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Microhistoria
italiana
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Modo de empleo
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Microhistoria
italiana
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Modo de empleo
Rosario, 2017
Carlos Antonio Aguirre Rojas
Microhisotria italiana. Modo de empleo.
1a ed. - Rosario : Prohistoria Ediciones, 2017.
194 p. ; 22,5 x 15,5 cm. (Historia de la Historiografía; 2)
ISBN 978-987-3864-60-5
ISBN 978-987-3864-60-5
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Índice
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INTRODUCCIÓN......................................................................... 9
CAPÍTULO I
Para una historia crítica de la microhistoria italiana........................... 17
CAPÍTULO II
La microhistoria italiana y el paradigma del ‘cambio de escala’.......... 87
CAPÍTULO III
El queso y los gusanos: un modelo de historia crítica para el análisis
de las culturas subalternas................................................................. 113
CAPÍTULO IV
Indicios, lecturas indiciarias, estrategia indiciaria y saberes
populares......................................................................................... 147
APÉNDICE
La microhistoria italiana. Las fechas fundamentales.......................... 185
3
INTRODUCCIÓN
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U
n dato claro y muy relevante del actual panorama de los estudios
históricos a nivel mundial, es el hecho de la constante y también
creciente difusión y popularidad, cada día más amplia y establecida,
de la importante corriente historiográfica italiana conocida bajo el nombre
de la microhistoria italiana. Pero, como suele suceder cuando se desarrolla en
más amplia escala la difusión de cualquier concepción teórica, o también de
cualquier cosmovisión del mundo, esta mayor irradiación de esta fundamen-
tal corriente de la historiografía italiana contemporánea ha ido acompañada,
en ese movimiento de su vasta popularización, de varios malentendidos im-
portantes, que hoy se hacen presentes en cuanto se menciona a ese mismo en-
foque microhistórico italiano. Lo que entonces, vuelve pertinente la pregun-
ta de qué cosa es, más precisamente, dicha corriente de la microstoria italiana.
Y entonces, y para responder más adecuadamente lo que sí es esa micro-
historia generada dentro de la cultura italiana de las últimas cuatro décadas,
puede ser útil aclarar primero lo que no es dicha microhistoria ‘a la italiana’,
en contra de las confusiones ampliamente extendidas que hemos menciona-
do anteriormente. Así, la microhistoria italiana no tiene nada que ver con la
microhistoria mexicana de Luis González y González, también muy difundi-
da en el medio académico mexicano. Pues esta última, como su propio autor
ha declarado en múltiples veces, no es otra cosa que una simple variante
mexicana de la antiquísima y muy conocida historia local. En cambio, y en las
antípodas de esta historia local, la microhistoria italiana es más bien un claro
esfuerzo por utilizar los niveles u objetos microhistóricos –y no solo el nivel
de lo local, sino también, por ejemplo, la biografía, o la cosmovisión de un
cierto individuo, o un reducido sector de una clase social, o la obra escrita
de un científico, etc.— como un espacio de prueba y como un lugar de experi-
mentación para la reelaboración y el replanteamiento de grandes modelos e
hipótesis de orden claramente macrohistórico y global.
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en las acciones, las prácticas, las relaciones y los procesos desarrollados por
esos personajes, o comunidades, o situaciones microhistóricas investigadas.
Pues a diferencia de los estudios puramente macrohistóricos, que nece-
sariamente seleccionan uno o algunos pocos elementos de la totalidad, a los
que investigan y analizan a través de casos o ejemplos, o de situaciones más
o menos ilustrativas y/o representativas de las tendencias generales –lo que
es totalmente pertinente, útil y necesario, mientras no se caiga en el vicio ya
mencionado de “vaciar” el modelo general de sus referentes empíricos, y de
terminar imponiéndolo como molde rígido y obligatorio de la explicación
de las múltiples realidades concretas–, el análisis de un caso microhistóri-
co permite, en cambio, mantener el horizonte exhaustivo de agotar prácti-
camente todos los niveles de la realidad, y todas las dimensiones y aristas de
una situación, de una comunidad, o de un personaje histórico cualquiera,
reconstituyendo por ejemplo, la entera red de relaciones de un individuo a lo
largo de toda su vida, o también el mapa de vínculos, alianzas, matrimonios
y disputas de absolutamente todas las familias que componen a un pequeño
pueblo determinado.
Al mismo tiempo, y acompañando a este estudio que agota todas las
dimensiones de la realidad ‘micro’ bajo examen, se hace posible también un
análisis más intensivo de los testimonios y de las fuentes diversas. Un análisis
que ubicándose ahora desde el punto de vista del sentido de los hechos his-
tóricos, intenta también agotar todos los sentidos imbricados dentro de cada
problema histórico, multiplicando las perspectivas de interrogación de dicho
problema, y los puntos de observación de los mismos, para tratar de cons-
truir, también dentro de la historia, lo que el antropólogo Clifford Geertz
ha llamado descripcionesdensas de los problemas. Es decir, descripciones que
sintetizan y combinan en un solo esquema explicativo, las muy diversas ma-
neras en que la situación o el problema analizado ha sido visto, percibido,
y procesado, por todos y cada uno de los actores y agentes sociales en él
involucrados.
Finalmente, el tercer paradigma fuerte de esta corriente italiana de la
microhistoria, es el que reivindica la necesidad de reconocer, cultivar y apli-
car el paradigma indiciario dentro del análisis histórico. Un paradigma que,
en contra de una opinión común muy difundida, no es aplicable de manera
indiscriminada a cualquier problema o fenómeno histórico, sino que se pre-
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senta como útil y hasta imprescindible sólo en aquellos casos en los que el
problema investigado se ‘resiste’ a un acceso más evidente, directo e inmedia-
to por parte del historiador. Por ejemplo, cuando nuestro objeto de estudio
es el conjunto de elementos y de realidades que corresponden a la historia de
las clases populares, de los grupos sometidos, de los “derrotados” sucesivos
en las diferentes batallas históricas, y más en general de todas esas “víctimas”
dentro de los procesos históricos, cuya historia ha sido siempre silenciada,
omitida, marginada, reprimida, o hasta eliminada y borrada de diferentes
maneras.
Paradigma basado en el desciframiento de ciertos indicios históricos,
cuya esencia consiste en que el historiador se capacite y entrene para ser capaz
de leer e interpretar los múltiples indicios que, habiendo sobrevivido a los procesos
de recodificación, filtro, deformación, conservación sesgada, y reescritura de
la historia por parte de las clases dominantes, permiten todavía hoy acceder
de manera tortuosa y difícil, pero al mismo tiempo conectada con la esencia
del problema, a esos puntos de vista y a esas cosmovisiones de, por ejemplo,
la cultura popular, al modo de huellas, síntomas o trazos que, adecuadamen-
te leídos e interpretados, logran aún revelarnos esas realidades silenciadas y
marginadas sistemáticamente que conforman a esa misma cultura popular.
Pequeños indicios, o rasgos y elementos aparentemente insignificantes para
cualquier mirada ordinaria, pero en verdad profundamente reveladores y es-
clarecedores para la mirada aguda y para el olfato especialmente entrenados
del historiador crítico que ha cultivado esta búsqueda de los indicios, y esta
capacidad de su lectura e interpretación adecuadas.
Por eso, Carlo Ginzburg juega, para explicar este paradigma indiciario,
con la comparación metafórica entre la actividad del historiador, de un lado,
y en el otro con toda una serie de actividades que incluyen, por ejemplo, el
trabajo del detective, o también la labor del psicoanalista, o la pesquisa de un
juez, igual que el diagnóstico de un buen médico, o la investigación del espe-
cialista de arte que es capaz de atribuir acertadamente la autoría de un cuadro
supuestamente anónimo, entre otros. Pues en todos estos casos se trata de
saberes indiciarios, que a partir de esos elementos sólo aparentemente secun-
darios o insignificantes, que son los rastros dejados involuntariamente por el
culpable, o los actos fallidos del paciente, o las contradicciones o lagunas pre-
sentes en la deposición de los testigos, o los síntomas diversos de un enfermo,
14
o también los modos recurrentes y totalmente singulares de pintar una uña,
una oreja, una zona del cabello o un pliegue del vestido, logran descubrir y
establecer esa realidad oculta y de difícil acceso, pero finalmente “atrapable” y
descifrable por el buen investigador o pesquisador.
Un saber indiciario que es, también, uno de los modos permanentes y
milenarios del saber popular, del saber de esas mismas masas y clases populares
que aprehenden el mundo, por la vía de la experiencia cotidiana y mediante la
observación atenta del entorno circundante. Y por lo tanto, también a partir
de esa capacidad de leer los indicios y de interpretarlos adecuadamente, como
en el caso del saber de los cazadores, de los marineros, de los carpinteros o de
los curanderos y médicos populares.
Tres paradigmas metodológicos que, en su conjunto, constituyen la
contribución epistemológica principal y el soporte subyacente a las restantes
aportaciones teóricas, conceptuales, problemáticas e historiográficas de esta
fundamental corriente de la microhistoria italiana, cada mas vez más conoci-
da y difundida en las distintas historiografías nacionales de todo el planeta.
Y es precisamente sobre estos paradigmas, y sobre los autores que los
han ‘descubierto’ o explicitado para el análisis histórico contemporáneo, así
como sobre los contextos específicos de su elaboración, aplicación y proyec-
ción, que versan las siguientes páginas. Páginas que, en su conjunto, preten-
den darle al lector algunas pistas y claves de lectura importantes para enten-
der a esa fundamental corriente de la historiografía mundial que es hoy, la
célebre y cada vez más difundida corriente de la microhistoria italiana.
Pistas que nos permitirán entender, no solo la enorme originalidad y el
gran valor heurístico del conjunto de obras producidas por esta tendencia
historiográfica de los microhistoriadores italianos, sino también los nuevos
caminos y las nuevas formas de ejercer el viejo oficio de Clío, que nos aporta
este modo de empleo de esa singular perspectiva historiográfica que es la de la
microhistoria italiana.
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CAPÍTULO
I
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Para una historia crítica de la microhistoria italiana
L
a microhistoria italiana, la más importante corriente de la historio-
grafía italiana de todo el siglo XX, vive desde hace dos décadas, una
situación que a primera vista se presenta como algo paradójica. Por-
que, al mismo tiempo que, de un lado, en múltiples historiografías nacionales
de todas partes del mundo, se comienza a debatir, traducir y recuperar los
aportes principales de esta corriente de los microhistoriadores italianos, del
otro lado, varios de sus representantes más importantes y afamados mun-
dialmente, declaran explícitamente que dicho proyecto microhistórico ya no
existe más, siendo algo del pasado, cuyo ciclo de vida ya ha concluido, en
virtud de que ellos mismos, ahora, o incluso desde hace varios años, ya no
practican más esa visión microhistórica.1
1 Así, mientras los libros de Carlo Ginzburg están, por ejemplo, ya traducidos a más de vein-
te diferentes lenguas, y mientras que la “microhistoria italiana” forma ya parte de cualquier
programa de un curso serio y actualizado sobre la historia de la historiografía del siglo XX,
Giovanni Levi puede declarar, en una entrevista en Argentina en noviembre de 1998, que
“…yo creo que hoy nadie hace microhistoria. Hay una crisis de la microhistoria…” (en la
entrevista a Giovanni Levi “Crisis y resignificación de la microhistoria. Una entrevista a
Carlos Antonio Aguirre Rojas
Giovanni Levi”, en la revista Prohistoria, núm. 3, Rosario, 1999, p. 187), al tiempo que
Edoardo Grendi hablaba explícitamente de la “práctica disolución institucional” del grupo
de los microhistoriadores originales, y del recambio generacional acontecido a inicios de los
años noventas, señalando la existencia de “un periodo áureo” de esa microhistoria italiana,
sólo “entre 1976 y 1983” (en su artículo, Edoardo Grendi, “Repensar la microhistoria”, en
revista Entrepasados, núm. 10, Buenos Aires, 1996, pp. 131-32 y 136). Igualmente, Carlo
Ginzburg, en una reflexión retrospectiva de su propio itinerario intelectual, luego de afir-
mar que “a la formación de la microhistoria he contribuido también yo, junto a otros estu-
diosos que se reunieron en torno de la revista Quaderni Storici: Giovanni Levi, Carlo Poni,
Edoardo Grendi”, se pregunta claramente: “¿por qué me he alejado rápidamente de ese
grupo?”, enfatizando que al sumergirse de lleno en el proyecto de los años ochentas, que
en 1989 se concretará en su libro Historia Nocturna, habría dado un “salto que era bastante
considerable: era el salto desde la microhistoria hasta la macrohistoria” (en su “Prefacio”
al libro Tentativas, Universidad Michoacana, Morelia, 2003; Prohistoria Ediciones, 2004).
De este modo, a la vez que la microhistoria gana espacios y se difunde con fuerza en todo
el mundo, sus principales representantes la declaran ya inexistente, en crisis, más allá de su
“periodo áureo”, o lejana a sus itinerarios intelectuales actuales.
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Resulta claro, a la luz de los últimos casi cuarenta y cinco años transcurridos,
que lo mismo el complejo proyecto historiográfico de la microhistoria italia-
na, que la gran mayoría de los cambios principales que la historiografía mun-
dial ha vivido en estos mismos nueve lustros recientes, derivan todos ellos,
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2 Sobre esta revolución cultural de 1968, y sobre su caracterización más general, cfr. Fernand
Braudel, “Renacimiento, Reforma, 1968: revoluciones de larga duración”, en La Jorna-
da Semanal, núm. 226, octubre de 1993; Immanuel Wallerstein, “1968: revolución en el
sistema-mundo. Tesis e interrogantes”, en Estudios Sociológicos, núm. 20, México, 1989, y
Carlos Antonio Aguirre Rojas, “1968: la gran ruptura” y “Repensando los movimientos de
1968”, ambos en Para comprender el mundo actual, Prohistoria Ediciones, Rosario, 2005.
3 Sobre estos procesos generales que 1968 provoca en la historiografía, cfr. Francois Dosse
“Mayo del 68: los efectos de la Historia sobre la historia” en la revista Sociológica, núm. 38,
México, 1998 y Carlos Antonio Aguirre Rojas, “Los efectos de 1968 en la historiografía
occidental”, capítulo IV del libro La historiografía en el Siglo XX, Prohistoria, Rosario, Ar-
gentina, 2011.
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4 Sobre este punto cfr. Carlos Antonio Aguirre Rojas, “La historiografía occidental en el año
2005. Elementos para un balance global”, en Anuario de Estudios Bolivianos, Archivísticos y
Bibliográficos, núm. 11, Sucre, 2005, y también Antimanual del mal historiador, Prohistoria
Ediciones, Rosario, 2000 [2da. Ed., 2015].
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5 Sobre estas críticas pioneras y anticipatorias de 1968 a esos modelos abstractos y vacíos cfr.
Fernand Braudel “Historia y Ciencias Sociales. La larga duración”, en Escritos sobre historia,
FCE, México, 1991, texto escrito en 1958 en donde Braudel llama a “reconectar” esos
modelos con lo real-histórico y concreto. También Jean-Paul Sartre criticará los modelos de
los “marxistas vulgares” que quieren reducir el complejo problema de la biografía y de la
irreductibilidad específica de la individualidad de un personaje a su sola condición de per-
tenencia a una cierta clase social, en su Crítica de la razón dialéctica, 2 volúmenes, Losada,
Buenos Aires, 1963.
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modo, más complejo y rico, la esencial dialéctica de va y viene entre las dimen-
siones macrohistóricas y las dimensiones microhistóricas de los procesos sociales.6
Replanteamiento novedoso y complejo de esta vieja y muy tematizada
dialéctica entre macrohistoria y microhistoria que no sólo aleja a la microhis-
toria italiana de cualquier parentesco o similitud con la simple historia local
o hasta regional –y por ende con la microhistoria mexicana de Luis González
y González– sino que también propone una original vía de solución a la
habitual antítesis, rígida y excluyente, de dicha macrohistoria frente a la mi-
crohistoria, al postular, por el contrario, partir siempre de una hipótesis dada
perteneciente al nivel macrohistórico para luego “hacerla descender de nivel”,
cambiando su escala de observación o de análisis hacia un nivel microhistórico, el
que habrá de servir entonces no como el objeto de estudio por sí mismo, sino
sólo y exclusivamente como “laboratorio”, como “lugar de experimentación
o de prueba” de dicha hipótesis macrohistórica.
Así, llevando a cabo un análisis exhaustivo e intensivo de ese universo mi-
crohistórico, en función de la hipótesis macrohistórica que ha cambiado su
escala de análisis u observación, el movimiento final deberá remontar nueva-
mente la escala de estudio, para retornar al nivel macrohistórico, proponien-
do, desde el experimento microhistórico ya realizado, nuevas hipótesis, nuevos
modelos, y nuevas explicaciones macrohistóricas, mucho más sutiles, complejas,
fundadas y elaboradas, y sobre todo mucho más capaces de dar cuenta efecti-
va de los procesos históricos reales investigados por el historiador.
Proponiendo entonces esta original dialectización de la falsa antinomia
entre macrohistoria y microhistoria –y con ella, también las igualmente falsas
oposiciones de lo general/particular, estructura/actor, excepcional/normal,
norma/caso, objetivo/subjetivo, contexto/individuo, atípico/típico, cultura
de elite/cultura popular, y muchos etcéteras más–, la microhistoria italiana
no sólo contribuye a replantear este problema dentro de la historiografía
6 Para la crítica frontal a estos modelos generales vacíos, pero también a las falsas salidas
posmodernas, a la vez que para la explicación de ese nuevomodo de rescatar la dialéctica
macro/micro de los procesos sociales, cfr. Carlo Ginzburg, “Microhistoria: dos o tres cosas
que sé de ella” en su libro El hilo y las huellas, FCE, Buenos Aires, 2010; Giovanni Levi,
“Sobre la microhistoria” en Formas de hacer la historia, Alianza Editorial, Madrid, 1993 y
“Un problema de escala” en la revista Contrahistorias, núm. 2, México, 2004, y Edoardo
Grendi “Microanalisi e Storia sociale” en Quaderni Storici, núm. 35, 1977 y “Paradojas de
la historia contemporánea” otra vez en Contrahistorias, núm. 2, 2004, recién citado.
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más actual, sino también dentro del conjunto de las ciencias sociales más
contemporáneas.7
Otro de los efectos principales de las grandes rupturas provocadas por
los movimientos sociales emblematizados en el año de 1968, ha sido sin
duda el de colocar a todo el conjunto de problemas y de temas de orden
cultural en el centro de las preocupaciones y de las reflexiones de la gran
mayoría de las sociedades actuales. Pues al transformar centralmente a esas
estructuras de la producción y la reproducción cultural del mundo moder-
no, la revolución justamente cultural de 1968, provocó un reordenamiento
completo de las agendas no sólo de la historiografía sino también de todas
las ciencias sociales actuales. Lo que entonces, explica el hecho de que sea
también en los últimos cuarenta años cuando van a florecer todos esos di-
versos y muy desiguales proyectos intelectuales que, dentro de los estudios
históricos, intentan dar cuenta de esas realidades culturales de lo social, y que
se expresan lo mismo en la amorfa y nunca bien definida historia francesa
de las mentalidades, que en la psicohistoria anglosajona, pero también en la
historia conceptual alemana, en la creativa revisión de las tradiciones cultu-
rales llevada a cabo por la historia marxista británica, o en la nueva historia
intelectual norteamericana, entre otras. E igualmente, en el modelo propues-
to por la microhistoria italiana de construcción de una historia crítica de la
cultura de las clases subalternas, desarrollada sobre todo en los trabajos de
Carlo Ginzburg.8
7 Para una explicación más amplia del modo en que la microhistoria italiana resuelve esta
dialéctica macro/micro, cfr. Carlos Antonio Aguirre Rojas, “Convite a outra micro-história:
a micro-história italiana” en Historiografia Contemporânea em perspectiva crítica, EDUSC,
Sao Paulo, 2007.
8 Sobre este modelo ginzburguiano de historia cultural, cfr. Carlo Ginzburg, El queso y los gu-
sanos, Océano, México, 1998, Historia Nocturna, Muchnick, Barcelona, 1991, “Introduzio-
ne”, en de Peter Burke, Cultura popolare della Europa moderna, Giulio Einaudi, Turín, 1980,
la “Premessa giustifacativa” redactada para un número que fue organizado y coordinado
por el mismo Ginzburg, sobre el tema ‘La religión de las clases populares’ en Quaderni
Storici, núm. 41, 1979, y también la convocatoria a proponer artículos para dicho número,
“Progetto di un fascicolo sulla ‘Religione Popolare’”, en Quaderni Storici, núm. 37, 1978.
Véase también Carlos Antonio Aguirre Rojas, “Il formaggio e i vermi, un modello di storia
critica per l’analisi delle cultura subalterne” en Storiografia, núm. 7, Roma, 2003, y “Po-
pular Culture and the Teaching of History: a critical reflection” en Mirror Images. Popular
Culture and Education, Peter Lang, New York, 2008.
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9 Resulta muy interesante observar la geografía diferencial de la difusión de las diversas “ra-
mas” y también de los diversos autores de esta microhistoria italiana. Pues mientras, por
ejemplo en Francia, la vertiente de la microhistoria defendida y promovida por Edoardo
Grendi y Giovanni Levi se encuentra ampliamente difundida, la obra de Carlo Ginzburg,
también bastante traducida al francés, tropieza sin embargo con la “competencia” del pro-
yecto de Roger Chartier de una “historia social de las prácticas culturales”. En cambio, en
Alemania o en España la obra de Ginzburg es mucho más conocida que la de Grendi o
Levi. Y lo mismo sucede en Estados Unidos, en México o en Brasil, en donde los trabajos
de Carlo Ginzburg han sido bastante traducidos y discutidos. En cambio, en Argentina
y en Uruguay es mucho mayor la recepción y difusión de la obra de Grendi, de Levi, de
Franco Ramella, o de Mauricio Gribaudi, que en cualquier otro país de América Latina, e
incluso de toda América, sin ser reducida, no obstante, la difusión de los libros de Carlo
Ginzburg. Sobre esta desigual difusión, cfr. por ejemplo, Justo Serna y Anaclet Pons, “El
ojo de la aguja: ¿de qué hablamos cuando hablamos de microhistoria?” en la revista Ayer,
núm. 12, Madrid, 1993 y Cómo se escribe la microhistoria, Cátedra, Madrid, 2000; Edward
Muir “Introduction: Observing Trifles” en Microhistory and the Lost Peoples of Europe, Johns
Hopkins University Press, Baltimore, 1991; los artículos incluidos en el libro colectivo
Jeux d’echelles. La micro-analyse a l’experience, Gallimard-Le Seuil, París, 1996; todo el dos-
sier “La microhistoria en la encrucijada” en la revista Prohistoria, núm. 3, citada, y los
tres artículos incluidos en Quaderni Storici, núm. 100, 1999 de Wolfgang Kaiser “Fratelli
sconosciuti e una sorella lontana”, de Chris Wickham, “Una testimonianza” y de Robert
Descimon, “Un’esperienza personale nel contesto francese”, referidos a la difusión de la
microhistoria en Alemania, Inglaterra y Francia respectivamente.
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10 Sobre esta convergencia posible y fructífera entre historia y antropología, y sobre algunas
de sus lecciones principales cfr. Carlo Poni y Carlo Ginzburg “El nombre y el cómo. Inter-
cambio desigual y mercado historiográfico” en Tentativas, Prohistoria Ediciones, Rosario,
2004. Véase también el libro compilado por Edoardo Grendi, L’antropologia económica,
Giulio Einaudi, Turín, 1972 y Polanyi. Dall’antropologia economica alla microanalisi storica,
Etas Libri, Milán, 1978. Sobre la “descripción densa” y la lectura múltiple de los sentidos
de un fenómeno o realidad cfr. Giovanni Levi “Sobre la microhistoria”, en Formas de hacer
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citacao” en A micro-historia e outros ensaios, Difel, Lisboa, 1989. También Giovanni Levi,
“Sobre la microhistoria” en Formas de hacer historia, citado, “Los peligros del geertzismo”
en Luz y contraluz de una historia antropológica, Biblos, Buenos Aires, 1995 y “La microhis-
toria italiana. Entrevista con Giovanni Levi” en La Jornada Semanal, núm. 283, noviembre
de 1994.
12 Jacques Revel ha captado este esfuerzo de los microhistoriadores italianos, de complejizar
la práctica histórica en todos sus niveles y elementos, haciendo popular la idea de que su
máxima sería “¿por qué hacer las cosas de manera simple cuando podemos hacerlas de ma-
nera complicada?” (cfr. Jacques Revel “L’histoire au ras du sol”, prefacio al libro de Giovan-
ni Levi, Le pouvoir au village, Gallimard, París, 1989). Sobre las distintas expresiones de este
esfuerzo de complejización, además de los ensayos citados en la nota 6, véanse también de
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Algo que se hace evidente, por mencionar sólo un ejemplo, en la
propuesta del paradigma indiciario, el que inicialmente nos invita a aprender
a leer los “indicios” que, en una situación de escasez de puntos de apoyo para
el acceso a ciertas realidades históricas profundas –que han sido reprimidas,
ocultadas, marginalizadas o desdeñadas dentro de la historia real y dentro
de las fuentes históricas–, nos permiten reconstruir, aunque sea de modo
conjetural y aproximativo, los posibles perfiles y dimensiones de esos temas
difíciles de captar y de percibir, como por ejemplo el tema de la historia de las
culturas subalternas vistas desde el propio “punto de vista de las víctimas”.
Paradigma de lectura de esos “indicios”, es decir de aquellos trazos
aparentemente irrelevantes, pero en realidad profundamente reveladores y esen-
ciales para la mirada entrenada en su lectura y desciframiento, que emparenta
el trabajo del historiador con el del detective, o el del buen médico, o el del
juez inteligente, todos ellos acostumbrados a establecer una verdad conjetu-
ral desde las pistas, los síntomas o los testimonios, siempre fragmentarios y
lagunosos dejados por los respectivos criminales, pacientes o testigos involu-
crados en los diferentes casos investigados.
Paradigma indiciario que entonces, nos replantea centralmente el
estatuto epistemológico mismo que posee la historia dentro de la vasta familia del
sistema de los saberes modernos, estatuto que en función de estas verdades
conjeturales y de esta aplicación del paradigma indiciario vuelve a replantear,
como hemos dicho, esa práctica del oficio de historiador en su totalidad.13
Giovanni Levi, “Entrevista a Giovanni Levi” en Estudios Sociales, núm. 9, Santa Fe, 1995,
“Introduzione” del mismo Levi en el libro de Franco Ramella, Terra e telai. Sistemi di pa-
rentela e manifattura nel Bielese dell’ottocento, Giulio Einaudi, Turín, 1983, “Les usages de la
biographie” en Annales, ESC, vol. 44, núm. 6, París, 1989, “Il piccolo, il grande e il piccolo.
Intervista a Giovanni Levi”, en Meridiana, núm. 10, 1990, “Retórica e veritá”, Prefacio al
libro de G. Starace, Le storie, la storia, Marsilio Editori, Venecia, 1989, y “Antropología y
microhistoria. Conversación con Giovanni Levi” en Manuscrits, núm. 11, Barcelona, 1993.
También de Edoardo Grendi, “Del senso comune storiografico” en Quaderni Storici, núm.
41, 1979, “Lo storico e la didattica incosciente (réplica a una discussione)” en Quaderni
Storici, núm. 46, 1981 y “Una prospettiva per la storia del movimento operaio” en Quader-
ni Storici, núm. 20, 1972. Igualmente, muchos de los ensayos de Carlo Ginzburg, incluidos
en sus libros Mitos, emblemas, indicios, Gedisa, Barcelona, 1994, A micro-historia e outros
ensaios, antes citado, Rapporti di forza, Feltrinelli, Milán, 2000, Ojazos de madera, Península,
Barcelona, 2000, y los libros Tentativas, cit., y El hilo y las huellas, FCE, antes mencionados.
13 Sobre el paradigma indiciario cfr. de Carlo Ginzburg “Huellas. Raíces de un paradigma
indiciario” y el artículo “Intervención sobre el paradigma indiciario”, ambos en Tentativas,
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14 Todas las citas de este párrafo están tomadas del ensayo de Enrico Castelnuovo y Carlo
Ginzburg “Historia da arte italiana” incluido en A micro-historia e outros ensaios, antes cita-
do, pp. 7-8, ensayo que vale la pena revisar completo, en esta línea de una caracterización
de la historia italiana desde las perspectivas de la larga duración, aquí focalizadas solamente
hacia el tema de la historia del arte italiano y de las relaciones entre centro y periferia dentro
de ella.
15 Sobre esta división de Italia, que ha estado en el centro de muchos de sus debates, históri-
cos y en general, cfr. el ensayo de Antonio Gramsci “Alcuni temi della quistione meridiona-
le” en Le opere, Riuniti, Roma, 1997.
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16 Sobre este punto, cfr. el ensayo de Fulvio Di Giorgi, “La storia locale nella storiografia
italiana” en el libro colectivo Storia locale e microstoria: due visione in confronto, Universidad
del País Vasco, Bilbao, 1993.
17 Es importante insistir, como han hecho todos los microhistoriadores italianos, en que la mi-
crohistoria no es para nada idéntica a la historia local. Por eso el nivel microhistórico puede
ser el de un individuo, tomando su biografía completa o sólo su ‘cosmovisión’ cultural, o el
de una obra individual, sea artística o científica, o el de una clase obrera local, o el de una
pequeña comunidad, o el de los oficios de una ciudad, etc. Sobre algunos de estos ejemplos
mencionados, cfr. Giovanni Levi, La herencia inmaterial, Nerea, Barcelona, 1990, Carlo
Ginzburg, Pesquisa sobre Piero, Muchnik, Barcelona, 1984, Pietro Redondi, Galileo herético,
Alianza Editorial, Madrid, 1990, Roberto Zapperi, Annibale Carracci, Giulio Einaudi, Tu-
rín, 1989, Maurizio Gribaudi, Itineraires ouvriers, EHESS, París, 1987, Simona Cerutti, La
ville et les metiers, EHESS, París, 1990 y Osvaldo Raggio, Faide e Parentela, Giulio Einaudi,
Turín, 1990.
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18 Por eso, según Giovanni Levi, Italia no se adapta ni al modelo “difusionista” ni al modelo
centro/periferia de construcción de la nación moderna, sino que conforma un tercer mode-
lo, precisamente policéntrico y más complejo de edificación del proyecto nacional. Y con él,
también de la formación del Estado nacional. Cfr. Giovanni Levi, “Regioni e cultura delle
clasi popolari” en Quaderni Storici, núm. 41, 1979.
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Microhistoria italiana
19 Para darse una idea de esta amplia historiografía de los movimientos sociales y de los Parti-
dos de izquierda italianos, véase por ejemplo el libro de Ivano Granata, Il socialismo italiano
nella storiografia del secondo dopoguerra, Laterza, Bari, 1981.
20 Sobre esta recuperación, cfr. Edoardo Grendi, “Una prospettiva, per la storia del movi-
mento operaio”, antes citado, “E. P. Thompson e la cultura plebea” en Quaderni Storici,
núm. 85, 1994, y su “Introduzione” al libro Societá Patrizia e cultura plebea, Giulio Einaudi,
Turín, 1981; Giovanni Levi, “Entrevista a Giovanni Levi” antes citada, Carlo Poni y Carlo
Ginzburg, “El nombre y el cómo: intercambio desigual y mercado historiográfico”, citado,
y Carlo Ginzburg, “Prefacio”, en El queso y los gusanos, también citado anteriormente.
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Carlos Antonio Aguirre Rojas
21 Lo que Carlo Ginzburg ha explicado muy bien en su ensayo “Folklore, Magia, Religione”
en Storia d’Italia. I caratteri originali, vol. 2, Giulio Einaudi, Turín, 1989 (aunque la prime-
ra edición es de 1972).
22 Cfr. el artículo de Alberto M. Banti, “Storie e microstorie: l’histoire sociale contemporaine
en Italie (1972-1989)” en la revista Geneses, núm. 3, París, 1991.
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Microhistoria italiana
23 Por eso, caminar por las calles de Roma es como caminar por la historia de Europa de los
últimos dos milenios. Sobre la referencia a Italia como “un inmenso archivo” cfr. Carlo
Poni y Carlo Ginzburg “El nombre y el cómo: intercambio desigual y mercado historio-
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Carlos Antonio Aguirre Rojas
gráfico”, antes citado. Más en general, sobre esta enorme densidadhistórica de Italia, cfr.
Fernand Braudel, Memorias del Mediterráneo, Cátedra, Madrid, 1998, en donde incluso se
postula la idea de que esa única dominación total del Mar Mediterráneo por parte de Italia
constituiría precisamente un cambio de larga duración en la historia de ese mismo Medite-
rráneo, un primer y fundante corte para la periodización de su entero periplo histórico.
También de Fernand Braudel véase Il secondo Rinascimento. Due sécole e tre Italia, Giulio
Einaudi, Turín, 1986.
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Microhistoria italiana
24 Una muy interesante discusión de las implicaciones de esta relación entre centro y periferia,
aunque en este caso aplicada sólo al “interior” del espacio italiano y específicamente al
problema de la historia del arte –pero que, en nuestra opinión, puede proyectarse también
en escala europea y para otros dominios diferentes de esta sola dimensión artística– puede
verse en el ensayo de Enrico Castelnuovo y Carlo Ginzburg “Historia da arte italiana”, cit.
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Carlos Antonio Aguirre Rojas
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Microhistoria italiana
miento social crítico europeo desarrollado desde los trabajos mismos de Carlos
Marx y hasta nuestros propios días.
Y si estas parecen ser, en nuestra opinión, las raíces de larga duración de la
microhistoria italiana, también es cierto que sobre ellas y más allá de su carác-
ter como base general de dicho proyecto microhistórico, han operado otros
elementos coyunturales que, en un segundo nivel, han coadyuvado también
de manera esencial para definir los específicos perfiles de esa misma perspec-
tiva microanalítica y microhistórica italiana de los últimos veinticinco años.
Para comprender los contextos múltiples que en Italia, van a ser el espacio y
el escenario de la génesis y luego afirmación y desarrollo de la microhistoria
italiana, resulta necesario partir de lo que en la historia de la sociedad, la cul-
tura y la historiografía de la península representó, primero el régimen fascista
de Benito Mussolini, y luego su derrota y colapso por parte del Movimiento
de la Resistencia Italiana. Porque es bien sabido que durante los años treintas
y cuarentas en que se afirmó ese Estado fascista, que pretendía ser un Esta-
do fuerte, autoritario y con una presencia contundente en todo el territorio
italiano, se afirmaron entonces, dentro de la cultura y también dentro de la
historiografía de la península, ciertas visiones “unitaristas” y homogeneizan-
tes de lo que había sido, era y debía ser Italia, relegando y marginando a un
segundo plano todas las visiones que intentaban insistir en la diversidad local,
regional o general de esa misma patria italiana.
Reprimiendo entonces en general, toda manifestación cultural o social
de dicha diversidad, –que como hemos visto, es sin embargo, un trazo estruc-
tural de larga duración de la historia italiana–, y desdeñando también toda
defensa u ostentación de lo regional o lo local, el Estado fascista trató de
imponer a ultranza una supuesta “unidad nacional” que también se reflejó en
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Carlos Antonio Aguirre Rojas
25 Sobre este punto, cfr. el ensayo de Fulvio Di Giorgi, “La storia locale nella storiografia
italiana”, antes citado.
26 Sobre este predominio de la cultura de izquierda y sobre su influencia en la historiografía
italiana de la segunda mitad del siglo XX, cfr. Renzo de Felice, “La historiografía sobre la
época contemporánea en Italia después de la segunda guerra mundial” y Daniela Coli, “La
historiografía italiana y el marxismo”, pero igualmente los dos comentarios críticos a este
último ensayo, de Alberto Caracciolo “Algunos comentarios al trabajo de Daniela Coli: ‘La
historiografía italiana y el marxismo’”, y de Pasquale Villani, “Los avatares de la historio-
grafía italiana: continuidades y fracturas”, todos en La historiografía italiana contemporánea,
Biblos, Buenos Aires, 1990.
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Microhistoria italiana
27 Sobre estos desplazamientos de los epicentros del marxismo en el siglo XX, cfr. Perry An-
derson, Consideraciones sobre el marxismo occidental, Siglo XXI, Madrid, 1978 y Tras las hue-
llas del materialismo histórico, Siglo XXI, Madrid, 1986. También nuestros ensayos, Carlos
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Carlos Antonio Aguirre Rojas
Antonio Aguirre Rojas, “De Annales, marxismo y otras historias: una visión desde la larga
duración” (en lengua rusa), en Kriticheskii Podjod k Istorii Frantsuzkij Annalov, Krugh, Mos-
cú, 2006y “Dalle Annales rivoluzionarie alle Annales marxiste”, en Rivista di Storia della
Storiografia Moderna, año 14, núm. 1-2, 1993.
28 Para tener una idea de la variedad de estas posiciones del debate historiográfico de izquier-
da que antecede a la microhistoria italiana, y en la que se educan todos sus representantes
principales, cfr., la Antología crítica de textos compilada por Luigi Masella, así como su
propia Introducción a esta misma Antología, en Passato e presente nel dibattito storiografico,
De Donato, Bari, 1979.
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Microhistoria italiana
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Carlos Antonio Aguirre Rojas
29 Sobre este rol de Benedetto Croce en la cultura y en la historiografía italianas cfr. el ensayo
de Arnaldo Momigliano “Reconsideración de B. Croce (1866-1952)”, en Ensayos de histo-
riografía antigua y moderna, FCE, México, 1993. Para apreciar la riqueza de la perspectiva
del propio Benedetto Croce, véase por ejemplo su libro Teoría e historia de la historiografía,
Imán, Buenos Aires, s.d..
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Microhistoria italiana
y culturas subalternas llevada a cabo por Carlo Ginzburg en sus primeros tra-
bajos, especialmente en los libros de I benandanti y de El queso y los gusanos.30
Moviéndose entonces dentro de estos dos parámetros internos princi-
pales, que son la herencia crociana y el legado gramsciano, la historiografía
italiana de la segunda posguerra se ha visto también influenciada, de manera
importante, por la historiografía francesa en general, y más especialmente
por los trabajos y las contribuciones de la mal llamada “Escuela de los An-
nales”. Pues es bien sabido que, desde antes de la segunda guerra mundial la
historiografía italiana ha sido particularmente receptiva respecto del proyecto
innovador de los “primeros Annales”, lo que se atestigua en el hecho de que
de los 500 suscriptores regulares de esos Annales de los años de 1929-1939,
aproximadamente 100 eran suscriptores italianos, un dato que ha sido varias
veces subrayado por el propio Fernand Braudel.
Mostrando entonces una particular “afinidad electiva” con esa historio-
grafía francesa de vanguardia de la corriente annalista, un sector importante
de los historiadores italianos de la segunda posguerra va no sólo a intentar
publicar, antes que en la misma Francia, el “Manuscrito Interrumpido” del
libro inconcluso de Marc Bloch Apología para la historia o el oficio de historiador
–proyecto fallido que sólo se concretará finalmente en 1950, un año después
de la edición francesa original de 1949–, sino que también va a editar, en
1953 y sólo cuatro años después de su edición original francesa, el bello libro
de Fernand Braudel sobre El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época
de Felipe II.31
30 Sobre esta influencia de Gramsci en la historiografía posterior a 1945, cfr. el artículo de Al-
berto Caracciolo “La prima generazione” en Quaderni Storici núm. 100, 1999. También los
ensayos de Fulvio di Giorgio “La storia locale nella storiografia italiana”, citado, de Renzo
de Felice “La historiografía sobre la época contemporánea en Italia después de la segunda
guerra mundial”, citado, y el libro compilado por Luigi Masella, Passato e Presente nel dibat-
tito storiografico, citado. Sobre la presencia del legado gramsciano en el modelo de historia
cultural de Carlo Ginzburg, cfr. Carlos Antonio Aguirre Rojas, “El queso y los gusanos: un
modelo de historia crítica para el estudio de las culturas subalternas” en Tentativas, cit., y
también las propias declaraciones de Carlo Ginzburg en varios de sus textos o entrevistas,
por ejemplo, “Carlo Ginzburg: An Interview” en Radical History Review, núm. 35, 1986
(Ahora en español en la revista Ruptura, núm. 10 – 11, Villahermosa, 2002), “Historia
e Cultura: Conversa com Carlo Ginzburg” en Estudos Históricos, vol. 3, núm. 6, 1990 y
“Witches and Shamans”, en New Left Review, antes citado.
31 Sobre los cien suscriptores italianos de los primeros Annales cfr. Fernand Braudel, “A ma-
nera de conclusión”, en la revista Cuadernos Políticos, núm. 48, México, 1986. Sobre el
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Carlos Antonio Aguirre Rojas
proyecto italiano finalmente fallido de editar el Metier d’historien de Marc Bloch en Italia,
antes que en Francia misma, y también sobre la difusión en Italia de los primeros Annales
cfr. el libro de Massimo Mastrogregori, El manuscrito interrumpido de Marc Bloch, FCE,
México,1998. Sobre esta corriente de los Annales cfr. Carlos Antonio Aguirre Rojas, Die
‘Schule’ der Annales. Gestern, heute, morgen, Leipziger Universitätsverlag, Leipzig, 2004,
Os Annales e a historiografía francesa, Universidade Estadual de Maringá, Maringá, Brasil,
2000, Fernand Braudel et les sciences humaines, L´Harmattan, Paris, 2004 y Ensayos Braude-
lianos, Prohistoria & Manuel Suárez Editor, Rosario, Argentina, 2000. También Braudel y
las Ciencias Humanas, Prohistoria, Rosario, 2011.
32 Sobre este punto cfr. el ensayo de Ernesto Ragionieri, “La disputa storica” y también de
Luigi Masella, “Introduzione”, ambos en Passato e Presente nel dibattito storiografico, ya antes
citado.
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