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Formación religiosa 4to Eco

Hola a tod@s!!! espero se encuentren muy bien y cuidándose en sus casas. Me presento,

para los alumnos nuevos…mi nombre es Lucía Copa, este año voy a compartir los encuentros

de Formación Religiosa con ustedes. Muy contenta por volver a encontrarnos.

Lamentablemente, no pudimos vernos antes de la suspensión de clases, pero vamos a realizar

un par de trabajos en este período de manera virtual… El trabajo será entregado al regreso

a clases, tengan en cuenta que cualquier inquietud que tengan, saben que pueden comunicarse

conmigo. Les dejo también mi mail… Luciacopa@gmail.com

Como ustedes saben, estamos viviendo el tiempo de Cuaresma, que es un tiempo de reflexión

y preparación hacia la Pascua.

Cuaresma: El camino hacia la Pascua


La Iglesia nos invita durante la Cuaresma a que consideremos en nuestra oración la necesidad de convertirnos,
de redirigir nuestros pasos hacia el Señor.
«Te rogamos, Señor, que nuestra vida sea conforme con las ofrendas que te presentamos y que inauguran el
camino hacia la Pascua»[1]: desde el primer domingo de Cuaresma la liturgia traza con decisión el carácter de los
cuarenta días que empiezan el miércoles de ceniza. La Cuaresma es un compendio de nuestra vida, que es toda
ella «un constante volver hacia la casa de nuestro Padre»[2]. Es un camino hacia la Pascua, hacia la muerte y
resurrección del Señor, que es el centro de gravedad de la historia del mundo, de cada mujer, de cada hombre:
un volver al Amor eterno.
En el tiempo de Cuaresma, la Iglesia nos despierta de nuevo a la necesidad de renovar nuestro corazón y
nuestras obras, de modo que descubramos cada vez más esa centralidad del misterio pascual: se trata de que
nos pongamos en las manos de Dios para «avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en su
plenitud»[3].
El camino de Israel por el desierto
La Cuaresma echa raíces profundas en varios episodios clave de la historia de la Salvación, que es también
nuestra historia. Uno de ellos es la travesía del pueblo elegido por el desierto. Esos cuarenta años fueron para
los israelitas un tiempo de prueba y de tentaciones. Yahveh les acompañaba de continuo y les iba haciendo
entender que sólo debían apoyarse en Él: iba ablandando su duro corazón de piedra[6]. Fue además un tiempo
de gracias constantes: aunque el pueblo sufría, era Dios quien les consolaba y les orientaba con la palabra de
Moisés, les alimentaba con el maná y las codornices, les daba el agua en la Roca de Meribá[7].
En la Cuaresma, Cristo nos invita a cambiar de vida. La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma como un camino
hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas.
Nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo, ya que, por
acción de nuestro pecado, nos alejamos más de Dios.
Por ello, la Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida,
hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen a nuestro amor
a Dios y a los hermanos. En Cuaresma, aprendemos a conocer y apreciar la Cruz de Jesús. Con esto aprendemos
también a tomar nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección.
Te invito a reflexionar sobre la parábola del Padre Misericordioso…

«Su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro la abrazó y lo besó».

Lc 15, 20

Primero vamos ver juntos un video que nos acerca a la parábola…

https://www.youtube.com/watch?v=brP9kEYc4BA

Sólo si nos abrimos a la experiencia del amor misericordioso de Dios Padre, que no nos condena, nos
espera y nos ama como somos; podremos mirar y actuar con los demás con la misma misericordia.
Dios Padre nos ama y nos perdona, para que nosotros nos amemos y nos perdonemos. La propuesta
de este encuentro es internarnos en la experiencia de la misericordia de Dios, desde la Parábola del
amor del padre (Lc 15, 11-32), conocida como «del hijo pródigo», aunque en realidad el personaje
principal es el padre. Es la última de las tres parábolas de la misericordia (la oveja y la moneda
perdida) que encontramos en el capítulo 15 de Lucas y la intención de Jesús es enseñarnos cómo es
Dios. Dios es como ese padre, y nosotros somos como el hijo menor y el hijo mayor. Necesitamos
encontrarnos con la misericordia del Padre, para que él nos haga pasar, como el hijo menor, de la
muerte a la vida..
ACTIVIDAD 1:
Primer encuentro…
Leemos Lucas 15, 11-32…
Observamos las siguientes viñetas. Relatamos una breve historia, donde se vea reflejada la imagen
de Dios que expresa cada una de ellas. Luego respondemos:
1. ¿Qué actitudes se esconden detrás de cada una de estas falsas imágenes de Dios?
2. ¿Cuál de estas imágenes responde más al pensamiento general de la gente?
3. ¿Con cuál de estas imágenes yo me siento más identificado?
ACTIVIDAD 2:
Trabajo con la parábola…
Analiza las actitudes y los gestos de los distintos personajes que aparecen en la parábola:}
El Hijo menor: ¿Por qué toma la decisión de marcharse de la casa? ¿Qué le sucede cuando se
encuentra sólo? ¿Qué hace cuando se da cuenta que se equivocó? ¿A quién representa?
El Padre: ¿Cómo reacciona ante el pedido del hijo? ¿Y ante la vuelta? ¿Por qué? ¿A quién
representa?
El Hijo mayor: ¿Cuál es la actitud ante su hermano? ¿Y ante su Padre? ¿A quién
representa?

ACTIVIDAD 3:
Reflexión y oración…
Momento personal:
¿Cómo es este Padre que nos señala Jesús en la parábola?
¿Cuáles son nuestros parecidos con el hijo menor y con el mayor?
¿Cómo ayudarnos unos a otros a “volver a la casa del Padre”?
¿En qué “malgastamos” nuestros dones? ¿Cómo aplicamos nuestros dones para ayudar a los
demás?
¿Qué impedimentos ponemos para aceptar a los demás? ¿Nos alegramos de la suerte de mi
amigo? ¿Y del que no es mi amigo?
¿Qué persona adulta tenemos cercana que se comporte con nosotros como el Padre de la
parábola?

La intención de Jesús con esta parábola es enseñarnos cómo es Dios. Dios es como ese padre, y
nosotros somos como el hijo menor y el hijo mayor. Necesitamos encontrarnos con la misericordia del
Padre, con el perdón que Dios nos regala, para que Él nos haga pasar, como al hijo menor, de la
muerte a la vida.

«Festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida».

Lc 15, 24

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