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Esta fuerza tiene una relación positiva con el precio. En suma, la ley de la oferta sostiene que
la cantidad ofertada de un bien aumenta cuando sube su precio, manteniendo los demás
factores constantes. Cuando la oferta y la demanda interactúan, sostiene Mankiw, suceden
distintos escenarios, en donde destaca el punto de equilibrio, en donde la oferta y la demanda
se igualan. En ese punto se produce el precio de equilibrio, en el cual la cantidad del bien que
los compradores quieren y pueden comprar es exactamente igual a la cantidad del bien que
los vendedores quieren y pueden vender.
Por otra parte, cuando la cantidad ofrecida es mayor que la demandada, se produce un
excedente. De igual forma, cuando la cantidad ofrecida es menor que la demandada, se
produce escasez. En definitiva, la ley de la oferta y la demanda establece que el precio de un
bien se ajusta para equilibrar su oferta y su demanda.
replica cuando se establece un precio mínimo por encima del punto de equilibrio, lo que
termina ocasionando excedentes en los productos, en tanto la cantidad demandada no abarca
el total de bienes producidos.
Pese al papel que puede jugar el control de precios en el mercado, los economistas prefieren
adoptar otra serie de herramientas de política para intervenir en este con distintos propósitos.
Una de dichas intervenciones son los impuestos. La incidencia de los impuestos, usualmente,
se percibe tanto para los compradores como para los vendedores. No obstante, la carga de los
impuestos raramente se distribuye de forma equitativa. De ellos depende la elasticidad y la
incidencia de los impuestos. La carga de un impuesto recaerá más en la parte del mercado
(compradores o vendedores) menos elástica. La dimensión de la elasticidad abarca
esencialmente la voluntad de una de las partes del mercado de abandonar este cuando la
situación sea desfavorable. Cuando la elasticidad de la demanda es baja, los compradores no
tienen buenas alternativas para consumir es bien. Cuando la elasticidad de la oferta es baja,
los vendedores no tienen buenas alternativas a este bien.
En este capítulo, además, se abordan los conceptos de excedente del consumidor y excedente
del comprador. El primero de ellos se define como la disposición a pagar de un comprador
menos la que realmente paga. Mide, asimismo, el beneficio que obtienen los compradores
participando en un mercado. La disposición a pagar es concebida por Mankiw como la
cantidad máxima que pagaría un comprador por un bien.
Por su parte, el excedente del productor se define como la cantidad que percibe un vendedor
por un bien menos el coste de producirlo. El coste, a su vez, se concibe como todo aquello a
lo que debe renunciar un vendedor para producir el bien. Con la conceptualización de estos
dos excedentes, los economistas realizan estimaciones a propósito de la eficiencia del
mercado para asignar recursos, así como para estimar la viabilidad de este mecanismo en
Daniel Bustamante Fernández – 201514004
dicha asignación. Por ello, si el excedente total del mercado —definido como es el valor total
para los compradores de los bienes, expresado por su disposición a pagar, menos los costes
totales que tiene para los vendedores la producción de esos bienes— es maximizado en la
asignación de recursos, se puede concluir que el mercado es eficiente.
Sin embargo, para el tomador de decisiones la eficiencia puede no ser el único criterio
deseable, sino también la equidad, definida como la justicia en la distribución del bienestar
entre los miembros de la sociedad. En suma, las conclusiones arrojadas por la valoración en
el equilibrio entre oferta y demanda permiten considerar que, en un escenario ideal, la
asignación de recursos en este marco es eficiente. La política del laissez-faire se presenta, en
dicho escenario, como la forma óptima de intervenir en el mercado.