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Traducción
Tessa Ezven
RRZOE Luisa1983
Corazon_de_Tinta

Corrección
Clau V Vickyra
Tolola CharryKeane
Esther C BelSan
Taywong Sibilor

Lectura Final
Clau V

Diseño
Larissa
Contenido
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Epílogo
Sinopsis
Estoy caminando por el pasillo y hacia el hombre que he amado casi
toda mi vida. Lleva un traje negro y una sonrisa sexy. Sus ojos negros me
devoran, prometiéndome una luna de miel que nunca olvidaré.
Todo es hermoso. Es el momento que siempre he soñado. Es casi
perfecto, excepto que Wyatt James no es mi novio y esta no es mi boda.
Es de mi hermana gemela idéntica.
Hemos estado cambiando de lugar todas nuestras vidas, pero nunca
pensé que lo llevaría tan lejos. Y una vez que digo que sí, no hay vuelta atrás.
“Hay dos cosas en la vida para las cuales nunca
estamos realmente preparados: Gemelos”
Josh Billings
Para Stephanie.
Tú sabes por qué
Gracias
1
Addison Banks
—Yo, Wyatt Alexander James, te tomo a ti, Allison Leigh Banks, como
mi esposa...
Me iba a enfermar. Era eso, o me desmayaría delante de Wyatt y el
pastor. Frente a todos, casi todas las personas que había conocido durante
toda mi vida, reunidas en la Iglesia de San Mateo en lo que se llamaba la
boda del año.
Cientos de personas estaban sentadas en las bancas con los ojos fijos
en Wyatt y en mí, fascinadas mientras intercambiábamos nuestros votos.
Todos estaban absortos en la boda de Allison Banks y Wyatt James. El
problema era que yo no era Allison Banks.
Yo era la hermana gemela idéntica de la novia, Addison Banks, o Addy,
como a mi familia le gustaba llamarme, y estaba completamente loca por
seguir con un plan tan ridículo.
No era mi descarada y valiente hermana, Allison. Yo era yo, la persona
más tímida del mundo libre, y estaba a segundos de vomitar mi desayuno.
Justo ahí, en el altar de la histórica y escultural iglesia, iba a esparcir
pedazos delante del mundo.
Mi mente volvió a cambiar al momento en que acepté el engaño, y de
nuevo, mi estómago se agito con náuseas.
—¿Cambias de lugar conmigo, Addy?
—¿Qué? ¿Estás loca?
—No. Hablo en serio. No puedo casarme con Wyatt.
—Sólo estás nerviosa, Allison. Es normal estar nerviosa el día de tu
boda.
Puso los ojos en blanco.
—¿Cuándo has sabido que estoy nerviosa por algo? No voy a hacerlo.
—Pero tienes que hacerlo. ¿Qué hay de papá?
Lanzó las manos al aire, irritación clara en sus ojos perfectamente
cubiertos en mascara de pestañas.
—¿Por qué depende de mí salvarlo? ¿Por qué no puedes hacerlo?
Mi boca se abrió y mi corazón sufrió por nuestro padre.
—¿Quizás porque Wyatt te pidió que te casaras con él?
—No puedo hacer esto, Addy —repitió—. Estoy enamorada de otra
persona.
No podía creer que me estuviera diciendo estas cosas ahora. En la
iglesia. El día de su boda.
—¿No hablas en serio?
Ella asintió.
—Lo hago. No es justo. Quiero estar con el hombre que amo.
—Pero, Allison, ¿qué hay de los cuidados de papá? No podemos
permitírnoslo sin Wyatt.
Ella se acercó y me agarró de las muñecas. Sus uñas se clavaron en mi
piel, y yo siseé y tiré de ellas.
—Entonces hazlo tú. Cambia de lugar conmigo y cásate con Wyatt.
Así que aquí estaba yo. Haciendo exactamente lo que Allison quería
que hiciera.
Me fijé en los tacones de perla que Allison había elegido para su boda.
Eran un poco grandes para mis pies, y apenas podía caminar en ellos,
considerando que yo era más bien una chica de zapatos confortables.
Más allá de los zapatos que llevaba puestos, estaban los intrincados
remolinos del suelo de mármol bajo mis pies. Tales remolinos de mármol
azul y gris estaban borrosos, dado que no traía mis gafas. Allison había
dicho que estaba bien que las usara con mi vestido de dama de honor, pero
ya no era dama de honor, era la novia. Si la gente sabía una cosa sobre
Allison, era que a ella ni muerta la verían con gafas.
Parpadeé para aclarar el enfoque y evitar marearme más. A la luz de
las velas nadaban unas cuantas pelusas de polvo y la luz de la tarde fluía a
través de los vitrales de la iglesia en tonos azules y rojos. Y los olores
excesivamente dulces de los rosales rojo sangre mezclados con aliento de
bebé asaltaron mis sentidos, añadiéndose a mis náuseas.
Tragué, mi garganta seca y áspera. Una gota de sudor nervioso se
deslizó entre mis hombros, haciéndome desear alcanzarme por detrás y
rascarme la espalda.
Debería haber sido una dama de honor escondida en el costado,
mezclándome con las otras damas de honor. En vez de eso, estaba aquí con
Wyatt frente a un arco preiluminado, envuelto en una malla decorativa
plateada y aún más rosas.
Estaba mintiendo en la casa del Señor. Prácticamente podía sentir su
mirada de desaprobación sobre mí. Sólo pensarlo aceleró mi ritmo cardíaco,
y aspiré un fuerte jadeo de aire mientras el pánico me sacudía.
Calma.
Necesitaba mantener la calma.
Pero, ¿cómo era eso posible cuando estaba participando en el mayor
engaño de todos los tiempos?
Incluso entonces, después de unos minutos delante de la multitud,
esperaba que alguien dijera que era mentira nuestra fachada, pero nadie
dijo nada. Parecía que las cosas iban bien, sin problemas. Tal como Allison
había predicho, los invitados y nuestras familias estaban viendo
exactamente lo que querían ver, aceptándome como Allison cuando me
presenté con el costoso vestido de novia de mi hermana. Nadie cuestionó
nuestra identidad, ni siquiera nuestra madre.
Por otra parte, ¿quién en su sano juicio pensaría que los gemelos
cambiarían de lugar y harían que alguien se casara con la persona
equivocada?
Mi mano temblaba en la de Wyatt, su sujeción firme y caliente contra
mi piel helada. Apenas lo había mirado. No podía mirarlo porque estaba
segura de que la expresión en mi rostro me delataría, de eso no había duda.
Estaba demasiado nerviosa para verle la cara, pero era consciente de
él parad frente a mí. Oscuro y bello, poderoso y totalmente impresionante
con su esmoquin negro. No necesitaba mis gafas para saber que lucía más
allá de lo asombroso.
Su agarre se apretó, y mis dedos temblaron.
¿Sospechaba?
Oh, Dios mío. ¿Y si lo hacía?
¿Diría algo aquí delante de todos?
¿O esperará hasta que estemos solos y exigirá la anulación del
matrimonio?
De cualquier manera, ¿cómo explicaría la situación?
Había jurado muchos años antes que nunca volvería a cambiar de
lugar con Allison. Siempre me creaba problemas innecesarios. Nada se le
negaba a Allison, por lo que siempre estaba dispuesta a cambiar para que
yo hiciera una prueba por ella o hiciera alguna otra cosa terrible que ella no
quería hacer, pero esto... esto era diferente. Esto es un gran compromiso.
Un evento que cambiaría la vida y que podría arruinar muchas vidas.
Una vez más, mis dedos temblaron al pensar que nos iban a atrapar.
—¿Estás bien? —Wyatt susurró solo para mis oídos.
Su voz profunda me tranquilizó y envió escalofríos a mi columna
vertebral como siempre había hecho. Siempre tuvo ese efecto en mí.
Asentí y me enfrenté a él con una sonrisa.
Allison había renegado de su compromiso, una acción que mostraba
lo genuinamente egoísta que era. Pero, aunque ella solo podía concentrarse
en sí misma y en su felicidad, sabía que había una razón mucho mayor para
que se casara con Wyatt.
Su dinero y nuestro padre.
Volví mi atención hacia el banco delantero donde estaban sentados mi
madre y mi padre y recordé por qué había permitido que Allison me pusiera
en una posición tan engañosa. El solo hecho de pensarlo hizo que mi
estómago se sacudiera una vez más.
Mirando a mi padre allí sentado, frágil y quebrado mientras el cáncer
le destrozaba el cuerpo, en ese mismo momento supe que tenía que dejar a
un lado mis inseguridades y hacer lo que importaba.
A diferencia del hombre frente a mí, mi familia no estaba bien. Casi
habíamos perdido nuestra casa a causa de las facturas médicas. Wyatt y su
familia eran ricos, así que Allison estuvo a favor de casarse con él cuando
se lo pidió.
Eso fue hace seis meses, y no es de extrañar que conociera y se
enamorara de un chico nuevo desde entonces. Mi hermana se enamoraba
tan a menudo como la mayoría de la gente cambiaba sus calzoncillos. Pero
esta vez era diferente. No había forma de huir de una boda que había costado
decenas de miles o de una luna de miel reservada en Bora Bora. Pero lo más
importante es que no había manera de salir de la cuenta de cheques
compartida que posiblemente albergaba el dinero que pagaría por los
tratamientos de nuestro padre.
Puede que eso no haya significado mucho para Allison, pero sí para
mí. Nuestro padre lo era todo para mí. Él era la única persona en el mundo
que me trataba como el igual de Allison, y no podía soportar la idea de
perderlo.
Era una situación tan jodida. Pero haría cualquier cosa por mi padre.
El hecho es que me estaba casando con un hombre por las razones
equivocadas, y lo estaba haciendo como mi gemela, pero también me estaba
casando con el hombre del que había estado enamorada desde que era una
niña pequeña. Supe desde la primera vez que lo vi, que era todo lo que
siempre quise, y había seguido amándolo, dolorosamente y no
correspondida, incluso después de saber que él y mi hermana estaban
saliendo.
Había pasado ese día llorando en mi habitación, segura de que mi
corazón se rompía dentro de mi pecho, pero me había recuperado y sonreído
felizmente por mi hermana, aun sabiendo que no lo merecía.
Yo amaba a Wyatt.
Me habría casado con él sin importar qué, pero era a Allison a quien
había elegido, y se suponía que Allison se casaría con él y se aseguraría de
que las facturas médicas de nuestro padre estuvieran cubiertas, pero ese no
fue el caso.
Así que aquí estaba yo, casándome con el hombre que amaba por
todas las razones equivocadas y enferma de muerte sabiendo que solo se
casaba conmigo porque creía que era mi hermana. Mis rodillas temblaban
de debilidad cada vez que decía Allison, porque deseaba que fuera mi
nombre el que mencionara en sus votos.
Wyatt era todo de lo que estaban hechos mis sueños, y la boda era
hermosa. No había elegido los colores o las flores, pero era precioso de todos
modos. Y con la excepción de los vestidos negros de dama de honor en vez
de lavanda y rosas rojas en vez de lirios, era todo lo que siempre soñé.
La forma en que sostuvo mi mano, acariciando la parte superior de
mis dedos con su pulgar cuando temblaba. La forma en que me miró
mientras decía sus votos.
Era la perfección.
Casi.
Si no fuera por un detalle masivo.
Yo no era Allison.
Yo era Addison.
Y aunque estaba en su lugar, usando el vestido de novia que ella había
elegido, sabía que nunca podría ser Allison.
Ella era descarada, atrevida y coqueta, una mariposa social que podía
poner a cualquier hombre de rodillas. Incluso se las había arreglado para
atrapar a Wyatt, el soltero más codiciado de Huntsville.
Esa no fui yo en absoluto.
Era más probable que me atraparan con gafas, escondida detrás de
un libro. Tendía a tartamudear cuando estaba nerviosa y era más como una
oruga que como una mariposa. La timidez gobernaba mi vida, y nunca me
habían besado, mucho menos había coqueteado con hombres. Nunca podría
ser tan arrogante con mis afectos como lo era mi hermana gemela.
Sabía que Allison ya había estado con varios hombres, excluyendo al
amor de mi vida, Wyatt. Por qué le había hecho esperar cuando se había
entregado tan libremente a todos los demás, estaba fuera de mi alcance,
pero hace años que dejé de intentar entender a mi hermana.
El punto es que yo no tenía tanta experiencia como ella.
No tenía ninguna experiencia.
Con apenas pensar en tocar a un hombre, o en un hombre tocándome,
mis nervios se volvían locos, por lo que no tenía ni idea de lo que haría
cuando llegara el momento de huir a Bora Bora para nuestra luna de miel
y consumar nuestro matrimonio.
Lo que estaba haciendo estaba más allá del mal, pero decía en serio
cada palabra de mis votos. Aunque fueran las palabras de mi hermana
garabateadas en el pedacito de papel que me había dado, al menos podría
decir que lo decía en serio, pero aun así me dolía saber que lo que teníamos
no era real... al menos no para él.
Debería haber sido el momento más feliz de mi vida, pero en vez de
eso, mi estómago se agitó y giró mientras las náuseas me inundaban. Mis
manos volvieron a temblar en las suyas, y él frotó la parte superior de mis
delgados dedos con su gran pulgar, tranquilizándome.
Todos en la lista de invitados nos miraban con ojos de ensueño
mientras veían lo que pensaban que era un matrimonio de cuento de hadas,
pero lo que no sabían es que mi hermana, que estaba a mi lado como dama
de honor y llevaba mis gafas, era la persona más egoísta de la Tierra.
—Los anillos —dijo el pastor.
Me dirigí a Allison por la sencilla banda dorada, y ella tuvo el valor de
sonreírme.
Era una sonrisa borrosa ya que no llevaba mis gafas, pero una sonrisa
igual.
La banda dorada estaba fría en la palma de mi mano, y cuando
sostuve la mano grande de Wyatt para deslizar el anillo sobre su dedo,
temblé aún más.
—Con este a-a-anillo, yo te d-d-desposo —tartamudeé.
Levantando la mirada, vi un destello de curioso desconcierto en sus
ojos, e inmediatamente miré hacia otro lado.
—¿Estás bien, Allison? —susurró, sosteniendo mis fríos dedos en su
cálida mano.
Incapaz de volver a hablar, asentí y sonreí mientras colocaba una
banda dorada en mi dedo.
—Con este anillo, te desposo. —La voz profunda de Wyatt vibró a
través de mí.
Mientras miraba sus ojos de marta cibelina, mis nervios se derritieron
un poco cuando me sonrió.
Realmente lo amaba, y una parte de mí estaba emocionada de poder
pasar tiempo con él, pero el lado lógico de mí sabía que lo que Allison y yo
estábamos haciendo era inmoral. Me sentía enferma de saber que lo estaba
engañando, sabiendo que él no me había elegido. A pesar de que estaba
enamorada de él y lo había estado durante años, nunca me habría elegido.
Una vez que intercambiamos los anillos, respiré hondo, dispuesta a
mantener la calma.
—Oremos —dijo el pastor, levantando su Biblia.
Con las piernas temblando, incliné la cabeza y cerré los ojos. Dije mi
pequeña oración y esperaba que Dios me perdonara por el engaño que había
aceptado. Yo era una persona débil, más débil que mi valiente hermana,
pero era humana, y amaba a Wyatt y a mi padre con todo mi corazón y mi
alma.
¿Cómo podría ser tan malo cuando mis palabras de devoción y amor
fueron dichas desde el corazón?
La habitación retumbó con amén cuando el pastor terminó.
—Puedes besar a tu novia.
Mis pulmones se agarrotaron, y la habitación que nos rodeaba se
quedó en silencio. Apenas tuve tiempo de registrar lo que estaba pasando
antes de que Wyatt se moviera para besarme.
¿Qué tan patética era?
Casándome con un hombre que amaba y que no me amaba.
Y recibiendo mi primer beso.
Sus labios suaves rozaron los míos, y aspiré un suspiro, sintiendo
escalofríos rodar por mi espina dorsal. Su cálido aliento se mezcló con el
mío, y casi pude saborear todo lo que él era. El choque se estrelló contra mí,
y mi cuerpo tembló cuando presionó su boca contra la mía.
El tiempo se detuvo en ese momento. Sus labios devoraron los míos,
y sentí que mi cuerpo aflojaba en su control. Era todo lo que siempre había
soñado. El beso fue perfecto.
Cálido y suave.
Duro y tierno.
Me acercó a él, envolviéndome con sus brazos alrededor de mi cintura
y presionando su gran y robusto cuerpo contra el mío para besarme con
más fuerza y reclamarme como suya. Un estruendo llenó mis oídos mientras
la sangre en mis venas se aceleraba, moviéndose a través de mi cuerpo como
un tren de carga. Me abrí un poco para él, permitiéndole que se abalanzara
y probara un poco de mí mientras me deleitaba con su sabor.
Todo terminó tan rápido como empezó, y me quedé mirando fijamente
a una multitud de invitados de pie y animando. Allison empujó el ramo de
flores de vuelta a mis brazos, y yo planté una amplia sonrisa en mi cara
mientras Wyatt entrelazaba nuestros dedos y me arrastraba desde el altar y
a lo largo del pasillo hacia la parte de atrás de la iglesia.
Intenté sonreír a la masa borrosa de gente que pasaba, desmayada
por su beso y llena de nervios, pero fue duro cuando me sentí enferma de
culpa. Me aferré a su mano y dejé que me alejara de la habitación llena de
gente, esperando que una vez que no fuera el centro de atención, empezara
a sentirme un poco mejor.
Una vez que despejamos la iglesia y estuvimos en el tranquilo salón
que corría por el frente, Wyatt me llevo hacia un lado y me ahuecó la mejilla
con su gran y cálida palma de la mano.
—¿Seguro que estás bien? Parecía que estabas a punto de
desmayarte.
Asentí, mi garganta se sentía áspera y gruesa.
—Estoy bien. Sólo nervios.
Tan pronto como las palabras salieron de mi boca, supe que eran un
error.
—¿Desde cuándo te pones nerviosa? —Su frente se arqueó, y sus
labios se levantaron con una inclinada sonrisa.
Cubriendo su mano con la mía, cerré los ojos y disfruté de la
sensación de su cálida piel contra mi rostro. Cuando los abrí, él me sonreía,
sus ojos se iluminaban de felicidad, y supe que no importaba lo que pasara
en nuestra situación, haría todo lo que estuviera en mi poder para ser una
excelente esposa para él durante el tiempo que estuviéramos casados.
—Desde que me convertí en la Señora James —le contesté, tratando
de tomar a la ligera la situación.
—Oh, ¿en serio? ¿Ser mi esposa te pone nerviosa?
Me acercó, y mi cuerpo se derritió en el suyo. Estar cerca de Wyatt era
mejor de lo que jamás imaginé.
—No —contesté con sinceridad.
Estar casada con él no me ponía nerviosa. Lo que me ponía nerviosa
era la idea de que se hubiera casado con la gemela equivocada.
—¿Cómo te hace sentir ser mi esposa? —preguntó, tocando un
mechón de pelo perfectamente rizado contra mi mejilla.
—Me hace sentir la mujer más afortunada del mundo.
Y esa era la verdad.
Al menos por ahora, de todos modos.
2
James Wyatt
No podía salir de la sala de recepción lo suficientemente rápido.
Después de tres horas de apretones de manos y falsas felicitaciones, ya
estaba harto. Pero estar en un jet privado a Bora Bora Bora no era mejor.
Estaba cómodo, la tripulación atendía cada uno de mis caprichos, y, aun
así, no esperaba con ilusión el largo vuelo.
El único punto brillante durante todo el vuelo fue poder mirar a
Allison mientras dormía tranquilamente a mi lado. Conocía a las gemelas
desde hacía mucho tiempo, y no podía recordar ni un solo momento en que
Allison hubiese sido una chica pacífica.
¿Una mariposa social llena de risas?
Claro.
¿Odiosa y un poco egocéntrica?
Definitivamente.
Pero pacífica no era una palabra que normalmente asociaría con ella.
Con su hermana, Addison, definitivamente. Esa chica estaba llena de
paz y tranquilidad. Diablos, creo que nunca había oído hablar a la chica. La
veían, probablemente con un libro en sus manos, pero nunca la oían.
Mientras tanto, Allison no sabía cuándo callarse.
No es que no me gustara Allison. Supongo que de alguna manera lo
hacía. Pero mis padres la querían más. En su mente, ella era la bonita nuera
que siempre quisieron. En mi mente, era un medio para un fin, una manera
de pacificar a mi familia y obtener lo que merecía.
El negocio familiar.
Nunca había planeado casarme. Tenía treinta y dos años y nunca se
me había pasado por la cabeza la idea de tener una esposa y unos hijos. No
fue hasta que mi abuela, la matriarca de nuestro clan, me sentó y me dijo
que nunca dejaría todo a un playboy como yo, que me importó.
Sus palabras exactas fueron:
—No me importaría dejárselo todo a un hombre con una familia de la
que preocuparse, pero ¿tú? Bueno, no tienes nada que perder, y un hombre
sin nada que perder probablemente lo pierda todo.
Y tenía razón.
Allí fue donde Allison Banks entró en escena.
Nuestros padres fueron juntos a la universidad y pasaban muchos
fines de semana bebiendo whisky y recordando sus días de fraternidad. Así
que cuando mi abuela mencionó la palabra matrimonio, fue natural que mi
padre pensara en su viejo amigo y en sus hijas gemelas.
—¿Qué hay de Allison Banks? —preguntó.
Había tirado su nombre alrededor de mi cerebro un poco antes de
decidir que, si iba a estar apegado a una mujer por el resto de mi vida, al
menos iba a ser alguien que pudiera tolerar. Y mientras Allison era hermosa,
era superficial y poco confiable.
Sin mencionar que era varios años más joven que yo. Diablos, todavía
podía recordar la forma en que las gemelas me miraban cuando tenía
diecisiete años y me obligaban a asistir a una cena familiar con mis padres.
Las niñas habían pasado toda la noche abrazando a sus muñecas bebés y
riéndose hacia mí desde el otro lado de la mesa.
Estaba a punto de rechazar la idea de mi padre de casarme con Allison
cuando me señaló algunos detalles importantes.
Uno: Allison Banks era una persona de la alta sociedad. Ya formaba
parte de nuestro círculo social y sabía cómo funcionaban las cosas.
Dos: Ella era una escama que se preocupaba sobre todo por sí misma,
lo que significaba que probablemente pasaría la mayor parte de su tiempo
fuera votando mi dinero y menos tiempo molestándome.
Y tres: ya no era una niña pequeña agarrando una muñeca. No. En
estos días, Allison Banks era toda una mujer. Tenía un cuerpo estelar con
hermosas curvas y senos por los que la mayoría de las mujeres pagaban
mucho dinero.
Mirando a la bella durmiente a mi lado, mis ojos vagaron sobre el
suave oleaje debajo de su blusa, y mi cuerpo se tensó. Mi padre tenía razón.
Todas las señales de la niña que solía ser desaparecieron. Todavía podía
recordar la primera vez que la vi después de la charla sobre el matrimonio
con mi padre.
Había ido a Lux con unos amigos, y ella había estado allí, saliendo
con dos de sus amigas y vistiendo ropa que no dejaba nada a la imaginación.
Sus ojos estaban vidriosos como si hubiera pasado la mayor parte de la
noche bebiendo, y estaba colgada de Jefferson Wayne, un viejo amigo mío
de la escuela secundaria. Yo había entrado, le había comprado la siguiente
bebida, y el resto era historia.
Eso fue hace seis meses, y en esos seis meses, mis sentimientos por
Allison no habían cambiado. No estaba seguro de si alguna vez la amaría,
pero tampoco estaba seguro de poder amar a una mujer. Aun así, los
negocios eran negocios, y por lo que a mí respecta, una vez que llegáramos
a casa de nuestra luna de miel, ella podía hacer lo que quisiera, siempre y
cuando no estuviera corriendo por ahí y durmiendo con cada polla de la
ciudad. Me gustaba el sexo tanto como a cualquier otro hombre, pero
mientras ella permaneciera fiel, suponía que yo haría lo mismo.
Sexo.
Nunca me había acostado con Allison, lo que era cómico,
considerando que había sido un poco promiscuo en mi vida. Cómo me las
arreglé para casarme con la única mujer con la que nunca me había
acostado estaba fuera de mi alcance, pero ella no había presionado por el
sexo, y yo tampoco.
Era complicado.
Los dos éramos del mismo mundo. Un mundo con demasiadas cosas
en la cabeza y sin tiempo suficiente para una conexión significativa. No lo
habíamos discutido, pero ambos sabíamos que estábamos recibiendo algo
más que amor de nuestro matrimonio.
Ella estaba consiguiendo las conexiones y el dinero de mi apellido, y
yo estaba consiguiendo el negocio familiar, una empresa de
telecomunicaciones llamada James Bank, que mi abuelo había fundado en
1971.
Había empezado sin nada, pero ahora, James Bank valía cincuenta
mil millones. Si jugaba bien mis cartas, lo heredaría directamente de mi
abuela. No iba a arruinar esto.
El avión se sumergió en la turbulencia y mi estómago hizo lo mismo.
Bajé la mirada para ver si el movimiento había despertado a Allison, y fue
como si no sintiera nada. Cómo dormía tan profundamente estaba más allá
de mí porque el sueño me eludía. Lo que significaba que no tenía más que
tiempo para verla dormir y pensar en todo lo que había pasado durante el
día.
Lo había hecho.
Me casé con Allison Banks, haciendo feliz a mi familia. Ella era la
esposa trofeo que mi padre quería, la hija que mi madre nunca tuvo, y con
suerte tenía un útero sano para darle a mi abuela el bisnieto del que no
podía dejar de hablar.
De nuevo, mi mirada se deslizó sobre su rostro, y noté la oscuridad
que salpicaba bajo sus ojos. Estaba exhausta. No lo había notado antes con
toda la prisa y el caos del día de nuestra boda, pero al tomarme un minuto
para mirarla ahora, pude ver lo mucho que le había costado el día.
Sin embargo, no había estado actuando como ella misma todo el día,
y cuando nos alejamos de la sala de recepción, se había quedado callada en
nuestro viaje al aeropuerto. No era como la mujer que había conocido en los
últimos seis meses.
Me acerqué y rocé un rizo perdido lejos de su cara, dejando que la
punta de mi dedo pasara por su suave mejilla, por su línea de la mandíbula
y alrededor de sus labios en forma de arco. Cuando un pequeño jadeo escapó
de sus labios, una oleada de protección me bañó. Estaba exhausta.
Una vez que entramos al avión y subimos al cielo, se había vuelto
flácida contra mi costado, sus párpados pesados por el sueño hasta que
finalmente se desmayó con su mejilla presionada contra mi hombro. Se
despertó una vez para comer, y luego se había vuelto a callar. A lo largo de
todo ello, un bonito rubor rosado se había apoderado de sus mejillas. Era
extraño. Casi como si todo fuera nuevo para ella. Como si yo fuera nuevo
para ella.
Todo el matrimonio era nuevo para ambos, y supuse que ambos
necesitaríamos algo de tiempo para adaptarnos. De repente, deseé que nos
hubiéramos tomado más tiempo. Debimos haber tenido un compromiso más
largo, más citas para conocernos y definitivamente debimos habernos
mudado juntos antes de casarnos, pero mi familia había sido insistente, y
les había dejado mover los hilos.
Las luces se encendieron y el piloto habló por el altavoz para hacernos
saber que nos estábamos acercando a nuestro destino. Toqué suavemente
el hombro de Allison para despertarla, y ella refunfuñó un poco.
Fue algo lindo.
—Allison, despierta. Estamos a punto de aterrizar.
Sus ojos azules se abrieron y se quedó aturdida al verme. Una
pequeña sonrisa se agarró a la comisura de sus gordos labios antes de
parpadear varias veces, y luego se sentó rápidamente como si acabara de
despertarse de un sueño. Se frotó los ojos, manchándose el maquillaje y
dejando manchas oscuras bajo sus ojos.
Nunca la había visto sin arreglar. Allison trataba de alcanzar la
perfección. Nunca había tenido el cabello fuera de lugar, y su maquillaje
siempre aplicado perfectamente, así que ahora veía un lado completamente
diferente de ella. Uno con el cabello derramándose de su cola de caballo y
manchas de sueño bajo sus ojos. Y lo gracioso de todo esto es que me
gustaba mucho más así.
Tal vez esta era la Allison de la que nadie sabía nada. La soldado
Allison. Una mariposa en público y una oruga acogedora en privado.
—¿Has dormido algo? —preguntó en voz baja, antes de cubrir un
bostezo detrás de su pequeña palma.
El gran diamante que había comprado brillaba en su dedo, y algo que
nunca había sentido creció dentro de mí.
Posesión.
Ella era mía.
—No puedo dormir en los aviones. No estoy seguro de cómo pudiste
hacerlo.
De nuevo, sus mejillas se sonrojaron y apartó la mirada como si
estuviera avergonzada.
—Yo, uh... tomé una pastilla para dormir. No me gusta mucho volar,
y sabía que sería un vuelo largo. De alguna manera dudaba de que quisieras
que me aferrara a ti cada vez que hubiese un poco de turbulencia.
No le dije nada, pero le sonreí porque honestamente, no odiaba la idea
de que se aferrara a mí. Me gustaba la idea de sus curvas apretadas contra
mi cuerpo.
—Estaremos allí justo a tiempo para la cena. —Cambié rápidamente
de tema—. ¿Hay algo que quieras hacer después? ¿Tuviste la oportunidad
de ver el folleto que mi asistente envió?
Ella miró sus manos en su regazo, y mi mirada la siguió, notando que
sus dedos se volvían blancos por lo apretados que los agarraba. Extendiendo
la mano, puse mi palma sobre sus manos.
—Oye, ¿estás bien? —le pregunté.
Asintió.
—Estoy bien. Sólo cansada. —Inclinó la cabeza hacia atrás y respiró
hondo antes de volver a hablar—. Nos quedamos en el Grand Beach Resort
and Spa, ¿verdad?
Su repentino cambio de tema me provocó un latigazo cervical.
—Sí.
—Siempre quise ir a bucear. El folleto dice que hay un tour para eso.
¿Quizás montar a caballo? También hay una excursión de alimentación de
tiburones y mantarrayas. Todo se ve tan asombroso.
Me sorprendió.
No esperaba de Allison mucho más que unas cuantas excursiones de
compras y mucho tiempo en la playa. Definitivamente no pensé que se
metería en el agua. Ella era más propensa a absorber el sol y llamar la
atención usando un bikini diminuto. Pero lo que quería hacer sonaba
divertido. Sin mencionar que disfruté la forma en que su cara se iluminó
con la mención de planes tan simples. Parecía genuinamente emocionada
por hacer estas cosas que ni en un millón de años me hubiera imaginado
que quería hacer.
Cuando hablamos de los destinos de la luna de miel, ella había
presionado para ir a París, y no paraba de hablar de cómo quería ir de
compras allí. Me había imaginado una luna de miel conmigo cargando
bolsas detrás de ella y completamente aburrido, pero lo que no esperaba era
la expresión de pura emoción al hablar de cosas como los tiburones y las
rayas.
—Snorkeling, ¿eh?
Ella sonrió, y había un toque de inocencia en su sonrisa que nunca
había visto antes.
—Claro. —Se encogió de hombros—. Quiero decir, también podríamos
tomar ventaja, ¿verdad?
Me reí, moviendo la cabeza y disfrutando de su cambio desde que nos
casamos.
—Correcto. Definitivamente tomaremos ventaja.
3
Wyatt
Después de aterrizar, los lugareños nos llevaron flores nativas de la
isla. Le sonreí a Allison mientras bajaba la cabeza y dejaba que la chica de
la isla le pusiera el collar alrededor de su cuello. Luego tomamos un bote
hasta el resort donde nos alojábamos. Allison miró a su alrededor con los
ojos muy abiertos como si nunca hubiera visto un lugar más hermoso, lo
que me hizo preguntarme si no había tenido muchas vacaciones.
Una vez que nos registramos, nos mostraron el búngalo de luna de
miel donde nos duchamos y vestimos antes de ir a cenar. No hablamos
mucho, y no estaba seguro de lo que estaba pasando, pero fue incómodo.
Era raro que Allison estuviera tan callada durante tanto tiempo, y no
pude evitar sentir que quizás se arrepintiera de haberse casado conmigo. No
es que pudiera culparla. Yo tampoco me sentía muy bien.
Lo único que podía decir era que Allison era una novia preciosa. Se
veía deslumbrante con su vestido de novia de cincuenta mil dólares, pero
ese vestido no tenía nada que ver con el pequeño vestido lavanda que llevaba
puesto después de ducharse y salir del baño.
—¿Lista? —pregunté, rápidamente desviando mis ojos de sus pechos
sin sostén bajo la delgada tela.
Ella asintió.
—Lista.
La cena fue igual de tranquila, pero sonreímos cuando un grupo de
chicos tocando ukeleles se detuvo en nuestra mesa a la luz de las velas y
tocaron una suave melodía.
Con el estómago lleno, caminamos por el muelle de regreso a nuestro
búngalo de agua mientras la noche se cerraba a nuestro alrededor. El día
había sido agotador, así que no le di mucha importancia al hecho de que
ambos estuviéramos tranquilos en nuestro paseo.
Nos detuvimos para contemplar las vistas que nos rodeaban, y
observé cómo ella miraba asombrada el cielo despejado de la noche. La brisa
del océano se deslizó por su largo cabello rubio, revelando su esbelto cuello
y sus hermosos hombros.
Sabía que Allison era una mujer hermosa, pero nunca me había
tomado el tiempo de mirarla realmente. Sus ojos azules se parecían a las
claras aguas que nos rodeaban, y sus mejillas rosadas eran encantadoras.
Una vez más, me sorprendió lo tranquila que parecía en su entorno.
Apoyada en la barandilla, miró a la brisa del mar y cerró los ojos. Su cabeza
cayó hacia atrás, y suspiró, su boca abriéndose como si estuviera en éxtasis.
Su bonito vestido lavanda era modesto, cayendo justo por encima de
sus rodillas, pero cuando la brisa lo atrapó de la manera correcta, se levantó,
permitiéndome vislumbrar sus largas y sexys piernas y sus cremosos
muslos. Entre esos muslos había un parche de bragas de algodón blanco
puro.
No seda roja como esperaba.
Ni encaje negro, que parecía más del estilo de Allison.
No.
Algodón virginal blanco.
El verlos hizo que mi mente se tambaleara con todas las cosas que
quería hacerle una vez que estuviéramos de vuelta en nuestra habitación.
La sangre salió de mi cabeza, dejándome mareado mientras se acumulaba
en mi polla. Me puse duro, mi polla estirándose detrás de mis pantalones
cortos hasta que tuve que agacharme y ajustar mi creciente erección para
estar más cómodo.
Mis ojos la devoraron desde la longitud de sus hilos rubios en la brisa
hasta las puntas de sus zapatillas planas. Nunca antes había visto a Allison
en zapatos sin tacón. Por lo general, usaba tacones altos que empujaban su
culo regordete en el aire y la hacían casi llegar a mi nariz, pero sin tacones
y con el inesperado y cómodo vestido de sol; podía ver lo delicada y pequeña
que era.
—Es tan hermoso aquí —dijo, alejándome de mis pensamientos.
—Eres hermosa aquí.
Apenas podía creer que las palabras habían salido de mis labios.
Se volvió y me miró con los ojos muy abiertos antes de apartarse
tímidamente.
¿Qué demonios...?
Tranquilidad.
Timidez.
¿Quién era esta mujer?
Pasando por detrás de ella, enrollé mis manos alrededor de la
barandilla junto a ella, enjaulándola y acaricié suavemente el costado de su
mano con mi pulgar. No fue suficiente. Necesitaba tocarla más. Aumenté la
presión de mi pulgar, moviéndolo hacia arriba en su muñeca con golpes
burlones.
Mi polla se puso más dura, y se la recosté en el culo, mostrándole el
impacto que tenía en mí. Se puso rígida y jadeó antes de dejar escapar un
aliento nervioso y tembloroso. No tenía ningún sentido. Aún no me había
acostado con Allison, pero la gente hablaba. Sabía que se acostaba con
cualquiera. Diablos, gracias a los hombres que trabajaban para mi padre,
sabía los nombres de la mayoría de los hombres con los que se había
acostado. Los nervios eran injustificados y sorprendentes.
—¿Allison?
—¿Sí?
—¿Estás bien?
—Estoy bien. ¿Por qué?
—No lo sé. Pareces nerviosa.
—No lo estoy —dijo con demasiada impaciencia—. ¿Por qué iba a estar
nerviosa?
Me encogí de hombros.
—No lo sé. Dímelo tú. Tengo que ser honesto; estás actuando raro.
—Te prometo que estoy bien. En todo caso, estoy genial. Estar aquí,
en este hermoso lugar contigo... es como un sueño.
Sus palabras eran demasiado dulces para mi gusto, y me sentí
alejándome de su cuerpo. La brisa se movió entre nosotros y me refrescó un
poco.
—Lo siento. ¿Es esto un problema para ti? ¿Debería actuar más
promiscua?
¿Promiscua?
¿En serio?
—No —dije honestamente—. Creo que me gusta más este lado de ti.
Normalmente, eres tan... —Me detuve.
Mierda.
No quería insultarla, pero la forma en que se endureció en mi brazo
me dijo que había hecho precisamente eso.
—¿Normalmente soy qué? —preguntó ella—. ¿Enérgica?
No era de los que endulzan las cosas, así que dije:
—Sí. Entre otras cosas.
—¿Odiosa?
Me reí.
—Tú lo dijiste. No yo.
—¿Coqueta?
Sí. Allison definitivamente había sido coqueta. Había coqueteado con
varios hombres delante de mí mientras estábamos “saliendo”. Ahora que
estábamos casados, esa mierda no iba a funcionar.
—Hablando de tu naturaleza coqueta, hay algo de lo que quiero
hablarte.
Se volvió en mis brazos, sus ojos azules capturándome mientras
esperaba que hablara.
—Sé que eres un poco coqueta. Demonios, has coqueteado con otros
hombres delante de mí, pero ahora que estamos casados, preferiría que no
lo hicieras. Ya sea frente a mí o a mis espaldas, no lo toleraré.
Ella sonrió, y la risa llenó sus ojos.
—¿No lo tolerarás?
Pasando mis dedos por mi cabello, me encontré sonriéndole.
—Hablo en serio. No comparto lo que es mío.
Levantó su cabeza.
—Lo que es tuyo, ¿eh?
Asentí.
—Sí.
—¿Estas reglas también se aplican a ti?
—Depende. ¿Quieres que lo haga?
Se mordisqueó el labio inferior mientras contemplaba mi pregunta, y
encontré un deseo fuerte de besarla.
Nos habíamos besado un puñado de veces. No había nada mágico en
sus besos, pero todo se sentía diferente desde que habíamos hecho nuestros
votos. Algo me dijo que besar a Allison esta vez iba a ser increíble.
—Creo que quiero que seas mío —susurró.
Algo dentro de mí se calentó con sus palabras.
Ella me quería a mí. Era la primera vez que me hacía sentir querido,
y era una sensación adictiva.
—Primero, ¿qué pasa contigo? Hemos estado juntos durante seis
meses, y las cosas nunca han sido así entre nosotros —dije, señalando el
espacio entre nosotros.
Sus ojos se abrieron de par en par, y una expresión de pánico apareció
en su cara. Tan rápido como estaba allí, sin embargo, se había ido. Entonces
me sonrió y me dijo:
—Bueno, ahora estamos casados, y si vamos a hacer que esto
funcione, más vale que nos comportemos como una pareja casada, ¿no? Sé
que a veces puedo ser un poco odiosa, pero eso era antes. Ahora, soy una
mujer casada. Es hora de actuar como tal.
Tenía razón.
Tal vez podría tener mi pastel y comerlo también. Podría conseguir el
negocio familiar y tener un matrimonio de verdad con Allison. Me sentía
físicamente atraído por ella, así que podría también tomar la iniciativa de
conocerla, conocer realmente a la mujer con la que me casé y no solo hacer
las cosas como cuando estábamos saliendo. Y si iba a conocerla, también
iba a dejar que ella me conociera a mí.
¿Qué era lo peor que podía pasar?
Si no nos lleváramos bien, podríamos seguir casados, pero hacer lo
nuestro.
Me acerqué a ella y la puse contra la barandilla detrás de ella.
—Entonces soy todo tuyo.
Ella tragó visiblemente, y su pecho se levantó y cayó con su
respiración. Me acerqué más, metí la nariz por un lado de la mejilla y la
inhalé. Quería oírla decir que me quería a mí. Era intoxicante, pero mi
orgullo me impedía pedirle que lo repitiera.
Ella temblaba en mis brazos, y yo le frotaba los brazos para calentarlos
con mis manos. Su piel era suave debajo de mis palmas, y me preguntaba
si el resto de su cuerpo era igual de sedoso.
—Tus manos están tan calientes —dijo ella.
—Eso no es lo único que se me está calentando. —Le guiñé un ojo, y
se sonrojó y miró hacia otro lado, haciéndome reír—. Tengo que decirte,
Allison, estoy disfrutando de este lado tímido de ti, pero espero que seas
fuerte cuando estés debajo de mí más tarde.
De nuevo, tembló.
—¿Qué? —susurró ella.
—Ya me has oído.
Luego la sorprendí cuando la levanté y la tiré por encima de mi
hombro. Chilló y luego se echó hacia atrás, tirando de su vestido para cubrir
su lindo trasero cubierto de algodón.
—¡Bájame, Wyatt! Soy perfectamente capaz de caminar.
—Sí, pero ¿dónde está la diversión en eso? —Luego volteé su vestido
y le di una nalgada, haciéndola chillar una vez más.
Si íbamos a hacer esto del matrimonio, entonces era hora de empezar
nuestra luna de miel.
4
Addison
Estar con Wyatt era todo lo que imaginé que sería. Después del
agotamiento de fingir ser mi hermana alrededor de cientos de personas, era
un alivio fingir solo con una persona. Una persona que, por lo que podía ver,
realmente no sabía mucho sobre mi hermana, ya que parecía feliz de aceptar
que yo era ella a pesar de que estaba constantemente metiendo la pata.
Mi timidez no dejaba de asomarse sin importar cuánto intentara
controlarla. Y, aunque estaba tratando de exudar la confianza de mi
hermana, no podía evitar sentirme la chica más afortunada del mundo por
pasar el tiempo con el hombre del que había estado enamorada una buena
parte de mi vida.
Eso fue hasta que me arrojó sobre el hombro y comenzó a regresar a
nuestro búngalo. Era nuestra noche de bodas, y sabía lo que se esperaba.
No es que no quisiera estar con Wyatt. Quería. Pero, aun así, estaba nerviosa
ya que sería mi primera vez. Afortunadamente, mi hermana me dijo que
nunca se había acostado con Wyatt. De lo contrario, no estaba segura de
haber podido hacerlo.
Una vez llegamos a la puerta, me puso en pie y me sonrió. Sacando la
llave, abrió la puerta. Me moví para cruzarla, pero, antes de que pudiera
hacerlo, se inclinó y me levantó. Me puse rígida en sus grandes brazos; no
estaba acostumbrada a ser tratada así. Los chicos nunca me prestaron
mucha atención, mucho menos me levantaron y me cargaron como si no
pesara nada.
—Si vamos a hacer esta cosa de estar casados, podríamos hacerlo
bien, ¿verdad?
Asentí, sintiendo una risita subiendo por mi garganta.
Nunca lo había visto tan juguetón. Era otro lado de Wyatt para que
me enamorara.
Me llevó por el umbral y luego me bajó una vez más para girarse y
cerrar la puerta. Una vez que se cerró la puerta, la habitación pareció
cerrarse a nuestro alrededor. El silencio envolvió el búngalo, dejando solo
los sonidos del agua fluyendo por las vigas debajo de nosotros.
Me miró fijamente, sus ojos marrones se oscurecieron, y luego se
estiró y pasó su dedo por un lado de mi cuello. La electricidad me picó en la
piel donde me tocó.
—Esto también es diferente para mí. —dijo.
Confundida, le pregunté:
—¿Qué quieres decir?
—No soy un hombre blando, pero, por alguna razón, quiero serlo
contigo.
Tragué, mi corazón se derritió ante sus palabras.
Una vez más, su dedo rozó mi cuello.
—Allison —susurró el nombre de mi hermana, enviando una ola de
escalofríos por mi cuerpo. Uno, porque era el nombre de mi hermana. Y dos,
porque su aliento rozó mi piel y me hizo temblar.
—¿Sí?
No respondió. En cambio, me sorprendió cuando se inclinó y me besó.
Sus labios eran ardientes y exigentes. Sus dedos se tensaron sobre la falda
de mi vestido, acercándome hasta que estuve pegada a él; agarró mi trasero
y me levantó. Como si hubiera hecho esto antes, envolví con las piernas su
cintura y jadeé en su boca cuando presionó contra mi centro.
Nos giró hasta que sentí mi espalda contra la pared. Una vez más, se
presionó hacia mí, y su dura longitud rozó las partes más sensibles de mí.
Sentía las bragas de algodón ásperas contra mi clítoris, haciéndome temblar
cada vez que se movía contra mí.
—Joder, qué bien te sientes —dijo entre dientes apretados antes de
alejarse y dejar que me deslizara a lo largo de su cuerpo hasta que mis pies
tocaron el suelo.
Retrocedió, pasándose sus largos dedos por su cabello oscuro
mientras sus ojos me devoraban. Sus anchos hombros bloqueaban la luz
detrás de él, envolviéndome en su sombra. Mis ojos se movieron sobre sus
grandes brazos, fijándome en sus tatuajes.
Wyatt era más viejo y con más experiencia que los hombres de mi
edad. No es que alguna vez hubiera estado con alguien más, pero me
encantaba el conocimiento de sus ojos cuando me miró. Lo podía ver en sus
ojos oscuros. Sabía exactamente lo que quería hacerme.
Me miró como una bestia salvaje, haciendo que me sintiera atrapada.
Cazada.
Deseada.
Nunca había visto a Wyatt así, y nunca había estado en esta posición.
No tenía idea de qué hacer a continuación. Mis nervios me desbordaban
demasiado rápido, haciéndome sentir como si estuviera dando vueltas.
—Sólo quiero verte —dijo, con sus ojos moviéndose por mi vestido
hasta que llegó a mis piernas.
¿Quería verme desnuda?
Nunca había estado desnuda frente a otra persona, excepto por
Allison, pero sabía que, si me retiraba ahora, sabría que no era ella y todo
se desmoronaría. Me agaché, agarré la parte inferior de mi vestido y comencé
a levantarlo, pero, antes de llegar a mis muslos, sus manos se posaron sobre
las mías, deteniéndome.
—No. Quiero desnudarte.
Se levantó la camisa y se la sacó por la cabeza, dejándolo desnudo de
cintura para arriba. Era más que hermoso.
La tinta se abría camino a través de su pecho y brazos, dándole un
aire peligroso. Nunca había visto a Wyatt sin camisa, así que no sabía que
tenía tantos tatuajes, pero me gustaban.
Mucho.
Mis ojos se hundieron desde su ancho y suave pecho y sobre un
conjunto de hermosos abdominales antes de llegar a su ombligo y al
pequeño sendero de vello oscuro que se extendía hasta la parte superior de
sus pantalones cortos.
Se los desabotonó y la tela se abrió, revelando más del camino que
continuaba hacia abajo.
—Me encanta cómo me miras —dijo mientras metía la mano en el
interior de sus pantalones cortos y comenzaba a moverla de arriba a abajo,
haciendo que la tela que lo cubría se tensara con cada movimiento de su
puño.
Dios mío, nunca había estado tan caliente por todas partes.
—¿Cómo te miro? —pregunté, con la voz ronca y desconocida para
mis oídos.
Se acercó más, y su olor masculino llenó mis sentidos.
—Me miras como si fuera el primero. Es jodidamente sexy.
Lo miré a los ojos, deseando poder decirle la verdad.
Era mi primero.
Solo esperaba que no fuera obvio. No tenía idea si él podría sentir que
yo era virgen, pero, si lo hiciera, tendría que pensar rápidamente.
Mi mentira oscureció mi estado de ánimo, y sentí mi cuerpo enfriarse.
Toda la pasión que había sentido minutos antes parecía disminuir con mi
traición.
Reclinó mi cabeza, sus ojos se movieron sobre mi cara y, una vez más,
me preocupé de que notara las diferencias entre Allison y yo. No eran
muchas, y eran pequeñas, pero, si alguien que nos conocía bien nos mirara
lo suficiente, podría distinguirnos.
—Qué hermosa eres —susurró.
No pude mirarlo a los ojos más tiempo, y aparté mi mirada. Aunque
él no quería eso. Levantó la mano, tomando mi barbilla entre el pulgar y el
índice, y giró mi cara hacia él.
—No apartes la vista de mí. Sé que no soy el primer hombre en decirte
que eres hermosa. Sabes que lo eres. Pero verte ahí afuera con tu cabello
volando con la brisa y el sonrojo en tus mejillas... Nunca te había visto así.
Parecías tan contenta, tan inocente, tan jodidamente dulce.
Eso era porque estaba acostumbrado a Allison y su constante
necesidad de moverse. Su necesidad de ser ruidosa y vista. Era la reina de
ser el centro de atención, lo que significaba que nunca tenía tiempo para
sentarse y empaparse de las cosas.
¿Yo?
No tenía ningún problema en absoluto con disfrutar de la belleza a mi
alrededor. No estaba segura de cuánto duraría nuestra artimaña, pero
quería ver el esplendor de cada segundo con Wyatt.
—Es hermoso allá afuera —le dije, señalando con la cabeza hacia la
ventana con la pintoresca vista del océano justo afuera—. ¿Quién no estaría
contenta en un lugar como este y un hombre como tú?
Tragué, casi sin creer que hubiera dicho algo tan descarado.
Él no respondió. En cambio, se inclinó y me besó de nuevo. Sus manos
se movieron por mis costados hasta que acarició suavemente mis pechos.
Me quedé sin aliento y, cuando lo hice, su lengua entró en mi boca, girando
contra la mía. Seguí su ejemplo, tratando de mantener el ritmo, aunque
sentí que iba a desmayarme por la sensación de su piel caliente contra mi
cuerpo.
Sus manos se deslizaron por mi cuerpo mientras rompía el beso y
comenzaba a mordisquear un costado de mi cuello. Nada se había sentido
nunca tan increíble. Ladeé mi cabeza, dándole el espacio que quería y,
mientras me besaba el cuello, metió las manos debajo de mi falda,
agarrándome las caderas y llevando de mi cuerpo contra el suyo.
Gemí, me encantaba la sensación de sus grandes manos sobre mi
cuerpo, y él gruñó contra mi piel como si cualquier sonido que hiciera lo
encendiera aún más.
Su mano se abrió camino alrededor de mi cadera hasta que sentí sus
dedos rozar el exterior de mis bragas. Mis rodillas temblaron de debilidad, y
mi cuerpo latió con fuerza por él. Justo cuando pensé que no podía
soportarlo más, echó a un lado mis bragas y deslizó un dedo en el interior.
Rozó los suaves rizos entre mis muslos antes de que su nudillo rozara mi
clítoris.
—¡Oh, Dios! —respiré, clavando mis pequeños dedos en sus anchos
hombros para sostenerme.
—Estás empapada, nena —dijo, mordisqueando el lóbulo de mi oreja.
Su aliento se precipitó en mi oído, haciéndome temblar—. ¿Tu pequeño coño
palpita por mí?
Mordiéndome el labio inferior, no pude hablar cuando una vez más
pasó su dedo por el nudo de nervios en mi centro. En cambio, asentí.
Se echó hacia atrás, sacudiendo la cabeza.
—No. Dilo. Dime que me deseas.
Abrí la boca para hablar, pero las palabras quedaron atrapadas en mi
garganta. Una vez más, su dedo me rozó antes de que se moviera más
profundo, recogiendo mi humedad en su dedo mientras lo deslizaba a través
de mi apertura.
—Dímelo —susurró, con los ojos pegados en mi cara como si estuviera
sintiendo lo que yo sentía.
—Te deseo, Wyatt.
Era lo más honesto que había dicho toda la noche.
Siempre había deseado a Wyatt y, finalmente, era mío.
Más o menos.
Su mano desapareció de entre mis muslos y, antes de que me diera
cuenta de lo que estaba haciendo, me pasó el vestido por encima de la
cabeza y lo arrojó al suelo a nuestros pies. Me besó de nuevo, levantándome
y animándome a envolver con mis piernas su cintura.
Comenzó a cruzar la habitación y se dirigió hacia el espacio donde se
encontraba la cama de matrimonio. Con cada paso, su cuerpo se movía
contra mi sensible centro. Le devolví el beso, mis ruidos se derramaban de
mis labios y hacia su boca con cada movimiento.
Cuando llegamos a la habitación, me acostó sobre la cama y se puso
de pie sobre mí, observando mis pechos desnudos y mis simples bragas de
algodón. Me estiré para cubrirme, pero apartó mis manos.
—Eres jodidamente sexy. No te cubras. Solo mirarte está haciendo que
me gotee la polla.
Se agachó y se bajó sus pantalones cortos por las caderas, liberando
su dura polla.
Púrpura.
Gruesa.
Más grande de lo que nunca imaginé que sería.
Y goteaba en la punta justo como dijo que lo hacía.
La agarró, apretándola y acariciándola, antes de moverse sobre mí.
Esto era todo muy nuevo. Había visto fotos de hombres desnudos
antes, pero esas fotos no tenían nada que ver con Wyatt. Su cuerpo era
grande y duro, el calor y el peso de él me emocionaban. Ahuecó mi mejilla
antes de besarme una vez más con una pasión con la que solo había soñado.
Estaba sucediendo
Estaba a punto de perder mi virginidad con Wyatt.
Era una cosa de sueños. Era algo que nunca me había permitido
querer. Siempre me había parecido tan lejos de mí, pero aquí me hallaba,
acostada debajo de él y disfrutando de la sensación de su boca en mis labios
y mi piel. Alejándose de mis labios, besó mi cuerpo, deteniéndose solo para
chupar un pezón erecto entre sus labios haciéndome gemir y arquear la
espalda.
Usó su lengua debajo de mis pechos, barriendo con su calor mi
delicada piel antes de deslizarse por el centro de mi estómago y alrededor de
mi ombligo. Mi cerebro gritó para que se detuviera, pero mi cuerpo le rogó
que siguiera adelante. La necesidad de esconderme de él desapareció y fue
reemplazada por una necesidad diferente. Una que hacía que mi cuerpo
palpitara y doliera.
Retiró la banda de mis bragas y deslizó su lengua por la piel que
descubrió.
—¿Qué pasa con estas bragas de algodón que estás usando? —
preguntó, una vez más deslizando su lengua sobre mi piel.
Fue entonces cuando tomé conciencia de mis bragas lisas. Era muy
diferente a Allison usar algo tan simple. De hecho, su equipaje, con el que
lamentablemente estaba atascada, se encontraba lleno de lencería sexy y
ropa demasiado reveladora.
Afortunadamente pude convencer a Wyatt de que se detuviera en casa
de mis padres antes de ir al aeropuerto. Una vez dentro, me puse mis lentes
de contacto, que nunca usaba porque eran incómodas, y agarré casi todo el
cajón de bragas. Me recordé que, a partir de ese momento, tenía que usar
las bonitas bragas y la ropa reveladora de Allison.
—Lo siento —gemí, esperando que mi ropa interior sencilla y poco
atractiva no lo apagara.
Su cabeza se levantó, sus ojos se movieron sobre mi expresión con
una expresión de confusión en su rostro.
—¿Lo sientes? ¿Por qué? Son sexys. —Se inclinó y me dio un suave
beso en la parte interior de mi muslo—. Dulces e inocentes. Nunca pensé
que me encenderían, pero me están haciendo sentir cosas que nunca había
sentido.
—¿Como qué?
—Explosivo.
Tragué saliva.
—Ah, ¿sí?
Sus ojos oscuros se ennegrecieron, sus párpados cayeron hasta que
se convirtieron en grietas pesadas, y pude sentir la lujuria sobre mí como
un maremoto.
—Oh, definitivamente. Y, ¿saber que ahora eres mía? Me está
encendiendo muchísimo, pero no quiero que esto termine antes de que
comencemos.
Besó el interior de mi otro muslo y luego comenzó lentamente a
quitarme las bragas del cuerpo. Me levanté para él, permitiéndole quitar el
trozo de tela de mi cuerpo.
Tomándolas en sus manos, las olió y suspiró.
—Hueles dulce. Me pregunto si también sabes dulce.
Luego me sorprendió una vez más cuando se inclinó y lamió mi
apertura con un rápido movimiento de su lengua.
Mi cuerpo se arqueó, alejándose del colchón mientras gritaba por el
placer que me atravesó.
Cuando bajé de la sensación de su lengua contra mi carne húmeda,
él estaba una vez más encima de mí. Colocó su cuerpo entre mis muslos,
con su polla dura presionando el pliegue de mi muslo interno, y luego me
besó una vez más, dándome un pequeño sabor de mi dulzura en su lengua.
Le devolví el beso, metiendo su lengua en mi boca y perdiendo mis
dedos en su espeso cabello. Estaba tan perdida en su beso que no noté que
alineaba su cuerpo con el mío. De repente, todo el placer que estaba
sintiendo desapareció cuando presionó su gran polla contra mí con un
rápido empuje.
No me molestó que hubiera sido tan brusco. Después de todo, no era
culpa suya que no supiera que era virgen.
Era mío.
Grité, mi boca se abrió de par en par ante el impacto de su intrusión
masiva, y se puso rígido sobre mí.
—¿Estás bien? —preguntó, frunciendo el ceño en confusión.
Mordiéndome el labio inferior, asentí.
—Sí. Solo ha pasado un tiempo —mentí. Clavándole las uñas en la
espalda, lo acerqué más—. No te detengas.
No se movió, pero me di cuenta por la expresión en su rostro que
quería.
—¿Estás segura? Podemos parar.
Parar era lo último que quería. Claro, no se sintió muy bien cuando
entró por primera vez en mí, pero sabía que esa parte iba a doler. También
sabía que pronto sería increíble. Si podía hacerme sentir bien con solo un
dedo y un movimiento de su lengua, solo podía imaginar lo que podría hacer
con el resto de su cuerpo.
Se inclinó y me besó en los labios suavemente. Retirándose hasta que
solo sentí la punta de su polla dentro de mí, se lanzó hacia adelante una vez
más. Mis muslos se pusieron rígidos contra la intrusión, y tuve que
recordarme relajarme.
Se echó atrás y volvió a empujar hacia adelante, pero, esta vez, no
había dolor no allí, y me oí gemir un poco cuando sentí un pequeño indicio
de placer en mi interior.
—Eso es todo, nena. Joder, te sientes increíble —dijo contra la curva
de mi cuello, con las puntas de su cabello haciéndome cosquillas en la
mejilla.
Sus músculos se tensaban bajo mi agarre, flexionándose cada vez que
sus caderas bombeaban hacia mí. La humedad entre nuestros dos cuerpos
se fundió, nuestro sudor ayudó a su cuerpo a deslizarse contra el mío con
sus movimientos.
Cuanto más se movía, mejor se sentía, hasta que me encontré
agarrándole el culo y tirando de él hacia mi cuerpo. Mis rodillas se separaron
más mientras me desplegaba para él, deseándolo más y más.
—Ah, Dios —suspire—. No te detengas. Por favor, Wyatt, sigue
adelante.
Se echó atrás y me sonrió, mostrando un pequeño hoyuelo en mi
dirección.
—Estás cerca. Joder, puedo sentir tu coño apretándose alrededor de
mi polla. ¿Vas a venirte para mí?
No podía responderle. No con la forma en que estaba haciendo
trabajar mi cuerpo. Nunca había sentido este tipo de energía sobre mí, y me
consumía.
—Eso es. Vente para mí. Quiero sentirte dulce y resbaladiza a mi
alrededor.
Mis talones se hundieron en el exuberante colchón y empujé mi nuca
profundamente en la almohada. Mi cuerpo se elevó, tomando sus empujes
y disfrutando del ruido de él golpeando contra mí.
Más rápido.
Más fuerte.
Más húmedo.
Hasta que sentí algo elevándose dentro de mi centro.
Más y más alto.
Más y más profundamente.
Y luego cerré los ojos, mi cuerpo se puso rígido y llegué al clímax.
Grité, y el sonido resonó en las paredes del búngalo, mientras
embestía hacia mí más rápido, gruñendo como una bestia. Con los ojos y la
boca abierta bien abiertos, mi orgasmo pareció durar para siempre. Me miró
a la cara, disfrutando de mi placer casi tanto como yo.
—¡Mierda! Eso es, nena. Me voy a venir. Sí. Joder —rugió.
Se estrelló contra mí una última vez y se congeló, sus ojos se cerraron
con fuerza y su mandíbula se abrió.
Yo le había hecho eso. Le había hecho sentir ese placer. Nunca me
sentí tan increíble, en toda mi vida. Deslicé mis uñas por su espalda,
montando su orgasmo con él hasta que se relajó y se dejó caer encima de
mí.
Era pesado, pero se sentía fantástico. Deslizó su palma por mi muslo,
usando su pulgar para masajear el músculo, y luego presionó un dulce beso
en mi clavícula.
Lo amaba, y le había dado un pedazo de mí misma que nunca le había
dado a ninguna otra persona. Una parte de mí que no tenía planeado regalar
a nadie más. Me sentí emocionada por nuestro momento juntos, pero,
cuando volvió a hablar, mi felicidad disminuyó instantáneamente, y una vez
más me dejó con la sensación de estar rota y ser de segunda clase.
—Maldita sea, Allison. Eso fue increíble, nena.
Allison.
No Addison.
No Addy.
La deseaba a ella.
No a mí.
5
Wyatt
Me follé a Allison una vez más antes de que ambos nos desmayáramos
de agotamiento. Fue mi primera chica a pelo. Nunca había tenido relaciones
sexuales sin condón. No me gustó que se me olvidara cubrir mi polla, pero
una vez que estuve dentro de su húmedo calor, no pude forzarme a
detenerme. Un hombre decente al menos le habría preguntado si tomaba la
píldora, pero joder. Era mi esposa. Si quería penetrar profundamente en mi
esposa, lo haría.
Así que lo hice.
Dos veces.
Y fue el mejor sexo de mi vida.
Lo único extraño era lo apretada que estaba la primera vez. Sabía a
ciencia cierta que había estado con otros hombres, pero tal vez no tantos
como había asumido. Me sentí mal por pensar lo peor de ella. Obviamente
no tenía tanta experiencia como los rumores me hicieron creer.
Me desperté a la mañana siguiente con el sonido de la ducha
corriendo. Cuando abrí los ojos, ella ya no se encontraba en la cama a mi
lado. Rodando para ponerme de espaldas, me estiré y bostecé, sintiéndome
más satisfecho de lo que había estado en mucho tiempo.
Me levanté de la cama y me dirigí hacia el baño. Cuando llegué a la
puerta, me detuve, observando su cuerpo desnudo mientras lo enjabonaba.
Tenía su largo cabello mojado y pegado a sus hombros, y los ojos cerrados.
La había visto desnuda la noche anterior, pero, verla así, sin saber que
estaba siendo observada y completamente cómoda consigo misma, sentí que
mi polla comenzaba a endurecerse una vez más.
No podía tener suficiente de ella.
Sintiendo mi mirada, se volvió hacia mí y sonrió mientras un rubor se
extendía por sus mejillas.
En los últimos seis meses de estar con Allison, nunca la había visto
sonrojarse. Era diferente, pero jodidamente adorable.
Tal vez el matrimonio la cambiara, la ablandara un poco y la hiciera
más dócil conmigo.
Sabía una cosa: estar casado me estaba cambiando, y solo había
pasado un día.
Me deleité con sus tiernas curvas, mis ojos siguieron la caída de su
figura antes de aterrizar en sus senos perfectos. Eran respingones y
perfectos para mis manos, y los había probado toda la noche. Mi boca se
hizo agua solo con verlos.
Levantó la mano para comenzar a lavarse el cabello y cerré los ojos,
recordando cómo lucía como un abanico en las almohadas y cómo lo agarré
en un puño cuando lo jalé con fuerza y desde atrás la noche anterior. Tal
vez fuera nuestra nueva conexión. Quizás fueran los papeles que firmamos
uniendo nuestras vidas, pero, de alguna manera, se había vuelto más sexy.
No pude contenerme más. Caminando por el baño, abrí la puerta de
vidrio y me metí en la ducha con ella. Con los ojos cerrados, tenía la cabeza
echada atrás y el agua caliente caía en cascada a través de sus mechones
jabonosos mientras los enjuagaba. Seguí el camino de la espuma y el agua
mientras se deslizaban por sus hombros, sobre sus pechos y su plano
vientre antes de desaparecer entre sus suaves muslos.
Mierda.
Lo era todo.
Se quedó sin aliento cuando abrió los ojos y me encontró de pie
delante de ella. Me miró con suaves ojos azules como una pequeña gacela
lista para ser cazada.
Tomé sus labios suavemente al principio, bebiendo su sabor a menta
antes de girar mi lengua sobre su labio superior. Nunca había sido un
amante amable, pero, por alguna razón, entendí que necesitaba que lo fuera.
Si fuera cualquier otra mujer, ya la habría empujado contra la pared de
azulejos y me habría movido en su interior, pero con ella era diferente. No
era de torturas y angustias lentas, pero estaba empezando a disfrutar de las
expresiones y las sonrisas tímidas.
La forma en que decía mi nombre con un suspiro y me acarició la
espalda cuando me acercaba.
La forma en que me miraba a los ojos con confianza y admiración
cuando la hacía venir.
Era adictivo.
Ella era adictiva.
Nuestras lenguas bailaron juntas mientras deslizaba las palmas por
sus caderas y llenaba mis manos con su exuberante culo. Cuando la levanté,
sus piernas envolvieron automáticamente mi cintura. Empapado, salí de la
ducha y la llevé a la cama. Se rio cuando la puse sobre el suave edredón,
empapando la ropa de cama con su cabello y nuestros cuerpos húmedos.
Sus manos vagaron sobre los músculos de mis hombros antes de que
perdiera sus dedos en los mechones de mi cabello. Me apretó el cabello,
acercándome a ella, queriendo sentir todo de mí. Me acerqué a ella, dejando
que mi polla se deslizara por su apertura, y gimió contra mis labios.
Muy receptiva.
Tan jodidamente mojada y lista para mí.
Arrastré mi erección sobre su coño una vez más y ella rompió el beso,
echando la cabeza atrás contra el suave edredón. Sus ojos se cerraron con
fuerza, y su cuerpo comenzó a temblar y temblar en mis brazos.
—Dios, eso se siente... —Suspiró.
—Jodidamente increíble —terminé por ella.
Perdiendo mis dedos en su cabello mojado, agarré las largas hebras y
mantuve su cabeza quieta mientras besaba su mandíbula y cuello hasta que
chupé un pezón rígido entre mis labios. Sus pechos eran pálidos y pesados,
con pezones de color rosa palo que me encantaba chupar. Tomé uno,
masajeándolo suavemente mientras movía el otro con mi lengua.
Ella gritó, arqueando su cuerpo como si se ofreciera como sacrificio.
Me di un festín sobre ella, probando su dulce piel con mi lengua. Le lamí los
pechos, chupando hasta que estuve seguro de que no podía soportarlo más,
luego bajé más, mordisqueando su carne.
Una vez llegué a sus caderas, le pellizqué el muslo y su cuerpo se
levantó de la cama, dejando atrás un pequeño lugar húmedo que no era por
su ducha. Era su dulce crema lo que se derramaba en la cama por mí y,
ahora que la había visto, quería acercarme y saborearla.
Gruñí, levantándole la pierna sobre mi hombro mientras colocaba
unos agresivos chupetones en el interior de su muslo. Me agarró el cabello,
tirando fuerte de mi cuero cabelludo. Bajé mis besos más, capturando un
labio vaginal con mis dientes y pasando la lengua por la suave piel.
Ella jadeó como si nunca hubiera sentido la lengua de un hombre.
Aunque me sorprendió, me encendió entre las piernas, causando que mi
polla se tensara más. Que se endureciera. Necesitaba lo que me ofrecía. Sus
manos pasaron de mi cabeza a agarrar las sábanas como si la cama fuera a
evitar que volara cuando sus caderas salieron despedidas de la cama,
dándome la bienvenida a comerla.
Capturé su pequeño botón hinchado y chupé, sacudiéndolo con mi
lengua.
—Wyatt —gritó ella
—¿Te gusta? —pregunté, seguro de que estaba llorando de placer y no
de dolor.
—Dios, sí
—Bien. Aguanta, nena; está a punto de ser aún mejor.
Ella temblaba, su aliento saliendo jadeante.
—Por favor, Wyatt.
Mi nombre en sus labios me empujó y, una vez más, enterré mi lengua
en su interior, lamiendo sus jugos mientras la follaba con mi lengua. Le di
un empujón a sus piernas, extendiéndolas más para acomodar mis
hombros, y levanté su otra pierna sobre mi hombro.
Con sus muslos descansando cómodamente en mis hombros, me
sumergí más profundamente, comiendo y chupando sus azucarados jugos.
Apretó las piernas, capturando mi cabeza entre sus muslos firmes, y giré la
cabeza y le di un pequeño mordisco, haciéndole saber que me gustaba
cuando era ruda conmigo.
—Wyatt... oh, Wyatt. Por favor.
Sus piernas temblaron, sus dedos encontraron su camino hasta mi
cabello una vez más, empujándome y moviéndome contra su coño y
rogándome que la hiciera venir con mi boca. Gimoteó suavemente, su
respiración entrecortada y acelerada antes de que empezara a cantar mi
nombre como si fuera un dios al que le rezaba.
Agarré sus caderas, manteniéndola inmóvil mientras tiraba de ella
hacia mi boca, y luego la solté, moviendo la lengua con fuerza y rapidez
hasta que todo su cuerpo se tensó. Gritó mi nombre y llenó mi boca con su
dulce liberación.
6
Addison
Si nunca experimentara otra cosa mientras viviera, estaría satisfecha.
Su boca sobre mi carne y la forma en que usaba su lengua eran todo lo que
nunca supe que deseaba.
Alejándose de mi centro, volvió a chupar suavemente el interior de mi
muslo. Mi cuerpo sensible se sacudió por su atención, ya no podía lidiar con
su toque.
Me levanté, segura de que había terminado conmigo, pero, como un
león hambriento, comenzó a trepar por mi cuerpo. Se lamió los gruesos
labios como si no quisiera dejar de probarme, y me eché atrás cuando se
alzó encima de mí una vez más.
Debería haberme sentido tímida, ya que no estaba acostumbrada a
tener a un hombre encima de mí, e inexperta con el acto sexual por
completo, pero él era lo correcto. Me hacía sentir libre, como si nunca
necesitara esconderme de él, lo que hacía que mi estómago se hundiera con
pesar, ya que estaba haciendo exactamente eso.
Me estaba escondiendo de Wyatt.
Fingía ser alguien que no era.
Y la culpa me comía lentamente.
Quería abrir la boca y confesar. Quería decirle lo que sentía por él,
pero no podía. Tenía que guardar nuestro secreto, porque confesar no solo
ponía en peligro la vida de mi padre, sino que la idea de perder a Wyatt hacía
que mi corazón se sintiera dolorido y quebradizo.
Siempre había querido a Wyatt. Desde que era una niña que
observaba desde lejos cómo se convertía en un hombre, me sentí fascinada
con él.
Obsesionada con él.
Adicta.
Y tenerlo conmigo, dentro de mí, haciéndole el amor a mi cuerpo y
alma, sentí como si estuviera completa, de alguna manera.
Su polla rígida se deslizó contra mi carne resbaladiza, provocándome
y tentándome con más placer. Tenía la piel caliente bajo mis palmas cuando
pasé las manos por sus antebrazos. Mis dedos llenaron los valles de los
magros músculos de sus bíceps antes de agarrarle los hombros, con mis
uñas mordiendo su piel y haciéndolo sisear.
Usando un grueso muslo, empujó mis piernas para abrirlas mientras
se posicionaba. La punta de él empujó con estocadas lentas, poco profundas
y constantes hasta que empujó con fuerza, llenándome por completo. Me
quedé sin aliento, disfrutando de la sensación de él en todas partes.
—Wyatt. —Su nombre corrió sobre mis labios con placer.
Fue como si hubiera convocado a un demonio porque, una vez dije su
nombre, procedió a mostrarme exactamente hasta dónde podía empujarme.
Dominarme.
Poseerme.
Reclamarme.
Me poseyó con cada empuje abusivo, nuestra carne húmeda
golpeando hasta que lo único que pude ver era la cegadora luz blanca detrás
de mis párpados.
Mi voz se quebró, se rompió con su nombre mientras se movía sobre
mí como un hombre poseído por la necesidad. Gruñó, una de sus manos me
apretó con fuerza la cadera mientras que la otra se enredó en las hebras de
mi cabello. Jaló, echando mi cabeza a un lado para poder devorar la piel
caliente de mi cuello. Sus dientes rozaron mi hombro mientras me trabajaba
con un empuje tras otro.
—Me encanta cómo tu cuerpo me habla —jadeó contra mi piel—. No
puedes tomarlo, pero te mueres por más.
No se equivocaba.
No estaba segura de cuánto podría tomar, pero sabía que necesitaba
más.
—¿Mi cuerpo te está hablando?
No veía cómo podía siquiera tener un pensamiento coherente en ese
momento porque yo no podía. Todo lo que podía hacer era sentirlo.
Rodeándome.
Consumiéndome.
El único pensamiento en mi mente era cuánto más podía tomar
porque, cuanto más me empujaba, más lista me sentía para explotar en un
millón de pequeñas piezas.
—Sí —gimió, con la cabeza echada atrás y los músculos de su cuello
tensos de placer.
—¿Qué te está diciendo? ¿Te está diciendo lo bien que te sientes
dentro de mí?
—Joder —maldijo ante mis palabras—. Sí. Me está diciendo que no
puedes tener suficiente de mí.
—No puedo —admití, clavando los talones en la parte posterior de sus
muslos y sosteniéndolo contra mí con desesperación.
Me miró confundido, el sudor goteaba de su cara y me salpicaba el
pecho. Su expresión era de asombro y necesidad.
—¿Qué me estás haciendo? —preguntó—. No puedo... no puedo ir lo
suficientemente profundo. Quiero estar profundo, nena. Ser parte de ti.
Todo de ti.
Eran palabras de placer, palabras de un hombre conducido al
siguiente nivel, un hombre al borde.
Empujó con más fuerza, más profundo, hasta que alcanzó un lugar
secreto en mi interior y mi cuerpo cedió. Mi orgasmo me inundó como una
ola de mar caliente.
Extendiéndose.
Multiplicándose.
Sin fin.
Mi cuerpo tembló cuando mis gritos rebotaron por la habitación. El
calor se derramó entre mis piernas, cubriéndolo, y mi cuerpo lo sostuvo
hasta que se puso rígido sobre mí. Con una súplica desesperada, una vez
más gritó el nombre que estaba empezando a odiar.
—¡Allison!
Tenía tantas ganas de que dijera Addison o Addy y que me viera y me
conociera. No odiaba a mi hermana, pero estaba enojada porque me obligó
a hacer esto. Estaba enojada porque explotó mi amor por nuestro padre y
mi secreta obsesión con Wyatt para obligarme a casarme con el hombre al
que amaba.
Parecía una locura, aunque amaba tanto a Wyatt que me dolía,
nuestra relación no significaba nada, porque no estaba casado conmigo. No
me estaba haciendo el amor a mí. No iba a, ojalá, pasar el resto de su vida
conmigo.
Siempre sería Allison, y saber eso me rompía el corazón de una
manera que nunca supe que fuera posible. De hecho, me destruía un poco
cada vez que me llamaba por su nombre.
—¿Allison? ¿Estás bien, nena?
Cerré los ojos con fuerza y respiré profundamente, conteniendo las
lágrimas que ardían detrás de mis párpados. Allison nunca lloraría después
del sexo. Nunca lloraría en absoluto. Si iba a ser ella no podía dejar que me
viera romper.
Había dicho que le gustaba ese nuevo lado de mí. La timidez. El
contentamiento tranquilo. Al menos podría seguir siendo esa parte de mí
misma con él.
Abrí los ojos para encontrar sus suaves ojos astutos mirándome y,
una vez más, mentí.
—Estoy bien. Es solo una sensación abrumadora por dentro. No
puedo hacerla desaparecer.
Una sonrisa sexy tocó sus labios mientras salía de mi cuerpo. Una vez
más me estremecí con la sensación mientras el aire fresco llenaba mi pasaje
vacío.
—Entonces deja de intentarlo —dijo, inclinándose para besarme
dulcemente en la comisura de la boca—. Porque, si es por mí, siempre estaré
dentro de ti.
Me guiñó un ojo y solté una risita; me encantaba su alegría. Si no
fuera por el hecho de que ya estaba locamente enamorada de Wyatt, sabía
que pasaría nuestra luna de miel enamorándome de él.
7
Addison
Jamás, ni en mis sueños más locos, me habría imaginado haciendo
cosas tan emocionantes. Había pasado la mayor parte de mi vida
escapándome de la emoción, pero con Wyatt quería serlo. Quería vivir. Y ya
que mis minutos con el hombre que amaba estaban contados, quería
conseguir tanto de él como pudiera.
Luego de desayunar, nos duchamos juntos antes de salir de nuestro
búngalo. Por más que quisiéramos pasar toda nuestra luna de miel
enredados en la cama el uno con el otro, no había manera de que fuera a
irme de Bora Bora sin ver aunque fuera algunos de los paisajes.
Wyatt, era por mucho el hombre más sexy en la isla, con su oscuro
cabello desarreglado y sus lentes de aviador. Sus pantalones cortos caían
bajos sobre sus caderas, dejando a la vista las deliciosas marcas en sus
costados. Con su camiseta echada sobre su hombro, el sol brillaba en su
piel bronceada y lo hacía lucir como un dios. Y yo, era simplemente una
chica llena de deshonestidad que tenía la oportunidad de tomarle la mano
y estar a su lado.
Intenté no pensar en eso. No quería arruinar el mejor momento de mi
vida. En cambio, sonreí e hice algo que no planeaba hacer pretendiendo ser
Allison.
Fui yo misma.
Y lo mejor de ello fue que a Wyatt parecía gustarle más Allison cuando
estaba siendo Addison.
—¿Alguna vez has buceado? —preguntó Wyatt, regresando mi
atención al presente.
—Nop.
Esbozó una sonrisa, rodeando mis hombros con sus brazos y
acercándome a su lado.
—Te va a encantar.
La laguna era aún más azul a la luz del día, rodeada de playas de
arena blanca y palmeras altas. Adquirimos los snorkels de nuestra guía y
luego nadamos en las aguas claras, señalando los peces exóticos y los
arrecifes de coral. En la distancia, nos rodeaban montañas verdes,
haciéndonos sentir como si fuéramos las únicas personas en el mundo.
En ocasiones, él me acercaba a su cuerpo y yo lo rodeaba con mis
brazos y mis piernas. Nos abrazábamos mientras peces de mil colores
pasaban por nuestro lado. Estirando un brazo, dejé que los peces rozaran
mis dedos. Era como un sueño del que nunca quería despertar.
Luego de eso, nadamos con una mantarraya y los tiburones limón y
observamos cómo los guías los alimentaban. Estaba asustada pero
emocionada al mismo tiempo. Viendo cómo el rostro de Wyatt resplandecía
cuando reía con los guías, sentí dentro de mí una satisfacción y felicidad
absolutas.
En un momento dado, un tiburón pasó rozándome por mi lado,
provocando que me tensara, pero Wyatt me rodeó con sus brazos y jamás
en mi vida me había sentido así de querida y segura.
Se pasó toda la excursión buscando pequeñas maneras de tocarme.
Una caricia dulce en la cara interior de mi brazo, la yema de un dedo
recorriendo mi mandíbula o sus manos en mi cadera para alejarme de los
tiburones, dejando que recorrieran mi cuerpo sin detenerse y cada vez que
sus dedos me tocaban, me daba escalofríos.
La distracción era necesaria. Especialmente luego de haber casi
llorado frente a él aquella mañana. Y descubrí que hacer cosas con Wyatt
era divertido. Era carismático y amigable. Las mujeres lo observaban
incesantemente e incluso llegaban a coquetear con él frente a mí, pero no
perdía su atención. Era como si ni siquiera notara que existían todas esas
otras mujeres.
Él solo tenía ojos para mí y a pesar de que estar en público con tan
solo un bikini puesto no era lo más cómodo del mundo, todo era perfecto.
No había tenido otra opción que llevar la maleta de Allison, ya que había
empacado para su luna de miel antes de la boda. Y aunque Allison y yo
éramos casi de la misma talla, yo era ligeramente más grande que ella. Mis
pechos, mis caderas y mi trasero eran un poco más llenos.
El diminuto bikini que había empacado me hacía sentir fuera de mi
elemento y luego de habérmelo puesto, Wyatt me había echado un solo
vistazo antes de amenazarme con llevarme a la cama otra vez y volver a
hacer lo que quería conmigo. Sus ojos habían recorrido mi cuerpo y había
sonreído como un depredador antes de acercarse a mí.
Deslizó su nariz por mi mandíbula y susurró:
—Vas a torturarme todo el día con esto puesto. —Luego se alejó y su
mandíbula se tensó—. Y voy a tener que pasarme el día entero ahuyentando
hombres.
Me reí ante eso.
—Sí, seguro.
—Lo digo en serio, nena. ¿Te has visto? —preguntó, recorriendo con
un dedo la pequeña tela cubriendo mis senos—. Voy a tener que hacer algo
drástico si atrapo a algún hombre mirándote.
Aquella pizca de celos suya era excitante. Era ligeramente sexy
imaginarlo convirtiéndose en una bestia y atacando a cualquier hombre que
intentara hablarme.
—¿En serio? ¿Cómo qué? —pregunté, deseosa de oír más sobre las
cosas que haría para protegerme.
Me atrajo hacia sus brazos y me besó con dulzura en los labios. La
manera en la que me besaba y la sensación de ser suya se sentían
demasiado bien para ser verdad.
—Les patearía el trasero o te alzaría sobre mi hombro y traería a tu
hermoso culo de vuelta aquí para follarte —dijo contra mis labios.
Me reí contra su boca y me alejé un poco, enterrando mis dedos en su
cabello.
—Me gusta cuando actúas como un hombre de las cavernas.
—Ah, ¿sí? —preguntó, antes de alzarme y echarme sobre la cama.
Afortunadamente, mi bikini no fue una atracción tan espectacular
como creyó que lo sería y no tuvimos problema alguno. Sin embargo, él no
fue capaz de dejar de tocarme y repetir que no podía esperar a tenerme de
vuelta en nuestro búngalo.
Una vez que volvimos al muelle, pasé sobre mi cabeza el vestido de
playa que Allison había empacado que combinaba con el bikini y deslicé mis
pies dentro de un par de sandalias brillantes. Al terminar, me puse de pie y
observé a Wyatt secarse el cabello. Mis ojos se deslizaron hacia su pecho
bronceado y al pequeño lugar cubierto de vello bajo su ombligo que estaba
comenzando a amar.
Deslizó sus lentes sobre su nariz y tomó mi mano mientras nos
dirigíamos a nuestro búngalo.
—Eso fue divertido. No puedo creer que nadamos con tiburones. Fue
emocionante, pero no podía dejar de preocuparme de ser comida por uno de
esos pequeños.
Cuando había mencionado la idea de nadar con tiburones, me había
imaginado criaturas como las de Tiburón1. Afortunadamente, los tiburones

1Tiburón es una película estadounidense de terror, suspenso y aventuras de 1975, dirigida por Steven Spielberg.
En la historia, un enorme tiburón blanco devorador de hombres ataca a los bañistas en las playas de Amity
eran pequeños y solo tenían interés en los peces con los que los guías los
alimentaban.
Su profunda risa llenó mis oídos y su mano le dio un apretón a la mía.
—Si te hubieran probado, estaríamos perdidos.
Estaba siendo sarcástico, ya que los tiburones eran obviamente
demasiado pequeños para hacer un daño real, pero aun así disfruté el hecho
de que creyera que sabía bien.
—Lo siento, señor, ¿está diciendo que tengo un sabor dulce? —
Coqueteé.
¿Desde cuándo coqueteaba?
¿Quién era esta mujer en la que me estaba convirtiendo?
¿Y por qué me gustaba tanto?
Alzando mi mano hacia sus labios, me besó los dedos.
—La más dulce de todas. —Sonrió.
Ante eso, alejé mi mano de la suya y comencé a caminar hacia atrás
de vuelta hacia la playa. Él soltó una risa y me siguió. Una sensación
extraña recorrió mi cuerpo y de repente me encontré dándome la vuelta y
moviéndome más rápido.
—¿Qué haces, linda Allison? —dijo con voz cantarina.
Podía oírlo detrás de mí, acercándose con sus piernas largas y pasos
grandes.
Giré la cabeza para mirar detrás de mí y una sonrisa de complicidad
se extendió por mi rostro. Estaba cerca.
Con un chillido, abandoné mis sandalias y empecé a correr desde el
muelle hacia la arena blanca. Riéndome, corrí a través de las áreas
húmedas, enfriando las plantas de mis pies. Estaba exactamente detrás de
mí; su risa resonando a mi alrededor.
Una vez que me atrapó, la calidez de su cuerpo contra mi espalda
encendió el fuego en mi sangre. Me di la vuelta aún entre sus brazos e
inmediatamente noté la lujuria en sus ojos.
—Hice que me persiguieras —me burlé.
—Siempre te perseguiré —susurró, capturando mis labios con los
suyos.

Island, lo cual lleva al jefe de la policía local a emprender la caza del escualo junto a un biólogo marino y un
cazatiburones profesional.
Nuestro pequeño juego del gato y el ratón fue divertido. Una vez más,
me alejé con una sonrisa y lo hice perseguirme. Las olas más pequeñas
entraron en contacto con mis tobillos cuando llegué al borde del agua.
—¡Si no quieres que se te moje la ropa, vas a tener que sacártela! —
dijo desde muy cerca detrás de mí.
No tenía idea de lo que estaba planeando, pero no quería que mi ropa
se mojara, así que rápidamente me deslicé mi vestido por mi cabeza y lo dejé
caer.
Me di la vuelta para verlo acercándose, sus pies moviéndose por la
arena y salpicando entre las pequeñas olas. Y entonces llegó hasta mí y me
alzó en sus brazos. Me sostuvo cerca de su cuerpo, sus brazos debajo de
mis rodillas y mis hombros y rodeé su cuello con los míos mientras nos
llevaba el agua.
Una vez que nos encontramos con el agua hasta la cintura, me separé
de él y acomodé mis piernas alrededor de sus caderas para sostenerme. Me
besó y pegó su frente contra la mía.
—Eres una sorpresa tan dulce —dijo.
—¿Qué quieres decir?
—No sabía qué esperar. Incluso tú tienes que admitir que nos
casamos rápido, pero aquí eres diferente.
Me tensé en sus brazos, preocupada por lo que vendría después.
—Lo siento —dije rápidamente.
Alzando una mano, puso un mechón de cabello detrás de mi oreja.
—No te disculpes. Me gustas así —dijo, besando mi nariz.
Me derretí.
Allí mismo, en sus brazos, en las aguas claras del lugar más hermoso
que había visto jamás, me volví lánguida como el agua a nuestro alrededor.
Dijo que le gustaba así. Prefería a una mujer parecida a mí que a Allison.
Nada me gustaría más que decirle la verdad. Tal vez no le importaría. Tal
vez podríamos funcionar como Wyatt y Addy en lugar de Wyatt y Allison.
La angustia que había sentido antes luego de que me llamara por el
nombre de mi hermana, disminuyó. Podría pensar que era mi hermana, pero
parecía gustarle por mí.
No Allison.
No la mujer con la que había estado por los últimos seis meses y con
la que se suponía que debía casarse.
Yo.
Era la primera vez en mi vida que alguien me había puesto delante de
mi hermana. Amaba a Allison, pero haber pasado mi vida como la segunda
siempre había dolido. Y, sin embargo, Wyatt había logrado borrar años de
cicatrices profundas en un par de días.
No esperé a que me besara. Esta vez, fui yo quien lo besó, presionando
mi cuerpo contra el suyo como si no pudiera estar lo suficientemente cerca
de él. Sentí su erección contra mi estómago, rompí el beso y me reí.
—¿Siempre estás así? —pregunté.
Sonrió, y a pesar de que sabía perfectamente a qué me refería,
preguntó:
—¿Así cómo?
Dejé que una mano viajara hasta el espacio entre nosotros,
recorriendo con mi palma la parte delantera de su dureza.
—Así de duro.
Dejó escapar un siseo y mordisqueó mi labio.
—Normalmente no, pero no puedo evitarlo cuando estoy contigo.
Supongo que le gustas a mi polla.
Sonreí, gustándome mucho el tono juguetón entre nosotros.
—Ah, ¿sí? ¿Tal vez quiera salir a jugar?
Se rio, su pecho vibrando contra el mío.
—Eres tan jodidamente bonita. No hay nada que amaría más que salir
a jugar, pero ahora mismo no podemos.
Hice un puchero, provocando que volviera a reírse.
—Lo siento, nena. Pero te tengo una sorpresa.
Mi ceño fruncido desapareció y sonreí. No podía recordar a alguien
sorprendiéndome alguna vez.
—Mucho mejor —dijo inclinándose y besándome—. Amo cuando
sonríes.
Las palabras te amo danzaron detrás de mis labios.
Lo sentía.
¿Por qué no podía decirlo?
Algo profundo dentro de mí me frenaba. No estaba segura de qué era,
pero tenía miedo. Aún no habíamos pronunciado esas palabras, además de
durante nuestros votos e incluso entonces, creo que ambos sabíamos que
estábamos aparentando. Lo decía en serio, pero las palabras no eran mías.
Pero cuando volviera a decirlas, las diría en serio y no se sentía correcto
hacerlo mientras lo estaba engañando.
Sus ojos capturaron los míos y tuve la sensación de que estaba
pensando lo mismo que yo. Las palabras se mantuvieron en el aire a nuestro
alrededor e incluso aunque no dijo que me amaba, las sentí en lo más
profundo de mis huesos.
Acunó mi mejilla con su mano, giré la cabeza y besé el centro de su
palma. Y luego, con el atrevimiento que estaba aprendiendo a tener, acerqué
su rostro al mío y lo besé con dulzura. Acaricié sus labios con mi lengua y
abrió los suyos para mí, permitiéndome poseer su boca a mi modo.
Dulcemente.
Amorosamente.
Completamente.
8
Wyatt
Ella iba a ser mi muerte. Estaba seguro de ello. Lo único que me
apetecía hacer era empujar dentro de ella y quedarme allí por siempre.
Nunca me había sentido así por ninguna mujer y, sin embargo, en tan solo
un par de días estando lejos, Allison había cambiado completamente
nuestra relación.
Tal vez el matrimonio hacía eso.
Tal vez simplemente la estaba viendo diferente por nuestra nueva
conexión.
Pero podía verme a mí mismo enamorándome de mi esposa cuando
antes no había creído que fuera posible. Allison solía ser fría y distante, pero
aquí en Bora Bora, rodeada de calidez y la luz del sol, estaba resplandeciente
y actuaba apasionada.
Lo era todo.
Nos llevé fuera del agua y la dejé sobre sus pies cuando llegamos a la
arena. Una vez que recogimos nuestros zapatos y su ropa, nos tomamos de
las manos y nos dirigimos hacia la sorpresa que tenía para ella.
—Dime, Allison. ¿Qué tan valiente eres?
Me miró con los ojos muy abiertos.
—¿A qué te refieres?
Me reí, ansioso por ver la expresión en su rostro cuando llegáramos a
nuestro destino. Y cuando pudimos ver los coloridos paracaídas en el aire y
los botes, la comprensión llegó a su rostro. Su boca se abrió y la
preocupación hizo que su ceño se frunciera.
Sosteniendo su mano con fuerza en caso de que echara a correr, la
dirigí hacia el muelle donde una línea de botes se balanceaba ligeramente
sobre el agua. Había gente deambulando por el muelle, cegándome con su
ropa tropical y de colores neón. Llegando al último bote, nos encontramos
con algunos residentes instalando un parapente de todos los colores del
arcoíris para nosotros.
Cuando me acerqué al bote, ella se detuvo, intentando clavar sus
sandalias en la madera del muelle.
—¿Estás bien? —le pregunté.
No respondió, pero podía ver en sus ojos que estaba asustada.
—Puedes decir que no si quieres, pero me encantaría que hicieras
paravelismo2 conmigo.
Simplemente se quedó allí parada, observándome.
—Vamos. Nadaste con tiburones. Eres una mujer salvaje, ¿recuerdas?
—Tiburones bebés —aclaró.
—Un tiburón es un tiburón. El punto es, eres la mujer más valiente
que conozco.
Sonrió, dándole un pequeño apretón a mi mano antes de
sorprenderme diciendo:
—¿Sabes qué? Hagámoslo. Haría lo que fuera contigo.
Mi corazón dio un salto ante su confesión. Allison nunca me había
hablado con tanta dulzura. Era como si Bora Bora tuviera magia en el aire
y ella la estuviera inhalando toda.
Nos subimos al bote, y la sostuve para que no se cayera cuando se
balanceó ante nuestro peso.
—¿Nunca antes habías estado en un bote? —pregunté.
—Ha pasado un tiempo desde la última vez.
—Tendrás tus piernas de mar en un segundo.
Una vez se encontró lo suficientemente cómoda para sentarse, nuestro
guía nos explicó el proceso del paravelismo. Cada vez que mencionaba algo
que asustaba a Allison apretaba mi mano, como si aquello la hiciera sentir
mejor. Me gustaba ser su cable a tierra, de alguna manera. Quería ser fuerte
para ella. Me necesitaba y me encantaba que lo hiciera.
Cuando el bote comenzó a alejarse del muelle, se inclinó hacia mi
costado y la sostuve cerca rodeando sus hombros con mi brazo. Su cabello
estaba recogido en un moño despeinado, sus lentes oscuros manteniendo
sus ojos azules fuera de mi vista y no pude evitar quedarme observándola.
Era hermosa.
Sexy.
Dulce.

2Actividad recreativa donde una persona es remolcada detrás de un vehículo (usualmente un bote) mientras se
encuentra atada a un paracaídas, el cual asciende en el aire a medida que el bote acelera.
Y mía.
—Bien, ya llegamos —dijo el guía mientras hacía frenar el bote.
Aquí se sentía como si este lugar fuera el centro del universo.
Las cosas se movieron con rapidez a partir de ese momento. Nos
trasladaron hacia la parte trasera del bote y a una plataforma en donde nos
pusieron el equipo necesario para el paravelismo.
Entonces el bote se movió y Allison estaba a mi lado, repitiendo:
—No puedo creer que esté haciendo esto. No puedo creer que esté
haciendo esto.
—Sólo respira. Prometo que te encantará.
El viento entró en contacto con el paracaídas y nos elevó, alzándonos
hacia el cielo. Allison gritó y extendí la mano hacia ella para tomar su mano,
pero entonces soltó un chillido de risa y felicidad y no pude evitarlo. Me reí
con ella.
—¡Oh, Dios! ¡Esto es increíble! —gritó.
El mundo se alejó de nosotros y cuando miramos hacia el horizonte,
no era posible descifrar dónde terminaba el océano y dónde comenzaba el
cielo. En el agua clara, podía verse dónde la misma se volvía más profunda,
dónde peces y vida marina abundaban y dónde los enormes arrecifes
dividían el fondo del océano.
Era hermoso, pero en vez de apreciar la vista, no podía despegar mis
ojos de Allison. Echó su cabeza hacia atrás, disfrutando la sensación de
volar mientras en bote nos llevaba cada vez más lejos de la orilla.
Sostuvo las riendas y dejó que sus piernas se movieran hacia delante
y hacia atrás, como si estuviera en una hamaca y no amarrada a un
paracaídas en el aire.
—¿Te está encantando? —pregunté.
Dirigió su mirada hacia mí, sus ojos llenos de emoción y la sonrisa
más grande que le había visto jamás en su rostro.
—Es perfecto. Todo es perfecto.
Y lo era.
Apenas podía creerlo, pero tenía razón. Éramos perfectos juntos. Era
difícil creer que hacía tan solo un par de días, me había sentido presionado
a casarme con Allison. Porque si tuviera la oportunidad de elegir ahora
mismo, me casaría con ella cada día del resto de mi vida.
Una vez estuvimos de vuelta en la orilla, nos tomamos las manos
mientras nos dirigíamos a cenar. Allison sostenía sus sandalias en su otra
mano, dejando que la arena se deslizara entre los dedos de sus pies. Su
cabello aún estaba recogido, y detrás de su oreja tenía dos flores exóticas y
coloridas. Se había bronceado un poco y su piel brillaba a la luz de las
antorchas hawaianas y las velas que iluminaban el camino hacia el
restaurante.
En lugar de sentarse frente a mí en el restaurante, se sentó a mi lado
con su costado contra el mío, como si no pudiera estar lo suficientemente
cerca de mí. Olía al océano y tenía granos de arena en su cabello.
Inclinándome hacia ella, besé su hombro justo debajo de donde la tira de su
bikini se ataba en su cuello, y ella acarició mi mejilla como si hubiéramos
pasado años de nuestras vidas amándonos.
No era sí.
Técnicamente, en ningún momento de nuestra semi-relación
habíamos mostrado tanto afecto hacia el otro.
Compartimos nuestra comida, dándonos de comer el uno al otro y
riéndonos. Y en vez de vino caro, insistió en beber Hinano, una cerveza local,
y disfrutar de la cultura. Era perfecto y llegué en ese momento a la
conclusión de que… amaba estar casado. Si no tenía cuidado, iba a
enamorarme de Allison incluso antes de que nos fuéramos de Bora Bora.
Cuando regresamos a nuestro búngalo, nos duchamos juntos
nuevamente, algo que esperaba que siguiéramos haciendo al regresar a
casa. Ambos estábamos demasiado cansados para tener sexo, pero nos
lavamos el uno al otro. Puse champú en su cabello y masajeé su cabeza,
quitando de ella la arena y el aroma del océano. Ronroneó como un gatito,
incitándome a besar su hombro con dulzura.
Esta mujer.
Estaba ganándome como ninguna otra mujer había podido hacerlo
jamás.
Luego de nuestra ducha, nos metimos en la cama y nos enredamos el
uno en el otro.
—Hoy fue un día increíble. Gracias —dijo, presionando su mentón
contra el costado de mi cuello.
Se mantuvo allí, acostada con un brazo y una pierna sobre mi cuerpo.
Nunca había sido el tipo de persona que dormía cerca de alguien más.
Usualmente, las mujeres con las que estaba se iban luego de que tuviéramos
sexo, pero acostarme allí con Allison era mucho más que solo sexo.
Era cómodo.
—Gracias —respondí—. No habría sido tan divertido si no hubieras
estado conmigo.
Y era cierto.
Había hecho paravelismo hacía unos años con algunos amigos y
aunque había sido increíble, nada era comparable con ver a Allison
experimentándolo por primera vez.
Se alzó sobre un codo, apoyando su barbilla en mi pecho.
—¿Qué haremos mañana?
Distraídamente, enrollé uno de sus rizos alrededor de mi dedo.
—Lo que tú quieras.
—¿Hay algo que quieras hacer mientras estemos aquí?
Sonreí.
—Si fuera por mí, no saldríamos de esta cama.
Golpeó mi pecho y sacudió la cabeza.
—Eres insaciable.
Alzando mi cuerpo, besé la punta de su nariz.
—Y tú estás casada conmigo. Puede que no vuelvas a dormir nunca
más.
—Qué afortunada.
Me reí.
—Sí. Qué afortunada.
Escribió en mi pecho con las yemas de los dedos y traté de adivinar lo
que estaba escribiendo. No pasó mucho tiempo antes de que lograra que me
relajara completamente y poco a poco, me dormí.
No sé cuánto tiempo estuve dormido, pero un tirón húmedo en mi
polla me despertó. Cuando abrí los ojos, bajé la mirada para encontrarme
con Allison sobre sus rodillas inclinada sobre mí. Una cortina de mechones
rubios me hizo cosquillas en los muslos mientras rodeaba mi polla con su
cálida boca.
Volviendo a recostarme sobre mi almohada, hundí los dedos en su
largo cabello y cerré los ojos para disfrutar la sensación de su lengua en la
cara interior de mi longitud.
—Maldición —siseé.
Enrolló su lengua alrededor de la punta antes de succionar y dejar
que entrara todo hasta su garganta.
Se atragantó ligeramente y acaricié su mejilla en agradecimiento. Su
cabeza se movió de arriba abajo mientras comenzaba a tomar un ritmo que
provocó que mis caderas se alzaran para encontrarse con su boca.
Y luego me llegó un pensamiento.
Esta era la primera vez que Allison chupaba una polla.
No estaba seguro de cómo lo sabía. Pero lo sabía.
No era que no se sintiera bien porque se sentía malditamente
increíble, pero podía adivinarlo por lo tímida que estaba siendo al
acariciarme con su mano. Por la manera en que se movía hacia arriba y
hacia abajo una y otra vez como si no estuviera muy segura de estar
haciéndolo correctamente.
Y nuevamente, me hizo preguntarme si todas las cosas que había
escuchado sobre ella eran falsas. No tenía tanta experiencia en esto como
esperaba y la parte morbosa de mí le encantó completamente la idea.
Trató mi polla con dulzura. Claro, quería que fuera más dura, pero
saber que era posible que mi polla fuera la primera que había probado me
hacía sentir como si fuera a explotar en su boca.
Mi dulce semi-virginal esposa.
Iba a follarla el doble de fuerte cuando terminara de complacerme. Y
luego iba a venirme bien profundo dentro en su pequeño y apretado agujero.
9
Addison
En vez de dormir, me quedé echada en la cama viendo cómo Wyatt lo
hacía mientras revivía en mi cabeza el mejor día de mi vida. Apenas podía
creer todo lo que había hecho. Nadar con tiburones y hacer paravelismo.
Era como si Wyatt me hubiera convertido en una mujer diferente.
Mis ojos descendieron hacia su pecho desnudo, apreciando las líneas
de sus abdominales antes de aterrizar en los cordones de los sexys
pantalones de chándal que llevaba puestos. Sonreí para mí misma cuando
noté que estaba duro de nuevo. Era como si nunca tuviera suficiente, lo cual
me parecía bien porque tener sexo con él era increíble.
Inclinándome hacia adelante, posé un beso dulce en su estómago,
sobre sus pantalones. Su piel era cálida contra mis labios, suave y sólida. Y
entonces se me ocurrió algo. Quería probarlo. Él ya me había probado a mí,
así que era justo.
Hizo un sonido ronco cuando desaté el cordón y bajé lentamente sus
pantalones. Una vez que estuvieron lo suficientemente bajos, su polla
escapó, dura y gruesa. Rodeé su longitud con mis dedos, sorprendida por la
calidez que transmitía.
Era una contradicción. Tan duro, pero tan suave al tacto. Le di un
leve apretón, y volvió a hacer ese sonido sexy. Inclinándome sobre él, lamí
la punta y sentí el sabor salado de su piel. Era diferente, distinto a cualquier
otra cosa que hubiera probado jamás, pero me gustaba.
Volví a hacerlo, pero esta vez, dejé que la punta entrara en mi boca y
alcé mi mano por toda su longitud. Sus manos se movieron hacia mi cabello,
y gruñó. Me encantaban los sonidos que hacía. Varoniles y deliciosos. Todo
en él era salvaje y hermoso.
No pasó mucho tiempo hasta que me encontré chupando su polla
mientras lo masturbaba al mismo tiempo, como si hubiera hecho esto
muchísimas veces en mi vida. No era así, pero Wyatt me hizo saber
exactamente lo que quería y cómo lo quería.
—Sí, así, nena —gimió, tirando suavemente de mi cabello para dirigir
mi boca a donde la quería—. Tus labios se ven maravillosos alrededor de mi
polla.
Cuanto más hablaba, más mojada me ponía. Se sentía como si su
polla estuviera viva dentro de mi boca, estremeciéndose de placer cada vez
que succionaba a su alrededor.
—Juega con mis pelotas. Mierda. Sí. Así. Diablos.
Las masajeé y sentí cómo se tensaban ante el contacto. Su aroma era
embriagador. La suavidad venosa bajo mis labios y mi lengua. Se estaba
volviendo mi manera favorita de complacerlo.
Acarició mi labio inferior con su pulgar antes de cubrir mi mejilla con
una mano. Levanté la vista, viendo cómo me observaba con una expresión
de crudo abandono.
Era mío.
Era el sentimiento más poderoso que había experimentado jamás.
Tener a un hombre tan grande y dominante bajo mi hechizo me hacía
sentir invencible.
—Si no paras, voy a correrme en tu boca. Solo te lo advierto.
Eso solo me incitó a seguir haciéndolo.
Quería que llenara mi boca de la misma manera en que había llenado
mi coño. Que rociara el fondo de mi garganta con su calidez hasta que no
tuviera otra opción que tragarla toda.
—¿Es eso lo que quieres, Ángel? ¿Quieres que llene tu linda y pequeña
boca?
Soltó un gruñido, tirando más fuerte de mi cabello, como si sus
propias palabras lo hubieran excitado.
Me había llamado Ángel. Eso podría llegar a funcionar. No era Allison.
Era un nombre solamente para mí.
Asentí, succionándolo dentro de mi boca y masturbándolo, más fuerte
y más duro.
Sentí los músculos de sus muslos tensarse bajo mi antebrazo cuando
alzó sus caderas, entrando en mi boca con su polla a un ritmo que le haría
llegar al orgasmo.
Su polla se engrosó dentro de mi boca, poniéndose más dura y
palpitando contra mis labios antes de que abriera su boca y gruñera como
una bestia. Sus dedos se apretaron en mi cabello, tirando de los mechones
con tanta fuerza que mi cuero cabelludo ardió, y luego se corrió en mi boca.
Su semen cubrió mi lengua antes de que el salado sabor llegara a mi
garganta.
No me detuve hasta que alejó mi cabeza de su polla y dijo:
—Santa mierda.

***

La mañana siguiente, decidimos pasar el día descansando. Luego del


desayuno, nos sentamos en el muelle fuera de nuestro búngalo y
disfrutamos la vista del océano con los pies en el agua. De vez en cuando,
nos metíamos al mar para enfriar nuestras acaloradas pieles.
Jugamos un juego de veinte preguntas, lo cual era peligroso para mí
porque tenía de asegurarme de responderlas como lo haría Allison.
Aunque había pasado la mayoría de nuestro tiempo juntos siendo yo
misma, y parecía disfrutar de mi compañía.
¿Por qué parar ahora?
—¿Libro favorito? —pregunté.
Me observó con una ceja alzada.
—¿En serio? ¿Esa es tu pregunta?
Lo empujé con mi hombro, haciéndolo reír.
—¡Sí! Es una pregunta perfectamente aceptable.
Rio.
—Concuerdo. Bueno. Em… creo que sería The Outsiders.
Sonreí porque también me encantaba ese libro. También era un
favorito de mi padre, y saber que Wyatt tenía gustos similares en literatura
era prometedor.
—Buena elección. Tu turno.
Era agradable tener una conversación inteligente con otro ser
humano. La única persona con la que realmente podía hablar era con mi
padre. Él era el hombre más dulce del mundo (aunque Wyatt estaba cerca)
y me entendía.
Todas esas silenciosas noches en las que Allison salía de fiesta, yo me
quedaba despierta hasta tarde leyendo con él en su estudio. Siempre parecía
hacerlo sonreír y relajarse cuando le leía sus libros favoritos en voz alta.
John Grisham. Ernest Hemingway. F. Scott Fitzgerald. Era un amante de
los clásicos, y sabía que podía confiarle mis problemas y dudas.
¿Pero esto?
¿Qué creería si supiera que era yo en esta hermosa isla con Wyatt, y
no Allison?
¿Estaría decepcionado?
¿Enojado?
¿Disgustado conmigo por engañar no solo a Wyatt sino también a
nuestras familias?
Estaría devastada si mi padre pensara menos de mí. Significaba
muchísimo para mí, e incluso aunque era él quien se encontraba en una
situación más delicada en este momento, era más fuerte de lo que yo jamás
podría soñar ser.
Tragué, la culpa que no había sentido durante un tiempo regresando
a mi pecho. Rápidamente, la alejé de mi mente y me concentré en Wyatt.
Tamborileó sus dedos contra su mentón, como si estuviera pensando en una
buena pregunta.
—Bueno, tengo una. ¿Tienes algún apodo?
—Nop. Aunque me encantó que me llamaras ángel.
Cualquier cosa era mejor que ser llamada Allison, pero no podía
decirle eso.
Me miró con confusión en sus ojos e inclinó la cabeza hacia un lado.
Era adorable.
—¿Cuándo te llamé ángel?
Sonreí, recordando los sonidos que había hecho mientras lo
saboreaba la noche anterior.
Observó mi expresión, una sonrisa formándose en su rostro.
—Ah, sí. Ahora recuerdo. —Se inclinó hacia mí para besarme con
dulzura—. Ángel será, entonces.
El resto de nuestra luna de miel fue igual de maravillosa. Condujimos
motos de agua y probamos suerte con el surf de remo, en lo que
aparentemente era bastante buena. Wyatt, en cambio, no tenía sentido
alguno del equilibrio. Era divertidísimo.
Hicimos varios tours por la isla, uno en Jeep y uno en helicóptero. Y
en nuestra última noche, nos sentamos fuera del búngalo y observamos la
puesta de sol.
Me entristecía irme, pero sabía que debía suceder.
¿Cómo sería la vida cuando regresáramos a casa?
¿Continuaríamos Allison y yo viviendo las vidas de la otra?
Eso no era posible. Cada una tenía su vida, nuestros propios amigos,
y disfrutábamos hacer distintas cosas. Yo trabajaba en la biblioteca local
tres días a la semana y tenía una pila enorme de libros pendientes a un lado
de mi cama. Sí, seguro, renunciaría a todo eso por Wyatt, ¿pero estaría
Allison dispuesta a abandonarlo todo por nada?
—Tengo que decirte algo —dijo Wyatt, sacándome de mi cabeza y
haciéndome regresar al presente.
Me giré en su dirección, la restante luz del sol dándole a su piel un
brillo dorado.
Le dio un sorbo a su Hinano, que ambos habíamos comenzado a amar,
y luego sacudió la cabeza, como si no estuviera seguro de querer continuar.
Me acurruqué un poco más cerca de él y apoyé una mano sobre su muslo,
acariciándolo tranquilizadoramente.
—Lo que sea que quieras decirme, puedes hacerlo. Puedes decirme lo
que sea, Wyatt.
Alzó un brazo y acarició mi mejilla con su pulgar mientras el resto de
sus dedos se hundían en el cabello alrededor de mi oreja.
—Creo que estoy enamorado de ti. —Respiró hondo y desvió la vista—
. Sé que estamos casados, y sé que el amor usualmente llega primero, pero
la verdad es que no estaba seguro acerca de nosotros. No estaba seguro de
que esto fuera lo que quería, pero ahora… —Se detuvo.
Mi corazón se sentía desbordado ante su confesión, a punto de estallar
a causa del amor que había sentido por él durante casi toda mi vida.
—¿Pero ahora? —pregunté, necesitando escucharlo decir que todo iba
a estar bien… rogándole que me eligiera, aunque no supiera que estaba
haciéndolo.
—Ahora sé que eres la indicada. Te amo, Ángel.
Estaba increíblemente aliviada de que me hubiera llamado Ángel en
vez de Allison. Significaba que me estaba hablando a mí… sobre mí. Era la
indicada para él, y él era el indicado para mí… no cabía ninguna duda.
Me incliné hacia él, besándolo con dulzura antes de sostener sus
mejillas entre mis manos. Su barba de algunos días hizo cosquillas en mis
palmas, haciéndome sonreír aún más.
—También te amo, Wyatt. Creo que siempre lo hice.
Esa noche, hicimos el amor, y guardé en mi memoria cada caricia,
cada beso, cada te amo, porque sabía, en el fondo de mi corazón, que todo
me sería arrancado en algún momento.

***
El vuelo a casa al día siguiente fue triste. Ya había comenzado a
extrañar la sensación de magia de Bora Bora, y me pregunté si todo
cambiaría cuando llegáramos a Georgia.
Un auto nos recogió del aeropuerto, y nos tomamos de la mano en el
camino hacia la casa de Wyatt. Nunca había estado en este lugar antes.
Había ido muchas veces a la casa de sus padres, pero nunca a la suya.
Cuando estacionamos en la entrada, me encontré satisfechamente
sorprendida. No era la mansión de un hombre rico que había estado
imaginándome. La casa de sus padres era antigua y victoriana y
probablemente costaba una fortuna, pero la suya era mucho más simple.
Tenía dos pisos y un porche magnífico. Hermosos árboles de magnolia
flanqueaban el porche, y frente a él había muchos arbustos de azalea
comenzando a florecer. Algunas mecedoras aguardaban a una bonita tarde
de té, y una campana de viento resonó al tiempo que una ligera brisa llegaba
hasta nosotros.
Lucía como algo que verías en la portada de una revista sureña, y la
amé en cuanto la vi.
—Tu casa es hermosa. Me encanta.
Instantáneamente, temí haber dicho algo que no debería haber dicho.
¿Había Allison estado allí alguna vez? Pero cuando me di la vuelta para
encontrarlo mirándome, su expresión llena de satisfacción y orgullo, supe
que había estado bien. Obviamente, Allison nunca se había adentrado tanto
en su mundo.
—Querrás decir que nuestra casa es hermosa. Este es tu nuevo hogar
también, amor. Luce un poco como el piso de un soltero ahora mismo, pero
puedes hacer lo que quieras con ella. —Se inclinó hacia abajo y besó la
punta de mi nariz.
Sus palabras. La manera en la que dijo nuestra casa causó en mí una
reacción física. Mi cuerpo se estremeció con placer y alegría. Si mi corazón
no fuera ya suyo, se lo habría entregado en aquel mismo instante.
Me estiré para abrir la puerta y salir del auto, pero me detuvo.
—No. Espera.
La confusión danzó dentro de mí.
—¿Qué? ¿Vamos a sentarnos aquí todo el día y observar la casa?
Quiero verla por dentro.
No podía quitar la emoción de mi voz. Si el exterior era así de hermoso,
el interior tenía que serlo también.
Rio, negando con la cabeza, divertido.
—No, nena. Pero quédate aquí. No muevas ni un músculo.
—Bueno —acepté.
Mordí mi labio, curiosa de saber cuáles eran sus planes.
Con una gran sonrisa en su rostro, se bajó del auto y se acercó a la
entrada de la casa. Desbloqueó la puerta antes de abrirla de un empujón.
Me mantuve quieta hasta que volvió a acercarse a mi lado del auto.
Verlo caminar hacia mí hizo que una oleada de escalofríos recorriera mi
columna vertebral. La manera en que sus vaqueros se acomodaban
alrededor de sus largas piernas. La manera en que su camiseta se estiraba
sobre sus anchos hombros mientras se movía. Todo en él envió un chispazo
de recuerdos placenteros hacia el lugar entre mis muslos. Mis bragas de
algodón, que sabía que él amaba, estaban comenzando a mojarse
lentamente.
El fresco aire de Georgia entró en la parte trasera del auto cuando
abrió mi puerta. Y entonces se inclinó dentro y deslizó sus grandes manos
debajo de mí, alzándome fuera del auto.
—¡Wyatt! —exclamé, sosteniéndome de sus hombros.
Me sonrió.
—Me encanta cuando gritas mi nombre. ¿Sabes qué es lo primero que
quiero hacer cuando estemos dentro?
—¿Qué?
—Quiero follarte sobre toda superficie disponible en nuestra casa.
Un estremecimiento recorrió mi cuerpo. Inclinándome hacia él,
presioné un dulce beso contra su cuello, haciendo que soltara un gruñido y
apresurara sus pasos.
—Diablos, Allison, me vuelves loco.
Me detuve.
Una oleada de dolor golpeó contra el centro de mi pecho, como si
acabara de apretar un gatillo.
Allison.
No Addy.
Ni Ángel.
Era la consecuencia de mi decisión, y no tenía otra opción que lidiar
con el dolor de oírlo llamarme por el nombre de mi hermana.
Intentando deshacerme de la tristeza, acerqué su rostro al mío y lo
besé, inhalando su aroma y recordándome todas las razones por las que
había decidido torturarme tan dulcemente. Sus dedos acariciaron mi rostro
antes de que se alejara y me sonriera con alegría.
—Bienvenida a casa, nena.
Y entonces, por segunda vez, franqueó un umbral conmigo en sus
brazos.
10
Wyatt
Tan pronto como cerré la puerta detrás de nosotros, hice exactamente
lo que prometí que haría. Le hice el amor en casi todas las superficies de la
casa, dirigiéndome hacia el dormitorio principal hasta que nos
derrumbamos en la cama de tamaño King jadeando por aire y riendo.
Estábamos en casa, y era extraño siquiera pensar eso. Mi casa nunca
se había sentido hogareña, pero era cómoda. Durante los últimos cuatro
años, no tuve ningún deseo de llenarla más de lo que ya estaba. No faltaba
nada. O al menos, eso fue lo que pensé.
Estaba equivocado.
En el segundo que coloqué a Allison en el centro de la sala de estar,
lo supe.
Mi hogar era su hogar.
Más tarde, caminé por el largo pasillo hasta el dormitorio principal
con un refrigerio nocturno de fruta, queso y vino, pero cuando llegué a la
habitación, ella ya no estaba. No fue hasta que estuve de pie junto a nuestra
cama que oí que salía agua corriente del baño. Sonreí, sabiendo que estaba
allí bañándose.
Mi polla comenzó a endurecerse un poco al pensar en ella en la tina,
y en cómo el agua parecía gotear de su hermoso cuerpo.
¿Cómo podría querer más sexo?
Tal como estaba, me dolía el cuerpo como si hubiera pasado la última
semana en el gimnasio en lugar de en mi luna de miel. No había tenido tanto
sexo en un período tan corto en toda mi vida. Pero era Allison. Ella me
encendía fuego, explotando como el espectáculo de fuegos artificiales en el
centro de la ciudad cada cuatro de julio.
Puse los bocadillos en la cómoda y fui al baño. Apoyado contra el
marco de la puerta, la observé. Estaba acostada en la gran bañera con patas
frente a la chimenea que había colocado. La que tenía era profunda, que era
la razón principal por la que la había enviado. Cuando construí la casa,
sabía que quería una habitación para todo mi cuerpo, y la bañera lo hizo
posible.
Sin embargo, al verla relajándose en ella con su larga pierna
bronceada enganchada por el costado, no podía imaginarme volver a usarla
solo. Con la cabeza apoyada contra una toalla doblada y su largo cabello
rubio recogido en un moño desordenado en la parte superior de la cabeza,
suspiró, disfrutando de la sensación del agua caliente contra sus músculos
doloridos.
Me quedé en silencio, sin querer arruinar el momento, y deseé tener
mi teléfono conmigo para poder tomarle una foto en ese momento. Entré en
la habitación, más cerca de la bañera, al ver que sus ojos se cerraban y sus
gruesos labios se abrían un poco.
El vapor se elevó del agua, y la parte superior de sus pechos y su piel
estaban apenas un poco rosadas por el calor. Las puntas de sus pezones
estaban en su punto máximo mientras el agua se balanceaba de un lado a
otro sobre ellos. Una vez más, mi polla se contrajo, y me pregunté cómo sería
posible volver a estar duro como una roca.
Estaba a punto de hablar cuando la oí susurrarse a sí misma.
—Señora de Wyatt James.
Sonreí, disfrutando del sonido de su nombre tanto como ella. Apuesto
a que, si ella tuviera una libreta y un bolígrafo, estaría escribiendo mí
nombre como si estuviéramos en la secundaria. Por supuesto, cuando yo
estaba en la secundaria, ella todavía jugaba con muñecas, pero la edad era
solo un número.
Una vez más, susurró:
—Señora de Wyatt.
—Me encanta su sonido también, Ángel —dije a su lado, haciéndola
jadear y sentarse, salpicando agua por todas partes.
—Me asustaste mucho, Wyatt.
—Lo siento. ¿Estas disfrutando?
Se relajó de nuevo, apoyó la cabeza en la toalla y asintió.
—Mucho.
—Aquí —dije, alcanzando el control remoto y encendiendo la
chimenea a su lado—. Esto es aún más relajante.
—Sí. Es perfecto.
Se hundió más abajo en la bañera, el agua se precipitó sobre su pecho
y suspiró de placer. Entonces decidí que era hora de unirme a ella. Tiré mi
bóxer hacia abajo y sobre mis muslos, dejándolos caer al suelo de mármol
debajo de mis pies. Sus ojos me devoraron, sus orbes azules se oscurecieron,
dejándome saber que le gustaba lo que veía.
—Eres un hombre tan hermoso.
—Dices eso mientras miras mi polla —reí entre dientes.
Rio.
—Solo trae tu lindo trasero aquí conmigo.
—Tan exigente —bromeé mientras entraba a la bañera con ella.
Después de nuestro baño, nos acostamos sin sexo como un viejo
matrimonio. El hecho era que, después del largo viaje en avión a casa, las
diversas excursiones que habíamos realizado, y la enorme cantidad de sexo
que habíamos tenido, los dos estábamos más allá del agotamiento.
Me acurruqué contra ella en cucharita, con la cabeza apoyada en mi
bíceps, y no me tomó nada de tiempo dormirme.
Cuando me desperté a la mañana siguiente en una cama vacía, pasé
la palma de la mano por el costado para encontrar que aún estaba caliente.
Me estiré y bostecé antes de acercar su almohada a mi rostro y respirarla
como un tonto enfermo de amor.
Saltando de la cama, me puse un par de mis pantalones holgados
favoritos y fui a buscar a Allison. El olor a tocino flotaba por toda la casa, y
seguí el olor hasta que encontré a mi esposa preparando el desayuno en la
cocina.
Llevaba una de mis camisetas viejas de la universidad, que era
demasiado grande para ella. Estaba colgando de uno de sus hombros, su
piel desnuda brillaba a principios de la mañana con la luz solar. Su cabello
estaba en un nudo desordenado en la parte superior de su cabeza. Mis ojos
cayeron de su cabeza, sobre mi vieja camiseta, antes de tomar sus largas
piernas bronceadas y sus diminutos y bonitos pies. Sus dedos de color rosa
neón se destacaban contra el suelo de madera bajo sus pies.
Estaba cantando una canción en la radio fuera de tono mientras
balanceaba sus caderas al ritmo de la música. Era tan lindo, y odiaba
interrumpirla, pero lo hice. Al llegar detrás de ella, la agarré de las caderas
y la atraje hacia mí, moviendo mis caderas al ritmo de la música con ella.
Ella se echó a reír y dejó la espátula sobre la encimera de mármol. La
giré, agarrando su mano y cadera para bailar con ella. Era extraño. Nuestro
primer baile en nuestra boda fue rígido e impersonal, pero aquí, en medio
de mi cocina con nuestros pijamas, bailamos y nos sonreímos como una
pareja que había estado enamorada durante siglos.
Puedo admitir que no amaba a Allison antes de nuestra luna de miel,
pero ahora las cosas eran diferentes. Ahora, sabía que había tomado la
decisión correcta. Mi familia había presionado y me había casado con ella
por todos los motivos equivocados. Razones en las que no había pensado ni
una vez desde que nos fuimos a Bora Bora, pero casarme con ella fue, por
mucho, lo mejor que pude haber hecho.
Desayunamos juntos. Se sentó en el mostrador al lado de la estufa, y
yo me paré entre sus piernas, alimentándola con pedacitos de tocino
crujiente.
—¿Deberíamos salir de casa hoy? —le pregunté—. ¿Tal vez ir a visitar
a la familia?
Se puso rígida un poco, su sonrisa natural se convirtió en algo forzado.
››Quiero decir, no tenemos que hacerlo si no quieres. Solo estaba
pensando…
—No. Vamos a hacerlo —dijo, interrumpiéndome.
—¿Estás segura?
Asintió, su moño rebotando con el movimiento.
—Soy positiva. Tenemos que enfrentar al mundo en algún momento,
¿no?
No tenía idea de lo que estaba hablando, pero estuve de acuerdo.
—Cierto.
11
Addison
Afortunadamente, nunca llegamos a la casa de mis padres. Después
de un día caminando y tomándonos las manos en el centro, apenas tuvimos
tiempo de pasar por el lugar de sus padres para una visita.
—Dime, Allison ¿Cómo fue su viaje a Bora Bora? —preguntó la señora
James desde el otro lado de la sala de estar.
Se inclinó hacia delante para tomar su taza de té, tomó un sorbo y lo
dejó, todo sin quitarme los ojos de color marrón oscuro.
Wyatt se parecía a su madre con los mismos rasgos oscuros y
hermosos ojos. El padre de Wyatt había sido una vez rubio con ojos azules
y un poco en el lado más bajo, lo que me hizo saber que Wyatt había
heredado su estatura del lado familiar de su madre.
—Fue perfecto —le contesté, y le pedí a Wyatt que se acercara y me
tomara la mano con una sonrisa.
Los ojos de su madre observaron nuestros movimientos, y una
pequeña sonrisa insinuó en sus labios.
—Eso veo.
—Nuestra chica aquí nadó con tiburones —dijo Wyatt con orgullo—.
Incluso hizo paravelismo a pesar de que tiene un miedo terrible a las alturas.
—Suena espectacular. ¿Y ya están acomodados en la casa de Wyatt?
—Todavía no —le contesté—. Todavía tengo que conseguir mis cosas,
pero ¿pensé que tal vez el próximo fin de semana podríamos encargarnos de
eso? —pregunté, volviéndome hacia Wyatt para que respondiera.
—Lo que quieras, ángel.
Me calenté, sintiendo mis mejillas llenas de calor. La señora James
sonrió, un sentimiento de orgullo en su expresión por la dulzura de su hijo.
No nos quedamos mucho tiempo, y nos detuvimos en el camino a casa
para cenar, en lugar de quedarnos a cenar en casa de sus padres. Wyatt dijo
que quería pasar más tiempo solo conmigo antes de tener que volver al
trabajo. Estuve de acuerdo. Lo quería para mí sola mientras pudiera tenerlo.
Después de la cena, nos fuimos a casa y vimos películas en la pantalla
grande hasta que me dormí en su regazo. Lo último que recordaba era que
me llevaban a la cama, me metían en ella y me daban un dulce beso en la
frente.

****

Despertarme junto a Wyatt en nuestra casa fue todo lo que podría


haber imaginado. La calidez y la sensación de estar segura y amada eran
cosas que nunca pensé que experimentaría con él. Nunca pensé que las
experimentaría con nadie.
Era nuestro último día juntos antes de que Wyatt volviera a trabajar,
lo que significaba que quería absorber cada segundo de nuestro día juntos.
Desafortunadamente, tendría que encontrar algo que hacer con mi
tiempo una vez que regresara al trabajo. Le dije a Wyatt que no tenía trabajo
porque Allison no tenía trabajo. Ella nunca había sido la clase de chica para
trabajar ¿pero yo? Normalmente trabajaba en la biblioteca tres días a la
semana.
Era asistente de bibliotecario y esperaba que algún día llegar a ser la
bibliotecaria. Mis padres no entendían mi amor por los libros, pero en
cuanto entré en la biblioteca e inhalé el aroma de viejos libros de bolsillo y
páginas, estuvo hecho.
No renunciaría.
No.
En cambio, encontraría la manera de ir tres días a la semana sin que
Wyatt se enterara. No había forma de que creyera que Allison trabajaba en
una biblioteca. Por otra parte, había estado tomando todos los cambios de
personalidad de Allison con calma. Tendría que probar las aguas y
averiguarlo.
Después de que nos levantamos y nos vestimos para el día, pasamos
una tarde perezosa caminando por la ciudad y haciendo cosas normales de
pareja. Incluso fuimos de compras, lo cual no esperaba que Wyatt hiciera
por su cuenta. Por alguna razón, me lo imaginé haciendo que alguien hiciera
sus compras por él. Me encantaban estos pequeños detalles sobre Wyatt.
Tenía el dinero para que la gente lo hiciera por él, sin embargo, también se
encargaba de muchas de las tareas mundanas.
Después de cargar nuestro carrito con verduras, frutas y carnes
magras, nos dirigimos a la línea de pago. Fue entonces cuando sonó mi
celular. Sacándolo de mi bolsillo, vi que el nombre de Allison bailaba por la
pantalla. Atendí antes de que Wyatt pudiera ver el nombre, y con un
entusiasmo que no sentí, me reí y grité mi nombre.
—Addy, ya era hora de que llamaras. ¿Qué pasa?
—No sueno así. Baja un poco el tono. Joderás mi reputación —dijo
con frialdad.
Me reí como si hubiera dicho algo gracioso.
—Oh, Dios mío, eso es hilarante.
Su suspiro se filtró a través del teléfono y me di cuenta de que no me
llamaba por su propia voluntad. Nunca lo hacía a menos que fuera porque
quisiera algo. Éramos hermanas gemelas, pero no éramos mejores amigas.
O bien estaba llamando porque quería algo o porque mamá y papá querían
que me llamara.
O, en el peor de los casos, el gato estaba fuera de la bolsa y mamá y
papá nos habían descubierto. Todavía me costaba mucho creer que mis
padres no podían decir si estaba actuando de manera diferente o no. Por
otra parte, con todo lo que pasa con papá, rara vez tenían tiempo para
prestar atención a muchas otras cosas en estos días.
—¿Dónde estás, Addy? —pregunté, usando mi nombre a propósito y
en voz alta para los oídos de Wyatt.
—Mamá y papá quieren que ustedes dos vayan a cenar esta noche —
dijo sin responder a mi pregunta—. Así que tú y mi marido estarán allí a las
seis en punto. Intenta al menos vestir con algo de estilo. Si vas a estar dando
vueltas por la ciudad haciéndote pasar por mí, deberías hacer tu parte.
Quería gritar que él no era su marido, era mío, pero no podía decir
esas cosas frente a Wyatt, y ella colgó sin otra palabra. Estaba actuando
raro, por lo que algo debía estar molestándola. Limpié la pantalla de mi
teléfono y lo guardé en mi bolsillo.
—¿Qué quería tu hermana, bebé?
Respirando hondo, suspiré.
—Mis padres nos invitaron a cenar esta noche. Están emocionados de
que hayamos vuelto y quieren saber cómo fue Bora Bora, supongo. Tengo
esos recuerdos para ellos. ¿Recuerdas?
—Sí. Le conseguiste a Joyce el juego de perlas y a Frank esa vieja
copia de Ernest Hemingway de esa extraña librería ¿no?
Asentí.
—Síp.
—Y estoy seguro de que Addy amará esos jabones perfumados que le
compraste.
Realmente no los querría, pero tenía que fingir ser Allison, y ella
siempre me conseguía cosas que nunca usaba.
—Sí. ¿Estás bien con parar allí para cenar?
Se inclinó, tirándome a su lado.
—Por supuesto bebé. Tu familia es mi familia ahora, ¿verdad?
Sonrió, y le devolví la sonrisa.
—Cierto.
Después de ir a casa para dejar nuestros comestibles, nos refrescamos
y nos dirigimos a la casa de ladrillos tradicional de mis padres. Allison
estaba apoyada contra la viga del porche delantero y nos esperaba. Estaba
sonriendo, con los brazos cruzados sobre su pecho con actitud.
Llevaba mi ropa, una camisa holgada larga y un par de leggins negros.
Se veía cómoda y muy diferente a sí misma. Era extraño verla vestida así.
Siempre me había hecho invisible, escondiéndome del mundo que me
rodeaba porque tenía demasiado miedo de ser vista. Era demasiado tímida.
Demasiado asustada de todo. Era difícil creer que había cambiado tanto en
tan poco tiempo, y todo gracias a Wyatt.
Contuve el aliento cuando nos acercamos a Allison y dije una oración
en silencio para que Wyatt no notara la diferencia. Su jodida actitud y mi
tímida calma eran opuestos, pero si engañaba a nuestros padres cuando yo
no estaba, estaba segura de que engañar a Wyatt no sería un problema.
Ella me miró, observándome de arriba abajo con una expresión de
desaprobación. No la había escuchado. En lugar de preocuparme por lo que
estaba de moda, me puse algo cómodo: leggins, una linda camiseta que caía
sobre mis muslos y un par de bailarinas. En lo que respecta al mundo,
Allison era ahora una mujer casada y lo había atenuado un poco.
Incluso había empezado a usar mis lentes otra vez, los que Wyatt
había comentado eran adorables. Allison, haciéndose pasar por mí, había
optado por empezar a usar contactos. Ella no llevaba gafas. Esperaba que
no lo arruinara todo cuando nos vieran juntas.
Wyatt y yo nos tomamos de las manos mientras caminábamos hacia
el porche donde estaba Allison. Ella miró nuestras manos unidas antes de
poner los ojos en blanco y sacudir la cabeza.
—Hola, tortolitos —espetó.
¿Por qué estaba actuando de esta manera?
Iba a volar nuestra cubierta si no atenuaba su actitud maliciosa. Yo
nunca trataría a las personas como ella nos trataba a nosotros. Actuaba
como si le hubiera quitado algo cuando, en realidad, me había obligado a
casarme con Wyatt en su lugar.
—Ey, Addy. ¿Cómo estás, cariño? —preguntó Wyatt amablemente.
Sus ojos se apartaron de nuestras manos unidas al hermoso rostro de
Wyatt. Ella sonrió, cayendo un poco bajo su hechizo, y quería abofetearla.
—Estoy muy bien ahora —coqueteó.
¿Qué demonios estaba haciendo?
No.
Absolutamente no.
—¿Te importa si te robo a mi gemela por un minuto? —preguntó—.
Mamá y papá están en la sala de estar si quieres entrar. Allison y yo
entraremos en un segundo ¿de acuerdo?
Wyatt me miró por mi respuesta, y cuando asentí mi acuerdo en que
me dejara, se inclinó y me besó. El beso fue apasionado, encendiendo cada
nervio dentro de mí. Mi ritmo cardíaco se aceleró, y presioné mi cuerpo más
cerca de él.
—Consigan una habitación —espetó Allison.
Con un resoplido, Wyatt se apartó y me guiñó un ojo. Asintió a Allison
mientras se dirigía hacia la puerta principal.
—Él actúa como un hombre de las cavernas. ¿De verdad te gustan ese
tipo de cosas? —preguntó tan pronto como cerró la puerta detrás de él.
—No estoy hablando de Wyatt contigo.
—¿Por qué no? Soy tu hermana gemela. Por lo que parece, ustedes
dos follan. ¿Cómo te sientes al no ser una mojigata andante?
—Jesús, Allison. ¿Siempre debes actuar como una perra?
—Miau —fingió rasguñarme—. A alguien le crecieron garras después
de que consiguió algo de polla.
—No estoy escuchando esto —le dije, girándome para alejarme de ella.
Extendió la mano y agarró mi brazo, sus uñas clavándose en mi piel.
—Veo que no pudiste manejar contactos —dijo, señalando mis lentes.
—Y veo que no pudiste manejar gafas.
—Dios no. No te ofendas, pero no pude manejar caminar por la vida
como una completa nerd. Mientras estabas fuera de la ciudad, decidí
hacerme un cambio de imagen. No te preocupes, mamá y papá todavía no
tienen ni idea.
—Me lo imagino. Tienen mucho en su plato ahora mismo. No tienen
tiempo para preocuparse por tu guardarropa, estoy segura.
Ella miró sus uñas pintadas.
—Sí, bueno, es lo que es —se encogió de hombros.
—¿Has cambiado algo más sobre mí? —le pregunté—. ¿Todavía tengo
trabajo?
No quería perder mi lugar en la biblioteca. Me encantaba aquello.
Desestimó mi pregunta.
—No te preocupes. Tu pequeño trabajo en la biblioteca es seguro.
Intenté ir por ti, pero me aburría a morir. Además, seguía arruinando las
cosas. Les dije que estaba enferma y que necesitaba un tiempo libre.
Estuvieron de acuerdo. Al parecer, nunca te tomas un día libre. Aduladora.
—Bueno. Eso es bueno. —Me sentí aliviada al escuchar que no lo
había jodido. No podía empezar de inmediato, pero pronto.
—Entonces ¿cómo fue mi luna de miel?
—No fue tu luna de miel. Fue la mía. Tú lo decidiste ¿recuerdas?
Me devolvió la mirada y pude ver los engranajes trabajando en su
cerebro. Cada vez que Allison pensaba demasiado, sucedían cosas malas.
Rápidamente, respondí a su pregunta.
—Estuvo bien. Pasamos un buen rato.
—Sí. Ya lo veremos. Ven.
Y como siempre lo hacía, tomó la iniciativa. La seguí a la casa. Una
vez que entramos en la sala de estar, Wyatt y papá se pusieron de pie. Quería
correr hacia mi papá y abrazarlo, pero los abrazos no eran cosa de Allison.
—Te ves bien, papá —dije con una sonrisa.
Él asintió, aferrándose a su andador.
—Me siento mejor.
Mis ojos se alejaron de papá antes de aterrizar en Allison, que estaba
ocupada observando a mi esposo. Sus ojos se hundieron, revisando su
pecho antes de caer aún más bajo. La ira y los celos se encendieron dentro
de mí.
¿Qué estaba haciendo?
Una vez que nos acomodamos en la mesa de la cena, mamá comenzó
a preguntar por Bora Bora como esperaba que hiciera.
—¿Nadar con tiburones? —se rio—. Deja que hagas algo así, Allison.
Si solo supiera.
—¿Qué me dices del búngalo? ¿Fueron agradables?
—Definitivamente lo fueron —respondió Wyatt.
Luego se tomó el tiempo de contarles a todos los hermosos que eran
los búngalos y todas las comodidades que ofrecía el lugar. Todo el tiempo,
mis ojos se quedaron en Allison. La conocía bien, y sabía que estaba ansiosa
por decir algo.
Entonces habló.
—Pensé que Allison quería ir a París. ¿Recuerdas? —preguntó,
dirigiendo su atención hacia mí—. Seguías hablando de lo mucho que
querías ir. Deberías irte de inmediato.
Sonreí, sintiendo todos los ojos en mí.
—Acabamos de regresar, Addy —le dije entre dientes.
Wyatt me salvó, volviéndose hacia mí con una sonrisa amorosa.
—Si realmente quieres ir, podemos. Lo que quieras, nena. ¿Tal vez
antes del final del verano?
Los ojos de Allison se abrieron ante su dulce admisión, y algo me dijo
que nunca le había hablado con tanta dulzura. Su expresión cambió a una
de ira, y supe que quería ser su yo habitual y hacer un ataque. Fue divertido
verla refrenar su actitud.
Cuando volvió su atención hacia mí, sus labios apretados y su
expresión de enojo no eran buenos. Se acercaban cosas malas, podía
sentirlo.
El resto de la cena se llevó a cabo sin ningún problema, y no pasó
mucho tiempo antes de despedirnos en la puerta principal. Me dolió un poco
que mi papá no nos pudiera distinguir, pero tenía que recordar que Allison
y yo éramos idénticas. No podía estar molesta con él por ver lo que
queríamos que viera, pero, aun así, me entristeció un poco, considerando lo
cercanos que éramos.
En el camino de regreso a nuestra casa, miré por la ventana y dejé
que una pequeña lágrima se deslizara por mi mejilla. Había ganado a Wyatt,
pero perdí la relación que tuve con mi padre. Lo extrañaba, y con todo lo
que estaba pasando en ese momento con su cáncer, sabía que ahora no era
un buen momento para alejarme. A partir de mañana, Allison, alias yo y
papá, comenzarían a tener una mejor relación.
12
Addison
Más tarde esa noche, Wyatt y yo hicimos el amor. Fue lento y
apasionado, él me arrastró hasta el borde con estocadas lánguidas que
cambiaban entre poderosas y suaves, las cuales me dejaban rogando por
más. Estaba triste de que volviera al trabajo, pero al mismo tiempo,
necesitaba tiempo sola para sentirme como yo otra vez.
A la mañana siguiente, me desperté antes que él. Lo observé dormir
mientras esperaba que su alarma se activara y lo despertara. Una vez más,
cuando miré hacia abajo, me enfrenté a su erección matutina.
Sonriendo para mí, me deslicé debajo de las sábanas y agarré su polla
dura como una roca. Todo era de terciopelo y acero, rogándome que la
probara. Envolví mi mano alrededor de su circunferencia, dándole
lentamente algunos bombeos sutiles antes de ver una gota de pre-semen
salir de la punta. Deslice mi pulgar sobre la punta, corriéndolo alrededor de
la cresta hasta que sus caderas se sacudieron.
Un suave gemido se filtró a través de las sábanas, pero todavía no se
despertó. Lo apreté, poniendo la corona de su polla dentro de mi boca y
probando la pegajosidad salada con mi lengua. Lamí el agujero que goteaba,
disfrutando del sabor de él hasta que una mano se deslizó debajo de las
sábanas conmigo y me agarró la cabeza.
Girando mi lengua alrededor de la cabeza bulbosa, lo llevé
profundamente dentro de mi boca y chupé.
—Mmm, sí, ángel. Así.
Su mano se apretó en mi cabello, y lo llevé al lugar donde lo tenía
jadeando y empujando su polla más profundamente en mi boca. Finalmente,
gimió y gruñó, llenando mi boca. Seguí chupando, tragándome todo hasta
que tuve cada gota que derramó.
Se quitó las sábanas, y me encontré con su mirada fundida antes de
que me agarrara por los brazos y me levantara sobre él. Sus labios se
conectaron con los míos, y no tuvo ningún problema en probar mi lengua.
Sus manos se anudaron en mi cabello antes de viajar a lo largo de mi cuerpo
desnudo.
—Buenos días para mí. —Sonrió—. Si me despiertas así todas las
mañanas, es posible que nunca salga de casa.
Me reí.
—No cuentes con ello. Es solo para días muy especiales y cuando has
sido un niño muy bueno.
Él juguetonamente sacó la lengua como un cachorro, y luego dijo:
—Sí, señora. Me aseguraré de ser un buen chico todo el tiempo.
Le di una palmadita en el pecho y me incliné para besarlo una vez
más.
—Bueno. Ahora, prepárate para el trabajo y te prepararé un desayuno.
Me miró asombrado y negó con la cabeza
—Eres demasiado buena conmigo, Ángel.
Sonreí, sin saber si lo que decía era verdad, y me deslicé de su cuerpo
largo y duro. Al levantarme de la cama, agarré la camisa que había estado
usando en la casa todo el fin de semana, desde el suelo. Era su camisa, y
aunque era holgada y raída, la amaba tanto porque olía como a él. Su olor
llenó mis sentidos mientas me puse la camisa sobre la cabeza y lo respiré.
Tumbado en la cama con los brazos detrás de la cabeza, me miró.
—¿Sin bragas?
Me di vuelta y le sonreí.
—¿Tal vez estoy esperando algo más para el desayuno?
Se rio.
—Eres insaciable.
—No puedes hablar, señor duro-todo-el-tiempo.
Se levantó de la cama y se dirigió hacia mí con una sonrisa, pero antes
de que pudiera alcanzarme, salí corriendo de la habitación con una risa.
Escuché sus pies descalzos golpeando la madera dura detrás de mí.
Cuando me atrapó, me hizo girar en sus brazos y me besó con fuerza una
vez más antes de desaparecer dentro de la habitación para ducharse antes
del trabajo.
Hice huevos y tostadas con una sonrisa en mi rostro. Casi no podía
creer lo feliz que estaba con Wyatt, lo bien que nos llevábamos. Estaba
enamorada de él, y sabía que él también estaba enamorado de mí. La vida
era buena.
Después de comer, acompañé a Wyatt a la puerta principal. Me besó
suavemente, y susurré contra sus labios:
—Piensa en mí hoy.
Se echó hacia atrás, capturando mi rostro en sus manos.
—Te amo Angel.
Mi corazón se elevó.
—Yo te amo más.
Y luego se fue.
Me paré en la puerta y observé cómo se metía en su auto y se alejaba.
Después de cerrar la puerta, limpié los platos del desayuno y me di una
ducha. Estaba haciendo la cama cuando sonó el timbre, sorprendiéndome.
Fui a la puerta principal y eché un vistazo por la mirilla para ver a
Allison parada allí con los brazos cruzados mientras esperaba a que abriera
la puerta. Mi feliz sonrisa murió, y suspiré. Cuando abrí apenas una grieta,
puso su mano contra la puerta y la empujó para abrir el resto del camino.
—Caray, entra, Allison —dije sarcásticamente mientras cerraba la
puerta detrás de ella.
Una sensación de hundimiento se formó en mi estómago. Que Allison
estuviera aquí no era algo bueno. Amaba a mi hermana, pero tenía que ser
honesta conmigo misma. Donde ella iba, los problemas usualmente la
seguían.
—¿Qué pasa? —pregunté, tragándome los nervios.
—Creo que deberíamos cambiar de nuevo.
—¿Qué? —Mi voz chilló.
Seguramente, la oí mal.
—Creo que deberíamos cambiar —repitió.
—¿Por qué? ¿Qué le pasó al chico que estabas viendo? ¿Por el que te
negaste a casarte con Wyatt?
Ella menospreció mi pregunta como si no fue nada.
—Era un perdedor. Además, Wyatt es mi marido. Es solo un hombre,
Addy. Probablemente ni siquiera notará la diferencia.
—¡No! —escupí, haciendo que se detuviera.
Nunca le había dicho que no tan fácilmente.
—¿Perdón? ¿Qué quieres decir con no? ¡Él es mi esposo, Addy!
—¡No, no lo es! Me casé con él. No tú.
—Estas siendo ridícula.
—¿Estoy siendo ridícula? —dije, golpeándome en el pecho—. No
puedes hablar en serio.
Caminó por el espacio de la sala de estar, recogiendo artículos y
revisándolos. Sin mirarme, dijo:
—Hablo en serio.
—¿Cuál es la verdadera razón por la que quieres volver? —le pregunté.
—¿Honestamente?
Asentí.
—Honestamente.
—París.
Apenas podía creer lo que estaba diciendo.
—¿Quieres volver para ir a París?
—Sí.
—Bien. Haré que Wyatt te envíe a París.
No estaba segura de cómo lo haría, pero lo convencería para que
enviara a Addy a París. Incluso si tuviera que ir con ella, no importaba. Lo
haría.
—No. Esto fue un error, Addy. No podemos vivir como la otra el resto
de nuestras vidas. Me estoy volviendo loca siendo tú.
—Allison, demasiado ha pasado entre Wyatt y yo. Yo…
—Oh, Dios mío, Addison, es solo sexo. No puedes ir apegándote a cada
polla que montas.
—No se trata de eso. Es solo...
—¿Qué? ¿Crees que está enamorado de ti?
No lo dudé.
—No creo que lo esté. Sé que lo está.
Ella rio con fuerza, envolviendo su brazo alrededor de su estómago.
—Oh, Addy, tienes que dejar de ser tan crédula. ¿Conoces la
verdadera razón por la que Wyatt se casó conmigo… contigo? Su abuela le
dijo que, si no se casaba, no heredaría James Bank.
—Estás mintiendo.
—No. Él es un idiota, Addy. Así que, ahora, voy a gastar su dinero
como mejor me parezca. ¿Cree que puede casarse conmigo por dinero?
Entonces por lo menos voy a gastarlo.
—No puedo, Allison. Me he entregado a él. Soy suya y él es mío.
Podía sentir las lágrimas presionando la parte posterior de mis
párpados.
—Lo siento, Addy, pero quiero recuperar mi vida. Si no vuelves a
cambiar conmigo, les diré la verdad a todos y luego nos dejará a ambas. Si
se va, ¿Cómo recibirá papá la atención que necesita? Piensa en esto. No seas
egoísta.
—No te creo. ¿De verdad pondrías en peligro la vida de papá así? Esto
no es un juego, Allison.
—No tendré que poner en peligro la vida de papá porque te conozco,
Addy. No harías nada para poner en peligro las posibilidades de
supervivencia de papá. Volverás a cambiar, y todo será como debería ser.
Ella me tenía.
No podía ganar.
Si no volvía a cambiar, se lo diría a todos. Y creía que lo haría. Allison
no hacía amenazas ociosas. Si derramaba la verdad, no tendríamos dinero
para los tratamientos de papá. Esto significaba que podía perder tanto a
Wyatt como a papá, o simplemente podría perder a Wyatt.
Sabía lo que tenía que hacer.
Mi cuerpo comenzó a temblar, y la ira me recorrió en espiral a niveles
peligrosos. Luego la angustia se apresuró, reemplazando la ira y haciéndome
sentir débil por las náuseas. Las lágrimas que antes amenazaban rompieron
su presa, rodando por mis mejillas antes de aferrarse a mí barbilla.
—Bien. Me iré, pero hoy llamarás a los médicos de papá y arreglarás
sus asuntos. Tiene una cita la próxima semana, así que antes de que te
vayas a París, te lo aguantas y haces lo correcto.
Ella no pestañeó.
—Hecho. Me encargaré de todo antes de irme.
Asentí, tratando de mantener todo junto. No podía decirle que estaba
enamorada de Wyatt. Si lo hiciera, tenía la sensación de que lo usaría en mi
contra de alguna manera. Tenía que hacer que todo pareciera que estaba
bien.
No lo estaba.
Yo no lo estaba.
Pero tenía que hacer lo que tenía que hacer por papá. Él significaba el
mundo para mí, y si renunciar a Wyatt significaría que papá tendría una
mejor oportunidad de vencer al cáncer, que así fuera.
Me destruiría, pero era una cuestión de vida o muerte. A diferencia de
mi hermana cruel y egoísta, yo haría lo correcto para nuestro padre.
Fui a nuestra habitación, aunque suponía que ya no era nada
nuestro. Fui a la cama, agarré la manta de su lado de la cama y la apreté
en mi puño. Justo la noche anterior, habíamos hecho el amor y miles de
promesas con nuestros cuerpos. Ya no estaba cumpliendo mi promesa.
Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas mientras el dolor florecía
dentro de mi pecho, se extendió hacia mis extremidades y me hizo sentir
como si estuviera muriendo. No estaba segura de que iba a sobrevivir
dejándolo.
Mirando alrededor de la habitación, fue entonces cuando me di cuenta
de que nada aquí era realmente mío. Todo lo que tenía era mi pequeña bolsa
de artículos personales. Había tomado las cosas de Allison en nuestra luna
de miel, y aún no habíamos recogido mis cosas de casa de mamá y papá.
Sin embargo, había una cosa que me negaba a dejar atrás.
Yendo a la cesta de ropa, saqué su vieja camiseta que llevaba puesta.
Sosteniéndola en mi cara, permití que su aroma llenara mis sentidos,
produciendo una nueva ola de lágrimas.
Antes de irme, pasé los dedos por las suaves sábanas donde había
dormido la noche anterior.
—Te amo, Wyatt. Siempre —susurré.
Luego dejé la habitación, llevando conmigo los dulces recuerdos que
hicimos juntos, pero dejando atrás todo lo demás. Incluyendo mi corazón y
cada sueño que tuve de una vida junto al hombre que amo.
13
Wyatt
Mi mañana de regreso al trabajo consistió en asistir a dos reuniones.
Estaba a cargo en lugar de mi padre ya que él y mamá habían decidido
tomar una segunda luna de miel cuando volviera de la mía. En lugar de
escuchar durante la reunión, pasé la mayor parte del tiempo pensando en
Allison, mirando mi Rolex y contando los minutos hasta que estuviera con
ella de nuevo.
Decir que estaba atrapado en su hechizo, era una subestimación. La
mujer me hizo desmembrarme y amé cada segundo. Nunca había sentido
esto con tanta fuerza por alguien que no fuera de la familia, y confié en que
Allison sostendría mi corazón y no lo rompería.
Cuando llegó el almuerzo, estaba sacando mi celular y llamándola. No
respondió, lo cual me pareció extraño, pero en lugar de preocuparme,
terminé mi almuerzo y me fui a casa.
Cuando entré en el garaje adjunto, se encendieron las luces,
iluminando mi pequeña colección de autos. Todavía no había llevado a
Allison al garaje, pero una vez que lo hiciera, la dejaría elegir el auto que
quisiera de mi colección.
—¡Cariño, estoy en casa! —grité a través de mi casa, amando la
sensación de no llegar a una casa vacía.
No hubo respuesta, así que me moví por la casa en busca de mi ángel
y la encontré relajada en la bañera rodeada de burbujas. Cuando entré en
el baño, se volvió y sonrió. Algo en su sonrisa estaba apagado. Su felicidad
no alcanzó sus ojos, y eso hizo que su expresión pareciera forzada.
Me detuve en mi camino a través del baño hacia ella.
—¿Está todo bien? —pregunté.
Ella asintió, de nuevo su sonrisa parecía demasiado brillante para sus
ojos.
—Estupendo. ¿Qué tal tu día?
Tan pronto como hizo la pregunta, se dio la vuelta y comenzó a pasar
las páginas de la revista que tenía sobre la bandeja atada a la bañera. Me
había hecho una pregunta, pero obviamente no le importaba la respuesta.
—Estuvo bien. ¿El tuyo?
—Fue un poco aburrido en realidad. No tienes internet en casa.
Tenemos que remediar eso inmediatamente, ya que la señal telefónica aquí
también apesta.
Una vez más, ni siquiera me miró cuando habló.
—Bebé, ¿Estás segura de que estás bien?
—Lo siento. Me siento un poco apagada. Creo que tal vez me sentiré
mucho mejor después de mi baño. ¿Podrías cerrar la puerta detrás de ti,
amor? Solo necesito unos minutos a solas.
Asentí, fingiendo que mis sentimientos no habían sido heridos.
Una vez que salí de la habitación, cerré la puerta detrás de mí y me
apoyé en ella.
Ella estaba diferente
No.
Era la misma de antes de que fuéramos a Bora Bora.
Tal vez ahora que estábamos en casa y volvíamos al trabajo, era un
asunto habitual. Tal vez el pequeño vistazo de Allison que había visto
durante nuestra luna de miel era solo una versión de ella en vacaciones,
pero eso no podía estar bien. No había cambiado una vez que estuvimos en
casa. Incluso esta mañana, las cosas seguían siendo geniales. Era como si
fueran dos personas diferentes.
¿Qué había pasado mientras estaba en el trabajo para devolverle su
actitud fría?
¿Se fue la magia de Bora Bora por fin?
Y si fuera así, ¿Podría volver a obtener esa versión de Allison?
Si tuviéramos que hacerlo, iríamos a Bora Bora cada fin de semana.
Lo que fuera necesario. La amaba, y quería que las cosas se mantuvieran
igual entre nosotros, sin volver a las citas duras y las buenas noches. Quería
su pasión.
La dejé sola en el baño, de pie afuera de la puerta por unos segundos
antes de ir a la cocina y empezar la cena. Por lo general, tenía un cocinero,
pero le di unas pocas semanas de descanso para estar a solas con mi esposa.
Estaba terminando la cena cuando apareció en la cocina. Llevaba una
camiseta sin mangas de encaje negro y ropa interior a juego. Atrás quedaron
las dulces bragas de algodón. Al verla en el encaje negro, al instante quise
que me devolviera el algodón blanco, pero en lugar de decir algo y dictar lo
que usaba, me entretuve llenando nuestros platos con pollo Alfredo.
—Y también cocina. Le di al premio gordo ¿eh? —dijo, su voz sonaba
condescendiente y sarcástica.
Esta era la mujer que recordaba de antes de nuestra boda. Solo podía
esperar que no se quedara así por mucho tiempo.
—Supongo que puedes decir eso. —Coloqué su plato delante de ella.
—¿Qué es esto? —preguntó con los ojos muy abiertos.
—Pollo Alfredo. ¿Nunca lo has comido?
—¿Sabes cuántos carbohidratos hay en esto?
Me reí, sintiendo un poco de dolor por sus palabras. Había cocinado
para ella, y en lugar de agradecerme, estaba apartando su plato y tomando
una manzana del mostrador.
—¿Estás contando carbohidratos ahora?
Ella no había mencionado los carbohidratos antes. Su cuerpo era
perfecto, entonces ¿Por qué estaba tan preocupada por ese tipo de cosas?
—Oh sí. Gane algunos kilos en Bora Bora. Estoy tratando de
eliminarlos.
Sonreí, extendiendo la mano y tocando la suya.
—No hay necesidad. Tu cuerpo es delicioso.
Resopló antes de morder su manzana.
—Sí. A ver si todavía piensas eso cuando haya comido tus cenas llenas
de carbohidratos y haya ganado treinta kilos.
Retiré mi mano y no presioné más. Si sentía que necesitaba hacer
dieta, entonces ese era su problema. No dependía de mí lo que hiciera con
su cuerpo, pero tenía que admitir que extrañaba a la chica despreocupada
de Bora Bora.
Me senté frente a ella, comiendo mi comida en el silencio de la
habitación. Las cosas estaban mal, y no me gustó.
—¿Estás segura de que estás bien? —le pregunté una vez más.
Esta vez, se estiró sobre la mesa y colocó su pequeña mano sobre la
mía.
—Prometo que estoy bien. Sólo me estoy ajustando, eso es todo.
Asentí, entendiendo su significado mientras volví a comer.
Después de la cena, ella limpió la cocina y cargó el lavaplatos.
Mientras hacía eso, me di una ducha y me puse cómodo. Tenía que
encargarme de algunos papeles, así que pasé buena parte de la noche en mi
oficina, pero a ella no parecía importarle. Estaba ocupada frente a mi
pantalla grande viendo realitys de televisión.
Cuando terminé en mi oficina, Allison estaba dormida en el sofá. La
observé dormir con dulzura, su camiseta sin mangas levantada y mostrando
un pequeño indicio de su pecho.
La llevé a la cama, metiéndola antes de entrar a su lado. Se acercó
más a mí, sus delicados dedos rozaron mi pantorrilla y mi polla se endureció
lentamente. Me giré hacia ella, acercándola más a mí, y gimió dulcemente.
Su cuerpo se movió contra el mío mientras dormía, y moví mi rodilla
hacia arriba entre sus muslos, dejando que se apretara contra mi muslo.
—Mm, eso se siente bien —murmuró.
Me acerqué más, agarrando su culo y tirando de ella hacia mi muslo
mientras se apoyaba contra mí más fuerte y un poco más rápido. Ella
ahuecó mis mejillas, acercó mis labios a los de suyos antes de besarme
bruscamente, llenando mi boca con su lengua de una manera agresiva a la
que no estaba acostumbrado cuando se trataba de ella.
La dejé que lo hiciera a su manera.
—Fóllame, Wyatt.
Sus palabras me tomaron por sorpresa, pero no me detuve. Si así era
como mi ángel quería jugar esta noche, podría seguir el juego.
La hice rodar sobre su espalda, trepando sobre ella y tirando su
camisa sobre su cabeza. Sus alegres pechos brillaban a la luz de la luna,
rogándome que los besara. Chupé un pezón erecto entre mis labios y
mordisqueé.
—Joder, sí —gimió ella, tirando de mi cabello tan ásperamente que
siseé.
Bien.
Si ella lo quería rudo, podía ser rudo.
Alcanzando entre nosotros, quité las bragas de encaje de su cuerpo,
haciéndola gruñir de satisfacción. Empujando mi bóxer hacia abajo y
dejando mi polla libre, me moví entre sus muslos y me preparé para follarla
fuerte y rápido. Lo que mi esposa quisiera, lo iba a conseguir.
Justo cuando estaba a punto de entrar en ella, me detuvo,
presionando sus palmas en mi pecho.
—Espera. ¿No estás olvidando algo?
—¿Qué quieres decir? —pregunté, confundido.
¿Tal vez quería hacer algún tipo de juego extraño en primer lugar?
—No llevas condón. Consigue uno —exigió.
Nunca habíamos usado condón.
La miré, la oscuridad de nuestra habitación ocultaba su rostro de mí.
—Nunca hemos usado un condón. ¿Por qué empezaríamos ahora?
Estaba oscuro, pero aún podía ver el momento en que sus ojos se
abrieron con sorpresa. Rápidamente, su expresión cambió, y comenzó a
reírse de una manera que nunca antes le había escuchado.
—Es solo que ahora estamos en casa, así que creo que deberíamos
empezar a usar la protección hasta que nos conozcamos un poco mejor.
Quiero decir, solo salimos un rato antes de la boda.
¿Hasta que nos conozcamos?
Pensé que nos conocíamos bastante bien, considerando que
básicamente había estado dentro de ella desde el momento en que dijimos
que sí.
Con la mandíbula apretada, retrocedí, mi polla se desinfló como un
globo con un pequeño agujero. Por alguna razón, no era así como la deseaba.
Ella era tan diferente. El calor que sentí irradiar de ella después de nuestra
boda se había ido. Lo quería de vuelta.
—Voy a tomar una copa. ¿Quieres algo? —pregunté, levantando mi
bóxer para cubrir mi polla.
Pasó sus dedos por mi antebrazo y bíceps, sus uñas rasparon la piel
y escalofríos de disgusto me recorrieron. Su toque se sintió frío e impersonal,
se sintió mal.
—Creo que estoy bien. En realidad, estoy bastante cansada. Creo que
solo voy a dormir.
Asentí, dándole una sonrisa brusca que estaba segura de que no
alcanzaba mis ojos.
Me levanté de la cama solo con mi bóxer y me dirigí hacia la puerta,
pero antes de que pudiera salir de la habitación, ella dijo:
—Maldición, Wyatt, eres jodidamente atractivo. Nunca lo había notado
antes.
Hice una pausa sin darme la vuelta. Mi ángel nunca hablaba así. Algo
estaba definitivamente mal.
—Buenas noches, Allison —le dije, dejándola en la habitación.
Detrás de mí, la oí gritar:
—¡Buena noche!
Me encogí. Incluso el sonido de su voz estaba mal.
¿Qué cambió?
No fue como si me fuera por semanas. Solo había estado lejos de ella
durante la mitad del día. Definitivamente no me fui lo suficiente como para
que se haya formado la extraña desconexión entre nosotros.
Fui a la licorera y me serví una copa. La drené, el líquido quemaba mi
garganta mientras trataba de pensar en lo que podría haber cambiado. Era
tan diferente.
Y entonces me di cuenta.
Ella no era diferente.
Era la misma Allison que siempre había conocido. La mujer que fue
durante nuestra luna de miel fue la que era diferente. Tal vez no debería
haber estado tan apegado a ese lado de ella. Especialmente si solo iba a ver
ese lado de ella en ocasiones especiales.
Supuse que era hora de acostumbrarse a la forma en que solían ser
las cosas. Necesitaba adaptarme a la vieja Allison de nuevo porque la mujer
con la que me casé y tuve una maravillosa luna de miel había desaparecido.
La lloraría, pero mi orgullo no me permitiría pedirle que regresara.
Aun así, no tenía sentido que ella fingiera por mí. ¿Por qué lo
necesitaría cuando estábamos en privado? Allí, frente al mundo, podría ser
Allison, la chica fiestera, el centro de atención, llena de codicia y sarcasmo.
Mientras volviera a casa, como la dulce mujer de la que me enamoré, no me
importaba.
Me senté en el sofá de mi oficina, tomando otra copa y sintiendo que
el calor comenzaba a correr por mis venas. No podía volver a nuestra
habitación y verla como estaba. Me dolió demasiado. Después de pasar un
día entero extrañándola, la quería de vuelta.
A ella.
La mujer que llevaba bragas de algodón y se sonrojaba. La de suaves
toques y dulces sonrisas.
El licor comenzó a hervir a fuego lento, calmándome y relajando la
tensión en mis hombros. Todo estaba tan jodido. Esta era la vida que había
esperado con Allison Banks, un matrimonio frío y separado. Podría
patearme por enamorarme de la idea de algo más que un matrimonio de
nombre.
Tal vez podría hablar con ella por la mañana, averiguar qué cambió y
solucionar el problema, pero hasta entonces, necesitaba mantenerme
alejado de ella.
Terminando otro vaso, me recosté en el sofá, tratando de ponerme
cómodo en el cuero oscuro. Tomando un cojín, lo arrojé sobre mis piernas y
coloqué el vaso en el suelo al lado del sofá.
Todo había cambiado de alguna manera, y no sabía cómo arreglarlo.
No queriendo volver a la habitación y dormir junto a ella, me preparé
para dormir en el sofá. Cerré los ojos y lo último que vi en mi mente fue mi
ángel, que se veía dulce y sexy para mí en nada más que mi camiseta y su
piel desnuda.
Entonces no hubo nada y caí en un sueño incómodo.
14
Wyatt
Sentí como si hubieran pasado minutos antes de que el sol se asomara
a mi oficina y ardiera en mis ojos. Me desperté, cubriéndome la cara y
siseando el dolor agudo que se movía por mi cabeza.
No me había dado cuenta, pero la noche anterior había bebido un poco
demasiado y muy rápido. Mi boca estaba seca, mi garganta ardía y mi cabeza
latía con fuerza. Me senté, el dolor empeoró aún más, y me agarré los lados
de mi cabeza.
—Joder —siseé.
Mis ojos se movieron hacia el gran reloj en la pared, mirando la hora.
Afortunadamente, todavía era temprano. Tal vez tenía tiempo de sentarme
y hablar con Allison antes de ir al trabajo.
Tirando de mi cuerpo, me puse de pie y me abrí paso a través de la
casa de regreso a nuestra habitación. La casa estaba en silencio. Muy
silenciosa. Cuando entré en nuestra habitación, el sol se derramó en las
ventanas, jugando trucos con las sombras en las esquinas de la habitación.
Un solo haz de luz se filtró a través del gran roble justo afuera de la ventana,
aterrizando en el centro de la cama y llamando mi atención a ese único
punto.
Las sábanas estaban arrugadas, las almohadas lanzadas alrededor de
la cama, pero aparte de eso, estaba vacía.
Entrando a la habitación, fui al baño y toqué la puerta.
—¿Allison?
Cuando no hubo respuesta, empujé la puerta para encontrar el baño
vacío. Fui al gran armario, pensando que tal vez ella estaba allí vestida para
el día, y otra vez, el armario estaba vacío. Tan vacío, de hecho, que su lado
del armario estaba casi completamente limpio.
—¿Qué carajo?
Me di la vuelta y volví a la habitación donde dejé mi teléfono en la
mesa lateral junto a la cama. Alcancé mi teléfono, y fue entonces cuando la
vi.
Una nota.

Wyatt,
Lo siento por lo de anoche, pero creo que necesito tiempo ahora mismo
para pensar las cosas. Todo se siente demasiado raro. Pero no te preocupes,
solo voy a divertirme un poco en París. Necesito desahogarme un poco.
Espero que no te importe, pero Addy quería que dejara unos papeles
para nuestro padre. Si lo hago, perderé mi vuelo. ¿Podrías llevárselos por
favor?
¡Gracias!
Allison

¿París?
¿Qué rayos?
Una ráfaga de ira rugió a través de mí como un tren de carga. Fue tan
rápido y duro; Escuché el correr de ella en mis oídos.
Saqué mi teléfono de la mesa y llamé a su celular. Sonó dos veces
antes de que me enviaran directamente al correo de voz. Había rechazado
mi llamada.
Abriendo mi aplicación de texto, le escribí un mensaje y presioné
enviar.

Yo: ¿Qué estás haciendo? Necesitamos hablar.


Allison: Podemos hablar cuando regrese. No debería irme mucho
tiempo. Solo creo que necesitamos algo de tiempo para volver a nuestra
realidad.

Nuestra realidad
¿Qué demonios significaba eso?
Mi cerebro se arremolinó de emociones. Ella me estaba dando
latigazos con su mierda de ida y vuelta.

Yo: ¿Volver a nuestra realidad? ¿Qué realidad es esa?


Allison: En la que sabemos cuáles son nuestras prioridades.
¿Nuestras prioridades?
¿De qué diablos estaba hablando?
Mi ira se desató antes de desvanecerse lentamente y dejar una
emoción completamente diferente en su lugar.
Tristeza.
Quería que viniera a casa. Quería arreglar las cosas, ser nosotros otra
vez, abrazarla y saber que nunca me dejaría.

Yo: No quiero que te vayas, Allison. Ven a casa.


Allison: Lo haré, pero cuando esté lista. Necesito tiempo ¿Ok? Estaré
bien.

Estaba a punto de responder cuando mi teléfono sonó otra vez con


otro mensaje de ella.

Allison: No olvides llevarle la documentación a Addy. Estoy a punto de


abordar. ¡Hasta la vista!

¿Hasta la vista?
Rápidamente, la llamé. Esta vez, fue directo al correo de voz.
Mi ira se disparó una vez más, y levanté la lámpara junto a mi lado de
la cama y la golpeé contra la pared.
Unos días después de nuestra luna de miel y ella ya estaba huyendo
de nosotros. Después de todo lo que hablamos en nuestra luna de miel.
Después de todos los te amo que nos dijimos.
Sentado en la cama, sostuve mi cabeza en mis manos y respiré
profundamente. Yo no era de perder la cabeza Siempre fui tan calculado y
reservado. No podía dejar que su extraño comportamiento me empujara por
el borde.
El agua caliente en la ducha no hizo nada para alejarme del borde, y
después de vestirme y prepararme para el trabajo, decidí tomarme el día
libre. La compañía podría funcionar sin mí por un día. Necesitaba tiempo
para averiguar qué estaba pasando en mi matrimonio.
Después de prepararme unos cuantos huevos, me senté en la isla de
la cocina y comí. Fue entonces cuando vi el papeleo que Allison había dejado
para su hermana, Addison. Hojeando la primera página, vi que era un
montón de charlas sobre seguros de salud.
Hojeé las páginas y, al hacerlo, surgió una historia triste.
No hay suficiente seguro de salud.
Frank Banks.
Cáncer.
Tratamientos caros.
Y luego, en el fondo, estaba el papeleo donde la familia estaba tratando
de solicitar asistencia financiera para sus tratamientos.
La familia Banks estaba en bancarrota, y nadie en nuestro círculo
social lo sabía. Demonios, estaba casado con su hija, e incluso yo no lo
sabía.
Entonces se me ocurrió un pensamiento. Tal vez la actitud de Allison
cambió el día anterior, y su repentina desaparición esa mañana tuvo más
que ver con la enfermedad de su padre y menos con nuestro matrimonio.
¿Estaba empeorando?
¿Estaba molesta?
Supe cuando nos casamos que cada uno tenía motivos ocultos. El mío
era el negocio familiar, pero ¿Cuál era el suyo?
¿Se casó conmigo por mi dinero?
Y si es así, ¿Fue para los tratamientos de cáncer de su padre?
Sabía que lo había descubierto, y también sabía que estábamos en el
mismo bote. Ninguno de los dos habíamos planeado enamorarnos, sin
embargo, lo habíamos hecho.
Hombre, había sido un imbécil. Mi dulce esposa estaba caminando
con el peso del mundo sobre sus hombros, y todo en lo que podía pensar
era en nuestro matrimonio y en mí. Tenía sentido que quisiera alejarse. Solo
deseaba que quisiera escaparse conmigo en lugar de estar sola. Quería que
ella confiara en mí y me necesitara, tanto, que le había dado acceso a mis
cuentas, pero tenía que entender.
La ira que rugía a través de mí esta mañana comenzó lentamente a
desaparecer, y la culpa y la tristeza llenaron su espacio. Si solo hubiera
venido a mí. Me habría asegurado de que todo estuviera cuidado. Me habría
asegurado de que no tuviera nada de qué preocuparse. Ella era mi esposa,
y quería cuidarla.
Tomando mi teléfono del mostrador, le envié un mensaje de texto,
aunque estaba seguro de que no lo leería hasta que se bajara del avión.

Yo: Lo entiendo, ángel. Estoy aquí para ti. Ven a casa cuando estés
lista. Estaré aquí.
Luego conseguí mis llaves y tomé el papeleo antes de cerrar y dirigirme
hacia la residencia de los Banks.
Si mi esposa necesitaba tiempo fuera, lo conseguiría, pero cuando
volviera, me aseguraría de que todo estuviera cuidado para ella.
Quince minutos después, llegué a la casa de los Banks. Todavía era
temprano, pero vi una figura acurrucada en el columpio del porche
delantero.
Cuando salí de mi auto, la figura se incorporó y me miró.
Era mi esposa
No.
No mi Allison. Era su hermana, Addison.
Ella era diferente de Allison, aunque parecían idénticas. Estaba
tranquila, siempre escondiendo sus gafas detrás de un libro. Llevaba el
cabello recogido hacia un lado en una larga trenza, y vestía lo que debería
haber sido un par de mallas muy poco atractivas y una camiseta larga y
holgada.
Excepto que nada era poco atractivo en su ropa. La miré de arriba
abajo, y lentamente, mi polla comenzó a levantarse. Sorprendido, usé el
papeleo para cubrir mi rigidez mientras subía los pocos escalones hacia el
porche delantero.
Estaba en una racha jodida. No podía levantarlo y seguir duro para
mi esposa, pero sí para esta mujer, que, por supuesto, lucia exactamente
como mi esposa.
Ella era más redonda que Allison, pero no por mucho. Sus caderas
parecían más llenas, y sus pechos, aunque escondidos detrás de su holgada
camisa, parecían más llenos. No llevaba sujetador; me di cuenta por los
puntos obvios que sobresalían contra su camisa.
Se veía tan inocente, algo así como mi ángel después de que nos
casamos, pero no era mi esposa. Mi esposa se dirigía a París para escapar.
—Oye, Addison —dije mientras subía al porche.
Sus ojos se abrieron mucho, como si estuviera sorprendida de verme,
y cuanto más me acercaba a ella, más rígidos se ponían sus hombros. Sus
ojos se arrastraron a través de mi traje, bajando de mi cuello y sobre mi
pecho mientras lo hacía. Una mirada soñadora tocó su rostro antes de que
sus ojos se enfrentaran con los míos una vez más.
Lucía triste.
Su padre.
Obviamente, estaba triste por su padre y su pronóstico.
—¿Estás bien? —le pregunté.
Ella asintió, pero no habló.
—Allison me pidió que te trajera este papeleo. Es sobre tu papá. Son
unos pocos documentos del seguro.
Una vez más, asintió, alcanzando los papeles con una mano delicada.
—¿Dónde está Allison? —Su voz era pequeña y suave, enviando otra
ola extraña de deseo sobre mí.
No lo entendí, pero me sentí atraído por Addison. Estaba más allá de
mal.
Entonces su pregunta se hundió, y mi mandíbula se apretó.
Sin responder a su pregunta, le hice una propia:
—¿Puedo preguntarte algo?
Se alejó, regresó a su columpio y palmeó el área a su lado para que
me sentara. Me senté, volviéndome y bajando el pie para evitar que el
columpio se moviera.
—¿Tu hermana es diferente cuando está sola contigo? —le pregunté.
—¿Qué quieres decir?
Me rasqué la mandíbula, deseando haberme afeitado esa mañana.
—Quiero decir, ella es dulce y gentil. ¿Es cariñosa?
Estiré mis piernas y comencé a balancearnos. Su expresión cambió
cuando lo pensó, y luego se encogió de hombros.
No era la respuesta que estaba buscando.
—Cuando éramos niñas, éramos cercanas, pero una vez que llegamos
a la pubertad, ella cambió. Estaba más preocupada por ser el centro de
atención y menos preocupada por cualquier otra cosa... incluyéndome.
—¿Dirías que es cercana a tu papá?
Negó.
—Realmente no.
Tenía que sacudir el árbol lo suficiente. Necesitaba respuestas.
—¿Qué está pasando, Addy? ¿Qué pasó con el dinero de tu familia?
Tu padre debería estar recibiendo los tratamientos que necesita.
Asintió.
—Lo sé. ¿Allison te lo contó todo?
—No. No me habló de esto en absoluto. En su lugar, se subió a un
avión a París esta mañana sin decírmelo.
Me avergonzaba incluso decir eso.
¿Qué clase de hombre no sabía dónde estaba su esposa o qué estaba
pasando con ella?
Los ojos de Addy se ensancharon.
—Ella no lo hizo.
—Lo hizo. Dejó una nota, pero nada más. Necesito respuestas si las
tienes.
Respiró, preparándose para informarme.
—Soy cercana a mi padre. Él es todo lo que tengo, pero cuando se
trata de Allison, no puedo ayudarte. Ella es un enigma para mí. Sé que
somos gemelas, y se supone que debemos ser cercanas, pero ha pasado
mucho tiempo desde que Allison y yo nos sentamos compartimos una charla
nocturna. Ella no es la niña que solía ser. Es mi hermana y la quiero, pero
es agotadora. Todo lo que puedo decir es que, le des el espacio que ella cree
que necesita y, con suerte, se recuperará.
Y eso era exactamente lo que no quería escuchar.
Ella necesitaba espacio, pero yo solo la necesitaba a ella.
15
Addison
Él parecía estar al límite. Sus hombros estaban tensos, su mandíbula
apretada. Allison solo había estado con él unas horas, y ya podía notar el
estrés que le había causado.
Quería ir a él, abrazarlo y decirle la verdad, pero no podía. No le haría
eso a mi padre, no importaba lo malo que fuera continuar esta farsa.
Se había vestido para el trabajo, pero estaba aquí en mi porche
caminando de un lado a otro como un tigre enjaulado listo para abalanzarse.
Luego me dijo que Allison estaba de camino a París y todo tuvo
sentido. Probablemente le había dejado una nota que sonaba tan insensible
y cruel como ella, y probablemente lo había hecho mientras él dormía sin
siquiera mirar atrás. Mientras tanto, yo había tocado la cama vacía y lo
había echado de menos antes de salir de la habitación que se suponía que
era nuestra.
¿Cómo podíamos ser parientes?
¿En dónde estaba su corazón?
Tal vez yo había recibido todas las emociones cuando estábamos
dentro del vientre de mi madre. Tal vez Allison no tenía ninguna, y yo tenía
demasiadas.
Odiaba dejarlo marchar sin respuestas. Sin amor. Sin besos. Quería
hacer todas esas cosas por él, pero no podía. Lo vi alejarse con el corazón
en la garganta y con lágrimas en las mejillas.
Allison Banks.
Mi hermana.
La amaba, pero era una persona terrible.
Ella estaba haciendo lo que fuera, disfrutando de la vida,
probablemente comiendo un croissant y coqueteando con un camarero
francés. Mientras tanto, yo me sentía miserable. Nunca había estado tan
triste en toda mi vida. Todo en lo que había podido pensar cuando salí de
su casa era en Wyatt volviendo a casa, tirando a mi hermana en la encimera
de la cocina y perdiéndose dentro de ella. Quería vomitar cada vez que se
me cruzaba por la cabeza y me ahogaba en celos.
Él la llamaría por su nombre, y esta vez, sería el nombre correcto para
la chica correcta.
¿Notaría alguna diferencia?
¿No fui nada para él?
No hace falta decir que en los días siguientes pasé más tiempo
deprimida en la casa que en cualquier otra cosa. Fue la depresión más
profunda que jamás había experimentado.
—Addison, ¿estás preparada para ir con tu padre a su cita de hoy?
Hay algo de papeleo del que tengo que encargarme en la oficina —me
preguntó mi madre.
Me sorprendió que me lo pidiera. Normalmente, me decía que hiciera
algo como si no tuviera otros planes en mi vida. No los tenía, por supuesto,
pero ese no era el punto.
—Claro. No me importa. Será agradable pasar algún tiempo con papá.
Y lo sería.
No había pasado mucho tiempo con él desde la boda, y con él teniendo
dificultades para recibir sus tratamientos de quimioterapia, no quería
perder ni un solo minuto que pudiera pasar a su lado.
Lo llevé al hospital y me estacioné cerca de la puerta. Saliendo del
auto, fui a la cajuela y saqué su andador. No siempre había usado un
andador, pero los últimos meses habían sido duros para él. Necesitaba
ayuda para salir del auto, pero una vez que estuvo de pie junto a su andador,
me subí al auto, estacioné unas cuantas filas atrás y luego regresé para
acompañarlo adentro.
Cuando la enfermera lo llevó a la sala para su tratamiento, fui a la
oficina de facturación y esperé en la sala de espera. Quería volver con papá
lo antes posible, pero sabía que tenía que ocuparme de esto primero.
Necesitábamos más tiempo. El papeleo que Allison había intentado llenar
para mamá estaba mal. Mamá lo había corregido y me pidió que lo
entregara.
Una vez que la empleada de facturación me llamó, me senté en la silla
frente a su escritorio y puse el papeleo frente a ella.
—¿Qué es esto? —preguntó, mirando por encima de la página
superior.
—Es la solicitud de ayuda financiera.
Me miró con confusión presionando sus cejas.
—¿Y esto es para Frank Banks?
Asentí.
—Sí, señora.
Se dio la vuelta y empezó a escribir algo en la computadora. Después
de ponerse los anteojos, leyó en la pantalla.
—Cariño, la atención médica y los tratamientos futuros de Frank
Bank ya están pagados.
Quedé boquiabierta y estaba segura de que la había oído mal.
—¿Disculpe?
—Sí. Aquí dice que todas las cuentas han sido pagadas, y todo
tratamiento futuro está cubierto hasta nuevo aviso. —Sonrió—. Parece que
tu padre tiene todo arreglado.
Salí de su oficina sintiéndome un poco más ligera.
Wyatt James.
Había leído el papeleo, había visto el problema y lo había solucionado.
Era mi héroe, pero lo estaba engañando de la peor manera posible.
Ahora que había pagado todas las cuentas médicas de papá, no había
manera de que pudiera decirle la verdad. Era mejor dejarlo ir y ser feliz con
lo que tenía. Con suerte, ese sería un padre saludable.
A partir de ese momento, las cosas se pusieron un poco más fáciles
para nosotros. Me mantuve tan ocupada como podía. Si no descansaba, no
tenía ni un minuto para pensar en él y en lo mucho que echaba de menos
todo lo que teníamos.
Allison se quedó en París, sin siquiera tomarse el tiempo de llamar
para ver cómo estaba papá. Estaba llegando al punto de que estaba
empezando a despreciarla. ¿Qué clase de hija huye a otro país en un
momento tan crucial en la vida de su padre y sin ni siquiera tener la
decencia de llamarle para ver cómo estaba?
Como sea.
Papá se sentía mejor.
Mamá estaba empezando a sonreír más.
¿Y yo? Estaba empezando a sentir que podía respirar de nuevo.
Tres semanas después, eso cambió cuando me desperté sintiéndome
mal. El estómago me daba vueltas y la cabeza me latía con fuerza. Estaba
segura de que me estaba muriendo. Cuando pensé que ya no podía aguantar
más, salí de la cama, corrí al baño y vacié mi estómago. Incluso sin nada en
el estómago, me estremecí.
Después de tres mañanas de eso, estaba empezando a sentirme
mareada y sabía que ya era hora de ir al médico. Conduje sin preocupar a
mis padres, y cuando llegué allí, tuve que esperar treinta minutos. Para
cuando me llamaron, no estaba segura de si podía estar de pie.
La enfermera me indicó que orinara en una taza antes de que me
pusieran en una habitación. Ella llegó unos minutos más tarde y tomó mis
signos vitales, y una vez más, estuve sola en la habitación.
Después de otros diez minutos, la puerta finalmente se abrió, y el
doctor entró.
—Hola, señorita Banks, ¿cuál es el problema?
Tenía la cabeza hacia abajo mientras hacía esa pregunta, y podía oír
el rasguño de su pluma desde donde estaba sentada.
—Estoy enferma. Tengo náuseas y constantes vómitos. No puedo
retener nada de comida. Estoy cansada. Creo que tal vez es algún tipo de
enfermedad estomacal.
Él levantó la vista de los papeles con una sonrisa.
—Yo diría que esos son síntomas normales para una mujer con su
condición.
La confusión se apoderó de mí.
—¿Y a qué condición se refiere?
—Está embarazada, señorita Banks.
16
Addison
Un bebé. Su bebé. Nuestro bebé.
Todo tenía sentido. Hacía tiempo que no tenía la regla, pero había
pensado que era estrés. No es que no creyera que fuera posible. Wyatt había
estado dentro de mí tantas veces que había perdido la cuenta, pero debería
haber sido más inteligente. Había pensado que nada podría separarnos,
pero me había equivocado. Mi hermana había hecho precisamente eso,
dejándome a mí sola con las consecuencias.
Él merecía saberlo, y yo quería decírselo, pero no quería arruinar el
cuidado de la salud de mi padre. Wyatt había pagado todo en su totalidad.
Si la verdad se supiera ahora, podría cambiar de opinión y quitárselo todo.
No podía dejar que eso pasara. No con lo bien que se veía papá en estos días.
No.
Mi secreto seguiría siendo solo eso... mío.
No podía decirle la verdad a Wyatt, y puede que él nunca supiera lo
de nuestro bebé, pero aun así me encontré con que quería correr hacia él.
Necesitaba verlo. Sabía que estaba mal ir, pero no pude evitarlo. Antes de
darme cuenta de lo que estaba haciendo, me encontré en mi auto y de
camino a su casa.
Allison no estaba allí, así que él pensaría que yo era ella. Podría decirle
que volé a casa por un tiempo. Lo que sea que tuviera que hacer para estar
cerca de él. No podía contarle lo del bebé... al menos no todavía, pero quería
que me abrazara. Era la única vez que me sentía segura.
Cuando llegué a su casa, vi la luz de su habitación encendida.
Probablemente estaba tumbado en la cama viendo la tele solo. Me lo
imaginaba sin camisa, con el pecho desnudo, duro y sexy, y unos pantalones
deportivos grises, que no hacían nada para ocultar la forma de su polla
perfecta. Apreté los muslos para aliviar la presión que se acumulaba entre
ellos.
Lo deseaba.
Lo necesitaba.
Y por eso, lo tendría.
La alarma no estaba activada y la puerta lateral estaba abierta, así
que la abrí y entré. Me moví a través de la casa semi iluminada hacia donde
sabía que estaba.
Su dormitorio.
Una vez que llegué a la puerta, me detuve para respirar hondo y sacar
el coraje que necesitaba para entrar. Una vez que reuní suficiente valentía,
atravesé la puerta y entré a la luz de la televisión.
Se volvió hacia mí, sus ojos se abrieron un poco al verme.
—¿Allison? —Se sentó, su pecho brillando con las luces plateadas de
la pantalla que había estado mirando.
No respondí a ese nombre porque no era mío. En vez de eso, me moví
a través de la habitación y hacia él. Él se giró en la cama, arrojando sus
piernas sobre el borde como si estuviera a punto de pararse y saludarme,
pero antes de que pudiera, presioné mis palmas contra sus hombros para
que no se pusiera de pie.
Me miró, confusión y emoción llenando su expresión.
—Estás aquí de verdad —susurró.
Inclinada, lo besé suavemente, lo probé y memoricé el momento. Sus
manos me rodearon la espalda, agarrando mis caderas y subiéndome a su
regazo. Envolví mis piernas alrededor de sus caderas, sintiendo que ya
estaba duro mientras presionaba mi centro.
Rompiendo nuestro beso, lo empujé sobre sus hombros hasta que se
recostó en la cama. Luego me subí en él, besándolo una vez más mientras
deslizaba mi camiseta lo mejor que podía. Rompí el beso una vez más para
quitarme la blusa sobre la cabeza antes de tirarla al suelo detrás de mí.
—Te necesito —dije honestamente.
Porque lo hacía.
Lo necesitaba como si necesitara mi próximo aliento.
El no perdió el tiempo, tiro de sus pantalones deportivos mientras yo
me deshacía de mis pantalones y bragas. Entonces estaba encima de él de
nuevo, colocándome en su longitud y acoplándome a él.
Me quedé boquiabierta ante la sensación de estar llena. Después de
semanas de extrañarlo, el dolor de perderlo disminuyó en ese momento.
Se sentó, su pecho presionando contra el mío, y perdió sus manos en
mi cabello mientras empujaba sus caderas hacia arriba, tirando de mí y
llenándome una y otra vez.
—Te extrañé jodidamente tanto, Ángel.
Cuando me llamaba Ángel, estaba hablando conmigo en lo que a mí
respectaba. No era su apodo.... era el mío.
—No me dejes de nuevo. Quédate. Solo quédate conmigo —susurró
contra mis labios mientras hacíamos el amor suave y lento.
Me abrazó como si fuera un pájaro esperando para volar libre, y lo
dejé, sintiéndome más contenta de lo que estuve en semanas.
—Te amo tanto, Wyatt.
—Te amo más —respondió, dándome la espalda y llenándome una vez
más.
Después, se relajó en mis brazos, con la cabeza apoyada en mi brazo,
y lo vi dormir. Por las ojeras alrededor de sus ojos, me di cuenta de que no
había estado descansando. Yo tampoco. Ambos estábamos sufriendo y
odiaba que no pudiera hacerlo todo mejor.
Me moví para ponerme más cómoda, y él se despertó y me agarró como
si estuviera a punto de huir.
—Shhh —lo calmé—. Estoy aquí, Wyatt. Estoy aquí contigo.
Se acomodó, su expresión volviendo a calmarse. Luego me envolvió
con sus grandes brazos y me abrazó. Besándome en el hombro, me susurró:
—Me alegro de que estés en casa. Seamos nosotros otra vez.
Y luego, lentamente, se volvió a dormir.
No había hablado mucho con él, y cuando lo hice, solo había dicho la
verdad, pero el hecho era que no podía quedarme por mucho que lo deseara.
Una vez que supe que estaba dormido, me levanté de la cama, me puse mi
ropa y desaparecí de su vida una vez más.
No fue justo para ninguno de los dos, pero fue lo correcto. Y así lo
haría, aunque me destrozara el corazón en el proceso.
17
Wyatt
Ella estaba allí. Todavía podía sentirla a mi alrededor. Apenas podía
creer que había vuelto a casa. Después de semanas de perderla, semanas
de sentirme enfermo, estaba de vuelta. Me sentía completo de nuevo.
Girando, deslicé mi mano sobre las sábanas, alcanzándola. Una vez
más, encontré las sábanas frías y vacías. Salí corriendo de la cama y entré
al baño, esperando que ella estuviera ahí, pero fue como un Deja vu.
Encontrar una casa vacía después de la noche que habíamos compartido
era como una daga en el pecho.
No más.
Otra vez no.
No pude marcar su número lo suficientemente rápido. Tan pronto
como contestó, fui a ella.
—¿Qué demonios, Allison? No está bien que aparezcas, me folles y te
vayas por la mañana como si nada hubiera pasado. No puedo aguantar
mucho más de esta mierda.
Hubo silencio en la línea, y luego me sorprendió cuando estalló en
risa.
—¿Qué es lo gracioso?
—Nada. Escucha, lo siento, está bien. Olvida que sucedió.
—No lo haré. Vuelve aquí ahora mismo. Ya no voy a jugar más a estos
juegos contigo.
—Aún no puedo. Solo dame un poco más de tiempo. Necesitamos
concentrarnos.
—¿En qué? ¿Nuestras prioridades? Te dije que te amo y te fuiste. ¿No
quieres estar conmigo?
Una vez más, hubo silencio.
—Por supuesto, quiero estar contigo, Wyatt. —Suspiró en el teléfono
como si estuviera molesta—. La palabra amor me asusta si soy honesta.
—¿Qué? No tuviste problemas para oírla o decirla antes y anoche.
¿Qué ha cambiado?
—Yo he cambiado. Mira, estaré en casa pronto. Son solo nervios. No
te preocupes por mí. Voy a estar bien. Todo está bien.
Y luego colgó, despidiéndome como si no fuera nada otra vez.
Allí estaba yo, con su olor todavía en mi piel, de nuevo haciendo del
hombre con el corazón roto. No estaba seguro de cuánto tiempo más podría
hacer esto con ella. Deseaba a Allison. La amaba más de lo que pensaba que
era posible, pero lo que estaba haciendo no era justo. Se trataba de mucho
más que de conseguir la empresa familiar ahora. Eso me importaba una
mierda. Solo me preocupaba por ella. Solo la quería a ella.
18
Addison
Me desperté en mi cama con el aroma de Wyatt en mi piel. Mi cuerpo
zumbó por nuestra noche juntos, satisfecho y repleto. Todavía podía sentir
su toque y escuchar sus cálidos gemidos de placer. Cuando cerré los ojos,
pude ver su expresión de dulce agonía mientras hacíamos el amor.
Me quedé allí, repitiendo la sensación de sus manos sobre mi piel, la
necesidad en su voz cuando me rogó que me quedara, y la mirada en sus
ojos cuando me empujó por el borde. Mi cuerpo volvió a cobrar vida
lentamente, necesitando más de él, pero sabía que era la última vez que
estaríamos juntos.
Dejarlo después de que se durmiera había sido difícil, pero sabía que
era lo mejor. No quería imaginar lo que pensaría cuando se despertara, y no
estuviera allí. Herirlo me estaba matando, pero al parecer no podía
mantenerme alejada. Odiaba lo que le estábamos haciendo, y como yo era
un ser humano decente, me obligaría a mantenerme alejada de él. No
importaba lo mucho que lo necesitara en mi vida.
Sentándome, quité las mantas de mi piel caliente. Tan pronto como
me senté, las náuseas pasaron por mi estómago. Envolví mis brazos
alrededor de mí misma, dirigiéndome hacia el único lugar que parecía
ayudar: el porche delantero. Cada vez que me sentía enferma, me sentaba
en el columpio, respiraba el aire fresco, y parecía ayudar.
La brisa de la mañana atrapó mi cabello, levantándolo de la parte
posterior de mi cuello. Lo tiré hacia un lado e hice una trenza rápida antes
de sentarme en el columpio y relajarme. No había estado allí mucho tiempo
cuando escuché que un auto se detenía. Me volví hacia el sonido y vi a Wyatt
salir de su auto y cerrar la puerta detrás de él.
Su rostro estaba rojo, su mandíbula apretada con fuerza. Él estaba
enojado.
¿Estaba molesto por lo de anoche?
¿Lo sabía?
No me vio sentada a un lado del columpio por lo que se dirigió hacia
la puerta principal.
Antes de que pudiera tocar el timbre, dije:
—Hola, otra vez.
Se volvió al sonido de mi voz y se dirigió hacia mí.
—Justo la chica que estoy buscando.
Sus palabras me dejaron un poco sin aliento.
—¿Qué pasa? —pregunté, sentándome erguida.
—Es tu hermana. —Se sentó en el columpio a mi lado y nos empujó
con sus largas piernas.
Tragué, la brisa atrapando su colonia y enviándola hacia mí. Cerré los
ojos y lo respiré.
—¿Qué hay con ella?
—Ella me está volviendo loco, eso es lo que quiero decir, simplemente
no la entiendo. Tal vez puedas explicarme cosas.
—¿Explicar cosas? ¿Qué cosas?
Nos estaba balanceando demasiado rápido, y mi estómago comenzó a
girar de nuevo. Ahogué las náuseas, esperando no enfermarme delante de
él.
—No lo sé —dijo, pasando sus largos dedos por su cabello oscuro.
Parecía cansado, y sabía que era porque lo había mantenido despierto hasta
tarde—. Ella está por todo el lugar
Me reí.
—Bueno, esa es Allison para ti.
Se volvió hacia mí, sus ojos oscuros se movían sobre mi rostro.
—¿Te sientes bien? —preguntó, sorprendiéndome.
¿Me veía tan mal como me sentía?
Asenti.
—Estoy bien. Dime qué está pasando. —Alejé la atención de mí.
—Es simplemente raro. No quiero ventilar nuestros asuntos, pero tal
vez ella te hable. Es tu hermana gemela, después de todo.
No lo corregí. Claro, éramos gemelas, pero no éramos cercanas, y rara
vez teníamos conversaciones de corazón a corazón.
—Tal vez puedas arrojar algo de luz sobre por qué es dos personas
diferentes.
Mi corazón se detuvo ante sus palabras. Estaba tan cerca de la
verdad. Allison era dos personas últimamente. Ella era yo, y era ella.
—¿Me puedes explicar eso? —pregunté.
—Quiero decir, justo anoche vino a casa y pensé que nos habíamos
vuelto a conectar. Era la misma chica que en nuestra luna de miel. Luego,
cuando me desperté, se había ido otra vez. Solo así... sin una palabra. La
llamé para averiguar qué demonios estaba pasando, y se echó a reír. ¿Qué
diablos es eso?
Solo podía imaginar lo que Allison pensó cuando la llamó, pero
honestamente, ya no me importaba.
—Yo... —comencé a decirle mi opinión, pero antes de que pudiera
pronunciar más palabras, la bilis subió por mi estómago y comenzó a
ahogarme.
Corrí a un lado del porche y pasé por la barandilla justo a tiempo para
vomitar en los arbustos. Wyatt estaba a mi lado, haciendo mi trenza hacia
un lado para que no me vomitara el cabello.
—Joder, lo siento, Addy. No quise molestarte.
Levanté mi mano, mi estómago agitado una vez más.
—No estoy enojada. Es otra cosa —me atraganté.
Se quedó a mi lado, el calor de su gran cuerpo me calmó. Sacó un
pañuelo y lo acepté, limpiándome la boca. Su gran mano cubrió la parte
baja de mi espalda con suavidad mientras me ayudaba a volver al columpio.
Me senté, mis piernas temblaban de enfermarse.
—Lamento que hayas tenido que ver eso —me disculpé.
—Por favor, no te disculpes. ¿Estás bien?
Asentí, cubriéndome la boca.
—Estoy bien.
Manteniendo sus ojos pegados a mi rostro, miró fijamente como si
estuviera recibiendo respuestas de mi expresión. La preocupación entrelazó
sus cejas cuando se acercó y palmeó mi rodilla.
Con la tranquilidad del momento, la brisa fresca en mi piel y su mano
contra mi carne, era como si estuviéramos otra vez en Bora Bora, y la magia
había regresado. Me sostuvo en su mirada magnética, y me resultó difícil
apartar la mirada, pero lo hice.
Era tan fácil perderse en su oscura mirada. Especialmente cuando
estaba encima de mí, llevándome con una oscura y sensual pasión. Mi
corazón se agitó ante el recuerdo de la noche anterior, y como si pudiera
escuchar mis pensamientos, una sonrisa de complicidad se formó en sus
labios.
Wyatt me debilitó, pero sabía que lo que había sucedido la noche
anterior nunca podría volver a suceder. Tenía que mantenerme fuerte. No
podía rendirme ante la tentación de él porque ya no era mío. Incluso si
llevara una pequeña parte de él dentro de mi cuerpo.
Estirando mi mano, pasé una palma sobre mi estómago. Sus ojos
siguieron el movimiento. Mi estómago se sintió mareado otra vez, y presioné
mi mano contra él y la otra sobre el apoyabrazos.
—¿Estás segura de que estás bien? Juro que no quise molestarte
hablando de tu hermana. Es solo que...
—¡No! —respiré hondo y traté de contenerlo—. No es eso. No tiene
nada que ver con Allison.
Realmente no. Quiero decir, ella fue la razón por la que me casé y,
para empezar, fui a una luna de miel con Wyatt, pero no era la razón por la
que estaba embarazada. Lo había hecho todo por mi cuenta. Bueno, Wyatt
y yo.
—Addison.
Su voz. Su profunda voz de barítono me calmó y me derritió al mismo
tiempo. Oírlo decir mi nombre era como un juego previo. Me sentía mal, pero
el espacio entre mis muslos comenzó a palpitar lentamente. Todavía podía
sentirlo muy dentro de mí.
Cerrando mis ojos, saboreé el recuerdo, deseando que realmente
estuviera casado conmigo. Deseé que me tomara en sus brazos, me llevara
a mi habitación y me hiciera el amor una y otra vez.
—¿Sí? —Mi voz sonaba profunda y llena de necesidad.
Él no habló, así que abrí los ojos. Lo miré, y sus ojos se posaron en
mis labios, su expresión casi negra.
—¿Estás segura de que estás bien? ¿Qué pasa contigo, Addy? Y no
digas que no es nada. Obviamente es algo. Deja que te ayude. ¿Qué puedo
hacer?
Quería decirle que podía dejar a Allison y casarse conmigo. Quería
decirle que podría llevarme de regreso a nuestra casa donde podríamos criar
a nuestro bebé y ser una familia, pero no lo hice.
En cambio, cerré los ojos y abrí la boca, y las palabras que no había
querido decir salieron.
—Estoy embarazada, Wyatt.
Cuando él no respondió, mi corazón comenzó a correr aún más rápido.
No pude detener las lágrimas que empujaban la parte posterior de mis
párpados, y rompieron por mis pestañas, rodando por mis mejillas.
Finalmente, respondió.
—Allison nunca me dijo que estabas viendo a alguien.
—No lo hago. Acaba de suceder.
—¿Cómo?
—De la forma normal en que se hacen los bebés.
Se aclaró la garganta, su mano se posó en mi rodilla.
—No. Lo que quiero decir es que no fuiste forzada, ¿verdad?
Su significado se movió a través de mi cerebro, y sacudí mi cabeza.
—No. Yo lo quería.
Y lo hice.
Siempre lo quise.
—¿Ya has ido a un médico?
—Aún no.
Se puso de pie, inclinándose y tomando mis manos para levantarme.
—Entra, dúchate y vístete.
—¿Por qué?
—Porque te llevaré a un médico de inmediato.
—Pero estoy bien. Arreglaré una cita pronto.
Sacudió la cabeza.
—Déjame hacer esto por ti. No estoy seguro de lo que está pasando
con tu familia, pero sé que están teniendo problemas financieros. Tu padre
no tenía seguro de salud, así que supongo que tú tampoco.
No respondí. En cambio, asentí y aparté la vista avergonzada.
Su dedo estaba caliente contra mi barbilla cuando me giró para
mirarlo, y sus suaves ojos de marta cibelina devoraron mi rostro, dejándome
sentir expuesta.
—No te avergüences, Addy. Estas cosas pasan. Solo déjame
encargarme de esto por ti. ¿De acuerdo?
Quería llorar cuando él apartó su dedo de mi piel, pero mirando sus
ojos oscuros y sintiendo su fuerza magnética, supe que no podía decirle que
no. En cambio, asentí, y sin hablar, acepté que me cuidara.
Me siguió adentro, sentándose en la sala de estar mientras yo corría
escaleras arriba para darme una ducha y prepararme. Tan pronto como
entré en mi habitación, mi celular comenzó a sonar. Antes de responder,
pude ver que Allison había intentado llamarme varias veces.
De mala gana, le respondí.
—Buenos días, Allison.
En lugar de decirme buenos días, fue directamente a matar.
—¿Por qué estás siendo tan estúpida, Addison?
Fingí estar confundida.
—¿Qué quieres decir?
—Fuiste a mi casa y follaste a mi marido.
Mi estómago cayó con sus palabras. Él no era suyo; era mío. Él
simplemente no lo sabía.
—No seas grosera, Allison.
—¿No seas grosera? No soy quien folla al marido de su hermana. Será
mejor que te alegres de que esté completamente despistado.
—No está despistado.
—Sí, lo está. Realmente pensó que estuve allí anoche. —Su risa llenó
el teléfono, y me estremecí.
—Allison, para.
—No. Quiero decir, vamos, Addy. Y ni siquiera me hagas empezar por
el hecho de que te follo a pelo. ¿En serio? Wow, hermana. Eres una cosita
valiente, ¿verdad?
¿Cómo supo eso?
Realmente no sabía qué decir. Las lágrimas ardían en mis ojos
mientras la vergüenza me inundaba.
Porque sí, me sentía débil. Tenía que verlo. Después de descubrir que
estaba embarazada, no podía ayudarme a mí misma y quería volver a sentir
esa conexión. Incluso si solo fuera por una vez más. La última vez.
—Pero tal vez tu estupidez funcione a mi favor. quiero decir, él ni
siquiera podía levantarlo conmigo, lo cual es una pena ya que es
jodidamente sexy. Pero sexy o no, no es mi tipo. Él es demasiado melancólico
y anticuado para mí. Así que fóllalo tanto como quieras. Solo asegúrate de
que no esté en la ciudad.
—No. No lo volveré a hacer. Es solo que... —Hice una pausa.
No había nada que pudiera decirle. No era como si pudiera admitir
que estaba embarazada y hormonal. No había manera de que Allison
guardara mis secretos.
—¿Solo qué? ¿Un momento de debilidad? Ese es el problema, Addy.
Siempre eres tan débil. Necesitas ser una mujer dura. Quiero decir, vi a
Wyatt desnudo, así que lo entiendo. Su polla es enorme, pero la polla no lo
es todo.
Ni siquiera pude responder a eso. Aunque me había dicho repetidas
veces que nunca habían tenido relaciones sexuales, lo cual era un gran
alivio, aún odiaba que ella lo viera desnudo. Él era mío, y no quería que mi
hermana supiera cosas tan personales sobre él.
Continué escuchándola un poco mientras hablaba de sí misma y de
lo genial que era París, pero después de un tiempo, simplemente colgué. Ella
estaría enojada, pero Wyatt había esperado suficiente abajo.
Entré en mi baño, me desnudé y me di una ducha caliente. No iba a
ser cómodo andar sola con Wyatt, sabiendo las cosas que sabía, pero tenía
razón. No tenía seguro de salud. Si quería saber que todo estaba bien con el
bebé y conmigo misma, tenía que aceptar su oferta. Al menos esta vez.
Después de eso, me ocuparía del resto por mi cuenta.
19
Wyatt
—No es necesario que vengas conmigo, Wyatt. Soy una chica grande.
Yo me metí en esto, puedo cuidar de mí misma.
—Estoy seguro de que puedes. Pero, al parecer, soy el único amigo
que tienes en este momento. Y si vas a mantener a este bebé en secreto…
—Lo haré —dijo interrumpiéndome—. Por ahora, lo haré. Solo…
necesito que papá mejore un poco. No quiero sorprenderlo, ¿entiendes?
—Comprendo. Sin embargo, tengo una pregunta.
—¿Qué?
—¿El padre se hará cargo?
Apartó la mirada, sus ojos cayendo con tristeza. Quería atraerla hacia
mí y abrazarla, pero sabía que eso sería inapropiado. Era la hermana de mi
esposa. Que la acompañara a su cita con el médico ya era bastante fuera de
lo común, así que no quería hacerlo aún más extraño.
—No. No se hará cargo. No es parte de esto.
—Entonces creo que hice lo correcto al venir. —Le sonreí y me sentí
mejor cuando ella me sonrió.
Era alarmante lo idénticas que eran ella y Allison. A veces casi
olvidaba que no era como su hermana. Sus dulces sonrisas y su inocencia.
Era todo lo que amaba de su hermana antes de que regresáramos a casa y
ella comenzara con sus actitudes egocéntricas.
Me estiré y elegí una revista en la sala de espera. Cuando pasé las
páginas, mis ojos se agrandaron cuando noté que estaba mirando pechos y
dibujos del útero de una mujer. Rápidamente, cerré la revista y la devolví a
su lugar.
Addison rio a mi lado y negué con la cabeza, sabiendo que me había
visto.
Ella realmente no me quería allí, podía notarlo, pero también sabía
que necesitaba lo que le estaba ofreciendo. Había insistido porque todas las
mujeres deberían poder ir al médico.
Además, sabía que me necesitaba. Allison había dejado a su hermana
gemela sola para lidiar con un padre enfermo y una madre con demasiado
trabajo. Era lo menos que podía hacer y, honestamente, me daba algo en
qué pensar que no fuera Addison y nuestra relación bipolar.
Era inapropiado ir con mi cuñada a su cita con el ginecólogo, pero me
daba cuenta que estaba asustada. Obviamente, el padre del bebé no iba a
ser de gran ayuda, así que tener a un hombre a su lado durante sus citas
no era una idea tan terrible.
—¿Addison Banks? —La mujer detrás del mostrador frontal llamó a
Addison y, en lugar de sentarme y esperar, la seguí hasta el mostrador.
—¿Puedo ver la información de tu seguro? —preguntó la mujer.
Addison se puso pálida, pero antes de que pudiera estresarse, saqué
mi billetera, extraje la tarjeta de crédito y la deposité sobre el mostrador.
—Pagaremos al contado.
Addy jadeó a mi lado y negó con la cabeza.
—No deberías hacer esto.
—Ni una palabra —dije, dándole golpecitos en la punta de la nariz.
Luego, la abracé por su diminuta cintura y la atraje a mi lado. Si iba
a pasar por esto sola, al menos me aseguraría que nadie lo supiera. La apreté
estrechamente contra mi lado y le sonreí a la recepcionista. Una vez que
pasó la tarjeta, firmé y conduje a Addy a la sala de espera.
Se sentó en silencio, sin mirarme. Me daba cuenta de que tenía
problemas para aceptar lo que estaba haciendo por ella. No me importaba,
pero era obvio que Addison no estaba acostumbrada a que los demás la
ayudaran. A diferencia de su gemela, no le gustaba aceptar lo que la gente
le ofrecía.
Se recuperó rápidamente cuando la llamaron otra vez. Me paré
cuando ella hizo lo mismo y colocó su diminuta mano en mi hombro,
enviando una extraña descarga a través de mi cuerpo.
—Siéntate. Quédate aquí como un niño bueno. Volveré enseguida. —
Me sonrió y la mirada en sus ojos me hizo detenerme.
Hice lo que dijo, haciéndola sonreír.
—Voy a estar aquí esperando.
Se dio vuelta y siguió a la enfermera.
Sentí como si hubiera estado esperando desde siempre cuando
finalmente regresó y se sentó a mi lado.
—¿Y? ¿Está todo bien?
—Oh, esa no era la consulta. Solo comprobaron mi peso y presión
sanguínea. Tomaron una muestra de sangre. Me llamarán de nuevo e iré a
una habitación pronto.
—Oh. Eso demuestra cuánto sé de estas cosas.
Me sonrió.
—Estoy segura de que no se supone que sepas de estas cosas.
Esperamos otros quince minutos antes de que la llamaran de nuevo.
Esta vez, decidí ir con ella. Me paré, pero una vez más me detuvo.
—No es necesario que vengas conmigo.
—Está bien. Quiero ir contigo.
—¿Estás seguro? Podría ponerse un poco extraño allí adentro.
Reí.
—Estoy bastante seguro de que ya es extraño.
—Es cierto.
Rio antes de darse vuelta y seguir a la enfermera hasta el consultorio.
Una vez en la habitación, me senté junto a la cabecera de la mesa de
examen. La enfermera se movía por la habitación, tomando suministros,
antes de extraer una sábana y una bata para Addison.
—Aquí tienes, ponte esto.
La enfermera le entregó la bata y el rostro de Addy se puso tan blanco
como la sábana en la camilla.
—¿Ponerme esto? ¿Por qué?
—El médico querrá hacerte un examen vaginal.
Addison se volteó hacia mí y susurró:
—Tendrás que marcharte.
—Oh, está bien. Los esposos pueden permanecer en la habitación
mientras el médico hace el examen y se asegura que no haya problemas.
Después de eso, se marchó de la habitación, dándonos privacidad a
Addison y a mí.
—No puedes estar aquí, Wyatt —dijo ella sosteniendo la bata delante
de su camisa.
—¿Por qué no?
La bata la cubriría. Sin mencionar que la enfermera le había dado una
sábana para más cobertura. Siempre y cuando me mantuviera a la altura
de su cabeza, no vería nada. No quería dejarla sola en esa habitación con
un médico desconocido.
—Primero: no eres mi esposo. Segundo: estoy a punto de desnudarme.
Le di la espalda y enfrenté la pared.
—Vamos, desnúdate. Prometo no mirar, pero no me iré de la
habitación.
—¿En serio?
—Sip. En serio.
Ella suspiró detrás de mí, y luego oí el ruido de las telas mientras se
desvestía. En lo que se sintió como si fueran segundos, se subió a la mesa
de examen.
—Listo.
Cuando me giré, vi que usaba la bata con la sábana cubriendo sus
piernas. Se sentó con la espalda recta y una expresión nerviosa.
La habitación estaba silenciosa mientras esperábamos.
Afortunadamente no tuvimos que esperar demasiado antes de que
golpearan la puerta y el médico ingresara.
Era un hombre grande, casi tan alto como yo, con cabello y ojos
oscuros. Incluso yo podía admitir que era apuesto, y cuando miré a Addison,
era evidente en su expresión que ella pensaba lo mismo. Por algún motivo,
eso no me gustó.
—Muy bien, Señorita Banks, echemos un vistazo, ¿te parece?
Dejó su portapapeles sobre la mesa, se puso un par de guantes de
látex y acomodó los estribos de la camilla.
—¿Podrías recostarte, poner los pies en los estribos y apoyar la cola
en el borde de la camilla?
Ella hizo lo que le pidió, su expresión rígida e incómoda.
—¿Te encuentras bien? —pregunté.
Asintió sin hablar.
Su expresión era tensa y no supe si se debía a que me encontraba en
la habitación o si estaba incómoda con la situación en general. Imaginé que
tener a un extraño mirando tus partes íntimas no era nada cómodo.
Él hizo algo debajo de la sábana y ella siseó de dolor. Me puse tenso,
listo para decirle al médico que se alejara de ella, pero antes de que pudiera
hacerlo, ella se relajó. Él retrocedió y se quitó los guantes, arrojándolos al
cesto junto a la puerta.
Agarró su portapapeles y escribió algunas notas.
—¿Es tu primer bebé? —preguntó.
Ella asintió, apoyándose sobre los codos.
—Bueno, por ahora todo se ve bien. Vamos a hacer un ultrasonido y
quizás podamos escuchar el latido del corazón del bebé.
Addison me miró con una expresión nerviosa en su rostro y, sin
pensar, le agarré la mano y le sonreí. El médico se marchó, dándole tiempo
para que se vistiera. Me paré, enfrentando la pared de nuevo, pero el impulso
de voltearme y verla sin ropa era demasiado fuerte. Me sentí culpable al
instante.
Addison era la hermana de mi esposa. No podía pensar en ella de esa
forma.
Hizo un ruido y pensé que me estaba diciendo que podía darme vuelta,
pero, al parecer, no era así. Cuando me giré, se estaba poniendo sus leggins
y cubriendo unas bragas blancas de algodón.
Al instante, mi polla comenzó a crecer. Me senté rápidamente,
tapándome la entrepierna y maldiciendo por ser tan pervertido.
Entonces el médico ingresó con un carrito.
—Oh, lo siento. Tendrás que quitarte los pantalones de nuevo. Ya que
estás de poco tiempo, necesitamos hacer un ultrasonido vaginal.
Ella me echó un vistazo con los ojos desmesuradamente abiertos,
rogándome que me volteara. Pero tenía el presentimiento de que el médico
lo encontraría extraño, teniendo en cuenta que seguramente pensaba que
yo era su pareja.
Cuando no me moví para voltearme, rápidamente se quitó los leggins
y las bragas, y volvió a cubrirse con la sábana.
—Muy bien, recuéstate para mí —dijo él.
La sábana se deslizó cuando puso los pies en los estribos y miré su
estómago. Estaba un poco abultado a la altura de su ombligo, pero más allá
de eso, su estómago era completamente plano. Imaginé que tardaba un poco
en empezar a notarse en las mujeres embarazadas. Bajé un poco la mirada,
a sus huesos púbicos, y mi cuerpo reaccionó una vez más.
¿Qué diablos estaba mal conmigo?
¿Qué tenían las bragas blancas que me encendían?
Aparté la vista cuando me di cuenta que ella me atrapó mirando.
El médico cubrió la vara conectada a la máquina con lo que parecía
un condón grande y echó vaselina en el extremo. Luego, giró la máquina
para que la pantalla negra quedara hacia nosotros.
—Muy bien. Esto podría sentirse un poco frío.
En cuanto la vara desapareció debajo de la sábana, Addy se sacudió
y rio con nerviosismo.
—Está frío.
El médico sonrió y ajustó el brazo para mover la vara en la posición
correcta. La pantalla se encendió, pareciendo una TV en blanco y negro que
había perdido la conexión satelital. Se veía borroso, con una confusión de
manchas blancas, pero en el centro se podía ver un pequeño movimiento.
Entonces, el médico encendió el sonido y un golpeteo llenó la habitación.
El jadeo de Addy inundó el pequeño espacio y la miré para verla
observando la pantalla con lágrimas brillantes en los ojos.
—Oh, Dios mío —susurró ella—. En verdad hay un bebé allí.
Se limpió una lágrima que caía por su mejilla y su mano tembló.
Inclinándome hacia adelante, la besé dulcemente en la sien.
—Es el sonido más maravilloso del mundo —dije, refiriéndome al
latido del bebé.
—Lo es —acordó—. Simplemente no puedo creer que sea real.
—Créelo porque lo es.
El doctor extrajo la vara y le quitó el condón antes de arrojarlo al cesto.
—Es bueno ver padres tan contentos. Felicitaciones.
El rostro de Addy se volvió pálido y abrió la boca como si fuera a
corregirlo, pero antes de que pudiera hacerlo, le apreté la mano y hablé.
—Sí. Estamos muy felices.
Y, extrañamente, era cierto. Formar parte de algo tan increíble me dejó
con una sensación de euforia.
Un bebé.
Iba a ser tío, lo que sería asombroso, pero no podía evitar desear que
fuera Allison la que estuviera embarazada. En realidad, nunca había
querido niños. Ni siquiera me había querido casar, pero después de ver la
reacción de Addy y el amor en sus ojos, mis sentimientos habían cambiado.
Quería amor.
Quería a mi Allison de regreso.
Y quería comenzar una familia con ella.
20
Addison
Wyatt había reclamado a nuestro bebé en el consultorio sin siquiera
saber que era suyo. Eso demostró lo caballeroso que era, pero al mismo
tiempo, su felicidad me hacía doler el corazón. Estuve tan cerca de decirle
la verdad, pero mantuve mi secreto y me marché del consultorio con él.
Me ayudó a entrar al auto, su gran mano en mi espalda baja, y luego
me llevó a almorzar. Una vez que terminamos de comer, me dejó en casa.
Me quedé en el porche y lo observé marcharse.
Todo el día se sintió irreal: estar con Wyatt en el control del bebé y
luego almorzar con él. No sabía que era el padre y sin embargo me había
dado comodidad y se había encargado de todas mis necesidades. Lo amaba
por el hombre que era, y no estaba segura si podría seguir rondándolo sin
estar realmente con él.
Los días pasaron y comencé a sentirme un poco mejor durante el día.
Sin embargo, a pesar de que mi estómago se había asentado, comencé a
tener pesadillas horribles sobre Wyatt marchándose sin regresar nunca
más. Me estaba matando. Las pesadillas eran tan vívidas que me despertaba
con un sudor frío y jadeando en busca de aire.
La mayoría de las tardes, llevaba a papá a sus citas y preparaba la
cena cuando llegábamos a casa. Pasaba gran parte de las mañanas en el
columpio del porche delantero, leyendo un libro y disfrutando del aire fresco
de un nuevo día. En eso estaba cuando oí ruedas haciendo crujir la gravilla
de nuestra entrada para autos. Pensando que era otra de las entregas de
mamá para el trabajo, no alcé la vista hasta que escuché que alguien se
aclaraba la garganta.
Cuando miré hacia arriba, Wyatt estaba parado allí. Lucía delicioso.
Alto, oscuro y tan increíblemente sexy en sus cómodos jeans y su camisa
abotonada. Llevaba las mangas enrolladas hasta los codos, mostrando un
poco de la tinta de sus brazos. Incluso sus antebrazos me excitaban.
Mi cuerpo comenzó a zumbar, el punto entre mis muslos rogando por
la liberación que sabía que él me podía dar.
Su cabello oscuro estaba alborotado, como si hubiera estado pasando
los dedos por él, y su cabeza estaba gacha como si estuviera sumido en sus
pensamientos. Quería ir hasta él, enredar mis dedos en su cabello y besarlo.
Quería ayudarlo a olvidar aquello que lo agobiaba.
La ausencia de Allison lo estaba dañando terriblemente. Estaba
perdiendo peso y tenía círculos debajo de los ojos. En verdad la extrañaba…
a mí, y eso golpeó mi corazón con tanta fuerza que me quedé sin aliento.
Acercándose al porche, se detuvo y miró hacia al patio, como si
supiera que no debería estar aquí. Y supongo que, de alguna forma, no
debería. No había motivo para ello. Allison no estaba aquí. Solo yo y, hasta
donde los demás sabían, Wyatt y yo no teníamos razón alguna para estar
solos.
Suspiró y se encaminó hacia la puerta, pero cuando me vio sentada a
un lado del porche, se detuvo. Una lenta sonrisa se formó en su rostro,
iluminando sus ojos oscuros, que se deslizaron lentamente de mi rostro
hasta mi camisa holgada.
—Hola, Addy, ¿cómo te sientes esta mañana?
—Bien. Creo que las náuseas matutinas se han ido, afortunadamente.
Su mirada oscura se movió por mi cuerpo, y sentía como si cada lugar
que miraba estuviera siendo tocado. Podía sentir sus manos contra mi piel
incluso aunque estuviera parado al otro lado del porche.
—Genial. Odiaba verte tan miserable.
—También odio verte miserable.
Tensó los hombros.
—Estoy bien.
Me paré y me acerqué a él agarrando su mano, y la apretó como si mi
mano fuera lo único que lo mantuviera en pie.
Mi alma ardía por estar con él. Por quitarle el dolor y que volviéramos
a estar juntos de nuevo. Me iba a dormir todas las noches deseando estar
entre sus brazos, pero me despertaba cada mañana sabiendo que era
imposible. Éramos increíbles juntos, y odiaba que él hubiera creído que se
había enamorado de mi hermana en Bora Bora.
De repente, la sangre huyó de mi cabeza y el porche comenzó a girar
cuando el mareo se hizo presente. Debí haberme levantado demasiado
rápido para acercarme a él. Se debilitaron mis rodillas y, justo cuando
estaba a punto de caer, me levantó en sus brazos.
Mis ojos quedaron atrapados en los suyos y sentí el deseo crudo en
su oscura mirada.
—¿Habitación? —preguntó.
Tragué mi deseo y casi me ahogué.
—¿Qué?
Una sonrisa sexy adornó sus labios gruesos.
—Déjame llevarte a tu habitación. Claramente no te sientes bien.
—No. Puedes soltarme. Creo que estoy bien.
Él rio entre dientes, pero no se movió para soltarme.
—Casi te desmayas. Ahora, déjate de idioteces y dime dónde está tu
habitación. Necesitas descansar. Estás débil.
—No estoy débil —espeté—. Solo estoy…
—¿Solo estás qué?
El fastidio me sacudió y suspiré.
—No importa. Solo llévame a mi habitación.
Volvió a reír, el sonido profundo vibrando contra mí.
—Tienes bastante carácter para alguien que supuestamente es
callada todo el tiempo. ¿Dónde están tus padres?
—Mamá está trabajando y papá está haciendo trabajo liviano en la
oficina.
—¿Entonces estás sola? —preguntó, sus cejas alzándose como si
estuviera asombrado.
—Sí. No soy una niña, ¿sabes?
Sus ojos cayeron lentamente, contemplando mis pechos. Estaba
excitada, por lo que sabía que mis pezones eran notorios a través de mi
delgada camisa. Cuando volvió a mirarme, sus ojos estaban aún más
oscuros.
—Soy muy consciente de ello.
Aparté la vista de él, mordiéndome el labio para contener un gemido
de placer ante sus palabras y la sensación de su cuerpo contra el mío.
No llegamos a la habitación. En su lugar, hice que me llevara a la sala.
—Leeré un poco y pondré Netflix.
El asintió, depositándome cuidadosamente sobre el sofá. Me estiré
para buscar mi libro que se encontraba en la mesa ratona, pero él lo agarró
antes de que pudiera hacerlo. Sus ojos se movieron sobre la sugerente
portada y se abrieron de par en par.
—¿Placeres Prohibidos? —preguntó, reprimiendo una sonrisa.
—Dame mi libro — dije, extendiendo mi mano y sonrojándome.
—Estás completamente roja, Addison. ¿De qué se trata este libro? —
preguntó, hojeando las páginas como si estuviera a punto de leerlo.
—No se trata de nada. Dámelo.
—Ese color en tus mejillas dice lo contrario.
—Wyatt Alexander James, dame mi libro.
—Así que ahora me llamas por mi segundo nombre, ¿eh? Debe ser un
libro obsceno. Me sorprendes, traviesa Addison.
Mis mejillas volvieron a encenderse.
—No es así.
Tiró del señalador, abriéndolo en la última página que estaba leyendo.
—Veamos qué estás leyendo en tu pequeño libro obsceno.
—No es obsceno. Es romance.
—Seguro que sí. Lo que menos te haga sentir como una chica sucia.
Estaba bromeando, pero comenzaba a sentirme realmente
avergonzada. Recordé la última parte que estaba leyendo y era un diálogo
de una sesión de sexo súper sucio.
Luego comenzó a leer y noté cuando llegó a la escena en cuestión. Sus
ojos se ampliaron y se agrandó su sonrisa.
—Uf. Estás leyendo algo caliente.
Saltando del sofá, me estiré en busca de mi libro, pero él lo sostuvo
por encima de su cabeza y rio ante mi intento de recuperarlo.
Salté, intentando quitárselo y, cuando lo hice, tropecé con sus
zapatillas. El libro cayó de su mano cuando comencé a caer y, una vez más,
me encontré en sus brazos.
Sus dedos estaban en mi cabello, su otro brazo rodeando mi cintura
sosteniéndome cerca. Sus labios estaban a centímetros de los míos, y mis
dedos se aferraron a su camisa cuando la necesidad de besarlo me invadió.
¿Qué haría si lo besaba?
¿Me correspondería el beso?
Y si lo hacía, ¿me reconocería por mis besos?
Mordí mi labio inferior con indecisión. Quería besarlo con tantas
fuerzas. Besarlo y tocarlo por todas partes.
Abrió los ojos como si pudiera leer mis pensamientos y me acercó aún
más. Nuestros cuerpos se tocaron y un hormigueo recorrió mi piel. Luego,
sentí su duro calor presionándose contra la parte baja de mi estómago.
Jadeé ante la sensación de su polla tan cerca de donde la quería.
Él me deseaba.
No a Allison.
A mí.
A la tonta. Ñoña. Tímida. Addison.
No se movió de inmediato. En cambio, me sorprendió cuando deslizó
su mano por mi espalda, me agarró la cadera y me atrajo contra su dura
longitud. Sus ojos se dilataron, oscureciéndose con deseo mientras sus
labios se acercaban a los míos.
Entonces, de repente, me encontré a unos metros de distancia de él,
y me estaba entregando mi libro. No me miraba. En su lugar, sus ojos
vagaban por el lugar. El calor entre mis piernas se evaporó, pero la tensión
en la habitación permaneció.
La necesidad.
El deseo.
Cerré los ojos, recordando todas las formas en que tomó mi cuerpo, la
sensación de tenerlo enterrado profundamente en mí mientras me venía,
apretándolo y exprimiéndolo. Tragué, al borde de arrojarme encima de él,
pero afortunadamente, comenzó a retroceder hacia la puerta para
marcharse antes de que pudiera hacerlo.
—Debería irme. Solo… lo siento. Descansa un poco, Addison.
Y entonces se marchó, llevándose mi corazón y mi alma con él una vez
más.
21
Addison
Me desperté cerca de la una de la mañana. Mi cuerpo estaba tenso
con la necesidad y mi corazón palpitaba con fuerza en mi pecho. Me senté,
limpiándome el sudor de la frente. No había sido una pesadilla sobre Wyatt.
En su lugar, había soñado que estaba tocándome, amándome, llevándome
hasta el borde.
No podía negármelo más. No estaba segura si eran las hormonas del
embarazo o qué, pero deseaba a Wyatt. Mi cuerpo estaba preparado y listo,
la sensibilidad entre mis piernas haciéndome sentir como si mi carne
doliera.
Juré que no lo haría de nuevo, pero me encontré en mi auto yendo a
la casa de Wyatt. Bajé la ventanilla y dejé que la brisa fresca de la noche me
enfriara la piel. Las calles estaban vacías, las luces de la calle formaban
círculos naranjas que brillaban en el asfalto frente a mí.
Cuando llegué a su casa, las luces estaban apagadas. A excepción de
la luz del porche delantero y de las luces de la acera, el área era una boca
de lobo. No tenía idea si él había puesto la alarma de la casa, pero en ese
momento, no me importaba. Solo lo quería a él. Si me atrapaba entrando a
escondidas, que así fuera.
Allison todavía estaba desaparecida, pero me enteré que regresaría a
casa en una semana, lo que significaba que ésta sería mi última oportunidad
para tener una noche con Wyatt. Una última vez. Un último momento con
él. Y luego me prometí que no se repetiría.
Cuando llegué a la puerta, me sentí aliviada cuando giré el pomo y
abrió. Me moví por la casa hasta su habitación, donde sabía que él dormía.
La casa estaba a oscuras, pero recordé el camino hacia el lugar sin
problemas. Cuando llegué a la puerta de su habitación, la abrí y lo encontré
durmiendo sobre su estómago, los brazos doblados bajo la almohada.
Me acerqué a un lado de la cama y me senté en el borde, deslizando
un solo dedo por su columna. Movió la cabeza hacia un lado, el pequeño
sonido que escapó de él pareció alcanzar mi entrepierna y masajear mi
clítoris. Moví dos dedos hacia arriba por su columna y me incliné, besándole
la espalda suavemente.
Él gimió, todavía sin despertarse de su sueño profundo.
Lo volví a besar, dejando que mi lengua se deslizara por su delicada
piel y, esta vez, rodó sobre un lado, permitiéndome besar su costado y luego
su pecho cuando quedó recostado completamente sobre su espalda. Sus
dedos fueron a mi cabello, acercándome el rostro a su piel.
—Ángel —susurró y escalofríos me recorrieron la piel.
Había dicho mi nombre sin saberlo. No me llamó Allison, y eso envió
una oleada de felicidad a través de mí.
Le besé el pecho, sentándome a horcajadas sobre él mientras lo hacía.
Sus dedos se enterraron en mi cadera, colocándome sobre su polla dura, y
siseé ante la sensación de él presionándose contra mi centro sensible.
Le besé el cuello y luego la barbilla antes de atrapar sus labios en los
míos. Me devolvió el beso, su lengua hundiéndose en mi boca y
saboreándome Mientras nos besábamos, sus manos se metieron en la parte
de atrás de mi pijama, agarrando mi trasero y apretándolo. Sus manos se
sentían calientes contra mi piel, y me estremecí.
Inclinándome, rompí nuestro beso y me senté sobre él. Sus ojos se
abrieron, oscuros y amplios mientras me miraba sacar la parte superior del
pijama sobre mi cabeza y tirarla al suelo. Cuando me recosté nuevamente
sobre él, mis senos sensibles rozaron su pecho y gemí ante la sensación de
su piel contra la mía.
Por fin.
—Te necesito, Wyatt —dije contra su pecho antes de chuparlo y
mordisquearlo.
Cuando me enderecé y lo miré, me estaba observando. Me tocó la
mejilla antes de pasar su pulgar por mi labio inferior. Aun así, su rostro
carecía de expresión. Estaba allí conmigo, pero a su vez, no lo estaba.
—¿Qué ocurre? —pregunté, atrapando su rostro entre mis palmas.
—Quiero disfrutar este momento, pero sé que dolerá cuando despierte
en la mañana y te hayas ido de nuevo.
Se me rompió el corazón, mi pecho repleto de tristeza y miseria.
Tenía razón.
Lo que estaba haciendo estaba mal.
No era justo para él ni para mí.
Me aparté completamente, preparándome para levantarme, vestirme
y marcharme, pero antes de que pudiera salir de la cama, me puso
nuevamente encima de él.
—No me importa cuánto duela mañana. Quédate conmigo esta noche.
Me giró sobre mi espalda, moviéndose sobre mí y tomando el control.
Sus manos estaban por todos lados, tocando y acariciando. Sus labios se
apoderaron de los míos, separándose únicamente en busca de aire y para
emitir algunos sonidos de placer.
Para cuando entró en mí, estaba rogando y suplicando por él. Mis
uñas desgarraron su piel, mis talones se clavaron en sus muslos y mis
dientes tiraron de la piel de su hombro mientras se convertía en el hombre
salvaje que yo conocía. Fue rudo, empujándome físicamente más allá del
borde de la razón, pero a su vez fue gentil, amándome de la única forma que
Wyatt James podía hacerlo.
Una vez que colapsamos en la cama, ambos jadeando en busca de
aire, sudorosos y completamente saciados, me atrajo en sus brazos y me
abrazó desde atrás. Cálida en sus brazos, decidí relajarme por un momento.
Pero a medida que la noche avanzaba, mis ojos fueron a la deriva hasta que,
finalmente, dormí bien por primera vez desde que me mudé de la casa de
Wyatt.
22
Wyatt
Mi teléfono sonó a la distancia, pero estaba demasiado cómodo con mi
ángel entre mis brazos como para moverme y atender. Esperaba que dejara
de sonar, pero, después de varios timbres, me estiré, tomé el celular de la
mesa de noche, y respondí.
—Hola —hablé con voz ronca.
—Hola, cariño. Soy yo.
Abrí uno de los ojos cuando la voz de Allison llenó la línea. La
confusión me inundó. ¿Cómo es que me estaba llamando si seguía en la
cama a mi lado?
Antes de responder me estiré, esperando sentir la cama vacía junto a
mí. Pero mis dedos acariciaron carne cálida. Deslicé la palma por su cadera
y un suspiro contenido llenó la habitación.
Si ella estaba al teléfono, ¿Quién estaba en mi cama?
Salté, observando a mi esposa durmiendo de lado en la cama.
—¿Allison? —pregunté a la persona al otro lado de la línea.
—¿Sí?
—Estás llamándome —afirmé lo obvio.
Ella rio, un toque de exasperación en su voz.
—Muy bien, señalaste lo obvio, Wyatt.
—¿Dónde estás? —pregunté, seguro de que estaba perdiendo la
cabeza.
—Sigo en Paris. Volveré a casa hoy, así que llamaba para ver si podías
enviar un taxi a recogerme del aeropuerto.
No respondí.
No podía.
La comprensión comenzaba a filtrarse y no estaba seguro de cómo
manejarlo.
Había sido engañado.
—¿Hola? —preguntó ella irritada—. ¿Estás escuchándome? Dije que
necesitaba un auto.
Asentí, aunque ella no podía verme.
—Sí. Haré que alguien te recoja.
Sin esperar a que respondiera, colgué y volví a depositar el teléfono
sobre la mesa.
No podía quitar los ojos de la mujer en mi cama. Obviamente, Addison
era la gemela en mi cama. Había venido a mi casa en medio de la noche y
habíamos hecho el amor. Pero eso no podía ser, porque la mujer a la que le
hice el amor anoche había sido la misma mujer conmigo en Bora Bora.
Estaba seguro de eso.
La forma en que se sentía. Sus sonidos. Sus caricias. Había sido todo
lo mismo. Fue como revivir nuestro momento en el búngalo una y otra vez.
Parado allí, la miré mientras dormía. La curva de su mejilla, sus labios
carnosos. Su pequeña nariz y la forma en que sus pestañas descansaban
sobre su mejilla. Mis ojos se movieron hacia abajo, asimilando sus hombros
y pechos desnudos antes de aterrizar en su estómago diminuto, el pequeño
bulto que se asomaba en la parte baja de su estómago un poco más grande
de lo habitual.
Me fallaron las rodillas.
Definitivamente Addison estaba en mi cama. Definitivamente había
estado con Addison en Bora Bora.
¿Cómo es que obvié los signos?
Su dulzura y goce en la isla, cuando sabía que Allison hubiera odiado
no ir a París.
Su naturaleza generosa mientras estábamos en la isla cuando siempre
supe que Allison era una perra egocéntrica.
Físicamente eran idénticas, pero no podían tener personalidades más
diferentes.
Allison era egoísta y odiosa. Era coqueta y ruidosa, se vestía sexy con
ropas que no dejaban nada a la imaginación.
Addison era tranquila y generosa. Hablaba con voz suave y era
amable. Había usado el vestido de playa más dulce de todos en Bora Bora y
se había sentido muy incómoda en un bikini en la playa.
Entonces recordé las bragas de algodón. Allison nunca las hubiera
usado, pero Addison era tierna y estaba hecha para el algodón en lugar de
la seda y el encaje. Mi mente volvió a todos los momentos en que habíamos
dormido juntos, y estaba seguro que había sido con Addison todo el tiempo.
Excepto por una vez que Allison había estado allí y me pidió que usara
condón.
Lo sabía.
Lo sabía todo.
¿Me había casado con Addison en lugar de Allison?
Estaba seguro que había estado con Allison en la boda, pero en
realidad no tenía forma de saberlo. Recordé el día de nuestra boda y sus
manos temblorosas en las mías cuando dijimos nuestros votos. Pensé en su
alegría contenida en la recepción. Incluso había bailado con mi primo que
era conocido por ser demasiado hablador y molestar a todos. Pero no a
Addison. Le había sonreído y lo había escuchado pacientemente mientras él
se trastabillaba con sus propias palabras.
Había sido ella en la boda. Estaba seguro de ello.
Salí de la habitación, fui a mi oficina y abrí la caja fuerte donde
guardaba los objetos de valor. Había un sobre y, dentro, estaba nuestra
licencia matrimonial. Lo abrí y saqué la licencia, y cuando miré las firmas,
jadeé cuando vi el nombre de Addison escrito en una perfecta letra cursiva
sobre la línea de la firma.
Había firmado con su nombre.
Estaba casado con Addison, no con Allison.
La comprensión fue como una tonelada de ladrillos sobre mi pecho.
Me senté en el sofá de mi oficina y coloqué mi cabeza entre las rodillas en
un intento por detener el aturdimiento.
¿Cómo podía haber estado tan ciego?
Aunque la furia se estaba apoderando de mi cuerpo, la dejé dormir.
No estaba seguro de cómo decirle que sabía la verdad, pero cuanto más me
sentaba y me inquietaba, más furioso me ponía. Me encontré limpiando y
buscando cosas por hacer para mantenerme ocupado. Cuando mi estómago
comenzó a rugir por el hambre, me detuve y preparé el desayuno para
ambos.
Estaba apagando la estufa y preparando nuestros platos cuando ella
entró a la cocina con una mirada preocupada en su rostro.
—Alguien durmió bien anoche —dije, intentando apaciguar la ira en
mi voz.
Caminó hasta la isla central y agachó la cabeza como si no pudiera
mirarme. Quería gritarle, preguntarle por qué y hacerla confesar, pero
tragué mi enojo y dejé que la paciencia tomara su lugar.
—No quería dormir tanto. Tu cama… nuestra cama es lo más cómodo
que hay.
Reí entre dientes sarcásticamente al oír su error. ¿Cuántas veces se
había equivocado conmigo y había sido demasiado estúpido como para
notarlo?
—Sí, estoy seguro que querías marcharte antes de que despertara,
como la última vez.
Sus ojos viajaron en mi dirección y pude ver la chispa de furia que se
encendía detrás de sus ojos azules. Aun así, permaneció en calma.
Probablemente pensaba una forma de salir de esta sin ser ruda. Imaginé su
pequeño cerebro haciendo humo mientras pensaba en un motivo para salir
corriendo rápidamente.
—¿Cuántas veces planeas meterte en mi casa y follarme, Addison? —
pregunté.
Negó con la cabeza.
—No haría eso. Yo solo… —Se detuvo y vi el momento en que la
comprensión la golpeó.
Abrió los ojos ampliamente y dejó de respirar.
Había dicho su nombre y se dio cuenta que había sido atrapada.
Lucía tan tímida e insegura, pero ya no sabía si estaba jugando
conmigo o no. ¿Todo era una trampa? Se alejó de la isla y mis ojos cayeron
al pequeño bulto en su estómago.
¿El bebé era mío?
¿Había estado con otras personas?
Una ola de posesión me invadió y, una vez más, la furia brotó de mí.
Lancé la espátula al fregadero y me giré para enfrentarla con las manos en
las caderas.
—El padre del bebé… ¿quién es? —Mi voz sonaba crispada y rota.
Echó un vistazo a la cocina, buscando una salida.
¿Cómo podía haber estado tan ciego?
Cuando no respondió, continué:
—¿Tienes algo que decir?
Su piel palideció, sus ojos se ampliaron. Una parte de mí me odiaba
por hacerla sentir tan mal. Aunque me había hecho enojar más de lo que
me había enfadado en toda mi vida, seguía siendo la mujer que amaba.
Seguía siendo todo lo que había anhelado desde el momento en que se
marchó.
Una vez más, no respondió.
—¿De cuánto tiempo estás? —pregunté, intentando sacar cálculos en
mi cabeza.
—Ocho semanas —susurró.
Seguía sin mirarme.
—¡Mírame! —grité golpeando mi puño contra la encimera y haciéndola
saltar.
Sus ojos se aguaron, las lágrimas amenazando con salir, y tuve que
contenerme para no ir hasta ella y atraerla a mis brazos. Me miró a los ojos
y pude sentir su corazón tan roto como el mío.
—¿Ibas a dejarme vivir con la hermana equivocada por el resto de mi
vida?
Estaba tan enojado conmigo mismo por ser tan estúpido de caer en
esta mierda. Debería haberlo sabido en el momento en que fui a meter mi
polla en Allison y me pidió que me pusiera un condón.
Desde la primera vez que follé a Addison en Bora Bora, había acabado
dentro de ella. Era mi parte favorita. Llenarla con todo lo que era, sin
importarme una mierda las consecuencias.
—¡Di algo! —Se me quebró la voz, las emociones filtrándose con
claridad.
Las lágrimas rodaron por sus mejillas y la necesidad de ir hasta ella y
limpiárselas me estaba consumiendo.
Rodeé la isla de la cocina y me acerqué a ella. Se encogió de miedo
cuando alcancé su brazo y la acción me hizo odiarme. Estaba herido y
enfadado, pero gritarle a una mujer embarazada estaba mal.
—Addison —dije su nombre con más suavidad.
Aun así, miró la pared detrás de mi cabeza y no mis ojos, como quería
que hiciera.
—Mírame, Ángel. No me temas. Eres valiente, ¿recuerdas? Acuérdate
de Bora Bora. El paravelismo y el nado con tiburones.
Finalmente, me miró a los ojos, el dolor y la frialdad en su mirada me
rompió en mil pedazos.
—¿En verdad pensaste que nunca lo descubriría?
—Se suponía que no lo hicieras. —Esnifó.
—¿Es algún tipo de juego que hacen tú y tu hermana? ¿Querían
follarme por diversión?
El fuego brilló en sus ojos y otra lágrima se deslizó por su mejilla.
—No puedo creer que me preguntes eso.
—Bueno, ¿qué quieres que piense, Addy?
—Wyatt, he estado enamorada de ti desde que era pequeña, pero
nunca existí para ti. Soy una extraña en el mundo en que tú y Allison viven.
Nunca seré como ella.
No puede haber dicho eso. Si me hubiera amado por tanto tiempo,
nunca me hubiera engañado.
—Estás mintiendo —espeté.
—No soy una mentirosa. Nunca mentiría sobre…
Me reí, interrumpiéndola.
—¿Nunca mentirías? ¿Entonces qué mierda es esto? —pregunté,
señalándonos.
—Yo… —comenzó, pero, de nuevo, la interrumpí.
—¿Cuándo decidiste tomar el lugar de Addison y casarte conmigo?
Era una pregunta sencilla.
Sus ojos se ampliaron, el dolor brilló en el borde de sus pestañas con
lágrimas. Quería ser malo con ella. Quería enfurecerme con ella y golpear
una pared por su traición, pero no podía hacerlo porque, la verdad es que
nunca había estado tan aliviado en toda mi vida. Esto significaba que no
tenía que regresar con Allison. Significaba que la única mujer que
necesitaba era mi esposa.
—Allison acudió a mí antes de la boda y me dijo que no podía hacerlo.
Lo que Allison quiere, lo consigue. Sabes cómo es.
—¿Pretendían herirme?
Se acercó a mí, estirándose para alcanzarme, pero sin tocarme
realmente. —Nunca quise lastimarte. Has sido mi sueño desde que
recuerdo, pero no era a mí a quien querías.
—¿Cómo podías saber lo que quería, Addison? ¿A ninguna se le
ocurrió preguntármelo?
—¿Qué es lo que quieres, Wyatt? —preguntó.
Me acerqué a ella, atrayéndola a mis brazos.
—Quiero a la mujer de la que me enamoré en Bora Bora. La mujer que
nada con tiburones y vuela a mi lado. Quiero la mujer a la que le hice el
amor con mi corazón y mi cuerpo todas las noches hasta que se marchó.
Se ahogó, más lágrimas cayendo por sus mejillas antes de aterrizar en
su barbilla. Acuné sus mejillas, limpiando las lágrimas de su hermoso
rostro.
Cerró los ojos con fuerza, apretándolos tanto que las lágrimas se
detuvieron.
Ella fue la que sacudió mi mundo. Ella fue la que me mandó a la deriva
a una clase de amor imprudente y fuera de control que me consumió por
completo.
Pasando los pulgares por sus ojos cerrados, me incliné y la besé en la
frente.
—No me dejes afuera, Ángel. Solo quiero a la mujer con la que me
casé.
Abrió los ojos, rojos e hinchados por las lágrimas.
—Te casaste con Allison.
—No, me casé contigo. No importan los motivos, Addison, me casé
contigo, y te he querido cada minuto de cada día desde entonces. Me dejaste.
Dijiste que me amabas, pero te marchaste. ¿Por qué? ¿Qué tiene Allison
contra ti?
—Dijo que, si no volvíamos a cambiar, se lo contaría a todos. No podía
correr el riesgo. No podía arriesgarme a una anulación o un divorcio. Mi
padre estaba muriendo sin el tratamiento. Gastamos todo lo que teníamos
en su atención médica. Necesitábamos tu dinero para su cuidado. Amo a mi
padre, Wyatt. Haría lo que fuera por él. Lo siento. Espero que lo comprendas.
Te amo, pero no podía dejarlo morir para poder ser feliz.
Se cubrió la boca, su llanto intensificándose. No podía tolerarlo más.
La necesitaba en mis brazos. Atrayéndola hacia mí, dejé que llorara en mi
hombro y le acaricié la espalda suavemente.
—Shhh, está bien, Ángel. Todo saldrá bien.
—N-nunca quise lastimarte. Sé que probablemente me odies, pero…
Presioné un dedo contra sus labios, deteniéndola.
—Nunca podría odiarte, Addison. Lo eres todo para mí. Solo
prométeme algo.
Alzó la vista, sus lágrimas secándose.
—Lo que sea.
—Prométeme que dejarás de escuchar a tu hermana. Sé que la amas,
pero ella te utiliza. No dejes que se entrometa entre nosotros. ¿Lo prometes?
Asintió.
—Lo prometo.
Mis palmas se deslizaron por sus hombros y la atraje más cerca.
Había algo más que debíamos aclarar y luego podríamos olvidarnos
de todo el drama y ser felices juntos.
—El bebé. Sé que no estuviste con nadie más cuando regresamos de
Bora Bora, ¿pero tú…? —Ni siquiera podía terminar la oración.
El pensamiento de otro hombre tocando lo que era mío me revolvió el
estómago.
—No. Fuiste mi primer todo.
Cerré los ojos, sintiéndome culpable. Si hubiera sabido que era virgen
esa primera vez, hubiera sido mucho más suave con ella.
Inclinándome y besándola dulcemente en los labios, inhalé su
perfume antes de retroceder y decir:
—Y seré tu último todo.
Tenía a la mujer que amaba más que a nada, y dentro de ella estaba
el comienzo de nuestra pequeña familia. Nadie se interpondría entre
nosotros. Las cosas podrían volver a la normalidad, pero, primero, teníamos
que encargarnos de un detalle importante.
—Addison Banks.
—¿Sí?
Me arrodillé frente a ella y tomé su mano en la mía.
—¿Te casarías conmigo de nuevo?
Ella rio entre lágrimas de felicidad y fue el mejor sonido de todo el
mundo.
—Wyatt, me casaría contigo cada día del resto de mi vida.
Epílogo
Voy caminando por el pasillo hacia el hombre que he amado
prácticamente toda mi vida. Lleva una camisa blanca abotonada con las
mangas enrolladas hacia arriba, un par de pantalones cortos caqui y una
sonrisa sexy. Sus ojos color azabache me devoran, prometiéndome una
segunda luna de miel que nunca olvidaré.
Todo es hermoso. Desde las olas del océano rompiendo en la playa a
mi lado, el sol poniéndose a mi derecha y la brisa de mar inflando mi vestido
de playa blanco, no podría haber pedido una boda más maravillosa.
Aferro la flor tropical rosa en mi mano mientras camino hacia mi novio
sin una pizca de nervios. Sé lo que quiero, y lo quiero a él. Es el momento
que siempre he soñado. Es casi perfecto, excepto por el hecho de que me
vestido está un poco demasiado apretado.
Mi panza de embarazo sobresale más estos días dado que estoy de
cinco meses, pero al hombre esperando por mí junto a algunos nativos listos
para casarnos no le interesa en absoluto. Sonríe, amando cada curva de mi
nuevo cuerpo redondeado.
Tomo su mano cuando llego hasta él, que se inclina y besa mis dedos
hinchados.
—Estás hermosa —dice acariciando mi estómago con su otra mano.
Le sonrío, perdiéndome en su mirada oscura. Puedo ver como las
antorchas tiki a nuestro alrededor flamean en sus ojos. Levantando el brazo,
paso el dedo por la flor tropical a juego que lleva en el bolsillo de su camisa.
Nuestra boda no es tradicional y no hicimos una enorme lista de
invitados. Solo asisten algunos nativos con sonrisas en sus rostros y el
hombre que oficia la boda, pero era nuestra, y es perfecta.
Bora Bora fue igual que la primera vez que vinimos. Excepto que, esta
vez, puedo disfrutar un poco más ya que no tuve que preocuparme por mi
papá. Los tratamientos funcionan y está mucho mejor.
Reservamos el mismo búngalo en el que estuvimos antes, y no podía
esperar para regresar allí y pasar el resto de la noche haciendo el amor con
mi esposo.
Una vez que decimos nuestros votos, Wyatt se inclina y me besa,
sellando nuestro nuevo enlace. Alzo el brazo y acuno su mejilla, amando la
sensación de su barba incipiente.
Cuando la ceremonia terminó, un grupo de nativos nos llenó de
brillantes pétalos naranjas mientras él me sostenía de la mano y me
salpicaba con las diminutas olas que rompían alrededor de nuestros pies.
Una vez más, Wyatt se inclinó y me besó.
—Nunca se sabe. Quizás tengamos mellizos —dijo pasando su palma
por mi estómago.
—Ni lo digas. No podría imaginarme criando a dos de una.
—Oh, vamos. Podría ser divertido. Dos niñas pequeñas con tus ojos y
sonrisa corriendo por toda la casa. Podemos comprarles cosas a juego. Será
como tener dos del mismo niño.
Reí.
—¿Estás diciendo que hay dos yo?
Se acercó, rozando mis labios con los suyos.
—Nunca. Tú eres única, y eres toda mía.
—Toda tuya, ¿eh? —pregunté, rodeándole la cintura con mis brazos y
recostando mi cabeza sobre su pecho.
—Sí. Toda mía. Para siempre.

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