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La raíz del pecado

“Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de


mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y
sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la
perderá; y todo el que pierda su vida por causa de
mí, éste la salvará.”  (Lucas 9:23-24)
El pecado es la transgresión a la ley de Dios. La Escritura nos
enseña: “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues
el  pecado es infracción de la ley.” (1 Juan 3:4). Y para que nadie se
excuse pensando que la ley de Dios es demasiado incomprensible como
para entenderla y vivir sin infringirla, la misma Escritura nos dice: “y al que
sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.” (Santiago 4:17).
La raíz del pecado
La Biblia no podía ser más clara al explicarnos qué es el pecado, además es
un tema muy importante y mencionado muchas veces en ella. Todo lo que
Dios habla a los hombres que no han nacido de nuevo es en relación a su
pecado. Pero, ¿cuál es la raíz del pecado? ¿O cual es la raíz de todos los
pecados? ¿Por qué una persona peca? Dios la la respuesta:

“Entonces los fariseos, oyendo que había hecho


callar a los saduceos, se juntaron a una.  Y uno de
ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle,
diciendo:  Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en
la ley? Jesús le dijo:  Amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu
mente.  Este es el primero y grande mandamiento.  Y
el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo
como a ti mismo. De estos dos mandamientos
depende toda la ley y los profetas.” (Mateo 22:34-
40)
Si toda la ley y los profetas se cumplen en estos dos mandamientos,
entonces todo pecado proviene –en primer lugar– de no amar a Dios por
sobre todas las cosas y con todo lo que somos. Y el que no ama a Dios,
tampoco puede amar a su prójimo. Si una persona no está dispuesta a
amar a Dios y a su prójimo, ¿entonces quién tiene el primer lugar en su
vida? La respuesta es simple: se ama tanto más a sí mismo, como para no
entregarse a Dios y a su prójimo.

El egoísmo
No por nada Jesús dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo…”. La primera condición para ir en pos de Cristo –o imitarlo y seguir
su ejemplo– es negarse a uno mismo. Jesús es Dios y sabe que el egoísmo
es la raíz de todo pecado y la causa principal por la cual el hombre no se
rinde a él.

Negarse a uno mismo es olvidarse de sí, dejar de mirarse y olvidar nuestros


intereses.  Hay personas que son para sí mismos Dios. Quizás no todas las
personas tienen la creencia y el gusto de postrarse ante las imágenes,
ídolos o dioses, pero no hay peor idólatra que el que se venera a sí mismo
como a Dios. Una persona que vive así, es un idólatra. Lo importante ahora
es buscar las características de un ególatra. ¿Cómo es un egoísta?

 Justifica sus maldades.- Otros tienen la culpa de sus maldades,


menos él. Se cree víctima, y no un pecador. Ejemplo: Adán “Y Dios le
dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol
de que yo te mandé no comieses?  Y el hombre respondió: La mujer
que me diste por compañera me dio del árbol, y yo
comí.” (Génesis 3:11-12)
 Orgulloso.- El orgullo es tener exceso de estima propia. La clase de
personas que no soportan ser reprendidas. Ejemplo: Caín “Y él le dijo:
¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí
desde la tierra.  Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su
boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Cuando labres
la tierra, no te volverá a dar su fuerza; errante y extranjero serás en
la tierra.  Y dijo Caín a Jehová: Grande es mi castigo para ser
soportado. He aquí me echas hoy de la tierra, y de tu presencia me
esconderé, y seré errante y extranjero en la tierra; y sucederá que
cualquiera que me hallare, me matará.” (Génesis 4:10-14)
 Rencoroso.- El rencoroso es el que sólo mira lo que le hacen y
guarda resentimientos, pero no mira las faltas que él comete, ni los
pecados con los que ha ofendido a Dios. Un rencoroso es un egoísta,
pues la raíz del rencor es el no amar al prójimo: “No te vengarás, ni
guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu
prójimo como a ti mismo. Yo Jehová.” (Levítico 19:18). Una señal para
darnos cuenta si una persona es rencorosa es observar si es
vengativa.
 Mentiroso.- Un egoísta intentará tapar sus pecados por medio de las
mentiras para librarse del castigo o hará uso de la hipocresía para dar
apariencia de piedad. Ejemplo: Ananías y Safira “Pero cierto hombre
llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una heredad,  y sustrajo
del precio, sabiéndolo también su mujer; y trayendo sólo una parte,
la puso a los pies de los apóstoles. Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué
llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y
sustrajeses del precio de la heredad?  Reteniéndola, ¿no se te
quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste
esto en tu corazón?  No has mentido a los hombres, sino a
Dios. Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y vino un gran
temor sobre todos los que lo oyeron.” (Hechos 5:1-5).
 Tiene intenciones torcidas en su corazón.- Todo lo que hace un
egoísta es para darse gusto, no para honrar a Dios. Aun hay quienes
buscan a Dios por interés, cuando están enfermos, sin dinero, cuando
quieren un milagro o simplemente para sentirse bien. Ejemplo:
Jeroboam “En aquel tiempo Abías hijo de Jeroboam cayó
enfermo. Y dijo Jeroboam a su mujer: Levántate ahora y
disfrázate, para que no te conozcan que eres la mujer de Jeroboam,
y ve a Silo; porque allá está el profeta Ahías,  el que me dijo que
yo había de ser rey sobre este pueblo.  Y toma en tu mano diez
panes, y tortas, y una vasija de miel, y ve a él, para que te
declare lo que ha de ser de este niño.” (1 Reyes 14:1-3).
Para seguir con la lista, citemos un texto de la Escritura:

“También debes saber esto: que en los postreros


días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá
hombres  amadores de sí mismos, avaros,
vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes
a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural,
implacables, calumniadores, intemperantes, crueles,
aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos,
infatuados, amadores de los deleites  más que de
Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero
negarán la eficacia de ella; a éstos evita.” (2
Timoteo 3:1-5).
La descripción que hace el apóstol Pablo de tales personas comienza con
una característica en común: amadores de sí mismos. En otras palabras,
el egoísmo es la raíz o el origen de todos los pecados que se enlistan en el
texto. Quizás no todos los pecadores sean avaros, sin afecto natural,
crueles o traidores, pero sin lugar a dudas todo pecador se ama a sí mismo
y a los deleites más que a Dios.

 Ama los deleites y la comodidad.- Un egoísta es un aficionado al


placer.
 Tiene apariencia de piedad.- Los egoístas también se esconden en
las iglesias, pero bendito Dios que él mira el corazón, no la apariencia
de los hombres.
El egoísta se cree más importante que Dios, pues no le importa pisotear su
ley con tal de darse gusto en su pecado. Tales personas guardan una
semejanza con el mismo Satanás, pues el primer egoísta fue él. Jesús
dijo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro
padre queréis hacer.” (Juan 8:44a).

Todo hombre egoísta es potencialmente el peor de los pecadores. Un día


puede ser adúltero, otro día ladrón, y otro día cualquier otra cosa, según se
dé la ocasión. Mientras un hombre no deje de ser egoísta, o darse culto a sí
mismo, no puede terminar con el pecado.

¿Qué hacer con el egoísmo?


Una vez Jesús se vio rodeado de mucha gente. Él no se esperó a declararles
lo que tenían que hacer con su egoísmo: “Grandes multitudes iban con él; y
volviéndose, les dijo: Si alguno viene a mí, y no  aborrece  a su padre, y
madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también  su propia
vida, no puede ser mi discípulo.” (Lucas 14:25-26).

Jesús no pudo haber usado una palabra más fuerte. La palabra aborrecer es
la palabra griega miseo, que significa: odiar, perseguir con odio, detestar o
amar menos.1 En el contexto podemos entender que Jesús estaba haciendo
énfasis en que una persona no puede amar más a otra cosa –incluido el yo–
que a Dios.
Jesús continuó diciendo: “Así, pues, cualquiera de vosotros que
no  renuncia  a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.” (Lucas
14:33). Renunciar significa literalmente decirle adiós a algo. Separarse de
alguien.2 Si algo realmente poseemos es nuestra voluntad. El que no
renuncia a ella, no puede ser discípulo de Cristo.
Y con todo lo dicho hasta ahora, cobran más fuerza las palabras de Cristo
que citamos al principio: “Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de
mí,  niéguese a sí mismo,  tome su cruz cada día, y sígame.  Porque todo
el que quiera salvar su vida, la perderá;  y todo el que pierda su vida
por causa de mí, éste la salvará.” (Lucas 9:23-24)”.

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