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Sigfried

Segunda Jornada
Del Anillo del Nibelungo
Introducción

En Siegfried, entramos en un orden nuevo de impresiones. A los terrores y angustias pasadas,


suceden ímpetus libertadores y juveniles alegrías. La nota característica de este drama fué
siempre, en el pensamiento de Wagner, un asunto placentero, alegre; la Tetralogía parece
revivir con las frescuras de la juventud y la inocencia; Siegfried es el héroe libre, entregado a
sus propios impulsos, quien por la misma fuerza de su valor ingénuo y de su alma sencilla,
pura, vencerá las miserias de la vida y las ruindades que le acechen. Es la savia nueva que
destruye los gérmenes viejos y enfermizos: los gigantes, los nibelungos y los mismos dioses,
palidecen ante la irresistible «verdad» de su ardor primaveral.

Por lo mismo que Siegfried sólo vive para los impulsos de su naturaleza, sana y sincera, no
conoce el egoísmo, ni puede, por lo tanto, temer la pérdida de bienes y poderío; en su alma
generosa no cabe el miedo del fin, el miedo a perder todas las riquezas y dominio que el
egoísmo nos da. Siegfried, es la antítesis de los que se disputan el anillo.

En el drama que nos ocupa, asistimos a las primeras hazañas del adolescente, al despertar su
alma candorosa. Siegfried es aquí el héroe casi niño, de músculos de acero, fuerte y pueril,
animoso y despreocupado porque ve la naturaleza tal como es; corre libre por el bosque
buscando compañeros divertidos, en los osos que caza para soltarlos luego; sonriente,
impetuoso, tiene las brusquedades de indómito ciervo y la confiada sonrisa de una doncella.

Como en Die Walküre (La Valquiria), Wagner ha utilizado en este poema los elementos de las
leyendas germano-escandinavas. El principal mito, claro está, es el del mismo héroe Siegfried,
que en las tradiciones primitivas se llama Sigurth o Sigurd, tipo popularísimo en los pueblos del
Norte y que, aún hoy día, vive en los cuentos y consejas de las gentes. Para algunos, Siegfried
es una personificación del sol de Primavera, que con su luz radiante fecunda la tierra y hace
huir los negros días del Invierno; para otros ha debido ser algún guerrero esforzadísimo de los
primeros escandinavos que poblaron el Norte de Europa; lo cierto es, que jamás héroe alguno
ha sido tan exaltado. La epopeya germánica de los Nibelungos (Nibelungen-lied) aunque más
«moderna» y desprovista de la simbólica significación que ofrecen las tradiciones norsas, hace
de Siegfried el héroe por excelencia, especie de Cid germánico, que realiza increíbles
hazañas.

Por lo que se refiere al drama de Wagner, en él nos presenta su autor la juventud del héroe,
inspirándose en la tradición escandinava que trata de sus primeras aventuras. Los Eddas
hablan de Sigurth (Siegfried, descendiente de Odin, Wotan), el cual es hijo de Siegmund.
Educado en los bosques por un nibelungo astuto, no conoce a sus padres. Su maestro le
construye una espada, con la que mata al dragón Fafner, un gigante que tomó esta forma para
mejor guardar el Tesoro robado a los Nibelungos. Sigurth desprecia las riquezas y siguiendo el
consejo de un ave (cuya voz entiende gracias a la sangre del dragón, que bebió sin querer) se
dirije a la roca donde duerme Brünnhilde rodeada de llamas, y despierta a la joven
entregándose a su amor.
Los otros elementos legendarios que aparecen en Siegfried son: El tesoro de los Nibelungos,
al cual se unen toda suerte de desgracias. Los viajes de Wotan sobre la tierra para escrutar las
conciencias humanas, proponiendo enigmas en los cuales la parte vencida sacrifica su
cabeza; estos diálogos con problemas y apuestas tan extrañas, abundan en las antiguas
mitologías (la esfinge representa esto mismo). Son característicos los viajes de Wotan al país
de los gigantes, a los que vence con sus preguntas; símbolo del espíritu dominando a las
fuerzas físicas: También se inspira Wagner en el Edda primitivo, para la escena de la
evocación de Erda (la Sibila eterna), cuya fórmula de conjuro transcribe casi literalmente.

Con todos estos elementos, hallando con habilidad pasmosa sus íntimas relaciones, construye
Wagner su tercera jornada de la Tetralogía, uniéndolos a la acción general del poema.

Siegfried nos presenta en tres momentos bien definidos, la formación del héroe: en el primer
acto, veremos la sublevación instintiva del adolescente contra una tutela interesada é inútil; en
el segundo, las inquietudes inexplicables, el ansia del corazón solo y aislado, sediento de
consuelo; en el último, el anhelo de acción, la voluntad que se muestra dirigiéndose
derechamente al objeto, sin temor y sin reparar en obstáculos. Contrastando con esta hermosa
figura, aparecen también los que ansían el poder, y no viven ni sosiegan pensando en el oro
maldito.

ACTO PRIMERO

Principia el drama, como La Valquiria, por un breve preludio cuyo carácter y cuyas
combiciones de temas ya conocidos, nos dan cuenta inmediata de la situación. La orquesta
recuerda en misteriosos acordes la meditación avariciosa de los que intentan apoderarse del
anillo y la creciente concupiscencia que el oro produce; sobre un imperceptible redoble de
timbal los fagots, con su ronco sonido, evocan estos recuerdos. Los Nibelungos sueñan con
reconquistar su tesoro; así nos lo indican claramente la aspera frase de Alberich, el ritmo de
los yunques de los gnomos y el tema sinuoso del anillo maldito. En un corto crescendo se
continúan estos temas, y vuelven a apagarse, oyéndose al fin el tema de la espada, como
dominando avasalladora estas innobles pasiones. Así, con unos cuantos compases, nos
marca Wagner de un solo trazo la situación dramática.

El ritmo del martilleo persiste al correrse el telón. Estamos ante una caverna cuyas espaciosas
salidas dan a un bosque frondosísimo. Toda la pared interior, a la izquierda de la gruta, está
ocupada por los útiles de una forja primitiva; tallado a pico en la misma roca se ve un gran
horno de fragua; a su lado está el enorme fuelle y un tosco yunque de piedra.

Mime, el gnomo, está trabajando impaciente una espada. Desanimado, interrumpe la tarea;
¡labor inútil!, pues todos los hierros que construye, viene el muchacho y los hace pedazos
como frágil juguete.

El muchacho es Siegfried, el hijo de los Wœlsas. Más adelante referirá Mime cómo está allí el
adolescente: encontró a Sieglinde expirante, la llevó a la caverna y allí murió al dar a luz; pero
antes le advirtió que quien lograre unir los trozos de la espada, sería invencible. ¡Ah, si Mime
pudiera reconstruir a Nothung! Haría que Siegfried matara al gigante, y así el tesoro, con el
codiciado anillo mágico, pasaría a poder del Nibelungo. ¡Entonces sería omnipotente! Pero
todo el arte del hábil herrero es inútil, pues la espada no se une.

El anterior, monólogo se desarrolla sobre el ritmo del martillo (que le da pintoresco carácter) y
los temas anteriormente expuestos, a los que las últimas palabras del enano agregan el
recuerdo del monstruoso dragón en que Fafner se ha metamorfoseado.
La música toma acentos alegres, y aparece Siegfried lanzando sus gritos de gozo. La franca
impetuosidad del adolescente la señala un motivo lleno de vigor y animación.

Siegfried sale vestido con rústico traje de pieles; lleva una bocina de plata pendiente de una
cadena, y atado con una cuerda, hecha de corteza de árbol, trae consigo un oso, al que con
maliciosa alegría excita contra el medroso Mime.

Luego de soltar a la fiera que sale huyendo, pide la espada, que el enano le da todavía
tembloroso, y la blande con brío, mientras la orquesta lanza a los aires el poderoso tema del
héroe. «¿A este chisme debilucho-dice- llamas espada?» y la prueba contra el yunque,
haciéndola saltar en pedazos. El despecho y la irritada impaciencia de Siegfried estallan:
¿para qué hablarle de gigantes y de hechos heroicos; para qué alabar tanto su arte Mime, si
todo cuanto forja se rompe al primer ensayo? Un ritmo decidido y enérgico expresa a maravilla
estos arranques del enfadado muchacho.

Siegfried, malhumorado, se sienta en un rincón, volviendo la espalda a Mime cuando éste


quiere hablarle y tirando lejos, sin volverse, la comida que el enano le ofrece para calmar sus
iras. La orquesta subraya estos momentos con detalles muy oportunos, basándose en el tema
del despecho que reviste un aire grotesco cuando indica las idas y venidas del maligno enano.

Mime se queja de la ingratitud del adolescente después de tanto como ha hecho por él: lo crió,
le forjó juguetes, le construyó el cuerno de plata, le enseñó cuanto sabía «y mucho más»,
trabajó siempre mientras Siegfried no hacía más que correr por el bosque... La voz del
nibelungo se expresa en una melodía que quiere parecer tierna y tiene un delicioso sabor
humorístico. Es un fragmento perfectamente definido, que podría tomarse por una verdadera
romanza.

Siegfried está pensativo: siente instintiva aversión y desconfianza hacia aquel enano, en quien
no ve el acento de la sinceridad: en vano se pregunta por qué vuelve allí. En el bosque ha
observado los amores de los pájaros y de los ciervos; hasta las fieras se aman y tienen hijos
que se parecen a sus padres. ¿Cómo nació él sin padres? ¿Quién fué su madre? Todas estas
preguntas causan profunda emoción de ternura, que traduce la orquesta en una frase
admirablemente expresiva, suave y dulce, como la caricia maternal que nunca consoló al
hermoso joven; esta frase se inicia aislada al principio, desarrollándose luego en hermosísimo
período, con giros que recuerdan el amor de Sieglinde.

Apurado Mime, no sabe qué decir; pues declarar la verdad a Siegfried equivale a que éste le
abandone, y con él, la esperanza de conquistar el anillo. La cantilena del gnomo aparece
vacilante: «Debes creer lo que te digo. -dice- Yo soy tu padre y también tu madre.». A cuyas
palabras levántase indignado el joven: ¡Cómo! ¡Él, hijo de un ser tan repugnante y falso! Los
hijos se parecen a sus padres, y Siegfried, que ha visto su animosa imagen (y la orquesta
reproduce el tema del héroe) reflejada en el agua de los arroyos, nunca se ha encontrado
parecido a Mime, como nunca de un sapo nació un pez. En su frenesí, coge al nibelungo por el
cuello, gritándole: «¡Dímelo, pícaro piojoso!: ¿Quienes eran mi padre y mi madre?».

El miedo hace hablar a Mime y cuenta la deseada historia. Este episodio aparece realizado
con sorprendente ingenio; Siegfried ataja constantemente al gnomo, que se pierde en
alabanzas a sus cuidados y desvelos; las preguntas del joven se suceden y sabe así su
nacimiento: que su madre se llamó Sieglinde, que antes de morir decretó que le llamaran
Siegfried, que su padre murió en un combate, sin que el nibelungo pueda decirle su nombre, y
finalmente, que por todo recuerdo de su padre, guarda los pedazos de la espada que éste
llevó en la última lucha.
La música del anterior diálogo es un modelo de expresión. Las alusiones a Siegmund y
Sieglinde, traen consigo hermosas frases en los temas de los wœlsas y de su amor, de
Siegfried y de la espada. Cada período melódico de éstos, se resuelve siempre en la cantilena
del enano (la cual se escucha como una mueca de la orquesta) cuando Mime trata de
ponderar sus solicitudes. La psicología de estos momentos musicales no puede ser más justa,
y lo notable de ello, es la facilidad y naturalidad con que todo aparece ejecutado. No es posible
analizar aquí los detalles de este delicioso episodio, pero sí hemos de notar la modificación
ternísima que recibe el recuerdo del amor de Sieglinde al preguntar el adolescente el nombre
de su madre.

Cuando Siegfried ve los trozos de Nothung, su alegría no reconoce límites: en un movimiento


musical animadísimo, se expresa el ímpetu juvenil: ¡Es preciso que hoy mismo quede unida
esa espada! ¡Con ella huirá de allí el adolescente, para no volver más! ¡Oh, alegría! ¡Mime no
es su padre! Una franca expansión de libertad acompaña con acentos que se desbordan en
comunicativo calor, las palabras de Siegfried que se va corriendo mientras el gnomo queda
anonadado y lleno de despecho. Todos los planes de éste se han desvanecido en un
momento. ¿Cómo soldar a Nothung? ¿Qué horno la ablandaría y qué martillo vencerá su
dureza? Todo el trabajo y el sudor que viertan la envidia de los nibelungos, serían impotentes
para unir aquellos trozos y realizar el pensamiento de Mime. Cuál sea este pensamiento, nos
lo vuelve a decir la música recordando el anillo y el dragón Fafner, justamente con el motivo de
la meditación. Estando Mime en sus cavilaciones aparece un personaje nuevo, que da origen
a una curiosa escena.

En efecto; saliendo del bosque, se para en la entrada de la caverna un Peregrino. Su aspecto


es grave y digno; su mirada, imponente. Es el desconocido a quien damos hospitalidad y que
pronunciando una frase, a veces una revelación, sigue su camino sin que volvamos a verle
más. El extraño personaje se envuelve en largo manto azul; en vez de bastón lleva una lanza,
y cubre su cabeza ancho sombrero inclinado hacia los ojos, que sólo deja ver uno de éstos.
Fácilmente reconocemos en este extraño personaje a Wotan, el dios de los dioses, en su
nuevo aspecto, tal como le describió Sieglinde en La Valquiria (última escena del primer acto).
La salida del Peregrino tiene una majestuosa melancolía que caracteriza con notable exactitud
la música: a este tema se une una curiosa modificación de la Voluntad del dios. En efecto, ya
no es el creador que con su brillante casco y majestuoso porte, domina desde el Walhalla;
ahora es el dios inquieto por los destinos del mundo, que vaga errante para presenciar los
acontecimientos (sin dirigirlos) y esperar el fin de lo existente.

La escena con Mime tiene todo el sabor de una leyenda primitiva. El malhumorado enano,
desconfiado siempre y siempre duro de corazón, no quiere dar hospitalidad al desconocido;
pero éste entra y se sienta, mirando al gnomo, a quien altera el brillo de aquel ojo dominador.
«Algunos individuos se creen que son inteligentes,-dice el Peregrino-, pero no conocen la
necesidad por la que sufren»... Entonces comienza un diálogo, en el cual, Mime, para
desembarazarse del importuno, propone varios enigmas, apostando el yunque contra la
cabeza del Peregrino. El gnomo interroga respecto de los Nibelungos, los gigantes y los
dioses, viendo con sorpresa que el desconocido sabe toda la historia de la creación y las
catástrofes del Oro robado a las Hijas del Rhin. A su vez, pregunta el anciano (apostando
Mime la cabeza) cuál es la raza más querida de Wotan y a la que trata más cruelmente; qué
espada ha de blandir Siegfried, y por último, quién ha de forjarla.

Este diálogo parece uno de aquellos en que abundan los sagas primitivos. Wagner, además
de reconstituir con gran facilidad esta forma poética que da a la situación singular sabor
legendario, enlaza aquí la acción de La Valquiria con la de Siegfried, siendo esta escena
análoga, en importancia dramática, a la de Wotan y Brünnhilde en el segundo acto del drama
precedente.
Y por más que no haya sido juzgada tan a la ligera como las de La Valquiria, también ha
merecido reparos, sobre todo, en lo referente a que vuelve a recordar los hechos ocurridos en
el Prólogo. Desde el punto de vista del verdadero arte, difícil será para nadie decidir qué es lo
que sobra; la escena de referencia, literariamente es de un gran efecto poético; musicalmente
es de las más notables de la Tetralogía. «¿Cómo admitir -dice un crítico- que una cosa
admirable en sí, deje de serlo porque produzca cansancio a algunos espectadores? Esta es
una impresión puramente subjetiva que no puede tener valor desde el punto de vista estético.
Lo que es grande y hermoso, grande y hermoso será siempre; si esta belleza y esta
grandiosidad no se manifiestan a nosotros de igual manera en todo tiempo, será debido a la
debilidad de nuestro entendimiento. La historia del arte no puede hacerse eco de juicios
precipitados hechos al salir de una representación teatral, en donde tantos elementos
secundarios influyen sobre las impresiones recibidas. Sepamos ver las cosas tales como son
en sí mismas. ¡Cuántos errores evitaría la crítica si supiera colocarse en el punto de vista del
autor!»

Cada contestación de los personajes, es un hermoso resumen de los dramas anteriores,


haciendo la orquesta pasar ante nosotros, como en mágica visión, el mundo de los nibelungos,
los gigantes y los dioses, las maldiciones de los ansiosos del poder y los esplendores del
Walhalla, la fatalidad de los wœlsas y los encantos de sus amores.

La alusión al dominio que ejercen los dioses, y que simboliza la lanza de Wotan, en la cual
grabó éste con rúnicos caracteres las leyes del mundo, hace que aparezca una inversión del
tema de la Voluntad del dios, con la solemne, majestad del señor del Walhalla. Este nuevo
tema, en su estructura, tiene parentesco con el de Erda (la que predice el Destino), y nos hace
ver que el Destino es quien puso a los dioses en su resplandeciente morada, y sólo a él debén
su poder.

La última pregunta del Peregrino vuelve a Mime a la realidad y a sus sobresaltos. ¿Quién
forjará el maldito acero? ¿Quién más diestro que Mime? Y Wotan se lo advierte: «"Sólo para
aquél para quien el miedo nunca ha existido volverá a forjarse Nothung". [...] Yo la dejo como
prenda para aquél que nunca ha conocido el miedo.» La música deja oir los temas de la
espada y de Siegfried, precisando elocuentemente el significado de las palabras del misterioso
anciano, el cual desaparece por el bosque.

Mime queda aterrorizado, mirando la selva iluminada por un sol deslumbrador, que parece la
mirada del Peregrino. El gnomo comprende entonces quién era el personaje que ganó la
apuesta: el astro del día parece mirarle como si fuera el ojo de Wotan, y cree que viene Fafner,
el dragón a devorarle; convulso y medio muerto de terror, se deja caer detrás del yunque. Es
un momento este de un inesperado y extraño efecto musical. La orquesta parece reflejar el
fuego del sol (tema de Loge), la pavorosa angustia del enano (ásperas sucesiones de notas), y
el pesado arrastrar del monstruo. Es un trozo de una violencia y un colorido indescriptibles.
«Todas las reglas de la armonía aparecen infringidas, pero el efecto es poderosísimo y
expresa maravillosamente la turbación del agitado Mime, presa de loco terror.»

Estas extrañas sonoridades se resuelven en alegres ecos. Siegfried vuelve preguntando por
su espada, sorprendiéndose de no ver al nibelungo, hasta que lo encuentra agazapado en un
Rincón. La impaciencia del joven le hace volver en sí: Enseñará a Siegfried lo que es miedo
para que no sea éste el que cumpla la apuesta del Peregrino. ¿Qué es el miedo?, pregunta el
muchacho. En vano trata Mime de hacérselo comprender, hablándole de los pavorosos
rumores del bosque cuando cae la noche y extrañas luces parecen acecharnos (la orquesta
recuerda la escena terrorífica anterior). Pero Siegfried no tiembla y quisiera aprender a temer.
El recuerdo del fuego y del sueño de Brünnhilde, que la música nos hace presente, parece
anticipar la idea de que sólo en presencia de la virgen latirá con sobresalto el corazón de
Siegfried. Mime le promete enseñarle a tener miedo, llevándole a la madriguera de Fafner; se
llama Neidhöhle (Cueva de la Envidia) y está junto al mundo de las gentes.

Entonces viene uno de los momentos hermosos del drama, y en donde la inspiración de
Wagner ha encontrado junto con sorprendente realismo, la poesía más intensa y el más
pintoresco carácter musical. Es la llamada «escena de la forja». Siegfried arroja las inútiles
herramientas del gnomo, enciende vivísimo fuego en el horno, y acompañando su tarea con
una alegre canción, comienza a recomponer la espada. En vez de soldarla, como hacía Mime,
reduce a polvo con la lima los trozos de Nothung y los funde en un crisol, templando luego el
acero en el yunque y sumergiéndolo en agua fría. ¡Qué cuadro más hermoso! El fuego de la
fragua, avivado sin cesar por el fuelle que mueve impetuosamente Siegfried, ilumina toda la
caverna. El héroe, entonando a toda voz su canto, funde el acero y lo forja después.
«¡Nothung! ¡Nothung! ¡Espada codiciada! Pronto te soldaré para que seas mi espada» Es el
grito de Siegmund en la obscuridad de la casa de Hunding; pero ¡cuán diferente acento tiene
ahora! No es el corazón angustiado quien llama a Nothung, sino el ardor irresistible de la
juventud y la alegría.

La música canta alborozada con el ardor del joven y la brillantez de la llama, el tema Siegfried
y su canción. «¡Hohei, hohei! ¡Soplad fuelles! ¡Soplad las llamas!»

Mime, en tanto, soprendido y temeroso observa aquel hecho increíble, que él, tan viejo como
la cueva y el bosque, nunca pudo presumir, siente que la profecía del Peregrino está para
cumplirse y que su cabeza corre peligro si Fafner no enseña a Siegfried lo que es el miedo;
pero en este caso, si el dragón vence al joven, ¿cómo apoderarse del anillo? Es preciso que
Siegfried se alce con la victoria, y el astuto enano va a preparar un narcótico: cuando después
de la formidable lucha, Siegfried haya matado a Fafner, le hará dormir, y con su misma espada
le cortará la cabeza. Entre tanto, la espada se funde, crepita el fuego y silba el acero al
contacto del agua fría, la música se convierte en un himno de victorioso triunfo.

Siegfried saca el rojo acero, golpeándolo en el yunque con un martillo; un ritmo enérgico y
lleno de fuerza acompaña esta operación, mientras el joven vuelve a repetir su canto,
alumbrado por los resplandores de la fragua; es un cuadro de un colorido admirable.

El creciente ardor del joven se traduce en un aumento de ritmo y sonoridades de indecible


efecto. Es irresistible el crescendo de esta música en su arrebato, lanzando triunfante, al fin, el
motivo de la espada, que Siegfried blande victorioso. «¡Nothung! [...] Te he devuelto a la vida
[...] ¡Mira, herrero Mime: mira como corta la espada de Siegfried.» Y da con ella un formidable
tajo en el yunque, partiéndolo en dos pedazos. Mime cae al suelo aterrado, y el héroe, radiante
de alegría y levantando en alto su espada, sale de allí acompañado de un prestisimo final que
cierra brillantemente esta grandiosa página.

ACTO II

El comienzo del segundo acto nos transporta a un orden de sentimientos muy distinto del
anterior. La orquesta se encarga de anticiparnos las asechanzas y odios de quien, siempre
alerta, tan sólo vive para reconquistar el tesoro de Fafner: éste no puede ser otro que Alberich,
el Nibelungo que renegó del amor y maldijo el anillo. El preludio, sombrío y siniestro, parece
contener todas las negruras de Neidhöhle, el antro donde Fafner, convertido en dragón,
guarda aquel tesoro, causa de tantas concupiscencias.
Primeramente se escucha un diseño que sugiere en nosotros el recuerdo de los gigantes y
que es una típica modificación de su ritmo brutal.

En seguida se piensa en Fafner, el fratricida por sed de oro. Es de advertir que,


frecuentemente, acompañarán al gigante el tema y éste que se acaba de citar. entre los dos
caracterizan la doble naturaleza del monstruo: el primero se arrastra y el segundo es pesado
como los gigantes Después escúchase el recuerdo del ansiado anillo con la maldición que le
acompaña, y por fin, al recuerdo de Fafner, únense los sobresaltos del odio vengativo del
Nibelungo.

Cuando se corre el telón, aparece la escena en la obscuridad; es de noche. El sitio impone: es


un bosque espesísimo de arboles seculares; al fondo y al final de un levantamiento del suelo,
se adivina, entre masas de rocas, la boca de una caverna: el piso sube hasta ella formando a
la entrada como una meseta y desciende luego hacia el interior del antro, de modo que desde
fuera sólo se ve la parte superior de su boca.

Por estos lugares está siempre en acecho Alberich, con la esperanza de apoderarse de su
anillo; la extraña silueta del gnomo se destaca apenas en las tinieblas nocturnas. Su
meditación queda interrumpida por un rumor de huracán que se nota en la espesura,
acompañado de un resplandor que se acerca; todo calla y se apaga de pronto, distinguiéndose
en la escena un nuevo personaje, al cual la música nos ha hecho previamenie conocer; es el
Peregrino, Wotan, que también acude para ver si el dragón es vencido. La claridad de la luna
alumbra entonces la cara del Peregrino y da pálida luz al paisaje. El tema del Walhalla nos
indica quién es el Peregrino, a quien reconoce Alberich, cuyo furor se desata contra el
usurpador del anillo; sin duda viene Wotan a cometer un crimen, favoreciendo a los héroes
creados por él para que conquisten el anillo y lo entreguen a los dioses. Pero Wotan contesta
sosegadamente; viene tan sólo a ver; no es ya la voluntad creadora (recuérdese la escena con
Fricka en La Valquiria), sino el Peregrino, el espectador de los hechos. Son inútiles las
advertencias y maldiciones del enano (curiosa sucesión de los temas conocidos,
singularmente) puesto que Wotan ya no quiere poderío ni tesoros: el único rival de Alberich es
su hermano Mime, que guía el brazo de Siegfried. Wotan deja al héroe en libertad de obrar, y
para que vea el Nibelungo cómo no interviene ya el dios en la lucha, ahora mismo despertará
al dragón: «Si le previenes de su muerte, quizás te recompense con sus juguetes. Yo lo
despertaré por ti.».

La indiferente altivez del Peregrino y su desprecio son soberbios; dirígese hacia el antro y
llama: «¡Fafner, Fafner! ¡Dragón, despiertate!» La escena es original y extraña: de las
profundidades de la caverna sale la voz del gigante-monstruo, como si retumbase en las
bóvedas ¿para qué le despiertan? ¿para qué le anuncian la llegada de un héroe? Ya tiene
hambre de él. «Lo único que ansía -dice Alberich- es el anillo de oro, dámelo como
recompensa y yo evitaré la lucha. ¡Tú podrás guardar el tesoro y vivir en paz durante mucho
tiempo!» Pero el dragón se siente invencible con su poder: «Aquí descanso y aquí soy el
amo.»,-dice, lanzando un formidable bostezo.

La confianza es propia de los endiosados; ella perdió al Nibelungo y también perderá al


gigante. El Peregrino sonríe irónicamente a Alberich, cuyos planes no se realizan. De pronto
recobra su ademán grave e imponente, y en la música aparece el motivo de la marcha natural
de la vida, de la tranquilidad del mundo entregado confiadamente a las leyes eternas; es el
tema primitivo de la Tetralogía; Wotan pronuncia estas proféticas palabras al enano,
expresando con ellas su propia experiencia: «Todo ocurre según ha de ocurrir, y tú no puedes
cambiar nada. Te dejo este sitio para que lo ocupes con firmeza. Prueba tu suerte con tu
hermano Mime: quizás puedas esperar algo mejor de los de su clase. Y en cuanto al resto, ya
lo aprenderás cuando llegue el momento.».
Y se marcha, levantando a su paso el huracán y dejando al despechado nibelungo entregado
a merced del vencedor de Fafner. Empieza a amanecer, y el enano desaparece por las grietas
de unas rocas, quedando solitaria la escena.

A los temas violentos de la situación anterior, sucede los decididos de Siegfried. Este aparece
llevando la espada y acompañado de Mime. Todo el bosque se ilumina a los rayos del sol
naciente, mientras que la caverna de Fafner parece cada vez más obscura. Mime examina con
temor el lugar, y cerciorándose de que no hay nadie, se detiene. ¿Aprenderé aquí lo que es el
miedo? pregunta Siegfried, y la orquesta recuerda, ¡sugestivo detalle!, el sueño de Brünnhilde,
como indicando que sólo la virgen guerrera producirá al joven sobresalto y confusión.

El gnomo intenta hacer del dragón la pintura más terrible: su boca es enorme, su baba
corrosiva, y su poderosísima cola; pero el adolescente no se asusta: le cerrará la boca, se
apartará de la saliva venenosa y observará los movimientos de la cola. «Pero dime -pregunta
Siegfried-: ¿el dragón tiene corazón?» Esta pregunta es, como ha dicho un crítico, un rasgo de
poeta. Wagner nos retrata con una sola frase el carácter del personaje que va derecho al
obstáculo sin temor a los peligros. La pregunta aparece comentada musicalmente por un
recuerdo intencionado de la heroica raza wœlsa.
El saldrá de la cueva reptando y pasará por aquí para beber del pozo de agua. Así lo dice el
gnomo, que esperará prudentemente apostado el resultado de la lucha. Siegfried queda solo.

Entonces empieza una de las más admirables escenas que jamás hayan realizado juntamente
la inspiración de un poeta y de un músico. Es el momento conocido con el nombre de los
murmullos de la selva.

El bosque aparece inundado de luz y de vida. La calma de la selva es majestuosa como el


beso fecundo del sol a la naturaleza. Todo respira, vibra y ama, cantando el misterioso arrullo
de sus amores las hojas de los arboles y las aguas del arroyo. Las frescuras del ambiente, el
estremecimiento voluptuoso de las hojas, la tranquilidad inmensa de la selva, parecen
exhalarse en sonidos de indecible dulzura; la orquesta siente y vive, como si convirtiera en
timbres de ideal acento el perfume de las flores y los rumores del aire. Es un arte maravilloso;
no se trata de una imitación pintoresca, de una descripción sinfónica, sino que el rasgo de
genio consiste en la fuerza expresiva de esta música; no es el cuadro el que se pinta, sino la
emoción que produce.

El encanto de la naturaleza penetra a oleadas en el animo de Siegfried, haciendo nacer en él


desconocidos anhelos; es el despertar de su alma, crisis hermosa que separa el niño del
hombre y que aparece aquí expresada con toda la ternura infinita que la inspiración de Wagner
atesora. Siegfried, que hasta entonces recorrió los bosques jugando alegremente y
divirtiéndose en luchar con los osos, se siente por primera vez conmovido ante la serena
calma de la naturaleza, ante el débil susurro de las hojas agitadas por la brisa, y los mil suaves
rumores de que hasta entonces no se dió cuenta.

El héroe, reposando al pie de un tilo gigantesco, se pierde en sus ensueños...

De la orquesta se eleva poco a poco un rumor; tenue, como aquella quietud del bosque y
aquella paz del alma del joven, en quien la ausencia del enano produce singular consuelo. No
podía ser su padre aquel gnomo repugnante a cuyo lado tan solo se encontraba. «¿Cómo
sería mi madre? -se pregunta-. De seguro brillarían sus ojos como los de una corza; pero
serían mucho más hermosos... Y en la música aparece una tierna evocación de la imagen de
Sieglinde, mientras Siegfried sigue sus pensamientos...
«¿Por qué murió cuando nací? ¿Mueren todas las madres al nacer sus hijos?...»,
respondiendo ahora con la dulzura de la caricia maternal la frase conmovedora de los anhelos
del adolescente en su deseo de amor y efusiones. El bosque aparece espléndido de luz y vida,
y todo parece respirar el amor de la naturaleza, que la orquesta hace cada vez más sensible.
El sol brilla con todo su poder, y la brisa mece blandamente las ramas; a la voz de la
naturaleza se une el canto de un pájaro: es un sencillo diseño melódico, variado, que se eleva
entre el murmullo de la selva que suspiran los instrumentos de cuerda.

El héroe, que siempre ha vivido en la soledad, siente irresistible deseo de expansión, y


quisiera hablar con el ave; ha oído decir que puede llegarse a entender el lenguaje de los
pájaros; ¿podría este que se oye en el tilo hablarle de su madre?

Esta especie de mudo diálogo es de un arte incomparable, y admira la infinita variedad de


efectos obtenidos por Wagner con elementos tan sobrios como los que constituyen la trama
musical. Todo análisis es aquí imposible; el espíritu, fascinado por tanta maravilla, permanece
bajo la sugestión del poético cuadro.

Siegfried quisiera hablar con el ave. ¡Cuán hermosa es la frase de ardiente efusión que se
desprende de la orquesta! El joven trata de imitar el canto de su aéreo compañero, pero no
puede conseguirlo; impaciente, emboca su cuerno de plata: «Yo la tengo como buena
compañera, y a su llamada sólo contestaron lobos y osos. Ahora, veamos que me traerá,
quizá a un camarada!». Y lanza al aire su toque de caza, que repercute en ecos lejanos y
misteriosos. El ave enmudece, y, en cambio, de lo más profundo de la orquesta se desliza,
arrastrándose lentamente, el tema del dragón, al que presta extraordinaria impresión de
pesada rudeza la voz grave del bas-tuba.

En efecto, Fafner, a quien despertó el toque de Siegfried, sube a la boca de su cueva para
devorarlo. Es el momento de la lucha formidable.

Esta escena del dragón, debido acaso a insuficiencias de realización escénica, ha sido
calificada por algunos de puerilidad germánica. Nada de eso es, sin embargo, y las intenciones
de Wagner en este punto, aparecen bien claras para que resulte un efecto verdaderamente
teatral. La disposición de la cueva, de la que nada más aparece la parte superior de la boca,
ya enseña el pensamiento del autor. Tan sólo deben distinguirse apenas en la obscuridad de
la caverna, la cabeza y la cola del monstruo; así, la imaginación reconstruye un dragón
gigantesco que da idea perfecta de lo heroico de la lucha.

Por lo demás, este episodio del dragón es tan inseparable de Siegfried, que sin él perdería el
héroe una de sus notas más características. Lo maravilloso en escena, por su simbólica
significación, es de un efecto poético inmenso: la sombra del rey Hamlet, la estatua del
Comendador, Mefistófeles, el cisne de Lohengrin, he ahí otras tantas admirables creaciones
cuyo significado da a los dramas ilimitado alcance.

El dragón Fafner es un símbolo de todas las concupiscencias y bajezas, de todos los rencores
y miserias, a las que vence el ímpetu de la sinceridad de Siegfried. Por natural condición
nuestra, todo lo que nos causa disgusto y repugnancia, lo atribuímos también a los seres
inferiores que producen análogas impresiones en nosotros.

La leyenda del dragón es universal; ya es un monstruo que guarda a una joven, ya una hidra
que devora a los caminantes, o un guardador de tesoros; siempre hay un esforzado héroe
cuyo valor vence a la fiera y liberta a sus prisioneros.
Así, pues, la lucha de Siegfried no sólo resulta de hermoso heroísmo, sino que es
indispensable para que sea completa la fisonomía del personaje. El dragón y Brünnhilde, he
ahí las dos grandes peripecias de su vida. La fuerza de la veracidad, el espíritu ingenuo vence
a las malas artes de la vida, representadas por el gigantesco endriago; Brünnhilde, la mujer,
sin más armas que su debilidad, dominará más tarde el valor del héroe, y conseguirá lo que
los peligros del mundo no hicieron. ¡Hermosa y poética concepción!

La escena, tal como la realiza Wagner, es de una seguridad de trazo magistral. El sinuoso
motivo del dragón y el de Siegfried, se suceden siguiendo paso a paso, por decirlo así, sus
respectivos movimientos en animadísima progresión. Fafner arroja su baba venenosa contra el
adversario, trata de herirle con la cola, y, por fin, se yergue para aplastarle con su peso: a su
vez, Siegfried esquiva el veneno, le hiere en la cola, y cuando el dragón presenta su pecho,
hunde la espada en el sitio del corazón, y cae moribundo el monstruo. Cada uno de estos
momentos aparecen enteramente marcados por la música en la forma indicada; si el juego
escénico aparece bien realizado, el efecto no puede menos de ser sorprendente.

Fafner expirante, cuando creía ser invencible, advierte a Siegfried que «Pónte buzo, radiante
muchacho, pues aquél que te empujó a ciegas a cometer este acto está ahora planeando
llevarte con patas de cabra.»... Y en la orquesta reaparecen los recuerdos del odio de los
Nibelungos, del oro y de la terrible maldición del anillo, causas de tantas catástrofes. El gigante
muere y con él se extingue el tema de su raza, en imperceptibles latidos.

Siegfried, al arrancar la espada del corazón del monstruo, se ha manchado la mano con la
sangre de éste; la sangre quema, y sin querer lleva el joven la mano a la boca;
inmediatamente, por la magia que aquélla tiene, comprende el canto de los pájaros.

Es este otro rasgo admirable rasgo del poeta-músico: el canto del ave vuelve a oirse,
ejecutado ahora por la voz humana, con palabras perfectamente inteligibles. Y hay un detalle
curioso que hace observar M. Charles Tardieu: «El canto -dice- del pájaro que habla tres
veces consecutivas para advertir al héroe tres cosas de carácter distinto; repite, no obstante,
siempre el mismo tema elemental, instintivo, inmutable. ¡Cuánto más poético no resulta este
canto, por ser más verdadero que no todos los trinos y gorgoritos de tantos otros
compositores! ¿Habéis oído alguna vez un pájaro que modifique su cantar?; no conoce más
que uno, una frase tan sólo, más o menos corta, más o menos llena de gorjeos y trinos, pero
fatalmente invariable, imperiosa y soberana, incapaz de modificación.

El canto del ave dice a Siegfried que le pertenecen el casco y el anillo de Fafner; y el
adolescente sin comprender bien el alcance de tales objetos, baja a la cueva por ellos.

Entonces salen los dos Nibelungos: Alberich y Mime. Muerto el dragón, sólo ellos se disputan
el tesoro; en un diálogo breve y movido, con frases entrecortadas y acordes estridentes, se
increpan los gnomos, llegando, en su ansia, a creer que tan sólo de ellos depende ser dueños
del tesoro. Pero les vuelve a la realidad Siegfried, que sale del antro pensativo, llevando el
anillo y el casco encantado.

En la orquesta se deja oir dulcemente el canto de las Hijas del Rhin al Oro del Rhin, que por él
lloran, como si la música nos hiciera ver por qué serie de fatalidades está el Oro por el mundo
sin ser devuelto a las ninfas; contrasta esta reminiscencia con la amenaza de Alberich, quien,
despechado, desaparece diciendo: «Su dueño y nadie más se hará con el anillo en el
momento preciso.»
Siegfried no se preocupa del valor de su botín; ni siquiera ha hecho caso del tesoro,
guardando el casco y el anillo por seguir el consejo del pájaro, y porque le recuerdan que
venció a Fafner sin aprender lo que sea el temor; el joven sólo desea buscar un compañero
que le saque de su aislamiento. De nuevo vuelve a oirse el canto del ave; ahora advierte los
criminales propósitos de Mime, quien, en efecto, sale con ademanes obsequiosos y acento de
amistosa complacencia. ¿Cómo comprenderá Siegfried sus intenciones?; mejor dicho, ¿cómo
hacer sensible esto en la escena? El efecto está realizado una vez más, con la prodigiosa
habilidad de Wagner, que hace de la orquesta el verdadero revelador del alma humana.

La situación es de una picante originalidad: Mime empieza a decir palabras aduladoras, pero
éstas se truecan, sin cambiar el acento ni la expresión del gnomo, en los verdaderos
criminales pensamientos de éste.

-Bienvenido, Siegfried [...] -dice Mime- Ya has hecho lo que necesitaba que hicieras; Ahora
sólo quiero arrebatarte el botín, y creo que lo conseguiré, pues eres fácil de engañar. [...] El
anillo [...] Si no me lo entregas por tu propia voluntad, Siegfried hijo mío, como puedes ver por
ti mismo, tendrás que pagarme con tu vida misma.
-[...] ¿También tengo que darte mi vida? -contesta el joven.
-[...]Me has entendido mal. Mira, estás cansado [...] no dudé ni un momento en prepararte una
bebida que te animara... [...] Tus sentidos pronto se sumergirán en la oscuridad y las sombras.
[...] Estirarás los brazos [...]
Entonces, podré llevarme el botín [...] Pero [...] nunca me hallaría a salvo de ti [...] Así que con
la espada que tú hiciste tan afilada te cortaré la cabeza [...].

El diálogo es interesante y cáustico. La música recuerda los temas del primer acto,
singularmente la cantilena falsamente amable del enano, la cual se repite ahora con las frases
de odio que reflejan su íntimo pensamiento. Cada vez más insistente Mime en ofrecer la
bebida y en sus palabras, Siegfried, cediendo de pronto a la repugnancia que le causa el
enano, le da un golpe con su espada y le tiende muerto. Entre las rocas se ve a Alberich, que
ríe sarcásticamente, y esta risa cruel parece una terrible amenaza, que hace más significativa
la fatídica maldición del oro, recordada lúgubremente por la orquesta. Siegfried arroja juntos a
la caverna, el cadáver del dragón y el cuerpo de Mime; ahora podrán gozar en paz de su
tesoro los dos rivales.

En tanto, el medio día brilla con toda su deslumbradora luz. La naturaleza, insensible a las
ruindades de la avaricia, sigue entonando el himno de vida y amor; su calma tranquila se
exhala en los dulces murmullos de la selva, y Siegfried, fatigado se tiende otra vez a la sombra
del tilo. El alado interlocutor ha enmudecido. ¡Al menos, éste tiene sus hermanos que con él
revolotean por las ramas! ¡Siegfried está tan solo!... El encanto de la naturaleza penetra de
nuevo en el alma del joven, quien, inconscientemente, desea cariño, simpatía, amor. Sus
apasionados anhelos se traducen en una frase musical, febril y arrebatada de la orquesta.

El joven pregunta al ave dónde encontrará un buen compañero que le haga salir de su triste
aislamiento, en una frase llena de ternura y que deriva del tema anterior.

De pronto, entre vibraciones y estremecimientos delicadísimos, vuelve a escucharse el canto


del pájaro, que parece ser la conciencia del héroe. ¿No es este un hermoso detalle de la más
íntima poesía? Nuestros deseos más vehementes, las aspiraciones más grandes de nuestro
espíritu, encuentran su contestación en todas las cosas de la naturaleza a quienes las
preguntamos, porque somos nosotros mismos quienes nos damos la respuesta.

Margarita, preguntando a las flores si Fausto la ama, se responde a sí misma; no es la flor


quien se lo dice.
El ave canta ahora revelando lo desconocido: «Ahora ya puedo hablarle de la mujer más
maravillosa de todas, que duerme sobre un alto despeñadero rodeado por el fuego. Brünnhilde
será de aquél que atraviese las llamas y la despierte. »

La escena se anima con prodigioso vigor; la música expresa maravillosamente la agitación del
héroe ante aquella nueva: sus anhelos crecientes se unen con el vibrante tema de Siegfried
cuando pregunta: «[...] ¿Conseguiré atravesar las llamas? ¿Podré despertar a la doncella?» y
lleno de expresión surge entonces el motivo de la virgen dormida. «Ganarse a la doncella,
despertar a Brünnhilde- sigue diciendo la voz del pájaro- no es para cobardes, sólo para aquél
que no conoce el miedo.».

La orquesta se desborda en torrentes de melodía: Siegfried es el destinado; ¿cómo encontrará


el camino de la ardiente roca? Y el pájaro, después de revolotear un instante sobre la cabeza
de Siegfried, emprende rápido vuelo. El héroe corre en su seguimiento, y el acto termina con
una inmensa exaltación de la sinfonía, que parece resumir el ímpetu irresistible y el gozo
infinito que inundan el alma del vencedor del dragón.

ACTO III

Este acto nos eleva, de pronto, a las altas regiones de la tragedia. El preludio es una página
sinfónica admirable en donde la música adquiere acentos de grandiosidad majestuosa.
Volvemos a oir las armonías del Destino, y ante nosotros parecen surgir, evocadas por el
mágico poder de la orquesta, las imágenes del mundo y los seres que vimos nacer en el
prólogo, expresados ahora por sombríos acentos indicadores de un próximo fin... Lo
sobrehumano se presiente en este preludio cuya estructura prepara admirablemente la
situación. Parece escucharse la marcha rápida de Wotan en su negro caballo de la tempestad,
para ir al pie de la montaña de Brünnhilde y saber, por fin, si el crepúsculo de los dioses va a
llegar.

Con vigorosos acentos se escucha en la música una admirable síntesis del estado del animo
divino: su abdicación ante el destino, su voluntad que ya sólo quiere la consumación de lo
existente, las amenazas del Nibelungo, y dominando todo este fragor de sonoridades,
sostenido por potentes acordes del metal, surge la melodía primitiva del mundo, el canto del
Destino unido al del «Crepúsculo de los Dioses».

Esta unión de los temas y la forma grandiosa en que se presentan, nos indican que un mundo
se desploma y se va a hundir en la inmensidad del pasado.

Al aparecer la escena se ve un lugar agreste al pie de un monte escarpadísimo. Entre


amontonamientos de rocas se distingue la entrada de misteriosa gruta. El huracán, los rayos y
los truenos, aumentan las negruras y el pavor de la noche; después se hace la calma, durante
la cual no dejan de rasgar la obscuridad violáceos relámpagos.

A la puerta de la caverna aparece en pie el Peregrino, que con imperioso conjuro evoca a Erda
para interrogarla por última vez sobre lo porvenir. La escena es de una grandiosidad
esquiliana; la evocación de Wotan tiene acentos que parecen sobrehumanos « ¡Erda! ¡Mujer
inmortal! [...] ¡Sabia eterna, conocedora de todo! [...] ¡Despierta!» Entre las terribles notas del
tema de Erda y el acento de la Voluntad del dios, se desenvuelve la extraña invocación. La
caverna se ilumina con misterioso resplandor, y entre un nimbo de pálida luz azulada, se ve a
Erda que surge del fondo de la tierra; la escarcha la rodea con aureola brillante, y los negros
cabellos cubren el cuerpo de la fantástica visión.
En vano la sacan de su sueño. Cuando Wotan sometió un día a Erda, ésta le dió una hija que
heredó el sentimiento del dios y la sabiduría de la Vidente, ¿por qué no acude Wotan a su
hija? Pero éste explica el destino de Brünnhilde (mientras la orquesta resume todos los
recuerdos de La Valquiria), y Erda se encuentra por vez primera confusa; su divino saber ha
concluído. iEl padre castigar a la hija! ¡Quien enseñó la arrogancia la reprime! ¡El promovedor
de un acto trata de destruirlo!

Perturbado el orden del mundo, la profetisa no puede saber nada; inútilmente la llama el que
se dice dios inmortal, pues éste que ahora la despierta, no puede ser el de otras veces, no es
inmortaI, ¡no es lo que finge ser!

¡Todo ha concluido para los dioses! El último rasgo de divinidad de Wotan se manifiesta en la
presente escena. Si acudió a preguntar el Destino, no crea Erda que fué por evitar el fin de su
poder, puesto que él mismo lo desea, sino por morir con la dignidad majestuosa de un dios.
¿Será Siegfried mismo, de quien Wotan es en último término creador, el que se volverá contra
los dioses? He ahí el último grandioso destello de la conciencia creadora; pero el porvenir ya
no existe y todo ha terminado. Erda tiene razón; ya no es un dios inmortal. «[...] Podrás volver
a dormir por siempre. - dice en soberbio apóstrofe- La caída de los dioses no me atormenta de
miedo pues eso es lo que ahora deseo. [...] Pero ahora dejo mi herencia a un glorioso
Wälsung. [...] Lleno de amor, sin saber lo que es el odio [...] el héroe despertará aquélla que tú
misma engendraste por mí, Brünnhilde». Una ardiente explosión de grandeza y esperanza se
deja oir entonces en una hermosa frase.

Su aparición y su exuberancia de sentimiento nos indican claramente que es la completa


Abdicación de Wotan, su donación del mundo a los que le suceden, y también el triunfo de la
nueva vida, la redención de las gentes, el amor de Siegfried; eso es lo que canta esta melodía
inefable.

Y así termina la grandiosa escena, una de las más decisivas de la Tetralogía, cuya grandeza y
sobriedad impresionan con la fuerza de las terribles apariciones de la divinidad en la tragedia
griega.

La mirada de Erda se apaga, su rígido cuerpo se hunde en el seno de la tierra, y la gruta


queda en la obscuridad. La tormenta ha cesado, y la luz de una luna clarísima ilumina la
cueva, viéndose a Wotan a la entrada de la gruta sumido en profunda meditación.

Pronto cambia el carácter de la situación: óyese el toque animoso de Siegfried, y el héroe sale
del bosque.

Todos los momentos que van a suceder tienen una psicología interesantísima. En el diálogo
entre el Peregrino y Siegfried aparece la complacencia paternal de Wotan, contrastando con
las juveniles asperezas del héroe. El viejo pregunta a Siegfried sus hechos y a quién debe la
fuerza que le anima, respondiendo su descendiente entre fanfarrón y curioso: El dios, en éste,
su último destello de involuntario orgullo (que le llevó a evocar a Erda), teme por Ia suerte de
Brünnhilde, quiere probarse a sí mismo el heroísmo del vencedor del dragón, y quiere, por
último, sucumbir como cumple a un creador. El joven, con sus irrespetuosas respuestas al
poderoso dios, a su ascendiente, provoca todavía más el orgullo del señor del Walhalla, quien
en vano le hace ver las llamas que rodean la cima de la montaña. «Si no tienes miedo del
fuego, -exclama- entonces será mi lanza quien tendrá que impedírtelo.»
La anterior escena resume musicalmente las hazañas de Siegfried en una admirable
combinación de los motivos precedentes; entre otros, y según los sugiere el diálogo, aparecen
los recuerdos del canto del ave que condujo hasta allí a Siegfried, los del combate con Fafner,
los de la espada, con cuyo impetuoso carácter contrasta la calma complaciente del Peregrino.
Creciente animación del diálogo trae consigo un mayor desenvolvimiento orquestal: la
majestad del señor del Walhalla, el poder de su voluntad, del cual se burla el animoso
muchacho, el tema de las Valquirias, se desenvuelven en maravillosa animación; el dios hace
un signo con su lanza, y las llamas devoradoras empiezan a bajar desde la altura, mientras
que, cada vez con mayor intensidad, crepita y corre por la orquesta el fuego de Loge.

Siegfried, siempre animoso, cierra contra el obstinado viejo, y de un tajo formidable rompe la
sagrada lanza. Un horroroso estrépito de todas las fuerzas orquestales marca este instante
supremo. El tema de Wotan muere fragmentado deshecho, como el símbolo de su poder, y
luego surge dulcemente el recuerdo del Destino y el fin de los dioses.

¡El crepúsculo empieza ahora! La fuerza nueva ha vencido a la antigua, y los dioses culpables
ven acelerado su fin por aquel héroe de quien esperaron ayuda. Así se realiza el último deseo
de Wotan; no pudo crear más que esclavos, y cuando de su voluntad nació un ser libre, esta
libertad se vuelve contra él que la creó; el mismo héroe no es libre enteramente, hasta que no
destruye el poder caduco de los dioses. Con la muerte de éstos, «con su ocaso, nace la aurora
del Iibre heroísmo».

Como ha dicho un notable crítico, «esta escena da fin, en realidad, al gran drama en donde ha
tenido intervención el Walhalla. Ahora comienza otro nuevo drama, y lo que resta del acto,
podría considerarse como su prólogo, sino fuera porque Brünnhilde y la magia del fuego,
establecen a la par una continuación psicológica y una unión escénica entre la acción que se
ha terminado y la que va a suceder.

En efecto, apenas rota la lanza de Wotan, éste abdica, deja su sitio al mundo que nace. «Vete.
- dice a Siegfried-; No puedo impedírtelo.» y recogiendo con tranquilo ademán los trozos de su
poderío, desaparece.

En este momento empieza un intermedio sinfónico inspiradísimo. Las llamas bajan, invadiendo
toda la escena, y el héroe se lanza con voluptuoso entusiasmo a través de aquel mar de
fuego, lanzando al aire los ecos radiantes de su bocina de plata. Entre los movibles diseños de
Loge, se escucha en progresión ascendente, el tema de Siegfried: los motivos del valor y el
heroísmo, ejecutados por cuatro tompas y los trombones); la música parece seguir la
ascensión del héroe a través del ardiente cerco, y después de un irresistible crescendo en que
se oyen también el recuerdo del Oro del Rhin y el fin de los dioses se calma la sinfonía,
escúchanse las armonías del sueño de Brünnhilde con dulces acentos, y una paz inefable se
desprende de la orquesta.

Al propio tiempo, las llamas se van extinguiendo, transformándose en un velo finísimo y


transparente, iluminado por una luz de aurora, que acaba por ser el puro y azulado éter de un
clarísimo día. Estamos en la cumbre de la montaña.

La escena aparece bañada por los rayos de un sol espléndido; sobre su lecho de rocas, y
protegida por la sombra de un pino frondoso, se ve a la Valquiria sumida en su letargo; el
espacio libre e inmenso del fondo, da la idea del panorama que desde aquella altura puede
descubrirse.
Siegfried acaba de llegar, y se detiene estático, mientras que la orquesta deja oir con
tranquilidad infinita una serie de dulces melodías que son todo un poético comentario: entre
acordes etéreos de las arpas, se escucha la interrogación al destino, expresivo por qué de la
música, que parece preguntar cuál será la suerte de la dormida doncella, y a cuya
interrogación contesta una larga y sostenida frase de los violines «a solo», melodía serena,
como la calma del cielo y la tranquilidad de las alturas, frase que se transforma en un sentido
recuerdo del amor que el ambiente allí respira con encanto supremo, para penetrar
insensiblemente en el corazón puro del héroe. ¡El encanto del amor en la naturaleza y en los
corazones expresados y confundidos en una melodía ideal!...

La última escena ofrece tres distintas situaciones perfectamente definidas: forma la primera el
monólogo de Siegfried; la segunda, el despertar de Brünnhilde y las primeras frases de
inconsciente amor entre los dos jóvenes; finalmente, la tercera, comprende la escena pasional
propiamente dicha, en que Siegfried y Brünnhilde se exaltan en el éxtasis de sus amores.

¿Cómo explicar, con los secos y pobres términos de un análisis, las maravillas de la palabra
de la música que justamente concurren a hacer más intensa la emoción avasalladora que
produce este nacer del amor en dos almas sinceras y puras? Sólo la obra, sólo en el teatro, y
mediante una representación adecuada, es como puede ser comprendida esta situación sin
igual; el animo se eleva a las más altas regiones del arte, gozando toda la grandeza de tan
sublime poesía.

La primera parte de esta escena comienza por el momento musical antes indicado, que sirve
de preparación a todo el final que nos ocupa. Siegfried distingue allí cercano a Grane, el fiel
caballo de la Valquiria; luego sus ojos se fijan en el escudo que cubre completamente a
Brünnhilde y se dirige hacia ella; ¡cuán tierno se escucha entonces el adiós de Wotan a su hija
predilecta! Todos los movimientos, las pausas, las vacilaciones y silencios de Siegfried,
aparecen comentados por la orquesta con mil detalles como el citado, imposibles de analizar,
en su belleza. Siegfried contempla aquellas armas brillantes, y movido de un instintivo impulso
de curiosidad, levanta el escudo y ve a la virgen.

Creyéndola un guerrero dormido, le remueve el casco para que no le haga daño; los cabellos
de Brünnhilde se esparcen a su alrededor, y el héroe contempla admirado aquel ser humano
tan hermoso como nunca pudo soñar. Para librarle de la opresión de la coraza, trata también
de quitársela, pero como está sujeta por las correas, las corta con su espada; entonces
suenan dulcemente el tema de la Valquiria y el de Nothung, siendo éste un sugestivo detalle,
pues precisamente la última defensa de la mujer, va a ser destruída por el valor del héroe.

Al aparecer el cuerpo de la virgen vestida con su blanca túnica, diríase que la música exhala
todos los más delicados efluvios de la flor que abre su corola. El joven retrocede, presa de
indecible sobresalto; ¡no es un hombre como él! Por primera vez siente Siegfried un
estremecimiento que recorre su ser, al contemplar aquella criatura celestial, aquella aparición
desconocida; y ante el rostro tranquilo, ante la respiración de la doncella que levanta
dulcemente su seno, el héroe sabe, por fin, lo que es el estremecimiento de lo desconocido.
¡Admirable rasgo del genio del poeta!

La música expresa a maravilla la situación; la exaltación del joven la traduce el anhelante


motivo del bosque, como indicando que lo presentido, lo inconsciente de entonces, es la
realidad de ahora. El tema de Sieglinde responde con tiernos acentos; Siegfried, presa de
extraordinaria agitación, quiere despertar a Brünnhilde y no se atreve; quiere acercarse a ella y
no puede; entonces un grito sublime, ¡hermosamente humano!, hijo del corazón adolescente
que jamás conoció cariño ni consuelos, se escapa de los labios ingénuos: «¡Madre, madre,
acuérdate de mí!»
Sin poder separar la mirada de la doncella, Siegfried siente invencible impulso que no puede
explicarse; ¿cómo tener valor?, para despertarse él mismo necesita despertar a esta mujer...
«¡Despierta, despierta! ¡Mujer maravillosa!» -exclama -. Y casi desfallecido, deposita un beso
sobre los labios purísimos de la Valquiria.

Siegfried se levanta contemplando a la virgen, cuyos ojos se abren dulcemente, y los dos
personajes quedan mirándose extáticos; ¡Un beso durmió a Brünnhilde y otro la saca de su
sueño!

Entonces comienza la ideal escena, el reconocimiento de dos almas que nacen una para la
otra, el dulce coloquio de dos corazones que empiezan a vivir, esa eterna y deliciosa fantasía
del espínitu juvenil que se llama primen amor. La orquesta deja oir, apenas perceptibles y
suaves armonías, cuando Brünnhilde abre sus ojos. La Valquiria se levanta lenta y solemne
acompa ñada de una radiante frase, que sostienen aéreos arpegios de las arpas, causando
profunda impresión de grandeza; es verdaderamente el despertar de una hija del cielo.

Brünnhilde dirige majestuoso saludo a los dioses, al sol y a la luz, y al héroe que la despertó.
Siegfried, conmovido por aquella voz nunca oída une su canto al de la joven, y surge el
hermoso apóstrofe a la vida y al amor. Por vez primera en toda la Tetralogía (caso curioso) se
oye cantar aquí las mismas notas por dos voces juntas, lo cual es ahora perfectamente lógico.
Sobre el poderoso tema de Siegfried se levanta la salutación ardiente: «Bendita sea la madre
que me trajo al mundo. [...] Bendita sea la tierra que me alimentó. [...] Ellas me permiten mirar
esos ojos cuyo brillo me hace tan feliz.»; y luego, suaves sonidos acompañan el arrobamiento
de los dos jóvenes al verse por vez primera, reapareciendo sin cesar esta melodía con acentos
cada vez más íntimos.

Siegfried aún no comprende del todo: «Entonces, ¿mi madre no murió? ¿Era ella a la que a la
que amaba sólo en sueños?» Pero Brünnhilde se lo dice: «Yo siempre te he amado ya que era
la única que conocía el plan de Wotan.»; la Valquiria ya no es sino una mujer humana y mortal,
y toda su sabiduría se ha transformado en sentimiento, en amor.

Y aquí comienza la última parte de esta gran escena; primeramente los sobresaltos, los
temores de la doncella; luego la confianza tranquila y apasionada de los amores. Imposible,
sin la unión íntima de la poesía y la música, expresar esta situación, a la vez vigorosa y tierna,
dulce y enérgica. «en donde la virgen guerrera, asustada de haberse convertido en mujer, y el
héroe adolescente, en su embriaguez de ser hombre, se buscan y se rechazan, se desean y
se temen, y en donde se desarrollan con exuberante prodigalidad melódica los apasionados
impulsos del amor, la esquimez pudorosa, las curiosidades del corazón inocente, las
enseñanzas del saber de la hija del cielo y las brusquedades de la virgen».

¡Qué sublevación de orgullo en la Valquiria cuando Siegfried la estrecha en sus brazos! «Ni
siquiera los dioses se me acercaron tanto.» Pero ya no es lo que fué; bien claro ve ahora su
castigo. Entonces el héroe la habla con dulzura y afecto. La confianza, el amor más intenso
penetra en el alma de la joven; una paz infinita se desprende de la mirada de Siegfried y
parece traducirse en acentos ideales de consuelo. Todo respira calma y sublime encanto.
Brünnhilde, penetrada de aquella inefable quietud, exclama: «Yo siempre estuve Yo siempre
estoy Siempre envuelta en una dulce y ansiosa dicha, siempre me preocupé por tu bienestar, y
todavía me preocupo.» Su confesión de amor se exhala en una frase llena de intimidad y
emoción.
Contrastan con las delicadezas de la joven los ardores del héroe; la orquesta presenta con
creciente intensidad una magnífica recopilación de todos los temas relativos a los dos
amantes, como si condensara en sonidos su irresistible sentimiento, surgiendo entre este
ondulante mar de apasionadas frases el esplendoroso himno de redención, como saludo a la
tierra, de estás bodas ideales del mundo nuevo y libre, como canto triunfante de la vida joven y
vencedora del mal y de las tinieblas.

En un grandioso crecimiento pasional aparece una arrebatada y viva melodía, decisiva y


resuelta, semejando a la pasión de los dos héroes, que ya sólo viven para ellos mismos;
Brünnhilde da su saludo al mundo de los suyos: «[...] ¡Adiós, gloriosa pompa de los dioses! [...]
¡Morid felices, raza de inmortales! ¡Dejad que se acerque el crepúsculo para los dioses! [...] A
mí me ilumina la estrella luminosa de Siegfried.» Mientras éste saluda a su mundo: «[...]
Saludo al sol que resplandece sobre nosotros; [...] Saludo al mundo donde Brünnhilde vive.»
Las voces se juntan en sublime invocación, como sus brazos en cuerpos abrazo.

Y termina el acto entre el desencadenamiento de todas las energías de la orquesta, coronadas


soberbiamente por la espléndida frase de la juventud que celebra su triunfo en este final
indescriptible, «viviente, humano, lleno de relámpagos de alegría, como si la sonriente realidad
quisiera ocultarse a sí misma la amargura del ideal realizado»
ACTO I
PRELUDIO

Escena Primera
[Se levanta el telón]

[En una caverna rocosa, en el bosque,


conteniendo una fragua de forjador de
metal con grandes fuelles, formada de manera natural.
Frente al yunque se coloca Mime, que se encuentra
ocupado martillando una espada]

Mime
¡Dura labor! ¡Trabajo en vano!
La mejor espada que jamás soldara se
mantendría firme en los puños de un gigante:
pero éste para quien la forjé, el muchacho
abusivo, la tira y la rompe en pedazos como si le
hubiera hecho un juguete.

[Malhumorado, lanza la espada sobre el yunque.


Con los brazos en jarras se queda observando el suelo meditativamente]

Sin embargo, hay una espada que no destrozaría.


Los restos de Nothung no podría tirarme a la cara
si tan sólo pudiera soldar esos duros fragmentos que
mi habilidad es incapaz de unir.
Si tan sólo pudiera forjarla para ese intrépido muchacho,
pagaría por la vergüenza que me ha hecho pasar.

[Más atrás, se deja caer y dobla la cabeza para pensar]

Fafner, el dragón salvaje habita en el oscuro bosque, y allí protege


con el terrible peso de su cuerpo el tesoro del Nibelungo.
La fortaleza juvenil de Siegfried quizás logre matar a Fafner.
Entonces me conseguirá el anillo del Nibelungo.
Tan sólo se necesita una espada para matarlo, tan sólo
Nothung puede servirme para conseguir lo que ambiciono,
si Siegfried el asesino la blande: Y yo no puedo soldar esa
espada llamada Nothung.

[Levanta la espada y la coloca en el yunque para reiniciar, profundamente


desalentado, el trabajo de forja]

¡Dura labor! ¡Trabajo en vano!


La mejor espada que jamás soldara no servirá para lo que yo quiero.
Golpeo con el martillo sólo porque el muchacho me obliga;
él me lo arranca y lo tira, y me riñe si no trabajo para él.

[Deja caer el martillo]

[Vestido con la tosca ropa de un habitante de los bosques y con un cuerno de plata
colgándole de una cadena, entra Siegfried desde el bosque haciendo gran bullicio.
Conduce un gran oso amarrado con una soga de esterilla y lo dirige hacia donde se
encuentra Mime]

Siegfried
[Todavía afuera]
¡Hoiho!

[Entrando]

¡Hoiho!
¡Atácale, atácale!
Cómetelo, comete a ese viejo y feo herrero.

[Mime suelta la espada aterrorizado


y va a ocultarse en la parte posterior de la fragua.
Siegfried va con el oso siguiéndolo a todas partes]

¡Ja, ja, ja, ja!

Mime
Llévate a ese animal.
¿De qué me sirve a mi un oso?

Siegfried
Hemos venido los dos para atormentarte mejor.
Pardo, pídele la espada.

Mime
¡He! Deja que se vaya esa bestia.
Aquí tienes tu espada.
La he acabado de forjar hoy.

Siegfried
Entonces hoy te quedas sin castigo

[Suelta al oso y le da un golpecito por detrás]

¡Vete, Pardo! Ya no te necesito.

[El oso regresa al bosque.


Mime sale de detrás de la fragua, temblando]

Mime
No me importa que mates a los osos,
pero cuando están vivos ¿por qué traerlos vivos a casa?

[Siegfried se sienta para recuperarse de la risa]


Siegfried
Estaba buscando mejor compañía que la que tengo en casa.
En lo más profundo del bosque hice sonar mi cuerno para
ver si me animaba con la compañía de un buen amigo.
Lo pedí con mi música, y un oso salió de entre los arbustos
y gruñó mientras me escuchaba.
Lo preferí a él más que a ti, aunque
tal vez encuentre alguien mejor.
Rápidamente lo até con la cuerda y te lo traje a ti,
sinvergüenza, para reclamarte la espada.

[Levantándose de un brinco se acerca al yunque,


Mime toma la espada para dársela a Siegfried]

Mime
He afilado la espada;
te gustará el poder que tiene para cortar.

[Tímidamente sostiene la espada en sus manos.


Siegfried se la arrebata]

Siegfried
¿De qué sirve que esté tan afilada
si el acero no es duro y firme?

[Probando la espada]

¡Oye! ¿Qué significa esta baratija de juguete?


¿A este chisme debilucho llamas espada?

[Golpea el yunque con la espada, la cual se hace pedazos. Los fragmentos vuelan
por todos lados. mime se encoge temeroso]

Ahí tienes sus fragmentos chapucero vergonzoso.


Debería haberla estrellado y quebrado en tu cabeza
¿Continuará el charlatán alardeando ante mi?
Me parlotea sobre gigantescas y enérgicas batallas,
de hazañas valerosos y armas valientes.
Quiere forjar armas para mi, y me fabrica espadas;
alaba su habilidad como si pudiera hacer armas de verdad.
Más sin embargo, si yo pongo mi mano sobre lo que el ha
fabricado con su martillo, con un sólo apretón de mi mano
destrozo la tontería que me ha dado.
Si no pensara que la criatura ya está demasiado estropeada,
yo mismo destrozaría al viejo y absurdo gnomo junto con su forja.
Entonces se me pasaría el enfado.

[Lleno de ira, Siegfried se sienta en una roca.


Mime se mantiene alejado]
Mime
Ya te has vuelto a enfadar como un loco
¡Déjame que te diga que tu ingratitud es vil!
Si no le doy al chico malo sólo lo mejor, con que
rapidez se olvida de todo lo bueno que he hecho por él.
¿Es que nunca te acordarás de lo que
te he enseñado sobre la gratitud?
Deberías estar contento de obedecer al
hombre que ha hecho tanto por ti.

[Malhumorado, Siegfried le da la espalda


y se queda mirando la pared]

Es algo que no te gusta volver a escuchar,

[Se queda parado, perplejo. Luego se dirige al fogón]

pero apuesto que te gustaría comer algo, ¿No?


Te traeré carne del asador. ¿O prefieres caldo?
Te lo he hervido bien.

[Le lleva la comida a Siegfried quien, sin volverse,


le da un golpe a la mano que porta los alimentos]

Siegfried
La carne puedo cocinármela yo mismo,
y tú te puedes beber tus bazofias solo.

Mime
[Con voz gimiente]
Así que esa es la amarga recompensa del amor.
Así es como se pagan las molestias: con deshonra.
Cuando no eras más que un niño de pecho yo te crié,
y te hice ropa para abrigarte como pequeño cachorro.
Te traje alimentos y bebida, y cuidé de ti tal y
como si fueras de mi propia carne y sangre.
Y mientras crecías, yo te esperaba, y te
construí una cama para que durmieras bien.
Te hice juguetes y un cuerno para que lo hicieras sonar.

Yo era feliz trabajando para hacerte feliz:


te acosé con buenos consejos y con un
brillante aprendizaje moldeé tu inteligencia.
Ahora me quedo en casa trabajando y sudando,
mientras que tú alegremente vas de aquí para allá.
Yo, un pobre y viejo enano, me consumo

[Sollozando]
preocupándome por tu bien y sufriendo por ti.
Y por todas esas molestias, ahora mi recompensa
es este muchacho petulante que me riñe y odia.

[Siegfried se voltea de nuevo y mira


detenidamente la cara de Mime.
La mirada de Mime se cruza con la de Siegfried
y trata de ocultar su temor]

Siegfried
Mucho es lo que me has enseñado Mime,
y de ti he aprendido mucho, sin embargo,
aquello que más deseabas enseñarme
nunca he podido aprender: cómo soportarte.

Aunque tú me traes la bebida y


la comida, sólo el odio me alimenta.
Cuando me haces una cama blanda para
dormir, es imposible para mi dormir en ella.
Cuando intentas enseñarme a ser inteligente,
prefiero no escucharte y seguir siendo tonto.
Cada vez que te miro con mi ojos, percibo
el aura de maldad en todo lo que haces.
Cuando te miro estando de pie, dando tumbos
cuando caminas, arrastrando los pies y moviendo
la cabeza, y abriendo y cerrando los ojos, me
dan ganas de cogerte por el cogote de tu
cuello balanceándose y poner fin a ese
parpadeo cadavérico.

Así es como he aprendido a soportarte Mime.


Si eres listo, entonces ayúdame a entender
algo que me he estado preguntando en vano:
Si yo corro al bosque para huir de ti,
¿cómo es que vuelvo?
A cualquier animal le tengo mayor aprecio que a ti.
Soporto mejor que a ti a los árboles y los pájaros, y a
los peces del río. ¿Cómo es que vuelvo aquí?
Si eres listo, podrás decírmelo.

Mime
[Intenta aproximarse a él]
Mi niño, eso te enseña a ver cuánto me quieres.

Siegfried
Pero no te olvides tan fácilmente de que no te soporto.

[Mime se retira y se sienta aparte,


justo enfrente de Siegfried]
Mime
Entonces tu espíritu salvaje tiene la culpa,
y debes aprender a controlarlo, muchacho malvado.
Las criaturas jóvenes siempre anhelan y suspiran
por el nido de las de mayor edad.
Y de la misma manera, tú me anhelas a mí,
tu también amas a Mime. ¡Tienes que amarle!
Lo que el pájaro representa para el pajarito
cuando le da de comer en el nido antes de que
aprenda a volar, eso es lo que yo, mi niño,
soy para ti, aquél que te enseña y cuida:
¡Así debe ser!

Siegfried
¡Oh, Mime!
Si eres tan inteligente, dime otra cosa.
Los pájaros cantan tan dulcemente en la primavera:

[Hablando tiernamente]

uno hace la corte al otro.


Así me lo dijiste tú mismo cuando yo
quise averiguar que eran marido y mujer.
Se besuquean con tanto amor y
nunca se separan el uno del otro.
Construyen un nido y ponen en él sus huevos,
de donde nacen las crías a las que cuidan.
En el bosque, los ciervos también se unen,
como los zorros salvajes y los lobos,
el marido lleva la comida al nido y
la mujer alimenta a los cachorros.
Y así aprendí lo que es el amor y nunca
le quité un cachorro a su madre.
Ahora, Mime, explícame
¿dónde tienes tú a tu amante esposa
para que yo la llame Madre?

Mime
[Enojado]
¿Se puede saber qué te pasa, idiota?
¡Vaya que eres un tonto!
¿Acaso eres un pájaro o un zorro?

Siegfried
Soy el niño que lloriqueaba y que tu criaste,
el pequeño cachorro al que hiciste ropa para abrigarlo.
Pero, ¿cómo te hiciste con el pequeño cachorro?
¿De verdad me hiciste sin una madre?
Mime
[Muy avergonzado]
Debes creer lo que te digo.
Yo soy tu padre y también tu madre.

Siegfried
Eso es mentira, odioso desgraciado.
Los jóvenes se parecen a su mayores,
por suerte me he dado cuenta de eso.

En las cristalinas aguas del río, vi reflejados


los árboles y los animales; el sol y las nubes
aparecían en el agua tal como son en realidad.
Y allí también vi reflejada mi propia imagen y
ésta me pareció totalmente diferente a la tuya.
Se parecían tanto como un sapo se parece a un
pez resplandeciente. Pero, un pez nunca ha nacido
de un sapo.

Mime
[Irritado]
Eso es una terrible tontería que te estás inventando.

Siegfried
[Con creciente inspiración]
Mira, lo que ahora creo que he adivinado por mí
mismo, lo que me he estado preguntando en vano:
¿cómo es que vuelvo a ti después de
correr por el bosque para alejarme?
Primero debo saber por ti,
quienes fueron mi padre y mi madre.

Mime
¿Qué padre?
¿Qué madre?
¡Que pregunta más estúpida!

Siegfried
[Siegfried se levanta y toma a Mime por el cuello]
Tengo que maltratarte para averiguar cualquier
cosa que quiera saber, pues puedo ver que
con amabilidad nunca aprendo nada.
He tenido que forzarte a decírmelo todo,
ni siquiera habría aprendido a hablar si no
te lo hubiera sonsacado por la fuerza, villano.
¡Dímelo de una buena vez, pícaro piojoso!:
¿Quienes fueron mi padre y mi madre?
Mime
[Después de ser soltado por Siegfried,
cuando le hizo señas con la cabeza y manos]
¡Casi me matas! ¡Déjame!
Lo que tanto deseas saber,
apréndelo ahora tal como yo lo sé.
¡Oh, niño cruel y desagradecido!

Ahora escucha el porqué de tu odio hacia mi.


Yo no soy tu padre, ni ningún pariente tuyo,
y sin embargo deberías estarme agradecido.
En lo que a mi concierne eres un completo
extraño aunque yo sea tu único amigo.
Sólo por la compasión te cobijé en este lugar;
¡y mira qué recompensa más bonita obtengo por ello!
¡Que tonto fui al esperar que me darías las gracias!

Un día una mujer lloriqueaba en el bosque


silvestre; yo la ayudé a que se metiera en la
cueva para cuidarla aquí junto al fuego.
Llevaba un niño en su vientre, y tristemente dio a luz aquí.
Se retorció hacia adelante y atrás y yo la ayudé
lo mejor que pude, pues se hallaba en gran agonía.
Ella murió, pero Siegfried sobrevivió.

Siegfried
¿Mi madre murió por mi causa?

Mime
Te entregó a mi para que te protegiera,

[Siegfried se queda pensando]

y yo te protegí gustosamente.
¡Los problemas que ha tenido Mime!
¡Los problemas que se creó para
calmar la agonía de la mujer!
Como un niño que lloriqueaba te crié.

Siegfried
Creo que eso ya lo has dicho.
Ahora dime: ¿Por qué me llamo Siegfried?

Mime
Tu madre me dijo que así debería llamarte;
como "Siegfried" crecerías fuerte y hermoso.
Yo hice ropa para abrigar al pequeño gusano.
Siegfried
Ahora dime: ¿cómo se llamaba mi madre?

Mime
De verdad que no lo sé.
Yo te traje comida y bebida

Siegfried
[Con viveza]
Debes decirme su nombre

Mime
¿Acaso se me ha olvidado?
No, espera un momento.
Quizás se llamaba Sieglinde, la mujer
la que te entregó a mí con tanto dolor.
Te cuidé como si fueras de mi propia carne

Siegfried
[Con creciente urgencia]
Ahora debo preguntarte:
¿cómo se llamaba mi padre?

Mime
[Toscamente]
Nunca llegué a verle.

Siegfried
¿Mi madre no te lo dijo?

Mime
Sólo me dijo que lo habían matado,
y como no tenías padre te entregó a mí.
Mientras crecías, yo te esperaba.
Te hice una cama para que durmieras bien

Siegfried
¡Deja de repetir esa vieja canción!
Si he de creerme la historia,
si no me has estado mintiendo,
entonces déjame que vea alguna
prueba de lo que has dicho.

Mime
¿Y cómo puedo probártelo?
Siegfried
Mis oídos no te creen, sólo mis ojos te creen.
¿Qué prueba me demostrará que
lo que has dicho es cierto?

Mime
[Después de una pausa, Mime saca los
dos fragmentos de la espada rota]
Tu madre me dio esto que ves.
Me lo dejó como pago por mis
molestias, los alimentos y los cuidados.
Observa, es una espada rota.
Me dijo que tu padre la portaba
cuando murió en su última batalla.

Siegfried
[Entusiasmado]
Esas piezas has de volver a forjar para mi,
y así podré blandir mi verdadera espada.
¡Levántate! ¡Date prisa Mime! ¡Muévete rápido!
Si eres capaz de hacer algo como es debido,
ahora es el momento de que demuestres tu habilidad.
No intentes engañarme con basura de pacotilla,
pues sólo en estos trozos deposito me confianza.
Si te encuentro holgazaneando, si los forjas mal,
si acaso haces un mal arreglo del duro acero,
te arrancaré tu débil cuero cabelludo:
¡te enseñaré lo que es una purga!
Porque hoy, te lo he de jurar, quiero
esa espada, y hoy mismo la tendré.

Mime
[Alarmado]
¿Qué harás hoy con la espada?

Siegfried
Me iré al mundo lejos del bosque,
y nunca jamás retornaré:
¡Qué feliz me siento de ser libre:
nada me detiene ni me obliga!

Tú no eres mi padre; lejos de aquí encontraré mi hogar.


Tu hogar no es mi casa; mi morada no está bajo tu techo.
Tan feliz como el pez que nada en la corriente,
libre como el pinzón que vuela, me alejaré de
aquí y nunca más volveré a verte Mime.

[Corre hacia el bosque]


Mime
[Muy alarmado]
¡Alto! ¡Detente, detente!
¿Adónde vas?

[Con gran esfuerzo grita en dirección al bosque]

¡Hey, Siegfried! ¡Siegfried, Oye!

[Con sorpresa, sigue con la mirada a Siegfried durante algunos momentos]

[Regresa a la Herrería y se sienta detrás del yunque]

Mientras él se aleja corriendo intempestivamente,


yo me quedo en este lugar;
encima de los problemas que ya tenía,
ahora tengo otro, ahora si que estoy
muy confundido de verdad.
¿Cómo puedo ayudarme a mi mismo?
¿Cómo puedo detener al chico?
¿Cómo lograré llevarle hasta la cueva de Fafner?
¿Cómo conseguiré arreglar las piezas de este difícil acero?
Ningún fuego me forjará la espada de verdad.
Ningún martillo de enano moldeará su dureza.

[Chillonamente]

Ni el odio por el Nibelungo, ni el sudor, remacharán a


Nothung por mí, ni soldarán la espada.

[Sollozando]

[Se hunde deseperado sobre un


banquillo detrás del yunque]
Escena Segunda
[El Peregrino ingresa por la puerta posterior de la cueva.
Viste una larga capa azul oscura y en la mano
porta una lanza como báculo.
Lleva en la cabeza un sombrero de ala ancha
que le cuelga (sobre uno de los ojos)]

El Peregrino (Wotan)
Saludos sabio herrero. Un visitante cansado del viaje
te pide el favor de que le hospedes en tu casa y en tu hogar.

Mime
[Levantándose a la defensiva]
¿Quién es el que me busca en el bosque silvestre?
¿Quién me persigue en el bosque desolado?

El Peregrino
[Acercándose paso a paso]
En el mundo me llaman "Peregrino", y he venido desde
muy lejos: por la faz de la tierra he sido gran vagabundo.

Mime
Entonces sigue tu camino y no te entretengas mucho
tiempo aquí si en el mundo te llaman "Peregrino"

El Peregrino
He descansado como invitado en la casa de buenos
hombres y muchos me han hecho regalos, ya que la
gente sólo teme a la mala suerte cuando
ellos mismos son malvados.

Mime
La mala suerte habita conmigo siempre.
¿Acaso quieres traerle más todavía a un pobre hombre?

El Peregrino
He explorado mucho y aprendido mucho.
He podido explicarle a mucha gente cosas
importantes y aconsejar a muchos sobre aquello
que les preocupaba: los continuos problemas del corazón.

Mime
Puede que pienses de manera inteligente y que hayas
percibido mucho, pero yo no necesito pensadores espías aquí.
Quiero la soledad y mi propia compañía.
Dejo que los paseantes se vayan por donde han venido.
El Peregrino
[Acercándose de nuevo]
Algunos individuos se creen que son inteligentes,
pero no conocen la necesidad por la que sufren;
para su provecho, yo les dejo que me hagan preguntas:
su recompensa consiste en aprender de mis palabras.

Mime
[Se impacienta más al ver que el
Peregrino vuelve a acercarse]
Puede que la gente se aferre al conocimiento inútil,
pero yo ya sé suficiente de todo lo que necesito.

[El Peregrino camina y se


detiene ante el fogón]

Mi inteligencia me basta, y no existen


más cosas que yo quisiera conocer.
Hombre sabio, déjame que te muestre
tu camino.

El Peregrino
[Tomando asiento cerca del fuego]
Aquí me quedaré, junto al fuego y me juego la
vida en una contienda entre nuestra sabiduría.
Mi cabeza será tuya, te la habrás ganado,
si no aprendes de mí aquello que te será útil,
si no te contesto de manera instructiva.

[Quien habia estado observando al Peregrino con


la boca abierta, ahora se encoge y se hecha para
atrás cobardemente]

Mime
[Hablando para sí, medrosamente]
¿Cómo puedo deshacerme de este acechador?
Tengo que hacerle preguntas astutas.

[Reuniendo valor, habla fuerte]

Me quedaré con tu cabeza como prenda,


por mi hospitalidad.
Ahora intenta salvarla con tu ingenio.
Te haré tres preguntas, las que yo quiera.

El Peregrino
Debo darte tres respuestas correctas.
Mime
[Medita las preguntas que va a hacer]
Te has movido mucho por la faz de la
tierra, has viajado por todo lo alto
y lo ancho del mundo; por lo tanto,
espero que seas lo suficientemente
inteligente como para decirme:
¿cuál es la raza que habita en
las profundidades de la tierra?

El Peregrino
En las profundidades de la tierra viven los
Nibelungos, y su tierra es Nibelheim.
Son espíritus de la oscuridad; el oscuro
Alberich alguna vez fue su amo y señor.
Con un anillo mágico y con el poder que este
otorgaba dominó a la multitud trabajadora.
Para él hicieron una pila reluciente de ricos tesoros.
Con esto debería haberse hecho con el mundo.
¿Cuál es tu segunda pregunta, enano?

Mime
[Se sumerge en una profunda cavilación]
Mucho más, Peregrino, has de contarme
de la casa que es el ombligo de la tierra.
Así que, contésta mi pregunta sin rodeos
¿qué raza habita sobre la faz de la tierra?

El Peregrino
Sobre la faz de la tierra crece la raza de los gigantes.
Su país se llama Riesenheim. (Tierra de Gigantes)
Fasolt y Fafner, los príncipes sombríos, envidiaban
el poder del Nibelungo.
Ambos se ganaron un enorme tesoro, y también
obtuvieron el anillo, la posesión del cual encendió
una pelea entre los dos hermanos. Falsot resultó
muerto, y bajo la forma de un fiero dragón Fafner
es quien ahora se encuentra custodiando el tesoro.
Todavía me falta tu tercera pregunta.

Mime
[Muy absorto en sus pensamientos]
Mucho me has dado a conocer, Peregrino,
de la rugosa faz de la tierra.
Ahora dime sinceramente
¿Qué raza vive en las cimas nebulosas?
El Peregrino
En las elevadas cimas ocultas por las
nubes tienen su morada los dioses eternos.
Su hogar lleva por nombre Walhalla.
Son espíritus de la luz y el Señor de los
Señores de la luz es Wotan, quien los gobierna.
De la rama sagrada del primer fresno se hizo
una lanza; el tronco puede marchitarse, pero la
lanza nunca perderá su esplendor.
Con la punta de esa lanza Wotan controla el mundo.
En su puño ha grabado con símbolos de
confianza los pactos sagrados.
La custodia del mundo posee la mano que controla
la lanza, y es el puño de Wotan que la agarra.
Ante él se inclinó el ejército Nibelungo;
sus órdenes dominaran a la raza de los gigantes,
y por siempre obedecerán al poderoso
señor de la lanza.

[Como por accidente, golpea el suelo con la lanza.


Se deja escuchar suavemente el sonido de un trueno,
lo que sobresalta sobremanera a Mime]

Ahora dime, enano listo


¿sabía las respuestas a tus preguntas?
¿Puedo quedarme con mi cabeza?

[Después de observar atentamente al Peregrino con la espada,


Mime entra en un estado de terror, busca sin ton ni son las herramientas y mira
nerviosamente hacia otro lado]

Mime
La competición y tu cabeza te has ganado.
Ahora, Peregrino, puedes seguir tu camino.

El Peregrino
Debiste haber preguntado aquello que en
realidad requerías saber.
Mira que me jugué la cabeza para revelártelo.
Ya que todavía no sabes qué es lo que necesitas saber,
ahora soy yo quien pide tu cabeza como prenda.
Con inhospitalidad me saludaste, y aún así, yo puse
mi cabeza en tus manos para de ese modo poder
ser merecedor de disfrutar tu fuego.
Sin embargo, de acuerdo a las reglas del juego,
ahora tendré la oportunidad de quedarme con tu
cabeza si no me contestas a tres preguntas fáciles.
Así que, devánate los sesos Mime.
Mime
[Titubeando.
Y tímidamente, parece caerse en pedazos,
con nerviosa sumisión]
Hace mucho tiempo que dejé la tierra donde nací.
Hace mucho que salí del vientre de mi madre.
Los ojos de Wotan, brillaron sobre mi,
se asomaron en mi cueva.
El ingenio de mi madre flaquea ante él.
Y sin embargo, ahora he de ser listo.
Pregúntame, Peregrino. Si tengo suerte, quizás
logre conservar mi cabeza de enano.

El Peregrino
[Sentándose nuevamente sin prisas]
Bien, enano honesto, primero dime
¿a qué tribu maltrató Wotan

[Con voz baja pero audible]

aunque sus vidas sean para él las más queridas?

Mime
[Animado más]
Poco he oído de genealogía de héroes,
pero creo que puedo contestar a tu pregunta.
Los Wälsung son los hijos de amor que
Wotan engendró y amó profundamente
aunque se mostró desfavorable a ellos.
Siegmund y Sieglinde, un par de gemelos
salvajes y desesperados, fueron engendrados por Wälse.
Ellos tuvieron a Siegfried, el fortísimo niño Wälsung.
Bueno, Peregrino,
¿puedo conservar mi cabeza con
esta primera pregunta?

El Peregrino
[Complacido]
¡Con que exactitud me has nombrado a la familia!
Creo que eres astuto a fin de cuentas, granuja.
Has respondido correctamente a la primera pregunta.
Ahora, para la segunda cuestión, dime enano:
un Nibelungo ingenioso está cuidando de Siegfried,
quien debe matar a Fafner por él, para así poder
hacerse con el anillo y convertirse en el amo del tesoro.
¿Qué espada debe blandir Siegfried
para poder matar a Fafner?
Mime
[Olvidando cada vez más su presente situación,
Mime se frota las manos alegremente]
Nothung es el nombre de la gloriosa espada.
Wotan la clavó en el tronco del fresno para que
perteneciera a aquél que la extrajera del árbol.
Ninguno de los fuertes héroes logró hacerlo,
sin embargo, Siegmund, el valiente, sí pudo.
Con coraje la llevó en la batalla hasta el
momento que la lanza de Wotan se la arrancó.
Un ingenioso herrero guarda ahora los fragmentos,
ya que él sabe que sólo con la espada de Wotan,
Siegfried, un niño tonto y valiente, matará al dragón.

[Muy complacido]

¿Puedo yo, el enano, quedarme con mi


cabeza esta segunda vez también?

El Peregrino
[Riéndose]
Ja, ja, ja, ja.
Eres el más ingenioso de los listos.
¿Quién puede igualarte en inteligencia?
Pero si eres tan listo como para conseguir
que el joven héroe lleve a cabo los deseos del enano,
déjame que te amenace con la tercera pregunta.
Dime pues, herrero ingenioso:
¿Quién cogerá los fuertes fragmentos de
la espada Nothung, y los soldará de nuevo?

Mime
[Con el terror invadiéndole, Mime se levanta y gritando dice:]
Los fragmentos, la espada
¡Oh desgracia!
¡Me estoy desmayando! ¿por dónde empiezo?
¿cómo puedo encontrar una manera de arreglarla?
Maldita arma, ¿por qué tuve que robarla?
Lo único que ha hecho es darme problemas y dolor.
Su dureza se me resiste y me es imposible
moldearla a golpes de martillo.
No puedo remacharla, ni soldarla.
El más sabio de los herreros no sabe qué hacer.

[Aunque enloquecido, lanza por todos lados


los utensilios y rompe en desesperación]

¿Cómo puedo soldar la espada si no sé hacerlo?


El milagro, ¿cómo puedo conseguir el milagro?
El Peregrino
[Se ha levantado silenciosamente del fuego]
Tenías que hacerme tres preguntas;
tres veces te di la respuesta adecuada.
Me preguntaste por cosas sin importancia,
por temas ya remotos, y sin embargo,
no se te ocurrió preguntarme lo que tienes
más a mano, lo que necesitas saber.
Ahora cuando yo te lo digo, te vuelves loco.
Me he ganado tu inteligente cabeza.
Ahora, valiente conquistador de Fafner,
enano maldito, escúchame:

"Sólo para aquél para quien el miedo nunca


ha existido volverá a forjarse Nothung".

[Mime se le queda viendo:


comienza a marcharse]

¡A partir de ahora, guarda mejor tu


inteligente cabeza!
Yo la dejo como prenda para aquél
que nunca ha conocido el miedo.

[Se aparta sonriendo y desaparece rapidamente en el bosque.


Mime se deja caer consternado sobre el asiento]
Escena Tercera
[Mime esta observando atentamente la luz solar en el
bosque y gradualmente empieza a temblar violentamente]

Mime
¡Maldita luz! ¿Se está quemando el aire allí?
¿Qué es esa llama vacilante, ese resplandor y ese zumbido?
¿Qué es ese crujido, ese ruido y ese rugido?
Viene hacia aquí haciendo un ruido estrepitoso.
Se dirige hacia mi prorrumpiendo por el bosque.

[Se levanta aterrorizado]

Una horrible boca se abre ante mi.


¡El dragón me persigue!
¡Fafner, Fafner!

[Se encoge detrás del yunque gimiendo]

[Siegfried irrumpe desde la espesura del bosque.


Aún detrás de escena se le escucha abriéndose
paso por entre los matorrales]

Siegfried
Oye tú, gandul, ¿ya has acabado?

[Ha entrado a la caverna]

Rápido, ¿cómo te ha ido con la espada?

[Se detiene sorprendido]

¿Dónde se ha ido el herrero?


¿Se ha ido arrastrándose?
Hei, Hei, Mime, cobarde ¿Dónde estás?
¿Dónde te has escondido?

Mime
[Con voz lánguida desde detrás del yunque]
¿Eres tú, hijo? ¿Estás sólo?

Siegfried
[Riéndose]
¿Detrás del yunque?
Dime ¿qué estás haciendo ahí?
¿Me estabas afilando la espada?
Mime
[Emergiendo de su escondite, perturbado y confundido]
La espada, la espada
¿cómo puedo soldarla?

[Para sí]

"Sólo para aquél para quien el miedo nunca


ha existido, volverá a forjarse Nothung".

Fui demasiado listo para una tarea como ésta.

Siegfried
[De modo vehemente]
¿Me lo dirás?
¿Debo echarte una mano?

Mime
[Igual que antes]
¿Dónde puedo hallar buenos consejos?
Me jugué mi inteligente cabeza,

[Observándolo]

y la he perdido como prenda para aquél


"que nunca ha conocido el miedo".

Siegfried
[De manera impetuosa]
¿Toda esta tontería es por mi bien?
¿Estás intentando alejarte de mi?

Mime
[Poco a poco recuperando el control sobre sí mismo]
Con gusto me alejaría de cualquiera
que sepa reconocer lo que es el miedo.
Pero me olvidé de enseñárselo al muchacho.
De qué manera tan estúpida me olvidé
de enseñarle algo bueno.
Se supone que tenía que aprender a amarme,
pero por desgracia eso también ha fallado.
¿Cómo podría inculcarle el miedo?

Siegfried
[Sujetándole]
Eh, ¿tengo que ayudarte?
¿Que has hecho hoy?
Mime
Preocupado por ti, me perdí pensando
cómo enseñarte algo de vital importancia.

Siegfried
[Riéndose]
Justo debajo del asiento te perdiste.
¿Qué cosa de vital importancia has perdido por ahí?

Mime
[Recuperándose más y más]
Por ti he aprendido lo que es el miedo,
para poder enseñártelo, idiota.

Siegfried
[Con reposada extrañeza]
¿Qué es eso del miedo?

Mime
¿Acaso nunca lo has sabido y aún así intentas
dejar el bosque y adentrarte en el mundo?
¿De qué te sirve la espada más poderosa
si desconoces el miedo?

Siegfried
[Impaciente]
Has estado pensando en consejos inútiles ¿no?

Mime
[Acercándose a Siegfried confiado]
Es el consejo de tu madre lo que ahora te repito.
Debo cumplir su promesa tal como se lo prometí:
no te dejaré ir al astuto mundo hasta que hayas
aprendido lo que es el miedo.

Siegfried
[Vehemente]
Si es un arte, ¿cómo es que no lo sé?
Dímelo, ¿qué es eso del miedo?

Mime
¿No has sentido nunca cuando te hallabas en el
bosque tenebroso, al anochecer, en algún lugar oscuro,
cuando de lejos se oye un gran estrépito rugiente,
un rugido salvaje que retumba acercándose a ti,
una llama mareante que se enciende a tu alrededor,
un torbellino que crece y se lanza hacia ti, no sentiste
un escalofrío feroz que te agarra los miembros?
[Con voz cimbrante]

¿No hizo el miedo ardiente que todo


tu cuerpo temblara de terror?
¿No te explotó el corazón jadeante que
en tu pecho temblaba de ansiedad?
Si nunca te has sentido así, entonces
tú y el miedo todavía sois unos
extraños el uno para el otro.

Siegfried
[Meditando]
Debe de ser algo verdaderamente curioso.
Mi corazón es fuerte y firme, pues así lo noto.
Esta ferocidad y este escalofrío, el ardor y el
temblor, la fiebre y el mareo, el jadeo tembloroso.
Como me gustaría sentir esa ansiedad; me estoy
muriendo de ansias de experimentar ese placer.
¿Pero cómo puede ser que me lo enseñarás, Mime?
¿Cómo un cobarde como tú puede ser mi maestro?

Mime
Sólo tienes que seguirme: yo seré tu guía,
pues lo descubrí mientras lo pensaba.
Conozco un malvado dragón
que ha matado y se ha comido a muchos.
Fafner te enseñará lo que es el miedo
si me sigues hasta su cueva.

Siegfried
¿Donde está la cueva en la que se esconde?

Mime
Neidhöhle (La Cueva de la Envidia) se llama:
está al este de aquí, hacia el final del bosque.

Siegfried
Entonces no puede estar lejos del mundo.

Mime
No, el mundo está bastante cerca de Neidhöhle.

Siegfried
Debes llevarme allí.
Aprenderé lo que es el miedo,
y después me marcharé al mundo.
Así que date prisa y fórjame la espada.
Quiero usarla en el mundo.
Mime
¿La espada?
¡Oh, que desastre!

Siegfried
Corre a la forja y enséñame lo que has hecho.

Mime
Maldigo la espada pues no sé como arreglarla.
Está hechizada de una manera tan dura
que ningún enano la puede doblegar con la fuerza.
Alguien que no sepa lo que es el miedo
podría fácilmente descubrir como soldarla.

Siegfried
Una buena sandez me está diciendo el gandul.
Debería admitir que es un chapucero.
Pero miente y engaña para librarse del castigo.
¡Tráeme esos fragmentos aquí!
¡Y apártate de aquí, chapucero!

[Se acerca al fogón]

Para mi, será fácil unir la espada de mi padre.


Yo mismo soldaré la espada.

[Aventando las herramientas de Mime,


se pone a trabajar]

Mime
Si hubieras estudiado mucho para aprender la técnica
de soldadura, ahora podrías conseguirlo.
Pero nunca prestaste mucha atención en tus clases.
Así que ¿crees que lo harás bien?

Siegfried
Lo que no puede hacer el maestro,
¿puede lograrlo el alumno, incluso si
siempre ha prestado atención?

[Empieza a curiosear]

Ahora, vete a estorbar a otro lado,


te caerás dentro del fuego.

[Ha apilado una gran cantidad de carbón en el fogón


y sopla al fuego mientras atornilla los pedazos de la
espada a unas tenazas de sujeción y comienza a limarlas]
Mime
¿Qué estás haciendo?
Ten, toma el soldador.
He estado calentando la mezcla
durante bastante rato.

Siegfried
¡Saca eso de aquí! No lo necesito.
Yo no sueldo espadas con pegamento.

Mime
Ya has afilado la lima, raspado la escofina hasta romperla.
¿Cómo vas a golpear el acero hasta romperlo?

Siegfried
Debo reducirlo a astillas, y después ya veré.
Cuando algo se rompe, así es como lo arreglo.

Mime
Un experto no sirve de ayuda aquí, eso lo veo claro.
La ayuda para este estúpido sólo le viene de su locura.
Mira que ocupado está y cuánto trabaja.
Ha limado el acero hasta que no ha quedado
nada de él y en cambio, no le ha caído ni
una gota de sudor.
Y aquí estoy yo, tan viejo como las cuevas y el
bosque, y nunca he visto nada parecido.
Logrará soldar la espada, eso ya lo veo.
El valiente muchacho la volverá a recomponer.
El Peregrino lo sabía muy bien.
Y ahora ¿dónde voy a esconder mi pobre cabeza?
Caeré abatido ante el intrépido muchacho si
Fafner no le enseña qué es el miedo.

[Se para y baja la cabeza con creciente desazón]

Pero ¡pobre de mi!


¿Cómo podrá matar al dragón si de
él aprende qué es miedo?
¿Cómo me conseguirá el anillo?
¡Maldito dilema!
Me quedaré sin nada si no encuentro
una manera sutil de tener a ese Valiente
bajo mi dominio.

[Termina de limar la espada hasta convertirla


en polvo que coloca en un crisol que lleva al fuego]
Siegfried
[Mime se reincorpora y voltea a verlo]
¡Oye, Mime! ¡Rápido!
¿Cómo se llama esta espada
que he reducido a astillas?

Mime
Nothung. Así se llama la codiciada espada.
Eso es lo que me dijo la que fue tu madre.

Siegfried
[Durante esta canción, Siegfried aviva el fuego con el fuelle]
¡Nothung, Nothung!
¡Espada codiciada!
¿Por qué has tenido que romperte?
Ahora he convertido tu afilado esplendor
en picadillo, y en este cazo cocino las astillas.
¡Hoho! ¡Hoho!
¡Hohei! ¡Hohei! ¡Hoho!
¡Soplad fuelles! ¡Soplad las llamas!
Un árbol crecía silvestre en el bosque
y yo lo talé: al fresno castaño
quemé hasta convertirlo en carbón,
y ahora se amontona en mi fuego.
¡Hoho! ¡Hoho!
¡Hohei! ¡Hohei! ¡Hoho!
¡Soplad fuelles! ¡Soplad las llamas!
¡Con que bravura se quema el carbón del fresno!
¡Con que brillo y esplendor reluce!
Sus chispas se alzan por el aire, y el mismo
fuego derrite las astillas de mi acero.
¡Hoho! ¡Hoho!
¡Hohei! ¡Hohei! ¡Hoho!
¡Soplad fuelles! ¡Soplad las llamas!

Mime
[Sigue estando apartado, sentado en la distancia]
Forjará la espada y matará a Fafner. Eso lo veo claro.
En el combate se hará con el tesoro y el anillo.
¿Cómo saldré victorioso? Con inteligencia y sutileza
me haré con los dos, y conservaré intacta mi cabeza.

Siegfried
[Nuevamente con los fuelles]
¡Hoho! ¡Hoho!
¡Hohei! ¡Hohei! ¡Hoho!
Mime
[Hablando solo, en el primer plano]
Cuando esté cansado después de batallar contra
el dragón, una bebida le ayudará a calmar el dolor.
Con el jugo de las diversas especias que he recogido
para él, le prepararé un brebaje.
Sólo unas cuantas gotas serán necesarias
para que se quede inconsciente y dormido.
Con la espada que él mismo se habrá forjado
fácilmente me desharé de él y lograré poner
mis manos en el anillo y el tesoro.

[Se frota las manos con felicidad]

Oye. Peregrino, inteligente,


¿verdad que pensaste que era tonto?
¡Que contento estarías ahora de mi inteligencia!
¿He encontrado un plan para tranquilizarme?

Siegfried
¡Nothung! ¡Nothung!
¡Espada codiciada!
Ya he deshecho tus astillas de acero.
En tu propio sudor te sumerges ahora.

[Vierte los brillantes restos de la espada


del crisol a un molde y lo sostiene en alto]

Pronto te soldaré para que seas mi espada.

[Coloca el contenido del crisol al balde de agua


y comienza un gorjeo y vapores por el
enfriamiento empiezan a salir]

En el agua se formó un fiero remolino que


produjo un ruido fuerte y feroz, flotó
como una herida, pero ahora ese remolino
ya no se ve en el agua.
El duro acero se ha hecho firme y fuerte y magistral.
Pero sangre caliente pronto se deslizará por él.

[Empuja el acero al fuego y


comienza a tirar de los fuelles]

[Mime se ha parado de un brinco, felíz,


toma varios recipientes y los agita para sacar
especias y hierbas que pone en un perol
e intenta colocarlo en el fogón]
Ahora suda un poco más para que pueda forjarte,
¡Nothung, Espada codiciada!

[Mientras trabaja, Siegfried observa que en el otro lado


Mime intenta colocar la vasija en el fogón]

¿Qué hace ese babotas con ese perol?


¿Te dedicas a cocinar bazofias mientras
yo deshago el acero?

Mime
Un herrero pasa mucha vergüenza,
cuando recibe lecciones de su pupilo:
ello significa que al anciano le ha llegado
la hora de retirarse, y ahora se encuentra
trabajando como cocinero para el joven.
Mientras tú preparas tu caldo con el acero,
yo, como viejo que soy, cocino unos huevos
para hacerte una deliciosa sopa.

[Mime continúa cocinando]

Siegfried
Mime, el artesano, está aprendiendo
a cocinar ahora.
La forja ha dejado de gustarle.
He destrozado todas sus espadas.
Lo que cocina ni siquiera lo probaré.

[En este momento Siegfried extrae el molde del fuego,


lo rompe y reposa el brillante acero sobre el yunque]

Quiere llevarme al lugar donde yo pueda aprender el


miedo, pero creo que sería mejor que me lo enseñara
un forastero, ya que Mime por mucho que lo intente,
no puede: sólo se le dan bien las chapuzas.

[Durante la forjadura]

¡Ho! ¡Hoho! ¡Hohei!


Fórjame, martillo mío, una espada resistente
¡Hoho! ¡Hahei!
¡Hoho! !Hahei!
La sangre antes tiñó tu azul pálido;
el hilo de sangre te hizo ruborizar.
Te reíste fríamente y convertiste su calor en frío.
¡Heiaho! ¡Haha!
¡Haheiaha!
Ahora el fuego te ha calentado al
rojo vivo; tu dureza se ha debilitado
y te doblegas bajo el martillo.
Con rabia me lanzabas chispas porque
había dominado tu orgullo.
¡Heiaho! ¡Heiaho!
¡Heiahohoho!
¡Hahei!

Mime
Mientras él forja su filosa espada para liquidar a Fafner,
el enemigo de los enanos, yo he preparado una bebida
envenenada para Siegfried, cuando Fafner sea derribado
mi astucia triunfará, la recompensa deberá sonreírme.

[Mime se ocupa de verter el contenido


del perol en una botella]

Siegfried
¡Hoho! ¡Hoho!
¡Hahei!
¡Fórjame, martillo una espada resistente!
¡Hoho! ¡Hahei!
¡Hahei! ¡Hoho!
Cómo me alegran estas chispas brillantes.
La fuerza de la cólera conviene al valiente
Alegre me sonríes aunque parezcas
enojada y ofendida
¡Heiaho! ¡Haha!
¡Haheiaha!
El fuego y el martillo me traen suerte
Con fuertes golpes yo te enderezaré
Ahora deja tu rubor y vuelve tan fría y dura como puedas
¡Heiaho! ¡Heiaho!
¡Heiahohoho! ¡Heiah!

[Blande la espada y la sumerge en el agua del balde.


Se ríe ruidosamente con el siseo.]

[Mientras Siegfried arregla la empuñadura de la espada,


Mime se pasea por el primer plano con la botella]

Mime
Mi hermano forjó el resplandeciente anillo
y le concedió un gran poder: el oro
brillante convierte a quien lo posee en señor
¡y yo me he hecho con él! ¡Es mío!
[Comienza a correr con gran alegría.
Siegfried trabaja con el martillo pequeño.
Con la lima da filo a la hoja]

Ahora condeno incluso a Alberich


quien una vez me subyugó a la esclavitud
con los demás enanos.
Allí volveré como príncipe de los Nibelungos
y todo su ejército me obedecerá.

[Siegfried continúa martillando]

¡Como respetarán al enano que tanto odiaban!

[Con vivacidad creciente]

Dioses y héroes llegarán atraídos por el tesoro,


pero con un solo movimiento de cabeza
haré que el mundo entero se incline ante mi;
y cuando esté furioso todos temblarán de miedo.

[Siegfried aplana los remaches de la empuñadura


con los últimos golpes para luego blandir la espada]

Siegfried
¡Nothung! ¡Nothung!
¡Codiciada espada!
¡Ya vuelves a estar en tu empuñadura!

Mime
Bien, entonces es hora de que Mime se retire

Siegfried
Aunque estabas rota en pedazos,
yo te volví a soldar;
ningún golpe volverá a
romperte nunca más.

Mime
Otros trabajarán para él y le
fabricarán el perenne tesoro.

Siegfried
Cuando mi padre murió, la espada se rompió,
pero su hijo siguió vivo para recomponerla de nuevo.
Ahora su resplandor brilla sobre mi
y su afilado poder cortará para mi con avidez.
Mime
Mime el valiente, Mime el rey,
Señor de los duendes, Soberano del universo.

Siegfried
[Balanceando la espada ante sí]
¡Nothung! ¡Nothung!
¡Espada codiciada!
Te he devuelto a la vida, en ruinas yacías
muerta, y ahora brillas desafiante y gloriosa.

Mime
¡Oye, Mime! ¡Que suerte tienes!

Siegfried
¡Muestra tu resplandor a los villanos!

Mime
¿Quién lo habría pensado?

Siegfried
Derriba al engañoso, corta al canalla.
Mira, herrero Mime,

[Esgrimiendo la espada]

mira como corta la espada de Siegfried.

[De un golpe rompe el yunque en dos.


Los pedazos caen con gran estruendo.
Mime quien hubo saltado a un banquillo con
gran regocijo, se derrumba lleno de terror
al suelo cayendo sentado.
Siegfried levanta la espada y la
mantiene en alto con gan júbilo]

[El telón cae]


ACTO II
PRELUDIO

Escena Primera

[El telón se levanta. En las profundidades del bosque.


En el fondo del escenario, la entrada a una cueva.
El terreno se va elevando hacia la mitad del escenario
hasta la cima plana de una colina, hundiéndose de
nuevo por la parte de atrás, de modo que sólo la parte
superior de la entrada es visible para el espectador.
A la izquierda, a través de los árboles, puede
divisarse un risco agrietado]

[De noche. Las tinieblas son más profundas


en la parte posterior por lo que a simple vista
no puede distinguirse cosa alguna]

Alberich
[Recostado cerca del risco, con semblante melancólico]
En el bosque por la noche, vigilo Neidhöhle.
Mis oídos escuchan atentamente y
mis ojos observan con avidez.
Oh, día terrible, ¿ya te acercas a toda prisa?
¿Ya sale el sol por entre la oscuridad?

[En el bosque de la derecha,


una tormenta se está formando.
Una luz azul brilla]

¿Qué es esa luz que brilla allí?


Su brillo se va acercando como rayos luminosos.
Viene corriendo como un caballo ardiente
y con gran estruendo se abre camino por el bosque.
¿Ya viene el asesino del dragón?
¿Se trata del hombre que ha de matar a Fafner?
[El viento se apacigua. La luz desaparece]

La luz ha desaparecido y no puedo ver su resplandor:


Ya vuelve a ser de noche.

[El Peregrino hace acto de presencia saliendo


del bosque y se detiene frente a Alberich]

¿Quién se acerca, brillando entre las sombras?

El Peregrino
Hasta Neidhöhle he venido por la noche y,
¿A quién veo aquí entre la oscuridad?

[La luz de la luna se abre paso desde una nube


que va disolviéndose e ilumina la figura del Peregrino.
Alberich reconoce al Peregrino, se encoge alarmado,
mas de pronto estalla en violenta ira]

Alberich
¿Te atreves a dar la cara aquí?
¿Qué es lo que quieres?
Vete, fuera de mi camino,
márchate ladrón sinvergüenza.

El Peregrino
[Tranquilamente]
Oscuro Alberich, ¿estás escondido por ahí?
¿Acaso estás vigilando la casa de Fafner?

Alberich
¿Estás buscando nuevas fechorías que llevar a cabo?
Pues, no necesitas detenerte, ¡vete de aquí!
Ya hemos tenido villanías suficientes
como para hundir nuestras tierras en desgracia.
Así que, muchacho sinvergüenza, déjanos en paz.

El Peregrino
He venido sólo para mirar, y no para
tomar parte en lo que ocurra.
¿Impedirás el paso de un Peregrino?

Alberich
¡Portavoz de intrigas desesperadas! Si te complaciera en lo que me
pides, y actuara de manera tan estúpida como cuando te dejé
capturarme tan tontamente, te sería muy fácil hacerte con el
[furioso] anillo robándomelo otra vez.
¡Cuidadito con lo que intentas!
Recuerdo muy bien tus métodos,
[A manera de burla]

y tampoco me he olvidado tu punto débil.


Pagaste tus deudas con mi tesoro; mi anillo
sirvió como recompensa a los gigantes por su
trabajo cuando te construyeron tu castillo, el Walhalla.
Aquello que el terco par acordó una vez contigo
todavía permanece inscrito con símbolos secretos
en el magistral puño de tu lanza.
Después de haber pagado tus deudas con el oro, no
te atreves arrancárselo a los gigantes, pues si lo
hicieras tú mismo romperías el puño de tu lanza.
En tus manos, el magistral bastón, con toda su
fuerza se abriría en dos como la paja.

El Peregrino
Ningúna Runa de lealtad te une a mí, villano.
Mi lanza te sometió a mí con todo su poder,
y ahora, la guardo preparada para luchar.

Alberich
Tú inquebrantable fuerza te permite amenazarme con
orgullo, pero dentro de ti, tu corazón tiembla de miedo.
El guardián del tesoro está condenado por mi propia maldición
¿Quién ha de ser el heredero?
¿Acaso el codiciado tesoro volverá a pertenecer al Nibelungo?
Esa es la cuestión que tanta y tanta preocupación te causa,
pues si yo lograra hacerme con él otra vez, poner mis manos
sobre él, tan sólo una vez más, a diferencia de esos tontos
gigantes, me valdría de todo el poder del anillo.
Y empieza a temblar sagrado guardián de héroes,
las cumbres de Walhalla asaltaré con las huestes de Hella.
Entonces, el mundo será mío y yo lo gobernaré .

El Peregrino
[Tranquilamente]
Bien conozco tus intenciones, pero no me preocupan.
Deja que aquel que consiga el anillo, lo controle.

Alberich
¡Con cuánto misterio hablas de todo lo que yo conozco
perfectamente! Tu desafío depende de los hijos de los
héroes,

[En tono de burla]

engendrados con tu amorosa sangre.


¿Acaso no estás criando un muchacho
que sin problemas recogerá el fruto
[Violentamente]

que a ti no te está permitido tocar?.

El Peregrino
¡No deberías discutir conmigo sino con Mime!
Tu hermano es quien te traerá problemas:
hasta aquí se dirige con un muchacho que
deberá matar a Fafner por él.
Él no sabe nada de mí.
El Nibelungo lo está umanipulando
para sus propósitos.
Así que dejarme que te diga amigo,
lo que es mejor para ti.

[Alberich hace un fuerte ademán de curiosidad]

Escúchame atentamente, y ten cuidado.


El muchacho no sabe nada del anillo pero Mime sí.

Alberich
[Airado]
¿Mantendrás tus manos apartadas del tesoro?

El Peregrino
A quien amo dejo que se cuide por sí mismo.
Puede ganar o perder, pues sólo él es su propio señor.
A mi sólo me sirven los héroes.

Alberich
¿La lucha será sólo entre Mime y yo?

El Peregrino
Aparte de ti, él es el único que ansía el oro.

Alberich
¿Y aún así quizás no logre hacerme con él?

El Peregrino
[Acercándose silenciosamente]
Un héroe viene hacia aquí para liberar el tesoro.
Dos Nibelungos codician el tesoro.
Fafner, quien guardaba el anillo, muere.
Aquel que se lo arrebate, se lo habrá ganado
¿Quieres más? Ahí está el dragón.

[Volviéndose hacia la cueva]


Si le previenes de su muerte, quizá
te recompense con sus cachivaches.
Yo lo despertaré por ti.

[Se coloca sobre la parte de terreno


ascendente y grita hacia la cueva]

¡Fafner! ¡Fafner!
¡Dragón, despiértate!.

Alberich
[Con sorpresiva ansiedad y hablando para sí]
¿Qué intenta provocar ese descerebrado?
¿De verdad permitirá que me quede con el anillo?

[De las sombrías profundidades del fondo


se escucha la voz de Fafner por medio de
una poderosa trompeta de sonido]

Fafner
¿Quién ha osado despertarme de mi sueño?

El Peregrino
[Con cara a la cueva]
Alguien ha venido a prevenirte de un peligro
inminente: te recompensará con la vida si tú le
pagas, por la tuya, con el tesoro que guardas.

[Agacha la cabeza en dirección


a la cueva para escuchar]

Voz de Fafner
¿Qué es lo que deseas?

Alberich
[Se acerca al Peregrino y grita hacia la cueva]
¡Despierta, Fafner!
¡Despierta, Gusano!
Un fuerte héroe viene hacia acá
para conquistar tu honor.

Voz de Fafner
Pues mira que tengo hambre,
me lo voy a comer para la cena.
El Peregrino
El muchacho es valiente y fuerte,
y su afilada espada corta con avidez.

Alberich
Lo único que ansía es el anillo de oro,
Si me lo das como recompensa,
yo evitaré la contienda.
¡Tú podrás guardar el tesoro y vivir
en paz durante mucho tiempo!

Fafner
Aquí es donde yo descanso,
y es aquí donde yo soy el amo.

[Bostezando]

Ahora, menos charla y más sueño,


déjame dormir en paz.

[El Peregrino se ríe ruidosamente


y voltea a ver a Alberich]

El Peregrino
Bueno, Alberich, se ve que esto ha fallado,
pero deja de abusar de mí como un villano
y permíteme que te prevenga de una cosa:
Presta mucha atención:

[Aproximándose con confianza]

Todo ocurre según ha de suceder,


y tú no puedes cambiar nada.
Te dejo este sitio para que lo ocupes con firmeza.
Prueba tu suerte con tu hermano Mime:
quizás puedas esperar algo mejor de los de su clase.

[Volteándose para marcharse]

Y en cuanto al resto, ya lo aprenderás


cuando llegue el momento.

[Rápidamente desaparece por el bosque.


Se levanta una tormenta y un resplandor aparece:
después ambos desaparecen.
Alberich sigue con la mirada al Peregrino
que se marcha velozmenmte montado en su corcel]
Alberich
Ya se va cabalgando en su radiante corcel, y aquí
me deja lleno de preocupaciones y humillaciones.
Pues bien, seguid riendo, frívola banda de dioses
que lo único que hacéis es buscar las cosas que os
dan placer. Con el tiempo, os veré morir a todos.
Mientras el oro brille bajo la luz, cualquiera que
conozca su poder, lo guardará, y su tenacidad os
engañará a todos vosotros.

[Se esconde en una grieta de las rocas.


El escenario se queda vacío. Raya el alba]
Escena Segunda
[Mientras llega el alba, Siegfried
y Mime hacen su entrada.
Siegfried porta una espada que cuelga
de un cinturón hecho de soga.
Mime examina cuidadosamente el lugar;
observa en dirección al fondo finalmente,
que permanece en tinieblas mientras que
la elevación del terreno se torna más
y más iluminado por los rayos del sol]

Mime
Ya hemos llegado. Detente.

Siegfried
[Se sienta bajo un árbol de tilo y observa en derredor]
¿Aprenderé aquí lo que es el miedo?
Me has traído hasta muy lejos: toda una
noche hemos caminado los dos por el bosque.
Ahora Mime, debes apartarte de mi camino.
Si no aprendo aquí lo que he de aprender,
seguiré adelante yo solo, y por fin me desharé de ti.

Mime
Mi más querido, créeme, si hoy y aquí, no aprendes
lo que es el miedo, con dificultad lo aprenderás en
otros lugares y en otros momentos.
¿Ves allí una caverna oscura? Dentro de ella habita
un horrible y salvaje dragón, muy feroz y enorme:
de su cabeza se abre un terrible par de mandíbulas,
de un solo bocado, con pelos y pellejo, el pillastre te
engullirá entero.

Siegfried
[Aún sentado bajo el árbol de tilo]
Entonces sería una buena idea cerrarle la boca.
Así no me mordería.

Mime
De su boca sale veneno: la piel y los huesos de aquél
a quien su saliva salpique se consumen hasta morir.

Siegfried
El veneno no me hará ningún daño,
pues me mantendré a un lado del dragón.
Mime
Detrás de él tiene una cola como de
serpiente que mueve como látigo.
Si dejas que te enrolle y te apriete
con fuerza, tus miembros se romperán
como si de cristal se tratara.

Siegfried
Cuando mueva la cola, ya me defenderé.
Mantendré los ojos en la bestia.
Pero dime ¿el dragón tiene corazón?

Mime
Un corazón cruel e inmisericorde.

Siegfried
¿Y su corazón late en el mismo lugar
donde nos late a todos, hombre y animales?

Mime
Por supuesto, muchacho.
El dragón lo tiene en el mismo lugar.
¿Ya te está entrando miedo?

[Siegfried, quien había estado recostado,


con indiferencia, súbitamente se sienta]

Siegfried
Le clavaré Nothung en su orgulloso corazón.
¿Es eso lo que llaman tener miedo?
Tú, veterano, ¿es eso todo lo que tu astucia
puede enseñarme? Si es así, vete de paseo,
que aquí aprenderé lo que es el miedo.

Mime
Espera un momento.
Lo que te digo puede sonarte a charlatanería
sin sentido, pero por ti mismo has de ver y oír al
dragón, y entonces perderás el conocimiento.
Cuando se te nuble la vista y el miedo haga que
tu corazón tiemble en tu pecho,

[En tono amistoso]

me agradecerás que te haya traído hasta aquí, y


sabrás cuanto te quiere Mime.
Siegfried
¿No te he dicho ya que no debes quererme?
¡Sal de mi vista! Déjame en paz o ya no podré
soportarte más si empiezas a hablar del amor.
¿Cuándo dejaré por fin de ver ese odioso
movimiento de cabeza y ese parpadeo de tus ojos?

[Impaciente]

¿Cuándo lograré deshacerme de éste idiota?

Mime
Te dejaré solo y me quedaré allí junto al río.
Tú quédate aquí. Cuando el sol esté bien alto,
busca al dragón. El saldrá de la cueva reptando
y pasará por aquí para beber del pozo de agua.

Siegfried
[Con carcajadas]
Si me esperas junto al río, entonces seguro

[Animándose más]

que dejaré que el dragón vaya para allí.


Le clavaré Nothung en los riñones, pero
sólo cuando te haya tragado a ti al beber agua.
Así que sigue mi consejo y no te quedes junto al río.
Vete tan lejos como puedas y no vuelvas junto a mí.

Mime
Si después de la feroz lucha, te traigo algo para
beber a fin de refrescarte, me lo aceptarás ¿no?

[Siegfried voltea violentamente]

Y llámame si necesitas consejo por aquello

[El mismo ademán pero más violento]

de que el miedo se apodere de ti.

[Siegfried se incorpora para agarrar a


Mime y con furia alejarlo.]

[Mientras va caminando piensa para sí...]

Fafner y Siegfried. Siegfried y Fafner,


¡Oh, ojalá se mataran el uno al otro!
[Él desaparece en el bosque por la derecha.
Siegfried se vuelve a recostar bajo el árbol de tilo,
siguiendo con la mirada a Mime que se marcha]

Siegfried
¡Cuánto me alegra saber que no es mi padre!
Por fin puedo disfrutar de la frescura del bosque;
por fin puedo sentir la sonrisa de la alegre luz del día,
ahora que ese feo rufián se ha ido y no volveré a verle.

[Se hunde en una silenciosa meditación]

¿Qué aspecto tenía mi padre? ¡Se parecía a mí por supuesto!


Pues, si Mime tuviera un hijo, ¿no sería el vivo retrato de Mime?
Tan feo como él, tan canoso y viejo, pequeño y encorvado,
jorobado y cojo, con las orejas caídas y ojos nublados
¡que se vaya el duende! No quiero verle nunca más.

[Se recuesta más hacia atrás y observa arriba,


por entre las las ramas del árbol.
Hay un profundo silencio.
Sólo se escucha el murmullo del bosque]

Pero ¿cómo era mi madre?


Eso ni me lo puedo imaginar

[Con tono de ternura]

¡De seguro que sus ojos brillaban aún más


hermosos que los del corzo de relucientes ojos!

[Con voz baja]

¿Por qué tuvo que morir de dolor


cuando me trajo al mundo?
¿Se mueren siempre las mujeres
humanas al dar a luz?
¡Eso sería muy triste!
Mi madre ¡esposa de un hombre!
¡Ay! Madre, ojalá pudiera verte.
Mi madre, una mujer humana.

[En la posición recostada Siegfried suspira quedamente


y se queda en profundo silencio.
Los murmullos del bosque crecen en intensidad.
El canto de un pájaro del bosque le llama la atención.
Siegfried escucha detenidamente al pájaro que se
encuentra, encima de él, en las ramas del árbol]
¡Pájaro hermoso al que nunca antes oí cantar!
¿Estás aquí en tu casa del bosque?
Si pudiera entender tu gorgoteo,
seguro que me diría algo.
Quizás algo de mi querida madre.
Un enano chocho me dijo que se podía
llegar a entender perfectamente el canto
de un pájaro. ¿Cómo podría lograrlo?

[Reflexiona.
Sus ojos reposan sobre un arbusto de
bejucos no muy alejado del árbol de tilo]

Bien, intentaré cantar como él;


con una flauta tocaré sus notas.
Si me equivoco con la letra,
pero acierto con la música, aún
así estaré hablando su lengua y
quizá entienda lo que dice.

[Corre hacia las cercanías del río y corta


un bejuco con el que fabrica una flauta]

Ahora ha dejado de cantar y escucha.


Bien, ahora hablaré yo.

[Sopla la flauta. Se detiene y vuelve a hacerle cortes.


Le sopla de nuevo. Mueve la cabeza y más cortes hace.
Vuelve a intentarlo. Se enoja, aplica presión al
instrumento con sus manos y vuelve a soplar.]

[Desiste de tocar]

Eso no suena bien.


No consigo tocar una música hermosa con el bejuco.
Creo, pequeño pájaro, que tendré que quedarme
sin saber lo que me quieres decir, soy un estúpido.
No es fácil aprender de ti.

[Vuelve a escuchar al pájaro y voltea


hacia arriba para observarlo]

Estoy totalmente avergonzado del pícaro


que me está escuchando.
Me mira

[Muy tiernamente]
y no escucha nada.
¡Hey, tú! ¡Escucha mi cuerno!

[Se deshace de la flauta]

No puedo hacer sonar bien esta estúpida flauta,


pero ahora oirás algo que sí se tocar:
una alegre canción del bosque.
Yo la tengo como buena compañera,
y a su llamada sólo contestaron lobos y osos.
Ahora, veamos que me traerá, quizá a un camarada!

[Toma su cuerno de casa de plata y sopla en el.


Durante las largas notas, Siegfried observa
al pájaro a la espectativa]

[Hay movimiento en el fondo de la escena. Es Fafner, en la figura de un gigantezco


dragón con forma de lagarto, que se ha levantado de su guarida dentro de la
cueva. Se abre paso a través de la maleza y se arrastra hacia el terreno elevado,
hasta que el frente de su cuerpo descansa sobre él, y en ese momento profiere un
ruidoso sonido como un bostezo.
Siegfried gira para ver y asombrado fija sus ojos en Fafner.]

[Fafner, que ha divisado a Siegfried,


se queda ahí en el otero sin moverse]

Siegfried (Cont...)
¡Haha! ¡Mira!
Mi música me ha traído algo bonito.
Tú podrías ser amigo mío

Fafner
¿Qué es eso?

Siegfried
¡Bueno, tú eres un animal y has aprendido a hablar!
Eso es útil y quizá pueda yo aprender algo de ti.
Aquí hay alguien que no sabe lo que es tener miedo.
¿Puedo aprenderlo de ti?

Fafner
Se me hace que te estás poniendo pesado

Siegfried
Valiente o pesado ¿Cómo puedo saberlo?
Pero te haré picadillo si no me enseñas
lo que es tener miedo.
Fafner
[Haciendo un sonido que parece una carcajada]
Mira lo que son las cosas, vine a beber
algo y también me he encontrado
un sabroso bocadillo para engullir.

[Abre las fauces para mostrar sus dientes]

Siegfried
Veo que tienes una bonita boca, y que
tus dientes ríen en esa boca tan exquisita.
Sería bueno para ti cerrarla, ya que tus
mandíbulas están demasiado abiertas.

Fafner
No me sirven para decir tonterías sin sentido.
Pero mi garganta es perfecta para engullirte entero.

[Amenazando con su cola]

Siegfried
¡Hoho! cruel y furioso canijo.
No me parece buena idea que me comas,
pero lo que sí me parece sensato y decente
es matarte sin más demora.

Fafner
[Rugiendo]
¡Bah! ¡Pues éntrale!
¡A ver de a como nos toca, niño bravucón!

Siegfried
Pues ya rugiste dragón.
Aquí se acerca el bravucón.

[Siegfried saca la espada, salta hacia Fafner en posición desafiante. Fafner se


arrastra alejándose del otero y con las fosas nasales lanza líquido hacia Siegfried.
Éste evita la baba saltando hacia un lado. Fafner busca golpearlo con la cola. Casi
alcanzado, Siegfried salta por encima y a un rebote le hiere la cola. Fafner emite un
rugido de dolor, retira su cola herida y alza su cuerpo por el frente con fin de dejar
caer todo su peso sobre Siegfried, pero al hacerlo, descubre su pecho, lo que
aprovecha Siegfried, viendo donde esta el área del corazón de la bestia, para
encajar la espada hasta la empuñadura. Fafner vuelva a alzarse con creciente y
punzante dolor y se derrumba en la herida al momento que Siegfried suelta la
espalda y brinca para hacerse a un lado ]
Siegfried
¡Yace, ahí odioso!
Ahora tienes a Nothung bien
clavada en tu corazón.

Fafner
[Con voz debilitada]
¿Quién eres, muchacho valiente,
que me has atravesado el corazón?
¿Quién incitó tu coraje infantil
para que cometieras asesinato?
Se me hace que tú sólo no planeaste
lo que acabas de hacer.

Siegfried
Hay muchas cosas que no sé,
ni siquiera quien soy en realidad.
Tú mismo me enfureciste para que
luchara contigo hasta la muerte.

Fafner
Yo te diré a quién has matado, porque tú,
niñito de ojos brillantes, ni te has enterado.
De la gran raza de los gigantes, Fasolt y Fafner
eran hermanos y ahora ambos están cadáveres.
Yo mismito escabeché a Fasolt por culpa de un
oro maldito que obtuvimos de los dioses.
Y ahora, como dragón que guarda el tesoro,
Fafner, el último de los gigantes, es pasto de
gusanos por culpa de un héroe sonrosado.
Pónte listo, radiante muchacho, pues aquél
que te empujó a ciegas a cometer este acto está
ahora planeando llevarte con patas de cabra.
Ten cuidado de cómo acabará todo.

[Agonizando]

¡Créeme lo que te digo!

Siegfried
Dime de donde soy, ya que pareces tan sabio
ahora que te estás muriendo, bestia.
Quizás lo adivines si te digo mi nombre: Siegfried.

Fafner
¡Siegfried...!

[Suspira, se alza, y finalmente muere]


Siegfried
Los muertos no cuentan chismes.
Tú, espada viviente, debes guiarme.

[Al morir Fafner rodó hacia un lado.


Saca la espada del pecho del dragón,
y al hacerlo se salpica la mano con gotas de sangre]

¡La sangre quema como el fuego!

[Con un gesto involuntario se chupa la sangre del dedo.


Mientras se queda ahí, sumido en sus pensamientos
y mirando el paisaje ante él, su atención es
repentinamente atraída hacia el pájaro y su canción]

Tengo la sensación de que los pájaros me hablan.


¿Es este el resultado de beber la sangre?
Ese extraño pájaro de ahí escucha
¿qué me estará cantando?

La voz de un pájaro
[Desde las ramas del árbol de limas, encima de Siegfried]
¡Hey! Siegfried posee ahora el tesoro del Nibelungo.
En la cueva encontrará ese tesoro.
Si quiere ponerse el Tarnhelm,
éste le ayudará a hacer maravillas;
y si puede hacerse con el anillo,
éste lo convertirá en amo del mundo.

[Siegfried ha escuchado todo conteniendo la respiración]

Siegfried
[Emocionado dice suavemente...]
Gracias por tu consejo, querido pájaro.
Con mucho gusto haré lo que has dicho.

[Se voltea hacia la parte posteror e


ingresa a la cueva desapareciendo]
Escena Tercera
[Mime camina de manera subrepticia para
asegurarse de que Fafner esta realmente muerto.
Al mismo tiempo, Alberich emerge de una grieta
en el lado opuesto y se queda viendo a Mime.
Cuando Mime se dirige a la cueva,
Alberich se apresura a detenerlo]

Alberich
¿A dónde vas tan a prisa, mal compañero
deslizándote de una manera tan furtiva?

Mime
Maldito seas, hermano, ¡eres justo lo que necesitaba!
¿Qué te trae por aquí?

Alberich
Canalla, ¿Quieres quedarte con mi tesoro?
¿Te gustaría tener lo que es mío?

Mime
Aléjate de mí. Este lugar me pertenece.
¿Qué haces tú por aquí?

Alberich
Quizás esté aquí para impedirte llevar a cabo tu
pequeña tarea, si es que has venido a robar.

Mime
Lo que he conseguido con duro trabajo
no se va a separar de mí tan fácilmente.

Alberich
¿Acaso fuiste hasta el Rin y robaste el oro del anillo?
¿Fuiste tú quién le otorgó un poderoso hechizo?

Mime
¿Quién fabricó el Tarnhelm, que cambia
la forma de las personas?
Tú lo necesitabas, pero
¿acaso lo inventaste tú?

Alberich
¡Chapucero! ¿qué has sabido tú nunca de conjuros?
El anillo mágico te consiguió para mí, enano,
y te concedió la habilidad para hacer su
arte a mi servicio.
Mime
¿Y dónde tienes el anillo ahora?
Los gigantes te lo arrebataron, cobarde.
Lo que tú perdiste, yo recuperaré con mi astucia.

Alberich
¿Acaso el Patizambo quiere sacar provecho
de lo que el muchacho ha conseguido?
Para nada te pertenece. El chico de los ojos
brillantes es el amo y señor ahora.

Mime
Yo lo crié, y ahora es momento de que
me pague por la educación que le di.
Durante mucho tiempo llevo esperando
la recompensa por mi dura labor y mis fatigas.

Alberich
¡Y cómo ha educado al chico, ahora el siervo andrajoso
y patizambo tiene la desfachatez y el valor de coronarse Rey!
¡Hasta el perro más sarnoso se merece el anillo más que tú!
Nunca conseguirás el amuleto que concede el poder, patán.

Mime
[Rascándose la cabeza]
Quédate con el brillante anillo y guárdalo bien.
Se tú el amo, pero trátame como a tu hermano.
Te cambio mi casco por el anillo. A los dos nos pertenece
Si compartimos las cosas, los dos saldremos beneficiados.

[Mime se frota, confiado, las manos]

Alberich
[Con risa burlona]
¿Compartir las cosas contigo?
¡Y además el casco! ¡Que sutil eres!
Nunca podría volver a dormir tranquilo
sabiendo que estás tramando algo.

Mime
[Fuera de sí]
¿Ni siquiera aceptas el intercambiar
cosas, ni siquiera compartirlas?
Debo quedarme con las manos vacías,
sin ninguna recompensa?
¿No dejarás nada para mí?.
Alberich
¡Ni una sola cosa!
¡No te llevarás ni un clavo!

Mime
[Entrando en furia]
Pues, entonces, ni el anillo ni el Tarnhelm,
serán tuyos, ni yo los compartiré contigo.
Llamaré a Siegfried para que contra ti
lance su valiente espada.
El ágil héroe te dará todo lo que te
mereces, hermano.

[Siegfried aparece en el fondo]

Alberich
¡Date la vuelta!
Ya sale de la cueva.

Mime
Seguro que sólo ha cogido cosas para jugar.

Alberich
Lleva el Tarnhelm

Mime
Y también el anillo

Alberich
¡Maldición el anillo!

Mime
[Riendo maliciosamente]
¡Haz que te dé el anillo!...
Pronto me haré con él.

[Con estas palabras se escabulle al bosque]

Alberich
Su dueño y nadie más se hará con el anillo
en el momento preciso.

[Desaparece por la grieta]

[Con el yelmo Tarnhelm y el anillo sale de la cueva


(entre el diálogo anterior) lenta y meditativamente:
observa con atención el botín y se detiene
encima del otero que está a mitad del escenario]
Siegfried
No sé que utilidad tenéis para mí,
pero os cogí del montón del dorado tesoro
porque así me lo aconsejaron.
Dejad que vuestra belleza sirva hoy de recuerdo.
Estas cosas bonitas demostrarán que luché
contra Fafner y lo envíe al cielo, aunque todavía no
haya aprendido lo que es el miedo.

[Coloca el yelmo en el cinturón y el anillo en su dedo.


Silencio. Su atención se dirige al pájaro y se
pone a escucharlo conteniendo el aliento]

La voz de un pájaro
¡Hey! Siegfried ya tiene el casco y el anillo.
Oh, no debe confiar en el desleal Mime.
Siegfried debe prestar mucha atención a
las palabras de ese canalla, y así podrá averiguar
lo que Mime realmente piensa en su interior.
Esto lo aprendió al probar la sangre del dragón.

[Los ademanes y el semblante de Siegfried indican que ha comprendido todo.


Observa que Mime se acerca y permanece inmóvil, apoyándose sobre la espada, de
manera reservada, sobre este lugar del otero hasta el final de la siguiente escena]

[Mime avanza lentamente y observa a


Siegfried desde el primer plano]

Mime
Está calculando el valor de su botín.
Quizás aquí se detuvo un sabio Peregrino
y charló con el muchacho dándole sutiles consejos.
Si es así, este enano tendrá que ser aún más astuto.
Planearé la más inteligente de mis trampas
y con palabras amistosas y halagadoras engañaré
al obstinado muchacho.

[Se acerca a Siegfried y le da la


bienvenida con palabras halagadoras]

¡Bienvenido Siegfried!
Dime, valiente muchacho,
¿ya has aprendido qué es el miedo?

Siegfried
Todavía no he encontrado quien me lo enseñe.
Mime
Pero ¿has matado al serpentino dragón?
¿Acaso no te resultó muy duro?

Siegfried
Por muy fiero y odioso que fuera,
su muerte me dio pena mientras
que rufianes mucho más viles que
él todavía permanecen indemnes.
Odio mucho más al que me incitó a
matarlo que al dragón mismo.

Mime
[De modo amigable]
¡Calla!
No me verás durante mucho tiempo.

[Dulcemente]

Pronto cerrarás los ojos en un sueño eterno.


Ya has hecho

[Hablando como si alabara a Siegfried]

lo que necesitaba que hicieras.


Ahora sólo quiero arrebatarte el botín, y creo
que lo conseguiré, pues eres fácil de engañar.

Siegfried
¿Estás pensando en hacerme daño?

Mime
[Sorprendido]
¿Cómo podría decir una cosa así?

[Continúa hablando tiernamente]

Siegfried, escúchame hijo mío.


A ti y a los de tu clase siempre
he repudiado profundamente.
A ti, incordio, te crié sin amor,
lo hice tan sólo por el tesoro y
el anillo que Fafner custodiaba.

[Expresándose como si le prometiera cosas placenteras]

Si no me lo entregas por tu propia

[Como si fuera a entregarle su propia vida]


voluntad, Siegfried hijo mío, como
puedes ver por ti mismo, tendrás

[Con amigable humor]

que pagarme con tu vida misma.

Siegfried
Me alegra oír que me odias.
Pero ¿también tengo que darte mi vida?

Mime
[Airadamente]
Yo no he dicho eso.
Me has entendido mal.

[Busca la botella y se la acomoda


con un esfuerzo muy obvio]

Mira, estás cansado después de


tan gran esfuerzo.
Tu cuerpo debe de estar ardiendo,
por eso no dudé ni un momento en
prepararte una bebida que te animara.
Mientras tú reparabas tu espada,
yo te preparé este sabroso caldo.
Bébetelo, y yo me haré con tu espada,
y con ella, el casco y el tesoro.

[Riéndose con disimulo]

Hi, hi, hi, hi, hi, hi

Siegfried
Así que deseas la espada que yo conseguí
¿también quieres robarme el anillo y el botín?

Mime
[Violentándose]
¡No has entendido nada de lo que he querido decir!
¿Es que tartamudeo y babeo cuando hablo?
¡Con todas las molestias que me he tomado para
ocultar mis verdaderas intenciones con adulaciones!
Y tú, muchacho tonto, lo entiendes todo mal.
Presta atención y escúchame atentamente.
Escucha lo que Mime quiere decir.

[Expresándose nuevamente amigable


pero con señas evidentes de esfuerzo]
Toma y bebe esta bebida de amigo.
Mis bebidas siempre te han gustado:
aunque te hicieras el arisco e hicieras
ver que estabas enfadado, siempre te
bebiste lo que yo te trajera.

Siegfried
Me vendría bien una buena bebida.
¿Cómo preparaste esta mezcla?

Mime
[Bromeando festivamente, como describiendo
el placentero estado de intoxicación
que va a provocar la bebida]
Tómatela y ten confianza plena en mi
arte para preparar deliciosas bebidas.
No tardarán tus sentidos en sumergirse
en la profunda oscuridad y las sombras.
Muy pronto estirarás los brazos, y te
quedarás bien dormido e inconsciente.
En ese momento aprovecharé para irme
con el botín sin problemas y esconderlo.
Pero, cuando te despertaras, se que nunca
me hallaría a salvo de ti, ni aún teniendo el anillo.
Así que con la espada que tú hiciste tan afilada

[Con un gesto de eufórica alegría]

te cortaré la cabeza primero, y después


tendré mi reposo y también el anillo.

[Con una risita ahogada]

Siegfried
¿Me matarás cuando me haya dormido?

Mime
[Muy colérico]
¿Qué haré qué?
¿Acaso he dicho eso?

[Batallando mucho para alcanzar el tono de ternura]

¡Solamente quiero niño mío,

[Con la más cuidadosa claridad]

cortarte la cabeza!
[Dando la apariencia de un sincero
deseo por la salud de Siegfried]

Porque ni siquiera si te odiara menos,


si tus insultos y mi vergüenza y mis
molestias no me dieran tantos
motivos de venganza, ni aún así
podría esperar más a apartarte
de mi camino.
Como si no podría hacerme con el
botín,

[Nuevamente bromeando]

cuando Alberich también lo quiere.

[Vierte la bebida en el cuerno para beber


y se la ofrece a Siegfried con ademánes
para presionarlo]

Ahora Wälsung mío, hijo de Lobo,


bébete la pócima y atragántate con ella hasta morir.
¡Ni una sola gota más volverás a beber nunca!
Hi, hi, hi, hi, hi

Siegfried
[Saca su espada para amenazarlo]
¡Prueba mi espada, odioso charlatán!

[Como arrebatado por un acceso de repulsión y odio,


Siegfried entierra su espada contra Mime,
quien cae a tierra sin vida y sin cabeza]

La voz de Alberich
[Alberich, desde la grieta rie burlonamente]
¡Haha!

[Mientras observa el cadaver de Mime,


guarda su espada en el cinturón]

Siegfried
Nothung ha pagado la recompensa por el odio.
Para esto necesitaba forjarla.

[Levanta el cuerpo sin vida de Mime


y desde el otero frente a la cueva lo lanza dentro]
Aquí en la cueva puedes descansar sobre el tesoro.
Ahora ya puedes ser amo de su esplendor.
Para protegerte de los ladrones te daré un
buen perro guardián.

[Con gran esfuerzo hace rodar el cuerpo del dragón hacia la entrada de la cueva y
lo coloca de modo que la tape completamente]

Descansa ahí tú también, oscuro dragón.


Junto con tu amigo hambriento de tesoros
puedes guardar el oro resplandeciente.
Así, los dos hallareis la paz de los sepulcros.

[Observa pensativamente el interior de la cueva por un rato y luego se voltea


lentamente hacia el frente del escenario, cansado. es mediodía. Pasa su mano por
la frente]

Yo estoy sudando después de tanto trabajo.


Una tormenta me sube por las venas.
Me arde la frente. El sol está alto: desde el cielo azul
sus ojos fijan su mirada en mis sienes.
Estaré más fresco bajo aquel tilo.

[Se tiende bajo el árbol de tilo y mira hacia arriba por entre las ramas]

Una vez más, querido pájaro, me gustaría escuchar tu canción,


como antes de que nos interrumpieran.
Te veo revoloteando alegremente por las ramas.
Tus hermanos vuelan a tu alrededor
cantando y batiendo las alas.
Y yo estoy tan solo, pues no tengo
hermanos ni hermanas.
Mi madre murió y a mi padre lo mataron.
Su hijo nunca los conoció.
Mi única compañía fue ese horrible enano,
y la bondad nunca nos empujó a amarnos.
El viejo zorro me preparó trampas astutas,
y yo tuve que matarlo.

[Con dolorosa emoción mira hacia las ramas]

Amigo pájaro, déjame que te pregunte


si me darás un buen compañero.
¿Me darás el consejo apropiado?
Muchas veces he intentado conseguir uno,
pero nunca lo he logrado.
Quizá tú, querido amigo, lo hagas mejor,
ya que tu consejo me ha ido bien hasta ahora.
Ahora canta; yo escucharé tu canción.
Voz del pájaro
Siegfried ha matado al malvado enano.
Ahora ya puedo hablarle de la mujer más maravillosa de todas,
que duerme sobre un alto despeñadero rodeado por el fuego.
Brünnhilde será de aquél que atraviese las llamas y la despierte.

Siegfried
[Se para de un salto]
¡Que canción más bonita! ¡Un aliento de dulzura!
¡Cómo quema su significado a un pecho anhelante!
¡Con qué violencia tira de mi corazón y lo inflama!
¿Qué es lo que con tanto ímpetu corre por mi corazón
y mis sentidos?
¡Dímelo, dulce amigo!

[Se pone a escuchar]

Voz del pájaro


Alegre de dolor le canto al amor;
dichoso en la desdicha compongo mi canción.
Sólo los amantes conocen su significado.

Siegfried
Me lleva lejos de aquí, fuera del bosque,
hacia las rocas. Dime otra cosa,
querido cantor: ¿conseguiré atravesar las llamas?
¿Podré despertar a la doncella?

[Vuelve a escuchar]

Voz del pájaro


Ganarse a la doncella, despertar a Brünnhilde
no es para cobardes, sólo para aquél que no conoce
el miedo.

Siegfried
[Gritando de júbilo]
Pájaro, ese estúpido muchacho que no conoce el miedo soy yo.
Sólo hoy he intentado en vano aprender de Fafner qué es el miedo.
Ahora me quema el deseo de aprenderlo de Brünnhilde.
¿Cómo puedo encontrar el camino a la montaña?

[El pájaro revolotea en círculos por encima


de Siegfried y vuela vacilante frente a él]

De ese modo, tú me mostrarás el camino:


allá donde tú muevas las alas, yo seguiré tu vuelo.
[Corre detrás del pájaro que de vez en cuando bromea con él llevandolo de aquí
para allá. Finalmente, cuando el animal toma una dirección definitiva hacia la parte
posterior, Siegfried le sigue]

[Cae el telón]
ACTO III
PRELUDIO

Escena Primera
[Se abre el telón]

[Paisaje silvestre al pie de la montaña rocosa que se eleva abruptamente por la


parte izquierda del fondo del escenario. Es de noche, hay tormenta y rayos; se
escucha por un momento muy pequeño un trueno violento, mientras que el
relámpago sigue destellando por entre las nubes. ]

[Wotan, en su caracterización del Peregrino,


camina con determinación hacia una entrada,
parecida a una tumba, localizada en la caverna
de la roca en el primer plano y se detiene
apoyándose en su espada.]

El Peregrino
[Canta hacia la entrada de la cueva]
¡Despierta, Wala!
¡Wala, despierta!
Despierta, dormilona de tu largo sueño.
Yo te conjuro: ¡álzate, álzate!
Desde las oscuridades de tu abismo,
desde las profundidades de la noche,
¡álzate! ¡Erda! ¡Erda! ¡Mujer inmortal!
Desde tus secretos abismos, sube a las alturas.
Te canto una canción de despertar para que despiertes.
De un profundo sueño te levanto con esa canción.
¡Sabia eterna, conocedora de todo! ¡Erda, Erda!
¡Mujer inmortal! ¡Despierta!
¡Despiértate!
¡Wala, despiértate!

[La cueva comienza a emitir un brillo de color azul]

Erda
[Erda se levanta poco a poco desde abajo.
Hace su aparición cubierta con lo que parece escarcha blanca.
Su cabello y vestimenta emite un brillo de luz trémula]

La canción me llama sin cesar;


su magia me atrae con fuerza.
He despertado de mi sueño
del conocimiento.
¿Quién ha perturbado mi sueño?

El Peregrino
Soy yo quien te ha despertado y con
hechizos te ha arrancado de las manos
de ese sueño que tan profundamente
te oprimía y mantenía alejada de mí.
He viajado por todo el mundo, he
caminado grandes distancias para obtener
conocimientos, para aprender la sabiduría
primordial. No hay quien te supere en
las habilidades y conocimientos.
Tú conoces qué es lo que se esconde
en las profundidades, qué mantiene unidas
a las montañas y los valles, al aire y al agua.
Allí donde la vida existe, tú dejas tu aliento;
allí donde las mentes piensan lo hacen porque
tú las empujas a ello. Se dice que lo sabes todo.
Y para obtener información te he despertado de
tu sueño.

Erda
Cuando duermo poseo ensoñaciones:
mis sueños son pensamientos, en mi
mente lo que prevalece es la sabiduría.
Pero mientras yo duermo, las Nornas están
en vigilia; ellas mueven las cuerdas y tejen
fervorosamente todo lo que yo conozco.
¿Por qué no haces tus preguntas a las Nornas?

El Peregrino
El mundo controla lo que tejen las Nornas.
Ellas no pueden cambiar los acontecimientos.
Sin embargo, con toda tu sabiduría, mucho te
agradecería que me enseñaras a obstaculizar la
rueda de esos acontecimientos.
Erda
Las acciones humanas, me nublan la mente.
Yo misma, con todo mi conocimiento,
fui sometida una vez por un monarca.
Una hija del deseo le di a Wotan.
Él la hizo seleccionar para él a los
héroes de las batallas.
Ella es valiente e inteligente: ¿por qué
me despiertas a mí y no buscas la
información de la hija de Erda y Wotan?

El Peregrino
¿Te refieres a la Valquiria, a Brünnhilde la doncella?
Desafió al señor de las tempestades justo cuando él
se había superado así mismo.
Aquello que el señor de las batallas deseaba hacer que
pero se abstuvo de llevar a cabo, en contra de su voluntad,
la obstinada muchacha, Brünnhilde, demasiado pretenciosa,
se atrevió a hacer por sí misma en el calor de la batalla.
El Padre de los Combates castigó a la muchacha,
la sometió a un sueño, allí en el páramo, sigue
profundamente dormida.
Despertará de ese santuario cuando un hombre la
tome por esposa.
¿Me ayudaría en algo preguntarle a ella?

Erda
Desde que me he despertado estoy aturdida
¡Qué salvaje y retorcido es el curso del mundo!
¿Acaso la Valquiria, hija de Wala, está sentenciada
a llevar los grilletes del sueño, mientras la sabiduría
de su madre duerme?
¿Acaso aquél que alababa la rebelión ahora la castiga?
¿Acaso el que lo planeó todo se puso furioso cuando
sus planes se llevaron a cabo?
¿Acaso el defensor de la justicia y guardián de pactos
rehuye ahora esa justicia y gobierna rompiendo sus juramentos?
¡Déjame volver a las profundidades!
¡Deja que el sueño encierre mi sabiduría!

El Peregrino
Madre, con mis poderes mágicos evitaré que te vayas.
Con tu conocimiento inmemorial una vez clavaste la daga
de la preocupación en el osado corazón de Wotan: esos
conocimientos hicieron que el miedo a un final hostil y
deshonroso se apoderaran de él, y su espíritu quedó por
siempre encadenado a ese miedo.
Si de verdad eres la mujer más sabia del mundo, dime
cómo puede el dios vencer esa ansiedad.
Erda
Tú no eres quien dices ser.
¿Por qué has venido, tan salvaje y turbulento,
para interrumpir el sueño de Wala?

El Peregrino
Tú no eres quién piensas ser.
A la primera madre de la sabiduría llegará el fin;
tus conocimientos se desvanecerán por voluntad mía.
¿Sabes lo que Wotan intenta hacer?

[Largo silencio]

Ya que no sabes nada, préstame atención y


así después podrás volver a dormir por siempre.
La caída de los dioses no me atormenta de miedo
pues eso es lo que ahora deseo.
Ante un dilema que me provocó una gran pena, yo,
en medio de tanto dolor hice un plan que ahora,
feliz y contento, llevaré a cabo sin ningún impedimento.
Por rabia y odio le entregué el mundo al horrible Nibelungo.
Pero ahora dejo mi herencia a un glorioso Wälsung.
Aunque yo le escogí, el todavía no me conoce;
El valiente muchacho, sin la ayuda de mis consejos,
se hizo con el anillo del Nibelungo.
Lleno de amor, sin saber lo que es el odio, su noble
naturaleza romperá el hechizo de Alberich,
ya que todavía no conoce el miedo.
El héroe despertará aquélla que tú misma engendraste
por mí, Brünnhilde; cuando despierte, se comportará
como una hija de tu sabiduría, y salvará al mundo.
Así que ya puedes dormir, y cerrar los ojos:
en tus sueños, observa mi final.
El dios con placer concederá lo que
el enemigo pueda hacer al héroe eternamente joven.
Baja a las profundidades Erda, madre del primer miedo,
origen de preocupaciones.
Vete, vete a tu sueño eterno.

[Erda, quien con los ojos cerrados, ya se ha sumergido


a las profundidades, desaparece completamente.
La caverna se ha vuelto muy oscura.
El alba ilumina el escenario, la tormenta ha cesado]
Escena Segunda
[Wotan ha llegado a la cueva y se reclina de espaldas a la roca.
Se queda mirando tras bastidores]

El Peregrino
Ya veo a Siegfried acercándose.

[Se queda en la misma posición]

[El pájaro de Siegfried revolotea hacia el frente del escenario. Repentinamente, el


pájaro se detiene.
Vuela alarmado por ahí para posteriormente
desaparecer rápidamente por el lado de atrás]

Siegfried
[Hace su entrada]
Mi pájaro se ha ido volando. Con su vuelo y su dulce canto
me ha enseñado el camino. Ahora ha desaparecido.
Será mejor que encuentre por mi mismo
el camino a la montaña:
seguiré por donde el pájaro me ha enseñado.

[Se dirige hacia la parte de atrás]

El Peregrino
[En la misma posición]
Joven muchacho, ¿a donde te lleva ese camino?

Siegfried
[Se detiene y se da media vuelta]
Alguien acaba de hablar; quizá
pueda enseñarme el camino.

[Se acerca a donde está el Peregrino]

Estoy buscando una roca rodeada de fuego:


una mujer duerme allí y yo quiero despertarla.

El Peregrino
¿Quién te ha dicho que busques tal roca?
¿Quién te ha hablado de esa mujer e hizo
que la desearas?

Siegfried
Un pajarillo cantor del bosque que
con sus buenos consejos me lo dijo.
El Peregrino
Un pájaro puede hablar de muchas cosas,
pero ningún humano puede entender su lenguaje.
¿Cómo pudiste comprender lo que te cantaba?

Siegfried
Gracias a la sangre del terrible dragón que
maté en Neidhöhle: bastó que el fiero líquido
tocara mis labios para que yo pudiera entender
el canto de los pájaros.

El Peregrino
Si de verdad has matado al poderoso dragón,
¿quién te sugirió que lo hicieras?

Siegfried
Mime, un enano mentiroso, me condujo hasta él.
Él quería enseñarme lo que significa tener miedo,
pero el dragón me provocó abriendo su boca para
comerme, mas con un golpe de mi espada lo maté.

El Peregrino
¿Quién forjó la espada tan afilada y fuerte
que logró acabar con tan poderoso enemigo?

Siegfried
Yo mismo fuí quien la forjó, ya que el
herrero no pudo hacerlo.
Si no lo hubiera hecho, quizás
todavía estaría sin espada.

El Peregrino
Que bien, dime entonces
¿quién fabricó los duros fragmentos
con los cuales forjaste tu espada?

Siegfried
¿Cómo quieres que yo lo sepa?
Sólo sé que aquellos fragmentos
de nada me servirían si no hubiera forjado
la espada de nuevo.

El Peregrino
[Rompiendo a reir con alegre buen humor]
¡Eso es lo que yo creo!

[Observa contento a Siegfried]


Siegfried
[Con sorpresa]
¿Por qué te ríes de mí, anciano inquisidor?
Bueno sería que dejaras de carcajearte, y
que no me hicieras perder el tiempo charlando.
Si puedes indicarme el camino, habla pues;
si no, entonces mantén la boca cerrada.

El Peregrino
Paciencia, jovencito mío.
Si a tus ojos parezco de gran edad,
entonces con respeto deberías tratarme.

Siegfried
¡Una buena te has aventado con lo que has dicho!
Durante toda mi vida, solo un viejo se ha interpuesto
en mi camino, pero ahora me he deshecho de él.
Si te quedas así como estás, impidiéndome el paso,
te aviso desde este momento, vigila que no vaya a
sucederte lo mismo que le acaeció al enano Mime.

[Hace un ademán remarcado]


[Se acerca más al Peregrino]

¿Qué eliges?
¿Por qué llevas ese sombrero tan grande?
¿Por qué te cubre la cara?

El Peregrino
[Todavía sin cambiar su posición]
Es costumbre del Peregrino
cuando camina contra el viento.

Siegfried
[Se acerca para examinarlo más detenidamente]
Y bajo el sombrero te falta un ojo.
De seguro que alguien te lo arrancó de un
golpe, porque te interpusiste en su camino.
Ahora vete o fácilmente perderás el otro.

El Peregrino
Hijo mío, puedo ver que aún siendo un
ignorante, sí que sabes cuidar de ti mismo.
Me falta un ojo, y tú estás observando
el único que me queda para ver.
[Siegfried, quien estaba escuchando con atención,
repentinamente prorrumpe en carcajadas]

Siegfried
¡Ja, ja, ja, ja!
¡Bueno, eres divertido, eso te lo concedo!
Pero escúchame: no me quedaré a charlar.
Rápido, muéstrame el sendero que he de
seguir, y después tú puedes irte por el tuyo.
No te necesito para nada más, así que
habla o te sacaré del medio de un golpe.

El Peregrino
[Con gentileza]
He de decirte que si tu supieras quien soy yo,
mozalbete desvergonzado, estoy completamente
seguro de que no estarías abusando más de mí.
Mucho es lo que te aprecio pero tus amenazas
me causan demasiada congoja.

Aunque siempre he amado a los de tu radiante raza,


también ellos han aprendido a temer mi furiosa ira.
Tú que eres modelo de heroismo y que me eres tan
querido, no me hagas enfurecer, porque eso podría
destrozarnos tanto a ti como a mí.

Siegfried
¿Porqué no te has callado hombre irritante?
Sal de mi camino de una buena vez.
Ya sé cómo llegar hasta la mujer durmiente.
Mi pájaro, ese que se acaba de ir volando,
me lo ha dicho.

[Rapidamente se oscurece de nuevo]

El Peregrino
Tu pájaro se ha ido para ponerse a salvo,
porque reconoció en mí, al señor de los cuervos,
y sabe que sufrirá mucho si éstos lo atrapan.
No debes tomar el camino que te ha indicado.

Siegfried
[Soprendido, Siegfried da un paso atrás con aire de desafío]
¡Jo, Jo!
¿Y eres tú quien me lo va a prohibir?
¿Quién eres tú para querer detenerme?
El Peregrino
Es al guardián de la roca a quien deberías temer .
La doncella durmiente se halla allí prisionera
gracias a mi poder.
Aquel que la despierte, aquel que la consiga,
acabará por siempre con mi poder.
Un mar de llamas flota alrededor de la mujer
y un fuego brillante lame la roca.
Aquél que quiera tomarla por esposa,
tendrá que luchar contra las llamas ardientes.

[Ondea la lanza en dirección a la roca en las alturas]

¡Mira allá arriba! ¿Ves esa luz?


El resplandor va aumentando, el fuego
se va haciendo cada vez más grande.
Nubes de humo, llamas humeantes
se retuercen y alzan y chisporrotean.
Un mar de luz rodea tu cabeza como un halo.

[En las partes altas un parpadeo brillante s


e deja ver incrementando poco a poco su brillantez]

Las llamas voraces te golpearán y devorarán.


Regresa, muchacho imprudente.

Siegfried
¡Mejo regresa tú, jactancioso hablador!
Allí, donde el fuego quema debo ir
hasta Brünnhilde.

[Siegrfied comienza a avanzar


pero el Peregrino lo detiene]

El Peregrino
Si no tienes miedo del fuego, entonces será
mi lanza quien tendrá que impedírtelo.
Mi puño todavía sostiene el cetro del poder soberano.
Mi lanza ya ha destrozado antes la espada que tu
ahora blandes, por lo que otra vez podrá romperse
bajo mi lanza eterna.

[Saca la lanza y la extiende hacia Siegfried]

Siegfried
[Sacando la espada]
¡El enemigo de mi padre! ¿Así que ya te he encontrado?
¡Con cuanta gloria se me concede la venganza!
Blande la lanza: que mi espada la hará pedazos.
[Con un golpe de espada, Siegfried rompe en dos la lanza del Peregrino, de los
pedazos sale un rayo que se dirige a las alturas rocosas donde las siempre
brillantes llamas se vuelven visibles. Al mismo tiempo, con el golpe, un poderoso
trueno resuena y su sonido desaparece pronto. Los pedazos de la lanza caen a los
pies del Peregrino quien, en silencio los recoge]

El Peregrino
Vete.
No puedo impedírtelo.

[Desaparece en la oscuridad completa]

Siegfried
Ahora que su lanza ha sido destrozada,
el cobarde se ha marchado.

[La nubes tienen un brillo que se intensifica gradualmente y se hunde hasta la vista
de Siegfried]

¡Ay! ¡Qué fuego tan maravilloso! ¡Cómo brilla!


El sendero se abre ante mí amplia y radiante.
Me bañaré en el fuego y en el fuego encontraré
a la que ha de ser mi esposa.
¡Hoho! ¡Hahei!
Ahora tendré una compañera a quien amar.

[Siegfried se coloca el cuerno en los labieos y se zambulle dentro del fuego


ondeante que desde las alturas fluye hacia abajo para extenderse por todo el
primer plano del escenario]

[Siegfried, que pronto desaparece de la vista, parece ascender la montaña. Las


llamas brillan intensamente.]

[Desde este punto, en el cual las llamas del fuego brillan con más intensidad,
comienzan a exinguirse poco a poco dando lugar a que la nube se disuelva,
iluminada por lo que parece ser el rojizo brillo del alba]
Escena Tercera
[Las nubes se han desvanecido en un fino velo de bruma color rosado el cual se ha
dividido en dos, la parte superior se desaparece por arriba para finalmente
descubrir el total azul del cielo mientras que en el borde de la montaña rocosa se
vuelve visible (igual a como se vio en el tercer acto de Die Wälkure -La Valquiria-)
un ligero velo de niebla color rojiza de la alborada permanece suspendido, lo que
nos sugiere que el fuego mágico aún brilla por debajo. El arreglo de la escena es
exactamente igua al del cierre de Die Wälkure: en el primer plano del escenario,
bajo el ancho abeto, reposa profundamente dormida, Brünnhilde con su reluciente
armadura, su yelmo en la cabeza y su escudo cubriéndola]

[Viniendo desde atrás, Siegfried alcanza las rocas que bordean la cima y muestra,
primero, solo la parte superior de su cuerpo: da un vistazo largo rato, asombrado.]

Siegfried
[Suavemente]
¡Un lugar maravilloso y desierto en una cima soleada!

[Sube a la parte alta de la montaña y parado sobre una roca al borde del precipicio,
en la parte de atrás, observa con sorpresa la escena ante él. Mira hacia el bosque
al lado y se acerca un poco]

¿Qué es eso que duerme entre las sombras de los árboles?


Es un caballo profundamente dormido.

[Se acerca lentamente y se detiene, pasmado, al ver a Brünnhilde, quedándose


quieto a cierta distancia de ella]

¿Qué es eso que brilla allí?


¡Qué obra de metal tan reluciente!
¿Acaso mis ojos todavía están nublados por el fuego?
¡Armadura resplandeciente! ¿Debo cogerla?

[Toma y levanta el escudo y aprecia la figura de Brünnhilde.


La mayor parte de su rostro, sin embargo, esta oculta por el yelmo]

Mirad, un hombre con armadura.


¡Cómo me impresiona su figura!
Esa noble cabeza, ¿La oprime el yelmo?
Estaría más cómodo si se lo removiera

[Lentamente afloja el yelmo y lo levanta apartándolo


de la cabeza de la durmiente. Un largo cabello rizado
hace su aparición. Él se sobresalta]

[Tiernamente]
¡Oh! ¡Qué hermoso!

[Permanece hundido en la contemplación]

Nubes brillantes revolotean sobre las olas


del reluciente mar azul del cielo,
y los rayos del sol se ríen alegremente al brillar
por entre las olas de las nubes.

[Se agacha hacia la durmiente]

De su respiración agitada su pecho se cimbra.


¿Debo sacarle la armadura que le aprieta tanto?

[Intenta aflojar la coraza pectoral]

Ven, espada mía, y corta el acero.

[Siegfried saca su espada y con delizadeza corta los anillos en ambos lados de la
coraza y la levanta junto con la armadura para las piernas, por lo que Brünnhilde
ahora yace ante él, con una suave vestimenta femenina]

¡Esto no es un hombre!

[Se queda observando con gran excitación a la durmiente]

Un fuego mágico me devora el corazón;


una ansiedad abrasadora me nubla la vista:
me siento débil y mareado
¿A quién puedo llamar para que me salve y me ayude?
¡Madre, Madre, acuérdate de mí!

[Se hunde entre los senos de Brünnhilde]

[Se hace un largo silencio. Se levanta suspirando]

¿Cómo lograré despertar a la doncella y


lograr que sus parpados se abran?
Pero, cuando sus ojos se abran, no me cegará su mirada?
¿Soy lo suficientemente valiente para atreverme?
¿Podré soportar su brillo?
Estoy mareado; la cabeza me da vueltas
y empiezo a tambalearme.
Un ansia dolorosa me quema los sentidos,
mi mano tiembla sobre mi corazón.
¡Oh, Madre, Madre! ¡Tu valiente hijo!

[De modo apacible]


Una mujer yace ahí dormida
¡Y ella me ha enseñado a tener miedo!
¿Cómo puedo detener este miedo?
¿De donde sacaré el valor?
Si yo he de despertarme, también debo
despertar a la muchacha.

[Mientras se acerca a la figura durmiente, su aspecto hace que él fije su mirada


nuevamente y lo doblega con tiernas emociones. se agacha hacia ella más]

Sus labios como una flor se mueven con dulzura,


y su delicado temblor me hechiza con terror.
¡Ay! ¡Su aliento es tan hermoso, cálido y fragante!

[Como si estuviera desalentado]

¡Despierta, despierta!
¡Mujer maravillosa!

[Clava su mirada en ella]

No puede oírme.

[Lentamente, con expresión forzada]

Pues, deberé volverla a la vida


besando esos dulces labios, aunque me muera al hacerlo.

[Se derrumba suavemente, como si agonizara, sobre la figura dormida y, con los
ojos cerrados, une sus labios a los de ella. Brünnhilde abre sus ojos. Siegfried se
incorpora y se queda parado ante ella. Brünnhilde se sienta lentamente. Saluda al
cielo y a la tierra con ademanes majestuosos mientras recobra completamente la
conciencia]

Brünnhilde
¡Te saludo a ti, sol! ¡Te saludo a ti, luz!
¡Te saludo a ti, día reluciente!
He dormido durante mucho tiempo,
y ahora me han despertado.
¿Quién es el héroe que me ha despertado?

[Siegfried se queda absorto por su mirar y


su voz y se queda parado como si estuviera
enraizado al suelo]

Siegfried
Yo atravesé el fuego que se alzaba alrededor
de la roca y te quité el casco que te oprimía.
Me llamo Siegfried, y yo te he despertado.
Brünnhilde
[Sentada muy recta]
¡Os saludo dioses! ¡Te saludo a ti, mundo!
¡Te saludo a ti, tierra brillante!
Mi sueño ha llegado a su fin.
Ahora estoy despierta, puedo ver:
Siegfried es quien me ha despertado.

Siegfried
[Adelantándose visiblemente extasiado]
Bendita sea la madre que me trajo al mundo

Brünnhilde
[Con gran agitación]
Bendita sea la madre que te trajo al mundo.

Siegfried
Bendita sea la tierra que me alimentó.

Brünnhilde
Bendita sea la tierra que te alimentó.

Siegfried
Ellas me permiten mirar esos ojos
cuyo brillo me hace tan feliz.

Brünnhilde
Tus ojos eran los únicos que podían ver los míos.
Sólo tú podías despertarme.

[Ambos permanecen contemplándose mutuamente]

¡Oh, Siegfried, Siegfried! ¡Héroe maravilloso!


Tú me devolviste la vida con tu luz conquistadora.
Si tan sólo supieras, tú alegría del mundo,
cuanto tiempo te he amado.
Tú estabas presente en todos mis pensamientos y
eras mi sola preocupación.
Yo te alimenté con ternura antes de que fueras concebido;
y antes de que nacieras, mi escudo te protegió.
Todo ese tiempo, te he amado Siegfried.
Siegfried
[Suave y tímidamente]
Entonces, ¿mi madre no murió?
¿Era ella a la que a la que amaba sólo en sueños?

[Brünnhilde sonríe y extiende su mano


hacia él de modo amigable]

Brünnhilde
¡Mi querido niño! Tu madre no volverá.
Tú y yo seremos uno, si quieres amarme.
Lo que tú desconoces, yo lo sé por ti,
pero yo sólo lo sé porque te amo.
¡Oh Siegfried, Siegfried! ¡Brillo conquistador!
Yo siempre te he amado ya que era la única
que conocía el plan de Wotan.
El plan del que nunca pude hablar,
del que no pensé y sólo sentí.
Por ese plan, luché la batalla.
Por el desobedecí a quien lo había planeado.
Por el fui castigada, y sentenciada
porque no pensé lo que hacía y
me dejé llevar por mis sentimientos.
Y el plan ¿lo adivinas? era que yo te amara.

Siegfried
¡Que maravilloso es el sonido
de tu hermoso canto aunque no logre
comprender todo lo que dices!
La luz de tus ojos si que veo con claridad;
el roce de tu aliento es cálido;
tu voz cuando cantas resulta muy dulce.
Pero lo que tu canción dice
se me escapa al entendimiento.
No puedo imaginar lo pasado en mi mente,
pues todos mis sentidos sólo te ven y sienten a ti.
Me has atrapado con un miedo angustioso.
Tú eres la única que me ha enseñado el miedo.
Me has encadenado con fuertes grilletes.
¡No sigas impidiendo mi valentía!

[Con gran emoción sigue observándola.


Brünnhilde delicadamente voltea su cabeza
y mira hacia el bosque]
Brünnhilde
Ahí veo a Grane, mi fiel corcel;
que contento está de poder alimentarse
después de haber estado dormido como yo.
Además de mí, Siegfried lo ha despertado a él también.

Siegfried
[Permaneciendo en la misma posición]
Mis ojos se alimentan con el hechizo de tu boca.
Con sed de pasión mis labios se mueren
por beber de tus ojos.

[Brünnhilde percibe sus armas y


apunta con la mano hacia ellas]

Brünnhilde
Ahí veo el escudo que servía para proteger a los héroes,
y allí está el casco que me cubría la cabeza.
Ya ni me protegen, ni me cubren.

Siegfried
[Apasionadamente]
Una gloriosa muchacha me ha atravesado el corazón.
Una mujer me ha provocado una herida en mi mente
¡y yo que vine hasta aquí sin escudo!

Brünnhilde
[Con creciente tristeza]
Allí veo que brilla mi armadura;
una afilada espada la rompió en dos,
y me arrebató lo que defendía mi cuerpo virginal.
Me he quedado sin protección, sin refugio
y desarmada como una pobre mujer.

Siegfried
[Apasionadamente]
Llegué a ti a través de un fuego ardiente.
Ninguna armadura o coraza cubría mi cuerpo.
Ahora el fuego se ha apoderado de mi corazón.
La sangre me arde con llamas de pasión.
Un calor abrasador me quema por dentro.
El fuego que antes rodeaba la roca de Brünnhilde,
ahora arde en mi pecho.
¡Oh, mujer, apaga ese fuego!
¡Silencia las llamas abrasadoras!

[Él la ha abrazado impetuosamente pero ella se resiste con


sumo terror y se escapa yendo hacia el otro lado del escenario]
Brünnhilde
Ni siquiera los dioses se me acercaron tanto.
Los héroes se inclinaban con respeto
ante mi virginidad.
Era pura cuando salí de Walhalla.
¡Aflicción! ¡Oh, mi pena!
¡Aflicción por la situación tan vergonzosa
y deshonrosa en que hoy me encuentro!
Estoy destinada a pertenecer al hombre que me despertó.
Él rompió mi armadura y mi casco.
Ya no soy Brünnhilde.

Siegfried
Para mi sigues siendo la muchacha de los sueños.
El sueño de Brünnhilde todavía no he llevado a su fin.
Despierta. Sé mi mujer.

Brünnhilde
[Perturbada]
Mis sentidos están confusos.
Mi sabiduría permanece en silencio.
¿Acaso debo quedarme sin ella?

Siegfried
¿No me explicaste con tu canción como tu
sabiduría fue la luz que te guiaba a amarme?

Brünnhilde
[Clavando la mirada al frente]
Una miserable oscuridad me nubla la vista.
Mis ojos cada vez ven menos, pues su luz
se ha apagado. Para mi es como la noche.
De las sombras y la desgracia emerge una
turbulenta mezcla de miedo y confusión.
El horror viene corriendo hacia mí,
y se apodera de mi mente.

[Impulsivamente oculta sus ojos con las manos]

Siegfried
[Con gentileza retira sus manos de los ojos]
Tan sólo era la noche lo que asustó a tus ojos hechizadores.
Cuando desaparezca, también lo hará ese oscuro miedo tuyo.
Sal de la oscuridad y mira: el día reluce con el sol.

Brünnhilde
[En extremo agitada]
Tan brillante como el sol la luz ilumina mi deshonra.
¡Oh Siegfried! ¡Siegfried! ¡mira que asustada estoy!
[Su talante nos indica que un cuadro placentero se
ha presentado en su mente y, por esto, voltea a ver con ternura a Siegfried]

Yo siempre estuve Yo siempre estoy


Siempre envuelta en una dulce y ansiosa dicha,
siempre me preocupé por tu bienestar,
y todavía me preocupo.

[Con apasionamiento, pero con dulzura]

¡Oh Siegfried! ¡Hombre maravilloso!


¡Tú haces que el mundo esté tan lleno de vida!
¡Tú haces que la tierra viva, héroe sonriente!
¡Déjame! ¡Ay déjame! ¡Déjame sola!
No te me acerques; No te vuelvas salvaje al acercarte.
No me obligues con una fuerza que pueda romperme
en pedazos; no destruyas a tu amada.
¿Has visto alguna vez tu imagen reflejada
en las limpias aguas del río?
¿Te gustó lo que viste?
Si removiste el agua, echaste a perder
la clara quietud del río, y
perdiste la visión de la imagen entre
las aguas del remolino.
Por lo tanto, no me toques, no me hagas
desdichada, y así ante mis ojos siempre
permanecerás como un alegre héroe de sonrisa
feliz y luminosa.
¡Oh Siegfried! ¡Brillante muchacho!
Ama lo que tú eres, y deja en paz lo que yo soy.
¡No destruyas lo que te pertenece!

Siegfried
Yo te amo y si tu me amaras
Ya no soy dueño de mi mismo
¡Si pudiera tenerte!
Una maravillosa cascada fluye ante mis ojos.
Esa maravillosa corriente es lo único que mis
sentidos logran ver.
Si rompe mi reflejo, bien, pues ahora me muero
porque ese agua apague mi ardiente pasión.
Tal como estoy, me tiraré al río.
¡Ojalá sus olas me ahogaran con placer
y mi ansia se perdiera en la corriente!
¡Despiértate, Brünnhilde! ¡Despierta doncella!
Sonríe y vuelve a la vida para disfrutar
de los placeres más dulces.
¡Se mía! ¡Se mía! ¡Se mía!
Brünnhilde
[Con profundo sentimiento]
Oh, Siegfried ¡Siempre he sido tuya!

Siegfried
[Con apasionamiento]
Si siempre has sido mía, sé mía ahora.

Brünnhilde
Seré tuya por siempre y eternamente.

Siegfried
Lo que has de ser, puedes serlo ahora.
Si te cojo entre mis brazos y te abrazo con fuerza;
si mi corazón palpita de pasión junto al tuyo;
si tus ojos se encienden y el aliento de uno devora al otro,
tus ojos junto a los míos, tu boca sobre la mía,
entonces serás para mí lo que tenías miedo de ser
y lo que temes ser en el futuro, y yo me libraré de
esta ardiente inquietud si ahora eres mía.

[Él la abraza]

Brünnhilde
¿Soy tuya ahora? Una paz divina me fluye en las entrañas;
una luz Purísima emana del fuego; la sabiduría celestial
huye de mí perseguida por la alegría del amor.
¿Soy tuya ahora? ¡Siegfried! ¡Siegfried!
¿No me ves? ¿No te ciega mi mirada devoradora?
¿No te queman mis brazos al abrazarte?
¿No sientes cómo la sangre de mis venas
se apodera de ti como un fuego descontrolado?
¿No tienes miedo, Siegfried, no tienes miedo
de esta mujer loca de pasión?

[Ella lo abraza impetuosamente]

Siegfried
[Con alegre sorpresa]
¡Ay!
Cuando la sangre de nuestras venas nos queman el
uno al otro, cuando nuestros ojos en llamas nos
abrasan mutuamente, cuando nuestros cuerpos se
abrazan con pasión, yo recobro el coraje de mi
corazón y el miedo ¡ay! que nunca llegué a conocer,
el miedo que sólo tú lograste enseñarme, ese miedo
me parece tan absurdo que apenas ya lo recuerdo.
[Con estas últimas palabras, involuntariamente,
Siegfried suelta a Brünnhilde]

Brünnhilde
[Con una risa alegre y alocada]
¡Héroe infantil! ¡Muchacho maravilloso!
Ingenuo guardián de hechos gloriosos.
¡He de reírme porque te amo, quiero quedarme
ciega de tanto reírme; ojalá riamos y muramos,
y sigamos riendo mientras nos entierran!
¡Adiós, brillante mundo de Walhalla!
¡Derrúmbate castillo orgulloso!
¡Adiós, gloriosa pompa de los dioses!
¡Morid felices, raza de inmortales!
¡Vosotras Nornas, romped vuestra cuerda de símbolos!
¡Dejad que se acerque el crepúsculo para los dioses!
¡Dejad que la noche de la destrucción
haga descender sus tinieblas!
A mí me ilumina la estrella luminosa de Siegfried.
El será mío por siempre, siempre mío, él es todo lo que
poseo uno y todo, amor radiante, dichosa muerte.

Siegfried
Te despertaste a mí riendo, amada.
Brünnhilde está viva; Brünnhilde está feliz.
Saludo al día que brilla a nuestro alrededor;
Saludo al sol que resplandece sobre nosotros;
Saludo a la luz que hace marchar a la oscuridad;
Saludo al mundo donde Brünnhilde vive.
Ella está despierta, viva y me sonríe.
Los gloriosos rayos de la estrella
luminosa de Brünnhilde brillan sobre mí.
Ella es mía por siempre, siempre mía.
Ella es todo lo que poseo, uno y otro,
amor radiante, dichosa muerte.

Ambos

Amor radiante, dichosa muerte.


Amor radiante, dichosa muerte.
Amor radiante, dichosa muerte.

[Brünnhilde se lanza a los brazos de Siegfried]

[El telón cae]

FIN

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