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TEMAS EN LA NUEVA LEY PROCESAL DEL TRABAJO

Francisco Javier Romero Montes ∗

Contenido: Tema I: El legislador y el juez. Tema II: La oralidad en la Nueva Ley


Procesal del Trabajo. Tema III: 1.- Fundamentación del recurso de apelación.
2.-Trámite en segunda instancia. Tema IV: El recurso de casación: 1.- El
recurso de casación en la Nueva Ley Procesal del Trabajo: a) Causales del
recurso de casación. b) Efectos del recurso de casación.

Tema I: El Legislador y el Juez.

Hay algunas concepciones doctrinarias que sostienen que la actividad procesal


es un saber jurídico de segunda categoría frente a la ley sustantiva. Tal
consideración parte de la concepción exegética del derecho, que sostiene la
supremacía de la ley y que el Poder Judicial sólo puede aplicarla, sin
interpretación, sin creación ni interrupción alguna que la desnaturalice. De esta
manera se protege la omnipotencia de la ley frente a las posibles
transgresiones de los jueces. Por el contrario, autores como Mauro Cappelletti 1
sostienen que la ley sustantiva es un producto semielaborado, el cual será
perfeccionado cada vez que un juez lo emplee adecuadamente en un caso
concreto.

También es oportuno recoger lo afirmado por el ilustre tratadista Monroy


Gálvez, refiriéndose al legislador peruano, al sostener que el defecto principal
de éste es actuar regularmente desprovisto de la realidad. Su información, sus
herramientas y su trabajo son la doctrina usualmente extranjera y no la vida de
la comunidad peruana. Por esa razón casi espontáneamente deduce pero no
observa ni mira. Disecan pero no operan. Vistos en su conjunto, forman la
sociedad de los juristas muertos. La jurisprudencia y la costumbre siempre han
sido para el derecho peruano las hermanitas desvalidas. Luego, agrega, que la
jurisprudencia debe y puede ser la fuente, por excelencia, encargada de cubrir
la “brecha” que suele haber entre la ley y la exigencia social de la justicia2.

Como se puede apreciar estamos frente a dos puntos de vista diferentes. El


primero, que sostiene que el juez es el simple aplicador de la ley, nada más; el
segundo, considera que el juez es un creador de derecho. La historia nos dice
que en el siglo XVIII, los franceses, dentro de su concepción filosófica de la
exégesis, sostenían que el juez sólo debería ser un aplicador de la ley, es

Profesor Principal de las Universidades Nacional Mayor de San Marcos y San Martín de Porres.
1
Reflessioni sula creativitá de la giurisprodenza nel tempo presente, Revista Trimestrale de Diritto e
procedura Civile, Milano Giuffré 1982, pp 781.
2
Sagástegui Urteaga, Pedro y Alfaro Pinillos, Roberto, Manual Práctico del Abogado, Gaceta Jurídica,
Lima 1998. p. 191
decir, es “la boca que pronuncia las palabras de la ley”, tal como lo sostenía
Montesquieu. Como afirma el profesor Monroy Gálvez 3, dos siglos después de
esa maldición, algunos sistemas jurídicos latinoamericanos mantienen esa idea
del juez-robot, a tal punto que los mismos jueces definen su función como el
simple acto de aplicar la ley.

Felizmente, en la actualidad, se considera, que la función judicial tiene un fin


supremo como es la composición justa del conflicto de intereses. Para lograr
ese propósito, lo trascendente no es la aplicación de la ley al caso concreto,
sino mas bien la vigencia real del sistema jurídico, utilizando como elemento
principal la ley, para la solución del conflicto de intereses. Por lo tanto, la
interpretación de una ley no consiste en descubrir la intención del legislador,
sino más bien en identificar la finalidad de la norma legal. En este último caso
los jueces no solo aplican la ley, sino que crean derecho, valiéndose de los
hechos que exponen las partes, los jueces, adecuan o ajustan el mandato
genérico que está en el producto semielaborado, a que se refiere Capelletti,
que es la ley, al caso concreto. En semejante circunstancia, el juez, no sólo
aplica la ley, sino que extrae de ella un modelo particular de ley que sea capaz
de solucionar el caso concreto.

En eso consiste la interpretación, mediante el cual los jueces crean derecho.


De lo contrario, el mismo no tendría razón de ser porque el hombre tiene la
peculiaridad de pertenecer al reino de la naturaleza y al mundo de la cultura.
Como ser natural, el hombre es el mismo, no cambia, pero tan pronto
observamos su conducta o comportamiento como sustrato de libertad o como
algo dotado de sentido entramos en el ámbito de la cultura. En tal sentido, la
vida no tiene un ser ya hecho ni un itinerario prefijado como la órbita de un
astro. Por el contrario, consiste en un incesante hacerse a si misma, en un
andar entre cosas, una tarea que tenemos que realizar en cada instante, y que
realizamos en el presente pero orientado hacia el futuro. La vida es pues una
sucesión ininterrumpida de elecciones, de actos de preferencia, de decisiones
que efectuamos con un insobornable margen de libertad 4 . Demás está decir
que al jurista no le interesa tanto la ley, sino a aquello a lo que la ley se refiere,
es decir, a la conducta de los hombres. Este es el objeto de preocupación del
juzgador, que adapta la ley sustantiva a ese mundo cambiante de la vida social,
con lo cual crea el derecho.

La Interpretación consiste en establecer la conexión adecuada entre el texto de


la ley sustantiva y el caso concreto. El intérprete es un intermediario entre el
texto de la ley y la realidad y la interpretación consiste en extraer el sentido, en
desentrañar el contenido que el texto contiene con relación a la realidad. En tal
sentido, tanto la ley como la interpretación son concurrentes para lograr el perfil
del derecho. Sin esa concurrencia el derecho no existe. Esta consideración
lleva a Serra Domínguez5 a señalar que tanto el legislador como el intérprete
recorren el mismo camino, aunque en sentido inverso: Mientras el legislador
observa los hechos concretos para llegar a la norma abstracta, el intérprete usa
3
Materiales de Enseñanza de Teoría del Proceso, Universidad de San Martín de Porres, Lima, 1997, p.s/n
4
Aftalión, Enrique, García Olano, Fernando y Vilanova, José, Introducción al Derecho, Librería “El
ATENEO”, Buenos Aires, 1960, p. 21.
5
Estudios de Derecho Procesal, Barcelona, Ariel, 1969, p. 11
la norma abstracta para aplicarla a un caso concreto. Es decir, “el punto de
partida del legislador es, por consiguiente, el punto de llegada del intérprete”.

En el Perú, el 13 de enero del año 2010 se promulgó la Ley 29497, la misma


que entró en vigencia el 15 de julio del mismo año, para remplazar a la Ley
26636, vigente desde setiembre del año 1996, que tienen que ver con el
proceso laboral. A la Ley 29497 se le denomina Nueva Ley Procesal del
Trabajo (NLPT), la misma que contiene aspectos novedosos si se le compara
con la Ley 26636, en la que influyó el Código Procesal Civil.

La evolución del derecho procesal laboral y el texto de la NLPT nos hacen ver
que no solo los legisladores crean derecho cuando formulas una ley, sino que
también los jueces contribuyen a ese objetivo cuando interpretan y aplican la
ley sustantiva. Como es sabido, el Art. 139.3 de la Constitución señala como un
principio de la función jurisdiccional la observancia del debido proceso y la
tutela jurisdiccional. Sobre esa base, el Código Procesal Civil, en su Art. I
dispone que “toda persona tiene derecho a la tutela jurisdiccional efectiva para
el ejercicio o defensa de sus derechos o intereses, con sujeción a un debido
proceso”6.

En el ejercicio de la tutela judicial, el Estado no actúa de la misma manera,


porque los fenómenos sociales tienen diferente premura que buscan una
respuesta adecuada en la vía jurisdiccional y que tratan de encontrar
respuestas acorde con las exigencias de la población, tales como los derechos
del consumidor, los derechos laborales, los derechos de seguridad social, los
derechos de familia, etc. Es por eso que hoy se habla de la tutela jurisdiccional
diferenciada. Esto significa que la tutela puede ser ordinaria o específica
cuando la naturaleza del derecho así lo exige.

El derecho laboral goza de una tutela específica por el carácter alimentario que
tienen sus beneficios y prestaciones, lo que ha dado lugar a que sus conflictos
se resuelvan satisfactoriamente, no necesariamente cambiando la legislación
sustantiva, sino buscando los jueces que estén capacitados para tal efecto, lo
que revela la importancia que tiene la administración de justicia laboral en el
logro de la solución de los conflictos. Basta recordar que la Ley 26636, en sus
inicios, tenía un campo de aplicación mayor. Posteriormente, a los jueces
laborales, se les retiró la competencia para conocer las acciones contenciosas
administrativas, la acción popular, la anulación de laudos arbitra que resuelven
conflictos jurídicos, los mismos que pasaron a ser de competencia de los
jueces a cargo de las acciones contenciosas administrativas, jueces
constitucionales y jueces civiles, los mismos que debían administrar justicia
teniendo en cuenta las leyes sustantivas pertinentes.

6
La tutela judicial efectiva es el derecho reconocido por la Constitución como consecuencia del Estado de
Derecho, en el que se elimina la autotutela, correspondiendo a los órganos judiciales el dirimir las
controversias y poseer el monopolio de la administración de justicia. En consecuencia, todas las personas
tienen el derecho a obtener la tutela efectiva de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus derechos e
intereses, sin que, en ningún caso, pueda producirse indefensión.
Tal decisión, al parecer, no fue correcta, es por eso que la Ley 29497 les ha
devuelto a los jueces de trabajo la competencia que tenían originalmente en la
Ley 26636 y de esa manera resolver mejor los conflictos laborales. Esto revela
que el rol del magistrado que interpreta y aplica la ley, no es secundario sino
fundamental, es decir, contribuyen a la creación del derecho.

Tema II: La oralidad en el proceso en la NLPT

El artículo 12º de la Ley 29497 está referido a la prevalencia de la oralidad en


los procesos de audiencias. En efecto, el punto 12.1 de dicho artículo dice lo
siguiente:

“En los procesos laborales por audiencias las exposiciones orales de las partes
y sus abogados prevalecen sobre las escritas sobre la base de las cuales el
juez dirige las actuaciones procesales y pronuncia sentencia. Las audiencias
son sustancialmente un debate oral de posiciones presididas por el juez, quien
puede interrogar a las partes, sus abogados y terceros participantes en
cualquier momento. Las actuaciones realizadas en audiencia, salvo la etapa de
conciliación, son registradas en audio y vídeo utilizando cualquier medio apto
que permita garantizar fidelidad, conservación y reproducción de su contenido.
Las partes tienen derecho a la obtención de las respectivas copias en soporte
electrónico, a su costo”. Luego, el punto 12.2 del mismo artículo añade, entre
otras cosas, lo siguiente: La grabación se incorpora al expediente y que en los
casos en que no se dispusiera de medios de grabación electrónicos, el
registro de las exposiciones orales se efectúa haciendo constar, en acta, las
ideas centrales expuestas.

Antes de hacer la evaluación de lo que es la oralidad en el proceso laboral


peruano, veamos a continuación si estamos ante un ingrediente novedoso para
superar las desventajas del proceso escrito. La idea de la oralidad en el
proceso es una manifestación de la legislación revolucionaria francesa y
aparece en el curso del siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX por aquel
gran movimiento de análisis histórico-comparativo de protesta y de reforma,
que en el continente europeo se ha presentado precisamente bajo el nombre-
símbolo de “oralidad en el proceso”, tal como sostiene Mauro Cappelletti 7. La
idea de la oralidad es una reacción contra las características, y los defectos del
proceso románo-canónico, que fue dominante en el continente europeo, hasta
la Revolución Francesa y que en muchos casos continúa en las codificaciones
nacionales hasta la actualidad. Por lo tanto, la idea de la oralidad constituye el
símbolo del movimiento de crítica y de radical reforma al procedimiento
romano-germánico que se formó en lo que es hoy Italia y se difundió por
Europa desde el siglo XII.

El planteamiento central de la reforma, mediante la oralidad, consistió en dejar


de lado el predominio del elemento escrito, que fue una especie de monopolio
exclusivo cuando se impuso el principio “quod non est in actis non est in
7
La oralidad y las pruebas en el proceso civil, Ediciones Jurídicas Europa- América, Traducción de
Santiago Sentís Melendo, Buenos Aires, 1972, pp .34 y 45. En el libro materia de esta cita aparecen las
relaciones (ponencias) de diferentes países que fueron presentadas al VIII Congreso de la Academia
Internacional de Derecho Comparado realizado en la ciudad de Pescara, el año 1970.
mundo”, es decir, la inexistencia jurídica de los actos procesales sino no están
consignados en actas. Por lo tanto, las sentencias adolecían de nulidad
insanable si no tenían sustento en los actos que constaran en actas escritas.

La rigidez de la existencia del acta llegó a tal extremo, en el siglo XIII que por
una disposición de Inocencio III, que ordenó que de todo acto procesal, aunque
se hubiese realizado ante el juez o por el juez mismo, debían intervenir otros
notarios o actuarios que debían elaborar un protocolo y por lo tanto la sentencia
debía basarse exclusivamente sobre tal acta protocolar.

Como sostiene el mismo Cappelletti, existen ventajas y desventajas en relación


con las formas orales y escritas de los actos procesales. La doctrina es
unánime en excluir la consideración de que se arribe a un proceso oral que
domine con absoluta pureza. Por el contrario, se sostiene la necesaria
coexistencia de elementos orales y de elementos escritos. Es por eso que el
problema de la oralidad y de la escritura se indica con frecuencia como un
problema, solo de predominio o de coordinación y no de total exclusión de uno
o del otro. Una concepción que viese en el proceso oral un predominio del cual
fuese eliminado en absoluto, la parte escrita, no tendría mucha
correspondencia con la realidad actual.

Como se afirma en la relación francesa, la forma escrita resulta requerida, por


el hecho de que es precisa y duradera, mientras que la oralidad se hace
necesaria allí donde hay que asegurar una concentración del procedimiento y
garantizar un contacto directo del tribunal con las partes. La parte escrita tiene
el mérito de la precisión; informa mejor al juez y a las partes porque exige una
preparación sólida y reflexiva, pero sobre todo su conservación está
eficazmente asegurada cuando se trata de probar la existencia y el contenido
de un acto. La palabra oral es más viva; ella llama la atención del Juez sobre
los puntos esenciales del litigio; se presta mejor a la discusión y a la
persuasión; tiene la ventaja de la simplicidad; evita la pesadez y la complejidad
del formalismo que engendran los escritos.

Por lo tanto los sistemas procesales vigentes buscan coordinar y combinar


elementos orales y elementos escritos, exigiendo, por consiguiente, la escritura
para aquellos actos en los cuales prevalecen exigencias de precisión y
conservación, y la forma oral, en cambio, para aquellos en los cuales
consideran predominante los valores de espontaneidad, de inmediación y de
simplicidad.

De manera que cuando se habla de la oralidad en el proceso, no debe


pensarse que el mismo en su totalidad es oral, sino que es un elemento que
matiza al proceso escrito. Como afirma el profesor Juan Monroy 8, la oralidad
no significa en los países donde tiene mayor acogida, la abolición total de la
escritura como instrumento de comunicación entre los sujetos que intervienen
en el proceso. Oralidad quiere decir que el proceso culmina en una audiencia
oral, en la cual el juez oye oralmente a los testigos y eventualmente también a
las partes.

8
Op.cit. p. s/n
En países europeos, así como en los Estados Unidos e Inglaterra, en la
solución de los conflictos se aprecia dos etapas. La primera tiene que ver con
lo que se denomina la etapa pre-trial, que las partes previamente deben cumplir
antes del proceso. En esta fase hay un predominio de lo escrito en el que los
litigantes presentan los escritos y contra- escritos, ante el tribunal, en los que
se precisan los términos de hecho y de derecho. En cambio, la segunda etapa
es la del trial o del proceso que es eminentemente oral.

El sistema de la oralidad requiere de un juez que tenga poderes y los sepa


aplicar en la dirección y control del proceso y en particular en el debate. Como
hace presente, Monroy Gálvez, cualquier jurista que asista a un trial de las
Cortes inglesas quedará impresionado por el extraordinario respeto y
deferencia hacia la corte por parte de los abogados, de las partes y de los
testigos.

La experiencia peruana nos dice que, en el ámbito del proceso laboral,


estuvimos inmersos en el proceso escrito, a tal punto que los que conducían
las audiencias, ponían el mayor cuidado en el contenido de las actas, porque
cualquier omisión daba lugar a la nulidad del proceso, con las consiguientes
sanciones que imponían los superiores, aparte de la dilación del proceso y el
significado económico del mismo. Es decir, estábamos inspirados en el proceso
romano-canónico.

Al promulgarse la Ley 29497, Nueva Ley Procesal del Trabajo, se dice que
hemos entrado en la oralidad del proceso. Frente a tal afirmación, el paso que
se ha dado no es tan significativo. Veamos ¿por qué? Con la anterior ley, la
26636, todos los actos procesales se recogían en actas, es decir todo iba al
papel, de lo contrario los mismos no existían procesalmente hablando. Con la
nueva Ley, los actos procesales se recogen en vídeos y grabadoras que debe
incorporarse al expediente. Pero la ley también ha considerado la situación de
que no se dispusiera de medios de grabación electrónicos, en cuyo caso, el
registro de las exposiciones orales se efectúa haciendo constar, en acta, las
ideas centrales expuestas. En otras palabras, se tendrá que dejar de lado la
parte oral para volver al proceso escrito.

En consecuencia podemos afirmar que los actos procesales ya no serán


registrados en actas escritas, sino en elementos electrónicos, lo que significa
que el proceso ya no es oral, sino que simplemente se ha cambiado de
soporte, pasándose del papel a los vídeos y grabaciones, con la desventaja del
mayor costo que tienen estos elementos electrónicos en comparación con el
papel que se utilizaba. Es por eso que la propia ley, implícitamente, ha
considerado que si no se puede contar con la nueva tecnología, por falta de
presupuesto, se recurrirá al proceso escrito. Consecuentemente, estamos ante
una oralidad que no es tal, sino simplemente, ante el pase del simple papel a la
nueva tecnología.

Esta situación la venimos apreciando ya, en la medida que la nueva Ley 29497
se dio frente al requerimiento originado en la congestión de expedientes del
Distrito Judicial de Lima; sin embargo, la ley se viene aplicando gradualmente
habiéndose iniciado su aplicación por los distritos donde esa congestión no
existe, dejándose de lado el Distrito por donde debió haberse iniciado, como es
Lima, justamente por las dificultades presupuestales, situación que nos lleva a
dudar a cerca de si era conveniente introducir el cambio tecnológico antes
referido.

Tema III: Fundamentación del recurso de apelación

La apelación es un recurso impugnatorio por el cual el litigante que se


considera agraviado, por la sentencia del juez, busca que la misma sea
revisada por el juez o tribunal superior para que lo revoque. En otros términos,
mediante la apelación, el proceso decidido por el juez inferior es llevado a un
tribunal superior para que revoque o reforme una resolución que se estima
errónea en la aplicación del derecho o en la aplicación de los hechos9.

La NLPT sólo hace referencia al plazo para interponer el recurso de apelación


en los procesos ordinario, abreviado y de impugnación de laudos arbitrales
económicos. Al margen de esta precisión, la citada ley no contiene ninguna otra
consideración sobre la apelación. En cambio, la Ley 26636, en su artículo 52º,
disponía que constituye requisito de procedencia, de este recurso, su debida
fundamentación, en el cual debe precisar el error de hecho o de derecho
presentes en la resolución y el sustento de la pretensión impugnativa.

Una de las condiciones generales y comunes que es de primer orden, está


dada por el requisito de la fundamentación de la apelación. Esta
fundamentación debe expresar el error de hecho o de derecho que contenga la
resolución, la naturaleza del agravio y el sustento de la pretensión impugnativa.
Esto significa que era necesario precisar la inadecuada apreciación de los
hechos e incorrecta aplicación del precepto jurídico en los que se haya
incurrido. Cuando la ley se refería a la naturaleza del agravio, quería decir que
el apelante debía señalar la injusticia, la ofensa o perjuicio material o moral
causados por la resolución. En lo que concierne al sustento de la pretensión
impugnativa, significa que debe señalarse la fuente legal que permite impugnar el
acto.

La fundamentación de la apelación en el proceso laboral ha tenido "ires” y


“venires". En efecto, el Decreto Supremo 007-71-TR, anterior al D.S. 03-80-TR,
ya había incorporado la obligación de fundamentar la apelación de la sentencia.
Sin embargo, esta exigencia saludable fue atacada con el argumento de que iba
contra el derecho de defensa, razón por la que fue suprimida por el D.S. 03-80-
TR. Grande fue la sorpresa de los laboralistas peruanos, cuando el CPC la
establece en 1992. En esa oportunidad, a nadie se le ocurrió decir que se había
introducido un elemento que atentara contra el derecho de defensa.

De manera, que no era un mérito que la Ley 26636 hubiera introducido, como
elemento de la apelación, la fundamentación. En realidad, no le quedaba otra
alternativa.

9
Mansilla Novella , César A. “Los medios de impugnación en el Código Procesal Civil de 1992” en Quo
Vadis Jus?, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, 1994, p.556.
Consideramos que la NLPT debió haber precisado la fundamentación y el ámbito
de la apelación, para que los magistrados se percaten de la dimensión del
agravio causado al apelante. De lo contrario, será necesaria una revisión total de
la sentencia apelada, a riesgo que se deje de lado lo que realmente lo agravia al
apelante. De que estos aspectos son necesarios, no cabe duda, es por eso que
el punto b del artículo 33º de la ley 29497, dispone que el día de la audiencia de
vista de la causa, en segunda instancia, se concederá el uso de la palabra al
abogado de la parte apelante a fin de que exponga sintéticamente los extremos
apelados y los fundamentos en que se sustentan. De lo contrario, la sala no
podría resolver la apelación.

De ahí que los procesalistas son partidarios de la motivación del recurso de


apelación. Así, por ejemplo, el tratadista chileno Tapia considera que la
fundamentación, contenido intelectual del acto, lo reviste de seriedad, puesto que
al invocarse los motivos, que en concepto del impugnante permiten destruir las
bases o premisas del acto atacado, se deben, al menos, en el deseo del
legislador, terminar con las apelaciones infundadas, caprichosas y se asegura en
la segunda instancia efectivamente el principio de la igualdad, puesto que al
conocerse las razones de la impugnación se abre la posibilidad de
controvertirlas10.

Como afirma Alberto Hinostroza, la motivación del recurso de apelación implica la


exposición de los fundamentos fácticos y jurídicos que ameritan, a juicio del
recurrente, la anulación o revocación de la resolución impugnada. Luego, añade,
la motivación del recurso de apelación exige un análisis crítico, exhaustivo y
razonado, punto por punto, de los vicios o errores advertidos en la resolución que
se objeta, ya sea en la apreciación de los hechos, la evaluación del material
probatorio o la aplicación del derecho11.

Si bien la Ley 29497 no suprime la fundamentación de la apelación, pero esta se


lleva a cabo en forma inoportuna, cuando ya el expediente se encuentra en
segunda instancia. La situación se agrava si el apelante no asiste a la audiencia
de vista y por lo tanto no podrá informar a cerca de cuál es el agravio de la
apelación. La ley no considera para nada esta situación. Esto puede significar
que se dé por abandonada la apelación?. Que la Sala revise el expediente para
encontrar el agravio?. Que la Sala declare improcedente la apelación por no
haberse fijado el agravio?.

a) Tramite en segunda instancia.

A diferencia de la Ley 26636 que no esbozaba ningún perfil a seguir para el


trámite en segunda instancia, la NLPT si nos detalla el procedimiento que debe

10
Tapia Witting, Enrique, “Tramitación de las apelaciones Según la Regla de los Incidentes”
Concepción, Chile, Revista de Derecho de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la
Universidad Católica de la Santísima Concepción, 1992, p.56.
11
Hinostroza Minguez, Alberto, Medios Impugnatorio en el proceso civil, 2ª ed., Lima, 2002, p. 125.
seguirse en tal instancia en los procesos ordinario, abreviado y de impugnación
de laudos arbitrales económicos.

La segunda instancia es una etapa del proceso que se inicia con la interposición
del recurso de apelación contra una resolución judicial de primera instancia y
concluye con la sentencia que dicte el órgano superior. En la legislación peruana
la doble instancia es un principio que permite superar los errores que cometa el
juez al momento de dictar la sentencia de primera instancia.

De manera que la segunda instancia constituye una garantía para el justiciable.


Como sostiene Couture, es un predominio de la razón sobre la autoridad; luego
agrega que, lo que la técnica legislativa procesal debe asegurar es que el
proceso de revisión en segunda instancia se realice con el menor dispendio
posible de energías12.

Sobre el trámite en segunda instancia, la NLPT sostiene que interpuesta la


apelación, el juez remite el expediente a la segunda instancia dentro de los cinco
(5) días hábiles siguientes.

Seguidamente la citada ley dispone que el órgano jurisdiccional de segunda


instancia realiza las siguientes actividades:

a) Dentro de los cinco (5) días hábiles de recibido el expediente fija día y
hora para la celebración de la audiencia de la vista de la causa. La
audiencia de vista de la causa debe fijarse entre los veinte (20) y
treinta (30) días hábiles siguientes de recibido es expediente.
b) El día de la audiencia de vista, concede el uso de la palabra al
abogado de la parte apelante a fin de que exponga sintéticamente los
extremos apelados y los fundamentos en que se sustentan; a
continuación, cede el uso de la palabra al abogado de la parte
contraria. Puede formular preguntas a las partes y sus abogados a lo
largo de las exposiciones orales.
c) Concluida la exposición oral, dicta sentencia inmediatamente o luego
de sesenta (60) minutos, expresando el fallo y las razones que lo
sustentan de modo lacónico. Excepcionalmente, pueden diferir su
sentencia dentro de los cinco (5) días hábiles siguientes. En ambos
casos, al finalizar la audiencia señala día y hora para que las partes
comparezcan ante el despacho para la notificación de la sentencia,
bajo responsabilidad. La citación debe realizarse dentro de los cinco
(5) días hábiles siguientes de celebrada la audiencia de vista.
d) Si las partes no concurren a la audiencia de vista, la sala, sin
necesidad de citación, notifica la sentencia al quinto día hábil
siguiente, en su despacho.

Tema IV: Recurso de Casación

12
Couture, Eduardo, Fundamentos del Derecho Procesal Civil, 3ª ed. Depalma, Buenos Aires, 1981,
p.172.
Casación deriva del latín "quassare" que significa romper. Cuando un Tribunal de
Casación casa un fallo, significa que lo rompe, lo anula, lo deja sin efecto, por
tener los vicios que la ley señala.

El recurso de casación es el que se interpone ante la Corte Suprema de la


República contra los fallos definitivos en los casos que se consideran que se han
infringido leyes o doctrina admitida por la jurisprudencia, o incumplido reglas de
procedimiento.

En algunos sistemas procesales, esta tarea está encomendada a tribunales


especiales. Este recurso encuentra su antecedente en la Revolución Francesa,
con el propósito de asegurar el principio de igualdad en el ámbito de la
administración de justicia. Para el efecto, se estableció un tribunal único como la
Corte de Casación que tendría como función la anulación del fallo ilegal o
defectuoso del juez o tribunal de procedencia, para que dicte nuevo fallo de
acuerdo a lo resuelto por el Tribunal o Corte de Casación.

La Revolución Francesa, para establecer este recurso, parte de la consideración


exegética del derecho, que considera la supremacía de la ley y que el Poder
Judicial sólo podía aplicarla, sin creación ni interpretación alguna que la
desnaturalice. De manera que, según el profesor uruguayo Véscovi, se trata de
un instrumento que se remonta a la Revolución Francesa para defender la ley,
atribución legislativa, frente a las posibles transgresiones de los jueces. Nace
entonces el “Tribunal de Casación”, inspirado en las ideas revolucionarias de la
omnipotencia de la ley y la igualdad de todos los ciudadanos ante ella, como
órgano de control constitucional al lado del Poder Legislativo13.

Este mismo sentido le atribuye Calamandrei, al sostener que “El Tribunal de


Casación nació, precisamente, con el objeto de impedir que un poder público se
salga del propio dominio; pero su control, en lugar de extenderse a las relaciones
entre los tres poderes en todos los campos de la Constitución, se limita a las
relaciones que tienen lugar entre dos de estos poderes, el legislativo y el judicial”.
Luego, añade, que “El Tribunal de Casación nace, pues, como un órgano de
control destinado a vigilar que el poder judicial no viole, en daño del poder
legislativo, el canon fundamental de la separación de los poderes”14.

La casación en la legislación peruana es una institución nueva. Antes de la


vigencia del actual CPC, esto es, en el Código de Procedimientos Civiles, lo que
existía era el “recurso de nulidad” que se planteaba ante la Corte Suprema y que
era una tercera instancia. Tal recurso en el CPC no existe, pero se ha incorporado
el recurso de casación que tiene amparo constitucional, toda vez que el Art 141º
de la Constitución dispone que “Corresponde a la Corte Suprema fallar en
casación. En un primer momento tenía como finalidad el control de las
decisiones jurisdiccionales, a la que Carrión Lugo denomina casación pura15.
Cuando ese control se extiende a la labor propia de los jueces de mérito, que es
13
Véscovi, Enrique, Los recursos judiciales y demás medios impugnativos en Iberoamérica Depalma,
Buenos Aires, 1988, p.231.
14
Calamandrei, Piero, La casación civil, traducción de Santiago Sentís Melendo, Buenos Aires, editorial
Bibliográfica Argentina, 1961, Vol.II, p.39.
15
Carrión Lugo, Jorge, El Recurso de Casación en el Perú, Lima, Editorial Jurídica Grijley, Vol.II, 2003,
p.5.
la de calificar y evaluar los elementos probatorios al momento de dirimir la
controversia estamos frente, a lo que el mismo autor, denomina la casación mixta
o híbrida, cuya misión, además del control jurídico, es el control fáctico de las
decisiones judiciales. Es decir en la actualidad la Corte Suprema viene aceptando
como causal la violación del debido proceso, incorporándose la casación con
reenvío.

La casación, no es una tercera instancia y en eso se diferencia de la apelación.


En efecto, como sostiene Eugene Garsonet, en el recurso de apelación el
derecho y la ley son considerados desde el punto de vista subjetivo, siendo
preciso investigar lo que las partes han hecho, cuáles son sus respectivas
obligaciones y qué han deseado jurídicamente. En cambio, en la casación no se
investigan ni se juzgan los hechos, el juzgador no se sitúa en el punto de vista
subjetivo de las partes, tampoco se decide cuál de las partes será la que gane el
pleito. Se trata más bien de controlar si el derecho y la ley se han aplicado
correctamente al caso justiciable, por los jueces que han intervenido en el
juzgamiento de la causa16.

El Código Procesal Civil peruano ha encomendado a la Corte Suprema de


Justicia, la solución de los recursos de casación; es decir, se trata de una función
jurisdiccional. Dicho Código establece las resoluciones contra las cuales procede
el recurso, las causales del mismo, así como los requisitos de forma y de fondo
que debe reunir. Se trata, pues, de exigencias muy rígidas para la procedencia
del recurso. Sin embargo, el 6 de febrero del año 2002, se ha dictado la Ley
27663, por la que se flexibiliza la admisibilidad del recurso. En efecto, la citada
Ley ha modificado el Art.391 del Código Procesal Civil, al haber añadido, a este
artículo, un segundo párrafo. Por el mismo, se dispone que antes que la Sala de
Casación ordene la anulación de la resolución que admite el recurso, por no
haberse cumplido con alguno de los requisitos de forma, es posible subsanarlos
en un plazo de cinco días si la Sala lo ordena. Igualmente, la jurisprudencia viene
estableciendo que la casación no sólo procede cuando está de por medio el error
in iudicando, sino que en aquellos casos en que haya una violación
constitucional que afecte la tutela jurisdiccional, se admite el recurso en los casos
de error in procedendo.

De manera que, a través del recurso de casación, por una parte, se controla la
correcta aplicación de la ley, y, por otra, se salvaguarda la unificación de la
jurisprudencia nacional a través de la Corte Suprema. De esta forma, se
proporciona seguridad jurídica y la igualdad de las personas frente a la aplicación
de la ley, con lo cual se cautela, no sólo los intereses particulares y específicos de
los justiciables, sino también, fundamentalmente, se vela por la correcta
interpretación del derecho objetivo y de la jurisprudencia nacional vinculante, que
reviste ya un carácter público.

1.- El Recurso de Casación en la Nueva Ley Procesal del Trabajo

La NLPT, legisla sobre el recurso de casación en los artículos 34º al 41º de su


texto. No se define la casación, tampoco precisa cuáles son sus fines. Sólo
16
Citado por Sagástegui Urteaga, Pedro "La Casación Civil en el Perú Actual”, Revista de Derecho Procesal
Civil, lima, Universidad San Martín de Porres, 1995, p. 183.
considera las causales, los requisitos de procedencia, el trámite del recurso, los
efectos del recurso, las consecuencias del recurso fundado, el carácter vinculante
de los fallos de la Corte Suprema y la publicación de las sentencias de casación. .

a).- Causales del recurso de casación.

La Ley 26636, en su artículo 56º señalaba las siguientes causales del recurso de
casación:

a) La aplicación indebida de una norma de derecho material;


b) La interpretación errónea de una norma de derecho material;
c) La inaplicación de una norma de derecho material; y
d) La contradicción con otras resoluciones expedidas por la Corte
Suprema de Justicia o las Cortes Superiores, pronunciadas en casos
objetivamente similares, siempre que dicha contradicción esté referida
a una de las causales anteriores.

Como se puede apreciar, se trata de una enumeración taxativa que le da cierta


precisión a las causales. En cambio, la NLPT introduce una modificación en este
criterio, al haber establecido una especie de envoltura, cuya clarificación
corresponderá al juzgador en cada caso. En efecto, el artículo 34º de la NLPT,
que se refiere a las causales del recurso de casación establece lo siguiente: “El
recurso de casación se sustenta en la infracción normativa que incida
directamente sobre la decisión contenida en la resolución impugnada o en el
apartamiento de los precedentes vinculantes dictados por el Tribunal
Constitucional o la Corte Suprema de Justicia de la República”.

Es claro que la NLPT dispone que el órgano competente tenga que resolver en
cada caso, la infracción normativa, que en la ley derogada estaba precisada y
que podía consistir en la aplicación indebida, la interpretación errónea o la
inaplicación del derecho material, precisión que en la ley vigente no existe. Por
otra parte, el juzgador tendrá que determinar si los alcances de la infracción
inciden directamente sobre el sentido de la decisión contenida en la resolución
impugnada.

El artículo 34º de la NLPT, también se refiere al apartamiento de los precedentes


vinculantes dictados por el Tribunal Constitucional o la Corte Suprema de Justicia
de la República, como causal del recurso de casación. Consideramos que la ley
ha hecho bien en reconocer al Tribunal Constitucional como creador de
precedentes vinculantes, como lo ha venido haciendo, sobre todo en los temas
previsionales. Ya la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional (LOTC), en su
Primera Disposición General dispone lo siguiente: “Los Jueces y Tribunales
interpretan y aplican las leyes o toda norma con rango de ley y los reglamentos
según los preceptos y principios constitucionales, conforme a la interpretación de
los mismos que resulte de las resoluciones dictadas por el Tribunal Constitucional
en todo tipo de procesos.”

Lo dicho revela que hay un interés por definir cuáles serán los criterios de
interpretación acuñados por el Tribunal Constitucional que habrán de constituirse
en “precedentes vinculantes” para casos similares y, en definitiva, los criterios
rectores de la política laboral en el marco de la Constitución Política. En adelante,
tendrán que comenzar a señalarse cuáles serán los precedentes vinculantes que
se vayan implantando

b).- Efectos del recurso de casación.

La NLPT en su artículo 38º introduce un cambio fundamental en relación con la


Ley 26636 y el CPC. Estos últimos suspenden la ejecución de la sentencia
impugnada en tanto se resuelve el recurso de casación, mientras que la nueva
ley establece lo contrario, al sostener que la interposición del recurso de casación
no suspende la ejecución de la sentencia. Excepcionalmente, sólo cuando se
trate de dar obligaciones de dar sumas de dinero, a pedido de parte y previo
depósito a nombre del juzgado de origen o carta fianza renovable por el importe
total reconocido, el juez de la demanda suspende la ejecución en resolución
fundamentada e inimpugnable.

El depósito o la carta garantía, a que se refiere el punto anterior, debe incluir el


capital, los intereses del capital a la fecha de interposición del recurso, los costos
y costas, así como los intereses estimados que, por dichos conceptos, se
devenguen hasta dentro de un (1) año de interpuesto el recurso. La liquidación
del importe total reconocido es efectuada por un perito contable.

El mismo dispositivo dispone que si el demandante tuviese trabada a su favor una


medida cautelar, debe notificársele a fin de que, en el plazo de cinco (5) días
hábiles, elija entre conservar la medida cautelar trabada o sustituirla por el
depósito o la carta fianza ofrecidos. Si el demandante no señala su elección en el
plazo concedido, se entiende que sustituye la medida cautelar por el depósito o la
carta fianza. En cualquiera de estos casos, el juez de la demanda dispone la
suspensión de la ejecución.

Este tema tiene que ver con el efecto suspensivo del recurso de casación. Se
trata de establecer si la interposición del citado recurso origina la suspensión de
la ejecución de la resolución impugnada hasta tanto no se pronuncie el órgano de
casación. Como ya dijimos, la Ley 26636 suspendía la ejecución de la sentencia
impugnada. Por su parte, el CPC en su artículo 393º dispone con toda claridad
que la interposición del recurso de casación suspende la ejecución de la
sentencia impugnada. Sin embargo, la NLPT plantea la no suspensión de la
ejecución, incorporando una situación nueva en la legislación peruana.

Desde el punto de vista del derecho laboral, consideramos que la innovación es


aceptable, si se tiene en cuenta la jerarquía que le otorga la legislación del trabajo
a los créditos laborales, de ser créditos preferentes, a cualquier otro, por su
carácter alimenticio que se le atribuye a dichos créditos.

Pero aun tratándose del derecho procesal civil, las nuevas corrientes doctrinarias
y la legislación comparada nos advierten que es necesario modificar el artículo
393º del CPC. En tal sentido se ha pronunciado, hace mucho tiempo, el
procesalistas Nelson Ramírez17, quien sostiene que si nos encontramos ante un
17
Ramírez Jiménez, Nelson, “El recurso de Casación: Necesidad de una Modificación Legislativa”
Trujillo, Primer Congreso Nacional de Derecho Procesal, Pontificia Universidad Católica del Perú, Ed.
recurso extraordinario que no abre una tercera instancia, carece de lógica el que
al ser admitido se deje en suspenso la ejecución de la sentencia. Luego, añade el
ponente, que otros sistemas de casación niegan esa posibilidad, tales como las
legislaciones de Italia, Uruguay, Colombia, Francia, Chile, Venezuela. En todo
caso, el Perú, en su CPC, sigue a España en donde se produce el efecto
suspensivo.

Normas Legales S.A., 1996, pp. 209-218.

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