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REFLEXIONES SOBRE ESTOS ÚLTIMOS TIEMPOS por RACHEL ADAMS

(Fragmentos)*

Del Capítulo VII: EL TIEMPO ESCATOLÓGICO DE CRISTO

(...) Son varios los exégetas cristianos que entienden el Reino de Nuestro Señor no sólo en
sentido espiritual, sino en el aspecto de una restauración total del mundo y del hombre en su
cuerpo y en su alma, que es lo que llaman modernamente Palingenesia; o sea una transmutación
o cambio de restauración a la venida de Cristo1.

A este respecto queremos precisar algunas aclaraciones o sugerencias sobre estas taxativas y
polémicas palabras de Nuestro Señor ante un Juez que puede librarle y ante unas afirmaciones
de compromiso vital: «Yo soy Rey y para esto he nacido», que le van a costar la vida. En la
traducción de la Vulgata está clarísimo que dice, «nunc autem regnum meum non est hinc». Pero
ahora mi Reino no es de aquí.—El texto griego también pone la partícula temporal nunc.

San Pablo nos dice, «no todos moriremos; pero todos seremos transformados». La visión
beatífica es una situación o estado de la otra vida. Aquí parece una exigencia el reinado pleno de
Nuestro Señor; un reinado veraz y efectivo al que ponen muchos reparos algunos teólogos, pero
su no admisión deja y pone en entredicho muchas de las aseveraciones de la Sagrada Escritura
en el Antiguo y Nuevo Testamento. ¿Cómo se entienden si no, las palabras del ángel en San
Lucas (l, 32-34), «Y el Señor Dios le dará el trono de David su padre y reinará sobre la casa de
Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin?» Porque el reinado de David fue terreno. Y lo
mismo se deduce cuando dice ante Pilatos: »Pero ahora mi reino no es de aquí». (San Juan XVIII,
36)2.

¿Qué pasa ahora con algunos modernos traductores que quieren hacer desaparecer la partícula
nunc, diciendo que una adversativa expletiva, cuando tenemos el autem que le sigue y que sería
completamente inútil? Es un problema que en la actualidad es candente... al llegar varias
manifestaciones de videntes modernos que se inclinan en ellas por un reinado del Señor en la
tierra, espiritual, pero veraz y real, como lo creyeron los primitivos cristianos, durante no menos de
cuatro siglos.

Así parece que también lo entendieron los apóstoles, según nos narra San Lucas en los Hechos
(1,3): «apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del reino de Dios». (Nácar-
Colunga, pág. 1.914).

Pero tenemos que concluir, que hablando con el Señor durante cuarenta días y dándoles
instrucciones sobre el Reino, todavía no llegaron a entender cómo iba a ser ese reino (pues,
según los comentarios de la Biblia de Jerusalén, «el establecimiento del reino mesiánico se les
*
Arca de la Alianza Cultural, Madrid, 1986.
1
Por palingenesia o ciclogénesis se entendió en filosofía, tomando su sentido etimológico griego: la
resurrección o renovación, génesis o producción cíclica o llamado retorno eterno, proceso rítmico del
Universo, en los cuales se suceden los períodos de depresión y de concentración, de enfriamiento y
combustión. Antiguamente desarrolló éste pensamiento Heráclito y en los tiempos modernos Nietzsche. (Cf.
Enciclop. Espasa Calpe: Apéndice Tomo 39, pág. 55). Los modernos teólogos, cuando menos algunos,
quieren aplicar ese concepto a las referencias que se hallan en los libros Santos sobre la Restauración,
transmutación, transformación, como vuelta al Paraíso primitivo, porque no parece que se pueda dar por
fracasado el plan del Paraíso Terrenal, sino que el delicioso Edén volverá a la tierra.

2
Véase por ejemplo estas manifestaciones de Isaías (25. 6. l0). En aquel día (el día de Yahvhé) preparará el
Señor de los Ejércitos para todos los pueblos, en este monte un festín de manjares suculentos, un festín de
vinos de solera, manjares enjundiosos, vinos generosos. Y arrancará en este monte el velo que cubre a
todos los pueblos: el paño que tapa a todas las naciones. Aniquilará la muerte para siempre: el señor Dios
enjugará las lágrimas de todos los rostros y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país. Lo ha dicho el
Señor. Aquel día se dirá: «Aquí está vuestro Dios de quien esperábamos que nos salvara: celebremos y
gocemos con su salvación». Otras muchas profecías que no se han cumplido hasta ahora, por ejemplo: el
desarme universal; época de paz, bienestar temporal; longevidad de los habitantes de la tierra; pérdida de la
ferocidad de las fieras, que no dañarán al hombre; Jerusalén será la capital del mundo; restauración del
reino de Israel, etc., pueden constatarse en el libro Israel y las Profecías con profusión de citas (págs. 118-
42). Zamora (España), 1969. Con imprimatur del Obispo Diocesano, Dr. Benjamín Martín Sánchez.
presenta aún a los apóstoles como una restauración temporal de la realeza davídica» (pág. 1.453.
Desclée de Brouwer, Bilbao, 1967).

¿Y cómo se explica que fueran tan rudos los apóstoles que entendieran tan imperfectamente ese
reinado del Señor, que poco antes de ascender al cielo le preguntan «si era entonces cuando iba
a restablecer el reino de Israel?» Y lo más chocante todavía es que Jesús no los desengaña del
error de esperar ese reino mesiánico aquí en la tierra, sino que les dice: «A vosotros no os toca
conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad».

Luego, ese reino no es el reino de los cielos, y un día se consumará, según la decisión del Padre.

Por consiguiente, ¿de qué reino se trata y dónde se establecerá? Son preguntas que necesitan
una aclaración que no sea tan simplista, como decir que hasta la venida del Espíritu Santo «vivían
los discípulos con la ilusión del reino temporal: sólo la luz del Espíritu Santo acabará de corregir
sus prejuicios judaicos y les dará a conocer la verdad de Dios sobre el Evangelio». (Nácar-
Colunga. pág. 1.419, 4ª edic., 1952). ¿Y San Pablo y San Lucas, que no se hallaban presentes,
con toda seguridad, en la manifestación de Pentecostés ¿cómo lo entendieron?

Seguramente lo recibieron de los mismos apóstoles y lo consignaron en sus escritos en el sentido


en que hoy podemos leerlo.

Del Capítulo VIII: ¿LA VENIDA DEL SEÑOR, PARA REINAR O PARA JUZGAR?

No deja de extrañar a algunos escritores de la actualidad, corroborado en sus interpretaciones


por las manifestaciones de varios videntes contemporáneos, que hablan con absoluta claridad de
un reinado del Señor en la tierra y dos venidas del mismo, una como Padre y Pastor al final de los
tiempos, y otra como Juez al final del mundo3.

(...) Los traductores antiguos, como Casiodoro de Reina, Cipriano de Valera y los protestantes,
casi unánimes, traducen el nunc, de los textos originales griegos y de la Vulgata de San Jerónimo,
por adverbio de tiempo y por consiguiente, «mas ahora Mi Reino no es de aquí».

Es de suponer que San Jerónimo sabía griego y latín a la perfección y no escamotea la partícula,
adverbio de tiempo, que además se conjugaba muy mal con su rechazo del Milenarismo. Es fiel a
los originales y al sentido de la expresión. Así lo traduce el famoso P. Scío también. Vamos a
poner algunas traducciones modernas para ver cómo se escamotea muy hábilmente la traducción
del adverbio nunc. Nácar Colunga. BAC, 1952, «Mi reino no es de este mundo; si de este mundo
fuera Mi reino Mis ministros habrían luchado para que no fuese entregado a los judíos; pero Mi
Reino no es de aquí». Nuevo Testamento (San Juan, cap. 18, 36). Jesús le contestó: «La realeza
Mía no pertenece al mundo este».

Si perteneciera al mundo este esa realeza mía, mi guardia personal habría luchado para impedir
que me entregaran en manos de las autoridades judías. Ahora que la realeza mía no es de aquí»
(como se ve sin dificultad, esto no puede llamarse traducción, sino paráfrasis), y autem, como
3
A estas manifestaciones contemporáneas que hablan de una venida especial intermedia antes del final del
mundo podríamos añadir otras varias como Sor Faustina Kowalska de Polonia, Felisa Sistiaga de Alto de
Umbe en Bilbao, y de manera muy especial las del V. Bartolomé Holzhauser, sacerdote alemán nacido en
1613 cerca de Ausburgo, reformador del clero en Alemania y que, murió en 1658. Dejó un famoso
comentario sobre el Apocalipsis, escrito según su testimonio «como un niño a quien le dirigen la mano». El
sexto período de la Iglesia comenzará con el Monarca Poderoso y el Pontifice Santo y durará hasta la
aparición del Anticristo. Este período será el de la consolación, en el que Dios consolará a la Iglesia Santa de
la aflicción y grandes tribulaciones que ella habrá soportado en el quinto período. Al margen de otros
comentarios que pueden hacerse de sus escritos pueden destacarse dos sobresalientes: 1º La minuciosidad
y exactitud con que describe el Reino de Cristo de mil años, bajo el gobierno de su representante el gran
monarca y pontífice, de manera especial las características notables que aporta referentes a la conquista del
Reino. Y 2º la referencia a estos hechos exhumados del Apocalipsis y atribuidos a la sexta época de la
Iglesia, representados al mismo tiempo en tres pasajes diferentes: la sexta Iglesia de Filadelfia (Ap. 3,7-9), la
sexta trompeta (Ap. 1º, 11), y el sexto tiempo (Ap. 14, 14-17): sexta época de la Iglesia que a su vez
corresponde al sexto día de la Creación, a la sexta edad del mundo y al don de Espíritu Santo, que es el de
Sabiduría, (Cf. Comentarios sobre el Apocalipsis y Maledictions et Benedictions de Gonthier, París, 1963,
págs. 41-54.)
sobra, lo hacen desaparecer. (Ante un texto conflictivo no es muy serio ni conviene el cubileteo de
palabras). El Padre Felipe Scío de San Miguel (Nuevo Testamento, Madrid, 1850) traduce:
“Respondió Jesús: Mi Reino no es de este mundo, si de este mundo fuera mi reino, mis ministros
sin duda, pelearían para que Yo no fuera entregado a los judíos: mas ahora mi reino no es de
aquí)). Y añade en nota: Mi reino no es temporal, no es reino que debe causar recelos ni
sobresaltos a los otros reyes, y así, ¿qué tienen que temer?” Pero deja intacto el ahora del texto.

De las biblias modernas que conocemos, la Trilingüe, de P. Bover O’Callagham (1977, BAC,
Madrid, pág. 596), traduce como el P. Scío:

«Mas ahora» « mi reino no es de aquí». Nadie da más explicaciones, sino que escabullen la
dificultad y dejan el pasaje sin comentarios, solamente hemos encontrado en la Sagrada Biblia,
traducida de la Vulgata latina al español. Felix Torres Amat (La Casa de la Biblia Católica, 1959,
Editorial Sopena, Argentina), esta traducción y nota: ((Respondió Jesús: Mi reino no es de este
mundo. Si de este mundo fuera mi reino, claro está que mis gentes me habrían defendido para
que no cayese en manos de los judíos; mas mi reino no es de acá».
Nota: Algunos aficionados a la idea del reino temporal de Jesucristo en la tierra, hallarán poco
exacta la versión de éstas palabras, por haberse omitido la partícula ahora, y acaso habrán
deseado ver traducido este texto: «pero mi reino ahora no es de acá», que es como lo entienden
algunos modernos deslumbrados con el sistema del reino temporal de Cristo. (No son los
modernistas sino todos los traductores antiguos y fieles a los textos).
Realmente el que tan sólo mire la expresión latina de la Vulgata y la considere aislada, sin
atender a las palabras que proceden en el mismo y. 36, traducirá: «ahora, pues, mi reino es de
aquí». (Nos deja asombrados cómo en un texto tan delicado e interesante, se pueda, con tanta
facilidad y sin empacho, hacer desaparecer el adverbio non, que no lo hace nadie, por más
tergiversaciones que empleen en las primeras palabras de la perícopa). continúa la nota antes
dicha: Mas nunca podrá traducirse pero ahora ni pues ahora, lo cual ya tiene otro sentido.
(Naturalmente el que le dio San Jerónimo y los PP. Scío, Bover-O’Callagham. etc.). Continúa la
nota: para conocer bien la significación de la partícula nunc obsérvese que la palabra «VuV»
griega que usa San Jerónimo, significa también así es, a la verdad, empero, etc., y que muchas
veces es partícula adversativa y otras de mero adorno, como se ve no solamente en los
diccionarios, sino en el mismo Evangelio de San Juan (VIII, 4) y, así mismo en 1 Cor. VII, 14.
donde se traduce en ve: de que. A lo dicho, se allega la autoridad de casi todos los traductores,
así españoles como franceses e italianos, los cuales dan al nunc de este texto la significación de
una partícula adversativa y no adverbio de tiempo.
Solamente tenemos que advertir que en los diccionarios que hemos consultado, en ninguno
consignan nunc como partícula adversativa, sino como adverbio de tiempo: tal es el de Raimundo
Miguel. con más de veinte ediciones: y otros extranjeros. Las dos citas que aduce (San Juan y P a
los Corintios) no resuelven el problema: no aparece el nunc en ese sentido, que indica el
expositor4.
No nos pronunciamos en esta cuestión. Sólo queremos señalar que ante las manifestaciones
que muchas almas, al parecer favorecidas por el Señor con gracias proféticas, señalan un reinado
del Señor y su Santísima Madre, en el mundo, para tiempos muy próximos, esas traducciones
donde se manipula el sentido obvio de las palabras, no puede ni debe tergiversarse porque no
concuerden con las ideas o sentimientos de algunos interesados con ese reinado del Señor en la
tierra, siquiera no podamos explicar ni entender fácilmente cómo se desarrollará, lo que ocurre,
igualmente con otros muchos misterios que no se rechazan ni excluyen y están manifiestamente
declarados en los Sagrados Textos.

Otra traducción modernista, como es lógico entre los «progres», es la del canónigo D. J. Mª
González Ruíz, “Ahora bien, mi reino no es de aquí”. (Nuevo Testamento, 1980. Marova- Edic.
Paulinas, Madrid).

Sin embargo Mons. Juan Straubinger, ilustre traductor y comentarista de la Biblia en su traducción
al español con prólogo del ARZ. de México. Mons. Darío Miranda. (Library Publishers, Inc., 1958.
La Prensa Católica. Chicago, U.S.A.), traduce el versículo controvertido con toda la traducción:
((Más ahora mi reino no es de aquí», y lo mismo ocurre en la Sagrada Biblia del P. José Mª Bover
y D. Francisco Cantera (2a edic. BAC. Madrid, 1951). donde el cap. 18, y. 36, del Evangelio de

4
En el «Diccionario Morfológico del Nuevo Testamento» del Dr. E). Manuel Guerra (Edit. Aldecoa. Burgos,
de reciente edición, solamente admite tres acepciones del VUV; como adverbio (ahora, actualmente) Mar.
15, 32; como adjetivo (actual, presente). 1ª Tim. 6, 17 y como sustantivo (el ahora, el presente. Luc. 1, 48).
San Juan traduce sin subterfugios: ((Mi reino no es de este mundo. Si de este mundo fuera mi
reino, mis ministros lucharían para que yo no fuera entregado a los judíos. Mas ahora mi reino no
es de aquí)».
Lo que quiere decir que aún en el caso más extremo, esta traducción última que ha sido la
más frecuente y literal a los textos originales no puede descartarse de ninguna manera y cuando
menos debería tenerse presente para la exégesis más correcta o probable, sin apriorismos ni
extorsiones de ningún género, aunque no concuerden con nuestras opiniones.—El texto original
es sagrado.

Del Capítulo IX: ALGUNAS NOCIONES SOBRE EL MILENARISMO

Esta teoría procede del Apocalipsis (20, 2-7), por la que se opinaba que Jesucristo, con los justos,
ha de reinar durante un «milenio», o sea, mil años (o, según otros, un tiempo indefinido o
indeterminado) en la tierra. Este período, según parece, se inaugura con la resurrección de los
justos (algunos lo limitan sólo a los mártires) y que San Juan llama, la resurrección primera (Ap.
20, 5 y ss.).

Durante este tiempo, Satán será encadenado en el abismo. Parece esencial a esta teoría la idea
de que los justos resucitarán primero y precederán a la resurrección general. Esta idea parece se
halla también en otros textos del Nuevo Testamento (1 Cor. XV, 23) 5.

¿Por qué usan esos textos la palabra milenio?

Se ha querido deducir este concepto de los siete milenios que forman la semana cósmica. Más
bien, sin embargo, parece que tiene relación con el simbolismo del Paraíso, y designan la larga
vida paradisíaca, que se supone en los primeros capítulos del Génesis. Fuera del Paraíso ni los
hombres más justos pueden alcanzar la edad de mil años.

(...) Con el simbolismo del Paraíso, nuestro tema une otro simbolismo mesiánico: los justos
reinarán con Cristo mil años (Ap. XX, 4-6). Este Mesianismo es a la vez sacerdotal y regio (Ap.
XX, 6). El mismo simbolismo se halla en 1. Cr. XV, 24 y ss., e implica dos pensamientos: lº el de
reino terrenal de Cristo después de la resurrección de los justos y antes de la derrota definitiva de
Satán: de un reino que representa en consecuencia, una etapa intermedia (1 Cor. XV, 24 y ss.). El
2º es que los justos tendrán parte en este reino de Cristo (Ap. XX, 4-6). Este reino de Cristo
consiste, ante todo, en que los justos juzgan con Cristo, por lo que se les señalan tronos (Ap. XX,
4). Esta idea concuerda con la expresada por San Mateo (XIX, 28) sobre el céntuplo en esta vida
y después la vida eterna en el reino venidero. San Ireneo dice (Adv. Haer. V, 33-2) que la
comparación con lo expuesto en el Apocalipsis sugiere que el céntuplo se refiere al reino mesiá-
nico.

Estos vienen a ser los datos en los que puede apoyarse esta idea del milenarismo, pero pueden
ser expuestos y declarados de muy distinto modo y admiten diversas interpretaciones. Hay,
5
No ha sido lógicamente nuestro intento presentar un estudio profundo sobre estos temas, tan interesantes,
pero en los libros del Dr. y Profesor de Sagrada Escritura del Seminario de Zamora, D. Benjamín Martín
Sánchez, titulados: Israel y las Profecías, y Los Últimos Tiempos, pueden encontrarse numerosos ejemplos y
citas que lo propugnan. Como complemento de éstos podemos copiar para nuestros lectores: »diré que este
mundo (cósmico) no será aniquilado, antes bien será cambiado en otro mejor, porque saldrá purificado a
partir del juicio de las naciones o catástrofe anunciada por los profetas y los que quedan del «resto» de los
judíos y de las »reliquias» de los gentiles formarán un pueblo santo, que continuará sobre la tierra alabando
a Dios y entonces tendrá lugar, conforme a las Escrituras, el verdadero y glorioso reinado de Jesucristo»
(pág. 49 del libro Israel y las Profecías).
«La hora de Dios sonará y verificado el castigo de las naciones, tendrá lugar el reinado espiritual y
social de Cristo» (Idem. pág. 72).
Muchas son las referencias de la sagrada Escritura que obligan a pensar que cuando esos
acontecimientos sucedan »tendrá lugar el pleno reinado de Cristo, pues como diremos, será verdaderamente
universal, no sólo con paz interna de las almas sino con paz externa y social» (Idem. pág. 107). Estas
mismas suposiciones confirma el Dr. D. Alejandro Díez Macho, Catedrático de Hebreo en la Universidad de
Madrid, cuando escribe en su Historia de la Salvación que ésta empezó con el Paraíso y termina con un
retorno al estado paradisíaco, en el que el bien dominará el mal, los buenos a los malos, el Mesías a Satán:
su dominio total, exclusivo y perpetuo» (Idem, pág. 115).
indiscutiblemente, muchas dificultades para admitirlo en su sentido obvio y literal. Modo de vivir
los resucitados, enfermedades, comida, pecados, familia, etc. Un grupo de intérpretes lo entendió
de una manera groseramente materialística, cuyo cabecilla parece que fue Cerinto, y a ese vivir
grosero de los mil años se le dio el nombre de kiliasmo.

Fue rechazado abiertamente desde el principio por la Iglesia y el recto sentir de los cristianos.

Pero hubo otros que admitían el reino con diversos matices, aun en sentido material, como
Papías, Ireneo y Justino, los tres tenidos por santos, que sólo hablan de una extraordinaria
fecundidad en la tierra. Lactancio piensa, incluso en la fecundidad de los hombres. Otros admiten
principalmente un reino real, terrestre pero espiritualizado, por este camino se llega a fijar el
tiempo cósmico en seis mil años; le sigue el séptimo milenio, es decir, el reino mesiánico, y a éste
el octavo día, día del descanso, o vida eterna 6.

Copiando a estos autores queremos recordar «que cerca del Retorno del Señor, tal como se halla
predicho en los libros proféticos del viejo y nuevo Testamento, no caben más que dos versiones y
dos corrupciones. Los textos proféticos pueden ser interpretados literalmente o alegóricamente:
los primeros dan el llamado hoy milenarismo espiritual, que fue la exégesis patrística primitiva, de
donde brotó el Kerentismo, o milenarismo carnal que con diversas formas nunca desapareció del
todo de la Iglesia y existe hoy todavía; y en otro extremo el racionalismo bíblico que de suyo
tiende a evacuar toda la Escritura de su contenido profético y convertirla en un montón curioso y
fútil de mitos o como dicen hoy día de «mischdrach», palabra hebrea que significa fábula, el cual
error de sobra sabe el lector, si existe o no hoy día».

Esta concepción estuvo muy generalizada hasta los tiempos de San Jerónimo y San Agustín. El
milenio pierde en esta visión el sentido simbólico que tenía en el Apocalipsis para convertirse en
un dato cronológico, sobre el que se hacen cálculos. Desde el punto de la teología bíblica, el reino
milenario significa que los justos resucitan en la parusía o Venida del Señor, y participarán de la
gloria de Cristo antes de entrar con El, en el reino futuro. Esto se expresa con imágenes
mesiánicas y paradisíacas. La interpretación material de este lenguaje figurado llevó a los judeo-
cristianos y a los primeros escritores eclesiásticos a atribuir a ese acontecimiento un sentido y
duración del que no se habla en el Nuevo Testamento.
Este milenarismo judeo-cristiano fue, con razón, rechazado; primero por Orígenes y luego por San
Jerónimo y San Agustín (que en un principio fue milenarista), y condenado por la Iglesia (se
entiende el craso, o milenarismo llamado kiliasmo).

Por otra parte las interpretaciones de los mil años como el reino de la Iglesia, tal como quieren
algunos interpretarlo con Icono (sic) y San Agustín y, últimamente, algunos como Allo parece
también una desfiguración de la doctrina del Nuevo Testamento, y deja en el aire muchas de las
profecías anunciadas por los antiguos profetas y que no han tenido hasta ahora realización. y si
son verdaderas profecías tendrán que cumplirse, aunque ignoramos el modo o manera de
realizarse7.
No es necesario advertir que hoy ninguno que se precie de seguir a la Santa Iglesia y al sentir
general de los expositores católicos, admite el kiliasmo o milenarismo grosero o meramente
material. Respecto al otro milenarismo. «nunca ha sido condenado por la Iglesia, ni audemus
dicere lo será nunca, por la simple razón de que la Iglesia no va a condenar a la mayoría de los
Santos Padres de los cinco primeros siglos, entre ellos a los más grandes 8.

Sin embargo, la Sagrada Congregación de la Fe (antes Santo Oficio) en julio de 1941, emitió un
decreto disciplinario, no dogmático, a un obispo de Chile en el que exponía: El milenarismo de los
que enseñan que antes del Juicio Final, con previa o sin previa resurrección de justos, Cristo

6
Cfr. ¿Cristo Vuelve o no Vuelve? Leonardo Castellani. Edit. «Dictio», Buenos Aires, 2ª edición, 1951. págs.
64-71. De una manera más exhaustiva en el libro La Iglesia Patrística y la Parusía. Alcañiz-Castellani.
Ediciones Paulinas. Buenos Aires, 1962.

7
Hasta aquí en esencia y, a veces, literalmente, hemos seguido el artículo que sobre el milenarismo
contiene el Diccionario de Teología Bíblica de Johannes B. Bauer, Edit. Herder. Barcelona. 1967. págs. 655-
57).

8
Cf. ¿Cristo Vuelve o No Vuelve? L. Castellani, pág. 68. Biblioteca Dictio. Buenos Aires. 2a edic., sin fecha
de impresión.
volverá a la tierra a reinar corporalmente tuto doceri nos potest, no puede enseñarse con
seguridad, o sea, sin reparos».

Hay que tener en cuenta, por consiguiente, que es un decreto disciplinario y que el enseñarse se
refiere a exponerlo ex cathedra. Como algunos hicieron ver a la Sagrada Congregación, la
imprecisión o inexactitud del texto, puesto que Cristo reina ya corporalmente desde el Smo.
Sacramento hasta el fin del mundo. La Sagrada Congregación envió otro decreto aclaratorio en
1944 (A. A. S.: pág. 212) en el que se retira la palabra corporaliter y se sustituye por visibiliter.
Del decreto se deduce con claridad, que no se trata de rechazar o condenar, sino de poner en
guardia ante exageraciones interpretativas que podrían. en momentos o circunstancias
determinadas, alterar o desorientar al pueblo sencillo. La causa, por lo tanto, no está sentenciada
y como «odiosa sunt restringenda, hay que dejar la cuestión tal como está planteada: ni en favor
ni en contra.
Las congregaciones romanas han tenido que rectificar en varios casos, como el de Galileo
Galilei, el del P. Rosmini, algunas de cuyas teorías han sido rehabilitadas, la supresión del Índice,
en el que había varias obras, como las del P. Lacunza, que tratan sobre esta misma materia la
condenación de Santa Juana de Arco y la suspensión a divinis del Padre Pío de Pietrelcina, hoy
en día camino de los altares, etc.
Quiere esto decir, que nosotros estamos, y estaremos siempre, con lo que la Santa Madre
Iglesia nos enseña. Solamente pretendemos con estas elucubraciones, poner alerta a la
humanidad sobre la problemática que encierran estos misterios, y que, en la actualidad, están
tomando singulares resonancias, como puede colegirse por la expectación producida por la
aparición del libro Nostradamus, Historiador y Profeta, que en este verano último (1981) ha sido
«bestseller» en Francia, con más de trescientos mil ejemplares vendidos, donde se anuncia el fin
de la civilización occidental: temblores de tierra, dos guerras mundiales... la invasión soviética de
Europa, la aparición del Gran Monarca, el desembarco de las tropas americanas en Portugal y
Gascuña, etc. (Cf. «ABC», 13, VIII, 1981, pág. 55) y la que parece próxima desvelación del
Secreto de Fátima, con el triunfo final del Inmaculado Corazón de María.

¿Cómo puede interpretarse ese tiempo y en qué consistirá? La Iglesia no se ha pronunciado y


deja en libertad el estudio y especulaciones de los estudiosos. El tiempo despejará las incógnitas.
Nosotros queremos ser meros informadores del estado de la cuestión para conocimiento y
provecho de los fieles, ante la avalancha de teorías, doctrinas de sectas (más de 40 reconocidas
en España) con la invasión de múltiples Revistas alguna de ellas con más de 8 millones de
ejemplares, en diversas lenguas, como La Pura verdad, de cariz heterodoxo.

No queremos presentar ninguna teoría y menos nueva; nos contentamos con formular algunas
sugerencias y exponer las ideas y sentimientos que profesaron muchos de los primitivos
cristianos y aun Padres de la Iglesia, como hemos indicado en páginas anteriores. Por eso en
materias que la Iglesia misma nunca las ha asumido magisterialmente como la única doctrina
«suya» con pronunciamientos explícitos e inequívocos, reproducimos aquí estas notificaciones
que el P. García Pesquera nos expone en su libro MARAN-ATHA; El Señor vuelve, pág. 207.
Zaragoza, 1982. Contar con una Segunda Venida de Cristo para establecer «aquí» y de verdad
su Reino antes de que llegue el día de la final Consumación era cosa corriente entre los cristianos
de los primeros tiempos como puede verse por Hegesipo, S. Papías, San Ireneo, San Justino,
San Melitón de Sardes, Tertuliano, San Hipólito, San Metodio... Aunque luego se perdiera casi
totalmente este enfoque cristiano de la «Parusía» en la Iglesia de Occidente, su latido se mantuvo
sin embargo en almas aisladas como San Bruno, Santa Brígida, Santa Catalina de Siena, Santa
Juliana de Norwich, el Venerable Holzhauser, San Luis Mª Grignión de Monfort, Beata Ana Mª
Taigi, el abate Arminjón, cuyo libro El fin del mundo presente y la vida futura tanto leía y
saboreaba Santa Teresita del Niño Jesús. (Idem, pág. 207). (...)

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