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3.

1 Proceder ético en las instituciones y organizaciones

Las instituciones son mecanismos de orden social que procuran normalizar el comportamiento de
un grupo de individuos. Las instituciones en dicho sentido trascienden las voluntades individuales
al identificarse con la imposición de un propósito, en teoría considerado como un bien social, es
decir: normal para ése grupo. Su mecanismo de funcionamiento varía ampliamente en cada caso,
aunque se destaca la elaboración de numerosas reglas o normas que suelen ser poco flexibles.

El término institución se aplica por lo general a las normas de conducta y costumbres consideradas
importantes para una sociedad, como las particulares organizaciones formales de gobierno y
servicio público.

Como estructuras y mecanismos de orden social, las instituciones son uno de los principales
objetos de estudio en las ciencias sociales, como la antropología, la sociología, la ciencia política y
la economía entre otras. Las instituciones son también un tema de estudio central para el derecho,
el régimen formal para la elaboración e implantación de reglas. La creación y evolución de las
instituciones es un asunto, desde luego, que ha jugado un papel preponderante en la historia de
las sociedades, existiendo incluso una historia de las instituciones dedicada a su estudio. El
institucionalismo es un enfoque particular o tendencia de algunas corrientes dentro de estas
ciencias sociales.

Por su parte, las organizaciones son sistemas sociales diseñados para lograr metas y objetivos por
medio de los recursos humanos y de otro tipo. Están compuestas por subsistemas
interrelacionados que cumplen funciones especializadas que forman una estructura sistemática de
relaciones de interacción. Una organización solo existe cuando hay personas capaces de
comunicarse y que están dispuestas a actuar conjuntamente para obtener un objetivo común.

La Ética en las Instituciones Públicas

Dentro del concepto de vida de las organizaciones se ha podido resaltar la importancia de las
estrategias a largo plazo que, a través de fines y medios acordes, apuntan a la construcción de un
proyecto común. En particular, en las organizaciones públicas, tal proyecto común involucra tanto
a los actores incluidos en las organizaciones, como a los que resultan de una u otra manera
afectados por las decisiones que se adopten.

La vida pública implica la realización de los fines establecidos a través de mediaciones en las cuales
cobra importancia el plano de las decisiones que, a partir de convicciones, producen efectos de los
cuales es necesario hacerse responsable. De este modo, las decisiones que se adoptan en las
organizaciones públicas implican el triple nivel de las convicciones, las acciones y la
responsabilidad. Visto desde esta perspectiva, el plano ético resulta la plataforma a partir de la
cual, las decisiones en el ámbito público realizan en la práctica la inteligencia de la vida de la
organización.
Una institución pública es un organismo que generalmente depende del gobierno o del estado el
cual presta sus servicios a todo el público en general. Es decir, día con día un gran numero de
personas tienen contacto con estos organismos buscando sus servicios.

La ética en las instituciones públicas se refiere a una serie de posturas y normas que adopta una
institución pública. La importancia de dichas posturas éticas adoptadas por las instituciones
públicas radica en el hecho de que afectan e influyen de una u otra manera en las personas que
entran en contacto con estas instituciones día a día. Esto quiere decir que algunas de las posturas
éticas adoptadas por las instituciones públicas se verán reflejadas en nuestra sociedad y en la vida
cotidiana.

Es por esto que las instituciones públicas a la hora de determinar que posturas adoptaran deben
de ser sumamente cuidadosas y responsabilizarse puesto que afectaran a un gran número de
personas.

Hay algunas posturas éticas que todas las instituciones públicas deben de tener como son:

Equidad: Esta se refiere a que las instituciones públicas le deben dar el mismo trato a todas las
personas sin importar su género, color de piel, religión, etc.

Respeto: Se refiere a que las instituciones públicas deben tomar en cuenta, apreciar y valor los
derechos y cualidades de las personas.

Honestidad: Se refiere a que las instituciones públicas le deben de dar un trato justo a las personas
que entren en contacto con la institución pública sin abusar de estas.

Responsabilidad: Se refiere a que las instituciones públicas deben de comprometerse a que sus
servicios sean los adecuados.

Ética en las organizaciones

Como ya vimos, la ética es el conjunto de principios y valores que hace más humana y meritoria la
convivencia entre los hombres. Sus principios se fundan como paradigmas morales para ser
aplicados mediante una correspondiente necesidad de clarificación y de discusión pública; estos
son conocidos independientemente y previamente antes de su aplicación. Los valores son las ideas
abstractas regidas por el pensamiento y acción para soportar la cultura, visión y misión de una
persona.

En una organización, vendrían a ser las creencias radicadas en el negocio y en su gente para guiar
la estrategia organizacional. La ética empresarial está ajustada para desvanecer conflictos
existentes en la organización mediante una reflexión moral que ayude el trazo de las discusiones y
maniobras con acuerdos justificados apropiados a la conducta.

Hay muchas razones para plantearse la necesidad de una ética de las organizaciones como ámbito
de estudio específico de la ética aplicada. Una de las más sobresalientes es que la ética corporativa
ha de hacerse pública; no puede quedar como habitualmente sucede en las convicciones morales
individuales, en el "fuero interno".

Enfrentadas a sus responsabilidades, las organizaciones no pueden albergar "sentimientos"


morales (culpabilidad, vergüenza, orgullo, sentido del deber) como les sucede a las personas que
han tenido alguna educación moral. Las organizaciones han de responder a sus responsabilidades
con decisiones colectivas.

El que una organización deba responsabilizarse de sus actos no es nuevo. En todos los países
desarrollados hay legislación detallada, civil, penal, laboral, administrativa, mercantil, que
especifica que responsabilidades tienen las personas y las corporaciones. En los países
desarrollados hay además sistemas judiciales suficientemente fiables que tratan de imponer las
responsabilidades legales cuando es necesario. Lo que es nuevo es la conciencia social de que esa
responsabilidad corporativa existe, y que debe hacerse efectiva incluso cuando la ley no alcanza a
imponerla. Por ejemplo cuando atañe a hechos realizados fuera de las fronteras del país de
nacionalidad de la corporación, cuando ninguna ley protege el bien afectado o cuando el
procedimiento de reparación judicial es tan lento que resulta inútil.

Toda empresa u organización debe estar respaldada de un código ético por el que se rige todo su
personal, además, de su responsabilidad social de cumplir con la comunidad donde opera, con su
clientes.

Hace tiempo que las grandes corporaciones aprendieron que las mayores sanciones que pueden
sufrir no son las impuestas por los gobiernos, sino la pérdida de su reputación y de la confianza de
los mercados. En este contexto la gestión de la responsabilidad corporativa se hace cada vez más
relevante no sólo como parte de la gestión del riesgo o de una política eficaz de relaciones
públicas, sino como parte integral de la dirección y la organización de las empresas. Con una ética
que de confianza, respalde la operatividad de la empresa.

Por último, consideremos la importancia de tomar en cuenta lo que representan los código de
ética y sobre ellos, señala Roberto de Michele, un abogado especializado en consultoría de
empresas, que los dos aspectos fundamentales de los códigos de ética empresarial son: Las reglas
que surgen a partir de la decisión del top management de la organización. La idea es que los
miembros de la compañía cumplan los objetivos sin perder la coherencia respecto a los objetivos
establecidos por sus líderes.

3.1.1 Código de ética de las instituciones y organizaciones

Ejemplo 1:

Instituciones públicas

Código de Ética de los Servidores Públicos

de la Administración Pública Federal


Bien común

Todas las decisiones y acciones del servidor público deben estar dirigidas a la satisfacción de las
necesidades e intereses de la sociedad, por encima de intereses particulares ajenos al bienestar de
la colectividad. El servidor público no debe permitir que influyan en sus juicios y conducta,
intereses que puedan perjudicar o beneficiar a personas o grupos en detrimento del bienestar de
la sociedad. El compromiso con el bien común implica que el servidor público esté consciente de
que el servicio público es un patrimonio que pertenece a todos los mexicanos y que representa
una misión que sólo adquiere legitimidad cuando busca satisfacer las demandas sociales y no
cuando se persiguen beneficios individuales.

Integridad

El servidor público debe actuar con honestidad, atendiendo siempre a la verdad.

Conduciéndose de esta manera, el servidor público fomentará la credibilidad de la sociedad en las


instituciones públicas y contribuirá a generar una cultura de confianza y de apego a la verdad.

Honradez

El servidor público no deberá utilizar su cargo público para obtener algún provecho o ventaja
personal o a favor de terceros. Tampoco deberá buscar o aceptar compensaciones o prestaciones
de cualquier persona u organización que puedan comprometer su desempeño como servidor
público.

Imparcialidad

El servidor público actuará sin conceder preferencias o privilegios indebidos a organización o


persona alguna. Su compromiso es tomar decisiones y ejercer sus funciones de manera objetiva,
sin prejuicios personales y sin permitir la influencia indebida de otras personas.

Justicia

El servidor público debe conducirse invariablemente con apego a las normas jurídicas inherentes a
la función que desempeña. Respetar el Estado de Derecho es una responsabilidad que, más que
nadie, debe asumir y cumplir el servidor público. Para ello, es su obligación conocer, cumplir y
hacer cumplir las disposiciones jurídicas que regulen el ejercicio de sus funciones.
Transparencia

El servidor público debe permitir y garantizar el acceso a la información gubernamental, sin más
límite que el que imponga el interés público y los derechos de privacidad de los particulares
establecidos por la ley. La transparencia en el servicio público también implica que el servidor
público haga un uso responsable y claro de los recursos públicos, eliminando cualquier
discrecionalidad indebida en su aplicación.

Rendición de cuentas

Para el servidor público rendir cuentas significa asumir plenamente ante la sociedad, la
responsabilidad de desempeñar sus funciones en forma adecuada y sujetarse a la evaluación de la
propia sociedad. Ello lo obliga a realizar sus funciones con eficacia y calidad, así como a contar
permanentemente con la disposición para desarrollar procesos de mejora continua, de
modernización y de optimización de recursos públicos.

Entorno cultural y ecológico

Al realizar sus actividades, el servidor público debe evitar la afectación de nuestro patrimonio
cultural y del ecosistema donde vivimos, asumiendo una férrea voluntad de respeto, defensa y
preservación de la cultura y del medio ambiente de nuestro país, que se refleje en sus decisiones y
actos. Nuestra cultura y el entorno ambiental son nuestro principal legado para las generaciones
futuras, por lo que los servidores públicos también tienen la responsabilidad de promover en la
sociedad su protección y conservación.

Generosidad

El servidor público debe conducirse con una actitud sensible y solidaria, de respeto y apoyo hacia
la sociedad y los servidores públicos con quienes interactúa. Esta conducta debe ofrecerse con
especial atención hacia las personas o grupos sociales que carecen de los elementos suficientes
para alcanzar su desarrollo integral, como los adultos en plenitud, los niños, las personas con
capacidades especiales, los miembros de nuestras etnias y quienes menos tienen.

Igualdad

El servidor público debe prestar los servicios que se le han encomendado a todos los miembros de
la sociedad que tengan derecho a recibirlos, sin importar su sexo, edad, raza, credo, religión o
preferencia política. No debe permitir que influyan en su actuación, circunstancias ajenas que
propicien el incumplimiento de la responsabilidad que tiene para brindar a quien le corresponde
los servicios públicos a su cargo.

Respeto

El servidor público debe dar a las personas un trato digno, cortés, cordial y tolerante. Está obligado
a reconocer y considerar en todo momento los derechos, libertades y cualidades inherentes a la
condición humana.

Liderazgo

El servidor público debe convertirse en un decidido promotor de valores y principios en la


sociedad, partiendo de su ejemplo personal al aplicar cabalmente en el desempeño de su cargo
público este Código de Ética y el Código de Conducta de la institución pública a la que esté
adscrito. El liderazgo también debe asumirlo dentro de la institución pública en que se
desempeñe, fomentando aquellas conductas que promuevan una cultura ética y de calidad en el
servicio público.

El servidor público tiene una responsabilidad especial, ya que a través de su actitud, actuación y
desempeño se construye la confianza de los ciudadanos en sus instituciones.

3.2 Responsabilidad social de las instituciones y organizaciones

La definición de la responsabilidad social de la empresa admite varias acepciones, pero todas


coinciden en que se trata de un enfoque que se basa en un conjunto integral de políticas, prácticas
y programas centrados en el respeto por la ética, las personas, las comunidades y el medio
ambiente.

Se emplea para describir una amplia variedad de iniciativas de orden económico, social y
medioambiental tomadas por empresas, que no se fundan exclusivamente en requisitos jurídicos y
son, en su mayoría, de naturaleza voluntaria.

La responsabilidad social de las empresas no es algo nuevo, sin embargo hoy en día es uno de los
temas que concita, la máxima atención del sector empresarial y del resto de la sociedad.

En los últimos años han surgido diferentes iniciativas mundiales que han impulsado la
incorporación de la Responsabilidad Social en la estrategia empresarial. Diferentes instituciones y
organizaciones han desarrollado iniciativas para promover y fomentar el comportamiento
socialmente responsable de las empresas. Generalmente todas estas iniciativas o proyectos
incluyen una serie de normas o recomendaciones que incorporan un compromiso por parte de los
estados adheridos para fomentar su desempeño en el entramado empresarial de sus respectivos
países.

Mediante estos proyectos mundiales, lo que también se busca es uniformidad de principios,


actuaciones y medidores de la responsabilidad social de forma que la labor de las empresas en
este ámbito pueda ser reconocida no sólo en el entorno más cercano de la empresa sino también
en el ámbito internacional.

Una de estas iniciativas ha sido el desarrollo por parte de ISO de una Norma Internacional sobre
Responsabilidad Social, con el objeto de producir “un documento guía, escrito en un lenguaje
sencillo que resulte comprensible y práctico para quienes no son especialistas” y no prevista para
utilizar con propósitos de certificación.

3.2.1 Desarrollo del concepto de Responsabilidad social

Como otros muchos conceptos en torno a la gestión de empresas, el concepto de Responsabilidad


Social surge en Estados Unidos, a raíz de la guerra de Vietnam y otros conflictos como el Apartheid
a finales de los cincuenta.

Milton Friedman (Premio Nóbel de Economía en 1976) exponía en 1970 que lo responsable desde
la empresa era preocuparse del retorno para el propietario (accionista en el caso de las sociedades
anónimas) y que, el destinar recursos fuera de este objetivo era irresponsable por parte de los
administradores de la misma. El único objetivo de la empresa es el beneficio económico, aunque
también reconocía que los directivos deben actuar de conformidad con las reglas básicas de la
sociedad: aquellas incorporadas en la legislación y en los usos éticos. De esta manera, cualquier
actuación en contra de los intereses de los accionistas, estaría gastando su dinero y reduciendo
sus dividendos, lo que correspondería a aplicarles un impuesto y decidir cómo habría que gastar el
mismo; ello también supondría usurpar las funciones del gobierno en su faz ejecutiva y legislativa.
La postura de Friedman, que niega la Responsabilidad Social de la empresa, ha sido seguida por las
empresas hasta casi los años noventa de la centuria pasada.

En oposición a Friedman, Melvin Anshen, en 1970, afirma que están surgiendo nuevas presiones y
demandas desde la sociedad hacia las empresas y habla de que existe un “contrato social” entre
las empresas y la sociedad. Por su parte Kenneth Arrow (premio Nóbel de economía en 1972), en
un artículo sobre la Responsabilidad Social y la eficiencia económica en 1973, defiende que en
mercados imperfectos no existe justificación social para la maximización de beneficios.

En los ochenta aparece el concepto de stakeholder (grupo de interés), como complemento al


shareholder (accionista), como único interesado en la empresa. Según este nuevo punto de vista,
el empresario no sólo debe de tener en cuenta al accionista, sino que además debe de tener en
cuenta a todos los grupos de interés (clientes, trabajadores, proveedores, sociedad, sin olvidarse
del inversor-accionista). Esta visión de la gestión de la empresa va en línea con la defendida desde
los principios de la Calidad Total, donde para la buena marcha de la empresa y el beneficio a largo
plazo, nos debemos de preocupar por la satisfacción de los clientes, que se consigue con la
satisfacción de los trabajadores, proveedores y sociedad, lo que lleva a una mayor implicación de
los grupos de interés.

Desde 1990 hasta ahora es muy abundante la literatura en torno a la Responsabilidad Social.

Hechos como la Conferencia de Estocolmo en 1972, el Informe Brundtland en 1987 o el Protocolo


de Kyoto en 1997; el nacimiento de grupos civiles como Amnistía Internacional, WWF, Greenpeace
o Transparencia Internacional; las iniciativas formales empresariales como AA1000, SA8000, las
Directrices de la OCDE o el mismo Pacto Mundial; así como el surgimiento de organizaciones como
la Global Reporting Inititative o el Instituto Ethos, son todos, acontecimientos que han servido
como bloques para levantar esta construcción social y medioambiental conocida como
Responsabilidad Social Empresarial.

Hoy, la Responsabilidad Social se halla institucionalizada, a través de distintos organismos


alrededor del mundo; hoy se habla ya de una manera sólida de sustentabilidad; hoy se han
realizado grandes documentos como el Libro Verde y el Blanco; y se han publicado guías
extraordinarias como las Directrices de la OCDE o la tan ansiada ISO26000 que aún no llega pero
que ya podemos vislumbrar.

Finalmente, habría que subrayar la sutil diferencia que existe entre el significado de la
responsabilidad social corporativa (RSC) y de la responsabilidad social empresarial (RSE), en la
medida en que distinguen entre la empresa y la corporación, entendiendo que ésta última
incorpora a todas las organizaciones, empresariales o no e independiente de su tamaño, aunque
para muchos ambas expresiones significan lo mismo.

Sí es unánime la diferencia entre RSE o RSC y responsabilidad social (RS). La responsabilidad social
se entiende como el compromiso que tienen todas las y los ciudadanos, las instituciones -públicas
y privadas- y las organizaciones sociales, en general, para contribuir al aumento del bienestar de la
sociedad local y global.

Es necesario decir que con frecuencia, se abrevian indistintamente las tres para referirse a la
responsabilidad social corporativa. En todo caso la RS se aplica no sólo a las compañías privadas.
La Responsabilidad Social Corporativa (RSC), se ha ampliado para incorporar a las agencias
gubernamentales y a otras organizaciones, que tengan un claro interés en mostrar cómo realizan
su trabajo.

3.2.2 Contexto actual de la responsabilidad social

En el siglo XIX algunos empresarios industriales en Europa y en los EE.UU. se preocuparon por la
vivienda, el bienestar y la caridad de sus empleados. Junto con la aparición de movimientos
contrarios a grupos que consideraban poco éticos al lucrarse con productos perjudiciales para la
sociedad, como venta de tabaco, alcohol, etcétera.
En el siglo XX y con el desarrollo del Estado de Bienestar, el sentimiento filantrópico se volcó en
relaciones formales integrales dentro de las instituciones; cuando hasta entonces el único objetivo
empresarial había sido aumentar la productividad y los beneficios económicos.

Aunque la expresión surge entre los 50-60 en EE.UU., no llega a desarrollarse en Europa hasta los
90, cuando la Comisión Europea para implicar a los empresarios en una estrategia de empleo que
generase mayor cohesión social, utilizó el concepto. Pues en la sociedad europea había cada vez
más problemas en torno al desempleo de larga duración y la exclusión social que eso suponía.

Más tarde en 1999 el secretario general de la ONU durante el Foro Económico y Mundial de Davos
pidió que se adoptasen valores con rostro humano al mercado mundial. Lo cierto es que desde los
años noventa este concepto ha ido cobrando fuerza y evolucionado constantemente, tras el
advenimiento de la globalización, el aceleramiento de la actividad económica, la conciencia
ecológica y el desarrollo de nuevas tecnologías.

Hay ciertos organismos de carácter internacional que se encargan de delimitar en lo posible el


concepto teórico de la RSC, cuyas directrices sirven como orientación para las empresas que se
deciden a transitar por este camino. Dentro de los más destacados se podría citar a los siguientes:

Global Compact (Pacto Mundial) de Naciones Unidas

Global Reporting Initiative (Iniciativa para la Rendición de Cuentas Global)

Además, existen otras entidades e iniciativas nacionales con una especialización en el tema de la
RSC, que están contribuyendo de forma determinante a la creación y difusión de una cultura
responsable entre las organizaciones que forman el tejido empresarial de cada país.

Como documento decisivo acerca de la RSC en Europa, destaca el llamado libro verde europeo
sobre ésta. El artículo 116, de la ley francesa sobre nueva reglamentación económica del 2001,
incluso impone la obligación jurídica a las empresas, de informar acerca de sus acciones de índole
social.

En Brasil, la coalición presidida por el izquierdista Luis Ignacio "Lula" Da Silva, en la que participan
numerosos empresarios, ha promovido la RSC y existe un proyecto de Ley de Responsabilidad
Social de octubre del 2003. Existen normas oficiales acerca de la RSC como la norma SA 8000
(Social Accountability Standard 8000) impulsada por el Council on Economic Priorities y aplicada
por SAI, así como la Norma SGE 21 de Forética, única norma en el mundo que certifica
globalmente la RSC en todos sus ámbitos, EFR1000 de la Fundación + Familia que incide
especialmente en lo que se denominaría "Ámbito Social Interno" de una organización, una nueva
norma sobre conciliación laboral que está teniendo un fuerte crecimiento en todo el ámbito de
habla hispana.

Según la ONG Accountability en un ranking de los 108 países cuyas empresas tienen un mayor
grado de desarrollo de la Responsabilidad Social Empresarial, los líderes son Suecia, Dinamarca,
Finlandia, Islandia, Reino Unido, Noruega y Nueva Zelanda.
3.3 Derechos humanos laborales

Reconociendo, a partir de sus propios principios, que es necesario manejar una concepción
integral de los derechos humanos sin escindirlos en clasificaciones que podría inducir a la idea
errada de prelación de unos u otros, nos parece importante, a efectos didácticos, destacar la
evolución histórica que refleja su progresiva institucionalización en el orden interno como en el
internacional.

1. Derechos Civiles y Políticos (DCP)

Son aquellos que tienen por objeto la tutela de la vida, la libertad, la seguridad y la integridad
física y moral de la persona, así como de su derecho a participar en la vida pública y de Gobierno.

2. Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC)

Son los derechos vinculados a la satisfacción de las necesidades socioeconómicas, es decir,


orientados a lograr adecuadas condiciones de vida, acceso a servicios y bienes materiales y
culturales, que permitan alcanzar una calidad de vida aceptable y digna.

A diferencia de los Derechos Civiles y Políticos en donde el Estado debe, por lo general, abstenerse
para que el individuo pueda ejercer sus derechos sin trabas, en el caso de los llamados Derechos
Económicos, Sociales y Culturales, el Estado debe más bien actuar y prestar su apoyo material y
político para lograr que todas las personas disfruten de ellos.

Durante mucho tiempo dicha distinción dio la excusa para argumentar la naturaleza diferente
entre ambos grupos de derechos, lo que "legitimó los intentos tradicionales de conceder a los
derechos sociales un estatuto distinto y claramente inferior. (...) El principio de "indivisibilidad"
contradice todos los intentos de mantener la separación y negar a los derechos sociales el rango
concedido a los derechos civiles y políticos".

3. Derechos Colectivos o de Solidaridad

Actualmente se viene desarrollando una nueva dimensión de los derechos, que está en pleno
proceso de reconocimiento internacional como son los derechos al desarrollo, a la paz, a la
preservación del medio ambiente y a un equilibrio ecológico.

4. Derechos humanos laborales

Del conjunto de derechos humanos, existen una serie de ellos vinculados al trabajo y a los
trabajadores/ras conocidos como derechos humanos laborales, son los que se orientan a
posibilitar condiciones mínimas de vida y de trabajo para todas las personas, así como la
organización de los trabajadores/ras para su defensa, reivindicación y participación sociopolítica.
La Libertad sindical, forma parte del conjunto de estos derechos y como tal ha sido recogida en
una serie de instrumentos internacionales, siendo regulada en forma expresa por los Convenios 87
y 98 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

En la actualidad está "universalmente admitido que no es posible el desarrollo de la libertad


sindical sin la preexistencia efectiva de los demás derechos humanos y que tampoco es posible el
completo ejercicio de éstos, sin la vigencia de aquélla. En otras palabras, la libertad sindical no es
posible sin el ejercicio de los otros derechos humanos, y viceversa".

Es más, podríamos decir que la Libertad sindical es la expresión de una síntesis de los derechos
humanos, porque a través del ejercicio de sus acciones de defensa, reivindicación, participación
sociopolítica y lucha, enriquece los contenidos e impulsa la progresividad de los derechos
humanos en su conjunto. De hecho, no es posible hablar de derecho del y al trabajo sin vincularlo
al ejercicio del derecho de libertad sindical como garantía de la justicia social en las relaciones
laborales.

Otro argumento, no menos importante, para justificar "la protección de la libertad sindical reside
en el hecho de que, tal como hoy es universalmente aceptado, el movimiento sindical ha pasado a
constituir uno de los pilares sociales fundamentales que sustentan las sociedades democráticas.
Esto debido (...). A que el derecho de los trabajadores a la libertad sindical, (...), constituyen
herramientas claves para el fortalecimiento del ejercicio de todos los derechos humanos, en razón
de que habilitan medios por los cuales se postulan, afirman y defienden otros derechos
fundamentales de las personas". De hecho, "pasar revista al significado contemporáneo de la
libertad sindical, implica reconocer que fue también, gracias a la sacrificada aunque no siempre
reconocida lucha de los sindicatos en pos de la reivindicación de derechos democráticos básicos en
el lugar de trabajo (...) que se abrieron espacios en nuestras sociedades para un correlativo y
simultáneo reconocimiento de ciudadanías integrales y modernas".

Por su parte la CIOSL/ORIT señala que: "Las Libertades Sindicales se convierten en importante
instrumento para luchar por una reivindicación amplia de los Derechos Humanos". Desde su
perspectiva, entienden a la libertad sindical como un derecho "bisagra" en la medida que se
vincula tanto con los derechos civiles y políticos como con los derechos económicos, sociales y
culturales.

En la actualidad, aun cuando hay una aceptación retórica de que los "derechos laborales también
son derechos humanos", a menudo falta voluntad política por incluir los derechos del
trabajador/a-ciudadano/a en la práctica de los derechos humanos por parte de los Gobiernos e
incluso de algunos organismos internacionales.

Es evidente que mientras se mantenga un escenario mundial de desconocimiento y violación de


tales derechos, los derechos humanos de todas las personas se verán afectados. Situación
preocupante cuando con la "mundialización de la economía y los imperativos de la productividad
han motivado también en sectores poco visionarios los argumentos que tienden a disminuir,
cuando ya no a suprimir, los derechos de los trabajadores en aras de una mayor competitividad
basada en condiciones de trabajo muy a menudo inaceptables". Posturas que profundizan la
fragilidad de su reconocimiento

La defensa de los Derechos Humanos Laborales supondría una utopía si se entiende como una
idea movilizadora de la conciencia humana; aquello por lo cual se debe luchar. "No se trata de
confrontar el ideal con la realidad de las violaciones para demostrar que no existe y que en
consecuencia debería ser desechado. Se trata de exigir el ideal para cuestionar e interpelar la
realidad exigiendo su transformación"

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