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Microhistoria
italiana
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Modo de empleo
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Microhistoria
italiana
8
Modo de empleo

Carlos Antonio Aguirre Rojas

Rosario, 2017
Carlos Antonio Aguirre Rojas
Microhisotria italiana. Modo de empleo.
1a ed. - Rosario : Prohistoria Ediciones, 2017.
194 p. ; 22,5 x 15,5 cm. (Historia de la Historiografía; 2)
ISBN 978-987-3864-60-5

1. Historia. 2. Historiografía. I. Título.


CDD 907.2

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© Carlos Antonio Aguirre Rojas


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Este libro se terminó de imprimir en ART Talleres Gráficos, Rosario,


Argentina, en abril de 2017.
Impreso en la Argentina

ISBN 978-987-3864-60-5
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Índice
8
INTRODUCCIÓN......................................................................... 9

CAPÍTULO I
Para una historia crítica de la microhistoria italiana........................... 17

CAPÍTULO II
La microhistoria italiana y el paradigma del ‘cambio de escala’.......... 87

CAPÍTULO III
El queso y los gusanos: un modelo de historia crítica para el análisis
de las culturas subalternas................................................................. 113

CAPÍTULO IV
Indicios, lecturas indiciarias, estrategia indiciaria y saberes
populares......................................................................................... 147

APÉNDICE
La microhistoria italiana. Las fechas fundamentales.......................... 185
3
INTRODUCCIÓN
8

U
n dato claro y muy relevante del actual panorama de los estudios
históricos a nivel mundial, es el hecho de la constante y también
creciente difusión y popularidad, cada día más amplia y establecida,
de la importante corriente historiográfica italiana conocida bajo el nombre
de la microhistoria italiana. Pero, como suele suceder cuando se desarrolla en
más amplia escala la difusión de cualquier concepción teórica, o también de
cualquier cosmovisión del mundo, esta mayor irradiación de esta fundamen-
tal corriente de la historiografía italiana contemporánea ha ido acompañada,
en ese movimiento de su vasta popularización, de varios malentendidos im-
portantes, que hoy se hacen presentes en cuanto se menciona a ese mismo en-
foque microhistórico italiano. Lo que entonces, vuelve pertinente la pregun-
ta de qué cosa es, más precisamente, dicha corriente de la microstoria italiana.
Y entonces, y para responder más adecuadamente lo que sí es esa micro-
historia generada dentro de la cultura italiana de las últimas cuatro décadas,
puede ser útil aclarar primero lo que no es dicha microhistoria ‘a la italiana’,
en contra de las confusiones ampliamente extendidas que hemos menciona-
do anteriormente. Así, la microhistoria italiana no tiene nada que ver con la
microhistoria mexicana de Luis González y González, también muy difundi-
da en el medio académico mexicano. Pues esta última, como su propio autor
ha declarado en múltiples veces, no es otra cosa que una simple variante
mexicana de la antiquísima y muy conocida historia local. En cambio, y en las
antípodas de esta historia local, la microhistoria italiana es más bien un claro
esfuerzo por utilizar los niveles u objetos microhistóricos –y no solo el nivel
de lo local, sino también, por ejemplo, la biografía, o la cosmovisión de un
cierto individuo, o un reducido sector de una clase social, o la obra escrita
de un científico, etc.— como un espacio de prueba y como un lugar de experi-
mentación para la reelaboración y el replanteamiento de grandes modelos e
hipótesis de orden claramente macrohistórico y global.
Carlos Antonio Aguirre Rojas

Con lo cual, es claro también que dicha microhistoria italiana no es tam-


poco el estudio por sí mismo de las cosas pequeñas, o banales, o insignifican-
tes, que al ser estudiadas de manera aislada y autónoma y como una suerte
de ‘residuos de la historia’, implicarían el abandono de la macrohistoria, sino
más bien un complejo replanteamiento de la dialéctica entre la macrohistoria
y la microhistoria, encaminado a superar la tradicional oposición y falsa auto-
nomización que muchos historiadores establecen, todavía hoy, entre ambos
niveles de la realidad histórica.
Tampoco es esta microhistoria italiana, una variante nueva o una su-
brama de la conocida historia de las mentalidades, que tanto eco tuvo en el
mundo en los años sesentas y setentas del siglo pasado, para decaer y entrar
en crisis en los años ochentas y noventas recién vividos. Pues en contra jus-
tamente de esta amorfa y siempre superficial historia de las ‘mentalidades’
–que presupone la falsa idea de que existen concepciones comunes a todos los
distintos grupos y clases sociales de una sociedad determinada–, la microhis-
toria italiana ha defendido, en su vertiente como un nuevo y muy original
modelo de historia cultural, tan brillantemente ejemplificado en las obras de
Carlo Ginzburg, la idea de que es imposible comprender ese espacio de las
realidades ‘mentales’ o culturales de una sociedad sin partir de la esencial divi-
sión, siempre fundante y siempre presente de múltiples formas, entre culturas
hegemónicas y culturas subalternas.
Y si esta microhistoria ‘a la italiana’, no es ni mucho menos lo mismo
que la historia de la mentalidades, tampoco es equiparable ni a la historia de
la vida privada, ni a la historia de la vida cotidiana, pero tampoco a la an-
tropología histórica, aunque varios de sus representantes principales, como
Edoardo Grendi, o Giovanni Levi, o Carlo Poni, puedan recuperar en sus
investigaciones y en sus resultados escritos, de una manera heurística y muy
creativa, ciertos elementos, temáticas, paradigmas o conceptos correspon-
dientes a estos campos problemáticos o a estos enfoques analíticos recién
mencionados.
Esta microhistoria italiana no es tampoco, y en contra de otra opinión
también difundida con cierta amplitud, una versión más del pensamiento
posmoderno dentro de las ciencias sociales. Ya que, dado el claro origen de
izquierda de todos sus principales impulsores y representantes, dicha micro-
historia se ha ubicado siempre en claras posiciones que corresponden a la

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Microhistoria italiana

defensa de una historia crítica, científica, y racionalista, combatiendo por lo


tanto a ese nuevo irracionalismo del posmodernismo relativista, que al afirmar
que es imposible conocer la verdad, y que todo conocimiento es limitado
y relativo a sus condiciones de generación, termina por desembocar en la
renuncia al carácter científico de la disciplina histórica, y más en general, de
todas las ciencias sociales actuales.
Finalmente, la microhistoria italiana no es tampoco una vertiente del
llamado ‘individualismo metodológico’, que solo estaría interesada en la di-
mensión histórica de aquello que es único, irrepetible y singular dentro de
la historia, al modo de una renovada defensa del viejo y ya superado histori-
cismo, que se opondría al examen de la historia serial, estructural, o general.
Por el contrario. Pues si los microhistoriadores italianos van a reivindicar sin
duda la necesidad del examen y explicación de esos elementos particulares
y de esa singularidad irrepetible de ciertos hechos y procesos históricos, e
incluso también el valor analítico del estudio del hapax o del caso atípico, será
siempre para reintegrarlos dentro de esa compleja dialéctica, ya antes aludida,
entre lo general o macrohistórico y lo microhistórico o particular.
Entonces y a diferencia de esta microhistoria mexicana y de la historia
local o regional, pero también de la historia de las ‘pequeñas cosas’ insig-
nificantes e inútiles, de la historia de las mentalidades, de la historia de la
vida cotidiana o privada, o de la antropología histórica, lo mismo que de
la historia posmoderna o del individualismo metodológico, a diferencia de
todas ellas, la microhistoria italiana constituye más bien una original y muy
novedosa propuesta para redefinir radicalmente la práctica contemporánea del
oficio de historiador, a partir sobre todo de la reivindicación de tres paradigmas
metodológicos centrales, los que en su conjunto, constituyen el esqueleto
epistemológico de dicha propuesta microhistórica italiana.
Tres paradigmas que son, en primer lugar, el paradigma del cambio de
la escala de observación o de análisis de los fenómenos históricos investigados,
en segundo término, el paradigma del análisis exhaustivo e intensivo del uni-
verso microhistórico, encaminado a construir descripciones densas de los hechos
y procesos estudiados, y finalmente, el paradigma indiciario utilizado como
método de investigación en aquellos casos específicos en que, por diversas
razones, se dificulta el acceso directo y más inmediato a los problemas y fenó-
menos que intenta ‘atrapar’ y reconstruir el historiador, como por ejemplo,

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Carlos Antonio Aguirre Rojas

en el caso del estudio de las distintas culturas de las clases subalternas de la


sociedad.
Así, el primer paradigma desarrollado y defendido por esta importante
corriente de microhistoriadores italianos, que durante algunos años se asoció
al proyecto cotidiano de edición y construcción de la hoy conocida revista
Quaderni Storici, es el del procedimiento metodológico del “cambio de escala”,
procedimiento que al postular la posibilidad de modificar la “escala” espe-
cífica en que un problema de historia es analizado y resuelto, va en general
a desembocar en la reivindicación de la recuperación recurrente de la escala
microhistórica, o del universo de dimensiones históricas “micro”, como el po-
sible nuevo “lugar de experimentación” y de trabajo de estos historiadores
italianos que, no obstante, continúan siempre empeñados en explicar y en
comprender los grandes y también siempre fundamentales procesos globales
macrohistóricos.
De este modo, y a la vez que critican los límites de los distintos modelos
“macrohistóricos” precedentes, que al haberse afirmado dentro de las ciencias
sociales y la historiografía del siglo XX, fueron simultáneamente vaciándose
de contenido, al abandonar su fuente nutricia originaria, que era y ha sido
siempre el análisis de los casos particulares y de las experiencias históricas
singulares, los microhistoriadores italianos van en cambio a defender este
cambio de escala y este retorno sistemático al nivel microhistórico, pero no
para renunciar al nivel de lo general y de la macrohistoria –como si hacen la
mayoría de los historiadores locales o regionales tradicionales–, sino justa-
mente para renovarlo y enriquecerlo, replanteándolo de modo más complejo
y elaborado, a partir de los resultados de esa experimentación y de ese trabajo
realizado dentro de los universos de la escala microhistórica.
Un segundo paradigma también asociado a la microhistoria italiana,
y directamente conectado con el procedimiento microhistórico del cambio
de escala, es el del análisis exhaustivo e intensivo de dicho universo microhis-
tórico. Es decir, que al reducir la escala de análisis, y tomar como objeto de
estudio a ese “lugar de experimentación” que será la localidad, o el caso, o
el individuo, o la obra, o el reducido sector de clase elegido, se hace posible
llevar a cabo un análisis prácticamente total, tanto de todos los documentos,
las fuentes, los testimonios y los elementos disponibles dentro de ese mi-
crouniverso, como también de los diversos y múltiples sentidos involucrados

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Microhistoria italiana

en las acciones, las prácticas, las relaciones y los procesos desarrollados por
esos personajes, o comunidades, o situaciones microhistóricas investigadas.
Pues a diferencia de los estudios puramente macrohistóricos, que nece-
sariamente seleccionan uno o algunos pocos elementos de la totalidad, a los
que investigan y analizan a través de casos o ejemplos, o de situaciones más
o menos ilustrativas y/o representativas de las tendencias generales –lo que
es totalmente pertinente, útil y necesario, mientras no se caiga en el vicio ya
mencionado de “vaciar” el modelo general de sus referentes empíricos, y de
terminar imponiéndolo como molde rígido y obligatorio de la explicación
de las múltiples realidades concretas–, el análisis de un caso microhistóri-
co permite, en cambio, mantener el horizonte exhaustivo de agotar prácti-
camente todos los niveles de la realidad, y todas las dimensiones y aristas de
una situación, de una comunidad, o de un personaje histórico cualquiera,
reconstituyendo por ejemplo, la entera red de relaciones de un individuo a lo
largo de toda su vida, o también el mapa de vínculos, alianzas, matrimonios
y disputas de absolutamente todas las familias que componen a un pequeño
pueblo determinado.
Al mismo tiempo, y acompañando a este estudio que agota todas las
dimensiones de la realidad ‘micro’ bajo examen, se hace posible también un
análisis más intensivo de los testimonios y de las fuentes diversas. Un análisis
que ubicándose ahora desde el punto de vista del sentido de los hechos his-
tóricos, intenta también agotar todos los sentidos imbricados dentro de cada
problema histórico, multiplicando las perspectivas de interrogación de dicho
problema, y los puntos de observación de los mismos, para tratar de cons-
truir, también dentro de la historia, lo que el antropólogo Clifford Geertz
ha llamado descripcionesdensas de los problemas. Es decir, descripciones que
sintetizan y combinan en un solo esquema explicativo, las muy diversas ma-
neras en que la situación o el problema analizado ha sido visto, percibido,
y procesado, por todos y cada uno de los actores y agentes sociales en él
involucrados.
Finalmente, el tercer paradigma fuerte de esta corriente italiana de la
microhistoria, es el que reivindica la necesidad de reconocer, cultivar y apli-
car el paradigma indiciario dentro del análisis histórico. Un paradigma que,
en contra de una opinión común muy difundida, no es aplicable de manera
indiscriminada a cualquier problema o fenómeno histórico, sino que se pre-

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Carlos Antonio Aguirre Rojas

senta como útil y hasta imprescindible sólo en aquellos casos en los que el
problema investigado se ‘resiste’ a un acceso más evidente, directo e inmedia-
to por parte del historiador. Por ejemplo, cuando nuestro objeto de estudio
es el conjunto de elementos y de realidades que corresponden a la historia de
las clases populares, de los grupos sometidos, de los “derrotados” sucesivos
en las diferentes batallas históricas, y más en general de todas esas “víctimas”
dentro de los procesos históricos, cuya historia ha sido siempre silenciada,
omitida, marginada, reprimida, o hasta eliminada y borrada de diferentes
maneras.
Paradigma basado en el desciframiento de ciertos indicios históricos,
cuya esencia consiste en que el historiador se capacite y entrene para ser capaz
de leer e interpretar los múltiples indicios que, habiendo sobrevivido a los procesos
de recodificación, filtro, deformación, conservación sesgada, y reescritura de
la historia por parte de las clases dominantes, permiten todavía hoy acceder
de manera tortuosa y difícil, pero al mismo tiempo conectada con la esencia
del problema, a esos puntos de vista y a esas cosmovisiones de, por ejemplo,
la cultura popular, al modo de huellas, síntomas o trazos que, adecuadamen-
te leídos e interpretados, logran aún revelarnos esas realidades silenciadas y
marginadas sistemáticamente que conforman a esa misma cultura popular.
Pequeños indicios, o rasgos y elementos aparentemente insignificantes para
cualquier mirada ordinaria, pero en verdad profundamente reveladores y es-
clarecedores para la mirada aguda y para el olfato especialmente entrenados
del historiador crítico que ha cultivado esta búsqueda de los indicios, y esta
capacidad de su lectura e interpretación adecuadas.
Por eso, Carlo Ginzburg juega, para explicar este paradigma indiciario,
con la comparación metafórica entre la actividad del historiador, de un lado,
y en el otro con toda una serie de actividades que incluyen, por ejemplo, el
trabajo del detective, o también la labor del psicoanalista, o la pesquisa de un
juez, igual que el diagnóstico de un buen médico, o la investigación del espe-
cialista de arte que es capaz de atribuir acertadamente la autoría de un cuadro
supuestamente anónimo, entre otros. Pues en todos estos casos se trata de
saberes indiciarios, que a partir de esos elementos sólo aparentemente secun-
darios o insignificantes, que son los rastros dejados involuntariamente por el
culpable, o los actos fallidos del paciente, o las contradicciones o lagunas pre-
sentes en la deposición de los testigos, o los síntomas diversos de un enfermo,

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o también los modos recurrentes y totalmente singulares de pintar una uña,
una oreja, una zona del cabello o un pliegue del vestido, logran descubrir y
establecer esa realidad oculta y de difícil acceso, pero finalmente “atrapable” y
descifrable por el buen investigador o pesquisador.
Un saber indiciario que es, también, uno de los modos permanentes y
milenarios del saber popular, del saber de esas mismas masas y clases populares
que aprehenden el mundo, por la vía de la experiencia cotidiana y mediante la
observación atenta del entorno circundante. Y por lo tanto, también a partir
de esa capacidad de leer los indicios y de interpretarlos adecuadamente, como
en el caso del saber de los cazadores, de los marineros, de los carpinteros o de
los curanderos y médicos populares.
Tres paradigmas metodológicos que, en su conjunto, constituyen la
contribución epistemológica principal y el soporte subyacente a las restantes
aportaciones teóricas, conceptuales, problemáticas e historiográficas de esta
fundamental corriente de la microhistoria italiana, cada mas vez más conoci-
da y difundida en las distintas historiografías nacionales de todo el planeta.
Y es precisamente sobre estos paradigmas, y sobre los autores que los
han ‘descubierto’ o explicitado para el análisis histórico contemporáneo, así
como sobre los contextos específicos de su elaboración, aplicación y proyec-
ción, que versan las siguientes páginas. Páginas que, en su conjunto, preten-
den darle al lector algunas pistas y claves de lectura importantes para enten-
der a esa fundamental corriente de la historiografía mundial que es hoy, la
célebre y cada vez más difundida corriente de la microhistoria italiana.
Pistas que nos permitirán entender, no solo la enorme originalidad y el
gran valor heurístico del conjunto de obras producidas por esta tendencia
historiográfica de los microhistoriadores italianos, sino también los nuevos
caminos y las nuevas formas de ejercer el viejo oficio de Clío, que nos aporta
este modo de empleo de esa singular perspectiva historiográfica que es la de la
microhistoria italiana.

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CAPÍTULO
I
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Para una historia crítica de la microhistoria italiana

“Si el hombre se estudiara en primer lugar a sí


mismo, vería que es imposible ir más allá. ¿Cómo
puede una parte conocer el todo? (...) Sin em-
bargo, creo que es imposible conocer las partes
sin conocer el todo, y también que es imposible
conocer el todo sin conocer particularmente las
partes”.
Blaise Pascal, Pensamientos, c. 1660.

L
a microhistoria italiana, la más importante corriente de la historio-
grafía italiana de todo el siglo XX, vive desde hace dos décadas, una
situación que a primera vista se presenta como algo paradójica. Por-
que, al mismo tiempo que, de un lado, en múltiples historiografías nacionales
de todas partes del mundo, se comienza a debatir, traducir y recuperar los
aportes principales de esta corriente de los microhistoriadores italianos, del
otro lado, varios de sus representantes más importantes y afamados mun-
dialmente, declaran explícitamente que dicho proyecto microhistórico ya no
existe más, siendo algo del pasado, cuyo ciclo de vida ya ha concluido, en
virtud de que ellos mismos, ahora, o incluso desde hace varios años, ya no
practican más esa visión microhistórica.1

1 Así, mientras los libros de Carlo Ginzburg están, por ejemplo, ya traducidos a más de vein-
te diferentes lenguas, y mientras que la “microhistoria italiana” forma ya parte de cualquier
programa de un curso serio y actualizado sobre la historia de la historiografía del siglo XX,
Giovanni Levi puede declarar, en una entrevista en Argentina en noviembre de 1998, que
“…yo creo que hoy nadie hace microhistoria. Hay una crisis de la microhistoria…” (en la
entrevista a Giovanni Levi “Crisis y resignificación de la microhistoria. Una entrevista a
Carlos Antonio Aguirre Rojas

Entonces, si de una parte vemos que se organizan Coloquios o Confe-


rencias sobre la microhistoria italiana en Dinamarca, Uruguay, Estados Uni-
dos, Islandia, Brasil, Francia, México, Holanda o Argentina, y que los libros
de algunos microhistoriadores se traducen lo mismo al búlgaro o al chino,
que al finlandés o al español, por otra parte parecería que no demasiadas
personas leen y consultan sistemáticamente los nuevos números de la revista
Quaderni Storici, al mismo tiempo que muchos miembros de la actual gene-
ración de historiadores italianos que impulsan y construyen efectivamente
esta revista, resultan muy escasamente conocidos para el gremio de los histo-
riadores, fuera de los límites acotados de la propia península italiana.
De este modo, mientras esa microhistoria italiana gana cada vez más
presencia y difusión internacionales, afirmándose como uno de los “polos
fuertes” de la innovación historiográfica en el último cuarto de siglo, al mismo
tiempo sus representantes más importantes y emblemáticos parecerían ale-
jarse o hasta deslindarse un poco de dicha microhistoria italiana, afirmando
itinerarios intelectuales que en la actualidad ya no parecen confluir en el pro-
yecto colectivo de dichos Quaderni Storici, o del grupo más joven nucleado
en torno de esta misma revista.
¿Cómo es posible explicar esta situación aparentemente paradójica? ¿Ha
concluido efectivamente el proyecto intelectual colectivo de la microhistoria
italiana? ¿O más bien se ha “atomizado” ese proyecto, para prolongarse en

Giovanni Levi”, en la revista Prohistoria, núm. 3, Rosario, 1999, p. 187), al tiempo que
Edoardo Grendi hablaba explícitamente de la “práctica disolución institucional” del grupo
de los microhistoriadores originales, y del recambio generacional acontecido a inicios de los
años noventas, señalando la existencia de “un periodo áureo” de esa microhistoria italiana,
sólo “entre 1976 y 1983” (en su artículo, Edoardo Grendi, “Repensar la microhistoria”, en
revista Entrepasados, núm. 10, Buenos Aires, 1996, pp. 131-32 y 136). Igualmente, Carlo
Ginzburg, en una reflexión retrospectiva de su propio itinerario intelectual, luego de afir-
mar que “a la formación de la microhistoria he contribuido también yo, junto a otros estu-
diosos que se reunieron en torno de la revista Quaderni Storici: Giovanni Levi, Carlo Poni,
Edoardo Grendi”, se pregunta claramente: “¿por qué me he alejado rápidamente de ese
grupo?”, enfatizando que al sumergirse de lleno en el proyecto de los años ochentas, que
en 1989 se concretará en su libro Historia Nocturna, habría dado un “salto que era bastante
considerable: era el salto desde la microhistoria hasta la macrohistoria” (en su “Prefacio”
al libro Tentativas, Universidad Michoacana, Morelia, 2003; Prohistoria Ediciones, 2004).
De este modo, a la vez que la microhistoria gana espacios y se difunde con fuerza en todo
el mundo, sus principales representantes la declaran ya inexistente, en crisis, más allá de su
“periodo áureo”, o lejana a sus itinerarios intelectuales actuales.

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Microhistoria italiana

varios periplos intelectuales individuales de sus principales representantes?


Y en cualquier caso, ¿qué representa entonces la actual generación de histo-
riadores agrupados en torno de la revista Quaderni Storici? ¿Es un proyecto
intelectual distinto de aquel que dio vida a la corriente historiográfica de la
microhistoria italiana? ¿O es el proceso de su decadencia y ocaso? ¿O quizá
también, se trata de una generación más joven que se dedica sobre todo a
“aplicar” de forma genérica y tal vez un poco “débil” las lecciones de esa mis-
ma microhistoria italiana, pero sin introducir ya nuevas temáticas y nuevos
problemas históricos, pero sobre todo sin desarrollar nuevas contribuciones
metodológicas, teóricas, conceptuales y epistemológicas que innoven, trans-
formen y enriquezcan la práctica misma del oficio de historiador?
Y a partir de esto ¿cuál es entonces la situación actual y los posibles
destinos futuros inmediatos de esta corriente historiográfica microhistórica
italiana? ¿Y cuál su contribución más general a los estudios históricos más
contemporáneos?
Para resolver estos interrogantes, puede resultar útil adentrarse un poco
en la historia general de esta misma microhistoria italiana, intentando esta-
blecer tanto las condiciones generales de su génesis específica dentro de la
cultura y la historiografía italiana de los años sesentas y setentas, como tam-
bién las posibles etapas de su complejo periplo intelectual, junto al esbozo
general de sus rasgos más esenciales y de sus principales aportes metodológi-
cos, teóricos e historiográficos.

Los contextos posteriores a 1968 y la microhistoria italiana

“También en este campo, el 68 representó, como


es obvio, un cambio de dirección…”
Carlo Ginzburg, ‘Introduzione’ a
Peter Burke, Cultura popolare della Europa
moderna, 1980.

Resulta claro, a la luz de los últimos casi cuarenta y cinco años transcurridos,
que lo mismo el complejo proyecto historiográfico de la microhistoria italia-
na, que la gran mayoría de los cambios principales que la historiografía mun-
dial ha vivido en estos mismos nueve lustros recientes, derivan todos ellos,

19
Carlos Antonio Aguirre Rojas

en una gran medida, de los impactos y de los contextos culturales específicos


que, en todo el mundo, ha creado la importante revolución cultural planeta-
ria de 1968. Una revolución de profundas consecuencias civilizatorias en to-
das las sociedades del planeta, que al transformar radicalmente a todo el con-
junto de las estructuras culturales de las diversas sociedades contemporáneas,2
modificó igualmente de manera radical todo el paisaje de lo que habían sido
y son ahora los estudios históricos de todos los países del mundo.
Porque a tono con los cambios profundos de la cultura entera de las
distintas sociedades nacionales, se transformaron también todas las histo-
riografías del orbe, reproduciendo entonces en su propio seno y siempre de
maneras diferenciadas y singulares, una serie de rasgos o procesos generales
que, con sus especificidades, también se hicieron presentes en Italia, contri-
buyendo así a crear el contexto propicio para la génesis y ulterior desarrollo
de la microhistoria italiana.
Cambios fundamentales en la historiografía mundial, que abarcan desde
una modificación fundamental del modo mismo de funcionar la interrela-
ción entre las historiografías nacionales o de los lugares de generación de
la innovación historiográfica, hasta la crisis global de los modelos teóricos
generales entonces vigentes, y pasando tanto por la presencia cada vez mayor
de los temas culturales dentro de la agenda cotidiana principal de los histo-
riadores, o por una realineación de las relaciones de afinidad, convergencia
y distanciamiento entre la historia y las restantes ciencias sociales, hasta una
clara revaloración de los múltiples vínculos entre la historia y el presente, y
de la dimensión histórico-concreta de los procesos estudiados por los di-
versos practicantes de la musa Clío. Procesos generales de transformación
historiográfica,3 que adaptándose a cada historiografía continental, regional

2 Sobre esta revolución cultural de 1968, y sobre su caracterización más general, cfr. Fernand
Braudel, “Renacimiento, Reforma, 1968: revoluciones de larga duración”, en La Jorna-
da Semanal, núm. 226, octubre de 1993; Immanuel Wallerstein, “1968: revolución en el
sistema-mundo. Tesis e interrogantes”, en Estudios Sociológicos, núm. 20, México, 1989, y
Carlos Antonio Aguirre Rojas, “1968: la gran ruptura” y “Repensando los movimientos de
1968”, ambos en Para comprender el mundo actual, Prohistoria Ediciones, Rosario, 2005.
3 Sobre estos procesos generales que 1968 provoca en la historiografía, cfr. Francois Dosse
“Mayo del 68: los efectos de la Historia sobre la historia” en la revista Sociológica, núm. 38,
México, 1998 y Carlos Antonio Aguirre Rojas, “Los efectos de 1968 en la historiografía
occidental”, capítulo IV del libro La historiografía en el Siglo XX, Prohistoria, Rosario, Ar-
gentina, 2011.

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Microhistoria italiana

y nacional, darán lugar a múltiples y muy variadas respuestas intelectuales,


entre las cuales se encuentra la del innovador grupo de historiadores que, en
Italia, darán origen al nacimiento de la perspectiva microanalítica y microhis-
tórica que aquí consideramos.
Así, es obvio que ha sido 1968, el que al poner en crisis muchos de los
esquemas de “centralidad” entonces vigentes, ha terminado también con el
esquema hegemónico centro/periferia que se desarrolló dentro de la histo-
riografía europea e incluso tal vez también mundial, entre aproximadamente
1870 y 1968, –otorgándole primero el liderazgo a la historiografía germa-
noparlante, entre aproximadamente 1870 y 1930, y luego a la historiografía
francesa, entre más o menos 1930 y 1970–, haciendo entonces posible la
emergencia del policentrismo historiográfico que hemos vivido en las últimas
cuatro décadas transcurridas. Con lo cual, y al disolver el monopolio de una
sola historiografía nacional, que concentraba la abrumadora mayoría de la
innovación temática, metodológica, conceptual e historiográfica de un cierto
periodo, es que ha podido crearse la actual situación que hoy domina en la
historiografía mundial, y en la que compiten en pie de igualdad varios “polos
fuertes” de la historiografía contemporánea, –y entre ellos la propia micro-
historia italiana– e incluso algunos “polos emergentes” de la misma, dentro
de una lógica mucho más plural, desconcentrada y equilibrada de múltiples
competencias entre todas las historiografías nacionales del planeta.4
Nueva situación de policentrismo historiográfico que abrió el espacio in-
telectual para que pudiesen florecer, después de 1968, lo mismo la perspectiva
del “world-system analysis” en Estados Unidos, las varias ramas de la historia
marxista y socialista británica, o también la tercera y cuarta generaciones de
la corriente francesa de los Annales, que la nueva historia social alemana, la
historia regional latinoamericana o la antropología histórica rusa. Y junto a
todas ellas, también este elaborado proyecto de la microhistoria italiana que
ha revigorizado radicalmente a los estudios históricos italianos, a la vez que
ubica a dicha historiografía italiana en el centro de varios de los principales
debates historiográficos mundiales hoy en curso.

4 Sobre este punto cfr. Carlos Antonio Aguirre Rojas, “La historiografía occidental en el año
2005. Elementos para un balance global”, en Anuario de Estudios Bolivianos, Archivísticos y
Bibliográficos, núm. 11, Sucre, 2005, y también Antimanual del mal historiador, Prohistoria
Ediciones, Rosario, 2000 [2da. Ed., 2015].

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Carlos Antonio Aguirre Rojas

Al mismo tiempo, es también claro que 1968 ha representado la defini-


tiva “irrupción de la diversidad” en todos los ámbitos de lo social, y con ello
la crisis global de todos los modelos generales entonces vigentes dentro de las
ciencias sociales, modelos que emparentados con las visiones del estructura-
lismo, del funcionalismo, o hasta del “marxismo vulgar”, habían terminado
vaciándose de contenido real, para representar sólo versiones empobrecidas y
empobrecedoras del siempre potencialmente complejo y rico análisis de lo
concreto y de lo real. Modelos generales que sólo manejaban categorías ya
reificadas y que, lejos de promover la investigación empírica compleja, se
limitaban a “ir a la realidad” para validarse y autocomprobarse un infinito
número de veces, siempre a partir de ejemplos escogidos especialmente para
cumplir este limitado fin.
Modelos generales y abstractos que “sabían el resultado” antes de la in-
vestigación, y que serán criticados ya desde los años cincuentas y sesentas por
autores tan distintos como Fernand Braudel o Jean-Paul Sartre, para termi-
nar colapsándose completamente después de la saludable ruptura de 1968.5
Y si la crisis y decadencia de estos modelos abstractos y generales, rígi-
dos, vacíos y separados de las dimensiones concretas y empíricas de lo real,
ha dado lugar lo mismo a la sugestiva pero no totalmente certera crítica
de Michel Foucault al proyecto de una “historia global”, que a las falsas y
estériles salidas posmodernas, que frente a estos límites de dichos modelos
generales optan simplemente por negar la posibilidad de todo modelo o de
toda “generalización epistemológica” posible, también se ha expresado en la
sutil e interesante propuesta de la microhistoria italiana, que ha propuesto
entonces “cambiar la escala de análisis” de los problemas abordados por los
historiadores, para hacerlos capaces, una vez más, de reconstruir de un nuevo

5 Sobre estas críticas pioneras y anticipatorias de 1968 a esos modelos abstractos y vacíos cfr.
Fernand Braudel “Historia y Ciencias Sociales. La larga duración”, en Escritos sobre historia,
FCE, México, 1991, texto escrito en 1958 en donde Braudel llama a “reconectar” esos
modelos con lo real-histórico y concreto. También Jean-Paul Sartre criticará los modelos de
los “marxistas vulgares” que quieren reducir el complejo problema de la biografía y de la
irreductibilidad específica de la individualidad de un personaje a su sola condición de per-
tenencia a una cierta clase social, en su Crítica de la razón dialéctica, 2 volúmenes, Losada,
Buenos Aires, 1963.

22
Microhistoria italiana

modo, más complejo y rico, la esencial dialéctica de va y viene entre las dimen-
siones macrohistóricas y las dimensiones microhistóricas de los procesos sociales.6
Replanteamiento novedoso y complejo de esta vieja y muy tematizada
dialéctica entre macrohistoria y microhistoria que no sólo aleja a la microhis-
toria italiana de cualquier parentesco o similitud con la simple historia local
o hasta regional –y por ende con la microhistoria mexicana de Luis González
y González– sino que también propone una original vía de solución a la
habitual antítesis, rígida y excluyente, de dicha macrohistoria frente a la mi-
crohistoria, al postular, por el contrario, partir siempre de una hipótesis dada
perteneciente al nivel macrohistórico para luego “hacerla descender de nivel”,
cambiando su escala de observación o de análisis hacia un nivel microhistórico, el
que habrá de servir entonces no como el objeto de estudio por sí mismo, sino
sólo y exclusivamente como “laboratorio”, como “lugar de experimentación
o de prueba” de dicha hipótesis macrohistórica.
Así, llevando a cabo un análisis exhaustivo e intensivo de ese universo mi-
crohistórico, en función de la hipótesis macrohistórica que ha cambiado su
escala de análisis u observación, el movimiento final deberá remontar nueva-
mente la escala de estudio, para retornar al nivel macrohistórico, proponien-
do, desde el experimento microhistórico ya realizado, nuevas hipótesis, nuevos
modelos, y nuevas explicaciones macrohistóricas, mucho más sutiles, complejas,
fundadas y elaboradas, y sobre todo mucho más capaces de dar cuenta efecti-
va de los procesos históricos reales investigados por el historiador.
Proponiendo entonces esta original dialectización de la falsa antinomia
entre macrohistoria y microhistoria –y con ella, también las igualmente falsas
oposiciones de lo general/particular, estructura/actor, excepcional/normal,
norma/caso, objetivo/subjetivo, contexto/individuo, atípico/típico, cultura
de elite/cultura popular, y muchos etcéteras más–, la microhistoria italiana
no sólo contribuye a replantear este problema dentro de la historiografía

6 Para la crítica frontal a estos modelos generales vacíos, pero también a las falsas salidas
posmodernas, a la vez que para la explicación de ese nuevomodo de rescatar la dialéctica
macro/micro de los procesos sociales, cfr. Carlo Ginzburg, “Microhistoria: dos o tres cosas
que sé de ella” en su libro El hilo y las huellas, FCE, Buenos Aires, 2010; Giovanni Levi,
“Sobre la microhistoria” en Formas de hacer la historia, Alianza Editorial, Madrid, 1993 y
“Un problema de escala” en la revista Contrahistorias, núm. 2, México, 2004, y Edoardo
Grendi “Microanalisi e Storia sociale” en Quaderni Storici, núm. 35, 1977 y “Paradojas de
la historia contemporánea” otra vez en Contrahistorias, núm. 2, 2004, recién citado.

23
Carlos Antonio Aguirre Rojas

más actual, sino también dentro del conjunto de las ciencias sociales más
contemporáneas.7
Otro de los efectos principales de las grandes rupturas provocadas por
los movimientos sociales emblematizados en el año de 1968, ha sido sin
duda el de colocar a todo el conjunto de problemas y de temas de orden
cultural en el centro de las preocupaciones y de las reflexiones de la gran
mayoría de las sociedades actuales. Pues al transformar centralmente a esas
estructuras de la producción y la reproducción cultural del mundo moder-
no, la revolución justamente cultural de 1968, provocó un reordenamiento
completo de las agendas no sólo de la historiografía sino también de todas
las ciencias sociales actuales. Lo que entonces, explica el hecho de que sea
también en los últimos cuarenta años cuando van a florecer todos esos di-
versos y muy desiguales proyectos intelectuales que, dentro de los estudios
históricos, intentan dar cuenta de esas realidades culturales de lo social, y que
se expresan lo mismo en la amorfa y nunca bien definida historia francesa
de las mentalidades, que en la psicohistoria anglosajona, pero también en la
historia conceptual alemana, en la creativa revisión de las tradiciones cultu-
rales llevada a cabo por la historia marxista británica, o en la nueva historia
intelectual norteamericana, entre otras. E igualmente, en el modelo propues-
to por la microhistoria italiana de construcción de una historia crítica de la
cultura de las clases subalternas, desarrollada sobre todo en los trabajos de
Carlo Ginzburg.8

7 Para una explicación más amplia del modo en que la microhistoria italiana resuelve esta
dialéctica macro/micro, cfr. Carlos Antonio Aguirre Rojas, “Convite a outra micro-história:
a micro-história italiana” en Historiografia Contemporânea em perspectiva crítica, EDUSC,
Sao Paulo, 2007.
8 Sobre este modelo ginzburguiano de historia cultural, cfr. Carlo Ginzburg, El queso y los gu-
sanos, Océano, México, 1998, Historia Nocturna, Muchnick, Barcelona, 1991, “Introduzio-
ne”, en de Peter Burke, Cultura popolare della Europa moderna, Giulio Einaudi, Turín, 1980,
la “Premessa giustifacativa” redactada para un número que fue organizado y coordinado
por el mismo Ginzburg, sobre el tema ‘La religión de las clases populares’ en Quaderni
Storici, núm. 41, 1979, y también la convocatoria a proponer artículos para dicho número,
“Progetto di un fascicolo sulla ‘Religione Popolare’”, en Quaderni Storici, núm. 37, 1978.
Véase también Carlos Antonio Aguirre Rojas, “Il formaggio e i vermi, un modello di storia
critica per l’analisi delle cultura subalterne” en Storiografia, núm. 7, Roma, 2003, y “Po-
pular Culture and the Teaching of History: a critical reflection” en Mirror Images. Popular
Culture and Education, Peter Lang, New York, 2008.

24
Microhistoria italiana

Así, multiplicando y desplegando estas muy diferentes versiones y mo-


delos para el análisis de la historia cultural, la coyuntura historiográfica pos-
terior a 1968 ha provocado también, tal vez, el hecho de que la obra de Carlo
Ginzburg, centrada justamente en torno de estos temas y problemas de la
rama de la historia cultural, sea sin duda y de lejos la obra más difundida,
traducida y debatida dentro de todo el conjunto de trabajos, escritos y obras
producidos por todo el universo de los distintos personajes y autores que
incluye esta misma microhistoria italiana.9
Centralidad de los temas culturales en las agendas historiográficas y en
las agendas de los temas a debate dentro de las ciencias sociales de todo el
mundo, que también explica el hecho de que todas las historiografías nacio-
nales hayan recuperado, de muy distintas formas, sus específicos vínculos con
las diversas escuelas y corrientes de la antropología contemporánea, discipli-
na que tradicionalmente y desde su mismo origen, se ocupó siempre también
de estos mismos problemas de las culturas humanas. Lo que entonces, nos
explica el hecho de que también la microhistoria italiana haya recuperado
este diálogo múltiple con la antropología, rescatando o discutiendo lo mis-

9 Resulta muy interesante observar la geografía diferencial de la difusión de las diversas “ra-
mas” y también de los diversos autores de esta microhistoria italiana. Pues mientras, por
ejemplo en Francia, la vertiente de la microhistoria defendida y promovida por Edoardo
Grendi y Giovanni Levi se encuentra ampliamente difundida, la obra de Carlo Ginzburg,
también bastante traducida al francés, tropieza sin embargo con la “competencia” del pro-
yecto de Roger Chartier de una “historia social de las prácticas culturales”. En cambio, en
Alemania o en España la obra de Ginzburg es mucho más conocida que la de Grendi o
Levi. Y lo mismo sucede en Estados Unidos, en México o en Brasil, en donde los trabajos
de Carlo Ginzburg han sido bastante traducidos y discutidos. En cambio, en Argentina
y en Uruguay es mucho mayor la recepción y difusión de la obra de Grendi, de Levi, de
Franco Ramella, o de Mauricio Gribaudi, que en cualquier otro país de América Latina, e
incluso de toda América, sin ser reducida, no obstante, la difusión de los libros de Carlo
Ginzburg. Sobre esta desigual difusión, cfr. por ejemplo, Justo Serna y Anaclet Pons, “El
ojo de la aguja: ¿de qué hablamos cuando hablamos de microhistoria?” en la revista Ayer,
núm. 12, Madrid, 1993 y Cómo se escribe la microhistoria, Cátedra, Madrid, 2000; Edward
Muir “Introduction: Observing Trifles” en Microhistory and the Lost Peoples of Europe, Johns
Hopkins University Press, Baltimore, 1991; los artículos incluidos en el libro colectivo
Jeux d’echelles. La micro-analyse a l’experience, Gallimard-Le Seuil, París, 1996; todo el dos-
sier “La microhistoria en la encrucijada” en la revista Prohistoria, núm. 3, citada, y los
tres artículos incluidos en Quaderni Storici, núm. 100, 1999 de Wolfgang Kaiser “Fratelli
sconosciuti e una sorella lontana”, de Chris Wickham, “Una testimonianza” y de Robert
Descimon, “Un’esperienza personale nel contesto francese”, referidos a la difusión de la
microhistoria en Alemania, Inglaterra y Francia respectivamente.

25
Carlos Antonio Aguirre Rojas

mo con el network analysis de Frederick Barth o con algunas tesis y teoremas


claramente antropológicos de Karl Polanyi, que con la noción de Clifford
Geertz sobre la “descripción densa”, o con los desarrollos y las contribucio-
nes de Claude Levi-Strauss sobre la morfología social y sobre las estructuras
arquetípicas del comportamiento cultural.
Diálogo con la antropología, y también con otras ciencias sociales, que
le ha permitido a los microhistoriadores italianos el desarrollar el paradigma
del análisis exhaustivo e intensivo del universo microhistórico elegido. Pues si
como hemos dicho antes, el procedimiento microhistórico consiste en ese
movimiento o dialectización del círculo de va y viene entre los niveles macro-
históricos y microhistóricos, este análisis exhaustivo e intensivo del espacio
microhistórico nos remite justamente, en primer lugar, al examen realmente
global de absolutamente todas las dimensiones, elementos, actores y facto-
res de ese mismo universo “micro”, análisis que al aplicarse a un problema
cuya escala ha sido reducida, hace posible agotar la totalidad de sus elementos
constitutivos, aproximándose en esta escala micro a una de las dimensiones y
sentidos del cumplimiento del paradigma de la historia global.
Y también, en segundo lugar, este análisis exhaustivo-intensivo habrá
de “leer” e interpretar todos esos elementos, dimensiones y factores de un
modo intensivo, reconstruyendo también todos los posibles “sentidos” de cada
acto, situación, proceso o relación analizados, en la línea de construir tam-
bién dentro de la historia, “descripciones densas” de los diferentes hechos y
realidades investigados.
Desarrollando entonces una verdadera “mirada microscópica” intensiva
y extensiva del nivel microhistórico elegido, los microhistoriadores italianos
pueden entonces cumplir ese “experimento microhistórico” en el laboratorio
de la prueba o test que es esa escala reducida de análisis, proponiendo desde
sus lecciones específicas, nuevos y más complejos modelos macrohistóricos
de interpretación.10

10 Sobre esta convergencia posible y fructífera entre historia y antropología, y sobre algunas
de sus lecciones principales cfr. Carlo Poni y Carlo Ginzburg “El nombre y el cómo. Inter-
cambio desigual y mercado historiográfico” en Tentativas, Prohistoria Ediciones, Rosario,
2004. Véase también el libro compilado por Edoardo Grendi, L’antropologia económica,
Giulio Einaudi, Turín, 1972 y Polanyi. Dall’antropologia economica alla microanalisi storica,
Etas Libri, Milán, 1978. Sobre la “descripción densa” y la lectura múltiple de los sentidos
de un fenómeno o realidad cfr. Giovanni Levi “Sobre la microhistoria”, en Formas de hacer

26
Microhistoria italiana

Finalmente, otro de los impactos de la revolución de 1968 fue el de


replantear con fuerza los múltiples y diversos vínculos entre la historia y el
presente, renovando el debate sobre la función social de la historia y sobre
el compromiso social del historiador, y reivindicando una historia más viva,
más “a ras del suelo” y más conectada con las preocupaciones, las vivencias y
las experiencias de la gente “común y corriente”. Porque en el clima de alta
politización y de grandes expectativas de cambio social que antecedió y su-
cedió a las rupturas de 1968, surgieron de una manera casi espontánea todos
esos proyectos que cobraron forma, lo mismo en los “History workshops”
ingleses, y luego alemanes y españoles, que en las distintas historias de los
marginados, los excluidos y las minorías que comenzaron a proliferar des-
pués de 1968 un poco en todas partes, pero también en las varias vertientes
y significados de la defensa de una “historia de los de abajo”, de una historia
de las clases, los grupos y hasta las naciones “subalternas”, igual que los recla-
mos de una historia más viva, más real, más de carne y hueso y mucho más
concreta y específica.
Trazo de la coyuntura post-68 que en Italia y dentro de esta corriente
microhistórica italiana, va a proyectarse en el hecho de que todos sus repre-
sentantes principales son gente que proviene de las tradiciones intelectuales
del marxismo o de la izquierda italiana, lo que los lleva a promover siempre
una historia social y cultural articulada de manera central en torno al conflicto-
social y a la oposición y combate entre las clases y los grupos sociales, reivin-
dicando también, por ejemplo, el proyecto de una historia cultural concebida
“desde el punto de vista de las víctimas”. E igualmente, es esta postura crítica
y de izquierda la que explica la crítica sistemática que los microhistoriadores
harán de todas las posturas posmodernas, relativistas, idealistas o conser-
vadoras, presentes lo mismo en ciertos autores y obras de la historiografía
italiana o europea, que norteamericana o mundial.11

historia, citado, y Clifford Geertz, “Descripción densa” en La interpretación de las culturas,


Gedisa, Barcelona, 1995, y también “Conocimiento local: hecho y ley en la perspectiva
comparativa” en Conocimiento local, Paidos, Barcelona, 1994.
11 Sólo por mencionar algunos ejemplos de estas claras posturas de izquierda y críticas del
postmodernismo en historia, cfr. Carlo Ginzburg “Witches and Shamans”, en la revista
New Left Review, núm. 200, Londres, 1993, “Sólo un testigo”, en la revista Historias, núm.
32, México, 1994, “Pruebas y posibilidades. Al margen de El retorno de Martín Guerre de
Natalie Zemon Davies”, en El hilo y las huellas, FCE, 2010, antes citado y “Exphrasis e

27
Carlos Antonio Aguirre Rojas

Y es también, muy probablemente, esta situación posterior a 1968 y esa


postura de izquierda permanentemente crítica –que los lleva incluso a criticar
las versiones italianas de un “marxismo funcionalista” o las distintas variantes
del “marxismo vulgar” o del “marxismo institucional”–, la que ha llevado a
los microhistoriadores italianos a rechazar sistemáticamente las explicaciones
simples de los problemas y también los lugares comunes tenazmente repeti-
dos por la inmensa mayoría de los historiadores, buscando todo el tiempo
complejizar no sólo los problemas abordados, y para ello las preguntas y las
respuestas habituales del historiador, sino también los propios instrumentos
y herramientas intelectuales para el abordaje de dichos problemas, rediscu-
tiendo lo mismo las formas del relato y de la construcción de las narraciones
históricas, que los paradigmas metodológicos de los historiadores y de los
científicos sociales, junto, naturalmente, a los modelos de explicación y a los
conceptos fundamentales de la práctica histórica.
Un esfuerzo intelectual para replantear la entera práctica del oficio de his-
toriador que lo mismo se proyecta en la elección de los “objetos de estudio”
pertinentes para los seguidores de Clío –a los que se incorporan de manera
nueva varios temas ahora visibles desde la escala microhistórica–, que en la
reevaluación de las herramientas analíticas necesarias para el estudio y examen
de dichos objetos de estudio, ahora enriquecidas con el procedimiento mi-
crohistórico, el análisis exhaustivo-intensivo y la aplicación del paradigma in-
diciario, entre otros. Y también y junto a todo esto, en la reproblematización
crítica y no posmoderna de la función de la dimensión narrativa de la historia,
de los modelos de explicación construidos para dar cuenta de los problemas
abordados, pero también de las categorías, conceptos y esquemas utilizados
para esas mismas interpretaciones históricas habituales.12

citacao” en A micro-historia e outros ensaios, Difel, Lisboa, 1989. También Giovanni Levi,
“Sobre la microhistoria” en Formas de hacer historia, citado, “Los peligros del geertzismo”
en Luz y contraluz de una historia antropológica, Biblos, Buenos Aires, 1995 y “La microhis-
toria italiana. Entrevista con Giovanni Levi” en La Jornada Semanal, núm. 283, noviembre
de 1994.
12 Jacques Revel ha captado este esfuerzo de los microhistoriadores italianos, de complejizar
la práctica histórica en todos sus niveles y elementos, haciendo popular la idea de que su
máxima sería “¿por qué hacer las cosas de manera simple cuando podemos hacerlas de ma-
nera complicada?” (cfr. Jacques Revel “L’histoire au ras du sol”, prefacio al libro de Giovan-
ni Levi, Le pouvoir au village, Gallimard, París, 1989). Sobre las distintas expresiones de este
esfuerzo de complejización, además de los ensayos citados en la nota 6, véanse también de

28
Algo que se hace evidente, por mencionar sólo un ejemplo, en la
propuesta del paradigma indiciario, el que inicialmente nos invita a aprender
a leer los “indicios” que, en una situación de escasez de puntos de apoyo para
el acceso a ciertas realidades históricas profundas –que han sido reprimidas,
ocultadas, marginalizadas o desdeñadas dentro de la historia real y dentro
de las fuentes históricas–, nos permiten reconstruir, aunque sea de modo
conjetural y aproximativo, los posibles perfiles y dimensiones de esos temas
difíciles de captar y de percibir, como por ejemplo el tema de la historia de las
culturas subalternas vistas desde el propio “punto de vista de las víctimas”.
Paradigma de lectura de esos “indicios”, es decir de aquellos trazos
aparentemente irrelevantes, pero en realidad profundamente reveladores y esen-
ciales para la mirada entrenada en su lectura y desciframiento, que emparenta
el trabajo del historiador con el del detective, o el del buen médico, o el del
juez inteligente, todos ellos acostumbrados a establecer una verdad conjetu-
ral desde las pistas, los síntomas o los testimonios, siempre fragmentarios y
lagunosos dejados por los respectivos criminales, pacientes o testigos involu-
crados en los diferentes casos investigados.
Paradigma indiciario que entonces, nos replantea centralmente el
estatuto epistemológico mismo que posee la historia dentro de la vasta familia del
sistema de los saberes modernos, estatuto que en función de estas verdades
conjeturales y de esta aplicación del paradigma indiciario vuelve a replantear,
como hemos dicho, esa práctica del oficio de historiador en su totalidad.13

Giovanni Levi, “Entrevista a Giovanni Levi” en Estudios Sociales, núm. 9, Santa Fe, 1995,
“Introduzione” del mismo Levi en el libro de Franco Ramella, Terra e telai. Sistemi di pa-
rentela e manifattura nel Bielese dell’ottocento, Giulio Einaudi, Turín, 1983, “Les usages de la
biographie” en Annales, ESC, vol. 44, núm. 6, París, 1989, “Il piccolo, il grande e il piccolo.
Intervista a Giovanni Levi”, en Meridiana, núm. 10, 1990, “Retórica e veritá”, Prefacio al
libro de G. Starace, Le storie, la storia, Marsilio Editori, Venecia, 1989, y “Antropología y
microhistoria. Conversación con Giovanni Levi” en Manuscrits, núm. 11, Barcelona, 1993.
También de Edoardo Grendi, “Del senso comune storiografico” en Quaderni Storici, núm.
41, 1979, “Lo storico e la didattica incosciente (réplica a una discussione)” en Quaderni
Storici, núm. 46, 1981 y “Una prospettiva per la storia del movimento operaio” en Quader-
ni Storici, núm. 20, 1972. Igualmente, muchos de los ensayos de Carlo Ginzburg, incluidos
en sus libros Mitos, emblemas, indicios, Gedisa, Barcelona, 1994, A micro-historia e outros
ensaios, antes citado, Rapporti di forza, Feltrinelli, Milán, 2000, Ojazos de madera, Península,
Barcelona, 2000, y los libros Tentativas, cit., y El hilo y las huellas, FCE, antes mencionados.
13 Sobre el paradigma indiciario cfr. de Carlo Ginzburg “Huellas. Raíces de un paradigma
indiciario” y el artículo “Intervención sobre el paradigma indiciario”, ambos en Tentativas,
Carlos Antonio Aguirre Rojas

Con lo cual, y más allá de algunas declaraciones puntuales al res-


pecto, resulta claro que esta corriente de la microhistoria italiana también ha
desarrollado un intenso y muy creativo trabajo en el campo de la teoría de
la historia y de la metodología histórica, trabajo epistemológico que no sólo
ha facilitado y acrecentado la mayor difusión de sus obras y de sus contribu-
ciones historiográficas principales, sino que también ha coadyuvado a cons-
tituirla en uno de los actuales “polos fuertes” de la historiografía mundial
contemporánea.
Pero si estos trazos generales de la coyuntura post-68, presentes en
todas las historiografías nacionales del mundo, han abierto el espacio general
que ha permitido afirmarse a la microhistoria italiana como uno de esos “po-
los fuertes” de la actual historiografía, explicando también algunos de esos
perfiles esenciales suyos ya referidos, también es claro que, en las singulares
aristas de esta corriente historiográfica italiana, han jugado igualmente un rol
decisivo los diversos contextos y las particulares raíces de la historia italiana,
raíces y contextos que vale la pena revisar ahora con un poco más de aten-
ción.

Las raíces de larga duración de la microhistoria italiana

“Estas permanencias las constatamos del mismo


modo en la vida cultural, descubriendo, por ejem-
plo, la persistencia de ciertos temas o de ciertas
líneas de sensibilidad a través de las generacio-
nes….”
Fernand Braudel, ‘Entrevista’ a la revista
L’Express, noviembre de 1971.

El hecho de que la nueva coyuntura social, intelectual e historiográfica, que


se creó en todo el mundo después de la irrupción de la revolución cultural de

cit., y también todo el dossier dedicado al tema ‘Retorno al Paradigma Indiciario’, en la


revista Contrahistorias, núm. 7, México, 2006.Sobre las implicaciones del razonamiento
conjetural o abductivo y sobre el contexto epistemológico más general de este paradigma de
los indicios, puede ser útil ver el libro coordinado por Umberto Eco y Thomas Sebeok, El
signo de los tres, Lumen, Barcelona, 1989.

30
Microhistoria italiana

1968, haya cristalizado en el caso italiano, en el original y específico proyec-


to de la microhistoria italiana, tiene sin duda su explicación en las diversas
características y en las determinaciones particulares que singularizan a la vida
social y a los espacios culturales de esta misma nación italiana. Caracterís-
ticas y determinaciones que aluden, obviamente, tanto a las circunstancias
inmediatas de los itinerarios individuales de sus protagonistas principales, o a
las vicisitudes concretas de la construcción de esos proyectos colectivos que
han sido la revista Quaderni Storici o de la colección de la Editorial Einaudi
titulada Microstorie, como también a las condiciones más duraderas de las su-
cesivas coyunturas sociales y culturales que la historia italiana ha atravesado a
lo largo del siglo XX, cambiando por ejemplo, profundamente, el paisaje his-
toriográfico italiano después del fin de la segunda guerra mundial, o después
de 1968 o también después de 1989. Pero igualmente, y en un plano más
profundo, esos trazos y características singulares del proyecto microhistórico
italiano, parecen estar conectados en alguna medida con ciertas estructuras
de la larga duración histórica, las que haciéndose presentes en la historia
secular y milenaria de Italia, ayudan a explicar también dichos perfiles espe-
cíficos de su cultura y de su historiografía más recientes.
Estructuras y tendencias de larga duración que abarcan, lo mismo el
carácter tenazmente descentralizado y hasta policéntrico del territorio y de la
sociedad italianas, que la enorme densidadhistórica propia de la vida social
italiana, densidad acumulada a lo largo de siglos y milenios, y pasando por un
cosmopolitismocultural acendrado de la cultura italiana, junto a una muy com-
pleja relación de articulación entre las sucesivas culturas y religiones oficiales
y dominantes, con las distintas culturas y religiones subalternas que las con-
trapuntean y acompañan. Arquitecturas de larga duración que, por caminos
complejos e intrincados, han influido también en la definición del específico
rostro y del particular itinerario de la microhistoria italiana.
Así, es el propio Carlo Ginzburg el que nos recuerda las bases del poli-
centrismo estructural de Italia, al señalar las condiciones incluso geográficas de
la extrema diversificación del paisaje italiano: “recordemos desde el principio
los aspectos más visibles: el alargamiento de la península, la relación entre el
perímetro de sus costas y su superficie terrestre, la presencia de dos cadenas
montañosas, una transversal y otra longitudinal, que son los Alpes y los Ape-
ninos, la abundancia de valles y de desfiladeros. Estos elementos configuran

31
Carlos Antonio Aguirre Rojas

un paisaje que es de lo más contradictorio y diversificado”. Y junto a esto,


una gran facilidad para los intercambios con países alejados, lo que sumado a
la existencia de “una cantidad excepcional de centros urbanos y a la fragmen-
tación política de Italia” habrán de provocar “una fuerte tendencia hacia el
policentrismo, e incluso hacia un policentrismo consciente, caracterizado la
mayor parte de las veces por la multiplicidad y no por la falta de contactos”.14
Diversidad extrema y policentrismo estructural de la historia de Italia
en la larga duración, que al encuadrarse dentro de la también estructural di-
visión de Italia, en la Italia del norte más desarrollada y urbana, y en la Italia
del sur más campesina y tradicional, –conectadas ambas por la faja central de
la Italia que incluye especialmente a Roma–,15 ha construido entonces a ese
“país de ciudades fuertes y autónomas”, que no sólo será uno de los últimos
países de Europa occidental en lograr su unificación nacional, sino también
en donde, por debajo de esa unidad “nacional” habrán de prevalecer, hasta
el día de hoy, esa misma diversidad y heterogeneidad regionales, sociales,
políticas, económicas y culturales derivadas de la multiplicidad geográfica e
histórica recién aludidas.
Policentrismo que es entonces no sólo geográfico e histórico, sino tam-
bién social, civilizatorio y general, y que tal vez explica en parte la mayor
dificultad que en Italia existe para “pensar lo general al margen de lo par-
ticular”, es decir para aceptar tranquilamente la postulación de un modelo
“general” que pretendiese ser válido de manera homogénea y unitaria para
todas las regiones y todos los espacios de Italia, al margen de esa diversidad
y heterogeneidad estructurales que caracterizan a la historia y la sociedad de
la península.
Dificultad que, al complicar esa imposición de un “modelo único”, ge-
neralmente construido desde el centro principal de una nación, y que borraba

14 Todas las citas de este párrafo están tomadas del ensayo de Enrico Castelnuovo y Carlo
Ginzburg “Historia da arte italiana” incluido en A micro-historia e outros ensaios, antes cita-
do, pp. 7-8, ensayo que vale la pena revisar completo, en esta línea de una caracterización
de la historia italiana desde las perspectivas de la larga duración, aquí focalizadas solamente
hacia el tema de la historia del arte italiano y de las relaciones entre centro y periferia dentro
de ella.
15 Sobre esta división de Italia, que ha estado en el centro de muchos de sus debates, históri-
cos y en general, cfr. el ensayo de Antonio Gramsci “Alcuni temi della quistione meridiona-
le” en Le opere, Riuniti, Roma, 1997.

32
Microhistoria italiana

o marginalizaba las diferencias regionales o locales al subsumirlas abusiva-


mente dentro de las “tendencias generales nacionales” postuladas por dicho
modelo, ha provocado en cambio, en el caso italiano, una mayor sensibilidad
social y cultural hacia el reconocimiento de estas mismas diferencias, y en
consecuencia, a los desfases y a las articulaciones siempre complejas, entre de
un lado las tendencias generales o macrohistóricas, y del otro las dinámicas
regionales, locales, particulares y microhistóricas –sin que, obviamente, estas
cuatro últimas sean ni mucho menos equivalentes–.
Con lo cual, esa heterogeneidad excepcional del mundo geográfico y
social italiano ayudaría a explicar, en primer lugar la gran fuerza y variedad
que dentro de la historiografía italiana ha tenido, durante los últimos ciento
cincuenta años, la rama de los estudios de la historia local,16 pero también y
en segundo lugar, el hecho de que en Italia, la crisis de los modelos generales
que acarrea la revolución de 1968, haya desembocado en esa creativa repro-
blematización entre historia general e historia de los casos individuales que
está también en el centro del proyecto microhistórico italiano.
Rediscusión de la dialéctica entre los procesos y las tendencias macro-
históricos característicos de la “historia general” y los casos microhistóricos
individuales (que pueden incluir lo mismo a una localidad o a una comuni-
dad, que a un solo individuo, a su obra científica o artística, o a su biografía
entera, junto a una región, un sector de la clase obrera o una ciudad),17 que
encontrará entonces tanto los puntos de apoyo como el terreno fértil para su
primera difusión dentro de la misma Italia, precisamente en esta sensibilidad

16 Sobre este punto, cfr. el ensayo de Fulvio Di Giorgi, “La storia locale nella storiografia
italiana” en el libro colectivo Storia locale e microstoria: due visione in confronto, Universidad
del País Vasco, Bilbao, 1993.
17 Es importante insistir, como han hecho todos los microhistoriadores italianos, en que la mi-
crohistoria no es para nada idéntica a la historia local. Por eso el nivel microhistórico puede
ser el de un individuo, tomando su biografía completa o sólo su ‘cosmovisión’ cultural, o el
de una obra individual, sea artística o científica, o el de una clase obrera local, o el de una
pequeña comunidad, o el de los oficios de una ciudad, etc. Sobre algunos de estos ejemplos
mencionados, cfr. Giovanni Levi, La herencia inmaterial, Nerea, Barcelona, 1990, Carlo
Ginzburg, Pesquisa sobre Piero, Muchnik, Barcelona, 1984, Pietro Redondi, Galileo herético,
Alianza Editorial, Madrid, 1990, Roberto Zapperi, Annibale Carracci, Giulio Einaudi, Tu-
rín, 1989, Maurizio Gribaudi, Itineraires ouvriers, EHESS, París, 1987, Simona Cerutti, La
ville et les metiers, EHESS, París, 1990 y Osvaldo Raggio, Faide e Parentela, Giulio Einaudi,
Turín, 1990.

33
Carlos Antonio Aguirre Rojas

cultural italiana de larga duración, respecto de la estructural diversidad y


multiplicidad de ese nivel de lo individual frente al plano de lo general.
Al mismo tiempo, y directamente vinculado a este carácter policéntrico
de Italia, es posible reconocer otro trazo de larga duración de la historia
italiana, que se refiere al específico tipo de relación que en la península se ha
desarrollado entre, de una parte, la fuerza y la presencia misma de la socie-
dad, y de la otra parte el aparato y las instituciones del Estado moderno. Por-
que no es casual que el Estado italiano sea un estado que se conforma muy
tardíamente, sólo en el siglo XIX y desde un pasado de trece siglos de frag-
mentación política persistente de sus distintas zonas, pasado que se afirma
desde la disolución del Imperio Romano y hasta esa antepenúltima centuria
decimonónica, bajo el esquema de todos conocido de ciudades fuertes y de
reinos autónomos y en constante competencia.
Lo que entonces implica que en Italia, la “sociedad civil”, no casualmen-
te teorizada también por Antonio Gramsci, sea mucho más fuerte, autogesti-
va y presente que en otras sociedades europeas occidentales, mientras que el
Estado italiano, tardío y constantemente en crisis –al punto de que en pleno
siglo XX, y en el lapso de unos pocos años, los italianos tuvieron muchos y
muy diferentes tipos de gobiernos–, resulta ser también más débil y limitado
que muchos de sus homólogos de Europa occidental.
Por lo cual, en Italia no habrá una sola ciudad que provea todos los
modelos nacionales a seguir por sus distintas regiones, sino varias ciudades
que aportarán, una el modelo jurídico nacional y la otra su modelo político,
una tercera el modelo o “centro” económico y una cuarta el religioso, ade-
más de múltiples modelos culturales provenientes de otras tantas ciudades.18
Lo que, entre muchas otras cosas, explica el hecho de que Italia sea una
sociedad relativamente menos “estatolátrica”, vertical y autoritaria que otras
sociedades europeas, habiendo tenido, por ejemplo, el Partido Comunista
con mayor afiliación de las masas de toda Europa occidental, y habiendo
organizado sindicatos obreros que llegarán a tener dentro de la vida social

18 Por eso, según Giovanni Levi, Italia no se adapta ni al modelo “difusionista” ni al modelo
centro/periferia de construcción de la nación moderna, sino que conforma un tercer mode-
lo, precisamente policéntrico y más complejo de edificación del proyecto nacional. Y con él,
también de la formación del Estado nacional. Cfr. Giovanni Levi, “Regioni e cultura delle
clasi popolari” en Quaderni Storici, núm. 41, 1979.

34
Microhistoria italiana

italiana una presencia verdaderamente central, lo que en parte explica no


sólo la existencia de Gramsci y del grupo del Ordine Nuovo, sino también las
experiencias de los Consejos Obreros de fábrica, y también el radical y más
largo proceso del 68 italiano, con sus ocupaciones de fábrica y sus alianzas
obrero-estudiantiles, lo mismo que con su otoño caliente de 1969, y con
todos sus prolongamientos desarrollados todavía con mucha fuerza durante
la década de los años setentas.
Mayor peso de la sociedad civil frente al Estado, que también se ha
hecho presente dentro del ámbito de la historiografía italiana, determinando
que sea Italia uno de los países en donde más se desarrolló la historia y la
historiografía de los movimientos obreros, campesinos y sociales, además de
la historia de los Partidos Comunista y Socialista,19 dándole a esos mismos
estudios históricos de la península una perspectiva más de izquierda y más
atenta al punto de vista de los oprimidos y de las bases de esos mismos mo-
vimientos sociales.
Perspectiva más radical y de izquierda de la historiografía social italiana,
que explica entonces las razones del vínculo y de la atención privilegiada que
todos los representantes principales de la microhistoria italiana van a dar, por
ejemplo, a los trabajos de E. P. Thompson, recuperándolo en muy diver-
sos sentidos, pero reivindicándolo claramente como uno de sus antecedentes
intelectuales fundamentales.20 Y también, es este carácter más radical de la
historia social promovida por esta microhistoria italiana, el que la lleva por
ejemplo a rechazar y criticar a la amorfa e indefinida historia francesa de
las mentalidades, transclasista y que parece flotar en el aire, lo mismo que a
denunciar los “peligros del geertzismo”, igualmente ignorantes del conflicto
social, pero también incapaces de reconstruir, de manera dialéctica, crítica y

19 Para darse una idea de esta amplia historiografía de los movimientos sociales y de los Parti-
dos de izquierda italianos, véase por ejemplo el libro de Ivano Granata, Il socialismo italiano
nella storiografia del secondo dopoguerra, Laterza, Bari, 1981.
20 Sobre esta recuperación, cfr. Edoardo Grendi, “Una prospettiva, per la storia del movi-
mento operaio”, antes citado, “E. P. Thompson e la cultura plebea” en Quaderni Storici,
núm. 85, 1994, y su “Introduzione” al libro Societá Patrizia e cultura plebea, Giulio Einaudi,
Turín, 1981; Giovanni Levi, “Entrevista a Giovanni Levi” antes citada, Carlo Poni y Carlo
Ginzburg, “El nombre y el cómo: intercambio desigual y mercado historiográfico”, citado,
y Carlo Ginzburg, “Prefacio”, en El queso y los gusanos, también citado anteriormente.

35
Carlos Antonio Aguirre Rojas

creativa, la clara “pluralidad de campos” que constituyen a los distintos con-


textos sociales de los fenómenos históricos individuales analizados.
E incluso podríamos preguntarnos si no es este mayor peso de la so-
ciedad civil frente al Estado y frente al poder político, afirmado en Italia
en la larga duración, el que tal vez explicaría también la mayor dificultad de
enraizamiento, implantación y establecimiento de la cultura y de la religión
oficiales y dominantes sobre las múltiples y también diversas culturas populares
subalternas, dificultad mayor que entonces, tal vez nos dé la clave de la posi-
bilidad de existencia de un molinero como Domenico Scandella, caso atípico
y profundamente revelador de esas estructuras de la cultura popular o subal-
terna, estudiado magistralmente por Carlo Ginzburg en su obra de El queso y
los gusanos. Caso atípico que, sin embargo, hubiese sido tal vez más difícil de
encontrar, en una sociedad distinta de la italiana, sociedad en donde, también
en la larga duración, esas culturas subalternas parecen haber resistido con
mucho más éxito que en otras regiones europeas, los embates de la imposi-
ción de la visión cristiana dominante oficial. Algo que, muy probablemente,
se encuentra vinculado a la debilidad de esta presencia del Estado italiano,
que en otras partes ha funcionado precisamente como un mucho más eficaz
instrumento de imposición y de establecimiento fuerte de dicha cultura y
religión oficiales de las clases dominantes.21
Así, si hay un autor que ha tratado de caracterizar a la microhistoria
italiana, solamente como el “camino italiano” hacia el más global campo eu-
ropeo de los estudios de la “historia social”,22 habría entonces que insistir en
el hecho de que aquí, dicha historia social, apoyada en esa singular relación
de una sociedad civil fuerte y un Estado débil y tardío, se presentará nece-
sariamente como una historia social particularmente densa, que refleja una
múltiple y vasta presencia de los movimientos y de las clases sociales subal-
ternas, a la vez que una clara y acentuada vocación de izquierda, determinada
también por el mayor rol de esas clases y movimientos subalternos dentro de

21 Lo que Carlo Ginzburg ha explicado muy bien en su ensayo “Folklore, Magia, Religione”
en Storia d’Italia. I caratteri originali, vol. 2, Giulio Einaudi, Turín, 1989 (aunque la prime-
ra edición es de 1972).
22 Cfr. el artículo de Alberto M. Banti, “Storie e microstorie: l’histoire sociale contemporaine
en Italie (1972-1989)” en la revista Geneses, núm. 3, París, 1991.

36
Microhistoria italiana

la historia profunda y de largo aliento de las sociedades y de los pueblos que


han habitado dentro de la península italiana.
La tercera arquitectura de larga duración la constituye la enorme den-
sidad histórica de Italia y de su sociedad, la que derivando de la lenta acu-
mulación de procesos y experiencias históricas diversas durante más de dos
milenios, se enriquece además por el rol protagónico que Italia ha tenido, en
varias ocasiones, a lo largo de este amplio periplo de su historia particular.
Pues como bien lo ha señalado Fernand Braudel, sólo Roma y con ella Italia,
puede jactarse de haber sido, en toda la historia de la humanidad, la única
potencia que alcanzó a ser dueña absoluta de todo el mar Mediterráneo, el que
sólo una vez y por única ocasión pudo ser llamado “Mare Nostrum”, con todo
rigor, precisamente durante los tiempos del Imperio Romano. Dominio total
del mar Mediterráneo, durante esa exclusiva oportunidad que fue el Imperio
Romano, que no es por otra parte ajeno a la ubicación geográfica estratégica
de la península italiana, como una suerte de gozne o bisagra central interme-
dia del conjunto de esa enorme masa líquida que corre desde las columnas
de Hércules hasta las costas mismas de la península de Anatolia, bisagra em-
plazada precisamente en el centro mismo de dicho mar Mediterráneo, al que
ella divide y al mismo tiempo unifica, permanentemente, en una vasta parte
occidental y otra gran parte oriental.
De este modo, alcanzando durante estos tiempos de la Roma Imperial
de la Antigüedad, una situación de grandeza histórica que duró varios siglos,
Italia ha decaído y renacido varias veces en su largo itinerario histórico pos-
terior, dándonos también la extraordinaria contribución del Renacimiento, y
luego un aporte significativo en la época del barroco, conformando así una
sociedad y una nación que, habiendo sido calificados de ser en su conjunto
un “inmenso archivo”, son hoy todavía capaces de mostrar visualmente, a
sus visitantes, las diferentes capas superpuestas de su historia, materializadas
en plazas, calles, monumentos y vestigios que abarcan desde la Antigüedad
romana hasta el siglo XXI, pasando por los tiempos merovingios, la Edad
Media, el Renacimiento, el Barroco y los siglos recientes de la historia italiana
y europea.23

23 Por eso, caminar por las calles de Roma es como caminar por la historia de Europa de los
últimos dos milenios. Sobre la referencia a Italia como “un inmenso archivo” cfr. Carlo
Poni y Carlo Ginzburg “El nombre y el cómo: intercambio desigual y mercado historio-

37
Carlos Antonio Aguirre Rojas

País entonces de una densidad histórica excepcional, puntuada por ciclos


de auge, de retroceso y de relanzamiento de su protagonismo dentro del
mundo europeo, Italia ha sido entonces, una vez más y después de la revolu-
ción cultural de 1968, un espacio propicio que contaba con las bases materiales
y generales para hacer posible la conformación de uno de los varios “polos
fuertes” de la historiografía occidental y mundial desarrollada durante las
últimas cuatro décadas recién vividas. Porque apoyándose en esta excepcio-
nal densidad histórica de su propia nación, y en la inmensa variedad y mul-
tiplicidad de archivos, fuentes, testimonios, documentos, huellas e indicios
históricos disponibles a todo lo largo y ancho del territorio de la península
italiana, es que ha podido también afirmarse y desplegarse este creativo e
innovador proyecto de la microhistoria italiana, consolidado no sólo por su
también excepcional trabajo y contribución en el plano de la teoría y de la
metodología de la historia, sino igualmente por las originales contribuciones
historiográficas concretas que esa misma riqueza de fuentes y de archivos ita-
lianos ha hecho posible.
Así, aprovechando la abundancia y exuberancia de huellas y de testimo-
nios de los archivos notariales, religiosos, inquisitoriales, municipales, co-
munales, estatales, urbanos, nacionales, privados, etc., etc., derivados de esa
gran densidad histórica, junto a la también vasta literatura primaria, secunda-
ria y hasta terciaria que existe en Italia sobre múltiples periodos y problemas
históricos, y en combinación con el rescate iconográfico, arqueológico, pictó-
rico, genealógico, artístico, monumental, y en suma de toda “huella humana
posible”, es que se han construido esos trabajos que han hecho de la perspec-
tiva microhistórica italiana, uno de los cuatro “polos fuertes principales” de
la actual historiografía mundial.
Y puesto que la entera historia de Italia está caracterizada por la recu-
rrencia de estos ciclos alternados, que a veces la han convertido en el “centro”
de toda Europa, centro político, económico, social, cultural o civilizatorio,

gráfico”, antes citado. Más en general, sobre esta enorme densidadhistórica de Italia, cfr.
Fernand Braudel, Memorias del Mediterráneo, Cátedra, Madrid, 1998, en donde incluso se
postula la idea de que esa única dominación total del Mar Mediterráneo por parte de Italia
constituiría precisamente un cambio de larga duración en la historia de ese mismo Medite-
rráneo, un primer y fundante corte para la periodización de su entero periplo histórico.
También de Fernand Braudel véase Il secondo Rinascimento. Due sécole e tre Italia, Giulio
Einaudi, Turín, 1986.

38
Microhistoria italiana

según las distintas épocas, para relegarlo en otros periodos a la condición


de simple “periferia”, también económica o cultural, o etc., de otras nacio-
nes europeas, entonces tal vez podríamos aventurar la hipótesis de que este
proyecto de la microhistoria italiana podría estar representando, una vez más
y ahora dentro del específico nivel de los estudios históricos, un verdadero
“resurgimiento” o un nuevo acceso a la condición de ‘centro’ de esta misma
Italia, dentro del conjunto más global del mundo europeo actual.24 Aunque,
como ya lo hemos señalado antes, no de centro exclusivo y monopólico, sino
de nuevo centro o polo fuerte que comparte esta posición con otras naciones,
dentro del nuevo esquema policéntrico que ahora es dominante en el panora-
ma mundial de la historiografía.
Finalmente, una cuarta estructura de larga duración se refiere a la condi-
ción también excepcionalmente cosmopolita de la cultura italiana, la que a lo
largo de los siglos se ha mostrado como mucho más receptiva, diversa, plural
y abierta a otras distintas influencias externas que la mayoría de sus homó-
logas de Europa occidental. Cultura muy cosmopolita, que sin embargo no
excluye el hecho de que toda esta amplia apertura y esta clara receptividad se
desarrollen sobre la base de la también simultánea afirmación constante de
una cultura italiana propia y autóctona, derivada tanto de la gran densidad
histórica ya referida, como también de la riqueza y cíclica fuerza protagónica
de Italia igualmente mencionada.
Pues basta volver a mirar el emplazamiento geográfico de Italia dentro
de Europa y dentro del Mar Mediterráneo, para entender el hecho bien sabi-
do de que, desde remotos tiempos, la civilización y la cultura italianas se han
alimentado y enriquecido lo mismo con los aportes del Magreb africano, del
Cercano Oriente islámico o de la cultura griega, que de las contribuciones
transalpinas austriacas, francesas, suizas, eslavas y alemanas, pero también de
los elementos provenientes de España, de Inglaterra o hasta de los pueblos
normandos, pueblos y naciones todos que de muy distintas maneras, y en
función de la contigüidad o cercanía geográfica, pero también de la centrali-

24 Una muy interesante discusión de las implicaciones de esta relación entre centro y periferia,
aunque en este caso aplicada sólo al “interior” del espacio italiano y específicamente al
problema de la historia del arte –pero que, en nuestra opinión, puede proyectarse también
en escala europea y para otros dominios diferentes de esta sola dimensión artística– puede
verse en el ensayo de Enrico Castelnuovo y Carlo Ginzburg “Historia da arte italiana”, cit.

39
Carlos Antonio Aguirre Rojas

dad marítima mediterránea de la “bota itálica” se han hecho presentes dentro


de las distintas ciudades, regiones o zonas de la actual Italia.
Lo que entonces ha implicado que la cultura italiana, junto a sus propias
y muy fuertes tradiciones culturales autóctonas, incluya también, como una
suerte de palimpsesto múltiple y complejo, elementos, realidades y fragmen-
tos provenientes de todas esas otras culturas europeas, africanas y orienta-
les ya referidas. Multiplicidad de elementos del más distinto y heterogéneo
origen, que tal vez expliquen esa mayor apertura y cosmopolitismo cultural
italiano de larga duración.
Algo que también se hará evidente dentro del proyecto historiográfico
de la microhistoria italiana, la que sólo es concebible, en cuanto a su grado
de complejidad y de sofisticación intelectual, en virtud de su clara y precisa-
mente amplia recuperación y superación cosmopolitas de la gran mayoría de
las principales tradiciones y escuelas del pensamiento social crítico de toda
la Europa de los últimos ciento cincuenta años. Porque es gracias a este cos-
mopolitismo cultural italiano acendrado, que tanto Edoardo Grendi, Carlo
Poni, Giovanni Levi o Carlo Ginzburg pueden simultáneamente rescatar, y
al mismo tiempo, en ciertos casos superar, dentro de sus ensayos y libros más
importantes, lo mismo a la mal llamada “Escuela de los Annales”, a la Escuela
de Frankfurt o a las distintas vertientes de la historia marxista británica, que
a las lecciones de la gente del Instituto Warburg, a la antropología nórdica
del network analysis o a los autores del círculo lingüístico de Viena, junto a
las obras de una inmensa lista que incluye desde Eric Auerbach, Walter Ben-
jamin o Norbert Elías, hasta Leo Spitzer, Ludwig Wittgenstein o Immanuel
Wallerstein, y pasando por Claude Levi-Strauss, Roman Jakobson, Sigfried
Kracauer, Edwin Panofsky o Karl Polanyi, al lado naturalmente de todos los
autores italianos importantes, desde Benedetto Croce y Antonio Gramsci,
hasta Franco Venturi, Delio Cantimori o Arnaldo Momigliano, entre mu-
chísimos otros.
Un cosmopolitismo extraordinario de las fuentes de inspiración teóricas
y metodológicas y de los referentes de diálogo intelectual en general de esta
microhistoria italiana, que al remitirnos a este complejo árbol genealógico de
sus raíces principales, desborda enormemente al sólo y limitado campo de
la historia, para hundirse dentro de los más vastos terrenos de todo el pensa-

40
Microhistoria italiana

miento social crítico europeo desarrollado desde los trabajos mismos de Carlos
Marx y hasta nuestros propios días.
Y si estas parecen ser, en nuestra opinión, las raíces de larga duración de la
microhistoria italiana, también es cierto que sobre ellas y más allá de su carác-
ter como base general de dicho proyecto microhistórico, han operado otros
elementos coyunturales que, en un segundo nivel, han coadyuvado también
de manera esencial para definir los específicos perfiles de esa misma perspec-
tiva microanalítica y microhistórica italiana de los últimos veinticinco años.

Las raíces de la microhistoria italiana en el siglo XX

“Los historiadores que se han vinculado a la mi-


crohistoria, solían tener sus raíces en el marxismo,
una actitud política de izquierda, muy poca incli-
nación hacia la metafísica, y un laicismo radical”
Giovanni Levi, “Sobre la microhistoria”, 1991.

Para comprender los contextos múltiples que en Italia, van a ser el espacio y
el escenario de la génesis y luego afirmación y desarrollo de la microhistoria
italiana, resulta necesario partir de lo que en la historia de la sociedad, la cul-
tura y la historiografía de la península representó, primero el régimen fascista
de Benito Mussolini, y luego su derrota y colapso por parte del Movimiento
de la Resistencia Italiana. Porque es bien sabido que durante los años treintas
y cuarentas en que se afirmó ese Estado fascista, que pretendía ser un Esta-
do fuerte, autoritario y con una presencia contundente en todo el territorio
italiano, se afirmaron entonces, dentro de la cultura y también dentro de la
historiografía de la península, ciertas visiones “unitaristas” y homogeneizan-
tes de lo que había sido, era y debía ser Italia, relegando y marginando a un
segundo plano todas las visiones que intentaban insistir en la diversidad local,
regional o general de esa misma patria italiana.
Reprimiendo entonces en general, toda manifestación cultural o social
de dicha diversidad, –que como hemos visto, es sin embargo, un trazo estruc-
tural de larga duración de la historia italiana–, y desdeñando también toda
defensa u ostentación de lo regional o lo local, el Estado fascista trató de
imponer a ultranza una supuesta “unidad nacional” que también se reflejó en

41
Carlos Antonio Aguirre Rojas

el nivel de la historiografía,25 la que en estos tiempos sólo prestó atención a


los procesos y tendencias “generales”, “nacionales”, “unificadoras” de la vida
social italiana, mientras que ignoraba o minimizaba a esas mismas realidades
locales o particulares ya referidas.
Por eso, y como una reacción casi natural, la derrota del fascismo en
Italia, realizada aquí por parte de un potente movimiento social interno, y no
por una intervención “externa”, representó también el renacimiento y luego
un nuevo florecimiento y multiplicación tanto de las culturas como de las
historias y las historiografías locales y regionales más diversas. Y dado que
en dicho movimiento de la resistencia italiana –que en toda la zona norte de
Italia fue peleándole y ganándole al fascismo aldea por aldea, ciudad por ciu-
dad, y cada metro de territorio italiano en disputa–, los grupos hegemónicos
eran los grupos de la izquierda, entonces también es explicable que toda la
cultura y la historiografía de la Italia liberada de los años inmediatos de la
segunda posguerra, estará fuertemente teñida por una vasta difusión y hasta
predominio de esas visiones críticas, progresistas y de izquierda, que abarcan
desde el marxismo ortodoxo de los comunistas italianos hasta las posiciones
de los liberales honestos con más sensibilidad hacia las cuestiones sociales y
más hacia la izquierda, y pasando por algunos marxistas críticos no afiliados
al PCI, por los anarquistas, los múltiples grupos estudiantiles radicalizados,
los obreristas, o las más diversas variantes de muchísima gente “con clara
sensibilidad de izquierda”.26
Gran peso de la cultura de izquierda, en su más laxa acepción, en esa
Italia posterior a 1945, que va a verse reforzada con el hecho de que, entre
1945 y 1972-73, todo el mundo, y por lo tanto también toda Europa e Italia,
van a vivir una clara y fuerte fase expansiva del ciclo económico del Kondra-
tiev. Fase expansiva que no sólo hará crecer los indicadores de la inversión,

25 Sobre este punto, cfr. el ensayo de Fulvio Di Giorgi, “La storia locale nella storiografia
italiana”, antes citado.
26 Sobre este predominio de la cultura de izquierda y sobre su influencia en la historiografía
italiana de la segunda mitad del siglo XX, cfr. Renzo de Felice, “La historiografía sobre la
época contemporánea en Italia después de la segunda guerra mundial” y Daniela Coli, “La
historiografía italiana y el marxismo”, pero igualmente los dos comentarios críticos a este
último ensayo, de Alberto Caracciolo “Algunos comentarios al trabajo de Daniela Coli: ‘La
historiografía italiana y el marxismo’”, y de Pasquale Villani, “Los avatares de la historio-
grafía italiana: continuidades y fracturas”, todos en La historiografía italiana contemporánea,
Biblos, Buenos Aires, 1990.

42
Microhistoria italiana

el empleo, el salario real, la industrialización y la urbanización de todas las


economías y también de la italiana, sino que provocará igualmente, con esa
industrialización creciente, un reforzamiento y un importante paso adelante
de la presencia social del movimiento obrero dentro de la sociedad italiana
de aquellas épocas. Y así, al mismo ritmo que en otras partes del mundo va
a generar los “treinta años gloriosos” de la economía francesa, el “milagro
japonés”, el fuerte “desarrollo estabilizador” mexicano o el “subimperialismo
brasileño”, entre tantos otros casos que podríamos mencionar, en Italia va a
crecer también la industria y la economía, y con ellas el papel social de la clase
obrera, y también, por vías complejas y difíciles de reconstruir, uno de los
varios estímulos indirectos que, junto a muchas otras condiciones, han hecho
posibles las transformaciones generales importantes que van a vivir tanto la
cultura como la historiografía marxistas italianas posteriores a esa segunda
guerra mundial.
Lo que además, y en una suerte de curiosa “carrera de relevos” va a com-
binarse con el hecho de que, después de la segunda guerra mundial, el “centro
de gravedad” del desarrollo del marxismo dentro de Europa, va a desplazarse
desde su zona norte y desde el espacio germanoparlante, en donde se radicó
desde 1870 y hasta aproximadamente 1933, hacia el mundo mediterráneo
europeo occidental, y especialmente hacia Francia e Italia. Porque es claro
que, si en la primera mitad del siglo XX, los epicentros del marxismo europeo
están en Austria, con el rico y variado austromarxismo, o en Alemania, que
atrae hacia sí misma a los mejores marxistas húngaros, polacos u holande-
ses, desarrollando autóctonamente desde el marxismo revolucionario alemán
hasta el elaborado proyecto de la Escuela de Frankfurt, en cambio después
de 1945, y frente al eclipse de ese marxismo de matriz germana provocado
por el ascenso del nazismo y por el forzado exilio de muchísimos brillantes
intelectuales marxistas que lo acompaña, serán de un lado Francia, desde
Roger Garaudy hasta Luis Althusser, e Italia, desde Galvano della Volpe o
los Quaderni Rossi hasta el grupo de Il Manifesto, los nuevos epicentros de los
más originales y creativos desarrollos importantes del marxismo, dentro de
esa Europa occidental de la segunda posguerra.27

27 Sobre estos desplazamientos de los epicentros del marxismo en el siglo XX, cfr. Perry An-
derson, Consideraciones sobre el marxismo occidental, Siglo XXI, Madrid, 1978 y Tras las hue-
llas del materialismo histórico, Siglo XXI, Madrid, 1986. También nuestros ensayos, Carlos

43
Carlos Antonio Aguirre Rojas

De este modo, y dentro de este triple marco ya referido, de una presen-


cia fuerte y hasta dominante de la cultura de izquierda en su acepción más
amplia, de expansión y crecimiento de la clase obrera, del movimiento obrero
y del movimiento socialista italiano, y de un florecimiento importante del
marxismo dentro de la península, es que Italia va a vivir su tránsito específico,
también cumplido por otras naciones europeas y no europeas en distintos
momentos del siglo XX, desde una historia predominantemente política, y
aún fuertemente episódica o événementielle, hacia una verdadera y orgánica
historia social, abierta y fecundada por la sociología, la demografía, la antro-
pología, la economía o la psicología, entre otras.
Y será justamente en este clima, de un amplio debate historiográfico de
múltiples y variadas posturas de izquierda, en torno a los temas de la historia
del desarrollo del capitalismo italiano, de la historia de los tráficos mercanti-
les de las ciudades italianas, de las formas de articulación y construcción de
un mercado nacional, de la formación, desarrollo y papel del Estado italiano,
y hasta de la historia misma del movimiento obrero y del socialismo italianos,
pero también de la caracterización crítica del fenómeno cultural del Rena-
cimiento, del estudio de los grupos heréticos en Italia, de una rica historia
crítica de los itinerarios del arte italiano, o de diversos estudios sobre las elites
políticas, culturales o artísticas de la Italia moderna o contemporánea, entre
otros, dentro de este clima de amplio debate historiográfico de izquierda es
que van a formarse inicialmente los principales representantes de la micro-
historia italiana, la que en consecuencia, habrá de escribir sus principales
contribuciones historiográficas, tomando necesariamente en cuenta y encua-
drándose, hasta cierto punto, dentro de estos parámetros fijados por dichos
debates marxistas y socialistas sobre la explicación histórica de la economía,
la sociedad, la política y la cultura de Italia en sus distintas épocas.28

Antonio Aguirre Rojas, “De Annales, marxismo y otras historias: una visión desde la larga
duración” (en lengua rusa), en Kriticheskii Podjod k Istorii Frantsuzkij Annalov, Krugh, Mos-
cú, 2006y “Dalle Annales rivoluzionarie alle Annales marxiste”, en Rivista di Storia della
Storiografia Moderna, año 14, núm. 1-2, 1993.
28 Para tener una idea de la variedad de estas posiciones del debate historiográfico de izquier-
da que antecede a la microhistoria italiana, y en la que se educan todos sus representantes
principales, cfr., la Antología crítica de textos compilada por Luigi Masella, así como su
propia Introducción a esta misma Antología, en Passato e presente nel dibattito storiografico,
De Donato, Bari, 1979.

44
Microhistoria italiana

Porque al leer los libros más importantes de esa microhistoria italiana,


resulta claro que las hipótesis macrohistóricas y los modelos y categorías
generales que ellos intentan revisar, criticar y reformular, a partir de la apli-
cación del procedimiento microhistórico y del experimento historiográfico
realizado en la escala reducida de análisis, son en su inmensa mayoría las
categorías, modelos e hipótesis postulados o establecidos dentro y desde esos
debates y esas obras de la historia social italiana de los años cuarentas, cin-
cuentas y sesentas.
Un auge y desarrollo importantes de la historia social, en sus distintas
ramas y expresiones, teñido claramente por una inclinación y fuerte presencia
de las posiciones y de la cultura de izquierda que, entre sus múltiples tareas,
tendrá también la de hacer un balance, e incluso hasta cierto punto un deter-
minado “ajuste de cuentas”, tanto con las más importantes tradiciones his-
toriográficas italianas anteriores y posteriores a esa segunda guerra mundial,
como también con la que ha sido sin duda la más fuerte e impactante tradi-
ción historiográfica externa, presente e influyente dentro de la historiografía
italiana del siglo XX. Es decir, hacer un balance crítico, de un lado, primero
con la herencia de la historiografía de la escuela de Benedetto Croce y en
segundo lugar también con toda la obra y el legado intelectual de Antonio
Gramsci, y del otro, con la influencia, ecos y compleja difusión y recepción
en Italia de la mal llamada “Escuela de los Annales”.
Ya que es claro que hacia los años de 1945 – 1968/72-73, las tradiciones
internas más importantes que coexisten dentro de la historiografía italiana
son, de un lado la obra y la escuela de Benedetto Croce, y del otro la tradición
gramsciana. Porque más allá de su complejo itinerario intelectual y de los
giros ideológicos y políticos de su complicado periplo general, Croce se ha
afirmado como un referente esencial e imprescindible de los estudios históri-
cos italianos, no sólo por su trabajo organizativo de fundar y dirigir la revista
La Crítica, de proyectar enormemente a la Editorial Laterza, o más tarde de
fundar en Nápoles un Instituto de Estudios Históricos, sino sobre todo por
su trabajo teórico que, apoyándose por ejemplo en una creativa y singular
recuperación de la obra de Hegel, terminará desembocando en la creación de
su propia filosofía y de su propia teoría de la historia, que van a proyectarse
en obras de historia e historiografía que serán fundamentales dentro de toda
la cultura italiana del siglo XX, obras que formarán a varias generaciones de

45
Carlos Antonio Aguirre Rojas

historiadores e incluso de científicos sociales en general, convirtiéndose en


elementos ineludibles del debate historiográfico italiano del siglo XX.29
Por otra parte y de modo paralelo a esta difusión e influencia de la pers-
pectiva crociana, la historiografía italiana de la segunda posguerra ha vivido
también el impacto de la obra de Antonio Gramsci, la que al comenzar a pu-
blicarse completa después de 1948, incluyendo todos los escritos de Gramsci
y también sus célebres “Cuadernos de la Cárcel”, durante los años cuarentas
y cincuentas, desencadenó una vasta y múltiple recuperación crítica de este
mismo legado gramsciano, que fue utilizado lo mismo para confrontar y
criticar a la recién mencionada perspectiva crociana –a partir del libro de
Gramsci editado en 1949 y titulado La filosofía de Benedetto Croce y el mate-
rialismo histórico–, que para retomar el debate en torno a la central “cuestión
meridional” dentro de la historia de Italia, pero también para leer ciertos
problemas y fragmentos de la historia italiana y de la situación entonces con-
temporánea de la península, desde las claves de los conceptos gramscianos de
dominación y hegemonía, de culturas hegemónicas y de culturas subalternas,
del papel de los intelectuales orgánicos y de su vínculo con las diversas clases
sociales y con el Estado, de las hipótesis sobre la formación de un cierto blo-
que histórico y también del papel de la guerra de posiciones y de la guerra de
movimientos, lo mismo que de la distinción entre la filosofía de la praxis y la
filosofía del sentido común, entre varias otras.
Fuerte impronta gramsciana dentro de la historiografía italiana de la
segunda posguerra, que se hace evidente en la fundación de la revista Studi
Storici en 1960, fundación realizada por el propio Partido Comunista Italiano
que habrá de complementarse con el establecimiento del Instituto Gramsci,
proyectos que de un modo muy explícito declaran su intención de tratar de
recuperar dicho legado de Antonio Gramsci, y más en general del marxismo,
para la historiografía y para la cultura italiana de aquellos tiempos. Recupera-
ción de la herencia gramsciana que, por ejemplo, reaparece también en la su-
til y compleja reproblematización de las relaciones entre cultura hegemónica

29 Sobre este rol de Benedetto Croce en la cultura y en la historiografía italianas cfr. el ensayo
de Arnaldo Momigliano “Reconsideración de B. Croce (1866-1952)”, en Ensayos de histo-
riografía antigua y moderna, FCE, México, 1993. Para apreciar la riqueza de la perspectiva
del propio Benedetto Croce, véase por ejemplo su libro Teoría e historia de la historiografía,
Imán, Buenos Aires, s.d..

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Microhistoria italiana

y culturas subalternas llevada a cabo por Carlo Ginzburg en sus primeros tra-
bajos, especialmente en los libros de I benandanti y de El queso y los gusanos.30
Moviéndose entonces dentro de estos dos parámetros internos princi-
pales, que son la herencia crociana y el legado gramsciano, la historiografía
italiana de la segunda posguerra se ha visto también influenciada, de manera
importante, por la historiografía francesa en general, y más especialmente
por los trabajos y las contribuciones de la mal llamada “Escuela de los An-
nales”. Pues es bien sabido que, desde antes de la segunda guerra mundial la
historiografía italiana ha sido particularmente receptiva respecto del proyecto
innovador de los “primeros Annales”, lo que se atestigua en el hecho de que
de los 500 suscriptores regulares de esos Annales de los años de 1929-1939,
aproximadamente 100 eran suscriptores italianos, un dato que ha sido varias
veces subrayado por el propio Fernand Braudel.
Mostrando entonces una particular “afinidad electiva” con esa historio-
grafía francesa de vanguardia de la corriente annalista, un sector importante
de los historiadores italianos de la segunda posguerra va no sólo a intentar
publicar, antes que en la misma Francia, el “Manuscrito Interrumpido” del
libro inconcluso de Marc Bloch Apología para la historia o el oficio de historiador
–proyecto fallido que sólo se concretará finalmente en 1950, un año después
de la edición francesa original de 1949–, sino que también va a editar, en
1953 y sólo cuatro años después de su edición original francesa, el bello libro
de Fernand Braudel sobre El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época
de Felipe II.31

30 Sobre esta influencia de Gramsci en la historiografía posterior a 1945, cfr. el artículo de Al-
berto Caracciolo “La prima generazione” en Quaderni Storici núm. 100, 1999. También los
ensayos de Fulvio di Giorgio “La storia locale nella storiografia italiana”, citado, de Renzo
de Felice “La historiografía sobre la época contemporánea en Italia después de la segunda
guerra mundial”, citado, y el libro compilado por Luigi Masella, Passato e Presente nel dibat-
tito storiografico, citado. Sobre la presencia del legado gramsciano en el modelo de historia
cultural de Carlo Ginzburg, cfr. Carlos Antonio Aguirre Rojas, “El queso y los gusanos: un
modelo de historia crítica para el estudio de las culturas subalternas” en Tentativas, cit., y
también las propias declaraciones de Carlo Ginzburg en varios de sus textos o entrevistas,
por ejemplo, “Carlo Ginzburg: An Interview” en Radical History Review, núm. 35, 1986
(Ahora en español en la revista Ruptura, núm. 10 – 11, Villahermosa, 2002), “Historia
e Cultura: Conversa com Carlo Ginzburg” en Estudos Históricos, vol. 3, núm. 6, 1990 y
“Witches and Shamans”, en New Left Review, antes citado.
31 Sobre los cien suscriptores italianos de los primeros Annales cfr. Fernand Braudel, “A ma-
nera de conclusión”, en la revista Cuadernos Políticos, núm. 48, México, 1986. Sobre el

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Carlos Antonio Aguirre Rojas

Por ello, cuando el X Congreso Internacional de Ciencias Históricas


se celebra en Roma, en 1955, con la asistencia personal del propio Fernand
Braudel, uno de los ejes centrales de este Congreso y de sus secuelas intelec-
tuales inmediatas, es el de una cierta confrontación y comparación, intere-
sante y cargada de ulteriores consecuencias, entre de un lado la historiografía
más avanzada y de izquierda italiana, y del otro esa misma perspectiva y esos
aportes específicos de dicha corriente francesa annalista.32
Presencia e influencia importantes de la historiografía francesa de los
Annales sobre la historiografía italiana del siglo XX, que explica también el
hecho de que, en el número inicial de la revista Quaderni Storici delle Marche,
fundada en 1966 en Ancona por Alberto Caracciolo como director, junto a
Sergio Anselmi y Renzo Paci como redactores, aparezca como una suerte de
“profesión de fe” de la apertura cosmopolita de esta revista, y también como
explícita reivindicación de, entre otras, también esta filiación annalista fran-
cesa dentro de su proyecto intelectual general, la primera traducción italiana
del célebre artículo de Fernand Braudel “Historia y ciencias sociales. La larga
duración”. Y dado que, andando el tiempo y como veremos más adelante,
esta misma revista de los Quaderni Storici se convertirá durante algunos años
en el espacio principal de concentración del proyecto de la microhistoria ita-
liana, resulta interesante comprobar esta clara y muy explícita vinculación
con las perspectivas francesas de la corriente de los Annales, perspectivas que
sin duda alguna serán también fundamentales en los trabajos de Giovanni
Levi, Edoardo Grendi o Carlo Ginzburg, entre otros de los principales mi-
crohistoriadores italianos.

proyecto italiano finalmente fallido de editar el Metier d’historien de Marc Bloch en Italia,
antes que en Francia misma, y también sobre la difusión en Italia de los primeros Annales
cfr. el libro de Massimo Mastrogregori, El manuscrito interrumpido de Marc Bloch, FCE,
México,1998. Sobre esta corriente de los Annales cfr. Carlos Antonio Aguirre Rojas, Die
‘Schule’ der Annales. Gestern, heute, morgen, Leipziger Universitätsverlag, Leipzig, 2004,
Os Annales e a historiografía francesa, Universidade Estadual de Maringá, Maringá, Brasil,
2000, Fernand Braudel et les sciences humaines, L´Harmattan, Paris, 2004 y Ensayos Braude-
lianos, Prohistoria & Manuel Suárez Editor, Rosario, Argentina, 2000. También Braudel y
las Ciencias Humanas, Prohistoria, Rosario, 2011.
32 Sobre este punto cfr. el ensayo de Ernesto Ragionieri, “La disputa storica” y también de
Luigi Masella, “Introduzione”, ambos en Passato e Presente nel dibattito storiografico, ya antes
citado.

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