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MARAVILLAS
El conejo blanco, para ella, representaba el tiempo. Ese tiempo que ella
deseaba que pasara pronto, para que un día ella pudiera salir de ese
lugar. El tiempo que ella veía pasar tan rápido, pero tan lento...
El sombrerero loco era otro interno, su mejor amigo. Alguien que dejaba
su vida en el hospital menos amargada, con quien creaba varias teorías
sobre cómo sería la vida ahí fuera. El chico, en realidad, sufría de
síndrome bipolar, así que la personalidad del sombrerero en la historia lo
mostraba alegre, depresivo, tranquilo, enojado.
Los frascos " coma " y " beba ": las drogas que le daban. Por ser
extremadamente fuertes, en varias ocasiones Alice tenía sensaciones
diferentes y alucinaciones, así como si se hubiera reducido o aumentado
de tamaño.
Todo esto fue creado por la niña como si fuera un mundo paralelo. Una
realidad menos dolorosa de la que vivía. Ella ya no podía soportar ese
lugar y todo lo que le pasaba ahí dentro, así que decidió usar su
imaginación infantil para aliviar el dolor y el sufrimiento. La hermana
mayor de Alice es en realidad una enfermera del hospital, al que la
pequeña era muy apegada. La enfermera tenía un diario y él anotaba
todas las historias que Alice creaba en su mente. Todos los días la
enfermera iba a la habitación de la niña y escuchaba sus desabafos y las
aventuras que creaba en su mente. Sin dejar de escribir una palabra.
Alice Liddell tenía diez años recién cumplidos cuando Carroll, un joven
perturbado a decir de algunos, se cruzó en su vida. Carroll estudiante de
lógica y matemáticas, había abandonado la carrera eclesiástica por
motivo de una tartamudez que le impediría predicar desde el pulpito, y
se ganaba la vida haciendo fotografías, principalmente a niñas de entre
ocho y catorce años, lo que provocó que durante años corrieran ríos de
tintas acerca de la posible tendencia pederasta de Carroll.
Cierto día, en que las hermanas Liddel, Loreine de trece, Alice, y Edith de
ocho, se encontraban en un paseo por el Tamesis en compañía de su
amable vecino Carroll y del reverendo Duckwort, las pequeñas
insistieron al escritor para que este les contara un cuento. Pillado de
sorpresa, empezó a contar la historia de una chica llamada Alicia, a la
que le sucedían mil peripecias bajo tierra, historias absurdas en un
cuento totalmente improvisado, improvisación perfectamente reflejada
posteriormente en la versión escrita. Alice quedó tan impresionada con
el cuento que prácticamente fue la que obligó a Lewis a escribirlo. Este,
obediente a los caprichos de su amiguita, lo transcribió de su propio
puño y letra, lo acompañó con ilustraciones propias, y se lo ofreció como
regalo en la siguiente Navidad. Carroll no tenía intenciones de publicar
estas primitivas «Aventuras de Alicia bajo Tierra», pero ante la
insistencia de todos quienes lo leían, y a quienes tanto le gustaban,
Carroll optó por reformatear la obra original, dicen que quitando algunas
referencias personales, que podrían afectar tanto a su reputación como
a la de Alice. Finalmente en la primera edición impresa se descartaron
los dibujos de Carroll, siendo sustituidos por los de un tal Tenniel.
Carroll hizo fotografías como aficionado entre 1856 y 1880. Sus modelos
favoritas eran niñas de corta edad, hijas de sus compañeros de la
universidad o de amigos y también algunas que conocía por la calle; en
su estudio, y siempre con permiso paterno, las fotografiaba mientras las
distraía con cuentos, acertijos y juegos. Tenía un baúl de trajes con los
que muchas veces las disfrazaba para representar personajes de cuento
o de leyenda o situaciones como la mendicidad. Las sospechas de
pederastia, pederastia que nunca fue ni denunciada ni demostrada, solo
basada en especulaciones, consiguieron que finalmente Carroll
renunciara a su afición.