Está en la página 1de 21

UNIVERSIDAD NACIONAL DE PIURA

Facultad de Derecho y Ciencias Políticas


“Año de la Lucha contra la Corrupción e Impunidad”

TEMA: El Sistema de Control Penal

CURSO: Criminología

DOCENTE: José Luis Meza García.

ALUMNOS: Selenia Sophia Morales Fassio


Diego Alejandro Pasapera Moya

SEMESTRE II – 2019

PIURA-PERU
ÍNDICE

I. EL SISTEMA DE CONTROL PENAL. ................................................ 4


I.1. El Orden Social, el Control Social y el Estado. .................... 4
I.2. El Control Jurídico Penal. ........................................................ 6
I.3. Clasificación del Sistema Penal. ........................................... 8
I.4. Criminalización primaria y secundaria. ............................... 8
I.5. Valoración final......................................................................... 9
II. LAS AGENCIAS O INSTITUCIONES DEL CONTROL PENAL ........ 10
II.1. La Policía. ................................................................................ 10
II.1.1. Policía y Corrupción. - Datos estadísticos................... 11
II.1.2. La Actuación Policial Represiva. .................................. 13
II.1.3. Otras Funciones Policiales.............................................. 15
II.2. El Poder Judicial..................................................................... 16
II.2.1. Percepción estadística de la Corrupción Judicial ... 16
II.3. Ministerio Público................................................................... 17
II.3.1. El problema de la Prisión Preventiva ........................... 17
II.4. La Administración Penitenciaria ......................................... 18
II.4.1. Cifras del INPE .................................................................. 19
II.5. Situación actual del control social en los medios de
comunicación ............................................................................... 20
CONCLUSIONES ................................................................................ 21
INTRODUCCIÓN

En el modelo epistemológico de la nueva criminología también llamada


Criminología Critica o Alternativa, el objeto de estudio ya no es el
delincuente sino “aquel conjunto interactivo de decisiones políticas,
organismos especializados y procedimientos técnicos; cuya función y
objetivos centrales son la reducción de los conflictos sociales de
criminalidad, dicho de otra manera, el presente trabajo pretende
abordar el tema del control social en sus diversas manifestaciones en
base a una política criminal eficaz y segura.
Hoy en día, pues, la política criminal no sólo reconoce y define las
acciones del control, sino que, critica la realidad social donde se
desarrollan tales acciones estatales. En la actualidad, pues, ya no interesa
medir la eficacia funcional del Control al menos como norma
sancionatoria, sino que lo que ahora importa es distinguir en el
planeamiento de estrategias y tácticas, e incluso en el propio diseño
organizacional del sistema penal, cómo operan y sobre quien operan las
etiquetas de lo criminal.
No obstante, todos estos aportes que los críticos han hecho a la disciplina
de la política criminal, han demarcado la necesidad de estudiar al
Sistema de Control Social Formal, y que es el quien define y retroalimenta
a la Criminalidad. Como señala bien Nils Cristie: “Poder es ante todo el
poder de definir”. Y el único que define quien es criminal es el “SISTEMA
DE CONTROL SOCIAL FORMAL”, a través de sus instancias.
Por tanto, el estudio del Estado y de su organización de Control Penal son
indispensables para cualquier intento serio de interpretación del conflicto
criminal. Y esa necesidad es imperiosa en sociedades y coyunturas como
la nuestra. Donde el abuso del poder de definir va dejando de ser una
praxis excepcional para convertirse de modo peligrosamente legitimado,
en una táctica cotidiana y convencional de imponer el control social en
el Perú.
I. EL SISTEMA DE CONTROL PENAL.
El sistema penal es constitutivo de representaciones y relaciones sociales,
de políticas públicas, de discursos de poder, e incluso de su propia
configuración lingüística, la ley penal; en suma representa lo cotidiano
de las sociedades actuales. Por ello resulta necesario evaluar el
estado del sistema penal y el papel que juega en la democratización del
poder punitivo. Más aún si en materia penal continua el criterio de los
últimos años: aumentar las penas; en realidad, ésta es prácticamente la
única política criminal en la lucha contra el delito, puesto que
equivocadamente se piensa que el endurecimiento de las penas tiene
un importante efecto preventivo; cuando ello no es así, pues son los
factores que concurren en la criminalidad los que determinan
la delincuencia de un país.

En ese contexto, se pretende llamar la atención sobre la concepción del


sistema penal en la sociedad contemporánea. Es importante partir desde
el estudio del sistema penal porque en él se entrecruzan varias disciplinas
como: las jurídico penales y procesales, puesto que si no hay una
definición jurídico penal del comportamiento criminal, mal podemos
hablar de control social punitivo en el marco de un Estado de Derecho.

Además, la criminología del conflicto y, sobre todo, las corrientes críticas


consideran que el objeto de estudio criminológico no debe centrarse en
el delincuente y el delito en forma acrítica, sino, más bien plantean que
el Derecho Penal responde a determinada sociedad que no es
homogénea ni consensual y que el Estado como entidad política, dentro
de sus mecanismos de control social, genera un sistema de control formal,
penal o punitivo para mantener dicho dominio, y precisamente tal
control deberá ser el objeto de estudio principal de la criminología,
aunque algunos plantean que todo el control social debe ser su materia
de estudio.

I.1. El Orden Social, el Control Social y el Estado.

El orden social como propuesta con capacidad pacificadora de las


relaciones sociales siempre estuvo y estará ligado a las relaciones
de fuerza existente en una sociedad y a la amenaza o el ejercicio de
la violencia para hacer cumplir las leyes que emergen del propio orden
social. En ese sentido, el derecho y la paz, como aspiración o
componentes de tal orden conviven en situación inestable con las
violaciones al derecho y con la violencia para imponerlo.
Frente a esta situación inestable se hace necesaria
la administración y distribución del poder, con sus desigualdades y
jerarquías, la administración de premios y castigos. Tal administración no
es otra que el control social que implica uno de los problemas más
inquietantes en el ámbito intelectual ya que su ejercicio produce efectos
o consecuencias sociales, abarcando a la sociedad en su conjunto.

La expresión de Control Social fue creada por el Sociólogo


Norteamericano Edward Aisworth Ross a fines del siglo XIX e inicios de la
siguiente centuria.

El concepto de control social ha sido objeto de consideraciones diversas.


Fue la sociología norteamericana de las dos primeras décadas del siglo
XX la que utilizó el concepto como sinónimo de conductas acorde con
el interés común y de un control sobre uno mismo y conjuntamente como
el control que los ciudadanos ejercían entre sí y sobre los órganos
de gobierno que creaban. Esta idea de control social "de abajo hacia
arriba" no ha dejado de estar presente en la perspectiva de la lucha
política y mantiene intacto su convocatoria a la ciudadanía a participar
en tal control.

En una acepción amplia, el control social responde a la pregunta de


cuáles son los elementos, positivos y negativos, que mantienen una
sociedad. En su acepción estricta, supone la definición de la desviación
y la reacción a la misma

El control social es el ejercido en la sociedad política por el aparato


institucional del poder público: sobre el común de los ciudadanos, de
manera global, y sobre determinados grupos, frecuentemente
marginados o resistentes, de una manera particular. El concepto de
control social remite, así, a la relación del poder con los ciudadanos.

Para obtener la conformidad o adaptación del individuo a sus postulados


normativos, la comunidad se sirve de dos clases de instancias o
mecanismos del control social: instancias formales e instancias informales,
las cuales son ejercidas por diversas entidades.

Las instancias informales del control social son, por ejemplo, la familia,
la escuela, la profesión, etc.; mientras que agencias formales del control
penal son: la policía, los fiscales, los jueces, los
procuradores, sistemas penitenciarios; quienes actúan usando un
conjunto de normas: Código Penal, Código Procesal Penal, Código
de Procedimientos Penales, Código de Ejecución Penal, etc., que se
relacionan en un complejo dinámico de funciones cuyas sanciones a
diferencia de las del control social informal nunca son neutras sino
negativas y estigmatizantes, encontrándose por este motivo, sometidas a
normas que tratan de asegurarle objetividad y respeto de las garantías
de las personas involucradas en el conflicto social.

La idea de Control Social evolucionó posteriormente, ampliando su


contenido. Actualmente, desde la perspectiva sociológica se considera
que en todas las sociedades existen reglas y normas, y que sus miembros
ejercen cierto control social, la cual es una forma de presión social,
informal y difusa, que tiene como objetivo evitar la conducta desviada.
Las alabanzas y las críticas, por ejemplo, son parte de ese control social.
Por otro lado, en casos más serios, a sociedad reacciona de otro modo
más formal y contundente. Aquí es donde interviene el Sistema Jurídico y
Penal. (Macionis y Plummer, 2000, p. 207)

I.2. El Control Jurídico Penal.

Es un medio de control específico orientado a evitar o prevenir el


fenómeno delictivo y que es ejercido por el Estado a través del Sistema
Penal.

Este sistema emerge como medio de socialización sustitutivo sólo cuando


los mecanismos primarios del control social informal fracasan.

El sistema penal es el conjunto de relaciones y procesos derivados del


ejercicio de la facultad punitiva del Estado. Lo que permite tomar en
cuenta relaciones "del control penal" que no estén dentro de
los límites jurídicos "fuera del límite", con lo que cabe más allá del control
formalizado tener en cuenta al control punitivo no formalizado, al que
opera bajo el sistema penal subterráneo, es decir, aquel que implica una
punición (restricción o supresión relevante de derechos humanos).

La asunción de esta noción de sistema permite evidenciar la


relevancia política de la relación de regulación del Derecho (Limitador y
delimitador) sobre el poder punitivo, contextualizando en el escenario
social la intervención punitiva. Ello permite resaltar que el objeto de
regulación del Derecho (el control penal) se mueve en la trama social
expresándose de diversas formas; por ejemplo, con el ejercicio de
la función policial, que por tal no sólo será un ámbito de regulación del
Derecho Administrativo, sino también del Derecho Penal - y Procesal
Penal - y por supuesto del Constitucional; al igual que se plantea con el
Derecho Penitenciario, pues en ambos campos el eje no es sólo la
prestación de un servicio público, sino el ejercicio del poder penal.
Así, el control penal se manifestará en la actuación de los órganos del
sistema, en los procesos de formulación legislativa y hasta en las
desviaciones en que incurra el poder punitivo. Siendo lo primordial el
conjunto de las relaciones vinculadas al ejercicio de la facultad punitiva
del Estado o al ejercicio del control penal y cómo tales relaciones se
integran en el devenir social.

Desde otra perspectiva, la de la persona y su libertad, en tanto que


control social formalizado, cabe considerar el sistema penal como
un sistema garantista. Un sistema penal como sistema de garantías es
consecuencia de una política criminal en un Estado social y democrático
de derecho. En tal sentido, presenta ventajas que no tienen los controles
informales. Desde luego, la reacción penal garantiza que otro tipo de
reacciones sociales informales, espontáneas, incontroladas de otras
fuerzas sociales quede neutralizada, impidiendo la venganza.

Según el Dr. Luigi Ferrajoli, el sistema penal se caracteriza porque el


Estado ha legalizado o institucionalizado la violencia. El
primer presupuesto de la función garantista del derecho y
del proceso penal es el monopolio legal y judicial de la violencia
represiva. El derecho y el proceso, en efecto, garantizan contra la
arbitrariedad en cuanto representan técnicas exclusivas y exhaustivas
del uso de la fuerza con fines de defensa social.

Las relaciones sociales y los fenómenos que se generan en nuestro país,


cada día son más complejos, muchos de estos fenómenos
provocan daño social, o crean intereses o demandas que necesitan de
una protección eficaz y oportuna, transformándose en bienes jurídicos
que necesitan ser protegidos o tutelados a través de la punibilidad, lo
cual nos conduce a la configuración de figuras delictivas creadas por
la Ley penal, cuyas consecuencias alcanzan a aquellas personas que
causan daño social mediante la aplicación de sanciones penales.

Este complejo de momentos e instancias de aplicación del poder punitivo


estatal surge al amparo de la Construcción del Estado Moderno, es lo
que se denomina Sistema Penal, el Dr. Roberto Bergalli lo define de la
siguiente manera:

"El sistema penal de las sociedades modernas está previsto como


conjunto de medios o instrumentos para llevar a cabo un efectivo control
social formalizado de la criminalidad que se manifiesta en esas
sociedades. Por tanto, describiendo y analizando el funcionamiento de
las instancias que conforman es posible entender qué tipo
de estrategia de control social se pretende dibujar desde el Estado. Sin
embargo, el control social estatal no es todo control ni el mejor de los
controles que tiene lugar en las sociedades avanzadas.

I.3. Clasificación del Sistema Penal.

El sistema penal está configurado, entonces, mediante procesos de


creación de un ordenamiento jurídico específico, constituido
por leyes de fondo (penales) y de forma (procesales). Pero, asimismo,
deben necesariamente existir unas instancias de aplicación de ese
aparato legislativo, con la misión de concretar en situaciones,
comportamientos y actores cuándo se comete un delito y cómo este se
controla.

De este modo, el Dr. Roberto Bergalli analiza el panorama del sistema


penal, diferenciándolo en estático o abstracto, y dinámico o concreto.

El sistema penal estático o abstracto designa aquel nivel de


los sistemas penales que únicamente se ocupan (por parte de los juristas)
de la producción y estudio del sistema de preceptos, reglas
o normas que definen los conceptos de delito y pena.

El sistema penal dinámico o concreto, en cambio, alude a las


actividades de aquellas instancias o agencias de aplicación del control
punitivo, como la policía, los fiscales, los jueces, etc.

La descripción de tipos delictivos por el Código Penal y la manera en que


tendrán lugar los procesos penales o la determinación de las formas de
actuar que se prevé para las instancias de aplicación del control penal
(policía, jueces, Ministerio Público y cárcel) en las respectivas leyes
orgánicas no se llenan de contenido hasta que efectivamente una
persona o varias son imputadas, incriminadas o acusadas de
una conducta punible. Esto último es lo que pone en funcionamiento las
instancias de aplicación del sistema penal y el producto de sus
actividades no necesariamente coincide siempre con las previsiones
abstractas del ordenamiento jurídico. Es decir, que esas actividades
producen realidad que habitualmente difiere de la prevista.

I.4. Criminalización primaria y secundaria.

En ese contexto, el sistema penal, pone a prueba dos de las


características esenciales de la racionalidad jurídica moderna, cuales
son: las de previsibilidad y controlabilidad de la acción del Estado y va
operar ejerciendo un poder punitivo represivo en forma de
criminalización primaria y secundaria.
Criminalización primaría es la formalización penal de una conducta en
una ley, o sea que es un acto legislativo de prohibición bajo amenaza de
pena, es decir, una conducta se encuentra criminalizada primariamente
cuando está descrita en una ley como delito.

Criminalización secundaria, En cambio, es la acción punitiva ejercida


sobre personas concretas. Es el acto del poder punitivo por el que éste
recae sobre una persona como autora del delito.

Para el jurista Eugenio Zaffaroni, es imposible llevar a cabo toda la


criminalización primaria, no sólo porque se pararía la sociedad sino
también porque la capacidad de las agencias de criminalización
secundaria (la policía, los jueces, el ministerio público, el sistema
penitenciario), es infinitamente inferior a lo planificado por la
criminalización primaria. Por ello, como ninguna burocracia se suicida,
sino que siempre hace lo que es más fácil, las agencias policiales ejercen
un poder selectivo sobre las personas y criminalizan a los que tienen más
a la mano. Para ello, la sociedad ofrece estereotipos: los prejuicios
(racistas, clasistas, xenófobos) van configurando una fisonomía del
delincuente en el imaginario colectivo, que es alimentado por las
agencias de comunicación.

En ese sentido, los sistemas penales contemporáneos han dejado de ser


un control punitivo- estatal con fines de resocialización o reintegración
social, para pasar a constituirse en agentes profundizadores de la
exclusión social; constituyen también la fuente y el marco de múltiples
violaciones al conjunto de garantías que se afirman en las ordenes
jurídicos - constitucionales de las sociedades más afectadas por los
efectos dañosos de la globalización económica.

I.5. Valoración final

Estamos asistiendo a una profunda transformación del sistema penal, que


corresponde, el pasaje de la globalización; los fenómenos consecuentes
a la globalización comportan desigualdades mucho más profundas que
aquellas que siempre han existido en todo tipo de sociedad. Pero, a su
vez, dan lugar a formas de criminalización más rígidas y excluyentes. Los
avances tecnológicos ofrecen instrumentos de vigilancia que se
introducen en la intimidad de la "persona sospechosa"; así mismo las
interceptaciones telefónicas oficiales; el control en el registro y la
identificación de personas; la marginalización intensiva de contingentes
humanos, a través del desempleo y la inmigración, demandan más
control social penal en las sociedad contemporáneas.
Ante ello, los gobernantes tienden a la hipercriminalización; recurriendo
a la solución simbólica que representa la criminalización, aunque no
resuelva nada; se deja de lado la subsidiariedad del derecho penal y el
principio de la lesividad, lo que se expresa en el abuso de tipos legales de
peligro presunto.

En ese nuevo sistema penal, se trata de reducir la solución de


los conflictos sociales a la ecuación penal crimen - pena. Cuando por
regla general, en todo Estado la capacidad de intervención del sistema
penal debe ser limitada y por tanto, debe reducir la intervención penal
ocupándose prioritariamente de los ámbitos más críticos, desde la ley
(criminalización primaria) hasta su ejecución (criminalización secundaria)
a fin de propiciar la protección de los derechos humanos, bajo la
operatividad del poder punitivo; en razón de los límites que en una
sociedad democrática deben imponerse al poder penal, pues la mera
expansión de la ley penal, no sólo desarticula el sistema
generado impunidad sino que paradójicamente facilita el abuso de
poder.

En ese aspecto, debe rescatarse la concepción del derecho penal


mínimo del Dr. Luigi Ferrajoli quien en sus obras parte claramente de un
sistema penal ideal (con una misión dentro del Estado de
derecho democrático asignada a todas las agencias); hace una
cruda descripción del funcionamiento real de todas las agencias;
incluidas las penitenciarias y el fracaso de la prisión como pena central
secular; pero concluye que renunciar al sistema penal significaría dejar
paso al ejercicio descontrolado de venganzas privadas y públicas, de
modo que se impone racional y científicamente imponer castigos
penales allí cuando sea estrictamente necesario y en la medida
imprescindible para impedir tales venganzas.

II. LAS AGENCIAS O INSTITUCIONES DEL CONTROL PENAL

El subsistema normativo del "sistema" jurídico penal es aplicado por un


"subsistema institucional" conformado por diversas entidades o agencias
oficiales que tienen dicha potestad. Entre tales instituciones sobresalen La
Policía, el Ministerio Público, el Poder Judicial, la administración
penitenciaria (INPE), entre las más importantes.

II.1. La Policía.
Esta institución es probablemente la que ha recibido mayores críticas en
lo que concierne al rol que cumple como una agencia del "sistema" de
control penal. Al respecto, nuestra Constitución Política de 1993, dice que
“la Policía Nacional tiene por finalidad fundamental garantizar, mantener
y restablecer el orden interno (...). Previene, investiga y combate la
delincuencia." Sin embargo, no podemos ocultar que es una entidad que
está sujeta a una disciplina castrense y que las decisiones para actuar,
sobro todo en casos de orden público, en los que existen implicancias
políticas de acuerdo al gobierno de turno, no pueden estar desligadas
de las directivas de dicho poder, que no siempre son congruentes con los
intereses de la población general. Al respecto Bustos, afirma que, dentro
del Estado, la policía ocupa el rol de guardián del Estado en lo que se
refiere al orden de su sistema y como tal lo ejerce."

Si consideramos, además, los principios garantizadores de los “Derechos


fundamentales de la persona", señalados por la misma Constitución, se
entiende que el quehacer policial, en cumplimiento de sus funciones,
debe respetar tales derechos y además actuar en el campo de la
investigación criminal, siguiendo los postulados garantistas de la ley penal
y respetando asimismo el principio de la igualdad. Sin embargo, la
observación de su desenvolvimiento en la realidad nos muestra que
dentro de su práctica de prevención y combate de la delincuencia, no
se ajusta en muchos casos a los criterios legales y no respeta el principio
de la igualdad debido a su quehacer desigualitario manifestado en su
dureza de su intervención, principalmente con los grupos de menor poder
y los marginados. Además del actuar discriminador y sobre todo no
igualitario, se aprecia una práctica en muchos casos reñida con los
criterios éticos, básicamente creado por intereses crematísticos que
rompen con el grado de confianza esperada de su rol como autoridad
policial. Dentro de esta línea, pero en su grado más extremo están los
casos de comportamientos delictivos, que lamentablemente en nuestro
medio llegan a niveles significativos, incurriendo en una variedad de
actos criminales, desde robo, contrabando o narcotráfico entre otros.

II.1.1. Policía y Corrupción. - Datos estadísticos

Según la Última Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) realizada por el


INEI aproximadamente 8,7 millones de peruanos consideran que el
principal problema del país es la corrupción, muy por encima de otros
como la delincuencia, la pobreza e, incluso, la inseguridad ciudadana.
Cabe destacar que el tipo de corrupción que se suele tener más presente
es el que se produce a gran escala, que involucra los más altos niveles
del gobierno o autoridades subnacionales.

La llamada Microproducción es también conocida como la Corrupción


a pequeña escala. Según Transparencia Internacional –organización
global anticorrupción– estos actos se originan en el abuso de poder en
las interacciones diarias de funcionarios con los ciudadanos que a
menudo tratan de acceder a bienes y servicios básicos en diversos
lugares, como hospitales, colegios, comisarías y otras instituciones.

En el Perú, según el INEI, el 70,3% de personas realizaron un trámite en una


institución pública en el 2018. De estos, el 4,8% reporta que pagaron o les
solicitaron algún tipo de coima. La institución que solicita o recibe más
coimas es la Policía Nacional del Perú (PNP). Más de un cuarto de las
personas que ha realizado algún trámite con la PNP afirma que pagó o
le pidieron una coima, lo que representa aproximadamente unos 377.000
casos.

En este escenario, solo el 8,4% de personas denunciaron el hecho cuando


les solicitaron coima; sin embargo, la gran mayoría (91,6%) afirmó que no
denunció el acto por diversas razones. El 27% afirmó que no denunció
porque las autoridades no harían caso, el siguiente 26% tuvo temor a
represalias y un 23% arguyó falta de tiempo para hacer la denuncia.
No obstante, pocas investigaciones se enfocan en el análisis de la
microcorrupción. La Enaho, que permite identificar las características de
las personas que reportan que pagaron coimas, hace posible unas
primeras aproximaciones.

Asimismo, de acuerdo con la investigación publicada en el 2011 por los


investigadores de la Universidad del Pacífico Gustavo Yamada y Ricardo
Montero, el monto de la coima representa una proporción mayor del
gasto de los hogares de bajos ingresos. En específico, las coimas a los
policías en los hogares del quintil más pobre representan el 11,8% de su
gasto per cápita; mientras que, para los hogares más ricos, es solo 2,7%.
Con ello, se concluye que la microcorrupción afecta más a los hogares
de más bajos ingresos.

II.1.2. La Actuación Policial Represiva.

La desigualdad fáctica del quehacer policial, se observa también en la


dinámica de su actuación represiva, que principalmente se orienta
contra un sector poblacional, al menos poderoso e influyente. Sin
embargo, tales excesos policiales, como la detención arbitraria, no se
manifiesta en los pocos casos de personas que provienen de los sectores
de poder económico y/o político, salvo que existan otros intereses
políticos. También la acción policial para hallar a los sospechosos de
delitos, parte del supuesto que los delincuentes están en determinados
sectores poblacionales, sobre todo pobres o marginados. Esta anotación
no significa que se insinúe que en dichas áreas se hagan también batidas
violentas y atentatorias contra los derechos humanos y el respeto mínimo
al ciudadano. Lo que se señala es que precisamente la aplicación de la
ley por la agencia policial no es igualdad, y además que las garantías
legales resultan una ilusión para las personas de ciertos ámbitos sociales
menos poderosos. Al respecto, Emiro Sandoval (1994, p.73) decía que las
instituciones policiales “están contribuyendo ostensible y grandemente a
la observación y reproducción del injusto orden social vigente, al elegir
comúnmente como objeto de su acción a personas de los niveles más
bajos en la estratificación social”.

No obstante que esta agencia policial tiene la obligación de luchar


contra el crimen y realizar acciones preventivas, ello no significa que se
trate de manera violenta y prepotente a toda persona que se encuentre
en su camino durante estos selectivos operativos, como si fueran seres sin
derechos o delincuentes probados. Aun si fueran delincuentes convictos
ninguna ley autoriza en un Estado de derecho esa forma de violencia, de
abuso de poder con determinado sector de la población. Así mismo,
Frank Pearce (criminólogo británico) afirma que “los policiales tienden a
ser conservadores o abiertamente derechistas adhesiones que
habitualmente se ignoran, mientras que las tendencias hacia la izquierda-
por excepcionales que séanse suprimen con rapidez.”

Al respecto, según reportes oficiales de la Defensoría del Pueblo y datos


recopilados por la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos
(CNDDHH), desde el 2002 hasta el mes de Agosto del año en curso ya se
han registrado al menos 299 personas fallecidas, entre civiles y policías,
como producto de los conflictos sociales. Los casos de violencia
registrados en conflictos sociales durante los últimos seis años en el país
han dejado 62 fallecidos, revela un recuento elaborado por la Defensoría
del Pueblo. De este número, 57 víctimas fueron civiles y cinco eran
miembros de la Policía Nacional.

Según señala Rolando Luque, adjunto para la Prevención de Conflictos


Sociales y la Gobernabilidad de la Defensoría del Pueblo, considera que
las autoridades deben incidir en la capacitación y el incremento del
personal destinado específicamente al control de las protestas durante
los conflictos.
“Los encargados del control de multitudes son las USE [unidades de
servicios especiales de la PNP], que por lo general no tienen suficiente
personal. Entonces se convoca a la Dinoes, que usualmente combate el
narcotráfico o el terrorismo. Cuando ellos no están capacitados para este
tipo de intervenciones [en conflictos], entonces pueden ocurrir excesos”,
señala.

II.1.3. Otras Funciones Policiales

Sin embargo, también es justo anotar que la función policial, si bien es


cierto que presenta en muchas deficiencias antes anotadas, cumple un
papel necesario y positivo dentro de la sociedad actual, André Bossard,
señala que en el ámbito internacional el papel policial es muy variado,
hallando hasta cinco funciones generales:

 Lucha contra la criminalidad.


 Acción puramente administrativa destinada a la prevención del
delito.
 Información a las autoridades establecidas.
 Mantenimiento del orden.
 Primeros socorros a las personas en peligro.

En nuestro medio destacan las funciones de lucha contra la criminalidad,


información a las autoridades establecidas, mantenimiento del orden
público, y primeros socorros a las personas en peligro.

Como indica Bustos, durante el Estado absoluto la Policía aparece


fundamentalmente como un brazo represor y confidencial del poder
soberano, rasgo que también, en general, detenta en los Estados
totalitarios o dictatoriales. Con el Estado de derecho la policía adquiere
un carácter más trasparente y abierto, con la posibilidad de ser sometida
a control, tanto por los representantes populares como por los Tribunales
de Justicia.

La función fundamental para la policía, surgida dentro del Estado


moderno, es el mantenimiento del orden. Así como a las Fuerzas Armadas
compete la salvaguarda del orden externo del Estado, a la policía
compete el orden interno. Pero dentro de este concepto del orden surge
un concepto más preciso referido a los hechos considerados delitos
dentro del Código Penal. Serían los aspectos propiamente de la función
criminal de la policía de represión y prevención del crimen.
II.2. El Poder Judicial

En la Actividad Judicial aparecen implicados los Abogados, los Tribunales


y los Jueces, así como el resto de los funcionarios y empleados en los
diversos órganos judiciales (Fiscales, Médicos Forenses, secretarios y
Oficiales de los Juzgados, etc.).

Por lo que respecta a los Abogados hay que destacar la decisiva


influencia de sus intervenciones en los procesos penales, hasta el punto
que, en determinados casos, pueden contribuir a condicionar la propia
actividad de los tribunales.

En cuanto a los Jueces y Tribunales, teniendo en cuenta el poder que


suponen las decisiones judiciales, es posible atribuir al control jurídico-
penal, y en particular, al que ejercen los Jueces, una amplia
competencia en la clasificación de determinadas personas como
delincuentes a resultas de los procesos de aplicación del derecho. La
sentencia, dictada por los Jueces y Tribunales, va a crear, en definitiva,
una nueva cualidad para el imputado, colocándole en un status que no
poseía sin la sentencia

En definitiva, el Poder Judicial es la agencia tradicional del control penal,


cuya función es administrar justicia con la participación de otras
instituciones ya mencionadas.

Esta entidad es igualmente materia de serias críticas y cuestionamiento a


lo largo de nuestras vidas. La realidad de su praxis en nuestro medio es
objeto de duda en lo que concierne a su eficacia, así como los
problemas de una justicia sesgada debido a la falta de moralidad en
parte de sus operadores judiciales.

Estas anotaciones no deben entenderse como una generalización


absoluta sobre todos los miembros que la conforman, ya que es
innegable que existen jueces probos, pero la existencia de magistrados
que actúan sin respetar los principios legales y éticos, ha dado lugar para
que esta institución no merezca la confianza de la mayoría de la
población. Sin embargo, la rémora de su actuación, que contribuye a los
males que inciden en su desempeño como principal agencia de
administración de justicia, se debe también a la sobrecarga procesal
como una variable en la lentitud de la administración de justicia.

II.2.1. Percepción estadística de la Corrupción Judicial

El Perú mantiene un alto índice de percepción de corrupción,


ubicándose en el puesto 105 de 180 naciones, según el último Índice de
Percepción de la Corrupción (IPC 2018) elaborado por Transparencia
Internacional (TI). En los últimos seis años, desde el 2012, el Perú no había
estado en un puesto tan bajo. En el 2017 estuvo en el 96; en el 2016 en el
101 y en el 2015 en el 88.

La baja del IPC del Perú puede deberse a la exposición de graves casos
de corrupción durante el 2018, particularmente en el sistema de justicia.

Según el Jurado Nacional de Elecciones (JNE), más de 100


autoridades fueron vacadas o suspendidas por corrupción durante el
2018. Asimismo, al cierre del año 2018, la carga procesal de la
Procuraduría Anticorrupción ascendía a 40, 229 casos a nivel nacional.
Solo en el último año, se han registrado 9, 217 casos nuevos.

II.3. Ministerio Público.

Es otra de las agencias del control penal que juega un rol importante en
la represión y control del crimen, pero que, en su quehacer cotidiano, en
determinados casos, cae en la desviación de su actividad que atenta
también contra el principio de la igualdad de la ley penal.

Actualmente como una entidad parte del Poder Judicial, tiene una
importante función de investigar el delito y formular las denuncias y
acusaciones penales cuando considera que se ha acreditado la
existencia del delito y la responsabilidad del imputado.

II.3.1. El problema de la Prisión Preventiva

Otros de los cuestionamientos de la mencionada Institución del Poder


Judicial es respecto a la detención de los procesados y las cifras
estadísticas de esta situación; es así que tenemos que a mediados de los
años setenta el volumen de procesados detenidos estaba en 65%
aproximadamente de la población de encarcelados, una década
después ascendió a un promedio de 75 % de inculpados, y en los últimos
años no obstante las reformas judiciales y legales el volumen de los presos
sin condena si bien ha disminuido, aún sigue siendo mayor que el número
de condenados.

En 1995, los "presos sin condena" ascendían al 80% de la población


carcelaria. Ninguno era un ex presidente. Tampoco un gran empresario.
No estaban en las primeras planas de los diarios. Sus audiencias tampoco
eran televisadas. No eran de la elite política o económica. Pero eran
mayoría. Con el tiempo, esa cifra fue disminuyendo. Llegado el siglo XXI,
eran algo más de la mitad: 60-70%. En los últimos siete años, pasaron del
59% al 39%. Porcentualmente, hoy son minoría.

Aunque ha disminuido la proporción de presos sin sentencia, la


aplicación de la prisión preventiva apareció en los últimos años en el
debate, Notándose que existe un trato más deferente con los procesados
de mayor poder económico, político o militar de alto rango, con algunas
excepciones según el interés del poder de turno.

II.4. La Administración Penitenciaria

Dentro de las agencias o instituciones del control penal, encargadas de


aplicar el subsistema normativo y que tiene en sus manos la ejecución de
las penas y medidas, conforme al derecho de ejecución penal, es
precisamente la administración penitenciaria, que tradicionalmente se la
ha identificado con la cárcel, que es probablemente la entidad central
donde se ejecuta la sanción penal conocida como privativa de libertad.

En este caso, según nuestra Legislación Penal se considera que la


ejecución de la pena está orientada a cumplir el propósito resocializador
que se asigna a la sanción penal, según los lineamientos señalados en
dicho cuerpo normativo. Sin embargo, en la realidad cotidiana de las
instituciones carcelarias se observa una práctica diferente y hasta
opuesta a los principios normativos de la ejecución penal, porque los
operadores encargados de su aplicación incumplen los lineamientos de
la ejecución penal.

II.4.1. Cifras del INPE

En el Perú, el órgano principal encargado de la administración


penitenciaria es el INPE, al respecto podemos señalar algunas cifras que
corroboran los conocidos problemas que vendría atravesando dicha
institución.

Es de conocimiento público de alto número de presos sin condena, al


que ya hicimos alusión, frente al menor volumen de condenados que se
hallan en las cárceles peruanas. Hasta noviembre del 2018, según
estadística del Instituto Nacional Penitenciario (INPE), hay 35 mil 441
personas recluidas en distintos penales del país sin una condena. Es decir,
que solo están procesados, pero recluidos por medidas como la prisión
preventiva.

Carlos Romero jefe actual de la INPE, en una entrevista a un conocido


medio local refirió que el principal problema de su institución es la
sobrepoblación de las cárceles del país, que calificó como “crítica”, y
estimó que a fines año tendremos cien mil reos a nivel nacional: “Tenemos
69 establecimientos penitenciarios en todo el país, con una población de
92 mil 300 internos. Sin embargo, nuestra capacidad es para 39,300. Hay
un 134 % de sobrepoblación” refirió.

Esta situación deriva en otros problemas, como la seguridad


penitenciaria, y dificulta las posibilidades de resocialización de los
internos.

Romero Rivera dijo que hay medidas a mediano plazo, como la


construcción de ‘megapenales’ en Ica y Arequipa, o la ampliación de
las actuales cárceles. Sin embargo, el funcionario consideró que una vía
más directa sería la aplicación de los grilletes electrónicos para los reos.
Según dijo, la aplicación de esta medida judicial está prevista en nuestro
sistema judicial desde “mediados del 2017”. Sin embargo, denunció, a la
fecha solo se ha aplicado en 21 casos.

Además, es un problema impactante las condiciones de vida


infrahumanas de los reclusos, sobre todo en los establecimientos penales
más grandes del país. Así mismo es una práctica frecuente la existencia
de una serie de irregularidades que ocurren detrás de los muros de la
cárcel, como el tráfico de drogas y alcohol, entre otros problemas,
principalmente en las cárceles más hacinadas.

II.5. Situación actual del control social en los medios de comunicación

Hoy en día, cada vez es más frecuente que los medios de comunicación,
llámese periódicos, radio, televisión, revistas, portales, internet, entre otros,
hayan sido catalogados con bastante razón como el “cuarto poder”,
precisamente porque su capacidad de influencia y creación de una
identidad política y social, por lo general ponen contra la pared a los
poderes formales de los Estados.

Los medios de comunicación en nuestro país es el instrumento más


poderoso con que cuenta la élite dominante. Esto se refleja en el poderío
que disponen para manejar al pueblo a su antojo. Esto es fácil de
observar en el consumismo enfermizo generalizado y las reacciones
populares en la política. Previamente forjaron una sociedad
acostumbrada a la miseria humana obnubilando el cerebro de la gente
y generando una morbosidad en la sociedad.

Un claro ejemplo de lo que señalo es la publicidad a través de los medios


televisivos. Una empresa empaqueta, embotella o envasa cualquier
cosa, la publicitan con una mujer hermosa consumiendo el producto y la
población automáticamente la compra sin importarle si es buena, si tiene
la calidad para ser consumida, si tiene registro sanitario o si la coloración
contiene plomo. Han influenciado en el ser humano, de tal manera, que
este sometimiento al consumismo al adulto y al niño, es muy común en la
sociedad, al grado que se dice compra una Coca cola, no una gaseosa
de tal sabor, compra una leche gloria no una evaporada, compra un
kolynos no una pasta dental. Hoy la niñez y la juventud ya no distinguen
entre lo bueno y lo malo sino entre las marcas. Utilizando la publicidad a
través de los medios de comunicación han acondicionado a la sociedad
para ser manipulada. Este efecto en la sociedad reporta muchos miles
de millones de dólares a los medios de comunicación y ha generado una
simbiosis entre el poder económico y los medios de comunicación para
perennizarse en él poder. Ambos se necesitan, pero la sociedad no debe
manipularse por lo que ve.

Conociéndose el poder de la publicidad en la sociedad, es evidente que


los medios de comunicación tienen una gran influencia para poder
controlar a la sociedad y al estado, por lo menos en una gran parte.

CONCLUSIONES

1. La política criminal hasta hoy implementada versa especialmente


sobre la punición. De tal forma las medidas represivas
principalmente el derecho penal concebido como la medida más
rígida del control social, debe ser la última opción dentro de una
política criminal, y no la única para enfrentar la delincuencia, toda
vez que se trasgrede el principio de intervención mínima, debiendo
buscar otras alternativas principalmente de prevención.

2. Se debe buscar una participación efectiva tanto del control formal


como del control social informal a fin de asegurar una respuesta
rápida frente al problema de la inseguridad en el Perú.

También podría gustarte