advertir, sin embargo, que pongan
en el asiento bastante paja.
*Y si no aplaudes, considerando que ddias y armas lazos á los
señtires, irás pronto á las latomias de Dionisio. Conviene que los
preceptores griegos sean sabios y oradores, y si cometen algun
solecismo, sus discursos, no obstante, han de tener siempre el
gusto y la pureza del Himeto y del Atica, y servir de texto de
lenguaje para el porvenir. Y esto que hacen los hombres es so
portable. Las múgeres (porque tambien las mujeres hacen gala
de tener á sueldo y en el séquito de su litera algun familiar doc
to), alguna vez los atienden (esto causa risa) mientras adornan
y arreglan el cabello; y muchas veces, mientras el filósofo hace
sus demostraciones, entra la camarera con los billetes del adúl
tero. Entonces ellos suspenden los discursos, y esperan á que la
señora vuelva á escucharlos, despues de haber contestado al
amante. ..... ..• ;, .' •

»'A1 cabo de mucho tiempo de recorrer las Saturnales y las


Panateneas, se te envia un manto miserable y una túnica usada,
y entonces tienes que hacer gran ostentacion de esto. El primero
que ha comprendido tal idea en su señor, va corriendo á llevarte
226 HISTORIA
el anuncio, y obtieno no pequeño premio en recompensa. Te, la
llevan por la mañana trece personas, cada una de las cuales va
vociferando las cosas que ha dicho en tu elogio, y cómo ha ele
gido lo mejor, por ser el encargado de ellas. Se marchan en se
guida, regalados por tí, y gruñendo porque no les ha dado más.
La merced se te recompensa despues en suspiros de tres y cuatro
óbolos; si pides, pasas por fastidioso y por recibir prestado, por
lo cual necesitas para obtenerla suplicar y mimar al señor, y
debes hacer la córte además al mayordomo, lo cual requiere
maneras de cortesanía' enteramente diversas. No ha de olvidarse
tampoco al consejero y al amigo; y en tanto eres deudor de lo
recibido al sastre, al médico y al zapatero, y no siéndote útil
ninguno de aquellos dones, no son dones para tí. Y en seguida
se te acusa ó de haber querido seducir á su hijo ó de haber vio
lentado, á pesar de tu vejez, á una camarera de la señora, ó de
alguna otra galantería. De esta suerte, envuelto en tu manto,
te echan de noche fuera de la casa, miserable y abandonado de
todos; y tienes por compañera de tu vejez la buena gota, ha
biendo olvidado al cabo de tanto tiempo lo que sabias, y con el
vientre mayor que la bolsa, lo cual es tu tormento, porque no
puedes llenarlo, ni hacer que comprenda la razon; pidiendo el
apetito, segun lo acostumbrado, y olvidando con despecho. »
El despotismo, en .vez de disminuir el lujo, lo fomentó, á fin
de que la molicie y los goces distrajesen de la servidumbre y
consolasen de la tiranía. Pero cada vez iba siendo el lujo más fri
volo á causa del egoísmo, no procuraba enriquecer la pátria,
como en los tiempos republicanos, con los mármoles y los bronces
arrebatados al mundo vencido; ni levantaba espléndidos monu
mentos como en tiempo de Augusto, sino que se lanzaba á los
triviales deleites de la gula. Se hacían cinco comidas al dia, va
ciando el estómago para llenarlo de nuevo, y gastando en cada
una un millar de sestercios (198 fr.) Hablo do las personas mode
DE LOS PAPAS 227
radas, porq ue hubo quien gastó treinta mil por comprar tres bar -
bos: habiendo regalado uno á Tiberio, cuando aun no era inso
lente vicioso, lo creyó este de excesivo precio, y dispuso que lo
revendieran, y Octavio lo pagó en quinientos mil sestercios,
(99.000 fr.) Este Octavio era rival de Apicio, el cual fué maestro
y tipo de glotonería en Roma; y despues que hubo consumido
inmensos tesoros en la mesa, se mató por no verse reducido á
vivir con solo diez millones de sestercios (1.980,000 fr.)
La competencia entre los gastrónomos se cifraba principal-
mente en tener ios pescados mas caros y gordos; tenían viveros
de ellos; nombraban magistrados á ñn de que impidiesen que se
alejasen de las costas. Marcial censura á Caliodoro por haberse
devorado un ciervo en una cena, porque la habia vendido en mil
trescientos dineros para comprar un salmonete de cuatro libras:
alguna voz' los ponian en la mesa vivos y saltando, para que la
diversa vista que daba la agonía á sus colores, recrease á los con
vidados, que un instante despues de haberlos sentido deslizarse
bajo su mano los saboreaban condimentados. El cocinero, por
tanto, era el siervo mas apreciado; la excelencia de los banquetes
era la ocupacion principal de los esclavos: á veces, y repentina
mente, quiere experimentar el rico la pobreza, y come en un
desvan en un plato de madera, sobre el suelo, y se tiene como
una invencion admirable fundir la escama de la tortuga de modo
que imite la madera, para hacer muebles que valgan rail veces
mas de lo que aparentan.
Porque no tanto se quería satisfacer la gula y ta molicie como
el afan de lo estraordinario (mostrumj, pasion principal de
aquel tiempo. De aquí los estraños caprichos de los emperadores
y de los particulares, y las efigies colosales en ódio á aquella me
dida que habia constituido la perfeccion del arte griego; de aquí
el gigantesco puente de Calígula, los veinte caballos uncidos al
carro de N-iron, el desmedido palacio y las desmesuradas estatuas
«18 HISTQKIA : '
de este; de aquí tambien el vasto anfiteatro de Vespasiano, y las
termas de Caracalla y el sepulcro de Adriano, obras tanto mas
admiradas cuanto eran mas exhorbitantes. Consecuencia de esto
era despreciar la luz del dia, porque no costaba dinero; tener
grandes bibliotecas que nunca se abrían; querer rosas aw iel in^-
vierno y nieve en el verano; desórdenes que no se perdieran en
tre la multitud, porque el mérito del vicio consiste en el escánda
lo que produce. Un varon consular pagó' seis.mü sestercios por
dos copas de un vidrio nuevo; vasos tan preciosos como frágiles
debían excitar el gusto en razon á su peligro de romperse; se
trabajaban conchillas y escamas de maravillosa perfeccion; una
mesa extraordinaria de cedro, costó a Cétego un millon cuatro
cientos, mil sestercios (fr. 277.200). Llegó á ser un mérito beber
extraordinariamente, y Tricongio adquirió este sobrenombre por
que excitaba á la admiracion de Tiberio bebiéndose tres congios
de vino. ,, ' y - ;.. • -...i'' ,: ,
Este emperador intentó al principio oponer algun remedio
al exceso de los lupanares, de las tabernas, de los histriones, de
los muebles, y especialmente de los vasos de Corinto: el Senado
prohibió á los hombres el uso de la seda y de los vasos de oro en
la mesa, queriendo que se reservasen para los templos y las ce
remonias sagradas; ¿pero qué freno podia ponerse donde así es
tallaba la licencia, dando ejemplo los miamos que reinaban?
Bastante hemos dicho de ello¿<, y mucho mas se pudiera añadir.
Agripina pagó seis mil sestercios por un ruiseñor; Calígula di
solvía frecuentemente las perlas en sus banquetes, ó se hacia
servir en platos de oro, que distribuía despues á los convidados;
durante muchos dias continuó arrojando sumas de oro al pueblo;
hizo construir galeras de cedro con velas de seda y proas de
marfil adornadas de margaritas, y trasportar de Egipto un
obelisco en un bajel tan grande que apenas podian abrazar el
árbol cuatro hombres. Neron tenia alfombras babilónicas que
DE L09 PAPÁS. 229
valían cuatro millones de sestorcios, y nna copa mirrraa de tres
cientos talentos; gastó en los funerales de una mona todos los
tesoros de un rico usurero desterrado por él, y en los de Pópéai
los aromas que puede producir la Arabia en un año. Cosas todas
estimadas solo por ser extraordinarias . v,/ ' ••! :'" '• i,'''>-''> '

Habia allí, pues, riquezas, cultura, lujo, un dominio inmen


so, anchos caminos, ejércitos y escuadras poderosas, un comercio
extendido hasta los últimos confittes'de la: tierra'; todos' 'ésbs ele
mentos, en qür algunos hacen eonsfistir la prosperidad social.
¿Pero bastan estos? Dígalo quien haya dirigido una mirada al
imperio romano: ¿qué encuentra' e» él? Desórdenes del entendi
miento; falta de principios sociales, religiosos y filosóficos; ! 'pro'-
í'unda depravacion: el vicio y la impiedad erigidos en sistema;
adulacion en los filósofos; ferocidad en los dominadores y en los
siervos; corrupcion tranquila, corrupcion impetuosa; instinto
feroz en el soldado; instinto cobarde y tumultuoso en el vulgo,
y por último, estupidez en una plebe inmensa, qúe se mostraba
indiferente entre el vencedor y el vencido.
Se hallaban en un extremo el emperador, los soldados y los
grandes, y en otro, sin clase intermedia que pudiese regenerar
la nacion, estaba el vulgo, vulgo que temblaba, como tembla
ban los grandes, los soldados y el emperador, todos y de todos;
consecuencia del egoísmo universal. Algunos se levantaban de
su inferioridad primitiva acercándose á los grandes, procurando
entrar en su categoría á fuerza de adulaciones y espionaje; otros
querían descender entre la plebe para recibir su porcion de do
nativos, y para evitar los peligros á que se exponía el que le
vantaba la cabeza .
Ciertamente que algun moralista levantaba su voz y segun
la medida de su valor revelaba las llagas de aquella época, la
impasibilidad de los ricos, la miseria del pobre y la corrupcion
de todos. Horacio, como poeta, canta á este fin: Vamos á habitar
MO HISTORIA ! i, i
las islas Afortunadas; Javenal dice, como un estudiantino:
Retiraos al monte Sacro; en Tácito no se encuentra un pensa
miento que indique la mejora posible de una civilizacion, cnyas
tinieblas sabe ,poner tan bien de manifiesto; Séneca y los Estoi
cos dicen por su parte Suicidaos; y el ideal de los políticos eran
el tiempo antiguo y la ruinosa aristocracia.
¿De dónde podia esperarse el elemento moral? No de los re
yes tiranos, ni del Senado envilecido, ni de los patricios diez
mados, ni de la religion desacreditada, ni de los filósofos vaci
lantes, ni de los ricos inmorales, ni de la plebe ignorante de sus
derechos y de sus deberes: no podia esperarse mas que del cie
lo y del amor.
«

DE IOS PAPAS. m
. .: • „ í ••'i.- i . ' ÍI ..- .
•;: ' - '" •,•'•.: . , . "V/i .. .;'•.]'

SIGLO QUINTÓ.
i- • : • . .{I r.\.'t t, < i.j .'. , -•'•.\ ' .-'i -O" huí- i. •?> -i
.'" u'í1 (i-¡-.'i •';

Z • ANASTASIO PRIMERO, i! : ¡; '„,


„- *" ' ":- •'' ' i.''"" ' ' .'«'.• ;'- C f' ':.;vJ I" " ' • i.'ii r, :
• PAPA CUADRAGÉSIMO
;.-.¡ - .'; ' " , ' -PRIMERO.
' -.:i., ;.. . i -'i :
'-. í O, •!.,.-'•' ¡i '. ' .', i:f . ¡1 l * v **'' : j < í ,»:' > ' , • i" ( > .

ARGARIO Y HONORIO, EMPERADORES. ' ':.".«


'< '. r! «. -i • ' .'" :• ' '.' V o. !':,'i. : .í » XIIX'. •. I- /.

Ordenacion de Anastasio.—Dos mujeres célebres por su belleza, Melania y Marcela, mueven


un cisma en la Iglesia.—Historia de Rufino de Aquilea y de Melania.—Rufino es perseguido
por Marcela, que le hace excomulgar por el Pontífice.—Muerte de Anastasio
.i; »:. '* . , ; i.f
(Era de 8©» a 1©* de J. C)

Pocos dias despues de la muerte del Papa Siricio, se eligió


Pontífice á Aüastasio, romano de nacion. :' -•'"«
A su advenimiento á la Silla apostólica, la Iglesia se hallaba
perturbada por los errores de Orígenes; y dos damas de ilustre
nacimiento, Melania y Marcela, dividian á los fieles en dos fac
ciones enemigas.
Rufino, presbítero de Aquilea, que habia vivido cerca de
veinte y cinco años en Jerusalem con Melania, vino á Roma con
el objeto de publicar una traduccion latina de la Apología de
Orígenes, atribuida al mártir San Pánfilo; en seguida dió á luz
una carta, en la cual demostraba que las obras de Orígenes ha
bian sido falsificadas, y que su nueva traduccion, intitulada
PeriarcJwn, era la única exacta. Despues de haber protegido
sus doctrinas, Rufino se retiró á Aquilea, su pátria, con una cé
43S HISTORIA.'"'
dula de comunion que le otorgó sin dificultad alguna el Papa
Siricio. Pero bajo el reinado de Anastasio, una matrona romana
llamada Marcela, colérica contr^a, pufino oor haberla despreciado
en sus deshonestos favores, delató al Pontífice la doctrina del
presbitero filósofo.
Acusósele de haber propagado los errores de Orígenes, se ci
tó como ejemplo su .traduccion tieí Libro de tos Principes y comg
no hubiese él puesto su nombre en aquella obra, sus enemigos
presentaron los ejemplares corregidos de su propia mano. Avi
sado Orígenes de lo que se tramaba contra sus escritos, rehusó has
ta responder al Pontífice, y permaneció especiante, en Aquilea.
Anastasio, San Gerónimo y otros adversarios de Rufino, á
pesar de las protestas de sus discípulos, y de la ortodoxia de su
profesion de fé, le' condenaron para satisfacer las exigencias de
una cortesana.
El reinado de. Anastasio discurrió casi entero en medio de
las controversias teológicas, suscitadas entre los donatistas y los
católicos de la iglesia de Cartago. Murió el Santo Padre el 29 de
Abril de 402, cuatro años despues de haber ascendido al Ponti
ficado, i!..'' .;'.;i ':•'i;.¡.' •:' i. w. ; : '.
DE LOS PAPAS 233

INOCENCIO PRIMERO.

PAPA CÜADKAGÉSIMO-SEGUNDO.

.. ARCADIO, HONORIO Y TEODOSIO EL JOVEN,

Emperadores.

Eleccion de Inocencio —Victoria de Estllicon.—Cisma en la Iglesia de Oriente.—Toma el Papa


la defensa de Snp Juan Crlsostomo.—,elibuo de los curas —Incontinencia de los frailes. -
Reflexiones sobre las victimas de los claustros. ' Cartas subre San Juan Crisostomi.—Violen
cías ejercirlas contra los frailes y las monjas.— El Papa escribe a emperador Honorio.—Vuel
ta vergonzosa de los legados pontificios —Vigllancio se declara contra el celibato de los
eclesiásticos, y vitupera la avaricia de los papas —Los monjes lleson a ser el azote de las
naciones.— Muerte de San Juan Crisostomo — Pr mei' sitio de R'ima por Alarico.—Autoriza el
Papa á los sena lores á sacrificar en h nor de los dioses falsos—Segundo sitio de Roma— '
Victoria de Honorio.— El emperador niega al rey godo la justa reparacion —Toma y saqueo
de Rom».— Nuevos desordenes en Roma —El Papa abandona cobardemente á su rebaño.—
Vuelve á Ronia — O fgen del pelagiánismo — Sátira contra los frailes —Celestio y Pelagio en
Palestina —Supercheiía de han Agustín —Dirige Pelagio su primera epístola a una hermo
sa dama haciendo voto de continencia. Tratad , de las fuerzas naturales del hombre. —San
Geronimo y San Agustín refutan a Pelagio —Carácter violento de San Agnstin.—Aprueba
las doctrinas de Pelagip el concilio de Diuspolis —Violacion de las vírgenes.—Ambicion de
los papas —Concilio de Cartago — Respuesta del Pontífice.—Se le acusa de favorecer la be-
regía — Decretales de Inocencio —Es falso que osase escomulgar al emperador Arcadio y á la
emperatriz Eudoxia.— Muerte del Pa¿ia —Su carácter.—Seducciones empleadas por los pres"
bíteros para obtener su herencia.

(Era de 410 » á 415 de J. C.)

Natural era Inocencio I de la ciudad de Albano, cerca de


Roma. Despues de su elevacion á la Santa Sede, los godos, que
amenazaban desolar la Italia, fueron rechazados por Estilicon,
que consiguió sobre aquellos pueblos una brillante victoria.
Libres ya del furor de los bárbaros, recrudecieron los eclesiás
ticos las antiguas luchas religiosas, y declararónse nuevos cis
mas en las iglesias de Oriente. Teófilo, obispo de Alejandría,
Historia de los Papas, tomo i 19
234 HISTORIA
sostenido por el emperador habia depuesto á San Juan Crisós-
tomo, patriarca de Constantinopla, y dando noticia al Papa de
aquel procedimiento, negóse obstinadamente á explicar los mo
tivos de su excomunion. Al mismo tiempo recibió Inocencio car
ta de Crisóstomo, instruyéndole en cuanto habia pasado en el
primer sínodo, que pronunció la deposicion, y en la segunda
asamblea, donde fué condenado al destierro. Con grandes hono
res acogió el Papa á los diputados del Patriarca y á los de Teófi
lo; más para no comprometer la dignidad de su silla en una
cuestion tan importante, aplazó el examen de aquel asunto al
primer concilio de los prelados de Oriente y de Occidente.
Muchas decisicnes se atribuyen a este Santo Padre, relativas
al celibato de los eclesiásticos, prohibiendo á los clérigos tener
comercio carnal con sus mujeres, y obligando á los frailes á vi
vir en la continencia; pero la naturaleza es más potente que las
leyes humanas, y las bulas del Pontífice, así como los decretos
de sus sucesores, serán siempró ineficaces para contener los des
órdenes de los ministros, y las liviandades de los" conventos.
En sus reglamentos prohibe Inocencio que se confieran ór
denes eclesiásticas álos oficiales del emperador, ó á cualesquie
ra otras personas que ejerciesen cargos públicos; ordena á los
presbiteros que no impongan penitencia á las vírgenes consa
gradas solemnemente á Dios, cuando quieran contraer los lazos
del matrimonio. «Si una mujer, dice, el Santo Padre, viviendo
su esposo se casase con otro, comete adulterio, y debe ser recha
zada del seno de la Iglesia: que se observe el mismo rigor bajo
el punto de vista de que la que se ha unido al esposo inmortal
con vínculos indisolubles, quisieran celebrar bodas con los hom
bres.» ¿No es demasiado ridicula una decision, á la cual es debi
da la esclavitud de los cláustros?
Mientras que los pontífices admitían reclamaciones contra
los votos arrancados á la fuerza, las desdichadas víctimas, para
DE LOS PAPAS. *35
ser desligadas de su juramento, debian ofrecer al Santo Padre
presentes y plata. Por aquella época, la importancia de las su
mas que se enviaban á Roma, hacia que con igual indiferencia
se admitiesen ó no se escuchasen las más justas quejas; en la
actualidad, las naciones más adelantadas han reconocido que los
votos del celibato pueden ser quebrantados aun sin autorizacion
de los papas, y el ejemplo de los obispos protestantes prueba
que nadie puede dispensarse de obedecer las leyes de la natu
raleza.
Parecia que Inocencio habia dado al olvido las querellas de
los orientales, cuando recibió una carta de veinticinco obispos,
que sostenían la causa de Crisóstomo; al mismo tiempo llegaron
á Roma, Domiciano y Valago, encargados de someter al Santo
Padre las quejas de las iglesias de Mesopotamia. Diéronle cuen
ta los dos presbiteros de los actos de violencia, ejercidos por Op-
tato, gobernador de Constantinopla, contra Olimpiada y Pen-
tedia, mujeres de ilustre nacimiento y de familias consulares;
tambien venían con ellos monjes y profesas que enseñaban sus
cicatrices aún no cerradas y las marcas de haber sido azotadas
en las espaldas. .
El Pontífice escribió al emperador Honorio, rogándole pre
viniese la reunion de un nuevo concilio que pusiera término á
las crueles disensiones que destrozaban la Iglesia.
Dirigiéronse á Constantinopla los enviados del Papa y los
obispos de Italia, con ánimo resuelto de poner sus despachos en
manos del príncipe, pero los enemigos del patriarca hicieron
odiosa la diputacion, acusaron á Inocencio de haberles querido
calumniar y vergozosamente arrojaron á los embajadores.
Apareció hácia el año 406 el primer libro de Vigilancio,
obispo sábio versado en el conocimiento de las Escrituras Sa
gradas, nutrido en la sana lectura de los autores profanos, y
juntando á una instruccion profunda una elocuencia con que ar
236 HISTORIA
rastraba á las masas. Se declaraba en alta voz contra los abusos
introducidos en la religion, tronaba contra el celibato eclesiás
tico, condenaba el culto de las reliquias, llamaba cinerarios é
idólatras á los que las veneraban, y consideraba como supersti
cion pagana el uso de encender cirios en bonor de los santos.
Vigilando, en sus escritos, sostenía que los fieles no debian
rogar por los muertos, aconsejaba que no se enviase limosnas á
los papas, y que no se vendiesen los bienes propios para darlos á
los pobres, demostrando que valia más guardarlos y distribuir
las rentas: condenaba las misas nocturnas en las iglesias, por
que durante su celebracion se coraetian impúdicos sacrilegios.
Aquel hombre admirable, que osaba levantar una voz tan
libre en un siglo de esclavitud y de fanatismo , no pudo sin em
bargo, abolir ninguna de las prácticas ridiculas introducidas por
la avaricia y la ambicion de los monjes, que se multiplicaban
en todas las naciones, donde despues llegaron á ser el azote más
terrible.
El 14 de Setiembre del año 407, San Juan Crisdstomo mu
rió en Como, pero este suceso no puso término á las disensiones
de las iglesias de Oriente y Occidente.
Al principio del año 408, el memorable Marin propuso un
tratado de alianza con Honorio, habiendo sido repelidas sus
avanzadas, aprovecháronse los godos de aquel suceso, y aproxi
mándose á Roma, la pusieron sitio y la estrecharon por tierra y
por mar para impedir que recibiese víveres.
Diezmados los habitantes por el hambre y por la peste,
hicieron oir desde el campo enemigo sus descompasadas quejas,
y pidieron más de una vez que se abriesen las puertas al vence
dor. En el último extremo creyeron los senadores que sacrificando
en el Capitolio y en los demás templos, se reanimaria el valor
de} pueblo. Consultóse á Inocencio• el cual, dando ejemplo de un
noble desinterés, prefirió la salvacion de la ciudad á la rigorosa
DE LOS PAPAS. 237
observancia de la religion cristiana, y permitió que se celebrasen
sacrificios cruentos en honor de los antiguos dioses.
Pero era tarde: los sacrificios paganos fueron tan inútiles
como las procesiones re'igiosa's, y fué preciso arbitrar medios con
que apaciguar el furor de Alarico. Conferencióse con él: se esti
puló la paz comprándola á precio de cinco mis libras de oro,
treinta mil de plata, cuatro mil túnicas de seda, tres mil pieles
teñidas de escarlata, y tres mil libras de especias. Esta contri
bucion fué exigida de la fortuna de los ciudadanos, porque no
existia tesoro público: y fué preciso hasta despojar ios templos
de los ídolos y fundir sus estátuas de oro y de plata para com
pletar la enorme suma. Los romanos convinieron además en
concluir un tratado de alianza con el Emperador.
Cuando el rey de los godos alzó el sitio, vino á Rímini para1
entenderse con Honorio y proponerle la paz con ventajosas con
diciones: Jovio, gobernador del pretorio de Italia, encargado de
conferenciar con Alarico, rompió las negociaciones por negarse
á tomar la comandancia general de los ejércitos del Emperador.
Temiendo el senado las consecuencias de aquella ruptura,
mandó al rey godo una embajada solemne. Pero Inocencio, jefe
de la diputacion, no pudiendo conseguir nada del bárbaro irrita
do, y receloso de los efectos de su venganza, corrió á refugiarse
en Rávena cerca de Honorio; abandonando su rebaño y dejándo
lo expuesto á las iras del vencedor.
Segunda vez puso Alarico sitio á Roma, y ganando la entra
da, obligó á los romanos á proclamar á Atala, emperador: este
era gobernador de la ciudad eterna. El nuevo César, enorgulle
cido de su fortuna, no consultó más al sábio Alarico: envió á
Africa un general llamado Constancio, para que hiciera valer su
autoridad en aquellas provincias, sin darle las fuerzas necesarias
para sostener sus pretensiones: y hasta él mismo, seducido por
falsas esperanzas, marchó hácia Rávena. Sorprendido Honorio de
i38 HISTORIA
aquella temeridad, envióle sus primeros oficiales, ofreciendo re
conocerlo por colega suyo; pero Atala despidió con acritud á los
embaj-idores, ordenando al emperador que buscase una isla ó es
cogiese una provincia donde retirarse.
;Ya babia dispuesto Honorio buques, y no esperaba más que
vientos favorables para escapar con su sobrino Teodosio, cuando
recibió inesperados socorros del Oriente. Supo Atala al mismo
tiempo la nueva de que Constante babia sido desbecbo por He-
racliano, gobernador del Africa, y que la flota del enemigo blo
queaba los puertos tambien de Roma, y que no podia entrar ví
veres en la ciudad: entonces, se volvió á defenderle desespera
damente dentro de los muros de la capital. Pero irritado el rey
godo de ia ingratitud con que babia pagado sus beneficios, se
reconcilió con Honorio, y despojó á su protegido de la púrpura
imperial, sin 'que bubiese gozado más que un año la corona.
En seguida se dirigió Alarico bácia los Alpes y llegó á tres
leguas de Rávena, para probar que sinceramente apetecía la paz.
Anunció que no pediría la cesion de grandes provincias, ni el
mandq de los ejércitos del Emperador, sino únicamente una pe
queña suma de plata, cierta cantidad de trigo para alimentar
á sus tropas, y dos pequeñas circunscripciones en las estremida-
des de la Germania que no pagaban tributo alguno al imperio y
se bailaban expuestas á las irrupciones de los bárbaros.
Cediendo Honorio á malos consejos, negó aun al godo aque
lla satisfaccion; colérico entonces el rey ante aquel nuevo insul
to, tercera vez puso sitio á Roma, á cuya ciudad tomó por trai
cion el 24 de Agosto del año 410, abandonándola despues á los
desórdenes de la, soldadesca. La Iglesia de San Pedro fué el úni
co edificio respetado por órden del vencedor. Pero el Pontifico,
que babia previsto los malos que esperaban á la santa ciudad,
segunda vez abandonó cobardemente su Sede, y volvió á refu
giarse en Rávena, cerca del Emperador.
DE LOS PAPAS. ' 239
El saqueo de Roma duró tres dias: Alarico salió de la ciudad,
pasó á la Campania, y sus tropas saquearon á Ñola. Despues de
haber recorrido toda aquella parte de Italia, al disponerse á mar
char á Reggio, murió en Cosenza el rey de los godos. Su cuñado
Ataulfo, que le sucedió, volvió de nuevo áRoma y la entró á
saco. La mayor parte de los habitantes se halló entonces redu
cida á estreñía indigencia; casi todos los cristianos fueron dis
persados y tuvieron que buscar un refugio en las vecinas islas de
Tcscana en Sicilia, en Africa, en Egipto, en Oriente y Palestina.
Volvió Inocencio á su Sede luego que los peligros hubieron
desaparecido, y supo hábilmente aprovecharse de la general de
solacion para extinguir los últimos restos del culto de los ídolos
y afirmar su autoridad espiritual. Arrojó de la ciudad á los No-
vacianos, y persiguió con insólito rigor á los infelices hereges. *
El rumor de las conferencias celebradas en Cartago en 411,
entre los ortodoxos y los donatistas, habia llevado al Africa á
Pelagio y á Celestio, dos religiosos de la Gran Bretaña, que ha
cia mucho tiempo que habitaban en Italia. Celestio era de un
carácter franco; Pelagio, por el contrario, reservado, político,
amante de la buena carne y de los placeres, como todos los frai
les, de quienes San Gerónimo hacia la siguiente crítica: «Tra
tan sus cuerpos con grandes agasajos; siendo así que el buen
cristiano debe estar en perpétua guerra contra la carne, que es
enemiga del alma; ¿cómo es posible que hagan obedecer los pre
ceptos del Evangelio los que enseñan á amar á sus enemigos?»
Celestio fué á reunirse con su amigo Pelagio á Palestina,
donde sus obras habian sido favorablemente acogidas. El conde
Marcelina, gobernador de la provincia, quiso examinar su doc
trina, y á este objeto dirigióse á' San Agustín. Respondióle el
obispo de Hipona con esta capciosa proposicion: »Sí, el hombre
puede estar sin pecado mediante la gracia de Dios, pero esto no
lo consigue jamás.» El fraile inglés predicaba la misma doctri
140 HISTORIA
na, enseñando que Dios podia conceder esta gracia á sus elegi
dos: de esta manera la diferencia entre las dos opiniones basaba
solamente en una cuestion de palabras. Pero temiendo arrojarse
en brazos de aquel terrible adversario, escribió á San Agustín
una carta llena de protestas sobre la ortodoxia de su fé, prodi
gándole al mismo tiempo las más férvidas alabanzas. El santo
Obispo hinchado en su vanidad, le recibió en su comunion.
Aun no habia publicado Pelagio más que un pequeño comen
tario sobre las epístolas de San Pablo, y una carta dirigida á una
hermosa dama, llamada Demetria, que hacia profesar de virgi
nidad. Aquella carta fué atribuida pjr mucho tiempo áSan Ge
rónimo ó á San Agustín: tan sutil era el veneno de sus errores.
Pero cuando bizo parecer su tratado De las fuerzas naturales
del liomhe, para conocer sus derechos sobre el libre albedrio, una
reprobacion general acogió al ardiente innovador. San Gerónimo
le refutó en sus diálogos, y San Agustín acumuló volúmenes
sobre volúmenes contra la nueva beregía.
Pidió Pelagio justificar su doctrina ante un concilio: catorce
♦obispos se reunieron en Diospolis, de la Palestina. Despues de
haber examinado uno á uno todos los artículos, los padres expi
dieron el decreto siguiente: «Los aquí presentes, satisfechos de
las declaraciones hechas por el monge Pelagio, somos de opinion
que sus escritos convienen con la doctrina santa y condenan lo
que es contrario ála fé de la Iglesia; así lo declaiamos, hacien
do público que permanece en la comunion eclesiástica y católica.
Teodoro de Mopsuesta, célebre por su profundo saber y su
alta sabiduría, era en Oriente uno de los más poderosos protecto
res de Pelagio; igualmente protegía la nueva doctrina Juan,
obispo de Jerusalen. En tal estado las cosas y para hacer á los
Pelagianos odiosos, dictó San Gerónimo contra ellos atroces acu
saciones; escribió al Pontífice, diciéndole que una turba furiosa de
aquellos habian atacado un monasterio, al que pusieron fuego
SUPLICIO DE PRISCILIANO
DE LOS PAPAS. 241
despues de haberle saqueado, que él mismo se habia podido sal
var encerrándose en una torre fortificada, en donde habian sido
ya violadas muchas vírgenes.
El Pontífice á su vez se dirigió con una larga indagatoria á
Juan de Jerusalem para que este le designase quiénes habian si-
. do los autores de aquellas violencias y para que en adelante las
impidiera por medio de su autoridad. Otra carta de consuelo es
cribió á San Gerónimo, encargándole que llevase la acusacion
ante su silla con el objeto de que él pudiese nombrar los'jueces:
aquella ce-rta es una prueba corriente de la ambicion de los pa
pas, que no dejaban escapar ocasion alguna de usurpar nuevos
derechos á la Iglesia.
SeguD la costumbre establecida, los obispos africanos se con
gregaron en Cartágo para celebrar el Concilio anual. Los pa
dres, cediendo á las instancias del obispo de Hipona, decidieron
anatematizar á Pelagio y Celestio, con el objeto de que el temor
de la excomunion hiciese volver á los ilusos que en pos de s1
habian arrastrado, si es que por sí sola no bastaba para someter
tambien á los fanáticos religiosos. Quiso el Concilio en seguida
que el Papa conociera sus resoluciones para darlas mayor solem
nidad con la autoridad de la Sede apostólica, y á este fin envia
ron al Santo Padre letras sinodales, así como los escritos de los
prelados Heros y Lázaro.
El sínodo dirigido por San Agustín, refutaba sumariamente
los principales errores atribuidos á Pelagio y terminaba su bula
de excomunion con los siguientes términos: «Ordenamos que
Pelagio y Celestio protesten de esta doctrina y de los escritos
producidos en su defensa, aunque no hayamos podido conven
cerle de su error: porque anatematizamos en general á los que
enseñan que la naturaleza humana puede bastar por sí sola para
evitar el pecado, y á los que se muestren enemigos de la gracia. •
Este anatema no podia Pelagio presumirlo, pues por el contra
242 HISTORIA
rio él suponía Ja necesidad de la gracia para vivir sin pecado.
Mas San Agusitin, arrastrado por el ardor de la disputa, se
habia lanzado en un sistema erróneo descubriendo asi la fali-,
bilidad de la ciencia teológica.
A las cartas sinodales del Concilio contestó el Papa: gran
des elogios hacia de los obispos que á él habian asistido por la
vigorosa energía conque habian condenado el error, y por el
respeto conque miraban á la Santa Sede, consultándole sobre lo
que habian resuelto. Añadia con intolerable altivez, que estaban
conformes con las leyes de la Iglesia, que ordenaban someter al
sucesor de San Pedro todas las causas eclesiásticas antes de juz-
garlas definitivamente en las provincias.
«Los africanos contestaron rehusando la pretension del obis
po de Roma. Declararon que no le habian escrito para darle el
derecho de sancionar lo que ellos habian decidido, sino única
mente para rogarle les concediera su aprobacion como una cosa
que él no podia negar sin hacerse sospechoso de herejía.»
En efecto, Inocencio habia sido acusado de favorecer á Ce-
lestio, y para desvanecer las sospechas, respondió en una se
gunda carta que detestaba los errores de aquel hereje; declaraba
aprobar á los obispos de Africa que le habian condenado y aso
ciaba su sufragio al de ellos. Despues de esto el Santo Padre hi
zo aparecer multitud de decretales sobre la necesidad de la gra
cia de Jesucristo, que nadie negaba, puesto que era lo eontrario
lo que se deducía de los escritos de Pelagio y de Celestio. Lan
zó anatemas sobre los herejes que pretendian no tener necesidad
de-la gracia divina para obrar el bien, declarándoles indignos
de la comunion de los fieles, y separados de la Iglesia como
miembros corrompidos. Añadia además, que si ellos quisiesen
reconocer sus errores y admitir la gracia de Jesucristo, convir
tiéndose sinceramente, debían los obispos socorrerles y no ne
garles la comunion de la Iglesia.
DE LOS PAPAS. 243
Un gran número de decretales de este Pontífice se conservan,-
las mas dirigidas á diversos obispos de Italia, pero se ignora las
fechas conque fueron expedidas. La que se envió á Félix, obispo
de Nocera, es relativa á las ordenaciones. El Santo Padre declara
que no hace irregular para recibir órdenes la mutilacion de un
dedo ó de otra parte del cuerpo, sino cuando es voluntaria. Otra
está dirjjida á Florencio, obispo de Tivpli, acusado de haber de
tentado el territorio de su vecino: el Papa le invita á venir á
Roma despues de las fiestas de Páscuas para someter la auestion
á juicio. En otra decretal decidía Inocencio que el segundo ma
trimonio contratado durante el cautiverio de la primera esposa,
debia ser declarado nulo, si esta volvia al lado de su marido.
En cuanto á la carta apócrifa dirigida al emperador Arcadio,
es evidente que ha sido inventada por los frai.es para apoyar la
fábula de la excomunion del emperador y la emperatriz. - El
autor de aquella supuesta carta dice que la emperatriz Eudoxia
vivia aun despues de la muerte de San Juan Crísóstorao; pero
está demostrado que habia muerto poco tiempo despues del des
tierro de aquel santo obispo. Por otra parte, en aquella época los
papas no habrían podido excomulgar á los príncipes, aunqüe no
fuese mas que por el temor del castigo que hubiera seguido á la
temeridad.
San Inocencio gobernó la Iglesia de Roma y dió leyes á to
das las demás iglesias por espacio de quince años y despues mu
rió el 12 de Marzo de 417.
Este Papa, hábil en las leyes eclesiásticas, sabia invocar las
tradiciones en uso para hacer nuevas leyes: constantemente se
mostró celoso de la grandeza de la Iglesia de Roma y muy ape
gado á las prerogativas de su silla.- Sus obras están escritas con
elegancia, aunque se sirve de frases un poco bárbaras; sabia dar
una fuerza lógica inflexible á sus pensamientos y juicios, que
muchas veces se hallaban desprovistas de justicia; de esta mane
244 HISTORIA.
ra no escribia mas que para las gentes ignorantes que admitían
sus falsos principios.
Dedicó en honor de San Gervasio y San Protasio una iglesia
construida en virtud del testamento otorgado por una ilustre
matrona llamada Vestina, que habia hecho vida comun con los
presbiteros. Aquella basílica encerraba un gran número de vasos
de plata y oro; el baptisterio estaba ornado con una concha de
plata que vertía el agua, y sobre el altar mayor estaba colocado
un vaso*de oro macizo adornado de piedras preciosas y destinado
á contener el Santo Crisma, y otro de ágata para el aceite de los
exorcismos" Los pies de estos vasos de plata pesaban 448 libras
romanas, que forman un valor próximamente de 590 marcos:
además habia en este templo 36 grandes candelabros de cobre de
peso de 9G0 libras y un gran número de candeleros de plata. Las
rentas asignadas á la conservacion de esta iglesia en casas y ter
renos, subian á sumas considerables.
Bajo el pontificado de Inocencio se celebraban aun en Occi
dente las fiestas de Páscuas en épocas irregulares, lo que dió
lugar á uno de los mas singulares milagros: «Existia en Sicilia,
dice Ja leyenda, una pequeña aldea denominada Meltines, don
de las fuentes bautismales se llenaban por sí mismas cada año
en la noche de Páscua, y se secaban al dia siguiente despues de
haber bautizado á los neófitos, sin que se hubiera podido averi
guar la manera cómo el agua se iba ó se venia, toda vez que las
fuentes no tenían ni orificio ni canales. Mas en el año 417 in
útilmente se esperó el agua milagrosa, esta no apareció hasta el
dia indicado para las fiestas de Páscuas, lo que hizo ver que los
Occidentales estaban engañados en sus cálculos.
DE LOS PAPAS. 245

ZÓSIMO,

PAPA CUADRAGESIMO-TERCERO.

HONORIO Y TEODOSIO EL JÓVEN, EMPERADORES.

Eleccion de Zosimo —Tendencias de los obispos de Roma á la invasion de la autoridad sobre


las den-án Iglesias - Zosimo condena á ios "cusartores de Celestio.— Recibe á Pelaglc^en su
comunion —Inconstancia del pontifice. -Trndena á los que babia absue.to y absuelve á los
que babia condenado. Persigue á los pelayianos —''retend' esterminarlos —Zosimo es con
vencido de uua impostura criminal.—Su muerte.—Su santidad.

(Era de 417 á 4IS de J. C.)

Zósimo, sucesor de San Inocencio, era griego de nacion é hi


jo de un presbítero llamado Abraham. Aunque de bastante avan
zada edad, supo hábilmente aprovecharse de las ocasiones para
aumentar su autoridad y extender el dominio de la Iglesia en
las discusiones con los obispos de las Gálias.
Celestio, despues de su condenacion por el Concilio de Car-
tágo, habia apelado al Papa Inocencio, «los africanos no se ha
bían inquietado de aquella conducta irregular, y Celestio mis
mo, no dando á su apelacion grande importancia, pasó á Palesti
na. Pero Pelagio, mas díscolo, no desesperó de llevar á Roma
sus intereses debilitando la ambicion del Pontífice.»
Habia muerto Inocencio, y Zósimo le sucedió: instruido por
Pelagio en la nueva de aquel cambio, Celestio, arrojado de Cons-
tantinopla, corrió á Occidente con el designio de granjearse la
voluntad del Papa, aceptándole por juez en su causa. Zósimo
hallando ocasion de aumentar su influencia y de traer á sí las
346 HISTORIA
apelaciones de las causas, escuchó favorablemente á Celestio, y
consintió en recibir su justificacion; por otra parte, esperaba que
este monje de un espíritu ardiente, pudiera ser útil contra los
africanos á quienes trataba de humillar. Declaró á Celestio buen
católico, condenó á Heros y á Lázaro, que habían sido los acusa
dores de la doctrina pelagiana, y los despojó del episcopado.
Enardecidos por aquel suceso, los herejes enviaron á Zósimo
cartas de comunion: Praylo, obispo de Jerusalem, ie recomen
daba examinar la doctrina de Pelagio, y Pelagio mismo se diri
gía al Santo Padre para modificar sus principios. Sus escritos,
habiendo sido leídos en Roma públicamente, hicieron declarar al
Pontífice y á todos los asistentes que no encerraban mas que la
doctrina de la Iglesia; los padres llenos de regocijo y de admira
cion, apenas podían contener sus lágrimas, y se acusaban de
haber podido calumniar ó unos hombres de fé tan pura; pero Zó
simo no tardó en desmentirse y en probar por su conducta que
el hombre no es infalible.
Despues de haber recibido á Pelagio, en su comunion y de
colmarle de elogios; despues de haber lanzado el terrible anate
ma contra sus enemigos, el Santo padre, hostigado por la firme
za de los obispos de Africa, condenó auténticamente á los pela-
gianos, bajo pretexto de que Celestio estaba ausente de Roma sin
su permiso. Escribió á los obispos de Africa y á todas las igle
sias para hacer conocer la nueva resolucion: en sus bulas expli
caba los errores de que Celestio había sido acusado por Paulino,
sin omitir ni aun las calumnias que habían inventado contra log
dos autores del pelagianismo. Declaróles excomulgados, y los re
dujo al rango de simples penitentes. Segun el uso establecido,
la voluntad del Señor cambió las opiniones del sínodo y todo el
clero de Roma confirmó el juicio del Papa.
Quiso Zósimo hacer resplandecer su celo contra la herejía,
que habia protegido, con el objeto de ahogar las lágrimas de las
DE LOS PAPAS. 247
víctimas de su inconstancia: envió al Emperador Honorio la co -
pia del juicio que acababa de enviarle contra Pelagio y Celestio,
suplicándole con instancia que se arrojase de Roma á los here
jes. No se atrevió el emperador á resistir á los deseos del Pontí
fice y expidió un rescripto contra los pelagianos ordenando que
se denunciasen sus sectarios á los magistrados, se enviase á los
culpaples al ostracismo, desterrados perpétuamente y con con
fiscacion de su bienes.
El Papa, cada vez mas poderoso conforme menguaba la auto
ridad de Honorio, prosiguió con encarnizamiento en el designio
que se Labia formado de exterminar á los amigos de Pelagio;
depuso á todos los obispos que se negaron á suscribir la conde
nacion de la nueva herejía; dió órdon de echarlos de Italia ha
ciendo que feroces soldados los arrancasen de sus casas. Esta
persecucion determinó la conversion de un gran número de
presbíteros que consintieron en someterse á la Santa Sede por
volver á sus iglesias; pero diez y ocho prelados sostuvieron con
firmeza sus opiniones, hallándose entre ellos el célebre Juliano,
Obispo de Eclania. Habiéndoles significado el Papa que tenían
que condenar á Pelagio, y Celestio, respondieron con firmeza
que no suscribirían jamás la última carta de Zósimo, ni recono
cerían mas la autoridad de Roma.
Zósimo, cuyo espíritu aventurero se complacía en empresas
difíciles, tuvo que sostener con los obispos de Africa una violen
ta querella, en la cual fué convicto de impostura, El siguiente
hecho es uno de los curiosos incidentes que merecen ser cono
cidos.
«Negándose un presbitero llamado Apiario á sufrir el castigo
á que le habia condenado Urbano, Obispo de Siccua, en la Mau
ritania Cesariana, apeló de su excomunion al pontificado de Ro
ma. Este procedimiento pareció irregular en Africa, porque en
Concilio de Miledia habian quedado prohibidas esta clase de
548 HISTORIA
apelaciones. Pero el Papa, sin haber examinado atentamente si
los medios que se ofrecían para satisfacer á su ambicion eran
legítimos, quiso aprovecharse de la ocasion y envió tres legados
á Africa.
Llegados á Cartago los comisionados encontraron á los obis
pos congregados en sínodo y presididos por Aurelio: presentaron
las instrucciones que tenían, y pidieron permiso para leeerlas en
el concilio. Cuatro artículos contenían las cartas pontificales: el
primero autorizaba las apelaciones de los prelados al Pontífice:
el segundo prohibia los viajes de los obispos á la córte: el terce
ro permitía á los presbiteros y diáconos apelar de la excomunion
de su diocesano á ios obispos vecinos; y el cuarto ordenaba á los
legados excomulgar ó citar al obispo Urbano á la comparecencia
del Pontífice, sino recibia en su comunion á Apiario.
Sin dificultad alguna adoptaron los padres el artículo se
gundo, porque los obispos de Africa habian ya establecido un
cánon en el concilio de Cartago para impedir que los obispos y
los presbiteros fuesen á la córte do Roma. Pero sobre el primer
artículo que autorizaba á los obispos á apelar al Papa de los jui- -
cios que los condenasen, y sobre el tercero que elevabanlas
causas de los clérigos ante los prelados vecinos, los obispos re
chazaron las pretensiones del Papa.
Para evitar oposiciones, tuvo Zósimo el atrevimiento de su
poner que en los cánones del concilio de Nicea se declaraba á
todos los reinos cristianos justiciables en última instancia antee!
tribunal de Roma. Sorprendidos los Africanos de oír alegar cá
nones de que tenían conocimiento, ordenaron investigar los
ejemplares del concilio de Nicea que se hallaban depositados
en la Iglesia de Cartago; y habiendo reconocido que Zósimo se
apoyaba en decisiones que no existían, declararon en pleno con
cilio que Zósimo era un miserable impostor.
En efecto, la accion del Papa es una de las mas criminales
DE LOS PAPAS. 249
supercherías y no se sabe como pueden ser bastantemente con
denadas ni cómo se puedan contrarestar. Pero no tuvo el pesar
de sobrevivir á su vergüenza; el 26 de Diciembre de 418 murió
antes del retorno de los embajadores; y fué enterrado sob re el
camino de Tívoli, junto al cuerpo de San Lorenzo.
Está acusado Zósimo de haber echado por tierra todas las le
yes humanas, para satisfacer su insaciable ambicion. Hábil en
hallar á sus adversarios el lado flaco, nada olvidaba de cuanto les
pudiese perjudicar; de un orgullo desmedido llevaba su audacia
á extremos inverosímiles; y cuaudo comprendia que el arco iba
á romperse á fuerza de estar tenso, él se apresuraba á romperlo
de un golpe. Su conducta era muy mañosa, y siempre se mani
festó enemigo de la paz y del reposo. El celo de que hacia gala
por la religion era más bien un efecto de su ambicion, que ma
ravillosamente secundaba con su habilidad en los negocios, y
con una política muy cómoda, pero muy inconsecuente, y que
Maquiavelo mismo no hubiera rehusado hacer propia.
Entretanto la Iglesia ha conferido á este Pontífice el título
de Santo: pero si Dios ha recibido á Zósimo en su celeste reino,
y le ha perdonado su execrable ambicion, sus relevantes injusti
cias y sus audaces imposturas, nadie debe temer la condenacion
eterna.
Durante su reinado fueron descubiertas de una manera prodi
giosa las reliquias del profeta Zacarías, hijo del gran sacerdote
Joyada. El profeta israelita apareció á un esclavo sirio llamado
Calemero, y le dijo: «En un lugar inculto, á dos codos de tu jar-
din, cava el suelo; allí encontrarás un doble féretro de plomo
encajado en otro de mármol lleno de un agua límpida en medio
de la cual nadan dos soberbias serpientes; no tengas miedo al
guno; porque aquellos reptiles son dulces ó inofensivoss, inermes
y sin veneno.» Siguiendo las minuciosas indicaciones de Zaca
rías; el esclavo hendió la tierra y descubrió los sagrados restos del
Historia de los Papas, tomo i 20
250 HISTORIA
profeta: su cuerpo se hallaba en perfecto estado de conservacion,
y aunque hacia doce siglos que estaba enterrado, parecia ha
berse hallado allí vivo el dia anterior. Tenía cortados los cabe
llos, medianamente crecida la barba, las cejas espesas, los ojos
adormecidos, derecha la nariz, y la boca ligeramente entreabier
ta como si intentase hablar. A sus piés se hallaba el cadáver de
un hijo del rey Joas, muerto por voluntad del cielo siete dias des
pues de que aquel príncipe impío hubierahecho apedrear al pro
feta. Estos prodigios los refiere el historiador Sozómeno con una
seriedad imperturbable que apenas se puede concebir.
Por aquel tiempo la Iglesia se habría acostumbrado ya al
dominio, y podia desplegar una constaucia más firme que aque
lla de que habia antes hecho gala cuando se hallaba diseminada
y dispersa. Si bien los cristianos habian inclinado la frente á las
primeras parsecucciones, obedeciendo á potestades superiores,
aunque enemigas; entonces, conociendo que habian llegado á
ser un pueblo, uo creían que estaban obligados á soportar la
peor de las injusticias, la que violenta las conciencias. Pero la
reaccion del paganismo sobrevino inmediatamente, y los cristia
nos tuvieron que lamentarse al ver derribados los recien erigi-
gidos altares y los nuevos templos, usurpados sus bienes, y tras-
feridos de las iglesias á los nuevos templos del Sol, de Mitra, de
Serapis y de Cibeles.
DE LOS PAPAS. 251

PAPA CUADRAGÉSIMO-CUARTO.

HONORIO Y TEODOSIO II. EMPERADORES-

FÁRAMUNDO, PRIMER REY DE LOS FRANCOS.

VVALIA, TE0D0RED0, TCR1SMLMD0, TK0DORIC0 Y El RICO.

REYES GODOS DE ESPAÑA.

Cisma en la Iglesia.— Eulalio y Bonifacio —Los dos papas escitan grandes revueltas en la
Ciudad Santa.—Simaco gobernador de Roma, favorece & Eulalio —El emperador se declara
contra Bonifacio.—El oficial encargado de las ordenes de Honorio es maltratado por los
facciosos.- Los partidarios de Bonifacio escriben al emperador contra Eulalio.—Concilio de
Ravena.—El Emperador nombra un tercer papa —Temeridad de Eulalio.—Vuelve a Roma a
pesar de la prohibicion de Honorio.—Rescripto del emperador.—Eleccion de los papas enjel
siglo V.—Sesto concilio de Cartago.—Ambicion de los pontífices-reprimida por Teoioslo.—
Mendiga Bonifacio la proteccion de Honorio.—Su muerte.

(Era de 41» á 493 de J. O.)

Despues de la muerte del Papa Zósimo, Simaco, prefecto


de Roma, arengó al pueblo para disuadirle á que dejase el clero
en libertad de hacer por sí la eleccion del Pontífice.
Muchos presbiteros se reunieron entonces, segun su costum
bre para proceder á la eleccion; pero antes de que se acabasen
los funerales de Zdsimo, el archidiácono Eulalio resolvió usurpar
la Silla Pontificia, y á la. cabeza de su faccion se apoderó de la
Iglesia de Letran, cuyas puertas hizo cerrar. Estaba compuesto
su partido de diáconos, de muchos presbiteros y de una multitud
252 HISTORIA
de ciudadanos, los cuales dos dias enteros permanecieron en la
basílica esperando el momento solemne de la ordenacion. La
otra faccion del clero y del pueblo reunido en la iglesia de Teo
doro, resolvió elegir á Bonifacio y envió á Eulalio á decir por
medio de tres presbiteros que nada emprendiese sin la partici
pacion del partido más numeroso del clero. Pero los embajado
res fueron maltratados y becbos prisioneros.
Eulalio, apoyado par el crédito de Simaco, se bizo consa
grar por el Obispo de Ostia, y Bonifacio recibió la imposicion de
las manos en la Iglesia de San Marcelo.
Para instruirlo de lo que pasaba escribió el gobernador Si-
maco, al emperador Honorio que se encontraba en Rávena, cen
suraba la eleccion de Bonifacio y le pedia sus órdenes para po
der ejecutar su juicio y le dirigía al mismo tiempo las actas fa
vorables á la eleccion de Eulalio.
Prevenido el emperador por la relacion de Simaco, se decla
ró por Eulalio; por su rescripto ordenaba á Bonifacio que saliese
de Roma mandando al prefecto que lo arrojase si resistía, que
arrestase á los jefes de la sedicion, y castigase á los rebeldes
con todo el rigor de que se bacian merecedores.
Envió Simaco á su secretario para que previniese á Bonifa
cio y le intimase la órden de pasar á verle con el objeto de cono
cer la voluntad del Emperador; pero este, que tenia en la Igle
sia de San Pablo su asamblea, despreció las órdenes, bizo que el
pueblo aprisionase al oficial que Simaco habia enviado y entró
en la Ciudad á pesar del gobernador y de sus gentes. Entonces
las tropas comenzaron á dispersar los grupos del pueblo que
acompañaban al Papa, queriendo arrancarles á su jefe, que
mucbos creían habia muerto en la sedicion : se dió cuenta al em
perador de todos aquellos desórdenes y se acusó al Papa Bonifa
cio de haberlos promovido.
Siempre ejercía Eulalio las funciones del episcopado en la
DE LOS PAPAS. 253
parte de la ciudad que habia reconocido el Pontífice; pero los
presbiteros partidarios de Bonifacio escribieron al príncipe para
indisponerlo con Eulalio, afirmándole que habia sido mal ente
rado. Rogábanle además que revocase sus primeras órdenes, que
llamase á su córte al anti-papa, y á los que le sostenían, prome
tiéndose que Bonifacio iría allá con su clerecía: tambien le su
plicaban en otra carta que arrojase de Roma á los fieles que no
estuviesen conformes con su decision.
Consintió Honorio en emprender la ejecucion de su primer
rescripto, y aplazaron la decision de aquel asunto al primer dia
de Mayo, despues de la celebracion de las fiestas de Pascua. El
Emperador prohibió volver á Roma antes del juicio y bajo nin
gun pretexto á Bonifacio y á Eulalio, y ordenó que los Santos
Misterios se celebrasen por Aquileo, Obispo de Espoleto, que no
se habia declarado por partido alguno.
Cediendo Eulalio á los malos consejos, volvió á la ciudad sin
conocimiento de Simaco, y perdió por su imprudencia la plaza
que hubiera podido disputar con ventaja. Honorio mismo que le
habia sido favorable, irritado por su inobediencia, expidió un
rescripto concebido en los términos siguientes: «Puesto que Eu
lalio ha vuelto á Roma atropellando las órdenes que prohibian á
los dos pretendientes aproximarse á la capital, debe salir al mo
mento de su iglesia para evitar todo motivo de sedicion; de otra
manera, le declaramos destituido de su dignidad. No se escu-
sará conque el pueblo le retiene por fuerza, porque si algun
clérigo comunica con él, será castigado de la misma manera y
los láicos serán desterrados de nuestro territorio. Encargamos
al Obispo de Espoleto celebre el oficio durante los dias sagrados
de Páscua, para cuyo efecto, la Iglesia lateranense estará
abierta para él sólo. »
Luego que Simaco recibió este decreto, lo notificó en persona á
Eulalio, este respondió que deliberaría, y no quiso salir de Roma
254 HISTORIA
á pesar de las instancias de sus amigos. Al dia siguiente con
gregó al pueblo, se apoderó de la basílica de Letrán, donde bau
tizó y celebró la Páscua, El prefecto entonces se vió obligado á
usar de la fuerza para arrojarle, puso oficiales de guardia en la
Iglesia, y de este modo garantizó el que Aquileo de Espoleto
pudiese celebrar tranquilamente la solemnidad. Eulalio fué ar
restado, conducido al destierro y juntamente con él muchos clé
rigos de su partido, que excitaban nuevas sediciones.
Instruido el Emperador Honorio de todos aquellos desórde
nes, declaró á Eulalio escluido de la Santa Sede, y á Bonifacio
en libertad de volver á Roma para eucargarse del gobierno de
la Iglesia. El Senado y el pueblo dieron públicos testimonios de
un extremado regocijo al ver terminadas aquellas sangrientas
querellas, y dos dias despues Bonifacio entró en la ciudad como
en triunfo, en medio de las aclamaciones generales. Entonces
brilló la paz sobre la Iglesia, pues habiendo prometido Eulalio
renunciar á todas sus pretensiones, recibió como indemnizacion
el obispado de Nepi.
Al momento escribió Bonifacio al Emperador una carta para
pedirle promulgase un edicto que impidiese en adelante las in
trigas y las cabalas que se tramaban á la muerte de ios papas»
para apoderarse de la silla de Roma.
Los legados que Zósimo habia enviado al África sobre la cues
tion de Apiario, no habian asistido aun al concilio general cele
brado en Cartago, en la sala de la basílica de Fausto, y en el
cual se suscitaron nuevos debates sobre los cánones falsificados
por el Papa. Concluido el sínodo, los embajadores volvieron á Ro
ma á dar cuenta de los ultrajes que allí se habian hecho á la
Santa Sede. Furioso Bonifacio, resolvió exterminar á los pela-
gianos, y solicitó del Emperador una Constitucion, de la cual
hizo memoria en una carta que Honorio escribió desde Rávena al
Obispo de Cartago. En esta carta se dice que, «para reprimir el
DE LOS PAPAS. 355
error de los obispos que sostienen aun la doctrina de Pelagio, es
necesario advertirles que los que no suscribiesen la condenacion
de Aurelio serian depuestos del episcopado, arrojados de las ciu
dades y excomulgados.» Aurelio, esclavo, sometido á la corte
de Roma, se apresuró á ejecutar aquellas órdenes, amenazando
a los obispos con toda la cólera del príncipe.
Pero Teodosw, poco despues de su matrimonio, hizo una
Constitucion contra la autoridad del Papa, declarando que las
sillas de la Iliria no estaban sometidas á las determinaciones de
los obispos de Roma, y que los prelados de Constantinopla po
drían alegar los mismos privilegios que los Pontífices romanos.
Igualmente ordenaba el príncipe convocar en Corinto un conci
lio para examinar multitud* de cuestiones referentes á la consti
tucion de la Iglesia. Quejándose Bonifacio al patriarca de Cons
tantinopla de aquellas vejaciones, lo escribía en los siguientes
términos: «Si leeis los cánones vereis cual es la segunda y la
tercera silla despues de la Iglesia romana.
«Las grandes iglesias de Alejandría y Antioquía conservan
su autoridad por los cánones, y mientras que ellas puedan recur
rir á nuestra Sede en los asuntos árduos, como los de Atanasio
y de Flaviano de Antioquía, 03 prohibo terminantemente que
os congregueis para poner en tela de juicio el asunto relativo á
la ordenacion de Perígeno: si despues de haber recibido las sa
gradas órdenes ha cometido crímenes, nuestro hermano Rufo
conocerá en ellos y nos dará cuenta; puesto que á Nós única
mente nos toca el derecho de juzgarle...» Despues de esto, or
dena que se obedezca á Rufo y amenaza con la excomunion á
los que se reuniesen en concilio.
Tambien envió Bonifacio una diputacion al emperador para
suplicarle que mantuviera los antiguos privilegios de la Iglesia
romana. Entonces Honorio escribió á Teodosio, quien le respon
dió: «Que los antiguos privilegios de la Iglesia romana fuesen
256 HISTORIA
observados segun los cánones, para lo cual ya .habia encargado
á los gobernadores del pretorio que los hicieran ejecutar. »
En el curso de aquel año, el Santo Padre reprimió en las Gá-
lias las pretensiones de Patroclo de Arlós, que habia mandado á
Lodeba, fuera de su provincia, un obispo que no se le habia pe
dido ni por el clero ni por el pueblo.
El Papa Bonifacio murió en el mes de Octubre del año 423,
y fué enterrado en el cementerio de Santa Felicidad, sobre el ca-
camino del Sol.
San Simon el Estilita, que vivia bajo el pontificado de Boni
facio I, habia establecido su vivienda sobre la cima de una co
lumna de cuarenta codos de alta, sobre la cual vivió cerca de
treinta años. Habia nacido este fanático en Siscur, ciudad situa
da en los confines de la Cili cia y de la Siria. Al principio habia
entrado en un monasterio griego por consejo de un presbitero,
pero pronto fué arrojado por el. abad, que le creyó insensato, á
causa de las maceraciones crueles y de las abstinencias inauditas
á que se condenaba. A la salida del monasterio, se retiró á una
gruta al pié del monte Telenisa, donde resolvió imitar á Jesucris
to, pasándose la cuaresma sin tomar alimento alguno. Un piadoso
cenobita, vecino de él, al cual habia comunicado sus intenciones,
quiso disuadirlo, obstinóse Simon, y aquel le prohibió que vinie
se á visitarlo por algun tiempo. El pobre monje, no dudando de
que Simon habia perdido el juicio, le dejó diez panes y una cán
tara llena de agua, no volviendo á su gruta, hasta despues que
pasaron los cuarenta dias. Grande fué su admiracion cuando en
contró las provisiones intactas y al fanático Simon tendido sobre
el suelo sin dar señales de vida: al momento le hizo dar unas
gotas y.le administró la Eucaristía. En aquel instante cuenta la
leyenda, Simon se levantó lleno de fuerza, y pareció robusto
y satisfecho como si hubiese pas ado la cuaresma en medio de
los festines.
A la muerte de Alarico acontecida tambien durante este pon
DE LOS PAPAS. 257
tificado, fué proclamado Ataulfo rey de los godos. Ataulfo sacó
á la nacion fuera de Italia despues de haberla recorrida y des
vastado por espacio de cuatro años, y en calidad de conquista
dor habia ocupado á Narvona, Tolosa, Burdeos y el país que se
extiende desde Marsella al Océano.
Gala Placidia, hija de Teodosio, habia adquirido mucho im
perio en el corazon de Ataulfo; mezclándose con él en las con
tiendas políticas y en las empresas guerreras. Siempre habia
manifestado un valor casi cruento, y estaba en Roma, cuando
fué sitiada por primera vez por Alarico, asistiendo por ligereza
ó crueldad á la muerte de su prima Serena. Ataulfo después de
sus conquistas en las Gálias, traspuso los Pirineos, tomó á Bar-
cela y vino á fundar el reino gótico en España. No le gozó mu
cho tiempo, pues poco despues de la muerte de un hijo suyo en
Barcelona, fué asesinado por Sigerico.
El matador le sucedió en el mando, dió muerte á otros seis
hijos de Ataulfo, y obligó ála imperial Placidia á caminar por
doce millas entre una turba de esclavas vulgares, delante de su
caballo. Tampoco Sigerico gozó mucho tiempo las dulzuras del
mando; á los siete dias de reinado, tambien recibió la muerte de
manos de un asesino, sucediéndole Walia, que recorrió la Es
paña hasta el mar.
Walia acometió á los silingos de la Bética y habiéndolos
exterminado, entregó su rey y su país á los romanos. Los alanos
de la Lusitania fueron puestos por él en tal aprieto, que se re-
raron á Galicia, donde se unieron y confundieron con los sue
vos. Honorio por las victorias.de este rey, celebró las ceremo
nias del triunfo en el Capitolio, y dió á Walia la Aquitania y
por capital á Tolosa, pero en aquel mismo año murió Walia, y
tuvo por sucesor á Teodorico I, hijo tal vez de Alarico, que dió
fuerza y extension al reino visigodo.
A pesar de tantos crímenes, el nombre de los godos, que en
158 HISTORIA
Italia significa destruccion y barbarie, en España se pronuncia
con placer nacional, desde que la peor dominacion de los árabes
enseñó á asociar á él la idea de un estado más feliz é indepen
diente. «
Sin creer que el nombre de godos sinifiquen buenos, del
aleman Qut, varios becbos manifiestan su rigorosa disciplina, la
cual es una virtud no pequeña en bandas armadas.
A pesar de ser errianos, respetaron la creencia católica;
mostraron á los obispos estimacion y confianza, y les encargaban
misiones cerca de los reyes y en los negocios árduos. Esta con
ducta, llámese moderacion é indiferencia, la conservaron basta
la conversion de Recaredo.
Un escritor que bace el retrato de los godos, cuando atrave
sando toda Europa del Norte al Mediodia, cayeron sobre Espa
ña, los retrata del modo siguiente: «Son más terribles por el va
lor que por el número, bravos en el mar, no ménos que en la
tierra, desprecian las intemperies, mirando la guerra co'mo su
elemento, la paz como una calamidad, y el reposo como una
esclavitud. Si son vencedores, nada los contiene; si vencidos se
reponen inmediatamente antes que los enemigos bayan tenido
tiempo siquiera de quitarse el yelmo de la cabeza. Hablaban
un idioma teutónico: eran de colosal estatura; llevaban sus ru
bios cabellos recogidos sobre la frente, se afeitaban la nuca y la
cara, escepto algunos penachos de barba bien peinada; sus ojos
eran verdosos con la pupila blanca y brillante como el agua;
vestían túnicas de pelo que apenas, les llegaba á las rodillas, ce
ñidas al cuerpo por un largo cinturon, del cual pendia la pesa
da espada; un ancho escudo protegía su cuerpo y se complacían
en manejar y lanzar-las franciscas, dando siempre en el blanco,
y sabiendo de antemano cuanto habian de penetrar en el cuerpo
del enemigo sobre el cual á veces; se lanzaban á saltos.
DE LOS PAPAS. 259

CELESTINO PRIMERO

PAPA CUADKAGESIMO-QÜINTO.

TE0D0SI0 Y VALENTINIANO 11. EMPERADORES ROMANOS.

FARAMUNDO Y GLODION EL CABELLUDO, REYES DE FRANCIA-

TÜRISMÜNDO, TEODOSIO II Y EURTCO,

REYES GODOS DE ESPAÑA.

Eulali o rehusa ocupar la silla pontificia.—Eleccion de Celestino.— Acusaciones contra Antonio,


obispo de Tusala —Los obispos africanos le deponen a Musa de sus crímenes El Papa le
restablece.—Condena Celestino las costumbres de loa obispos —Nestorlo.-Es calumniado
ror San Cirilo y por Evagro —Concilio de Efeso.— Nestorlo injustamente condenado.— Elogio
de Nestorio.— Nueva condenacion de los Pelagianos.—Celestino mantiene la doctrina d°
San Agustín.—Muerte del papa'.—Su carácter.— Persigue á los novacianos.—Perjuicios cau"
sados por los curas.

(Era de 493 a 413» de J. C.)

Despues de la muerte de Bonifacio I, muchos miembros del


clero, quisieron volverá llamar áEulalio, queyahabia sido de
puesto de la Silla Pontifical; pero Eulalio, altamente desenga
ñado, no quiso aceptar la tiara y permaneció en su retiro en la
Campania, donde aun gozó un año más de vida. Nueve dias
quedó vacante el trono de San Pedro, y al cabo de ellos fué
proclamado por unanimidad Celestino, romano de nacimiento é
hijo de Prisco.
Apenas subió al trono, renováranse las cuestiones relativas
al enojoso asunto de las apelaciones de ultramar, y del reSonoci
260 HISTORIA
miento de la autoridad de los papas, por el recurso del presbite
ro Apiaro y del Obispo Antonio de Fusala. Este era un jóven
educado por San Agustín en su convento: no tenia aun más
grado que el de lector, cuando su protector le hizo imponer las
manos y le estableció obispo de Fusala, pequeña ciudad á la es-
. tremidad de la diócesis de Hiponia. Antonio fué recibido por los
fieles con entera sumision, pero pronto los desórdenes y escán
dalos de su conducta fueron tan notables, que el pueblo se rebeló
contra su autoridad,
Congregóse para juzgarle un concilio de obispos, los fusilia-
nos le acusaron de avaricia, de torpezas y liviandades, cuyas
pruebas parecían de relieve. Los padres, no pudiendo escusarse
de castigarlo, y deseando mostrarse indulgentes hácia el prote
gido de San Agustín, le conservaron el título de Obispo, aun
que privándolo de su diócesis.
Antonio, envalentonado con la debilidad que reinó en el sí
nodo, -presentó un recurso al Papa, pidiendo que se le restable
ciera en su iglesia, de la cual no debia ser privado, ó que tambien
era preciso despojarle de su investidura episcopal. Celestino es
cribió á los prelados de Africa en favor del jóven obispo, pero
manifestaba que desearía su reposicion en el caso de que le hubie
se expuesto con fidelidad la narracion de los hechos. Fuerte An -
tonio con la recomendacion que obtuvo de Roma, amenazaba
hacer ejecutar su contenido, ya fuese por el poder secular, ya
fuese á mano armada. Entonces, para evitar los efectos de la
pública indignacion, San Agustín se determinó á enviar á Celes
tino todas las actas del proceso, suplicando interpusiera su auto
ridad, impidiendo así todo género de violentas manifestaciones.
La carta de San Agustín está escrita en el tiempo en que los
obispos africanos tributaban todavía grande deferencia á las ape
laciones de Roma; pero cuando tuvieron conocimiento de los cá
nones de Nicea, declaráronse independientes, y el asunto de An
DE LOS PAPAS. 264
tonio de Fausala. fué concluido segun sus propias inspiraciones.
Tambien quiso Celestino reponer á Apiaro, y le envió de
nuevo á Africa con el obispo Faustino. A su llegada, los prela
dos africanos, convocaron un nuevo concilio que presidió Aurelio
de Cartago. Se examinó el expediente de Apiario, y como fué
convicto de sus grandes crímenes, Faustino mismo se atrevió á
defenderlo, por lo cual tuvo que circunscribirse al oficio de abo
gado apostólico y se opuso á las decisiones del concilio, so pro
testo de que usurpaban los obispos allí congregados los privile
gios de la Iglesia de Roma. Por último, declaró á los padres que
estaban en el deber de recibir á Apiario en su comunion, sin
e xámen alguno y solo porque el Pontífice le habia ya restabl ecido .
Desp ues de tres dias de debates, el culpable intranquilo con
lo? remordimientos de su conciencia, confesó todos los crímenes
de que se le habia acusado, crímenes infames que causaron la
indignacion general, y agravaron la excomunion.
Entonces los padres del concilio preguntaron irónicamente
á Faustino, dónde se hallaba el Espíritu-Santo que inspira á
los papas, cuando C elestino habia concedido la comunion á tan
culpable reo. Despues le ordenaron escribiese al papa, partici
pándole que ellos prohibian que fuesen recibidos aquellos que
hubieran sido excomulgados.
Celestino, viendo su autoridad rechazada en Africa, volvió
sus ojos hácia Occidente; envió muchas cartas decretales á los
prelados de las provincias de Viena y de Narbona para corregir
los abusos. En una carta muy notable, condena á los obispos
que no vestían como los seglares y se distinguían de los demás
seglares por el manteo y el cíngulo: «Debeis distinguiros del
pueblo, les escribia, no por el vestido sino por la doctrina y por
la pureza de vuestras costumbres; los presbiteros no deben bus
car el brillo de su gerarquíaá los ojos del vulgo simple, sino
que deben resplandecer por su valer y sus virtudes.
262 Historia
¡Cuál sería su admiracion si hubiera podido comprender que
llegase un dia, en el cual la tierra se cubriese por completo de
frailes abigarrados, vestidos de blanco y de negro, de carmelitas
con hábitos de mil colores, dominicos con la cabeza resurada ó
llevando los cabelles largos, y todos distinguidos por el abolen
go especial de cada orden!
El segundo abuso condenado por el Papa, es la costumbre
de negar la penitencia á los moribundos; el tercero el uso de
consagrar obispos simples láicos, que no han pasado por las di
versas órdenes eclesiásticas. «No os contentais conque los láicos
se ordenen, añadía, sino que sucede que hasta buscais crimina
les para que sean ordenados: de esta manera, el monje Daniel,
despues de haber sido superior de un convento de monjas en
Oriente, ha terminado por retirarse á la Gálias. Oe hemos pre
venido ya de que habia sido acusado por otros religiosos de infa
mes crímenes y de odiosas bajezas; os hemos enviado todos estos
informes con el obispo de Arlós, para citar á Daniel á un conci
lio, con el objeto de que sea juzgado, ¿y entre tantos vos lo or
denais?»
Hácia fines de este año comenzó el famoso Nestorio á difun
dir su doctrina. Evagro habla de él con la acritud y la mala fé
que el fanatismo jamás deja de inspirar á los esclavos de la Cor
te Romana. «Esta lengua enemiga de Dios, forja blasfemias, se
gunda vez vende á Jesucristo, divide el cuerpo del Salvador y
le desgarra. Nestorio niega á la Santa Virgen el nombre de Ma
dre de Dios, aunque el Espíritn Santo le haya dado este título.
Solamente la llama madre Cristo de cuya herejía con razon
consternó en aquellos tiempos el corazon de los fieles. Anastasio,
su discípulo, presbítero hereje convertido en defensor oficioso de
su maestro, quiso hacernos volver al judaismo. No teme profanar
el templo del Señor, y en la basílica de Constantinopla, en pre
sencia de todo el pueblo, se atreve á enseñar esta impía doctrina:
DE LOS PAPAS «63
nadie llame á María madre de Dios; porque María era una mu
jer, y es impostóle que todo un Dios naciese de una mujer.
Al oir estas palabras abominables, los fieles escandalizados
murmuraron contra el presbitero sacrilego; pero el patriarca
Nestorio, primer autor de la blasfemia, se levantó para autori
zarle en lugar de condenarlo; y enardeciendo la impiedad de su
discípulo, tuvo la desgracia de atreverse á decir; «Ya me guar
daré yo do decir que Dios pudo ser un niño de dos ó tres meses.»
Instruido el Papa por medio de San Cirilo de los progresos
que iba haciendo aquella herejía; convocó en Roma un concilio
para examinar los escritos de Nestorio. El patriarca de Constan -
tinopla fué condenado, y Cirilo encargado de la ejecucion de
aquel juicio.
En el momento envió Celestino á la Gran Bretaña á San Ger
man, obispo de Auxerres, para contradecir á Agrícola, hijo de
un obispo pelagiano, que difundia falsas doctrinas acerca de la
gracia; San Lupo, obispo de Troyes, fué igualmente nombrado
embajador para asistir al concurrido concilio que se celebró en la
Gália.
Un número prodigioso de milagros obraron durante su viaje
aquellos dos prelados por virtud del Espíritu Santo: nosotros nos
limitaremos á contar el más notable.
Luego que entraron en debate con los herejes, un filósofo
de aquel tiempo acudió á un singular expediente para terminar
las cuestiones; presentándoles una muchacha ciega para que la
curasen. La proposicion pareció capciosa y los dos partidos re
chazaron la prueba; pero San German, acordándose de que ve
nia cargado de preciosas reliquias, aceptó el reto, aplicó su ta
lisman á los ojos de la desgraciada, y la volvió la vista. Al ins
tante los mismos pelagianos iluminados por una inspiracion ce
leste, abjuraron del error que defendian.
Mientras que los pelagianos se convertían en la Gran Breta
264 HISTORIA
ña, San Cirilo, para ejecutar las órdenes del pontífice en Orien
te, congregaba un concilio general. Apenas se hubo celebrado
la fiesta de la Pascua, los obispos de las diversas provincias del
imperio, se presentaron en Efeso: animáronse los partidos duran
te las discusiones; los pad res se injuriaron entre sí y en medio
del desórden y la confusion, fué depuesto Nestorio por los obis
pos partidarios de San Cirilo. Este á su vuelta fué excomulgado
por los prelados partidarios de Juan de Antioquía. Jamás juicio
alguno habia sido dado con tanta precipitacion, ni movió mayo
res sospechas que el que se dictó contra Nestorio en el concilio
de Efeso: una sola sesion se invirtió en examinar sus escritos y
los de sus adver sarios; y San Cirilo, enemigo declarado del pa
triarca que presidia la asamblea, inauguró las sesiones sin espe
rar á los legados del Papa.
Pero la posteridad se ha encargado de justificar á Nestorio
las acusaciones de que fué objeto por parte de San Cirilo y por
el calumniador Evagro; porque está demostrado que hubo exa
geracion en atribuirle hácia la madre do Dios un epíteto tan
poco razonable como el ya anunciado. De esta manera se hizo
sufrir al pretendido hereje una injusta condenacion.
Cirilo, que habia sido el perseguí dor, fué restablecido en su
silla por el Emperador, y los siglos siguientes le han venerado
como un gran Santo: Nestorio, por el contrario, víctima de la
saña de sus enemigos, quedó expuesto toda su vida á violentas
persecuciones y su memoria todavía se hace odiosa entre los ca
tólicos celosos.
Las doctrinas de Nestorio á pesar de haber atravesado catorce
siglos de duras persecuciones, todavía hay una iglesia protestan
te en donde se conservan victoriosas, además de los caldeos que
habitan aun la Asiría, la Caldea, la Persia y la costa de Malabar:
en estos paises se conservan su símbolo, que no difiere de la gran
Iglesia griega más que por la creencia en el dogma de las dos
9

DE LOS PAPAS. J!é5


naturalezas distintas y separadas en Jesucristo. Los nestorianós
de la costa de Malabar son conocidos muy particularmente bajó
el nombre de cristianos de Marcos Thomé. calificacion que ellos
dicen que se remonta á los tiempos del Apóstol de este nombre
que habia convertido á sus abuelos. Los católicos se atribuyen
el mérito de estas conversiones y han cambiado el nombre' dé ütí
misionero con el de Santo Tomás, que segun ellos, estuvo ericas'
Indias y en ellas predicó la fé; pero está históricamente probado
que Tomás huyó de Constantinopla con muchos de sus- correli
gionarios, para escapar de la persecucion del emperador Teodo-
sio, era enemigo del nestorianismo, y que se estableció en aque
llas comarcas.
Desde el siglo VI, la colonia cristiana que él habia formado
se hizo muy importante, tanto, que las crónicas de Malabar ha
cen mencion de sus progresos. Estos caldeos profesan la creencia
de la naturaleza divina de Cristo; por consiguiente no llaman á
María madre de Dios y hacen proceder al Espíritu Santo sola
mente del Padre; tienen tres Sacramentos, que son Bautismo,
Eucaristía y Orden, y no colocan en sus templos imágen algu
na esceptuando la de la cruz; sus sacerdotes pueden casarse, y
en sus ceremonias sírvense aun de la lengua caldea ó siriaca.
A los ojos de los católicos, el principal error de Nestorio con
sistió en haberse espresado en los mismos términos que lo habian
hecho muchos padres de la Iglesia en el siglo IV. En efecto, Mi-
nucio Félix, habia dicho hablando de Cristo. «Los dioses no na
cen ni mueren; nacer y morir es cosa privativa de los hombres. »
YLactancio ya habia escrito hablando de Jesucristo: «¿Puédese
razonablemente comprender que el que ha sido engendrado, ha
muerto y ha sido enterrado verdaderamente, sea un Dios? Seria
un loco el que lo creyese.» Fuerte con estos testimonios, Nesto
rio negó en consecuencia de la divinidad de Jesucristo: «Es un
delirio, décia, afirmar que Jesucristo nacido y crucificado era un
HlSTOMA BK LOS PaPAS, TOMO 1 2\
266 HISTORIA
Dios. ¡Ahora bien, hé aquí precisamente la causa por la cual
creemos en Jesucristo. Sabemos que esto es contrario á la razon
humana, que es hasta vergonzoso suponer que un Dios consin
tiese revestirse de carne, que se dejase circuncidar y crucificar.
Mientras tanto no se puede ser realmente sabio sino aceptando
con resignacion las vaguedades de los hombres, es decir, creyen
do las locuras de un Dios!»
Los embajadores de Celestino, despues de la condenacion de
Nestorio, llegaron á Efeso, y suscribieron sin examen los de
cretos del concilio.
Los pelagianos fueron excomulgados* en la misma asamblea:
estos infortunados, cuya herejía sobre la gracia no era mas ver
dadera que los sentimientos impíos que se atribuían á Nestorio
sobre la Encarnacion, llegaron á ser objeto del ódio público.
Próspero escribió el epitafio del pelagianismo y del nestorianis-
mo, comparándolos con dos muj eres idólatras, madre é hija, que
fuesen enterradas en el mismo sepulcro: este triunfo no era mas
que una ilusion del orgullo; porque las dos sectas, á quienes
conceptuaba el concilio de Efeso enterradas de un mismo golpe,
han multiplicado hasta el infinito; han atravesado los siglos, 'y
subsisten aun en nuestros dias.
Hácia fines de este desgraciado año de 431, escribió el Papa
á los obispos de la Gália en defensa de San Agustín cuya doc
trina habia sido atacada por los presbíteros de su diócesis; ade
más les dirige severos cargos por su negligencia en reprimir
los escándalos. ¿En qué términos espresaría su indignacion, sí
por un espíritu profético hubiera podido preveer que uno d»
sus sucesores trataría en algun tiempo como impía y sacrilega,
la doctrina de San Agustin?
La carta del Pontífice sobre la gracia, contiene nueve artí
culos donde en toda su pureza y sin equivocacion de ningun gé
nero se muestra el jansenismo; de manera que si la bula Unige.
I

DE LOS PAPAS. 2W.


nüus hubiese tenido un efecto retroactivo, el Papa Celestino se
hubiera encontrado en los cielos excomulga lo por Clemente XI.
El año 432 murió San Palatlio, á quien el Papa 'envió á Es
cocia é Irlanda en la mision apostólica de San Patricio para pre
dicar la fé de Cristo. Este apóstol introdujo el uso de las cartas
entre los irlandeses que antes de esta época no poseian mas lite
ratura que la de sus rimas, compuesta por sus bardios y que
contenian su historia.
Murió Celestino el 6 de Abril de 432, despues de haber go
bernado la Iglesia romana durante ocho años: fué enterrado en
el cementerio de Priscila.
Este Pontífice escribía de una manera apremiante y solícita,
pero su estilo era sentencioso y embarazado. Se le reprocha, el
haber sido ambicioso y fanático, defectos conluneá á todos los
que han ocupado la Sede de Roma. Persiguió á los novaciano3,
les quitó muchas iglesias y obligó á su obispo Rustículo á cele
brar sus asambleas en una casa particular.
Aquella secta que hacia muchos años se hallaba establecida
en Roma, poseía el respeto público por su moral santa y sus
costumbres regulares: tenia magníficos templos á donde acudia
una inmensa multitud de fieles. Por desgracia su prosperidad
llegó á excitar los celos del Papa, que ya comenzaba ¿ usurpar
una autoridad demasiado absoluta: de esta manera no la permi
tieron que sus reuniones fueran públicas, llegando á privarle
de sus riquezas. Los patriarcas de Constantinopla no imitaron á
los obispos de Roma en sus persecuciones contra los novacianos;
por el contrario, profesaban un gran respeto hácia su doctrina
y consintieron sus reuniones en la capital del imperio.
Se atribuye á Celestino la dedicacion de la famosa basílica
de Julia, que enriqueció con soberbios vasos de plata y oro,
comprados con el dinero de los fieles.
268 HISTORIA
i ' .j

SIXTO TERCERO.

PAPA CUADRAGÉSÍMO-SESTO.

VALENTINIANO III YTE0D0SI0 II, RMPEI ADORES ROItflíOS

GLODION EL CABELLUDO, REY DE LQS'FrlANCOS,

EURICO REY DE LOS GODOS-

Fanatismo de Sixto antes de su pontificado.— Persigue á los herejes —El emperador termina
las querellas entre Cirilo y Juan de Antioquía —El Papa ea acusado de violacion de una
monja y de cometer incestos — Fixto nace envenenar ii su acusa ,or.— Él mismo entierra el
cadáver para ocultar aquel horrible crimen á la justicia .le ios hombres.— Ambicion de los
papas.—Muerte de Sixto.—l.onoede á las Iglesias inmensas riquezas, arrancadas á los "les-
ffTaciados pueblos.

(Era de 439 á 444» de J. C. )

' Sixto, tercer Papa de este nombre, era italiano de naci


miento y presbitero de la Iglesia de Roma. Bajo el pontificado
de Zósinio, habia perseguido con encarnizamiento á los desgra
ciados pelagianos, y por su fanatismo babia merecido el título
de sostén y columna de la fé.
Apenas subió á la silla pontifical Sixto 111, que juntaba la
hipocresía á la intolerancia, escribió á San Cirilo que recibiese á
Juan de Antioquía, cuyo poderoso partido se oponía con vigor á
los decretos del concilio de Efeso. Este prelado acababa de con
vocar en Tarsis un nuevo sínodo en el que los padres habian de
puesto á San Cirilo, Arcadio, legado del Papa, y los demás pre
lados que se habian presentado en Constantinopla para la consa
DE LOS PAPAS. 2«9
gracion de Maximino. El obispo de Megro, conformándose con
los deseos del Pontífice, dio pasos para llegar á una conciliatoria
avenencia; pero no pudieron calmarla indignacion de Juan de
Antioquía, quien tan pronto como llegó á su metrópoli, tuvo un
segundo sínodo, donde aprobó todas las deposiciones decretadas
por el primero. Los orientales escribieron despues á Teodosio para
comunicarle que detestaban las doctrinas de San Cirilo, y pard ro
garle que no permitiesen se enseñasen en las Iglesias del imperio.
El príncipe, cansado de las continuas quejas que de los dos
partidos recibía, y temiendo que el cisma de que la Iglesia esta
ba amenazada, viniera á turbar la tranquilidad pública, ¡quiso
reconciliar á Juan de Antioquía con San Cirilo, lisonjeó la am
bicion y el orgullo de estos dos prelados, y arregló sus diferen
cias á satis faccion de todos los enemigos del desdichado Nestorio.
El ilustre anciano, entretanto, conservó algunos amigos que al
tamente condenaron la traicion de Juan de Antioquía.
No fué de mucha duracion el triunfo de Sixto III; pronto él
mismo fué acusado por Barso, notable presbítero que descendia
de una ilustre familia, de haber cometido un incesto, y de in
troducirse en un convento para violar á una religiosa llamada
Crisogonia: la acusacion hecha pública promovió un gran es
cándalo, de tal manera bochornoso, queValentiniano, emperador
de Occidente, se vio obligado á ordenar la convocacion de un
concilio, donde se reunieron cincuenta y seis obispos, con el ob
jeto de examinar la conducta del Papa. El oro del Pontífice cor
rompió á los jueces, y la asamblea declaró que no habiendo po
dido ser apoyados aquellos crímenes con pruebas legales ó ma
teriales, el calumniador debia ser condenado; á consecuencia de
este juicio, el emperador y Placidia, su madre, proscribieron á
Barso y confiscaron todos sus bienes, aplicándolos en beneficio
de la Iglesia.
Tres meses despues de aquella sentencia, murió el presbítero
#0 HISTORIA
envenenado... Los historiadores añaden, que el Pontífice, cu
briéndose con el velo hipócrica de la religion, le asistió en per
sona durante su enfermedad, por sí mismo le administró el Viá
tico, y quiso enterrarlo por sus propias manos, despues de su
muerto, para ocultar el horrible cadáver, desfigurado por el ve
neno. Los presbíteros afirman, por el contrario, que Sixto salió
de la acusacion como el oro del crisol, y que solo sirvió para au -
mentar la opinion favorable que los pueblos habian formado de
la santidad del P¡ipa.
La historia de la Iglesia deja un lago profundo do algunos
años en la relacion de los hechos de Sixto, y nosotros no pode
mos acometer la ímproba empresa de sacarlos del profundo olvido
enque yacen; únicamente sabemos que sostuvo la jurisdiccion de
su silla sobre la Iliria, y que confirmó enseguida el juiciode Idio,
condenado por Proclo. En aquella época, los obispos del Asia,
resistían reconocer ta jurisdiccion del patriarcado Constantino-
pla, ó mejor dicho, los presbíteros prevaricadores, conociendo la
ambicion' de los papas, declinaban el juicio desus superiores le
gítimos, para llegar á Roma sus causas, donde favorablemente
se les recibía hasta las quejas mas injustas, con tal de que favo
recieran la política de usurpacion seguida por la Santa Sede.
Juliano Déclana, el famoso defensor de Pelagio, cansado de
las persecuciones que constantemente le suscitaba el ódio de los
presbiteros de Oriente, se sometió al Pontífice, suplicándole le
devolviese el régimen de su silla. Pero Sisto, teniendo aviso del
archidiácono Leon, el personaje mas importante de la Iglesia, y
á quien veremos pronto sucederle, rechazó duramente las propo
siciones de Juliano, y comenzó una nueva persecucion contra los
desgraciados pelagianos.
El Papa Sixto murió poco tiempo despues, el 28 de Marzo de
440, habiendo ocupado cerca de ocho años la Santa Sede: fué en
arcado, ep el camino de Tivoli cerca del sepulcro de San Lorenzo.
DE LOS PAPAS. 871
Durante su pontificado, restableció la basílica de Santa Ma
ría, hizo colocar en el interior un altar de plata de peso de tres
cientas libras; la dotó con muchos vasos de plata de peso de cer
ca de mil ciento sesenta y cinco libras, un vaso de oro de cin
cuenta libras, veinticuatro candelabros de cobre, y señaló para
el sostén de esta iglesia, en tierras y en otras propiedades, la
renta de 729 escudos de oro: ofreció al baptisterio de Santa Ma
ría, para las ceremonias, vasos de plata y una concha para ver
ter el agua, de peso de treinta libras; enriqueció la Confesion de
San Pedro con ornamentos de plata de peso de cuatrocientas li
bras, y la capilla de San Lorenzo la exhornó con balaustradas
de pórfido; colocó sobre el altar columnas de plata macizas de
peso de 200 libras; en la basílica del Santo Sabia acumulados mu
chos vasos de plata y oro, adornados de piedras preciosas. San
Sixto, igualmente habia enriquecido el baptisterio de Letran con
columnas de pórfido, y sobre el arquitrabe de mármol, hizo gra
bar versos sobre la virtud del bautismo y el pecado original. En
fin, dió este Pontífice á las iglesias durante su vida,- mas de dos
mil seiscientas once libras romanas en oro y plata, que él habia
arrancado á los fieles, ya por medio de limosnas ya por heren
cias forzosas.
272 HISTORIA

LEON PRIMERO

PAPA CUADRAGESIMO-SETIMO.

ULEMIUWO II Y TK0D0SIO II, EMPERADORES.

GLODION, MOROVEO Y CHILDERICO REYES FRANCOS.

EURIGO, REY GÓTICO DE KSPAÑA.

Nacimiento de Leon.— Su reglamento sobre la disciplina.—Excomulga * los obispos bigamos,


y les d eclara depuestos do su silla — Violacion de religiosas por los barbaros. Su obstinacion
en querer obligar á los presbíteros á guarda- el celibato —Reglamento sobre las concubi
nas.— El emperador publica un edicto cruel contra los mauiqueos.— Leo ataca á os pela-
glanos.—Desea extender su dominarion sobre la 'lirio.—Con lena ¡tjustamente á San Hilario
de Arles.— Muerte de San Cirilo —Herejía de lo* priaciüanos —Suplicio cruel de Prlsciliano
en Esi ana. — Eu iques —Apología de su doctrina —< ondenacion á* Kutiques.— El papa sos
tiene la herejía.—Concilio general de Efeso.— Kxcomunion del Papa —Leon pide al empera
dor un concilio universal.—La Emperatriz favorece la ambicion del Papa —Amenaza de AU-
la. - San Leon detiene al conquistador —Milagro del Saato Pad'e.— Roma saqueada —Muerte
del Papa

(Era de 410 á 4C1 de J. C.)

Hácia el fin del reinado de Teodosio el Grande nació en Ro


ma Leon, siendo su padre Quintieno. Nada dicen los historiado
res acerca de su juventud y Leon aparece por vez p limera en la
historia con ocasion de una violenta querella que se suscitó en
tre Aecio y Albino, jefes de dos legiones romanas enviadas á las
Gálias para rechazar á los bárbaros. El embajador aun estaba en
los campos cuando murió Sixto; aunque ausente fué elejido jefe
de la Iglesia por consentimiento unánime, y una diputacion fué
á anunciarle tan feliz nueva.
Ascendido al pontificado, se aplicó desde luego á la instruc
cion de su rebaño con grande asiduidad; despues en Africa
DE LOS PAPAS. 273
al obispo Potencio, con el objeto de que hiciese á las iglesias de
la Libia una exacta relacion del estado en que se encontraba su
Iglesia, al mismo tiempo que él se apercibia de la situacion de
las africanas, las cuales, de público se decia, que estaban gober
nadas por personas indignas del episcopado, y elevadas á esta
dignidad por medio de sangrientas sediciones. Reconoció en efec
to el legado que la disciplina estaba completamente relajada y
que se habian administrado las órdenes sagradas á simples lái-
cos, á bigamos y herejes.
Despues de estas cosas, escribió el Papa á los obispos de la
Mauritania Cesariana para recomendarles siguieran la discipli
na eclesiástica segun el espíritu de los concilios. En aquella carta
llamaba bigamos á los prelados que se habían casado con viudas,
y les condenaba á la deposicion como á aquellos que habían te
nido dos mujeres á la vez, ó que se casaban por vez segunda des
pues de haber repudiado á la primera esposa. En cuanto á los que
de simples laicos se hubiesen elevado al episcopado, les permitió
Leon conservar sus sillas; igualmente confirmó sus dignidades
á Donato de Salicina, que con su pueblo habia abjurado la here
jía de los novacianos, y á Máximo, donatista convertido, que habia
sido consagrado obispo sin haber recibido las demás órdenes; pero
abandonó el juicio de los prelados de la provincia Agario y Tibe-
riano, que habian sido ordenados á la raiz de las revueltas, re
servándose la revision del proceso y del derecho de decision.
En cuanto á los conventos que habían sido saqueados por
los árabes, y cuyas religiosas habian sido violadas, declarólas
San Leon inocentes.
Escribió á Rústico, obispo de Narbona, para prohibirle que
impusiese penitencia pública á ningun presbítero, aunque estu
viese acusado de los mayores crímenes, añadiendo que era de su
deber encubrir las faltas del clero, á fin de evitar escándalos
que pudiesen deshonrar á la Iglesia.
274 HISTORIA
En un' decreto que expidió al principio del año 442, orde
naba el Santo Padre á los simplemente presbíteros, siguieran la
misma conducta que los obispos, acerca de la continencia, es de
cir, que obligándoles á conservar sus mujeres, se les prohibía
tener con ellas relaciones íntimas. Los diáconos se negaron á
meterse á la observacion de aquel extraño decreto.
En otra bula estableció el Pupa la proposicion de que ningun
clérigo pudiese entregar su bija en concubinaje á cualquiera que
se la pidiese, sin incurrir en censura eclesiástica, como no se la
pidiese en matrimonio; • porque, añade el Santo Padre, las concu
binas no son mujeres legítimas, y las jóvenes no pecan de nin
gun modo, al abandonarse á sus maridos. > El último artículo de
esta bula, concierne á los fieles que, hechos prisioneros por los
paganos, habían vivido como ellos: Leon permite á los obispos
que los purifiquen por medio del ayuno y de la imposicion de
las manos, solo en el caso do que hubieran comido manjares pro
hibidos, pero ordena que se sometan á la penitencia pública, si
han adorado á los ídolos ó cometido homicidios y adulterios.
Durante el año de 443, Genserico, despues de haber devas
tado las provincias del imperio y establecido su dominacion en
Africa, hizo una irrupcion en la Sicilia, y por instigacion de
Maximiano, gefe de los arríanos, persiguió atrozmente á los or
todoxos. Viendo el peligro en que la Iglesia se encontraba, pen
só San Agustín que era su deber abandonar su diócesis y diri
girse á Roma á combatir á los arríanos. Estableció por casuali
dad su morada en casa de un maniqueo, cuya secta hacia ya
grandes progresos, aumentándose considerablemente por todos
los africanos que se habían refugiado en Italia, despues de la
ruina de Cartago, por el rey.de los vándalos.
San Agustín, haciendo traicion á los deberes de la hospita
lidad, descubrió á Leon los lagares en que se reunían los adeptos
á la nueva secta, y pretendió que los maniqueos eran los auto
DE LOS PAPAS. 275
res de la corrupcion que se introducía entre los fieles: entonces
el Santo Padre advirtió á estos en sus sermones, que no sola
mente debian desconfiar de aquellos peligrosos heréticos, sino
que debían denunciarlos, para lo cual les dió los medios de re
conocer á estos sectarios. Les acusaba de ayunar el domingo en
honor del sol, y el lunes en el de la luna; tambien pretendia que
solo recibían la comunion bajo la especie de' pan, mirando el
vinocorao una produccion de mal género.
Despues de haberlos hecho odiar del pueblo, el Papa Leon
dio orden de buscarlos minuciosamente en la ciudad, prohibió
sus asambleas secretas, mandó apoderarse de los libros que con
tenían su doctrina, y los quemó sobre el átrio de la Basílica de
San Pablo. Acto continuo, para aumentar el horror que quería
inspirar contra aquellos desgraciados, convocó un sínodo, com
puesto de los obispos vecinos, á los cuales añadió los principales
miembros del clero, Senado, nobleza y del pueblo; y en presen
cia de toda la asamblea así formada, varios maniqueos, y uno de
sus obispos, seducidos por el oro del Pontífice, hicieron una pú
blica confesion de abominables impudicias, de las que se recono
cieron culpables. Pero el testimonio de estos cobardes apóstatas,
siempre parecerá sospechoso á los espíritus concienzudos que
juzguen imparcialmente, y sabemos por recientes ejemplos, tan
to en religion como en política, que el temor de los tormentos
hace que los nuevos convertidos calumnien á sus hermanos, y
que algunas veces los persigan.
No estando todavía satisfecho, el Papa excitó á los magis
trados para que exterminasen á los maniqueos, y se sostuvo en
sus crueles persecuciones por las leyes imperiales. Valentinia-
no III publicó un edicto por el cual renovó y firmó todas las ór
denes de sus predecesores contra estos sectarios, declarándolos
infames, incapaces para ejercer ningun cargo, para llevar las '
armas, para testar, y para contraer ó hacer ningun acto válido
J76 HISTORIA
en la sociedad civil: prohibia á todos los subditos del imperio
darles asilo, y ordenaba que se les denunciase para castigarles
con todo el rigor de las leyes.
Trece siglos despues, se reprodujo este execrable ejemplo,
reinando Luis XIV, para autorizar las persecuciones contra los
protestantes.
Algunos prelados de Oriente y de Occidente se encargaron
igualmente, instigados por el Papa contra los maniqueos, de sus
respectivas diócesis. Gracias a estos remedios violentos, vióse
pronto Roma purgada de esta herejía, y Leon pudo volver sus
armas contra el pelagianismo, que Julián de Eclano, su impla
cable enemigo, favorecía en la Campania y on la Italia; pero no
queriendo empeñarse en discusiones teológicas en que teraia en
callar, le pareció mas seguro excitar á los obispos contra los pe-
lagianos y hacer valer las crueles órdenes de los emperadores, '
Durante el curso del mismo año, dió Leon una nueva prueba
de su excesiva ambicion. Los emperadores en la particion dela
Iliria, habían arrebatado á los papas la jurisdiccion de primacía
que reivindicaba sobre dicha provincia: h pesar de la prohibicion
del soberano, el Pontífice estableció en Iliria por vicario • de su
sede á Anastasio, obispo de Tesalónica. Es verdad que tuvo en
esta circunstancia que desplegar toda la astucia de su política,
y que hasta se vió oMigado á escribir á los prefectos de Oriente
letras de condescendencia para excusar su conducta. La expe
riencia había enseñado a los pontífices que someterían más fá
cilmente á los obispos de Occidente que A los Orientales, que sa
bían mantenerse en la posesion de sus privilegios; y la pruden
cia les aconsejaba tenor con ellos grandes miramientos. «
En cuanto álos prelados de las Gálias, Leon no tenia ningun
cuidado por sus decisicnes, y les ordenaba imperiosamente que
se sometieran á la voluntad de la córte Komana.
San Hilario y San German de Auxerre, que habian sido en
DE LOS PAPAS. 277
cargados por el príncipe de reformar los abusos introducidos en
varias provincias de la Gália, fueron á Viena para recibir ías
quejas del pueblo y de los nobles que acusaban á Celedonio, su
obispo, de violaciones, muertes, y en fin, de haberse casado con
una muger, cuyo marido habia hecho asesinar
Los dos prelados dieron órden de que se reunieran los testi
gos y congregaron á varios eclesiásticos de un gran mérito para
examinar el asunto: habiendo sido probada la acusacion, se falló,
conforme á las reglas de la Escritura, que ordenaban á Celedo
nio ranunciar por sí mismo á la silla episcopal. El reo apeló de
este juicio á liorna, y fué favorablemente acogido por el Pontí
fice. San Hilario, para evitar el escándalo se dirigió á Italia á fin
de conjurar á Leon á que mantuviese la disciplina de la Iglesia:
le hizo ver con sabiduría, que era preciso que la Santa Sede
renunciase á la pretension de elevar á las funciones eclesiásticas
á un obispo condenado en las Gálias por la sentencia de los ma
gistrados: «He venido, santo padre, añadió, porque así es mi de
ber, y no para juzgar la causa: os instruyo de lo sucedido, no
en forma de acusacion sino como simple relato: si sois de otra
opinion que yó, no insistiré más y me dirigiré al príncipe para
obtener la deposicion del culpable.
Por su ambicion, por las prerogativas de su Sede, el Papa no
sólo rechazó la proposicion de San Hilario, sino que le retuvo pri
sionero, queriendo hacerle retractarse ante el concilio que habia
convocado. Felizmente el prelado llegó á engañar á los espías del
Santo Padre, salió secretamente de Roma y volvió á su Iglesia.
Leon, enfurecido por la evasion de su cautivo, hizo escomulgar
por su conoilio al obispo de Arlés y restableció á Celedonio con
todos sus derechos. Es verdad que el sínodo estaba formado por
sus esclavos, es decir, por obispos de los alrededores de Roma. Con
tales gentes, añoden los historiadores, el Pontífice hubiera podi
do condenar á los Apóstoles y hasta á Jesucristo. El emperador
278 HISTORIA
Valentiuiano III se prestó á la venganza de Leon, teniendo la
debilidad de dar un rescripto dirigido al patricio Aeccio, gefe de
las tropas de los Galos, ordenándole encerrar en una prision,
como traidor y sedicioso, al santo pastor de la ciudad de Arlés.
Este acto de depotismo fué un golpe mortal para la libertad
de la Iglesia en Francia, y los asuntos eclesiásticos que antes
eran juzgados por los sínodos nacionales, fueron llevados desde
esta época ante el obispo de Roma.
San Cirilo, uno de los perseguidores mas furiosos de los no-
vacianos, murió el 9 de Junio del mismo año, despues de haber
gobernado por espacio de treinta y dos la Iglesia de Alejandría;
designó por sucesor al obispo Dióscoro.
A pesar de la vigilancia del Pontífice, la heregía de los pris-
cilianos continuaba haciendo sorprendentes progresos en España
y en la Gália.
Estos sectarios no eran más que los continuadores de los
gnósticos, y segun sus enemigos dicen, se subdividian en varias
fracciones distintas entre sí y cada una con sus creencias parti
culares. Los masalianos no daban ninguna eficacia á los sacra
mentos para arrojar á los demonios, y pretendian que la sola
manera de exorcizar á los fieles poseídos del espíritu maligno era
haciéndolos estornudar, para que los demonios fuesen así expul
sados por la pituitaria: tLo que, afirmaban, les ponia material
mente en posesion del Espíritu Santo y les hacia experimentar
en todas las partes de su ser, la misma felicidad que el amor fí
sico hace sentir á las mujeres. » Los setianos ú ofitas colocaban á
la serpiente antes que á Cristo y la adoraban como por haber
prestado al hombre el servicio de conocer el bien y el mal; los
adamitas predicaban la comunidad demujeres, porque según ellos,
la promiscuidad era la verdadera comunion mística del cristia^
nismo; los cainitas honraban á Cain como al que habia enseña
do á los hombres á trabajar; y miraban la muerte de Abel como
DE LOS PAPAS. ¡M9
una alegoría ouya significioiv era que los pueblos debian, des
truir á los ociosos que eran la carga de la sociedad; veneraban
la memoria de Judas, porque este apóstol, al vender á Cristo,
había salvado al género humano de la perdicion eterna. Creían
que cada pecado tenia un ángel que presidia á su cumplimiento
y detestaban á los hombres virtuosos y castos como á séres sin
energía ni fuerza; en fin, en sus oraciones, invocaban á los ha- .
hitantes de Sodoma, de Gomorra y á todos los hebreos del Anti
guo Testamento que se habian señalado por sus impiedades.
A pesar de su ódio hácia las virtudes místicas, tenian por
una contradiccion singular, horror á la materia: desfloraban á
las jóvenes y honraban la esterilidad; a sus ojos era un crimen
tan grande procrear hijos, que las mujeres embarazadas eran tra
tadas con todo el rigor posible. Justificaban esta severidad to
mando por ejemplo á Dios, que habia precipitado del cielo al
profeta Elías*por la acusacion de un demonio hembra que habia
recogido las pérdidas nocturnas de este santo hombre para . en
gendrar á su costa hijos é hijas.
Entre estos herejes algunos llevaban á tal extremo el horror
de las relaciones carnales con las mujeres, que se masturbaban
ellos mismos y bebian el líquido seminal, segun afirma San Epi-
fajuio: cita á otros que llama borborianos ó fangosos, que vivían
entre sí en ellibertinaje más desenfrenado. El mismo santo acu
sa á los adamitas de reunirse hombres y mujeres en las iglesias,
asistir á los sermones, orar y participar de los sacramentos, en
teramente desnudos; dice que despues de haber concluido su mís
tica comida, se daban horribles abrazos; algunos levitas reco^-
gian el líquido seminal del hombre y la sangre menstrual de lai
mujer, y despues de haberlos mezclado en el cáliz, daban la co
munion conteste asqueroso brevaje, que segun ellos, era la ver
dadera eucaristía, formada de los elementos de la vida y reppe-
sentando realmente el cuerpo y sangre de Jesucristo.
180 HISTORIA
Por grande que sea la confianza de los sacerdotes, en las
aserciones de los padres de la Iglesia, los eclesiásticos que han
escrito sobre esta heregía, tío han podido menos de dejar conocer
su duda en la exactitud de los relatos de San Epifanio sobre las
diversas sectas de priscilianistas ó gnósticos: y si bien no acusan
á este Santo de haberlos querido calumniar para aumentar el nú
mero de sus enemigos, por lo menos le reprochan que se haya
mostrado tan crédulo al adoptar las fábulas populares inventa
das contra ellas por la ignorancia ó el ódio. San Ireneo y San
Clemente de Alejandría rehusaban creer aquellas torpezas, y sólo
les acusaban de una afeccion demasiado grande de pureza y cas
tidad.
Los frailes, dóciles instrumentos del fanatismo de Leon, des
pues de haber acusado atrozmente ante el gobernador Evodo al
venerable Prisciliano, pidieron que fuera encerrado en uno de
sus cabebozo3 y sometido á las pruebas mas terribles.
El desgraciado herege fué desde luego atado con- cuerdas y
cadenas, entonces un fraile empezó el interrogatorio.
«Abjura tus errores, Prisciliano; sométete al soberano Pontí
fice de Roma. »
No contestando el paciente, los verdugos, bajo la presion de
las cadenas, hicieron crugir sus huesos é introdujeron sus piés
en un brasero encendido.
«Abjura tus errores, Prisciliano, y glorifica á Leon. Padre
de los fieles. »
Prisciliano en medio de aquellos horribles sufrimientos; di
rigía á Dios sus oraciones, pero siempre se negó á glorificar al
Papa.
Entonces el fraile encargado de la ejecucion, dió la órden á
los verdugos de que comenzasen el suplicio, arrancóle los cabe
llos y la piel del cráneo, quemó con hierro ardiendo todas las
partes de su cuerpo; hizo echar el aceite hirviendo y plomo derre
DE LOS PAPAS. 281
tido sobre aquellas heridas, y en fin, introdujo en sus entra
ñas una horquilla enrojecida al fuego, y este mártir espiró
despues de dos horas de horrorosos sufrimientos. , ;
En seguida hizo Leon perseguir los restos de su secta, en
tregándolos al implacable ódio de los clérigos. No estando aun
satisfecha su venganza con la condenacion de Prisciliano,
pronto; usaron del poder que tenian y del favor que la córte les
dispensaba persiguiendo á los inocentes y á los hombres de
bien: para hacerse sospechoso bastaba amar la soledad y el
retiro, y ser honrado y sabio era el mayor de los crímenes.
Los ciudadanos que es hacían antipáticos al clero , eran acu
sados de priscilianismo, sobre todo cuando su muerte podia
agradar al príncipe ó cuando sus riquezas debian lleDar los
tesoros de los que mandaban,
En grado superlativo condenó San Martin, obispo de Tour .
la intolerancia del Pontífice, quien bajo capa de religion,
buscaba los medios de satisfacer su ambicion y su avaricia,
sacrificando el reposo de los pueblos: en los primeros tiem
pos, negóse hasta á comunicarse con los obispos de Espaíla
que habian ejecutado las órdenes de Leon, pero despues,
cansado de su obstinacion, dictó acto de comunion con ellos.
Nuevas aflicciones tuvo que sufrir durante el resto de su vi
da, quedando persuadido que aquel acto había impedido que
la gracia de los milagros se hiciese sentir en su persona.
No osó únicamente el Papa jactarse de haber ordenado el
suplicio de Prisciliano, sino que escribió á Máximo para pe
dirle su apoyo á fin de estender las matanzas á todas las pro
vincias del imperio; así se espresaba en el referido documen
to: «Señor, el rigor y severidad de vuestra justicia contra este
hereje y contra sus discípulos, han ofrecido una gran ayuda
á la clemencia de la Iglesia. Otras veces nos contentábamos
con la dulzura de los juicios episcopales inspirados en los
santos cánones y no queríamos mas sangrientas ejecuciones;
Historia de los Papas. Tomo i *2
282 HISTORIA
hoy dia reconocemos que es necesario que nos auxilien y sos
tengan las severas constituciones de los emperadores, porque
el temor de un riguroso castigo, obliga muchas veces á los
herejes á recurrir al remedio espiritual que -puede sanar las
almas de la enfermedad mortal, por una verdadera conversion.»
Este Pontífice impío, descartándose de este modo de los
preceptos de la tolerancia del cristianismo, pretendia estirpar
las herejías por los medios mas violentos.
Nuevas pruebas de la crueldad de Leon vino á dar al mundo
el asunto referente á la herejía de Eutiques y á mostrar el ridí
culo espectáculo de una nueva herejía, contra la cual el Oriente
y el Occidente se sublevaba, sin conocer los dogmas que habian
podido atraerlos anatemas de la Santa Sede.
Eutiques, presbitero y abad de un gran convento de tres
cientos frailes cerca de Constantinopla, habia escrito al Papa
para prevenirle que el nestorianismo adquiría nuevas fuerzas
por la proteccion que le dispensaba el patriarca Fabiano. Leon
aprobó su celo y le escitó á perseguir á los herejes. Domno
de Antioquía escribió á su vezjal emperador Teodoxio, y acusó á
Eutiques de renovar la herejía de Apolinar, pretendiendo que
la divinidad del Hijo de Dios y su humanidad no eran mas quo
una sola naturaleza, y atribuyéndole sus sufrimientos á Divini
dad. Esta herejía estaba fundada sobre las consecuencias que se
deducían de los términos de Eutiques, las cuales no diferían de
las opiniones ortodoxas mas que en la manera de interpretarlas.
En efecto, reconocía dos naturalezas en Jesucristo, pero pre
tendia explicar mejor el misterio de la Encarnacion, diciendo
que existia una sola naturaleza, porque Jesucristo era á la vez
Dios y hombre. Los que se declararon contra aquella opinion,
hablaban de estas dos naturalezas como si estuviesen sepa
radas y el pretendido heresiarca fué condenado y perseguí-
do porque no se le entendia ó porque se esquivaba com
prenderlo.
b¿ LOS PAPAS 283
Los prelados orientales se consagraron en un concilio que
se celebró en Constantinopla, para juzgar á Eutiques, y pro
nunciaron una sentencia de excomunion, que no inspira un
gran respeto háciael talento de los padres que componían
el sínodo. Viéndose este injustamente condenado escribió al
Papa: «Yo ruego, Santísimo Padre, no permitais que se ejecu
te el decreto que contra mí ha sido dictado; tened piedad de un
anciano que ha vivido setenta años en la continencia, en los
ejercicios de piedad y que sale ahora de su retiro.» El empera
dor Teodosio, que favorecía á Eutiques, escribió al mismo
tiempo al Pontífice sobre las turbulencias que agitaban la Igle
sia de Constantinopla.
Estas cartas que herían las ambiciones de Leon, en disiden
cia entonces con Flabiano de Constantinopla, bastaron para
asegurar la defensa de Eutiques. De este modo Leon escribió
é. Flabiano: «Me admiro, hermano mio, de que nada me hayas
escrito sobre los escándalos que turban la Iglesia, de lo qué
debíais ser el primero en instruirme; hemos leido la exposi
cion de la doctrina de Eutiques, y no vemos por qué motivo
le hayais separado de la comunion de los fieles, entre tanto,
como deseamos sobre todo imprimir un sello de imparcialidad
á todos nuestros juicios, no tomamos decision alguna antes de
conocer perfectamente las razones alegadas por las dos partes.
Enviadme, pues, una relacion completa de todo lo que pasado,
y ponedme al corriente acerca del nuevo error que contra la fé
se ha levantado, á fin de que conforme á la voluntad del empe
rador, podamos extinguir la division. En verdad llegaremos
pTonto á un arreglo definitivo, toda vez que Eutiques ha decla-
do que sí encontramos en su doctrina alguna cosa reprensible,
está dispuesto á corregirlo. »
Algunos dias despues de la recepcion de las cartas pontifi
cales, se celebró en Constantinopla un nuevo concilio para la
revision del primer juicio. Quiso el emperador que el patriar
ca Florentino le representase en aquella asamblea, para im
284 HISTORIA
pedir que los ódios de los teólogos oprimiesen á la inocencia,
como conoció que sus precauciones eran impotentes y tras
ladó el concilio á Efeso.
El Papa y Flabiano de Constantiiiopla, que se habían recon
ciliado, temiendo en interés de sus respectivas sillas perder
su influencia sobre los padres, emplearon sus esfuerzos en
disuadir al emperador que dejase sin efecto sus últimas órde
nes. Invitado Leon á encaminarse á Efeso, se contentó con
enviar sus legados, que fueron Julio, obispo de Puzzola; René,
presbítero de San Clemente, Hilario, diácono y Dulcidio, no
tario.
Cuando estuvieron reunidos en Efeso todos los Padres con
vocados por el emperador, se señaló el 8 de Agosto para la
apertura del concilio. Dióscoro, sucesor de San Cirilo en el
gobierno de la Iglesia de Alejandría, fué nombrado presidente
de la asamblea. La sentencia de deposicion pronunciada con
tra Eutiques en el concilio de Constantinopla, fué declarada
nula por los Padres; se restableció al venerable abad en su
monasterio, y se hizo entera justicia á la pureza de su fó y á la
santidad de sus costumbres. Sus acusadores Flaviano y Ense
bio, Obispo de Dosílea, fueron condenados y depuestos, á pesar
de la oposicion de Hilario, diácono de la Iglesia romana, que
hablaba en nombre del Papa, y á pesar de las reclamaciones
de muchos obispos, que se manifestaban muy adheridos á los
intereses de Flabiano.
Despues del concilio pronunció Dióscoro una sentencia de
excomunion contra el mismo Papa Leon para castigar su oí-
güilo y su despotismo. El emperador Teodoxio por medio de
un edicto confirmó el segundo concilio de Efeso, probibiendo
que se diesen las nuevas sillas á obispos que sostuviesen la
herejía de Nestorio ó de Flaviano.
En el intérvalo recibió Leon cartas de los obispos de la pro
vincia de Viena que le comunicaba la eleccion de Rabiano para el
obispado de Arlés, lo que muestra que no se esperaba el consen
DE LOS PAPAS. 285

timiento del Padre Santo para la consagracion de un obispo, y


que no se celebran las elecciones mas que con el único fin de ir
sosteniendolos lazos dela fraternal union.
Todo lo que pasaba en Oriente era siempre ignorado por el
Papa, pues nunca le llegaban á tiempo noticias de allá; enton
ces escribió á Flabiarjo exponiéndole su inquietud. Algun
tiempo despues, habiendo vuelto á Roma el diácono Hilario,
instruyó al Santo Padre de los sangrientos ultrajes que se ha
bían hecho á su autoridad en el concilio de Efeso. Colérico Leon
al darle aquellas noticias, convocó al momento un sínodo de
obispos de Italia, y á su vez excomulgó á los padres de Efeso;
en seguida escribió muchas letras sinodales contra Eutiques, é
instantáneamente pidió al Emperador licencia para presidir un
concilio universal.
Despues de la muerte de Teodosio, la emperatriz Pulquería
secundando al Pontífice en la venganza que quería ejercer
sobre Eutiques y sus amigos, ordenó al patriarca Anatolio que
habio sido ascendido á la Sede de Constantinopla para reempla
zar á Flabiano, abrazase el partido de Roma y así merecería el
afecto del Papa, si quería conservar su obispado. Anatolio inti
midado por aquella amenaza, reunió un concilio á que invitó
asistir á los legados pontificios para darle conocimiento de la fa
mosa carta de San Leon á Flabiano. Los padres del nuevo con
cilio declararon que la aprobaban en todo su contenido; Anato
lio despues de esto pronunció el anatema contra Nestorio y Eu
tiques, condenó su doctrina, y por medio de un juicio inicuo
mereció ser reconocido Obispo legítimo de Constantinopla.
Los asuntos políticos estaban en una situacion tan deplo
rable como los de la Iglesia. Despues de haber reducido á ce
nizas la ciudad de Aquilea el feroz y memorable Atila, rey de
los hunos, despues de haber devastado los campos que en
contraba á su paso, hizo estremecer de espanto á toda Italia.
Pavía misma y Milán, estas dos grandes ciudades, apenas pu
286 HISTOBIA.
dieron resistir el empuje de sus victoriosas armas, y fueron
horroroso teatro de todos los desórdenes de la guerra.
Estas desastrosas noticias causaron la mayor consternacion
en Roma; el senado se reunió para deliberar sobre si debia ir
se de Italia el emperador, puesto que parecia imposible de
fender la capital contra el diluvio de bárbaros que parecia
habia inundado el imperio. En este último extremo, se resol-
vió ensayar la via de las negociaciones y se envió á Atila una
pomposa embajada, á cuya cabeza iba el Papa Leon, pues se
conocia su elocuencia persuasiva. El Pontífice salió de la ciu
dad con un imponente cortejo, para ir al encuentro de aquel
terrible enemigo; cuando llegó j unto á la tienda de Atila, se
entonaron los cantos mas solemnes de la Iglesia y se pros
ternó humildemente ante la. majestad del jefe bárbaro; ense
guida comenzaron las conferencias. Cuentan las crónicas que
tal efecto produjo aquel extraño espectáculo sobre el rey de
los hunos, que se sometió á todo lo que Leon le pidió como
á órdenes llegadas del cielo; que consintió en la paz y se re
tiró con su ejército mas allá del Danubio. Varios historiadores
añaden, que habiendo los capitanes hunos manifestado abier
tamente su desprecio por su jefe, que habia obedecido al Papa
como un esclavo, este para justificarse afirmó que habia visto
en sueños un venerable anciano con una espada desnuda en la
mano que le amenazaba con la muerte si no se conformaba con
las órdenes de Leon.
Este cuento se. encontraba hace tiempo en el Breviario de
París; desde el siglo décimo sétimo, uno de nuestros sábios
arzobispos le suprimió, lo mismo que las groseras fábulas que
encerraba. El motivo verdadero de la retirada de Atila fué
el deseo de poseer el oro que hizo brillar á su vista el Papa :
falta imperdonable para un conquistador á la cabeza de un
ejército victorioso y sobre todo para un Atila, el anatema
lanzado por Dios, el enemigo de la humanidad cuya sola mi
DE LOS PAPAS. 587
rada inspiraba terror á los mas valientes y cuyo nombre hacia
temblar á las naciones.
Leon, que habia desarmado al invencible rey huno, no pu
do someter, sin embargo, á Anotolio, patriarca de Constan-
tinopla, el cual, no teniendo que guardar ya miramientos de
ningun género hácia él, queria estender su dominacion sobre
la Iglesia de Oriente é instaba al Pontífice que ya hacia pesar
su autoridad sobre la de Occidente.
Para humillar al obispo de Roma, Anatolio favorecia á los
sectarios de Eutiques, de Dióscoro, y rechazaba á los amigos
del Santo Padre; este entóneos se quejó de su conducta al empe
rador Marciano y á la emperatriz Pulquería; pero el emperador
que deseaba mantener la paz do la Iglesia, rehusó satisfacer á
ninguno de los dos partidos y les contrarió hasta tener que su
frir el simulacro de una reconciliacion oficial.
El año siguiente, fué encargado el Papa de una mision im
portante que tuvo el mas deplorable resultado y en la cual su
elocuencia no produjo un segundo milagro.
La emperatriz Eudoxia, despues de la muerte de Valentinia-
no III, habia tenido que casarse forzosamente con Máximo,
usurpador del trono y asesino de su esposo. Como la Princesa
rehusase cumplir los deseos de aquel mónstruo, tuvo la bar
barie de mandar á sus soldados la ataran, y la quitaran sus
últimos vestidos á fin de que pudiera someterse á su brutal
pasion. Eudoxia ultrajada por tan horrible violencia, pidió
secretamente socorro al Rey de los vándalos contra la tiranía
de Máximo. Genserico, con este protesto, desembarcó en Italia,
y se dirigió sobre Roma, cuyas puertas le fueron abiertas por la
traicion.
San Leon, que veia espuestos á los fieles á la venganza de
los arríanos, se echó á los pies del Rey de los vándalos y le
suplicó dejase libre la Ciudad Santa. Pero todas las instancias
288 HISTORIA
fueron, vanas ante la firmeza de Genserico. Roma fué entre
gada al pillage por espacio de catorce dias; y los habitantes
solo tuvieron la facultad de retirarse con sus familias á tres
basílicas que les sirvieron de asilo y donde no se derramó
sangre.
El rey volvió acto continuo á sus buques, cargado de botin,
conduciendo consigo á la emperatriz Eudoxia y sus dos hijas,
á las cuales trató con distincion y esmero. Este príncipe no
era tan cruel como pretenden los historiadores eclesiásticos,
y los defectos que le reprochan eran las inevitables conse
cuencias del poder supremo. Encontraremos acciones mucho
mas vituperables en la vida de los monarcas, cuya memoria ve
nera la Iglesia.
Despues de la muerte del Emperador Marciano, el partido
de Eutiques hizo grandes esfuerzos en Oriente para obtener la
proteccion de su sucesor, apellidado Macela: pero el pontífi
ce, que por sus intrigas le habia ayudado á subir al trono, se
sirvió de su crédito en la córte para reprimir á los enemigos
de la Iglesia y mantener la autoridad de la Santa Sede.
Ocupóse Leon en seguida en reglamentar algunos puntos
sobre disciplina, á causa de los habitantes de la ciudad de
Aquilea que habian sido hechos prisioneros por Atila. Duran
te su cautividad los fieles habian comido inmundas viandas,
y consintieron en recibir un nuevo bautismo; otros á su vuelta
habian encontrado casadas á sus esposas. Niceto, obispo de
Aquilea, consultó á San Leon sobre este caso de conciencia,
á lo cual respondió el Papa con la siguiente decretal: «En
cuanto á las mujeres que hubiesen contraido segundas nup
cias, en la incertidumbre de la existencia de sus maridos, les
ordenó volver con ellos, bajo pena de excomunion, y escusó
á sus segundos maridos. Condenó á la penitencia pública á
los que por temor ó hambre hubiesen comido manjares pro
hibidos, y animó á los que se han bautizado por segunda vez
DE LOS PAPAS. 2*9
á reconciliarse con la Iglesia por la imposicion de las manos
del Obispo. i En otra decretal, Leon prohibía á las vírgenes
recibir el velo y la solemne bendicion, antes de haber llega
do á la edad de cuarenta años. Créese tambien que á solici
tud suya, el emperador Mayoriano hizo una ley contra los pa
dres que obligaban á sus hijas á que se consagrasen á Dios;
la misma ley censuraba severamente á las viudas que no ha
biendo tenido hijos de su primera union, renunciaban á la se
gunda por libertinaje y no por virtud.
La Iglesia debe al santo padre el establecimiento de los cua
tro solemnes ayunos del año á saber: la Cuaresma, la Pente
costés, el ayuno de Setiembre y el décimo mes. Las leyendas
dicen tambien fué en esta época el origen en las rogativas, fies-
ta^ que fué celebrada por primera vez en el Delfinado y que
fué adoptada mas adelante, por las iglesias de todos los países.
Mamerto, obispo de Vieua, es el inventor de estas prácticas su
persticiosas, y que segun los sacerdotes tiene el poder de dete
ner la justicia divina, los temblores de la tierra, incendios y
demás males que desoían á las naciones.
Los autores cuentan tambien una singular anécdota sobre el
uso de besar los piés al Papa. Una dama de notable belleza, fué
admitida el dia de Pascua á besar la mano al Pontífice; cuando
se acercó á Leon, su Santidad sintió la rebelion de la carne con
tra el espíritu, y deseó poseer á la bella penitente. Pero des
pues de consumado el crimen el arrepentimiento entró en su alma
y para mortificarse, se cortó la mano que habia causado estas
muestras de flaqueza. Esta mutilacion impedia al Santo Padre
celebrar la misa, y el pueblo murmuraba de ello: entónces
Leon dirigió á Dios fervientes oraciones pará obtener la restitu
cion de su mano, lo que le fué concedido bajo condicion de que
cambiaría la costumbre de dar á besar su mano, é introduciría
el uso de presentar sus piés á la adoracion de los fieles. Así se
cuenta en la leyenda el milagro de la mano sangrienta,
San Leon, ocupó la Santa Sede durante ventiun años, y
murió en 461, el 11 de Abril, dia fijado para honrar su memoria
por la Iglesia.
t90 HISTORIA

HILARIO,
PAPA CUADRAGÉSIMO-OCTAVO.

LEON I, SEVERO Y ANTENICO, EMPERADORES.

CHILDERIGO, REY DE LOS FRANCOS.

Nacimiento de Hilario.—Asunto referente & Hermes, obispo de Beziers.—Persecucion de San


Mamerto.—Violencia• del Pontifice.—Moderacion del obispo.—Hilario estiende su dominacion
sobre la Galla y sobre España.—Intolerancia del papa.—Su muerte.—C aracter de su pon
tificado.

(Era de 461 á 4167 de J. O.)

Era Hilario natural de Cerdeña é hijo de Crispino. Nada se


sabe acerca de su educacion ni de los actos particulares de su
vida, antes del pontificado, la historia habla solamente de su
comision al concilio de Efeso, donde habia sido enviado por
San Leon, para sostener los derechos del Obispo de Roma.
En el curso del primer año de su reinado, se renovaron
los antiguos escándalos sobre las apelaciones á Roma. Un
tal Hermes habia llegado por sus bajas intrigas á ser con
sagrado Obispo de Beziers, á pesar de la oposicion de los ha
bitantes, que no le querían á causa de los crímenes de su
pasada vida, que le hacían indigno del episcopado; pero el
nuevo prelado, habiéndose dirigido á la córte de Roma, luego
escribió á Leoncio de Arlés, para pedirle cuenta de sus cos
tumbres y sobre la conducta de Hermes, con el objeto de
qne este interpusiese su juicio en aquel asunto; en seguida y
sin esperar la respuesta de Leoncio, convocó un concilio, y
confirmó á Hermes en su obispado prohibiéndole únicamente
el conferir el órden sacerdotal.
San Mamerto, Obispo de Viena, célebre en toda la Gália por
DE LOS PAPAS. 291
su piedad, adquirió nueva gloria por la persecucion que ex
perimentó por parte del Pontífice. Hó aquí con qué motivo
fué suscitada. Portador de querellas contra Mamerto se enca
minó hácia Roma un clérigo ambicioso cuyas pretensiones al
obispado de Dié habia aquel desoído, consagrando en cambio
para aquella silla á un anciano venerable. En esto Leoncio
de Arlés y el sínodo provincial acordaron escribir al Papa de
mostrándole que la conducta de San Mamerto habia sido jus
ta y equitativa; pero Hilario, queriendo aumentar el poder
que su predecesor se babia abrogado en las Gálias, traspasó
en esta ocasion los límites de la equidad; llamó atentado im
perdonable contra su autoridad la oficiosidad ó celo de Ma
merto: echó en cara al santo obispo su orgullo y persuasion
y le acusó de prevaricador; le amenazó con privarle de sus
privilegios, si perseveraba en el ejercicio legítimo de sus de
rechos, y encargó al obispo Veranio que ejecutase, sus órde
nes como delegado de la Santa Sede.
Mamerto, rechazó los ataques del Pontífice con dignidad y
moderacion; refutó las declamaciones de sus enemigos, y de
claró que mantendría los derechos de su Iglesia. El mismo
cardenal Baronio, hablando de aquella cuestion escandalosa,
nos dice: «No admiraros si el Papa se muestra tan vehemente
contra Mamerto, prelado de una piedad ejemplar, porque en
los asuntos litigiosos todo hombre se puede engañar, aun
que sea sucesor de San Pedro; y semejante querella ya se ha
bia pronunciado bajo el reinado de San Leon.»
Dos cuestiones de suma trascendencia vinieron en el mis
mo año á acrecentar la influencia de la Santa Sede sobre Es
paña. Silvano; prelado de Calahorra, habia buscado un cléri
go de la Iglesia de Tarragona y le habia consagrado Obispo á
pesar de la oposicion de su metropolitano. Los jefes del clero
dela provincia, raunióronse en sínodo para emitir su juicio
29* HISTORIA
en aquel altercado, no pudieron estar de acuerdo, y tuvieron
la debilidad de escribir al Santo Padre para suplicarle que él
dirimiese la diferencia.
El otro asunto concernía á Nundimario, Obispo de Barcelo
na, quien al morir designó por sucesor suyo á Irineo, que ya
era pastor de otra ciudad; y le habia dejado todos los bienes
que poseía. Los prelados de la provincia conformándose con
la voluntad del difunto y con el consentimiento del clero; del
pueblo y de los notables, se dispusieron á consagrar á Irineo,
pero con la condicion de que habia de pedir su confirmacion á
Roma. Los eclesiásticos cometieron de esta manera dos grandes
faltas que les hicieron dependientes de la Santa Sede; y por su
imprudencia proporcionaron á los Papas los medios de engran
decer cada dia mas su autoridad.
Hácialos comienzos del año 467, el nuevo Emperador Arte-
mio, vino á Roma á tomar posesion del imperio: Hilario te
mió que los herejes de Oriente se introdujeran en la Iglesia
de Occidente por la proteccion de Filoteo, hereje macedonio
y favorito del príncipe, quien ya habia permitido á todas las
sectas celebrar sus asambleas. El papa se declaró contra la
libertad de conciencia, y se atrevió á dirigir reproches al Em
perador delante del pueblo reunido en la Iglesia de San Pe
dro, amenazó al monarca con sublevar las provincias contra
su autoridad, si no se comprometía por medio de un juramen
to solemne á expulsar de sus estados á todos los herejes.
Algun tiempo despues de haber manifestado de este modo
su espíritu de intolerancia, murió Hilario en el mes de Se
tiembre de 467, y fué enterrado en la gruta del monasterio
de San Lorenzo.
Aseguran los historiadores que este Pontífice habia com
partido con los bárbaros las riquezas que procedian del sa
queo de Roma por Genserico , y que sus tesoros le habian
DE LOS PAPAS. «93
servido para completar la tierra. Cuando fué proclamado Pon
tífice, cohonestando con las exigencias de su siglo, construyó
magníficos templos, que enriqueció con preciosos vasos. Levantó
tres oratorios en el baptisterio de la basílica, de Constantino; y
dedicó el primero á San Juan Bautista, y el segundo á San Juan
Evangelista, y el tercero á la Santa Cruz. Este último está
exornado con un colosal Crucifijo de oro y pedrería, donde se
hallaba engarzado un trozo de la verdadera cruz, del peso de
veinte libras. En el baptisterio de esta misma iglesia hizo colo
car una pila de pórfido, tres conchas de plata para verter el agua,
un anillo de oro y una columna de cobre de Corinto. Todos los
vasos necesarios para las ceremonias, ascendian á noventa y
cuatro libras de oro y á mil doscientas cincuenta y dos libras
de plata. Construyó tambien un oratorio que dedicó á San Es-
téban, en el baptisterio de Letran, donde colocó dos bibliotecas,
ó mejor dicho, dos armarios con libros; por último, fundó mu
chos monasterios cerca de la basílica de San Lorenzo, y dió á
los frailes, que la enriquecieron con baños y un palacio.
El Pontificado de Hilario no ofreció cosa alguna notable, á
no ser su incansable perseverancia en el plan uniformemente se
guido por los obispos de Roma para coartar el poder del Empe
rador y para ahogar en su cuna la libertad de los pueblos.
294 HtSTOKÍA

SIMPLICIO,

PAPA CUADRAGÉSIMO-NOVENO.

LEON I Y ZENON, EMPERADORES.


. i •• •• • 1 ' i .... '

GHILDERICÓ, REY DE LOS FRANCOS.

Nacimiento de Simplicio.—Oponese i los decreto* de Laon.-"Perturbaciones en Oriente.—Des


tronamiento de Zenon.—Vuelve á ceñir la corona —Le induce el papa á perseguir á los he
rejes.—Juan Tálala.— Grave* contiendas entre Simplicio y el patriarca de Constantinopla
—Tendencia del papa.—Su muerte.

(Era de M7 » 488 de J. C.)

Tibur, ciudad situada en el antiguo Latium, llamada hoy


Tívoli, fué la patria de Simplicio, hijo de Cassino. Desde que
supo el Emperador Leon la eleccion de Simplicio, le escribió
felicitándole, y le impulsó al mismo tiempo para que confirmase
el concilio de Calcedonia que elevaba la silla de Constantinopla
al segundo lugar de la dignidad episcopal. Simplicio opuso una
tenaz resistencia á la voluntad del príncipe.
Ála muerte de Leon, ocupó el trono su sucesor Zenon; pero
el usurpador Basilisco, insurreccionó el ejército, le destronó y se
apoderó del imperio de Oriente. Su primer cuidado fué el resta
blecimiento de los prelados heréticos á quienes Leon; por insti
gacion del Papa, habia persegido con gran rigor.
Acacio, patriarca de Constantinopla, fué el único obispo que
DE LOS PAPAS. 295
resistiéndose á las órdenes del tirano, hizo apoyar su resistencia
por el pueblo y los sacerdotes. El Santo Padre aprobó, al
principio, la generosa conducta de Acacio; pero despues, ro->
cibiendo aviso por los monjes, de la vuelta de Timoteo Eludo,
que fomentaba sediciones para establecerse en la silla de Ale
jandría, cometió Simplicio la bajeza de escribir al patriarca,
autorizándole para imitar el ejemplo de su legado y mandán
dole que en union de los monjes y sacerdotes, protegiesen el
trono de Basilisco, si el príncipe consentía en escluir á Timo
teo de la sede de Alejandría.
Acusaba su santidad al prelado de participar de la heregía-
de cierto monje africano que despues de entregarse á profun
das y minuciosas pesquisas sobre la autenticidad de la venida
de Dios á la tierra, había llegado á esta conclusion curiosa.
Jesús no ha asistido. En apoyo de su aserto, aducía el silencio
de Philon, célebre doctor Judío que escribió en la época en
que se dice fque Cristo cumplió su mision; probaba ademas
que en las obras de Flabio Josefo, que floreció en la mitad del
siglo primero de nuestra era, el pasaje en que se trata de Je-
- sus, contiene interpretaciones poco fidedignas, que no exis
tían en tiempo de Orígenes, es decir, en 253, puesto que aquel
Padre demuestra en sus obras una gran sorpresa del absolu
to olvido en que Josefo habia tenido á Jesús. Hizo observar,
así mismo las inverosimilitudes del proceso del hijo de Dios,
que el Evangelio pretende haber sido juzgado á la vez, por
Anas, Caifás, Pilatos y despues, hasta por Herodes, que no te
nia ninguna autoridad judicial en Judea, y por último, conde
nado por Caifás, y ajusticiado, todo en el intórvalo de seis
horas. Sostenía el docto monje que ni aun admitiendo la
autenticidad del pasage de Flabio Josepho. podía deducirse la
consecuencia de la divinidad de Jesús, porque, decia, aquel
historiador habla del motin del pueblo hebreo contra Pilatos,
de la animosa resistencia de los jefes de los insurrectos, de su
constancia en el suplicio; enumera y detalla los nombres y
296 * HISTORIA
las cualidades de Simon y de Judas, proclamados reyes du
rante el suceso de Judas el Galileo, y del Phariseo Sadduco,
fundadores y jefes de los patriotas celosos; de Jacobo, de Ma
nanen, del taumaturgo Jonathás, de Simon el Mago y de Si
mon Barjona, mientras que, por el contrario, no consagra sino
cortas lineas para referir que un proletario llamado Jesús, habia
anunciado la destruccion del templo y la ruina de Jerusalen; no
habla ni de su doctrina, ni de sus discípulos, ni de sus milagros,
ni de su muerte, ni de su resurreccion.»
El monje africano objetaba, ademas, que Justo Tiberiade,
'contemporáneo de Flavio y de los pretendidos discípulos de
Cristo, no habia hecho mencion jamás ni del Salvador ni de sus
Apóstoles en la historia de los judios.
La carta del Santo Padre contra Timoteo Eluro y su prote
gido, obró poderosamente en el Espíritu de Acacio, que empezó,
desde aquel instante, su persecucion contra los herejes.
Zenon, aprovechándose de los desórdenes que los ortodoxos
y los de Eutiques fomentaban en las provincias del imperio,
volvió á Constantinopla á la cabeza de un ejército, arrojó á su
vez al usurpador y subió de nuevo al trono. Acacio se apresuró
á enviar al Santo Padre la relacion de los acontecimientos de
esta contra -revolucion, y de todos los que los herejes habian
intentado para recobrar su influencia: al mismo tiempo le pedia
instrucciones sobre lo que debia hacer. Simplicio cambió de
opinion con una volubilidad asombrosa, y le contestó que no de
Basilisco, sino de Zenon despues de Dios, debian esperarse socor
ros para la Iglesia; le aconsejó que suplicara al príncipe publi
case un decreto que desterrase á los obispos que Timoteo Eluro
habia ordenado. El Emperador, temiendo excitar la cólera del
Obispo de Roma, con el que tenia necesidad de contemporizar
para sostenerse en el trono, accedió á sus deseos, y persiguió á
los eutiquios con la mayor violencia.
La Sede de Alejandría habia quedado vacante por la muerte
de Timoteo, y los prelados nombraron por sucesor á Juan Talaia
Y DE LOS BEYES. 297
sin esperar siquiera el permiso del Emperador. Zenon, irritado de
su audacia arrojó al nuevo prelado y para vengarse de él apeló
al Papa. Pero ya comenzaba á disminuir en Oriente la formi
dable influencia de Roma, y el Santo Padre, que quiso reprender
por esto al patriarca de Constantinopla, recibió por respuesta que
los orientales no reconocian por Obispo de Alejandría á Juan Ta-
laia, porque no les convenia de ningun modo.
Los asuntos del Oriente ocupaban mucho al pontífice, pero sin
embargo, no descuidaba los de Occidente, como se vió por las re
prensiones que dirigió á Juan, metropolitano de Rávena, que ha
bía consagrado á Gregorio, Obispo de una Iglesia, sin consenti
miento suyo: por su autoridad privada transfirió al nuevo prelado
en la diócesis de Módena y le libró de la dependencia del Arzobispo.
Esta audacia apostólica causaba vivas inquietudes á Juan de
Rávena y al Patriarca Acacio, que creían causaría nuevos desór
denes en la Iglesia: pronto cesaron todos sus temores con la muerte
del Pontífice, que acaeció al principio del año 483.

Historia de los papas.—Tomo i. 23


FELIX TERCERO,
PARA. QUINCUAGÉSIMO.

ZENON EMPERADOR-— CLOVIS, REY DE FRANCIA.

Nacimiento y matrimonio del sacerdote Félix.—Su eleccion.—Continúa la política


de su predecesor.—Sostiene las pretensiones de Juan Talaia.—Sus enviados son
detenidos.— Se convierten a la comunion de los herejes.— Su condenacion.—Es
excomulgado el Patriarca de Constantinopla.— El encargado de llevar á Cons-
tantinopla la bula de excomunion, se deja seducir por ofertas de dinero.— Estado
de la Iglesia en Africa.— Muerte de Acacio.— Superchería de Flavita.— Muere el
emperador Zenon.—Temeridad de Eufanio, patriarca de Constantinopla.—Muerte
de Félix.— Fábula sobre su aparicion.

(Era de 348 á 482 de J. G.)

Celio Félix era romano y de familia de Senadores; su padre,


venerable sacerdote del título de Fasciolo, le hizo abrazar el estado
eclesiástico, á pesar de estar ya casado y tener hijos. Muerto el
papa Simplicio, se reunió el clero con los magistrados en la iglesia
de San Pedro; se procedió á la eleccion de un obispo, y Félix reunió
todos los sufragios.
El nuevo Pontífice siguió la conducta de su predecesor respecto
á los asuntos de Oriente, y se aprovechó de la residencia de Juan
Talaia en Roma, para conocer los secretos amaños del Patriarca.
Juan Talaia; que deseaba vengarse de sus enemigos, exageró las
culpas y mala fé de Acacio; le acusó de proteger secretamente
Y DE LOS REYES. 299
á Pedro Monge, é irritó el orgullo del Pontífice haciéndole ver
que las cartas de Simplicio no habían producido efecto alguno
en Constantinopla, y añadía, que seria gran vergüenza para
la Santa Sede si se continuaba desafiando en Oriente la autoridad
de Roma.
Conforme á estos consejos, envió el Pontífice cerca de Zenon,
embajadores, para suplicarle que arrojase como herético á Pedro
Monge, y que enviara á Acacio á Roma para justificarse de las
acusaciones que Juan había intentado en su contra en la deman
da presentada á la Santa Sede. Pero los enviados , Vital y Mise-
no, al llegar á la ciudad de Abydos, fueron detenidos por órden
del emperador, se apoderaron de sus documentos y se les condu
jo á una prision : Zenon llegó hasta á amenazarles con la muer
te si rehusaban comunicarse con Acacio, y Pedro Monge. Pero
fueron inquebrantables; pues la violencia aumenta el valor y la
intrepidez, y está en la naturaleza humana resistirse contra los
obstáculos.
Empero, los legados, que habían resistido á las amenazas, se
dejaron seducir por la persuasion y los presentes, y declararon que
se entenderían con el Patriarca si se les devolvía la libertad: enton
ces se les hizo salir de la prision, y se embarcaron efectivamente
para Constantinopla, donde cumplieron su promesa, reconociendo
á Pedro Monge como legítimo obispo de Alejandría.
Los embajadores volvieron en seguida á Roma con cartas del
emperador y del patriarca de Constantinopla. Félix, irritado con
tra ellos á causa de su cobarde condescendencia hácia sus enemi
gos, rehusó recibirles, y convocó un concilio para juzgarles: Vi
tal y Miseno fueron convictos de haberse comunicado con los he
réticos de Oriente, y como tales, condenados á ser depuestos y ex
comulgados.
En el mismo sínodo, fué por segunda vez Pedro Monge decla
rado hereje y prevaricador. En cuanto al Patriarca se juzgó pru
dente no irritarle, y Félix se contentó con escribirle, en nombre
300 HISTORIA DE LOS PAPAS
del concilio, á fia de que pidiera perdon por su pasada conducta.
Acacio contestó orgullosamente, que no se humillaría ante la San
ta Sede, ni haría acto alguno de su mision: entonces el Pontífice
dictó una terrible sentencia que le privaba del honor del sacerdocio
y le declaraba excomulgado sin poder serabsuelto de este anatema
por ningun poder humano.
La bula de excomunion fué llevada á Constantinopla por un
antiguo clérigo de la Iglesia romana, llamado Tutus, á quien el
Papa dió ademas dos cartas, una de ellas para el emperador, y la
otra dirigida al clero y pueblo de Constantinopla. En la primera se
quejaba Félix de la violencia usada con sus legados, sin considera
cion al derecho de gentes , que era respetado por las naciones mas
bárbaras; declaraba en seguida que la Santa Sede jamás se comuni
caría con Pedro de Alejandría, ordenado por herejes; terminaba
amenazando al emperador y dándole á escqjer entre la comunion del
apóstol San Pedro y la de Pedro de Alejandría.
Las orgullosas pretensiones del Pontiñce fueron despreciadas en
Constantinopla; Acacio llegó hasta rehusar las cartas dirigidas á él.
Algunos frailes atrevidos tuvieron la audacia de atar á su casulla,
durante el oficio divino, el anatema del Santo Padre ; pero su inso
lencia fué reprimida por el príncipe y sus cabezas rodaron bajo el
hacha del verdugo.
El embajador despues de cumplida su mision imitó la con
ducta de los comisionados anteriores; se dejó seducir por su oro
y comunicó con los enemigos de Eoma. Llegada á su noticia ta
maña defeccion, el Santo Pontífice trasportado de furor, lanzó
tres anatemas ; el uno contra Tutus , y los otros dos contra Aca
cio y contra el emperador. Estas excomuniones no impidieron al
Patriarca de Constantinopla que continuase el ejercicio de su
ministerio, y suprimiese el nombre de Félix en los disticos sa
grados.
En Africa, estaba la Iglesia igualmente agitada por violen
tas cuestiones religiosas: Himerico, que mandaba en estas provin
Y DE LOS REYES. 301
por derecho de represalias. Despues de la muerte del principe,
Gontomundo, su sucesor, trató mas favorablemente á los fieles
que seguian la fé de Nicea. El Papa convocó entonces un concilio
de treinta y ocho obispos, para arreglar la disciplina que los prela
dos africanos debian seguir con los sacerdotes apóstatas y los fieles
quehabian pedido se les bautizase nuevamente. Los padres decla
raron que habia una gran diferencia entre los que habian sido
vueltos á bautizar con su pleno consentimiento por Jos herejes y
los que habian sido contra su voluntad; condenaron á los primeros
á hacer penitencia y someterse á las prácticas religiosas, para de
mostrar su sincero arrepentimiento, en cuanto á los segundos los
animaron á hacer una confesion pública. Mostráronse mas severos
hácia los obispos, los sacerdotes y diáoonos que habian aceptado el
bautismo Arriano; les condenaron á hacer penitencia toda su vida,
separáronles de las asambleas eclesiásticas siendo escluidos de las
oraciones d'? la Iglesia, concediéndoles como única gracia la co
munion láica en articulo de muerte
En cuanto á los clérigos, frailes y vírgenes consagradas á Dios,
que habianse pasado al partido de los hereges, fueron condenados
por el concilio á doce años de penitencia: tres años en clase de oyen
tes, siete en la de penitentes, y dos años de consistencia; permi
tiendo, sin embargo, á sus pastores socorrerles en peligro de muer
te. El último artículo concernía á los jóvenes cuya edad podia escu-
sar la apostasía; los padres ordenaron á los obispos someterles á la
imposicion de las manos sin que hicieran penitencia, y prohibieron
á los sacerdotes recibir en su comunion á los clérigos ó legos de
otras diócesis si no presentaban cartas testimoniales de su obispo ó
de sus pastores.
Acacio habia muerto durante el año de 489, y el emperador
habia elevado á la sede de Constantinopla á un sacerdote llama
do Flavita, el cual deseando quedar bien al mismo tiempo con el
Papa y con Pedro Monge, les escribió á la vez diciéndoles que no
cias, hacia profesion del arrianismo y persiguió á los ortodoxos
302 HISTORIA DE LOS PAPAS
aceptaría otra comunion si no la suya. Esta superchería fué descu
bierta, y Félix despidió vergonzosamente á sus comisionados. Al
gunos dias despues exhalaba Flavita el último suspiro entre los
sufrimientos causados por el veneno, segun unos, y producido se
gun otros por una enfermedad desconocida ; había estado cuatro
meses sobre la Sede Patriarcal.
Eufemio, su sucesor, deseando restablecerla paz en la Iglesia,
consintió en borrar el nombre de Pedro Monge, de los sagrados dís
ticos, y restableció el del obispo de Roma: despues de lo cual envió
sus diputados al Pontífice para pedirle su comunion. Félix rechazó
su proposicion, porque el patriarca quería conservar los nombres de
Acacio y Flavita; y su obstinacion retardó aun la reunion de las
Iglesias de Oriente y Occidente.
Muerto el emperador Zenon, subió al trono Anastasio, príncipe
devoto hasta la supersticion. Tanto en Constantinopla como en
Roma, habíase aumentado tanto la audacia del clero , por la debili
dad de los emperadores, que el patriarca osó acusar á Anastasio
ante la asamblea del pueblo de ser un hereje indigno de reinar so
bre cristianos, y rehusó coronarle antes de haber hecho el príncipe
su profesion de fe por escrito, comprometiéndose por un solemne
juramento á no cambiar nada en la religion.
El papa Félix escribió al emperador para felicitarle de su eleva
cion sobre el trono, asegurándole su respeto y obediencia, pero no
tuvo la satisfaccion de ver en los asuntos de la Iglesia el cambio
que deseaba; murió el 25 de Febrero de 492, despues de nueve años
de pontificado.
Un insoportable orgullo, y un constante espíritu de rebe-
lioncontra la autoridad de los príncipes, eran los principales ras
go del carácter de Félix, honrado hoy por la Iglesia entre los san
tos.
Gregorio el grande cuenta que Félix apareció á Tarrilo en
una vision, para llamarle á gozar la beatitud que él ; no sosten
dremos la realidad de esta aparicion , por no exponernos al des -
Y DE LOS REYES. 303
precio de los espíritus sérios, que no quieren ser engañados por
ridiculas fantasías.
El emperador Zenon trató de poner paz á los católicos y euti-
quianos, dice un historiador católico, y publicó El edicto de union
(Enotikon), conforme en un todo con el concilio de Nicea; solo
que no se hacia mencion alguna del sínodo de Canedonio, y es-
ponia la fórmula de fé con tal arte, que engañó á los ortodoxos y
á los disidentes. Conoció el lazo el' Papa Félix y lo esquivó; y la
Iglesia siguió creyendo que Cristo era una sola persona con dos
naturalezas distintas.
Continuando, sin embargo, las discusiones, Atanasio, patriar
ca de los eutiquianos, prometió al emperador Heraclio volver con
los suyos á la unidad, con tal que los católicos reconociesen en
Cristo una sola voluntad y una sola actividad.
Estas cuestiones no se dirimieron hasta los tiempos del Papa
Horacio.

I '
GELASIO,

PAPA. QUINCUAGÉSIMO-PRIMERO.

ANASTASIO, EMPERADOR. -CLOVIS, REY DE FRANCIA.

Nacimiento y eleccion de Gelasio.—Su rigor produce un cisma. —Carta de Gelasio


á Honorio contra los pelagianos.—Decretales del Papa.—La fiesta de las luper-
cales en Roma.—Persecuciones contra los maniqueos.—Muerte de Gelasio.

(Era de 492 á 486 de J. C.)

Gelasio era africano de nacimiento é hijo de Valerio; el pueblo


y clero romanos le elevaron sobre la Santa Sede, poco despues de
la muerte de Félix.
En cuanto el patriarca Eufemio recibió la noticia de esta
eleccion, escribió á Gelasio quejándose de no haber recibido avi
so de su ordenacion; al mismo tiempo le dirigió su profesion
de fó.
Gelasio le contestó en términos bastante duros reprochándole
su conducta y la defensa que hacia de Acacio, concluyendo por
declararle que su carta no era una señal de admitirle en su comu
nion, y que le escribia como á un estraño.
La intolerancia del Papa produjo su efecto; persuadido el pa
triarca de que se habia juzgado injustamente á Acacio, rehusóso
Y DE LOS BEYES 305
meterse á las órdenes del Pontífice, y quedaron las dos Sedes se
paradas de comunion durante varios años.
Gelasio persistió en su opinion respecto á Acacio; prefirió ver
la desunion entre los fieles, á abandonar sus injustas preten
siones.
Supo el Papa que reaparecía el pelagianismo en Dalmacia, y
escribió á Honorio, obispo de aquel pais, para que previniera á sus
cofrades se alejaran de los herejes. El prelado le contestó orgullo-
samente que se asombraba de su esceso de celo hácia las iglesias
de Dalmacia, y que no tenia necesidad de que le recordaran sus de
beres.
Gelasio replicó con menos orgullo, que la Santa Sede, por con
servar la pureza de la fé, se interesaba por todas las iglesias del
mundo, no siendo su pretension imponer su voluntad á los obispos
de Dalmacia.
La ambicion del Papa le espuso, pues, otra vez á los severos re
proches de los prelados extranjeros. Al poco tiempo, los herejes
que quería combatir en los paises lejanos, se presentaron á su
vista en el Piceno. Un anciano, llamado Séneca, los dirigía, y
atraia al pelagianismo sacerdotes y hasta obispos. El Papa escri
bió á los prelados de aquel país para que detuvieran los progre
sos de la herejía, enviándoles un tratado contra los pelagianos,
que demostraba sus errores , y que el hombre no puede vivir sin
pecado. ' ' ' i . . /. ' .,: '¡
Algunos meses despues, los embajadores enviados á Orienta por
Teodorico, volvieron á Roma y dijeron al Pontífice que debia es
cribir á Anastasio, que se quejaba de no haber tenido noticia de su
ordenacion, lo cual hizo el Papa en una carta, obra maestra de
orgullo, hipocresía ó impudencia, en que le decia que el poder de
los religiosos, como espiritual, debe ser mayor que ei de los prín
cipes, -o' . '' .¡
Gelasio, arrastrado por su ambicion, quiso estender su autori
dad á todos los paises cristianos , y convocó un concilio de setenta
300 HISTORIA DE LOS PAPAS
obispos para establecer , según decia , la diferencia entre los libros
auténticos y los apócrifos.
Juan , obispo de Rávena, avisó al Papa del deplorable- estado
en que se encontraban varias iglesias de Italia faltas de pastor;
Gelasio escribió á los prelados de Lucania, de los Brucianos y á los
de las provincias- de Sicilia,• autorizándoles á conferir las órdenes á
los frailes que no hubieran cometido crímenes ni se hubieran casa
do dos veces»
Recomendaba este Santo Padre que no se admitieran los legos en
el oler» sino despues- de examinados con gran cuidado. Prohibía á
los obispos dedicar las iglesias recien edificadas sin permiso suyo,
y les persuadía á que no pidieran dinero por conferir los sacramen
tos ni á los herejes- recien convertidos.
Tambien recomendó á los sacerdotes que no llenasen funcion ab
guna sagrada en presencia del obispo; les recordó no pueden sentar
se ni celebrar sin su permiso, como tampoco ordenar á los sub-diá-
conos. Prescribió á los diáconos guardar las reglas de su ministerio,
prohibiéndoles llenar las funciones que corresponden á los sacerdo
tes, fuera de un caso extremo; añadió que tampoco debían distri
buir el pan y el vino consagrados.
Prohibió tambien bautizar en otro tiempo que en Pascuas ó Pen
tecostés, á menos que haya peligro de muerte; ordenó que la con
sagracion de las vírgenes se haga en Pascuas en la Epifanía' ó en la
fiesta de los Apóstoles: rehusó, en fin , la entrada de las viudas en los
monasterios.
Condenó á ser arrojados de los rangos clericales á los sacerdotes
ordenados por dinero, y. sometió á penitencia pública por toda la
vida á los convictos de tener relaciones criminales con las vírgenes
del Señor. Vituperaba la costumbre que existia de ayudar la misa
por mujeres. Trataba del mismo modo la cuestion de los bienes de
la Iglesia: ordenó que se hicieran de ellos cuatro partes; una para
el obispo, otra para el clero, otra para los pobres, y la cuarta para
la edificacion de templos; haciendo estas particiones con exactitud.
Y DE LOS REYB8 307
Debemos hacer mencion entre las acciones honrosas del Pontí
fice, su valerosa oposicion contra los senadores romanos que que
rían restablecer las fiestas de las lupercales, en la cual los sacer
dotes del dios Pan, desnudos, corrían por la ciudad pegando con
trozos de piel á las mujeres que se apresuraban á recibirlos, á fin
de que los golpes las predispusiesen á la fecundidad; Elasio prohi
bió se renovase esta supersticion y compuso una obra en su contra
cuyo éxito existe aun bajo el título de Discurso contra Adrómaco.
A pesar de esto el pueblo murmuraba, por lo cual instituyó la fiesta
de la Purificacion de nuestra Señora, aunque no gustase á los ro
manos el cambio verificado,
Gelasio ordenó las prácticas de la iglesia reuniendo todo en un
libro que conocemos por el Antiguo Sacramentarlo.
El Pontífice descubrió en Roma maniqueos cuyos libros quemó
ante la basílica de Santa María, y publicó un decreto en que orde
naba á los fieles se comulgase bajo las dos especies, anatemati
zando al que no lo cumpliere así.
Gelasio murmuró en fin, entre sus trabajos apostólicos en 8 de
Setiembre de 496 despues de cuatro años y ocho meses de ocupar el
sólio. Dotado de un espíritu sutil sabia hacer valer su autoridad.
Amaba el órden y la disciplina, pero debe reprocharse su excesiva
ambicion.
ANASTASIO II.

PAPA QUINCUAGÉSIMO-SEGUNDO.

ANASTASIO, EMPERADOR -CLOVIS, REY DE FRANCIA,

Eleccion de Anastasio.— Escribe al emperador para la reunion de las dos igle


sia.— Recibe en su comunion á un partidario de Acacio.— Mala fé del cardenal
Baronio.— La iglesia de Alejandría pide la comunion del papa.— El ódio ecle
siástico hace que se rompan las negociaciones.— Conversion política de Clovis,
rey de Francia.— Singular muerte de Anastasio.— Su moderacion.— Elogio de
su carácter.

(Era de 436 á 498 de J. C.)

Muerto Gelasio, el clero y pueblo de Roma eligieron para go


bernar la Iglesia á Anastasio II, romano de nacimiento é hijo de
Pedro. El nuevo Pontífice animado de las mejores intenciones
quiso concluir con el cisma que separaba el Oriente del Occidente:
escribió desde luego al Emperador Anastasio, rogándole procurase
la paz de las Iglesias, y declarando que reconocía válidos los bau
tismos y ordenaciones que Acacio habia administrado. Esta carta
fué enviada por dos obispos que acompañaron al patricio Fausto,
diputado de Roma que iba á Constantinopla para los negocios pú
blicos. El papa recibió en su comunion á Focio, diácono de
Tesalónica, celoso partidario de Acacio. Este acto de tolerancia
escitó la murmuracion entre los devotos falsos del clero, y un
Y DE LOS REYE8. 309
gran número de sacerdotes y obispos se separaron de la comunion
de Anastasio.
El cardenal Baronio y algunos historiadores eclesiásticos;
querido alterar este hecho, como dudoso, faltando á la verdad,
aquellos adoradores de la púrpura romana miraron este acto de
tolerancia como un insulto á la Santa Sede, y preferian que la
memoria del Pontífice pasase á la posteridad con una acusacion
de crueldad antes que confesar las generosas intenciones que le
llevaban á quitar las dificultades que fomentaban un interminable
cisma.
Durante la estancia de los comisionados en Constantinopla, dos
comisarios de la Sede de Alejandría le presentaron una memoria
para obtener la comunion del Papa. Pretendian que la division de
las dos iglesias no reconocía otra causa que la mala traduccion de
la carta de San Leon á Flabiano ; y para hacer ver su ortodoxia,
insertaban una profesion de fé, en la cual declaraban recibir los
tres primeros concilios, y condenar á Entiques como Nestorio. Pero
no hacían mencion alguna del concilio de Calcedonia y sostenían
que Dióscoro, Timoteo y Pedro no habian tenido otra fé sino la de
ellos. Rehusaron constantemente borrar los nombres de estos obis
pos, odioso al clero romano; esto impidió la reunion de las dos
iglesias, y dió una nueva prueba de lo implacable que es el ódio
de los eclesiásticos, y de que los ministros de un Dios de paz y man
sedumbre no perdonan jamás á los que se oponen á sus ambiciosos
proyectos.
Un importante acontecimiento llamó la atencion del Papa y de
la Iglesia de Occidente. Clovis, rey de Francia, acababa de conver
tirse al cristianismo. La ceremonia de su bautismo se hizo en Reims
con toda la pompa y magnificencia que creyó deber desplegar el
hábil obispo San Remigio, á la asombrada vista de las hordas que
acompañaban al neófito. Las calles estaban tapizadas de ricas col
gaduras, la iglesia alumbrada por la esplendorosa luz de millares
de cirios, y el bautisterio, aromatizado, exhalaba los olores mas
310 HISTORIA DE LOS PAPA8
suaves: jóvenes vírgenes y hermosos adolescentes, coronados de flo
res, llevaban los Evangelios, la cruz y los pendones, en tanto que
el prelado, llevando á Clovis de la mano, entraba en el santuario
seguido de la reina Clotilde y de los jefes del ejército francés. Al
verter San Remigio el agua sagrada sobre el nuevo cristiano pro
nunció estas palabras: «Baja la cabeza, orgulloso Sicambro; de aquí
en adelante, adorarás lo que antes entregabas á las llamas, y que
marás lo que antes adorabas.» A imitacion de los judíos, el obispo
ungió la frente de Clovis con un aceite oloroso que se ha pretendi
do habia sido llevado por una paloma blanca. Esta preciosa super
chería del Santo Crisma, se debe al célebre Hinemaro de Reís, fué
el primero que expuso á la adoracion de los fieles la santa ampo
lla que no era otra cosa sino un lacrimatorio, de los que se en
cuentran en las tumbas romanas , y que se cree habia contenido el
bálsamo de que se servían en las ceremonias espiatorias para re
gar las cenizas de los muertos. Con Clovis se bautizaron tres mil
guerreros suyos y sus hermanas Albofreda y Laudequilda.
Despues de la ceremonia, el gefe de los francos cedió al obispo
de Reims varios dominios sitos en las provincias de la Gália, que
acababa de conquistar. De esta resolucion del rey Franco y del pre
lado, resultó que las ciudades de la Armorica se sometieron á la au
toridad del nuevo cristiano y creció de tal manera la fuerza de este,
que pudo combatir á los borgoñeses y los visigodos.
Esta conversion era parecida por las circunstancias y razones
políticas en que se verificó, á la de Constantino; por lo tanto apre
suróse el Santo Padre á escribir á Clovis para felicitarle de la gra
cia que le habia concedido Dios al iluminarle en su fé.
Habiendo terminado en Constantinopla las negociaciones del
patricio Fausto, le comprometieron los legados á suscribir el Henó-
tico de Zenon, y reoibieron del emperador de Oriente la promesa de
la reunion de las dos sedes. Pero á su vtíelta á Roma supieron que
Anastasio habia muerto en Marzo de 498 despues de haber ocupa
do la Santa Sede durante un año y meses.
Y DE LOS REYK8. 311
Afirman algunos historiadores sagrados que Dios le hizo morir
súbitamente como castigo de haber recibido á Focio en su comu
nion; pretenden otros que su muerte fué vergonzosa y que mien
tras obedecia á las leyes de la naturaleza, defecó sus entrañas.
Pero en todos casos, rechazamos el modo de sentir de los ultra
montanos, que miran como un castigo el fin de este Pontífice, sien
do lo mas probable que fuese envenenado por los clérigos y sa
cerdotes cuyas maldades reprimia Si hubiera vivido Anastasio
algunos años mas, sin duda hubiera reparado el mal que sus ante
cesores habían causado á la Iglesia con su escesivo rigor. Amaba
este Pontifico la paz; dirigía los negocios con celo esclarecido, y
sus cartas están llenas de morales pensamientos y juiciosas aplica
ciones de los pasajes de la Escritura. Fué enterrado en la basílica
de San Pedro.
Muerto él, las luchas volvieron á empezar y la discordia se apo
deró de nuevo de la Sede Romana.
SIMACO,
PAPA QUINCUAGÉSIMO-TERCERO.

ANASTASIO EMPERADOR DE ORIENTE.

CLOVIS Y CHILDEBERTO REYES DE FRANCIA.

Ambiciones del clero.—Son elegidos papas Simaco y Lorenzo.—Violentas sedicio


nes en Roma.—Se acusa al papa de horribles crímenes.—Concilio en Roma para
examinar las acusaciones hechas contra él.—Se le absuelve siu exámen.—Ape
lan de este juicio los senadores Festo y Probio.—Reune el Papa un nuevo conci
lio.—Disputas entre Simaco y el emperador Anastasio.—Presentes de Clovis ála
Iglesia de San Pedro.—Consejos á los reyes.—El ódio de los devotos es implaca
ble.—Muerte de Simaco.

(Era de 408 á 512 de J. C.)


La horrorosa confusion de los negocios políticos y las calamida
des públicas no detuvieron la ambicion del clero. Tan dominante
es entre ellos esta pasion.
A poco estalló un cisma cuyo autor fué el patricio Festo que
quería la paz entre Oriente y Occidente é hizo se eligiese Papa á
Lorenzo; pero la mayor parte del clero se declaró en su contra eli
giendo á Simaco, nacido en Cerdefla, quedando este al fin como
único Pontífice segun juicio del rey Teodorico que tuvo que de
clararse por uno de los dos á causa de una violenta sediccion que
estalló en Roma
El nuevo Papa reunió un concilio de sesenta y dos obispos pro
poniéndose ver el modo de hallar remedio á las intrigas de los
Y DE LOS REYES. 313
obispos y sediciones populares, para lo que publicó varios decretos
castigando á los contraventores, los cuales suscribieron el concilio
entero y sesenta y siete sacerdotes mas.
Sin embargo, los amigos de Loren?o no reconocieron al Papa
Simaco acusándole de crímenes horribles, cuyos testigos ofrecían
enviar al rey Teodorico
En Roma continuaban los desórdenes de toda especie, se roba
ba, se mataba, bajo pretesto de la religion, y se llegó hasta á violar
y degollar á las vírgenes sagradas.
A favor de esta confusion fué vuelto á llamar Lorenzo; su pre
sencia aumentó el furor de los dos partidos, y hubo que recurrir
otra vez al rey Teodorico, el cual envió á Pedro, obispo de Altino,
con la mision de visitar y de reunirse al Papa Simaco, pidiendo á
sus acusadores le probasen los cargos que le hacían. El obispo de
Altino cumplió su mision yéndose con los cismáticos y rehusó ver
al Pontífice.
Entonces el príncipe vino á Roma y reunió un concilio. Al
gunos de sus miembros, instigados por Simaco, acusaron al rey de
abrogarse derechos que no le pertenecían, convocando concilios y
queriendo juzgar á Simaco que era su superior....
Pesaba ya la tiranía del clero sobre los pueblos y sobre los re
yes, y Teodorico, por su debilidad, hizo todavía mas terrible el po
der de los obispos de Roma.
Abstuviéronse los obispos de Italia, reunidos en concilio de vi
sitar á Simaco, aunque se declaraban en su favor; quísose que se
presentasen los testigos que acusaban al Papa, pero se rechazó esta
medida como atentado contra la dignidad de la Santa Sede. Sima
co, que por oro y promesas habia logrado hacer suya la mayoría de
los obispos, se dirigió públicamente al concilio, seguido de multi
tud de partidarios suyos. Entonces los enemigos del Papa que ya
desesperaban del éxito de sus planes, se arrojaron sobre el cortejo
y lanzaron una granizada de piedras sobre los sacerdotes y ecle
siásticos que acompañaban al Papa, y los hubieran sacrificado , si
Historia de los papas.—Tomo i. 24
314 HISTORIA DB L08 PAPAS
el tumulto no hubiera sido deshecho por las tropas del rey. Los
partidarios de Simaco en represalias, se esparcieron por la ciudad
cometiendo todo género de atropellos con sus contrarios.
Simaco fué declarado inocente por el concilio á pesar de no ha
berse presentado cuando le llamaron, so protesto de que le ataca
rían sus contrarios.
El decreto de su absolucion se firmó por setenta y dos obispos,
aunque muchos no quisieron firmar porque el Papa no se justificó
de los crímenes que le imputaban.
El pueblo rehusó someterse á la decision del concilio, y los
amigos de Lorenzo se aprovecharon atacando la validez del acta de
inocencia del Papa; Simaco reunió entonces un nuevo sínodo de
ochenta obsipos y algunos sacerdotes y diáconos. Uno de estos se
encargó de la defensa, declarando al Papa el mas virtuoso, puro y
santo de todos los hombres, con la adulacion mas servil hácia los ri
diculos principios desarrollados en ella.
Por lo tanto, el sínodo estendió otro nuevo decreto á favor de
Simaco, pues esta asamblea estaba compuesta de prelados comple
tamente adictos á la Santa Sede.
El emperador Anastasio ,, en vista de los sucesos, publicó un
libelo en que acusaba al Pontífice de varios crímenes, cuyo folleto
hizo repartir por toda Italia.
Simaco rechazó estas acusaciones por medio de una bula
apostólica, en que declaraba al emperador tomando por testigo á
toda Roma, que no estaba infectado de maniqueismo, y aun acusó
al príncipe de ser eutiquiano: llamó audaz rebelion al desprecio que
por un sucesor de San Pedro hacia ver Anastasio, y llevó su inso
lencia hasta sostener que su sede estaba mas alta que todos los tro
nos del universo, concluyendo su carta con amenazar al empera
dor con la pérdida de la corona si despues de juzgado él no resul
tara culpable, pues al faltar al respeto al Pontífice , faltaba á Dios,
y añadiendo que á quien condenaba no era á él sino á Acacio y
que debia separarle de su lado exhortando al emperador, en fin
Y DE LOS BEYES. 315
á que se separe de los enemigos de Uios y de la Iglesia y se unie
se á la Santa Sede.
La Iglesia de Oriente estaba siempre en la confusión; los orien
tales imploraron el socorro de Simaco pidiendo ser repuestos en la
comunion de la Santa Sede, puesto que aceptaban todo. Pero Sima
co rechazó todas sus proposiciones. Murió este Pontífice el 19 de
Julio de 514.
HISTORIA POLÍTICA.

SIGLO QUINTO.

Reinado de Honorio.—Alarico se apodera de Roma.—Acontecimientos de Oriente.


—Piedad de Teodosio el Júven.—Pulquería gob'.erna el imperio.—Valentinia-
no III, emperador de Occidente. —Anicio Máximo la hace asesiuary se apodera de*
trouo.—Obliga á la emperatriz Eudoxia á casarse con él.—La emperatriz llama á
Geuserico á Italia.—Hermosa Máxima de Marciano, emperador de Or ente.—
Leon I, emperador. —Genserico saquea á Constantinopla.—Carácter de Zenon.
—Basilisco sube al trono.—Zenon vuelve triunfante á Constantinopla.—Suplicio
de Basilisco.—Muerte de Zenon.—Reinado de Anastasio. —Los Francos se esta
blecen en el norte de la Gália.—Historia de Faramundo.—Clodion el Cabelludo,
segundo rey de los Francos.— Meroveo sucede á Clodion.—Childerico, cuarto
jefe de los Francos.—Violó las hijas y las esposas de los señores.—Es arrojado
de sus estados.—Se refugia en la córte del rey de Turingia. —Roba á la reina
Basina y vuelve 4 Francia.—Clovis, primer rey cristiano.—Su carácter.—Se
casa con Clotilde.—Crueldades de Santa Clotilde.—Conversion política de Clo
vis.—Sus traiciones, sus crímenes.—Manda cortar la cabeza á Chararie, rey de
los Ripuarios, Nerviano y á su hijo.—Hace asesinar á Riguomer, rey de Mons.—
Maltrata él mismo con su maza de armas á Ragnacharie, rey de Cambrai, su fiel
aliado.- Hace matar á Sigiberto su antiguo amigo, por Cloderio su hijo, el cual
á su vez manda asesinar á hachazos.

El siglo v, llegó á ser tan fatal á los imperios de Oriente y


Occidente como á la Iglesia de Roma, por los desórdenes y sedi
ciones que agitaron los pueblos . En Oriente , Arcadio habia
muerto, y su hijo Teodosio II, llamado el Jóven, permanecía
bajo la tutela de Isdegerda. En Occidente, Stilicon, tutor de
Honorio, queria elevar á su hijo Eucherio á la dignidad de empe
rador, pero habiendo sido descubiertos sus proyectos ambicio
sos, fué condenado á muerte por órden del jóven príncipe, que
empuñó desde entonces las riendas del gobierno.
Muy pronto Honorio, dominado por las fogosas pasiones de un
temperamento ardiente, descuidó los asuntos de sus estados,
Y DE LOS REYES. 317
dejando la capital de su imperio para habitar la ciudad de Rávena,
á la cual llamaba su gallina, y mientras se entregaba á los
placeres en brazos de sus queridas, el temido Alarico, rey de
los visigodos, despues de haber devastado el Oriente, donde Ru
fino lo habia llamado, vino á Italia y por traicion se apoderó de
Roma.
Multitud de tiranuelos se levantaron al momento contra Hono
rio para desmembrar sus estados, pero concluyeron por estermi
narse entre sí en guerras de rivalidades, y el Príncipe, habiendo
quedado por último dueño absoluto del imperio, murió sin pos
teridad.
En Oriente, Teodosio el Jóven habia sucedido á su padre
Arcadio. Este príncipe, entregado enteramente á los ejercicios
devotos, habia trasformado su palacio en monasterio. Todas las
mañanas recitaba himnos sagrados, y cifraba toda su gloria en
penetrar los misterios de la religion. Tenia mucho respeto á los
sacerdotes, sobre todo á aquellos que aparentaban santidad, y
estos hombres insaciables alcanzaban de él cuanto deseaban. Su
hermana Pulquería, princesa de raro mérito, gobernó el impe
rio durante la menor edad de este príncipe hipócrita, conser
vando además la administracion de los negocios hasta la época
en que contrajo matrimonio con Eudoxia. Entonces le retiró
el ejercicio del poder soberano ó invistió con él á la emperatriz.
Teodosio poseía las virtudes de un monje y los vicios de un
príncipe, siendo tan grande su negligencia para el gobierno
del estado, que firmaba sin leer cuanto sus ministros le pre
sentaban. Tambien Pulquería, queriendo un dia demostrarle
cuán peligroso era esta excesiva indiferencia, le hizo presentar
un acta en la cual se estipulaba en buena forma la venta de su es
posa á su cocinero, á la que, como de costumbre, puso el sello
imperial sin enterarse de su contenido.
Durante el reinado de Teodosio se presentó en Oriente el ter
rible Atila, el que arrojado de las Gálias y de Italia por Actio,
318 HISTORIA DE LOS PAPAS
invadió con sus hordas Diría, Tracia, Macedonia y Grecia, des
truyendo á su paso todas las ciudades y no dejando en pos de sí
mas que desiertos y soledad. El pusilánime Teodosio no pudo de
tener á este poderoso enemigo sino dándole montones de oro y de
clarándose su tributario.
Apenas el imperio se habia aquietado algun tanto de las con
mociones que esperimentara con la invasion de los bárbaros, cuan
do nuevas turbaciones vinieron á sumirlo en una confusion
horrible. Dos causas principales arrojaron la perturbacion en el
estado: la primera, el destierro de la emperatriz , que Teodosio
habia relegado á Palestina, á consecuencia de ciertas celosas
sospechas , y la segunda , la persecucion que habia suscitado con
tra San Flabio y sus sectarios. En el concilio Efeso, que habia
convocado para juzgar á este prelado, el furor religioso fué
llevado tan lejos, que los padres, en un trasporte de fanatismo,
se arrojaron sobre el infortunado Flavio y lo asesinaron en el
acto. Zonave, que refiere este hecho, añade que el obispo Diós-
coro coció como un asno, sobre el pecho del patriarca, se lo des
trozó con los pies y bailó sobre el cadáver. Este concilio de
bandidos', como lo llaman Nicóforo y Calixto , dos autores griegos
contemporáneos , expidió un decreto en el que se mandaba á los
gobernadores asesinar á sus enemigos en toda la provincia del
imperio. La ciudad de Alejándría, sobre todo, se convirtió en
teatro de espantosas atrocidades. ¡Los sacerdotes de la secta triun
fante , despues de haber ahogado y degollado á las mujeres , los
viejos y los niños, mataron al pastor Proterio y devoraron sus
entrañas! Teodosio aplaudió los furores de estos caníbales en lugar
de castigarlos ; pero el cielo no tardó en vengar las víctimas de su
fanatismo. Al entrar en Constantinopla , el príncipe cayó del ca
ballo y se destrozó el cráneo.
En Occidente, Valentiniano III, hijo de Constancio y de
Placidia, habia tomado las riendas del gobierno del imperio,
despues de haber vencido al tirano Castino, que le disputaba
T DE LOS RHYBS. 3) 9
el trono-, pero no tardó en ser muerto por Anicio Máximo , que se
apoderó de la corona y obligó á la emperatriz Eudoxia á casarse
con él. Eudoxia, para vengarse del usurpador, llamó á Genserico
á Italia. Al aproximarse este temible conquistador, Máximo qui
so huir, pero Eudoxia no le dió tiempo. Los soldados le detuvieron
en su palacio, lo destrozaron á sablazos y arrojaron su cadáver al
Tíber.
Ocho príncipes ocuparon despues sucesivamente el trono; estos
aumentaron las desgracias del imperio y pesaron sobre el pueblo
hasta la época de la conquista de Italia por Odoacro, que gobernó
con el título de rey.
Marciano de Tracia, que habia contraido matrimonio con Pul
quería, sucedió en Oriente á Teodosio II. Este príncipe hizo escri
bir en letras de oro en su palacio la hermosa máxima : «Los re
yes no deben guerrear cuando pueden obtener la paz. » Reinó seis
años y murió envenenado por el patricio Aspar y su hijo Arda-
burio, jefes de la milicia. Como estos asesinos desdeñaban para
ellos el título de emperador y no querían mas que ejercer la au
toridad, presentaron al Senado uno de sus capitanes llamado Leon,
y lo hicieron proclamar jefe del imperio el 7 de Febrero del
año 457. Algunos autores pretenden que este príncipe fué coro
nado por el patriarca de Constantinopla, siendo el primer ejem
plo de la ceremonia de la consagracion que se ha efectuado y que
despues se repitió al advenimiento al trono de los soberanos
griegos.
Leon, ya emperador, quiso deshacerse de los que le habian
elevado al trono, cuyo poder temia. Primero los colmó de ho
nores, y con pérfidos consejos trató de hacerles retirar su guardia
particular, intimándoles que desistiesen del mando del ejército.
No habiendo obtenido sus engaños los resultados que apetecía,
cambió de táctica y se declaró, de arriano que era, en católico
ferviente y perseguidor, áfin de suscitar poderosos enemigos con
tra Aspar que profesaba el arrianismo. Esta nueva picardia tuvo
320 HISTORIA DE LOS PAPAS
buen éxito. Los sacerdotes, viéndose sostenidos por el emperador,
amotinaron al pueblo contra Aspar y su hijo y atacaron su pala
cio con tanta furia, que apenas tuvieron tiempo para huir y refu
giarse en la basílica de Santa Eufemia, que era lugar de asilo.
Leon se presentó al momento en la basílica, los tranquilizó acerca
de aquella asonada popular, obligándose por juramento á proteger
los contra todos sus enemigos y los determinó á abandonar el asilo
que habían escogido; pero apenas hubieron dado un paso fuera de
la iglesia, cuando sus cabezas rodaron a los piés del emperador.
Exasperados por este acto de perfidia y cobardia, los arríanos re
solvieron vengar la muerte de sus protectores. Empuñaron las ar
mas, se sublevaron contra Leon y llamaron á los godos á su
socorro. Genserico, rey de estas hordas bárbaras, respondió á su
llamamiento y sitió á Constantinopla. Durante los dos años que
duró esta guerra, el emperador permaneció encerrado en una torre,
desde donde vió arder su capital y su flota, compuesta de mil na
vios, sin atreverse á defenderlas. Por último, para librarse de Gen-
serico tuvo que pagarle cantidades enormes, fruto de los trabajos
del pueblo, que tenia acumuladas en sus fortalezas.
Apesar de todas las infamias de este reinado, Leon mere
ció de los católicos el sobrenombre de Grande, á causa de las
persecuciones que ejerció contra los heréticos. Al morir ins
tituyó por su sucesor á Leon XI, su nieto, que solo contaba
tres años de edad, perjudicando á Zenon, su yerno. Aquella
eleccion habia sido dictada por los sacerdotes, que aborrecían
sobremanera á este príncipe por sus opiniones arrianas. A
despecho del clero, Zenon, desde la mañana siguiente de la
muerte de su suegro, tomó las riendas del Estado como tutor
de su hijo. Otorgó á sus sectarios las mas altas dignidades; se
captó el afecto del pueblo disminuyendo los impuestos, y
cuando los sucesos llegaron al punto que deseaba, un dia de
fiesta solemne, su esposa Ariadna condujo al jóven Empera
dor al Hipódromo, le colocó sobre un elevado trono, desde
Y DE LOS BEYES. . 321
donde llamó á su padre, y poniéndole una corona en la cabe
za le nombró su colega y le proclamó augusto. A pesar de
estas ingeniosas precauciones, los eclesiásticos gritaron con
tra lo que creían usurpacion y consiguieron amotinar á los
fanáticos contra Zenon. Entonces el nuevo emperador que te-
mia las consecuencias de una revolucion, se decidió á hacer
perecer la causa inocente de sus sobresaltos, y el padre envenenó
á su propio hijo para quedarse dueño del imperio.
Desde el momento en que vió la autoridad suprema afian
zada entre sus manos, Zenon se abandonó sin reserva alguna
á sus malas inclinaciones , y para justificar la infamia de su con
ducta, decía públicamente que los reyes tenían derecho de
hacer servir á todos los hombres á sus pasiones y á sus liberti
najes. Entregado á las mas escandalosas orgías olvidaba sus
deberes de jefe del estado, y dejaba á los bárbaros destruir su
imperio. En el levante los sarracenos y los árabes scenitas
avanzaban en pelotones formidables; en el Occidente los hunos
habian pasado el Danubio sin encontrar la menor resistencia,
saqueando la Tracia. Mas bárbaro todavía que estas hordas
feroces , Zenon concluyó de arruinar á su pueblo acosándolo con
onerosas exacciones.
En fin, su avaricia sublevó la indignacion general, y desde el
segundo año de su reinado, habiéndose peleado con su suegra Ve-
rina, viuda del emperador Leon, y temiendo que le mandase ase
sinar, huyó á Isauria con su esposa Ariadna.
Basilisco, hermano de la emperatriz Verina, se hizo entón
eos reconocer Emperador con su hijo Marcos . Los historia
dores sagrados afirman que era mas cruel todavía que Zenon
y que habia abrazado el partido de los eutiquianos, cediendo á
las instancias de su mujer Zenodia. Algunos autores rechazan,
por el contrario, las acusaciones odiosas vertidas contra este
príncipe, cuyo mayor crimen era la tolerancia, y añaden, que
si á ejemplo de Constantino hubiese perseguido á los preten
322 HISTORIA DE LOS PAPAS
didos heréticos, la Iglesia le habría levantado altares. Como
se declarase protector de los eutiquianos, los sacerdotes católicos
exitaron contra él una violenta sedicion en Constantinopla, y
llamaron á Zenon, que acudió del fondo de Isauria para entrar en
la capital. Basilisco fué encerrado por orden del vencedor en una
cisterna, con su mujer y sus hijos, y condenados todos á morir de
hambre. Los partidarios del príncipe caido, fueron asesinados á
traicion, escepto Marciano, uno de sus hermanos, que logró esca
parse. Este príncipe, que se habia refugiado en la córte de Teodo-
rico el Vizco, rey de los godos, habia alcanzado de este monarca y
de Teodorico Lancale, rey de los ostrogodos, grandes socorros en
hombres y dinero , para arrojar á Zenon de Constantinopla , pero
desgraciadamente la víspera de entrar en campaña se vió detenido
por órden de su protector, y entregado á los embajadores de su
enemigo Marciano, fué conducido á Grecia cargado de hierros y
encerrado en un monasterio, donde murió envenenado.
Libre de toda inquietud, el Emperador volvió á emprender
su método de vida acostumbrado, y su córte se convirtió en
una escuela donde la corrupcion era enseñada por sus mis
mas hijas. Verina, la emperatriz madre, aun que de edad avan
zada, habia concebido por Ilus, general de sus guardias, una
pasion insensata que no temia confesar. Este jóven que esta
ba casado con una mujer á quien amaba, no hizo caso algu
no de las insinuaciones de Verina, pero para escapar á su
venganza dejó á Constantinopla y se pasó al partido del Siria-
no Leoncio, que habia enarbolado el estandarte de la revolucion.
Su resistencia fué de corta duracion. Un capitan griego llamado
Juan, marchó contra ellos á la cabeza de un numeroso ejército,
batió sus tropas y los obligó á encerrarse en una fortaleza, donde
fueron hechos prisioneros y decapitados despues de tres años de
sitio.
Zenon proseguía siempre su carrera de crímenes y escándalos,
cuando su esposa Ariadna resolvió deshacerse de él para casarse
Y DE LOS BBYBS 323
con uno de sus amantes llamado Anastasio. Una noche que el em
perador se había dormido ébrio, su esposa lo colocó en un féretro y
ordenó que le celebrasen• las ceremonias fúnebres. A la mañana si
guiente se le bajó al panteon y apesar de los ahullidos que daba
dentro del féretro, nadie quiso libertar al tirano. Tal fué el terri
ble fin de este príncipe que expiaba de este modo la muerte de
su hijo.
Anastasio le sucedió casándose con la infame Ariadna. Su rei
nado fué dichoso para el pueblo. Suprimió gran número de im
puestos onerosos que pesaban sobre las provincias y se hizo querer
de todos por sus muchas virtudes. La historia eclesiástica lo acusa
de no haber sida perseguidor y de no haber fomentado en la Iglesia
la famosa division eutiquiana, que no reconoció otra causa que la
ambicion de los obispos de Roma, la precipitacion de los prelados
de Oriente en la condenacion de Eutiques y la mala fé del clero de
las dos iglesias. Despues de diez y seis años de reinado, fué encon -
trado muerto Anastasio en un subterráneo del palacio, sin que ja
más se haya podido descubrir si fué asesinado ó si murió de un
ataque apoplético fulminante.
En Occidente se debilitaba el imperio. Las pasiones innobles de
los eclesiásticos llenaban las provincias de desórdenes, bajo el pro
testo de religion, y preparaban el grande acontecimiento que habia
de cambiar el destino de las Gálias.
Hordas de bárbaros salidos de los bosques de Alemania comen
zaban á rechazar á los romanos hácia Italia, y despues de siglo y
medio de luchas incesantes formaron por último un gran campa
mento fijo en el Norte de la Gália. Siguiendo la crónica del monje
de San Dionisio, el jefe de estos bárbaros, que nosotros contamos
por el primero de los reyes francos, se llamó Faramundo y reinó
diez años. Otros historiadores consideran su existencia como muy
problemática y no conceden creencia alguna que á los hechos con
tados acerca de Clodion el Cabelludo. Este temido guerrero habia
ensanchado considerablemente sus estados del lado de la segunda
324 HISTORIA DE LOS PAPAS
Bélgica, cuando fué vencido á su vez por los romanos y obligado á
volver á pasar el Rhin. El recuerdo de aquol combate nos ha sido
conservado por Sidonio Apolinar, poeta latino que floreció en el si
glo v. Los francos, dice, habian avanzado hasta la villa Helena para
atacarnos, habiendo establecido su campamento enfrente del nues
tro, sobre colinas situadas cerca de un pequeño rio, contentándose
con cerrar sus avenidas con carros, á la manera que usaban los
bárbaros. Felizmente nuestro general Aecio que sabia que durante
la noche debian celebrar el casamiento de uno de sus jefes, mandó
á las legiones que estuviesen prontas para ponerse en marcha en
cuanto la luna apareciese en el cielo. Llegado que fué el momento
oportuno, nuestros soldados desembocaron en filas compactas y á la
carrera por una calzada estrecha que cortaba el rio, cayendo de im
proviso sobre los enemigos, los que no teniendo ni aun siquiera
tiempo para tomar las armas y formar sus hileras, fueron comple
tamente derrotados sufriendo además grandes pérdidas de gente.
Todos los manjares que quedaban del festín y los platos adornados
con guirnaldas de flores vinieron á parar á nuestro poder, así como
sus bagajes, carros y hasta la desposada, que era rubia, fué reservada
para el lecho del general. Clodion tomó mas tarde una revancha
espantosa. Mientras Aecio estaba ocupado en combatir á los visigo
dos, los borgoñeses y otros pueblos de la Gália que constantemen
te estaban en revolucion contra los romanos, volvió á pasar el Rhin
con nuevos bandos, cruzó las grandes selvas que separaban Bélgi
ca de la Gália, conquistó las ciudades de Tournai y Cambrai, y se
apoderó tambien de Amiens, donde estableció su capital. Murió al
gunos años despues, 449, dejando la tutela de sus nietos á Mero-
veo, que algunos historiadores suponen ser su hermano, y otros su
pariente lejano.
Desde que Clodion dejó de existir, el ambicioso Meroveo se creó
en el ejército un partido poderoso que le proclamó jefe de los fran
cos en perjuicio de sus pupilos. Estos desgraciados y su madre hu
yeron á la corte de Atila, implorando el apoyo de su espada contra
V DE LOS BEYES. 325
el usurpador. El rey de los hunos tomó á los jóvenes príncipes bajo
su proteccion, y marchó contra Meroveo, á la cabeza de un formi
dable ejército, para restablecerlos en el trono de su padre. Al te
ner noticia de la llegada del temible Atila, los francos, que no
eran bastante poderosos para resistirle, se apresuraron á contratar
una alianza con Aecio y á reunir sus ejércitos con las legiones ro
manas. Atila no dejó por esto de proseguir su camino y atacar los
ejércitos confederados de los francos y los romanos, en una llanu
ra situada cerca de Mery-sur-Seine, á siete legua? de Troges. La
batalla fué sangrienta. Las antiguas crónicas afirman que tres
cientos mil guerreros, vencedores y vencidos, quedaron en el cam
po. Los hunos fueron derrotados ; pero ios romanos y francos , aun
que victoriosos, esperimentaron pérdidas tan considerables, que se
gun San Gregorio de Tours, el general Aecio y Meroveo , emplea
ron mas de un mes en enterrar los muertos. Esta victoria fué muy
favorable al usurpador por lo que imposibilitaba á los romanos y á
los hunos de oponerse á las invasiones que proyectaba. Meroveo,
reunió apresuradamente nuevos bandos y se apoderó del territorio
de Maguncia, de Picardia , Normandia y casi todos los dominios
que forman la isla de Francia, muriendo despues de diez años de
reinado.
Childerico, hijo y sucesor de Meroveo, quiso abusar de las mu
jeres y de las hijas de sus guerreros y fué vergonzosamente expul
sado de su patria, refugiándose en la córte del rey de Turingia,
cuya esposa, llamada Basina, se encargó del oficioso cuidado de
consolar al culpable fugitivo. Despues, gracias á las intrigas de
sus partidarios, cuando Childerico fué llamado á Francia, la nueva
Elena abandonó para seguirle á su esposo y á sus hijos. Esta mu
jer adúltera fué la madre de Clovis I. Como la adversidad es la me
jor escuela para los príncipes, Childerico habia aprendido en su
desgracia que los tronos no son muy sólidos , y desde entonces su
gobierno fué muy dulce para los pueblos.
Clovis, primer rey cristiano, poseía todas las cualidades de un
326 HISTORIA DE LOS PAPAS
héroe bárbaro. Era feroz, intrépido y ambicioso, y se convirtió por
política, como lo demuestra Mezeray: «Esta conversion, dice, leera
muy necesaria para contener á los galos , á quienes habia subyu
gado, y para libertar á los pueblos sometidos á los godos y los bor-
goñones que sufrían impacientemente la dominacion de sus prínci -
pes, partidarios de la herejía de Arrio.
Cíovis, luego que se halló el príncipe mas poderoso de las Gá-
lias, por las ventajas que habia conseguido sobre los visigodos y
borgoflones, quiso asegurar sus conquistas, y soñó poder reunir á
todos los francos bajo su férula. Con este designio esterminó á los
capitanes que tomaban el título de rey; se apoderó por traicion de
Chararico, rey de los ripuarios, condenándole con su hijo á perpé-
tuo encierro, y despues á la muerte.
Por los consejos de este mónstruo, Cloderico, hijo de Sigiberto,
asesinó á su padre, siendo despues asesinado á su vez al pedir el in
fame precio de su parricidio.
La Providencia al cabo hizo justicia, y Clodoveo murió envene
nado. Sus cuatro hijos se repartieron sus estados, ó imitaron los crí
menes de su padre.
SIGLO SESTO.

H0RMID4S,

PAPA GiXJUSrOTJAa-ÍJSIMO-CXJAUTO.

ANASTASIO. JUSTINO. EMPERADORES DE ORIENTE.

CHILDEBERTO, REY DE FRANCIA.

Estado deplorable de la Iglesia.—Los sacerdotes escitan sediciones.—Martirio de


San Proterio.— Su cadáver horriblemente mutilado.—Desórdenes en Antioquía.—
Degollacion de un considerable número de frailes.—Escesos en Constautinoplaj]
—El emperador escribe al Papa para la convocacion de un Concilio.—Pretensio
nes del Papa.—El Papa exige de los obispos su anatema contra Aercio.—Muerte
del emperador.—Reinado de Justino.—Reunion de las iglesias de Constantino-
pla y Roma.—Se opone á la reunion Doroteo, obispo de Tesalónica.— Son arro
jados de Roma los frailes.—Prision de Doroteo.—Es puesto en libertad.—Muerte
de Hormillas.

A principio del siglo VI se encontraba la Iglesia en el estado


mas deplorable: los consejos de los hombres mas sabios no bastaban
á pacificar la Iglesia. Las ciudades eran escena de los mas crueles
crímenes, no se oia hablar mas que de muertes y asesinatos, come
tidos aun en los sitios mas sagrados.
En la ciudad de Alejandría degollaron al Santo mártir San
Proterio en su misma iglesia, sin mas causa que el ódio hacia el
concilio de Calcedonia. Asaltado este venerable anciano por una
turba de furiosos, fué degollado, mutilado su cuerpo, comiéndose
su corazon aquellos caníbales , y arrastrando sus restos por las
calles.
No eran los herejes los únicos autores de estos espantosos
crímenes; los católicos cometían violencias parecidas ; bajo
328 HISTORIA DE L08 PAPAS
pretexto de reunir un concilio , hicieron venir una cantidad
considerable de frailes eutequinianos, á los cuales degollaron
y arrojaron al rio, cuyo curso se detuvo: ¡tan grande era la canti
dad de cadáveres!
El clero cometía aun mayores atrocidades en Constantinopla,
sin hacer caso al desgraciado emperador Anastasio á cuya vista
asesinaron á sus mejores amigos. Rodearon la ciudad y organiza
ron turbas de asesinos para degollar á los sospechosos de herejía
y quemar sus casas. Los senadores que el príncipe envió para cal
marlos, fueron recibidos á pedradas.
Tal era la situacion de la Iglesia á principios del siglo vi.
Debemos añadir que los fieles estaban divididos á causa de un
concilio, al que se acusaba de haber aprobado escritos heré
ticos.
Entre estos desórdenes, funestos á la Iglesia pero ventajosos ála
Santa Sede, se eligió para reemplazar á Simaco á Celio Hormidas
nacido en Trusílona, en la Campania. Su eleccion fué unánime por
el clero y el pueblo.
Entretanto en el Oriente el fanatismo rayaba en frenesí. Vita-
liano, general de la caballería del emperador se reveló contra él y
llegó hasta las puertas de Constantinopla, obligando á Anastasio á
pedirle la paz, é imponiéndole por condicion diese todos los bienes
de los herejes á los ortodoxos, y reuniese un concilio para excomul
garlos, para lo cual el emperador escribió al Pontífice á fin de que
trabajase en la reunion de las dos iglesias. El Papa le contestó fe
licitándole por sus intenciones.
El obispo de Tesalónica escribió tambien al Papa exhortán
dole á trabajar en honor de la religion, á lo que contestó el Papa
evasivamente. En fin, el emperador volvió á escribir á Hormidas
citándole para 1." de Julio del mismo año en Heraclea. Vitaliano
escribió al Papa con el mismo objeto, y Teodorico le aconsejó acce
diese á los deseos de los orientales.
En vista de esto el Papa nombró al obispo Fortunato y á Enodio
DE LOS PAPAS. 385
no trataban ya de igual á igual á los príncipes; reusaban re
cibir á sus enviados y abrir sus mensajes.
El emperador de Oriente Leon V, y Teodoro, patriarca de
Constantinopla, dirigieron á Pascual varios apocrisiarios en
cargados de consultarle sobre el culto de las imágenes. Pero el
Santo Padre rehusó verlos, y los mandó arrojar vergonzosa
mente de Roma, viéndose obligad os los embajadores á volverse
á Bizancio con sus despachos.
Animado Pascual por los elogios de Teodoro Studito, celoso
adorador de las imágenes, tuvo la imprudencia, despues de
aquella audacia, de enviar una comision á Constantinopla para
ordenar al emperador y al patriarca que restableciesen el culto
de las imágenes, amenazándoles con su cólera si persistían en la
herejía. A su vez el príncipe, en represalias, mandó azotar á sus
enviados en las calles de la poblacion, y para vengarse del Santo
Padre mostró una extremada severidad con los iconoclastas.
Deseando Pascual continuar su contienda con el emperador,
publicó un edicto en que se decia que todos los cristianos de
Constantinopla que hubieran sufrido por la fé de la Iglesia,
serian acogidos en Roma, y. alimentados á expensas de San
Pedro; á este efecto ' restableció la basílica de Santa Práxedes,
y fundó para los orientales un inmenso monasterio, en que se
celebraba dia y noche el oficio divino en lengua griega; con
cedió al convento considerables rentas en tierras y casas;
adornó con esplendidez el interior de la iglesia, colocando
sobre el altar mayor un tabernáculo de plata de ochocientas
libras de peso.
Tales gastos agotaron sus arcas; y como quiera que los fie
les mostraban gran tibieza en despojarse en favor de extran •
jeros, imaginó el Papa un singular expediente para que
afluyeran las limosnas á su tesoro. Reedificó la iglesia de
Santa Cecilia, que estaba completamente derruida, y la hizo
TOMO II. 25
386 HISTORIA
ornar con gran magnificencia; en seguida colocó en el altar
mayor la urna de la santa, pero vacía de sus restos. El do
mingo inmediato, convoco' al pueblo á maitines en la catedral,
y mientras que estaba prosternado con alma afligida, fingió ser
presa de un sueño sobrenatural.
Apenas dormido en su sillon, se le apareció Santa Cecilia
rodeada de una aureola luminosa, y le habló en estos térmi
nos: «Sacerdotes impuros y Pontífices sacrilegos han buscado
mis restos mortales; pero no han logrado su designio, per
diéndose sus manos en las tinieblas, pues Dios ha decidido que
á vos os seria reservado al ' encontrar mi cuerpo. » Al pronun
ciar estas palabras le designó con la mano un lugar del cemen
terio de Pretextate desapareciendo la vision.
Pascual se despertó, y comunicó á los sacerdotes la milagrosa
aparicion; en seguida se dirigió con el clero al sitio indicado;
tomó él mismo una azada y cavó la tierra, descubriendo el
cuerpo de la santa revestido de una túnica de tisú de oro; á
sus piés habia un lienzo blanco impregnado de sangre aun re
ciente, y á su lado la osamenta de Valeriano, su esposo. El
Papa colocó las milagrosas reliquias en una urna adornada de
pedrería, y fué trasportada solemnemente á la iglesia que
habia fundado en honor de la santa.
Despues de tan milagroso descubrimiento, las ofrendas de
los fieles y los presentes de los peregrinos afluyeron á la nueva
iglesia, .aumentando las riquezas del Santo Padre.
¡Este mismo milagro renovado por los sucesores del Pontí
fice, ha encontrado hombres crédulos y sencillos.
«Tan buen éxito, dice un antiguo escritor, animó al Santo
Padre á fabricar santos, para vender sus osamentas á toda la
cristiandad; produciéndole este comercio grandes cantidades.»
El escritor hubiera podido añadir, que este vergonzoso tráfico
no tardó en extenderse entre los monjes, que crearon millares
DE LOS PAPAS. 381
de santos y abrieron tiendas para la venta de los restos de los
apóstoles y de los mártires; para la de madera de la verdadera
cruz, cabellos y pelos de las partes vergonzosas de San José,
de San Juan Bautista, de la Virgen, etc Más aún; ¡en los
siglos siguientes, bajo el reinado de San Luis, los sacerdotes
tuvieron la audacia de vender al duque de Anjou. hermano del
rey! ¡¡Profanacion y sacrilegio!!... ¡El prepucio de Jesucristo,
exponiéndolo en una iglesia á la adoracion de los fieles!....
Mientras que el soberano Pontífice se ocupaba en aumentar
los tesoros de la Santa Sede, los musulmanes trabajaban en ex
tender su imperio, haciendo valer como prueba indudable de la
excelencia de su fó la rapidez de sus conquistas. El emperador
Leon imaginó que la idolatría de sus subditos era la sola causa
de sus continuas derrotas, y en lugar de combatir enérgica
mente á los árabes, se dedicó exclusivamente á hacer la guerra
á las imágenes. Con este objeto se unió á dos enemigos encar
nizados de la idolatría, Juan Hylas y el fraile Antonio, quie
nes se ocuparon de reunir y compulsar todas las obras que tra
taran de aquel asunto. Terminadas sus pesquisas, los dos
Padres declararon al príncipe que estaba probado incontesta
blemente que el pretendido pretexto que obligaba á los cristia
nos á adorar las representaciones de las cosas sagradas, no se
hallaba en parte alguna. Mandó Leon llamar al patriarca Ni-
céforo, y le ordenó que se declarara contra el culto de las
imágenes; y en vista de su negativa, le amenazó con la des
truccion de todas las estátuas y cuadros que adornaban las
basílicas. Pero el prelado persistió en su resistencia, lo que
ocasionó que la amenaza fuera llevada á efecto; mas no solo
destruyó Leon las imágenes y pinturas, sino que persiguió
á los fieles sospechosos de iconolatría. El patriarca Nicéforo
fué desterrado, y su sede entregada al ignorante Teodosio, que
se esforzó en sostener las ordenanzas del soberano empleando
388 HISTORIA
alternativamente las vias de la corrupcion é intimidacion. Teo-
dosio convocó en sínodo á los obispos iconoclastas mas fogosos,
fulminando los anatemas mas terribles contra sus enemigos. Al
gunos, al juzgar á varios prelados que por su sencillez ó igno
rancia seguían la opinion de 1h corte de Roma, llegaron hasta
á maltratarles en plena asamblea, con piés y manos, y con sus
báculos. El furor del proselitismo les llevó hasta decretar que
todos los ciudadanos que fueran tan solo sospechosos de icono
latría, serian sentenciados a sacarles los ojos y cortarles la len
gua. Los ortodoxos resistieron las persecuciones, y esperaron
pacientemente que la muerte de Leon V les proporcionara el
medio de vengarse de sus opresores.
El hijo mayor del emperador Luis, llamado Lotario, habia
ido á Roma por aquella época para que le consagrase el Pon
tífice; pero se escandalizó en extremo al ver los desórdenes que
tenían lugar en la ciudad santa, y particularmente en el pala
cio del Papa, que parecía un lupanar de las ciudades malditas
devoradas en otro tiempo por el fuego del cielo: censuró seve
ramente á Pascual, y le amenazó en nombre del emperador su
padre, con. someter el exámen de su conducta a la autoridad de
un Concilio. El Pontifico prometió reformar sus costumbres;
pero en cuanto el jóven príncipe dejó a Italia, mandó prender
á Teodoro, primiciario de la iglesia romana, yá Leon, nomen
clátor, dos dignos y venerables sacerdotes á quienes acusó de
haberle delatado á Lotario; los mandó conducir al palacio de Le-
tran, y en su presencia los hizo sacarlos ojos y arrancar la len
gua; luego los entregó al verdugo para que los decapitara.
Sabedor Ludo vico Pio de aquella sangrienta ejecucion, envió
al abad de Saint -Wast y á Hunfroy, señor de Coire, para que
informaran contra el Papa; pero ya habia expedido el astuto
Pascual dos legados á la corte de Francia, suplicando al mo
narca que no diera crédito á las calumnias que le presentaban
DE LOS PAPAS. 389
como autor de un crimen en que ninguna participacion tenia.
Las esplicaciones de los embajadores cambiaron la opinion del
príncipe; pero sin embargo, Luis despachó para Roma á sus dos
comisionados con plenos poderes.
Estos no tuvieron tiempo de informarse de la conducta del
Papa: ásu llegada, Pascual se presentó en su palacio rodeado de
todo el clero, y pidió que se le permitiera justificarse por jura
mento, en pleno Concilio, y en su presencia. Al dia siguiente
reunió en el palacio de Letran treinta y cuatro obispos vendi
dos á la Santa Sede, y gran número de sacerdotes, diáconos y
frailes; juró ante la asamblea que era inocente de la muerte del
primiciario y del nomenclátor. Entóneos los enviados de Franr-
cia pidieron que se les entregasen los asesinos; el Pontífice
contestó á su reclamacion diciendo que eran de la familia de
San Pedro, siendo deber suyo protegerlos contra todos los so
beranos del mundo; y además añadió: «Leon y Teodoro han sido
condenados justamente por crimen de lesa magostad.»
En seguida el Santo Padre envió una nueva embajada com
puesta de Juan, obispo, del bibliotecario Sergio y de Leon, jefe
de la milicia, para que se convenciese el monarca de la sinceri
dad de sus protestas. El emperador Luis no juzgó conveniente
llevar adelante las investigaciones, por la dignidad de la Igle
sia, temiendo' que hubiera que entregar al verdugo la cabeza
de un Pontífice asesino.
A su vuelta á Roma, los legados bailaron al Papa grave
mente enfermo; murió el 11 de Mayo de 824, á los siete años y
tres meses de pontificado. Fué enterrado en el cementerio de
Santa Práxedes por haberse opuesto los romanos á que fuera
inhumado en San Pedro.
¡Pascual ha sido colocado entre los santos, honrando la Igle
sia su memoria el 14 de Mayo de cada año!
390 HISTORIA.

EUGENIO II.

PAPA CENTESIMO TERCERO.

MIGUEL EL TARTAMUDO,

EMPERADOR DE ORIENTE.
• *

LUISI,

EMPERADOR DE OCCIDBNTB Y REY DE FRANCIA.

Eleccion de Eugenio II —Viaje de I.otario á Roma.—Obliga al Papa á devolver las riquezas que
bus predecesores hablan arrebatado a los ciudadanos.—Coastitucion de Lotarlo —Reprime la
avaricia y ambicion de los Pontifices.—Carta del emperador Miguel sobre la supersticion de
lss imágenes.—Los obispos franceses reunidos en concilio, rechazan el culto de las imágenes
y rehusan someterse á la autoridad del Papa.—Desordenes y profunda ignorancia del clero.—
Concilio de Roma.—Muerte del Pontifice.

Era de SS4 á S29 de X C.

Despues de la muerte de Pascual, los romanos se dividieron


en dos facciones proclamando dos Pontífices. Un sacerdote lla
mado Zizinio tenia en su partido á los nobles, magistrados y
clero; Eugenio su competidor se presentaba como el elegido por
el pueblo. Este era el partido más poderoso, y Zizinio tuvo que
ceder el puesto á Eugenio, que tomó posesion de la Sede de San
Pedro.
El nuevo Pontífice era de origen romano, y segun Anastasio
el bibliotecario, su sencillez, humildad y buenas costumbres le
hacían digno de la eleccion.
DE LOS PAPAS. 391
Despues de su ordenacion, Su Santidad informó á Ludovico
Pió de la sedicion promovida en Roma al elegirle Pontífice, y
le rogaba que castigase á los culpables. El emperador envió á
Lotario para que se le diese exacta razon de aquel suceso, y
mandó que acompañara á su hijo el venerable Hilduino, archi-
capellan y abad de San Dionisio.
Llegado á la ciudad santa, el príncipe anunció que escucha
ría todas las quejas de los ciudadanos; ^familias enteras se arro
jaron á sus piés clamando justicia contra la Santa Sede. De este
modo juzgó Lotario por sí mismo las muchas ó injustas senten
cias que los indignos predecesores de Eugenio habían hecho re
caer en inocentes, con el solo objeto de apoderarse de las rique
zas del pueblo. Ordenó el Santo Padre que restituyera á las fa
milias las tierras y dominios que habían sido injustamente
confiscados; y para prevenir los abusos en lo sucesivo, publicó
la siguiente constitucion ante el pueblo reunido en la basílica de
San Pedro:
«Se prohibe, so pena de la vida, que sean ofendidos los que
se coloquen bajo la proteccion especial del emperador.
• Los Pontífices, los duques y los jueces, harán justicia al
pueblo con severa imparcialidad. Ningun hombre libre ó siervo
impedirá el ejercicio del derecho de elección de los jefes de la
Iglesia, que pertenece á los romanos, segun concesion hecha
por nuestros antepasados.
• Queremos que el Papa establezca una comision que nos dé
cuenta anualmente del modo con que se ha hecho justicia á los
ciudadanos, y ha sido observada la presente constitucion. Tam
bien queremos que se pregunte á los romanos bajo qué ley quie
ren vivir, para que se les juzgue segun la que adopten, lo cual
les concederá nuestra autoridad imperial.
>Por último, ordenamos á todos los dignatarios del Estado
que comparezcan ante nos, y nos presten juramento de fidelidad,
392 HISTORIA
en estos términos: «Juro ser fiel á los emperadores Luis y
Lotario, á pesar de la fé que he prometido á la Santa Sede; y
me comprometo á no permitir que se elija Papa de modo con
trario á los cánones, ni que sea consagrado áates de renovar
ante los comisionados de los soberanos el j uramento formulado
por el Pontífice Eugenio II, hoy reinante. »
Aventin asegura que esta constitucion restableció la tran
quilidad en Roma, ó hizo cesar los desórdenes que agitaban á
Italia «por la ambicion, avaricia y crueldades de los Papas.»
A su vuelta á Francia, halló Lotario á los embajadores del
emperador Miguel, encargados de comunicarle la noticia de la
nueva victoria conseguida sobre el usurpador Tomás, y el di
choso fin de las guerras civiles que destruían el imperio. Los
enviados griegos entregaron á Luis cartas de su corte concer
nientes al culto de las imágenes, que continuaba siendo la gran
cuestion religiosa.
a Os hacemos saber, escribia Miguel, que gran número de
sacerdotes y de frailes, instigados por los obispos de Roma, se
separan de las tradiciones apostólicas é introducen las innova
ciones más condenables en el culto cristiano. Reemplazan la
cruz por imágenes ante las cuales encienden lámparas y que
man incienso. Los devotos y gente sencilla, rodean de lienzos
estos ídolos y los toman como padrinos de sus hijos; les ofrecen
los primeros cabellos de los recien nacidos, y se prosternan ante
ellas cantando plegarias é implorando su socorro.
»Los fanáticos sacerdotes arrancan los colores de los cuadros,
y mezclan estas materias profanas con el vino de la Eucaristía
que dan á los fieles; otros eclesiásticos colocan el pan consagra
do entre las manos de las estátuas de piedra, y se le hacen to
mar de allí á los comulgantes; varios religiosos celebran los di -
vinos oficios sobre placas adornadas con figuras de santos, y lla
man á estos altares privilegiados.
DE LOS PAPAS. 393
: «Para que cesase el escándalo de estos abusos, los empera
dores ortodoxos y nuestros obispos han reunido un Concilio que
decidiese que las imágenes se colocaran en los templos á una
altura conveniente, que impidiese á los fanáticos encender lám
paras en su honor, ofrecerles incienso ó quemar sus cabellos.
Pero los sacerdotes, á quien enriquece tan condenable supersti
cion, no han querido reconocer la autoridad de nuestro sínodo,
y han apelado á la sede de Roma; los Pontífices, esperando
compartir las ofrendas de los fieles, se han pronunciado en
su favor y calumniado á la Iglesia griega con falsas impu
taciones.
• No nos tomamos la pena de rechazar las infames mentiras
de los obispos de Roma, y solo os declaramos nuestra fe orto
doxa. Confesamos la Trinidad de Dios, la encarnacion del Ver
bo, sus dos voluntades y sus dos operaciones. Pedimos en
nuestras oraciones la intercesion de' la Santísima Virgen, ma
dre de Dios, y la de todos los santos cuyas reliquias veneramos;
reconocemos la autoridad de las tradicion apostólicas y las or
denanzas de los seis Concilios ecuménicos; por último, á pesar
de nuestra justa indignacion contra la cortes de Roma, consen
timos en reconocer su supremacía sobre las demás Iglesias. En
viamos al Papa Eugenio un Evangelio, una patena y un cáliz,
adornados de oro y pedrería, para que nuestros embajadores los
ofrezcan á la basílica de San Pedro. Concluimos rogándoos que
los hagais acompañar hasta Roma.»
Ludovico Pio los mandó conducir á Italia con una numerosa
escolta, entre la cual se hallaba Fortunato, patriarca de Grado,
á quien el Pontífice debia juzgar por su orímenes y excesos,
que habian sido la causa de ser arrojado de su sede por los ve
necianos y los griegos.
Durante la estancia de los enviados de Miguel, los obispos
franceses Freculfo y Adgario pidieron al Santo Padre, en nom -
394 HIST0K1JL.
bre de Luis, la autorizacion para reunir un Concilio en las Ga-
liae que examinase la cuestion de las imágenes. Eugenio no se
atrevió á negar su consentimiento, en vista de lo cual se apre
suraron á comunicárselo al emperador, que ordenó á los obispos
de su reino que se reunieran en París el 1 .° de Noviembre de
siguiente año.
En esta asamblea se tuvo conocimiento de la carta del Papa
Adriano dirigida al príncipe Constantino y á su madre la em
peratriz Irene; los Padres censuraron al Pontífice que hubiera
ordenado á los griegos la adoracion de las imágenes; rechaza
ron el Concilio de Nicea y el sínodo de los iconoclastas como
sacrilegos conciliábulos. Aprobaron los dogmas enseñados en
los libros Carolinos, y calificaron de impías las contestaciones
-que Adriano dirigió á Carlo-Magno sobre estos capitulares.
Terminadas las discusiones, Ainalario y Halitgario, obispo
de Cambray, recibieron la comision de entregar á Luis, en nom
bre de la asamblea, la siguiente misiva:
«El ilustre emperador vuestro padre, al conocer las actas del
sínodo de Nicea, halló en ellas muchos y condenables errores;
dirigió juiciosas observaciones al Papa Adriano, para que éste
por su autoridad corrigiesa las faltas de sus predecesores; pero
el Papa, favorecedor de los que sostenían la superticion de las
imágenes, protegió á los iconoclastas en lugar de obedecer á las
órdenes del príncipe.
»Aeri, pues, á pesar del respeto debido á la Santa Sede, nos
vemos obligados á reconocer que en esta grave cuestion se ha
engañado completamente, y que las esplicaciones que ha dado
de los sagrados libros son opuestas á la verdad y destruyen la
pureza de la fe.
• Conocemos vuestro sentimiento al saber que los poderosos
Pontífices romanos se han separado de los preceptos divinos y
han caido en el error; sin embargo, no debeis deteneros por
DE LOS PAPAS. 395
esta consideracion, porque se trata de la salvacion de nuestros
hermanos.
»Os rogamos, pues, sabio príncipe, que reprendais severa
mente á las Iglesias de Roma y de Constantinopla para que cai
ga sobre ellas el escándalo de la doble herejía de la adoracion y
desprecio de las imágenes; pues solo condenando tanto á los ico
noclastas como á los iconolatras, conseguireis asegurar la orto
doxia y la salvacion de los pueblos.»
Se vé, pues, que los cristianos de la Galia no solo rechazaban
el dogma de la infalibilidad de los Papas, pues que dos empera
dores tan religiosos como Carlo-Magno y Luis, y gran número
de prelados, reconocían su error en la cuestion de las imágenes;
sino que rehusaban someterse de modo algunos á los decretos
de un sínodo universal, que había sido aprobado por el Papa, y
al que habían asistido sus legados.
Los protestantes deducen esta lógica consecuencia: «Si prín
cipes, obispos y concilios han rechazado el culto de las imáge
nes como una práctica superticiosa é idólatra, sin ser herejes ni
incurrir en la excomunion, podemos libremente seguir su ejem
plo; porque lo que permiten una vez los dogmas religiosos, debe
serlo en adelante, pues las leyes divinas no pueden reformarse
á capricho del hombre, como las políticas. >
En aquel siglo de oscuridad, los desórdenes y excesos del
clero habían destruido completamente la disciplina eclesiástica;
la corrupcion de las costumbres era espantosa, y sobre todo en
los conventos de frailes y religiosas.
Eugenio emprendió la reforma de estos abusos, y convocó
un sínodo de todos los prelados de Italia: sesenta obispos, diez
y ocho sacerdotes, seis diáconos y gran número de clérigos y
de monjes, se reunieron por órden del Santo Padre. Esta
asamblea comprendía á los prelados de mas talento de Italia;
sin embargo, era su ignorancia tan profunda, que tuvieron que
396 HISTORIA
copiar el prefacio de las actas de un Concilio convocado bajo
Gregorio II, para que les sirviese de discurso preliminar. Hé
aquí los decretos que publicaron; «Se establecerán escuelas en
los obispados, en las parroquias, y en los demás sitios en que
se crean indispensables. Se construirán cláustros cerca de las
catedrales, permitiéndose á los clérigos que estudien y vivan en
ellos bajo la direcion de un superior nombrado por el obispo de
la diócesis.
• Los párrocos no se podrán encargar de la direccion de una
parroquia, sino con el consentimiento del pueblo; no siendo
ordenados los sacerdotes mas que por un solo título, para que no
se vean obligados á vivir en casas al abrigo de la inspeccion de
sus superiores.
»Se prohibe á los eclesiásticos que se ocupen en trabajos de
cultivo, cacen ó trafiquen. No se presentarán en público sino
vestidos con su traje eclesiástico, para poder llenar sus funcio
nes sacerdotales en cualquier circunstancia, y no exponerse á
los insultos de los seglares, que podrían desconocerlos bajo el
traje de laicos.
»Se prohibe tambien á los prelados, que se aprovechen de
los bienes de las parroquias, é impongan contribuciones á sus
diocesanos; se les permite, sin embargo, que acepten las ofren
das de los fieles, para que se aumenten las riquezas de la Iglesia.
• Los eclesiásticos no serán llamados á declarar en asuntos
judiciales, á menos que sus testimonios no sean absolutamente
necesarios. En los procesos, serán reemplazados por abogados
encargados de defenderles, excepto en las acusaciones crimina
les, en que pueden presentarse en persona si así lo exigiere el
interés de su causa. »
A poco tiempo de presidir este Concilio, murió Eugenio II:
fué enterrado el 27 de Agosto de 827, en la basílica de San
Pedro,
DE LOS PAPAS. 397
Los autores eclesiásticos dicen que este Pontífice distribuía
por sí mismo socorros 5 limosnas á los enfermos, viudas y
huérfanos. En efecto, el cuidado que tuvo durante los tres
años de su reinado de proveer á Roma con granos de la Sicilia,
le valió el sobrenombre de Padre de los pobres, título desdeñado
hasta entóneos por sus orgullosos predecesores.
Los decretos del último Concilio, inspirados por un gran es
píritu de justicia, no tuvieron poder bastante para reformar las
corrompidas costumbres de los sacerdotes ni excitarlos al estu
dio. En nada cambió el clero sus viciosos hábitos, y continuó
sumergido en una ignorancia tan profunda, que se citaban como
hombres muy instruidos á los obispos que sabian bautizar se
gun las reglas, que explicaban en lenguaje vulgar el Padre
Nuestro, el Credo, y que poseian la clave del calendario ecle
siástico. ¡;
Respecto á los demás sacerdotes, no sabian ni distinguir los
nombres de los ángeles de los de los demonios, ó invocaban
solemnemente en las letanías á Uriel, Raguel, Tobiel, Inias,
Tubinac, Sabaoc y Simiel, espíritus de ' las tinieblas segun el
Pontífice Zacarías. «'"' . ..
En las iglesias enseñaban á los fieles el dia de la Natividad,
que el Verbo habia entrado en el mundo por un oído de la Vir
gen; y el Viernes Santo, que se habia ido al cielo por la dora
da puerta. Casi todos los sacerdotes eran antropomorfitas, es
decir, que creían á Dios corporal; no conocían el Símbolo de
los apóstoles ni el de la misa, ni de San Atanasio ni siquiera
la Oracion dominical.
Como era natural, los sermones de aquella época eran el fiel
retrato de la profunda ignorancia del clero. A continuacion
trascribimos uno de un orador de los mas famosos del tiempo
de Ludovico Pío, y á quien considera como modelo de elocuen
cia el cronista que nos le refiere. Por este ejemplo se podrá
398 HISTORIA
juzgar lo que serían loa sermones de la generalidad de los sa
cerdotes.
i Hermanos mios, decía á sus oyentes; en otro tiempo, el
diablo con sus pezuñas, sus cuernos y su rabo, no pescaba mas
que con caña; pero ahora, pesca con las mas estensas redes.
El matrimonio era antes el medio de vivir honesta y felizmen
te; pero en estos tiempos no sucede esto. En otra época, los
hombres de treinta y cuarenta años apenas sabian lo que era
el acto de fornicar; hoy dia los jóvenes de ambos sexos de
quince años y aun menos edad, se divierten entre sí y pueden
dar lecciones á sus padres. El diablo pesca por todas partes, y
reune en su caldera á ios fornicadores, ladrones, usureros»
borrachos y rameras. Vosotros, gente de mala vida que me es
cuchais, sois los que ayudais á Lucifer en su pesca. Sabed,
pues, cuál será vuestra recompensa en la otra vida. Tendreis
que apretar los dientes cuando los diablos os claven sus triden •
tes hechos áscua en los sitios por que hayais pecado; mujeres
lujuriosas y jóvenes sodomitas que me escuchais, preparad un
baluarte que defienda vuestras partes vergonzosas! ¡Sólo un
medio hay para librarnos del infierno; este es dar dinero en
abundancia á la Iglesia! »
DE LOS PAPAS. 399

VALENTIN
PAPA CENTESIMO CUARTO.

MIGUEL EL TARTAMUDO.

EMPERADOR DE ORIENTE.

LUIS I.

EMPERADOR DE OCCIDENTE, Y REY DE FRANCIA.

Origen de Valentin —Su educacion.—Eugenio TI le protege —Opinion de loa historiadores sobre


su eleccion.—Elogio de Valentin.—So muerte.

. En» de 997 de J. O.

Valentín, romano de nacimiento, era hijo de un ciudadano


llamado Pedro. Se habia educado en el palacio patriarcal de
Letran, y Pascual I, para recompensar su amor al estudio, le
habia ordenado subdiácono. Eugenio II se encargó luego de él,
teniéndole tal cariño, que los romanos aseguraban que era su
verdadero padre; le consagró archidiácono, dándole autoridad
absoluta sobre todos los eclesiásticos de su corte, y le colmó de
riquezas y favores. Envidiosos los obispos del favorito, propa
garon sobre Valentin los rumores más absurdos y le acusaron
de entretener relaciones criminales con el Papa.
460 HISTORIA.
Pero era tan grande la influencia de Valentin, que á la
muerte de su protector fué elevado á la Santa Sede por los uná
nimes sufragios del clero nobleza y pueblo.
Aseguran varios autores que su eleccion no se vió exenta de
las intrigas en todo tiempo empleadas para alcanzar la tiara:
citan en apoyo de su asercion, que los sacerdotes que nombraron
á Valentin tenian tal temor de que el partido contrario procla
mase otro Papa, que se apresuraron á entronizarle antes de
haberle consagrado, accion contraria á los usos de la Iglesia; y
que confirieron el episcopado al diácono antes de que recibiera
el sacerdocio. Otros autores sostienen que el Papa se opuso con
todas sus fuerzas á su eleccion, y que fué preciso sacarle mal
de su grado de la iglesia de San Damian, donde se habia ocul
tado para no aceptar la alta dignidad á que habia sido pro
movido.
El bibliotecario Anastasio se expresa sobre este Pontífice en
los siguientes términos: tEn nada se pareció su juventud á la
de otros sacerdotes; léjos de buscar los placeres y el juego,
huia de la disipacion y se retiraba á la soledad, para consa
grarse enteramente al estudio de la religion. Era el modelo que
las madres de familia ponian á sus hijos, y adquirió en Roma
gran fama de santo. »
Elevado sobre la sede apostólica, donde solo apareció un ins
tante, Valentin mostró á los fieles las admirables virtudes del
cristianismo unidas al espíritu de tolerancia; pero la muerte que
no respeta el mérito ni las dignidades y grandezas, le sobrevino
el 10 de Octubre de 827, perdiendo la Iglesia uno de sus mejo
res Pontífices á las cinco semanas de reinado.
DE LOS PAPAS. 345
Despues de cuatro meses de turbar la paz en Oriente, enfer
mó el Santo Padre de un padecimiento desconocido que le con
dujo en pocos dias al sepulcro. Sus funerales se celebraron con
gran pompa. Los historiadores dicen fué su muerte el 25 de
Noviembre de 536, asegurando que ningun patriarca, obispo ni
emperador, fué inhumado con lujo tan extraordinario ni con tan
grande solemnidad. Su cuerpo fué embalsamado y trasportado
á Roma.
Los sacerdotes nos presentan áeste príncipe como á un San
to. Liberato, diácono de Cartago, dice sin embargo, que á ins
tigacion suya fueron arrojados de sus estados por el emperador
Justiniano Severo y sus amigos, y condenados los que entrasen
en las ciudades, á la pérdida de la mano derecha.
Respecto á la comision de Teodato para la suspension de la
guerra, el Papa no se acordó de ella para nada, siendo así per
juro á su príncipe, y tambien á su religion, pues turbó la paz
de la Iglesia de Oriente.

Historia de los Papas. Tomo i 21 i


346 HISTORIA.

SILVERIO.
PAPA SEXAGÉSIMO.
j-

JUSTINIÁNO, EMPERADOR DE ORIENTE.

CHILDEBERTO, REY DE LOS FRANCOS-


Querellas en Roma por la consecucion de las dignidads.—Silverio compra á Teodato el pontifica
do —Traicion del papa.—El papa entrega la ciudad de Roma & Belisario.—Silverio es depues
to y encerrado en un monasterio.

(Era de 53G á 510 de J. C.)

Las intrigas por las cuales llegábase á la consecucion de to


dos los honores y hasta al pontificado, recordaban lo que pasaba
en Roma en la época pagana, en la cual los que aspiraban á los
cargos de la república, compraban el sufragio de los pueblos. Los
clérigos vendían sus votos, se agitaban las intrigas, se encare
cían los competidores, se elevaba á los partidarios de los unos,
con detrimento de los partidarios de los otros. En fin, la riqueza
conseguía la victoria, ayudándole el cinismo y la corrupcion.
En medio de estas escandalosas intrigas y de estas prácticas
criminales, Silverio, hijo del anciano Hormidas, seducido por la
ambicion de ocupar la Cátedra de San Pedro, ofreció al rey Teo
dato una suma considerable, mediante la cual fué elegido Pon
tífice de Roma.
La eleccion de este Pontífice era un golpe de estado y fruto
de'su hábil política; el rey, temiendo ser arrojado de Italia por
las victoriosas armas de Belisario, quiso asegurarse de la fideli
dad de los romanos dándoles un Pontífice inclinado á la defensa
de sus intereses. Ni el pueblo, ni el clero, tuvieron la suficiente li
bertad para deliberar sobre aquella eleccion; Unicamente Teodato
DE LOS PAPAS. 347
advirtió á los Romanos que el que pretendiese contrariar su elec
cion sufriría pena de muerte. Silverio entonces tomó el gobierno
de la Iglesia y el temor de los suplicios obligó al pueblo á reco
nocerle.
No tardaron mucho tiempo en ser desvanecidas las esperan
zas de Teodato. Silverio le hizo traicion y abrió á Belisario las
puertas de Roma.
Hecho Jastiniano señor del Universo, se renovaron las que
rellas religiosas. La emperatriz Teodora, que favorecía á los acé
falos, escribid al Papa recomendándole la reposicion del patriar
ca Antimo y la deposicion de Meumas de la silla de Constanti-
nopla. Al mismo tiempo Belisario recibia órden de encargar á
Silverio suscribiese aquellos proyectos; en caso negativo Beli
sario le podría acusar de conservar inteligencias secretas con los
godos y de haber querido entregarles la ciudad por una nueva
traicion. El papa fué llamado á palacio; Belisario y su mujer
Antonina, confidenta de la emperatriz, le dieron á conocer las
órdenes que habian recibido, encargándole la obediencia, ya re
nunciando al concilio de Calcedonia, ya aprobando por escrito
la fó de los acéfalos.
Colocado Silverio entre aquellos dos peligros y temiendo la
cólera del príncipe y la venganza del clero, convocó á este para
pedirle su consejo; los presbiteros abiertamente se opusieron á
la admision de aquellas onerosas pretensiones y le amenazaron
con deponerle como traidor y prevaricador si cedia á los conse
jos ó amenazas de sus enemigos. Entonces lleno de terror, para
evitar la venganza de los griegos, se retiró á la iglesia de Santa
María Sabina.
Públicamente acusóle Belisario de perfidia hácia el Empera
dor, invocando el testimonio del Márcos abogado y de un guardia
pretoriano. Se hizo segunda vez comparecer al Pontífice en el
palacio imperial aunque prometiéndole no intentar nada contra
348 HISTORIA
su libertad. Silverio obedeció la invitacion del general griego y
volvió á la iglesia donde habia establecido su retiro. Pero ha
biendo sido tercera vez llamado á presencia de Belisario, com
prendió que sus enemigos trataban de suspenderle y que sería
imposible resistir por mas tiempo.
Justos eran sus temores, porque la emperatriz le habia es
crito demandándole la reposicion de Antimo en tales términos,
que Silverio, despues de leer la carta, lanzando un profundo
suspiro no pudo menos de exclamar: «Hé aquí lo que me ense
ña que no ha de ser muy larga mi existencia ». Despues presen
tóse al general griego; los que lo acompañaron fueron puestos
en prisiones y á Silverio se le introdujo en la cámara de Antoni-
na, que aun estaba acostada. Alli reprodujo esta su peticion, que
de igual modo le fué denegada. Entónces entró un subdiácono,
que arrastrándole por el manteo le hizo pasar á una habitacion
vecina, despojándole de las insignias de su dignidad y vistién
dole un hábito monacal. Despues de aquella ceremonia otro
subdiácono entró en la sala de espera y dijo á los presentes:
«Hermanos mios, ya no tenemos Papa; ha sido depuesto y con
denado á hacer penitencia en un monasterio.» Amedrentados
con aquella noticia, huyeron precipitadamente, dejando al Pon
tífice en manos de los enemigos. Belisario ocupóse en seguida
en elegir á Vigilio que hacia largo tiempo ambicionaba los ho
nores pontificales.
DE LOS PAPAS 349

VIGILIO
PAPA SEXAGESIMO-PRIMEKO.

JUSTINIANO, EMPERADOR DE ORIENTE.

CHILDEBERTO, REY DE LOS FRANCOS.

Carácter do Vigilio.—Sus vicios. — Proteccion de Teodora.—Eleccion de Vigilio.—Silverio ob


tiene licencia para volver a Komn.— Vuelve & ser condenado —Carta de Vigilio á un obispo de
España.— Anatema contra loa acéfalos —Desordenes en Constantinopla — Su destierro.—
Muerte del Papa.—Sus apologistas.

(Era de 540 á 555 de J. C.)

Vigilio era romano de nacimiento é hijo de un cóasul llamado


Juan. Bajo el pontificado de Bonifacio II habia ya obtenido una
Constitucion que le aseguraba la Cátedra de San Pedro; pero
el clero se habia opuesto á este mercado escandaloso, destruyen
do así sus esperanzas.
La bistoria nos le presenta como un hombre de desmedida am
bicion,, capaz de cometer toda clase de crímenes con tal de llegar
á los más elevados puestos. Vigilio habia acompañado al Papa
Agapito en su viaje á constantinopla: despues de la muerte del
Pontífice, la emperatriz preguntó al jóven presbítero si consen
tiría en derogar todos los decretos de Agapito, en condenar al
concilio que acababa de celebrarse en Constantinopla, en deponer
á Memnas y en restablecer en sus respectivas sillas á Antimo,
.Severo y Timoteo; y en fin, en excomulgar los tres capítulos, el
concilio de Calcedonia y la famosa carta de San Leon. Todo la
prometió el ambicioso Vigilio por loque en el momento Teodora le
350 HISTORIA
recomendó para suceder á Agapito. Sin duda contaba con can-
seguirlo, cuando al llegar á Nápoles supo que los romanos
habían proclamado ya al Pontífice que Teodato les habia im
puesto.
Al ser depuesto Silverio se convocó al clero para que deter
minase si la Silla Pontificia estaba ó no vacante; pero el dinero
más que la justicia, hizo aclamar Papa á Vigilio, mientras que
Silverio era enviado desterrado á Patáro, en la Licia. El obispo
del país recibió á este con los honores debidos á su alto rango y
representó al emperador la injusticia que con él se obraba. El
Emperador entonces le permitió volver áRoma ¿interponer un
•nuevo juicio. Pero la emperatriz Teodora lo entregó al infame
Vigilio que volvió á desterrarlo á la isla Palmaria, donde murió
de hambre.
Prefuturo, obispo de Braga en la península Ibérica, consultó
á Vigilio sobre muchos puntos de disciplina. El Santo Padre
condenó en su respuesta á los priscilianistas; se expresó larga
mente sobre la manera de convertir á los arríanos; les ordenó
celebrar misa en los nuevos templos y les prohibió usar agua
bendita en las ceremonias.
Vigilio excomulgó solemnemente á los acéfalos y en la cues
tion de los tres capítulos resolvió proponerla á un concilio gene
ral para concluir las diferencias que habían suscitado. Este con
cilio, que fué el quinto de Constan tinopla, continuó sus delibe
raciones en las cuales condenó los tres capítulos y rechazó las
pretensiones del Papa por creeflas atentatorias á las libertades
de la Iglesia. Con este motivo Vigilio negóse por su parte á sus
cribir el juicio de los padres; el Emperador entonces le condenó
al destierro; se le quitaron los domésticos; los obispos, presbíte
ros y diáconos de su partido fueron dispersados en el desierto y '
se dejó al Papa mismo sin recursos por espacio de seis meses.
Vigilio volvió á Roma para hacer pesar sobre los pueblos el
DE LOS PAPAS. 351
yugo del despotismo y del terror; pero durante su viaje se le ad
ministró una bebida emponzoñada y murió en Siracusa el
año 555, despues de haber ocupado la Santa Sede por espacio de
diez y ocho años y medio. Conducido á Roma su cadáver fué
enterrado en la Iglesia de San Marcelo,
No le han faltado apologistas: los antiguos martirologios le
colocan en el número de los santos con el título de mártir. El
pueblo y el clero romano le miraban como un confesor de la fé
de Jesucristo desterrado y perseguido por la defensa de la Igle
sia. Así, pues, durante su destierro se negaron á elegir nuevo
pontífice á pesar de las órdenes de Narses, que los apremiaba
para ello.
HISTORIA

HISTORIA PROFANA.

Consideraciones sobrela caula del imperio romano — Enseñanzas de la historia —Causas de


la calda del imperio.—Fundamento de las sociedades modernas —Extension de los privile
gios.—Mirada retrospectiva sobre la Grecia — El genio oriental de las conquistas en Euro-
ropa.—Division na'ural dtl territorio del continente europeo —Grandeza déla sociedad
griega por los esfuerzos de Alejandro —Imitacion de Roma —La gue ra, origen de ios ho
nores.— Roma y Cartago.—¡Ay de los vencidos! -Otros pueblos conquistadores.—Los reyes
del Ponto.—Corinto, Gartago y Rodas. --Sombra de libertad en Italia y Grecia.— Derecho
civil de los latinos.—Opiniones de Salustio, Tácito y Tito Livio* sobre la dominacion roma
na.—Aniquilamiento de los pueblos por el gobierno republicano.—Gobierno imperial igual
mente .lesolador.— Compensaciones de Roma en las conquistas.—La república aristocrática
de Mario, los G ráeos y Oésar.—DivisioD del botin.—La pena del destierro —Arbitrariedad
de los gobernadores en las provincias lejanas.—Su altera la constitucion del imperio —Go
bierno de Roma.—Apariencia de unidad—César, fundador de la aristocracia.—Mezcla de la
tinos, itálicos, nuevos latinos, muníclpes y colonos provinciales.—Asambleas del puoblo.—
Antigua autoridad.— Imperio de la fuerza —La fuerza que encumbra a los monarcas, tam
bién loa derriba.—Comodo, último asesino de 1» libertad romana.—Los Pretoriacos.—Lucha
entre el Senado y el ejército.— La Historia Augusta —Gonstantino reconoce la necesidad
de una monarquía regular.—Gostumbres.—Gorrupcion del gobierno —¿Podrían los romanos
amar una patria envilecida?—La escuela estoica produce al sabio Nerva, al glorioso Traja-
no, al valiente Adriano, y al virtuoso Antonino.—Aislamiento del hombre bajo el imperio de
la doctrina estoica.—Doctrinas de Epicuro.—Ley Papia Popea.—Vigor de los romanos para
rechazarla.—Aficion á los espectáculos.— Narracion de Amiano Marcelino.—Los ciudada
nos de Tesalonica.— Relacion de San Agustín y de Osorio.—La espada gotica.— El pueblo
muere y se rie.- Reconvencion de Salviano á los de Tréveris.—El principio y el fin_jie la
corrupcion.—Los decuriones y los senadores.—Los hijos del moro Nabab.—Riqueza de al
gunos ciudadano:.—Macrino. -Narracion de Olimpiodoro.—Imprevision ue los felices.—La
economía y la prevision son virtudes de la clase media.—En qué consiste el amor á la pá-
tria.—Mezcla de artesanos y libertos en las ciudades.— La nobleza imperial de las provin
cias.—La comunidad de la ciudadanía.—Corporaciones de artesanos —Los campesinos.—Los
colonos.—No hay cosa alguna que compense la pérdida déla libertad.—¿Como hemos de
llamar rebeldes y reos á los que nosotros hemos Impulsado al delito?— Esclavos.—Oolouos —
Artesanos.—Decuri nes.—Gobierno.—Tiranía.—Súbditos.—Ciudadanos romanos. - Defensi
propia.—Método de exaccion de los bárbaros.—Capitacion.—Su religion nacional.—Su inefi
cacia.—Los Antoninos mientan purificarla.— El cristianismo.—Virtudes civiles.—El clero.—
Tributos y cargas curiales.—Toda sociedad que se disuelve, anima otra en su seno.—La
DE LOS PAPAS. 353
unidad y carácter de la política romana.— Loa emperadores declaran la guerra ásus mismos
subditos.—Opiniones de Origenes contra Celso.—Desobediencia y disciplina.—Lucha entre
' la conciencia y la legalidad.—Enemistad éntrelos ciudadanos.—Lazos de la sociedad y de la
familia.—La verdad prevalece.— El lábaro de Constantino• la restauracion de los Idolos y el
restablecimiento de la Cruz, no curan los males del Imperio—La Iglesia—Triunfo de la teo
logía.— Moral y dojrma —Choque con la barbarie.— Práctica de la moral por medio de las
leyes civiles.—Lamentos de los sacerdotes y de los monjes —Leyes de derecho privado—
Nuevo régimen —Reconciliacion de la Sociedad civil con la Religion.—La nueva fé.— Rege
neracion del Estado.—Los bárbaros.—Instituciones introducidas 6 abolidas por el cristianis
mo.—Liberlo implora del prefecto Icario socorros para remediar el hambre y la peste de An-
tioquía.—¿Qué vemos en• Roma en los últimos tiempos?—Magnificencia afeminada.—Usurpa
dores—Los esclavos, los estranjeros y los eunucos.—Los cortesanos.—Obispos y cismas.—
Generales y soldados bárbaros en les ejércitos.—Decuriones.—Vagistrados.—La plebe ig
norante.—Falta de costumbres cívicas.—Los bárbaros —Sus jefes.—Sus asambleas.—Sus
ejéicitos desnudos.—Los germanos.—Los germanos y los romanos, paralelo —Las mujeres.
» La mujer de Ettilicon invita á Alarico. -Honorio á Atlla y Eudoxia á Genserico.- Armas.
—Fuga del pueblo.—Consules y emperadores.—Los patricios fugitivos van u establecerse en
la Macedouia• en la Dalmacia y en la Tracia.— Se relaja la disciplina.—Quejas por el peso de
las armas.—La coraza y el casco.—Caballeria é infanteria.—Auxiliares de Roma.—""ésar to
ma á sueldo á los bárbaros.—Augusto le imita.—La tirania se devora á sí misma—Caraca-
Ha extiende la soberanía á todo el imperio.— Roma saco grandes capitanes de entre lúa bár
baros.—Rufino y Aecio.— Estilicon, Aec'o, Romano y Egidio bajo el puñal de los eunucos.—
Remedio en la ruina.— Antipatía nacional.—Los partos.—Guerras continuas y paz armada
desde Basilea hasta las bocas del Rhin y del Danubio. — Codicia del botin.—Deseo de aven
turas y peligros.- Los bárbaros reclaman los sueldos retrasados• con la espada.—Bandas de
Merodeadores —Division del imperio.—Los prefectos del Pretorio y los ejércitos de Dioclocia-
no.—Constantino traslada al Bosforo su capital —Gonstantlnopla —Las ruinas de Romade-
bian producir la moderna Europa.—Otras consideraciones.

. I.

Enseñados desde niños á admirar á la jigante Roma, en una


magestuosa literatura llena de su grandeza y en historias idó
latras de ella, donde asiéndolas del derecho, se exagera á la
posteridad sus virtudes, se justifican sus culpas y se emiten
ideas falsas é inhumanas de la libertad, de la gloria, del derecho
de conquista; conducidos luego á meditar sobre aquella legisla
cion, que asombra todavía despues de tantos progresos en la
ciencia de la jurisprudencia y en la práctica del foro; rodeados to
dos de los admirables restos de aquella civilizacion, no es extra
ño que nos cueste trabajo desprendernos de juicios aceptados sin
discusion y convertidos en sentimientos.
Sin embargo, ¿cámo nosotros, llenos, de fó y esperanza en los
354 HISTORIA
progresos que hace el genero humano, aprendiéndose y mejo
rándose siempre, seríamos capaces de negar el mismo influjo
que Roma ejerció en los adelantamientos de nuestra especie? Al
fraccionamiento de los comunes, sustituyó la idea de la nacion;
álos hombres, un pueblo, pueblo-rey, derribó mil barreras que
separaban á las poblaciones; aproximó civilizaciones muy di
versas, á fin de que mútuamente se sirvieran, y preparó el
tiempo en quedebia sucederle una dinastía de nacion, reinan
do, no ya por la fuerza, sino por la inteligencia.
Las sibilas que habían predicho la necesidad de este cambio,
que tampoco columbraron los filósofos ni los estadistas, lejos de
eso, se irritaban con los cristianos que la predicaban, y Roma
moria, persuadida de su inmortalidad á impulso de la fuerza,
ella que por la fuerza habia vivido.
Moria dejando á la edades futuras un legado inmenso. En
todas las comarcas de Europa, á donde pudo llegar, fundó ciu
dades que se convirtieron en foco de civilizacion, y que fijaron
primeramente en el terreno la oleada de los bárbaros, encon
trándose despues con los obispos y los comunes, en aptitud de
resistir la tiranía feudal.
Su literatura quedó como objeto de estudio al lado de la li
teratura nacional, y sirvió para formar hveducacion de los nue
vos pueblos europeos, que experimentaron todos su influjo, aun
aquellos que ménos quisieron confesarlo. El Homero de la Edad
Media se hacia guiar por Virgilio en su maravilloso viaje.
Su idioma sobrevivió, ofreciendo, conservado por la Iglesia,
el ejemplo de una lengua universal; no como una quimera filo
sófica, sino como un hecho; ó engendrando, modificando por los
dialectos primitivos, las lenguas modernas, mas lógicas aunque
ménos magestuosas, mas claras, aunque ménos poéticas.
Sus leyes servían de modelo, siendo mantenidas al principio
y modificadas en la Iglesia, é introduciéndose luego en las es
DE LOS PAPAS. 355
cuelas y en la sociedad, reglas para dar norma á los actos, á las
transacciones, á los contratos, suministrando grandiosos mode
los de órden y de equidad, aun cuando encadenasen á veces el
pensamiento.
Habiendo encontrado el mundo europeo, dividido en muni
cipios sin unidad, Roma los sofocó, agregándolos á ella, pero al
mismo tiempo los organizo', y cuando llegó á disolverse, aque
llas instituciones quedaron reducidas, es cierto, á una simple
administracion, pero mezcladas en los elementos septentrionales,
y vivificadas por las inmunidades eclesiásticas, produjeron los
concejos de la Edad Media, y la época mas gloriosa de Italia.
La idea de un poder central, capaz de moverlo todo, fué tam
bien dejado en herencia por Roma, parte en la Administracion
aun subsistente, parte en los recuerdos; y los pueblos bárbaros
aspiraron á imitar á la que admiraban, sin poder igualar nunca,
debiéndose á ella el renacimiento de un imperio cristiano, en
tiempo de Carlo-Magno, y el que legistas populares opusiesen á
las jurisdicciones feudales sin freno, la preponderancia de un
supremo poder.
¡Cuántas lecciones proporciona el acrecentamiento, la gran
deza y la decadencia de Roma, . á aquellos que consideran al
hombre y admiran su poder, ménos en el abuso ilimitado de la
fuerza, que en las lentas conquistas del derecho! La seguiremos
siempre paso á paso, procurando desembarazarnos de las opinio
nes preconcebidas, simpatizando con los oprimidos, con los ven
cidos, con el pueblo. ¿Es, pues, estraño que nuestros juicios sean
diferentes de los que forman los admiradores de la violencia, del
triunfo y de ios héroes? ¿Debe sorprender el que la Via Sacra y
el Capitolio nos hayan de ocupar ménos que la Saburra y las
catatumbas? ¿Que nuestra administracion respecto de la Roma de
César, no sea tan grande como nuestra insistencia en observar
su agonía? ¿Hay espectáculo mas instructivo que el de una so
256 HISTORIA
oiedad moribunda, y el de otra naciénte? ¿Y cuándo ha ofrecido
la historia ocasion más oportuna de considerarlo?

11.

La misma noche que murió Atila, el emperador Marciano


habia visto en sueños romperse el arco de triunfo que le habia
erigido. Y verdaderamente se le habia roto: pero no por eso se
curaba el imperio gangrenado. Lo enorme de los impuestos, cu
yo peso hacian recaer los ricos sobre los pobres, sin que por otra
parte estos tuviesen el consuelo de los donativos, hacia que los
ciudadanos deseasen un cambio cualquiera, aunque fuese la ir
rupcion de los bárbaros. Las sospechas multiplicaban las confis
caciones y los procesos; muchos que se habian rebelado contra
las leyes y la sociedad, hacian la guerra en todas partes roban
do en los caminos y en los campos, y llegaron á ser tan podero
sos, que con el nombre de Bagaudas, emanciparon de la depen
dencia de Roma la Armenia y gran parto de España. De las pro
vincias, unas se habian perdido para el imperio y otras vacila
ban. Apenas habia sido vencida ó establecida una horda de bár
baros, presentábase otra amenazadora y poderosa. Los ejércitos
se hallaban debilitados, el erario estaba exbausto; un sentimien
to universal de abatimiento y de miedo oprimia los ánimos, y
hacia mirar con espanto la aproximacion del siglo xn de Roma,
que segun los cómputos sacerdotales de los Etruscos, debia ser
fatal para su existencia.
Pero, ¿qué otra cosa podia esperarse cuando los mismos em
peradores inscriptos para el bien, no sabian mas que acelerar su
ruina? Valentiniano III, hizo asesinar á Aecio. Los amigos de es
te patricio fueron asesinados con la misma vileza, y despues,
como á todos los que sucumbian, les fueron atribuidos deseos
DE LOS PAPAS 357
ambiciosos, relaciones con los enemigos y tentativas de conmo
ver el Estado. Muy pocos documentos nos quedan para conocer
la verdad; y los actos de Aecio muestran que no sabia sufrir ri
val ni en la gloria ni en el poder; pero de ellos no se deduce que
codiciara un puesto que ninguno le hubiera podido disputar, como
en el del imperio. Careciendo de sentimientos patrióticos no com
prendía mas libertad que la de librar á sus señores del yugo ex
tranjero y la de deshacerse de todo el que pudiera contrarestarlo
en sus deseos. Combatía solo por aquel honor militar que ven hoy
arrastrar á millares de soldados á perder la vida y á ser héroes en
favor de una causa que no han examinado, y que quizá ignoran.
No faltaron hombres viles que aplaudieran al asesino imperial;
pero tambien hubo un romano que dijera al Emperador: Haces
lo que aquel que se cortara la mano derecha con la izquierda.
Empeoraba aun la condicion de los subditos las lascivias con
que ofendía el Emperador á su virtuosa mujer Eudoxia y á sus
principales matronas. Halló resistencia en la mujer de Petronio
Máximo, rico senador de la familia Anicio; y un dia habiendo
ganado á este al juego, le obligó á dejarle en prenda su anillo, y
con él mandó decir á la casta mujer en nombre de su marido,
que este la llamaba á las habitaciones de Eudoxia y teniéndola
así á su disposicion, satisfizo sus deseos. Máximo degolló á Va-
lentiniano.
Máximo toma las riendas del Estado, muere su mujer y se
casa con la viuda de Valentiniano. Violentada esta, y deseosa
de vengarse y de vengar á su marido, llamó á Genserico, que á
poco asoma en la embocadura del Tíber. Aunque Leon detuvo al
bárbaro, Roma fué saqueada: nada se respetó; hasta á la misma
Eudoxia que había salido al encuentro del invocado libertador,
lá quitaron las alhajas que llevaba puestas, y ella y sus dos hi
jas fueron embarcadas en las naves entre millares de esclavos
escogidos por su belleza ó robustez.
359 HISTORIA
¡Qué lenta agonía hasta la eleccion de Augústolo, procla
mado por la chusma de los hérulos, escirros, alanos, turingios,
turcilingos y rugios, puestos á sueldo de Roma! Aquella canalla
allegadiza, mirando al Emperador como hechura suya, preten
dia que se plegase á todos sus caprichos, y aumentase las pagas
y los donativos, y envidiando á los bárbaros que habian conquis
tado ya una estancia duradera en la Gália, España ó Africa, le
pidieron la tercera parte de las tierras de Italia. Negóse Orestes
á satisfacer esta demanda; pero encontraron quien los oyese fa
vorable; tal fué Odoacro.
Entoces pareció supérflua la dispendiosa dignidad de Empe
rador, y bajo la dictadura del bárbaro, el Senado escribió al Em
perador Zenon á Constantinopla, que no continuaba por mas
tiempo la sucesion imperial en Italia, bastando la magostad de
un solo monarca para defender el Oriente y el Occidente: que
Constantinopla seria Sede del imperio universal, bastando á la
república romana la tutela de" Odoacro, á quien pidieron á Zenon
confiriese el título de patricio y la administracion de la diócesis
itálica. El Emperador vaciló por algun tiempo, pero despues con
sintió; y en el jóven hijo de Orestes que por rara casualidad lle
vaba los nombres de Rómulo y Augusto, concluyó el imperio de
Occidente, 476 años despues de Cristo, 507 despues que la ba
talla de Aecio estableció el dominio de uno solo, 1229 de la fun
dacion de Roma, 740 despues del primer desembarque en Afri
ca, 550 despues del principio de la guerra de los germanos y
310 despues de la guerra con los marcomanos, en que princi
pió la gran emigracion. Roma habia sido gobernada, primero
por reyes despues por cuatrocientas ochenta y tres parejas de
cónsules y sesenta y tres emperadores.
Si el lector ha comprendido nuestra idea, no espere aquí los
acostumbrados lamentos sobre la caida del imperio latino. Qué
dense para el que obedeciendo á las reminiscencias de escuela,
v DE LOS PAPAS. 359
juzga por el patriotismo de Ciceron y de Caton en la ruina de
aquel imperio, la historia nos muestra la desaparicion de una
barrera que se oponía al progreso, y por la agonía de diez siglos
que sufrió el imperio de Oriente, puede colegirse cuál habría
sido la situacion del occidental si hubiera subsistido.
Tampoco atribuiremos la caida del imperio solamente á las
invasiones de los bárbaros, que habiendo principiado en los tiem
pos de César y de Augusto, le amenazaron sin destruirle por es
pacio de cinco siglos, hasta que su situacion interior hizo ir
reparable uu golpe de que fué ocasion y nada mas la gran
emigracion.
Las sociedades modernas están fundadas en el amor, y cuan
to mas se civilizan, más procuran la paz y estienden Ja igual
dad á mayor número de hombres, y en fin, á todos. Las socieda
des antiguas, por el contrario, no vivían sino de ódio, de guer
ras y rechazando de su civilizacion privilegiada á todos ios de-
mas pueblos. A esto, si bien se mira, se reducía el patriotismo,
vida de las sociedades antiguas. Algunos hombres asociados, li
bres entre sí, 'eran tiranos y enemigos de todo el que no perte
necía á su sociedad; de aquí la necesidad de estar siempre sobre
las armas para defenderse ó para ofender; de aquí también que
los legisladores civiles y religiosos se dedicasen á conservar las
costumbres y las instituciones que destinguian á su pueblo
de todos los demás.
Pero no podían impedir que las conquistas, ias alianzas y
las confederaciones, dilatasen estas sociedades, aumentando el
número de agregados, y disminuyendo el de enemigos. Exten
diéndose así á mayor número de hombres los privilegios, pro
gresaron la cultura y la justicia; pero se minaba la sociedad por
sus cimientos; y debilitado el patriotismo por la extension que
se le daba debia prevalecer el pueblo que lo conservase en su
exclusivo vigor.
360 HISTORIA
La Grecia, con las conquistas de Alejandro; rompió las bar
reras que marcaban los límites de su ciudad, y decayó. Los Pe-
lasgos, Etruscos y otros pueblos que habitaban las playas del
Mediterráneo, llegaban á este segundo estadio, cuando Roma,
patriótica y guerrera por excelencia, los atacó y sometió.
¿Qué obstáculo podia oponer el mundo á su ímpetu y al vi
gor de aquellos patricios? Antes que el génio oriental de las
conquistas penetrase en Europa, los pueblos de esta se hallaban
casi en el mismo estado de civilizacion, entregados al cultivo
del campo, divididos en pequeñas poblaciones segun los territo-
ries; á menudo en guerras intestinas, no do grande importancia,
pero muy propias para alimentar su valor; con muchas ciudades
pero sin ninguna que dominase á las demás; y unidos solo cuan
do lo requerían los intereses del momento. Carecían, de los refi
namientos sociales, pero poseían la libertad, carácter que los
distinguía de los Asiáticos. En los grandes imperios orientales se
perdia ó se sacrificaba el individuo; en Europa la subdivision
producía esas luchas en que el hombre desarrolla y ejercita li
bremente sus fuerzas.
Favorecían este estado de cosas la naturaleza, que dividió
el terreno por medio de montes y rios, y las colonias que ya fue
sen de emigrados, ya de ciudadanos, trasplantaban ó conquista
ban pronto la libertad.
Este aspecto presentaba al principio la Grecia, con pueblos
diferentes por su origen y constitucion, pero unidos por el idio
ma. Una vez se asociaron estos pueblos para rechazar á los per
sas, dividiéndose despues en dos estados principales, uno aris
tocrático y otro popular, de donde nacieron celos irreconciliables
y guerras que dibilitaron á entrambos. Alejandro habría podi
do elevar á grandísima altura á aquella nacion reunida, si se hu
biese conservado fiel al patriotismo, y si su fogoso génio oriental
no le hubiera llevado al Asia en vez de mantenerlo próximo á Eu
I

DE LOS PAPAS. 361


ropa. No podia esta sufrir todavía la unidad; de modo que á
la muerte de aquel gran capitan todo se descompuso: multi
plicáronse los ejércitos, las alianzas y las batallas; nada se
vió ya grande ni generoso; y solo quedaronlos mezquinos^
cálculos de un equilibrio político, que creyendo consolidar la
paz, sembró guerras interminables y produjo una disolucion
universal.
Aprovechóse de esto roma, que era tambien una mescolan
za de gentes diferentes, y que se veia obligada á sostenerse
con la guerra entre los diversos pueblos de Italia. La plebe,
esto es, la raza vencida, luego que la expulsion de los Tarqui-
nos suspendió la gran obra de asimilacion iniciada por 1 os reyes
y consolidó la oligarquía, sufría, bajo el dominio de esta, uui
horrible opresion; pero menos dócil á la tiranía que los pueblos
de Asia, se agitaba y pedia pan y derechos. ¿Y cómo aquie
tarla? Ocupándola en incesantes guerras, de las cuales los pa
tricios sacaban seguras ventajas, enriqueciéndose si eran ven
cedores, y reprimiendo si vencidos las pretensiones de aquellos
á quienes tiranizaban.
En la guerra, por tanto, se adquirían en Roma los grados;
con la guerra se aumentaba el número de ciudadanos: para la
guerra se educaban los hijos, y de guerra se trataba generalmen
te en las sesiones del Senado y del pueblo, de donde salían los
capitanes que ejecutaban en el campo lo que habian decidido
en el consejo.
Cuando el espíritu marcial se combina de esta manera con
todos los elementos políticos, y anima las asambleas deliberati
vas, ya no es posible que cese la guerra, deseándola todos como
ejercicio de su profesion, como carrera de honores, de riquezas
y de poder. El ardor de estos hijos de Marte no es el de un
Alejandro ó el de un Gengis-Kan, que deja á los pueblos una
esperanza en la muerte del ambicioso, sino que un capitan su
cede á otro, quedando siempre vivo el espíritu de este héroe
inmortal.
Sometida la península por medio de las batallas, se encon-
Historia ios Papas. Tomo i 27
362 HISTORIA
tró Roma frente á frente con Oartago: en La resistencia se hizo
jigante, en la victoria irresistible; y en aquel mezquino juego
de equilibrio puso su espada en la balanza al paso que Ncon su
astuta política daba la mano al débil para oprimir con él al
fuerte y despues subyugar á uno y á otro. .
¡Ay de los vencidos! Otros pueblos civilizados conquistaban
sin destruir: Darío yJerjes dejaron traficar y gobernarse libre
mente á las colonias de la Propóntide y del Euxino: Alejandro
favoreció la prosperidad de Persia y aumentó Ja de Egipto: si
destruyó á Tiro, lo hizo para levantar ásu lado una ciudad que
eclipsó su esplendor. Los reyes del Ponto, que sometieron mu
chas colonias alrededor de su roino, no les arrebataron sus le
yes. antes bien buscaron riquezas favoreciendo el comercio y
las hicieron instrumento de su poder. Por el contrario Roma,
con no interrumpida maña, borró los caracteres nacionales:
donde quiera que caia su espada abatía la antigua grandeza, la
obra de largos siglos de industria. La opulenta Coriato. Carta-
go, reina de los mares, Rodas, esposa del sol, fueron inmoladas
á su celosa conquistadora: perdieron su brillo las comerciales
ciudades del Egeo, murieron las espléndidas de Grecia; el co
mercio, alma del pueblo que vive junto á los mares interiores,
espiró entre los brazos de la nacion dominadora, que la ahoga
ba en pequeño, fortaleciendo hasta con las leyes la opinion que
tenia alcomercio y al trabajo por deshonrosos, y en grande, con
el feroz derecho patricio que consideraba como enemigos á los
pueblos neutrales y como buena presa los bienes y las personas
delos que no eran aliados.
Si Roma dejó á algunos países conquistados de Italia y de
Grecia alguna sombra de libertad, sombra fué y nada mas que
sombra, y declaró guerra á muerte á España, á Gália y á lo
restante de Europa; y gran prueba de ello es el ver cómo se
extendieron las colonias, tanto de los que arribaron primero
como de los que buscaban en ellas un refugio a las turbulen
DE LOS PAPAS. 363
cias de le metrópoli, y que llegaron hasta alterar la lengua.
Excepto aquellos pocos que en algunos paises obtenian en todo
ó en parte el derecho político ó civil de los romanos ó de los La-
tinos, los demás quedaban expuestos á las calumnias de los jue
ces, á las extorsiones de los leguleyos, á la tiranía de los nobles
y á las rapiñas de los procónsules, que renovándose todos los
anos, no ponían á las vejaciones ni aun el límite de la saciedad.
Salustio llama desapiadada é intolerable la dominacion romana.
Tácito dice que las provincias se despoblaban para callar sus
quejas; Tito Livio, lírico é ingénuamente obcecado por la gran
deza de su pátria, que se enfurece sinceramente cuando cual
quier pueblo se atreve á defender la vida y la libertad contra
Roma, confiesa que donde hay un republicano desaparece el
derecho, y no existe la libertad; y Mitrídates podia exclamar co i
justicia.- Toda el Asia espera de mí su libertad.
Despues que el gobierno republicano hubo aniquilado de es
ta manera los pueblos, el gobierno imperial aniquiló tambien
los individuos, no apreciando al ciudadano sino en cuanto con
venia al Estado, y separando así el interés personal comun.
Excepto aquellos pocos que esperaban tenor parte del interés, el
gobierno, todos los demás solo conocían el Estado por las opre
siones y los impuestos; por lo cual las provincias en vez de au
mentar la fuerza de Roma, la debilitaban mirándola como ene
miga, y considerando como libertad propia la pérdida de la de
su tiranía.
Roma se compensaba de lo que gastaba en las conquistas,
absorviendo lo mas florido de los paises sometidos. Esta ad
mirable constitucion, que nació con ella, contrariada por
algun tiempo por la república aristocrática, sostenida por
los tribunos, por los Gracos, por Mario y especialmente por
el poderoso génio de César, hizo que Roma llegase á ser se-
l
flora del mundo por largos años; pero al fin debia destruir
los fundamentos de su grandeza. En Roma republicana la
364 HISTORIA
pátria era una religion, y su incremento el fin supremo de to
das las acciones públicas y privadas. Por ella se despreciaban el
oro, la vida, la piedad y la virtud; por ella no se aceptaba la
paz, sino despues de la victoria, y por ella se formaron aquellos
héroes que son la admiracion del que considera la grandeza in
dependientemente de la humanidad,
Dividiase el botin de las provincias conquistadas entre los
soldados, y el terreno entre los ciudadanos, que levantaban de
este modo una barrera contra los enemigos', y difundiendo en
tre los vecinos el temor de Roma y el respeto á sus institucio
nes, preparaban nuevos triunfos.
Pero á medida que se dilataba la ciudad, se disrainuia el
amor que inspiraba; y la pena del destierro, terrible para el ro
mano cuando le relegaba solamente á Filene ó á Ardea, pareció
tan suave en tiempo de César, que hubo que añadirle la confis
cacion de bienes.
Cuando las conquistas lejanas obligaron á prorogar los
mandos, contrajeron los generales la fácil costumbre de hacer
enteramente su voluntad en provincias esclavas; los ejércitos,
educados en la obediencia ciega á los capitanes que los guiaban
á la victoria, se convirtieron en sus manos en un instrumento
para combatir a su misma patria; con ellos se hicieron sangui
narios tiranos Mario y Sila; con ellos derribó César la aristocra
cia y Augusto la república.
Entonces se alteró la. constitucion, no tanto porque el dicta
dor de los nobles ó el tribuno de la plebe tomara el nom
bre imperial, cuanto por haber cesado las conquistas, que
hasta entonces habian sido el alimento de Roma. No las pedia
la ambicion privada, porque toda la gloria y provecho eran
para el emperador; no el Senado, porque no se necesitaba de
victorias conque distraer ó engañar á la plebe; no la necesi
dad de adquirir con el duro aprendizaje de los campos de
batalla las dignidades; porque se conseguían haciendo la cór-
te al César; no los emperadores, porque preferían gozar las
DE LOS TAPAS. 365
pomposas dulzuras de su grado, al aumento de un dominio
ya demasiado vasto.
Estos para quitar todo obstáculo á su poder y enriquecer
el tesoro, tuvieron que embotar el sentimiento exclusivo del
amor á la pátria, y extender á gran número de subditos la
ciudadanía. El gobierno de Roma era el de un municipio, en
que los patricios, el pueblo, los caballeros, el Senado, los cón
sules y los tribunos estaban equilibrados de tal modo, que una
mano vigorosa podia dirigirles en el mejor órden civil. Pero
esto cesó de ser conveniente cuando en la ciudad tan extensa
como el mundo, no pudieron ya ponerse de acuerdo elemen
tos tan heterogéneos. Otras nuevas Romas tomaron las for
mas de su madre, y de la primitiva no quedaba ya mas que
una sombra; ni aun abriendo sus puertas á toda Italia y des
pues al mundo, pudo producirse un verdadero órden de ciu
dadanos, una nobleza de todo el imperio, que diese garantías
de libertad al pueblo, de duracion al gobierno, y de influencia
a la administracion. Todo dependía del capricho del uno solo
y este de los caprichos dol ejército; del modo que la monar
quía no fué menos tempestuosa que la república. TeDia la
apariencia de una gran unidad, pero interiormente no habia
nada sólido: razas, lenguas, creencias, instituciones, deseos,
todo era diferente; un pueblo era descouocido de otro; las
comunicaciones estaban abiertas solo entre las capitales, es
decir, entre los diferentes puntos que habitaban los ciudada
nos de Roma: por lo demas, solo habia una antipatía recí
proca entre vencidos y vencedores; un antagonismo, que no
teniendo nada de legal, desarreglaba el Estado sin moderar á
los dominadores.
Si César, verdadero fundador de la autocracia, hubiera po
dido efectuar sus grandiosos designios, consolidar la unidad
del imperio, extender á las provincias la ciudadanía, y herir
de muerto á la aristocracia aumentado el Senado y agregan
do á él gente siempre nueva, hubiera podido salir de todo es
366 HISTOKIA.
to un gobierno bien proporcionado, en que la diversas fuer
zas se dirigiesen á un fin, ven el cual aquella mescolanza de
Latinos, Itálii os, nuevos Litinos, munícipes, colones provin
ciales, se fundiese pn un gran todo para la libertad dela na
cion y la civilizacion del mundo. Pero el pequeño talento y el
mas pequeño corazon de Augusto no tuvo la capacidad ó la
generosidad de instruir en el imperio un freno para sí mismo
y para la mala voluntad de los sucesivos imperantes, de suerte
que estos pudieron cuanto quisieron.
Y quisieron lo peor. Las asambleas del pueblo llegaron a
ser imposibles cuando todo el mundo podia intervenir en ellas.
El Senado bubiera podido interponer algun obstáculo; pero
todos los emperadores, buenos ó malos, débiles ó resueltos,
estuvieron acordes para diezmarlo y envilecerlo. De aquí pro
vino la mas desenfrenada tiranía, la cual pareció mas mons
truosa todavía, porque el poder ejecutivo no estaba separado
como entre los modernos del legislativo, y los príncipes ha
cían de jueces aplicando las penas por ellos mismos decreta
das. La antigua república de los patricios babia enseñado ar
tificios y establecido leyes para deshacerse de todo el que con
trariaba todas sus miras; y los emperadores podian valerse de
ellas para la venganza propia ó Ja avaricia de los favoritos. Si
algunos no abusaban de su autoridad limitada y de su poder le
gal, era por bondad. ¿Pero hemos oido alguna vez echar en
cara á los mónstruos que sucedieron á Augusto el que se sa
liesen de la ley? En esta nada habia que restringiese sus ca
prichos; de la religion eran los pontífices sumos; la moralidad
era una disputa de escuela, ineficaz contra la férrea palabra
de la ley.
Con tales artes se obtiene, pero no se consolida el reino, y
cuando el poder es la única medida del derecho, la fuerza
viene á ser árbitra de todo. Y así sucedió. Pero la fuerza que
eleva á los monarcas, los derriba tambien. Obligados a estar
sobre las armas, no ya contra enemigos exteriores sino con
DE LOS PAPAS. 367
tra los subditos, aumentaron el poderío los Pretorianos, y
estos usurparon la facultad de elegir á los emperadores y
de mezclarse en los negocios del gobierno civil. Cuando Có
modo arrancó las últimas apariencias de libertad que le que
daban al pueblo y al Senado, poniendo al lado del trono al
prefecto del Pretorio, se estableció el verdadero despotismo:
los Pretorianos ocuparon las fórmulas de la usurpacion; en
vilecieron al Senado inscribiendo en él toda clase de gente,
con tal que pagase; vendieron los decretos, crearon veinte y
cinco cónsules en un año: ¿qué más? pusieron' en almoneda
el imperio, adjudicándole al mejor postor.
Lo que los pretorianos hacian en la ciudad, los ejércitos pre
tendieron hacerlo fuera de ella, confiriendo el reino á aquel
á quien estaban dispuestos á defender. Despues de Máximo
comienza la lucha entre el Senado y el ejército por la elec
cion, y como el segundo preponderaba, elejir los emperado
res entre naciones diferentes. Roma, en vez de dictar leyes á
los extrangeros, los recibía de ellos, y el patriotismo decaia
mas y mas cada dia entre jefes extranjeros y subditos envile
cidos. Pretendiendo despues igual derecho cala ejército, hubo
dobles y triples elecciones y guerras civiles, en las cuales
se gastaban las armas que eran necesarias contra los bárbaros,
. y se dejaban desguarnecidas las fronteras cuando mas conve
nía guardarlas.
En los ciento sesenta años descritos por la Historia Au-
yusta, sesenta personas llevaron el título de emperadores con
derecho ó sin él, y donde el imperio se conferia de este modo
es difícil ó mas bien imposible distinguir, como no sea por el
éxito, al legitimo del usurpador. ¿Podian arreglarse á una po
lítica uniforme estos efímeros .reinados? Cada recien venido
añadia alguna cosa personal; cada recien venido se compla
ció en hacer precisamente lo contrario de su antecesor, sin
que ninguno fuese guiado por un gran fin ó tuviese tiempo
para efectuarlo.
368 HISTOKIA
Constantino conoció la necesidad de una monarquía regu
lar, pero sin freno: sin embargo, no tuvo bastante maña ó
bastante fuerza de voluntad para poner de acuerdo los diver
sos elementos, y no contento con impedir la insurreccion,
debilitando la guardia pretoriana, y separando el poder que
dirijedel que obra, dispersó por las provincias las -legiones
que defendia el paso de los rios, y de este modo las dejó ex
puestas al ímpetu de todos los peligros.
Sus sucesores se abandonaron á la corrupcion de una cór-
te al estilo asiático, y los palacios en que ampararon su ame
nazada magostad se convirtieron en oficinas de intrigas, de
inicuos juicios, de torpes bajezas que sucedieron á las ma
tanzas de los primeros Césares. Viviendo entre cortesanos y
eunucos tan solo aprendian el rumor á los placeres y la felicidad
del no hacer nada. No tratando de ver las cosas con sus pro
pios ojos, ignoraban el arte de la guerra y la administrecion,
no oían las quejas ni sabian las necesidades de los pueblos
contentándose con la relacion de un confidente astuto, intri
gante ó venal.
¿Podian ya los ciudadanos amar semejante pátria? Libres
del servicio militar por el temor, excluidos de las discusiones
públicas por la constitucion, considerando como deshonrosa
la industria ¿qné quedaba al pueblo y á los ricos? El ócio, ó
bien desfogar su turbulenta energía en los bandos del circo y
en los desórdenes del lujo. La escuela estóica era seguida por
los mejores, y su mayor gloria es el haber producido al sabio
Nerva, al glorioso Trajano, al valiente Adriano y al virtuoso
Antonino, pero con mas frecuencia, aislado al hombre, por
considerar como el colmo de la felicidad la apatía, no produ
cía mejoras sociales, ni inspiraba mas que egoísmo y arrogan
cia en vez de acciones espontáneas y generosas. Las doctri
nas de Epicuro que el inhumano patriotismo de Fabricio
habia deseado ver profesadas por los enemigos de Roma,
prevalecieron quitando á los ánimos el freno conque aun po
DE LOS PAPAS 369
dia contenerlos el temor de los dioses; y los romanos se lanza -
zaron álos placeres con su vigor característico, y para propor
cionárselos se miraron como medios lícitos de ganancia la cor
rupcion, el perjurio, los falsos testimonios y el latrocinio descu
bierto.
La única vez que los romanos manifestaron algun vigor,
fué al rechazar la ley Papia Popea, que reprimía el libertina
je. La aficion á los espectáculos llegaba hasta el delirio,
i Cuando saben (dicen A miano Marcelino) que vienen de al
gun sitio cocheros ó caballos, se agolpan en torno del narra
dor; como sus antepasados escuchaban atónitos á los hijos
de Leda, nuncios de la victoria. La plebe consume su vida
en el juego, en el vino, en los lupanares y en los espectácu
los: el circo Máximo es el centro de su esperanza, su templo,
su habitacion, su parlamento. El pueblo se reune en los fo
ros, en las encrucijadas y en las plazas: y el que goza de
mas autoridad va gritando por las calles que no puede sos-
- tenerse la república si en los próximos juegos tal auriga,
protegido suyo, no es el primero en lanzarse de la cárcel y
dar vuelta á la meta. Apenas amanece el dia delos juegos
ecuestres, antes que el sol muestre su espléndida faz, acuden
á ellos precipitadamente superando en velocidad á los coches
dispuestos para entrar en liza; muchos pasan en vela la no
che, temiendo que sucumba su faccion favorita. Hemos vis
to ya á los ciudadanos de Tesalónica, por acudir al teatro,
olvidar todo lo que debian temer de Teodosio, y poseídos por
aquel placer, dejarse degollar. San Agustín y Orosio cuentan
que los romanos que habian huido de Alarico á Cartago, es
taban en los teatros todo el dia; no creían que les habia sucedi
do ninguna desgracia si recobraban los juegos del circo; la es
pada gótica no habia causado daño á Roma, si los ciudadanos
podian volver á gozar de estos juegos, y de aquí provino la frase
feliz de Salviano: El pueblo muere y se rie. ¡Qué indiferencia por
los sucesos de la pátria!
Salviano reconviene tambien por esta manía á los de Tró
870 HISTOKIA
veris, que, apenas hubo cesado el azote de los bárbaros, pi
dieron de los emperadores que les concediesen los juegos
del circo, como suficiente compensacion por lo que habian
padecido. «¡Desgraciados! ¿dónde los celebrareis? ¿Sobre las
cenizas y los huesos de vuestros conciudadanos? Todo llo
ran y vosotros alegres en medio de pecaminosos placeres,
provocais a Dios ó irritais su cólera con infames supersti
ciones. »
El libro de este elocuente escritor demuestra desde el
principio hasta el fin la corrupcion, ó mas bieu la falta de cos
tumbres de la antigua sociedad, y tambien cuánto habian
perdido los cristianos de su pureza primitiva. Decuriones y
senadores á fuerza de herencias y de usurpaciones, sucedien
do á una infinidad de familias reducidas á la servidumbre
ó á la mendicidad, habian llegado á poseer provincias ente
ras, y considerándose como centro de un pequeño mundo, so
curaban poco de lo demás. Los hijos del moro Nabal poseían
las costas africanas del Mediterráneo en una extension de
treinta grados: seis ciudadanos poseían toda el Africa procon-
sular; Macrino, al ser elegido emperador, se hallaba en esta
do de poder satisfacer con sus rentas los gastos del Estado;
y á ser cierto lo que dice Olimpiodoro, muchas familias, y no
de las mas principales, disfrutaban una renta de 1,500 libras
de oro, que hoy vendrían á ser unos 5 millones de francos.
Si el godo ocupaba á uno de estos opulentos sus tierras de
la Tracia, quedábanle todavía otras inmensas en España;
si el borgoñon Je quemaba en la Gália la cosecha, sus olivares
de la Siria le seguían dando fruto. De aquí la maravillosa
imprevision de unos hombres alegres al borde del sepul
cro; de aquí los abusos de su arrogancia, porque: ¿qué magis
trado habia de exigir obediencia del poseedor de provincias en
teras?
La economía y la prevision son virtudas propias de la cla
se media, en la cual el deseo de conservar y mejorar la con
dicion propia, mantiene ese progreso que forma la vida y
DE LOS PAPAS 371
produce las mejoras de nuestra sociedad, y da pábulo á las
virtudes domésticas, al espíritu de asociacion, ai sentimiento
de la igualdad, base de la justicia. El que vive gozando y pa
deciendo con sus igaales, participando de sus intereses y pa
siones, no se encierra en sí mismo como el opulento, ni co
mo el mendigo se entrega á la desesperacion, sino que busca
el provecho propio en el provecho comun, y ama á la patria
porque de ella vé depender su prosperidad ó decadencia, por
lo cual conserva los recuerdos que alientan el valor y alimen
tan la esperanza.
Habiase perdido tan útil clase en el imperio, compuesto. so
lo de opulentos ricos y de pobres, y entre estas dos clases el
abismo. Anidábase en las grandes ciudades una mezcla de ar
tesanos y libertos que se mantenían del escaso comercio que
les dejaba ejercer el monopolio imperial, y ofreciendo alimen
to, al lujo y á la voluptuosidad delos señores; clase pobre y
vilipendiada, inquieta y revoltosa, amenazadora y tímida. No
se agitaba ya esta gente como en tiempo de los Corianos pa
ra conservar sus derechos, ó por los intereses de la patria,
sino solo para pedir pan y juegos; gritar que fuesen arrojados
los cristianos á las fieras, y para sostener por dinero las in
trigas de eunucos y favoritos, que vendiendo la gracia del
monarca, se enriquecían desmesuradamente en pocos años.
En las provincias, la nobleza imperial, á quien correspon
dian las elevadas magistraturas, se asemejaba á la de Roma, y
difundia á lo lejo> la corrupcion de la metrópoli; y la nobleza
del campo investida de los honores municipales, pretendia
imitar estos modeles.
La comunidad de la ciudadanía fué acumulando en poder
de un número cada vez menor las riquezas itálicas, porque
en breve se despoblaron los campos y las ciudades, para ir
sus habitantes á gozar y á pretender á Roma. Allí debian vi
vir en el ócio, y por esto en vez del grano, se daba pan, car
ne, ropas hechas y dinero, todo á expensas de las provincias.
372 HISTORIA
Las corporaciones de artesanos estaban de tal modo grava
das, que no podríamos comprender cómo se conservaron, si
no supiésemos que los emperadores podian compeler á cual
quiera á entrar en ellas, y que una vez allí, el que entraba no
volvía á salir, y el que salia era obligado á volver y tratado
como desertor. Esta comunidad de la ciudadanía romana, no
hizo masque despoblar á Italia, llevando á Roma á todos los
señores y desocupados; tampoco fué de mucho provecho á
los provincianos, atento á que no producía otro mas que el
detener un consejo municipal compuesto de ciudadanos que
gozaban de cierta renta, y cuya principal atribucion era exi
gir los impuestos. Siendo todos ciudadanos romanos, creció
el número de los ociosos á quienes debia mantener el tesoro,
cuyas necesidades se aumentaron á medida que se dismi
nuyeron sus rentas.
Los campesinos, parte tan importante y principal de la po
blacion moderna, estaban divididos en colonos libres y en es
clavos, diferenciándose mas de nombre que de hecho, y sien
do en poco superiores á las bestias que les ayudaban en sus
labores. Sus apartados señores, dueños de inmensas propie
dades, confiaban su administracion á cualquier esclavo ó li
berto favorito, que ejercía sobre los esclavos el despotismo
soberbio y cruel del siervo que manda. Los amos, lejos de ins
pirarles patrióticos sentimientos ó de alentar su valor, les
tenian desarmados y en la ignorancia, para que nunca pu
diesen volver contra los tiranos el brazo ó el pensamiento.
El colono no tenia medio alguno legal de hacer llegar sus
quejas al señor ó contra el señor; sugetos á un cánon siem
pre creciente, contraía deudas; cuando la opresion llegaba á
su colmo huia, abandonando casa, campos y familia para po
nerse al servicio de otro, con el cual sucedia inevitablemente
lo mismo; y esto en el caso de que el primitivo dueño no le
reclamase con los sumarios procedimientos que establecían
las leyes.
Si hay alguna cosa que compense la pérdida de la libertad,
DE LOS PAPAS. 373
seguramente que se encontraban en mejor condicion los cul
tivadores esclavos, á lo menos mantenidos por el señor; afa
noso por conservar aquellas máquinas animadas. Empero los
trabajos y la dureza de los capataces les consumían, y no ha
biéndose vuelto á llenar el vacío que dejaban las victorias
que habian cesado , era preciso comprarlos á los bárbaros
vencedores ó entre aquellos que por pena eran privados de
la libertad. Poco dispuestos estos á sufrir una opresion en
que no habian nacido, tan solo el látigo ó las cadenas los
amansaban: á la primera ocasion huian para vivir vagabun
dos, ó bien concertándose entre sí, daban muerte á sus due-
ñon y se echaban á los bosques con el nombre de Bagaudes,
Limigantes ú otro, viviendo allí armados al modo de los Ci
marrones en las colonias americanas. Salviano se inclina á
justificar estas sublevaciones y dice: ¿Cómo hemos de llamar
rebeldes y reos á los que nosotros mismos liemos impulsado
al delito?
Estos infelices, no esperando ya en los romanos halagaban
á los bárbaros, aprendian su lengua, les servían de guias, in
sultando las miserias del pueblo, de cuyas cadenas se habian
librado; ó bien saliendo de sus guaridas cayendo sobre los
cultivadores, aumentaban sus miserias. El propietario aco
metido ó amenazado, si era algun rico senador, podia invocar
la fuerza pública; pero el pequeño propietario se veia ex
puesto inerme al ataque, por estarle prohibido por la ley el
uso de armas. ¿Que le quedaba pues? Vender su campo á su
opulento vecino ó dejarle inculto: esto si el fisco no se lo
embargaba en pago de las gravosas contribuciones, porque
ya esta plaga de los derechos fiscales que hemos indicado, se
habia empeorado con una série de vejaciones inventadas por
la refinada avaricia de los emperadores, y otra série de ser
vidumbres que encadenaban las personas y los bienes. Aquí
habia esclavos que pertenecían á los señores; allá colonos
que pertenecían al terreno; artesanos que períenecian á la
474 HISTORIA
manufactura, decuriones que pertenecían al municipio con
sus personas, sus bienes, sus hijos, su herencia y su amor.
Un gobierno ignorante del arte de producir las riquezas que
malgastaba, despues de cegada su única fuente, las conquis
tas, tuvo que empobrecer á los subditos con una tiranía que
se extendia hasta las mas pequeñas particularidades. A medi
da que el imperio declinaba, cesaron las utilidades eventuales
que su poder llevaba á las provincias, y cada vez mas nece
sitado de hombres y dinero pedia tanto mas á sus súbditos
cuanto menos atendia á su bienestar.
Pero cuando los súbditos, para quienes aquellos impuestos
eran escesivos, no pagaban, los decuriones se veian obligados
á pagar por ellos; si algunos propietarios abandonaban los
terrenos, se imponía á los demas la obligacion de comprar-
loa-, y si los decuriones, aborrecidos como opresores, y tira
nos á su vez por estar tiranizados, huian de aquella carga, se
obligaba por la fuerza á tomarla á los bastardos, á los hebreos,
á los sacerdotes indignos ó a los soldados fugitivos.
For tanto, «el título de ciudadano romano, en' otro tiempo
tan estimado y comprado á tan gran precio, era esquivado y
rechazado como infame;» el sistema de los municipios que
dió á la Italia dos momentos de grandeza, quedaba por la
avidez del erario y por las extorsiones de los exactores, re
ducido á un sistema de mas basta é inmediata opresion. Cuan
do la capital fué trasladada á Constantinopla, toda la multi- .
tud que afluía á Roma, se trasladó tambien buscando el pan
y los placeres, dejando á la Italia despoblada, sus campos de
siertos, y á las ciudades sin patrimonio, sin gefes y sin que
valiesen ya para la propia defensa.
Y digo para la defensa propia, no para la del Estado, porque
¿cómo podian interesarse por este cuando á él no les ligaba
mas lazo que el sanguinario de los tributos? El método de
exaccion de los bárbaros, sencillo por lo arbitrario, molesta
ba menos que la lenta opresion de un gobierno corrompido

>
DE LOS PAPAS. 375
en que los males de una libertad perdida sobreviviau junta
mente con los horrores de una servidumbre real; y los mi
llares de esclavos esperaban con ánsia la hora de ver humi
llados á sus orgullosos señores, y de lanzar á su rostro la?
cadenas que hasta entdnces habian llevado. Los campesinos,
sometidos á la enorme capitacion, y sugetos á excesivos ser
vicios corporales, ofrecían sus brazos á todo el que les pro
metía algun descanso, ó á lo menos alguna mudanza de males,
y el ciudadano se revolvia para desembarazarse de aquella
inmensa red de tiranía que envolvía á todos, desde el empe
rador hasta el último esclavo
En esta situacion ¿cómo despertar el patriotismo? Y fuera
de este, ¿qué resorte quedaba para moverlas antiguas socie
dades?
La religion nacional había decaído hácia los últimos tiem
pos de la república, y los esfuerzos de Augusto para restable
cerla como eleménto de drden, fueron en vano. Una religion
fundada en la creencia de un solo Dios, puede, aunque se
extravíe, volver á sus principios, teniendo un punto de par
tida fijo. La latina, careciendo de una base única y sólida,
sin moralidad interior, en contradiccion con la razon y con
las necesidades espirituales y de la época, no podia volver á
restaurarse apenas se descompusiese el edificio. Los Antoni-
nos intentaron purificarla, introduciendo en ella la filosofía
estóica, y en efecto salieron ilustres reyes y vigorosos ma
gistrados; pero aquella escuela además de sus defectos inte
riore?, tenia el de que nunca podia llegar á ser popular, co
mo debe serlo una religion.
El cristianismo tenia en sí el verdadero remedio; las virtu
des civiles y las privadas estaban refugiadas en el santuario;
y el clero se encontraba por Ja ley romana, libre de tributos
y de las tan odiosas cargas curiales, y por la ley cristiana se
le vedaba embrutecerse en el ócio y en el orgullo; pero los
- austeros monjes en el desierto, y los sacerdotes en las ciu
dades, lejos de amparar al mundo antiguo, invocaban el nue
376 HISTORIA
vo. Porque decir que una sociedad se disuelve, significa que
otra se anima en su seno, cuya fermentacion descompone los
elementos de la anterior, para que entren en nuevas combi
naciones. Así tambien el primer diente del niño se mueve y
cae cuando el segundo, mas robusto, le empuja para hacerse
camino: operacion que no se efectúa sin dolores y padeci
mientos de todo el cuerpo. Otro tanto se vió en el imperio,
en el cual la nueva doctrina, aunque vital y santa, debia
descomponer para insinuarse el órden que subsistía en la
apariencia, aunque en realidad estaba destruido. La uni
dad, carácter ó deseo de la política romana, pereció cuando
se hizo doble el interés de esta; esto es, cuando tuvo que mi
rar á la pátria y al cristianismo, por lo cual, no pudiendo re
sistir el nuevo desarrollo, se deshizo.
Al principio, los emperadores declararon la guerra á una
parte cada vez mayor de subditos, la cual se vió reducida á
mirar como enemigo á un gobierno, que con desapiadados
medios quería encadenar la mas libre de las cosas, la reli
gion. Cuanto mas se le atropellaba, mas se separaban de él.
y mas se unian entre sí. «Si se vive bajo un régimen inicuo
(dice Orígenes contra Celso), y no es posible librarse de él
emigrando, resulta que aquellos que se encuentran unidos
por un mismo interés espiritual, se agrupan para defenderlo
contraías leyes existentes. Así los cristianos se han coaligado
en un imperio pagano, cuya constitucion es mas insensata
que la de los Escitas; pero como su union tiene por objeto la
verdad, aunque se oponga á las leyes, no se opone a) derecho
moral ni á la razon.» Desobedecían, pues, y . con esto se re
bajaba la disciplina; los magistrados esperimentaban la dura
lucha entre la conciencia y la legalidad; una misma pobla
cion y aun en una misma casa, se encontraba en un ciudadano
enemigo del otro, y se aflojaban todos los lazos de la socie
dad y de la familia.
Prevaleció por fin, la verdad, pero un gran número se mantu
DE LOS PAPAS. 377
vo aferrado á las antiguas prácticas, y cada nueva revolucio
religiosa causaba un daño seguro al Estado.
Aunque al parecer se hubiesen reconciliado la sociedad civil
y la religion, en el fondo estaban todavía apartadas y en con
tradiccion, como diversas que eran en su origen y en su esen
cia. La nueva fé no habia descendido del cielo tan solo para
el romano, como el Paladio y los Anciiios, sino que abarcando
en su justicia y su caridad á todo el género humano, sustituía
el amor al estrecho patriotismo antiguo. Comprendian los
Cristianos, y no tan solo los Cristianos, que para regenerar el
Estado no bastaba mudar las costumbres y el habla romana,
sino que era preciso cambiar la direccion en el gobierno;
siendo esta la única salvacion, no del imperio, sino de la so
ciedad cuando ya los bárbaros combatían en sus filas y gober
naban, ó á veces tambien se sentaban en el trono. Lejos, pues,
de llorar ta ruina de una sociedad que excluía toda otra
veían en la invasion de los godos una ostension de los dere
chos comunes, un rejuvenecimiento necesario, y en las des
dichas de Roma, el justo castigo de sus sangrientas iniquidades.
No trataban, pues, de fortificar de nuevo el patriótico
egoísmo y el ódio contra todas las naciones, antes bien ful
minaban contra la nueva Babel las amenazas de los profe
tas contra la antigua; y comprendiendo que en su caida se
manifestaban el triunfo de la verdad y la ley de la Providen
cia, parecían gozarse en los males de la ciudad terrena que
venían áser la glorificacion de la ciudad celeste.
Las instituciones introducidas, y las abolidas por el cristia
nismo, llevaban en pos de sí la ruina de otras: los municipios
cayeron en la miseria cuando Constantino aplicó sus bienes á
las Iglesias; la milicia y la magistratura, no eran ya la única
mira de los fuertes y de los pensadores, porque tambien les
llamaba la atencion el monasterio ó la escuela; y las exencio-
HlSTOMA DB LOS PaPAS, TOMO I 28
378 H18T0B1A •
nes, concedidas al clero, redundaban en perjuicio del lego.
Cuando arreciaba el peligro, ambos partidos, mostrándose
exagerados, los unos ponían toda su confianza en los mártires
y en los milagros y los otros en los antiguos ritos: en vez de
buscar las razones de los presentes males y sus remedios, los
Cristianos no veian en ellos mas que el aviso ó el castigo de
Dios, y los Gentiles, la venganza de los númenes abandonados.
Devasta Radagasta la Italia, y se alegran los paganos, espe
rando que sus ruinas sepulten el culto de sus adversarios.
¿Qué vemos, pues, en Roma, en sus últimos tiempos? En el
trono una magnificencia afeminada: usurpadores que se dis
putan las provincias sin saberlas defender: las cosas públicas
en manos de esclavos, de extranjeros y de eunucos; cortesa
nos que suscitan intrigas; obispos en lucba y cisma entre sí;
generales bárbaros, y soldados bárbaros en los ejércitos; de
curiones obligados por la fuerza á desempeñar los gravísimos
bonores municipales: magistrados que, como en un naufragio
procuran salvar algun resto de poder y de riqueza; una plebe
ignorante, sin costumbres, inerme, que oprimida por las des
gracias, pretende siempre y espera del porvenir lo que el
presente no le puede dar, y con ódio no pocas veces injusto,
despedaza á los que con desconsiderado entusiasmo elevó al
trono; basta que sumida en la postracion de ánimo que nace
de la servidumbre y de la continuacion de los males, mira
impasible cómo se desbace un órden de cosas que ni teme ni
ama, y para librarse de los males duraderos que la oprimen,
desea hasta los pasajeros desastres de la guerra.
Con gente semejante se encontraban cara á cara los bárbaros
numerosas, de espíritu guerrero, ricos en virtudes domésticas
y en los vicios de la fuerza. Sus jefes, elejidos por su mérito
y en la flor de la edad, contrastaban con los negligentes
Augustos; sus asambleas generales, celebradas á cielo descu
DE LOS PAPAS. 3"?9'
bierto con las intrigas de los gabinetes romanos; sus ejérci
tos desnudos y atrevidos, con las tropas compradas, enemi
gas de la disciplina. Los Germanos deseaban conquistar una
patria; los Romanos no se curaban de defender la suya; ani
maba á los primeros una religion sanguinaria que concedia
al paraiso en premio de los estragos; á los segundos una cor
rompida y voluptuosa que iba pereciendo, d una nueva que
no teniendo su reino en este mundo, enseñaba á presentar
una mejilla á quien habia sido berido en la otra. Los Germa
nos eran fuertes por la organizacion de sus tribus; los roma
nos, débiles por haber muerto su patriotismo: los unos tenían
un gobierno sencillo y nuevo; los otros uno de fiscales y legu
leyos, que como el vampiro, no tenia fuerza sino para desan
grar. Entre los primeros, las mujeres estimaban el valor y las
empresas; entre los segundos, les apartaban de los cargos
públicos y á veces tambien les hacían traicion, como se cuen
ta hicieron la mujer de Estilicon invitando á Alarico, flono-
ria llamando á Atila, y Eudosia á Genserico.
Roma no pudo hacer con los germanos lo que con los demas
pueblos europeos, porque cuando vino con ellos á las manos;
la plebe no era arrastrada toda en pos de todos los patricios
como antiguamente, sino que se movia á impulsos de unos
cuantos ambiciosos ó avaros, que no combatían por la patria
sino por la idea de una monarquía universal. Debieron, pues,
prevalecer los germanos, porque si el pueblo de Marte quería
retardar su caida, no podia hacerlo sino renovando su ele
mento primitivo, la fuerza. Y esto se vió claramente, cuando
estuvieron á la cabeza del imperio una série de héroes forma
dos entre los ejércitos, y elevados por su valor; pero en una vez
vestida la púrpura, d bien deponían las armas, ó ignorantes
de todo otro conocimiento á excepcion de la guerra, empeo
raban á cual mas la administracion.
380 HISTORIA
En cuanto á los ciudadanos, habiendo desaparecido el amor á
la patria y la pasion por la gloria ¿qué otra cosa podia llevarlos
á tomar las armas? EL pueblo bajo huia de ellas y eran muchos
los que por librarse se cortafian el dedo pulgar. En un principio
el que por sus méritos habia alcanzado el mando del ejército, es
cogía sus oficiales, y consagrado enteramente á los soldados
participaba con ellos de las fatigas, del premio, de la gloria, a
ellos se confesaba deudor del consulado si por este camino . lo al
canzaba, y al salir de él volvia.á militar como subalterno en las
tegiones que habia mandado. A la caida de la república el Em
perador quedó por general supremo; de modo que los comanda li
tes no se reputaron ya mas que ejecutores de sus órdenes él
vencia con su brazo y su talento, él alcanzaba ios triunfos, él
tomaba su sobrenombre de los pueblos vencidos.
Nada, pues, estimulaba á emprender la peligrosa y no nece
saria carrera de las armas; y mucho menos cuando Galieno,
quizá con la mira de impedir las frecuentes sediciones, prohi
bió á los senadores acaudillar los ejércitos. Entonces los pa
tricios cayeron completamente en el ócio y huyendo de Italia
se iban á establecer en la Macedonia, en la Demalcia, en la
Tracia, para librarse de las dignidades y de la milicia, de mu
cho peso y escaso honor.
La disciplina, la fuerza de Roma, relajábase en el ejército,
alistado por la fuerza, con las frecuentes sediciones, para im
pedir ó premiar, las cuales se veia el emperador obligado á
consentir todas las exigencias caprichosas de los soldados. Si
este queria trasladar todas las legiones á un punto apartado
á donde las llamaba la necesidad, desobedecian, estando pron
tas á proclamar Augusto al primero que les prometiese des
canso y donativos. Quejábanse del peso de las armas y depu
sieron primero la coraza, despues el casco: preferian la co
modidad de los caballos á la firmeza de la infantería; dejaron
DE LOS PAPAS. 381
de fortificar enteramente los campamentos, de suerte que ex
puestos al enemigo, sin defensa, no pudieron confiar mas que
en los torpes recursos de la. fuga.
Si el deseo de pasar desde la clase de los oprimidos á la de
los opresores, podia hacer ambicionar ó desear á algunos la
condicion de soldado, en la cual pudiese saquear las provin
cias, obligar á los emperadores á hacerles pingües donativos,
deponerlos y elevarlos á su antojo, desde Diocleciano -no fué
ya esto así. Entonces una severa disciplina redujo al ejército
á su verdadera condicion de máquina obediente, al mismo
tiempo que la- fastuosa corte concedia los grados dela mili
cia, no á quien los habian merecido ea acciones de guerra,
sino á los que habian prestado servicios al príncipe. Vióse,
pues, que era mas cómodo intrigar en palacio que combatir
en el campo, y necesariamente hubo que recurrir á auxilia
res y extranjeros.
Roma sostuvo sus primeras guerras con sus armas propias
y las de los pueblos vencidos, á quienes obligó á título de tri
buto, a mantener cierto número de soldados de infantería y
de caballería, naves y marineros. Obedecían estos á jefes de
su nacion; y aunque algunas veces igualaron y otras excedie
ron en número al ejército romano, quitábales la fuerza el estar
escojidos cada uno entre pueblo diverso, separados de las legio
nes, y dependientes del general supremo.
César fué el primero que tomó á sueldo á los bárbaros. Au
gusto imitó y extendió este ejemplo y para seguridad de su
persona los introdujo en las guardias pretorianas. Andando el
tiempo, viéronse Italia exhausta de' fuerzas, y los socios redu
cidos á provinciales y privados del uso de las armas; de donde
vino la necesidad de recurrir á los bárbaros. Los Germanos,
gente robusta y aguerrida, por la constitucion de sus bandas
guerreras, ponían gustosos su valor al servicio de otro, con
tentos con un pequeño sueldo y una escasa racion. Fueron por
esto preferidos por los emperadores, á quienes parecia tambien
muy ventajoso el diezmar do este modo á tan formidables
enemigos .
3SS / HISTORIA
Pero la tiranía se devofa á sí misma con excluir de los ejér
citos á los provinciales y á los ciudadanos, se separaba la fuer
za del interés de emplearla; conseguíase acaso la quietud, pero
se mataba el valor, y mientras tanto se hacían, mas formidables
los enemigos añadiendo la disciplina a su valor natural.
Caracalla, extendió la ciudadanía á toda el imperio, parece
que debió despertar en los provinciales el espíritu guerrero,
adormecido por la conquista: pero las continuas revueltas di
suadieron á los emperadores del propósito de hacer guerreros á
los ciudadanos y alguno se alegró de exceptuar de la milicia á
los provinciales, manteniendo á sueldo á los Germanos con el
precio que por ello recibia.
Estos en un principio, inferiores en número á las legiones,
estuvieron fácilmente en sujecion, pero muy en breve entraron
tambien en las privilegiadas filas legionarias. Despues no fue
ron ya bandas, sino poblaciones enteras las que estuvieron á
sueldo: é insconstantes aliados rehusaban trabar el combate con
sus propios hermanos; codiciosos preferían el saqueo á la bata
lla: caprichosos, obligaban al general á marchar cuando y á
donde menos convenia, y por último, volvían las armas contra
sus propios gefes.
Como los escuadrones estaban formados de esta clase de tro
pas, tuvo tambien que confiarse el mando á los bárbaros que por
este medio llegaron á las mas elevadas dignidades y aun al con
sulado. Roma sacó grandes Capitanes de entre los bárbaros: pero
como no les guiaba el amor pátrio, ni aquel celo, padre del ver
dadero valor, sino mas buen el deseo de grados ó tesoros, ó tal
vez ambiciosas rivalidades, daban los consejos contrarios á los
que convenían. Rufino levantó á los vándalos y godos para con
trariar á Estilicon: este dejó escapar á los godos para continuar
siendo necesario; Aeoio no exterminó á Atilapara impedir los pro
gresos de Turismundo. Así, pues, los emperadores no confiaban
enteramente en aquellos héroes asalariados: los cortesanos en
DE LOS PAPAS. ' 383
vidiaban y aborrecían á unos hombres cuyo poder se fundaba tan
solo la espada: la vanidad latina se veia ultrajada por la supe
rioridad de aquellos á quienes todavía llamaba bárbaros, y Ks-
tilicon, Aecio, Romano, Bgidio, cayeron bajo el puñal de pérfi
dos eunucos ó de cobardes émulos.
Sin embargo, en la extrema ruina del imperio, el único
remedio habría sido el procurar amalgamar á los romanos
con los godos como habian intentado hacerlo algunos empe
radores precedentes. Esíe pueblo, no enervado por los vicios
do la civilizacion y capaz de recibir sus ventajas, como lo
prueban los reinos en que se estableció, acaso hubiera reno
vado el arruinado inperio ó cuando menos le hubiera defen
dido de nuevas invasiones. Pero se opusieron á ello por una
parte la antipatía nacional; aumentada con las diferencias re
ligiosas, y por otra parte una desleal política que creia sagaci
dad y sutileza el sembrar la discordia entre los pueblos invaso
res: é irritándolos con la violacion de los pactos y con torpes
traiciones, desvanecía la esperanza de una avenencia hon
rosa..
Disgustados los bárbaros volvían sus armas contra aquellos
á quienes antes habian defendido; y de regreso á su pátria
revelaban á los suyos las riquezas y delicias de los paises roma
nos y la facilidad de conquistarlos. Muchos soldados del Niger
proscriptos por Severo se refugiaron entre los Partos y les ense
ñaron á fabricar y usar armas á la romana.
Tampoco Roma tenia entonces que combatir como en to
das las demás guerras que habia tenido fuera de Italia, contra
enemigos unidos en monarquía ó en federacion, de acuerdo
por lo mismo en la empresa, y los cuales destrozada la cabe
za, quedasen abatidos pudiendo Roma en la sucesiva paz re
cobrar las perdidas fuerzas. La Germania estaba dividida en
tre cien poblaciones, no unidas en la empresa por ningun la
zo ó interés comun, apenas las águilas latinas habian clavado
en unas sus garras, cuando se presentaba otra con fuerzas in
384 HISTORIA
tegras y diverso método de guerra: de modo que puede de
cirse que durante cuatro siglos, desde Basilea hasta las bocas
del Rhin y del Danubio, hubo abiertas hostilidades ó paz ar
mada sin que las guerras sirviesen mas que para repeler el
ataque.
¿Qué valiarj, pues, las barreras puestas por la naturaleza ó
por la mano del hombre, cuando por todas partes invadian
los bárbaros el imperio, guiados por el natural deseo de
aventuras y peligros, por la codicia del botin, por la vengan
za, por el empuje de otros bárbaros ó por la invitacion de al
gun ambicioso?

Incapaces de resistir con las armas los hijos de aquel Camilo


que quería salvar á su pátria con el hierro y no con el oro, apa
ciguaban á los enemigos con el dinero, al principio cohonesta
do con el nombre de sueldo, despues reclamado abiertamente
como tributo. ¡Miserable medio de obtener la paz, con el cual
el imperio quedaba exhausto y en la precision de oprimir á sus
subditos, mientras que los enemigos se rehacían para volver
mas fuertes y con nuevas pretensiones, despues de haber perdi
do el respeto que inspira una nacion no domable sino despues de
una larga resistencia!

Si el sueldo se retardaba ó negaba, venian los bárbaros á


reclamarlo con la espada, creciendo su atrevimiento á medida
que los provinciales perdian las costumbres militares. Cuando
Italia fué invadida, no hubo quien tomase las armas; Estilicon
ofreció dos monedas de oro á todo esclavo que se alistase, cuan
do en otro tiempo estos solo eran admitidos en los mas apurados
peligros; y ciudades llenas de gente y amuralladas, apenas
resistieron un momento á unas bandas de merodeadores, ig
norantes del artejde los asedios, ó incapaces de perseverar en
una empresa.

En este extremo, dos hechos retardaron la disolucion de la


DE LOS PAPAS. 385
i
sociedad romana: la irrupcion de los hunos y la division del
imperio. La primera refrenó el ímpetu de lou germanos que
se vieron obligados á retroceder para atender á la propia de
fensa; pero los hunos se encaminaron á su vez hácia Italia, y
ayudaron á darle el último golpe.
La division hecha por Diocleciano preparó pronto socorros
contra los amenazadores vecinos, y terminó las insurreccio
nes de los soldados, porque los cuatro prefectos del Pretorio
y los cuatro ejércitos se mantenían recíprocamente en suje
cion. Pero con esto se aumentaron los gastos de las córtes,
no modestas como en tiempo de Augusto, sino émulas de la
vanidad persa; las diversas fuerzas dejaron de obrar de acuer
do, y la que mas padeció de resultas de esta nueva organi
zacion, fué Italia, porque cesó de ser la cabeza y el corazon de
aquel cuerpo gigantesco.
Todavía se empeoró el estado de este pais, cuando Cons
tantino trasladó al Bósforo la capital, porque Italia perdió los
privilegios que hasta entonces habia gozado como tierra sobera
na; se vió gravada con las contribuciones comunes, cabal
mente cuando dejaban de ir á ella las de todo el mundo; la
emigracion de los ricos y las rapaces correrías de los bárbaros,
dejaron sin habitantes sus ciudades, sin frutos los campos, que
de jardines de los grandes, como antes eran, se convirtieron en
indefenso lecho de los ríos, en asilo de fieras y ladrones,
i Que fué conveniente la traslacion de la capital para la du
racion del imperio, lo prueban los diez siglos que sobrevi
vió Constantinopla; pero entre las dos metrópolis se levantó
la envidia: Roma veia con despecho dividida su diadema y
pasar las riquezas y alhajas á hermosear la nueva ciudad;
Constantinopla se dignaba de que Roma pretendiese aun el
primado: á orillas del Tíber se refugiaban las reliquias del pa
ganismo en medio de la aristocracia; en las playas del Bósfo
ro se vertía la sangre por las disensiones cristianas: cada una
de estas ciudades parecía que se recocijaba de los peligros
386 HISTORIA
de su rival; y alguna vea la una dirigía contra la otra á los
enemigos por rencor ó por el interés de su salvacion.
Así, á medida que crecía «1 peligro se disminuían los me
dios de remediarlo: en cada provincia que invadian los bár
baros, cesaban las contribucciones de géneros y de hombres
al imperio; y así como la sangre se retira al corazon al per
derse la vida, del propio modo Roma retiró de las fronteras
las guarniciones y los magistrados, abandonando las provin
cias á los invasores y á sí. mismas Entonces se 'desató el úni
co lazo que unia los municipios á Roma; y todos desmembraron
sin un pensamiento en bien del cuerpo á que estaban ligados,
no unidos.
Algun emperador pensó en reanimar el patriotismo, aven
turando en aquella disolucion algun elemento de libertad,;
restituyóse á los Subditos el derecho de tener armas que les
había quitado el desconfiado Augusto: Graciano exhortó á las
provincias á formar asambleas, "y prohibió que los magistra
dos pusiesen obstáculo alguno á las disensiones sobre puntos
de interés público. Honorio pensó en una especie de gobierno
federativo que reuniese todos aquellos miembros divididos
del Estado; pero ninguna provincia ni ciudad se aprovechp
de él: tanto repugnaba toda union á los sentimientos entera
mente locales de aquellas sociedades. Asi, encerrándose cada
cuál, bombres y sociedades, dentro de sí mismo, no quedó
quien defendiese el imperio, y los bárbaros lo agitaron á su
capricho como un juguete, hasta que resolvieron hacerle pe
dazos. — Sus ruinas debian producir la moderna Europa: y
meditando sobre su grandeza, se siente llevado el hombre á
lo infinito, que es el secreto de las grandes ó instructivas me
ditaciones.

Fin del tomo primero.


ADVERTENCIA.

Los pontífices de los primeros siglos, poco interés ofrecen


por no estar complicados en los crímenes de la política. La
obra empieza á tomar su verdadera importancia desde el siglo
VII hasta nuestros dias.
• La obra de Mauricio la Chatre llega solamente hasta 1840:

nosotros, teniendo á la vista la obra de Lengano sobre la mo-


derna córte romana, la de Coletti sobre los Borbones, y la his
toria de los crimines generales del despotismo y de la prosti
tucion, la hemos completado hasta nuestros dias, y daremos
la mejor obra que se haya conocido en este género. El objeto
de nuestro libro será prevenir á los hombres, para que los de
sencillo corazon, no se dejen alucinar por infames ofertas.
Todo dominador tiene que ser tirano y vil, sofocador de la li
bertad y opresor de los pueblos. El hombre es libre por natu
raleza, sacudamos las cadenas que imponer quiere la socie
dad con mentidas fábulas y conveniencias: todas las institu
ciones no sirven mas sino para que los ricos y poderosos ex
ploten la sangre de los pobres y de los pequeños. Ha llegado la
hora en que la libertad ciña de laurel la frente de todo hom
bre honrado: ¡guerra al crimen! así el pequeño que se espía
en los calabozos, como al grande que se oculta en los pala
cios! ¡Abajo la inmoralidad: viva la libertad!
Al anti-concilio se ha impedido que se celebre: ¡no importa!
el mundo marcha. No es extraño que el gobierno de Víctor
Munuel le haya impedido; ha ahogado el pensamiento de
388 HlaTORlA
la razon libre despues de haberla él mismo proclamado.
Anticipamos á nuestros lectores el siguiente documento,
nunca se han dicho mas sendas verdades: esos son los senti
mientos que debe albergar todo corazon liberal. Elogiemos
este documento sincero, dirigido contra las fuerzas agonizan
tes de la moribunda teocracia por los hombres de la ciencia,
los libres pensadores de la Europa que se reunían en Nápoles
para rendir culto á la verdad y á la razon, y estrechar los
vínculos de la fraternidad entre los hombres. Es una carta
del héroe de Caprera, relativa á la iniciativa del diputado Ri-
cciardi para la convocacion del anti-concilio.

«Caprera 1869.

Una de las mas solemnes circunstancias qne ilustran la pa


tria de Savonarola y de los Arnoldos, es indudablemente la
del anti-concilio, propuesto por el distinguido Rícciardi, y
que tendrá lugar en Nápoles el 8 de Diciembre de este año.
En este anti-concilio se hallarán representadas todas las
naciones por campeones del derecho y de la verdad.
¡Oh sublime espectáculo; símbolo de la fraternidad univer
sal, elocuente antítesis de la reunion de lobos que el mismo
dia celebrará Roma!
Allí en la ciudad enlodazada, capital del mundo en otro
tiempo, se disputará sobre la virginidad de María, que parió
un vigoroso muchaho (bel mdschío) hace diez y ocho siglos,
cosa de inmensa importancia para las poblaciones hambrien
tas); se discutirá sobre la Eucaristía, os decir, acerca del me
dio de engullirse al director de escena de los mundos y de di
gerirlo en seguida con todos los trámites de esta funcion del
organismo.
¡Sacrilegio! ¡Hasta qué punto prueba esto la imbecilidad de
los hombres, que no arrojan al fango ese clero negro, que se
DE LOS PAPAS. 389
burla de ellos tan descaradamente! Y, por último, el Concilio
discutirá ó mas bien decretará la infalibilidad de ese monton
de inmundicia que se llama pomposamente Pio IX.
Aquí, en la antigua Parténope, se reunirán los discípulos de
lo verdadero, los herederos de G-alileo, de Newton, de Keple-
ro, de Voltaire v de Franklin; los esterminadores de las tor
turas y de las hogueras, las columnas de la dignidad humana.
¡Qué contraste!
Si nuestro siglo, tan desgarrado todavía por la arbitrarie
dad y el oscurantismo, no pudiera presentar á la humanidad
afligida mas que esta tentativa en favor de la libertad y de la
razon, podría al menos, contarse entre los mas famosos en la
historia del progreso.
Un dia, dia de peligros, me adelantaba yo con algunos com
pañeros hasta el centro de la gran Metrópoli, confiando en el
valor y el patriotismo del pueblo napolitano. El ejército de
los Borbones ocupaba todavía los fuertes y las posiciones mas
importantes de la ciudad.
Los cañones estaban apuntando hácia nosotros y la infan
tería solo aguardaba una orden para fusilarnos. ¡Y bien! so
lamente á la actitud imponente del pueblo debimos el ser sa
ludados con todos los honores militares por el ejército enemigo.
En otra ocasion, desde el balcon del palacio de la Foraste-
ria decia á aquel mismo pueblo.
El más atroz enemigo de la Italia es el Papa.
El pueblo aplaudió estas palabras, y lugar ha tenido, en
estos últimos nueve años, de conocer si lo induje á error.
En breve ¡oh mis antiguos amigos y hermanos de armas de
Nápoles! vais á tener entre vosotros lo que el mundo tiene de
mayor respetabilidad, la parte mas distinguida de las nacio
nes, los representantes de la inteligencia y del derecho huma
no. Y vosotros... se encontrará todavía entre vosotros, en
380 HISTORIA
vuestra ciudad, esa vergonzosa composicion química, desig
nada por los impostores con el nombre de Sangre de San Ge
naro, que da ocasion á que todos se rian de vosotros hace
tantos años.
íNo será ya tiempo de que rompais esa tanta ampolla en
venenada?
En cuanto á los confesonarios, si se los redujera á pedazos,
muy bien podrían ser útiles, al menos, para cocer los macar
rones de las familias pobres .. ¿Que os parece?
Si, desembarazaros de esos estigmas de vergüenza para la
Italia, bien lo podeis.
No dejeis ya á vuestras mujeres y vuestros hijos marchar
se en las tiendas de los curas.
Credme; curando la llaga italiana del fanatismo y de las
supersticiones, facilitareis la eliminacion de otros males, más
formidables en la apariencia, pero que no podrán subsistir so
bre el pedestal de la mentira.
Vuestros ilustres huéspedes retornarán á sus hogares pro
clamando que la patria del Tasso, de Masaniello y de Jordano
Bruno, es digna de haber tomado la iniciativa en la emanci
pacion del derecho y de la conciencia humana.
Con toda mi alma hago un llamamiento á las sociedades ita
lianas que me han honrado con el título de hermano ó de pre
sidente, y á todos cuantos tienen en su corazon la dignidad de
Italia: pues mientras la parte civilizada, liberal y racional de
la nacion, se halle mas bien representada en el anti-concilio,
mas resplandecerá nuestra patria entre sus hermanas de la
tierra.
Espero, además que en las cien ciudades de la Península
habrá el 8 de Diciembre reuniones públicas para aclamar los
principios de la razon defendidos por el Congreso de Nápoles
y para maldecir las vergonzosas mentiras y la cábala infernal
urdidas por el Vaticano.
José Garibaldi. »
Indice.

Páginas.
Al hombre T
lutroduccion TU
Historia do los Papas. . : **
Siglo primero.—San Pedro.—Tiberio, Claudio, Callgula y Neron, empera
dores '
San Lino.—Neron, Galba, Vithelio y Othon t4
San Cleto. —Vespasiano, Tito y Domiciano 18
SanJClemente 1.—Domiciano, Neron y Trajano . . 30
Historia política. —Siglo primero 24
Siglo segundo.— Anacleto.—Trajano, emperador, 31
San Evaristo.—Trajano y Adriano. ... 38
Alejandro I. —Adriano 35
Sixto I. — Adriano y Antonino " 31
San Telesforo.—Antonino 39
San Higinio. —Antonino *4
San Pio (. —Antonino Marco Aurelio y EHoVero 43
Anioeto. —Marco A urelio y Elfo Vero 4*
Soler—Marco Aurelio 49
Eleuterio.—Marco Aurelio y Cómodo 51
San Victor.—Pertrinax y Severo. . . . 55
Historia política. —Siglo segundo 57
Siglo tercero.— Severino, papa.—Septimio Severo, Caracal la, Maorino y
Eliogábalo, emperadores 65
Caliste I.—Eliogábalo y Alejandro Severo 69
Urbano I. —Alejandro Severo • '3
Ponciano.—Alejandro Severo y Maximino W
Antero.— Maximino "
Fabiano. '-Maximino, Gordiano, Pilipo y Decio
Sede vacante , • • 81
San Cornelio.—Decio Gala y Voluoiano 83
Lucio.—Gala, Voluoiano y Emiliano 89
Esteban 1.—Valeriano y Galieno. "... 9*
Sixto II.—Valeriano y Galieno " , 95
Páginas.

Sede vacante.— Martirio de San Lorenzo 99


Dionisio —Galieno y Claudio 103
Félix I.— Claudio II y Aureliano 107
Eutiqnes. — Aureliano, Tácito, Floro, Probo y Caso 109
Cayo.— Caro, Carino, Kumeriano y Oiocleciano 113
Marcelino.—Diooleciano y Maximino • . . . . 447
Historia política. —Siglo tercero 121
Siglo cuarto.—Sede vacante. —Constantino Cloro '. ... 131
Marcelo I.papa.—Megencio, emperador 437
Ensebio. —Magencio - . . . 139
Melquiades. —Magenoio y Constantino , .443
Silvestre.—Constantino 147
Márcos. —Constantino 155
Julio 1 Constantino, Constancio y sus hermanos. . 457
Liberio.— Constantino, Juliano, Joviano, Valentiniano y Valente 161
Félix 11, anti-papa 167
Dámaso.—Valentiniano, Valente, Graoiano y Teodosio 173
Siricio. —Teodosio, Aroadio y Honorio 185
Historia política. —Siglo cuarto 191
Siglo quinto. —Anastasio I, Arcadio y Honorio 230
Inocenoio I, Arcadio, Honorio y Teodosio el Joven 233
Zózimo.—Honorio y Teodosio el Jóven 245
Bonifacio I.- Honorio, Teodosio el Jóven, Farabundo y los reyes góticos de
España 254
Celestino I, Teodosio y Valentiniano II 259
Sixto III.—Valentiniano II y Teodosio II 268
Leon I.- Valentiniano II y Teodosio II 272
Hilario.—Leon 1, Severo y Antemio 290
Simplicio.—Leon 1 y Zenon 294
Félix l11.— Zenon, emperador; Clovis, rey franoo 298
Gelasio. —Anastasio, emperador, Clovis rey 304
Anastasio 11. —Anastasio, emperador; Clovis, rey 308
Simaco.— Anastasio, Clovis y Childeberto 342
Historia política. —Siglo quinto 34 6
Siglo sesto—Hormida Anastasio, Justino y Clildeberto. . . . . . . 327
Juan I. —Justina y Childeberto. . . - 334
Félix IV. —Justino, Justiniano, Childeberto, Gesalico y Amalarico. . . . 334
Bonifacio. —Justiniano, Childeberto y Amalarico 336
Juan II.—Justiniano y Childeberto 338
Agapito.—Justiniano y Childeberto 343
Silverio. —Justiniano y Childeberto 346
Vigilio. —Justiniano y Childeberto 349
Historia profana.—Caida del imperio romano 353
Indice 387
Advertencia. . 389
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