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JUAN GUSTAVO COBO BORDA


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GUSTAVO GUERRERO
Contercación con Antonio kjpez Ortega
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BIBLIOTECA

JORDI A&IAT
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üs cartas de una obsesidn
RIC.{,RDO DESSAU
139 Escritoras
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GABRIEL INSAUSTT
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RAEAEL M. MÉRIDA JIMÉNEZ
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El fondo de la maleia
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Aites, l9l3) peneneci¿nt¿ a la Bibtioteca Hispúnica Coordinadora:
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La segunda mitad del siglo

E( rg¡1plo DE Le Éooa
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to.qlo¡ csef ucullAn 6: f IFE¿ LL¿cí« Gcílvez

La segunda mitacl clel siglo xIX comenzé en t'ebrero cle 1852 con el
triuntb del general y gobernador entrerriano Justo José de Urquiza y sus
h\ aliaclos, sobre Juan lvlanLrel de Rosas'. Terminaba una era y un viento de
:§ ev renovación sacudía a la república desde el Río de la Plata. Como sucede
i. -'r \'
i1¿ L..§ después de todo triuntb revolucionario. eI ambiente era confLlso: federales
no rosistas, partidarios o enemigos de Urquiza, unitarios deseosos de ven-
ganza o justicia, emigrados que volvían de Montevideo, de Chile, de Boli-

di,
'ifí! via y hasta de Brasi[, todos querían participar y dar su opinión. Entre ellos
esraban los exponentes más lúcidos de la generación del 37 (Alberdi, Sar-
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(¿ miento, lVtitre). Ellos sabían que si la Argentina quería march¿rr a[ mismo
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paso que las grancles naciones había que cambiar mLtchas cosas' entre ellas
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^V-.: > el indiviclualismo. el personalismp y la intolerancia. Era necesario llegar a

un acuerdo entre las élites que soñaban, planeaban y echaban las bases para
el nuevo país.
fJna vez tuera cle escena la dictaciura, había que lograr el crecimiento
económico y moral de [a Argentina. El prirner paso debía ser [a tolerancia
para con las ideas clistintas y la uniclad en los grandes proyectos naciona-
les. Esto no se consiguió sino después de acuerdos' secesiones, gueras y
pactos que fueron acercanclo a los opositot'es una vez dada la base sin la
cual era impensable la construcción del editjcio: la Constitución de 1853,
ideada por Alberdi y hecha realidad por Urquiza. A pesar de ésta, los argen-
tinos -porteños y provincianos-, díscolos y levantiscos, siguieron ponien-
clo escollos en e[ camino hacia la unidad a la que se llegó después de mucho
esfuerzo y sangre derramadar. La fundación del Club del Progreso por

t Como se sabe, Jtnn lylctnuel cle Rosas, caudillo federal, había gobernado Buenos Aires .v
representado a laArgentina ante el exterior durante largos años, con loS potleres e.rtraordina'
riis de un dictador Su segundo gobiento se e-rtendió ente 1835 y i,852, y fue combatido dura'
mente por la joven inteteituatklad (Sarmiento, tVitre, Mtirmol. Alberdi, Florencio Varela, entre
otros) que se había e.tiliado de la Argentina.
, Ácuerdo de San Nicobís, juniá de 1852; secesión de Buenos Aires, septiembe de 1852
hast4 labatall¿¿ de Cepeda (triui¡o rt, to Confererlaciótr), en octubre de 1859; Rtcto de Sttn Josá
de Flores y reforma de la Conititució¡t en 1860; batalla de Pavón, triwfo de Buenos Aites,
t86t.
I 9

,l
Diego de Alvear, tue un ltamado a la unidad en la diversiclad donde la { primeros tranvías en medio de grandes polémicas por su presunta «peli-
masonería argentina jugó un papel protagónico. grosidad,,. Desde la presidencia, Sarmiento incitaba al pueblo al trabajo, la
En cuanto Buenos Aires se vio libre del sitio impuesto por Hilario educación y el progreso.
Lagos, la ciudad empezó a crecer. Una verdatlera fiebre edilicia se apode- 1870 fue un año violento: Urquiza fue asesinado en su palacio de San
ró de los porteños. Tenían el dinero de la Aduana y la mano de obra de los José, Caltucurá llegó con sus «malones» hasta la ciudad de Rosario, y la
albañiles y constructores italianos. IVfuchos de ellos venían huyendo por muerte de Francisco Solano López puso fin a la sangrienta guerra del Para-
cuestiones políricas: otros. como el saboyano Carlc¡s Enrique Pellegrini. guay en la que murieron casi todos los hombres jóvenes de ese país. Poco
habían sido contrataclos. En el di¿rio poneño La Trihun« pueden leerse después se produjo en Buenos Aires una epidemia de tiebre ¿rmarilla. En
comentarios como los siguientes: «Buenos Aires debería ser representada abril de l87l los rnuertos llegaban a 8.000. Se paralizaron las industrias y
hoy por una cuchara y una escuadra. porque desde el l4 de julio de 1854 las instituciones. Dejaron de funcionar las escuelus, los bancos. los teatros.
no hace mís que reerliFrcar, remover escombros y transformar en paseos los tribunales y hasta la aduana.
deliciosos los muladares (...) Es preciso construir el muelle y la Aduana, Una de las consecuencias que trajo esta epidemia lue que se empezó a
con [a ayuda, si t-uese necesario. de capitalistas nativos y extranjerosr,. Sar- poblar el barrio norte con familias que habían abandonado el barrio sur.
miento gritaba a los dueños de chacras y estancias: «;Alambren, no sean También hubo un notable crecimiento en los pueblos cle veraneo de los
bírb¿iros!», y ese mismo año de 1855 llegaban al país numerosos agriculto- alrededores (San lsidro, San Fernando, Tigre, Adrogué, etc.). Luchando
res vascos e italianos, aumentaba la importancia del
-sanado
lanar y se abría contra circunstancias adversas Sarmiento creé el Colegio lvlilitar, la Comi-
el rVluelle de Pasajeros sobre el río, con entrada sobre Paseo de Julio, al sión Protectora de Bibliotecas Populares y el lvluseo de Historia Natural.
t'inal de l¿r culle Cangallo. En abril de t857 quedó inauguraclo el teatro La enseñanza se ditundía en todos sus estadios con una dimensión nunca
Colón con un baite de máscaras y la primcra audición en Buenos Aires de alcanzada hasta entonces en el país. Se fundaron 1000 escuelas primarias.
La Traviata. El público admiró la gigantesca araña de gas con 450 luces y normales, colegios nacionales y iursos nocturnos. Continuaban sin embar-
ocho ¡netros de diúmetro que había que bajar para pre nderla o apagarla. En go los «malones, destruyendo las ciudades fionterizas. La reacción del
agosto tue inaugurado e[ primer ferrocarril, que recorría l0 kilómetros ente ejército no se hizo esperar: Alsina con sus coroneles Winter, Racedo y
la Plaza del Parque (hoy Lavalle; y la lejana barriada de Floresta, y llega- Villegas derrotaron a Pincdn en Trenque Lar.rquen. Pero la t'amosa «zanja,
ron al país 4.951 innri.grantes que se instalaron en Santa Fe y Entre Ríos ini- que Alsina mandó cavar en la tiontera, no detuvo a los aborígenes. Poco
ciando la corriente colonizadora que seguiría en marcado ascenso hasta después Roca, nuevo ministro de guerra de Avellaneda, completaba la tarea
1890. Contrastando con estos progresos apareció en el sur la amenazante iniciada por Alsina y sus coroneles. Con la ayuda del t'errocarril y los sol-
tigura del cacique Calfucurá y la invasión de Azul constemó a la provincia. dados armados con Remingtons terminó en tres meses con las invasiones y
Otro momento de duelo fue, en 186 l, el gran terremoto de lvlendoza que destruyó todas las tolderías hasta el Río Negro. Gran parte de las tierras
dejó la ciudad en ruinas y miis de 10.000 muertos. tomadas serían utilizadas en sembradíos. Enormes extensiones fueron
De Europa llegaban los éxitos literarios del momento: Madame Bovary, entregadas a unos pocos teratenientes y muchos soldados vendieron a ter-
Los miserctbles, Las flores del lulal, kt guerra y la paz, Crimen castigo, ceros sus parcelas.
y en Buenos Aires Mitre fundaba el diario La Nación Argentina. ' El país En 1883, el intendente Torcuato de Alvear decidió embellecer y euro-
seguía presentando grandes contrastes entre «civilización y barbarie» como peizar Buenos Aires. En medio de grandes discusiones, mandó demoler la
diría Sarmiento: mientras en 1865, un grupo de estancieros fundaba la Vieja Recova que dividía la plaza del Fuerte de la de la Victoria. Terminó
Sociedad Rural para mejorar la ganadería y la Argentina alcanzaba el pri- de construir la Casa Rosada, abrió calles y plazas, paseos y jardines y llenó
mer lugar en el mundo como nación exportadora de lanas, las montoneras de árboles la ciudad. También se construyeron grandes hospitales: Rawson.
de Felipe Varela asolaban el noroeste y una epidemia de cólera se extendía Norte, Pirovano, Álvarez y Rivadavia.
por la ciudad de Buenos Aires. Comenzaba la calamitosa guera de [a Tri- Convertida en <<Tierra de Promisión» la Argentina empezó a mostrar
ple Alianza y al mismo tiempo llegaban los galeses a Puerto Madryn, con inmensas fortunas surgidas de un día para el otro. Se levantaron las prime-
la idea de poblar la Patagonia. En 1868 se inauguraban en Buenos Aires los ras mansiones y palacios del banio norte y Buenos Aires empezó a ser lla-
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mada «la París de Américarr. Vicente Fidel López publicaba por esos años los notables, darles cuenta de la situación tinanciera desesperante por la
su Historia de la Nación Argentina. Escritores como Lucio v. Mansilla, ¿
! que atravesaba el país y pedirles un «préstamo patriótico» para garantizar
Lucio López y Miguel cané describirían disrintas realidades. En la década i las t-rnanzas. De esta manera, Pellegrini logró evitar el naufragio. Luego
.siguiente lo harían Eugenio Cambaceres, Julián Martel y otros.
envió a Londres a Victorino de la Plaza para que solicitara demoras en el
Adolfb Alsina había sido en su juventud un revoltoso integrante del par- pa_eo de la deuda. A esto siguió un crecimiento económico logrado con la
tido liberal llamado de los «pandilleros», al cual también pertenecía Mirre. introducción de grandes capitales extranjeros.
Pero al plantearse después de Pavón el tema de ra capitalización de Buenos
En l89l el papa León XIII dio a conocer su revolucionaria encíclica
Aires, este partido liberal se dividió, tundando Alsina et partido Autono- Rentm Novantm, mientras en la Argentina se organizaba la primera cen-
mista porteño o de los «crudosrr, rabiosamente localistas y con tendencias tral obrera. La «cuestión obrera, era algo muy delicado pues todavía no
populares, que se negaban a compartir su ciudad con las provincias. El otro
había leyes al respecto. Para tratar de paliar la situación el padre Grotte
bando lo constituían los seguiclores de N[itre o «cociclos», unidos en el par-
fundó los Círculos de Obreros Católicos, donde éstos encontraban aseso-
tido Nacional. heredero en parte del espíritu unirario y rivaclaviano pero con ramiento y ayuda. Poco después aparecía el periódico socialista La Van-
una visión de conjunto nacional que les hacía ver ta necesidad de que la rica guardia.
ciudad de Buenos Aires tuera la capital del país. Para t'ines de siglo, la Avenida de Mayo inaugurada el 9 de julio de
A medida que se enriquecía, la élite iba refinando'sus gustos y copian- 1894, estaba tlanqueada por espléndidos edit'icios, algunos en construc-
do lo que veía en sus viajes a Europa. Ya en la décacta «ter 80, Buenos Aires ción. La ciudad había recuperado su brillo en los distintos barrios. Desta-
asombraba a los extranjeros por la elegancia cle su gente y sus «paseos ves- caban los corsos de t-lores en Palermo, donde victorias y landós lucían su_
pertinosr. El pret'erido era la calle Florida. Se realizaban pic-nics y rome- carga de «niñas>> elegantes; las quintas de Flores; los bodegones tangueros
rías en los jardines de la Recoleta mientras en Retiro, plaza Lavalle y Bel- de la Boca, los paseos al Tigre. Pero junto con el progreso y la riqueza iban
grano se hacían conciertos al aire libre. Entre la gente más rica.empezaron cambiando aceleradamente las costumbres. Al adoptar Ia sociedad porteña
a ponerse de moda los viajes a París desde donde volvían cargados de características de [a moral victoriana. las mujeres del 900 t'ueron mucho
sedas, perfumes y toda clase de lujos desconocidos en la allstera sociedad menos independientes y espontáneas que sus madres y abuelas. Por empe-
hispanocriolla. La gran aldea se estaba transtbrmando en urbe cosmopoli- zar, tenían menos movilidad que aquéllas, prisioneras como estaban. y no
ta y a su ritmo iba cambiando también la sociedad. De las costumbres sólo de un modo metaf'órico, de instilutrices, gobernantas, madres y tías,
patriarcales y republicanas se fue pasando a un refinamiento y un lujo raya- padres y hermanos y sobre todo, de convenciones que llegaban a[ ridículo.
nos en el derroche. En los salones del club del progreso ya no se tomaban Educadas en colegios de monjas francesas o por institutrices inglesas, las
más como en las primeras tertulias horchata, agua de panal o azucarillos porteñas alegres y sencillas de mediados del siglo XIX se fueron transtbr-
sino champagne fiancés, helados y sorbetes de la confitería saisain y de mando -algunas muy a su pesar- en las encorsetadas «niñas>, de tin de
Los dos chinos. Junto con este lujo comenzó la especulación en tierras y la siglo. La mentalidad vigente había dividido a las mujeres en serias (para
emisión de moneda sin respaldo. En los últimos años de la década del g0 casarse) o ligeras (para divertirse). En este contexto tenía más sentido la
el optimismo progresista llegó a extremos de locura y la fiebre de especu- fundación de un club como el Jockey, sólo de hombres, más especítica-
lación se extendió a todos los sectores sociales. En 1890 el crac parali- ,I
mente de sportsmel¡, que quisieran reunirse para charlar de política,
zaba el país. La oposición, encarnada en varias figuras (Aristóbulo del caballos y <<cocottes o milonguitas>>. Todos se decían «liberales» y hasta
Valle, Leandro N. Alem, Bartolomé Mitre, Bemardo de Irigoyen y otros) f
t{ «librepensadores>> pero al mismo tiempo se vanagloriaban de que sus muje-
culpó de todo al presidente Juárez celman. Estalló la revolución del 90 y res, hijas y hermanas fueran piadosas y recatadas. La doble moral victoria-
cuatro días de balazos conmovieron Buenos Aires. El gobierno resistía na comenzaba su tarea destructiva. Persistió sin embargo en algunos luga-
desde Retiro, y mientras el presidente se embariaba rumbo a- Rosario, su res como el Club del Progreso algo de ese respeto por las mujeres de
vice Carlos Pellegrini y el ministro de la Guerra general Levalle, se hicieron talento, que Io diferenció de otros centros sociales. Prueba de ello fue nom-
cargo de las operaciones. Juárez Celman tuvo que renunciar y Carlos pelle, brar a la doctora Cecilia Grierson socia honoraria en 1887, cuando ésta
grini asumió la presidencia de la nación. Lo primero que hizo fue reunir a anunció que no podría seguir pagando sus cuotas o el banquere dado a Lola
l2

Mora en 1903 en homenaje al emplazamiento de su bella fuente que tanto


dio que hablar a las lenguas pacaras. A pesar de todo, la segunda mital del
Las periodistas
siglo tue fecunda en cuanto al periodismo cultural femenino y las creado-
ras destacadas (especialmente narradoras) que bregaron por la ilusrración
de las mujeres y su acceso al reconocimiento profesional.
contra la represión y las desigualdades para con las mujeres se alzaron
, Lilv So.sa de Neyvton

voces de feministas, socialisras y anarquistas, apoyadas por algunos hom-


bres, que debieron luchar durante años para conseguir algunas de las rei- Cartas de lectoras
vindicaciones exigidas. consecuencia imporrante de la antinatural separa-
ción de los se.xos, fue la acentuación del «machismo», la talta de amistad y El periodismo tue, en nuesrro país. [a primera manifestación literaria
sana camaradería ent¡e los jóvenes y la desvalorización, tanto de la mujer de las mujeres. Si algunas ruvieron esa inquietud no la habían hecho
como amiga, como del amor basado en el at'ecto racional y sensible. El por- pública, pero en los años de la independencia se atrevieron a enviar car-
teño buscó desde entonces la amistad y la camaradería sólo en los hombres.
tas a los periódicos y lograron así difundir sus ideas en t'orma anónima
Este cambio de mentalidad coincidió con el boont clel tango, híbrido de
Cuando lvlanuel Belgrano fundó Correo, de Comercio, que apareció el 3
criollo e inmigrante, que desde la Boca f'ue expandiéndose hacia los caba- de marzo de 1810. dio cabida a una exrensa colaboración femenina -en
rets del Barrio Norte, los organitos de la calle y alguno que otro piano de dos ediciones del periódico- ret'erida a la necesidad de esrablecer un hos-
salón porteño. picio en la capital para socorrer a las mujeres en situación de apremio.
El censo nacional de 1895 dio sorprendenres resultados: de los 67iJt86 Firmaba «La amiga de la suscriptora incógnita» pues había visto el pros-
habitantes de Buenos Aires, la población local era de 318.361 y la extran- pecto del periódico en casa de una amiga que compraba «cuanro papel
jera de 359.634. La mayoría de ésros (18t.023) eran iralianos; les seguían
sale de la imprenta,
los españoles (80.352); los franceses (33.185); uruguayos (18.976); ingle-
Tras el pronunciamiento de r\layo, la presencia tbmenina se notó en los
ses (6.838) y alemanes (5.297). En orden decrecienre proseguían ausrría-
diversos periódicos que tueron apareci.endo en Buenos Aires. E/ Observ,a-
cos, suizos, paraguayos, brasileños, chilenos, norteamericanos, bolivianos
dor Americano, El Censon El Centinela, La Prensa Argentina, entre otros,
y de otras nacionalidades. Por otra parte, había en el país más de 5.000 tueron vehiculo de agudas críticas y
-eraciosas
controversias entre las lec-
tábricas textiles y 756 bodegas.
toras y los editores. El tema dominante era el derecho de las mujeres a estu-
Para hn de siglo, la palabra «progreso>> se convirtió en la panacea uni-
diar, como lo hacían los hombres, o ciertas quejas sobre asuntos de la ciu-
versal. Los hombres de empresa reemplazaron a los políticos. La economía
dad y del componamienro de algunas personas. Los textos eran siempre
volvié a florecer. Al récord del trigo se sumó el del maíz del que se expor-
anónimos pero llaman la atención la desenvoltura y el gracejo con que las
ta¡on más de un millón de toneladas. HabÍa entonces en la capital 28 moli-
espontáneas corresponsales exponían sus opiniones.
nos harineros y en Palermo comenzaban las exposiciones patrocinadas por
la Sociedad Rural Argenrina.
En 1898 aparecía la revista Caras y Caretas con sus inolvidables cari- La precursora
caturas políticas. Junto al tango triunfaban también los payadores Gabino
Ezeiza y Betinotti. Al Teatro Colón llegaban los mejores cantantes del
Como no era suficiente mandar cartas a los periódicos, alguien conside-
mundo atraídos por el t'lorecimiento económico y cultural de la Nación ró que había llegado el momento de salir a la palestra con una hoja propia,
Argentina.
en la que se expresara abiertamente lo que se pensaba sobre la situación de
Con optimismo el país comenzaba a prepírrarse para festejar dignamen- Ia mujer en la sociedad- Así, el 16 de noviembre de 1830, tras lanzar el con-
te el Centenario de la Revolución de Mayo.
sabido Prospecto, apareció La Aljaba, modesta hoja dirigida por Petrona
Rosende de Sierra (1787-1863), una uruguaya residente en esre lado del
Plata que se dedicaba a [a docencia y a Ia literarura.
r5
l4

Era una pubticación de acentuado tono feminista, centrado en la aberra-


cionesdelfrancés.LaporteñaRosaGuerra't'atlecidaenl364'dioacono-
asimismo en publicaciones
ción que signiticaba la thlra de educación parx las mujeres, a las que, sin cer algunos libros en iroro y verso' Colaboró
El Plata Científico
como ¿'l Nacionctl, La Tribina, El Invtilklo Ar,gentino'
embargo, se les exigía capacidad para educar a sus hijos y manejar el hogar.
De esta modesta hoja aparecieron dieciocho números, que salieron dos la
tue f,rgura descollante clel periodismo v
veces por semana descle la [mprenta del Estado. No sólo la falta de medios "';Írlli'i^lj3lttle-1875)
cle educadora' En 1854 tun«ió en Buenos
Aires su revis-
económicos provocó la desaparición de La Aliaba: las burlas recibidas con- literaturar. además
volcar la
tribuyeron a ello. De todos rnoclos, la periodista y su meritoria obra abrie- a Átbum cle Seiioritas' dedicarla a las mujeres' donde intentó
publicaba Jornctl
ron el camino a otras mujeres intrépidas, quedando ese nombre como sím- .*p".l"n"io adquirida durante su exilio en Brasil' donde
bolo de avanzada. da.sSenhoras.orgullosamente,lopresentabacomo«PeriódicodeLiteratu.
ra. Modas, Bellas Artes y Teatro' y f'ue lanzaclo
el lo de enero de.ese año'
en el terreno económico, si
Desde el comienzo ru" Áo empresa clificultosa
se considera que no había publicidad y
que se contaba sólo con los sus-
Una nueva etapa las páginas con sus traba-
criptores. Juana lvlanso, única redactora, llenaba
El estuerzo no se repetin'a sino después de la caída de Juan lvlanuel de jos sobre temas diversos y con entregas de su novela tafamiLillt^'-',!:::::
propla revlsta
y su situación llegó a ser tan comprometida que en su
"clador,
Rosas en 1852, cuando nuevas generaciones de mujeres buscaron en el
perioclismo el terreno para exponer sus ideas y aspiraciones. El nombre de otiecíaleccionesdeingt-es,f,rancéseitalianoencasasparticulares.Eraen
del 17 de febre-
Rosa Guerra (1804-1864). ligado a la educación y a las ideas t'eministas, verdad un estuerzo titáirico y por fin' con el númeroocho'
esforzada Juana se rindió, despidiéndose del
que llamó
clestacó en l¿r Buenos Aires de entonces a[ fundar una revista literaria y de ro, la "querido
actuali<lades, Lct Camella, que tenía por lema «Libertad y no licencia. hijo»conpalabrasdolidas:«Vivióymurióclesconocidocomosumadrelo
Igualclad entre ambos sexos»..Salió el I I de abril y el artículo de presenta- fue siempre en la región del Plata"'"'
ción, que tirmaban «Las redactorasrr, decía: ,.Cont'iadas en la galantería de
nuestros colegas, nos atrevemos a present¿unos ante ellos. Sentimos que el
pudor nos inhiba darles un estrecho abrazo y el ósculo de paz, porque aun- NIás periódicos Y más Periodistas
que según un célebre escritor el genio no tiene Sexo, nosotras, que carece-
mos de aquéI, no queremos traspasar los límites que nos impone éste,
.:
LasegundamitaddetsigloXlXfuedecididamentet.ecundaenescrito.
trabajos' Después
ciñéndonos a estrecharles tuerte, amistosa y fraternalmente la mano>>. Esta * ras que úuscaban los perióáicos pare dar a conocer sus
por mujeres pero
amable salutación no surtió efecto, como ellas suponían, pues las burlas no de los mencionaclos surgieron otros, no siempre dirigidos
en muchos casos
se hicieron esperar. El periódico El Padre Castañeta, nombre que indica su sí con preeminencia cle redactoras o colaboradoras' que
la identidad'
carácter satírico y que redactaban Miguel Navarro Viola y Benjamín Victo- firmaban con pseudónimos pues existía cierto pudor en revelar
rica, les contestó con versos más que burlones, ofensivos, pues uno de sus sin duda por remor a las críricas. En 1864 aparecieron La ny del Aire y
quien aclaraba
tiagmentos decía: «Mas no es la desgracia peor/ de meteros a escritoras,/ La Siemfreviva. El prirnero era dirigido por Lope del Río'
hallar pocos suscriptores/ y 1o mismo suscriptoras,/ sino que si alguna vel
de luste:
que est;ba cledicado «al bello sexo>>. Contó con dos redactoras
de la crí-
escribís con ciencia suma,/ no faltará quien exclame/ leyéndoos: ihábil Eduarda Mansilla de García -que firmaba «Daniel»-' encargada
<<Modas
plumal/ y hasta habrá tal vez alguno/ que porque sois periodistas/ os llame tica teatral, y la conocida Juana Manso -«Dolores>r- de la sección
de
mujeres públicas/ por llamaros publicistas.>> Así recibida la novel periodis- y comentarios diversos>>. Eduarda fue conocida en 1860 por El médico
y sobrina de
ta, tras publicar el octavo número de l,a. Camelia se llamó a silencio, aun- San Luis, novela costumbrista. Hermana de Lucio Victorio
y cronista que dejó
que volvió a la palestra con otra revista, La Eduiación, que salió el 24 de Juan Manuel de Rosas, llegó a ser excelente escritora
julio de 1852, dedicada a <<la honorable Sociedad de Beneficencia y al bello
secso (sic) argentino>>. De esta publicación aparecieron seis entregas y con-
t Veti en este dossie4 el trabajo ¿le Lidia F' Lewkowicz'
rcnín mnrcrial nronin de ln directora v de otros autores, incluyendo traduc-
l6
l7
una obra admirabre por rnuchos
conceptosr. Escribió en diversos
pero en el periodismo se sentía géneros
especialmente tinente. Ivfás tarde, con su marido, se radicó en Buenos Aires y fue activa
cómocra.
En Et iac¡onar, que
dirigía sarmienro, coraboró fi""u.ncia, periodista y aurora de libros.
y
"onporteñas. -' r
Ilustra¿lo y otras pubricaciones
hmbién
lE'¡¡v¡v¡¡ tv rrr¿u
Io hizo Een Er pr¿ua
Pero no sélo eran publicadas ras colaboraciones riterarias sino noticias
Desaparecido er periódic o Li varias. Por ejemplo, el23 de abrilde lg76 se anunciaba: «Hoy domingo
Fto, der,4ire,.poco crespués, el 16 junio se
de r86'l' sarió za siempre-vivn, ,r.on,inuador, de
inaugura en Barracas la linda capilla de Santa Felicitas». corolario de un
Pinto y redacrado por Juana
dirigido por Luis Termo
iVfanso. Ertouu drama pasional que cuatro años antes había conmoviclo a la sociedad porte-
dedicatr.rl¡
teatro, bellas artes, crónicasr. "rit.rot*o, modas,
También se acl¿uaba qr. ...uroJulscrito ña. otra t'amosa escritora española, pilar sinués de Marco. tarnbién aceptó
señoras». La propia Juana por escribir para la ondina y envió sus noras. Esto era resultado de la invitación
Manso expresaba ,;-*"*;;".1n
palabras: «No vengo sóro ,"rro,o, que el director había hecho llegar a las principales autoras de la Argenrina.
a .onr...r*. a soslener er órgano
quc es la cultura exteri'r, de Ia futoda,
sino a crear un á.gono de los intereses el resto de América y España. para regocijo cle los lecrores. se entabló una
inrclcctuales de la mujer..., mofares e
polémica entre la escritora cordobesa ñlaría Eugenia Echenique
Por esos años tire pubricacio
-que tir-
un periódico dirigido y escrito por maba «Sor Teresa de Jesús- y Joseñna pelliza de Sagasta
El Alb.. pero «dedicaclo a ,as hombres, -.,Judirhr_ sobre
hij".'J;-E; pues ,va se sabía que eras eran «Emancipación de la rnujen,, pues no rodas eran particlarias clel feminismo,
buen públi"^o para esos procluctos. tema que preocupaba a las mujeres y originaba toda clase cle comentarios.
1n se presentaba como <<Revista de
tura' modas teotro»' temas lircra-
/ que potlían ser ugancho, para
las rectoras.
Este periódico ruvo larga duración (7 de fbbrero cle lg75 a 2g de diciem-
tacados hombres cle lerras Des-
. bre de 1879) y cumplió con er propósito tijado de llegar a orros países. Los
r" rJfl:il",
"",,^;:;-:,,::.;
pa*ici paron -;;"'::Ti:::?,1.,J:: ffj:ffi ::. j;: mm cuatro primeros tomos tenían como subtítulo «Revista semanal cle literatura y
'Alvan>, Amparo Vélez y «Josefina,, rat vei fosetlna pelliza. modas, y el último «Publicación literaria ilusraclar. con dibujos de modas,
se exre-ndió desde er lg cre La publicación
ocrubre de rg6s irasta er r0 de enero que antes se enregaban apa"rte, incluidos en el te,xto. Entre las colaboracJoras
de lg6g.
estaban, aparle de las mencionadas antes, Juana lVfanuela corriti. Edu¿rda
N'lansilla de García. Raymunda Torres y
Una revista perdura ble: La euiro_ga. Lola Larrosa de Ansal«lo,
Ondina del plata Adriana Buendía, clorintla ÑIatto de Tumer, carolina Freyre de Jaimes, Ivler-
cedes Cabello de Carbonera, euireria Varas y lvlarín, Agustina Andrade
1875 tue un año inrportante e Ida
para elperiodismo dedicado
a ra mujer. El Edelvira Rodrí-guez. Ivluchas más, locales y del exreriol ,portiron asimismo
7 de febrero apareció ,na
,.risá ;;. ;;;r.rría
cinco años, récord donde
interesantes trabajos. Del sector masculino hubo también buenos aportes
cle
lo etimero, en esa materia, ..o
.ooi*n'r". r-ui, r"l*o pintos y
La dirigian conocidos escritores, como pastor obtiga<to, Ángel J. carranza. vliguel
Cané,
Pedro Bourel, ya conocidos
en el o*ui"nt". Distinguía a la publicación Pedro Bourel. Quedaba demostraclo así que no se trataba de «cosas de
hecho de que intentó, y lo er muje-
logró, u¡*.*ot*, paí.se.s de América, res>, sino que ellas estaban allí en el mismo nivel que lo.s hombres.
dar participación a prestigioias y ademiis fublicó
firmas der momenro. En er N" también I"a ondina, en 1877, el Átbum poético Argentino, en lgTg un
ducida la carta de una l fue repro_ volu-
españora que recorrió el continente, men de Novelas Americanas y, en t879, A lmanaque clel satón cle
La ondina.
có varios "rc.ito.o
libros y visitó Bueno. Á¡.* pubri-
lvilson' quien promeúa enviar
rl" Emiria der rorar, baronesa de
r,
con mi pobre alianzr,,:-1":. decia.
;;il, como ro hizo. «pueden conrar
FuIron publicaOos
rrabajo;;; prosa y Ia Alborada del Plata
verso, entre ellos uno «Dedicado
a las damas argentinas». El 7
anunciaba de marzo se
Ia'egada a Buenos Aires de iuonu
1892)' una asidua coraboradoro. r\vfanuera c""rii (lg16- En plena vigencia de La onclina, el r.8 de noviembre tie 1g77, Juana
(1835-1906) hacía llegar
o.rJ"iirna, carolina Freyre de Jaimes Manuela Gorritis lanzó su propia revista, La Alborada del pkua, dispuesta
sus trabajos, y Io mismo o,.as escriroras a
del con- reeditar en la patia el emprendimiento literario que en Lima
mostróiu fuer-
' V",; en este do.tsie4 el trabajo
de María Rosa Lojo.
' Ve4 en este dossietr el trabajo tle fuluria Gabriel¿t úlizraie.
ql{
t,\

l8
t9
za de singular mujer casdgada por
la vida pero no doblegacla. A los
sesenta
años. en la prenirud de sus
medios interecruares aunque cre .sarud t'ebrerode t896 y contó con excelentes colaboradoras. ya tbgueadas en
precaria, ra
mujer quiso esrabrecer en Buenos lides periodísticas. Ellas estaban representadas por María Torres Frías,
1in¡utar Aires un nuevo órgano ritera¡io
que respondiese a su.s inquietudes. Benita Campos (de Salta), Z. Aurora Cáceres, Ivlaría Emilia Passicot,
desde la capital peruana quiso
En Lima había pubric tdo t] ,Arboracra y
Ernestina A. López, Rosario Puebla de Godoy, María Torres Frías. Ana Pin-
dirigir ra nueva revista, con ra ayuda
de Josefi-
na Pelliza de sagasta (rg4g- ggg)."coraboraban
r ros, Carolina Freyre de Jaimes, Emilia Salzá, Carlota Garrido de la Peña y
acremás Lora Larrosa, Eufra-
'sia cabrar y Raimunda Torres y quirogu. Adela ,v Dorila Castells (de Uruguay), junto a otras. de distintos países.
presentación que «nuestra
I-a nueva di,;;.;;r"saba en su
Introdujo la innovación de publicar ilustraciones, por lo general retratos.
querida conipatriota es la Directora
de este intere_
sante semanario' Aquí como
allá [Lima], será el ángel rutelar rambién en la cubiena. En su segunda época, esta revista terminó el 25 de
nacional...» pero poco durana de la literatura
ta ¿l.eccián ,Je ra fundadora. octubre de 1909, año del tallecimiento de la tundadora.
1878 una nota anunciaba que Er r3 cre enero cre
Josetina p.ii¡ro." t,a,n .o1vá a"
ella' por sus dolencias, no pocría ti ,"oir,, pr.,
ria¡arliacra ros viajes en barco. por
er estre-
cho de Nla-salranes). su sucesora
ó;;.k Nuevos periódicos en Buenos Aires y el interior
en ra rarea a partir der No 10,
el que Josefina manifestaba- que, en
rio... he si«Io sorprendicla de ""*ftoo*"nre olvidada del mundo litera- Lu Colurnna clel Hogur era un apéndice del diario El Nacionul, que
uno *r*ro inesplicable (sic) pe¡
amiga Juana Manuera Gorriti mi querida venía apareciendo desde 1852. Lo dirigía CatalinaAllen de Bourel. Gracias
,l rro..*" aonación de su bera «Arborad»r...
El material continuó siendo in,"."ronr", al éxito obtenido se convirtió en revista. Eran redactoras Carolina Freyre de
.Jn noticias que podían aregrar a ras
lectoras. Por ejemplo, en la
sección «Mosaicos>, del 3 cle ii.i",r,J. Jaimes y Emma C. de Bedogrti. El personal administrativo era también
se publicó que se había exhibido cle 1877, femenino. Lamentablemente no se conservaron ejemplares de la revista,
ra obra contra.roberbia humiktaclde
de cuyás ( rg5g-rg0g). «La joven lvratir- que apareció durante varios años.
ou*.o -r" decía*, en esre primer paso
Bn tan e.spinoso género de dado En Santa Fe destacó una escritora y docente, Carlot¿ Garrido de la Peña
Iiteratura, manitie.sta dotes que
y aplausos'>' Er 27 de enero re auguran l¿rureles (t870-1958), que tundó El Pensamiento, ponderable esiuerzo que no gozó
se pubricó un artícuro de Raimunoo-To*,
roga def'endiendo la emancipatión y eui- de larga vida. Salió en junio de 1895 como un semanario que contenía «lec-
Pelliza de sagasta. poco después
de ta rG ."r." * ü;;" Josetjna tura amena, costumbres, asuntos religiosos y sociales, crónicas de salón y
se anunció que ra revista sería quincenar
vez de semanar. Juana Manirera en de moda, biblio-eratia. etc. etc.» La jóven t'undadora contó con conocidas
Gorriti aec¡oio confiar la dirección
Pelliza pues las veces anteriores torar a firmas de la época: Carolina Freyre de Jaimes, Lola Larrosa de Ansaldo,
parecían no ser detlnitiv¿5, pg¡s
difícil sosrener ra pubricación y a ésta le fue Aurora Lista y otras de experiencia en la tarea y, aparte de las notas habi-
r" ¿" *"yo de r gTg sarió por úrtima
"r
iba a reaparecer como Al boracla vez. tuales, publicaba por enlregas su novela fi/a.
,Ir:n'o Lituraria crer prata. ocurrió esto
el, l" de enero de lgg0, bajo ra Sin embargo, esta periodista provinciana no se rindió ante las difrculta-
oirecciJn o" Juonu Manuera cor.iti y Lora
Larrosa (1857-1995). Esta joven des y el 25 de octubre de 1902 lanzó una publicación, asociándose para ello
vio pronto sora pues ra Gorri-
tj' la que se vivía en"r"¡¡r.*"
peni estaba prácticamente con Carolina Freyre de Jaimes, quien vio la posibilidad de conquistar a lec-
ryr
da' Lola -situación incomunica- tores del interior. Se llamó La Revista Argentina y duró tres años, lo que es
Larrosa ,egó a pubricar ,..r in,"."rortes
novelas y murió joven, bastante si se considera la forma en que trabajaban: Carlota Garrido desde
en medio de afligentes probremas
familiares. La vida de ra revista
mera: dejó de aparecer con la fue eti_ Santa Fe y Carolina Freyre en Buenos Aires.
entrega del 9 de mayo de lgg0.
Por esos años se había venido produciendo un fuerte movimiento socia-
lista y anarquista originado en las corrientes inmigratorias que, lógicamen-
Búcarov .L,..et
Americ\lno ca-i^ ensayO
,"v.ru, Seno ^-^^--- periOdÍStico te, tuvo sus promotores periodísticos, entre ellos mujeres que realizaron
diversos intentos. Una inquieta maestra, Pascuala Cueto(1857-1933),
clorindaMatto de Turner (rg66-1g09), Ia escrirora fundó en Morón, pueblo cercano a Buenos Aires, la revista El Adelanto,
peruana radicada en
Buenos Aires, fundó esta
revista que atcanzo Iarga vida. Apareció que apareció el 9 de julio de 1897. Entre las colaboradoras estaban Carmen
er ro de S. de Pandolfini, Benita Campos, Ivlaría Torres Frías, María Velazco y
1*1 __ <4'*':-+
rs!-f-+¿' :-{'f:i'Lb-::É:

2l
v0

Arias, Mercedes Pujato Crespo y otras conocidas escritoras que no tenían boradoradeEtHoganLaNota,Nosotras'etc';ConsueloMorenode
B¡umana'
órr* de Lóme' Juita Gallardo de Salazar Pringles' Herminia
la ideología de la directora pero eran de mentalidad progresista. Su ubica- de Gálvez, salvado-
ción política le valió a la tundadora la cesantía en el cargo de maestra y vi.ro.inu Malharro, Altbnsina storni, Delf,rna Bunge
fundó entonces en Morón la Escuela Laica. *Vt.¿inuOnrubia,JustaRoquédePadilla,MaríaL'Berrondo'quediri-que
o¡¿ uorios aíros Vida Femenino" Victoria Ocampo y muchas
otras
Todavía en el siglo XIX, nuevas publicaciones surgieron al calor del D'-
del siglo anterior.'Otratrillante
entusiasmo femenino, que buscaba ubicación a través de las lides políticas, iigui".on la rura abierta por las pioneras
primera periodista que
or"..urror., Adelia Di Carlo (1886-t965), fue ta
terreno peligroso que no acobardó a las militantes. Un periódico anarquis- diario El riem-
u de fines del siglo puso de relieve el t'ervor con que participaron de las t' ir"" .""o renrado. se inició corno cronista social en yeljeth
n
d
""
po en lgOT y pronto pasó a La Argentinr¿ como notista
de sección'
luchas sociales a través de la prensa. Un curioso ejemplo es La VoZ de la ü
* 'fruUfi.O y actuó en forma ininterrurn-
I tibrás, fue fervientq líder t'eminista
Mujer, subtitulado Perióclico comunista-Anárquico, que salió el de ,¿

i
;il;" diarios y revistas como ¿(I Rsión, Ld Patria' La Gaceta de Bue'
enero de 1896. Con agresivo estilo combatía a favor de los derechos feme- y Caretas'la famosa revista por-
nos Aires, Et Hogar PE.T,etc. En Caras
ninos, en especial los de las trabajadoras. El lema era «Ni Dios ni patrón
ni maridorr. Apareció el 8 de enero de 1896 y se aclaraba que salía cuando
teña,fuenotistaduranteveintisieteaños'utilizando'ademásdesu
varias secciones, de diferen-
podía. Figuraron como directoras Joseth Calvo y lue-eo A. Barcla. y se edi- nombre, diversos pseudónimos, pues escribía
tes índoles.
taron nueve números, hasta l" de enero de 1897. El peor enemigo era la
NluchosañoshabíanpasarJodesdeaquellostímidosensayosdelS30y
talu de dinero. muy bien en todos
1852 y siguientes. Las mujeres supieron desenvolverse
vocación siempre que tueron
t,cs casos,-y se escudaron en ta fulr¿a de la
combatidas con el escarnio o la indiferencia' Cada uno de'los nombres
Proyección hacia el siglo XX
mencionadosimplicaunavidarJifícil'unavoluntaddeaceroyunaclara
alma que emplearon más
conciencia del valor social y cultural de la prensa,
EI gran impulso que tuvo el periorJismo femenino a tines del siglo XIX
allá de todo cilcuio mezquino' El tiempo les dio la
razón'
tructificó al comenzar el XX. Aunque desaparecieron algunas figuras señe-
ras como Ecluarcla Mansilla y Juana Vlanuela Corriti, fallecidas ambas en
1892, se estaban fogueando otras igualmente caPaces y emprendedoras.
Algunas con militancia política como Carolina Muzilli, que tundó Tribuna
Femenina; María Abella de Ramírez, creadora de Nosotras en 1902' y de
La Nuev,ct ütttjer en 1910, en La Plata, para defender sus ideales del libre
pensamiento. además de la Liga Feminista Nacional; Juana Maria Begino,
participante en el movimiento obrero, escribió en revistas y en el diario de
Rosario La Capitat; Elisa Bachofen, primera ingeniera de Sudamérica,
quien escribía en El Pueblo y en Nnestra Causa, de orientación feminista;
Alicia Moreau lo hacía en ln Vanguardia y en periódicos socialistas. Julie-
ta Lanteri, italiana, y Gabriela Lapérriére de Coni, francesa, incorporadas
ambas a las luchas reivindicatorias, publicaban artículos en las principales
revistas y diarios.
Salieron entonces del anonimato otras mujeres aguerridas, como
Ernestina López, una de las cuatro primeras doctoras en filosofía y letras;
Ada María Elflein, que comenzó en La Prensa en 1905 y escribió allí
hasta su muerte, en l9l9; Raquel Camaña, inteligente educadora; Victoria
Gucovsky, que dirieió La Van1uardia,' Mercedes Dantas Lacombe, cola-
Y,t'

Lea Fletcher

Si las antologías contienen poemas de algunas de las escritoras argen-


tinas decimonónicas, la fuente más rica se halla, sin duda, en las revistas
de ylo para mujeres de aquel siglo. En dos de ellas. La Camelict y La Alia'
bct, no figuran los nombres de las autoras. En la primera, excepto por los
poemas firmados por un hombre. la tirma consta sólo de un nombre de
pila, como, por ejemplo: Laura, Adela o Hadalia (una vez sin la «h») y en
la otra no hay ninguna tirma, pero se sospecha que la autoría corresponde
a I¿ directora, poeta además cle periodista. En las otras revistas el caso es
distinto, pues casi toclas las colaboraciones poéticas -y hay muchísimas-
llevan los nombres de Ias autoras. entre los que tiguran numerosas latino-
americanas.
En el presente trabajo abordaré pret'erentemente sólo la obra de escrito-
ras argentinas con nombre y apellido o con un pseudónimo reconocido -es
decir, sabemos quién lo usaba- que aparecían en esas revistas. Dcjaré para
otra investigación más profunda e[ abocarme de manera especít-tca a los
seis libros de poemas de mujeres que. de todas tbrmas se dieron a conocer.
en gran parte, en esas publicaciones periódicas. Los libros son, en orden de
su apanción Desalngos clelcorctzón (1864) de Rosa Guerra; Armonías del
alma (1876), de Silvia Fernández; Lirios silvestre.s (1877), de Josef-rna
Pelliza de Sagasta; Ltígrimas: ensa¡;os poéricos ( 1878), de Agustina Andra-
de; Lctflor de la montaña (1887), de [da Edelvira Rodríguez; y Pasionarias
(1887) cuentos y poesía de J. Pelliza de Sagasta.
En la poesía t-emenina del siglo diecinueve los temas tratados van desde
la política hasta e[ amor, desde lo nacional hasta lo extranjero, desde lo reli-
gioso hasta la maternidad, desde [a actualidad hasta el remoto pasado his-
tórico. El tono es casi siempre serio pero a veces burlón o irónico y otras,
desafiante. En términos formales existe una correspondencia con las for-
mas fijas de la época: desde e[ soneto a la décima y de ésta al romance y
por supuesto no se descartan los ripios ni los juegos tales como el acrósti-
co y la charada.
Comencemos con la primera composición poética de qna mujer argen-
tina. Curiosamente, o no tanto, no se conoce su identidad. Según Ramón
Díaz, el antólogo del libro La lira argentina (ca. 1824) en que apareció el
25
24

poema en cuestión -unas décimas- era de «una joven argentina aficiona- toras de la revista, tinalizando con estas palabras: «hé ahí lo que yo escri-
da a las musas>). Comparto la opinión de Helena Percas cuando dice que, bía (en ese tiempo t1844] aun tenía la pretensión de hacer versos) [y más
aclelante dicel no somos Benjamin Constant y Mme. StaéI, pero él es
aunque el , poema es mediocre, tiene un valor «documental». El tema,
como demuestran los siguientes versos, es político, específicamente rete- ivlagariños y yo...soy la humilde reriactora del Átbum de Señoritas» (N') 3,
t5.L l85-l). El único otro poema publicado en esta revista lo escribió Manso
rido a los actos en contra de la Argentina, que ya se había declarado inde-
pendiente de España, cometidos pür el viney Elío: "Un virrey sin nom- en ocasión tJe la muerte de .,mi compatriota la Sra. Da lvlaría Alvarez de la
Peña. Rít¡ Janeiro, abril de 1850".
bramiento,/ sin autoridad elegido,/ que tiene eljuicio perdido/ es mi único
Volviendo unos años atrás. hasta tinales de 1830, encontramos Lu Aliu-
argumento>>. Una mujer tan interesada en la política que llega a escribir un
pocma sobre el tema, por mediocre que sea, era una mujer con conciencia /:rr. la primera revista flemenina argentina clirigida por una mujer, la uru-
guaya Petrona Rosende <Je Serra. Como el propósito de esta publicación era
pública. amén de saber escribir. Como sabemos, en esa época -y después
«tbrmar hijas obedientes, madres respetables y dignas esposas», se ofrecen
también- ése no era un privilegio de que gozaban las mujeres. Por eso el
en ella «Varieclades instructivas, anécdotas selectas, pasages históricos. y la
anonimato. Pero lo escribió y lo publicó. Obviamente pertenecía a la clase
poesía (que tan apreciada es para las americanas...)» (La Aliaba, Prospec-
privilegiada, a una t'amilia con ideas progesistas evidenciadas en la educa-
to). Se dirige con mucho ahinco a un tema que no está incluido en §u pros-
ción de su hija.
Arios despuds, durante el régimen de Rosas' las mujeres que escribían pecto: la educación cle las mujeres, tanto ibrmal como intbrmal. Su tcino
ameno, de asesora o amiga, adquiere un volttmen vehemente al atacar a lOs
poesía se encontraban en los dos campos: el unitario y e[ federal. En gene-
que se oponen a la educación de las mujeres. La mayor parte de los poe-
ral, aquellas composiciones tienen más valor histórico que literario. En el
mas. que suelen ser moralizantes y/o Patrióticos, ret'lejan los intereses de
campo t'ederal se hallaba la hermana de Ros4s, Nlercedes Rosas de Rivera,
esta publicación. por ejernplo: "¡Cuán grande, cuán excelso.-/ Amor patrio
«la Satb federal". Escribió un soneto partidario que la convirtió en objeto
de burla en la novela Amnlict de José Mármol. La autora se lo recriminó al te vuelves, en el pecho/ De una debil mortal!l/ ¿Cómo és que la muger, á
quien naturalez¿r/ Colocó en una est'era limitada,/Resiste esi gran tuego en
novelista cuando se conocieron años después, diciénclole que su trato bur-
que, abrasada"/ Se consume anhelosa é impaciente?.../ lvlas ¡Ah! que en
lón sería injustamente recordado, más que todo lo bueno que ella había
valentía es eminente:/ Ella no rincle vida solamente,/ Coma [sic] la rinde el
hecho o escrito. Eflectivamente. dicha novela se reedita hasta el día de hoy
y que yo sepa, nunca se ha reeditado aquel poema. En el campo unitario se hombre, siempre tlertel/ Ella con energía. con valor, con cora-ge,/ Sacrit-r-
ca en rus aras lo que le es más amable./ La que vida en sí propia tubo vida,/
encontraba Juana Manso, exiliada en Uruguay con sus padres. Según [a
La vida que en su sangre tue nutrida» (N' 6, 3.XII.1830).
rigurosa investigadora de su vida y obra, María Velasco y Arias, Manso
Ahora estamos en 1852 con l¿¡ Ca¡neliT cuyo lema "Libertad; no licen-
llegó a publicar varios poemas que fueron recibidos con halagos por un
cia: igualdad entre arnbos secsos (sic)» que aparece en el logotipo de cada
lado y por otro, con crítica y hasta buda. Entre sus versos desiguales se
número, se explicita en el primero: «Los hombres pretenden enagenar para
encuentra el poema, «La mujer poeta» donde «se duele de la tierra yenna
sí solos la libertad; es decir, quieren ser e.'tclusivamente libres y empiezan
que se destina a las mujeres cuando sienten la voz de la poesía en sus cora-
por no saber serjustos: pues bien, sea, les arrojamos el guante, recójanlo si
zones>>: <<Resuena su lira en mustio desieno/ Que Dios solo escucha su
son osados que después de presenciar su derrotai les permitiremos nsistir á
tímido canto/ Y el himno más bello del noble poeta/ Lo expresa su rostro
nuestro triunfo, no como trofeos: somos sobrado generosas, si como una
bañado de llanto./ Mas ¡ay! que en sus ojos que vagan llorosoV ¿Quién lee
segunda parte de nosotras mismas: la fusión será completa, se estenderá á
del poeta la augusta misión?/ ¡¡Mujer!!!...[a desprecian, el mundo se ríelY
los dos secsos>> (N" I, t 1.|\7l.1852). Como la identidad de «las redactoras»
al mrártir rodea la fría irrisión" (Velasco y Arias, 1956). De regreso a la
Argentina tras la caída de Rosas, Ivlanso edita la revista Álbum cle Señori- -por una carta de lectora suponemos que eran tres mujeres- el primer
poema es anónimo y lleva el sencillo título «Poesío>; es representativo de
,as en que reproduce un poema escrito una noche en Río de Janeiro¡ poco
todos los poemas de mujeres -recordemos que hay algunos con t'irma de
antes de su casamiento, como un diálogo poético entre ella y Alejandro
hombre-: <<Descuella entre las flores presumida,/ Y en elevadO trono allí
Ivlagariños y Cervantes en el cual Ie conliesa su amor por Noronha, su futu-
aparece,/ Una rosa:/ Que a nuestra vista'parece nos ot'rece,/ El alhago' y
ro esposo, y su temor de que se esfume todo. Introduce el poema a las lec-
26
n,,,
27

sonrisa cariñosa./ El ambiente que exala seductor,/ Llama y atrae al int'eliz ir fu mano á cortar/ Aquella tlor pr"rrpr-rrina./ Penetrante, aguda espina/ Te
mortal./ Que inadvertido:/ se lanza, se violenta, ¡he ahí el mall/ De una sora arranca un ay cle rlolor.llAsí tamtrién en el munclo/ Hay muchas, muy bellas
espina queda herido,/ ¡Oh veneno activo que se encierra./ En la agudeza y rosas,/ Suaves, puras, deliciosas./ Cual h ntiis grata ilusión.// Y que al ir á
triste espina/ De una t'lorl/ causando en el viviente toda ruina,/ De angus- acariciarlas/ Dejan espinas pLrnz¿lntes./ Aguclas y lacerantes/ En lo hondo del
tia, de tristeza, de dolor./ Óy"re el lamenro y el gemido,/ Del ser inf'eliz que corazón.rrll(Año tt, N" 25. l8.VI. llt76). Los poenras que aparecieron en esia
enagenado./ en su pesar:/ Maldice su suerte: de verse ultrajado,/ EI tiempo revista tueron recogidtls v publicaclos en su libnrA mnnías del alma que sus-
le dice; me sabrá vengar./ Mas ella se place de ver afligido,/ Aquel que á su citó ta atención de clos críticos respctados: i\{artín Coronado y elya mencio-
trono. su mano elevó,/ Y placentera:/ Muy caro le clice, mortal te costó,/ naclo Rathel Obligaclo. Aquél la elot¡ia sin rescrvas pero éste le hace algunas
Usa de denuedo, con una guerrera>>. observaciones críticlts («su pert'ección artística deja que desear [pero] es á
Para comprobar la representatividad de ese poema, transcribo el prime- todas luces uno cle sus printeros ens¿t\'()s») encuentra «las notas más dulces,
ro con tirma -Laura- que reza así: «Hombre intiel y sin consrancia/ A quien más vibrantes y míts pert'ectas" en los poetnls inspirados en el amor. Con la
amo con delirio/ ven suaviza el cruel martirio/ Que tú me haces padecer.ll excepción, dice cle ..El y Ell¿r,,. qlle no tlgura en esta revista, pero que según
Ven y contempla un instante/ A la que juraste amor,/ Que entre pena y sin- la reproducción completa tlel poctna elr li,?ir' Ülodesty, se burla del amor. Tal
sabor/ Que gusto podré tener.// ven y contempla si puecles/ A ra que tanto vez por eso no aparece en la rcvista. p¡es tantg el editor cOmO este crítico
te ha amado,/Y sáciate con agrado/ De su pena y su torrnento./ly cuando parecen haber reconocido y rechuzatlg esL' ¿trevimiento de eXtralimitarse, de
mires utano/ La hechura de tus desdenes/ Dí que tú ni á Dios re remes-l Ni romper con lo socitlmente aceptuclo. Obligado termina su largo comentario
i nadie tienes amor.,,// (N,,3, 15.IV.1852). Una mujer descleñacla en el amor con la reproducción del poenta .Ven,, c¡ue considera «la más bella y perfec-
es una cosa, pero injuriada su inteligencia, se venga en un poema ta de totlas. doncle el arte y la inspiracitin pareqBn haber unido á la fasparen-
-de nuevo
tlrmado por Laura-: «...Que yo al fin, pobre mujer,/ Sin Lira €on que can- ciadelcristal la luz sonrosada de la ilLu'oril» (Año II, N'46, 12.XI.1876).
tar,/ A penas puedo otiecer,/ una aguja de coser/ o un bastidor de marcar-// Las únicas otras críticas sobre la poesía tentenina argentina son la de
Pero así mismo, por dios!/ Que bien ditÍcil le fuera./ Ganar la palma prime- N{arrín Coronado titulaclo ,,L¿i.grittttts. Poesíus de la señorita Agustina
ral Versificando los dos-// Y clesde ahora, vate mío,/ Al lauro de tu desclén,/ Andrade, (Et Álbum del l-logur. Airo l. N'5. +.VII.1878) y «Resultados
Con mi númen desatio;/ Que no arrancará tu brío,/ Este que llevo en mi inmediatos,, cle Oscar \!tber tEt ,Áthuttt del Hogar Año I, N0 26,
sien-// Pero serí una vergüenza/ Que una int-elice mujer,/ en mérrica lid os 29.XI1.1878). Corno las tres ocr.tsione:i unterittres, el tenor de la de Coro-
venza,l Y amarre vuestro poder/ Con las hebras de su trenza...>r. nado sigue siendo condescencliente. bastit un ejemplo: «La mujer argentina
Las 640 páginas de La Ondina que pucle consultar dan albergue a gran no es yii como antes una tlor en itrverniculo. guardacla por el egoísmo Para
cantidad de poemas de escritoras argentinas, En particular a silvia Femán- el amor [...]. Así como lir rlisitin tlel poeta es abrir paso á la humanidad
dez (casi 20 poemas) y Josefina Pelliza de Sagasta (4). Juana Manuela que le sigue...intlamada por sr.rs delirios innrortales, la misión de la poeti-
Gorriti y Bernabé Demaría inventaron a la poeta Ema Aurora Berdier, sa es alentar á los caídos con Ia palabra del cariño y arrojar bálsamo sobre
cuyos trabajos aparecen varias veces en las páginas de esta revista y reci- todas las desesperaciones cle [n duda». La de Weber no es una crítica sobre
ben palabras elogiosas del renombrado crítico Rafael obligado. creo que la obra de una escritora sino sobre el ef'ecro negativo de la entrada en el
hay otro juego poético enrre «Em¿ Berdie» y Josetina pelliza de sagasta, mundo literario de un «número bastante crecido,' de mujeres que ha pro-
pues aquélla le dedica un poema y ésta le corresponde con otro en que vocado «una degeneración que nos afeminar. Aunque él ataca a todas las
-si
se sabe que Gorriti y Pelliza de sagasta eran amigas- es difícil dejar de escritoras que se atrevieron a escribir sobre temas patrióticos, la única
entender el doble sentido travieso de sus versos. escritora que ot'rece como ejemplo de esta repulsiva feminización de un
La poesía de silvia Fernández que aparece en esta revista cae en dos cate- tema exclusivamente masculino es lda Eclelvira Rodríguez con su poema
gorías dentro del senrimentalismo de la época: religiosa o amorosa..como «Canto á Servia". Bonnie Frederick hace una sagaz observación sobre este
vimos en los poemas de I¿¿ camelia, Fern¿índez también cultiva la imagen de caso: se ensañó con Rodríguez porque tue la única que expresara su horror
la mujer como una tlor con espinas: «No has visto una fresca rosa,/ Bella, y rechazo a episodios especíiicos y desagradables mientras las otras poetas
graciosa y lozana,l Cual la luz de la mañana,/ Cual el hábito de amor.// y al escribieron con esperanza, orgullo, y f'e,
28 29

Ahora bien, no he raído caprichosamente estos cinco textos de crítica La revista El Pen.sumienÍo apareció en Santa Fe y tue dirigida por la
literaria sobre la poesía de mujeres. No sorprende su postura paternalista y, escritora y educadora Carlota Garrido de la Peñ4. Encontramos poemas de
en el caso de Weber, abiertamente patriarcal: lo que sí llama la atención es Celestina Funes de Frutos («ñIañana!...,. «Mística»), Aquilina Vidal de
que ninguna mujer haya escrito un texto crítico sobre la escritura cle sus Brus ("Sol de otoñor, «Paisajo> [Rosario, 1895]), Rosa Carrento («Las dos
congéneres. pues es evidente que se leían y respetaban, que se dedicaban palomas"). iVlaría del Pilar («A mi esposo',) y Aurora Lista («La jornada de
poemas. narraciones, crrtas, y que no sentían ningún prurito en det'enderse la vida" [Buenos Aires, 1894]). Sus temas son la inspiración huidiza, la
contra los ataques a su inteligencia o a sus derechc¡s. Pero no hay un caridad, la t-e, el amor, el paisaje, Ias tristezas y los engaños cle la vida. No
comentario -publicado, al menos- sobre la obra dc otra. Uno de los poe- demuesran originalidad ni en Ia métrica ni en la temática'
rnas dedicados a otra escritora revela la estima de la autora a la destinata- Por t-rn, BLictt¡'o Americano fue dirigida por la peruana radicada en Bue-
ria: Juana iVlanuela Corriti, que tue para muchas una suerte de madrina. He nos Aires. Clorinda iVlatto de Turner y. como Juana Manuela en La Albo-
aquí un ejemplo: «Era. inmortal cantora. ru ¿llma pura/ Que gloriosa á su rttdu tlel Plcttct, conocía a muchas escritoras y escritores de Arnérica Lati-
patria ya tornaba/ Y el mismo Dios en su celeste altural complacido mira- na cuya obra publicaba en su revista. Las argentinas son lvlaría Torres
'a mi
ba.i/ Eras tú, de las IVIusas soberana./ sol sin ocaso, eterna melodía,/ subli- Frías («Pobre luzr,, "[sin título, pero dedicado -eentiI amiga María
me. srandiosa americana:/ La vision que veía.// En el oscuro abismo de la Emili¿ Passicot'lrr, «VIi banclera>,, «En tid". «Al partir»). lVlaría Hurtado
vida.1 Serás tú el ángel que mis males calma.../ Ah! siempre irá á mi y Gil («La envidiar). Mercedes Pujato crespo («Ele-gía", ..Noche inver-
nremoria unida/ La sombra de ru almalr,ll (Lct Alborada del plata. Año'1., nal,, «Íntima,) y Rosario Puebla de Codoy («Lúgubre historiao, «Canta-
N' 3, 2.XtL 1877). Pero here aquí que la aurora, Euftasia Cabral. tirmó éste res viejosr). Entre temas cle amor, amisrad, de la patria, la envidia y la
y todos sus poemas con un pseudónimo: Zoraid¿. muerte, uno de VlarÍa Torres Frías sobresale tanto por su tema como por
Tal vez la poeta más llamariva de la época sea lda Eclelvira Roclríguez, su ileclicatoria a su amiga ñf. E. Passicot, unx escritora y periodista que
pero no necesariamente por su poesía sino por el hecho de ser negra luchaba por la educación y la emancipación de la.s mujeres: «Luchemr¡s
-mejor
dicho, mulata juzgando por su fbto, hija de antiguos esclavos-. Sin embargo, con valor en esta vid¿r/ Sin temer las bonascas tempestuosas/ Y hallaremos
ninguna ret'erencia a esto ni a la pobreza marerial de su vida están presentes de lirios y cle rosas,/ La corona inmortal apetecida.// No telnarnos [¿r mar
en los poemas publicados en aquellas revistas. Los poemas que aparecen en ernbravecida/ Con sus olas inmensas. y espumosas,/ Que [as luchas con t'e
Et Álbutn del Hogar rraran más bien asuntos artísticos: «La aria final de son victoriosas,/Y la le en nuestras almas siernpre anida.//..." (Año I[, N"
Lucíarr, sobre la inspiración «Arpejio», «Armoníasrr, el horror «Noventa y 16, r5-IX-1897).
tres!,,, etc. La única vez que Rodríguez alude a sí misma es en respuesta a un En este esbozo de la proclucción poética t'emenina del siglo XIX en la
poema dedicado a ella. «Simpatío> que expresa una adoración por su poesía; Argentina no hemos visto grandes voces podticas aunque destacan algunos
pero es una refereniia artística, no personal: «...Y soñando mi loca fantasía/ textos, particulilrmente en cuanto a la temática. Si "la poesía eres tú>> deti-
Creyó escucharla fugitiva y brevey' Mas, como el soplo de la brisa leve,/ Des- nía a la mujer, una mujer poeta que intentara sobrepasar este estereotipo
vanecióse aquella melodía!// Y por eso canté! Mi vano empeño/ Buscó ese tanto en el estilo como en lo conceptual, se enfrentaba con parámetros
arpejio armónico y sublime,/ Que en el suspiro de las auras gime/ Como la sociales y literarios muy rígidos. Para una visión completa habría que con-
nota aquella de mi sueñoll/ @l Álbum del Hogar,Año II, No 2, 13.VI.1879). seguir los poemarios que no pude lograr como también algunos números de
En Álbum de Hogar también se encuentran muchos poem¿s de Silvia las revistas a que tampoco pude acceder, amén de otras de la época. Ade-
Fernández, Agustina Andrade y Josefina Pelliza de Sagasta. Temáticamen- mis, para dar una idea más acabada, sería justo incluir toda le obra poética
te, el único poema notable es de ésta última: «El canto de la expósita. t'emenina aparecida en aquellas páginas, tanto de las argentinas y extranje-
Marra>, (Año I, No 21, 24.XI.1878), cuyas rrece estrofas octosílabas ripio- ras que vivieron y publicaron aquÍ como la de aqueltas que no lo hicieron,
sas pintan con compasión y nitidez la vida de una criatura, sin culpa algu- pero que, en general, eran conocidas por las otras escritoras.
na, estigmatizada y rechazada por la sociedad. Esto contrasta notablemen-
te con los otros poemas sobre la niñez que la describen con nostalgia como
un tiempo lleno de dulzura, alegría y calor familiar.
Juana Manuela Gorriti
X
ful uría Gubrie ltt ful itaj e

A mi amiga y colego Becttri:. Urraca

FABRICAMOS V V ENDE MOS Cuancio las luchas excedían las tionteras clel país, porque en Sudaméri-
ca toda había sonado la hora de liberarse, nace en Salta Juana t\vlanuela
UNA Gorriti, hija de una dama considerada ejemplar, Feliciana Zuvirí'¡ y de un
guerero argentino de la Independencia. en una t'echa que oscila entre l8l6
y l8l8'. No só[o su padre, el general y político José fgnacio Gorriti, sino
l
t)T E §c RiIBIR también sus tíos paternos son hguras destacadas en la gesta patriótica. Es
casi mítica la t'igura de Francisco. eL krche Corriti y emblemática la del
canónigo José Ignacio. Así lo recuerda ella misma en algunos de sus pasa-
jes de memorias. :

De sólida instrucción (en la que intluye también la [ínea materna, espe-


cialmente a través de las enseñanzas de su tío Facundo Zuviría), raigambre
religiosa y ausencia de pacatería, está en la vanguardia cultur¿rl de su época
mas y encarna como mujer un proyecto nuevo que va a contramano de las cos-
tumbres deci monónicas.
Juana Nlanuela se convierte en una prot-esional de la literatura. Y más
que eso, es una pionera en muchos aspectos. Original y originariamente en
estas tierras, es la escritora que vive de las letras -de pronto la hallamos
enseñando, de pronto publicando un libro bajo los amparos de una Com-
pañía de Seguros llamada «La Buenos Airesrr, de la que además se habla en
el interior del mismo-. Más allá de que Oasis en la vi¿la ( 1888) sea prácti-
camente una obra menor entre los suyas, este vínculo exhibido entre escri-
tura y condiciones de edición, o dicho de otro modo, entre literatura y mer-
cado implica un rasgo de modernidad poco común.
Transcurre la década del 80, pero Gorriti no es una escritora típica de
esa famosa generación argentina. Tampoco lo es, en rigor, de la llamada
«generación del 37», a pesar de que ciertos recursos suyos sean asimilables

t Entre otras reJ'erenc'ias, una cita¿l¿t c'«rta clel canónigo v político Gorriti ttos remite t¿
1816, mientras que la ficha tlel cementerio, inédita hast¿¿ loy, que he hallado, dice textualmen-
te «ingresó el 7-l l-1892, a la e¿lad de 74 años», lo cual avalaría la clatación en l8lB.
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a los de producciones del perÍodo. Su literatura se extiende entre dichas cual va a dedicarle más de un texto: «Güemes: Recuerdos de la infancia»
generaciones con una voz paralela, y no dialoga tanto con ellas. Pues -aun- ( l86l ) y un lugar de honor en sus Perf les ( 1892). Y Dionisio de Puch, el
que Ia tigura de Rosas, por ejemplo, determine alguno de sus eslabones- la otro general rescatado y querido, para quien escribe y reescribe una bio-
gran huella incaica la vuelve detinitivamente singular. grafía que verá dos ediciones en París, en 1868 y 1869, y con cuya familia
Su escritura se reparte entre el potente llamado de le historia y el eco ha quedado emparentada políticamente.
envolvente de la leyenda. Mucho de la historia. antes o después, llega desde Asimismo a Gorriti la habitan los paisajes dé sus otras ciudades amadas,
o hasta una Buenos Aires inquieta, crecien¡e; mucho de la leyenda bajará sobre todo las de Bolivia y Perú (Tarija. Sucre. La Paz. Cochabamba. Are-
de los Andes, del altiplano, de esas pausadas soledades. Piedras. cuevas y quipa, Lima, entre tantas en las que se detiene). para lo cual es suficiente
animales, en este caso; monumentos, calles. claustros en aquéI. Insoslaya- acudir asu Misceldneas de 1878, libro curioso y fascinante que, como su
ble «El pozo clelYoccir, -una cle sus mejores piezas, de 1869- para lo uno, largo subtítulo enseña. incluye Colección de leyendas, juicios, pensamien-
inolvidable
"El guante negro» l86l)
( para lo otro. tos, discursos, impresiones cle viaje v descripciones americanas. En él pue-
Gorriti se ubica en el centro del romanticismo y toda su narrat¡va se des- den recorrerse «l,eyendas andinas" o «Escenas de Limarr, como una guía
plie-ea bajo ese sello. La languidez, la tristeza, las sombras y los contrastes histórica y ensoñada de la mano de alguien que conoce el escenario por
son rasgos que la caracterizan. Está atenta a los movimientos y aconteci- haberlo palpado y grabado pero también proyectado más allá de las forta-
mientos culturales del mundo, tanto del resto de Latinoamérica como de lezas de los tiempos.
E.stados Unidos y de Europa. Es la anfitriona de viajeros que visitan nues- fulisceldneas se presenta en continuidad con Panoramas tle la vids de
tra orilla con sus piezas musicales, sus voces, sus obras de arte o sus libros. 1876, cuyo subtÍtulo nos indica igualmente el derrotero: Coleccirin de
Dentro del carnpo literario argentino, Juana ülanuela Corriti es quien novelas, fantasías, leyendas y clescripciones americanas, y al cual la com-
prueba realmente el tbrmato de novela, desentendiéndose del modelo del posición se asemeja en varios a.spectos (por ejemplo, al incluir la sección
tblletín y alcanzando la nouvella (aunque entre nuestras mujeres, la de «Veladas de la inthncia»). Pero en el libro del 76 hay un recorrido escri-
novela propiamente dicha llegarí de Ia mano de Juana fvlanso). También, turario y geográt-rco incomparable. el de «Peregrinaciones de una alma tris-
en el marco de lo que la literatura publicada (es decir, civilizada y blan- te» [sic], su pieza hccional de más lar_so aliento, [a que concentra una zona
ca) de la época registra, es precursora en el tratamiento de ta cuestión neurálgica de su proelucción y lleva a su punto más desarrollado el sistema
indígena. de relaciones entre mujeres y de la trarlsmisión de una historia.
La herencia oral la ha marcado para siempre, tanto como la cultura letra- En ambos países limítrofes, Bolivia y Peni. la autora vive no sólo largos
da: dicha oralidad a menudo es legada por [a gente de servicio que circula períodos sino acontecimientos fundamentales: llega a ellos escapando de
por su thmilia a lo largo de su int'ancia y adolescencia. Gorriti es tiel a esos sendas persecuciones políticas a los hombres con los cuales le toca com-
testimonios en el interior ya de sus textos de recuerdos biográficos, ya de partir su destino. Un paralelo con signo inverso, porque. declarados los
sus ticciones. Gorriti «reos de la patria» por el gobierno federal, en el primer caso aban-
Hay un sonido que saben alcanzar los vientos y que puede escandirse a dona Argentina ( I 83 I ) huyendo de un caudillo -Facunclo Quiroga- junto a
través de las palabras de Juana lVlanuela Gorriti, como un silbido. La vihue- su padre; luego ( 1847) huye con otro caudillo -Manuel Isidoro Belzú- que
la, la quena, el yaraví, «El secreto de los peñascos o el chifle del indio» lo es su esposo desde 1833, hacia tierras peruanas, porque el coronel suble-
reconocen. Ese sonido se cuela y parece angostar ciertas frases, tiene la vado está bajo sentencia de muerte'en su patria.
cadencia del quechua o el aymará. Su lugar restante es Buenos Aires, tierra en la que muere y con la que
Juana lvhnuela está atravesada por los celTos de la provincia de origen, mantiene una relación algo conflictiva. sea por el clima que daña sus deli-'
baste ver ese dilatado universo que consdruye El mundo de los recuerdos cados bronquios, por el entorno cultural y político, o por el exceso de movi-
de 1886 o su homenaje de La tierra natal en 1889. Un par de tiguras entra- miento, la capital de la Argentina no parece ser el sitio de su mayor res-
ñables y heroicas resaltan en el momento de circunscribir Salta con su guardo o placidez. Sin embargo, es un punto inevitable y su circuito de
lápiz. El general Martín Miguel de Güemes, amigo y compañero de su relaciones aquí le permite también muchas experiencias importantes, como
padre, quien la bautizara en sus primeros años «la t'lor de la maleza» y al la merecida edición en vida de la totalidad de sus libros escritos y la pron-
YJ,|'
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15 " _,.

ta aparición póstuma de aquel con el que se sostuvo hasta el último aliento árabe, el gusro gótico. Hay un amor dramático y elixires que remiten a
y que constituye una pieza única de la literatura decimonónica, Lo íntimo Romeo y lulietct,y ciertas concepciones características: la de la abnegación
(c. t893). maternal por encima cle cualquier otra fuerza, y (duele señala¡lo) la del
Este cuaderno compuesto de tiagmentos de corte autobiogrático que racismo. La esclava negra y, sobre todo. el astrólogo judío son los perso-
atraviesan casi dos décadas ( 1874- 1892) es singular en tanto testimonio de najes paradigmáticos para vehiculizar el indisimulable rechazo. Gorriti,
su posición como mujer. de sus pasiones, sus vaivenes, sus saltos en el que integra con tal riqueza la tradición indígena. no es capaz de hacer lo
mapa y en el calendario. Se raza un derrotero levemente desprolijo en lo mismo con las otras tradiciones que le son más ajenas; los marcados pre-
que a cronotogías y espacios se refiere, porque la narradora escribe saltea- juicios antisemira y, en menor medida, antiatiicano, que contbrman marcas
do y reordena. con una légica que más responde a la de la memoria que a culturales de la época, son el vestigio más int'eliz de sus textos, que la crí-
la de la inmediatez del acontecimiento, aunque ambas dimensiones convi- tica nunca señala.
ven. La obra es destacable por lo que ella elige y lo que olvida, sobre todo «La quena» halla, muchos años más tarde, una especie de epílogo en el
aquello que silencia cleliberadamente, datos de su propia existencia que «Manchaypui¡g» que presenta La Alboracla del Pl«tct y con pocos meses de
sabía bien que sus lectores querían o querrían conocer de prirnera mano. diferencia reproduce tvlisceldneqs. Corriti traductora nos ha enseñado que
Por ejemplo, acerca de los hombres a los que amó, más allá del general detrás de la palabra «quena» late siempre lo que su etimología sabe ac¿rrre-
Belzú. el marido de quien sí se ocupa en sus textos -al fondo de Panora- ar, [a pena cle amor, et ..rtvlanchaypuitoo es «el yaraví de 'La quena'», es
tncts cle lu vida-, para mostrarnos su abnegación y su desilusión (las de ella) decir, la música Cle su instrumento de ingreso en el mundo de las letras'
pero también para rescatar el perfil histórico de quien f'uera el presidente cle Junto a los ecos indígenas y telúricos de aquel relato, se ubica «El tesoro
Bolivia (t848-1855). El mismo año en que Belzú asume por la fuerza el cle los incas>, y, en el otro extremo. «Tres noches de una historia" con lla-
gobierno boliviano, Juana Manuela abre su primera:escuela para niños' Es mativo escenario europeo.
l8-18: ella, una treintañera con vocación por la enseñanza de las primeras Otros, como «La novia del muerto», «La hija del lvlashorqss¡o'' '<El
letras; é1, un militar maduro con ansias de mando; ella decide no acompa- lucero del Manantial; Episodio de la dictadura de don Juan lvfanuel de
ñarlo en el pocler. Rosas» o «Una noche de agonía; Episodio de [a guena civil argentina en
Las hijas de ambos, Edelmira y Mercedes -quienes nacen en (c.) l83a y l84l» dan cuenta de la importancia del rosismo como rnovimiento polÍtico
1835- tinalmente permanecerán con su padre. En la distribución del afec- de un largo segundo cuarto del siglo XII y de [a obvia int'luencia en la etapa
to o la contención, si ésta pudiera medirse por cercanía y afinidades' ensa- cle formación personal e intelectual de Juana Manuela, así como de las con-
yaríamos que Edelrnira, cónyuge del general Jorge Córdoba, sucesor del tradicciones a las que este proceso y la tigura misma de Rosas la someten.
suegro en la presidencia, porque éste Ie da paso, es la hija para Belzú. Mer- Pues a Juana ñIanuela, como a prácticamente todos los intelectuales del
cedes, la poeta, casada con Ricardo Dorado y muerta prematuramente (en período, Rosas la fascina y la repele a un tiemPo. El interior de sus ricas
1879) es la hija para Gorriti. Política de las pasiones. ficciones es también el lugar donde probar la resistencia del paradigma
Otra vuelta de tuerca hará que en I 865 suene la hora del asesinato de ese rosista, donde intentar el balance histórico, incluyendo la rep:ración, y
hombre y la del mayor éxito literario de Juana Manuela. En medio de las militando en un mundo dicotómico, llEno de negros y blancos, malvados y
realidades más crueles y ciertos sueños alcanzados, publica -bajo la tutela muy buenos, donde, de súbito, se cruza una sombra; la seducción no se
generosa del doctor Vicente Gil Quesada- una colección de sus relatos con- disimula; Rosas (en parte, acaso, como el propio Belzú) la atrae, ella Ie
formando por primera vez un libro que le permite ingresar en otro tipo de Ieme y lo rechaza. Lo demoniza y reconoce su fuerza. Querría, angelical,
circulación, no ya la del periódico o el tblleto. piadosamente, salvarlo.
Entre todas las narraciones valiosas y de corte diverso de Sueños y rea' Juana Manuela -+s preciso decirle fue una mujer valiente. Una tran-
lidades se incorpora una inicial y no por ello menos lograda, <<La quen»>, gresora, pero no una marginal. Supo conciliar las necesidades que su época
que ya había aparecido, suelta, en La Paz en 1851. Constituye un ejemplo le imponía con su propio impulso creativo y sus dictados vitales, ganándo-
de líneas que reaparecerán en las ob¡as futuras, el relato enmarcado, la se un espacio para concretar Su deseo, con un despliegue de tácticas aún
estructura y la atmósfera que no ignoran Las mil y una noches, el toque hoy admirables. Los viajes, los disfraces, los relatos. Todas le sirven para
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llegar adonde quiere. dando placer y procurándoselo. Pues cuando sea sus actirudes de humildad y reserva. La literatura de Gorriti y para Gorriri
necesario camutlarse para salir de la escena conflictiva, nada lo impedirá; puede funcionar o aparecer como institución, como conjuro, como señue-
una demostración rotunda se halla en la travesía que realiza hasta Salta, en lo, como juego, mas nunca como ornato o capricho (en esto reside su voca-
l8"lt ó 1842, con atuendo masculino (y que.en parte, se evoca en su rela- ción verdadera e insólita)
to «Cubi Amaya: Historia de un salteadoo, de [863). Lx Veludas literarias transcurren en Lima a lo largo de 1876 y l\j7,
.{sí, si hay que vestirse de varón para regresar a la patria. desdeñando aunque no son las únicas reuniones en las que Gorriti aparece como anti-
peligros. apartándose del lazo del marido, lo hará. Si hay que escribir con triona. En distintas ciudades y momentos su casa estará abiena parra recibir
ciertas veladuras para decir lo que se quiere enun estilo adecuado para una a los principales intelectuales y viajeros. Sin embargo, aquéltas sí son las
mujer, de modo que sus palabras puedan ingresar a las mesas familiares sin únicas de las que nos queda una memoria escrita, riquísima desde e[ punto
resistencia. lo hará. Si hay que mostrarse menos directa, más diplomática, de vista literario, el cle las relaciones humanas y culturales, y ciertas cos-
más esquiva. sin dejar de ser sincera y sin dejar de perseguir el propio ideal,
desplegará todos sus recursos retóricos y corporales para alcanzar la meta '"Tilii:i:;[:: ,, rasso que cara*eriza a ra persona y ra escritura de
pretijacla. Si hay que estar en un sitio menos visible para encontrarse con el Juana Manuela, marcadas una y otra por el sentimiento de pérdida o el des-
amante. valdrá la pena. Y (cuando se es una mujer reconocida públicamen- pojo que llega hasta la línea de su atuendo. La austeridad se presenra en
te, en tanto hija de, sobrina de, esposa de -según las pesadas posesiones de tanto signo de nobleza heredado de aquellos que supieron renunciar en aras
ésa y cualquier época- y, sobre todo, en tunto escritora) si hay que convi- de la patria. Mas su literatura en sí no reviste un estilo de despojo. Hay en
vir durante nueve meses con la evidencia de una criatura que no se conci- ella acciones de desprendimientos permanentes por parte de los personajes
bió dentro de una alianza matri.monial, buscará la forma de que resulte o del yo autobiogrático, pero no una escritura de desprendimiento en [o que
rnenos estridente. circunscribirá las tionteras, evaluará los viajes y dará a a la economía narrativa o estilística se retiere.
Iuz a los hijos deseados (Clorinda y Julio F. Sandoval son aquellos cu,vos En contraste con tal atmósfera. en las Vela¿ltls puede advertirse también
nombres conocemos). Traspapeladas en medio de los embozos, oculta- el rasgo de humor, la charada, el acróstico; en tjn, estas citas constituyen
mientos, simulaciones, asoman las siluetas de dos modelos internacionales un ámbito para jugar con el lenguaje y desolemnizar lo literario.
contemporáneos: George Sand y Fernán Cabailero, aunque Gorriti jamás se Narrativamente, Juana Manuela practica e incluso crea (o recrea) múlti-
resguarda tras un pseudónimo masculino, como sí harán otras escritoras ples gdneros, que ella misma se encargfa de señalar rnediante títulos o sub-
argentinas de entonces. títulos altamente explicativos, tacilitando de este modo una guÍa de lectura
Entre todos los juegos de apariencias, hay uno que reclama la atención y demostrando, sin proponérselo, su capacidad clasificatoria. Huelga ret'e-
por su indudable potencial literario y por la repercusión que alcanzó den- rir que es una gran lectora. Podemos rastrear su conocimiento de Edgar
tro del círculo cultural de su momento: su invención, junto al pintor y lite- Allan Poe («El emparedado" de Panorctmas de la vida lo delata) o de La
rato Bernabé Demaría, de la poetisa entrerriana Emma A. Berdier. Emma Rochetbucauld, de los clásicos griegos o de sus contemporáneos latinoa-
está llena de ecos. Es, en principio, una llamada cara a la historia de la lite- mericanos y frecuentemente amigos, como Ricardo Palma o Clorinda
ratura desde 1857 con Flaubert. El nombre reaparecerá en distintos con- Matto de Turner; o los argentinos poetas, narradores, traductores y ensa-
textos, Gorriti hace de Emr¡a un pseudónimo frecuentado en sus tareas de yistas del período como los hermanos Gutiérrez y José Hernández, o de los
prensa. Especialmente en La Alborada del Plata (1877-8), adonde llegan novelistas franceses de la segunda mitad del siglo XIX.
muchos de sus propios relatos que más tarde ser¿in recogidos en libro, la Esos variados formatos discursivos [e permiten agrupar y dividir su pro-
vemos aparecer escudada detrás de una simpática Emma. Este periódico pia obra de modo inteligente, mientras cuenta, a su vez, con Ia ayuda de
que funda y dirige (hasta que lo delega en Josefina Pelliza) cuenta con un algunos grandes compañeros: el mencionado Quesada o Santiago Estrada
antecedente importante, el que había gestado en Perú, junto a Numa Pom- -merecedor de uno de sus PerJiles-, o sus esnlerados editores Félix Lajoua-
pilio Llona, en 1874, La Alborada. ne y Carlos Casavalle -quien está en contacto con sus textos ya desde las
A partir de los años 70 para ella se suceden ciertos reconocimientos de épocas de las colaboraciones de Gorriti en la Reyísla del Parantí (1861)-.
carácter institucional, desde diversas localidades; pero siempre mantendrá Entre aquéllos destacan las leyendas, los episodios, las impresiones, los
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pertiles, las descripciones, los recuerdos; de modo menor, las biografías, añosa escritora madre en el lugar de la frase terminal. De hecho, la suce-
las veladas. En los géneros y subgéneros con los que trabaja suele combi- sión de pérdidas y su'propia enfermedad como huéspecl vitalicio van impri-
nar criterios tbrmales con criterios temáticos para su ordenamiento. De miendo un jadeo creciente en las inscripciones de Lo íntitno.
modo que descubrimos cómo las leyendas son aquí históricas, allí andinas, El pulso de la bronconeumonía oprime y entrecorta el texto a medida
más allí bÍblicas... que nos acercamos a sus páginas finales, y determina el ritmo de la escri-
De pronto, el tema y el molde inventan su propio género, insustituible si tura. Esa respiración, ese latido son la expresión más acabada e indudable
hubiese que hurgar entre los papetes decimonónicos para superar esa defi- de su dolor y delimitan un doble alcance: la extendida confesión de su debi-
nición. Por ejemplo, en «conl'idencia>, (para «Quien escucha su mal oye; lidad, para el lector, y para sí, el demorado epitafio. «Pasa, mujer, prS?»:.
Confidencia de una confidencia") o en Cocina eclécticct (1890). En é1. el
eclecticismo tiene que sostenerse sobre algo, y ese punto de sostén en sus
distintos aspectos -en tanto reunién y procesamiento de datos, por un lado,
y en tanto apoyo económico, por otro- es la Argentina (por ley nacional de
1889 se determina la subvención). El eclecticismo de Corriti es, sobre todo,
un ensayo acerca de las pcsibilidades de la unión latinoamericana, de la
búsqueda de los factores comunes y mucho más que el respeto por las dife-
rencias, la actitud de aprendizaje y admiración ante ellas.
En 1886, viaje y escritura van de la¡nano: se viaja para recordar, se
recuerda para escribir, se escribe para seguir viviendo. El mundo de los
tzcuetdos lo costea el gobierno salteño. Así, en escala local o nacional,
Gorriti va pertilándose como escritora argenrina de reconobimiento indis-
cutible,
En 1878 le llega la tramitada autorización para ausent&rse de laArgen-
tina por dos años y por último -en 1883-, para hacerlo de manera definiti-
va, aunque finalmente no sólo no lo necesite sino que termina siendo su
país natal la tierra de su partida irreversible.
Parte de la fascinación y la extrañeza que ejerce Juana Manuela en sus
contemporáneos y en las generaciones sucesivas reside en lo oculto: aque-
llo sobre lo cual aún penden velos (datos de su biografía que se empecinan
por volverse esquivos) no menos que esas prácticas esotéricas que la mues-
tran, apenas, sigilosa y radiante, como dama de rituales extraños, confian-
do y abandonada a la luz de la luna en una danza secreta cuya trascenden-
cia no nos trasluce. Este influjo, sin duda romántico, fuerremente literario,
apasionadamente ocultista, es deudor de doctrinas como las de Mme. Bla-
vats§ (cuyas ideas empiezan a repercutir en esa época entre ciertos argen-
tinos que, ávidos de lecturas, prueban sin prejuicio el abordaje a libros de
variada raigambre) y acaba por ser muy poderoso en Gorriti. ! Incluso a riesgo d,e quemarse, Gorriti aspira a atcanl,ar la lui, Leetnos en uno de los
pdrrafos nuis vivos dentru del par de páginas finales de 1892: oYo he prucurado hacerme muy
Más allá de cualquier esperanza espiritual, las muertes escalonan sus buena, sobru todo en mis úbimos años, y aunque algwas veces se me destiñe, Dios en su mise-
textos, como tributo o como desesperación, como queja al destino por su ricordia hard la vista gorda a estos pecadillos, y me diní: pasa, mrle4 pasa.
Y ha de permitir que vaya a motor en el resplandeciente Júpite4 o en Saturno, que diz está
propia sobrevivencia o como reconocimiento de un capítulo histórico.
sufricndo, según Flamnarion, no sé qué terribles incendios". (Lo íntimo, Ramón Espasa, s/f,
Entre las muertes, las de sus hijas Clorinda y Ivlercedes arrinconan a la p. 16l).
Juana Manso

Li¿liu F. Levvkovvic:

De entre las tiguras t'emeninas ejemplares que sobresalieron en el siglo


XIX, pocas destacan con rasgos tan detinidos y apasionantes como Juana
Paula Manso. Escritoru y periodista. pero esencialmente educaclora, estaba
empeñada en «combatir la ignorancia, y det'endía con vehemencia los
derechos de [a mujer. Dos tiases célebres acuñadas por ella dan idea cabal
de su temperamento: «La ignorancia me rechaza» y «Cada uno es lo que es
y no lo que debiera sep>. Fue partidarii¡ de la libertad de prensa, según sus
palabras: «la más bella de las conquistas civiles". También sostuvo que:
«La verdadera prosperidad de un pueblo, como la verdadera nobleza de los
individuos. está basada en la educación".
Nació en Buenos Aires el 26 de junio de 1819, hijadel ingeniero anda-
luz José lvlaría lvlanso y de la porteña Teodora Cuenca. Bre-uó por ampliar
la participación de la mujer en el sampo de la ecluc¿rción y por anular las
discriminaciones impuestas por su condición de género. Había leído con
fruición a Ceor-9e Sand y a Concepción Arenal.
El desacuerdo con el régimen de Rosas la lleva a exiliarse: primero en
Montevideo, donde conjuntamente con su madre t'unda «El Ateneo de
Señoritas" (1841). y luego en Brasil, país en el que dicta clases de caste-
llano y tiancés. Allí conoce al violinista Francisco de Saá Noronha. Se
casan y en l8-16 parten rumbo a los Estados Unidos. Él compone para su
cónyuge dos zarzuelas. Con posterioridad visitan hacia la isla de Cuba
donde son bien recibidos. Pero Juana critica el despotismo militar impe-
rante en la isla en sus Recuerdos de viaje ( 1846).
En su regreso a Brasil tlnda en 1852 el periódico O Jornal das Senho'
ras en Río de Janeiro, cuyo primer número apareció el 4 de enero de ese
año. Es amplia su labor como traductora, del francés, del inglés y de sus
propias obras escritas en principio en portugués. Trasladó al castellano el
Reglamento de Bibliotecas de New York.

La periodista

Juana Manso ve en el periodismo un medio para exponer sus ideas. En


su propio periódico brasileño publica el día ll
de enero de 1852 un artícu-
12 43

el
lo intitulado «Quem eu sou. e os meus propósitos" (Quién soy yo y cuáles Uruguay hacia Corrientes. Se cumplen las órdenes rosistas que exigen
son mis propósitos). Así se contesta: una mujer escritora y, además, direc- encarcelamiento de los emigrados y su posterior envío al Brasil. Alsina, al
tora de un periódico. Se autotitul'¿ Fe¡nme Auteur. Lo que se propone es igual que Brian en La catttiva cle Echeverría, le propone a su mujer que
escribir sobre diferentes temas, pero sobre todo de las mujeres, de sus dere- huya y que viva para su hijo ya que su muerte tue decretada' Juana Nlanso
chos y cle su misión. se encarga cle destacar las dotes de estoicismo t'emenino frente
a la adver-
A su regreso del destierro, funda en 1854 el Álbum de Señoritas, cuya sidad. Et preso se halla custodiado por Simón y Ntiguel, sicarios de Rosas'
tirada alcanzó ocho números. Desde el primero, aparecido el lo de enero de ambos gauchos cabales, y que desarrollarán luego una visión más humani-
ese año, se plantea. entre sus sus objetivos, probar que cuando Dios formó taria de la situación, hasta preguntarse si acaso el gaucho no es hermano
del
el alma humana no le dio sexo. En los artículos literarios aspira a dar pre- «pueblero».
eminencia al anlericanismo, lo que conllevaría ct la emancipación mentul Manso reintroduce la temática cle civilización y barbarie. Todos los
edu-
tle los ciudadanos. Hace en este núrmero alusión a una constante que man- males provendrían de la incultura. Consecuentemente la necesidad de
tienen las escritoras del siglo XIX en su temática: la mujer-objero. Así lo su hijo que todos los hombres son
cación se hace ineluclible. Alsina dice a
manifiesta: «eres cosa y no mujer cuando de emancipación se habla>r. En hermanos; calit'ica la pena de muerre como bárbara y antihumanitaria y en
perdón y jus-
sucesivos artículos exige educación para el indio por parte de los jesuitas y lugar de recomendarl* ,.ngonro y odio, solamente le encarga
puntualiza que no desea más pleitos entre las distintas religiones de Bue- ticia. También le pide que «considere a la mr-rjer no como esclava' sino
nos Aires. Con el número 8 del l7 de t'ebrero de 1854 la redactora da por como comp¿lñera, como la madre de sus hijos y la mejor amiga»-'
concluidas sus tareas. Antonia Maza abandona su pasividad romántica y planea la tuga de su
Es codirectora del periódico Lct flor clel uire, apareci<lo entre marzo y marido ahora en consonancia con Simón y lVIiguel, ya convertidos en ami-
abril de 1864, conjuntamente con Lope del Río y Eduarda Mansilla. La flor gos de la pareja. El último capítúlo se titula «La fugar> y ésta tiene una auto-
del uire se transtbrma en kt siempre r,,ivn, según se anuncia en el primer ra intelectual: Antonia, que, disflrdzada' y bajo el falso nombre de Nfanuel
número aparecido el 16 de junio de 1864. Allí se adhiere a la idea de la Torres -encomenclado a buscar los presos políticos que serían ejecutados
mujer emancipada. Esta publicación finaliza con e[ número 4 del 9 de julio esa noche en el Retiro-, se reúne con su cónyuge. Bajo su capa lleva a su
del mismo año. Colaboró además en el periódico El Inv'cílido Argentino pequeño hijo. Se embarcan y pafien hacia el Uruguay' A la mañana siguien-
bajo la dirección de Juan María Cutiérrez y en varios diarios uruguayos. i" *oton a su padre Vicente Ramón lvlaza y a su hermano Ramón Maza'
No sin razón se ha señalado la peculiaridad de la mirada de las escrito-
ras con respecto a la de los varones. Ellas hacen una especie de frente
La noyelista común de opinión en contra de la guena civil. Ninguna quiere que siga y
todas consideran la posibilidad de la conversión o de la mutación de los que
La primera edición de su novela fuIisterios del Plata, escrita en por- forman parte de la contienda, así como de los amores entre contrarios'
tugués, comenzó a aparecer, por entregas, en el periódico O Jornal das Juana lvlanso supo ajustarse a ese desafío que supone la interpretación de
Senhortts, a partir del4 de enero de 1852 hasta el2 de junio del mismo los hechos políticos desrle la perspectiva de la mujer.
año. La narración expresa el cuadro de la época. Se percibe en ella el La novela La familia del Comendador se comenzó a publicar en el
grito angustiado y hondo de la generación romántica argentina durante Átbt m de Señoritas pero al desaparecer éste se dio a conocer en forma de
el período rosista. Es paralela aAmalia de José Mármol (1851). libro en 1854. La autora desarrolia aquí una tesis basada en la oposición al
El talento literario de los enemigos de Rssas se hizo cargo de la Histo- racismo, a Ia esclavitud, al odio religioso y, como buena adelantada, a la
ria. Seres ficticios y reales demuestran en sus obras el apartamiento del país superación de convenciones familiares en el logro de la felicidad. Esta
con respecto a las normas democráticas, que Manso registra aquí en la narración es sigue la huella de La cabaña det Tío fom de lar1et Beecher
manía persecutoria del gobernador contra los unitarios. Entre ellos milita la Stowe. La escena transcurre en los ingenios det Brasil, en Botafogo, donde
familia del doctor Valentín Alsina: su mujer Antonia Maza y su hijo Adol- el esclavo negro sirve, como en Cuba, para el cultivo de la caña y forma una
fo, personajes que regresan en la balandra <<Francesca de Rímini» desde el masa poderosa en la población del país.
, a§plFtiEtE!-iári.r: ?
..:¡:"-. ,I l

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44

La trama de la novela es rnuy complicada: un embrollo de cruces racia- Dirige los Anal¿s de la Etlucctcirjn (1865) fundados por Sarmiento tres
les y farniliares. donde una tigura: lVlauricio, rompe los estereotipos, y se años antes. En 1859 éste la designa directora de la
Escuela de Arnbos Sexos
que introduce la novedad de la enseñanza mixta y resulta insultante
casa con lvfariquita. que representa lir parte prestigiosa, blanca y legítima para
a todos los
de la tanrilia. Juana lvlanso clesc'nmascara en é1, médico, mulato, ñlósofo y muchos porteños (finalmente, en 1865, es obligada a despedir
el Departamento de Escuelas avalada
espiritualista. heredero rle su abuela blanca y legitimado su casamiento alumnos varones). En 1869 organiza
a la honorable NIary
también por ella. la t'eroz inconsisrcncia del racismo. Desmiüñca sus pre- por Sarmiento. Así le escribirÍa el autor del Fctcwtdo
sexo que ha com-
juicios y los disuelvL. coln() una ilusicin escénica detrás de la cual se halla Vtann de Massachussets: «Juana Ñlanso es la única de su
de la
la verdad humana. prenclido que bajo un humilcle empleo de maestro está el sacerdocio
La noveli.stl resunre 1, retle.la en Lu Jhmiliu del Comendador la historia iibenu¿ y la civilización... '¡Qué atmóst'era para los trabajos de la inteli-
de .\mcrrica Lttina: colonizlciones. tiranías y fratricidios son constantes gencial'".
que se reiteran y que. sin ernbargo. no logran apagar en ella un atisbo dc Asiste a la Primera Conferencia cle lvfaestros en 1870. En 1871 es nom-
esperanza. También debemos a Juana illanso un drama en cinco actos: la brada Miembro cle la comisión Nacional de Escuelas. En 1872 es
cotun-
revoluc'ión ¿le ntrn't¡ le ttt t(). esc-riro en el año 1864. Coincidentemente con dadoradela«SociedadPestaloz2i»'cu}osmiembrosdanaluzelperiódi.
Echeve¡ría. para la escritora rl,f«ru quiere d.ecir Emancipación, ejercicio de ca Etlucación lvl odernct.
la actividad libre clel pr-rcbkr al'gent¡no. Pntgreso. Entabla con la educadora Mary iVlann (también traductora del Frtcuntlo),
una notable correspondencia. En la carta y en su tunción pragmática
comu-
nicativa encuenrra Juana Manso la oportunidad de cronicar aspectos de

nuesrra educación. cumple, además, el papel de difiisora cle lcr inJbrma-


La poetisa'
ción. De esta manera, la Nlann se intbrma del desenvolvimiento de su cole-
Juana Nlanso clesarrolla una labor poética de neto corte romántico. ga rioplatense. cle su tenacidad y del mornento político que vive el país. La
Publica en lVlontevicleo en honrenaje a sus amigos Adolfo Berro y Alejan- tg"niin, dituncle e[ enorme apoyo que recibe de la norteamericana. Esta
per-
dro IVlagaririos Cervantes. A instancias de Sarmiento su poesía es conocida ,,rirlu ru obra poética, la hace traclucir y ta invita a asistir a cursos de
feccionamienro en el país del None: «Aquí usted sería alguienr, le propo-
en los Estados Unidos. Natlir rrtenos que Henry Longfellow traduce uno de
sus poemas. ne. La correspontlencia enre ambas explora el mundo interior de las muje-
res que enseñan. y analiza las preocupacione-s y bonflictos que enfrentan en
su piot'esión, así como la necesidad de tlesarticular las vigentes concepcio-
La educadora nes y clichés sobre su género. Las une un sentimiento común acerca del
magisterio. Juana Manso tradujo las obras cle Horace Mann, su cónyuge.
En toda su obra se pertilan sus intenciones docentes. SostenÍa que la quien prefirió el car_eo de direcror de escuela al de gobernador de Boston.
educación debía ser un cuarro poder del Esrado con Constitución, Ejecuti- iuegode su muerte, la Mann incita a Sarmiento a que se escriba una bio-
vo y Legislatura propias. Pese a sus apologías y rechazos hrvo el aval de grafía sobre ella y agrega: «Esta mujer debería ser inmortalizada".
Sarmiento para desarrollar su ciclópea tarea, descontando su accionar indi- Juana IVIanso inaugura en Chivilcoy [a primera Biblioteca Pública el l0
vidual y su lucha en pos de sus ideales. En l862le envía al general Mitre de noviembre de 1866 con una conferencia sobre educación. Es [a primera
una obra de su autoría titulada Corupenclio de la historia de las Provincias vez que et público paga para oírla, y dona Io recaudado a la biblioteca.
Unidas del Río de la Plttta. El destinatario propone que sea implantado Hace leer a una de sus hijas, el cuento de Juana lV1anuela Goniti «Una hora
como texto en las escuelas primarias, lo cual ocr¡rre al año siguiente. Es el de coqueteúa>>, y remata su estadía con esta sentencia: «Los templos del
primer libro sistematizado que se usa en las escuelas primarias argentinas. Progreso son las escuelas y las bibliotecas en su arquitectura especial'>.
, :r. Á p"r* de todas las repulsas no dejó de ser reconocida por personali-
dades e instituciones de su tiempo. La Sociedad «Círculo Literario',>
(1864)
t Ver el trabajo de Lea Fle¡cher la nombra Funcladora Honoraria. En 1868 la Sociedad «Estímulo Literario"
ett este dos.¡ier
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la incorpora en su seno. El l6 de junio de 1870 es lvtiembro Honoraria de Eduarda Mansilla


la «Asociación Amigos de la Instrucción Popular» de Mendoza. Montevi-
deo la cuenta también entre sus sociedades. Fallece el 24 de abril de 1875.
Consideramos que tue la mujer más destacada del siglo XIX argentino.
Su planteamiento fue realmente atrevido. Hizo lo que ninguna mujer hubie- fularía Ro.sa Lojo
ra osado: se negó a aplicar lo que ella llamaba virtudes negativas: callar,
ignorar y obedecer. El uso de la palabra escrita tue su grincipal arma, pode-
rosa a [a vez que sencilla, pero que encendió no pocas mechas con una ele- Hija del general Lucio Norberto Mansilla y de Agustina Ortiz de Rozas
(la bella hermana menor de Juan N[anuel de Rosas), Eduarda nació en Bue-
-eante ironía. Fue pródiga en estímulos para las mujeres en las que veía el
germen o expresión de su propia conciencia. Apoyó la Ley del Matrimonio nos Aires en 1834. Fue la segunda de los cinco hijos del matrimonio y tuvo,
Civil que otorga derecho.s a la mujer, así corno los derechos del niño y la presumiblemente, una inf'ancia privilegiada y f'eliz. lv{ientras la oposición al
eliminación de castigos tísicos hacia é1. gobierno de su tío materno prefería exiliarse -si de intelectuales se trataba-
Su permanente idea de educar al soberano llevaba implícita la esperan- en Chile o en la Banda Oriental. o a Veces (si los perseguidos eran milita-
za de que siendo libre, ningún gobernante vendría a decirle mediante un res o paisanos gauchos) cruzaba la lrontera interna hacia las tolderías abo-
decreto; «La Ley soy yo, e[ soberano soy yo». Recalcamos la actualidad de rígenes, los niños lvtansilta distiutaron apaciblemente el viejo mundo de la
su pensamiento pues corno bien dice José Luis Romero «la historia no se familia extendida y la casa colonial de varios patios, sin dejar de recibir por
ocupa del pasado,,le pregunta al pasado cosas que le interesan al hombre ello la mejor educación accesible en la Buenos Aires de su época. El temi-
contemporáneo». Juana Manso responde a nuestros actuales interrogantes. ble Don Juan Manuel era para ellos sólo el tío at-ectuoso que, todos los
sábados, les regalaba un peso fuerte, una docena de divisas coloradas y un
retrato del cauclitlo f'ederat Juan'Facundo Quiroga, Según atirma en sus
Merrcrias su hermano mayor. Lucio Victorio -1831-1913-, luego fhmoso
clandy, militar, periodista y autor de Una excLtrsión ct los indios ranqueles
(1870), Eduarda era por entonces «monÍsima, inteligente' lista, donosa".
aparte de más sensata y valiente en lo que se refería a lidiar con los fhntas-
mas y aparecidos evocados por los cuentos de los servidores negros. Dota-
da para las letras, como Lucio. pero también, al contrario que el t'uturo
escritor excursionista, para el canto y la música, aprendió rápidamente idio-
mas, y, según se ha contaclo repetidamente, habría actuado siendo aún una
niña como traductora e intermediaria entre el gobernador (sin duda orgu-
lloso de las aptitudes de su sobrina) y el conde Walewski, enviado de Fran-
cia durante el tiempo del bloqueo al puerto de Buenos Aires.
Mediación, traducción, contacto perrnanente con el extranjero, así como
el refrnamiento y el cosmopolitismo que le otorgaron sus viajes y una
amplia bultura letrada, han de marcar el destino de Edua¡da, pero no impli-
carán nunca e[ abandono de una profunda identidad criolla vinculada al
pasado federal de su familia, al mundo rural, y al legado de la antigua tra-
dición hispánica; la confluencia de ambas colTientes contribuye a explicar
la síntesis comprensiva que se opera en su obra y los debates que la cruzan.
Casada con el diplomático Manuel Rafael García Aguirre, acompañará a su
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ürctru1critct (1612), clota a Lucía de un pasado y una genealogía; reconstru-


libros -uno de ellos: Pabto, ou la vie clans les Pampas (1869), en lengua
ye, a partir de una cuidada investigación histórica. la España de Carlos V; su
trancesa, durante su estadía en ese país-; tendrá seis hijos, algunos de los
heroína crece, cambia, evoluciona, en esta verdadera «novela de tbrmación"
cuales llegarán a la mayoría de edad sin haber pisado la tierra de sus padres.
f'emenina, con dimensiones ni siquiera avizoradas por el cronista. Pero su
No obstante, Eduarcla se esforzó siempre por mantener una relación cons-
obra más logracla es, segurame nle, Publo ou la vie cluns les Purnpas,que, den-
tante con su público lector argentino. Desde sus años juveniles, lo hizo a
üo de una poética aún romántica, equilibra retlexión y narración, descripción
trav'és cJel pcriotlismo'. con artículos y crítica de arte (colaboró en Ltt Flor
y clrama, realismo y emoción sobrenatural. en una trami¡ de t'uerte interés con
del Aire. El Atbu, El Plutct Ilusrratlo, La Ondína del Plaru, La Gaceta Mu.ri'
tulminación trágica. Igual intensidad. así como un notable despliegue de
cttt y El Nacional, que no eran publicaciones exclusivamente t'emeninas).
matices psicolégicos y, el ejercicio de [a ironía, se advienen en sus cuentos.
También dio a conoce¡ 5¡5 ¡svelas en la prensa: El méclic'o de San Luis,y
En lo que hace al debate de itleas, Eduarda poletniza en sus textos -para
Lucíu;lliran¿ltt. Novek¿ histórica. aparecieron ambas en 1860 y en el dia-
desacreditarlas- con las series de rígittas oposiciones positivo-negativas
rio La TributtLt, por entregas. como cra común entonces. Ambas tueron fir-
«civilización/ barbarie,, «unitarios/ t'ederales», nilustrados/ bárbaros,',
macl¿s con el pseudónimo ..Danielrr, luego el nombre de su cuano hijo,
«europeos/ americanos», ,rciudacv campaña», sin aceptar de manera irres-
quien clejaría de ella, en sus fulemoriqs. una imagen tan tascinada como
tricta el icleal vigente del progreso como ultimtt rutti0. Analiza sus asime-
entrañablr.. Pctblo t¡tt lu vie elans les Pampas se dio a conocer, asimismo, en
trías y sus clafoscuros, y se sitúa del lado cle los llamados n§f¡!¿¡95>> para
Ltt Tributtu, grucias a la traducción hecha por su hermano Lucio. Su libro
ver en ellos, antes bien, l¡s marcas de la opresión y de la e,r.clusión. Y esto
Cuentos ( 1880) t'ervorgsamente elogiado por Sarmiento, inauguró en el Río
xnres que su hermano Lucio y que José Hernández, ya a partir de El médi-
de la Plata la narrativa pxra niños: los relatos de Creaciortes (1883) cruza-
co cle Stm L¿r¿s, doncle la desdichatla historia del gaucho Pascual se retuer-
ron una sutil percepción psicotógica introspectiva con situaciones thntásti-
zarson el alegato clirigido a los legisladores desde la voz níuradora, pala
cas y alegórico-simbólicas. Su último texto nafrativo conocido es la nove-
denunciar la «barbarie de la civilización,> contra los desposeídos: «Acusáis
la corta (Jn amor ( 1885). Su rica experiencia de «nómader, (como la llama
en vuestra vaniclosa ignorancia al gaucho de cruel y sanguinario; acaso os
Bonnie Frederick. en tanto viajera Que no es sólo «turista>) sino que debe
creéis vosotros de otra raza. de otra especie; olvidáis 1o que es ese gaucho,
volver a instalar su cas¿l de país en país) motivó uno de sus Iibros más inte-
a quien medÍs con la vara de vuestra justicia, igual para uno de vuestros
resantes, y muy ¿itípico, por cierto, entre las escritoras argentinas de la
hijos. que para uno de esos desgraclados. que jamás oyó pronunciar esa
época: los Recuerdgs cle viuje (1882) basado en sus dos residencias en los
palabra justicia, sino con el terror que a ellos les inspira la tuerza..." (p.
Estatlos Unidos. Escribió también algunas obras de teatro: La Nlarquesa de
135). En las obras de Eduarda no sólo hay g¿uchos t'ederales sino unitarios
Alteunira (que se representó y se editó en Buenos Aires en l88l), fularía, El
(como los hubo en l¿ realiclacl); así. su héroe Pablo (enarnorado de la hija
Testamento, Ajenas Culpas, Los Carpani (inéditos) y compuso canciones y
«le un estanciero federal y corresponclido por ella). Y los unitarios pueden
piezas musicales. Según Daniel, depositario de los archivos familiares,
ser instruidos y magnánimos, conlo el comandante Vidal, pero también bru'
muchas producciones suyas de diversa índole se extraviaron junto con el
tales, como el coronel luforeyra (alias «El Duro"), despiadado y analfabe-
baúl en donde estaban guardadas.
to, que mandará fusilar arbitrariamente a Pablo. En realidad' ambos bandos
En tanto propuesta estética, los textos de lvlansilla alcanzan un grado de
Se asemejan demasiado en la t'erociclacl simétrica, que no aparece aquí
elaboración not¿ble, aun novelas juveniles, como la Lucía Miranda.' extensa
como una cuestión de divisas sino como una práctica Social común' La gran
y ambiciosa, de compleja estructura, que incluye recursos como la narración
ciurJad, lejos de ser el <<oasis» civilizado, resulh un desierto peor que el de
en abismo, y un §ido simbólico de reverberaciones e indicios (inrratexfua- la Pampa para el menesteroso sin amigos ni influencias.Y, en ltn, la narra-
les e intertextuales) capaz de vincular mundos, historias y personajes distan-
dora no deja de recordarles admonitoriamente a los europeos que también
tes. Mansilla no se limita a recrear el episodio -presumiblemente legendario-
ellos han sido «bárbaros>> en Su voluntad de exterminio, y que lo son toda-
narrado por Ruy Díaz de Guzmiín en su crónica rioplatense La Argentina ví4, hasta extremos no alcanzados por los gauchos vernáculos. En suma
recibe
-concluye- los numerosos inmigrantes europeos que la Argentina
llegan a ella sin duda huyendo de males que aquí se desconocen'
' Ver e! trabaio de ka Fletcher en este dossier
50 5t

La consideración del aborigen oscila más: desde el héroe sensitivo, la cocina o desde la sala, la dueña de casa podía y debía constituirse en ef-t-
dotado de nobles cualidades susceptibles de cultivo (lvlarangoré, en Lucía caz formadora de costumbres, ejerciendo una acción educativa basacla en la
lvlinmdct), a la comunidad que recibe a los expulsados del injusto orden tolerancia y la justicia, lo único capaz de evitar las guerras intestinas. Ya su
«civilizado» (El rnéclico de San Luis), o al invasor que robu y devasta (Siri- recreación de Lucía rVliranda, lejos de presentarla como mera víctima pasi-
po. o o el cacique de Pablo...). Pero aun en este caso no se e.rime de cierta va le adjudica un papel regulador y transibrm¡rdor, de gran proyección sim-
responsabilidad a los cristianos: o porque no han sabido prever la tragedia bólica. El atán de lvlansilla no es meramente arqueológico sino prospecti-
y amparar a los suyos a tiempo, absortos en su atán de gloria y aventuras vo: señalar el posible papel tuturo de las mujeres en [a nueva Argentina que
(Lucíu fulirandct) o porque ellos mismos degradan a los aborígenes y los ansía convertirse en una república moderna. Así. to que se privilegia en su
complican en sus guerras. haciéndolos instrumento de sus venganzas con- relato no es la trágica situación final de Lucía, cautiva. sino su aptitud como
tra el partido opuesro (El médico de San Luis, Pahlo...); rampoco falta la lec¡ora y eclucadora, portavoz tle untt tradicirjtt culturttl, introductora de
cautiva que pretiere quedarse con su captor ranquel antes que regresar con valores morales y estéticos. y de prácticas técnicas. Ya en las Indias. es la
su marido (la mujer del capataz, en Pablo...) primera en actr¡ar como lenguaraz o intérprete. También media en los con-
Pero tal vez el mayor aporte de la novelista radica en haber enfocado tlictos sur-qidos en el contingente español. bu.sca el acuerdo por sobre las
desde dentro el otro lado de la épica, del coraje viril: la lucha inadvertida rebeldías. anima y conforta. La novela de lvf ansilla coloca en primer plano
de las mujeres, condenadas al abandono y a la espera de los hombres que la tunción educativa de la c'onvetsidn. desplazando a la tunción épica' El
parten a la guerra, así como al aislamiento y la ignorancia que las convier- sujeto heroico masculino y guerrero cede su tradicional protagonismo en la
ten en «parias del pensamiento», «almas prisioneras, «verdaderas deshere- «cultura cimarrona, rioplatense (Assunqño cli.rit), ante un sujeto mujer que
dadas, sujetas a las «luchas des-earrantes de las pasiones humanasr', sin combina rasgos de heroísmo moral (Lucía animando a Sebastián desde la
contar con las herramientas culturales para comprenderlas y dominarlas. hoguera) con un liderazgo basado en las palabras que salen de su boca
Destinadas a vivir en tunción de los varones, y privadas de lo único que en «cual mana de [a fuente que da vi'da, el agua cristalina y transparente» (P.
tal contexto da sentido y objetivo a sus vidas: la maternidad, muchas hero- 289) se dice, vinculando al /agas con una simbología t'ernenina y materna.
ínas de Eduarda encuentran en la locura la única reparación posible, sin El «prestigio social» negado unil'ersalmente a las tunciones desempeñadas
cejar (como fvlicaela, la madre de Pablo) en un reclamo ya inútil de justi- por mujeres (Pierre Bourdieu), sean ellas cuales fueren, se vuelca sin reta-
cia por los hombres o los hijos que les han arrebatado. ceos sobre Lucía Miranda.
No significa esto que lvlansilla desconociese la influencia t'emenina en Ésta es la gran novedad de la novela de Mansitla con respecto a Ruy
la organización íntima de las sociedades iberoamericanas, dentro y fuera Díaz, que también la dil-erencia de la novela contemporánea (1860) de
del núcleo doméstico (tuvo los mejores ejemplos en su t'amilia marerna, Rosa Guerra, donde el modelo femenino es más acentuadamente sumiso y
compuesta de mujeres influyentes, desde su abuela Agustina López de convencional. pues su excelencia ética. su «mérito>> se miden ante todo
Osomio, ante quien el Restaurador se arrodillaba, en la plenitud de su por la capacidad de sufrimiento. üIientras que en el texto mansilliano se
poder, para pedir perdón, hasta su propia y voluntariosa madre o su prima destacan las cualidades activas de Lucía (inteligencia, astucia, entereza,
Manuelita,/actotltm diplomático del gobierno rosista). Pero, si en El médi- desenvoltura, valor heroico), Guerra se concentra sobre la triste gloria del
co de San La¿i destaca la «superioridad» de las mujeres corno agentes de martirio. Por lo demás, en lvlansilla, la enseñanza de Lucía deja semilla en
cambio y de renovación cultural, señala también que esto sucede mientras la joven aborigen Anté, que junto a su amado Alejo, español, escapará de
no sean madres: entonces suelen dejar de ser oídas. Es necesario, pü€s, la masacre final del Fuerte Sancti Spiritu para fundar una nueva comuni-
arrancar a la figura materna de su paralizante asociación con el atraso, la dad mestiza. El linaje femenino, que no sólo reproduce los cuerpos sino la
rémora, las convenciones, y «robustecer la autoridad maternal>> como punto cultura, se coloca así en el centro, puntal del equilibrio de la Argentina
de partida para evitar la disolución social y la anarquía. Lejos todavía del naciente que enlazará tradición e innovación en una voz de mujer, persua-
feminismo y del sufragismo, Eduarda no pidió para las mujeres derechos siva y autorizada.
políticos. Pero confiaba, corno la Harriet Beecher Stowe de quien nos habla Pero no es en una sociedad hispanoamericana donde Eduarda Mansilla
Jane Tompkins, en el advenimiento de una «revolución doméstica». Desde encuentra algo cercano a su utopía educadora femenina, sino paradójica-
52 53

mente, en un país distante sobre el que ella ha volcado una mirada mucho varón 1'ankee dependiente de los deseos y necesidades de sus madres, her-
más crítica que la exaltación sarmientina. Eduarda, rraducrora cultural, manas, esposa.s, hijas. La estadounidense acaba donde empieza
"barbarie"
pero traductora «rebelder,, sabe elegir, en una sociedad que le parece, en la rendida cortesía y la det'erencia varonil hacia mujeres y niños. Los hom-
otros aspectos, de brutal pragmatismo, aquello que podría modificar posi- bres, absolutamente sensibles a la crítica femenina, son capaces de cambiar
tivamente la vida criolla. Es que la Yctnkeekmrl evoc¿¡da con ironía en juicios como los cle la escritora inglesa lv[rs. Trollope, que
cle conclucta ante
Recuerdos de viaje, también resulta ser para el «segundo sexo>>. el país por censura el hábito masculino local de ,.sentarie con los pies más altos que
excelencia de la autodeterminación y la auroestima: ,.La mujer americana la cabeza, (p. I tB).
practica la libertad como ninguna otra en el mundo, y parece poseer una Eduarda observa, en las señoras vankees de cierta ed¿d, un notorio apar-
-sran
dosis de sey'-¡p¡¡u¡tce,, (9. ll7). Dos son sus ámbitos de acción, que tamiento de ta vicla social que las recluye en la intimidad hogareña. Cuan-
parecen opuestos. pero que, desde el análisis de Eduarda (no así desde la do se las interroga acerca de sus madre.s. las jóvenes alegres. a las qr-re
mirada de S¿rrmiento. menos perceptiva) están unidos por un hilo secreto. acompañan sólo sus galanes, responden con naturalidad: S/¡e is an invalid
Las solteras tiencn la calle, la vida pública. el desprejuiciado flirt. Las (p.167). ¿Signitica esto que las señoras han perdido poder. o libcrtad? La
madres reinan en el home. Las muchachas tienden a adornarse en «invalidezr> o ent'ermedad, más metatórica que real. es más bien un retiro
"-ankee.¡
exceso. y a pesar de ser delgadas. comen y beben también en abundancia voluntario que no por eso las priva de ser los árbitros de sus familias' En
(«como héroes de Homero>,, p. 48) manjares no precisamente delicados este sentido, la pintura mús acabada de un ho¡ne modelo -con una madre
(leche y tortugas de tierra en vez de crema y plantillas). Pero esta desme- físicamente invcílitla- se nos muestra en el penúltimo capítulo. Este mode-
sura «antit'emenina, las lleva también hacia ámbitos vedados para las lo se sitúa en Brooklyn, entonces un barrio apartado de NuevaYork, donde
mujeres de otras culturas: los viajes. que pueden emprender sin compañía, hay <<jardines a la antiguay cottqses sin pretensión», «siéntese allí la tran-
la libre elección amorosa, la frecuen¡ación personal no vigilada durante los quilidad, la paz de la familia in-elesa, tal cual la pinta el auror del vtcrnto
noviazgos o relaciones sentimentales. la posibilidad -sin deshonra- del DE wAKEFTELo» ( 185). La ret-erencia a este libro, inspirador de El Üléclico de
divorcio; el trabajo prof'esional. Ante el divorcio. Eduarda (que en el Sr:,n Luis, su primera novela. no es casual.
momento de la escritura estaba en la práctica separada de su marido) lejos En este entorno todo es plácido, nlodesto. artístico, virtuoso, pleno de
de tomar p'¿rtido por la posicién de la i_elesia cakilica en la que se había armonía. Las jóvenes se visten con sencillez puritarra, no exenta de distin-
educado, insinúa una simpatía o comprensión prudentes: «La familia, tal ción. No son fir.rr -esto es. las que iambian con thcilidad, tanto de traje
cual hoy existe -predice con clarividencia- habrá de pasar, á mi sentir, por como de novio-. Pero las miradas de Eduarda recaen, una y otra vez, sobre
-eirandes modificaciones, que encaminen y dirijan el espíritu de los t'uturos la madre: «una bellísima ancianü. paralítica, de tez delicada y facciones
legisladores, para cortar este moderno nudo gordiano.,, (p. lal). Frente al finas» (p. 186): ta ..belleza tle l¿ tamilia>), cuya «voz dulcísimo> es la única
trabajo profesional femenino no encuentra sino elogios. Es el ansiado que imparte órdenes: «Niñas. abran el piano y loquen, que la señora no
reemplazo de la «cruel servidumbre de la aguja" por la libertad de la viene a fastidiarse». Será obedecida de buen grado por sus hijas; también
pluma. No parece mucho, para el criterio actual, lo que esas norteamerica- la invitada accede con gusto al pedido de la dama, que le solicita repetir,
nas han logrado: encargarse de los artículos edificantes en los periódicos cuando canta, una pieza de Iraclier. Otra madre aparece pronto en el esce-
dominicales («esa literatura sencilla y sana, que debe servir de alimento nario: nada menos que la de Eduarda, evocada por el padre de familia' que
intelectual a los habitantes de la Unión, en el día consagrado a la medita- ha sido marino y ha estado en e[ Río de la Plata: <<She vvas divine (era divi-
ción>>, p. 120); traducir los anticipos de nuevos libros extranjeros; ser cro- na!) repetía é1, entusiasta, 'y nunca la olvidué, opening (rompiendo) el
nista de modas en las fiestas sociales. Sin embargo, tales funciones pagas baile con el Comodoro Golborough' (p. 189).
(a las que no accedían entonces las literatas porteñas) tienen para Eduarda Mrís allá de las utopías integradoras, las ticciones de lvlansilla no son
un alcance sutil: constituirse enformadoras de optnión. «Las mujeres -afir- fantasías complacientes; exhiben todas las ditlcultades -a menudo insolu-
ma- influyen en la cosa pública por medios que llamaré psicológicos e bles- de los cruces y las alianzas: de etnias, de clases, de géneros, de cul-
indi¡ectos» (p.120), uno de los cuales es el periodismo. Si su hermano turas, de religiones. Muestran los pies de barro del ídolo del Progreso cuan-
Lucio dijo alguna vez «hay héroes porque hay mujeres», Eduarda pinta un do no es acompañado por ta justicia; ironizan sobre los desengaños del
54 )'!

amor. y se estremecen con el misterio inquietante del destino humano, que C¡ytxOs, lvl¡ei.r F. «Periodismo femeninor. en Primer Congreso Femeniru¡ Inter-
la.s traspasa con un pathos trágico, un hálito de «fatalidad». nacir¡nal de h RepLiblica Argentirut. Historia, Acta's y Trabaio'r. Organizado
Su propia vida no careció de paradojas. Mundana y sofisticada, fre- por la Asociación «Universitarias Argentinas", lmprenta A. Ceppi, l9l l.
cuentó los más altos círculos sociales del extranjero, asis¡ió a la corte de Henos oe lvlUt-len. P.rtntct.l DE LoS. «Cuatro revistas f'emeninas del siglo pasado'.
Eu-senia de lvfontijo, tue amiga de los jóvenes Orléans, nietos del Rey Luis Tr¡tkt es Historia, Bs. As.. N" 224, Dic. 1985. pp. 64-71 .

Felipe: conoció a los presidentes Lincoln y Crant, a la reina Isabel II (en su Dr C..rnlo. AoeLt¡. «La mujer en el periodismo nacional,, Flu'r Ultra, Bs. As'.
trono y destronada), a Alejandro Dumas y a Rossini. Recitrió los elogios de 30t6il926.
periodismo t'emenino literado en la República Argentina hasta el año
Victor Hugo, tue invitada, por la lama de sus ralentos, a integrar la corte del - "El
1907u, Caras y Ccu'eta.r, Bs. As, 9/711932.
príncipe Federico Carlos de Prusia y companió escenarios de salón con la
EL DIARIO. .La prensa ¿rr-sentina. Contribución a su historia"' Edición extraor-
célebre contralto Alboni. Pero el eje tundamenral de sus at'ectos, de su obra,
dinaria. 4 de enero de I 933.
y de su misión intelectual, tue siempre el vasto e ignorado país del Sur FEnxÁXOEZ. RóuUlO. Hi.storia tlel periolisttrtt argetrtitttt, Bs. As., Librería Perla-
donde había nacido. Como Nora Helmer, su contemporánea, dejó a su tlo Edirores, 1941.
tamilia y salió de su «casa de muñecas>> en 1879 para viajar, sola, a la FenxÁ¡orz L.rrouR. OI-C,1. .PeriórJicos t'emeninos en Buenos Aires. Contribución
Ar-eentina, donde permaneció hasta 1884. En ese período publicó nuevos a su estudio,. EnVI Congreso Intentucit¡neil tle Historia de An¿irica, 1980, Bs.
libros y reeditó otros. Trabajó intensamente para darse a conocer en su As., Academia Nacional de la Historia. t. VI. pp. I 3 l- 141. 1982.
patria como artista. Sin embargo, .sus últimos años fueron de silencio lite- FEnnO, LUCÍ¡. L¿¡.r lvrcictlistas que hicieron .futuro. Hum¿tnitlatl Nuevtt. Tribunct
rario. No recuperó la ¿rnlonía familiar (la separación de su marido sería Femenina. Nuestrct Causa. Vickt Femenintt. Ciudatlutct Bs. As., A-Sencia Perio-
detjnitiva, y llegarían a un acuerdo por la tenencia de los hijos). Llrego de dística Cid. 1996.
acompañar en muchos de sus viajes a su hijo Daniel, también diplornático, G.rr-vÁx MonExo. C. El periodismo argentino. Ampliu v- (loc.unentct¿la historia
se instaló detinitivamente en Buenos Aires, donde murió un mes de diciem- tlestle sus orí¡¡ene.r hasta el pre.tqnte. Bs. As.. Claridad. 1944.
bre de 1892, poco antes de la Navidad, quizá agobiada por un sentimienro LA VOZ DE LA MUJER. Periódico co¡nu¡tista-atttírc¡uico. Quilrnes. Universidad
de íntimo tiacaso que la llevó a asentar en una carta la yoluntad expresa de Nucional de Quilmes. t997.
que no se reeditaran sus obrus. ivlucct. CntsrtNe. «El texto indit'erenciado',. en fu!ujeres v e-scritura, Bs. As., Ed.
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