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Brief de trabajo sobre las nuevas representaciones sociales producto de los cambios que han surgido en torno al género y a las nuevas formas de vinculación.
Título original
Mujer y Representaciones Sociales_Una Mirada Posible
Brief de trabajo sobre las nuevas representaciones sociales producto de los cambios que han surgido en torno al género y a las nuevas formas de vinculación.
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Mujer y Representaciones Sociales Emergentes: Una mirada
posible.
Por Sally Reiss y Col. (*)
Desde una perspectiva de género, tanto la mujer como el hombre se han
visto en el último tiempo enfrentados a múltiples cambios. En lo que a la mujer se refiere el impacto tanto en lo íntimo como en lo público ha sido aún más evidente. En otras palabras, la mujer se comienza a diferenciar del hombre en la sociedad actual y, desde la apertura de posibilidades, comienza a construirse como un sujeto independiente dentro de las redes sociales que la sostienen. Lo anterior hace inevitable el análisis en torno a las transformaciones y nuevos sentidos que hacen repensar los tradicionales conceptos de familia, relaciones interpersonales e identidad. En un contexto de modernidad, son varios los autores que señalan diversas consecuencias de la modernidad. Zygmunt Bauman (2004) utiliza metáfora “la fluidez de los líquidos”, al referirse a la modernidad. Este autor asocia los flujos del tiempo con la idea de levedad; una movilidad constante de cambios e inconstancias. Tales características, a diferencia de lo sólido, no permiten conservar su forma original, y su máxima expresión se modifica y remodifica en el transcurso del tiempo, pudiendo así desplazarse con facilidad: “derramarse”, “desbordarse”, “chorrearse”. Es así que Bauman (2004) refiere la modernidad como un tiempo de profanación de lo sagrado, negación del pasado y desarraigo de grupos de referencia preasignados, para pasar a una comparación universal en donde la construcción individual es por sí misma indefinida y recae sobre la responsabilidad del sujeto.
Las pautas ya no están determinadas y tampoco resultan evidentes, al
contrario, existen demasiadas que se presentan y articulan al unísono y, además, sus mandatos muchas veces son contradictorios. Tales contradicciones debilitan su poder de impacto y autoridad en la vida de las personas. Incluso, se desplaza el poder coercitivo desde el sistema social hacia un micronivel en la familia y el individuo, cayendo en una contradicción en donde por un lado se demanda un mayor grado de libertad, pero por otro, la misma “fluidez” obliga a un esfuerzo constante de atención frente al riesgo de “desborde” o de “derrame”. Todo lo anterior obliga a los individuos a desarrollar una necesidad de vigilancia constante y esfuerzo perpetuo para mantener y nutrir las relaciones sociales. (Bauman, 2004)
(*) Colaboradoras: Antonella Pilar, Javiera Velasco y Marcela Valdivia.
En esta misma línea, Bauman (2004) y Giddens (1991), exponen que un rasgo de la vida moderna estaría radicando en el cambio de la relación entre espacio y tiempo. La modernidad empieza cuando estos se separan en la práctica, desarrollándose independientemente. Este desanclaje de tiempo y espacio permite la prolongación al pasado y al futuro, creando una especie de viaje en el tiempo; traspasando, cruzando, y cubriendo las diferentes trayectorias del espacio. En este sentido, todo lo estático obstaculiza el movimiento e impide la fluidez que impregna las relaciones de poder e interpersonales de los sujetos modernos. (Bauman, 2004; Giddens 1991)
Se desplaza entonces, el concepto de relación por el de conexión,
facilitando la conexión y desconexión de los vínculos de cómodo acceso y salida (“enter” y “delete”).
Como seres dotados de cierto grado de autodeterminación tenemos una
psique relativamente integrada y estable que nos permite tener autonomía y un grado considerable de autogobierno; pero, en virtud de nuestra pertenencia a la sociedad, estamos limitados paralelamente por leyes escritas, tradiciones, por sistemas educacionales, por lugares de culto, por las películas que vemos y por la moda. En otras palabras, los sistemas de creencias se rigen por normas relativas al poder, incluyendo el poder de los sexos. Y es justamente el poder de los sexos donde pensamos que el cambio ha sido cualitativo. Es así como la visión de las prácticas sexuales y las normas genéricas en la actualidad se vinculan con cuestiones ligadas al poder y a la jerarquía de manera totalmente distinta a como esto ocurría hace cincuenta años atrás o menos.
Todo lo anterior lleva a pensar que efectivamente se está viviendo un
cambio social que no es fácil de explicar, pero que resulta más accesible si se mira desde las notorias variaciones desde lo histórico hasta lo psicológico que convergen en las nuevas representaciones sociales que hablan de mujeres nuevas, distintas, empoderadas desde un orden que se aleja del orden del patriarca, pero que también se alejan del matriarcado como figura representativa de lo femenino en la sociedad masculina.
Lo que se ha buscado en esta reflexión es ampliar la mirada y, así,
preguntarnos sobre el rol que tiene la mujer en la extensa gama de redes sociales que constituyen a la sociedad actual y como los actores de dichas redes se ven afectados por esta nueva articulación que se
(*) Colaboradoras: Antonella Pilar, Javiera Velasco y Marcela Valdivia.
produce en el entramado social donde la mujer, al empoderarse de espacios tradicionalmente masculinos, viene a sumar a la sociedad del riesgo una nueva característica que precariza, desde la perspectiva de la construcción del género, la identidad.
(*) Colaboradoras: Antonella Pilar, Javiera Velasco y Marcela Valdivia.