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ANOTACIONES SOBRE LA TRANSFERENCIA,

ESA PARTICULAR FIGURA DEL AMOR

Laura Acosta.1

Hablar sobre transferencia desde la visión tradicional que los psicoanalistas


tienen de ella solía hacernos pensar en ese vago fenómeno que consiste en la
repetición, a partir de la relación con el analista, de una serie de emociones,
pensamientos, y acciones que se actualizan durante el análisis y que el sujeto
manifiesta hacia el analista por volverse éste una figura que le recuerda a alguien más,
que le revive experiencias y formas de relación con personas anteriores en su vida.
El amor en la transferencia era visto entonces (y desafortunadamente en
muchos casos sigue siendo considerado así por los psicoanalistas) sólo como una
cuestión de enamoramiento, de un amor de transferencia. Al analista que así considera
al amor “implícito" en la transferencia no le queda más que “resistirlo” y “analizarlo”;
interpretarlo desde esta misma visión de repetición, tan estéril como entorpecedora en
la relación analítica.
Plantear la transferencia a partir de la experiencia misma que se genera en esa
falsa situación que es el psicoanálisis, en esa pretendida situación, y rebelarse “contra
la idea de que la intersubjetividad pueda proporcionar por sí sola el marco donde se
inscribe el fenómeno” (Lacan, J. 1960. p.11), es solamente el primer paso del que
Jacques Lacan parte para hacernos recorrer un camino lleno de argumentos
sorprendentes y reveladores en su seminario sobre La transferencia en su disparidad
subjetiva, su pretendida situación, sus excursiones técnicas2; concebir la transferencia
como una experiencia en la que el amor está siempre presente y es la única vía que

1
Maestra en psicología clínica con orientación psicoanalítica por la Universidad Autónoma de Nuevo León, y
especialista en psicoanálisis. Dedicada al estudio y el trabajo psicoanalítico, actualmente se desempeña en la
práctica clínica privada, la supervisión clínica y la docencia, además de participar o estar a cargo de seminarios,
talleres de lectura y grupos de estudio sobre psicoanálisis.
2
Título original del seminario impartido por Lacan en los años 1960-1961, del que se utiliza aquí como referencia el
texto establecido por Jacques-Alain Miller y editado por Paidós, al que se tituló simplemente “La transferencia”
nos permite apuntar hacia el deseo del sujeto, es una de las aportaciones más
importantes que él realiza durante este recorrido.

La transferencia es el amor

Lacan (1960) empieza por señalarnos que “al comienzo de la experiencia


analítica, recordémoslo, fue el amor” y que este comienzo “es un comienzo cargado, un
comienzo confuso” (pp. 12-13)3. A partir de aquí nos remitirá a una particular figura del
amor, esa a la que Jean Allouch (comunicación personal, octubre, 2003)4 se refiere
ahora como el amor Lacan, o el transamour, y que describe como una inédita visión
del amor, la invención de una nueva figura del amor, hecha por Lacan.
Queda claro que para Lacan el amor no es divino, no es un gran Dios (esto en
relación a Eros). No se basa en valores y no consiste en un bien que se posea. No es
armonía. No es completo, suficiente, o infinito. A través de su recorrido por El
Banquete, de Platón (2007)5, para Lacan es manifiesta “la dificultad de decir sobre el
amor algo que se sostenga” (Lacan, 1960, p. 54); y al reconocer al amor como una
construcción, una invención, rescata lo que Sócrates dice sobre él, señalando que
Sócrates ha introducido “el giro decisivo al presentar la falta en el corazón de la
cuestión sobre el amor” (Lacan, 1961, p. 149), para realizar luego su propia
construcción del mismo, su particular figura del amor.
Este amor no se trata del amor cristiano, ni del amor romántico o el amor cortés,
ni siquiera del enamoramiento o del amor a un ideal (coloquemos aquí cualquier
especificidad: a la pareja, a las mujeres, al padre, a la madre, a la humanidad, a la

3
Aquí se refiere a la experiencia analítica de Freud y Breuer con sus primeras pacientes mujeres, quienes a partir
de un cierto momento del análisis aseguraban estar enamoradas de ellos
4
Todas las menciones de argumentos planteados por Jean Allouch durante el año 2003 hacen referencia a una
comunicación personal establecida con él a través del seminario “L’amour Lacan” impartido en octubre de ese
mismo año en la ciudad de México y organizado por la École Lacanienne de Psychanalyse.
5
En este caso se cita el año de la edición revisada de “El Banquete”, cuyo texto no puede fecharse con exactitud
pero ha sido situado por los especialistas en torno a la década del año 380 a.C.
patria, etc.), sino que este amor que constituiría la transferencia es una pasión del ser6,
es la vía por la cual el sujeto plantea la pregunta sobre su ser.
La cuestión del ¿quién soy? es posible, susceptible, de ser planteada tomando al
amor como vía, a esta nueva figura del amor inventada por Lacan, a esta pasión del
ser. No hay especificidad y sin embargo hay algo particular en las diversas formas del
amor, es decir, no podemos construir una “teoría del amor” en la que se especifique
claramente qué y cómo es el amor de manera universal, pero podemos encontrar, aún
en sus diversas figuras, que lo que se pone en juego repetidamente y de manera
particular para un sujeto es ese “¿quién soy?” que el sujeto interroga en su relación con
otro; ese “¿quién soy para ti?” que finalmente plantea la pregunta sobre el propio ser y
se refiere a un “¿quién soy?”, sin más.
Una pregunta que el sujeto plantea a un otro y que puede ser planteada de una
manera especialmente particular, a través de la transferencia, en la situación analítica.
Para Lacan la transferencia es el amor, este tipo de amor.
Allouch (2011) nos presenta este amor en su libro “El amor Lacan” indicándonos
que “hay algo novedoso en el sentimiento amoroso desde el momento en que éste se
constituye como transferencia. Desplegada en cinco puntos, la tesis sería la siguiente:
1) hay diferentes formas del sentimiento amoroso; 2) su forma es nueva cuando
sobreviene como transferencia; 3) si bien es nueva, no por ello es menos ilusoria que
las otras formas posibles; 4) su novedad, su singularidad se deben al partenaire que
ella se otorga; 5) hay allí una posibilidad, que depende de ese partenaire, de su
respuesta” (pp. 38-39)
Dicho partenaire será el analista, y en su respuesta a ese amor que es la
transferencia existe una nueva posibilidad para el sujeto que ha colocado en relación a
él dicho amor, unido, ligado, a la pregunta sobre su ser.
Lacan (1960) nos recuerda que es en la transferencia donde se ubica la cuestión
más importante para el analista: “¿cuál es nuestra relación con el ser de nuestro
6
Junto con el odio y la ignorancia, el amor será una de las tres pasiones del ser que Lacan toma del budismo para
señalar las tres vías hacia la realización del ser, todas ellas relacionadas con el psicoanálisis. Este tema introduce a
Lacan en una compleja relación con la ontología, de la cual muchos autores consideran, entre ellos la autora, que
no se desligó completamente en ningún momento de su obra. Incluso a través de su rechazo a la ontología, me
parece que Lacan propone también una versión propia, inédita, sobre el ser, y no sólo sobre el amor
paciente?... de eso se trata en el análisis. Nuestro acceso a aquel ser, ¿es o no es el
amor?... aquello que el fenómeno de la transferencia imita supuestamente al máximo
[las itálicas se añadieron], hasta confundirse con él – el amor” (p. 49).

El amor a partir de la falta… y de la falla

El amor que se da en la experiencia analítica, para ser considerada


verdaderamente como tal, se trata del amor por el que optaron en algún momento
Freud y Sócrates, el amor al que sirvieron para servirse de él, al que accedieron de una
manera muy particular, para sorprenderlo y ser sorprendidos por él en otro lugar.
Pero, a pesar de la diferencia entre Freud y Sócrates, en su quehacer y en el
contexto en que ambos responden al amor que se les dirige ¿qué hace de la respuesta
de ambos una nueva posibilidad de concebir al amor y servirse de él, de optar por una
modalidad particular del amor que se constituye como transferencia y que es
potencialmente transformador?: su puesta en común, su apuesta, su “giro decisivo”, es
precisamente “presentar la falta en el corazón de la cuestión sobre el amor” (Lacan,
1961, p. 149)
Lacan nos indica que lo que está en juego en el fondo de la relación analítica, y
a través de la transferencia, es en realidad el hecho de que se trata de una falsa
situación en la que el analista está ahí para hacer ver al sujeto en análisis lo que le
falta, “situación todavía más temible”, enfatiza, “si pensamos precisamente que por la
naturaleza de la transferencia eso que le falta lo aprenderá como amante” (Lacan,
1960, p. 24); lo que caracteriza al erastés, al amante, es esencialmente lo que le falta.
Porque este nuevo amor Lacan que es la transferencia considerada como pasión
del ser, este transamour (según los nombres dados por Jean Allouch (2003) a esta
“invención lacaniana”), será solamente posibilidad de responder a la pregunta sobre el
propio ser desde la posición del amante, del que ama, y no desde el que desea de ser
amado. Lacan (1954) lo enfatiza claramente ya desde su primer seminario “oficial” Los
escritos técnicos de Freud, en 1954, advirtiendo lo siguiente en relación al odio y al
amor como pasiones del ser: “tengan claro que cuando hablo de amor y odio designo
las vías de la realización del ser; no la realización del ser, únicamente sus vías” (p.404)
Y es que la dimensión imaginaria del amor no es suficiente para que se
constituya la posibilidad del planteamiento de la pregunta sobre el propio ser. Al
parecer, el amor como pasión del ser es una especia de umbral entre esta dimensión
imaginaria, en la que el amor busca su satisfacción porque en realidad se trata de un
deseo de ser amado, y una dimensión simbólica que posibilita que el sujeto se oriente a
un tercero (al lenguaje, al inconsciente, al Otro)7 a través de su partenaire, y que no
tiene otro fin más que existir, más allá de su posible satisfacción, porque existe como
pregunta y como búsqueda de un cierto saber sobre el propio ser.
Lacan (1954) puntualiza entonces que “el amor se distingue del deseo,
considerado como la relación límite que se establece entre todo organismo y el objeto
que lo satisface. Pues su objetivo no es la satisfacción, sino ser. Por eso, sólo podemos
hablar de amor allí donde existe relación simbólica como tal…El amor de quien desea
ser amado es esencialmente una tentativa de capturar al otro en sí mismo, de
capturarlo en sí mismo como objeto…Por eso mismo, pero inversa y diría
correlativamente, amar es amar un ser más allá de lo que parece ser…” (pp.401-402).
Así, el ser se pondrá en evidencia, y se cuestionará por la vía del amor en un
importante movimiento que va desde el deseo de ser amado hacia la experiencia de
amar; y el amor transformará también esa pasión imaginaria y su cautiverio, que sin
embargo son el punto de inicio, en una posibilidad de realización del ser.
¿Y cómo puede darse este importante movimiento en el amor? En la
transferencia, nos dice Lacan (como en todo amor que se respeta, nos dice Allouch) se
deja escapar irremediablemente algo que falta, pero no sólo “se deja escapar, se echa
a perder, se falla el tiro”, sino también “se hace falta”.
8
Manqué , término que utiliza Lacan (1960) para hablar del hecho de “dar
vueltas en torno al fantasma cuya satisfacción buscaban” (p.48) en el deseo de ser
amados por otros, y con el que caracteriza al amor como fallido, perdido, frustrado, que
ha salido mal, se refiere a “la falta” pero también a “la falla” (como cuando el cazador

7
Véase la nota a pie y la argumentación que aparecen más adelante, respecto al concepto lacaniano del Otro, con
mayúscula
8
Lacan, J. Diversas connotaciones de Manquer y Manqué. Seminario “La Transferencia”. p.48, nota del traductor
de la edición citada, y p.63
falla la presa, la “deja” escapar). Y para introducir esta cuestión como problema del
amor nos pregunta: “¿nunca les ha sobrecogido pensar en cierto momento que, en
aquello que les dieron a quienes les son más cercanos, algo faltó? ¿Y no sólo algo que
faltó, sino algo por lo que a los susodichos, a los más allegados, los dejaron escapar
irremediablemente?” (p.48)
Lacan despliega entonces la ambigüedad en esa particular figura del amor que
es la transferencia y que pone en marcha ese “me haces falta”: por un lado es “me
faltas”, pero también “me haces, me conviertes en falta”, y también “me fallas, no estás
atinando, me dejas escapar”, todo en una misma experiencia, entre la demanda de
amor del sujeto hacia el analista y la respuesta de éste a dicha demanda, en la
transferencia misma.
El analista estaría implicado ahí, en un primer momento, como amado, no por el
bien del sujeto, sino por su deseo, el del sujeto, pero también por el deseo del analista,
el deseo de permitir ser colocado en esa posición. De lo que se trata es de que por
medio de este amor que es la transferencia, el analista pueda apuntar, dirigirse, al amor
y al deseo del sujeto, ese que se esconde detrás de su demanda, y de que lo haga
desde su propio deseo de analista: “ocúpate de tu alma”9.
El deseo del analista es un deseo de saber, saber sobre el deseo de ese sujeto
que está frente a él, y que es el único que puede hablar de lo que le concierne; sin
embargo, el deseo del analista habrá de despojarse poco a poco de todo supuesto
saber frente a este sujeto y se desplegará no como una verdad que se posee, sino
precisamente como aquello que no se tiene, el des-conocimiento; porque “ese deseo
se manifiesta precisamente en la medida en que no sabemos” (Lacan, 1961, p. 207) .
El analista “sólo en la medida en que sabe qué es el deseo, pero no sabe lo que desea
ese sujeto –con el cual está embarcado en la aventura analítica- está en posición de
tener en él [las itálicas se añadieron], el objeto de dicho deseo” (Lacan, 1961, p. 223).
Pero la probabilidad de despojarse de todo supuesto saber po parte del analista
se encuentra directamente relacionada con su ignorancia, la del analista, también como
pasión del ser. De nuevo desde temprana fecha en la enseñanza de Lacan, en 1953, lo

9
Lo que Lacan identifica como expresión y deseo de Sócrates, el alma como psique. Op. Cit. p.207
vemos sostener en uno de sus artículos, escrito por invitación de un comité de
psicoanalistas y publicado posteriormente en el primer tomo de sus Escritos con el
título “Variantes de la cura-tipo”, que el analista no podría adentrarse en su formación, y
podemos añadir que tampoco en la experiencia analítica (propia o con sus analizantes),
“sino reconociendo en su saber el síntoma de su ignorancia, y esto en el sentido
propiamente analítico de que el síntoma es el retorno de lo reprimido en el compromiso,
y que la represión aquí como en cualquier otro sitio es censura de la verdad. La
ignorancia en efecto no debe entenderse aquí como una ausencia de saber, sino, al
igual que el amor y el odio, como pasión del ser; pues puede ser, como ellos, una vía
en la que el ser se forma. Es efectivamente allí donde se encuentra la pasión que debe
dar su sentido a toda la formación analítica, como resulta evidente con sólo abrirse al
hecho de que estructura su situación” (pp. 344-345)
La ignorancia se constituye también en un elemento indispensable que permite
construir una vía hacia las preguntas respecto al ser del analizante. Una vía que sería
trabajada por Lacan en relación al saber, a ese saber particular que consiste en que
sólo se sabe que existe una verdad que no se sabe, que se des-conoce, la del
inconsciente.
Sin embargo, respecto a ese saber que estará también implicado en esa
intrincada relación entre amor y deseo, Jean Allouch sostiene, a través de su minucioso
trabajo de lectura de Lacan y siguiendo las afirmaciones de éste, que lo que finalmente
se relaciona al saber es el amor, no el deseo. En el prólogo mismo de su libro “El amor
Lacan”, Allouch (2011) afirma que “la disociación de la transferencia y de la repetición
habrá permitido considerar a la transferencia, y por tanto también al amor, como un
fenómeno específico y referirlo al sujeto supuesto saber. De haber aquí conquista, algo
que afirma Lacan sin decir demasiado su tenor, ella deberá concernir a la articulación
del amor y el sujeto supuesto saber” (p. 36), y luego cita textualmente lo que Lacan
escribe, a manera de introducción a la edición alemana de sus escritos, en 1973:
“…que solo hay comunicación en el análisis por una vía que trasciende el
sentido, aquella que procede de la suposición de un sujeto al saber inconsciente,
sea a un cifrado. Lo que he articulado: el sujeto supuesto saber.
Es la razón por la cual la transferencia es el amor, un sentimiento que allí
adquiere una forma tan nueva que introduce la subversión, no que sea menos
ilusoria, sino que se otorga a un partenaire que tiene la posibilidad de responder,
lo cual no es el caso en las otras formas. Pongo en juego la oportunidad, excepto
que esta posibilidad, esta vez viene de mí y debo proporcionarla.
Insisto: es el amor que se dirige al saber. No el deseo…”10

Allouch insiste finalmente en esta cuestión cuando cita también las palabras que
Lacan expresa en una intervención en el congreso titulado “de la Grande Motte”,
nuevamente en 1973: “es de ahí de donde surge lo que he articulado como fundamento
de un nuevo amor: el sujeto supuesto a ese saber…Dije que era el amor que se dirigía
al saber, no dije el deseo…” (tomado de Allouch, 2011, p. 39), y nos invita a
reconsiderar al amor también desde la dimensión del saber, como algo que surge de la
falta misma de un saber que se supone en algún sujeto del cual el analista es
solamente su encarnación; pero encarnar al sujeto supesto saber no es sólo una
metáfora, y desencadenará una experiencia definitivamente marcada por el problema
del amor.

El problema del amor

Vemos participar entonces al amante en busca de aquello que le falta; y al


amado como supuesto poseedor de algo que él mismo no sabe que tiene y que
constituye su atractivo, algo que es llamado a aparecer en la relación de amor. Pero
entre el amante y el amado no hay coincidencia, “lo que le falta a uno no es lo que está,
escondido, en el otro. Ahí está todo el problema del amor… basta con amar para estar
atrapado en esta hiancia11 , en esta discordancia” (Lacan, 1960, p. 51).

10
Tomado directamente del libro “El amor Lacan, de Jean Allouch (2011), p. 38
11
Hendidura o fisura (hiato, en anatomía), apertura amplia, espacio muy abierto, precipicio, y ninguno de éstos
significados con completa precisión: “La locución ‘hiancia’ no se puede construir en el idioma castellano. Traducir
o trasladar la palabra ‘béance’ a nuestra lengua respetando su raíz, es harto difícil; incluso en francés, el verbo de
donde proviene, a través de ‘béant’, es de uso escasísimo, pues sólo se encuentra en la expresión "bayer aux
corneilles" (quedarse boquiabierto)… Es más usual ‘béant’ que aparece en francés en 1544, y significa abierto de
par en par, y refiere la amplitud de abertura de ciertas cavidades tanto la de un precipicio como las de los ojos o de
la boca, que también se pueden referir de este modo (‘gouffre béant’, ‘yeux béants’, ‘bouche bée’)... Vuelve a
aparecer esta locución ya en el siglo XX, aunque rara vez y en uso literario sólo ("une béance énorme", CÉLINE) o
El milagro del amor sería que el amado pudiera convertirse en amante, que
respondiera a éste de la misma forma y tomara su lugar. Lacan nos dice que el amor
no se concibe más que en el registro de la demanda, en lo incondicional de esta
demanda, y que lo que nos pide la demanda de amor es precisamente convertirnos en
deseantes, pasar de estar colocados como deseables a colocarnos como deseantes.
Las posibilidades de respuesta a esta demanda pueden ser muchas, pero a
Lacan le interesará hablarnos de una en particular, aquella que identifica, aunque sólo
en parte, con Sócrates y de su manera de responder a Alcibíades. Sócrates se rehúsa
no sólo a convertirse en amante, en deseante, sino también a colocarse como
deseable, como quien posee realmente ese algo que falta y que se anda buscando,
ese ágalma12 que hechiza y gratifica incluso a los dioses (ofrecido precisamente a
ellos)13; porque para Sócrates su propia esencia es una especie de vacío, de hueco.
Esto es necesario que ocurra también con el analista. “Representar algo para alguien,
eso es precisamente lo que hay que romper. Porque el signo que hay que dar es el
signo de la falta de significante. Es, como ustedes saben, el único signo que no se
soporta, porque es el que provoca la más indecible angustia. Es sin embargo el único
capaz de hacer acceder al otro a lo que es de la naturaleza del inconsciente” (Lacan,
1961, p. 267).

en el lenguaje médico, para designar la abertura anormal de un orificio.” (Gárate Martínez, Ignacio - Association
lacanienne international, 2008, www.freud-lacan.com). Las itálicas de los términos en castellano son de la autora.
12
Lacan en el seminario La Transferencia…, “a propósito del Banquete de Platón y particularmente a propósito del
elogio de Sócrates por Alcibíades, analiza en el texto la palabra «ágalma», objeto brillante oculto en el interior de
ese sileno grotesco que representa el personaje atópico de Sócrates, lo hace pues para ubicar de entrada el objeto
del deseo como lo que está cargado con un peso de símbolos y de intercambios... Este término griego, que puede
traducirse como ornamento, tesoro, objeto de ofrenda a los dioses o, de manera más abstracta, valor, representa
el punto pivotal de la conceptualización lacaniana del objeto causa del deseo, «el objeto a»… Finalmente, el objeto
del deseo, orientado por nuestra demanda de amor dirigida al Otro, sólo podrá aferrar un objeto parcial, pues
nunca será otra cosa que el sustituto de un objeto perdido, del cual sólo conserva la huella de una aureola mítica.
¿Por qué está perdido ese objeto? En tal sentido se evoca a veces la pérdida en el destete de un seno que colma.
La teoría lacaniana, lejos de desconocer la importancia de la oralidad, reinscribe la problemática del objeto con
relación al deseo humano, es decir, con relación al deseo de un «ser hablante» («parlêtre»), deseo que encuentra
su razón y su consistencia en el lenguaje mismo” Tomado del diccionario “Elementos para una enciclopedia del
psicoanálisis. El aporte Freudiano”, obra dirigida por Pierre Kaufmann (versión electrónica sin paginación)
13
Porque es en relación a un Otro, con mayúscula, hacia quien se dirige finalmente la pregunta sobre el propio ser
que se pone en juego en el amor
En la transferencia se trata en parte de este otro tipo de amor, (el amor desde
esa particular respuesta de Sócrates, y el amor Lacan), aquí se trata de un amado que,
desde su no saber, sabe algo, una sola cosa: reconocer la fantasía en el llamado de su
amante a entregarle aquello que supuestamente posee, y no responder a esta
demanda sino tomándolo de la mano apenas tibiamente, acogiendo (no resistiendo) su
demanda, pero sin cumplirla; de manera que esto le permita volver una y otra vez a lo
que no se tiene, a señalar aquello que se le pide, para develar eventualmente el deseo
detrás del amor. El amor que plantea Lacan como transferencia es un amor que
responde de una manera muy particular, desde “el dominio del no tener”, nos dice “el
amor como respuesta implica el dominio del no tener… amar es siempre rehusar,
incluso es algo que irrita” (Lacan, 1961, p. 396).
Así, la transferencia puede ser lo que impida al sujeto replantearse como un
sujeto deseante, pero también es lo que abre esta posibilidad, lo que le permite el
acceso a su propio deseo.
Lacan (1961) señala que “la transferencia, por interpretada que sea, conserva en
ella una especie de límite irreductible” (p. 202), y es también, paradójicamente, el motor
del análisis precisamente al poner al descubierto eso que hay de irreductible. De esta
forma, la transferencia no sólo se analizaría sino que ella misma analizaría, gracias a
ese componente irreductible (e incluso a pesar de él) ella misma sería la única vía del
análisis. Es el amor lo que permite que la transferencia sea esta única vía, “si no
hubiera la demanda, con el más allá del amor que proyecta, no habría este lugar más
acá, de deseo, que se constituye en torno a un objeto privilegiado” (Lacan, 1961, p.
242).
Dicho objeto no es un objeto cualquiera, es un objeto que nos recuerda
constantemente que el deseo no encaja en ninguna parte porque no se dirige al otro
como sujeto, sino como objeto amado, y objeto de deseo. El amado no interesa por su
ser, sino porque esconde lo que realmente interesa, el ágalma, el objeto que soporta la
posibilidad de acceder a lo bello.
El objeto privilegiado y el muro del amor

El otro nos puede despertar tanto amor como deseo en la medida en que
contiene en su interior el objeto precioso, ese que precisamente nos falta. Ese objeto
que se defiende como el único que puede darnos acceso a lo bello, se coloca una y
otra vez en el otro, pretendiendo encontrárselo; y una y otra vez es perdido en esa
búsqueda, se falla el tiro, no se le encuentra; porque fue perdido desde un inicio,
porque falta desde siempre, originariamente, y no es posible recuperarlo: es el objeto a.
La aparición de este objeto en el amado es lo que explicaría lo que Allouch
señala sobre el transamour, la transferencia: que es un amor que no tiene ninguna
posibilidad de ser recíproco y sin embargo se enciende. ¿Porqué?, ¿qué es lo que el
sujeto identifica en el analista con ese objeto precioso?; Allouch enfatiza que no se
trata solamente de la cuestión de saber, sino de que el analista se pega a esta cuestión
del saber, eso es lo que desencadenaría la cuestión del amor. Nos dice que como
analistas a lo que tendríamos que dar cabida es a la posibilidad de: “ofrecerse como
objeto de amor, porque de eso se trata en el análisis, ¿no es cierto?, percibir o darse
cuenta que en nombre de esto ustedes se atan, se pegan, a la cuestión del saber, es lo
que desata el amor… pegarse al saber no es lo mismo que pegarse al sentido”
(Allouch, 2003).
De ahí la importancia de la ignorancia como pasión del ser, tanto para el
analizante como para el analista, como elemento también originario y partícipe de la
transferencia, porque no se trata de un saber dado, que se posea, sino siempre
buscado a partir de la ignorancia, y de la falta propia.
De ahí también que la apuesta de Freud, y de Sócrates, sea una a-puesta en la
transferencia, en el amor Lacan, la a-puesta en el analista que también encarnará a
ese objeto a al ofrecerse como objeto de amor y posteriormente un objeto de desecho,
porque el sujeto se topa con que su objeto de amor no puede cubrir su falta. Se topa
con un objeto que no se puede aprehender, que no se posee, y que se vuelve
significativo en la medida en que da cabida al signo de la ausencia. En su búsqueda y
su negación de la ausencia de dicho objeto en el otro, el sujeto va a remitirse siempre a
un Otro14, ahí es donde el analista es colocado al inicio del análisis, y ahí es donde se
manifiesta abiertamente que no se soporta que este Otro esté castrado, ese “no querer
que el Otro esté castrado” (Lacan, 1961, p.266). El objeto a fascina, atrapa, y también
desencanta. Es el engaño de un objeto siempre perdido, desde su origen, que no es
recuperable ni sustituible, pero sí metonímico 15.
Cuando en la transferencia, como también en el amor, la fantasía de obtener ese
objeto precioso de parte del otro no es respondida, colmada, el sujeto “se topa con
pared”, con un muro: el muro de la castración, la roca de la castración en Freud. Ese
muro está en todas partes, forma parte de la estructura de lo humano, y siempre se
está en relación con él. No parecería ser infranqueable, por el contrario, se intenta
franquear todo el tiempo, y el sujeto se gasta la vida en sus intentos por rodearlo,
saltarlo, derribarlo, escalarlo. El amor, nos dice Allouch (2003), tiene como apuesta la
castración, el amor pone de manifiesto a la castración todo el tiempo. Si hay análisis,
no hay dos lados del muro, el psicoanalista y el analizante están del mismo lado del
muro.

14
Este término es utilizado por Jacques Lacan “para designar un lugar simbólico -el significante, la ley, el lenguaje,
el inconsciente o incluso Dios- que determina al sujeto, a veces de manera exterior a él, y otras de manera
intrasubjetiva, en su relación con el deseo. Se lo puede escribir con una mayúscula, y se opone entonces al otro
con minúscula, definido como otro imaginario, o lugar de la alteridad en espejo. Pero también puede recibir la
grafía "gran Otro" o "gran A", oponiéndose entonces al pequeño otro, o al pequeño a, definido como objeto
(pequeño) a. Como todos los freudianos, Lacan plantea la cuestión de la alteridad, es decir, de la relación del
hombre con lo que lo rodea, con su deseo y con el objeto, en la perspectiva de una determinación inconsciente.
Pero, más que los otros, él intenta señalar lo que diferencia radicalmente al inconsciente freudiano (como otra
escena o tercer lugar que se sustrae a la conciencia) de todas las concepciones del inconsciente derivadas de la
psicología. De allí su terminología específica (Otro/otro) que diferencia lo concerniente al tercer lugar (es decir, la
determinación por el inconsciente freudiano, Otro) de lo que es propio de la pura dualidad (otro) en el sentido de
la psicología” Tomado del “Diccionario de Psicoanálisis” de Elisabeth Roudinesco y Michel Plon (versión electrónica
sin paginación), en donde se pueden localizar referencias específicas respecto a este importante concepto en la
obra de Lacan
15
Es decir, que pasa aparentemente de un objeto a otro, con el que el objeto “original” tendría alguna relación o
cercanía, esto en el sentido de la figura retórica de la metonimia. Lacan señala en su seminario “Las formaciones
del inconsciente”: “no hay objeto, sino metonímico, pues el objeto del deseo es el objeto del deseo del otro, y el
deseo siempre deseo de otra cosa, muy precisamente de lo que falta al objeto primordialmente perdido” (1957,
versión electrónica, sin paginación)
Si el análisis se dirige a señalar la falta, la castración, lo hace señalando
precisamente este objeto que causa el deseo como un objeto que está ausente, y que
no se poseerá. El sujeto se encuentra con el muro del objeto a en el amor.
¿La invención del objeto a habría cambiado al amor?, esta es la pregunta de
Allouch que por momentos parece responderse, y sólo poco a poco, a lo largo del
seminario sobre La Transferencia, de Lacan. Pero cuando Allouch (2003) nos dice que
“Lacan hizo un juego de magia con los lacanianos, haciéndolos creer que el deseo está
por delante del amor, como más importante que el amor”, nos coloca en la difícil
posición de re-pensar ¿qué es entonces lo que Lacan parece estar diciendo una y otra
vez al introducir al objeto a, sin terminar de hacerlo, en este seminario? ¿Será que la
transferencia nos manifiesta que el amor y el deseo se remiten a un punto de
encuentro, al encuentro con el muro del objeto a, y que esto es lo que verdaderamente
importa en el análisis?

Referencias

Allouch, J. (2003). Comunicación personal. Seminario “L’amour Lacan” impartido en la


ciudad de México y organizado por la École Lacanienne de Psychanalyse.

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