C O N F E REvolución
E N antropológica
C I A IdelNcerebro
AU G U R A L
Evolución antropológica del cerebro
Dr. Héctor A. Zavala
Hoy, en nombre de la Sociedad Neurológica Argentina,
les doy la bienvenida a nuestro Congreso Anual de Neuro-
logía, que por primera vez se efectúa en esta ciudad tan
austral, lo cual nos ha obligado a efectuar un largo viaje a
los confines del mundo.
Por eso creo que es oportuno trasladarnos imaginariamen-
te, por un breve tiempo, a los confines de nuestra existen-
cia y así podré contarles algo, que si bien la mayor parte
ya conocen, lo mismo resulta interesante recordarlo.
Todos los que estamos acá, al menos así espero, pertene-
cemos al grupo de seres humanos modernos, también lla-
mado Cro-Magnon, pero aunque hiera un poco nuestra
estima, no somos ni los únicos ni los primeros humanos
en habitar el planeta tierra, hubo ancestros, diferentes, pero
también humanos.
Los seres humanos somos seres misteriosos, estamos vin-
culados al mundo viviente pero nos distinguen nuestras
capacidades cognitivas y buena parte de nuestra actividad
está condicionada por inquietudes abstractas y simbólicas.
Ello no significa que no compartamos con otras clases de
animales diversos comportamientos, inclinaciones y estruc-
turas físicas: por supuesto que los compartimos. Es por
esas similitudes compartidas que formamos parte de la
naturaleza.
Según los conocimientos que tenemos hasta ahora, los pri-
meros homínidos aparecieron hace menos de 15 millones
de años en Africa y entre todos los organismos vivos, es
con los grandes simios con los que estamos estrechamente
emparentados, ya que el 98% de nuestro material genético
es similar al del chimpancé.
Sin embargo, hay importantes similitudes y diferencias,
aparentemente, hasta hace seis o siete millones de años
hubo un antepasado común pero desde entonces se empe-
39
zavala.p65 163
zó a diferenciar en su desarrollo el grupo que actualmente
integran los simios del grupo del cual fue evolucionando
el hombre actual. Evidentemente, mucho ha pasado en sus
linajes y en el nuestro.
Los archivos de estos sucesos son nuestros documentos
fósiles y arqueológicos que contienen información acerca
de la estructura física y comportamiento de por lo menos
una docena de especies humanas y prehumanas.
Esto trae otra reflexión: ¿hasta dónde podemos conocer la
estructura cerebral de nuestros ancestros partiendo de crá-
neos fósiles?
Esta una pregunta de difícil respuesta ya que sabemos que
la cámara craneal se desarrolla asumiendo la forma que el
cerebro le indica y por esto el interior del cráneo nos indi-
ca la forma externa del cerebro y nos permite reconstruir
con bastante aproximación la estructura cerebral, estas re-
construcciones, llamadas endocastos, no nos permiten co-
nocer los detalles de los pliegues de la corteza ni su estruc-
tura interior y por esto los paleoneurólogos se muestran
muy precavidos en sus conclusiones.
Todos hemos oído acerca de Lucy, éste fue el nombre que
se le dio a los restos fósiles encontrados en Hadar, Etiopía.
Probablemente se trate de un individuo perteneciente al
grupo de Australopithecus afarensis que podría tener tres
y medio millones de años; ya se mantenían en posición
bípeda pero su cerebro era pequeño y quizás la afirma-
ción más sintética es que se trataba de un simio bípedo.
Entre 3 y 2,5 millones de años atrás, aparece en Sudáfrica
el Australopithecus africanus, funcionalmente muy simi-
lar al anterior y no hay pruebas de que haya usado herra-
mientas.
En forma casi contemporánea, aparece también en Sudá-
frica el Paranthropus robustus con un cerebro un poco ma-
163
30/11/2000, 08:54 p.m.
 Rev. Neurol. Arg. Vol. 25, Núm. 4, Año 2000
yor que el anterior y que usó huesos y palos como herra-
mientas.
El cambio drástico se encuentra hace dos y medio millo-
nes de años; en ese momento se produce otra alteración
climática con aumento de la glaciación polar y aridez glo-
bal; es entonces en que nuestros precursores comienzan a
utilizar herramientas de piedra y en una fecha aproximada
al millón ochocientos mil años atrás, hace su aparición el
Homo habilis con un cerebro mayor que el de los anterio-
res homínidos.
Entre 1,9 y 1,4 millones de años atrás, aparecen en la zona
de Kenia, Africa, una nueva especie: el Homo ergaster,
también denominado Homo erectus africanus, que tenía
un cerebro mayor, con alrededor de 850 mililitros de volu-
men y con un esqueleto que presenta muchas de las carac-
terísticas del hombre moderno, utilizaba también herra-
mientas de piedra, su dieta fue más cárnea que vegetal y es
acá donde aparecen por primera vez pruebas del uso del
fuego.
Es en esta época en que se inicia la primera diáspora y
estos ancestros humanos se desplazan fuera de Africa, ya
que se han encontrado restos fósiles del tipo Homo erectus
en el Este Asiático con una antigüedad de más de un mi-
llón de años.
En Europa, recientemente se ha comprobado que hace
800.000 años aparece un tipo de precursor al que se lo
denominó Homo antecessor y que se cree que fue real-
mente el iniciador del tipo humano actual y también del
hombre de Neanderthal.
Aparentemente, entre el Homo antecessor y el Neander-
thal, hubo otra especie europea a la cual se la denominó
Homo heildelbergensis.
El hecho concreto es que en los últimos 500.000 años ya
hay cráneos que demuestran un contenido cerebral de
1.100 a 1.200 mililitros y con una estructura muy similar
a la actual, con notables protuberancias supraoculares
pero con un esqueleto si bien más fuerte, muy parecido
al nuestro.
El Homo heildelbergensis es muy posiblemente nuestro
ancestro y también lo fué del Hombre de Neanderthal.
El Hombre de Neanderthal
Quizás el que merece más análisis es el Hombre de Nean-
derthal que pobló Europa hasta hace 30.000 años.
Aparentemente estaba ahí desde hace 300.000 años, era
un grupo humano distinto, ahora extinguido, que pertene-
cía a la especie Homo neanderthalensis.
Los neandertales eran seres complejos y usuarios talen-
tosos del paisaje en que vivían pero dejaron pocas prue-
164
zavala.p65 164
bas de la capacidad creativa e innovadora que constituye
nuestra forma de ser y se vieron desplazados por el Homo
sapiens que llegó a Europa provisto de comportamientos
modernos.
Los Neandertales poblaron toda Europa y el Oeste de Asia,
tenían cerebros tan grandes como el nuestro, pero de dife-
rente conformación, su corteza de asociación frontal esta-
ba comprimida y aplanada, el cráneo era alargado, bajo,
sobresaliente para atrás y con una protuberancia en forma
de visera sobre los ojos.
Su esqueleto demuestra mayor robustez que el del hombre
moderno y en general era de menor estatura aunque hubo
algunos bastante altos.
Fue un hábil constructor y usuario de herramientas de pie-
dra con las que trabajaba objetos de madera. Utilizaba el
fuego y enterraba a sus muertos pero han quedado muy
pocos elementos para reconocer alguna actividad artística
aunque los últimos hallazgos en los yacimientos Españo-
les de Atapuerca han demostrado que era capaz de cons-
truir adornos delicadamente tallados.
En lo que hoy es Israel, los Neandertales convivieron con
el hombre moderno entre 100.000 y 40.000 años atrás pero
por algún motivo, luego fueron desplazados y sus últimos
refugios demuestran que permanecieron en el Oeste de
Europa hasta hace 27.000 años.
De todos modos, los humanos modernos llegaron a Euro-
pa hace 40.000 años y durante 13.000 años convivieron en
esta zona. Hasta se cree que hubo intercambios de objetos
entre los Neandertales y los Hombres modernos y tal vez
hubo casos de mestizaje, quizás algunos de nosotros lleva-
mos algún rastro genético de este interesante precursor.
La causa de la desaparición del Neandertal es un motivo
de debate pero lo más probable es que en el juego evoluti-
vo, sus reglas no se adaptaron a las exigencias de esa cir-
cunstancia.
El hombre moderno
Los seres humanos modernos, somos el resultado de una
singular serie de acontecimientos evolutivos que depen-
dieron no solamente del logro de capacidades hereditarias
particulares, sino también de otras capacidades que ya ha-
bían sido adquiridas por este linaje cuando la selección se
presentó.
Estos nuevos humanos, suelen recibir el nombre de
Hombres de Cro-Magnon, por el yacimiento del oeste
de Francia donde se encontraron por primera vez sus
restos fósiles.
Como podemos apreciar, su historia evolutiva es muy ex-
tensa y se podría decir que sus primeros ejemplares se
40
30/11/2000, 08:54 p.m.
 Evolución antropológica del cerebro
originaron en África. Hay pruebas de su existencia hace
100.000 años en lo que hoy es Israel y hace 40.000 años
en Europa. Su característica más notable es su capacidad
cognitiva y por esto conviene recordar algo sobre su ce-
rebro.
El comportamiento es producto del cerebro, el órgano más
misterioso entre los órganos. El porqué nuestro cerebro
nos conduce a ejercer una extraordinaria conciencia per-
manece oscuro.
Si consideramos el tamaño, hay animales que tienen cere-
bros más grandes, como el elefante, y si analizamos su
proporción, tampoco resulta un factor de diferenciación
ya que el mono ardilla tiene un cerebro cuyo peso es el 3%
del peso corporal total, nuestro cerebro suele tener el 2%
del peso corporal, pero es tres veces mayor que el de un
primate de similar peso.
El cerebro requiere el 20% de la energía total y este consu-
mo no varía, o varía muy poco si está dormido o en activi-
dad. Quizás la posibilidad de obtener alimentos adecua-
dos, por los cambios climáticos, influyó en el desarrollo
de este cerebro extraordinario.
Aunque el progreso de la investigación neurofisiológica
ha sido notable en las últimas décadas, aún desconocemos
muchísimo acerca del funcionamiento del cerebro y espe-
cialmente, cómo una masa de señales químicas y eléctri-
cas puede producir efectos tan complejos como el conoci-
miento y la conciencia.
El cerebro de todos los mamíferos comparte una estructu-
ra común que implica una ascendencia común. Esta es-
tructura está construida en capas, a medida que se obtu-
vieron nuevas funciones, se formaron nuevas estructuras
sobre las viejas y de allí esta esquematización que en opor-
tunidades hemos usado:
El cerebro reptiliano está integrado por el tallo cerebral
que controla las funciones corporales básicas como el rit-
mo cardíaco, la respiración y las señales de alerta que en-
vía la médula espinal.
Posteriormente, el tallo cerebral desarrolla el cerebelo
que determina el equilibrio, el movimiento y almacena
recuerdos concernientes al control de repuestas básicas
adquiridas.
El sistema límbico es un desarrollo de los mamíferos a
partir del cerebro olfativo de los reptiles, en este sistema
aparecen estructuras más complejas que controlan los pro-
cesos corporales básicos y las respuestas emocionales re-
lacionadas con la supervivencia y la reproducción (alimen-
tación, lucha, huída y sexo).
Estas estructuras límbicas, almacenan la memoria a largo
plazo y son la representación más primitiva de lo que pos-
teriormente se llamará corteza cerebral.
41
zavala.p65 165
El neocórtex es más reciente en la evolución y topográfi-
camente está por encima del sistema límbico, es el que
lleva a cabo gran parte de lo que llamamos cognición, es
decir, el sofisticado procesamiento de la información au-
ditiva, visual y de imaginería mental.
Es importante recordar que como el cerebro de los primates
superiores se formó en un largo proceso de adición y elabo-
ración a través de un vastísimo espacio de tiempo, no es una
ordenada pieza de ingeniería y muchos centros superiores
están comunicados por medio de los centros inferiores más
antiguos y esto implica algo muy importante en la conducta
del hombre: el viejo cerebro primitivo siempre merodea por
debajo y es el sistema límbico, con su masa bulliciosa de
urgencias irracionales, mediadas por hormonas, el que en
oportunidades interfiere en los procesos racionales y condi-
ciona esa esclavitud del hombre a sus instintos.
Otra consideración importante, es que el cerebro humano,
a pesar de las maravillas de que es capaz, no contiene nin-
guna estructura nueva ni diferente al de otros primates más
humildes.
Quizás la diferencia resida en que nuestra corteza cerebral
es mayor: en el hombre es el 76% del cerebro, en el chim-
pancé es el 72% y en el gorila el 68%.
Pero lo más significativo reside en las áreas de asociación,
es decir las partes del córtex que sintetizan los estímulos
que llegan por las diferentes vías de acceso sensorial y las
traducen a experiencia percibida.
Estas áreas de asociación son la corteza de asociación pre-
frontal, la temporal y la parietal y están más desarrolladas
en los seres humanos que en los simios y quizás el ele-
mento distintivo fundamental sea el Giro Angular, que po-
dría significar “el área de asociación de las áreas de aso-
ciación”.
Es muy probable que ésta sea la estructura que proporcio-
na la base neuronal del lenguaje.
Como Uds. pueden apreciar, el camino recorrido por la
humanidad con este equipo cerebral que poseemos, ha sido
extenso y variado, hemos dejado atrás una larga serie de
modelos de homínidos precursores de muy distintas ca-
racterísticas hasta establecer éste, nuestro modelo, que
evidentemente dista mucho de ser perfecto pero es el que
tenemos y en nuestras manos está su utilización.
Es frustrante reconocer que ignoramos cómo, cuándo y
dónde adquirimos nuestra extraordinaria conciencia. ¿Es
que en algún momento de esta extensa evolución, a lo lar-
go de millones de años, apareció esa entidad a la que po-
dríamos llamar Alma?
Como ésta es una pregunta filosófica y yo no estoy capaci-
tado para analizarla, se las dejo a Uds. que seguramente
alguna vez se lo habrán planteado.
165
30/11/2000, 08:54 p.m.
 Rev. Neurol. Arg. Vol. 25, Núm. 4, Año 2000

Les agradezco vuestra paciencia y la atención que me han Schenk G.: The History of Man. Chilton Company, Phila-
dispensado. delphia, 1961.
Lopez Pasquali L.: El Cerebro Arcaico. Ediciones Peñafiel,
Bibliografía recomendada Buenos Aires, 1996.
Merriman N. and Wlkinson P.: Les Premiers Hommes. Edi-
tions Gallimard, Paris, 1988.
Arsuaga J.L.: El Collar del neandertal. Ediciones Temas de
Roland C.: La Prehistoire. Fournier, Toulouse, 1995.
Hoy S.A., Madrid, 1999.
Tattersall I.: The Last Neandertal. Macmillan Co. 1999.
Tattersall I.: Hacia el Ser Humano. Ediciones Península, Bar-
celona, 1998.

166 42

zavala.p65 166 30/11/2000, 08:54 p.m.