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La mirada retrata a quien ve y lo que ve. Va y viene.

La mirada busca cuando una o


varias cosas desaparecen de su sitio. Las costumbres son inherentes a los seres
humanos. La mirada penetra y recuerda; es una suerte de radiografía: si falta una cosa,
rastrea, se inquieta, otea hacia la izquierda, hacia arriba, hacia cualquier recodo.
Pregunta: “¿dónde quedó?”, escombra: “no aparece”, cambia su haz: “desde este
ángulo se observa mejor”, e inquiere: a uno, a las cosas vecinas, a los amigos. Los
huecos incomodan, duelen. No siempre es factible llenarlos. Sustituir la taza vieja no es
sencillo. La taza vieja, la de las huellas, desportillada, descolorida, es uno y es un poco
como uno. El asa reconoce los dedos y los labios del dueño.

Las cosas, al igual que las ideas, tienen bagaje y memoria: almacenan nuestras
historias. La nostalgia no es invención, es necesidad. Lo saben los viejos utensilios: sus
cuerpos son tratados sobre nostalgia, melancolía y saudade. (...)

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