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DESENLACE

27 de enero de 1945, las tropas soviéticas entraron con precaución en Auschwitz.

Primo Levi, uno de los sobrevivientes más famosos, estaba en un hospital de


campaña con fiebre escarlatina cuando llegaron los libertadores.

Aquellos hombres lanzaron "miradas sorprendentemente avergonzadas a los


cuerpos amontonados, a los refugios destrozados y a los pocos que quedábamos
vivos", escribió más tarde.
"No nos saludaron ni sonrieron; parecían angustiados no solo por compasión sino
por... el sentimiento de culpa de que tal crimen hubiera existido".
"Vimos gente demacrada, torturada y empobrecida", dijo el soldado Ivan
Martynushkin sobre la liberación del campo de exterminio. "Podríamos decir por
sus ojos que estaban felices de ser salvados de aquel infierno".

Cuando los nazis llegaron al poder en 1933, comenzaron a despojar a los judíos
de todas sus propiedades, libertades y derechos recogidos por la ley.

Tras la invasión alemana de Polonia en 1939, los nazis comenzaron a deportar


judíos desde Alemania y Austria hasta Polonia, donde crearon guetos para
separarlos del resto de la población.
En 1941, durante la invasión alemana de la Unión Soviética, los nazis
comenzaron en serio con su campaña de exterminio.

Los nazis se referían a su invasión como una guerra racial entre Alemania y el
pueblo judío, así como con la población eslava y los gitanos.
 100 días de horror: qué fue la Operación Reinhard, el macabro plan con el
que los nazis exterminaron en 3 meses a 1,47 millones de judíos
 "La princesa nazi": la hija de la mano derecha de Hitler que acabó
trabajando para la agencia de espionaje de Alemania
Grupos de soldados alemanes llamados Einsatzgruppen (grupos de operaciones,
en alemán) se lanzaron a masacrar a civiles a través de tierras recién
conquistadas en Europa del Este.

A finales de 1941 habían matado a 500.000 personas, y en 1945 habían


asesinado a unos dos millones de los que 1,3 millones eran judíos.
Los comandantes nazis estaban experimentando con formas de matar en masa.
Temían que dispararle a la gente fuera demasiado estresante para sus
soldados, por lo que pensaron en métodos más eficientes de asesinato.
ANTECEDENTES
Cuando Adolf Hitler ganó las elecciones en 1933, lo hizo explotando el
sentimentalismo más descarnado al que se puede apelar en el ser humano. Las
condiciones impuestas a Alemania con el Tratado de Versalles generaron una
crisis en el país que solo se vio solventada gracias a la ayuda de Estados Unidos.
Cuando el gigante americano cayó con el crack del 29, Alemania se vio
sola, rechazando el modelo democrático de Europa occidental y temiendo la
inmensa sombra que se extendía desde la Unión Soviética. El pueblo se lanzó a
los brazos del partido nazi y su bigotudo mesías que prometía recuperar pasadas
glorias mientras asentaba un sistema totalitario basado en un racismo y el
odio contra, entre muchos otros, los judíos. Ese odio se vería plasmado a través
del horror que supuso el Holocausto nazi.

Nunca se pretendió disimular el rechazo hacia los judíos, negros, homosexuales o


gente de izquierdas. Nunca se intentó ocultar el profundo desprecio que la cúpula
del partido nazi sentía por todos aquellos que desentonasen o estorbaran en su
idea del mundo perfecto. Las primeras represalias llegaron pronto y fueron
aumentando paulatinamente pero sin poder ser frenadas. Lo que comenzó como
una pérdida de derechos o la obligación de identificarse mediante parches pasó a
reclusiones en guetos, asesinatos y desapariciones o expulsiones del territorio. El
cénit del ideal nazi llegó con la llamada ‘Solución Final’, una auténtica
sistematización del genocidio que rozaba lo industrial.
OPINION

Desde estos supuestos, entre otros casos posibles, el Gran Salto Adelante, con
sus 40 millones de víctimas, habría sido un delirante crimen contra la humanidad,
pero no un genocidio, ya que no respondió a una intención de Mao de aniquilar al
pueblo chino, sino de imponerle el paraíso comunista. Y fue crimen al insistir Mao
en su estrategia aun conociendo la catástrofe en curso.
Era este disponer de un instrumento analítico, y no simplemente calificar con gran
dureza los actos de barbarie. Masacres, crímenes, hambrunas provocadas, podían
encontrar su calificación adecuada como crímenes de guerra o como crímenes
contra la humanidad, sin perder tiempo en buscar un neologismo

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