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CAPÍTULO I
Pero para no ampliar demasiado las citas, bastará recordar lo que claramente se
lee en el apóstol San Pablo: terminé la obra, consumé la carrera, conservé la fe,
quien fueron creadas todas las cosas, el Hijo Unigénito de Dios, que permanece
inmutable siempre sobre toda criatura. Y si bajo Él está la criatura, incluso la que
no pecó 2, ¿cuánto más lo estará toda criatura pecadora? Si bajo Él están los
santos ángeles, mucho más los estarán los ángeles prevaricadores cuyo príncipe
Dios se dignó tomar esa misma naturaleza, para que, por ella misma, el diablo
fuera vencido. Así, Él, que tuvo siempre sometido al diablo, le sometió también
arrojado fuera 3. No porque fuera expulsado del mundo, como dicen algunos
herejes, sino que fue arrojado del alma de los que viven unidos al Verbo de Dios
y no aman al mundo del que él es el príncipe porque domina a los que aman los
bienes temporales que se poseen en este mundo visible. No quiero decir que él
sea el dueño de este mundo, sino que es el príncipe de las concupiscencias con
las que se codicia todo lo pasajero. Así, somete a los que aman los bienes
caducos y mudables y se olvidan del Dios eterno. Pues: raíz de todos los males
hombre y posee su corazón. Esos son los que aman este mundo. Pero se
corruptelas, a las pompas y a los ángeles malos. Por eso, el Señor, al llevar en
CAPÍTULO II
hombre por esa codicia. Pues, cuando se le dijo al diablo: comerás tierra, se le
dijo al pecador: eres tierra y tierra te volverás 7. Así, el pecador fue dado como
por las malas costumbres, por la malicia, la soberbia y la impiedad, se hace uno,
como el diablo, esto es, igual a él, y se somete a él, como nuestro cuerpo nos
está sometido. Y esto es lo que significa ser devorados por la serpiente. Así pues,
todo el que tema aquel fuego que está preparado para el diablo y sus ángeles 8,
trabaje para triunfar de aquél en sí mismo. Pues a los que nos combaten desde
fuera, los vencemos desde dentro cuando vencemos las concupiscencias por las
que ellos nos dominan. Porque únicamente a los que encuentran iguales que
CAPÍTULO III
3. El Apóstol recuerda que combate, dentro de sí, contra los poderes exteriores.
Dice así: No peleamos contra la carne y la sangre, sino contra los príncipes y
aire, en el que se forman los vientos y las nubes, las borrascas y torbellinos,
Señor 10, y las aves del cielo 11, y los pájaros del cielo 12, pues es manifiesto que
decimos: ¿Cómo está el aire?, y otras: ¿Cómo está el cielo? Digo esto para que
nadie piense que los demonios habitan donde Dios colocó el sol, la luna y las
estrellas. A estos demonios malos el Apóstol los llamó espirituales porque en las
divinas Escrituras se llama también espíritus a los ángeles malos. Y se dice que
quienes los demonios dominan. Por eso, en otro lugar dice: en otro tiempo
fuisteis tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor 13, pues los que eran pecadores
CAPÍTULO IV
4. Erraron, pues, los maniqueos cuando dijeron que antes de la creación del
mundo había un linaje de las tinieblas que se rebeló contra Dios. Creen los
infelices que en esta guerra no pudo el Dios omnipotente defenderse contra ellos
de otro modo que arrojando una parte de su sustancia divina. Los príncipes de
aquel linaje, según ellos, devoraron parte de la sustancia divina y así quedaron
sosegados de modo que pudo fabricarse el mundo a partir de ellos. Explican así
sus miembros. Pues, según añaden, los miembros divinos tuvieron que ser
mitigar su furor. No entienden que su secta es tan sacrílega que presenta al Dios
omnipotente luchando con las tinieblas, no por medio de las criaturas que Él creó,
sino con su propia sustancia, lo que es realmente sacrílego. Y no solo esto, sino
que añaden que los vencidos se hicieron así mejores, pues quedó mitigado su
furor, aunque la sustancia divina, que venció, se envileció. Más aún, dicen que,
sustancia creen que ha sufrido errores y castigos sin culpa alguna. Incluso, los
infelices se atreven a decir que no toda la sustancia se podrá purificar, y que esa
sepultada en el mal. Así siempre habrá una parte desventurada de Dios, porque
tinieblas.
Esto dicen los maniqueos para seducir a las almas sencillas. Pero ¿quién será
tan ingenuo que no vea que todo esto es un sacrilegio, pues se afirma que el
Dios omnipotente, vencido por la fatalidad, tuvo que entregar una parte propia,
tanta inmundicia, de modo que no pueda libertarse del todo y, así, sin poder
¿Quién no comprenderá que es algo impío y nefando? Pero ellos, cuando captan
a alguien, no comienzan por decirle esto, puesto que, si así lo hicieran, todos se
burlarían de ellos y les abandonarían, sino que comienzan por seleccionar los
pasajes de la Escritura que los sencillos no entienden, y así les engañan, como
a almas inexpertas, preguntándoles que de dónde viene el mal. Así lo hacen, por
ejemplo, con este pasaje en el que dice el Apóstol: Los gobernadores de estas
tinieblas y los espíritus malos que habitan en el cielo 14. Vienen, pues, estos
pueden estar en el cielo los gobernadores de las tinieblas, para que, al no saber
responder, sea arrastrado por ellos al engaño, pues toda alma ignorante es
curiosa. Mas quien conoce bien la fe católica y vive protegido por las buenas
costumbres y la verdadera piedad, aunque no conozca su herejía, sabe cómo
católica, difundida por el orbe de la tierra, ya que ella vive segura, bajo el
gobierno de Dios, frente a los impíos y pecadores y frente a los mismos católicos
negligentes.
CAPÍTULO V
5. Decíamos que el apóstol San Pablo afirma que estamos en combate contra
los gobernadores de las tinieblas y los espíritus malos que habitan en el cielo. Y
ya hemos probado que se llama cielo incluso al aire próximo a la tierra. Ahora,
es preciso creer que nosotros luchamos contra el diablo y sus ángeles que se
al diablo príncipe del poder del aire 15. Aunque este pasaje, en que dice: los
espíritus malos del cielo, pueda entenderse de otro modo, para que no ponga en
quienes en otro lugar dice: nuestra conversación está en el cielo 16. Y para que
espirituales de Dios, luchemos contra los espíritus malos que tratan de arrojarnos
de allí. Mucho nos hemos de preguntar cómo podemos luchar y vencer a los
enemigos que no vemos, para que no piensen los necios que peleamos con el
aire.
CAPÍTULO VI
predico a otros, yo sea encontrado réprobo 17. Y también dice: Sed imitadores
míos, como yo lo soy de Cristo 18. Por lo que hemos de entender que el Apóstol
Señor 19, cuyo imitador se declara. Imitémosle, pues, nosotros, como él nos
queremos vencer al mundo. Pues el mundo puede dominarnos con sus placeres
ilícitos, con sus pompas y curiosidad malsana. Puesto que los placeres
les obligan a servir al diablo y a sus ángeles. Pero si hemos renunciado a todas
CAPÍTULO VII
7. Pero quizá alguien pregunte cómo hacer para reducir nuestro cuerpo a
nos sometemos a Dios con buena voluntad y sincera caridad. Verdad es que
toda criatura, quiera o no, está sometida a su único Dios y Señor. Pero se nos
amonesta que sirvamos al Señor nuestro Dios con plena voluntad. Porque el
Providencia. Unos obedecen como hijos y hacen así lo que es bueno, otros
trabajan encadenados, como esclavos, y se hace con ellos lo que es justo. Así,
el Dios omnipotente, Señor de la creación entera, que, como está escrito, hizo
todas las cosas muy buenas 20, las ordenó de tal modo que hacen el bien por las
buenas o por las malas. En efecto, lo que se hace con justicia, bien se hace. Con
malos. Dios hace el bien a los buenos y a los malos porque todo lo hace con
justicia. Buenos son los que con toda su voluntad sirven a Dios, y malos los que
sirven por necesidad, pero nadie se sustrae a la ley del Omnipotente. Con todo,
una cosa es hacer lo que la ley ordena y otra padecer lo que la ley impone. Por
eso, los buenos actúan según las leyes, y los malos padecen según las leyes.
ásperos en esta vida que llevan en su carne mortal. Pues ningún mal padecen
los que pueden decir lo que pregona y alaba aquel varón espiritual que fue el
en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado 21. Luego, en
esta vida, donde hay tantas tormentas, los hombres justos y buenos no solo
pueden tolerarlas con ánimo tranquilo cuando las sufren, sino que también
los impíos, como está escrito: todos resucitaremos, pero no todos seremos
promete a los justos, sino, más bien, a los injustos estimando que ese cambio es
transformados 23. Todos los malos que hay han sido ordenados así: cada uno es
dañino para sí, y todos son dañinos para todos. Apetecen lo que no puede
amarse sin la propia ruina y lo que fácilmente se les puede quitar, y así se lo
bienes temporales, sufren aquellos a los que se les quitan, pero los que se los
comienza a tirar de él, primero siente el tormento en sus entrañas, y, luego, pasa
del regocijo a la muerte con el mismo cebo que le entusiasmó. Así, todos los que
se sienten felices con los bienes temporales, se han tragado el anzuelo y con él
viven la zozobra, pero vendrá un tiempo en que sentirán los graves tormentos
que, con tanta avidez, han devorado. Y, por eso, en nada se daña a los buenos
cuando les quitan lo que no aman, ya que aquello que aman y por lo que son
buenas. Así acontece que el hombre malo y el ángel malo luchan a favor de la
Providencia divina, aunque no saben el bien que Dios realiza por medio de ellos.
Por tanto, no se les pagará con el mérito del servicio, sino con el salario de la
malicia.
CAPÍTULO VIII
9. Pero, así como estas almas, con voluntad capaz de dañar y entendimiento
para pensar, están ordenadas por la ley divina, para que nadie padezca
injustamente, del mismo modo, todas las cosas, animales y corporales, cada una
según su género y orden, están sometidas a la ley de la divina Providencia y son
gobernadas por ella. Por eso dice el Señor: ¿No se venden dos pájaros por un
as, y no cae en tierra uno de ellos sin la voluntad de vuestro Padre? 24 Pues esto
lo dijo para mostrar que la omnipotencia divina gobierna incluso lo que los
hombres consideran muy vil. Así, atestigua la Verdad que Dios alimenta las aves
del cielo, viste a los lirios del campo y tiene incluso contados los cabellos de
nuestra cabeza 25. Pero como Dios cuida, por sí mismo, de las puras almas
le sirven con toda su voluntad, y lo demás lo gobierna por medio de ellos, con
toda verdad se pudo decir también lo del Apóstol: ¿acaso se cuida Dios de los
bueyes? 26 En las santas Escrituras, Dios enseña a los hombres cómo han de
comportarse con los otros hombres y servir al mismo Dios. Ya saben ellos, por
sí mismos, cómo tratar a sus animales, esto es, cómo cuidar su salud, dada la
experiencia, la pericia y la razón natural, unas dotes que han recibido de los
grandes tesoros de su Creador. Así pues, el que pueda, entienda cómo Dios su
Creador gobierna a todas sus criaturas por medio de las almas santas, que son
sus ministros en el cielo y en la tierra. Esas almas santas fueron hechas por Él y
CAPÍTULO IX
Señor 29, que nos dio las arras del Espíritu 30, con el que podamos experimentar
su dulzura, y codiciemos la fuente misma de la vida, en la que, con sobria
la corriente de agua 31, que da fruto a su tiempo y sus hojas nunca caen. Pues
dice el Espíritu Santo: Los hijos de los hombres esperarán a la sombra de tus
tus delicias. Porque en ti está la fuente de la vida 32. Esa embriaguez no quita el
sentido, sino que lo arrebata hacia lo alto y produce el olvido de las cosas
terrenas, de modo que podamos decir, de todo corazón: como desea el ciervo
CAPÍTULO X
El libre albedrío
11. Pero si acaso no somos capaces de gustar la dulzura del Señor, a causa de
las enfermedades que el alma contrajo por el amor de este mundo, creamos a la
autoridad divina que en las Escrituras santas habló acerca de su Hijo, que como
dice el Apóstol: vino a ser del linaje de David según la carne 34. Como está escrito
en el Evangelio: todo fue creado por Él y sin Él nada se hizo 35. Él se compadeció
de nuestra flaqueza, flaqueza que no es obra suya, sino que hemos merecido
por nuestra voluntad. Pues Dios hizo al hombre inmortal y le dotó de libre
albedrío 36, ya que no sería perfecto si hubiese tenido que cumplir los
ninguna necesidad imperiosa. Pues es bien sabido que Dios es inmutable para
bondad de Dios y le buscan con un corazón sencillo 37. El Hijo de Dios se dignó
asumir esta nuestra flaqueza: y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros 38.
CAPÍTULO XI
12. Realmente son unos necios los que dicen: ¿No podía la Sabiduría divina
mirada interior pero invisible a las mentes corruptibles. Pero ahora, al dignarse
los avaros porque no tuvo un cuerpo de oro, disgusta a los impuros porque nació
de mujer, y los impuros odian muchísimo el que las mujeres conciban y den a
luz, disgusta a los altivos porque sufrió con paciencia las injurias, disgusta a los
muerte. Y para que no parezca que defienden sus vicios, dicen que eso no les
disgusta en los hombres, sino en el Hijo de Dios. Pues no entienden en qué
misma criatura humana, que con esas mutaciones fue reconducida a su antigua
contraída por el pecado se cura con la virtud. Así, también se nos mostraba a
humanos. Esta medicina del género humano es tan alta que no podemos ni
del Hijo de Dios? ¿Qué avaricia podrá curarse si no se cura con la pobreza del
Hijo de Dios? ¿Qué ira podrá curarse si no se cura con la paciencia del Hijo de
Dios? ¿Qué impiedad podrá curarse si no se cura con la caridad del Hijo de Dios?
su naturaleza y vea qué alto lugar ocupa entre las obras de Dios. No os
las hubiese amado el hombre asumido por el Hijo de Dios. No temáis las afrentas
hombre que asumió el Hijo de Dios. Toda esta exhortación que, ahora, por
doquier se pregona y venera, que cura a toda alma obediente, no entraría en las
vidas humanas si no se hubiesen realizado todas esas cosas que tanto disgustan
a los necios. ¿A quién se dignará imitar la ambiciosa altivez, para llegar a gustar
será llamado Hijo del Altísimo, y que de hecho así es ya llamado por todo los
Si tan alta estima tenemos de nosotros mismos, dignémonos imitar a aquel que
se llama Hijo del Altísimo. Si nos tenemos en poco, osemos imitar a los
aprovecha: reduce todos los tumores, purifica todas las podredumbres, suprime
todo lo superfluo, conserva todo lo necesario, repara todo lo perdido, corrige todo
desesperará de sí, cuando el Hijo de Dios quiso ser tan débil por él? ¿Quién
pondrá la vida feliz en aquellas cosas que el Hijo de Dios enseñó a despreciar?
que tiene cerrado el reino de los cielos, cuando sabe que los publicanos y las
contempla, ama e imita los hechos y dichos de aquel hombre en el que el Hijo
CAPÍTULO XII
13. Así pues, varones y mujeres, y toda edad y dignidad de este mundo, se nos
temporales, vuelan a los divinos. Otros se humillan ante las virtudes de los que
eso hacen, y alaban lo que no se atreven a imitar. Unos pocos aún murmuran y
se retuercen de vana envidia, son los que buscan sus cosas en la Iglesia aunque
parezcan católicos, son los herejes que pretenden gloriarse con el nombre de
Cristo, o los judíos que desean defender el pecado de su impiedad o los paganos
con la tolerancia. Apoyada en su fe, se ríe de los problemas insidiosos que ellos
presentan, con diligencia los discute, con inteligencia los resuelve. No se cuida
y a los que yerran, o cuenta entre las espinas y la cizaña a los envidiosos.
CAPÍTULO XIII
14. Así pues, sometamos nuestra alma a Dios si queremos reducir a servidumbre
Dios. Después, los preceptos para vivir bien, cuya observancia afirma la
Dado que el conocimiento y la acción hacen al hombre feliz, así como hemos de
Pues yerra quien piensa que puede conocer la verdad cuando vive inicuamente.
Porque iniquidad es amar este mundo y estimar en mucho lo que nace y pasa,
así como desearlo y trabajar para conseguirlo, regocijarse cuando abunda, temer
que perezca y entristecerse cuando perece. Una vida tal no puede contemplar
de creer lo que aún no podemos entender, pues con razón dijo el profeta: si no
15. La Iglesia nos transmite, en pocas palabras, la fe con la que se nos confían
las cosas eternas, que los carnales no pueden todavía entender, y también las
Dios, Trinidad eterna en una única sustancia, Dios del que todo, por quien todo
CAPÍTULO XIV
Afirmemos la Trinidad
16. Hagamos oídos sordos a los que dicen que solo existe el Padre, que no tiene
Hijo, ni tiene consigo al Espíritu Santo, sino que el mismo Padre, a veces, se
llama Hijo y, a veces, Espíritu Santo. Porque esos no conocen el Principio, del
que todo procede, ni a su Imagen, por quien todo se forma, ni su Santidad, que
todo lo ordena.
CAPÍTULO XV
decimos que hay que adorar a tres dioses. Pues ignoran lo que es una y la misma
sustancia, y les engañan sus fantasías porque suelen ver corporalmente tres
animales o tres cuerpos cualesquiera, que se hallan separados en sus propios
CAPÍTULO XVI
18. Ni escuchemos a los que dicen que solo el Padre es Dios verdadero y eterno,
que el Hijo no fue engendrado por Él, sino hecho por Él de la nada; que hubo un
tiempo en el que el Hijo no existía, aunque ocupa el primer lugar entre todas las
criaturas, y que el Espíritu Santo es de menor majestad que el Hijo y que fue
hecho después del Hijo y que la sustancia de los tres es diferente como el oro,
con los ojos corporales, se empeñan en transferir sus vanas imágenes a estas
de modo inefable. Es grande y difícil contemplar esto con la mente, aunque esté
sosegada y tranquila. Pero no es posible que vean esto los que, demasiado
alma de afectos carnales. Son como leños que rezuman humedad, de los que el
fuego no logra sacar sino humo y no pueden producir llama limpia. Y esto se
CAPÍTULO XVII
La fe en la encarnación de Cristo
economía temporal por la salud del género humano. Y no escuchemos a los que
dicen que el Hijo de Dios, Jesucristo, no es más que un simple hombre, aunque
tan justo que mereció ser llamado Hijo de Dios. A éstos también la disciplina
Verdad y la Sabiduría de Dios 42, y qué significa: en el principio era el Verbo, por
quien fueron hechas todos las cosas, y cómo el Verbo se hizo carne y habitó
CAPÍTULO XVIII
20. Ni oigamos tampoco a los que dicen que el Hijo de Dios no se hizo verdadero
hombre, ni nació de mujer, sino que mostró a los que lo vieron una carne falsa y
cambio, ellos mismos confiesan que este sol visible esparce sus rayos sobre
todas partes. Si, pues, las cosas visibles y limpias pueden ser tocadas por cosas
tomar el alma por el espíritu y el cuerpo por el alma, pudo asumir al hombre
Así, éstos padecen grandes angustias cuando temen lo imposible, a saber, que
la Verdad se mancille con la propia carne humana. Entonces dicen que mintió la
Verdad. Y como Cristo mandase: Poned en vuestros labios: Sí, sí, No, no 44, y el
Apóstol clame: No había en Él Sí y No, tan sólo había Sí 45, estos pretenden que
su cuerpo fue una carne falsa, de modo que les parece que no imitan a Cristo si
no mienten a su audiencia.
CAPÍTULO XIX
sustancia eterna, pero se atreven a decir que el mismo hombre que fue asumido
en la economía temporal no tuvo mente humana, sino solo alma y cuerpo. Esto
es como decir: no fue hombre, aunque tenía miembros humanos. Pues alma y
propio del espíritu. Pero si hay que anatematizar a los que niegan que Cristo
de deplorar que la mente humana sea vencida por el cuerpo si ni siquiera fue
una forma celestial. Pero Dios nos libre de creer tal cosa, inventada por una
CAPÍTULO XX
22. Hagamos oídos sordos también a los que dicen que la Sabiduría divina
asumió al hombre, nacido de la Virgen, igual que cuando hace sabios a unos
hombres que así son sabios perfectos. Desconocen el misterio propio de ese
hombre asumido y piensan que solo tuvo de especial, respecto a los demás
creyeran que, si tuvo una dignidad sobre todos los demás, fue porque tal
encarnación fue algo muy especial que no lo ha sido en los otros. En efecto, una
cosa es hacerse sabio por la Sabiduría de Dios y otra asumir la persona misma
naturaleza del cuerpo de la Iglesia es única, existe una gran diferencia entre el
Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros 46, sus miembros son todos los
santos con los que se completa y perfecciona la Iglesia. Pues, así como el alma
anima y vivifica todo nuestro cuerpo, pero en la cabeza siente con la vista, el
oído, el gusto, el olfato y el tacto, y, en los otros miembros, solo siente con el
tacto, y, por eso, todos los sentidos están sujetos a la cabeza para obrar, pues
ella fue colocada arriba para dirigir. Y, así, en cierto modo, la cabeza hace la
veces del alma que dirige el cuerpo, y la cabeza es como la sede de la persona
y, por eso, están en ella todos los sentidos, del mismo modo el Mediador entre
Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, es para todo el pueblo de los santos
como la cabeza para el cuerpo. Y, por tanto, la Sabiduría de Dios, el Verbo, que
estaba en el principio y por quien fueron hechas todas las cosas, no asumió, así,
a aquel hombre como a los demás santos, sino de modo mucho más excelente
de un modo son sabios todos los hombres que lo son, o lo fueron o lo serán, y
de otro modo lo es el único Mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo
Jesús 47, que no solo se beneficia de la Sabiduría, por la que se hacen sabios
todos los hombres, sino que él mismo lo es en persona. Pues de las demás
almas sabias o espirituales, con razón, puede decirse que tienen en sí al Verbo
de Dios, por quien fueron hechas todas las cosas, pero de nadie puede decirse,
con razón, que el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, pues eso solo se
CAPÍTULO XXI
23. Ni escuchemos a los que dicen que el Verbo de Dios tomó solamente el
cuerpo, y así interpretan lo que se dijo: el Verbo se hizo carne, negando que
asumiese al hombre, el alma o cosa humana alguna, a no ser la carne sola. Pues
dijo: el Verbo se hizo carne, porque a los ojos de los hombres, por los que aquélla
se asumió, solo la carne aparece. Pues si es absurdo y muy indigno que aquel
hombre no tuviera espíritu humano, como ya hemos dicho antes, más absurdo
aún será que no tenga espíritu ni alma, y sólo tenga lo que, incluso en los
animales, es lo más ínfimo y vil, esto es, el cuerpo. Excluyamos, pues, también
entero y perfecto.
CAPÍTULO XXII
24. No escuchemos tampoco a los que dicen que nuestro Señor tuvo un cuerpo
semejante a la paloma que vio Juan Bautista descender del cielo y posarse sobre
Jesús como símbolo del Espíritu Santo. Así, pretenden hacer creer que el Hijo
de Dios no nació de mujer, porque dicen que, si convenía mostrarlo a los ojos de
la carne, pudo asumir un cuerpo como el Espíritu Santo, pues aquella paloma,
aseguran, no había nacido de un huevo y, sin embargo, pudo aparecer ante los
ojos humanos. A éstos hay que contestarles, en primer lugar, que donde leemos
que el Espíritu Santo se apareció a Juan en figura de paloma 48, allí también
leemos que Cristo nació de mujer 49, y no podemos creer una parte del Evangelio
y rechazar la otra. ¿Por qué crees que el Espíritu Santo apareció en figura de
paloma sino porque lo leíste en el Evangelio? Pues, por eso mismo, creo yo que
Espíritu Santo no nació de una paloma como Cristo nació de una mujer? La razón
es que el Espíritu Santo no vino a libertar a los palomos, sino a dar a entender a
paloma. En cambio, nuestro Señor Jesucristo que vino a liberar a los hombres,
los varones, pues se hizo varón, ni tampoco a las mujeres, pues nació de mujer.
A esto se añade un gran misterio: ya que por la mujer nos vino la muerte, por la
mujer se nos dio la vida, para que el diablo fuera vencido y atormentado por
cuerpo y que el Espíritu Santo hubiese aparecido, falazmente, a los ojos de los
hombres, sino que a esos dos cuerpos creemos verdaderos cuerpos. Pues,
como no convenía que el Hijo de Dios engañase a los hombres, tampoco era
apropiado que los engañase el Espíritu Santo. Pero al Dios omnipotente que hizo
todas las criaturas de la nada, no le era difícil fabricar un verdadero cuerpo de
paloma, sin necesidad de padres, como no le fue difícil, aun sin el semen viril,
para hacer un nuevo hombre, como en el mismo mundo para hacer una paloma.
Pero los hombres necios y miserables no creen que el Dios omnipotente pudiese
CAPÍTULO XXIII
25. Hagamos oídos sordos, también, a los que quieren obligarnos a contar entre
que la criatura es mudable. Pero una cosa es ser criatura y otra asumir la criatura.
El Hijo unigénito de Dios, que es Virtud y Sabiduría de Dios, y Verbo, por el que
humana, que Él se dignó levantar cuando aún estaba caída y renovarla cuando
trasformó por su resurrección. Por eso, no hemos de negar que el Verbo del
Padre, el Hijo único de Dios por el que se hizo todo, nació y padeció por nosotros.
Pues también decimos que los mártires padecieron y murieron por el reino de los
cielos, y, sin embargo, en esa pasión y muerte no perecieron sus almas. Por esto
dice el Señor: No temáis a los que matan el cuerpo, pero nada pueden hacer al
alma 50. Pues así como decimos que los mártires padecieron y murieron en el
cuerpo que tenían, sin destrucción ni muerte del alma, así el Hijo de Dios
decimos que padeció y murió, en el hombre asumido por Él, sin mutación o
CAPÍTULO XXIV
26. No escuchemos tampoco a los que niegan que el Señor resucitase con el
porque el espíritu no tiene huesos y carne, como veis que tengo yo 51. Es un
sacrilegio creer que nuestro Señor, que es la misma Verdad, haya mentido en
apareciese a los discípulos, como está escrito 52, y por eso neguemos que tenía
con las puertas cerradas. Todo es posible para Dios 53. Así, caminar sobre las
solamente el mismo Señor caminó, antes de su pasión, sino que además hizo
caminar a Pedro 54. Del mismo modo, también, después de su resurrección hizo
lo que quiso de su cuerpo. Si, pues, pudo glorificarlo, antes de su pasión, con un
esplendor como el del sol 55, ¿por qué no pudo, también, después de su pasión,
reducirlo al nivel de sutilidad que haya querido, de modo que pudiera entrar con
CAPÍTULO XXV
citan, a ese propósito, lo que está escrito en el Evangelio: Nadie subió al cielo
sino quien descendió del cielo 56. Y dicen: dado que el cuerpo no descendió del
cielo, no podía subir al cielo. No entienden que el cuerpo no subió al cielo, pues
el Señor ascendió, pero el cuerpo no ascendió, sino que fue llevado al cielo al
llevarlo el que ascendió. Es como si, por ejemplo, alguien desciende desnudo de
cuenta el vestido que consigo se llevó, sino que decimos tan solo que subió quien
ya se vistió.
CAPÍTULO XXVI
28. Ni escuchemos a los que niegan que el Hijo esté sentado a la derecha del
Padre. Y dicen: ¿Es que acaso el Padre tiene costado derecho e izquierdo como
los cuerpos humanos? Nosotros tampoco tenemos este pensamiento acerca del
del Padre es la bienaventuranza eterna que se promete a los santos, como, con
razón, se llama siniestra la miseria perpetua que se otorga a los impíos, de modo
Apóstol, pues: juntos nos resucitó y juntos nos hizo sentar en los cielos 57. Y
aunque nuestro cuerpo aún no esté allí, nuestra esperanza ya está allí. Por eso,
el mismo Señor, después de la resurrección, mandó a los discípulos, que
cogieron unos peces que eran todos grandes 58, porque éstos simbolizaban a los
justos a los que se promete la derecha. Esto mismo quiso dar a entender cuando
dijo que en el juicio iba a poner a los corderos a la derecha y a los cabritos a la
izquierda 59.
CAPÍTULO XXVII
29. Ni oigamos a los que niegan el día del juicio futuro, y recuerdan que en el
Evangelio está escrito que el que cree en Cristo no será juzgado y que el que no
cree en Él ya está juzgado 60. Dicen pues: Si el que cree no vendrá a juicio y el
que no cree ya está juzgado, ¿dónde están los que han de ser juzgados el día
del juicio? No entienden que las Escrituras hablan así para presentar el tiempo
pasado como futuro, según arriba dijimos que el Apóstol dice, de nosotros, que
Como el mismo Señor dijo a sus discípulos: Todo lo que he oído a mi Padre os
lo he dado a conocer 61. Y poco después dice: muchas cosas tengo aún que
deciros, pero no podéis llevarlas ahora 62. ¿Cómo ha dicho, pues: todo lo que he
oído a mi Padre os lo he dado a conocer, sino al dar por realizado lo que sin
duda, un día, había de realizar por el Espíritu Santo? Del mismo modo, cuando
Apóstol: el que no come no juzgue al que come 63, es decir, no piense mal de él.
verdad la justicia, juzgad lo recto 65. Y el mismo Señor nos dice: no juzguéis
según las personas, sino haced un juicio justo 66. En esto, en que nos prohíbe
decir que no vendrá a juicio, quiso decir que no sufrirá condena. Y, con: el que
no cree ya ha sido juzgado 67, quiso decir que en la presciencia divina ya está
CAPÍTULO XXVIII
30. No escuchemos tampoco a los que dicen que el Espíritu Santo que prometió
Priscila, como dicen los catafrigas; o con no sé qué Manés o Maniqueo, como
dicen los maniqueos. Éstos están tan ciegos que no entienden las Escrituras más
claras o viven tan olvidados de su salvación que no las leen en absoluto. Pues
sobre vosotros; quedaos, pues, aquí, en la ciudad, hasta que seáis revestidos de
discípulos, pasados diez días, el día de Pentecostés, con toda claridad, vino el
Espíritu Santo, y como estaban en la ciudad, como les había aconsejado, los
llenó a todos de modo que hablaron lenguas 69. Pues de las diversas naciones
que entonces estaban presentes, cada uno de los oyentes les entendía en su
propia lengua. Pero estos hombres engañan a los que, sin atender a la fe
CAPÍTULO XXIX
31. Ni escuchemos a los que niegan que la santa Iglesia, que es la única católica,
esté difundida por todo el mundo, sino que piensan que solo es válida en África,
esto es, en el partido de Donato. Éstos hacen oídos sordos al profeta que dice: tú
eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy, pídeme y te daré todas las gentes como
herencia tuya y como posesión tuya hasta los confines de la tierra 70. Y otros
Testamento, que muy claramente declaran que la Iglesia de Cristo está difundida
por todo el orbe de la tierra. Cuando les objetamos esto, dicen que eso se realizó
ya antes de surgir el partido de Donato, pero que después pereció toda la Iglesia,
y pretenden que solo quedaron sus restos en la parte de Donato. ¡Oh, lengua
donatismo lo que está escrito: con la medida que midiereis seréis medidos 71.
Pues como Donato intentó dividir a Cristo, así él es dividido por los suyos con
divisiones diarias. A esto también pertenece aquello que el Señor dice: el que a
espada hiere, a espada morirá 72. En este pasaje, la espada, que tiene un sentido
dividido, por ella, hasta que se disgregue y muera definitivamente. Pues, aunque
el apóstol Pedro, que no había obrado por propio orgullo sino por amor, aunque
fuera carnal, al Señor, cuando fue amonestado guardó la espada, pero este
ante los obispos de Roma que él había pedido; no pudo probar nada de lo que
había intentado, pero se cerró en su cisma hasta morir con su espada. Su partido
escrito que la Iglesia de Cristo está difundida entre todas las gentes. Y escucha
a los cismáticos, no buscando la gloria de Dios sino la suya, y así manifiesta con
derecha. Pues Pedro, equivocado por amor al Señor, cortó la oreja derecha a un
siervo, no a un hombre libre, y eso significa que los que son heridos por la espada
del cisma, son siervos de los deseos carnales y aún no han sido conducidos a la
Significa también que no oyen lo que es recto, esto es, la gloria del Señor muy
ampliamente proclamada por la Iglesia católica, sino que solo oyen el error
los países, vendrá el fin 73, ¿cómo dicen éstos que todas las demás gentes
gentes, y todavía quedan algunas sin recibir la fe, por lo que se les predica cada
que osare decir que todos aquellos pueblos que actualmente acceden a la Iglesia
los bautiza un donatista? Sin duda los hombres abominarían de todo esto y los
CAPÍTULO XXX
católica, pues los sarmientos cortados mantienen en sí aquella forma que habían
recibido de la vid antes que fueran cortados. Estos son, pues, de quienes dijo el
Apóstol: tienen la apariencia de piedad, pero niegan su virtud 74. La gran virtud
virtud de la piedad que no tienen. Pues claramente enseña el Apóstol que los
Iglesia católica fue el que su piedad fuese católica. Porque nunca en ninguna
parte deben reinar las entrañas de misericordia, como en la Iglesia católica, para
que, como auténtica madre, no insulte con orgullo a los hijos pecadores, y
perdone, sin dificultad, a los arrepentidos. Pues, no sin causa, Pedro hace las
veces de esta Iglesia católica entre todos los apóstoles. A esta Iglesia se le
dieron las llaves del reino de los cielos cuando se las dieron a Pedro 76. Y cuando
a él se le dijo, a todos se les dijo: ¿Me amas? Apacienta mis ovejas 77. Debe,
sus hijos, pues vemos que se le concedió perdón a Pedro, que hacía sus veces,
cuando titubeó en el mar 78, cuando quería apartar al Señor de su pasión con la
cuando negó al Señor por tres veces 80 y, posteriormente, cuando cayó en una
simulación supersticiosa 81. Pero una vez arrepentido y reformado, llegó hasta la
arrianos, y después que los príncipes seculares dieron a la Iglesia católica la paz,
que ella tiene siempre en el Señor, muchos obispos, que habían consentido en
simulado creer. A éstos, la Iglesia católica los recibió en su seno maternal como
corrigió, avisado por la voz de Pablo. Pero los luciferinos recibieron con soberbia
con Pedro cuando se levantó con el canto del gallo 82, merecieron caer con
33. No escuchemos tampoco a los que niegan que la Iglesia de Dios pueda
perdonar todos los pecados. Así, estos miserables como no vieron en Pedro la
piedra, y por negarse a creer que a la Iglesia le han sido dadas las llaves del
reino de los cielos, ellos las han perdido entre sus manos. Estos son los que
que son más puros que la doctrina apostólica. Estos cátaros, si quisieran
que mundos 84. Y, puesto que cuando pecan no quieren corregirse, no han
elegido otra cosa que ser condenados con el mundo. Porque a los pecadores les
No hemos de tenerles por más prudentes que el apóstol Pablo, que prefirió que
CAPÍTULO XXXII
de Dios 86. No entienden lo que dice el mismo Apóstol: es preciso que esto
tomarán esposa, sino que serán como los ángeles de Dios 88. Pues ya no vivirán
para los hombres, sino para Dios, cuando sean hechos iguales a los ángeles. La
será verdad que resucitará la carne, aun siendo verdad que la carne y la sangre
CAPÍTULO XXXIII
Conclusión
confirma la caridad de Dios y del prójimo, para que cada uno de nosotros triunfe
ángeles. Porque la caridad perfecta excluye el amor y el temor del mundo, esto
es, la codicia de adquirir bienes temporales y el temor a perderlos. Por esas dos
puertas entra y reina el enemigo, que debe ser arrojado primero con el temor de
simplicidad, porque con esa mirada interior se hace visible la verdad, según se
dice: Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios 90. Para
nos llenemos de toda la plenitud de Dios 91. Y así, después de este combate
los que lo quieren y lo aman, el yugo de Cristo es suave y su carga ligera 92.