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La distinción entre reglas y principios y sus implicaciones en la aplicación

del derecho.
El artículo que se estudia es una producción de Ramón Ruiz Ruiz, Profesor de
Filosofía del Derecho Universidad de Jaén (España) que se enmarca en el ámbito
de las investigaciones llevadas a cabo en el programa de investigación Consolider
Ingenio 2010 «El tiempo de los derechos» (CDS 2008-00007) y publicada en la
revista derecho realidad No. 20; planteando así diferentes posturas referentes a
las distinciones entre reglas y principios y como estas tienen inherencias en la
discrecionalidad judicial en manos de los jueces.
En el ordenamiento jurídico convergen un gran cumulo de regulaciones que
difieren unas a otras de allí la importancia de la identificación a través de criterios
ya sean tradicionales como leyes, reglamentos, actos legislativos entre otros o
criterios doctrinales como los planteados por Hans Kelsen y por Herbert L. A Hart,
es así entonces como el primero propone normas de tipo primarias y secundarias,
siendo las primeras aquellas normas que determinan la sanción y por consiguiente
las secundarias estipulan la conducta que el orden jurídico trata de proponer bajo
la amenaza de la sanción, como es sabido el mejor ejemplo para comprender esta
distinción se hace analizando el artículo 138 del código penal Español (caso bajo
estudio) el cual establece: “El que matare a otro será castigado, como reo de
homicidio con la pena de prisión de diez a quince años” siendo la primera parte de
este articulo norma de tipo primaria ya que establece la conducta antijurídica y el
resto de tipo secundario estableciendo así la norma sancionadora.
Es así entonces como para Hart también existen normas de tipo primario y
secundario, siendo las primeras afines a las planteadas por Kelsen, estableciendo
que estas asignan obligaciones a sus destinarios, mientras que las secundarias
para este doctrinante establecen el procedimiento para crear, eliminar o modificar
y así mismo verificar su valides, ante los criterios doctrinales ya expuestos también
surgen otro tipo de clasificación de las normas dentro de un ordenamiento jurídico
saliendo a flote las Reglas y Principios, que su unidad básica ambas son
preceptos jurídicos que ordenan, permiten y prohíben ciertas conductas, es aquí
donde se denota como siendo una misma unidad básica tienen diferencias,
Zagrebelsky confirma esta postura al definir las Reglas como las normas
legislativas y los principios como normas constitucionales sobre derechos y sobre
justicia.
Ahora es menester establecer las 3 características de los principios jurídicos como
lo son: la fundamentalidad, la generalidad y la vaguedad. La fundamentalidad
establece la importancia de la norma, debido a que su modificación o sustitución
conlleva a la transformación de todo el ordenamiento jurídico. La generalidad

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manifiesta la amplitud del campo de aplicación, es decir está regulada bajo
términos generales y abstractos mientras que la vaguedad como ultima
característica de los

Bibliografía
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principios debido a su amplitud semántica es complicada la identificación entre un


supuesto factico y el hecho previsto en la norma. En este punto se hace distinción
entonces de principios implícitos y explícitos, los primeros están asociados a los
principios generales del derecho, los cuales en general están emitidos por un
órgano de producción jurídica, recogidos en un texto normativo, mientras la
segunda clasificación establece que estos principios son derivados por el juez o
autoridad competente a partir de disposiciones expresas en el ordenamiento
jurídico.
Abordado los principios, se hace relevante manifestar la distinción entre reglas y
principios desde el enfoque estructural entendidas las reglas desde esta
perspectiva como una estructura causa efecto mientras los principios bajo la tesis
de la fuerte separación no se refiere a esta estructura sino más bien a una
estructura cualitativa y un enfoque funcional que nos indica que esta distinción va
encaminada a la función de la norma en el actuar del destinario, es así como se
perciben las reglas como razones para la acción definitivas e independientes y
perentorias, mientras que los principios explícitos son razones para la acción e
independientes, pero no perentorias, pues excluyen la deliberación por el órgano
jurisdiccional.
El gran debate de la distinción entre reglas y principios bajo el entendido de
Ronald Dworkin establece que ambos tipos de normas –las reglas y los principios–
apuntan a fallos individuales relativos a la obligación jurídica en determinadas
circunstancias, empero disertan en la representación de la orientación que dan.
Las reglas son aplicables a la manera de disyuntivas: si los preceptos facticos se
adecuan a la norma, la a decisión es válida y entonces la respuesta que emite
debe ser aceptada, Sin embargo, los principios no establecen consecuencias
jurídicas que se sigan automáticamente cuando se satisfacen las condiciones
previstas. Así mismo se plante otra diferencia y es la dimensión de peso e
importancia entre ellas, pues cuando colisionan dos principios, se debe establecer
cual prevale en importancia o peso para dirimir el supuesto factico, mientras que
con las reglas la solución se plantea dirigiendo a otras reglas aplicables al caso.
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El debate de años parece demostrar que la aplicación de principios comporta
mayores riesgos de subjetividad valorativa que la aplicación de reglas, pues a la
hora de aplicar principios, el juez es mucho más libre que cuando aplica reglas
según el modelo tradicional, es entonces valido aquí exponer la conclusión
prevista por el profesor Ramón Ruiz Ruiz en su publicación: En definitiva, es
posible afirmar que lo que parecen hacer los principios constitucionales es
cercenar la discrecionalidad del legislador, mostrándose, en cambio, como dúctiles
instrumentos en manos del juez. La conclusión puede formularse así: «la re
materialización de la Constitución a través de los principios supone un
desplazamiento de la discrecionalidad desde la esfera legislativa a la judicial: bien
es verdad que no se trata ya de la misma discrecionalidad, sino que existe una
diferencia esencial: la del legislador ha sido siempre una discrecionalidad
inmotivada, mientras que la del juez pretende venir domeñada por una depurada
argumentación racional» (Prieto, 2000, p. 173).
Es por esto por lo que podemos concluir, con Javier Ansuátegui (2006), que la
lógica del constitucionalismo y de las exigencias limitativas del poder que le son
consustanciales, impone al juez la obligación de poner un especial empeño a la
hora de motivar su decisión, a la hora de explicar cuáles son las razones que ha
tenido en cuenta en su razonamiento intelectual y que le han llevado a adoptar
una concreta y determinada decisión, en contra de otras posibilidades. Asimismo,
la razonabilidad, entendida como elemento básico del test de aceptabilidad al que
debe ser sometida la decisión judicial es, en este sentido, una de las
manifestaciones que presenta la seguridad jurídica en el constitucionalismo
contemporáneo.

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