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PROFECÍAS

DE LA
SOMBRA
DE UNA
ESTRELLA

ONOF
Dedico humildemente
Este libro
A la memoria
De los poetas franceses
POEMA I

La puñalada del silencio bajo el resplandor de la aurora deja a las estrellas frías de miedo

Y el líquido de las bocas blasfemas de los demonios es púrpura y hediondo

Y la muerte mastica los frutos de las copas de los árboles en un ataque de rabia

Entonces el río menciona el odio que se tienen los amantes en el colapso de sus cuerpos

Quizás hoy veré llover desde la pendiente donde se arrojaron los hijos de los reyes

Porque la malicia es la ofuscación de un alma vil que aborrece de todo

Satisfactoriamente el pez ha abolido las lamentaciones y las quejas

Ya no brillan los blasones en el día del bochornoso solsticio de verano

Y los cables se han derretido como una lava de un volcán furioso

Cuánto cuestan las fuerzas de un titán que suplica a los cielos el atrevimiento de los hombres

Que en el vuelo del fénix ven morir la resurrección de los espíritus

***
POEMA II

Se ha hallado a la lluvia muerta en las vísceras del letargo de los amantes

Cuando el trino de los jazmines padecían de polvos de oro

En los recintos de los castillos donde los pianos repiten las melodías

La felicidad de los amantes suele ser una jauría de lobos negros

Que fatigados beben el néctar de los ríos olvidados

Y sienten susurrar locuras a los montes luciferinos

Allá lejos donde el filo de la espada se quiebra en el horizonte de las llamas

La rosa solitaria se vuelve cenizas cuando el crepúsculo baña al rojo piélago

Y los amantes en éxtasis se despiden del mar de la luna

Para fundir sus mentes en la fuga de los escorpiones

La delicia de las estrellas en la esmeralda del rocío

Tristemente resuelve el adiós de los amantes

Que se escapan por los bordes de la sombra

Haciendo pasión los fuegos del amor

***
POEMA III

Solo cuento con una prisión de amaneceres que festejan al viento

La muerte de los pájaros del odio que lastiman mis pupilas con sus uñas de azabache

Mi franqueza ha quedado en el abismo de un pozo

Donde un cuervo acaricia con sus alas la tardanza de una respuesta

Y con los brazos en alto en la soledad de la noche trato de tocar la silueta de la luna

Que ilumina la oscuridad de mis sueños

Puedes oír acaso los pasos de las estrellas que se apagan para no tener esperanzas

Y el grito de los héroes que desgarrados en sus tumbas claman por una flor efímera

Solo el ángel ha quedado en el ostracismo del silencio

Y tú has gastado el aliento en un frío infierno que te paraliza la médula

Quizás sientas lástima por la tragedia de los pobres

Pero tus remordimientos tienen el sabor de la cicuta

Solo el recuerdo de tu pasado es la traición de tus deseos cuando lloras

Porque has perdido el furor y todo se ha vuelto un tormento que ha destruido tus fuerzas

Y la tristeza de los tiempos ha alterado las voces que se despiden del azur

Al cual homenajeabas con un brindis con la copa de vino

Que bebías con fanática ambigüedad

Cuando la imaginación de una sinfonía mantenía la falsedad de una sonrisa

Que hacía estallar el cristal de los sentimientos

Hoy ya nada queda del terror de los festines

Tan solo el leve fluir de los días permanece…

***
POEMA IV

Llega a las palmas de mis manos el insomnio del dragón

Y sus pupilas son olas de un mar de azufre que devora los números

En el lienzo de una fortificación del pensamiento abstracto

Que trasciende la muralla de esmeraldas en el círculo del viento

Y que imagina la raíz del alma en el tiempo de la agonía

Y en las sienes del horizonte de las pirámides

La roca abre sus ecos a los cuernos del sol

Porque aborrece el placer del sonido

Que se asfixia en la cúspide de los fuegos

Donde se vierte la sed de los cielos en la garganta del abismo

Y los escalones de las lenguas de los árboles sofocan los valles de cristal

Y la grieta de una negra estrella chorrea brasas de metal al rojo vivo

Que enciende las espinas de los inciensos dejando un aroma a benjuí

Todo eso ha entrado al castillo de mis sueños de arena

Donde mis pasos se borran con la borrasca de la noche…

***
POEMA V

La rendición del acero a orillas de un pestilente asfalto

Donde jamás un perro mira la ponzoña de la serpiente

Y el cigarrillo que se apaga en el muro del caos

Grita en el fuelle del pulmón oxidado

Toda la fuerza de la calle silba un tango

Para soportar la visión del homo-ciudad

En su ataque incontenible de furia

Y provocar así la herida de la noche

Las luces del boulevard acrecientan la neblina

Y los autos son pequeños murciélagos

Que salpican de monóxido de carbono el aire

Y la locura en las calles es el símbolo

De una sociedad que se devora así misma

Sin pensar en el espléndido futuro

***
POEMA VI

Las plumas de la noche del cuervo llueven ideas de un destino

Que se desmoronó por los riscos de la memoria de los suicidas

Y el paréntesis de las huestes de los crepúsculos amorfos

Dejan reblandecidas las hojas de las estrellas dormidas

Que navegan en el humo de los lamentos de las sinfonías acuáticas

De las fatídicas heroínas que hunden el puñal en el viento oscuro

Que tritura el barro en donde descansa como un profeta el símbolo

De los derroteros del placer que subyacen impertérritos

En la esfera de seda del futuro de los gritos irreverentes

Porque sabrá la aurora fulminar la muralla bendita

En la caparazón de la lluvia de los murmullos

Y lejos de la sal de las clepsidras polares

Arremeter con la pasión del sonido

Las remembranzas del agónico perfume

Que entiende del desfallecimiento de las nubes

Sobre las torres donde la nieve aprieta los labios del verdugo

***
POEMA VII

La sombra sonríe el frío lamento de los párpados

En el paraíso de los ídolos de las guerras

Que el odio de los forajidos pervierte hacia el mal

La niebla de los horizontes de las cuerdas del pensamiento

Y ya no basta con un fin de las montañas

Que apañe la crueldad de los mesianismos

Que truncan despavoridos el fluido

De las esperanzas desaparecidas

Y se desgarran las luces fotográficas

Por los cristales de la vanidad

Y languidecen los chopos en el cardumen

De los relámpagos del silencio

Y el sentimiento estalla en la mentira

De los populosos aforismos

Y se resquebraja la cara de la tormenta

En el eco de los murmullos incoherentes

Más allá de la línea de tiza

***
POEMA VIII

Clandestina espada de la borrasca del tiempo

Mitigas a la luz de la hebra en la catedral del delirio

Y pueblas de piojos a la imagen del piélago

Para hundir la estatua de la luna de sal

En el ojo de la codicia del tirano

Y volver magma al azur del cielo

Sin detenimientos de la roca diamantina

Y lastimar la piel de la lluvia

En un impasible abril otoñal

Donde los fuegos salen a desparramar el vino

De los odres de los relámpagos violetas

Que humillan su semblante caótico

Bajo el umbral de una mentira

Y finalizar el impetuoso río en llamas

Que oscila en la escalera de la frugalidad

Y matar el castigo de los asesinos

En las cenizas de los cometas

Que se paralizan en el fango de la mirada

De un felino que desgarra lentamente

La espera de un torbellino impasible

***
POEMA IX

Las venas de las montañas ocultan el trágico magma

Que aborrece de los perfiles de la luna de polvo

En las incertidumbres de un tiempo de caos

Que tiembla en las madrugadas pérfidas

De la sinuosa anatomía de las estrellas

Que prenden sus raíces en el acuoso espíritu

Que se incendia de flores secas en las tumbas

De los malditos que fraguaron conspiraciones

Con el temblor de las miradas de las esfinges

Y llevaron a las costas de las islas del cielo gris

Las antorchas de la epifanía de las rosas negras

En el tumulto y el espasmo de los tigres blancos

Y la caída de las murallas del sol otoñal

Más allá de las fangosas rencillas

Que orquestaron el latir de las armas de acero

Y el drama del estruendoso relámpago

Que destruyó el enigma del anatema

Y dejó marchito los corazones de los buitres

Que lamentaron su venganza por los siglos de los siglos…

***
POEMA X

La ceniza de la muerte de las plumas del gorrión

Llaman a la arena de las lenguas de fuego

En la inmensidad del viento de los cometas

Y sufre de las pulsaciones del hartazgo

En el manantial de la simetría de los trapecios

La nada transfigurada en el rostro de la luna

Convalece en el hospicio de la naturaleza

Y remonta los abismos del mar plateado

Sin la frugalidad de las mariposas de opio

Que se expande en el triángulo de la desmemoria

Y se paraliza en el juego de las esferas

Roto el látigo mágicamente constelado

Decrece el ámbar del rocío magullado

Recostándose en el muro metálico

Para oprimir las estrellas en el candelero

Y callar la profecía del oráculo

Para que las imágenes alucinadas

Fluyan hacia el horizonte crepuscular…

***
POEMA XI

La membrana de mis dedos de marfil

Es una brasa bajo la lluvia de plumas

De un ave exótica que seca arañas

Con su lengua de tentáculos de rubí

Y rompe el ojo del ágora roja

Que desgarra la garganta del puma

Que bebe de la fuente cristalina

Dejando a la jaula de plomo vacía

En el breve instante que el cuervo

Vuela en dirección hacia la luna

Y observa con sus ojos carmesí

El paisaje de los sueños del hombre

Que se abren como puertas de duro roble

Hacia el alba de rosados cabellos…

***
POEMA XII

La partida del ajedrez de la noche se transfigura en un sueño

Y la pasión de las velas amanece en esmeraldas triangulares

El cráneo de marfil de un elefante expulsa de las cuencas una fría rosa mojada por el rocío

Que una mano transparente toma del tallo y se pincha con las espinas

Arde el volcán en la cordillera y el humo se eleva hacia el cielo

Y el magma cae precipitado al valle

Las garras de una pantera se hunden en una gacela

Que se desespera por huir de la muerte

Un hombre esculpe en un bloque de hielo una estatua

Que el sol durante el día destruirá

Las imágenes desaparecen fundiéndose en una radiante luz blanca

Y surge desde la nada un espiral que gira hipnóticamente…

***
POEMA XIII

La sensación en la cápsula de hormigón amatista

Deja frío un obcecado pentagrama eléctrico

Y finge la acechanza de la paloma azul

En el imprudente éxtasis del fruto

Que huele a fertilidad de roca

Y la sutura de la piel del sol negro

Significa el porvenir del caos

Bajo las tinieblas del arrecife

Que se circunscribe en tus párpados

Y la modorra de los heliotropos

Mitiga el fastidioso abril

De las reyertas de los tigres

Oscureciendo el teatro

Donde los protagonistas

Copulan de manera salvaje

Y descontrolados mueren

De una rapidez lunar

Con que desfallecen los hongos

***
POEMA XIV

No se quema el viento en tu piel tatuada

Por las estrellas de cristal

Ni por la resurrección del crepúsculo

Solo observo la corona de espinas

De un cristo roto

Que perdonó la traición

Brindando con el vino del desengaño

Del humo de las hojas aparece un demonio

Cuyos ojos verdes

Muestran el desierto

Donde el silencio es la enfermedad

De una época que aprisiona

El espíritu y lo condena

La voracidad de la medusa

Deja a mi entendimiento

Hecho una estatua de roca

Y todo desaparece…

***
POEMA XV

Cascadas de piedras prenden en fuego violeta y rojo

Los extremos de un cuerno de oro

Que estalla en estrellas de plata

Y una delicada sinfonía emerge desde el bosque

Donde un juglar contempla el río diamantino

Que inhala la aurora del unicornio

Y la luna se refleja hacia el horizonte del oriente

En donde se percibe el olor de las praderas

Y todo esto se ve en una bola de cristal

Que un niño mira con asombro…

***
POEMA XVI

Los relámpagos del corazón del buitre

Espantan a los hombres que se doblan como espectros

A la luz de las antorchas de los ojos del cielo

Y la borrasca sube por la espalda de la noche blanca

Dejando ver el desnudo de la estatua de la fuente

Donde las aguas del río traen festines

Desde las cimas nevadas de las montañas

Así las bocas de los valles del eco

Devoran el tormentoso dolor de los hombres

Que maldicen con la furia de los tigres

Y se rinden atemorizados en las sombras del olvido

Entonces las lágrimas de la luna de sal

Se derraman en las espadas del caos

Y los truenos de los corceles salvajes

Encienden el fuego de las rocas

Y los refucilos de los yelmos del bosque

Todo sucumbe bajo el imperio de la guerra

Y los gritos desgarradores de los heridos de muerte

Después… el silencio de una tumba…

***
POEMA XVII

Mientras beben sus búfalos en fuentes cristalinas

Ráfagas marinas llevan de su armonioso caracol de sonido

El letargo de los ojos macilentos de la muerte

Y lloran hasta que el alba prende la luz febea

Y el cielo en flor se abre cual una rosa ingente

Que un Adonis celeste con su sangre ha teñido

En la vieja tribuna de los rostros

El bronce vibra con el rumor del verbo

Adormeciéndose bajo un cielo asfixiante

Desatando al viento sus oscuros cabellos

Una lluvia dorada de ojos de rubí

Y por esos grandes ojos vió un inmenso océano

Donde errantes galeras derrotadas huían

Con el oro de un cielo esplendoroso

Temblando las pestañas como negro follaje

Que filtra el prolongado resplandor de una estrella

Donde el surco de las cenizas del orgullo

Un esmalte se irisa a lo lejos

Damasquinando los pomos de estoques y puñales

Puse mi orgullo vano en cosas infernales

Y las velas latinas el viento alisio henchía

En fosfóricas ondas del trópico hechizaban

Su ensueño con mirajes de doradas centellas

Del fondo del océano subían nuevas estrellas


Y en el trazo de la ceniza

Reventando en la antigua roca pulverizada

Se rasgaba el silencio en un gran trueno sonoro

Envueltos en la lluvia de su polen de oro

Los cactos abrasados abren su flor de fuego

De abisinios corales el bosque enmarañado

Anémonas erizos musgo aterciopelado algas

Hacen correr al galope de su aleta de fuego

Un gran temblor de oro nácar y esmeralda

Del último pistilo cuelga el pétalo ajado

Revivirá tu cuerpo en un lirio nevado

Brotará de mi carne una sangrienta rosa

En su fúnebre vuelo de olvido

Esa silenciosa muerte divina que tu verso ha cantado

Nos trazará en el cielo con lento ritmo alado

Hacia los astros nuevos una senda radiosa

Las sombras augustas que hizo hermanas la lira

Rueda corre se yergue y desmaya la ola

Alza chorros que caen como irisada bruma

Al despeinado látigo de la hervidora espuma

Tampoco me golpearon sus manos ni sus piedras

Luce un astro en el cielo que copia el agua inquieta

Yo fui un tiempo lejano alma del universo

La araña en el centro de sus hilos destella

Y en mi pecho extinguía la luz de las estrellas

Las olas levantábanse como potros salvajes

Sacudiendo en el aire la agria crin violenta

Mis ojos caían sobre el mar en noche de tormenta

Y estos vientos los gritos de tu angustia infinita


Como se esculpe un dios en un metal oscuro

Gusta el sabor austero y el sombrío placer

En la hirviente ruindad

Vidriosas pupilas

Un sueño indecible

El horror inquieto que nadaba en sus ojos

Entre las tumbas matizadas de hiedra

Suena en la tarde el Ángelus con el sol macilento

Mueren lejos los cantos bajo un helado aliento

En la bruma que se alza ondula un soplo lento

En la desierta ruta intensa niebla aspira

Los horizontes muévense como olas confundidos

El monótono tedio de vivir se avecina

Adiós incienso que los espacios llenan

En floridos prados en crepúsculo ardiente

Sueños de amor forjando bajo cielos flamantes

La música sublime va trayendo a mi oído

Con que el amor primero sus víctimas siempre han mecido

Y como órgano inmenso con sus voces potentes

El bosque ebrio profeta bajo la azul belleza

Me ha cantado el hosanna de amores renacientes

Y la gloria del sueño de la inmortal pureza

De las estrellas inocentes

***
POEMA XVIII

Reflejando todo el cielo en la pizarra azulada

De los tejados como unos desmesurados espejos

El ensueño se remonta hacia los pardos confines

Por los muros mordidos por las sombras

Y acaso unas ramas del árbol del diablo

Tienen el dulce ademán de sagradas bendiciones

Mágicos nombres en labios susurradores del viento

Un ensueño florido en las abiertas ventanas

La arena en rubios arroyos sobre el rojo pavimento

Y en mirar la palidez de su tinte nacarado

Suave deslizarse de cisne en el agua muerta

Desgrana las cuentas de áureo rosario de orantes estrellas

Corazón de una virgen sedienta de ideal

Propagando allí un frio de sepulcro y de ausencia

Como un dolor de adioses que ya nos suenan lejos

Y deshojan palabras cerca de sus orillas

Un día en que el silencio cae en nevada inmensa

Lunas desiertas

Tantos bellos augurios bajo la mar dormidos

Los espejismos de oro la fuga emprende su duelo

El rubí de su altivez se enciende

Nada estremece el pálido lago de sus pupilas

Que tus versos secretos igual que tu destino

Asciendan como un surtidor hacia la luna


Alza tu corazón en un anhelo vago

Como un copón de oro hacia la azul esfera

Un pálido otoño sangra en el fondo de la avenida

Y mujeres de luto cruzan sobre el ocaso

El silencio camina entre nosotros

Cuando al son de la lira y la gloria del suelo heleno

Surgían altas torres al azul estrellado

Sopló sobre mí el trágico viento de la derrota

Y la luna y la estrella que irradia y se estremece

El follaje se agita mientras la noche sueña…

Brilla el rocío y el aire tiene una azul transparencia

Las aguas continuamente resbalan

En un vapor ligero se envuelve la colina

En el bosque encantado del sueño y la ilusión

Fulguran en el pomo de sus regios puñales

El límpido diamante y la verde esmeralda

Ríe los goces y sufre los males bajo la sombra de un sueño

El viento llena el vano bostezo de las puertas

Y brilla como un cenit estrellado

Que en la noche de un río

Parte sus flechas de oro

Que me consume igual que una llama esplendente

De mi mismo he de ser el enemigo eterno

No sabes que es locura sin igual

Que sin motivo quieras excitar

Las cuerdas consagradas a la melancolía

Amémonos antes del hosco tiempo que llega doliente

En mi habla una nostalgia de labios y de rosas

El céfiro modula una canción de celos


Del bosque que palpita oyendo al ruiseñor

El mundo es un misterio

La hierba sube por su frente y por sus pies desnudos

Cual pórtico de azul relumbra el firmamento

La lluvia con su fuerza rasga con sus cuchillos

Y en éste instante muere la hoguera del ocaso

Raza humana a las áureas estrellas anudada

Las pétreas tumbas del tiempo

Posee el secreto de la hosca nube oscura

Un ocaso al morir es ciudad incendiada

No hay alma en que no pese la noche

El vuelo de sus alas conoce toda altura

Recoge en la mano para dejar que escurra

Grano a grano

La hermosa arena rubia que el sol hace de oro

Está cansado y triste mi corazón

Y llora sobre un mundo sombrío

Y una existencia vaga

Que una tumba de rincones desiertos

De piedra corroída de musgo y ataviada hiedra

Borre tu nombre del tiempo

Y en el agua muerta que el otoño refleja

Y el son de las flautas que las brisas conciertan

Se duerma a los besos de la sombra

Esas que a pensar nos obligan en las tristezas desconocidas

Princesas que están solas en ciénaga sin paso

Y esos ojos inmensos donde bogan a desplegadas velas

Las naves que ilumina el sol de la tormenta

***
POEMA XIX

El cielo palidece

Agita débilmente la parra sobre el muro

Brilla un temblor de plata en la hierba escarchada

Se desgarra la niebla en las ramas del huerto

Yo tiemblo igual que tiembla una estrella ante el día

El mar muriente y lánguido tuvo nuevos temblores

El polvo de los muertos se estremeció en las urnas fúnebres

Y entre las vaguedades grises de las neblinas

En la tumba de Orfeo cantaban ruiseñores

Y el aliento de un fauno anhelante de amores

Hizo girar sus plumas en azules revuelos

Te cebas en tu amargo silencio y en tu maldad

Como en ti pudre al alma la carne tu soberbia

Contra tu fe que aún vive se rebela brutal

Yo escribía como un doliente poeta de elegías

Al inquieto y suave claror de las bujías

Para el hombre interior toda cosa mortal

Tiene escondido un grave sentido espiritual

La voz de su resorte pura y sencillamente

Como la de un difunto

Que sabe que robar al señor está mal

Mas los becerros de húmedos y blancos hocicos

Muerden la tirante soga

¿Por qué hay hombres malos?


Cual si se adelantara entre la sombra

De la noche que clara descendía

Sobre mi corazón y sobre el mundo

La muerte azul en las mejillas sonrosadas

Las plegarias al cielo suben como las flores

Lánguida se adormece Bagdad

Bagdad la inmensa

Un cielo sofocante su lento río azula

Se oye correr la vida

El alcanfor

Los raros aromas

Dan un vano perfume a su cabeza

Tiene toda la ciencia

Todo el saber humano

Mezclábanse vuestros besos a la voz del ancho río

Buscabais en la negrura de la noche con estrellas

Por un mar de paz la calma de un desmayo voluptuoso

Tus ojos ya no inquirían por el magnífico cielo

El eclipse negro y misterioso

Para siempre llenándote de veneno el corazón

Zumba la mosca de oro entre los cuernos de los bueyes

Levanta el cubo negro que vierte plata en lluvia

Geométricamente más tarde el cielo cruza

Mas no se encuentra nunca la paz tan anhelada

Y el hombre de facciones duras lo llama vida

Fumo mi pipa de madera negra y ámbar

Pero es torpeza figurarse que algo cambia

Todo es lo mismo aunque afectemos apartarnos

De aquellas cosas que sabemos tan ingratas


En las constelaciones tan brillantes tan altas

Tiene el mirar profundo del amor temeroso

El profundo misterio de tu cerebro oscuro

Vive en un paraíso de inocencia y de encanto

Belleza hierro ardiente se para mi dulzura

Y loca mi razón tu presencia al sentir

No reconozca ya si es vivir o morir

Toda la larga noche luchando en la tormenta…

Con los pies en la sangre sucia

Con lagrimas de sueño en los ojos llorosos

Hacia la tarde tus mustios ojos levantan

Como un gris pajarraco que un dulce rayo encanta

Éste ritmo violento y fatal de la suerte

Aceptemos con gozo este ritmo violento

Después…morir…

Séquito enmascarado que huye y se desvanece

Que brillas en la suprema lumbre

Brazadas que se copian en el espejo oscuro

O al ramo que recorta su sombra sobre el muro

O al perfume que esparcen las primeras fogatas

Al derroche de los rayos solares que doran mi mejilla

Mis ojos espantados negros y silenciosos

El aullido escuche la tristeza humana

Cuando nada te guarda el mañana implacable

Cuando todas las cosas son tristes y glaciales

Sé que vendrán las horas que nuestros lirios roben

Y en secreto me desahogo en mi nocturna soledad…

***
POEMA XX

Inocente mirada atenuada

Que vigila con estremecimientos

Los buitres nocturnos

Del gran anhelo del hombre

Acalla las tediosas

Especulaciones de los filósofos

Metáforas de la inexplicable

Eternidad

Condena inapelable

Tiempo

Espléndido asesino

Universo de incógnitas ausentes

Plaza

Como en la alta noche

Flotas remolcada por la luna

Soportando el silencio

De sueñera y muerte

Los convulsos llantos de la ausencia

Los delirios y las agonías del placer

Destruyendo el tiempo

(Metáforas herejes de la muerte)

La muralla insólita

Sin adioses ni regresos

Olvidados de nosotros mismos


Cómo ahogas

La corta respiración tediosa

De la memoria

Tu poder yace

Desde siempre en cada instante

Del tiempo la distancia o la demente

Orgía sin pausa de la muerte

Sepultas

Sus extravagantes enigmas epitafios y agonías

Para decirle a nuestra vida

Que esa muerte

Existe solamente y sola

Allá en los otros

Queremos ser olvidados

Mi alma cae de rodillas

En los cielos entreabiertos

Por el canto de los agonizantes

Era una de esas gargantas

Espléndidas bajo las cuales

Uno querría morir ahogado de amor

Sin más fechas que auroras y crepúsculos

Artilugios del recuerdo

Opaca apoteosis de ceniza

En el adiós de una mujer desconocida

Dejar atrás esa inquietud

Que es el sedimento mismo de la vida

De un apacible terror

Alcanzábamos la dicha

De una guitarra desvelada


El fabuloso laberinto de sueños y destinos

Castigados por la violencia

De tu sol

Descubriendo grietas en muros

Y en rostros cerrados

La prodigiosa vigilia y el sueño

Mi espíritu y mi sangre conocen

La derrota de tus navegaciones

Hacia los poco imaginativos

Desdeñables atroces multiplicados

Puertos de la muerte

En las ásperas fronteras del insulto

Las altas puertas mudas

La defienden

Del tiempo la pasión y el llanto

Con el jeroglífico de tus oídos

Con una sonrisa invasora

Casi infinita

Que va a lo desconocido

En nuestros muelles propensos a esfumarse

En la bruma azul de los recuerdos

La mano piadosa del olvido

Que a eso se reducen los balbuceos de los hombres

Para redoblar la maravilla de la noche

Con mis torpes ojos clausurados

Cuando te pierdes en el tácito

Horror de mis amaneceres

La amenaza desde turbios horizontes

De codicias desprecios y rencores


Avivas en mí hasta el delirio

(La palabra solitaria: el tacto)

No repudies una ínfima agonía

Otro individuo condenado a muerte

Te suplico

Detente y enjuga

Cuando la hora llegue

El lento sudor de mi agonía

Las postergaciones farsescas de la muerte

Me lanzan a la búsqueda exasperante de mí mismo

Implacable basural que me gobierna

Anticipos neblinosos del día inevitable

La vigilia que se hace

Sueño consentido y amante

Tan contradictorio como la muerte

De la noche amada

Gimo en silencio

Puertas aplastantes que la inefable noche cierra

Al tácito horror de mis amaneceres

Lo menos que me acecha es el regusto

Malévolo y tardío de la nostalgia

Transito mortalmente herido y lastimado hasta la médula

El fútil devaneo de la vida

Oh mundo que nos matas

Lo mejor y menos triste es la partida

Tierras lejanas de confusas fronteras

Donde husmeo el plan aterrador del Universo

En busca del más leve indicio

De una conclusión y una respuesta


Sin entender la caligrafía

Perfecta orgullosa y congelada

De las constelaciones

Irme para siempre y ser liberado

De las oscuras tristísimas violentas desoladas

Tierras lejanas

En el aire corruptible de este mundo

Del odiado tiempo y del espacio

En la integridad perfecta de la noche

A veces mi inhábil mirada

Dejando atrás lámparas recónditas

Advirtieron las primeras gotas

De un diluvio estelar

Que ciertamente sobrevendrá algún día

Poco antes de que nuestro universo

Y nuestra empeñosa crueldad

Concluya de apagar el negro incendio

De su orgullo asesino

Su vituperio atroz de la belleza

Y su pacto taimado

Con la voracidad el tedio y la codicia

Yo quiero recordar que estuve

Tendido en la yerba cerca de la costa oriental

Que fuera predio de mis antepasados

Mirando largamente las estrellas

Y sin saber su nombre

Escuché el mismo murmullo

A boca cerrada y límpida

Fraguados en llanto amargo


Luego soslayé la amenaza de una tempestad astral

Que trizará este mundo

Volvía a las tiernas profecías

De los días que se vuelcan caudalosos

De las manos

Los espíritus

Esas certezas del anhelo y del goce

Fuera de las planificaciones de las estrellas

Espejos remotos

De las dormidas rosas de la noche

Caen los pétalos

Las partículas de oro los destellos

En el abismo enamorado de la noche

En los apartados párpados caídos

De los muertos solemnes

He aquí que en el umbral

Batido por las tempestades

La carne

Amargamente vomitado al sol

Por el mar se libera de los diamantes de la tormenta

Una vastedad más grande que el silencio

Del mar océano antiquísimo dueño

Del tránsito sombrío

De enconados naufragios

La noche oculta las huellas

De su regreso enamorado

La falsa arena no detiene nada

Su presencia borra en mí la quimera

De esta luna que levanta mareas y secretos flujos


Igual que el amor que nos induce

A la desesperante búsqueda del éxtasis

Y la muerte

Con sus manos que otra vez gotean tu sangre salada

Tolera en silencio mis llantos

Y la dulzura pertinaz de todas mis quimeras

***
POEMA XXI

Después de haber seguido una voz que gritaba en su interior

Círculos de una campana se multiplicaban y crecían

Despertando la súbita vaguedad de un dolor

Una esquina en la que extraviar los pies fatigados…

Se movieron en callado compas hacia una música antigua

Las frentes de los bailarines soñados

Liberados de tristeza

En un mar de aire nocturno…

Las suaves manos de los cielos

Llenaron de escalofrío las copas de los árboles

El sueño se había desvanecido

De nuevo las campanas

Se alzaron reflejadas desde el silencio

Olas claras de oscuridad surgieron en lo alto

A lo largo de la débil y estrellada oscuridad

Como un muro bajo el cual permaneció en pie

Contempló una estrella inmaculadamente caer

Una suave y estrellada noche desciende

Sobre estas calles y paredes vacías

Como llamas de vela barridas por un soplo

Inquietas ramas gesticulaban en la oscuridad

Como frentes afiladas

El aire se balanceaba en árboles oscilantes

Las sombras se agitaban


Caían en la oscuridad

Perdidas

Sombra y silencio y anochecer y estrellas

Gargantas erguidas

Suaves pechos desnudos

Gigantescas aguas arden lentamente el aire no turbado

Las claras y fantásticas flautas resuenan

Un movimiento laberíntico por el cambio

A través del mudo rostro del mundo que oscuramente sueña

Majestuoso laberinto de pies de rocío

Repiten las sencillas melodías

Las enastadas verjas se adelantan y resuenan al cerrarse

Vacías olas de oscuridad

Que una vez cantaron con delicadas voces

Estremeciéndose bajo mares lejanos…

Es aquí donde el sonido de los mundos se hunde en el mar

La columna esta helada de estrellas de blanco y azul

El aire heladamente se hace astillas

Y brilla bajo el impacto de la luna

La luna es un pájaro luminoso

En vuelo golpeado contra el cristal

Y Pierrot es una falena en lo oscuro

Abrasadas por el hielo

Se arrugan por los bordes como manos sin huesos

Envuelto en un manto de oscuridad y estrellas

Sus manos exangües son como dos llamas de vela

Ardiendo sin tregua en la oscuridad

La inútil luna en silencio se peina

Como dientes que amenazasen la garganta del cielo


La afilada oscuridad azul

Le cercena los brazos de la cara

Por el hielo un violín se transforma en cuchilla tan fina y tan brillante

Que le corta el cerebro y el corazón

Y una brizna de música le escupe a la oscuridad

Estrellas mudas titilan pálidamente bajo el aire

Son como ciegos en su tranquilidad y su blancura

Mientras tú, Pierrot, sólo tú debes morir

Pierrot alto y pequeño está sentado en la cima de una montaña

Tallado en escarcha de luz por las estrellas

Contemplando el acantilado

Furioso de voces que baten el aire con alas de palabras

Como pájaros ciegos

Inclina su cabeza sobre el arpa

Deja que sus dedos desgranen las notas

Como gotas de sangre, agudas y rojas

Contempla la caída de la última nota

Y descubre que nada puede ver ni oír

Ha sido mi corazón al romperse y caer lejos de mí

Haciéndose pedazos contra la noche

Ve pasar la llamarada del carnaval

Como una sombra veloz sobre un espejo

El fuego casi ha desaparecido

Ahora que el tumulto y el griterío han sido apaciguados

Y la música es hilada finamente a través del cielo

Él se queda solo

Para ver cómo esos extraños fantasmas grises

Van a humillarse en el polvo

A las puertas de los palacios


¿Quién soy yo para astillar el silencio con pasos?

Soy un acantilado desmoronándose sobre un mar de oscuridad

Ve sus manos cercenadas por el horizonte

Pierrot se agita y despierta en el interior de un sueño

Pierrot contempla la oscuridad, suspira

Y vuelve a entrar en su sueño

Descorre las opacas cortinas de sus ojos

Blandamente confrontados por la sombra

Repitamos palabra por palabra una conversación rota

La oscuridad vacila mientras nos llega una música

En un silencio pálido de violines

La oscuridad se hace profunda a nuestros ojos

Veo tu rostro en mi mente a través de la medianoche

Mira cómo la estrella de plata empalidece y se marchita

Y deja al silencio tejer como lilas nuestros sueños

La música tocaba dulcemente

Como si los dedos de la sombra vagaran

Entre las dulces cuerdas de plata de la luna

Bajo esta oscuridad

Almas lejanas elevad y haced girar

Este disperso polvo muerto del mundo

Las estrellas arrastran la luna sobre el mundo

La música se detiene

Señalando la caída del silencio roto en la oscuridad

Emergen nuevas sombras

Montados en alas de plata

Giramos alrededor de la lenta llama de la oscuridad

Y cuando solos caminemos a tientas

Bajo piedra desintegrada


Escucharemos voces espectralmente tenues

De arpa, flauta y violín

El mar espectral se levanta y camina sobre pies de apagado sonido

Para allí buscar una esencia que tú creíste sombra, sueño

Esta calma solitaria por la que yo caminaría

Los pájaros vanos

Vienen desmintiéndose a través del viento

El mar ardía sin llama entre los guijarros

Y en lentas pulsaciones

Llenaba de espuma la inestable arena

Cómo nuestra vida es un sueño frustrado

Batiendo sus frágiles alas en la oscuridad

Golpeamos nuestras manos contra muros de ciega desesperación

Sólo buscamos a tientas y fijamos nuestra mirada

Sobre inquietas luces reflejadas en el mar

Pero la ventana de mi mente se cierra de golpe

Llenando de oro cada suprema ascensión de una llama

Eslabones de manos de la oscuridad

Y en la turbada oscuridad es asaltado por una visión

Una luna restallante hace girar una rueda en su cerebro

Esa urgencia de lluvia violenta?

Las paredes grises se desvanecen y se hunden

Mientras la música

Suavemente fluye a través del brillo perfumado de las lilas

Sobre un río que fluye

Entre dos silenciosas orillas sobre las que se inclinan los sauces

Siente la luz del fuego golpear

Un clamor de infinitas olas contra la oscuridad

Mientras la eterna noche desciende


Como un sueño entre muros grises

Entre dos muros cubiertos de silencio

Estos sueños vulnerados se levantan

Para caminar frágilmente junto a muros de sonido marmóreo

Rompo hilos de lamento de violín

Mientras voy al lugar donde juntos caminamos y soñamos

Soy las manos que apresaron este oro

Mientras la eterna noche desciende

Como un sueño entre muros grises

Tan altos que la vista no puede alcanzar

Entre dos muros cubiertos de silencio

La espesura que aflora del incendio sin párpados

De la luz del sol tensando los caminos en sombra

Tampoco el silencio encantado se despierta nunca

Nunca se estremece

Congregando la cerrada oscuridad

Mientras ésta envuelve cada sepulcro

Cuyas lápidas brillan débilmente en la tiniebla

Ensartadas en las inquietas llamadas de las palomas

Como recuerdo nadando entre los muros

***
POEMA XXII

La cabeza arde por el éxtasis de la profecía

Y la gota de lluvia es un brillante nenúfar

Que por el verde tapiz de la llanura

Sonríe en los pozos del hastío

Las hojas de este sauce en el siglo pasado se murieron

En los días violentos

A la orilla del rio de la muerte

La luz lunar menguando se derrama

Mas no gimió la tierra

Bajo la sombra asesina

Un muro desolado

Bajo la luna callada

Dorando el agua

Profundas heridas en las sombras

Nívea diadema de reinas

Romperán la mudez de tus llantos

Chorro de fuego

La furiosa ebullición del magma

Erupción de rocas

Bramido de las piedras

Blanca quemadura del mármol

Retorció la piedra dócil

Amasó los mudos bloques de la muralla

Sacó del caos el torso de un titán


Negras entrañas

Bullente océano

Infundió de un soplo vigor al cielo

Del martirio de la creación

Sordo bloque de mármol incrustó a los titanes

Pugnaban por salir de las eternas tinieblas

La llamada de metas remotas

La grave música del órgano

Descarga una tormenta de truenos y centellas

En ésta sombra sagrada

Cuyo nombre sabe a ceniza

Se ve brillar el pensamiento

En sus cabezas de madera

No ocultaré el sol entre las paredes de plomo

En la hora negra

El trueno de los rubíes que asperja el alba

El cuerno de la luna

Las nubes nacaradas

Bosque insomne

Zumbido de estrellas

La noche es una zorra que lame sus huellas negras

Vierten los álamos plata viva de sus copas

Transpirando tanto aroma

En las venas la sangre chapotea

Y subir se la siente cual sube la marea

Cuando el silencio no me deja volar

Mi voz convierto en un clarín

Los blancos humos que brotan

Bajo el cielo silencioso


La sirena acaricia mi oído

De mi mismo en el fondo me siento insatisfecho

Sol agonizante en el ocaso

Con su roja diadema

Las pegadizas arenas

Con el peso del ruido incesante de las tormentas

La luz de la aurora en el marco del lago

Escala la abrupta roca

Monta en un lucero

Galopa como un conjuro

Sopla aterido el cierzo

El hielo atenaza cruelmente

Cae la nieve pura como si resbalara por hilos

En la niebla crepuscular

Encenderé un lucero en el alba del verso

El sol es mi linterna

El amor es peor que la ansiedad porque te devora sin piedad

La canción de las montañas solo cantaba la tristeza del juglar

El viento en el camino ha quemado mis labios

En el grasiento día de la pena quedan ciegas las estrellas

Está el silencio al borde del pozo

Arenas sedientas donde antes soplaba el simún

Los montes hablan en su escueta lengua

Son eternos los rumores del viento

El mágico rayo azul que atraviesa minerales

Hace que el halcón con sus largas alas corte el mar amarillo de la arena

Manantial de la ilusión

El sol inmóvil y manso con sus dedos dorados

Queme el tiempo del desierto


Atento escucho el fuego

A lo lejos se arrastran haciendo el sol añicos con reflejos de plata

El rocío en perlas labradas por el viento

Las banderas que quemaba la ventisca de plomo

Las hojas de tus brazos la oscuridad rasgaban

Tendiendo como arcos tus azotados hombros

Una planta que agita al viento sus hojas como una bandera

Subyuga al sol en un eclipse total

Y la oscuridad rige en los cielos…

***
XXIII

Por un mar infinito de tinieblas y luces

Entre el caos de los luceros

Revienta el cielo de truenos

Y el torrente parece plomo derretido

Y el campo es un imán

De la embriaguez confusa del amor

Con mis manos quisiera alumbrar el mundo

Con la fuerza del trueno herir a la muerte…

El reflejo crepuscular

Y el rielar de las estrellas

Son una legión de esperanzas

El viento de la eternidad ondea las banderas

Que parecen hogueras inmensas

Nómada magno inmortal

En caravana cruza los siglos

Con amargos gemidos

Maldecid a la guerra

Vayamos juntos al encuentro de la aurora

Que nuestros pensamientos alumbren las tinieblas

La nieve ardiente y arrugada de hierro mohoso

Con sus fibras latiendo estaba

Pasó la sombra de la muerte

Echa al fuego el temor

Burbujas de escarcha azulina


Ojos llenos de fuego

Cual flores titilan los astros silenciosos

Como poemas olvidados

La triste neblina de todos mis tormentos

Pletórica de fuerza espiritual

Una estrella nocturna ponedme en lugar de almohada

Con flores y ramas de otoño tejedme una manta

El aliento sin fin de los siglos

La vida es eterna

La hierba encama el viento

Veo de la luna el reflejo macilento

Ha acabado de nacer

Su brillo es misterioso

¿No la habrá cincelado en su taller un escultor?

Lávate con la rociada de diamantes esparcidos

La luna brilla en su terso marco de estrellas

Como a través de un sueño

Las estrellas

Que el alba hace que nazcan como flores

Una cruz negra sobre el pecho

En el cristal de tus ojos muertos…

Árboles derribados

Un humo que a la tierra y cielo junta

Y, en los incendios, pinos mutilados,

Centenares de tumbas

Desde la antigüedad pensaron

Que el tiempo es solamente un pérfido ladrón

Como diamante sobre diamante se precipitan las estrellas

El viento ya no mece a los cipreses


La bruma envuelve los viñedos verdes con fino encaje azul

La voz cobra más fuerza que un ciclón

Cuando el ojo del pez de la alta luna

Se cubre tras las nubes

Sale el sol fulgiendo sangre

Tan sólo hay sobre el río clamores de gaviota

Corre arrancando estelas de fuego a la planicie

Una aureola de nubes sollozantes

Y por la tierra, día y noche, marcha la libertad

En la música de suaves grises como el invierno

El rumor de los bosques nocturnos y de los ensueños

Espíritus de la tormenta, hiriendo la imaginación

En el torrente de fuego

Escuché el llanto solitario de las mujeres

Lancé el anillo a las estrellas

Despreciando por lo claro la orfebrería

Ojos que se agitan como de mercurio

La calle es un océano de ritmo enfebrecido

Al futuro ascendemos por un hilo invisible

Yo sueño con un mundo sin cadenas

***
POEMA XXIV

Como otoñal llovizna viene hacia mí el hastío

Que el soplo de la tarde por instantes condensa

En el profundo horror languideciente

De la tarde de lluvia y de sombra

Y a cada toque de campana

Se me destroza el alma entera

Dí si es cierto que el alma

Mil muertes sufre eternamente

El ardor macabro

La alucinación del miedo y de la muerte

Oh manos de ámbar rosa y blanca pluma

Que encerráis tantos sueños como el labio húmedo

Y la pupila azul y bella

¡El fúlgido relámpago!

Desnuda espalda

Gran poema de curvas y de espasmos

Voluptuosas sombras entre las nacaradas muselinas

El sol durmiéndose ríe bajo las hojas rizadas

En las hierbas ondulantes el gran pantano descansa

Y el oculto grillo ríe

El eco ríe

La muerte burlona ríe

Detrás de los sauces fulgura la luna

Y furtivamente ríe
Al despertar los roncos ecos

Y en las frías y hondas pupilas de tus lagos

Copiando el cielo te extasías

El grillo se queja con su cantar bucólico

En estrofas alternas de ritmo melancólico

La bestia ve llegar con espanto

Lo negro y lo insondable de la noche que asombra

La frente acuchillada de arrugas

Borracho de aire de mar

Errante

El poeta sediento de ritmo

¡Oh sed de lo infinito!

¡Sed jamás extinguida!

***
POEMA XXV

Sobre la luna roja

En la mano el cuchillo

Veo arder dos pupilas de fuego

He puesto sobre el áureo yelmo

Una pluma de hierro

Perseguidor de blancos fantasmas noche y día

En los hondos crepúsculos derrama

La náyade radiante como estrella

Con forma de mujer

Los brazos que tendía siempre

Traspasaban la sombra

Era la hora en que salen los caballos del sol

Los potros de la aurora

Cuyo relincho firme provoca lo infinito

Sangre en el rayo ardiente

El abismo donde el sol se va a hundir

Su pensamiento en que sobre la luz más pura

Sombra densa ponía manchones de negrura

Era como atigrada piel de leopardo

Pozo de lo infinito

La sombra aún se estremece

Tifón con sus babas eternas

Oleadas de sombras en que entran negros ríos

Los árboles son duras mandíbulas


Que roen las esencias más puras

Dispersas en el aire flexible

Devoran la lluvia

Devoran el viento

Altas cumbres que anega la noche en su vapor

¡Baño de la deidad en su abismo estrellado!

Orfeo huraño tiende con asombro el oído

Al canto que los lobos envuelven en su aullido

La tierra en que da oráculos el árbol conmovido

En lo infinito oscuro, de milagros henchido

La espada que el viento misterioso se lleva en su expansión

La ceniza guarda un fuego latente

Fuego de infierno que brama

Los demonios entre resplandores

Montados en una hidra de humo, rayo y acero

Es la órbita de un astro eslabón de cadena

Hunde en las sombras al fauno eternamente

Vosotros no sabéis, dioses, lo que es el mundo

Los albergan y aguardan vuestra inmensa ruina

Vosotros a tiranos aspiráis, yo a ser libre

Yo sueño…

Y mi pecho terrible lleno de estrellas está…

Un rey es guerra, un dios es noche

¡Destruída su fuerza, oh dogma, dadnos fe, libertad y vida!

¡Soy Pan!

***
POEMA XXVI

Una estrella de sangre me corona tenaz

La íntima desgracia que enciende mi delirio

El rebaño de los puentes da balidos

Nuevo y limpio era el clarín del sol

La angustia del amor me anuda la garganta

El amor de que sufro es una enfermedad vergonzosa

Y la imagen que te posee te hace sobrevivir en el insomnio y la angustia

Viví como un loco y he perdido mi tiempo

Y bebo este alcohol quemante como la vida

La vida que bebo como aguardiente

Cuerdas hechas de gritos

Sólo escribo para exaltados

El cielo se traga sólo las almas

El canto sinfónico del amor

Un río grande cruza el cielo

El encanto se disipó

Dejando las puras estrellas centelleantes

La noche no ha entrado aún

Y la tempestad de la tristeza no injurió todavía a las hojas

En el bosque silencioso hay un árbol negro

Que se inflamó con las llamas de la sangre y el oro

Mi alma atada de brazos

Fué traída por los cuatro demonios alados

Un ángel al huir dejó sus largos cabellos


Para robar a la aurora el blanco de mis anhelos

Y en cien refugios leves ya florecía el bosque

Cogíanse ponzoñas en lo alto de las ramas

El sapo en su lenguaje con su flautín os habla

Un amanecer en que el alba de sangre

Más pura hizo la nube y más fresca la planta

El diablo en aquel tiempo perseguía a un poeta

Ruido en la noche de una risa que ahogan las manos

Ruido de sollozos de unos saltimbanquis

¡Oh Muerte, heme aquí de retorno!

Y ahora soy como ese relincho que no sabe que existes

Orgulloso de ser el desierto desde los tiempos más abstractos

Las nubes no son pretextos para una melancolía distinguida

Rueda enteramente ebria por el lodo tenaz en que zozobran las lejanías

Hasta la hora de las golondrinas

Es de noche en la alcoba y tiembla una almohada

Lo mismo que un velero que oye venir el mar

Un ruido de alborada sumergida en tinieblas

Yo apenas sé cómo hablar a los muertos

Me extravío en mi alma

En sus rostros erizados

Y en sus miradas perdidas

Me inclino sobre la fuente donde nace tu silencio

En un reflejo de hojas que tu alma hace temblar

Gotea un cirio cada noche

Salpicándole a la aurora

Que siempre sale de los paños de la muerte

Para vencer el silencio atronador

Que quisiera separarnos a los vivos de los muertos


Hubiéramos debido morir juntos

Como dos marineros medio ahogados

Estorbándose al nadar

Dándose de puntapiés en las profundidades del Atlántico

Donde comienzan los peces ciegos

Y los horizontes verticales

***
POEMA XXVII

Él entró en la eternidad con infinita dulzura

Y a veces cambia el color

Cigarras de cobre, leones de bronce, víboras de barro

El soplo de mi mentira

Sólo alrededor percibo aquí en mi puño

La pulsación mineral de los muertos

Que se escucha cuando se aproxima el cuerpo

A los hondos cementerios

Un velo pasajero me cubre las pupilas

Pesada está la sombra de extranjeras cabezas

Aspirando el secreto se extingue el peligro

Algo maravilloso prefiere morir para no traicionarnos

¿De dónde viene el viento que quiere abrir mi puerta?

Y los signos que hacen tus dedos

El color que descompone la noche

El remordimiento y el crimen

La mesa es redonda como mi memoria

Yo soy la lámpara que me guía

Un dedo sobre el párpado húmedo

Todo desapareció

Mezclándose con el ruido ininterrumpido de la lluvia

De la sangre perdida

Del trueno de las palabras maquinales

El árbol de círculo extenso


El astro caliente que se evade

La niebla roja del crepúsculo borra los rayos de luz

Y el resplandor del mundo que tiembla en el horizonte

Es este relámpago enrollado en las olas del aire

El sol se despliega

Las nubes se desatan

Y las estrellas caen apagadas en el mar

El oro desciende en polvo sobre la línea de las rutas

Y sobre otros caminos

Todo llamea hasta la tarde en que suena otra hora

Cuando el viento cesa y reposa su sombra en la espesura del fondo

Entonces el fuego se apaga

Las cosas reaparecen

La casa y su techo

La colina torcida

La haya que se desenrolla

Y todo lo que se agita

Detrás del muro de la noche sube en otra decoración

Se habla

Una voz corre en el hilo luminoso y queda enganchada a los arbustos

Un ruido turba el curso del agua

Y más arriba que el viento que ha plegado sus velas

La pantalla del poniente

Las alas del sueño

El cielo blanco de chispas lanzadas a manos llenas

Y los árboles cubiertos de gotas y de estrellas

A lo largo del camino

El agua se despierta sudando

Y los ribazos chorrean


Una sombra se agita

El Paraíso se quebró entre la sombra

Como palomas nacen de tiros de pistola

Riendo en su ataúd de cristal

Una muerta guiaba los caballos del carro

En la tierra no he visto jamás nada más loco

Toda la noche el cielo recoge margaritas

Es sangre azul de un cisne la tinta que yo empleo

Yo me tiño de dolor

Tú naces en un espejo

Delante de mi antigua imagen

La noche consume la vida mis ojos liberados

Me he estrellado sobre las rocas de mi cuerpo

Hay estrellas en relieve sobre agua fría más negras que la noche

Nada resiste a mis imágenes desoladas

Las alas del silencio tienen heladas llanuras

Que cualquier deseo hace crujir

Al volverse la noche las divisa

Y las rechaza al horizonte

Cielo pesado de las manos

Relámpagos de las venas

En cada pozo, una sola serpiente

Tanto valdría soñar con abrir las puertas del mar

El viento apuntaba al faisán

Burbuja de tormenta

Dejaba atrás la lluvia embarrada

Mujer de cabellera de fuego de madera

De pensamientos de relámpagos de calor

De talle de reloj de arena


De boca de escarapela y de ramillete de estrellas de última magnitud

De lengua de ámbar

De lengua de hostia apuñaleada

De cejas de borde de nido de golondrinas

Mi mujer de hombros de champagne

Y de fuente de cabeza de delfines bajo el hielo

Mi mujer de dedos de azahar y de as de corazón

Y de nido de escaleras

De movimientos de relojería y desesperación

De senos de noche

De crisol de rubíes

De senos de espectro de la rosa bajo el rocío

De nuca de piedra gastada y de tiza mojada

Y de caída de un vaso en el que se acaba de beber

Mi mujer de caderas de lanzaderas

De caderas de lámpara y de plumas de flecha

Y de cañones de pluma de pavo real blanco

Mi mujer de nalgas de dorso de cisne

De sexo de gladiolo

Mi mujer de sexo de espejo

Mi mujer de ojos llenos de lágrimas

Veo a las prostitutas maravillosas

Veo sus senos que ponen una punta de sol en la noche profunda

Veo sus senos que son estrellas sobre las olas

Se espera la gran fiesta de la muerte ciega

Aurora de un nuevo mundo parido por la noche

Nos callábamos como cuando se escucha latir un corazón

De repente el silencio y la angustia del silencio

La voz que clama en el infinito


Desafiando el incendio y el viento ebrio de fuego

Nosotros escuchamos nosotros los naufragados

Nosotros roídos por las dudas y la inquietud

Guarecidos en la sombra y silenciosos hasta la rabia

El estandarte sangriento de la tiranía se alzó contra nosotros

Por todo eso nos queda sollozar de rebeldía

***
POEMA XXVIII

El horror y la muerte

La nueva hermosura

En la noche se derraman

El viento de prodigio excita

Las llamas en el firmamento

Odas mías, del furor y del fuego

Soy una ofrenda de amor

Soy un clamor a la aurora

Soy un clarín de ataque

En los labios de la vida

Ebrio estoy de amor y de espanto

Inflama la noche en el vértigo de la sangre

Conozco el signo y el pacto

A su mandato obedezco

Y logro el anhelo de mi alma

Y oigo el relincho de los caballos

Los lauros

En torno a sus sienes se erizan

Brillantes como hierros de venablo

Qué bien conoce la hierba

Más áspera que la verbena

La aurora sombría

Fué atravesada por el vuelo de los doce buitres

Así como el heraldo pregonaba


Nombres de ciudades en hermandad

Tal con voz fuerte pregono

Por encima de los sepulcros

En que los huesos de nuestros muertos se conmueven

Como raíces en primavera

Pregono e invoco

Hasta que todo el cielo se inflame

Rasgando con todas sus garras la noche

Los graves pies del Destino

Se truecan en súbitas alas

Y sobre su frente marmórea

La llama bicorne se enciende

Los cuatro vientos del mundo soplan batallas

En el mar cuyos faros se extinguen

En el continente alumbrado

Por las ciudades incendiadas

En tanto que el buitre bicéfalo

El fétido amo de doble pescuezo implume

Lanza lúgubre grito y rechaza

La mal digerida carroña

Quiero pesar mi rencor en tu balanza

Quiero quemarte el corazón, sin tregua,

Con mis palabras por hachas

Las vengadoras estrofas

Para la infamia forjadas

Como el hierro caliente hasta el rojo

Para marcar la mejilla y el hombro

Del traidor y el ladrón

Y bebí silencioso las lágrimas mías


Que armaron mi alma secreta

De una amargura inmortal

Su voluntad de vencer en sus claros ojos

Luce como el hacha de dos filos

Y con sus manos infatigables

Tejerá la tela del mundo nuevo

Somos los elegidos

Y aplastaremos a la horrible horda

Combatiremos de cara a la luz

Sonreiremos cuando nos toque morir

Oh Victoria

Simiente sois de un mundo nuevo

Y las más bellas auroras

Están por nacer…

***
POEMA XXIX

Tan indefenso el hombre, tan cobarde se siente

Que recobra el pueril corazón maleable

Teme a los pensamientos malos

Llora el viento, lo mismo que un poeta romántico

Se dejó el sol muerto un rayo en la colina

El corazón es para el sueño una prisión

La sombra va cediendo ante el dulzor del canto

Hay un encanto solitario…

Una voz que en la noche se extiende…

Silencio…

Un loco viento este silencio hiere

La lluvia, sangre de una herida,

Suave, empieza a caer

Fué mi pluma cuchilla

En tu pelo hay llamas eternas

Como el sol entre una indolente red de chubascos,

Tu doliente sonrisa fué a cortar, secreta,

Brumas de polvillo irisado

Y un fresco olor evaporado de lilas, en llovizna quieta

Colúmpianse al viento dos sauces en la tarde

Y ese olor a boj que se siente en un jardín abandonado

Tu mano halaga, dejando caer rosas,

La arena estéril y mi corazón amargo

En un chivo montado yo pasé recitando poemas


Proclamé la esperanza entre amargas cenizas y rocas

Aparta de nosotros las lúgubres visiones

¡Oh torpe pensamiento, oh miembros extenuados!

¿Qué sabéis a la noche de los males pasados?

¡Son tantas las rosas ofendidas que languidecen tristes en un rincón oscuro!...

Todo está igual que ayer…

Y entonces comprendemos, sintiéndonos vencidos,

Que estamos muertos, muertos, de los días vividos

¿Qué viento aquí me trae vuestro aroma salubre?

Está lloviendo. Estoy solo. Pienso en la vida…

La luna llena el bosque de un ideal reflejo

Piafarán los corceles a la aurora divina

Abdicaré sobre el fúnebre abismo

Y la noche me abstraerá del mundo en mi propio desierto

A mi lado recobrarás tu hastío

Y volverá a tu lado mi triste soledad…

***

´
POEMA XXX

Te llevaré a través de las zarzas

Y la ortiga de las ruinas hasta la alta y negra puerta

Del castillo

Visitemos la bella morada de la infancia: en ella

La hondura sobrenatural del silencio

Es la voz de los retratos oscuros

Como desde el hueco de una armadura

Arrebujado en mi lecho yo oía por la noche

Latir sus corazones

Entre el hielo del deshielo que llegaba a través de los muros

Verás cómo el bosque ansioso

Es bello en sus insomnios, ataviado

De flores – ¡oh niño mío!- como la hija predilecta

De la reina loca

La luna miraba a través del jazmín

¡Ah, yo he respirado muchas almas, pero ninguna tenía

Ese buen olor de mantel frío y de pan dorado

En el océano de oro del calor de los grandes órganos

De las colmenas en función cantaban para los dioses del sueño!

-¡Oh Casa, mi Casa solariega! ¿Por qué me has dejado partir?

¿Por qué no has querido guardarme, por qué, Madre,

Has permitido entonces, al viento mentiroso del otoño,

Al fuego de las largas veladas, de esos hechiceros-

Tú que conocías mi corazón-, que me tentaran así


Con sus cuentos locos, llenos de un olor de viejas islas

Y de veleros perdidos en el gran azul silencioso

Del tiempo, y de playas del Sur donde hay vírgenes que esperan?

Mi corazón está solo en el frío albergue, el insomnio

De pie en el vetusto resplandor del sol, contempla mi ajado rostro,

Y nadie, nadie antes que yo había comprendido de qué muertes

Sordas e irremediables están hechos los días de la vida

-Un día descendí junto a los hombres;

A la trágica vida de los hombres

Y se reían, ¡se reían!

Busqué entonces refugio en este asilo,

Refugio de belleza que por doquiera embisten

Olas de un océano de bajeza

Y clamé:

¡Puertas de oro,

Galerías de luz,

Telas, joyas, maderas raras, columnas, piedras,

Labor apasionada de manos minuciosas,

Resplandeced, resplandeced!

¡Envolved en destellos mi nuca desolada!

Los hombres quisieron

Alcanzar en tus artes maestría;

A los que sin bondad, intrépidos, altivos

Crearon algo eterno, pensando sólo en sí!´

Me contestaron: Ven y mira

Y vi matanzas y crucifixiones,

Combates, reyes, falsos ojos de cortesanos;

Y cuerpos infantiles acechados por viejos;

Y vientres fatigados de prostitutas lentas;


Y vi conquistadores, enanos, jugadores,

Avaros, locos, mendigos, esclavos…

Y lloré…

Miradle, coge su bastón

Y se va, solo

Solo, bosque, con la corteza azul de tus abetos;

Con tu viento que entabla coloquios con los árboles;

Y con tus procesiones de hormigas que acarrean

Cuerpecillos de escarabajos.

Acuérdate

De las calles con casas que levantan,

Como una copa de jade en lo alto de unas manos sucias,

Un jirón de cielo crepuscular…

Que la aurora traiga el viento nuevo

Y que juegue

En las calles que adornan las lunas

Que atraen añejas miradas

Sutiles de las graves lejanías…

Y que tu corazón se rasgue y llore

De llorar por unas lágrimas antiguas…

Tendió la noche al sueño la luna, su escudilla

Más desató un relámpago su serpiente sutil…

Rayada está la mar de rutas paralelas,

Todo es deseo de llegar a un paroxismo

La roca desprendida de la frente de la montaña

Rueda según los pliegues de la hondura

Como pesada lágrima de piedra

¡Deja que en torno silben los tentáculos!

Tiene el aire un sabor como mental


Los hombres son como ideas que cruzan por un espíritu

Conozco la ventura de casi no existir

Seremos de cobre y de hierro pero no de alma

Ni siquiera nos quedará trama para un pensamiento

Soñaremos en atenuar nuestros chirridos

Fundiéndolos en rumor aceitoso

Y un mutismo enérgico y graso

Destilará de nuestros cuerpos

Los impulsos que se atropellan

En los cálidos aposentos

De los pisos de nuestra carne

Serán un solo espasmo trémulo

De piezas que justas encajan

Y trabajan con mutuo esfuerzo

Seremos de acto y de hierro

Tápame la ventana con esos cobres domésticos

En que tiembla la luz

Tengo el cuerpo cansado de haberme contenido

El minuto en que vivo no ha de acabarse nunca

Ya no entra en lo futuro mi cuerpo al caminar

Yo persisto. La fuerza toda está en este punto

Nada cambia de ser

Preñado está el espacio de este presente enorme

Que con su distensión quebranta las tinieblas

No somos, no podemos ser más que un trueno solo

El grito sin cansarse corre a través de los tiempos

La niebla sacudid. Palpad la lluvia

¿De dónde, pues, esta melancolía,

fino mirar que del delirio duda


forma de interrogar a la alegría?

Para que la poesía ose bajar del poeta

¡que ingenuo impulso requiere en los días que vivimos!

¿Qué podrá hacer aquí abajo donde ya nadie la espera,

En el valle al que el aliento llega de arrabales sordos?

Para que poco a poco medre el poema

Ciego animal es fuerza llevar consigo

Y un gozo más antiguo que el de la mente

El poema, libre y solo, sonríe

¿Quién me impide ir hasta el cabo del mundo?

Dijérase que un ejército huyó tras el horizonte

Creando el desierto para protección de su derrota

En derredor del poema reina transparencia horrible

¡Oh poema solo más que un rayo que perdió la luna!

¡Qué importa! Yo haré el canto prometido

Tentaré la aventura

Que en el cielo otra vez fulmine la poesía

Cuyo trueno cayó aquí abajo

Los pueblos ya dejaron de oír a los poetas;

Se entregan a otros juegos; a más sombrío amor

¡Eh, vosotros, hombres de todas las razas,

Oíd lo que el Hombre blanco va a deciros, y no miente,

Os dice que os amó siempre

Y si quiero gritar, para así recobrarme,

Palabras y sollozos en tumulto se empujan,

Tapando mi garganta, donde quedan; ahogándome

Si quiero solamente levantarme, me hallo

Preso por un abrazo que se iguala a mi esfuerzo

Pronto caerá la noche


El alma difunde cada objeto

Lo borra

Flotando sobre él

La niebla que exhalan los ríos en las tardes

Siento la gravedad ansiosa de una espera

Corro las cortinas, sin encender la lámpara

Dejándome borrar por la sombra creciente

Para que sólo el alma subsista inalterable

Y el cuerpo participe de la vida del cuarto

La llave, al abrir, ata un destino cumplido

Algo termina ahora en mi vida y mi ser:

Ya el pasado no importa; y la ansiedad se vuelve

A lo que en este instante acaba de nacer

La noche que estés triste, llégate a la ventana

Y hunde el rostro en el mar que sube de la calle

Olvidarás tu edad y estarás inclinado…

Pesa tanto en mi alma, esta noche, la vida,

Tan cargado esta el aire de mi angustia y mi luto

Que sólo sé pensar en lo que he abandonado

Sólo quiero ser como una llama ardiendo

En la sombra que llena las bóvedas del sueño…

Este año te siento, de otra manera, eres nuevo

Temblores me sacuden, porque me has confiado

Sin testigos, al caer del crepúsculo,

Viento de otoño!

Ves crecer los mares sombríos

Que rechazan, en su dolor,

Los desplomes de las estrellas

Bajo las hojas de bronce nacía un potro


Y cómo alegra la trompeta mi corazón

Y la pluma docta en el escándalo del ala!...

Y de un árbol de bronce llega un gran rumor de voces

Rayo y flautas en las salas

La tierra vasta en su área rueda

Pródigamente su débil ascua cubierta de cenizas

¡Un lugar de rocas de mica!

Ni un solo grano en las barbas del viento

(La sombra de un gran pájaro me pasa por la cara)

***
POEMA XXXI

El roce de las hojas de pergamino

De una vieja Biblia sembrada de góticas letras

Y el oro y la púrpura de dos peces cautivos

En los húmedos flancos de un frasco de licor

(Por la noche, mi estancia se llena de diablos)

Oh, la tierra –murmuré a la noche- es un cáliz embalsamado

Cuyos pistilo y estambres son la luna y las estrellas

Ojos cargados de sueño

Cerré la ventana que incrustó la cruz del calvario

Negra en la aureola amarilla

El gnomo que se embriaga con el aceite de mi lámpara

Preferiría hacer el amor en el campo de los bohemios

Antes que rezar a Dios en el convento

Un verde repecho que el ocaso dora

El rayo furtivo de tu ojo sonriente

Después, mezclada a todo, como un signo de duelo

A unos ojos de espía teme en el ciego muro

Ningún alba tiñe con sus claras pupilas

¡Si en el cielo apagado alguna estrella pálida

Esta melancolía besara con luz cálida!

El amor en que no hay que morir ni llorar

Las rosas se derramaron y se rompieron con el viento

Y se dispersaron por el mar

Sinfonía en blanco mayor


Alzando su cuello níveo como el jazmín

Esa mujer suele bajar

Blanca cual rayo de luna

Sobre la helada región polar

De carne nácar

Amarillean de frenesí

La tenue escarcha cae en redor

Se ha recogido la constelada gota de láctea luz estelar

Ópalos su irisación (los supersticiosos atributen al ópalo, piedra preciosa, influencia nefasta)

El marfil donde su mano blanca es mariposa

Guarda del viento helado los blancos hombros de rosa té

La pluma suelta de la paloma que nieva el techo del mausoleo suntuoso…

Blanca esfinge de invierno

Sobre la seda, temblorosa tu epidermis se ve platear

Mi amor es una cosa alada y vuela al verse perseguido

Inquietante mariposa que la asediase con su ardor

El arte augusto sólo alcanza eternidad

Como la audaz Psiquis del mito con áurea lámpara en la mano

Bajo la purpúrea cortina

Nos muestran atrevidamente

La palidez mate, ambarina

De un cuerpo donde nada miente

Miro su cuerpo destilando en perlas

Eres luna de nácar que me alumbra sutil

Tu boca tiene púrpura de nubes de ocaso

En sus negros antros llenos de humo

Los orgullosos sabios

Murmuran señalando el universo

“Todo está allí vacío, todo está silencioso”


Se ve cual mar de fuego de estrellas esmaltado

¿Y qué azogue tendrá este diablo en las venas?

Bajo el ocaso rubio los ciclones violentos tiemblan con lumbres carmesí

Un vaso de zafiro se desangra en rubíes

En el abismo tu mirada bucea

A la hora en que el sol ya cansado

Va ensangrentando el cielo con heridas bermejas

Un puerto resonante en que mi alma ha abrevado

Largamente el sonido, el perfume, el color

Poderosos fantasmas que en los atardeceres

Desgarran su sudario si los dedos estiran

Estas blasfemias, estos llantos, estos gemidos

Estos éxtasis, gritos, “Te Deum”, maldiciones,

Un eco son por mil laberintos henchido,

Opio divino para mortales corazones

El alma de un poeta errante en la gotera

Con la triste voz habla de un fantasma medroso

Sus ojos son dos antros en que centellea vagamente el misterio

Su mirada ilumina como un relámpago

Es una explosión en las tinieblas

Prisionero de la infranqueable sombra

Para ahogar el vértigo, en delirio inmerso,

Nos, preste orgulloso el Verso,

Que se gloría en desplegar,

De lo fúnebre la embriaguez,

Sin sed ni hambre fuimos a hartarnos…

Pronto, apaguemos la luz, pues

Las tinieblas han de ocultarnos…

***
POEMA XXXII

El viento gime a través de las hojas sus notas lánguidas

Y el búho entona su grave canción triste y lastimosa

Que eriza el cabello a los que la escuchan

Los perros rabiosos rompen sus cadenas

Corren por el campo presas de la locura

Y miran a todos lados con inquietud salvaje en la pupila llameante

Los perros tienen una sed insaciable de infinito

Desde entonces respeto el deseo de la muerte

¡Y sin embargo, siento que no soy el único que sufre!

¿Quién conoce sus necesidades íntimas o la causa de sus alegrías pestilentes?

Su esmalte en el camino de yeso el sol ponía

Como chinches los hombres se mueren

Mi alma no se halla inmaculada

Otro pierrot se me ha muerto de un orfelinismo crónico

¿Un nuevo Dios, no es necesario?

¡Chal de melancolía!

Hay más estrellas que arenas del mar

Mientras canta el grillo a la luz que en los astros de julio parpadea

En esta inundación del río Leteo…

Era una hermosa noche de ensueños y de estrellas

Esfinge cruel y aciaga, pesadilla fatal

¡Ámame, tú que sabes que bajo mi sonrisa

Soy semejante a esas tumbas abandonadas!

Aquí no señalaríais huellas de ningún monumento de superstición


Su mirada semeja mirada de escultura

Y arrastra un cruento y perverso viento a mi alma incierta

El cenit está henchido de sordos resplandores

La punta de marfil que brilla y mata con acerados tintes de cuchilla

Ya de mi copa beben el santo y el perverso

¡No creo en Dios!

Sobre el abismo negro mi espíritu se mece

Los juegos de agua esbeltos entre los blancos mármoles

Y aún truena la candente quemadura

Ay, qué negro el abismo de mi crimen

Al fuego de un relámpago de súbito encendido

Su blusa, cual sudario, flota en la racha fría

Azul enjambre de estrellas puras

Tu canto sea la profecía…

En brazos de un hastío denso, el alma pequeña sufre

Cuando en mis sienes calme la divina tormenta

Cuando el bosque de oro y cenizas se tiña

Y este cuerpo sombrío tarde sucumbe al silencio del estío

La boca abierta al astro de vinos eficaces

La sombra miro en que te deshaces

¡Oh cetro de la tarde rosa que, en oro quieto, reverbera!

A los testigos fuegos muestra desde su tedio

Que en un astro, entre fiestas, un genio se ha encendido

Con un ebrio aletazo va a desgarrar el duro lago de olvido

Sacudirá su cuello la agonía en que anega

Fantasma que a un lugar su esplendor tiene unido,

Del desprecio a la fría vaguedad se abandona

Con sus velos más tristes, el nublado horizonte

Se crispa sobre el drama universal del siglo


Los ojos agazapados bajo las cenizas de la noche

Se ve brotar de las huellas eternas el diamante divino de la vasta alianza del cielo

Sombría fiesta de las horas

En el reloj que aloja al destino

Miraremos pasar la sonrisa del mundo con su larga sombra de dolor

La hora que se alza ya está en el ensueño

¿Qué significa ese ademán cruel?

Todo muere menos la obra, poeta

¡Y preparemos así nuestra inmortalidad común!

***
POEMA XXXIII

Los corceles del dolor en las vasijas de la aurora

¿Puso al arco iris sus estribos?

La penumbra centellea

En la urna de los ángeles

Cámaras de alabastro

La luz se ríe de la brisa en su castillo

Los mundos recogen sus arcos

Los firmamentos reman

Se arrojan diademas

A un disco de nieve

La arremetida de lo eterno

La marea desilusionada

Extraños secretos que contar del horizonte

Más allá de las terribles puertas

Hilera de estrellas a su frente ceñida

Levanta si puedes aldabas de acero

Claustro del cielo

Cálices tallados en perlas

Hasta que los serafines agiten sus sombreros nevados

Arrojando desperdicios de esmeralda

Tengo rubíes como la sangre del ocaso

Y un topacio como la estrella

Su frente sin ungir era su única diadema

Semblante agónico
Inútiles los vientos

El ser con plumas que anida en el alma

Debe estar molesta la tormenta

Es como la distancia que tiene la mirada de la muerte

Sentí un funeral en el cerebro

Como si el alma no fuera al solsticio

Todo el tiempo se licuó

Bailes de plumas

Ruedas de nieve

Ensartar el rocío –como perlas- toda la noche

Los nervios se asientan ceremoniosos como tumbas

El vivió donde nacieron los Sueños

Memorias que nos van matando

Una somnolencia difusa

Un ofuscamiento como neblina

Ojos demasiado telescópicos

El musgo alcanzó nuestros labios

Entre un jadeo de borrasca

Blandió sus hermosas palabras como filos

Que relucientes brillaron

Y cada una descubría un nervio

O perversas llegaban al hueso

Las bufandas del arco iris

A los párpados en el sepulcro

Todas las campanas sacaban la lengua

Sentí que me invadían los sirocos

Destierro de ojos

Un océano doblado

Privilegios de la Muerte
Esos océanos son oraciones

Fronteras de dolor…

***
POEMA XXXIV

La luna revive sus puestas zafiro

Ojo de granito y oído de acero

En torno al escarpado aire

Su verdad púrpura

Erguida en medio del yodo

Los oscuros brazos de la medianoche

Por vez primera intuí

Que las cabezas de los caballos

Apuntaban a la eternidad

Las montañas contestan diligentes

Hielos punzantes sobre mi alma

La oscuridad partirá su rostro

La muerte es un diálogo

Entre el espíritu y el polvo

La ruina es ceremonia

Un trabajo de mil demonios

¡Brincan con sus pies de plata

En qué frenética danza!

Silencio es todo nuestro miedo

El alma en el transporte de su sueño

Se nutre solo de silencio y paz

Creo que el agua es la raíz del viento

¡Qué misterio invade un pozo!

En el rostro del abismo…

***
POEMA XXXV

¿Por qué se marchita la flor de loto del agua?

Arco de agua…

Como sombras en el agua

Corcel de aliento de llamas

Trono de perlas

Poso mis alas sobre flores aromáticas

Y cortejo al rocío de bello mirar

Una tumba bañada de rocío

¿Por qué no puede cerrarse el oído

Ante su propia destrucción?

¡O el rutilante ojo ante el veneno de una sonrisa!

¿Por qué están los párpados cargados con flechas alistadas

Donde mil guerreros yacen en emboscada?

¿Por qué una lengua se solaza

Con la miel de todos los vientos?

¿Por qué es un oído, un torbellino

Que se dispone a envolver a la creación?

Me acechan la locura y el desaliento

Desafié la venganza con las espadas del relámpago

¿Dónde duerme el rayo?

Encadenados en la espesa penumbra

Las lágrimas que manan de mis pétreos manantiales

Colgarán de tus huesos caídos agonías convulsivas

¡Escuchen la voz del Bardo!


Lloraba en el rocío del crepúsculo

Rompe esta pesada cadena

Que congela todos mis huesos

La carencia de pensamiento es muerte…

El desierto salvaje se volverá un sereno jardín

Un demonio oculto en una nube

Desde sus ojos en llamas caen lágrimas color rubí

La locura es una confusión interminable

Oigo las cadenas forjadas por la mente

¿Qué quejido humano convoca

Al guardián de la noche?

A través del valle de la muerte

Nubes hambrientas oscilan sobre el abismo

Vi un poderoso demonio

Envuelto en negras nubes

Y llamas corrosivas…

***
POEMA XXXVI

Un resplandor ya se extinguió en el mundo

Solo a mí me invadió una sensación de pena

Los vientos llegan hasta mí desde praderas de ensueño

¿A dónde ha huido el resplandor visionario?

Sombras de cárcel comienzan a cernirse

¡Tú, excelso filósofo!

Acuciado por los problemas de la mente eterna

¡Profeta todopoderoso, vidente bendito!

En quien moran esas verdades

Que toda nuestra vida luchamos por hallar

Perdidos en la oscuridad, la oscuridad del sepulcro

Tú, sobre quien la inmortalidad se cierne como el día

Tú, de la celeste libertad en la cumbre de tu ser

La fe que transpone la muerte

Los años que traen consigo la reflexiva mente

El imán de sus llameantes ojos

Oía el sonido del oboe

Va el coro alegre de los trovadores

Buscan eco en el silencio hueco

Como ruidos oídos en una tumba

Y la luna, de noche, entre la niebla

Como humo blanco, blanca fulguraba

¡Dios te proteja del demonio que tanto te atormenta!

Ah ruin-decían-, el ave ha asesinado


Que hacía soplar la brisa

Y entonces dicen que les maté al ave

Que trajo los vapores y la niebla

¡El piélago podrido!

No podíamos hablar,

Cual si estuviéramos sofocados de hollín

Eran de vidrio los cansados ojos

El día estaba casi agonizando

Se hundió el sol,

Emergieron las estrellas

Y de golpe,

Fue todo oscuridad

Mi cuerpo aún no ha caído entre los muertos

Y cada estrella es un destello de oro

Giran y danzan, las estrellas pálidas

Y comenzó a rugir más fuerte el viento

Y la lluvia a caer, copiosamente,

De negra nube al borde de la luna

Como torrentes desde la montaña

Caían, sin darse tregua, los relámpagos:

Era un río de luz, profundo y ancho

Bajo los reverberos y la luna

Se oyó un clamor que vino de los muertos

(Sus miembros son como herramientas muertas)

Dejaron caer los brazos hacia la aurora

Y se alzaron dulces cantos de sus bocas

Era una canción de un ángel

Que hace que hasta los cielos enmudezcan

La luna ponía chispas en sus ojos


Fijos en mí con su mirar de piedra

La maldición, la angustia en que murieron,

No había de acabar

Porque saben que un pérfido demonio

Los sigue muy de cerca, agazapado

***
POEMA XXXVII

Ciudad Irreal engendra lilas de la tierra muerta

Olvidadiza nieve

Qué ramas crecen en estos escombros pétreos

Tan sólo conoces un montón de imágenes rotas

Sólo hay sombra bajo esta roca roja

Te mostraré lo que es el miedo en un puñado de polvo

Mirando en el corazón de la luz, el silencio

Bajo la parda niebla de un amanecer de invierno

Y en esa luz triste nadaba un delfín tallado

Me parece que estamos en el callejón de las ratas

Donde los muertos perdieron sus huesos

Y jugaremos una partida de ajedrez

Fatigando nuestros ojos sin párpados

Los últimos dedos de las hojas se agarran

Y se hunden en la barranca húmeda

Las ninfas se han marchado

Pero a mi espalda en el viento frío

Oigo acudimientos de huesos y risas ahogadas

Y yo, Tiresias, he tolerado todo lo ocurrido

En este mismo diván o lecho

O, que estuve sentado bajo los muros de Tebas

Y anduve entre lo más bajo de los muertos

Tras la roja luz de las antorchas sobre rostros sudorosos

El helado silencio en los jardines


Tras la agonía en lugares pétreos

Gritería y lloro

Prisión y palacio y reverberación

De trueno primaveral sobre distantes montes

Aquel que antes vivía ha muerto ya

No hay ni silencio siquiera en las montañas

Sino el seco estéril trueno sin lluvia…

***
POEMA XXXVIII

El hombre con su cigarrillo contratado

Y su dolor de bolsillo gangrenoso

Con su mal de tierra suntuosa, magnífica y espléndida

Va arrastrando briosa sus pobrezas

Con traspié cómico sin taco

De picotón de buitre bicéfalo

Al arrullo grave y monótono de un grillo fugitivo

Desea en ocasiones ser una gallina negra

Con un son de los testículos cantores

Corre a una cita en fangos de honor por rosas auditivas…

Y llevando una corona de carne

Unta a ciegas a la luz de unos calcetines roídos

Diplomas de los muertos del arte

Y con un corte oblicuo a la línea del camello

El polvo inmóvil se ha puesto ya de pie y avanza

Hacia un óxido profundo de tristeza

Y obstinación dramática

-Mi periplo- dice:

“Que el hombre ha de ser bueno”

Tal el beso del límite en los hombros desvencijados

Y el cutis por teléfono

En tus sustantivos creció yerba asesina

Estoy callado y medio tuerto por la borrachera

Mientras el capitolio se apoye en mi íntimo derrumbe ocasional


Convalece mi freno neumático

Y fajaron mi salud con estampidos

Craneados de valor y atrevimiento

Hacia los senderos infinitos

(Perdonen la tristeza por la zona)

Tal de mi tierra veo los cerros dulcemente retratados

El sol me penetra y espanta a mis dientes incisivos

¡Suelo teórico y práctico!

La técnica del cielo es asombrosa

Subiendo por la idea redentora hacia mi osamenta espiritual

Del farol que colgaron de la sien de Cristo

¡Oh, estrellas matutinas si os aromo

Quemando hojas de coca en la hoguera!

A tiro de neblina ligera y baja

Con la zarza ardiendo de placer

La sé por su llave maestra

Deja un caótico aroma de asta muerta

A batalla de escaleras

Afeitándose al pie de su mañana esperanzador

Mi ser parado y en chaleco de fuerza

Tengo confianza en el anteojo

Y en el molusco perpetuo

Mi maquinaria de silbidos técnicos es eficaz

¡Mis sales luminosas!

¡Borde fehaciente de tu arranque morboso!

Parado junto al lúbrico equinoccio

Daré en hojas de plátano sagrado

Acordeones óseos

Ofrece asiento el existir


La sensual desolación

Mis amados órganos de llanto ferroso

Jamás el fuego nunca

El humor acuoso es vertical

El dolor nos agarra nos aprisiona

Nos aloca en los cinemas

Al vino un ecce-homo nietzscheano

Me urge estar sentado pensando

Cuando me viene un rumor craneano

Espectro fluvial en que arde el oro en ideas

El diagrama del tiempo transcurre

En plásticos venenos

Y el acordeón de la tarde

Rasguña un árbol ávido de vida

¡Alucino como el relámpago!

Habrá sed de correr hacia el bosque

Como El emperador Jones

¡Cómo la sensación arruga tanto!

La noche está enterrada en mi pupila

He disparado para atrás tu violencia

Me sale espuma rabiosa

Lamen mi sombra los espectros

Tengo la visión de una puerta oscura

¡Le bebe a la plata tanto fuego!

Atado locamente al tiempo

Y con el sudor en plena lágrima

El andar de las rectas conciencias

Producen la hinchazón del plomo

Su elemental cadena cuyos eslabones


Someten a la cola del fuego

A apagar con su sombra su tiniebla

La altura de los astros celestes

Tienen un número hendido

Y la callejuela de la Luna

Un cerebro mal peinado

Que llena el vaso de humo

Hacia los linderos del fuego

Sudando tinta china

Narraba mi garganta las peripecias

Del vientecillo con que oyes

El afecto que quiébrase de noche

PONTE EL ALMA

Han abierto en el hotel un ojo

PONTE EL SUEÑO

Órgano oral de tu silencio

PONTE EL CUERPO

El orgasmo de las sirenas

PONTE EL SOL

Pende del zapato de goma

Doblarse en forma de ámbar

Entrar a mi martillo con fuerza

Y desde los fatídicos teléfonos

Escuchar a su alma

Que es un acorde de lápiz

¡Oh vino que enviudó de esta botella!

La aurora de la tarde flameó

Humeante nimbo de los santos

En honor del pozo abismal


La mecha de azufre

Que del monte tantas veces manara

Lloró en mi mano

Latidos de asta

Hablando en oro

Meditaba estamparse

Río atroz del polvo

Truena el color

Alfabeto gélido

Perdió su sombra en un incendio

Un disco largo

Anotó mármoles

Espaldas ungidas

De los capítulos del cielo

Olfato que huele a muerto

Batallón de dioses

Tragándome los lloros

Acero contra dos puñales

¿Llorar en el teatro?

Le ha entrado una astilla

Y la llama apagada en el oráculo

Es un diáfano antropoide

Agarrándote el alma

Soportas la calle

Cautivo en tu enorme libertad

Un sillón al que siembra en el cielo

Que no crezca otra muralla

Una vela al sol

Cae de la arcilla al universo


Juega con su sombra

Séllense con dos sellos a los líquidos

¡La tregua de la bóveda!

Dad de beber al diablo

Desacostumbrad a Dios

Noción del fuego

El hombre es un malnacido

Con dulzura a gajos

Tesón corpóreo de tu sombra

Amada que yo amara con fósforos floridos

Esqueleto ya sin letras

Vendríame al corazón la idea

Una gana espantosa de ahogar

Lo que ahora siento

Como un hombre que soy y que he sufrido

***
POEMA XXXIX

Alguna fe adorable que el destino blasfema

En algún charco de culpa

Deshojando en sombras amarillas

Te holocaustas en ópalos dispersos

Tus venas son fermentos

De espumante escaramuza

Y la sed de lo infinito

Son arranques murientes de una cruz

En el regreso del desierto

Que espanta con un llanto de amor a mis sicarios

Y en los filos de humanidad

El azogue de tu miel interior

Se sepulta en cápsulas de silencio

Y un adiós de sangre

Oriflama las quimeras de la luna

Que el puñal floricida y auroral

Desgarra el ajuar constelado de una aurora

En la visión del entierro de mis ilusiones

Y curva las guadañas de mi ruta veloz

En una jauría de remordimientos

O de burla de ataúd

Una casta manada de luceros en el horizonte

Hacen del azul urdido en hierro

Amortajadas las pupilas contraídas


En enfermos pasos ópalos

Que afila cada lágrima en un diente hostil

Y esas manos que fingen un zarzal

En la esfingica ilusión de los perdedores

Culebrean latigazos crueles

Que quiebra un fragor de rosa de los vientos

Y los rotos aros de unos muertos

Con luz de fe su mármol aletea en el cementerio

Y los charcos de esta noche azul

Las cavernas crueles de mi ingratitud

Y mi bloque de hielo sobre su amapola

La abrupta arruga de mi hondo dolor

La noche es una copa de mal

Y la Tierra tiene bordes de féretro en la sombra

Un pantanoso corazón de mujer

Que brinda un loto diáfano

A la tarde de lluvia

Cuando el alma

Ha roto su puñal en retirada

Y los párpados ciegos en purpúreas bordas

Se dan al convite heroico de luceros

Donde se quiebran en el mortero de losa de este mundo

¡Aquí se está llorando a mil pupilas!

Y en el hornillo en que arderán los nardos de Eros

Como estrella de sangre a flor de músculo

La emoción de este crepúsculo

Metamorfosea a los ojos de esclerótica nieve

En un ciego sol sin luz gualda y mutilada…

La rancia pena de esta cruz idiota


Se hunde en el lago que suelda espejos rudos

En las viudas pupilas de los bueyes

Que arrecian el alma exhausta de un poeta

Prisionera en una cadavérica jaula

De tedio estatual de terracota

Que ahoga en una enérgica negrura

Coágulos de sombra oliendo a olvido

Y un cantar neurasténico de paria

¡Oh, derrotada musa legendaria!

Si se quebrasen fantásticos puñales

Enrosarian un símbolo en sus giros

El copo es su blanco corazón bravío

Cuya traza es un ebrio andar de mil garabatos

Y lejos el río anda borracho y canta y llora

Prehistorias de agua, tiempos viejos…

Remanga sus pantorrillas de azafrán la aurora

El valle es de oro amargo

Se hinca la faz con una roncha lila

¡Cae el pomo roto de una espada humanicida!

La brasa de sudor se apaga en llanto

Queda un olor de tiempo abonado de versos

Para brotes de mármoles consagrados

Fosfatos de error y de cicuta

Los nervios rotos de un extinto puma

Un fermento de sol

Levadura de sombra

Vierte el humo en la aurora

El último lucero fugitivo

Desea aletear con el humo allá en la altura


La zagala que llora a la aurora

Mítico aroma de broncíneos lotos

Aleteando la pena de su canto

El viento reza en los ramajes yertos

Y llorará en las tejas un pájaro salvaje

No habrá remedio para este hospital de nervios

Alegre procesión de luces

El moho que a mitad de la ruta ha crecido

En el manzano seco de la muerta ilusión

Cánticos aleves de agostada bacante

Sórdido abejeo de un hervor mercurial

Alzan brindis esculpidos en roca

En la vasta orquesta de Esfinges

Que arrojan al Vacío

El brillo estoico del hielo

Y el hastío despunta en una arruga

Este bohemio dios…

Por qué se habrá vestido de diablo su voluntad

Con las dos manos santas

Que a un golpe de luz

Volaron desclavadas de la Cruz

Y una mano de agua

Que injertó en el pino resinoso

Un tedio de malas frutas

Huele a miel quemada

Los marfiles histéricos de su beso

Y en un suspiro de amor los enjaulé

Yo me partí de aurora

Por el Sahara azul…


Camina un verso gris de un poeta

Que con un mohín de sueños crueles

Murió lleno de voces de nieve

La cinta de fuego vibra en las rosas lamentables

En el jadear de roca

Honda plomada

La libertad suprema

Bañado en púrpura

Punta chispeante del cuerno del diablo

¡PURO EN SU BLASFEMIA!

Hasta cuándo la Duda nos brindará blasones

Una mañana eterna

En el valle de lágrimas

Quédate en la hostia

Que en un yunque impío te quise pulir

La tumba será una gran pupila

Un cáliz de dulce eternidad

Un pugilato de piedras

¡Nos lloran el suicidio monótono de Dios!

La aurea alfombra y la tinta azul del dolor

Incrustando un capricho de cera en un rubí

Dejando miles de ojos de sangre en el puñal

En mis ojos brujos hay candelas como en un condenado

¡Una agonía ardiente, suicida!

La espina dorsal del Universo

El sueño grabado en un puñal

El agua sucia de un dolor

Mido y lloro una frágil Creación

Mi reloj jadea
Una mosca llorona

Cae en la sombra de mi alma

Habrá bulla triunfal en los Vacíos

Jirones de tu ser a la borda de sus alas blancas

Diabólicos vientos

Desenroscados de la Esfinge

Preguntona del Desierto

Que el Misterio sintetiza…

***
POEMA XL

Una cabalgata en el desierto

Hacia el refugio de la fuente azul

Lejos del sombrío vuelo de los buitres

A solaz de la nívea heráldica del cisne

¡Éxtasis o plástica o delirio!

¡Transporte fascinante de las panateneas!

Atmósfera del sueño y la seda

Vértigo de la flecha y la llama

“El arte puro de las metamorfosis”

El cortejo de los dioses

Desgranan sus collares y sus arpas

En torbellino de chispas y cristales

Alas de aire y mármol

Como la onda y la estrella relampagueante

Brazos de la nieve del cisne de cascada y de luna; de oro de miel;

Los genios del sueño de alada agonía y el sortilegio del sol

La voz de tus ríos el divino atributo de tu fuego

La púrpura imperial de tus labios,

La diadema de llamas de tus ojos;

Los Pegasos de tu fantasía;

La magia de tu voz y tu silencio

El alfabeto del misterio

Vuelan las mariposas y los peces de nácar

Luminosa locura de su genio


Con collares de lunas

Y la piel de los mármoles desnudos

Sueña el viento en el barco

Los potros de la mar

¡Apagados ecos!

Diáfana anunciación de lo imposible;

Las gotas del relámpago

Las constelaciones del espíritu

El oro escondido de las arpas

Un aldabón del pensamiento

La muda distancia de la roca

En el horizonte del insomnio

¡Incendio de los cielos y la arena!

Se derrama el camino del deseo

Álamos del silencio

Las vértebras de piedra de los templos

Los tramos del crepúsculo en el ala del viento

Los cascos de oro del tropel de la aurora

Brujo de los caprichos de la fémina

Del sortilegio de su fantasía

Y del imperio de sus tentaciones

Majestad de los prados de la noche

Y el oro de la cúpula del mundo

La vestimenta de la estrella

Sueños del poeta

La industria de las mariposas

Peregrinación alucinada

Acunan a la noche y a la aurora

El estuario del Infinito


En su lecho de musgos y de espejos

Se duermen las tormentas

Y despierta el violoncelo del silencio

¡Un bosque de fuego!

Devorando los rumbos del éter

Escuché al corazón de la noche

Al Poeta del hierro

Un plástico del verso

Que hacía un oro antiguo de la fantasía

Y los espejos de las rocas

Y con el rubí de la antorcha de la sangre

Pudo tallar el verso con la llama

Y los vidrios canoros de la fuente

¡Se ha dormido el tiempo de la soledad!

En góticos horizontes y la decrepitud de sus murallas

El elixir de su fuerza

La canción sin palabras derramada en la música del llanto

A la secreta luz de su universo

¿En qué idioma conversan sus violines con las hijas del viento?

Todas llenas de silencio y de bruma

Entre estos muros se escondió el silencio

Apagadas las llamas del deseo

Se han encendido las luciérnagas

¡Relámpagos de alcohol!

Dársena gris de la melancolía

La ceniza y el humo del poniente

Y los carbones de las nubes

Y los fieles cristales de la nieve

El ánfora de fuego de la estrella


Y la escondida copa de rocío

Siento su canto en mi alma y en mi sangre como de terciopelo

Siento el desfile de los desengaños

¡Desde la cima de la miserable soledad a los escombros del hastío!

Hoy nos llegan las voces del destino

Y la salmodia del viento envuelve a todo en llamas imprecisas

La llama sagrada en el desierto:

Linfa del sol ardiendo en mi ceniza

Espejismo, fascinación del mundo…

Yerba de los sarcófagos del Tiempo…

Descubrió la tragedia de su alma,

Máscara trágica de fantasía… en un incendio de espinas

Los ojos del crepúsculo flotan en la laguna

Descubrí en su sonrisa el arco iris

Y en su mirada el diamante solar

Su piel derramada en mis arenas

Garganta manantial del grito

Sus rimas, diademas del infierno

Memoria: vértice de mi luz y mi sombra

Por el corazón del silencio

¡Puentes del fuego a la desilusión!

Visión de música

Espejo de las íntimas luciérnagas

En el combate de la luz y la sombra

De la tragedia un aguafuerte

Ciega la mirada de vidrio

Del aquelarre de la pesadilla

Y los fantasmas de mis nubes

Sortilegio de los bosques celestes


Montañas de mi aurora y mi crepúsculo

Llamarada en la roca de mi pecho

Paroxismo de las cumbres

Locura dionisiaca del mar

Un joyero de estrellas

Que engarce en el firmamento de su alma

La vía láctea del sueño

Las puertas bien abiertas hacia la fantasía

Liberado de la fiebre y del miedo…

Ausencias y visiones nocturnas…

En esta orilla de las alas

El poema y la voz de los videntes

Ha regresado en su collar de mitos

¡Y mi arcano tesoro de poesía

Y mi vino celeste de esperanza!

Para escalar la eterna transparencia

Buscamos las pleamares del espíritu

Señores del pensamiento de las aguas

Entre la muchedumbre de las náyades

Letras de hielo de la duda…

Los laúdes errantes del trovista

Los arabescos y las diosas de mármol

Paisajes líquidos de porcelana

En los claros de luna fantasmales

Nostálgico de las líricas abejas…

***

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