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Causa nº 4251/2013 (Otros). Resolución nº 10319 de Corte


Suprema, Sala Primera (Civil) de 13 de Enero de 2014

Fecha de Resolución: 13 de Enero de 2014

Movimiento: ACOGIDA CASACIÓN FONDO, ANULADA SENTENCIA DE

Emisor: Sala Primera (Civil)

Id. vLex: VLEX-486033602

Link: http://vlex.com/vid/constructora-ems-ltda-chile-inacap-486033602

Texto

Contenidos
PRIMERO
SEGUNDO
TERCERO
CUARTO
QUINTO
SEXTO
SÉPTIMO
OCTAVO
NOVENO
DÉCIMO
UNDÉCIMO
DUODÉCIMO
DÉCIMO TERCERO
DÉCIMO CUARTO

Santiago, trece de enero de dos mil catorce.

VISTOS:

En estos autos seguidos ante el 12° Juzgado Civil de Santiago, R.N.. 17.797-2012, en
procedimiento ejecutivo, seguido por Sociedad Constructora e Inmobiliaria EMS Ltda. en contra
de Universidad Tecnológica de Chile, Inacap”, por resolución de dieciséis de noviembre de dos
mil doce, escrita a fojas 62, se acogió la petición de la ejecutada en orden a declarar, de oficio,
la nulidad de todo lo obrado en el cuaderno de apremio así como lo actuado en el ramo principal
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desde la decisión de fojas 33. Consecuencialmente, en la misma determinación, se resolvió la


demanda negando lugar a la ejecución solicitada.

Apeladas estas resoluciones por la parte demandante, una de las salas de la Corte de
Apelaciones de Santiago, mediante sentencia de veinticuatro de mayo de dos mil trece, que se
lee a fojas 117, las confirmó.

En contra de esta última decisión, la actora deduce recurso de casación en el fondo.

Se trajeron los autos en relación.

CONSIDERANDO:

PRIMERO
Que el recurrente sostiene en el libelo que contiene la nulidad sustancial, que el fallo censurado
ha vulnerado, en primer lugar, el artículo 83 del Código de Procedimiento Civil. Indica que de
acuerdo a este precepto, se permite la actuación oficiosa del juez en dos supuestos: que la ley
lo señale expresamente, y en todos aquellos casos en que existe un vicio que irrogue perjuicio a
alguna de las partes. Asevera que la sentencia recurrida no se fundó en la existencia de una ley
que estatuye expresamente tal declaración de nulidad, por lo cual necesariamente debe
entenderse que la sustentó en el segundo presupuesto, y el vicio invocado en la sentencia
impugnada es que el título que sirvió de base para la ejecución no es ejecutivo.

No obstante, expone, no se trata de un vicio de procedimiento ni de alguna actuación procesal,


sino que se pretende enmendar, por esta vía, una resolución anterior que consideró que el título
hecho valer por la actora tenía mérito ejecutivo. De esta manera, afirma, se ha extendido la
facultad oficiosa del juez a corregir por este medio, sus propias resoluciones, no para evitar
perjuicios de una de las partes, transgrediendo el precepto aludido.

Seguidamente denuncia infracción del artículo 182 del Código citado, sosteniendo que el
sentido de esta norma es que al dictar una sentencia definitiva o una interlocutoria el tribunal se
encuentra inhibido de modificarla, luego, la resolución que despacha mandamiento de ejecución
y embargo es una sentencia interlocutoria de acuerdo al artículo 158 del mencionado conjunto
legal. Refiere que la disposición antes dicha ha sido conculcada al recurrir a las facultades
correctoras de oficio para alterar y modificar la sentencia interlocutoria ejecutoriada, en
circunstancias que la ley prohibe expresamente su modificación o alteración una vez notificada
a las partes.

Finaliza postulando que la resolución que objeta ha violado el artículo 441 del compendio
normativo indicado, precepto que señala que el tribunal debe examinar el título antes de
despachar la ejecución, se trata de un examen anterior, cuyo resultado da lugar a la ejecución o
a negarla, que agotan la jurisdicción del tribunal, se trata, en consecuencia, de un control ex
ante y no ex pos. Así, afirma, esta norma ha sido conculcada al examinar el título en una etapa
procesal distinta a la contemplada por la ley, y no antes despachar la ejecución como el
precepto obliga.

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Concluye que las infracciones narradas influyen sustancialmente en lo dispositivo del fallo, por
cuanto, de haberse aplicado las normas correctamente, no se hubiese dejado sin efecto por vía
de nulidad, y de manera oficiosa, la sentencia interlocutoria notificada a las partes y, acto
seguido, volver a estudiar el título. Añade, que la ejecución debió haber seguido con la
tramitación de las excepciones opuestas por la parte ejecutada;

SEGUNDO
Que para una acertada resolución del recurso, se deben tener en especial consideración los
siguientes antecedentes:

1º. - En estos autos se ha interpuesto demanda ejecutiva, solicitando la actora despachar


mandamiento de ejecución y embargo por la suma de $28.585.533, más intereses y
reajustes, siguiéndose adelante la ejecución hasta hacerse entero y cumplido pago de la
suma aludida, con costas.

Expone que la demandada adeuda a su parte la cantidad referida, por concepto de


retención de dineros, según consta de los contratos de construcción de Inacap Arica e
Inacap Copiapó. Agrega que el título en que se funda esta ejecución es la sentencia que
declaró la quiebra de la sociedad ejecutada, de fecha 12 de julio de 2011, dictada por el
24 Juzgado Civil de Santiago, en los autos Rol Nro. 8761-2011. Asevera que tal sentencia
es título ejecutivo, de acuerdo a lo que prevén los artículos 434 Nro. 1 del
Código de Procedimiento Civil y 52 Nro. 5 de la Ley de Quiebras, que ordena a quienes
tengan bienes del fallido ponerlos a disposición del síndico dentro de tercero día. Indica
que requeridos dichos dineros por el síndico estos no han sido entregados.

Concluye que la deuda es líquida, actualmente exigible y la acción ejecutiva no se


encuentra prescrita.

2º. - A fojas 33 el tribunal ordenó despachar mandamiento de ejecución y embargo.

3º. - En lo principal de la presentación de fojas 51 la parte ejecutada solicita al tribunal


declarar, de oficio, la nulidad de lo obrado.

4º. - El tribunal de primer grado resolvió anular de oficio todo lo obrado en el cuaderno de
apremio y, asimismo, lo actuado en el ramo principal desde la resolución de fojas 33 (por
la cual se ordenó despachar el mandamiento) basado en que es efectivo lo expuesto por la
ejecutada en orden a que la sentencia declaratoria de quiebra, que el actor invoca como
título ejecutivo, no contiene una obligación líquida, actualmente exigible y de acción no
prescrita que sea exigible a la demandada.

Como consecuencia de lo anterior el a quo decidió proveer la demanda de fojas 27 en los


siguientes términos: “no existiendo en la sentencia de quiebra acompañada una obligación
líquida, actualmente exigible y de acción no prescrita que sea oponible y exigible a la
ejecutada, se niega lugar a la ejecución solicitada”.

5º. - La actora dedujo recurso de apelación en contra del fallo mencionado y la Corte de

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Apelaciones de Santiago lo confirmó.

TERCERO
Que al decidir el asunto debe tenerse en cuenta que la negativa de los jueces del mérito a
disponer la ejecución pedida, es consecuencia de la declaración de nulidad de todo lo obrado
que de oficio dispuso el tribunal, a instancias de la ejecutada.

Corresponde, entonces, abocarse al examen de la invalidación que ha sido declarada. En esta


dirección debe precisarse, primeramente, que la voz “nulidad” deriva de la palabra “Nulo”,
vocablo cuyo origen etimológico proviene de nullus que debe entenderse como falta de valor y
fuerza para obligar o tener efecto, por ser contrario a las leyes o por carecer de las solemnidades
que se requieren en su substanciación o en su modo. Entre las definiciones clásicas podemos
citar al procesalista H.A., para quien la nulidad “Es la sanción por la cual la ley priva a un acto
jurídico procesal de sus efectos normales, cuando en su ejecución no se han guardado las
formas prescritas para ello.” (A., H.; “Tratado Teórico Práctico de Derecho Procesal Civil y
Comercial”, Editorial Justicia, Buenos Aires, Argentina, 1963). Por su parte, E.J.C. afirma que “La
nulidad consiste en el apartamiento de las formas necesarias establecidas por la ley”
(“Fundamentos del Derecho Procesal Civil”. Cuarta Edición Póstuma, Buenos Aires. Euros
Editores 2002). Por su parte la jurisprudencia ha precisado que “la nulidad procesal, por
definición, es la sanción de ineficacia con que la ley castiga los actos de procedimiento cuando
se ha faltado en ellos a trámites esenciales o para cuyo defecto las leyes dispongan
expresamente la nulidad” (C. Suprema, 21 de septiembre de 1981, R., t. 78, sec. 1ª, página 104).

A su vez, las nulidades procesales pueden ser extrínsecas e intrínsecas. Las primeras atañen al
quebrantamiento de las formalidades procesales; las segundas, a los vicios del consentimiento,
como la simulación o el fraude procesal;

CUARTO
Que de otro lado, necesariamente debe hacerse presente que resultan aplicables a las
nulidades procesales extrínsecas los principios de trascendencia (pas de nullite sans grief),
legalidad (pas de nullite sans texte), conservación, protección (Propiam Turpidenen allegan non
est audiendus), convalidación, subsanación e integración.

De acuerdo a la primera de estas máximas, “no hay nulidad sin perjuicio”, de manera que resulta
ser un elemento esencial para la procedencia de declaración de nulidad la concurrencia de un
perjuicio cierto e irreparable, como lo es también el interés jurídico en su reclamación. Y como
decía E.J.C.: “...No existe impugnación de Nulidad, en ninguna de sus formas, sino existe un
interés lesionado que reclame protección. La anulación por anulación no vale.” (C., E.J., Op. Cit.,
Pág. 397)

Este principio está recogido y normado en el artículo 83 del Código de Procedimiento Civil, que
establece en su inciso primero: “La nulidad procesal podrá ser declarada, de oficio o a petición
de parte, en los casos que la ley expresamente lo disponga y en todos aquellos en que exista un

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perjuicio reparable sólo con la declaración de nulidad.”

La exigencia de “perjuicio” o “interés afectado” es un presupuesto que especialmente diluye la


posibilidad de incurrir en nulidad por nulidad misma.

De lo anterior resulta que, constituyendo el agravio una exigencia de procedencia de la nulidad,


corresponde determinar el perjuicio que origina la resolución impugnada, la forma como éste se
concreta en el caso particular y las razones por la cuales se produce;

QUINTO
Que, luego, de acuerdo al principio de legalidad - que también se inspira en el sistema francés-
ningún acto procesal podrá ser declarado nulo si la Ley no prevé expresamente esa sanción.
Este principio también llamado de la especificidad se ha tornado relativo, insertándose el tema
de las denominadas “nulidades implícitas” o “virtuales” -aporte del sistema finalista italiano- las
cuales reconocen la procedencia de las nulidades aun cuando no estén expresamente
sancionadas en la ley, siempre que se verifique la omisión de formalidades esenciales y que
violen las garantías fundamentales del proceso, esto es, cuando su quebrantamiento es tan
grave que no se puede fijar una relación jurídica procesal válida;

SEXTO
Que, por su parte, el principio de conservación de los actos procesales mira a la trascendencia
en la determinación, de modo que no hay nulidad si el remedio del vicio no ha de influir en la
dirección de la resolución o en las consecuencias del acto procesal. Este criterio, en los
términos formulados por el jurista argentino R.B., “es aquel que consagra la conveniencia de
preservar la eficacia, la validez de los actos frente a la posibilidad de anulación o pérdida, lo que
llevaría a un resultado disvalioso para el proceso”. (“La nulidad en el proceso”; E.. P., La Plata,
1967);

SÉPTIMO
Que, a su vez, la regla de protección mira a que nadie sea oído si alega su propia torpeza la cual
se identifica con el brocardo “nemo auditur propriam turpitudinem allegans”, el cual encuentra su
basamento en la teoría de los actos propios, conforme a la cual nadie puede ir válidamente
contra sus propia conducta;

OCTAVO
Que, finalmente y en relación con la máxima de convalidación en materia de nulidad
procedimental, debe anotarse que aquella es propia de las nulidades relativas, es decir, atiende
a los actos procesales que pueden ser subsanados. Esto por cuanto, tratándose de la nulidad
absoluta, entendiendo que ésta “se produce siempre que un acto procesal adolezca de una
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circunstancia esencial fijada en las leyes procesales como necesaria para que el acto produzca
sus efectos normales” (S.D., M.: “Nulidad Procesal”, en Revista peruana de derecho de procesal,
Nro. II, Lima, 1998, p. 563.), no puede ser convalidada, aun cuando requiere que sea declarada
su invalidez, desde que adolece de un vicio estructural que priva al acto de lograr sus efectos
normales.

O sea, la nulidad absoluta es insubsanable, y procede de oficio o a pedido de parte, y,


doctrinariamente, en cualquier estado del proceso, mientras que éste no haya terminado. Para
C. (Op. cit., p. 378) “el acto absolutamente nulo tiene una especie de vida artificial hasta el día de
su efectiva invalidación; pero la gravedad de su defecto impide que sobre él se eleve un acto
válido”;

NOVENO
Que, seguidamente debe consignarse que la nulidad procesal puede ser declarada de oficio,
ello tratándose de vicios insubsanables, es decir, según se adelantó, aquellos que no sean
susceptibles de convalidación por inactividad de la parte que debió reclamarlo tempestivamente.

La procedencia de la nulidad de oficio está en la protección de las garantías constitucionales del


proceso, siendo una de las más importantes el respeto al debido proceso. “El juez no necesita
justificar el interés para declarar de oficio la nulidad porque es el director del proceso, pero
motivará la resolución nulificatoria.” (C., J.P. “Nulidades Procesales”, EDIAR, 2da edición,
Buenos Aires, 1983, página 99).

DÉCIMO
Que el Código de Procedimiento Civil, a diferencia de otros estatutos legales foráneos
semejantes, no reglamenta en un título especial la institución jurídica conocida como “nulidad
procesal” ni tampoco legisla expresamente en cuanto a sus efectos; pero en diversas
disposiciones se refiere a ella y, en lo que dice relación con la facultad para obrar oficiosamente
el artículo 83 estatuye, en su inciso primero que “La nulidad procesal podrá ser declarada, de
oficio o a petición de parte, en los casos que la ley expresamente lo disponga y en todos
aquellos en que exista un vicio que irrogue a alguna de las partes un perjuicio reparable sólo
con la declaración de nulidad”.

A su vez el último inciso del artículo 84 del Código de Enjuiciamiento Civil dispone: “El juez
podrá corregir de oficio los errores que observe en la tramitación del proceso. Podrá asimismo
tomar las medidas que tiendan a evitar la nulidad de los actos de procedimiento. No podrá, sin
embargo, subsanar las actuaciones viciadas en razón de haberse realizado éstas fuera del
plazo fatal indicado por la ley.”.

Tratándose de una facultad privativa de los jueces para corregir errores de procedimiento
tendientes a evitar la nulidad de los mismos, la práctica judicial señala que tal facultad debe
ejercerse discrecionalmente en resguardo del derecho de las partes y, corroborando tal criterio
se ha resuelto: “Las formalidades que establece la ley de la actuación en general, obedecen al

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propósito de resguardar los derechos de las partes a fin de que dentro del proceso dispongan de
medios eficaces para hacer valer sus derechos; y es por ello que, salvo los casos, en que se
produzca una nulidad de orden público como serían las provenientes de la incompetencia
absoluta del tribunal o de la falta de capacidad de las partes, todo vicio debe ser reclamado por
el afectado, y si así no se hace en la oportunidad que señala la ley, el defecto es saneado, y por
lo mismo, no es dable a los tribunales sustituir la actividad de las partes y declarar oficiosamente
nulidades no reclamadas” (C. Suprema, 25 de octubre de 1965, T.T. 60, sec. 1ª, página 316). En
la misma dirección se ha indicado: “sólo por excepción es permitida la declaración oficiosa de la
nulidad procesal, respecto de determinadas actuaciones que tengan una finalidad de orden
público, o cuando se encuentra comprometido el interés público, como ocurre, por ejemplo, en lo
que se refiere a la formación de los presupuestos básicos en que descansa toda relación
procesal válida, tales como el emplazamiento o la capacidad de las partes y a la competencia
absoluta del tribunal que debe conocer de la causa. Los otros actos no esenciales del proceso y
que resguardan únicamente el interés privado de los litigantes escapan a esta función: los
jueces no están autorizados para cautelar el beneficio de las partes en cuanto a los medios
legales que deben poner en acción para su adecuada defensa” (C.S. 11 de noviembre de 1955
R t 52, sec. 1ª, página 362);

UNDÉCIMO
Que, en cuanto a la oportunidad en que pueda hacerse la declaración de nulidad de oficio, en
principio, el tribunal puede ejercitar su facultad en cualquier estado de la causa, toda vez que la
ley no le ha señalado ninguna oportunidad dada y si las partes pueden reclamar esta nulidad en
cualquier oportunidad del juicio, con mayor razón puede hacerlo el tribunal.

No obstante, la regla anterior tiene algunas limitaciones, siendo la primera de ellas, de carácter
general, de acuerdo a la cual sólo puede producirse “in limine litis”, vale decir, dentro del juicio y
antes de que éste haya terminado definitivamente por quedar ejecutoriada la sentencia final. Lo
anterior toda vez que aquella produce el efecto de cosa juzgada que impide el desconocimiento
o modificación de lo fallado. Así se ha señalado por la jurisprudencia “…tal facultad (del tribunal)
se proyecta sólo al futuro de los actos de procedimiento, como medida preventiva, a cuyo
nombre no es ilícito tampoco destruir o enervar las consecuencias de las resoluciones firmes de
los tribunales de justicia, que de conformidad con el artículo 175 de ese mismo código
(Código de Procedimiento Civil) producen la acción o la excepción de cosa juzgada.” (C.
Suprema, 3 de noviembre de 1959, R, t 56, sec. 1ª, página 373).

Seguidamente, cesa también la facultad del tribunal para declarar la nulidad de oficio desde que
la sentencia definitiva o interlocutoria es notificada a alguna de las partes, toda vez que hecho lo
anterior se produce el fenómeno procesal denominado “desasimiento del tribunal”, en virtud del
cual este último pierde toda autoridad o injerencia en el proceso, no pudiendo alterar o modificar
en forma alguna la sentencia ni las actuaciones anteriores, al tenor de lo que prevé el
artículo 182 del Código de Procedimiento Civil. Esta prohibición, evidentemente, impide al
tribunal anular de oficio el fallo o cualquier actuación anterior del juicio, porque esas
anulaciones se traducirían en modificaciones de la decisión adoptada.

Por ende, notificada la sentencia a alguna de las partes, el juez no puede retrotraer el proceso

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declarando la nulidad del mismo, pues, corresponderá a las partes denunciar los supuestos
vicios a través de los medios de impugnación que la ley indica, o en su caso, que el tribunal ad
quem perciba el defecto susceptible de ser anulado de oficio.

En este sentido se ha expresado por la jurisprudencia que “El tribunal, por su parte, puede
declarar de propia iniciativa la nulidad de estos actos esenciales del proceso que, miran al
orden público, cuando el vicio aparece manifiesto en autos. Está habilitado para hacerlo hasta
que se produzca el desasimiento, lo que ocurre con la notificación de la sentencia a alguno de
los litigantes”. (C.S., 4 de diciembre de 1985, R., t. 82, sec. 2ª, página 119);

DUODÉCIMO
Que sentadas las premisas esenciales sobre las cuales emerge la nulidad procesal,
corresponde observar las actuaciones realizadas en el caso sub lite, a la luz de las normas que
reglan el procedimiento ejecutivo, de acuerdo al cual se regulan las formalidades de este pleito.

Al efectuar el ejercicio anunciado, debe tenerse en consideración que si bien el artículo 441 del
Código de Enjuiciamiento Civil obliga al juez ante quien se presenta un título que se considera
ejecutivo, a examinarlo y a despachar o denegar la ejecución, sin audiencia ni notificación del
demandado, lo cierto es que, si incurre en error con perjuicio del acreedor, el propio precepto
señala el procedimiento que se debe adoptar para la elevación de los autos al superior cuando
hubiere lugar a la apelación a fin que, por esta vía, se enmiende el yerro cometido y, a la
inversa, si irroga daño al deudor, los artículos 481 a 487 del aludido cuerpo normativo indican el
plazo fatal de que dispone para formular la excepción que tenga cabida así como la forma y
modo de hacerla valer. De suerte que no resulta pertinente que el tribunal, actuando de manera
oficiosa, deje sin efecto esa decisión, para disponer, en su lugar, que no procede dar lugar a la
ejecución y, al hacerlo, contraría el procedimiento contenido en el Título I del Libro III del
Código de Procedimiento Civil, que tiende a resguardar los derechos tanto del ejecutante como
del ejecutado.

Con todo, es evidente que en la especie no se está frente a las hipótesis que facultaba a la
jueza de primera instancia para resolver la invalidación indicada, toda vez que no se trató de
rever un aparente vicio procesal de índole esencial, sino que, volver a examinar el título
invocado por la ejecutante y, consecuencialmente, modificar una resolución anterior que, más
tarde, estimó equivocada.

Al respecto la jurisprudencia ha apuntado que “el Tribunal se despoja del deber de examinar el
título para despachar o denegar la ejecución tan pronto como en ejercicio de él abre la puerta de
la litis, por cuanto si lo conservara después y le fuera, por tanto, forzoso o simplemente
facultativo, atender, en cualquier estado del pleito, la mera insinuación que se le hiciere en
orden a corregir el equivocado concepto en que hubiere incidido al acceder al mandamiento
solicitado, no se vislumbraría el móvil que el legislador tuvo en vista al incluir las excepciones
antes aludidas entre las que es necesario ejercitar con sujeción estricta a la formalidades
requeridas por la ley” (C. Suprema, 16 de abril de 1932, R., t. 29, sec. 1ª página 385);

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DÉCIMO TERCERO
Que a lo expresado debe adicionarse, a mayor abundamiento, que la resolución que ordena
despachar el mandamiento o deniega la ejecución, tiene la naturaleza jurídica de una sentencia
interlocutoria, desde que resuelve sobre algún trámite que debe servir de base en el
pronunciamiento de la sentencia definitiva o interlocutoria, en los términos que dispone el
artículo 158 del Código de Procedimiento Civil. En efecto, “no es un simple decreto, ya que su
fin es algo más que dar curso progresivo a los autos; ni es una sentencia definitiva, pues no
pone fin a la instancia ni resuelve el asunto que es objeto del juicio. Tampoco es un auto, ya que
no recae en ningún incidente. Se trata, entonces, de una sentencia interlocutoria…” (R.E.F.,
“Manual de Procedimiento Civil. El juicio ejecutivo”; 10ª edición actualizada, página 84). En el
mismo sentido se pronuncia el profesor C.M. (Apuntes: “Incidentes Civiles y Juicios Especiales”,
Universidad de Chile, Facultad de Derecho, año 2010, página 165).

Seguidamente, habiendo precisado que la resolución que ordenó despachar el mandamiento es


una sentencia interlocutoria, no ha podido el juez de la instancia, luego de haberse notificado
aquella resolución, dejarla sin efecto, desde que, atento a lo que se ha razonado, al obrar en tal
sentido ha contravenido el artículo 182 del Código de Procedimiento Civil que consagra el
“desasimiento del tribunal”.

Así, se ha dicho por este máximo tribunal que el legislador le impuso al juez de la causa el
deber de examinar el título para cerciorarse de si tiene o no mérito ejecutivo, supuesto que a
más de “ser ese, un deber que es menester cumplir en el momento de proveer la demanda
ejecutiva y no después, se puede todavía agregar que una vez notificada las partes la
sobredicha interlocutoria no le es dable al tribunal que la dicta alterarla o modificarla en forma
alguna” (C. Suprema, 25 de septiembre de 1928, R., t. 26, sec. 1ª página 600);

DÉCIMO CUARTO
Que en mérito de lo expuesto, no cabe sino concluir que asiste la razón a la parte recurrente
cuando acusa la errada interpretación y aplicación de los artículos 182 y 441 del
Código de Procedimiento Civil, así como del artículo 84 del mismo conjunto procedimental, pues
no correspondía que el a quo anulara de oficio todo lo obrado en el cuaderno de apremio y en el
principal desde la resolución que despachó el mandamiento de ejecución y embargo, y que,
consecuencialmente, negara lugar a la ejecución. Lo anterior constituye un vicio que ha influido
sustancialmente en lo dispositivo de la resolución impugnada, toda vez que procedía rechazar la
petición formulada por la parte ejecutada, en lo principal de fojas 51, en el sentido antes dicho.

Por todo lo anterior, no cabe sino aceptar la nulidad sustantiva interpuesta;

Por estas consideraciones y de conformidad, además, con lo dispuesto en los artículo 764, 767,
785 y 805 del Código de Procedimiento Civil, se acoge, sin costas, el recurso de casación en el
fondo, interpuesto en lo principal de fojas 118, contra la resolución de veinticuatro de mayo de
dos mil trece, escrita a fojas 117, la que se invalida y reemplaza por la que se dicta acto
continuo, pero separadamente y sin nueva vista de la causa.

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Regístrese.

Redacción a cargo del Ministro señor Guillermo Silva G.

Rol Nro. 4251-2013.-

Pronunciado por la Primera Sala de la Corte Suprema por los Ministros Sres. Nibaldo Segura P.,
Juan Araya E., Guillermo Silva G., Carlos Cerda F. y Abogado Integrante Sr. Jorge Baraona G.

No firman los Ministros Sres. Araya y Cerda, no obstante haber concurrido ambos a la vista del
recurso y acuerdo del fallo, por estar con permiso el primero y haber concluido su periodo de
suplencia el segundo.

Autorizado por la Ministra de fe de esta Corte Suprema.

En Santiago, a trece de enero de dos mil catorce, notifiqué en Secretaría por el Estado Diario la
resolución precedente.

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