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Entrevista con Andrea Giunta

El tema de la Bienal 12 contemplará las articulaciones entre arte, feminismo y emancipación.

¿Cuáles son, de modo general, las estrategias curatoriales adoptadas con el objetivo de abordar
las conexiones entre esos temas?

Nos encontramos en un momento preliminar de la bienal, en el cual estamos formando los


equipos, diseñando las estrategias. Y si bien arte, feminismo y emancipación serán términos
clave en el concepto de la bienal, no hemos establecido todavía un título. Dos cuestiones quiero
destacar en este momento preliminar: por un lado, que la Bienal se inaugura en 2020, pero ya en
2018 estamos comenzando a pensar juntos qué significan estos conceptos con la organización
de un seminario. En un sentido, la Bienal comienza ahora. Esta es, sin duda, su primera
estrategia. En segundo lugar, no partimos de la certeza de que sabemos que significan esos
términos. Vamos a problematizar estas nociones y expandir sus significados para volver a
definirlos. ¿Qué es el arte? ¿Qué es el feminismo? ¿Qué entendemos por emancipación?

Estas son preguntas centrales en el seminario que realizaremos el 6 de noviembre. Se trata de


proponer una arena de pensamiento, un campo de reflexión que reúna diversas perspectivas
sobre una cuestión central en la que el arte se ha visto particularmente involucrado: el lugar de
las mujeres y de todas disidencias (sexuales, culturales, no normativas, de clase, de raza) en la
cultura y en la sociedad contemporánea. Feminismos, más que feminismo.

En tal sentido comenzamos la investigación para la bienal desde ahora y en forma conjunta,
invitando a un foro en el que tendrán cabida el arte, la performance, la historia del arte, y también
la legislación, el activismo trans, las perspectivas de raza, interseccionales, y, en forma central, la
pregunta sobre la relación entre el campo del arte – predominantemente blanco, masculino, y de
clase media o alta – y la exclusión. Queremos conocer puntos de vista, instalar una reflexión
conjunta y, fundamentalmente, ser conscientes de todo aquello en el arte que no somos capaces
de ver y de disfrutar sencillamente porque se trata de un mundo que suele tener puertas muy
estrechas.

Uno de los ejes principales de sus investigaciones está relacionado con la inserción de la
producción latinoamericana en el contexto más amplio del arte contemporáneo internacional,
reivindicando un protagonismo para Latinoamérica y cuestionando las visiones que separan, de
modo dicotómico, centro y periferia, metrópolis y colonia, vanguardia y reproducción. ¿La Bienal
12 también discutirá esas cuestiones?

En investigaciones y exposiciones que he curado se subvierten las ideas de periferia o


descentramiento desde las que siempre se aborda el arte de América Latina, África, Asia, y que lo
coloca en una situación de marginalidad. Todo sucede primero en el eje euro- norteamericano y
luego en el resto del mundo. Lo que se propone es pensar el arte desde la simultaneidad, como
“vanguardias simultáneas”. Si seguimos el modelo canónico de las vanguardias históricas, si
suscribimos la lógica de los movimientos artísticos que se sucedieron en la primera mitad del
siglo, se sostiene que los artistas viajaban a Europa para “aprender”. Sin embargo, lo que nos
encontramos es que inmediatamente transformaban los modelos de los que supuestamente
partían, y el mejor ejemplo es el de Tarsila do Amaral, quien junto a Oswald de Andrade instalan la
metáfora de la antropofagia para plantear que, frente a la cultura europea, más que seguirla (o
copiarla), lo que cabe es devorarla. Es una metáfora poderosa y controversial. Un análisis lúcido
de sus implicancias se encuentra en el libro que Roberta Barros publicó recientemente sobre arte
y feminismo en Brasil.

Si esta forma de actuar en relación con la cultura europea puede analizarse en la primera mitad
del siglo 20, desde la posguerra es mucho más fuerte. Son muchos los factores que intervienen
para que esa emergencia simultánea de las vanguardias se produzca en distintas metrópolis del
mundo. Estas simultaneidades estéticas, con lenguajes comparables, que tienen puntos en
común y al mismo tiempo profundas diferencias, son sumamente interesantes. Son relevantes
ambos aspectos, lo común y lo distinto, que nos lleva a los contextos específicos en los que
cada obra se formula. En el arte de posguerra el cuerpo y particularmente el cuerpo de la

mujer pasa a explorarse como problema. Por supuesto que el impacto de libros como el de
Simone de Beauvoir, El Segundo Sexo (1949), o el de Betty Friedan, La Mística de la Feminidad
(1963), contribuyen a trazar un horizonte de problemas comunes. Sin embargo, la intensidad de
obras de arte que en distintas partes del mundo están problematizando el cuerpo no proviene de
los libros, sino de la experiencia. Una experiencia personal y social que comienza a comunicarse,
y que genera un “horizonte de época”. Los medios se refieren al lugar de la mujer, el activismo
feminista problematiza el lugar de la mujer, y el arte, la literatura o el cine, también. Se trata de
una conciencia que se expresa simultáneamente en distintas partes del mundo, a través de
distintos lenguajes artísticos. Hoy nos encontramos en un nuevo horizonte de época en el que se
problematizan los esencialismos, se cuestionan los conceptos binarios de la sexualidad y en todo
el mundo se expresan movimientos contra los feminicidios, el acoso, la discriminación. Se ha
transformado la idea de familia, se desmarca el afecto regulado y se multiplican sus formas.
Aspiramos a que la Bienal de cuenta de esa riqueza, de esas complejidades que sucedieron y
que suceden en distintas partes del mundo.

Ciertamente aún es temprano para hablar de nombres, pero ¿se podría decir que la Bienal 12 se
enfocará más en representantes latinoamericanos, como ya ocurrió en varias ediciones anteriores
de la muestra?, o ¿veremos un panorama más amplio de artistas en términos geográficos?

La bienal será internacional, pero en este momento, en el que estamos abocados a formar el
equipo de trabajo, no puedo definir aun como serán las representaciones. América Latina sin
duda tendrá una presencia fuerte y novedosa. Pero queremos comprender la dimensión global de
los feminismos, y cómo estos se entrelazan con distintas formas del arte, es necesaria una
perspectiva internacional.

La permanencia de las bienales es una cuestión que pasa por la calidad de la percepción social
antes y después del evento – especialmente con relación a las comunidades más cercanas

de su epicentro. ¿Podría usted comentar, aunque de forma sucinta, los eventos preparatorios de
la Bienal 12, como el seminario que tendrá lugar en la próxima Feria del Libro de Porto Alegre?

Como señalé antes, el seminario, que no será solo palestra, un lugar para escuchar palabras, sino
también imágenes, performances, activará un punto de partida para pensar juntos en los
problemas múltiples que los cuerpos femeninos y feminizados proponen en la cultura
contemporánea. Se quiere establecer una relación intensa con los públicos de la ciudad de Porto
Alegre. La intención, al comenzar desde ahora con un seminario, es que la Bienal no sea un gran
evento que aterriza en la ciudad dentro de dos años, sino que interactúe con los artistas, con el
público, con la universidad, que produzca un nuevo conocimiento, que involucre a los
ciudadanos de Porto Alegre como participantes activos.

En los últimos años el formato de las bienales y trienales ha sido discutido y puesto en jaque por
críticos, artistas y académicos. Para usted, ¿cuál es la relevancia y la función de las bienales en el
mundo de hoy?

Nunca son suficientes los espacios para la cultura. Lo que se puede expresar en el campo del
arte no necesariamente se puede expresar en otros espacios. Es un ámbito en el que se ponen
en cuestión los límites de lo que conocemos. Entonces, ¿cómo podemos renunciar a un ámbito
tan privilegiado como es el de una bienal, en el que pueden reunirse artistas que nunca antes
estuvieron en un mismo espacio, de distintas partes del mundo, y desde distintas propuestas?
Entiendo que la disputa entre modelos es oportuna, promocional, pero de ningún modo permite
concluir que las bienales van a desaparecer o que son formatos que ya no sirven: es como
sostener que los museos o el arte ya no sirven. El de la bienal es un formato entre muchos otros:
lo importante es analizar qué nos deja cada una. En lugar de jugar con la idea de la bienal como
espacio en vías de disolución, en lugar de partir de la idea de una pérdida, de un fin, se propone
concebirla como una oportunidad extraordinariamente generosa, un espacio en el que puede
producirse una transformación de las sensibilidades y de nuestros conceptos sobre el mundo.

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