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Los derechos humanos se han definido como las condiciones que permiten crear

una relación integrada entre la persona y la sociedad, que permita a los individuos
ser personas, identificándose consigo mismos y con los otros.

Los Derechos Humanos son aquellas libertades, facultades, instituciones o


reivindicaciones relativas a bienes primarios o básicos que incluyen a toda
persona por el simple hecho de su condición humana, para la garantía de una vida
digna. Son independientes de factores particulares como el estatus, sexo, etnia o
nacionalidad; y son independientes o no dependen exclusivamente del
ordenamiento jurídico vigente.

Estos derechos son inherentes a la persona, irrevocables, inalienables,


intrasmisibles e irrenunciables. Por definición, el concepto de derechos humanos
es universal, es decir para todos los seres humano, e igualitario, así como
incompatible con los sistemas basados en la superioridad de una casta, raza,
pueblo, grupo o clase social determinante”.

Cuando iniciamos una revisión minuciosa sobre los tópicos que contempla
podemos ver reflejada a través de éstos, toda una gama de situaciones referentes
a las relaciones entre los individuos a las cuales era menester amparar a través de
una manifestación expresa, de manera taxativa que, sin lugar a dudas,  se erigiese
como referente legal admitido en los enunciados  de las constituciones y
desarrollados a través de las legislaciones de todos los países civilizados de la
actualidad.

Claro está que da nostalgia comprobar que en muchas oportunidades dicha


Declaración se constituye en letra muerta por el desconocimiento voluntario que
muchos sectores de las colectividades nacionales hacen de ellos, privando de los
derechos contemplados en ésta  cuando en flagrante violación de los derechos
humanos se cometen atropellos que se caracterizan como delitos de lesa
humanidad como son: las desapariciones, las masacres, las torturas, entre otras.

Aun así, es rescatable la posición que adoptan los estados ante estas francas
violaciones de los derechos humanos elevados a la categoría de mandatos
constitucionales y legales para punir a sus infractores aún traspasando las
fronteras nacionales cuando dichos transgresores son juzgados por la Corte Penal
Internacional, el cual es un tribunal de justicia internacional permanente cuya
misión es juzgar a las personas que han cometido crímenes de genocidio, de
guerra y de lesa humanidad como la esclavitud, el apartheid, el exterminio, los
asesinatos, las desapariciones forzadas , las torturas, los secuestros y el delito de
agresión.

Es una gran construcción social y política en la que el hombre, a partir de los


derechos naturales, ha reconocido que existen otros derechos que son
inalienables y que les asisten a todos por igual sin tener en cuenta limitantes de
clases alguna como la raza, el credo religioso o político, la situación económica,
los niveles de escolaridad, etc., sino que se toma el colectivo humano en
condiciones de igualdad a fin de eliminar cualquier tipo de preferencias de tipo
social o premisas excluyentes para determinados grupos minoritarios o raciales
que por su condición se les considere inferior, indigno o menospreciado.

Y es partir de la consideración de que la libertad, la justicia y la paz son la secuela


obligada del reconocimiento de la dignidad de la persona humana, categoría ésta
que coloca a toda persona en igualdad de condiciones frente al tratamiento que
debe recibir de sus congéneres, de la sociedad y del estado, en aras de la
construcción de un mundo en el que la posibilidad de realizarse como persona no
sea una utopía sino un proyecto realizable para el bien tanto de sí misma como de
su familia, célula primigenia de la sociedad, y de la comunidad en la que
interactúa.

Ante el maltrato, la discriminación, la humillación, el agravio o el vilipendio quedan


dos caminos a seguir: la vía del derecho o la vía del hecho. Cuando alguien ve
vulnerados sus derechos fundamentales o cualquier derecho se encuentra
abocado a una disyuntiva que le conduce a hacer justicia por sí mismo o a esperar
que los estamentos de justicia ejerzan su función y procedan a protegerle de la
amenaza y a resarcir al individuo por las violaciones de la que ha sido objeto. Aquí
es donde la justicia, en derecho, se erige como gestora de la paz porque en su
defecto el hombre se ve obligado a utilizar el recurso de la rebelión y la fuerza en
contra de la tiranía y la injusticia, generando los conflictos tanto internos como
internacionales que se ha conocido a lo largo y ancho de la historia de la
humanidad. Cuando se miran los noticieros de la televisión, se escuchan a través
de la radio o se recibe la información a través de la prensa escrita o el internet,
tenemos que admitir con nostalgia y vergüenza patria que estamos lejos del
respeto a los derechos humanos en nuestro país. Con cuanta frecuencia
escuchamos que se viola el derecho a la vida de los colombianos, que es el
principal derecho porque truncada una existencia ya no hay sujeto para reclamar
los restantes, mediante el asesinato por innúmeras razones, los asesinatos
selectivos, las masacres de campesinos, los falsos positivos… Allí se puede decir
que el derecho se quedó como letra muerta en nuestra Constitución. Igual
situación se da con las torturas y las desapariciones forzadas.

Qué se puede decir de los desplazados por la violencia, quienes tienen que dejar
todo atrás y  abandonar sus querencias, sus pertenencias y al llegar a las
ciudades les toca cambiar su rol de campesinos productores de bienes de
consumo para convertirse en mendigos,  recluidos en albergues que en muchas
oportunidades se convierten en sus hogares casi permanentes hasta que reciben
los auxilios  oficiales o de las Ong’s internacionales que les ayudan a  paliar sus
afugias y la nostalgia de sentirse desarraigados de sus tierras, de sus
comunidades y de su entorno.

Cuando se miran los noticieros de la televisión, se escuchan a través de la radio o


se recibe la información a través de la prensa escrita o el internet, tenemos que
admitir con nostalgia y vergüenza patria que estamos lejos del respeto a los
derechos humanos en nuestro país. Con cuanta frecuencia escuchamos que se
viola el derecho a la vida de los colombianos, que es el principal derecho porque
truncada una existencia ya no hay sujeto para reclamar los restantes, mediante el
asesinato por innúmeras razones, los asesinatos selectivos, las masacres de
campesinos, los falsos positivos… Allí se puede decir que el derecho se quedó
como letra muerta en nuestra Constitución. Igual situación se da con las torturas y
las desapariciones forzadas.

Qué se puede decir de los desplazados por la violencia, quienes tienen que dejar
todo atrás y  abandonar sus querencias, sus pertenencias y al llegar a las
ciudades les toca cambiar su rol de campesinos productores de bienes de
consumo para convertirse en mendigos,  recluidos en albergues que en muchas
oportunidades se convierten en sus hogares casi permanentes hasta que reciben
los auxilios  oficiales o de las Ong’s internacionales que les ayudan a  paliar sus
afugias y la nostalgia de sentirse desarraigados de sus tierras, de sus
comunidades y de su entorno.
CONCLUSIONES

Después de efectuar un somero recorrido histórico sobre el origen y la


promulgación de la Declaración de los Derechos Humanos, la influencia que ha
tenido este importante documento en el pensamiento de la humanidad, la inclusión
en nuestra Constitución y un rápido esbozo de las bondades y aplicaciones
prácticas o sus violaciones en el contexto nacional colombiano se llega a las
siguientes conclusiones:

1.      Los derechos humanos son el resultado de la necesidad que tiene el hombre
de vivir de manera comunitaria dentro del marco del respeto mutuo de las
libertades y el libre desarrollo individual y social.

2.      Era lo menos que pudiera haber hecho el hombre, ser dotado de una
maravillosa inteligencia capaz de crear los elevados principios de las ciencias y la
tecnología que nos han llevado a disfrutar de invaluables comodidades materiales.

3.      Las naciones civilizadas de la actualidad los han acogido y los han elevado a
la categoría de mandato constitucional.

4.      Colombia no fue la excepción y por lo tanto los incluyó en su Carta Política.

5.      En muchas oportunidades, como consecuencia de la intolerancia, la avaricia


y el deseo de poder, algunos ciudadanos aún teniendo conocimiento de ellos los
desconoce de manera flagrante generando las historias  de violencia que vivimos
en nuestro país.

6.      La generación actual tiene el reto histórico de construir pacientemente, día a


día, con constancia y denuedo la nueva generación de colombianas y colombianos
que sean los constructores de una patria justa, tolerante y respetuosa de los
derechos de los demás. Para tal fin todos debemos cerrar filas, en cada uno de los
lugares que la sociedad nos ha asignado para que de un accionar coherente y
unificado re direccionar la mentalidad y el imaginario de nuestras juventudes en
aras de la construcción de una sociedad más tolerante, justa e incluyente.
BIBLIOGRAFIAS

http://es.wikipedia.org/wiki/Derechos_Humanos

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