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Diario de Un Coach PNL e Inteligencia Emocional-Benigno Horna PDF
Diario de Un Coach PNL e Inteligencia Emocional-Benigno Horna PDF
Agradecimiento
Un agradecimiento muy especial para Nilda Requena, que me ayudó a corregir el libro y ha
quedado mucho mejor después de su trabajo. Para todas las personas que lean el libro.
Para mi hija Irene, es sin duda lo mejor que me está pasando en la vida- A mi familia, mi
madre, a mis hermanos y cuñados. Mis sobrinos y mis difuntos que viven conmigo.
Para P.G.R, para IGSS, Concha B, MVBC, AEZ, TTVG, JHG, LDPJ, MIQG, MTPS.
Luis y Javier Clemente, Tomás Arenal, Rosario Tiertz. Carmen Carnero, Miguel Ángel
Lobo. Ecocentro, María José Muñoz. Nazaret Romero. Soledad Ossuna, José Luis
Wagener, Ross Galán. Isabel María Quesada González, que es la mejor terapeuta que
conozco.
Ruth Zamora, Raúl Álvarez, Alejandro Ramos, Stephane Blay, Pablo Samper.
Miguel Gómez, Javier Pintor y Edu Fuentes. Adolfo Pérez Agustí. Yolanda Delgado
Donoso y Kiara. Fernando, José y Birgit y Luis Cobo. Lorena Cano, Irene. Elsa y Willy
Martin Olsen, de la BIU. Edy Morales, Juan Enrique Cardiñanos, Antonio Calleja, María
del Prado Moreno, Vera Frago. Noemí López.
Graciela Anderson. Roberto Contreras. Juanjo y Magacha Juste O. Javier Bordona, Jaime
Jiménez Burillo, Pocholo Gandía.
Rosario Romero, Albert, Frederic y Ana Sala Dalmau. Antonio y Milva. Mar Asenjo
Vilares, Sandra Ayoso y Coke.
Marta Torre, María LR. Jesús Fernández de Letra Clara. Miren Larrazabal, María Vara
Santiago, Lourdes Sanz, Lucía Domínguez S., Sissy Rojas, Patricia Sancho I, Nancy
Escalante. Rico Alcona. Borja Milans del Boch.
Padre Oscar. Jaime Javier Esquivel. Club Rotarios y 20 30 de David. Carlos Fajardo Arias,
Mariangela Lemus, Mavi Sallé Y Ñoñe, Liz Tapiero de Saavedra, Luz Marisín González
A, Carlos Saavedra. ADA. Pablo Herrera Reveco, Pamela Ledezma Jurado, Paola
Kieswetter, Pirim, Manuel Ramón Guerra, Shantal Barría, Estampas de mi País. Elida
Guerra y Roger Guerra, sin olvidarme de mi querido Don Ramón.
Erick Roy Minchola Renteria, Nancy Escalante, Lorena, Inés A., Elena Font, Josepe
García, Concha Hidalgo, Arantxa Escot, Ana Garex, Ali Gon Ces, Betty Velarde.
Miguel A. Viñas. Carlos Alberto Cornejo y Raúl Herrera que QEPD. Fernando Flores
Labra, Humberto Maturana, Rafael Echeverría.
Al Palacio de Fortuny en especial a Javier Merino, Javier Pintor, Tony Párraga “Tony
Manero”, Javier Carrera Matesanz, Iñigo de Lorenzo, Bárbara Lozano, Miguel Fontes,
Pablo de la Plaza, Pedro Espinosa, Antonio Villagomez, Víctor Manuel Martín, Carlos
Mingues, Claudio Catinas y Miriam, Sorin Catinas, Antonio Silos, Aurelian Sariu, Cristian
Simion, Bogdan Lungu, Cristian Simion, Florin Cosma, Dragos Garjan, Josechu Pérez d
M, Cano de Santiago, Mónica de Tomás Villarín, Roxana Díaz, Iván Narváez, Jaime
Villanueva, Ronnie Ghosh, Virginia González Veles, David de las Heras, Víctor Huerta
Murillo, Christian Jönsson, Massimo Lazzaro, Alejandro Maritzia, Juan Salvador Martínez,
Tommy Mun, Alberto Pérez Couceiro, Borja Pardo, Dragotron Pepinov, Arnaldo Alonso
Pinto, Felipe Pinto y Familia, Luis Pires, Pedro Queipo de Llano, Rade Petrovic.
Mercedes Raigada, Carlos Salord, Antonio Luis Santamaría, Borja Tamargo, Dani Tudose,
Mirela Tudose, Alicia Valerio López, David Villanueva, Natasa Vujnovic.
Arturo Pérez Wong. Raúl Abad, Marta Adell, Adrian Cionca, Christina Aguado, Menna
Andrade, Mónica Andrés, Juan Carlos Antequera, Ela Marlena A., Cristina Arrabal, Paul
Asavei, Lourditas Barlop, Victor Nogueira Barrón, María Bello, Rómulo Betnaza, Chris
Börjesson, Tatiana Calderón, Eva Cerezo, Lucía Cerezo, Sunil Chainani, Rosa Iglesias C.,
Esther Codina, Rebeca JR, Lourdes Crespo, Luis De La Portilla, Alberto de Miguel, Javier
Villarroya de Soto, Carlos Herraiz, Mila Ferré.
Carlos de Santiago Ferrero, Javino García, Dragos Garjan, Beatriz Ruiz Gómez, Antonio
Gómez Herrero, Rafael Hidalgo Crespo, Chema Infante, Ionela Ionela, África Jareño, José
Luis Jota, Vasile Lucaciu, Alberto Moya, Rosa Blasco M. Dani Tuduse, Jonhy Mentero,
Antonio Montesdeoca, Alfonso Mora, Catalin Vasile Movila, Alejandro Oltra, Alicia Ortal,
Borja Pardo, Arnaldo Alonso Pinto, Luis Pires.
Mercedes Raigada. Tamara Ramos, Ritchy Ritch, Inés Riviero, Ana Belén Rodríguez Saíz,
María Romero, Beita Ruiz, Leticia Sabater Alonso, Fernando Salvador, Curro Sanguino,
Antonio Luis Santamaría, Tina Clarissa Sieger, Cristian Nicolae Simion, Carlos Torlonia,
Ramón Torre, Meri Vaamonde Castro, Ella Valencia, Eva Sonse, Jackeline Suárez,
Gabriela Monsalve, Carmen Chili Álvarez M, Sophia Villarroel, Ana Belén Rodríguez Saiz.
A mis primos: María Luisa, María Eugenia, Ceci, Lupe, Pancho, Rosaura, Roy, Chalito,
Eduardo, Martín, José Manuel, José Ángel, Zara Mesa H. Lissy de Horna y a los que no
están en Facebook y se me han pasado.
Prólogo
Diario de un Coach, es un libro que va mucho más allá de la pura teoría. Seduciendo y
enamorando a la magia del amor. Al chamanismo y a la espiritualidad pragmática.
Narra cómo el protagonista Félix Gómez y otros personajes, son capaces de integrar la
PNL, la IE, el Coaching a su vida diaria y como se pueden asimilar en cuestiones claves
como la salud, la armonía, el éxito, la abundancia, el amor, el trabajo, el tiempo libre, las
relaciones con los demás...
Por otro lado, Susan God, es una mujer que ha sido vapuleada por la vida y decide vencer
a la muerte y enfrentarse a ella, con la mejor arma que tiene: El saber lo que quiere,
pagando su precio y disfrutándolo. “Quiero vivir este momento, como si hoy fuese mi
último día en la tierra y al mirar desafiante a la muerte, confesarle que hoy he vivido
intensamente y que mañana lo volveré a hacer”.
Hemingway pensaba, que un escritor, si sirve para algo, no describe la realidad. Inventa o
construye a partir del conocimiento personal o interpersonal y es eso lo que yo he
realizado. Las historias de los clientes, están basadas en hechos reales y escritos con el
permiso de los actores.
Aprenderemos como otras personas han dejando atrás sus traumas, sus fobias y superado
su pasado. Creemos el presente y también nuestro futuro, recordando que la vida no se
elige; se vive.
Capítulo I
De un instinto mágico, a un regalo inesperado.
6 de Julio Santa Rosalía. Baja California Sur, México
El atardecer era cálido, típico de aquella región de México y en el techo de la estación, una
especie de abanico destartalado, movía el poco aire respirable, que habitaba, en aquel
tórrido lugar. Por la megafonía se podían escuchar las canciones de Danza Invisible y
aquello hacía un poco más soportable la larga espera.
Quería llegar a mi destino lo antes posible, para así poder bucear en esas profundas y frías
aguas, -por lo menos para mí-, del Mar de Cortés, en busca de las ballenas grises,
tiburones martillo, lobos de mar y delfines, que tanto atraen a los turistas de todo el
mundo.
Sobre cualquier tipo de conjeturas, mi intención era la de empezar una nueva vida, ya que
tenía todos los elementos en mi mano, para hacer de mi vida, una aventura arriesgada,
cada vez que respiraba.
Mientras tarareaba, "Era lindo mi caballo, ligerito como el rayo", pude observar como una
radiante mujer, se sentaba justo delante de mí, como a unos tres metros de distancia. Y fue
cuando tuve un instinto mágico, de que ella sería la mujer de mi vida.
Solo nos separaban unas lozas de ónix, que hacían de suelo, en aquella "piquera de buses",
lo más parecido a un tablero de ajedrez. Escuchando los corridos de caballos, observaba la
figura de la mujer que me resultaba un tanto desconcertante. Su apariencia externa era
normal, pero había algo en su interior, que no me dejaba respirar con tranquilidad. De
reojo la analizaba, pensando que debía de medir alrededor de un metro sesenta y seis y
pesar unos sesenta kilos.
Llevaba puesto un blue jean, una camisa vaquera de color azul claro de manga larga y un
jersey blanco en la mano. Unas zapatillas de deporte a juego y tenía las piernas cruzadas,
así que deduje que no sería probablemente nativa de aquel estado.
Debía de tener cerca de treinta años, en realidad tenía -cuarenta y cuatro- y su aspecto era
mitad una pintura de Monet, lo cual le proporcionaba, un cierto aire de dulzura y de
indómito a la vez, al más puro estilo salvaje de Gauguin. Sus ojos de color indefinible, algo
achinados, eran salvajemente hechiceros y su aura resultaba magnífica. Por un momento
pensé, en la dicha de poderme perder en aquellos ojos todos los días de mi vida y en ese
cuerpo, a cualquier hora…
Sus labios naturales eran junto a su tímida sonrisa, la imagen que tenía en mis sueños de la
mujer, de la que yo debería enamorarme. Llevaba media melena y lucía el pelo negro zaino
liso, con raya en medio. Sus ojos me habían cautivado, desde el primer momento en que
se habían cruzado con los míos y aquello me producía una sensación de escalofrío, que
recorría todo mi cuerpo… y aún hoy, al recordarlo, sigo temblando y sintiendo vibraciones
como si me encontrase totalmente desnudo en mitad de un glaciar y solo la tuviese a ella,
para poderme abrigar.
Empecé a tararear “Labios de Fresa, sabor de amor” y tanto el olor como el sabor y la
sensación que tenía, cambiaron de pronto. Mi sonrisa era tan grande como una autopista
alemana, sin darle apenas importancia de lo que pudiesen pensar, las personas que nos
rodeaban.
Se estaba protegiendo de mí y yo sin saberlo, lo que le había producido, era una cierta
repulsión, por mi actitud tan provocativa y un tanto irrespetuosa.
Yo tenía ya todo el valor para levantarme y sentarme a su lado, aunque al oír "Camino de
Guanajuato" me acordé que "la vida no vale nada", si no hacemos que cuente todos los
días. Pero en México uno debe tener mucho cuidado a la hora de comunicarse con las
mujeres, sobre todo si estamos lejos de una ciudad turística, aunque sin saberlo, Santa
Rosalía, sí que lo era.
Por mi cabeza pasaron cientos de preguntas, que me hubiese gustado hacerle y cuando me
decidí a levantarme, apareció de pronto un hombre de aspecto rudo, que se sentó justo en
el asiento, donde yo me había visualizado, segundos antes, a su lado.
Le traía la cena y unas cervezas. La comida estaba envuelta en un plato con servilletas y
tal fue mi sorpresa que me eché a reír a carcajadas. El hombre en un principio se mosqueó
un poco, pero al ver en mi cara, que mi sonrisa era incontrolable, se acercó y me dijo:
-¿Gusta?
En lugar de preguntarme: ¿De qué se está riendo gilipollas?
Si hubiera sido del todo sincero, le hubiese dicho que sí, pero él, me hubiera entendido,
que mi respuesta era sobre la comida que me ofrecía y lo que realmente me provocaba, era
aquel pedazo de mujer que estaba sentada a su lado.
Me preguntó para marcar su territorio, que si yo era gringo y le dije que no. Que era del
Estado de Oaxaca, pero que en el fondo me consideraba gachupín.
Por fin nos presentamos a la manera chicana y le dije que me llamaba Félix Gómez. Él me
respondió con un "Toño González". Nos miramos desafiantes a los ojos y él entonces me
preguntó sobre mi destino final. Al responderle hacia donde me dirigía, me comentó que
ellos irían solo hasta La Paz, que era como la mitad del trayecto que me quedaba. Durante
unos minutos hablamos de cuestiones sin importancia, siendo observados por la mujer, de
los ojos negros felinos, que ya se había quitado las oscuras gafas de sol.
Ella me atraía de una manera hipnótica, ya que con su mirada me había hechizado y sentía
en todo mi cuerpo un verdadero flechazo, lleno de electricidad como si Cupido me
brindara la oportunidad de enamorarme, o quizá, ella se estuviese riendo de mí. Al
despedirme del señor González y volverme a sentar, puse en mi Walkman la canción,
“Honey”, de Bobby Goldsboro y cerré mis ojos y me la imaginé bailando rodeándola con
mis besos por todo su cuerpo.
A los pocos minutos regresó y pude comprobar que se había peinado y lavado la cara.
También pude observar, ese extraordinario cuerpo –por lo menos para mí- que tenía. Se
me acercó y mirándome fijamente a los ojos me dijo:
-Me llamo Susan God
Ya en la calle, lo primero que vimos, fue la salida de la luna, que estaba preciosa y lucía un
color amarillo naranja y se elevaba sobre una pequeña montaña. El sabor de mi boca, tenía
un ligero gustillo a chocolate con leche extrafino. Caminamos sin rumbo fijo y debí de
ganar muchos puntos, al llevarle su maleta que a Dios gracias, tenía ruedas y no pesaba
demasiado, aunque no entendí que Toño no se hubiese opuesto. En una especie de puesto
de hot dog, nos compramos unos “raspados” hechos de hielo, leche condensada y
caramelo líquido.
aquel espectáculo me motivó una vez más. Recuerdo que Toño nos dejó solos a Susan y a
mí, ya que se fue a saludar a unos conocidos que se encontraban tomando una cerveza en
una terraza, que daba a una estrecha calle, por la cual caminábamos. Siempre he sentido
un profundo respeto por las personas y máxime si son mujeres. Sin querer podía ofenderle,
así que con un ojo percibía a esa maravillosa mujer y con el otro disimulaba mirando hacia
el otro lado.
Durante unos minutos estuvimos esperando a que Toño regresara y para romper el hielo, le
dije a Susan mirándola fijamente:
Ella no me contestó y durante algunos segundos se hizo la indiferente, hasta que se oyó a
lo lejos, como en una atracción de la Feria, la canción "La Feria de las Flores” cantada por
Don Pedro Vargas.
Al pasar tan cerca de nosotros el carro, ella estuvo a punto de caerse y la tuve que sujetar
por la cintura y sin querer o queriendo, vaya usted a saber, rocé levemente sus pechos con
mi mano y al ponerla de pie, tomándola por su espalda, durante unas milésimas de
segundo, la abracé completamente, como envolviéndola en un abrazo profundo, por
primera vez en mi vida.
Ella se dio la vuelta y de frente, el uno del otro, me dijo, sonriendo, que ese abrazo no
había sido muy cristiano y tan solo asentí con una sonrisa de satisfacción por lo que acaba
de hacer, mientras nos quitábamos la electricidad que al abrazarnos, habíamos provocado.
Me dio las gracias y fue cuando me preguntó de una manera un tanto satírica, que por qué
yo sabía que ella no era de ese Estado. Le contesté que la había visto, en la parada del
autobús, cuando Lola Beltrán cantaba "Qué lejos estoy del pueblo donde he nacido", la
había observado salirse de su cuerpo y volar a otro lugar, pero no pude distinguir adónde.
Me preguntó, a que sitio creía yo, que ella se había ido y no supe responderle.
Observé que delante de nosotros, había una especie de pizzería, que tenía aire
acondicionado y la invité a cenar y fue cuando estando sentados frente a frente, con un par
de platos de pasta en medio de nosotros, empecé a conocer a esa mujer que me resultaba
tan apasionante. Sin perder de vista la llegada del autobús la escuchaba e intentaba
interpretar todo lo que ella me decía. Para impresionarla y conocerla mejor, le leí la mano
y dejé que ella poco a poco se fuese abriendo y dejara de lado su ironía inicial.
Ella al principio se negó a dejarme ver sus manos, aduciendo que hasta ese momento nadie
se las había podido leer. Hacía muchos años, una señora mayor lo había intentado y le
había dicho que tendría una vida difícil. Su mano izquierda, tan solo tenía dos líneas
marcadas y le faltaba la tercera, así que al decirle lo que significaba, intrigada me dejó que
siguiera.
Entonces me explicó, que desde muy niña, había soñado con encontrar a un hombre, con
el cual compartir su vida y que al conocer a su marido, lo había dejado todo por estar con
él. El problema fue que él, nunca hizo lo mismo por ella. Tuvieron dos hijos y aunque
creció mucho como madre, en los demás aspectos de la vida se consideraba una mujer
bastante pequeña y en el fondo, fracasada.
Me preguntó, que si estaba casado y como es lógico, le contesté que no y que iba camino
de Cabo San Lucas, para trabajar en un asunto que me traía entre manos y que me llevaría
algunos días resolverlo.
Le comenté que luego buscaría un pueblo apartado del turismo, para alquilar una casa y
poder pasar un buen tiempo poniendo mis ideas en orden.
Entre trozo y pedazo de pizza Hawaiana, mi situación no era del todo normal. Por un lado
tenía tanta hambre que mi educación me impedía parecerme a “Alf”, el extraterrestre de la
televisión, que no podía resistirse a una buena pizza comiéndola sin pausa, ni tampoco a un
buen gato, aunque en esto “Alf” y yo éramos bastante diferentes, ya que en lugar de
comerme a los felinos, me encanta alimentarles.
Mirándola a los ojos, me la imaginaba, perdiéndose en mis brazos, a la vez que yo, hacía
lo mismo, en cada parte de su cuerpo. solo el sabor agridulce de la piña, el jamón y el
queso, paliaba un poco mi ansiedad carnal, aunque con cada palabra y gesto que
intercambiábamos, mi deseo de compartir mi vida con ella, iba ganándole el terreno, al
mero asunto sexual.
-Claro que si lo hago. Ocurre que tengo mucha hambre, ya que yo no había cenado
anteriormente.
Me explicó que tardaba tanto entre bocado y bocado, ya que tenía apenas apetito y me dio
su indulgencia, para que me la comiera casi del todo en un santiamén. Con una sonrisa que
yo entendí un tanto pícara me dijo:
-Espero que en otras cosas tan importantes de la vida, no sea usted tan rápido…
Tardó varios minutos en regresar y me di cuenta de que se había soltado el pelo y puesto
una especie de flequillo que me impedía verle los ojos con claridad. Me comentó
señalándose su estómago, que algo le había sentado mal y fue cuando le pregunté que si
sabía nadar. Ella modificó inmediatamente sus facciones, se echó a reír y desafiándome
con sus gestos, para que cuando quisiese, iríamos los dos a bucear en el mar abierto con
snorkel y aletas, rodeados por tiburones.
Su cara cambió de pronto y pude sentir que su cuerpo seguía “malito”, así que saqué unas
pastillas de Sal de Frutas, que al dárselas, le ayudó bastante con su acidez estomacal.
Aquella escena me recordó a la primera mujer a la que había amado años atrás…
Dudé en contestarle y le dije que sí, que lo había hecho, en alguna ocasión en mi pasado y
fue cuando me pidió que se lo contara. Así que le dije:
-Tendría unos quince años y medio, cuando me enamoré por primera vez.
Me dijo que era una compañera suya del colegio y me pidió que me olvidara del tema, ya
que era mayor que yo.
Después de rogarle que me la presentara y poder mirarla a sus ojos, se escuchó por los
altavoces a Simón & Gardfunkerl interpretar “Puente sobre Aguas Turbulentas”. Para
colmo, ella era más alta y llevaba gafas, así que tenía que hacer un esfuerzo para apreciar
lo precioso que resultaban sus “achinados” ojos.
Cerré mis ojos y me visualicé otra vez, aquella tarde de verano bailando en medio de la
pista, años atrás y recordé -como si volviese a vivirlo-, cuando le pedí mirándola
profundamente a sus ojos que si quería ser mi novia.
Me quedé de piedra, ya que no entendía lo que le había pasado y tuvo que venir mi
hermana mayor a rescatarme y al preguntarme por lo que le había propuesto a su amiga y
después de contárselo, me explicó que en Santander a primeros de los años setenta, las
personas que se hacían novios, era para casarse.
Entonces, le dije a mi hermana, tomándola del brazo y con una seguridad pasmosa:
-Yo me casaré con Pilar. Te lo aseguro, es la mujer de mi vida.
Vuelta a la realidad, durante algunos segundos, nos miramos a los ojos sin apenas decirnos
nada, hasta que Susan, me tomó de la mano para darme ánimos y me pidió que
continuara.
Así que le comenté que el nueve de Noviembre de aquel año, tres meses y medio después
de nuestro primer baile, salimos por primera vez solos a merendar, a una cafetería llamada
Lealtad, y que dos meses después, nos hicimos novios. Con ella aprendí el significado de
amar y de sentir que la vida era maravillosa. La he querido con toda mi alma y ella pasó a
ser mi todo, mi mundo, y también mi asignatura pendiente. Me enseñó que el verdadero
amor es Eviterno, que tiene principio y no final.
Luego la perdí por una estupidez y lo peor de todo fue que asistí a su boda un ocho de
diciembre, nueve años después de aquello.
-Me sentía, lleno de amargura, viendo cómo definitivamente perdía a mi novia de toda mi
vida. La que siempre debió de ser mi mujer; aquella tarde perdía a la única mujer que
había sido capaz de querer. La única que me había hecho vibrar de felicidad. La única que
me había visto llorar por su amor.
Durante unos minutos estuve pensativo, ya que me sentía afectado por la emoción de
haberla recordado. Hasta que tuve el valor de proseguir:
-Curiosamente fueron de viaje de novios a California, porque la hermana del marido vivía
allí y recuerdo que habían estado también en Tijuana. Qué coincidencias Dios mío.
-Desde el último banco de la iglesia, veía a cámara lenta, como si fuera una película de
terror, lo que allí ocurría; me encontraba aturdido. Mi hermana pequeña quiso comulgar y
yo la acompañé. Allí delante del altar la miré de reojo y un par de lágrimas cayeron de mis
ojos. Fueron las últimas que me brotaron en muchos años. Al terminar la ceremonia, me
encontraba inexplicablemente tranquilo. Ya no tenía nada que perder; lo había perdido
todo. Sentía que una parte de mi cuerpo me faltaba y que volaba, estando de pie.
Lucía su traje blanco, de novia, pero no lo vestía para mí. Recuerdo sus últimas palabras
como si hoy mismo las hubiese oído. Ella me dijo:
¡Siempre te querré, Félix Gómez! Y me dio un beso rozándome los labios. Su último beso.
Hay momentos en la vida de una persona que siempre serán recordados y para mi aquel -
muchos años despuésseguía siendo una terrible pesadilla. Yo lloraba por dentro, sin
lágrimas, ya no tenía; y supe que después de aquello, pasarían muchos años sin que esa
sensación pudiera desaparecer, porque nunca podré secarme esas lágrimas que nadie vio...
Delante de una persona casi desconocida, al igual que lo había hecho, años atrás con
Cristina en el Parque del Retiro de Madrid, me confesaba a lágrima viva y seguía
ensimismado anclado en mi pasado, sin haberlo podido ni querido superar. En ese instante
di un paso muy importante en mi vida y empecé a expulsarlo vomitándolo, ya que si me lo
seguía conteniendo, no podría atraer el amor que deseaba. Joder, yo no quería recordar
más mi pasado.
Quería encontrar el amor de verdad y Susan era tan magnética para mí, que si hubiese
podido elegir, en ese mismo momento, me hubiese casado con ella, sin pensármelo, allí
mismo.
Muchas veces nos enamoramos de un ideal, de lo que creemos que es la otra persona. Y
qué coña, -yo no la conocía-, pero mi intuición me decía que era ella mi media naranja,
aunque la acababa de conocer. Estuvimos unos minutos en silencio, hasta que me
preguntó, que cuánto tiempo había tardado en superarlo.
Tuve que reconocerle que pasaron dieciséis años, hasta que otra mujer llamada Concha B.,
nacida ese mismo día, un seis de Julio, me robó el corazón.
Viajo tanto por el mundo huyendo de mí, que un día Pilar, me regaló una agenda donde
ponía: “Cuando en Madrid sean las diez de la noche, donde Félix esté serán”…
He viajado tanto como para perdonarme el haberla dejado escapar y a todos los países que
he visitado, la he llevado conmigo. Me convertí en un Quijote que recorría países para
ofrecérselos a su amada y que así ella, nunca me olvidara…
Sin haberme dado apenas cuenta, durante muchos años de mi vida, viví sin perdonarme el
haberla perdido y como aquello me había anclado en el pasado, -de lo que nunca volverá-,
me imposibilitaba ser feliz con ninguna mujer en mi futuro. Era hora de modificar el
anclaje. De qué me servía el haber estudiado tanta IE, PNL, MHRP, si luego yo no era
capaz de asimilarlo y modelarlo en mí día a día.
Rápidamente tomé una gran decisión recordando una de las películas que más me han
inspirado, sobre todo a la hora de hacer el Camino de Santiago, que es en realidad, el
camino de la vida diaria, donde en “The Way”, el hijo le decía al padre:
Vueltos a la realidad del presente, vi que Susan estaba muy decidida a decirme algo, ya que
se tapó su boca y después de haberse tomado un trago de cerveza, para coger fuerzas
tomó mi mano, la besó y me dijo muy tiernamente, mirándome a mis ojos fijamente:
Entonces me levanté y por primera vez, rozamos nuestros labios. Durante unos segundos
estuvimos mirándonos alucinados o por lo menos, yo sí que lo estaba. Entonces me
preguntó:
-Mire Susan, estoy un poco loco, pero por esto no paso. Discúlpeme, hasta ahora le he
dicho lo que pienso y le he entregado mi corazón sin apenas conocerla. Yo sé que usted es
muy joven, pero para mí, el solo hecho de pensar en ser padre, me supone una gran
responsabilidad y ya no me veo motivado por ahora para serlo. Así que si quiere ser
madre, dejo de ser en este momento, su futuro marido.
Así que le tocó a Susan confesarse y contarme como conoció a su primer amor. Me dijo
que fue un treinta de Agosto y que ella tenía trece años y él, catorce. Que se conocieron en
su Colegio de las Monjas, y que nada más verse, salieron a bailar “La Pollera Colorá” y
que él, le dijo que tenía que hacer algo muy importante después de bailar la pieza.
Susan se quedó muda, supongo que sentiría, lo mismo que yo había experimentado
anteriormente, cuando me dijo, que él se había ido corriendo, donde estaba la que hasta
ese momento había sido su novia y le había dicho que en ese momento cortaban. Regresó
donde estaba yo y me pidió ser su novia. Y nos dimos un beso. Mi primer beso de amor se
lo di a un chico desconocido aquel sublime día, de Santa Rosa de Lima, en el Colegio
Nuestra Señora de los Ángeles, de San José de David.
-Todo iba muy bien, hasta que sus padres y los míos se enteraron de nuestra relación y
como él, era judío y yo católica, un viernes en que nos vieron juntos, nuestros padres
decidieron separarnos y a él, lo mandaron a otro país y lo peor de todo, fue que no nos
dieron tiempo de despedirnos.
Aquel día, me arrancaron el corazón sin ponerme anestesia. Todavía hoy me duele, pero
cuánto mundo he conocido. Las cartas que nos mandábamos, nunca llegaron a su destino,
ya que nuestros padres nos las censuraron. Tardé también dieciséis años en volverla a ver
y fue cuando comprobé, que ninguno de los dos, éramos los mismos, que habíamos sido,
siendo adolescentes llenos de amor, de antaño. Sí vivimos en el pasado, nunca seremos
capaces de perdonarnos la pérdida y eso nos imposibilitará el ser capaces de darnos
nuevamente, sin temor a perder, viviendo intensamente nuestro presente.
-Qué casualidad. Se ha dado cuenta que tardamos los mismos años en empezar a
superarlo.
“El recuerdo que tiene el ser humano de los días pasados, es la balanza con la que se pesa
nuestra vida. ¡Dichoso aquel que al mirar atrás, descubre que la desgracia inicial, se ha
transformado en la dicha actual! Pero desgraciado es quien, al recordar su pasado, solo
siente la tristeza de un solitario arrepentimiento” José Ortega y Gasset.
El silencio del recuerdo fue roto, por un camarero, que nos llenaba las bebidas, mejor
dicho a mí, mientras que a ella, le traía otra cerveza. Nuestro estado de ánimo cambió, al
oír a Leonardo Fabio, cantar “O quizás simplemente le regale una rosa”. Después de
habernos pedido mutuamente en matrimonio, volvimos a juntar nuestras manos y fue
cuando las feromonas de amor, empezaron a reproducirse, como si se tratase de una
reacción en cadena.
Para cambiar el tema, hablamos de algunos viajes que ambos habíamos hecho por
Sudamérica y la asombré con mi conocimiento sobre Martín Fierro. Se quedó bastante
sorprendida por aquello y fue cuando me dijo que su padre, era un verdadero enamorado
de la filosofía del poema. Entonces me la jugué y me puse a cantarle casi en su oído, “Mi
viejo” de José Piero. Ella inmediatamente se puso triste y me dijo que esa era una de las
canciones favoritas de su padre. Entonces al que le saltaron las lágrimas, fue a mí, ya que
también lo había sido de mi difunto padre. Nos abrazamos, dándonos toda la ternura que
podíamos y así estuvimos enlazados, unos minutos recordando a nuestros progenitores,
sabiendo que el mío, estaba en espíritu, detrás de mi espalda, animándome.
Ella me dijo que cuando conociera al suyo, los dos nos haríamos muy buenos amigos y me
pidió que le hablase sobre el mío y sobre todo de sus canciones favoritas. Recordé que le
gustaba mucho la música de acordeón parisina y más mexicana, “Dos arbolitos”, “Las dos
Puntas” de los cuatro hermanos Silva y de pasada le comenté, como conocí en San Miguel
de Allende, a Don Pedro Vargas en noviembre de 1978 en un viaje por Guanajuato y que
también me había hecho el Camino de Guanajuato, pero en carro y no a pie. Me preguntó
pícaramente, acurrucándose en mis brazos, con cara de niña traviesa, que a qué lugar la
llevaría de viaje de novios y sin dudarlo le dije:
-Al Hotel “Foz do Iguazú” en Brasil y por la noche, te haría el amor a oscuras en la
piscina, mientras veíamos el espectáculo musical, aunque pensándolo bien, mejor te
llevaría a la Isla de Bali y luego a Flores Island en Indonesia, a Labuanbajo,
concretamente.
Era increíble cómo me sentía de bien a su lado y eso, que nos acabábamos de conocer y
ya estábamos hablando de nuestra futura luna de miel. ¿Sería amor a primera vista? Y esta
vez por fin, con final feliz.
Capítulo II Hipnosis
Entonces me pidió que le hiciese algo para calmarla. Le pedí que cerrase los ojos y que
mantuviese una respiración lenta y profunda. Que eligiera un cine que le gustase mucho y
que se imaginara, que estaba sola y que se iba a proyectar una película, para ella. Que se
sentase donde quisiera y que podía llevar con ella, palomitas, agua o lo que le apeteciera.
Luego le pedí que se imaginase un momento estupendo de su vida y que lo trajese a su
memoria. Que lo sintiese, viese y que se asociara a él.
Susan seguía mis instrucciones al pie de la letra y yo lo comprobaba por sus cambios en su
color de piel, sus facciones y datos externos que me indicaban que ya estaba entrando en el
Trance Hipnótico. Al variar mi cadencia de la voz, ella respiraba de otra manera.
Le pedí que le pusiera música a su visión y me sorprendió al decirme que estaba oyendo su
canción favorita. A Frank Sinatra interpretando “Strangers in the Night” y lo mejor de
todo, era que yo también estaba escuchándola; pero era, por la megafonía del local.
Ella abrió los ojos de pronto y mi instinto animal me impulsó a sacarla a bailar y aunque al
principio se resistió, después de decirle al oído, que la vida es una aventura arriesgada o no
era nada, la tenía enfrente mío y bailando muy despacio, la sujetaba fuertemente con mi
mano en su espalda.
Poco a poco, con cada movimiento que dábamos, la iba acercando a mi cuerpo y
conforme dábamos vueltas, empezamos a sacarle brillo a la hebilla, danzando siempre
encima del mismo azulejo...
Nos miramos a los ojos y nos besamos intensamente, aunque ella, hacía ademanes para
zafarse. Los dos estábamos interpretando una danza pre nupcial y como si estuviésemos
debajo del Acueducto de Segovia, le pedí que se casara conmigo.
Y, de pronto, la canción se terminó y con ella nuestra pasión. Nos sentamos rápidamente,
como si no hubiésemos roto ningún plato, ante la atenta mirada y risas de algunos clientes
y continuamos otra vez con el ejercicio.
-Estamos en México y no en Holanda. Aquí la gente no es tan liberal. Así que será mejor
que nos comportemos un poco.
Más calmados, volvimos a repetir el ejercicio anterior en el cine. Le pedí que le pusiera un
olor a lo que revivía o se imaginaba y también un sabor y cuando ella estaba del todo
disfrutando, asociada con su visión, le hice un anclaje en uno de sus hombros,
concretamente en el lado izquierdo.
Le pedí que hiciera una respiración lenta y profunda y que se imaginase que estaba sola en
una isla, al amanecer y que escuchase el ruido de las olas del mar, rompiendo en la playa.
Utilizando técnicas de Hipnosis, le pedí que se acercara a la playa lentamente y que sintiese
el viento en su cuerpo y saborease el agua de mar en su boca. Que sintiera como la arena
de la playa, estaba aún húmeda y que sus pies se enterraban un poco en la arenilla.
Le pedí que entrase en el mar y que notase el frío de la temperatura del agua, que la
envolvía por todo su cuerpo y que al llegar a la altura del pecho, se sumergiera y nadara
paralelo a la playa.
Al mirar dándole la espalda a la playa, observó que se acercaban unos delfines y digo que
eran delfines, ya que venían dando saltos por encima del agua; y resultó que uno de ellos,
que era muy parecido a Flipper, el delfín de la televisión, se le acercó y se puso a jugar con
ella. Entonces le pedí que abrazase al delfín y que en ese mismo momento, cerrara los
dedos índice y pulgar de sus dos manos.
Aplicándole el anclaje anterior, le pedí que se convirtiese en delfín y que se sintiese muy
bien, ahora en el cuerpo de su nuevo aliado. Que expulsara todos los dolores de su cuerpo
y que se imaginara cómo estos salían.
Siendo ella delfín, le expliqué lo mágico y maravilloso que son estos animales y las
propiedades curativas, que estos mamíferos marinos tienen, para regenerarse, ayudando a
otros congéneres y también a los humanos a regular y potenciar su energía.
Son como grandes Maestros de Reiki, que aplican sus conocimientos a todos aquellos que
tengan la inmensa suerte de bañarse con ellos y sobre todo, de abrazarlos.
Durante unos minutos, llevé a Susan convertida en delfín a vivir situaciones un tanto
insólitas. Le pedí que curase su cuerpo y que ayudase a los demás a hacerlo, como si
estuviese dando y recibiendo La Energía Universal.
La expresión de su cara y la sonrisa que tenía, la hacía más bella todavía…
Después de que se hubiese terminado el ejercicio, la traje de nuevo, a su condición de
humana y al abrir los ojos, tan solo me miró, como nunca lo había hecho hasta ese
momento y me dio las gracias, con un beso de cariño en la mejilla. Se levantó nuevamente
de la mesa y a los cinco minutos regresó con una gran sonrisa y los labios pintados. Me
comentó que se sentía mucho mejor y los dolores del vientre, le habían desaparecido.
Hablamos de nuestras películas favoritas y coincidimos en “Don Juan de Marco”, como
una de las mejores películas románticas que ambos habíamos visto. Volvimos a la realidad
del restaurante ya que se oía a Carlos Vives y su gota fría, canción de la Guajira
Colombiana en Villanueva, donde hubo una lucha entre Zuleta Baquero y Lorenzo Morales
en Urumita, para determinar quién era mejor músico. Ganó Zuleta y al que se recuerda fue
a Lorenzo Morales.
Sin pedírselo, salimos los dos a bailar ese vallenato, que sin duda es una de mis canciones
preferidas. Me sentía como un colombiano de corazón consumados danzantes.
y bailábamos como
La dejé que meditase lo que quería decirme, mientras que yo deseaba besarla con todas
mis fuerzas, hasta que me tomó de mis manos y las besó casi a cámara lenta, dándole
pequeños mordiscos, mientras las observaba. Se detuvo por unos segundos, hasta que
mirándome fijamente a mis ojos, rompió su silencio expresándome su sentir:
-Esta noche me has dado más besos que los que me dio mi ex marido, en toda nuestra
relación de pareja. Tengo una felicidad inmensa, que me desborda y me produce pasión y
miedo, de que esto, que estamos ahora viviendo, sea tan solo sea un sueño y al
despertarme de pronto, se haya convertido en una terrible pesadilla. Tenemos mucha
química entre los dos y me sabes besar, y también tocar, para que desee hacer el amor
ahora mismo. Me entregaría a ti, como nunca quizá, lo hubiese hecho anteriormente,
aunque no quiero que sea esta noche, de prisa y corriendo.
Por otro lado, quiero sentirme poseída por ti ahora mismo, fundiéndonos en un solo grito
de locura y experimentar continuamente, orgasmo tras orgasmo, para que este éxtasis
profundo e intenso que ahora percibo, no tenga fin. Siento muy dilatados mis pechos, mis
labios y mi sexo está ya muy húmedo, por la electricidad que imprimes en todo mi cuerpo,
que me está pidiendo a gritos, que estés dentro de mí.
No solo aspiro a que me penetres por entero, sino que nos demos lo mejor que tenemos,
sin restricciones ni pensamientos morbosos en otras personas del pasado. Quiero vivir este
momento, como si hoy fuese mi último día en la tierra y al mirar desafiando a la muerte,
confesarle que hoy he vivido intensamente y que mañana lo volveré a hacer.
Las luces del local empezaron poco a poco apagarse, mientras, ya sin apenas música, nos
besábamos intensamente, como si en ello nos fuese la vida. Era tanta la pasión que le
poníamos a los besos, como la música que acabábamos de bailar.
En ese momento se oía en los altavoces del restaurante la canción de Safri Duo “Bongo
Song”. Era la manera que utilizaban los del local, para señalar que era la hora del cierre.
Susan quería pagar la cuenta, pero eso mi educación jamás me lo permitiría aceptar.
Compramos dos botellas de agua y les dejamos una buena propina a los camareros, ya que
era, lo menos que podíamos hacer. Al salir del restaurante, a los pocos minutos, estábamos
totalmente empapados en sudor y comprobamos como teníamos los poros abiertos y
después de volver a la triste realidad, de un calor húmedo y pegajoso, aunque la brisa
marina empezaba a soplar.
Al ver a lo lejos, que Toño estaba algo preocupado en la piquera de los buses, le dije para
fastidiarla, que su marido nos estaba esperando intranquilo.
Ella solo me contestó que Toño no era su marido, pero que eso, yo ya lo sabía de sobra;
que ellos no eran matrimonio, ya que ningún mexicano que se precie, dejaría sola a su
mujer con un desconocido, nada más conocerse y la mujer a su vez, no se dejaría besar ni
manosear como ella se había dejado y me confesó que estaba divorciada y que era
Americana, concretamente de San Diego.
Mientras me lo decía, la miraba de reojo, mostrándola una sonrisa pícara, ya que su acento
era un algo extraño.
Toño un tanto alterado, nos informó que el autobús tardaría unas horas en llegar, ya que el
que nos correspondía, se había estropeado y habían mandado otro desde la Paz. Así que el
universo había conspirado a favor nuestro y tendríamos unas tres horas más para poder
estar juntos.
Cerca de allí estaba la Feria de verano, un parque de atracciones en pequeño, que estaba
llena de luces y a lo lejos se veía una noria dando vueltas y agarrados de la mano, nos
acercamos hasta ella.
Vimos a un fotógrafo ambulante y le pedí que nos hiciera una foto. Ella se la quedó y
dándole un beso, rápidamente la metió en su bolso, diciéndome que solo, si me portaba
bien, la volvería a ver y entonces quizás, me la daría…
Me preguntó sobre cual canción me gustaría bailar con ella en ese momento, o mejor
dicho, que sí escribiese una novela sobre nosotros, que banda sonora le pondría y le
respondí:
-Barcarolle, aunque para la novela, tenía a un biógrafo Panameño, que la escribirá, aunque
seguro que tardaría más de doce años en redactarla y tendría que ser, después de haber
visto Midnight in Paris, de Woody Allen, cuando la terminase. Evidente que habrá
merecido la pena esperar y haber dejado que reposara, como el buen vino.
-Me encanta. Conocí a María Lalanne, a finales de los setenta y era la que interpretaba “El
Voi Che Sapete” de las Bodas de Fígaro, dirigido por Waldo de los Ríos en Mozartmanía.
Durante unos dos años, en los que tuve la inmensa suerte de ser su amigo, me enseñó a
querer la música, además de que sus vinos eran de Matrícula de Honor.
-Cásate conmigo ahora mismo. Te prometo que quiero ir de tu brazo a la Ópera de Sidney,
es posiblemente uno de mis grandes sueños.
-La Ópera de Sidney, aunque cada segundo que te conozco, te quiero más y quiero que
nos amemos como dices tú, Eviternamente.
Susan me dio un beso casi en los labios y de una manera muy tímida, me abrazó muy
tiernamente y me dio las gracias por lo bien que se lo estaba pasando, mientras poco a
poco, estábamos rodeados de niños y de personas desconocidas. Nos subimos en unos
coches de choque y al principio lo pasamos como críos, hasta que mi espalda empezó a
resentirse de tanto trajín. Nos turnábamos a la hora de llevar el carro y cuando ella
conducía, demostraba una cierta agresividad que hasta ese momento había ocultado.
En la fila de la noria, la tenía delante, justo a la inversa de cuando habíamos bailado, así
que poco a poco la fui abrazando, mientras ella rechistaba un poquito, por si alguien nos
pudiese ver. Con la mano izquierda la tomaba de la cintura y apretujaba contra mi cuerpo y
con la otra, le acariciaba la espalda, envueltos en un calor que se sentía bonito.
Allí los dos abrazados, mientras le daba pequeños mordiscos en la nuca y al hacerlo, ella
sin darse cuenta, movía su cuerpo y mientras me acordaba del abrazo, no muy cristiano
que le había dado, al protegerla de la caída y ahora se lo hacía a conciencia, mientras ella
se resistía, solo un poquito.
Antes de subirnos, le hice una pregunta estúpida, ya que le pregunté que si ella tenía en ese
momento una relación. Se dio la vuelta y mirándome fijamente a los ojos, me dijo:
Como yo no quería subir con nadie más, en el mismo cajón de la noria, tuve que comprar
cuatro billetes adicionales, para así poder estar solos. Nos sentamos uno al lado del otro y
mientras se iban llenando los otros compartimientos, cada vez estábamos más altos.
Cuando por fin la noria empezó a girar, nuestras feromonas sexuales, se habían
multiplicado y quise, allí mismo hacerle el amor, aunque no nos fue posible, máxime
cuando me dijo que después de haberla convertido en Delfín, le acababa de bajar el
periodo. Debí de poner cara de asco aunque realmente fue de contrariedad. La palpé a
placer y algo más también, aunque después de la advertencia, tuve que ser un poco
comedido.
Al detenerse la rueda gigante, ella detuvo mi impulso sexual, ya que se dio cuenta que
había perdido un pendiente y estuvimos buscándolo a la luz de las linternas que yo llevaba
para emergencias y por más que buscamos, el arete no apareció y me quedé con bastante
pena de lo ocurrido, aunque ella no quiso darle importancia y pasamos a darnos tiernos y -
casi-, castos besos. En todo lo alto, de pie, nos abrazamos jurándonos amor eterno y
pusimos a la luna, a mi mochila y a su maleta, como testigos de nuestro amor.
Nos dimos un profundo beso envuelto en un abrazo y al bajarnos un poco mareados, por
instinto regresamos rápidamente a la parada de buses y descubrimos que estaba a punto de
partir el nuestro, así que entramos rápidamente a la estación con el tiempo justo de
subirnos en el último momento. Se oía por megafonía a Selena cantar “Baila esa cumbia” y
pasó algo maravilloso. Susan dejó que Toño subiera primero y ella con un pie en la
escalera, movió su cuerpo dándome un total escalofrío en el mío. Me dio un beso muy
especial, rozando mis labios.
Todo mi ser se me había amplificado y me sentía como un águila libre volando y también
como la viva estampa de un tapir, que no llegaba a materializar aún la faena…
Al subir comprobé que solo había un asiento libre, así que los dos le cedimos el lugar a
Susan y Toño y yo nos sentamos en mitad del pasillo de aquel destartalado camión,
parecido a los "matatus" de Kenia, o a los autobuses que van de Pedasí a Los Santos en
Panamá, parando en todos los pueblos.
Me sentía totalmente turbado y recordaba que muchos años después de haber perdido a
Cristina, una mujer había despertado en mí, tantos sentimientos contradictorios. No podía
casi respirar de la emoción y también de la excitación, que por fin de una manera peculiar,
en la oscuridad y ayudado por mi mochila y escondido en la falta de luz, con un rápido
movimiento, me “vine” allí mismo. Explosioné de una manera continua y sobre todo, muy
húmeda. Al volver a mi realidad y antes de escuchar a través de mis “Walkman” la única
melodía que podía paliar en parte mi desdoblamiento, que era La Novena de Beethoven,
aunque la que de verdad escuché, fue a los Rodríguez, interpretar “Hace calor” y me eché
a reír sin parar por lo que acababa de hacer.
Joder, que calor tan maltrecho hacía en ese camión, sin aire acondicionado. Seguía
sudando a todo trapo y jadeando, ya que me faltaba el aire.
Así que tuve que desconectarme de mi sofoco y qué mejor manera de hacerlo que pensar
en Susan y después de extender mi corta fríos en el suelo, me tumbé como pude en el
pasillo del camión, donde tanto a mi izquierda como a mi derecha, lo que veía y olía, eran
los zapatos de los viajeros que iban cómodamente sentados.
Me estaba enamorado perdidamente de una mujer de la que solo conocía su nombre y que
aunque iba en el mismo autobús que yo, no podía ni tan siquiera estar a su lado sentado.
Tenía sus ojos incrustados en los míos. Su sonrisa, era la viva estampa de la mujer que
todos los días se aparecía en mis sueños y su cuerpo era el más perfecto que jamás había
visto, aunque ella me había confesado minutos antes, que se sentía un poco gordita y se
veía bastante pequeña de estatura, pero para mí era perfecta.
A esas horas de la noche, el desodorante nos había abandonado a todos, así que tuve que
hacer un esfuerzo para poder respirar sin quejarme y como la luz no se manifestaba
demasiado, mi vergüenza y excitación anterior era un secreto mío, que ahora comparto con
usted.
Pronto la canción “Alice, who the fuck is Alice” de Gompie me trajo otra vez a la
existencia. No podía permitirme el lujo de enamorarme y dejar que mis sentimientos me
dominasen así tan de repente, pero recordé qué:
“El amor es como las enfermedades contagiosas; cuanto más se temen, más
expuestos nos hallamos a contraerlas”
Todavía sentía la sensación del abrazo que nos habíamos dado y de los besos tan
apasionados y eso que era nuestro primer encuentro. Delante de mí, recordé que tenía los
pies calientes de algunas personas, así que me olvidé de todo y mi mente voló hacia las
ballenas que pronto vería intentando apartar a Susan de mis pensamientos.
La megafonía del autobús emitía pura música caribeña y aquello me sorprendió un poco,
pero resultaba que el chófer era "Jarocho" y parecía más bien que estábamos en la
"Parroquia" en la plaza de Veracruz, que en algún lugar de Baja California.
Sin apenas darme cuenta, después de haber bebido tanta agua, me dieron tremendas ganas
de orinar y tuve que hacer uso, de un viejo truco, que había aprendido en África del Este,
años atrás y sin derramar ni una sola gota, ni mojarme, pude orinar a placer poniéndome
de lado, a unos cuantos centímetros de gente que roncaba a pierna suelta y como me da
vergüenza de contarlo aquí, le dejaré con la intriga, ya que la botella de agua, donde en un
principio había pensado hacerlo, había desaparecido con el bamboleo del bus y tuve que
utilizar la misma técnica africana, que me había dado tan buen resultado en los largos
viajes por las llanuras del continente, donde nos hicimos Homo sapiens.
Después de aquello, me dormí y debieron de pasar algunas horas hasta que llegamos a otro
pueblo, donde se bajó bastante gente y deposité en el baño, mi fechoría. No tuve
oportunidad de hablar con Susan, ya que todo fue muy rápido. Al subirnos por fin Toño y
yo pudimos sentarnos. Él se sentó muy cerca de Susan y yo me cobijé en los asientos
traseros durmiéndome otra vez.
El se metió la mano en un bolsillo y me dio una tarjeta que Susan le había dado para mí.
Era como una postal, donde no había muchos datos, pero sí la dirección de un restaurante.
Le di una buena propina al conductor y este me explicó, cómo podía llegar a mi destino.
Era un restaurante llamado "Outback" y estaba en una isla a mitad de camino entre la
península de Baja y el continente y no venía escrito teléfono alguno.
"Outback" me repetía constantemente. Había leído ese nombre en algún lugar, pero me era
imposible acordarme. En un principio lo relacioné con Sudáfrica, pero no estaba seguro y
fue cuando recordé la Ópera de Sidney y su intención de que fuéramos a Australia.
Tuve que tomar otro autobús, este con aire acondicionado, bar y televisión, con rumbo a
Cabo San Lucas, pero antes en la estación de la Paz, lavé como pude mi pantalón, me
cambié de ropa interior y también la camisa, después de haberme dado una ducha con una
manguera. Como no llevaba otro pantalón conmigo de repuesto y mi calzoncillo parecía un
bañador, me subí al vehículo con el pantalón mojado y lo estiré en un asiento vacío donde
le daba el sol, para que se secara antes de llegar a mi destino.
Recordé que son seis las emociones básicas: El miedo, la tristeza, el enfado, el asco, la
sorpresa y la alegría. Realicé un análisis de lo que me había pasado esa noche y utilicé las
seis emociones que nos brinda la Inteligencia Emocional (IE) para conocernos y modificar
nuestra vida.
Primero debemos buscar la causa que nos produce el miedo. El “miedo” que tuve, lo vencí
enfrentándome a él y su máxima manifestación se produjo cuando me di cuenta de que
Susan ya no estaba en el autobús. Me dirigí al conductor y obtuve la dirección aproximada.
También sentí mucho miedo al compromiso, ya que por lo menos, lo que yo le había
expresado a ella, salió desde lo más profundo de mi corazón y sabía que ella, también fue
sincera.
Las personas que siempre están preocupadas, no viven la vida; tienen tanto miedo a perder
lo poco que tienen, que no saben arriesgar. Viven paralizados. Tienen tanto miedo a dejar
de ser ellos mismos, a participar en la dicha de los demás, que se cierran en sí mismos y se
conforman pensando en que ellos son incapaces de hacer algo positivo en la vida. Si el
pesimista, está convencido de que empiece lo que empiece, va a fracasar, ¿para qué va a
realizar un gran esfuerzo?
Como yo hasta ese momento no tenía ninguna relación con Susan, no podía perder lo que
nunca había tenido. De esa manera tan especial, superé la primera emoción básica.
Por tanto, en lugar de pensar que no volvería a verla, me la imaginé en el futuro a mi lado,
ya que estaba seguro que en unos días o semanas después, estaríamos otra vez frente a
frente, siempre y cuando yo estuviese dispuesto a pagar el precio de buscarla, ya que
estaba en mi mano, el hacerlo.
En torno al “asco”, no experimenté esa emoción; sin embargo la “sorpresa” fue mayúscula
al conocerla y luego al darme cuenta de que ella no estaba en el autobús, porque creía que
se bajaría en la misma estación, a la cual yo me dirigía. Al unirse al miedo, fue cuando mis
emociones fueron máximas. Y, por último, la “alegría” la experimenté durante casi toda la
noche, no dejando en ningún momento que se pudiese convertir en euforia, que es una de
las más peligrosa emoción que podemos sentir.
Me sentía poderoso, seguro de mí mismo, con un futuro prometedor junto a esa mujer
fascinante, que me había cautivado por su forma de ser tan natural y espontánea.
Me puse música y escuché primero Lonely Looking Sky, para continuar con Be, de Neil
Diamond y volé junto a Juan Salvador Gaviota, -escrita por Richard Bach-, visualizando
mi futuro con ella. Juan Salvador me mostraba al espíritu de mi padre y de mis abuelos,
que al sonreírme me decían que mi amor por Susana ya era Eviterno.
Capítulo IV Terapia
Un ex suicida que quería cambiar de vida y dejar de ser bulímico
y de atiborrarse de pastillas.
7 de Julio, Viva y Gora San Fermín. Cabo San Lucas.
En el autobús, por un momento me acordé de mi querida Navarra y de mi tercer Camino
de Santiago, donde tuve que atravesarla para llegar a la Rioja. Me fui mentalmente a
Pamplona y comí en la Calle de la Estafeta y me deleité recordando los encierros de San
Fermín, donde participé de una forma muy peculiar. Primero corren los mozos, luego van
los toros, luego las mozas y detrás de ellas, corría yo con mi amigo Fernando C. a
mediados de los 70.
En Cabo San Lucas me alojé en casa de un amigo llamado Emiliano Arxona, ya que él y su
familia me habían pedido ayuda en relación a Víctor Manuel, su hermano pequeño que
tenía una ligera adicción a la depresión y también a los reiterados intentos de quitarse la
vida. Unas semanas atrás había intentado suicidarse y toda su familia, temía seriamente
por su futuro.
Al volver a vernos, después de varios años, hablamos de amigos comunes como Leopoldo
LL., Ana E. y muchos otros compañeros, con los cuales habíamos creado un partido
político universitario al que llamamos “Argonautas” y con el cual ganamos las elecciones
estudiantiles.
Emiliano tenía alrededor de cuarenta y dos años, diez más que cuando nos habíamos
conocido. Él había estudiado en un principio Ingeniería de Computación. Posteriormente
finalizó sus estudios en Sociología y habíamos coincidido en la Universidad Complutense
de Madrid, donde desde el primer momento en que nos conocimos, cultivamos una gran
amistad.
Era de complexión fuerte y tenía un buen bigote al estilo Texano. Medía alrededor de un
metro ochenta y era un verdadero apasionado del tenis y de las motos. Hablaba muy
pausadamente y me resultaba una persona muy culta. Probablemente lo más interesante de
realizar los estudios de Doctorado, sean los amigos y compañeros que se hacen, porque al
final, la relación es tan estrecha, que es como si tú también hubieses realizado su tesis.
Siempre en clase nos sentábamos uno enfrente del otro y nos divertíamos poniendo “en
entredicho” a lo que decían los profesores. También me acuerdo de Ana, -mi brujita- la
cual nunca me hizo el menor caso, pero a la que miraba toda la hora de la clase, a través
de mi reloj, que me servía de espejo. Ella me inspiró alguno de mis mejores cuentos,
además de bastantes sueños, pero fue una pena, de que solo me viera como a un amigo
más…
Pero volvamos a la casa de Emiliano y déjenme que les explique a ustedes, la primera
impresión que tuve, de cada uno de ellos. La familia Arxona estaba compuesta por tres
hermanos y en medio de los dos varones estaba Candela. Ella tenía treinta y seis años y
estaba casada. Era muy blanca de piel, pero tenía el pelo negro, muy parecida a algunas
mujeres Laponas Finlandesas del Círculo Polar Ártico, aunque estas tienen los ojos azul
celeste y Candela los tenía marrones miel. Tenía un cuerpo de impresión, donde su doble
maternidad no había dejado huella de ello.
Medía un metro setenta con zapatos y quería pasar por desapercibida. Vivía para sus hijos
y para su marido y este, al ser muy celoso, no me dejó que conociera mucho de su mujer.
Él era notario y parecía que estaba por encima del bien y el mal. Así que mientras pude,
pasé de ellos.
Víctor Manuel tenía 22 años y era el pequeño de la casa. Su madre le había tenido con 42
años. Semanas atrás había intentado suicidarse debido a un desengaño amoroso mezclado
con una bulimia galopante. Su novia le había dejado –según él- por estar gordo y pesar
mucho y aquello le llevó a un nuevo intento de suicidio.
A partir de ese momento toda la familia debería de seguir haciendo su vida normal, sin
darle demasiada importancia a las futuras acciones de su hijo. No cabe duda que Rubén
era un hombre que tenía un gran poder de convicción y también de seducción. Era un
verdadero enamorado de los caballos y me prometió que nos iríamos a montar los dos
juntos, en el momento que yo quisiera. Había viajado por todo el mundo y su deporte
favorito era la pesca del pez espada. Me comentó que había pescado atún rojo en el Mar
Mediterráneo y que había hecho pesca submarina en muchos lugares del mundo, incluido
el Mar Rojo.
Al salir de su despacho coincidimos cerca de la piscina con María Teresa y con Emiliano,
pero ¿donde estaba Víctor Manuel?
Mientras tomábamos una Piña Colada, -la mía sin alcohol- le pregunté a María Teresa que
cuándo podría conocer a su hijo. Ella me tomó del brazo y muy cariñosamente me
condujo a la parte de arriba de la casa y me llevó directo a la habitación del pequeño,
donde había una pequeña gatita maullando en la puerta. Al subir las escaleras, comprobé
que era una lujosa villa en lo alto de una colina, donde se podía ver toda la bahía.
El aire que soplaba era bastante fresco y de esa manera, no se dependía tanto del aire
acondicionado sobre todo durante la noche. La casa tendría unos setecientos metros
cuadrados de superficie en tres plantas y unos diez mil metros de terreno. Tenían diversas
terrazas para ser utilizadas dependiendo de la hora del día.
Su madre nos dejó solos en la habitación que estaba totalmente a oscuras, únicamente una
pequeña luz opaca nos alumbraba. Al ver un ordenador le pregunté que si estaba
conectado a Internet y él no me contestó, así que me senté en su mesa y busqué mi
correo. Sin hacerle el menor caso me puse a contestar durante una media hora mi
correspondencia, amén de mirar unos cuantos valores de Bolsa. Esto hizo que el
larguirucho muchacho se acercara a ver los gráficos que yo estaba estudiando. Se puso
detrás de mí, mientras yo seguía sin hacerle el menor caso, pero cuando observó cómo yo
me movía como pez en el agua, entre los “charts”, me preguntó mi opinión sobre un valor
en concreto. Lo busqué a través de Bigcharts, y dándole la espalda le comenté mi opinión
al respecto. Mientras lo hacía, él subió las ventanas de la habitación y abrió una de ellas
dejando que el aire del mar invadiera la estancia.
En ese momento se escuchó la voz de su madre diciendo que nos estaban esperando con la
comida puesta.
Víctor Manuel bajó las escaleras mientras yo seguía en el ordenador sin apenas inmutarme.
A los pocos segundos sentí su mano en mi espalda y me decía:
-Hola Dr. Gómez, soy Víctor Manuel.
Estuvimos unos minutos con el ordenador y mientras bajábamos las escaleras le pregunté
que donde estaba su perro. Yo iba el primero así que al mirarle hacia arriba en las escaleras
me pareció un ser un poco extraño.
No me dijo nada sobre su perro y al llegar a la mesa donde nos esperaba la familia, Víctor
no hizo comentarios. solo se sentó y bajó sus manos sin probar bocado.
Los demás le ignoramos y tanto María Teresa como Rubén no dejaron de interrogarme
sobre mi familia y mi vida en Madrid. Al terminar de comer, Víctor no había probado ni el
agua, así que me le acerqué y le dije haciéndole un anclaje en el hombro derecho:
Al tocar sus hombros y llamarle campeón, inmediatamente dijo que sí y comprobé como
mi manipulación había sido efectiva. Él se levantó rápidamente y sin pensarlo me dijo:
Sus padres rápidamente me preguntaron mi impresión y les pedí un poco de calma y que
confiaran en mí. Emiliano les pidió también paciencia y que solo yo podía llamarle
Campeón. Les comenté que al día siguiente sería un gran día, pero no les expliqué el
porqué.
A los pocos minutos bajó Víctor Manuel y después de intercambiar algunas miradas con
Emiliano, les dije que me iría solo con “el larguirucho” a la ciudad a contratar una
aventura. Supongo que no me entendieron bien pero confiaron en mi decisión. Creo que a
Víctor Manuel la palabra aventura también le extrañó.
Así que lo primero que hice fue aplicarle un método resolutivo y bastante eficaz -debido
sobre todo a la corta duración del proceso- que había aprendido años atrás en Indochina.
Utilicé una técnica militar que siempre me había dado resultado y no era otra que la de
apartar al afectado de su mundo angustioso y meterle de pronto en otro, donde todos los
días tuviera que trabajar para poder comer y sobrevivir. Un mundo donde la incertidumbre
y el no saber lo que le iba a pasar al día siguiente, le libraría de la angustia de tomar las
pastillas tranquilizantes, que muchas veces resultan el inicio de una vida mediocre o quizá,
algo peor.
Los dos nos pusimos las gorras de béisbol que teníamos. La mía era de Chiriquí, mi equipo
favorito y nos dirigimos a la parada de autobús que nos llevaría al centro de la ciudad.
Según Víctor me dijo, era la primera vez que tomaba la camioneta para trasladarse.
Pagamos los pesos reglamentarios y dijimos que nada de teléfonos móviles o celulares. Los
apagaríamos para que nadie pudiese molestarnos. Víctor hizo de guía y recorrimos el
centro de la ciudad bastante rápido.
Me preguntó sobre mis viajes y le hablé de mi amor apasionado por Asia Pacífico. Le
conté algunas anécdotas interesantes, que supuse, más adelante platicaríamos.
Me comentó que él, nunca había tenido grandes aventuras, ya que sus padres siempre le
habían protegido en demasía, debido a que muchas veces había estado enfermo. Me
comentó que su novia le había dejado por estar gordo y que por eso ya no comía como
antes.
Me dijo que su mejor cura, había venido de un libro que le había “distraído” a su hermano
y cual fue mi sorpresa que se trataba de Pentimento.
Pentimento me respondió. Él sabía que yo había escrito dos versiones y quería leerlas,
aunque conocía el dato, que la primera estaba sin censurar.
Le pregunté entonces el porqué de ese hurto y muy orgulloso me respondió, que cuando
Emiliano había regresado de Madrid, trajo consigo las dos novelas y le dejó a mi madre
leer Pentimentos y a mi padre Pentimento.
Resulta que mis padres días después, le compraron un carro Jaguar como regalo de
bienvenida y Emiliano siempre llevaba los dos libros en la guantera.
Si la chica era romántica y chapada a la antigua, le leía fragmentos de Pentimentos y si la
chama era una salida, entonces sacaba la versión completa.
Víctor no dejaba de reírse, hasta que continuó con su relato, mientras yo le accionaba otro
anclaje en su brazo izquierdo y le volvía a llamar Campeón.
Me comentó que un día su hermano, se había ligado a una sueca que estaba buenísima y al
llevarla a cenar, se dejó las llaves puestas del “felino” y su carro desapareció. Una semana
después, lo encontraron abandonado. Me tocó ir a recogerlo a la policía, ya que mi
hermano estaba en el DF y lo primero que hice fue buscar los libros y allí estaban en la
guantera. Bendito Dios, que los ladrones eran poco letrados y no se los llevaron, así que
me los quedé prestados hasta haberlos terminado y como me gustaron mucho, me dio
mucha pena, cuando él regresó y los buscó y al no encontrarlos, pensó que los ladrones se
los habían quedado.
El muy cerdo, los tenía bien subrayados y aquellos días cuando yo estaba leyéndolos, le
miraba a la cara y pensaba en los amigos tan “salidos” que habría hecho en España y para
colmo, aquella chavala sueca, estaba para comérsela.
Recuerdo que en Madrid hace muchos años, también le pasó también a mi amigo Josechu,
pero a este, los ladrones le llevaron los libros. Nos reímos mucho y le pedí que se los
devolviese, lo antes posible, ya que en una carta me lo había comentado y le mandé solo el
segundo, ya que el “mero mero”, estaba agotado. Algún día lo volveré a editar y seguro
que los dos saldréis en el agradecimiento.
Víctor me pidió que le contase lo que me había pasado años atrás con mi ex novia Cristina
y sobre todo, que relatase lo del rapto. Así que no tuve más remedio que comentarle mi
metedura de pata con Cristina y sobre todo, se rió mucho de mí, cuando le conté lo que
me pasó en el avión.
Procuraba que sus ojos estuviesen por encima de los míos, ya que su mente entendería
que él, tenía poder sobre mí y cuando le hacía comentarios jocosos sobre mi persona,
equiparaba la posición de la mirada, para qué así me viese, sintiese y percibiese, de igual a
igual. Segundos después le explicaba lo mucho que había aprendido y me llamaba a mi
mismo campeón, mientras le tocaba el brazo, donde le había anclado anteriormente y con
la otra mano le hacía la señal del gráfico de mi evolución positiva.
Mientras se lo relataba, caminamos rumbo a la playa y esta, estaba preciosa. El agua daba
la sensación de estar de color verde y la brisa soplaba con fuerza. Los dos llevábamos unas
especies de sandalias y al llegar a la orilla del agua, metimos nuestros pies y nos recogimos
los pantalones vaqueros todo lo que pudimos. Las sandalias las metimos en una bolsa que
llevaba en mi chaleco y me la colgué al pantalón y así podría caminar con más libertad.
Serían más o menos las 5 de la tarde y el sol empezaba a descender cuando se me ocurrió
la idea de darme un baño.
Al quedarme en calzoncillos, le dije que parecía un traje de baño y cuando le pedí que me
cuidase la ropa me dijo que no. Que él era ya un Campeón y también quería bañarse y me
preguntaba lo que haríamos con el ropaje, ya que no era adecuado dejarlo en la arena sin
que nadie lo vigilase.
Con una sonrisa de oreja a oreja, me dirigí a las dos señoras que tomaban el sol y les pedí
si por favor podrían cuidarla, a lo cual con otra gran sonrisa accedieron.
Las mujeres deberían de tener cerca de cincuenta años y estaban de muy buen ver, pero
tenía que seguir mi entrenamiento con Víctor, así que después de haberles dado sendos
besos en sus manos me fui al agua con mi amigo, agarrándole del brazo una vez más. En
ese momento no había casi nadie en el mar y a los pocos minutos se nos fueron acercando
dos muchachas de muy buen ver y le hice el comentario a mi amigo, que si se parecían a la
sueca de su hermano.
Víctor no me hizo ningún caso y cuando las observaba se rascaba la cabeza, señal
inequívoca de que su mente no era capaz de procesar lo que por su cabeza pasaba. Él
estaba como loco dando saltos en el agua, llamando a las chavas, para que se acercaran a
nosotros.
Al tenerlas de frente, las chamas me interrogaban sobre nuestra estancia en los Cabos. Me
preguntaron por el hotel y al decirles que me alojaba en casa de mi amigo, perdieron todo
el interés por nosotros.
Al principio Víctor estaba un poco reacio, al acercamiento tan cercano de la chica, pero en
cuanto me vio a mi muy acaramelado con la otra, su instinto le llevó a dar otro tipo de
saltos. Mi nueva amiga me pidió rápidamente el dinero y mientras ella se quedaba en el
agua, ayudando a su amiga, fui en busca de los dólares convenidos.
Las dos gringas, no perdían ojo de lo que pasaba y al acercarme se rieron bastante de mí.
Tomé el dinero y esta vez les di un beso en la mejilla al despedirme.
De un salto me metí en el agua y después de ver a mi amigo gimiendo como un toro, les
pagué lo convenido.
Minutos después, las chicas se fueron en busca de nuevos clientes y al acercarme nadando,
observé lo colorado que estaba mi amigo. Las norteamericanas desde la playa se
despedían, así que los dos salimos corriendo del agua en busca de nuestras pertenencias.
Nos reíamos como niños de nuestra audacia y fue cuando después de habernos puesto la
ropa, le dije a Víctor que tenía mucha hambre y me respondió que él también, así que sin
más dilación acabamos en una pizzería guarra, dando cuenta de una hawaiana. Digo de
una pizza hawaiana, no vaya usted querido lector a pensar que ahora tocaba otra alegría.
Además, yo ya, solo tenía ojos para Susan.
Víctor me explicó que sufría de anorexia y bulimia compulsiva y que había intentado
suicidarse, solo para llamar la atención y que quería que le ayudase a volver a sentirse
normal, a poder vivir la vida que él quería vivir y realizar sus sueños, así que me decidí a
aplicarle el Trance Hipnótico.
Capítulo V Hipnosis
Trance Hipnótico
Toda hipnosis es siempre una auto hipnosis, porque nadie puede ser inducido a trance
hipnótico si la persona no está dispuesta a ello.
Así que por primera vez le apliqué Trance Hipnótico, allí mismo en la Pizzería, sin que
apenas la gente lo notase. Tan solo la mesera que nos atendía se dio cuenta de lo que
hacíamos y no dejaba de mirarnos al principio de una manera sospechosa y de pronto su
cara cambió y se convirtió en incredulidad.
El Trance Hipnótico funciona ya que el consciente utiliza un doce por ciento del volumen
físico del cerebro y como controla todo aquello que realizamos conscientemente, como
pensar, analizar, estudiar, comparar, decidir, etc.…
El inconsciente utiliza el ochenta y ocho por ciento restantes y controla todas aquellas
funciones que no se realizan a nivel consciente, como por ejemplo el sistema nervioso, la
respiración, los latidos del corazón, nuestro sistema de creencias y valores. La función del
trance hipnótico es acceder a ese ochenta y ocho por ciento del inconsciente.
Hice que Víctor Manuel visualizara su futuro, tal y como él quería que fuese y después de
haberlo convertido mentalmente en delfín y de que estuviese terminando el Trance,
cambiaron de pronto la música y pusieron a Selena y su “Toro Relajo”. La siguiente fue
“Mambo número siete”, mientras que Víctor no reaccionaba a la música y terminamos el
ejercicio de una manera óptima.
Él, al terminar se sentía lleno de vida y su mirada había cambiado notablemente y fue
cuando se presentó la que debía de ser la responsable del restaurante para preguntarnos lo
que estábamos haciendo. Víctor le contestó que se había transportado a su futuro y que lo
había visualizado perfectamente. La señora le preguntó por la música y respondió: ¿Qué
música?
Nos reímos un poco al salir de allí, ya que la dueña de la cafetería, me pidió que le diera
precio, para que ella también hiciera un viaje raro de esos, sin tener que drogarse.
Al explicarle a Víctor mi deseo de tirarme desde una avioneta con un paracaídas, le accioné
el anclaje del hombro, comentándole que haría una carrera con su hermano, para ver quien
llegaba antes al suelo, le noté como con ganas de decirme que él también quería participar
de la aventura. Le expliqué que pagaría mil $ y que podríamos ir tres, así que le dije
mientras le volvía a manipular, accionándole el anclaje en su hombro:
-Víctor, haz que tu vida cuente todos los días y conviértete en un verdadero Campeón de
tu vida.
Y aquello fue tan fulminante, como lo había sido el encuentro con las chamacas de la
playa y el trance hipnótico en la pizzería.
Por primera vez no le apliqué anclaje alguno y le pregunté que si le apetecía ir a cenar y él
rápidamente me dijo que no. Que estaba bastante cansado y que prefería guardar fuerzas
para el salto en paracaídas de mañana. Me pidió por favor que le despertara al día siguiente
y que no le contara a nadie lo que nos había pasado con las “profesionales” de la playa, y
que posteriormente delante de la pizza, me había comentado que aquello, era lo más
emocionante que había hecho en años.
Nos dimos un abrazo y me fui directo a la ducha, no sin antes quitarme la arena de los pies
en la regadera y como no había nadie, me di un baño en la piscina en calzones antes de
subir a ducharme. El agua estaba bastante caliente y me quedé unos minutos nadando,
cuando al ir a dar la vuelta en una de las esquinas de la piscina, me encontré de bruces con
Víctor. Se había puesto su traje de baño y al oírme nadar se animó a dar unas brazadas.
solo me dijo:
-Si mis padres se enteraran de que se está bañando en la piscina en calzoncillos “ya
usados” se enojarían mucho, pero no se preocupe que yo no se lo diré. Además, de verdad
que sus calzones parecen un traje de baño.
Me extrañó que de pronto me tratara de usted y dejé que pasaran unos minutos en silencio,
hasta que me preguntó que qué era eso del Coaching y empezamos hablando de la PNL,
de la IE y de la MHRP y como yo no quería darle muchas explicaciones, terminamos
hablando de mis viajes. Al preguntarme sobre cuáles habían sido los más emocionantes, le
conté mi experiencia de náufrago en Indochina, concretamente entre Indonesia y Australia
a principios de dos mil. Con pelos y señales le dije el por qué de aquella aventura y él me
interrumpió diciéndome que tenía otra vez hambre, así que continuaríamos con nuestra
plática en la cocina.
Nos preparamos dos hamburguesas con cebolla y mientras tostábamos el pan, continué
contándole mi aventura. Nos fuimos a cenar a la piscina y me comentó que llevaba
también mucho tiempo sin haberse dado un baño en la pileta.
Hablamos mucho y sobre todo me contó -sin que se lo preguntase- lo que le había llevado
a intentar quitarse su vida y después, a haberse refugiado en la droga. Los problemas de
amor que me relató, me parecieron bastante afines a los míos y cuando me preguntó el
cómo yo había superado aquello, le contesté que transformándome en un águila, mudando
mi pico, mis garras y mis plumas. Entonces me pidió que le hiciera lo mismo y que
también sacara de su cuerpo, la dependencia de los ansiolíticos, las drogas y las pastillas
para dormir.
Utilicé la MHRP para ello y primero lo disocié llevándole otra vez a un cine, convirtiéndolo
en un delfín Campeón, para posteriormente, transformarlo mentalmente en un águila de
cuarenta años y fui poco a poco haciéndole un limpia o limpieza de su pasado, poniendo
todo lo que quería superar en su pico. Posteriormente aprendió a enfrentarse a sus miedos,
a decirle basta a la tristeza, a controlar sus enfados y dejar de sentir asco por él y por su
vida. A manejar las sorpresas y la alegría. Le mandé virtualmente a su futuro para que lo
diseñase sin límites y fuese el único hacedor de su destino.
Más distendido empezaba a contarle nuevamente mi odisea con mi antigua novia Cristina,
cuando llegaron sus padres y Emiliano.
Este previendo las locuras que habíamos hecho juntos por Europa, les había pedido a sus
padres que no hicieran ningún comentario, ni que nos preguntasen nada de lo que
habíamos pasado esa tarde. Víctor y yo seguimos hablando como si tal cosa, no sin antes
haber observado la cara de satisfacción de su madre, al ver vacíos los dos platos de lo que
habían contenido las hamburguesas.
Ante una mirada de Emiliano, sus padres nos dejaron solos y fue cuando por fin Víctor
muerto de risa, le contó a su hermano que al día siguiente los tres nos tiraríamos desde mil
doscientos metros de altura con un paracaídas. Emiliano me preguntó por las botas y se
calmó cuando le comenté que venían incluidas en el precio y que cada uno de nosotros
tendríamos las suyas. Emiliano muy en su papel, no le preguntaba nada a su hermano y a
eso de las 11.30 PM, nos fuimos todos a dormir.
Ella sudaba mucho, no se si por el calor que hacía en la cocina o por las ganas que tenía de
proteger a su hijo de tan macabro experimento; pero por otro lado, por fin después de
muchos meses de sufrimiento veía a su hijo feliz, haciendo algo positivo con su hermano.
Nos quiso bajar a la playa donde nos recogerían para llevarnos al aeropuerto y así
tomaríamos la avioneta, de la cual no recuerdo ni la marca ni el modelo.
Pero dije que mejor cogeríamos la camioneta y sin que su madre rechistara, nos
despedimos de ella después de haber vaciado el frigorífico de chocolate y de algunos
sándwiches para emergencias, que metimos en nuestras mochilas, junto con tres botellas
de agua.
La camioneta estaba bastante destartalada y al subirnos nos echamos los tres a reír, al
escuchar a Pepe Aguilar cantar la canción Chaparrita Consentida. “Tipical México”
pensamos.
El conductor nos miró un poco enfadado de reojo y quitó rápidamente el CD y puso otro
donde oímos el “Coro de Prisioneros de Nabuco”. Al llegar al aeródromo se despidió de
nosotros diciendo que él también era el conductor de la avioneta y nos preguntó sobre la
música que deseábamos los señoritos escuchar antes de lanzarnos al vacío.
Primero fuimos a una especie de hangar donde nos probaríamos las botas y nos
pondríamos el paracaídas. El guía nos sorprendió bastante al ponernos a los “Secretos”
interpretando “Déjame” y nos atendió una señorita que se llamaba Milu, que nos cambio el
estado de ánimo, al preguntarme si tenía algo escrito sobre brujería. También nos comentó
que me había visto “embrujar” a mi amigo, ayer por la tarde en la cafetería del puerto y
que le gustaría probarlo alguna vez.
No pude resistirme a preguntarle sobre su signo del zodiaco. Ella sonriendo me dijo:
-Nací el catorce de Marzo de un año que ya no me acuerdo y por tanto soy Piscis y vuelvo
a decirle que a mí también me gustaría que me hiciese eso. Además mi nombre es Verónica
Emilia, para lo que guste. Aunque si le digo la verdad, soy libra y estoy del todo libre.
Los tres pensamos lo mismo cuando ella se agachó y nos enseñó ese tremendo escote que
parecía un verdadero paracaídas. Entonces insinuamos en plan machista lo bien que nos lo
pasaríamos con ella en otro lugar…
El que más se reía era Víctor y también el que estaba más entusiasmado con el proyecto
que nos traíamos entre manos. Al probarnos las gafas del paracaídas, por el miedo que
teníamos, parecía que estábamos un poco borrachos y si hubiesen podido, nos habrían
hecho la prueba del alcohol. Mientras nos subíamos a la avioneta y supongo por la
ansiedad que los tres padecíamos, Víctor nos contó con pelos y señales el “masaje do pito
con final feliz” que le habían hecho ayer por la tarde, sin embargo no dijo nada de lo del
Trance Hipnótico.
Emiliano muy en su lugar, nos llamó de todo y nos dijo que éramos unos “cabrones” por
no haber contado con él. Luego Víctor se rió de mí, ya que según él, a mi me habían
gustado bastante más las americanas, que nos habían cuidado la ropa y no tanto las del
masaje y sin darse cuenta, me hizo un anclaje en mi hombro llamándome Campeón.
Al despegar el piloto empezó con algunas acrobacias bastante arriesgadas para nosotros.
Era su manera de vengarse de nuestras risas al recogernos en su oficina horas antes. Muy
pronto estábamos a la altura indicada y el cachondo del piloto nos puso a Lola Beltrán
cantando “Canción Mixteca” y cuando la canción decía:
Habíamos convenido que yo sería el primero en saltar y que luego lo haría Víctor y
Emiliano cerraría el grupo.
Salté acordándome de lo que tenía que hacer y al soltar el seguro del paracaídas y este
abrirse antes de tiempo, grité con toda mi alma: Susan God, voy a por ti.
Durante los pocos segundos que duró la caída, me acordé de los ojos de aquella mujer, que
me había hechizado días atrás y quise abrazarla para que ella sintiese esa sensación de
libertad cogidos de la mano. Todo ello por haberme perdido en sus ojos delante de un plato
de pizza. Qué poco romántico resulta al contarlo, pero no al sentirlo, se lo aseguro.
La sensación que se tiene volando por el aire con los brazos y piernas extendidas es
inenarrable, sobre todo cuando se acciona el paracaídas y sientes como te tira hacia arriba
mientras este se abre. Es como si de repente todo tu mundo se parase por un instante y
llegas a pensar que aquello no es real.
Por un lado quieres llegar a tierra cuanto antes y al acercarte, quisieras retornar y seguir
volando. Aterrizamos los tres cerca de una milpa o campo de maíz, con tan mala fortuna
de que el dueño de la plantación estaba armado con un rifle y un perro atado, invitándonos
a que saliésemos lo antes posible de su cercado. El carro de la agencia nos estaba
esperando justo al otro lado de donde estábamos, pero nos cortaba el paso el señor que
con ese rifle nos indicaba justo hacia el otro camino.
No era cuestión de discutir y después de enrollar los paracaídas, nos encontramos con una
camino de tierra que no iba a ninguna parte. Así que decidimos utilizar el “Plan B” que
consistía en comernos los sándwiches y un poco de chocolate, mientras que con la brújula
en mano decidimos caminar hacia donde creíamos que estaba la salida.
Llevábamos una hora de camino y al cruzar una curva nos encontramos de frente con tres
chicas a las que le preguntamos hacia donde íbamos por esa carretera.
La mayor de ellas, nos indicó que íbamos por buen camino. Que a unas dos horas de allí
encontraríamos una parada de autobús, mientras la más pequeña riéndose tapándose la
boca nos dijo que no nos hiciéramos ilusiones, ya que por allí no pasaba ni una chiva.
Para colmo, con los monos que nos habíamos puesto encima de la ropa, sudábamos de lo
lindo y por allí de verdad no pasaba ningún vehículo que nos pudiera recoger. Tampoco
había ningún puesto de sodas o refrescos, así que después de recorrer bastante trecho,
vimos aparecer al de la avioneta que venía en nuestro rescate.
Regresamos al salón donde sus padres nos esperaban y fue Víctor Manuel el que les
explicó lo que haríamos en los siguientes días. Tendríamos que sobrevivir en plan náufrago
navegando en un barco de vela durante una semana por el Mar de Cortés, con litro y
medio de agua al día para cada uno de nosotros y sin comida. Llevaríamos arpones, cañas
de pescar y abundante medicinas por si las moscas, además de la radio que solo sería
utilizada en el caso de necesitar ayuda. Nada de alcohol, ni tabaco ni pastillas
antidepresivas. Ni tampoco revistas porno, ni radios, ni aparatos que nos hicieran
olvidarnos de nuestra condición de náufragos.
Víctor subió un momento a su habitación y nos dejó solos a los padres conmigo, mientras
Emiliano hacía varias llamadas para cancelar sus citas de los siguientes días. La prioridad
de ayudar a Víctor Manuel era mucho más importante que su trabajo, así que no tuvo
problemas a la hora de cancelar sus citas.
Les pedí a los padres que confiaran en nosotros y que no nos buscasen ni interceptasen.
Víctor debería de enfrentarse a sí mismo y era él, el que había elegido el momento y la
forma de hacerlo.
Sus padres tuvieron que confiar en mí, ya que veían el cambio tan tremendo que su hijo
había dado en un solo día y conocían mi amistad con Emiliano, que les había contado que
mis procedimientos no eran muy normales, aunque sumamente efectivos.
9 de Julio
Cabo San Lucas
Al día siguiente por la mañana, a la hora del desayuno hasta la hermana se encontraba en
la cocina para despedirse de nosotros. solo llevaríamos lo puesto, además de un
chubasquero y llenaríamos el depósito de combustible del barco. El velero con motor que
utilizaríamos era el de la familia y estaba preparado para zarpar en cualquier momento.
Tendríamos varios galones de agua potable, ya que no era cuestión de contraer ninguna
enfermedad estomacal.
Esta vez dejamos que sus padres nos llevaran al embarcadero y tanto el talante de su
madre como el de su padre habían cambiado por completo. Víctor ya no era el niño que
había que proteger y todos los consejos de cómo cuidarnos estaban dirigidos hacia los tres
sin distinción.
Rumbo a la mar
Emiliano era un excelente lobo de mar y conocía muy bien las cartas de navegación de
aquellos mares, así que en un principio Víctor haría de “pinche brunete” y yo sería el
patrón. Le tendríamos de esclavo para todo y al principio le trataríamos de una manera un
tanto inhumana, pero como entre los dos éramos más fuertes, no habría problemas de
motín a bordo.
Zarpamos sin rumbo fijo en busca de las ballenas grises, tiburones martillo y lobos de mar
que eran asiduos por aquellos profundidades. Horas después nos ceñimos a la costa y nos
dirigimos hacia la Paz, Capital del Estado, recordando la promesa que hicimos de no
entablar comunicación con otros humanos durante los días que durase nuestro disimulado
naufragio.
Había amanecido un tanto nublado con veinte y uno grados de temperatura y la brisa del
mar hacía mucho más soportable el calor del continente y a los pocos minutos estábamos
alejándonos de la costa.
Me senté delante, en la proa del velero y saqué mis piernas, dejándolas colgando y
sintiendo el agua de mar en un gran parte de mi cuerpo. Me relajé observando cómo un
grupo de delfines seguían nuestro camino y me dieron ganas de nadar con ellos en armonía
y libertad.
Tan solo pensaba en mi futuro amoroso y quería que fuese Susan God, la mujer con la
cual podría compartir una buena parte de mi futuro. Sin duda estaba viviendo uno de los
mejores momentos de mi vida. Le daba gracias a Dios por poder disfrutar de cada segundo
único de aquel día tan hermoso en mi interior. De pronto mis amigos cetáceos se
despidieron y me devolvieron a mi condición de humano, y fue cuando escuché a Emiliano
hablando muy amigablemente con su hermano.
Aquel primer día de navegación, el dios Neptuno se portó muy bien con nosotros, ya que
el viento siempre nos fue favorable, o mejor dicho, viajábamos a favor de él, además de
que pescamos varios peces con la caña. Todos echamos en falta un poco de arroz y pan,
pero las reglas que habíamos impuesto eran muy duras y Víctor Manuel, estaba decidido a
que las cumpliésemos a rajatabla.
A primeras horas de la tarde cuando el sol estaba en su máximo apogeo, fondeamos en una
playa solitaria y después de hacer fuego nos comimos nuestros primeros peces sin cebolla
ni tomate. La playa estaba llena de cangrejos rojos, que al vernos corrían a resguardarse,
en los huecos que habían construido en la arena para protegerse. Medía unos treinta
metros de ancho, por unos doce o quince de largo y las olas eran muy pequeñas.
En medio de la playa, había unas palmeras, muy parecidas a las que ahora hay, en la Isla
de Gámez, en el archipiélago de las Paridas, en Chiriquí, Panamá.
Fue entonces cuando me vino a la memoria mi amigo Albert N.H y lo bien que lo pasamos
navegando con su hermano Frank, tiempo atrás por el golfo de Chiriquí. Estábamos tan
ensimismados en nuestros temas, que no nos dimos cuenta de que Víctor se nos había
unido al grupo y como casi no había olas, parecía que estábamos en un lago en lugar que
en el Mar de Cortés.
Debería poner muchas trabas a todo lo que fuésemos a hacer esos días y comportarse
caprichosamente como si fuese en realidad su hermano pequeño, para que este se diese
cuenta de sus errores.
Unas horas después aparecía Víctor con dos anguilas de mar, algunos cangrejos rojos y
una especie de centollo del cantábrico. Sin decirnos nada y con utensilios que había
encontrado en la playa, nos hizo la cena. Yo había comido mucha “culebra naufragada”,
sobre todo cerca de la isla de Komodo en Indonesia, pero con arroz y algo de soja. Pero
aquellas no tenían el mismo aspecto y no sabíamos muy bien como cocinarlas. Así que en
una especie de comal u olla, metimos la centolla -y era centolla porque tenía huevas-.
Troceamos las culebras y echamos a los cangrejos a la cazuela con agua mineral, ya que a
la centolla había que cocerla con agua de mar. Los peces los comimos y estaban muy
buenos y como el aspecto de las culebras a ninguno nos atraía, se las dimos de comer a las
gaviotas que por allí pululaban. Los cangrejos estaban bastante buenos y mejor aún la
centolla, aunque algo sosa, ya que no teníamos sal y para la próxima vez, pondríamos agua
de mar al sol, para así obtenerla.
Pero una centolla para tres era poco para unos náufragos, así que le dijimos a Víctor que al
día siguiente se esmerara más y cogiera como mínimo tres o cuatro. Sin venir a cuento,
nos pusimos a cantar “Yo soy puro mexicano” y nadando llegamos al velero huyendo de
los mosquitos. La luna estaba en cuarto menguante, así que Emiliano y yo nos metimos en
los camarotes dejando que Víctor se quedara a dormir a la intemperie. este me decía al
darle las buenas noches:
Entonces pensé que sería porque Emiliano se echaría pedos o algo por el estilo, pero ya se
sabe cuando uno está implicado en un naufragio, no puede escoger demasiado.
El que se había tenido que salir del camarote había sido él, ya que aunque yo se que ronco,
me pongo siempre un antifaz para la luz, y tapones en los oídos para no oír el ruido del
grillo que emite mi anti mosquitos y así tampoco oiría mis ronquidos.
10 de Julio
Bahía de California. Mar de Cortés.
Emiliano estaba enfadado conmigo por mis ronquidos pero lo estaba aún más, por el ruido
infernal emitido por los antimosquitos. Así que nos turnaríamos. Un día dormiría yo en el
camarote y el otro ellos y entonces yo lo haría en la cubierta. Víctor no dejaba de reírse de
mis ronquidos, pero su hermano estaba bastante serio. Mi miró a los ojos y me preguntó:
- Y ahora, ¿qué vamos a desayunar? Esto es una verdadera “chingada”. No hay galletas,
“Nesquick”, ni nada. ¿Vamos a desayunar, comer y cenar pescado? Tengo escondida una
tarjeta de crédito. Hagamos otra vez el “plan B” y vayamos a un mercado y compremos
por lo menos algo para desayunar y algo de tortillas de maíz. No se comer sin tortillas.
Mientras su hermano se reía constantemente, propuso entonces hacer una votación y si
había mayoría se podrían comprar provisiones. Rápidamente Emiliano votó que sí y cual
fue mi sorpresa al oír a Víctor decir:
-Si somos náufragos, vivamos como tal y sino volvamos a casa para que mamá nos dé de
comer.
No tuve que emitir mi voto ya que la ponencia había sido rechazada, así como el primer
conato de motín. Tomé del brazo a Emiliano y le dije: “cocos y pipas para desayunar”.
Cerca de allí había varios cocoteros y no tardamos en dar cuenta de algunos de ellos.
Los abrimos utilizando una técnica que había aprendido en la Polinesia y que consistía en
clavar un tronco con una punta afilada en la arena y dándole certeros golpes, íbamos
desprendiendo el caparazón. Comimos su carne y bebimos su jugo, haciendo acopio de
bastante de ellos, para emergencias. Emiliano ya estaba más tranquilo y fue cuando
decidimos ir hacia el Este, atravesando el Mar de Cortés y teniendo cuidado de no
toparnos con alguna ballena.
Como el viento ni la marea, nos eran favorables, tardamos mucho en llegar y mientras uno
de nosotros llevaba el timón, los otros dos, nos dedicábamos a pescar. Mientras yo me
hacía una especie de rancho pequeño en la proa, para protegerme del sol, Víctor me
empezó a contar lo que quería hacer con su futuro. Emiliano llevaba con excelente
maestría el barco, mientras yo escuchaba atentamente lo que su hermano me contaba
sobre su vida. A media tarde después de que hubiésemos comido lo pescado, empezó el
mar a ponerse duro y tuvimos que ponernos los chalecos salvavidas.
Como buenos previsores habíamos atado a cada chaleco una linterna, un silbato, bengalas,
algo de comida sintética, dos botellas de agua de medio litro y en el mío llevaba además
cacao para los labios, una cuchilla multiusos y unas gafas de sol, además de una pequeña
gorra de béisbol para protegerme del sol. A Dios gracias nunca tuvimos que utilizarlo ya
que no naufragamos de verdad ni estuvimos a punto de hacerlo. El viento cambió al
noroeste así que pusimos viento en popa a toda vela y llegamos a tierra como a doscientos
kilómetros de nuestro primer objetivo…y eso que yo había dicho que Emiliano era un
buen capitán.
Atracamos en una especie de cala o bahía pequeña bastante resguardada y dormimos los
tres en cubierta y como el agua de la lluvia nos había quitado la sal del cuerpo, nadie se
acordó de los ronquidos de los demás mientras que mi anti mosquitos de ultrasonido nos
protegió a los tres de los insectos malévolos.
Allí estábamos para disfrutar de los pequeños placeres de la vida y dormir a la intemperie
no resultaba divertido. Así que de común acuerdo nos hicimos un ranchito con palos y
pusimos un tejado de hojas de plátanos para no mojarnos cuando lloviera. Uno de los tres
debería estar siempre pendiente del barco y de que nadie pudiera robárnoslo. En caso de
emergencia utilizaría las bengalas o el claxon del barco para pedir ayuda. Cerca de allí
descubrimos un arroyo de agua, que utilizábamos para quitarnos la sal del mar y que nunca
tuvimos que utilizar para beber, ya que con un pequeño procedimiento tomábamos el agua
de la lluvia que solo utilizábamos a la hora de la comida. Podíamos elegir: pescado de mar
o de río, crustáceos, conejo, fruta, y alguna que otra iguana, más parecida a un borreguero,
que a los verdes dinosaurios que pululan por el Valle de la Luna.
Le apliqué a Víctor, una de las técnicas de la MHRP, para que pudiese recuperar sus ganas
de vivir, superara a su ex, recobrara su estima y pudiese construir su destino. En nuestro
naufragio, habíamos trabajado en diez puntos básicos que los tres teníamos que superar
para incrementar nuestro poder innato, utilizando lo aprendido en Coaching para el éxito.
Empezamos haciendo una lista de todo aquello que nos restaba energía. Como por
ejemplo:
Después de haber hecho la lista, tendríamos que buscar la solución y ponerle una fecha
límite para haberla cumplido. Durante todo un día, trabajamos los tres, cada uno por su
cuenta en este asunto y solo rompíamos la tarea para pescar y comer. Posteriormente al
anochecer los tres hicimos de Coach y también de Coachee, que es la persona que recibe
el Coaching.
Al día siguiente trabajamos en diseñar aquello que queríamos hacer con nuestro futuro,
ahora que teníamos espacio, después de haber acotado lo que nos restaba energía.
El tercer punto que tratamos, fue hacer que el dinero trabajara para nosotros y les expliqué
el cuadrante del flujo del dinero de Robert Kiyosaki, que Emiliano conocía bastante bien,
ya que daba clases de ello. Analizamos el porqué era tan importante vivir por debajo de
nuestras posibilidades, sin tener que mantener una fuerte presión financiera, eso sí, cuando
no es posible.
El cuarto punto, consistía en encontrar la mejor forma de cómo tener tiempo para hacer
todo aquello que nos propusiéramos, donde me consideraron bastante competente y
disfruté mucho explicándoselos. La importancia de llevar una agenda al día y de tener
proyectos a corto, medio y largo plazo. Analizamos detenidamente el Método Eisenhower,
donde se tenía que valorar constantemente si un proyecto era importante, urgente, se
delegaba o se echaba a la papelera.
El quinto punto consistía, en saber cómo elegir e incrementar nuestras relaciones, tanto
personales como profesionales, ya que estas determinan nuestra calidad de vida. Si
estamos rodeados de gente triunfadora, en eso nos convertiremos y al contrario también.
El sexto punto, versaba sobre cómo hacer aquello que nos gusta, partiendo de uno de los
principios de la MHRP, que nos dice, que la felicidad no consiste en hacer lo que te gusta,
sino en disfrutar de todo aquello que realizas.
“Cada persona debe de encontrar su paz interior y la paz para que sea verdadera, debe
de ser ajena a las circunstancias” M. Gandhi.
Primero deberíamos tener paz interior. Para eso deberíamos tener tiempo, para decidir lo
que queríamos hacer con nuestra vida, para posteriormente dejar de pensar y hacerlo.
Ahora que teníamos paz interior, podíamos tener tranquilidad y armonía. Estábamos sin
provisiones y nos imaginábamos que éramos náufragos por lo menos durante diez días, el
tiempo suficiente para asimilarlo y que nuestra mente creyese que en realidad éramos
náufragos y actuase de esa manera tan sorprendente.
Ahora que teníamos paz, tranquilidad y armonía, éramos personas de éxito, por tanto
deberíamos actuar como tal y sentirnos los únicos dueños de nuestro destino,
independientemente de si hiciese sol, lloviese o nevase, cosa que era bastante improbable,
ya que por aquellos lares, la temperatura no bajaba en la madrugada de veinte grados
centígrados.
Es el momento de atraer el dinero. Así que cada uno de nosotros, deberá de pensar cómo
hacerlo y en cuanto teníamos una idea, la exponíamos. De esa manera tan relajante y
distendida, trascurrieron los días, hasta que decidimos volver a la civilización.
-Mamá, ya no soy un niño. Déjame crecer y ser una persona independiente y deja de ser
mi niñera. Sé solo mi madre y déjame que aprenda a equivocarme cometiendo errores, que
es como de verdad se aprende. Tú queriendo protegerme, me has hecho mucho daño y me
has traspasado todos tus miedos y frustraciones, no dejándome tomar mis propias
decisiones.
Yo ya no soy “ese” niño enfermizo en el que te refugias cada vez que discutías con papá.
Eso nunca lo hiciste con Emiliano y mira el resultado. Él ahora es independiente mientras
yo he estado a punto de suicidarme, ya que la vida que he llevado hasta este momento, no
es la vida que quería vivir.
Confía por primera vez en mí porque preferiría haberme ahogado en el mar, haciendo de
náufrago, que seguir oyendo tus lamentaciones cada vez que quiero realizar un proyecto
nuevo y tú te opones. Mi novia me dejó, no porque estuviese gordo, esa solo era una
excusa. Ella no quería que te metieses tanto en nuestras vidas y que constantemente
decidieras por nosotros.
De verdad que eres muy buena madre y yo te quiero mucho, pero ahora déjame que
rompa el cordón umbilical y que viva mi propia vida.
Estoy seguro que sin tener que soportar el problema de tener a un hijo “como yo lo era
antes”, tendrás esa libertad de volar y de decidir si sigues casada con papá, te vas a vivir a
Europa o te pones a trabajar en lo que siempre has querido. Trátame como lo haces con mi
hermano y verás que pronto la familia tomará un nuevo rumbo y encontraremos cada uno
nuestro propio camino.
Víctor nos dejó a todos boquiabiertos y después de que su madre rompiese a llorar, le pidió
que se calmase para darle un abrazo de reconciliación. Al regresar a casa de la familia
Arxona, todo fue una fiesta, ya que después de comprobar los resultados obtenidos con
Víctor Manuel y también lo que Emiliano les contó a sus padres, me habían buscado
muchas personas para que les aplicara mi terapia y durante los tres días siguientes casi no
dejé de hacerlo.
Ella tenía su estima por los suelos y no se daba cuenta que su atractivo como persona,
radicaba en su profundo sentido espiritual. Practicaba yoga todas las mañanas y hacía algo
de deporte pero su situación con su marido era bastante peculiar.
Como era tarde, Rubén nos llamó por teléfono para quedar a cenar cerca del embarcadero,
aunque al final nos recogió en la casa ya que teníamos que llevar la compra y meterla en la
nevera. Cuando apareció traía un ramo de rosas para su mujer y después de darle un beso
muy romántico, me dijo que esa noche me daría una sorpresa.
Con el dinero que me pagaron, tendría suficiente como para vivir por lo menos un año a
cuerpo de rey. Pero mi pensamiento me decía que buscara a Susan y solo tenía de ella una
dirección de un restaurante en una isla que estaba a casi medio día de camino. Rubén
enterado por sus hijos de mi obstinación por aquella mujer se ofreció a llevarme a La Paz,
donde debería de tomar un barco rumbo a la isla y comprobando que él de verdad tenía
que ir a La Paz, accedí de mil agrados.
Quedamos en que regresaría a los pocos días y así seguiría con mi consulta de
Hipnoterapeuta, que para colmo, estaba instalada en casa de los Arxona. Me pidió que le
quitase de fumar y quería que entrenase a otros chicos de la misma manera que lo había
hecho con Víctor Manuel. Así que ese mismo día empecé con mi Terapia, para que él
dejase de fumar, acordándome que la primera persona que se graduó del Experto en
Terapia Integral MHRP, en la Bircham International University (BIU), en 2010, María
Teresa P. S. quién es capaz en una sola sesión de eliminar el hábito de fumar, a muchos de
los clientes que ha tenido.
Si algo bueno tiene mi trabajo, es que puedo viajar por todo el mundo sin dinero y así de
esa manera tan aventurera, ya me había recorrido más de ciento veinte países, pero no me
gustaba echar raíces que me mantuviesen atado a un lugar determinado.
Capítulo VIII
El amor es lo único que justifica todo.
27 de Julio Outback
Navegando en una panga, un barco parecido a las “Pedreñeras” de Santander, sentía como
la suave brisa del mar, se fusionaba con mi rostro y a la vez, envolvía mi cuerpo, dándome
una sensación de libertad profunda. Aquello me producía un sabor salado, mientras
escuchaba el ruido producido por una banda de gaviotas, que volando bajo, nos exigían su
ración diaria de pescado.
Me dirigía sin saberlo a ciencia cierta, hacia mi futuro, para vivir una de las experiencias
más maravillosas que los humanos podemos experimentar.
Me interrogaba en lo más profundo de mi ser, sobre el porqué, esa mujer, me resultaba tan
mágica y especial, si tan solo la había conocido durante unas horas, semanas atrás.
¿Se acordaría de mí? ¿Me había enamorado de un ser imaginario? ¿Era amor, ilusión o
pasión? ¿Existiría el amor a primera vista?
Quería descubrir aquella mañana, ese manantial de hechizo de amor que ella tenía, sin
esperar nada, ni querer modificar lo que la naturaleza tan sabiamente había creado.
Llevaba puestos mis auriculares y escuchaba a Miguel Ríos cantar “Bienvenidos”. La
travesía me resultó muy rápida y casi sin darme cuenta, estaba en la isla y por un momento
me sentí ridículo, ya que en ese momento escuchaba el tema de la serie de televisión
Bonanza y sentía como me acercaba a mi “Ponderosa” particular.
Riéndome de mí mismo y con bastante timidez oculta, encontré muy cerca del
embarcadero, el restaurante de la tarjeta.
Al acercarme a la puerta con más miedo que vergüenza, mientras rezaba en silencio, y me
aplicaba toda la Inteligencia Emocional que podía, pude percibir un fuerte olor a parrillada
de mariscos y empecé a segregar saliva. No sabía si lo hacía, por el hambre que tenía a
esas horas,
-pasadas del medio día-, o por el recuerdo que de ella tenía, mezclado con alguna fantasía
amatoria, deseoso y sediento de poder vivir por fin amor compartido.
El restaurante estaba situado en un lugar espléndido. Muy cerca del mar, encima de un
montículo. Así que, ante una crecida no correría peligro. Su diseño era muy funcional.
Combinaba colores azules, blancos y un poco de rojo, que lo había acoplaba como si fuese
un barco de vela.
Me recordó mucho otra vez al norte de España y aquello me produjo una sensación de
seguridad. Entré al restaurante y en seguida me di cuenta de que allí había instaurado
mucho lujo, tanto o más, que en Cabo San Lucas, que posiblemente, sean de los más
caros de todo México. Mis ropas no estaban del todo acordes al lugar pero aquello no me
importó demasiado.
Las mesas estaban muy bien puestas y los comensales lucían sus mejores galas. Estaba
diseñado con la forma de un velero y daba la sensación, de que estábamos navegando en
alta mar, ya que se podía oír el ruido de las olas rompiendo en la costa y ver el mar por las
amplias ventanas que daban a la playa.
Estaba muy guapa. Lucía un traje blanco bordado de flores que le llegaba casi hasta los
pies y se movía con total naturalidad. Me recordaba a las Polleras blancas de Los Santos
en Panamá, aunque más bien lucía un traje de China Poblana, parecido a su vez, al que
visten las mujeres en las Fallas de Valencia, aunque era de San Gabriel Chilac, del Estado
de Puebla. Para colmo se oía la música ambiental de Granada y me sentí muy andaluz en
ese momento.
Sin darle apenas importancia y tan solo mirándola a los ojos, tomé su mano y le di un beso
con todo respeto y admiración. Mi corazón se quería salir de la velocidad con la que latía,
mientras cubría con la servilleta mi pantalón cubierto de un frío refresco. Me sorprendió
que se acordase de mi nombre, ya que me dijo:
-Bienvenido a mi restaurante, Félix Gómez. Sabía que iba a venir pero nunca imaginé que
tardaría tanto tiempo en hacerlo. Me alegro mucho de que esté aquí y sobre todo volver a
verle, aunque solo sea por un día.
Mientras nos mirábamos a los ojos, un mesero intentaba limpiar el desaguisado que yo sin
querer, acababa de hacer.
Para variar, le dije que la música que se oía era de Jacques Loussier interpretando a Bach.
Ella me respondió con una tímida sonrisa, moviendo ligeramente los ojos hacia abajo, señal
inequívoca de que yo la había empezado a intranquilizar y que no quería decirme lo que
pensaba en ese instante. Desde que la había conocido ese gesto lo había hecho varias
veces y sin yo saberlo, era una señal de defensa en lugar de seducción. Pero qué aburridos
seríamos los humanos, si tanto los hombres como las mujeres entendiéramos siempre lo
mismo.
Le dije entonces:
- Un restaurante mexicano, en mitad del Pacífico con música clásica, con un olor y espero,
un sabor tan especial.
- En Norteamérica cuando queremos somos muy cultos, tanto o más que los europeos y
además, no estamos en mitad del Océano.
Susan me pidió servirme el plato del día. Yo había esperado encontrarme, -antes de
conocer el restaurantecon una casa de comidas donde pudiese almorzar unos "frijolitos
negros, platanitos fritos, arroz, carne, enchiladas y tortillas de maíz", que era parte del
menú diario, que yo hubiese comido muy a gusto.
Mientras que ella iba camino de la cocina, observé con todo detalle, que en las mesas, los
platos eran muy grandes y los cubiertos de plata de ley de 925 milésimas tallados en Tasco.
Antes de que viniera Susan con la comida, un camarero muy bien plantado me trajo un
aperitivo y un vino blanco alemán elaborado a partir de Riesling, de la bodega Weingut
Beurer.
El vino estaba delicioso y aunque yo no suelo beber, mi deleite fue supremo. Tengo que
reconocer que mi bebida favorita sigue siendo el agua y luego la Coca Cola, pero aquel día
podría por fin emborracharme de amor y pasión…
Por entonces se oía a través de distintos altavoces, la música de Elvis Presley, “In the
Ghetto”, mientras yo me imaginaba con los ojos aún abiertos, haciéndole el amor a mi
amada. Desde hacía casi un mes, Susan no había salido en ningún momento de mi mente y
cada segundo tomaba más cuerpo en mi alma. Me sentía locamente enamorado de aquella
mujer que para mí, no era de este mundo.
Sin embargo, sentía algo de vergüenza, ya que yo vestía una camisa de manga larga y un
pantalón vaquero color claro y unos náuticos marrones, además de mi gorra de Jack
Daniels, con la que había viajado bastante y que en este preciso momento mientras
escribo, la tengo desteñida a mi lado. Cuando mi hermana mayor la veía, se enojaba
conmigo por lo fea y sucia que estaba e invariablemente la llevaba a la tintorería LavaFast
y de tanto tinte que le habían dado, se le había oscurecido hasta el nombre.
Siempre me la teñían de negro, mientras que mi hermana pequeña, me había regalado una,
que me había traído de Tampa y que recuerdo haberla perdido mientras buceaba en las
playas de Bora Bora en la Polinesia Francesa.
Estuve esperando, escribiendo en una libreta mis sensaciones, sin que mis nervios me
traicionaran, hasta que hubieran recogido el restaurante y montado las mesas para la
noche. Por fin se sentó a mi lado trayéndome un Cóctel de Champagne y para ella, un
Coñac Martell y sonriéndome con una cara de alucine, se encendió un habano; supongo
que era un puro muy especial, por el olor tan penetrante que emitía. Nunca me la hubiese
imaginado fumando tan extraño puro, que la hacía aparentar una cierta rudeza.
Me preguntó desafiante, sobre mi viaje a Los Cabos y después de que yo hubiese contado
por encima y sin darle muchos detalles, fue cuando ella mirándome fijamente a mis ojos y
sin venir a cuento, me dijo:
-Mira Félix. Yo soy una superviviente de un grupo humano que se está extinguiendo. Mi
familia son aborígenes Australianos que fueron arrebatados de sus padres, cuando apenas
eran unos niños. Les intentaron educar al igual que a los descendientes de los Europeos,
pero en sus genes - y estoy seguro que el ADN de los aborígenes, al igual que el de los
descendientes de los Indoamericanos - es diferente al resto de los humanos, por lo menos
en uno. Ese gen lo tengo yo y por eso soy libre. Imagínate a cualquier humano, sea del
lugar que sea, sentado en su sofá con una copa de cerveza en la mano, viendo la televisión,
esperando que pase el tiempo para poderse jubilar y será entonces cuando él crea que por
fin podrá hacer todo aquello que le apetezca. Puedo asegurarte y te aseguro, como dirían
en España, que jamás serán nada.
Tan solo serán uno de los engranajes del sistema. Para qué van a molestarse en hacer algo
si saben de antemano que nunca lo van a conseguir.
Mírame a mí y mi vida. Tengo dos hijos que estudian y viven en California. Son
ciudadanos Americanos al igual que yo y los tengo viviendo con mis padres en Irvine, muy
cerca de New Port Beach. Allí están estudiando, pero todos los días mentalmente a una
hora determinada, nos reunimos aquí, en esta isla perdida del mundo.
Miraba a Susan, mientras ella me hablaba y por entonces ya había decidido pasar el resto
de mis días creciendo con ella. Mientras la escuchaba, continuaba con su narración:
-Yo empecé la carrera de Derecho, pero un día conocí al que posteriormente fue el padre
de mis hijos y entonces me enamoré perdidamente de él y lo dejé todo, incluido mis
estudios. En cierta ocasión, creo recordar, la noche en que nos conocimos, te oí decir, que
la libertad es la capacidad de decisión que tenemos los humanos sobre nuestras vidas y te
aseguro que al igual que tú, yo soy libre. Soy libre para levantarme a las 6:30 a.m. todas las
mañanas. Tomo mi camioneta y me voy a pescar langostas a un lugar que me pertenece y
donde nadie puede capturarlas. Según el día y la temporada, cojo de tres a diez, pero soy
yo la que cuida el ecosistema.
Este restaurante es mío y no de mis hijos. Ellos tendrán que ganárselo trabajando. Yo
trabajo en lo que quiero y vivo como quiero. No me complico la vida en gastos superfluos
y aunque podía tener una mejor camioneta que la que tengo, prefiero seguir con ella,
mientras me sirva, que deber dinero al banco.
Mi casa es pequeña pero muy confortable. Tengo los amigos que quiero y prefiero estar
sola que mal acompañada. Yo sola sin necesidad de nadie, controlo mi negocio. Podía
tener otro más grande, pero eso sacrificaría mi tiempo y mi tiempo es mi libertad. Cuando
regreso a casa del mercado, deposito las langostas en un vivero y organizo el menú del día.
Casi todos mis clientes son navegantes, que tienen veleros y que vienen a la isla de
vacaciones. Ellos duermen en sus barcos, pero les gusta comer muy bien y aquí lo
consiguen. Les doy ensaladas, camarones y el mejor pescado, además de unas langostas
que nada le tienen que envidiar a las españolas. También tengo una extensa legión de
carnes y de quesos. Mi restaurante es bastante más caro que los que hay en Cabo San
Lucas, pero la calidad del servicio y de la comida no tiene parangón en todo el Estado.
Cuido mucho de los vinos y de su temperatura, ya que también recalan algunos europeos y
se sorprenden de mis buenos caldos en pleno golfo de California.
Por la tarde después de dejar preparado el restaurante para la cena, o me voy a montar a
caballo, a pescar, dependiendo de la temporada o a pintar. Leo bastante y tengo muchas
horas al día para mí. Hablo con mis hijos a través de Internet y así ahora puedo vivir la
vida que yo quiero vivir y no la que otros me han impuesto. Me acuerdo de comer cuando
tengo hambre y de dormir cuando tengo sueño. solo perdí mi libertad, cuando yo quise
perderla y luego me costó mucho esfuerzo volverla a recuperar.
Soy descendiente de unos hombres que luchan a diario por su libertad y mira ahora, qué
porvenir tienen en Australia. Aunque pensándolo bien, es similar a los indoamericanos
nacidos en USA.
Ninguno, a no ser que se aparten de las drogas, de las borracheras diarias e intenten
adaptarse a su nueva realidad. Mi pueblo tiene como ya te he dicho antes, - al igual que los
indoamericanos actuales -, un ADN diferente y ese ADN es el de la libertad.
Con cada latido de mi corazón, me perdía en sus ojos y también en su maravilloso cuerpo
y no dejaba que ninguna palabra suya, cayera a la mesa, como hojas arrancadas por el
viento de otoño y las absorbía una por una. En un momento determinado, se mantuvo
callada, mientras oíamos esa maravillosa música, que me hacía sonreír y sobre todo, poder
echar fuera los nervios contenidos en mi estómago.
Tomé aire y me relajé inmediatamente; me puse de pie, la tomé de las manos y la saqué a
bailar. Era “La Pollera Colorá” interpretada por Tropical Panamá y como ya los camareros
nos habían dejado solos, nos sentíamos por primera vez en nuestra inocente relación, libres
de ser como en realidad éramos, como la tarde noche, en que bailamos Extraños en la
Noche, nuestro primer baile recordé. Aquello fue para mí como una explosión nuclear.
Sonreía y por primera vez, me sentía feliz de poder estar a su lado, moviéndonos al ritmo
de la música, en una especie de baile prenupcial.
Mientras bailábamos esa cumbia, nos abrazamos y nos besamos mientras duró la música,
hasta que Dire Straits, con Sultanes en el cielo, nos rompió de pronto la magia de aquel
momento de sublime pasión.
Nos sentamos nuevamente y mirándonos a los ojos sin decirnos apenas nada. Al terminar
la canción instintivamente nos tomamos de una mano y durante un pequeño tiempo, nos
reímos al escuchar a Juan Manuel Serrat cantar Mediterráneo. Aquello era una señal.
Algún día la llevaría a ese mar tan diferente al que teníamos enfrente de nosotros e iríamos
a Portugal al Cabo San Vicente para ver el encuentro entre el Atlántico y el Mediterráneo,
para posteriormente comer en una playa salvaje...cantamos al unísono la canción en voz
baja, cada uno para sí mismo mientras que nuestras piernas por primera vez se rozaban y
aquello fue un intercambio de energía que presagiaba algo más que una vida extraordinaria.
-Hay un libro que tengo en mi mesa de noche. "Las voces del desierto" de la Dra. Marlo
Morgan. El día en que me compré ese libro cambió mi vida. Por primera vez, desde que
tengo uso de razón, me sentí orgullosa de mi raza y cuando leí la última frase escrita por
Marlo Morgan, me levanté del suelo con mis manos y comprendí que yo soy en realidad
una aborigen.
La otra, si miras el cartel de mi restaurante leerás: Outback. Allí era donde mis antepasados
vivían.
Durante algunos segundos me quedé mirándola fijamente a los ojos y fue entonces cuando
me di cuenta del terrible calor que hacía en el restaurante.
Los empleados habían apagado los aires acondicionados y me habían traído mi mochila y
la habían dejado a mi vista. Tenía la sensación de que me estaba embrujando y por
primera vez en dos largos años, me sentía muy a gusto, al lado de una mujer que tenía
unos ojos de pantera acechando, a punto de atacar.
Fue entonces cuando me explicó el discurso que me había soltado sobre sus orígenes
Aborígenes. Me dijo que ella no quería nada conmigo y que sin embargo se alegraba de
haberme vuelto a ver y me pedía por favor que me fuese de su vista y que no volviese a
aparecer jamás delante de ella. Que no tenía tiempo para nada y que si hacíamos el amor,
se engancharía conmigo y cuando lo hubiese hecho, yo desaparecería de su lado con mi
mochila, ya que ella cuando se daba, no era tan solo su cuerpo el que de verdad entregaba.
De una manera muy militar, me pidió que desapareciera de su vida. De su vida pensé, si
todavía no había entrado y ya me estaba echando.
La música ambiental me salvó de la campana, ya que era Paul Moriat interpretando “Je
táime moi non plus”. La tomé de la mano muy fuertemente y nos pusimos a bailar
dejándonos llevar por nuestra pasión, aunque en el último momento, cuando intenté subirle
el vestido para hacerle el amor en una mesa, ella lo controló, apoyada en Audrey Hepburn,
interpretando Moon River.
Esta vez ya no me pidió, que me fuese de su lado y nos sentamos una vez más, mientras
recordábamos “Desayuno con Diamantes”. Yo pedía en mi interior una señal y Celine
Dion me la dio al oírla cantar el Tema de Titanic. Bailamos muy despacio, a cámara lenta,
sintiendo cada latido que producíamos y escuchando nuestras respiraciones.
Sin mirarnos a los ojos y guardando que nuestros cuerpos apenas se tocasen danzábamos
ensimismados en nuestros recuerdos.
Ella me sorprendió al quitarse el traje y quedarse en bañador. Cómo era posible que debajo
de ese hermoso ropaje, no llevase un tanguita negro, como me lo había imaginado, cuando
se subía las faldas.
Mojarse bajo el aguacero y dejar que las gotas unas calientes y otras frías bañaran nuestros
cuerpos, era un placer de humanos, y comportándonos como si de verdad fuésemos dos
niños, hicimos una guerra utilizando el barro. Como es lógico terminamos abrazados y
rozando nuestros labios frenéticamente bajo la lluvia, tanto fue la pasión que ella de un
mordisco, me abrió una pequeña herida en el labio superior.
Nos besamos muchas veces, pero ninguno de los dos quería convertir aquello en un mero
encuentro sexual, así que intentamos desesperadamente y luchando los dos contra nuestro
instinto animal, el dejar que nuestra alegría juvenil, tomara cuerpo y rechazara nuestros
impulsos carnales.
La verdad era bien distinta. Si volvía a intentar hacerle el amor, la perdería y fue por ese
motivo que me comporté como ella requería. No iba a tirar un futuro maravilloso por la
borda y comerme el postre antes que la comida. Eso sí, nos revolcamos abrazados por la
hierba y el barro, sin ser vistos por nadie, ya que el local estaba cerrado. Cuando la lluvia
cesó, con una manguera nos lavamos un poco el barro, mientras nos seguíamos besando
muy castamente, como temiendo que alguien nos pudiera desunir.
Fue entonces cuando le pedí permiso para entrar en el restaurante y rápidamente busqué
mi mochila y de ella saqué un calzoncillo limpio y una camiseta para protegerme del sol y
limpié la camisa, el pantalón y lo que me había servido como traje de baño. Un poco más
calmados, nos secamos tumbados los dos y agarrados de la mano, estábamos sobre la
hierba recibiendo los rayos del sol y yo lucía unos calzoncillos que parecían mi traje de
baño.
-No puedo creer que tengas una manguera rota. Mientras me mojabas para quitarme el
barro del cuerpo, pude observar cómo se salía una parte del agua por la manguera rota,
mientras me mostraba emocionado por aquello.
Ella no entendía el chiste, pero me resultaba curioso que una mujer casi tan perfecta como
ella, tuviese una manguera rota. Ví como ella no me entendía demasiado bien lo que le
decía y yo sin embargo seguía riéndome. Durante algunos minutos no pronunciamos
palabra hasta que me preguntó sobre mis planes y yo le dije, que no tenía planes. Ella
estuvo pensativa durante algunos minutos, hasta que rompió su silencio y me dijo:
- Quiero que pases esta noche conmigo, pero no te creas que te resultará fácil, ya que
vamos a trabajar de lo lindo y te recuerdo que hasta que yo no lo quiera, no haremos el
amor.
Ante aquella propuesta tan sugestiva, mirándola fijamente a sus ojos y sujetándola
firmemente de su brazo derecho, le contesté que sí.
Que en ese momento tenía todo el tiempo del mundo para estar a su lado, mientras me
imaginaba como mis ojos brillaban y se reflejaban en los suyos.
Ella sin darse apenas cuenta, puso su lengua tensa, algo erguida, mientras la apretaba
contra sus dientes, y de una manera muy seductora, girando su cuerpo rápidamente y
poniéndose de frente, me tapo mi boca con un pequeño mordisco diciéndome, cuan
importante era para ella su libertad en todos los aspectos y que ni yo ni nadie, se la
quitaría.
Le tuve que explicar que mi mochila era todo mi equipaje y al hacerlo, reaccionó bastante
mal, ya que me dijo que había estado a punto de haber hecho el amor conmigo y yo
solamente estaba de paso.
Le pedí que hiciera memoria del día en que nos habíamos conocido y que se acordara que
yo no tenía equipaje.
-Acaso has estado utilizando la misma ropa todos estos días. Es muy duro para mi creer lo
que acaba de pasarnos.
Le expliqué entonces que todos los días, antes de acostarme limpiaba la ropa y al día
siguiente estaba como nueva. Delante de ella abrí mi petate y le demostré que llevaba otra
camisa de repuesto, que era, con la que ella me había conocido. Saqué tres calzoncillos, un
jersey y un chubasquero, además de unas zapatillas y unas gafas para nadar. Varias cajas
de preservativos y alguna que otra medicina. Le expliqué entonces que cuando necesitaba
ropa nueva me la compraba y luego la regalaba. Que en varias ocasiones me había dado la
vuelta al mundo y al no llevar equipaje, me resultaba todo más fácil.
Le enseñé mi reloj que era de plástico y sin embargo tenía, profundímetro, barómetro,
altímetro y otras funciones que creí conveniente no decirle. No le pregunté por la papaya
que ella llevaba en sus manos, ya que pensé que estaría verde todavía. Nos subimos en su
camioneta y durante una media hora estuvimos sin pronunciar palabra. Yo admiraba el
paisaje desértico y las montañas lejanas, mientras pensaba en el futuro que podía
esperarnos.
Tenía lo que buscaba en una mujer. Era inteligente, libre, madre y estaba muy buena. Cada
minuto que habíamos estado juntos era mágico y me sentía cómodo a su lado, aunque
tenía que reprimir mis impulsos de decirle lo que pensaba y quería vivir con ella, ya que no
era cuestión de asustarla y alejarla de mi lado.
Sin embargo, no solo la deseaba, ya que la estaba empezando a querer con toda mi alma.
Aquella noche me sentí lleno de felicidad, de armonía, como hacía varios años no había
experimentado. Casi no dormimos, ya que estuvimos hablando y riéndonos cuando ella me
preguntó por las cajas de preservativos que llevaba y tuve que contarle la verdad.
Pues que aquello me supo placer celestial y hasta que no terminé la caja no paré, pero por
miedo, no me atreví a comentárselo a mi padre. Recuerdo que una tarde que estábamos
juntos en un estadio de Beisbol, el Kenny Sarracín, aproveché un descuido suyo y le pedí
otra caja y por la cara de asombro que me puso, le pedí entonces que me dijese, donde
podría comprarlas.
-¿Cómo que con quién me he acostado? Con nadie. Hice lo que tú me dijiste y me gustó
tanto la primera vez, que me acabé la caja y eso que los últimos, los tuve que limpiar, para
poderlos reutilizar.
Mi padre se echó a reír muchos años atrás, lo mismo que Susan en nuestra primera noche
de amor y entre carcajada y carcajada, ella entendió mi afición por el contenido de aquellas
cajas.
Entonces me preguntó que cuantas veces los había utilizado, desde que nos habíamos
conocido, para hacerme un final feliz. Debí de ponerme muy colorado, por la sorpresa de
su pregunta y me pidió que le contase lo que había hecho y lleno de vergüenza, le relaté la
verdad. Mirándola a los ojos y posteriormente al suelo, le dije que la noche en que nos
habíamos conocido, había utilizado uno.
Ella se quedó perpleja y fue cuando le conté lo que de verdad había hecho, en la oscuridad
de la noche, tumbado de lado, en el suelo del autobús. Lo había usado para orinar dentro y
sin que nadie se diese cuenta, lo metí en una bolsa de plástico y al bajarme del autobús, lo
deposité en una papelera…
Aquella confidencia, resultó como un bálsamo y cuando las risas cesaron, nos estuvimos
besando y dando cariño durante lo que quedaba de noche sin que tuviese que hacer uso de
aquello, ya que no pasamos del mero entrenamiento. Eso sí, practicamos todas las posturas
inimaginables.
A eso de las 5 a.m. ella se levantó y se fue a la cocina. Menudo día acababa de vivir.
Había visto de nuevo a Susan, pescado langostas por la noche y me había dormido
abrazando a la mujer a la que había amado desde el primer momento en que la había
conocido. Al regresar a la habitación, noté como su cara había cambiado y al traerme un té
verde con miel, a la cama me dijo:
- Ayer pescamos las langostas que mi restaurante va a necesitar, durante esta semana en
que me ausentaré. En unas horas marcho hacia California. Voy a pasar una semana al lado
de mis hijos y por eso te dije que solo una noche podrías quedarte en mi casa.
Aquello fue un palo para mí, pero le dije rápidamente que no importaba. Yo me recorrería
la isla, haría varias cosas que quería hacer y que nos veríamos cuando ella regresara de su
viaje. Estaba harto de huir y quería echar raíces y qué mejor sitio que aquel para empezar
una nueva vida. Susan me dio un beso muy profundo, lleno de amor y recuerdo que a los
dos, se nos mezclaban las lágrimas al oír a Amaral, cantar “Moriría por Vos” y sin decirnos
apenas nada, ella levantó la cabeza y muy cerca de la mía me preguntó:
-¿Qué nos pasa cuando tenemos la autoestima baja?
Se acurrucó durante unos minutos en mis brazos, mientras yo la abrazaba, envolviéndola
de una ternura imantada, en un inicial y profundo amor, que yo quería que fuese Eviterno.
Sin embargo, ella lloraba de una manera desconsolada y cantándome:
-No tengo planes más allá de esta cena….Vivamos intensamente lo que nos queda de
noche como si fuese ese, nuestro último día en la Tierra-.
-No quiero que sea ésta, nuestra primera y última noche de amor, pero será la última
canción que oigamos antes de irnos.
-¿Has visto la película de Bucket List, Ahora o Nunca, donde dos hombres mayores a
punto de morir, hacen una lista con todo aquello que quieren hacer mientras estén vivos?
-Pues ya que de común acuerdo nos vamos a casar y para conocernos mejor, hagamos la
nuestra. Pon tu la primera y yo la segunda y después, todo aquello que nos vaya
surgiendo.
Saqué de mi mochila un cuaderno y ella me dijo que sería mejor hacerlo en dos hojas
diferentes, ya que así, cada uno se quedaría con un original y como no creo que por aquí
hubiese una fotocopiadora, si te parece vamos apuntándolas a la vez. Félix, empieza tú el
primero:
-Ser felices todos los días de nuestra vida, independientemente de que nos volvamos a ver,
nos casemos o tengamos familia.
-Qué mis hijos estén bien y sigan creciendo y que ustedes se lleven genial cuando se
conozcan.
-Tener salud, armonía, éxito, abundancia tanto material como espiritual. Tener tiempo para
compartir los pequeños momentos de nuestra vida. Amarnos eviternamente. Poder ayudar
a las demás personas, sin esperar nada a cambio. Hacer que nuestra vida cuente todos los
días.
-Venga Félix, que esto es una declaración de intenciones en toda regla: Que podamos
querernos, amarnos respetarnos y crecer todos los días de nuestra vida.
-Pescar langostas por la noche y después hacer el amor dentro del mar, hasta que no
podamos de lo cansados que estaremos.
-Ver amanecer o anochecer por lo menos varios días al mes y darnos muchos besos,
durmiendo a la intemperie.
-Qué esto que estamos empezando a vivir se haga realidad. Bueno creo que sería, la
primera que hubiese puesto al inicio, después de lo de mis hijos.
-Salir en barco de vela y acampar en la costa, en un lugar solitario y hacer el amor, toda la
noche.
-Poder confiar en nuestro amor, sin ningún tipo de dudas y no discutir por cosas banales.
-Seguir emocionándonos, al tomarnos de la mano y al darnos un beso.
-Tener mascotas, perros y gatos y vivir en varias casas a la vez.
-No endeudarnos ni con tarjetas de crédito y que el dinero trabaje para nosotros, teniendo
un trabajo que nos guste y aporte satisfacción.
-Visitar los cinco continentes y atravesarnos juntos Australia e ir a Papúa Nueva Guinea.
Hacernos el Camino de Santiago empezando en Francia, hasta llegar al océano Atlántico.
Susan se quedó ensimismada, sin palabras cuando quería pronunciar vocablo y no era
capaz de hacerlo. A lágrima viva y después de que nos hubiésemos abrazado, me dio las
gracias por ese momento que estábamos viviendo. Dos personas que acaban de conocerse
y que lo vivido era tan real, que no podía ser un sueño. Parecíamos niños pequeños, en el
momento en que nos acababan de encontrar, de haber estado perdidos en un bosque. Más
calmados continué con la lista.
-Ir a diversos conciertos al año. Y entre ellos, al Festival del Acordeón en la Guajira,
Colombia y a uno de Samy y Sandra Sandoval en Panamá y escuchar en directo a Ulpiano
Vergara, aunque sea en una carpa en la Feria de San José de David…
-Eso está hecho. Quiero que veamos juntos el Concierto en vídeo de 1986, en Londres de
Paul Mc Cartney, Mark Knofler, Sting, Elton John, Eric Clapton, Tina Turner.
-Ya que me hablas tanto de hacer el amor, quiero que pasemos una noche de desenfreno
amoroso en el verdadero Hotel California y que me hagas todo lo que te pida, incluido que
bebamos hasta emborracharnos. Está aquí en Baja y no en Los Ángeles, como mucha
gente cree. Bueno como veo que eso de emborracharte no te va nada, me dejarás que yo
si lo haga. Quiero ponerme pedo delante de ti y así descubrir si de verdad me quieres como
soy. De vez en cuando me gusta dejarme ir un poco y espero que sepas estar a mi altura.
Bueno como veo, que eso no te va mucho, tendrás que darme todo aquel placer que te
pida.
-Quiero ver Memorias de África e ir al museo que hay cerca de Nairobi, en Kenia.
-¿Qué es eso, una película?
-Hablando de viajes, quiero que demos la vuelta al mundo y que escribas un libro sobre
ello.
-O sea que quieres que sea escritora. Bueno, vale. Pero nada de llevar una mochila. Quiero
llevar maletas y que cuando vayamos por Madrid, me lleves a comer un bocadillo de
calamares a la Plaza Mayor y a remar a las barcas del Retiro. Quiero hacer el amor en
Segovia, pero en un Hotel bueno. Ir a Ávila y perdernos en su Murallas, a que me canten
los Tunos de Salamanca. En Toledo comer en un sitio pequeño y luego caminar por sus
calles, dándonos besos a escondidas. Recorrernos toda la ciudad tomados de la mano y
comernos un helado a la sombra de un cuadro del Greco.
-Ir a Santiago y recorrer su Camino, aunque sea una semana. Ir a La Toja, que me han
dicho que es muy bonita y comer comida gallega.
-Perdernos en París y luego Brujas, Heidelberg, Florencia, Roma, Atenas, volar a Londres
e ir a Notting Hill y a Covent Garden. Pasar a Asia e ir a Camboya y Vietnam.
-Bueno y ¿Qué pasó con Australia?
Susan se puso muy triste, cuando dije la palabra Australia y después de dejar que se
calmara, me comentó que cuando se casó, quería ir de viaje de novios al país de su padre
y el marido prefirió hacer un viaje más cercano y con el dinero sobrante, se compró un
todo terreno. Para cambiarle el ánimo le prometí que nos iríamos a Australia de viaje de
novios y subiríamos también a Papúa Nueva Guinea y de paso, iríamos a mi Isla de Bali.
-¿Harías eso por mi? Yo lo pago, no importa, me harías la mujer más feliz del mundo,
acompañándome a conocer mis otros orígenes. Sigamos con la lista y ahora te toca a ti.
Siempre he querido compartir mi vida con un hombre que le guste viajar y tú me vienes al
dedo…
-Quiero que en cuanto podamos, hagamos una Fundación para ayudar a las personas que
no han tenido las oportunidades que los dos nos hemos sabido buscar.
-Quiero pasar una Noche muy especial, el día que mi familia te conozca y antes ver un
poco The Song of Music.
-Quiero que me regales una gatita callejera y ponerle Luna de nombre.
-Ver Mama Mía dos veces y bailar con ellos al final de la película.
-Subir a un punto, donde podamos ver salir el sol del Océano Pacífico y al darnos la vuelta
minutos después, ver el Océano Atlántico.
-Venga Félix, eso no se puede hacer. Hagamos una lista real. Algo que podamos realmente
realizar juntos.
-Susana
-No me llames así.
-Ok, Su.
-Tampoco me llames así. Llámame Susan, por favor.
-De acuerdo Susan, volvamos a lo que te decía sobre el ir a ver un amanecer, en un lugar
donde pudiésemos contemplar el Océano Pacífico y el Atlántico a la vez y que creías que
era imposible cumplir. Cuando lo logremos, te llevaré a pasar la noche a una cabaña y
después de cenar y de ir a darnos una vuelta abrigados, cantarás para mí, la primera
canción que bailamos, Extraños en la Noche y luego me comerás algo, lleno de miel y
canela… Yo ya he subido una vez, a ver el amanecer y cuando llegamos a la cima, ya era
de día y además hubo niebla. Conozco a muchas personas que lo han logrado y aunque me
he tenido que conformar viéndolo en un vídeo, es algo realmente maravilloso.
-Bueno y donde está ese idílico lugar, que espero no sea un globo de aire.
-Primero iremos a un país precioso llamado Panamá, que aunque es pequeño, no me cabe
en mi corazón. Pasaremos por el Terronal en Chiriquí, y de madrugada en un taxi,
llamaremos a la puerta de una casa y saldrán dos mujeres. Una muy emocionada, dando
saltitos diciendo “Doña Emy, salga que es el Señorito Félix”. Verás a la mujer más feliz del
mundo, que al darse cuenta que no se ha peinado, -ya que la pillaremos durmiendo-, irá al
baño a arreglarse un poco y antes me dará un beso. Regañándome y en broma me dirá,
condenado hijo, me lo has vuelto a hacer.
-O sea que se lo has hecho varias veces. ¿Quiénes eran las otras mujeres que te
acompañaron?
-Ninguna, he estado esperando para que seas tú. Te diré que la primera vez que se me
ocurrió, llevaba puesto un lazo rojo en la cabeza, ya que era el cumpleaños de mi madre.
La segunda no me puse el lazo.
-Susan, usa la imaginación. Mi madre está en todos los lugares donde yo estoy, ya que la
llevo en mi corazón. Luego iremos a la Perla y después de que pienses, que visitamos a un
concesionario de coches de lujo, saldrá una mujer muy parecida a ti físicamente y
riéndose, como solo sabe hacerlo ella, nos abrirá la puerta de una casa, donde me siento
muy a gusto. Visitaremos a mi amiga Vera, que es una mujer excepcional y que está llena
de vida, además es una de las mejores personas que he conocido y físicamente está muy
bien. Por la tarde subiríamos a Boquete y de allí cogeríamos un camino de cabras y
llegaríamos antes de que anocheciese a la cima del volcán Barú.
Dormiríamos en una tienda de campaña, ya que la temperatura suele ser muy fresca. Y
juntos antes del amanecer veremos un espectáculo único.
Los minutos que pasaron a continuación, fueron de los más intensos que he hasta ahora he
vivido y lo que pasó aquella noche, no podré ni querré olvidarlos. Me sentía tan
maravillosamente querido y estaba como flotando en una sensación de total entrega. Le
estaba dando lo mejor que tenía dentro de mí, mientras ella me correspondía de igual
forma.
La realidad del desayuno, nos hizo comportarnos de otra manera, que me cuesta mucho
explicar y dudo mucho que supiera exponerlo. Era por un lado un sentimiento perfecto,
teñido por la pena de nuestra inminente separación. Creía que quería a esa mujer como
nunca lo había hecho antes y me negaba a que se marchara. Estuve a punto de pedirle que
me dejara acompañarla en su viaje y pensé antes de que nos despidiésemos en nuestro
futuro reencuentro.
Desayunamos sin apenas poder saborear las tostadas con mermelada que
inexplicablemente estaba en la mesa, nos dimos otro baño, ya que estábamos empapados
en sudor, -esta vez caliente, con achuchones incluidos,- nos vestimos de prisa, ya que se le
hacía tarde. Me pidió que la dejara partir sola, camino del barco y dándome las gracias, por
todo aquello que habíamos vivido durante esas horas,
-del todo inesperadas-, cogió su maleta y yo mi mochila.
Para despedirnos, nos dimos unos besos profundos y sostenidos, sabiendo que cuando nos
volviésemos a ver sería diferente. Ella me recordó mi definición de la palabra libertad y
dándome un beso en la mejilla, me dio las gracias por haberla respetado y me dijo algo que
no entendí y le respondí “Sama Sama”, que en Indostano significa, lo mismo que para ti.
Al verla partir con un pañuelo en la cabeza, sentí como una parte de mi ser se iba con ella,
pero estaba seguro de que a su vuelta, compartiríamos la más profunda de las pasiones,
que es la del amor compartido. Sin darme cuenta estaba tarareando “Candilejas” pero
rápidamente quise cambiar mi estado de ánimo. Desde hacía muchos años, no había
experimentado tanto amor por una mujer, como el que sentía en ese momento por mi
aborigen.
Capítulo IX
PNL e IE
Aplicando lo aprendido
Lo primero que hice esa mañana, después de haberme despedido de Susan, fue encontrar
un hotel, lo más parecido a una posada, que estaba gentilmente adornada en los balcones
con flores preciosas, que desprendían un olor especial a flor de lavanda y aquel magnífico
espectáculo, me recordó a la calle del Pañuelo de Córdoba, en Andalucía por la cantidad
de adornos florales que habitaban en las ventanas y terrazas de las casas. Rememoré
también de Julio Romero de Torres, que tan fielmente pintó a la mujer morena.
Antes de irme a dormir, desayuné; mejor dicho almorcé, una especie de banquete, que me
serviría de comida y con el sol ya en lo alto, al entrar a mi habitación, me di un pequeño
baño en la ducha, recordando el de esa madrugada y esta vez a solas, di buena cuenta de
uno de los preservativos y sí que hubo, por fin, final del todo feliz….
Después de lavar la ropa, bueno, para ser sinceros, la camisa, los calcetines y el
calzoncillo, me llevé una gran sorpresa, al abrir la mochila. Había una pequeña nota de
Susan, donde me pedía que escuchara con mucha atención la canción de ABBA, “The
Winner Takes it All” el ganador se lo lleva todo en español y así lo hice. También que
tuviera presente que la película Titanic, era muy bonita, pero que ahora se quedaba con la
de MAMA MÏA y era la única que estaba dispuesta a vivir.
Por un momento me sentía, como años atrás en el Metro de Madrid, el Día de San Isidro,
con una sensación parecida, a cuando me había encontrado de pronto con Cristina y ese
mismo día, le había pedido matrimonio a una gran mujer debajo del Acueducto de
Segovia…
Por segunda vez en mi vida, sufrí el “efecto lavadora”, que es como si te metiesen en una
lavadora y sin darte tiempo a reaccionar, la ponían a mil revoluciones y yo estaba dentro,
dando vueltas sin parar, con un pensamiento confuso entre Cris y Susan.
Ese día para mí era especial, ya que se celebraba la fiesta Nacional del Perú y llamé vía
Skype a mis amigos peruanos para felicitarles y los encontré que estaban en el hotel las
Dunas pasando las fiestas.
Antes de poder dormirme, recé todo lo que sabía y le di gracias a Dios, por permitirme
recibir aquel regalo, por el cual lucharía hasta conseguirlo y posteriormente para
conservarlo, haciéndolo crecer día a día.
Fue cuando volví a aplicarme toda la Inteligencia Emocional que había aprendido para
poder tener, salud, armonía, éxito, abundancia, tiempo, amor y también la fuerza
imprescindible para ayudarme a mí mismo y así, poder apoyar a los demás.
Después de desayunar como un verdadero rey, me dejé caer por el puerto y permitir que la
curiosidad de los isleños se fuese incrementando, hasta que dos de ellos, se me acercaron y
me preguntaron lo que estaba buscando por allí. Después de presentarme por mi nombre,
les comenté que era pintor de cuadros y que quería pasarme una buena temporada en la
isla y para ello, necesitaría alquilarme una casa.
Rápidamente se ofrecieron voluntarios para que después de volver de pescar, si yo
continuaba por allí, me llevarían a ver posibles alternativas.
Así que me apunté con ellos para irme de pesca y conocer cómo funcionaban las
relaciones sociales de los isleños. Eran dos hermanos que componían la tercera generación
de pescadores y se llamaban Pancho y Emiliano Romero. Representaban unos treinta y
tantos años y ambos tenían tres hijos pequeños.
Fue cuando me enteré de la relación profesional que Susan mantenía con Toño González,
ya que me dijeron que desde que la “Gringa loca”, había llegado a la isla, la había
revolucionado. La familia González era de las más ricas de la región y tanto Toño como
sus hermanos habían heredado una verdadera fortuna. Susan les había comprado el
restaurante y bastantes tierras en el Estado, además de algunos otros inmuebles. Les había
pagado mucha plata al contado por sus negocios y ahora Toño, trabajaba para ella. La isla
tenía unos 32 kilómetros cuadrados y me recordaba a Bora Bora en Tahití, no por la
belleza de la Polinesia, si no por el tamaño de esta y para mí, con Susan o sin ella, se
convertiría en mí paraíso terrenal. Durante aquella semana salí de pesca con distintos
lugareños y en ningún momento me quise olvidar de Susan y me di cuenta que me gustaba
mucho estar a su lado y esta vez, no me precipitaría, ni dejaría pasar el tiempo, como
cuando lo había hecho con Cristina años atrás.
Tenía mucho que ganar, así que debía esperar su vuelta con ilusión, eliminando el miedo,
la tristeza, el enfado, el asco, la sorpresa y frenando mi alegría para que esta, no se
transformara en euforia, lo que me provocaría, ansiedad y malestar. Cerca del mercado
encontré una librería donde me compré “El Viejo y El Mar” y salvando las distancias,
Hemingway me animó a salir adelante en esos días de incertidumbre, recordándome que:
Si un hombre hace frente con valor a su destino y lo acepta con entereza, luchando hasta
el límite de sus fuerzas, nunca podrá sentirse derrotado; porque el hombre no está hecho
para la derrota; un hombre puede ser destruido, pero no derrotado.
Como entablé una muy buena relación con los pescadores del lugar y después de preguntar
y buscar, encontré una casa de dos plantas que cumplía básicamente con lo yo quería en
un principio. Le pedí a Emiliano que me mandase mis maletas a través de una agencia de
fletes y al día siguiente, él se presentó en su barco de vela y me llamó desde el puerto. Allí
me encontré también con los hermanos Romero, que nos ayudaron a desembarcar los
bultos y nos proporcionaron un lugar seguro, donde pudimos dejar el barco a buen
recaudo.
Esos días nos adentramos en el Mar de Cortés y pude por fin conocer sus corrientes, antes
de ir en busca del mío que tenía atracado en Huatulco Oaxaca, esperándome. Pudimos
observar a los tiburones martillo, aunque lo que más vimos fue lobos de mar y ballenas
grises, que eran por esos días los dueños de aquellos lares, amén de los delfines que nos
acompañaban por gran parte del recorrido.
Por la noche cenábamos cada día en un lugar diferente e incluso nos llevamos a los
Romero a lugares del Mar de Cortés que no les eran habituales y ellos nos fueron
presentando poco a poco a los demás insulares.
4 de Agosto. Cabo San Lucas
Al día siguiente de madrugada, nos despertamos muy pronto para poder disfrutar de la
ventaja adicional, que nos proporcionaría la corriente producida por la bajada de la marea,
-que nos permitiría ir mucho más rápido-, y regresamos a Cabo San Lucas. Al llegar a casa
de los Arxona, María Teresa me presentó a una mujer llamada María del Carmen, para
que la atendiera en Hipnoterapia.
Capítulo X Chamanismo
Chamanismo aplicado a la Hipnoterapia
Flor de Cactus o Como agua para chocolate
Era la hermana pequeña de María Teresa y había nacido el 22 de Enero de hacía sesenta
años. Su madre la había traído al mundo cuando tenía 44 años y el parto fue complicado.
De milagro -según me contó-, las dos salieron adelante. Desde muy pequeña, siempre
estuvo al servicio de todos los demás y por entonces se sentía muy feliz. Cuando creció, le
gustaba salir con su novio, como a todas las chicas de la época, pero la estricta educación
que recibió, la llevó a vivir en un mundo en que todo era pecado y que su vida se parecía a
la película “Como agua para chocolate” donde la hija menor, debería quedarse soltera para
cuidar a sus padres cuando estos fuesen mayores. Mirándome con cara de pena, me pidió
que copiara textualmente lo que me explicó:
-En el fondo, yo era una reprimida y el entorno en que viví, me hizo crecer como una flor
de cactus. Me crié en un mundo, donde no me era permitido expresarme y el mantener
conversaciones interesantes con otras personas, me resultaba una quimera. Cuando tuve
mi primer y único novio, claro que me apetecía besarle, abrazarle, pero hasta ahí. Cuando
él quería algo más, yo le frenaba y le pedía a Dios, que no le deseara. Yo quería casarme
virgen y lo conseguí. Aunque me enfermé de tanta represión y ya cuando me casé, no
podía darle cariño, ni le dejaba que me tocara. Solo oía la palabra pecado, pecado, pecado.
Tanto que acabé traumatizada, ya que el amor y el sexo, iban en contra mía. Tenía que
pedirle a Dios, que algo que me gustaba, no me gustase. Era una verdadera contradicción y
así ha sido mi vida. Yo tenía que decirles:
¿A vosotros que os importa?, en lugar de ello, me arañaba las manos y le pedía a Dios, que
me llevara con Él. Un beso en la boca era pecado mortal. Un día unos sobrinos míos me
vieron bailar, y le dijeron a mi madre que estaba en una discoteca con mi novio. A partir de
aquello todo mundo me vigilaba. Hubo hasta una reunión familiar donde todos quedaron
en vigilarme. Para mí todo era pecado. Bailar también era pecado mortal, por tanto cuando
veía a mi novio, le empecé a rechazar y me fui convirtiendo en una verdadera frígida. No
tenía preparación para nada en lo referente al sexo. En lo demás, yo llevaba mi casa, sabía
guisar y un poquito de todo, pero de lo más importante, era una verdadera neófita y eso
me llevó a que mi autoestima, se convirtiera en fracaso tras fracaso. Llegó un momento en
que me sentía una verdadera inútil.
Cuando me casé era una verdadera reprimida. Yo tenía muchas ganas de besarle y me
tenía que contener. Esperaba que él se fuese a la cama y se durmiera, para que no me
tocara y entonces muy sigilosamente me metía en la cama y rezaba para no tener que
desearle. Desde que me casé, hasta que él pudo por fin, medio que penetrarme, pasaron
ocho meses y en ese momento sentí que me quedaba embarazada. Cuando tuve que ir al
ginecólogo, se quedó muy sorprendido, de que todavía estaba medio virgen.
Meses después tuve a las gemelas, entonces, al relajarme pude sentir algo de placer, sin
tener mi cuerpo en tensión. Fue cuando mi marido empezó a beber y también se volvió
muy agresivo. En lugar de defenderme, le decía que acabara ya con mi vida, porque por
entonces no quería vivir. Si hubiese tenido unos hermanos que me hubiesen comprendido,
arropado o algo, tal vez, otro gallo nos cantaría.
A mí me dio por la limpieza y cuando él llegaba a casa y me veía limpiando, me cogía del
cuello. Como él tenía los ojos rojos muy grandes y abiertos, me daba miedo de verle con
las venas dilatadas del cuello.
Cuando tuve a las gemelas, entonces como ya “el camino estaba abierto”, disfrutamos
bastante del sexo, hasta que como él, seguía bebiendo y tomaba mucho café y fumaba tres
paquetes de tabaco al día, la cosa se torció. Como yo no había recibido mucho cariño, creo
que por esa razón no supe dárselo a mis hijas, a las que sé que usted conoce, ya que
Blanca me lo dijo. La mayor tenía complejo de Edipo y era como su padre. Sin embargo
Blanca, era como yo y salió bastante reprimida también, aunque después de haber estado
con usted, -digo en terapia-, ha cambiado mucho y denota felicidad por cada poro de su
cuerpo.
-Cuando me leyeron las cartas y me dijeron que iba a estar con dos hombres, apareció
Esteban, y con él sí fui feliz. Era muy lindo, muy espontáneo, y muy detallista aunque era
muy peligroso, ya que le gustaban mucho todas las mujeres. Creo que estuvimos unas tres
veces y eso fue cuando mis hijas hacían la comunión y llevaba unos años divorciada.
¡Madre mía, 23 años hace ya de esto! ¡Qué barbaridad!
Carmen se tapaba la boca en señal de pequeña represión y tan solo decía: JOSÜ.
-Yo creía que esas cosas no pasaban. A mí me gustaba todo de él. Era romántico, y
sensible y lo peor fue que cuando mi hija creció, también lo veía guapo, aunque ella nunca
supo lo nuestro. Fue un romance corto, una pequeña historia de amor, aunque solo lo
fuese para mí, ya que yo seguro para él, fui solamente otra aventura más. Alguna vez me
he cruzado con él por la calle y no le he querido decir, lo importante que fue en mi pasado.
De pronto se quedó callada y como yo la miraba sin decirle nada, tan solo dijo, como una
pequeña aventura, para luego continuar:
-Con lo reprimida que yo he sido, por fin fui un poquitito aventurera, pero de eso hace
tantos años. Ahora que tengo 60, recuerdo que me decía que las mujeres estaban muy bien
hasta los 45 y luego perdían. Sin embargo yo quiero volverme a sentir guapa y no estar de
sobra en la vida. Me siento una inútil y llega un momento en que te callas, ya que la gente
te quita siempre la razón y te callas y te callas, que aquí estoy para que me ayude a
cambiar. Mi hermana confía plenamente en usted y mi hija también, así que me dirá lo que
tengo que hacer para cambiar de vida.
-Quiero no tener Alzheimer. Y no quiero verlo así y ni que me dé. Las personas que lo
padecen, es porque no quieren ver lo que pasa y como no lo ven, ya no sufren y al final se
quedan como vegetales. Así no sufren Y NO QUIERO LLEGAR A ELLO. Me doy cuenta
de todo y quiero SER FELIZ y reírme con la vida y el mundo. Que no me afecte nada y
que no me vuelvan loca. Hoy te dicen una cosa y al otro día te dicen otra.
-Ahora me doy cuenta, de lo que le he dicho a usted, es lo que no quiero hacer. Ahora le
diré lo que quiero: Quiero ser feliz, tener un amor, llevarme bien con mi familia, que me
respeten y me quieran y que yo les quiera. Quiero bailar, quiero viajar mucho, no sé y todo
lo bueno. Estoy abierta a todo lo bueno. Quiero que usted me haga, lo que le ha hecho a
mi sobrino, para cambiarle la vida y lo mismo que a mi hija pequeña, que ha vuelto a
sonreír y ahora somos amigas y espero serlo pronto de la mayor.
Los primeros en aparecer fueron sus padres que habían fallecido hacía treinta años y tan
solo utilizando un anclaje Kinestésico, la apoyé para que en lugar de sentirse triste,
disfrutase de su presencia y se pudieran decir lo que quisiesen. Cuando hubo traído a todos
los invitados, la llevé a un estado más profundo de consciencia no habitual y pudo definir
con más detalle que cuando era un águila, su futuro. Le apliqué un apilamiento de anclajes,
o sea anclajes sobre anclajes, para que estos fuesen más fuertes y la dejé en Trance
Hipnótico el tiempo que ella quiso, para que los anclajes se le pudieran fijar con mayor
intensidad.
Cuando abrió los ojos se sentía nueva y reconfortada de saber y asumir que a partir de ese
momento sería la única responsable del cien por cien del estado de sus sentimientos.
Detrás de ella había una foto algo trucada, en plan “poster”, donde estábamos Víctor,
Emiliano y yo en el barco que se había comprado para las expediciones.
Víctor me tomó del brazo y me quiso meter en una oficina donde se podía leer a la entrada
un cartel: Dr. Félix Gómez, Consejero Comercial y al entrar comprobé que había muchas
fotos de los tres juntos colgadas en la pared, que nos habíamos sacado en nuestra aventura
de náufragos.
Fue entonces cuando me comentó que había comprado el local y que Emilia, se había
quedado a trabajar con él. Mientras me explicaba los datos de la compra, me expuso a
continuación, que quería que su hermano y yo fuésemos sus socios en la empresa. Me
agradecía todo lo que había hecho por él y que no tendría que poner dinero en la empresa,
ya que sería socio comercial.
Muy serio me comentó que los tranquilizantes y las pastillas, eran un recuerdo oscuro de
su vida y que por el momento, no quería ni acordarse de aquello. En ese momento Milu, o
sea Emilia, nos traía un café y mi Té verde con miel, acompañado de unas galletas que
estaban deliciosas.
Víctor Manuel me confesó, que ella le gustaba mucho y que estaban de novios y que por
favor no se lo dijera a nadie de su familia, aunque me comentó, que ya todos lo sabían.
Me comentaba lo importante que para él, era su empresa y que se había matriculado en
una Universidad a distancia para estudiar una carrera, mientras sacaba a flote la compañía.
Me enseñó los folletos que había hecho y me pidió ayuda, para que le hiciera las páginas
WEB y se las posicionase en las primeras páginas de Google. Después de preguntarle sobre
el tiempo que teníamos para la sesión de Hipnoterapia, le pedí que apagase el móvil y que
no nos molestase nadie durante dos horas.
“Él, debe alejarse lo suficientemente de esta historia para echarle segundas miradas”
Walt Disney.
Sus padres me recibieron como si yo hubiese sido “el hijo pródigo” y después de los
saludos, empezó la comida. Me habían preparado una de mis comidas favoritas: arroz
blanco, frijolitos negros, plátano frito y pollo. Que mejor comida para un “naco” como
Félix, dijo Emiliano, que en ese momento llegaba a la mesa y me daba un abrazo y
sentándose a mi lado. Si algo me gusta de la cultura mexicana y también de los países
Latinoamericanos, es la educación y los valores que se mantienen en el ámbito familiar.
Después de que me preguntaran por mi vida en la isla y los planes que tenía para esos días,
la madre de mis amigos sacó una lista donde me había buscado cerca de 20 personas para
que les aplicase coaching o hipnoterapia y que si me apetecía, podía utilizar un salón de su
casa o un despacho en el trabajo de Rubén.
Víctor les comentó qué habíamos hecho esa mañana y cómo teníamos grabado el ejercicio
en vídeo, al final de la comida, nos quedamos viéndolo por encima a cámara rápida y tanto
Emiliano como su padre, me pidieron que se los aplicase, para los nuevos proyectos que
tenían.
Rubén después de preguntarme por mis planes y yo responderle que no tenía, me pidió
que atendiera a una socia suya, que esa misma tarde se marcharía al DF. María Teresa, me
agradeció muy especialmente la atención que había tenido para su hermana pequeña, la
tarde anterior. Después se quejó de que había muchas amigas suyas en la fila y que sería
bueno que se hiciese una agenda para que todos supiésemos a qué atenernos. Todos los
que estábamos en la mesa nos reímos del Lenguaje No Verbal (LNV), y les expliqué que
necesitaba como mínimo entre hora y media a dos horas, por persona y que como mucho
podría atender a tres personas en un día y que tal vez podríamos buscar un lugar y así dar
algunas conferencias sobre mi terapia y atender solo a las personas que lo necesitasen.
De esa manera yo podría disfrutar de mi estancia en los Cabos y pasárnoslo muy bien esos
días. Me sorprendió vivamente la integración de Víctor Manuel en la comida y su buen
estado de ánimo y sobre todo que no se hubiese hecho ninguna referencia a su pasado. Por
la noche nos fuimos a cenar a uno de los mejores clubes de golf, que hay en Los Cabos,
donde me presentaron a muchas personas, incluido al director que después de haberme
hablado durante una media hora, me pidió, que si yo podía dar una conferencia en el club
y al finalizar, hacer el número de la brasas de Tony Robbins y le contesté que al final yo
siempre utilizaba Trance Hipnótico con chamanismo, a lo cual me preguntó si utilizaría
drogas.
María Teresa me defendió diciendo, que yo había quitado, los ansiolíticos a su hijo y a
muchas otras personas a las que había atendido. Que yo era un chico estupendo,
-eso me hizo sonrojar- y que lo más fuerte que yo bebía, era un Té Verde, ya que mi
cuerpo generaba lo demás.
Así que ella tomó nota, para que el sábado siguiente a las 6:30 PM, diera una conferencia y
le comentó al director que ella era mi secretaria. Nos reímos mucho y disfrutamos de lo
lindo, ya que esa noche estaba actuando, el Ballet Folclórico de la Universidad de
Guadalajara y a los sones de Jalisco, me divertí bailando La Negra y cantando las
canciones de José Alfredo Jiménez. Tanto fue mi pasión que acabé cantando en el
escenario, como mariachi consagrado.
Me encontraba tan bien esa noche, que tuve que contener mi alegría para que no se
convirtiera en euforia, que es la más traicionera de las emociones que podemos tener. Volví
a la realidad, cuando vi a Víctor Manuel de la mano de Milu. La miré a los ojos y me fijé
en ese traje negro ajustado que llevaba puesto y pude sentir por primera vez, desde que
había conocido a Víctor Manuel, una cierta hostilidad por su parte, que se diluyó con la
sonrisa que debí de poner al ver su cara, cambiando de emoción. Fue cuando me di cuenta
que ella era bastante mayor que él y que aquello no importaba.
Al oír la Bamba, canción de origen Jarocho, de Veracruz, que Ritchie Valens, nacido en el
Valle de San Fernando en California, popularizó en los años 50, -antes de su estúpida
muerte de avión, en la gélida madrugada del 3 de febrero de 1959-, nos pusimos a cantar y
gritando “va por ti Ritchie”, me desmelené como hacía tiempo que no lo había hecho. Fue
la primera vez, en que la familia Arxona, me observó como mexicano. Entonces me acordé
de Susan y deseé con todas mis fuerzas besarla y amarla, dándole lo más profundo de mi
amor, a esa aborigen que me había cautivado desde el primer momento en que cruzamos
nuestras miradas.
Esa noche me sentía tan bien, que me fui con Víctor y su novia a recorrer los locales
nocturnos de la ciudad. Como yo no había bebido alcohol, conduje el coche y cual fue mi
sorpresa, que nada más salir del recinto del club de golf, la policía nos detuvo para
hacerme la prueba de alcohol. Los oficiales se quedaron muy sorprendidos al comprobar
que daba cero y no querían creérselo.
Al irme a dormir, por fin a mi cama, en casa de los Arxona, cerré los ojos y pensando que
la almohada era Susan, me quedé plácidamente abrazado a ella. Dándole besitos y algún
que otro “apapacho”.
A la mañana siguiente, recibí una llamada de Rubén y después de preguntarme, que cómo
lo había pasado la noche anterior, me pedía un favor, fuera de lo común. Quería que esa
tarde ayudase a una chica llamada Vanessa, que era, la única hija de un matrimonio muy
amigo de ellos y que después de que ella se enteró de lo que le había hecho a Víctor
Manuel, me solicitaban ayuda, para que la tratase. Además él se había tomado la libertad
de cambiarme las dos citas que tenía para la tarde, para esa mañana, si es que no me
importaba demasiado.
Eran dos amigas de María Teresa y no tuve demasiados problemas con ellas. Tenían más
curiosidad que otra cosa, por el Coaching y las despaché rápidamente, ya que no eran las
personas a las cuales yo les hubiese dado una cita. Después de comer, Rubén me llevó a
casa de sus amigos y allí debería de conocer a Vanessa. La sorpresa fue mayúscula, ya que
ella no aparecía por ningún lado. solo estaban sus padres, que al verme me pidieron
consejo. Víctor Manuel, que era amigo suyo, la había localizado en un restaurante
Vegetariano, que me recordaba a Ecocentro de Madrid y allí fue donde la conocí.
Mi primera impresión sobre Vanessa, no fue en absoluto la niña tonta que esperaba
encontrarme. Van, como me pidió que la llamara, era básicamente normal y no le gustaba
sobresalir. Su aspecto era de unos 24 años, en lugar de los 28, que en realidad tenía.
Estaba acompañada de una amiga suya llamada María Asunción, que estudiaba cuarto de
Psicología.
Había nacido el doce de Febrero y según me dijo, tenía su ascendente en Piscis, aunque
para mí lo tenía en Leo, porque lucía una melena magnífica, lo que la hacía un poco más
enigmática, ya que la lucía con gran ostentación. Así que aunque tenía toda la tarde para
estar con ella, debería darme prisa en evaluarla.
María nos dejó solos para que estuviésemos más tranquilos y la invité a un Té verde, que
al final fue rojo y yo me tomé un Rooibos. Frente a frente, estábamos sentados en una
mesa y tenía que hacerle un sinfín de preguntas para obtener pírricas respuestas, así que le
apliqué el plan B, que consistía en hacerla escribir “También tenía un gato y una ganga” y
le miré de pasada, las líneas de la mano, primero para desconcertarla y obtener un montón
de información sobre ella. Su sexualidad estaba muy alterada, según su grafología me
indicaba.
Mirándome de frente, a través de unos preciosos ojos mitad marrones, mitad verdosos, me
dijo:
-¿Autoestima?
-Mira güerito. Yo no sé lo que quiero. No me gustó tal y como soy. Quiero cambiar, pero
no sé ni el qué, ni mucho menos, el cómo hacerlo.
-Quiero tener ilusión por vivir. Quiero ser escritora, quitarme los problemas con el carro.
He tenido cuatro accidentes en los últimos meses. Quiero quitarme la alergia al polvo y al
mar.
-¿Al mar?
-Sí al mar. Antes el mar me encantaba y ahora voy a la playa y me pongo a estornudar y
no puedo parar.
-¿Desde cuándo?
-Hará unos cuatro años. Desde que tuve una pésima experiencia con un hombre mayor.
-¿Un hombre mayor?
-Durante un mes más o menos salí con un chamo que tenía unos treinta años más que yo
y me destrozó moralmente. Me quedé sin salud, sin amor, sin ilusión, sin cariño.
-¿Sin cariño?
-Siii, sin cariño. Él me lo quitó; desde que le di sexo, se acabó todo.
-¿Todo?
-Sí todo. El me había prometido felicidad, amor, que yo a su lado sería del todo feliz y
cuando me tuvo, se acabó. Me utilizó, me vejó, me maltrató y todo porque quería echarme
un polvo y yo no quería eso.
Yo quería cariño, el cariño que nunca había tenido. Creo que mi problema es que soy tan
estricta conmigo misma, no me permito ser feliz, además tengo graves problemas de
malinterpretación.
-¿Malinterpretación?
-Sí, que la gente no me entienda lo que quiero decir. Quise mucho a un chico y él no me
hizo el menor caso. Estuvimos juntos unos seis meses y me fui a vivir con él, a casa de sus
padres que eran muy permisivos y allí mismo nos acostábamos y el no me abrazaba, me
ponía de espaldas y no me daba cariño, no me tocaba, solo era sexo. Se corría y ya estaba.
No era capaz de besarme, de darme el menor cariño, el menor roce de amor. A los dos
años me dejó por una vecina y a ella, por lo menos delante de mí, sí que se lo daba. Me
echó de su casa y tuve que regresar a la de mis padres, con el rabo entre las piernas, como
si fuese una perra callejera. Cuando conocí al señor mayor, el me dijo que con él, mi vida
sería diferente y estando tan necesitada de afecto, se lo di y en qué me convertí. En una
chama de quita y pon. Con todos los hombres que me he acostado, siempre se corrían en
seguida y nunca había tenido un orgasmo con un hombre estando dentro de mí. Cuando
yo empezaba a disfrutar, ellos ya habían terminado su acción.
¿Qué es lo que hago mal? ¿Por qué un hombre de verdad, no se enamora de mí?
Yo no pido tanto. Quiero compartir mi vida y poder crecer como persona. Al no poder
conseguirlo, trabajo en lo que trabajo.
-Soy gogo en una discoteca, y bailo toda la noche sin que me molesten, ya que estando en
una jaula, nadie puede tocarme.
Quiero que me deseen y que no puedan poseerme. Nadie podrá poseer lo que no quiero
dar. Sin embargo, me siento más sola que la una y para soportarlo, idealizo el amor. Cierro
mis ojos y entonces, en mi mundo interior puedo ser feliz. El problema es cuando los abro
y me miro al espejo. Me siento vacía y eso me da un profundo miedo, relleno de una
tristeza galopante, que desemboca en un enfado profundo, que me produce asco de mí y
de los hombres que me rodean. Ya no quiero dar nada.
-¿Dar nada?
-No quiero dar mi corazón, mi amor, mi cariño, mi alma, ya que nada es lo único que me
van a devolver.
Aquí estaba la cuestión, amén de la falta de cariño por su padre. Vanessa tuvo un amor,
que no le supo dar cariño. Y, ella. ¿Supo darlo?
Después de intentarlo con un chamo de su edad, pasó a uno mayor, en busca de lo que ella
creía, que en su casa no le habían dado de pequeña. Y qué fue lo que encontró. Todo lo
contrario a lo que ella buscaba. Así que le pregunté que si ella en una relación se
comprometía o se involucraba. Al no tenerlo muy claro me contestó:
-La gallina pone el huevo y está involucrada. El cerdo para obtener el chorizo, hay que
matarlo primero, por eso, está comprometido.
-Ya lo entiendo Félix. ¿Pero qué es lo que me quieres decir con eso?
-Cuando salgas con un hombre, primero le debes de conocer sin más y también deberás de
enterarte de sus intenciones y si más adelante quieres involucrarte, poco a poco en la
relación, lo haces, sí es que te apetece y te encuentras a gusto. Y posteriormente, cuando
ya os hayáis relacionado de una manera más efectiva, es cuando viene el paso de
comprometerse. Suele ocurrir que los hombres que salen contigo, se involucran, mientras
tú te comprometes y así quedas a su merced y el desayuno, viene a ser el sexo y tú eres el
cerdo. Mientras tengas la creencia de que si les das sexo, ya estás comprometida, sin darte
cuenta los puedes apartar, por no tener claro aquello que quieres. Tu problema es bastante
habitual. Falta de comunicación, debido principalmente a que no sabes pedir, ni decir que
no y muchas veces tampoco sabes decir lo que quieres y resultas un tanto apática. Esperas
a que los hombres actúen, como tú lo harías y te equivocas. Debes de aprender a
preguntar y a decir que no o que si dependiendo del caso y no por ello, tú vas a ser
diferente o quedarte sola toda tu vida.
Cuando conozcas una persona que te guste, fíate de tu intuición y déjate llevar por ella y
solo haz aquello que tú quieras. Por quedar bien y sentirte aceptada, estás dando aquello
que no quieres. Sube tu estima y valórate, en la valía que tú quieras y verás como la
próxima vez, saldrás con la persona adecuada.
- Félix, me has dejado de piedra, ya que yo no soy una cerda. Yo deseo salir con la
persona adecuada y me cuesta mucho conseguirlo. En cuanto consiguen lo que quieren,
me desprecian. Estoy harta de sentirme utilizada, además para pasármelo bien
sexualmente, no necesito a ningún hombre, ya que me basto y me sobro.
-Más o menos.
-Pues eso es lo que de verdad estás atrayendo a tu vida con tus pensamientos y los
alimentas posteriormente con tus sentimientos negativos.
-Tu manera de hablar, la forma en que utilizas tus palabras, está directamente relacionada
con la calidad de tu vida. Cuando dices: “yo deseo tener una relación con una persona”,
estás haciendo una declaración de intenciones y no comprometiéndote contigo para
lograrlo. No acotas lo que quieres, ya que esperas que la “suerte” te ayude y te lo brinde
en bandeja.
De otra manera, si dices: “yo quiero tener una relación con una persona”, aquí puedes
comprometerte a arriesgarte a ser feliz y también a sufrir y tienes que decidir primero, qué
tipo de relación quieres y así saber, cuando la tengas, si la has encontrado. Si en lugar de
decir deseo, dices quiero, entonces lo que aspiras es tener una relación estable con una
persona y que esta sea positiva para los dos. Aquí te comprometes y te arriesgas a
encontrar lo que buscas. Una relación positiva. Eso es lo que tu mente se encargará de
atraer.
Por ejemplo, quiero tener una relación con una persona, en los quince días que estaré de
vacaciones. Le estás dando más información a tu mente de lo que en realidad quieres. Casi
cualquier persona te valdría, ya que lo que te apetece, es tener una relación durante quince
días y eso es todo.
Más aún: quiero tener una relación con una persona soltera, divertida, que se vea muy
bien, y que esté muy bueno.
Le vas poniendo límites y te acercas a tu objetivo, reduciendo a cero, aquella persona que
solo busca un rollo de una noche.
Si buscas una aventura de una noche, que ya sé, no es tu caso, te vas a una discoteca y
seguro que la encuentras. Hay una canción de “Ella Baila Sola”, llamada Amores de Barra,
que me va a ayudar a explicártelo mejor.
La chica solo le da a la otra persona, lo que ella quería darle. “Te has llevado, solo lo que
yo quería” y ha recibido lo que buscaba “me has dejado bailando bajo la luz del día, solo
ha sido una historia que se acaba cuando sale el sol y así es mejor…”
Ella lo tenía claro y lo consiguió. Haz tú lo mismo, en cualquier faceta de la vida. Define lo
que quieres, lo que estás dispuesta a pagar por conseguirlo, visualízalo, disfrútalo y
consíguelo. Para ello, primero concreta en los diferentes ámbitos de la vida: Emocional,
físico-salud, Relaciones, Dinero-trabajo, Formación, Aventuras-viajes, Tiempo libre, etc.
-Mira güerito. Tú, de mujeres como yo, no tienes ni pinche idea, de cómo pensamos y
mucho menos de lo que queremos. Antes las mujeres buscaban hombres protectores, ricos
y que las mantuvieran, en un status superior al que habían nacido. Las relaciones duraban
para toda la vida. Las mujeres eran fieles y buenas, mientras los maridos tenían amantes e
hijos ilegítimos en cada esquina, pero eso sí, cara a la sociedad, eran buenos padres y a sus
mujeres, las colmaban de regalos y joyas.
Sin embargo, en el siglo XXI, si un novio te dura un año, ya es un logro. Las mujeres
como yo, lo que buscamos son hombres inferiores a nosotras, que estén por debajo
nuestro, ya que así es más difícil de que se vayan con otras. Nosotras queremos tener
fidelidad, durante el tiempo en que estemos juntos y además, que los chamos, nos
satisfagan no solo sexualmente, sino que nos escuchen, aunque eso es casi imposible
encontrarlo.
Aunque tú lo haces muy bien, digo el escucharme, porque mi padre te ha pagado y como
eres un profesional, así lo haces. Me recuerdas a un cura que había en un pueblo de
Almería. Era tan guapo como tú y se creía que él siempre tenía la razón, porque hablaba
siempre con conocimiento. Me encantaba seducirle, para ponerle nervioso. “Era tan majo”
-¿Desde cuándo has estado en Almería? ¿Qué hay de lo de tu novio; ese que no te
abrazaba ni te daba cariño? ¿Qué pasó de verdad con el señor Mayor?
-Mira Félix, sé que tú eres una buena persona y que estás muy preparado para hacer tu
trabajo. Sin embargo te has tragado todo lo que te he comentado sobre mi pasado y lo has
creído a pies puntillas, al igual que toda mi familia. Lo del novio, ese que tuve en España y
que su familia nos permitía follar en mitad del salón, era mentira y lo decía para provocar a
los míos. Así creyeron que cuando estuve estudiando fuera, me lié con un novio y casi,
casi andábamos desnudos por su casa delante de sus padres. Lo del señor Mayor, fue para
sacarle más dinero a mi padre. No te das cuenta que mi lenguaje no verbal, no encajaba
con lo que te contaba, o es que de verdad, soy una buena actriz. Cuando repites una
mentira tantas veces, al final tu mente se lo cree y resulta muy fácil engañar a los demás y
por eso y también por haberme valorado tan poco, no profundizaste en mi lenguaje no
verbal.
Vanessa se quedó callada, esperando mi réplica y si lo que ella decía, era correcto, yo
tendría que hacer un curso acelerado de introducción, a lo que piensan las jóvenes
actuales. Me tomé todo lo que me había dicho en serio y recapitulé lo escuchado,
aplicándomelo a mí mismo, en lo que yo había vivido en mi pasado con Cristina y en lo
que ella podía haber visto en mí como inferior.
En aquel tiempo, yo era amigo de sus padres y bastante mayor que ella. Yo a ella nunca la
hubiese dejado, ya que la quería y la necesitaba. Más aún, estaba profundamente
enamorado de ella. Aunque viéndolo desde la perspectiva de Vanessa, cuando yo hubiese
cumplido los cincuenta, ella estaría en la década de los treinta.
Sentí miedo al pensar, que lo que ella me había dicho minutos atrás, tenía mucho sentido y
para colmo de males, Vanessa me pilló en un desliz, al interpretar mi lenguaje no verbal,
donde yo denotaba inseguridad y que ella me había dado un golpe certero y que ahora yo
tenía que asimilar. Ella había cambiado los papeles y parecía en
Minutos antes, analicé mi propia vida, en lugar de haber permanecido disociado de sus
comentarios hacia mi comportamiento y situación personal. Recordé entonces lo que un
día mí gran amigo, Javier Pintor, me dijo sobre las personas. No hay dos personas iguales,
ya que uno mismo, no es igual todos los días de su vida y hasta ese momento, no había
podido entender lo que él me había querido decir entonces.
Tony me había contado como él, estuvo viviendo algunos años con una mujer mayor que
él, que le compraba todo lo que él necesitaba, pero ella era la que elegía las camisas y los
pantalones que él se tenía que poner. Cuando decidían donde ir de vacaciones, él le decía,
que solo tenía quinientos euros y ella se reía. Guárdalo para las propinas, que nos vamos a
un hotel de cinco estrellas, que pago yo. Hasta le compró un deportivo y fue cuando él se
hartó, ya que se sintió utilizado, no solo sexualmente.
Los papeles se han cambiado y ahora algunos hombres hacían de mujeres y algunas
mujeres actuaban como los hombres de antaño, exigiendo fidelidad y exclusividad en la
relación. Se han modificado las relaciones y actualmente muchas mujeres, ya no buscan la
igualdad, sino la superioridad. No se detienen hasta que son ellas las que dominan la
relación, pudiendo ellas en sus viajes de negocios tener otras relaciones sin sentirse infieles,
mientras sus parejas las aguardaban en casita, como antaño lo hacían sus abuelas.
Años atrás no existía la aldea global y sin embargo a día de hoy, una mexicana, escuchaba,
compraba y aplaudía lo mismo que una inglesa, ecuatoriana o finlandesa. Internet, había
hecho que las fronteras saltaran por los aires y desaparecieran envueltas en un tsunami. Así
que para ganarme otra vez su atención y después de que hubiésemos pasado unos minutos
en silencio, al ir a preguntarle su opinión sobre los príncipes azules, ella volvió con su
ataque al decirme:
Tomé aire y busqué un anclaje que tenía para casos comprometidos y que me había
resultado del todo positivo, al aplicármelo años atrás. Al preguntarle el porqué, cuando una
mujer encontraba el príncipe azul, no le hacía el menor caso, me contestó:
-Les dejamos, ya que desconfiamos de ellos. Nos preguntamos ¿Cómo pudiendo estar con
otras mujeres mejores que nosotras, van a perder el tiempo con una chica como yo?
Actualmente a las mujeres de menos de treinta años, nos atraen hombres inferiores, que
resulten peores partidos que nosotras. La mujer al sentirse superior y ejercer esa liderazgo,
sabe que al hombre, al darle lo que él necesita, no va a ser tan tonto de irse con otra, que
le deje de mantener.
Te has dado cuenta como mujeres jóvenes que son hermosas y ricas, salen con hombres
feos y con hombres que no tienen dos dedos de frente. Cuando se hagan mayores se
buscarán hombres más jóvenes y vigorosos, siguiendo el mismo patrón que antaño los
hombres seguían.
Observa a las actrices de cine mayores. Todas buscan hombres jóvenes y fuertes, lo que
ocurre es que antes eran unas pocas mujeres, las que se lo podían permitir y ahora que la
mujer, ha dado alcance al hombre, la mayoría lo hará. Vas a una conferencia interesante o
a la Universidad y que ves; mujeres.
El hombre cada día se está quedando atrás y lo permiten porque no van a perder a la ubre
que les alimenta y de esa manera saben que si le dan sexo a la mujer y fidelidad, las tienen
en el bote. Esto algunos años atrás era impensable, al igual que también les resulta a los
mayores, pongamos de 30 años, que fue cuando empezó la revolución tecnológica.
Mira, me considero más inteligente que mi padre y le saco todo lo que quiero, ya que él,
quiere verme casada y con hijos y piensa que si me da el dinero que le pido, haré lo que él
me pida y no tendré que trabajar en una discoteca de bailarina.
Cuando Vanessa dejó de hablar, le pregunté sobre lo que quería de mí y fue cuando me
contestó:
-He visto la magnitud del cambio que has logrado trabajando con Víctor Manuel y en tan
corto espacio de tiempo. Quiero que me ayudes a bajarme de la nube y a poder ser
normal. Dejar los ansiolíticos, las pastillas para dormir y todo aquello que me ayuda a
evadirme y que me lleva a un descontrol total sobre mi persona. Mira yo vivo como un
hombre, con dos vidas paralelas y ahora que voy a cumplir los treinta años, quiero
encontrar un compañero que no me tenga miedo cuando hablo.
Hasta a ti Félix, te he dado mucho miedo y sé que lo admites y por eso no me he ido,
dejándote como al gallo de Morón. Sabes asimilar tus errores e incluso admitirlos y
corregirlos sobre la marcha. Quiero que me ayudes a planificar mi profesión como
Fisioterapeuta y osteópata. Quiero ser la mejor de todo México y ya que conozco de
primera mano, como te manejas en tu trabajo, te pido tu ayuda, ya que estoy segura que
podrás apoyarme.
Te pagaré con mi propio dinero, aunque sé, que como cobras por resultados, me encantará
pagarte lo que me pidas, con tal de que yo pueda conseguir mis objetivos. Y ya que nos
conocemos, basta de presentaciones y empecemos a trabajar.
En ese momento regresó su amiga María, para traerle algunas cosas que se había dejado
en su casa. Con la excusa de tener que ir un momento al baño, las dejé solas, para que ella
decidiera si quería seguir con la terapia.
Al regresar del baño, María nos volvió a dejar solos otra vez y fue cuando le propuse, que
caminásemos por un parque cercano, donde podíamos resguardarnos del sol y también
había un micro clima, que haría más tolerable en calor. De esa manera, la apartaría de su
centro de poder, que era el seguir en aquel lugar donde me había demostrado lo que ella
sabía y lo quería hacer con su vida. Era como hacer una restauración del sistema
operativo.
Me di cuenta que lucía una camiseta blanca y una falda pequeñas verde claro. Unas
sandalias de piedras cocidas y llevaba un bolso precioso de dibujos con peras y manzanas.
Antes de levantarnos, se pintó los labios de un color brillante y al ponerme las gafas de
cerca, descubrí a una hermosa mujer, que llevaba colgando al cuello, un cuarzo blanco que
le transmitía protección. Caminamos hacia su coche y había una especie de Río con Rosas
y muy cerca se encontraba una Santa, llamada Engracia, que estaba cerca de una iglesia.
Me eché a reír y al preguntarme el porqué, le contesté que la descripción que yo acababa
de hacer, de por donde caminábamos, me recordaba a la película Sospechosos habituales
y que para entenderlo, tendría que ver la película.
Vanessa puso cara de no querer entender lo que yo le acaba de decir y fue cuando me
comentó que en realidad ella había estudiado y terminado Fisioterapia y que trabajaba de
gogo, para fastidiar a sus padres. Que como osteópata se sentía muy bien, aunque su
cuerpo lo tenía bastante maltrecho, ya que poseía la capacidad de ayudar a los demás,
pero, y a ella, quién le echaba una mano. De pie, daba el aspecto de una mujer mucho más
baja de estatura, aunque no podía llevar tacones, porque el dedo gordo del pie derecho,
sufría una complicación, que no le permitía calzarse tacones. Mientras caminábamos me
dijo:
Así que decidí hipnotizarla mientras caminábamos. Le pedí que con los ojos abiertos, -para
que no se cayese mientras caminaba-, se imaginase que estaba en un cine. Que eligiese
donde sentarse y que se pusiese cómoda.
Mientras caminábamos, la veía como sus facciones estaban cambiando y que pronto
entraría en Trance, así que al llegar a un banco, que nos serviría de reposo, nos sentamos.
Ella tenía bastante miedo observando a los tiburones que se acercaban a la orilla de la
playa y cuando los escualos se pusieron nerviosos, empezaron a desaparecer, ya que a lo
lejos, se divisaba a decenas de delfines acercarse rápidamente.
Le pedí entonces que se imaginara un cine para delfines al aire libre, donde se estaba
proyectando una película sobre su vida próxima y totalmente disociada, le invité a que
visualizase y se imaginase su futuro en los aspectos que antes habíamos descrito.
Mientras ella iba punto por punto, diseñando su futuro, le hacía distintos anclajes,
auditivos, kinestésicos y visuales.
Cuando terminó de hacer lo que le pedía, salió del cine y subió a la superficie del mar y allí
saliendo y entrando del agua, brincando como delfín, se lo pasó genial.
También quería saber cómo poder actuar en situaciones conflictivas, como por ejemplo
cuando se enfadara con su jefe por algo.
Informar Pedir
Exigir
Irse
-Mira hace poco estaba en un Hotel y era un sábado por la mañana cuando empezaron a
oírse ruidos de una obra en la habitación de enfrente. Me levanté, me puse una bata y les
informé a los trabajadores, que no eran horas de hacer un trabajo como ese y los ruidos
pararon. Como tres cuartos de hora después, reiniciaron las obras.
Pasé al segundo paso de pedir. Bajé a recepción y les pedí que pararan las obras y no me
hicieron caso.
Punto tres: Les exigí que me cambiaran de habitación y no me hicieron caso y tampoco
reaccionaron.
Punto cuarto. Busqué mis cosas y me fui otro hotel, menos ruidoso.
-Lo intentaste y tuviste que ceder e irte con el rabo entre las piernas, como yo. Para que
me des esas contestaciones tan simples, no te pago. Así que espabílate güerito.
-No Vanesita. Yo no lo intenté, ya que lo hice y me fui muy orgulloso de allí y no tuve que
pagar el día siguiente.
-No me llame Vanessita y yo no volveré a llamarle güerito. Pero ¿qué hubiese pasado, si ya
hubiese pagado el Hotel?
-Empezaría informándoles de mis derechos como cliente, a estar en un lugar sin ruidos.
Luego les pediría hablar con el Gerente, -eso asusta mucho en recepción-, para que me
devolvieran el dinero, por no cumplir su parte del trato, ya que todo hotel si va a realizar
una obra en sus instalaciones, lo tiene que informar previamente a los clientes y a mí nadie
me había informado de ello. Si aquello no funciona, exigiría las Hojas de Reclamaciones y
haría responsable al gerente o a la persona que me hubiese atendido de aquello.
Y, si el tercer punto no funciona, el de exigir la devolución del dinero, saldría del Hotel
después de haber puesto mi queja y la reclamación pertinente y escribiría el nombre del
hotel en una servilleta y la tiraría en una papelera y me olvidaría del tema.
Contrataría otro Hotel y seguiría disfrutando del día a tope, ya que en lugar de intentarlo,
lo había conseguido. solo habría perdido dinero y no salud y todos nosotros debemos de
aprender a poner límites “stop loss” a todo lo que emprendamos.
Pero dime Vanessa: ¿Por qué algunas veces me tratas de tú y otras de usted? ¿donde
conociste al cura de Almería?
Después de haber leído la Tesis de Nancy de Ramón J. Sender, pensé en buscarme un solo
hombre, y en lugar de relacionarme con un gitano, me busqué un moro, para que me
protegiera de tanto sexo dispar y como la tenía muy bien, pude centrarme en mis estudios,
sin perder el tiempo buscando sexo.
Como se había hecho tarde, quedamos para la tercera semana del mes y le mandé una
serie de ejercicios que tendría, ella que hacerme, si quería seguir con la terapia. Además le
expliqué que el dinero se lo cobraría de su propio bolsillo. Nada de que papá siguiese
siendo Padre Patricio.
Me dio las gracias y como adelanto, me extendió un cheque en dólares, por la mitad de la
cantidad que le había pedido. De esa forma ella estaba segura de que seguiríamos
trabajando en su proyecto.
Asimismo se seguiría sintiendo superior sobre mí y sabía que tendría la boca bien cerrada
en torno a lo que habíamos tratado. Aunque me comentó que lo de callarme lo que sabía,
no era por el dinero, sino por mi profesionalidad.
Por último comentó que ella en su éxtasis de libertinaje ibérico, no se hubiese fijado en un
hippie intelectual como yo, ya que ella quería solo sexo y nada más.
El padre de Vanessa
Llamé a Rubén y a los pocos minutos me pasó a buscar con el padre de Vanessa y nos
fuimos a platicar a uno de los muchos Clubes de Golf, que hay cerca de San Lucas.
Estaban muy interesados en que les contase lo que habíamos hablado y después de
informarle la importancia del secreto profesional, no tuve que pedirle ni exigirle, que yo
tenía que ser absolutamente discreto con lo que su hija y yo habíamos tratado.
Tan solo le comenté, que para estar seguro de que ella quisiera continuar con la terapia, le
había informado, pedido y exigido, una serie de trabajos escritos que me tendría que
mandar por Email, para así poder continuar. Si ella no lo hacía, no perdería más el tiempo
y usted tampoco su dinero.
Rubén estaba algo turbado por mis palabras y me preguntó, que porque yo no parecía tan
seguro, esta vez del resultado obtenido, como en las otras ocasiones que en una sola sesión
había solucionado los temas consultados y puso el ejemplo de su hijo Víctor Manuel.
Entendí que para Rubén, el tema de Vanessa, posiblemente por la relación, que él mantenía
con su padre, era muy importante y con mucho respeto y aplomo, le recordé que con
Víctor Manuel, había estado cerca de quince días, seguidos trabajando, apoyado además
por su hermano.
Que en los diez días que hicimos de náufragos estuvimos trabajando las 24 horas del día y
lo hice de tal forma, que ni Víctor Manuel, ni él, ni María Teresa lo hubiesen visto como
un trabajo de terapia. También les comenté que cuando la persona pagaba de su bolsillo y
se comprometía, si el trabajo estaba bien hecho, los resultados eran inmediatos.
El padre de Vanessa me preguntó, por lo que Víctor Manuel había tenido que pagar en la
terapia, cuando Rubén rascándose la cabeza, le contestó, que tanto Emiliano como yo, en
el naufragio, le habíamos tratado los primeros días como a un sumiso sin derechos. Tenía
que hacer los trabajos más bajos y rastreros y hasta que él mismo, no se dio cuenta de su
situación y peleó para ganarse su estima, no pasaron a los otros ejercicios, que Emiliano le
había comentado que habíamos hecho.
El padre de Vanessa dijo: Ahora entiendo bien, que no fue un milagro y que tampoco fue
una sola sesión, en la que Víctor Manuel, pasó de ser un suicida depresivo y bulímico que
solo tomaba tranquilizantes, a convertirse en un empresario emprendedor, sino que fue un
proceso eficazmente diseñado, para producir unos resultados inmediatos y eficientes. Este
muchacho ahora está lleno de vida y entiendo que no fue, porque se le hipnotizó y listo.
Cuando hablé con él a solas, me recomendó que hablase con usted y también me explicó
que a través de su trabajo, le había apoyado a que cambiase las referencias sobre su vida,
teniendo que desaprenderse primero, de lo aprendido anteriormente.
-¿Un porqué?
-Sí, que sepa lo que quiere. Bueno, usted me está poniendo nervioso con tanta pregunta.
Yo quiero resultados inmediatos.
-¿Inmediatos?
-Si hombre, que se cure rápidamente.
-¿Rápidamente?
-Carajo Rubén, este Naco de la chingada, me está poniendo nervioso.
Rubén intervino, preguntándome:
-Félix, ¿Cómo actuaría si fuese Miguel Ángel, el padre de Vanessa?
-Que ella encontrara un para qué. ¿Pará que estoy en la vida? Mucho mejor que ¿Por qué
estoy en la vida? El porqué es pasado, mientras que el para qué, es futuro, acción y
realización.
-Primero, ignorándome a mí. Y dejando que sea ella la que les saque el tema. Usted ni su
mujer deberán de preguntarle por la terapia. Y si ella les llegase a preguntar, que si yo la
puedo ayudar, díganle que no lo creen y que además ustedes se sienten un poco estafados
por mi parte y también por los consejos de Rubén, ya que no han visto todavía ningún
resultado y que díganle también, que les parece una pérdida de tiempo y de dinero.
Además, si ella les dice que la va a continuar, usted pregúntele qué cómo piensa pagarlo,
ya que como ustedes no creen en que mi trabajo sea efectivo, no pagarán un Peso más.
Dígale que si quiere continuar, que lo pague ella y como ella sabe lo que cobro, se dará
cuenta del precio que tiene que pagar por conseguirlo. Ella entonces dudará y les aseguro
que les pedirá ayuda y ustedes le darán apoyo moral y no material.
Que venda su carro, sus joyas y deje que su mujer haga de buena. Si Vanessa le pide
ayuda a ella, que se la dé, diciendo que le dejaría o prestaría el dinero, no que le daría ni
un Peso más.
-No, usted moralmente la apoyará en todo, aunque dejará de ser Padre Patricio, que son
aquellos que solo apoyan a los hijos, dándoles dinero y sin embargo lo que ella quiere y
necesita de de usted es cariño y respeto.
-Rubén, este chingado es un manipulador. Nos vendría bien tenerle de asesor en el partido.
Rubén se mantenía callado, sin decir nada, aunque su cara de preocupación, se había
transformado en sonrisa un tanto imaginativa de aceptación, de lo que estaba oyendo y al
tocarse la oreja de una manera determinada, me lo indicaba.
Mentalmente estaba recordando, el cómo yo le había indicado que actuase con su hijo
pequeño, cuando nos conocimos meses atrás. Había pasado de Padre Patricio a Padre. A
darle todo el apoyo moral y no dejarle el dinero para que él montase su negocio y cuando
Víctor Manuel le había pedido dinero, él siguiendo mí indicación, no se lo dio, aunque si le
apoyó en todo lo que pudo y le animó.
Ahora mantenían la mejor relación de su vida e incluso le pedía opinión y apoyo en sus
negocios y respetaba de corazón sus decisiones. Escuchaba a su hijo, sin darle su opinión,
si este no se la pedía. Nos comentó que la primera vez que su hijo pequeño, les había
invitado a cenar a los dos, con los primeros beneficios de su propio negocio, su madre
lloraba de emoción cuando él comentaba sus proyectos.
También nos contó, la envidia que le dimos Emiliano y yo, cuando nos fuimos de
náufragos y también cómo, su relación con su mujer a partir de aquella cena, era otra vez
excitante y ya no se pensaban divorciar. Por ese motivo, María Teresa quería trabajar
apoyándome, ya que había recuperado a su hijo y también a su marido.
-No. Desde que le vi regresar del naufragio, ni su madre ni yo, hemos vuelo a pensar en
ello. Ahora está sano y tiene una novia que aunque al principio creímos que no era del todo
conveniente para él, se les ve muy feliz a los dos, ya que la hemos aceptado como un
miembro de la familia. Y pensar que muchas veces somos los padres, los que intentamos
decidir lo que es bueno o malo para los hijos.
-Oye Rubén, por qué no hacemos un trabajo de náufragos con Félix y llevamos a los
directores de la compañía. ¿Félix, cuánto nos cobraría por siete días de trabajo? Háganos
por favor un presupuesto.
Rubén se echó a reír a carcajada limpia, cuando nos recordó, que el negocio del chingado
de su hijo, era el llevar de náufragos, a ejecutivos de grandes compañías.
Y que esa mañana le había comentado, que como Félix era Vicepresidente de su compañía,
le iba a pedir presupuesto, para hacerlo.
Fue cuando el padre de Vanessa, Miguel Ángel, nos pidió que volviéramos al tema de su
hija y me preguntó que si no sería posible que en lugar de esperar tantos días para la
siguiente sesión con su hija, al día siguiente pudiésemos hacer otra.
Le pedí que analizara su discurso, ya que había dicho: “si no sería posible” que el cerebro
lo entiende como una negación, a un “sería posible” que es una afirmación.
Le pregunté que si le gustaba la pesca del pez espada y me contestó que era uno de sus
deportes favoritos.
Le pregunté entonces sobre su mejor trofeo y se remontó a 1978, cuando sacó uno de casi
400 libras.
-¿Cuánto tardó en sacarlo del agua?
-Unas doce horas de lucha tuve con él.
-¿Qué sintió al lograrlo?
-Un placer inmenso y el dolor de mi cuerpo, las quemaduras del sol se convirtieron en una
de las mejores experiencias de mi vida. ¿Para qué me lo pregunta Félix? ¿Quiere ir usted
de pesca?
-No, no es el caso.
Volví a tomar las riendas del asunto, después de mi desliz y le comenté que él podía
haberle dado un tiro al pez, con un rifle calibre 21 y a los pocos minutos, asunto
finiquitado.
-Pero, eso no es deporte, es un crimen. Para eso no saldría a pescar. Me parece aberrante.
-Pues al igual que un bebé suele necesitar nueve meses para nacer, la pesca de un animal
de 400 libras necesita su tiempo y determinación.
Vanessa necesita tiempo para trabajar sobre su futuro y así poder salir adelante por sus
propios medios. Yo solo haré de guía y si al final me lo pide, le enseñaré mis técnicas, para
que ella como fisioterapeuta, las pudiese aplicar.
Se hacía tarde y después de intercambiarnos las tarjetas y de dejarle claro a Miguel Ángel,
que no le informaría de los avances con Vanessa, hasta el final, me fue a pagar por el
trabajo realizado con su hija y tuve que decirle, que ella ya me lo había abonado esa tarde
mediante un cheque. Se quedó muy pensativo y tocándose el mentón con la mano
izquierda y rascándose la cabeza, se echó a llorar como un niño. Rubén y yo le dejamos
que se calmara.
Miguel Ángel me dijo que él, al final, me pagaría lo mismo que lo que Van me hubiese
pagado y que confiaba en que la ayudaría a salir adelante. Nos despedimos dándonos un
abrazo, mientras Rubén, quedaba a través del teléfono, con María Teresa en un
restaurante muy especial.
Durante esos dos días, atendí a varias personas, unas más interesantes que otras y me
preparé para dar diversos talleres y conferencias. La que más me llamó la atención y que
sirvió para que me hiciese muy conocido en los círculos de poder de los Cabos, fue la que
di en el club de golf, donde Rubén y Miguel Ángel eran miembros de la Junta Directiva y
Emiliano, fue el que hizo la presentación. El público era bastante heterogéneo y diferente al
que en un principio me había imaginado que asistiría, así que como el tema de La
Motivación era muy amplio, sobre la marcha modifiqué el contenido que iba a tratar.
Empezamos a las 7 PM y tendría que terminar a eso de las 8, así que debía de darme
mucha prisa, para acabar a la hora pactada. Al principio, solo estaba cubierto la mitad del
aforo y este fue llenándose conforme los asistentes llegaban, ya que tengo por costumbre,
empezar a la hora exacta.
Comencé hablando sobre los principios del éxito, para pasar a las claves y los factores que
influyen en la superación personal. El público estaba bastante entregado y en las primeras
filas, pude distinguir a María Teresa y a un grupo numeroso de sus amigas, que tomaban
nota como colegialas. Por otra parte, casi no había Gringos y en las filas posteriores
estaban bastantes empresarios, los que supuse serían amigos de Rubén. También había
bastante gente joven, a los cuales no había visto por las calles del Cabo. Eran en su
mayoría jóvenes empresarios y también, estaba Vanessa con algunas amigas y Víctor
Manuel, con los suyos, que apoyaban mis intervenciones.
Me divertí mucho, sobre todo, por las preguntas que me hicieron las amigas de María
Teresa, que me pedían en su mayoría, recetas para incrementar su calidad de vida. A las
8:30 PM, media hora después de lo pactado en un principio, el presidente del club, me
pidió que terminara o que regalase un “sobrero” y como si yo fuese un Torero, regalé un
último toro, en forma de tiempo.
Fue cuando los llevé a un pequeño Trance Hipnótico y los convertí en Delfines, para que
iniciaran una limpieza de su organismo y de su mente. Fue extraordinariamente divertido,
ya que en el ejercicio, participaron hasta los camareros que atendían a las mesas. Al final
de la actuación, les induje a que visualizasen su futuro y les proporcioné unos anclajes
Kinestésicos, visuales y auditivos, para que posteriormente ellos los pudiesen activar sin
estar yo presente.
Como durante los últimos años, había dado una media de unas 150 conferencias, a
públicos distintos, me resultó muy sencillo el mantenerlos en una situación de extrema
atención. Terminamos a eso de las 9:45 PM y tuve que contestar a innumerables preguntas
y peticiones de talleres, que con la ayuda de María Teresa y de Emiliano, fui solventando.
En el cóctel cena que se sirvió posteriormente, Vanessa me comentó sus progresos y sobre
la marcha, le puse otros ejercicios, que tendría que hacerme y mientras hablábamos, vino
su padre y dándome un abrazo, me pidió una cita, para que le apoyase en una difícil
decisión. Como mi agenda la tenía Emiliano y María Teresa, pudo hacerse un hueco para
el día siguiente, que era festivo.
Emiliano estaba muy contento y me presentó a muchos de sus clientes, con los cuales
tendríamos que reunirnos los próximos días por las tardes. María Teresa tendría las
mañanas para sus compromisos y fue cuando me di cuenta, que me había ido a los Cabos
para trabajar poco y la semana siguiente, mañana, tarde y noche, estaría haciendo lo que
en un principio no pretendía, aunque la verdad sea dicha, me sirvió de lanzamiento de mis
futuras actividades.
El sábado por la mañana me reuní con Miguel Ángel y después de agradecerme lo que
estaba haciendo con su hija, me presentó a la plana mayor de su empresa y estuvimos
trabajando todo el día, hasta la noche, ya que me había nombrado Consejero Asesor, de
sus empresas por unos días.
El domingo, salimos con los Arxona, y con la familia de Miguel Ángel, en su yate a pasear
y conocí diferentes calas. Ese día disfruté mucho navegando, sin tener que ocuparme de
los vientos, ni de las corrientes marinas.
¡Cómo echaba en falta a Susan!, ya que durante todo el día, estuve pensando y sintiendo,
que ella estaba a mi lado, disfrutando de aquellos paisajes costeros.
Nada más llegar a la isla, y después de dejar las cosas en casa, nos fuimos a recorrerla y le
presenté a mis amigos pescadores. Los hermanos Romero, estaban por la Paz, así que otro
día sería cuando se conocerían. Estuvimos con Eufemiano y Emiliano Sánchez, que eran
hermanos y que cuando los conocí, les pregunté que si eran de Morelia, el lugar donde
nació Zapata, ya que tenían los mismos nombres. E incluso los invité un día a mi casa y les
puse la película Zapata, donde Marlon Brando actuaba como el general. Ellos tenían una
ferretería en la isla, donde compramos pintura acrílica, espátulas y tablas, para que yo
volviera a sentirme otra vez pintor y también buscamos otra casa un poco mejor, para que
yo viviese y tuviese más espacio, además de mejores vistas. Al igual que su hermano,
Víctor se quedó sorprendido de los precios tan bajos que había y de la calidad de vida que
podía yo tener en aquel apartado lugar, ya que la gente era muy humana, diferente a la que
vivía en los Cabos.
Le enseñé la casa de los Romero, donde iba a guardar mi velero, cuando lo trajera de
Oaxaca y rápidamente se puso a echar cuentas y descubrió que ellos pagaban más por el
amarre del suyo, que lo que yo abonaba por el alquiler de mi casa. El único problema, que
me comentó Víctor que yo tendría, era que no gozaría de la más mínima intimidad, ya que
por lo que había comprobado, yo era muy conocido y también querido por los lugareños.
Le expliqué que eso para mí no era algo extraordinario, ya que como Antropólogo, cuando
viajo a un país desconocido, para estudiar una cultura, la mejor manera de conocerles era
vivir con ellos, comer su comida, bailar sus danzas y vivir como ellos de una manera
empática. Por eso viajo en autobús y salgo a pescar con los nativos, haciendo también los
trabajos más duros. Cuando regresamos a mi casa, le brindé un regalo maravilloso, ya que
vimos juntos la película “Benjamín Button” y cuando le expliqué, que el autor del relato, F.
Scott Fitzgerald, lo había escrito con tan solo 22 años, se quedó flipado. Le expliqué que a
mí también me había pasado lo mismo y que en lugar de tomarlo como algo negativo, le di
la vuelta y aprendí mucho de aquello. Hablamos de mis viajes y se interesó mucho por las
culturas humanas y lo que podíamos aprender, conviviendo con ellas, sin intérpretes, que
muchas veces, distorsionan la comunicación.
Fue cuando me comentó, que su interés por el chamanismo, le vino de cuando leyó las
“Enseñanzas de Don Juan” de Castaneda y que malinterpretó las enseñanzas, ya que
buscó el conocimiento a través del peyote y de otras drogas alucinógenas. Me pidió que le
tomase de alumno y que fuese “Su Don Juan Matus” particular.
Le expliqué los efectos negativos que tenían para nuestro cuerpo, la utilización de drogas
exógenas y Víctor me comentó que tenían un libro en su casa, bueno, que Emiliano tenía
un libro, del Museo Nacional de Antropología de España, donde él, había leído, sobre los
peligros de la utilización de este tipo de drogas.
Creía recordar que era yo el que lo había escrito y que trataba sobre “Análisis
antropológico de los aspectos sociales y culturales del uso de las plantas alucinógenas entre
los Mazatecos de México: Realidad o Fantasía y estaba editado por la Valse de Osnera.
Le comenté algo que se me había quedado grabada en mi memoria y que Albert Einstein
decía:
Hay dos tipos de personas, las que viven la vida sin creer en los milagros y los que vivimos
la vida creyendo que todos los días son un milagro.
Capítulo XIII
21 de Agosto. La Isla de Susan
Pasaron los días pausadamente hasta que por fin Susan regresó de su viaje. La llamé por
teléfono a su casa y quedamos en una cafetería conocida. Aquello me intranquilizó un
poco, ya que para mí no había cambiado nada, desde que ella se había marchado a
California.
Nada más verla quise darle un beso, pero ella se resistió. La noté algo distante y fue
cuando me dijo, que se había traído a uno de sus hijos, y el otro vendría con sus padres,
cuatro días después. También me comentó, que no entendía lo que le había pasado
conmigo y que en su intención no estaba el liarse con el primer hombre que apareciese de
repente por su vida. Su hermana -y fue cuando me enteré que Susan tenía una hermana,-
le había dicho que yo no la estaría esperando a su vuelta y continuando con su relato me
comentó:
-La vida no se elige. Se vive y desde que llegué por casualidad a esta isla, me encontré con
un lugar magnético, tan diferente a lo que había sido mi entorno vital. Respiraba paz y
aunque las personas a mi paso, hablaban de mí, nadie sabía con certeza, ni quién era yo, ni
el porqué estaba allí. Creo que yo tampoco lo sabía y por primera vez en mucho tiempo,
no me importaba; quería disfrutar de cada segundo, de cada respiración, había detenido el
tiempo, como si estuviese fuera de mi cuerpo, sintiendo que la muerte volaba conmigo y
que me decía que a partir de ese momento, viviría los mejores años de mi vida y se
despedía con un adiós un tanto cómplice.
Recuerdo que iba camino de Cabo San Lucas, donde quería montar un restaurante y al
detenerme en La Paz, me pareció un lugar alucinante y al llegar al puerto, tomé aquella
barca que me trajo aquí y me dejé llevar. Cuando lo hago, saco de dentro mí lo mejor y
abro mi mente y pongo fuera mis pensamientos. Dejo de pensar y al poner la mente en
blanco, me siento como un águila volando sin límites, libre sin lastre…
Empecé por fin a ordenar mis ideas. A tener tiempo para mí, para caminar y aceptar mi
cuerpo y disfrutar hasta de mis tetas caídas, confesándome con mi diario, que es el único
que de verdad me conoce. Escribía todo lo que se me ocurría, sin importarme el orden y
me sentía libre de ataduras, por primera vez en mi vida. Tan solo echaba en falta a mi
familia, aunque esa nueva sensación de libertad y de poder por fin, empezar a diseñar lo
que quería hacer con mi destino, me daba alas para continuar.
Una mañana conocí el que ahora es mi restaurante y por un impulso, entré a comer,
comida tradicional mexicana. Comí frijolitos negros, plátano frito, arroz blanco al más puro
estilo ranchero. El lugar me gustaba mucho y fue cuando me encontré a Toño.
Si hombre, Toño González, al que tomaste como mi marido en la piquera de Santa Rosalía
y me ofreció venderme el local. Me ofrecía un precio muy bueno, sobre todo, si lo
traducía a dólares y si también me quedaba con los camareros trabajando. El padre de
Toño había muerto recientemente y el restaurante era parte de su herencia, como también
el rancho, donde te llevé a pescar langostas y el que me acababa de comprar el día en que
te conocí.
-Félix yo no soy un helado y tú no eres un niño, que solo desea comérselo, y luego qué…
Tomas tu mochila y desapareces con otro triunfo entre tus manos, dejándome
descalabrada y apaleada, ya que yo no solo te habría dado mi cuerpo. Si algún día te
llegaré a dar algo, será mi alma y eso si que no tendría precio.
Me quedé mudo, ya que no era capaz de procesar todo lo que veía, sentía y también olía.
Así que dejé que ella prosiguiese:
-El otro día haciendo limpieza, encontré uno de mis diarios de hará unos diez años y al
leerlo curiosamente descubrí que me preocupaban las mismas cosas y aquello me hizo
reflexionar mucho sobre mi futuro. Estaba sin apenas darme cuenta, atrayendo lo mismo
para mi futuro, que quería eliminar de mi presente.
Por entonces, yo debía de tener mis orejas un tanto coloradas, de tanto que me las frotaba,
al escuchar música celestial en las palabras de Susana. Estaba de una manera solapada,
declarándome sus intenciones y yo tenía que dejarla hablar sin interrumpirla. Ella sostenía
su barbilla con su mano izquierda y miraba hacia la mesa, recordando algo de su pasado,
hasta que me preguntó:
-Susana, solo sé que te quiero y desde que bailamos la primera vez, escuchando a Frank
Sinatra, te tomé en mis brazos y juntamos nuestros cuerpos, no he dejado de pensar, que
quiero pasar contigo, a tu lado, el resto de mis días. Me pareces una mujer excepcional y
llena de vida. Cocinas genial y estás llena de pequeños detalles, que son la salsa de la vida.
Como madre no tienes parangón y sé, que por mucho que intente explicarte lo que siento
por ti, se me quedan pequeñas las palabras. Cuando te veo o te imagino en mis sueños,
siento una sensación de felicidad y también de deseo sexual. Eres la mejor persona que he
conocido en esta vida y con la que quiero compartir cada día de mi vida. Nunca he
conocido a nadie que sea tan buena con la gente, que lo que tú eres ahora. Susana, mi
querida Su, yo no sé si merezco a alguien como tú. Si alguna vez me das la oportunidad de
amarnos, te juro que te seguiré haciendo feliz el resto de mi vida, ya que conozco tan bien
tu cara que podría pintarla con los ojos cerrados. Me haces sentirme orgulloso de ser un
ser humano y aunque estoy convencido que contigo o sin ti, conseguiré lo que quiero,
quiero compartirlo contigo y que muchos años después, pueda decirte, mirándote a los
ojos, que mereció la pena el haber vivido a tu lado.
Durante unos segundos nos miramos a los ojos, mientras la tomaba de sus manos, hasta
que ella rompió el silencio diciéndome:
-¡O sea, que estás conmigo porque cocino muy bien! Hasta que llegué a esta isla, estaba
acostumbrada a meditar mucho mis decisiones y posteriormente las cambiaba
repetidamente, según el rumbo del viento o de lo que me recomendaban, a los que les
consultaba al respecto.
Esta vez sin embargo, hice lo que tenía que hacer y me dejé llevar por lo que me indicaba
mi instinto y una semana después, me había convertido en la dueña de mi destino. Durante
toda esa semana, tuve tiempo para visualizar mi restaurante y lo decoré como si estuviese
en New Port Beach y no en una isla, donde casi no vienen turistas. Me costó relativamente
poco ponerlo, ya que tanto la cubertería, la mantelería, como las vajillas, las había
comprado en Panamá, a un precio bastante económico y ahora ya puedes comprobar, lo
buena que fue la decisión o mejor dicho, mi decisión. Yo sabía que este sitio cambiaría mi
vida y fíjate, como lo ha hecho. Desde ese día, hasta que apareciste tú, no me había
sentido en ningún momento vulnerable. No he tenido suerte con los hombres. Cuando al
principio solo somos amigos, todo resulta genial, sin embargo cuando pasamos de la raya,
la cosa se complica y al final se termina.
-El día en que te conocí, primero me reí bastante de ti, sobre todo por la manera en que
me mirabas y me deseabas. Pensé que eras un salido mental y en que me querías echar un
polvo allí mismo o por lo menos, eso fue lo que deduje de tu lenguaje corporal. Luego al
hablar contigo y de conocerte un poco más, me sentí muy atraída por ti. Cuando me
abrazaste la noche en que nos conocimos mientras bailábamos, sentí como todo mi cuerpo,
me pedía, algo más. Me llevaste a una especie de lujuria voluptuosa, donde mi respiración
y los latidos de mi corazón, se incrementaron, queriendo salir, como quemados por el
fuego de tus ojos y seducidos por tu respiración. Te deseaba con toda mi alma y eso que te
acababa de conocer. Cerraba y abría constantemente mis piernas y me acariciaba la
cabeza, moviéndola a la vez que mis extremidades, para que no se notara que estaba tan
húmedamente excitada.
Además, la intuición me decía que tú, Félix Gómez, eras mi hombre a caballo. Pero
también tenía que superar una gran contradicción. Por una parte, no quiero que seas el
dueño de mi vida, ya que no soy, ni nunca seré tuya. Por eso es que algunas veces te
desprecio y al cerrar mis ojos, me doy cuenta, que lo que de verdad he querido, es
demostrarte que no te quería, ya que no quiero sentirme vulnerable, ya que duele mucho el
sentirme así. Quiero una relación positiva, incluso mágica, donde los dos sepamos a lo que
atenernos, sin mentiras, peleas, celos, ni malos modos. Si después de haber escuchado
esto, no te has ido, te diré de verdad lo que siento:
¡Te amo amor mío, con todo mi corazón y estoy profundamente enamorada de ti!
Estaba segura de que vendrías a buscarme a la isla. Alguien que ha viajado tanto como tú,
se las ingeniaría para dar conmigo y cuando en nuestra primera noche, te vi dormido en el
autobús, sentí mucha pena de no poderme despedir de ti. Le di la tarjeta al conductor,
sabiendo que preguntarías por mí, por el lugar donde me había bajado y hacia donde me
había dirigido. Pasaron los días y no aparecías. Me sentí engañada, traicionada por mí
misma. No por ti. No parecías el típico hombre que solo buscaba una aventura y que
cuando encuentra una mujer como yo y la utiliza, luego la puede abandonar, sabiendo que
“esa tonta” siempre le perdonará, porque ya le pertenece y entonces, él se siente su
legítimo dueño y la utiliza a su antojo.
Esa ya no era yo, y tú a Dios gracias, viniste a verme, así que cuando te vi llegar a mi
restaurante, tuve que contenerme para no lanzarme a tus brazos. En mis sueños más
profundos, te había deseado y al despertarme, te diluías como un espejismo. Pero aquella
mañana cuando te apareciste en mi restaurante, estabas allí y tenía que luchar contra mi
deseo de fundirme en tus brazos.
Por eso me puse tan nerviosa cuando aparecí en la mesa con un puro y una copa de
coñac. Les pedí a los camareros que cuando terminaran de recoger, cerraran y se fuesen
sigilosamente. Cuando me tomaste de la mano y nos abrazamos bailando, literalmente me
corrí. Dejaba que abrazaras mi cuerpo, mientras intentaba apartarte de mí. Fue una
sensación muy violenta; mi cuerpo te deseaba y mi cabeza me pedía que saliera corriendo
de allí. Así que estuve poniéndote a prueba durante toda la tarde; aunque de verdad creo,
que era realmente a mí, a quien me examinaba.
Allí estaba yo, una aborigen siendo seducida por un hombre que tenía los ojos verde
oscuros. Me sentía indefensa mientras me abrazabas y estrujabas mi cuerpo contra el tuyo.
Luego la música, que parecía que era el universo el que la ponía. Tu personalidad libre, me
arrebataba y me prometí a mí misma, que ese día no haríamos el amor. O todo o nada.
Estaba harta de tener amantes de quita y pon, que lo único que buscaban era abrirme la
entrepierna y después de saciar sus viles impulsos, desaparecían, sintiéndose ganadores y
yo tan solo era una perdedora. Así que años atrás, tomé la decisión de comprarme un
montón de consoladores y satisfacerme sexualmente a mi antojo. No más noches en
blanco, no más noches solitarias, no más, SUFRIMIENTO…
Susan no paraba de mover sus manos. Bastante intranquila tomo un bolígrafo e hizo unos
garabatos en una servilleta. Dejé que pusiera su energía negativa fuera de su cuerpo y la
acompasaba con mis gestos, escuchándole vivamente todo lo que me decía, sin cometer el
error de interrumpirla.
-Después de aquel día en que pasamos toda la noche en mi casa abrazados y haciendo el
amor, sin que me penetraras, tuve una pesadilla horrible. Me sentía sola y abandonada.
Mis hijos habían crecido y ya no estaban a mi lado y yo me echaba en cara, el porqué te
había despreciado, sin haberte dado una oportunidad.
Por primera vez la impedí que siguiese hablando, poniendo mi dedo índice en sus labios,
matizándola:
-Sin habernos dado una oportunidad, a los dos.
Ella me observó de reojo, como si se estuviese pensando lo que me quería decirme, antes
de hacerlo. Tomó aire y en voz grave me dijo:
Eras mi regalo. Lo que siempre había querido tener a mi lado, ya que en ese momento, sin
saberlo, estábamos los dos preparados. No lo sé. Era una situación diferente, a todas las
vividas hasta ese momento en mi vida. Sabía que, era casi imposible lograrlo y reconocí
que sería maravilloso que tú fueses mi media naranja. Yo me enamoré primero de ti, sin
saber quién eras y me dejé llevar por mi intuición, que me decía que todo iba a salir bien.
Luego con lo de la Ópera de Sidney…
No es cuestión de quién lo hizo primero, sino de lo que, a partir de ahora, podemos hacer
juntos; sin perder nuestra preciada libertad.
Por esa razón, cuando bailamos por primera vez, Extraños en la Noche, mi cuerpo entero
se derretía y no digamos, cuando me cogiste por detrás, en la fila de la noria. Allí mismo,
me corrí de placer y aceptaba tus besos cruzados, mientras no dejaba de moverme,
apretando mi espalda contra tu cuerpo, porque me había echado un grandísimo y sonoro
pedo y con ello deshice el nudo en el estómago que tenía. Me eché un pedazo de pedo y
me quedé tan tranquila, tan relajada…
Me dio mucha vergüenza que pudieras darte cuenta de aquello y a Dios gracias, no debió
de oler demasiado. Además, había poca luz y se oía muchísimo ruido. Luego en todo lo
alto de la noria, cuando nos besamos e intentaste bajarme los pantalones, para hacer el
amor, en lugar de dejarte hacerlo, solo te pedí que te casaras conmigo y solo cuando la
noria se pudo otra vez en marcha, detuviste tus intenciones y también, las mías.
Desde el primer momento, en que te había visto, en la piquera de los buses, sentí que
tenías los ojos puestos en mí, acechándome, mientras yo tenía que hacerte creer, que eras
tú el cazador. No sabes lo que aquella noche, supuso en mi vida ya que en aquel momento,
aparentemente lo tenía todo, menos el amor, así que me dejé llevar y te di tanto, como
pude darte. Eso sí, de la mejor calidad.
Cada minuto que pasamos juntos, fue tan penetrante y diferente en mi vida, que pienso
egoístamente que tú debiste de sentir lo mismo, o algo parecido. Así que los dos, nos
quedamos preñados de amor y ahora deberemos educar al hijo que tenemos en común,
siendo padres e hijo a la vez. El estar a tu lado, me hacía sentirme como si fuese otra
persona.
La que siempre había querido ser, así que me dejaba llevar y de huir de mi misma. En
teoría aquella noche, no hicimos nada especial. Fuimos a una cafetería, bailamos donde no
se debía y luego a la Feria del Pueblo. No eran los lugares adonde fuimos. Tan solo eran
nuestros pensamientos, nuestras emociones y el sentimiento de amor profundo y de
respeto que tuvimos. No habíamos bebido alcohol, fumado ninguna droga y me sentí tan
feliz y emocionada a tu lado. Deseaba tanto besarte que no me importó, que personas que
me conocían, nos estaban observando y murmurando sobre la gringa loca, que es así como
me llaman aquí.
Nunca llegué a pensar que esa sería nuestra única noche. Confiaba en mi abuela y ella ya
me lo había dicho. Ella no me traicionaría, aunque tengo que reconocerte, que pasada una
semana y tú no habías aparecido, empecé a perder la Fe en mi misma y recordé que el que
pierde la Fe en sí mismo, lo pierde todo. Recuerdo que nada más conocernos, al verte
sentado enfrente mío, cuando cerraba mis ojos, haciéndome la dormida, sentada en aquella
silla, era como si estuviese viviendo en un mundo de ensueños,
-pero que había que hacerlo real-, como una creación nuestra, tuya y mía, y fue cuando
recordé el final de la película Don Juan de Marco, donde don Octavio de Flores, en la Isla
de Creta, salía a bailar con su amada y cogiendo su sombrero, mirándola fijamente y
lanzándolo al mar, dijo:
Susan atrapó el silencio una vez más y mirando hacia el suelo, hacia la mesa, tapándose el
ojo izquierdo en señal de vergüenza y a ver la hora que era, súbitamente se levantó de la
mesa, ya que se le había hecho tarde.
Me dio las gracias, por la Catarsis que había hecho con ella y por dejar que aflorara su
mundo interior, y que este hubiese tomado cuerpo, sin haber sido cortado. Al salir de la
cafetería e ir hacia su coche, nos dimos un beso.
Ella me dijo que no estaba acostumbrada a ese tipo de gestos en la isla, donde la conocía
mucha gente y fue cuando le propuse ir con ella de pesca por las mañanas. Ella me dijo
con algo de rabia, que iría con su hijo y que sería mejor que me olvidara de ella, que
tomase mi pequeña mochila y desapareciera como un Pentimento, o que la amara para
toda la vida.
Nadie nos adiestra a amar y no hay escuelas donde te lo enseñen, por eso a algunas
personas nos resulta tan complicado enamorarnos de la persona adecuada y sobre todo,
ponernos en su lugar, para saber cómo piensan, sienten, escuchan y huelen. Susan se había
abierto completamente, enseñándome lo más profundo de su corazón y ahora yo tenía que
saber jugar bien mis cartas, para hacer que nuestros sueños se convirtieran en realidad.
Al llegar a mi casa y al ponerme delante del espejo y contar mi historia de una manera
disociada, entendí que lo que ella necesitaba era tiempo y confianza en mí y en nuestra
relación futura. Además, yo también quería marchar con paso firme.
Ella tenía un aspecto excelente, ya que traía puesta una camiseta blanca donde en el
centro, aparecía un gran gato dibujado, que se llamaba “Tin Tin” y lo sé a ciencia cierta, ya
que se lo pregunté nada más verla.
Buscamos un lugar para ponerle la comida a la gatita y otro para que lo utilizase como
baño. Además también le traía un lugar donde pudiese dormir, era como un cesto con una
pequeña manta, aunque con el calor que hacía por esos lares, no lo entendí muy bien.
Esa mañana había refrescado y ella traía además un jersey a rayas blancas y azules abierto
por el centro, donde se veía el gato y pantalones vaqueros. Su aspecto era deliciosamente
juvenil y encantador. Los labios estaban al natural o por lo menos fue la impresión que yo
tuve, ya que no llegué a tocarlos en esos momentos, donde parecíamos adolescentes en su
primera cita, por lo nerviosos que los dos pasábamos o por lo menos, esa era mi sensación.
Para relajar la situación, ya en mi casa le pregunté sobre lo que quería tomar de aperitivo y
me pidió un poleo menta y yo tomaría un té verde con canela y miel.
Mientras calentaba el agua, le enseñé mi habitación y como la casa tenía dos pisos y una
gran terraza, le gustó bastante y también quedó sorprendida por el orden y lo limpio que
todo estaba.
No le dije, que había contratado a una señora para que todo estuviera en perfecto estado.
Se quedó de piedra al ver la cantidad de ropa que tenía en el armario y tuve que explicarle
que la había mandado desde mi casa en Oaxaca a través de Mazatlán a la casa de los
Arxona en los Cabos y que desde allí me la había traído a la isla.
Susan tenía unos ojos como soles, que le brillaban y una sonrisa preciosa y fue cuando me
confesó que no le gustaban sus dientes y para mi eran perfectos. Yo le enseñé mi colmillo
de Lobo y nos reímos bastante, siendo la viva estampa de dos chavales algo imberbes.
Me reveló, que lo que a ella le gustaba de verdad comer, amén de los platos de su
restaurante y era todo aquello relacionado la cuchara, le gustaban mucho: las lentejas, los
frijoles negros, “el cocido madrileño” y de postre, el chocolate.
Me quedé un poco perplejo por lo del cocido y me explicó que había tenido unos amigos
“gachupines” españoles, que lo preparaban cuando la invitaban. Entonces le pregunté sobre
lo del puro, del día en que nos volvimos a ver. Ella me ya me lo había comentado y me
recordó que lo utilizó para quitarse un poco el miedo que tenía.
-¡Ay mi gachupín lindo!. Cuando me fumé aquel puro, no me tragaba el humo. Lo hice
porque estaba muy nerviosa. No te fijaste que en mi casa no había ceniceros.
Entonces me besó de una manera muy, xxx, como decir, poco casto el beso en sí. Me
mordió la lengua y me dio una pequeña palmada donde la espalda, pierde el nombre.
De repente se fue al baño y aquello me sedujo, ya que cuando las mujeres de repente van
al lavabo, algo se traen entre manos. Cerré mis ojos de placer y solo los abrí cuando la oí
que regresaba al salón donde yo estaba sentado. Al abrir mis ojos, Susan se echó a reír a
carcajadas y me preguntó lo que me estaba pasando, dado que al regresar del baño, me vio
medio dormido y no quiso despertarme, ya que me observó tan tierno, que no quiso
romper mi hechizo.
Se extrañó un poco de mi actitud y me preguntó por primera vez, que de qué vivía. Que
cual era mi trabajo y le contesté que pescador de langostas, pero que estaba en paro,
esperando a que la mujer de mi vida me volviese a contratar y que luego me pagara en
especies. Luego le dije la verdad.
-Soy Hipnoterapeuta y escritor y tengo algo de dinero ahorrado y lo tengo trabajando para
mí en los mercados financieros. Me había venido a Baja California a encontrarme a mí
mismo y había conocido a una mujer especial como ella y que estaba harto de huir de mi
destino.
Le expliqué que los padres de mis amigos me habían contratado para apoyar a su hijo
pequeño y que me pagaron muy bien y además me estaban consiguiendo clientes y con lo
que había cobrado a solo dos clientes, podría vivir un año entero en la isla. Así que como
ella se había invitado a comer, preparé una ensalada de lechuga, tomate, espárragos, huevo
cocido y como no tenía Bonito del norte, le puse atún en aceite de oliva que había
comprado en San Lucas. La aliñé con aceite de oliva español y vinagre de Módena. Luego
le preparé una buena carne a la plancha y le puse pimienta verde y algo de miel con un
poquito de canela, además de un poco de queso fundido.
Disfrutamos mucho de la comida y se quedó algo impresionada, -bastante diría yo-, de lo
bien que cocinaba y eso que no le había preparado una Paella, que posiblemente sea lo que
mejor sepa hacer.
De repente se echó a reír, ya que me dijo que menudo mantel, le había puesto a la mesa.
Era una toalla étnica que en el último momento puse como paño. También se rió de lo baja
que era la mesa del comedor y le dije que estábamos comiendo encima del caballete que
utilizaba para pintar.
Me dijo que yo era un ser muy especial y poco habitual y que se sorprendía de lo bien que
sabía tratar con la gente desconocida, ya que se había enterado que me había hecho amigo
de muchos de los pescadores que luego le vendían sus productos y fue cuando le comenté
que en ratos libres era antropólogo y que me había recorrido los cinco continentes
trabajando con tribus, con lo que se quedó tal vez mas impresionada.
Susan, estaba desconcertada y se tapaba uno de sus ojos, señal inequívoca de vergüenza.
Yo sin embargo, sentía que dominaba la situación y para terminar mi explicación le dije:
-¿Cómo es posible que me pidas que me case contigo, si casi no sabes nada de mí y aún
no hemos hecho ni el amor? Además, me has resultado un poco altanero e incluso vulgar.
Las emociones son emociones y no se pueden controlar, aunque pensándolo bien, si que
podemos dirigirlas para que no nos afecten tanto.
Me le quedé mirándola a sus ojos y guiñándole uno, le dije que lo de hacer el amor, ahora
era el momento de resolverlo y cuando ella me respondió que todavía no lo sentía, le pedí
que me contara algo de su vida y sobre todo, lo que esperaba de mi.
Me miró a los ojos muy seria y me dijo:
-Yo jamás he olvidado a la persona con la que he hecho el amor. No quiero con ello decirte
que he sido una santa, aunque tampoco es que haya habido muchas parejas en mi vida. He
estado casada más de la mitad de mi vida y mientras lo estuve, me fui fiel a mí misma.
Cada persona con la que lo hice tenía algo especial. No podemos retratar a las personas y
cada vez que he terminado una relación, sufro muchísimo y es como si una parte de mí, se
muriese y me voy empequeñeciendo cada vez más, porque duelen demasiado. Me
importan muchos los pequeños detalles, como los que tuviste conmigo al ayudarme con la
maleta el día en que nos conocimos y en la manera en la que me escuchaste y
comprendiste.
Mira Félix. La diferencia entre los pequeños rollos y los amores verdaderos, como el que
yo quiero contigo, es que en los royos, lo que se buscan los amantes son las cosas
extraordinarias, mientras que en los de verdad, lo que se busca es tiempo, para compartir
las pequeñas cosas, que son las que a la postre, se convierten en excepcionales. Así que ya
sabes lo que busco. O todo o nada, por eso lloré muchísimo la noche de las langostas
cuando te cantaba Moriría por Vos y te decía: “que no tengo planes más allá de esta cena”
y ahora ya me ves, llorando con mucho miedo, ya que ahora sí que tengo planes de
compartir mi vida contigo.
Durante unos minutos nos estuvimos abrazando, dándonos mimitos y secando las lágrimas
que brotaban de miedo, amor y felicidad a la vez, hasta que un poco más tranquila ella
prosiguió:
-Los pequeños detalles son el reflejo de lo que cada uno de nosotros llevamos dentro y
también, la manera en la que interpretamos nuestra vida y eso a la larga, con el tiempo,
sale al descubierto. La noche en que fuimos a por las langostas, te convertiste en mi
hombre a caballo, en el hombre con el que quiero pasar el resto de mi vida.
Eres divertido, sabes interpretar mis silencios y además resististe como él álamo, sin
quejarte del frío que tenías en el mar aquella noche. Probablemente la primera noche que
pasamos juntos, -quitando lo relacionado con mis hijos-, ha sido sin lugar a dudas, la más
maravillosa que he tenido. No te habías ido de mi lado y ya te echaba de menos y si te
pedí que no me acompañases a la barca, no fue por si alguien nos pudiese ver, sino porque
no quería que me vieras llorar, cómo lloré aquella mañana, cuando nos despedimos. Para
mi familia es muy especial y aquel día también lo era, ya que mi cuñado es de origen
peruano y el 28 de Julio es el día grande en su país y me esperaban a comer, para
celebrarlo. Estuve a punto de no ir, ya que tenía miedo a perderte.
-Y eso que yo, por lo menos tengo a mis hijos. Muchas de mis amigas piensan algo
parecido y siempre me dicen que por lo menos, yo soy madre y ahora todavía estoy joven,
para vivir los mejores años de mi vida. Yo no necesito un hombre que me alimente, ni que
me mantenga, ni que proteja a mis hijos. Lo que quiero es que me ame y poderle amar sin
restricciones. Así de sencillo y sobre todo, libre, sin sentirme acorralada, ni agobiada y
mucho menos traicionada. El amor es algo más que un juramento, que un contrato entre
dos partes. El amor es como decía Einstein:
-No voy a permitir nunca más, que ningún hombre vuelva a decidir por mí, lo que me
conviene o lo que tengo que hacer. Ahora que soy libre no dejaré que ni tú ni que nadie,
me quiten mi libertad. No quiero sufrir, ni hacer sufrir y entiendo que tú vas muy rápido en
la relación. Te quiero y te deseo con todo mi corazón y te abriría mi cuerpo de par en par,
para que nos abrazásemos en un amor Eviterno
Susan empezó a suspirar mientras yo la observaba, sin hablarle, aunque la acompasaba con
mis gestos. La comprendía mucho más lo que ella decía con sus palabras y durante
algunos segundos, nos mantuvimos cogidos levemente de una mano, dejando que se
rozaran suavemente. Ella también leía mi lenguaje no verbal, y percibía la sensación de
incertidumbre que yo también tenía. No quería volver a sufrir, por un amor no
correspondido. Quería compartir mi vida con ella y se lo había confirmado ampliamente
con mi actitud.
Susan me había demostrado que merecía la pena y yo debía en ese momento de poner
toda la leña en el fuego. Mientras meditaba lo que hacer, me di cuenta que podía oler su
perfume envuelto en feromonas de defensa y de cariño. Tenía un sabor en mi boca algo
agridulce, que se convirtió en amor cuando sin saber cómo, nos fundimos en un solo
cuerpo y empezamos por primera vez a darnos todo nuestro amor sin restricciones ni
miedos.
Lentamente, como si fuese la primera vez en nuestra vida que lo hacíamos, nos besábamos
y apretujábamos queriendo detener el momento. Muy despacio, a cámara lenta iniciamos
nuestro baile nupcial. El silencio daba paso al ruido de nuestras respiraciones que también
armonizaban nuestro amor compartido.
Aquello para mí fue maravilloso. Por fin después de tantos años volvía a sentir amor por
una mujer y estaba dispuesto a conocerla y darle todo el tiempo del mundo, para que ella
se diera cuenta de mis intenciones. La casa no tenía aire acondicionado, así que sudamos
como bestias, mientras nuevamente hacíamos el amor.
-No serás tú como ese gallo, que después de haber “pisado” a la gallina de turno, se va en
busca de otra.
-Sabes el día que es hoy. Acabo de cobrarme mi regalo. Hace justo un mes, apareciste en
el restaurante y aquella noche me prometí a mí misma, que si aguantabas un mes sin
hacerme el amor, este sería mi regalo. Por eso también te he traído a Luna, para que no
solo duermas con tu osito de peluche.
Los dos nos echamos a reír, sin importarnos demasiado que el perro del vecino llamado
“Duque”, no dejaba de ladrar y parecía que estaba justo debajo de nuestra ventana, en
lugar de andar corriendo por el campo.
-Te quiero.
Ella no me respondió y tan solo se dio la vuelta y pude abrazarla y así unidos en profundo
silencio, nos quedamos dormidos, ignorando todo lo demás.
Pasado un tiempo, nos dimos un baño los dos juntos. Yo la limpiaba a ella y después fue
recíproco. Su pelo largo encima de sus hombros, la hacía más sexy todavía. Mientras nos
besábamos debajo de la ducha, me entró miedo de perderla y sin querer me puse a llorar y
como las lágrimas no se veían a simple vista, ya que se confundían con el agua, dejé que
mi cuerpo y mi espíritu se renovasen.
Pensándolo bien, le tocaba las nalgas, pero no los pechos y al decírselo ella me contestó:
-Me mirabas lo senos como comparándolos, para ver cual era más grande y luego con la
mano me rozabas los pezones. Estos pechos han alimentado a mis hijos y aunque ahora
están un poco caídos, si los hubiese visto por entonces, te hubiese dado un “faracho”.
Al ver la hora que era, Susan se terminó rápidamente de vestir y antes de despedirse, me
dio las gracias y me dijo:
Capítulo XV
Los problemas de comunicación dentro de la pareja
5 de Septiembre en la Isla de Susan.
Había pasado una semana sin que hubiese sabido nada de Susan y tenía que seguir
luchando contra la incertidumbre, que resulta mucho más complicada, cuando no eres
capaz de hacerle frente, así que tomé la mejor decisión sobre mi estancia en la isla y decidí
que con Susan o sin Susan, merecía la pena que me quedase en ella. Busqué otra casa con
mayor armonía y luminosidad, alejada del mundanal ruido, repleta de sinfonías animales,
que me recordaban mi infancia en la finca de mis padres.
Además como estaba a 75 metros más alta que la calle principal, me ahorraría el gimnasio,
subiendo las escaleras o serpenteando unas calles bastante estrechas que me recordaban las
de Toledo en España.
Una casa con dos plantas, donde mi habitación y otra para invitados, además de mi estudio
para trabajar y el baño, con una amplia bañera, -no muy usual por esas latitudes-,
conformaban la parte superior. En la planta de abajo, tendría la cocina, el salón comedor y
una amplia terraza, que daba al oeste, así que podría ver anochecer, siempre que quisiese y
las nubes me lo permitiesen. Lo mejor que mi nueva casa tenía, era la vista al mar y
aunque este, estaba algo lejos, podía imaginarme el olor de las olas al romper en la costa.
En la terraza podría pintar utilizando acrílico sobre tabla y no tendría que preocuparme por
el suelo, ya que con una manguera, en pocos minutos lo tendría resuelto. Lo único que no
me gustó, fue el dueño de la casa, que era un borracho perdido y tenía muy malas pulgas.
Como mi casa, en términos puramente isleños, estaba lejos de la de Susan, ella no podría
sentirse avasallada por el intruso que llamaba a la puerta de su vida y cuando esta, no se ha
querido abrir durante mucho tiempo, no se debe de forzar.
Yo la había elegido a ella como pareja sin casi conocer sus intenciones y estaba seguro que
primero teníamos que ser amigos e ir muy despacio en la relación, para que ella no saliese
corriendo y yo me convirtiese en el “Gallo de Morón” que se quedó sin plumas y
cacareando.
Mi instinto me decía que Susan era la pareja adecuada para mí y aunque apenas sabía de
su vida, me sentía profundamente atraído por ella. Me la imaginaba mirándola a los ojos,
tomándola de las manos, compartiendo esos pequeños momentos, que a la postre, como
ella me había dicho anteriormente, se convierten en excepcionales. La isla en la que nos
encontrábamos era relativamente pequeña, y en los últimos días no habíamos coincidido.
Yo había cumplido mi promesa de no llamarla.
Después de haber terminado mi mudanza, tenía que bajar a trabajar a Cabo San Lucas, y
ya que tenía que seguir con la terapia del padre para que dejase de fumar, aprovecharía
para encontrar nuevos clientes. Por entonces desconocía que María Teresa, la madre de
mis amigos, me tenía preparada una verdadera lista de clientes, deseosos de que les
aplicara mi terapia.
Al ir a tomar el barco que me llevaría de la isla a la costa, yo estaba bastante ensimismado
en mis asuntos, cuando a lo lejos veo a Susan con un hombre con una maleta, que se
acercaban a la embarcación y me puse justo en el otro lado para que no pudiesen verme y
me escondí encogiéndome todo lo que pude.
Sentí como el mundo se me venía encima y sobre todo un fuerte dolor en el lado izquierdo
de mi pecho, justo debajo del corazón y notaba como la barriga se me inflamaba de gases.
Como no sabía que hacer, me hice el dormido, mientras me sentía profundamente aturdido
y tenía que secar mis lágrimas en una bolsa de la compra, para que nadie me viese la cara
descolocada. Para colmo, el mar estaba bravo y las olas movían el barco como si fuese
una hoja al caer y mi estómago por entonces, ya estaba muy revuelto.
Susan nunca me dijo que tenía pareja y yo tampoco se lo había preguntado, pero cómo era
posible que nos hubiésemos entregado tanto los dos en un amor tan hermoso, como el del
día del canto del gallo, cuando había otro hombre en su vida…
De pronto me entró mucho miedo, una profunda tristeza de sentirme engañado por una
mujer a la que le había dado, en tan poco tiempo, lo mejor que yo podía y me sentía como
me había rechazado. Estaba muy enfadado conmigo mismo, por lo idiota que había sido al
confiar en una mujer, que a la primera de cambio, me había traicionado. Sentía mucho
asco de mí y de la situación y fue tal la sorpresa que tenía, que empecé a vomitar, hasta lo
que no tenía dentro de mí.
Debí de ponerme tan malo que un señor que estaba cerca de mí, pensó que me estaba
dando un ataque al corazón y se puso a gritar pidiendo ayuda. Cual fue mi terrible
sorpresa, que mientras yo me retorcía de dolor, sintiendo que me estaba muriendo,
aparecen Susan y su amigo, que para colmo de males, era doctor….
Yo seguía tumbado en la parte delantera del barco, blanco como la nieve, cuando escuché
a Susan en inglés decirle al doctor, que yo era el amigo del que le había hablado y al que
había conocido en la parada del autobús.
Aquello me hizo recapacitar y después de un gran esfuerzo, me puse de pie y por fin me
sentí un poco mejor, sobre todo cuando Susan me dio un abrazo muy fuerte y después de
aquello, ella me limpiaba la cara y sobre todo mis lágrimas, totalmente desenfrenadas, ya
que sufría un ataque de histeria, donde tan pronto lloraba, como reía y no era precisamente
porque me hubiese dado un ataque al corazón.
Todo pasaba muy deprisa, sin darme apenas tiempo para reaccionar y tan solo actuaba por
impulsos. Me sentía estúpido, idiota y otra vez era el Rey de los CAPULLOS. Del miedo
que había sentido, me había orinado y lo que era peor, también tenía algo de caca en los
pantalones que gracias a Dios eran azules y no se notaría demasiado.
No paraba de llorar en los brazos de Susan, cuando de pronto me di cuenta que ella
también lo hacía, mientras me decía muy dulcemente al oído, que me quería. Yo no sabía
si por entonces, me había muerto, ya que aquello no podía ser real. Tampoco era un sueño
o mejor dicho, pesadilla, ya que en ellos, resulta muy difícil soñar que estás soñando.
Casi todos los pasajeros contemplaban la escena y de verdad que mi sentimiento era como
un péndulo que corría a toda velocidad. Mientras ella me besaba diciéndome que me
quería y que su amigo era solo un amigo, me sentí mejor de repente.
Pronto surgió otro problema y era que los autobuses a los que nos dirigíamos, estaban al
llegar y debido al fuerte oleaje, nos habíamos retrasado. Yo tenía que tomar el bus hacia
Los Cabos, mientras Susan y su amigo un taxi hacía el aeropuerto de la Paz.
-Confía en mí y cuando regreses a la isla, aclararemos el asunto. Ahora tengo que regresar
a resolver algunos asuntos en California, que no puedo posponer. Volveré a fin de mes, así
que por favor, ve a ver a tus amigos a los cabos y regresa cuando quieras, que te recibiré
con los brazos abiertos.
Dejemos que las cosas pasen y si está en nuestro camino, ojalá que dentro de diez años
nos miremos a los ojos y podamos pensar, que ha valido la pena y así podamos disfrutar
nuestra vida en común y reírnos de lo que nos ha pasado esta mañana.
Nos despedimos, dándonos un abrazo muy fuerte y algunos besos, ante la atenta mirada
del médico, que muy diplomáticamente miraba su reloj y después de darle el último beso a
mi amada, pude coger el autobús por los pelos, ya que tuve que ir primero al lavabo a
limpiarme mi cuerpo y mis pantalones, quedándome otra vez en calzones que había sacado
de mi mochila y en lugar de limpiar los que me había puesto por la mañana, los tiré a la
basura tal y como estaban…
Ahora que lo escribo, de una manera disociada, me entra algo de risa, al recordar lo
sucedido aquella mañana y me rio de lo estúpido que pude sentirme, y sobre todo, el
darme cuenta que cuanto mayor es la metedura de pata y el ridículo que uno puede hacer,
más gente se entera de ello.
“El secreto del éxito en esta vida, consiste en aprender a usar el sufrimiento y el placer,
en lugar que permitir que estos, le utilicen a uno. Si se hace así, ejercerá el control
sobre su propia vida. Si no, la vida le controlará a uno”.
Como no estaba con ánimos de oír a nadie, en una recta de la carretera y cuando el
autobús iba más derecho, me puse en la última fila y cual fue mi sorpresa que dos señoras
al verme, se cambiaron a su vez de sitio. Qué aspecto más desangelado debía de tener en
ese momento y al tomarme el pulso comprobé que tenía 122 latidos por minuto.
Más calmado y con los oídos totalmente cerrados, con un profundo dolor en mis ojos, los
cerré poniendo mi mente en blanco. Sentía escalofríos ya que el aire acondicionado estaba
a tope y aquello me recordaba a los del trayecto nocturno de Panamá-David, donde los
pasajeros en plena Centroamérica, tiene que llevar manta para poder resistir tan bajas
temperaturas. En cierta ocasión y como suelo llevar termómetro portátil conmigo,
comprobé que la temperatura había bajado hasta los 18º Centígrados y afuera del vehículo
hacía 30º, un contraste que aunque aparentemente no es tan fuerte, les puedo asegurar que
para mi, en aquellas circunstancias, si que lo era..
Me dormí profundamente y sin casi darme cuenta habíamos llegado a Cabo San Lucas. Al
bajarme del bus, mejor dicho del “carruaje”, comprobé que estaba Víctor Manuel
esperándome y el calor resultaba sofocante por la humedad.
Me traía la ropa limpia que le había pedido por teléfono y mientras me cambiaba y
recuperaba mi estado de ánimo, Víctor me preguntó el porqué de mi cara medio
desfigurada y no tuve más remedio que contarle la verdad de lo que me había sucedido esa
mañana –sin advertirle lo que me había pasado con mis necesidades básicas- y él se reía de
mí de una manera sarcástica diciéndome que estaba contento que en esta vida, hubiese
gente más “capullo” que él, cuando se hablaba del amor.
Entre bromas y algo de burla me decía, que cómo era posible que yo fuese tan bueno,
ayudando a los demás y en temas de amor, fuese un novato algo desastroso. Quise
cambiar el tema de conversación, centrándolo en el clima tan diferente que había entre la
isla donde yo vivía y el Sur. Yo había quedado con su padre, para hacer un trabajito y allí
estaba esperándome. Después de beberme un Té verde, me fui con Rubén a su oficina y
fue cuando me presentó a Katia, que era Coach y asesora de varias empresas, como alta
ejecutiva que era. Era una mujer rubia muy guapa, con una agradable sonrisa y me recordó
a mi tía Leonor, a la que siempre he tenido en gran estima. Katia era una mujer espléndida
y estaba en lo mejor de su vida y como hacía una tarde muy buena, me pidió que si
podíamos irnos a una terraza cercana y allí hacerme la consulta.
Me pareció algo extraño el comportamiento de Katia, hasta que ella me explicó que lo que
quería hablar conmigo era demasiado serio, como para que “alguien” pudiera escuchar la
conversación y no quería que nadie pudiera grabar la sesión. Me gustó mucho su
sinceridad y a los pocos minutos estábamos sentados en una mesa de una terraza, bastante
parecida a la del Bar Manolo de la Calle Princesa de Madrid.
Pedí un “Tehuacán” para beber la mejor agua de México y ella una infusión. Katia había
nacido el cuatro de marzo de 1961 y tenía tres hijos y estaba divorciada. Me pidió que
como ella también había estudiado PNL y Coaching, le aplicase una técnica que ella no
conociese y así no tendría que decirme nada y solo seguiría mis instrucciones, aplicándolas
al pie de la letra.
Pasamos un rato muy agradable y al terminar, volvimos al despacho de Rubén donde nos
despedimos dándonos un abrazo. Quiso pagarme e insistió cuando le dije que ya Rubén me
lo había abonado. Se ofreció a buscarme conferencias en el DF y se brindó a hacer de
Cicerón en mi visita a la Capital.
Me encontré con Emiliano, que se le notaba un poco preocupado por el trabajo que yo
tenía que hacer esos días y nos fuimos charlando a su oficina, donde me pidió que le
aplicara el Modelo Walt Disney, que tan buen resultado había obtenido con su hermano.
Necesitaríamos más de dos horas para hacerlo y además lo grabamos en vídeo, para que
posteriormente pudiese visualizarlo en caso de duda.
Después de haberle llevado a trance hipnótico, lo senté en un sofá donde estuviese muy
cómodo y le hice que se comportara como un hombre soñador. Posteriormente le cambié
de asiento y lo llevé a una silla cómoda, para que asumiera el papel de hombre realista y
comentara en dicho estado, cómo veía el proyecto; lo sentía y escuchaba.
Minutos después modifiqué su percepción y tomó la postura en una silla bastante
incómoda, para que obtuviera la percepción de un hombre crítico. Jugando con las tres
personalidades diferentes, que Emiliano era capaz de interpretar, obtuvo el resultado
óptimo.
Al terminar la Terapia Integral, le devolvió una llamada a Katia, que quería darle las gracias
por mi trabajo y fue cuando Rubén, me pidió que a todas las personas que atendiese, les
cobrase y a cambio, accedió a que cuando trabajara para él o con su familia, incluida
Blanca, no les cobraría y él me lo pagaría posteriormente.
8 de Septiembre. Cabo San Lucas
Esa mañana comería solo ya que el resto de la familia, tenía compromisos externos, así
que aprovecharía el tiempo libre para estar incomunicado durante algunas horas, que a la
postre, me vendrían muy bien, para reconstruir mis pensamientos. ¿donde estaría mi
Aborigen?
Al oír esa música, hizo que mi sentimiento se elevase muy alto y recuerdo que me pasé
unas cuantas horas bailando cumbia y algo de salsa. La señora Lupita que era la cocinera,
me preguntó sobre lo que se me ofrecía comer y la sorprendí pidiéndole arroz blanco,
frijolitos negros y platanitos fritos, tortillas de trigo y un buen filete.
Ese día comí solo escuchando “La Parranda de Panamá” y aquello me trajo muy buenos
recuerdos de mi adolescencia y de una ciudad llamada San José de David, que llevo en lo
más profundo de mi corazón. Al ritmo de “Que Viva Panamá” caminé alrededor de la
piscina, para bajar la comida siesta, justo con el tiempo suficiente para preparar el lugar
donde atendería a una mujer que se llamaba Ana Isabel.
Ya más calmado, la convertí en delfín y luego en águila y después de casi dos horas de
trabajo, los dos nos habíamos quitado un gran peso de encima. Quedamos a la semana
siguiente, antes de que yo regresara a la isla, para refrescar la sesión.
Ella estaba tan contenta que su cara se había transformado y los rasgos secos y profundos,
se habían transfigurado en unas facciones mucho más lozanas y juveniles.
Se ofreció a visitarme a la isla, si eso para mí no era inconveniente. Creo que ha sido una
de las pruebas más difíciles que he tenido que superar, así que mientras esperaba a mi
siguiente clienta, puse algo de música y me di un baño en la piscina, para limpiarme
también.
Al bajarme, a pocos metros de la parada, vi una bella mujer que lucía una cara amistosa y
ella en seguida me reconoció. Se llamaba Alejandra y nos habíamos conocido años atrás en
la Universidad Complutense de Madrid, aunque recordaba que había estudiado en la
Autónoma. Ella era una gran Terapeuta y me comentó que estaba de vacaciones por esas
tierras y que había asistido a un Congreso de Psicología en la Universidad de las Américas
de Puebla y que se había venido a “Baja” unos días de vacaciones. Caminamos juntos un
buen trecho y la invité a tomar un café. Alejandra tenía una hija en Madrid llamada Sandra
y era lo mejor que le había pasado en su vida. Recordamos viejos tiempos y pude
comprobar el estado tan apasionante en que mi amiga se había convertido. Parecía una
chica de treinta y dos años en lugar de los que de verdad tenía. Nos cambiamos las tarjetas
y dándonos un abrazo nos despedimos hasta la próxima vez. Ella regresaría al día siguiente
a España y les mandé saludos a unos amigos comunes que teníamos en Madrid.
Me entretuve yendo de tienda en tienda, hasta llegar adonde había quedado con Emiliano y
en la terraza de un café muy interesante, pude conocer un poco más el tipo de personas
que por Cabo San Lucas pululaban.
Me gustaba mucho ese lugar, tan opuesto a Cancún, Puerto Vallarta o Acapulco, donde el
turismo era diferente. En Los Cabos, se respira otro aire, tal vez mucho más cosmopolita,
sin centrarse tanto en el turismo masificado proveniente de Europa y Estados Unidos.
Casi todo lo que se escucha por la calle o en los restaurantes era en inglés o mejor dicho un
tanto estadounidense y cuando oía acentos europeos, distinguía su forma de vestir, no tan
solo por los calcetines y las zapatillas. Los precios eran mucho más caros que en New Port
Beach, uno de mis lugares favoritos cuando estudié y trabajé en Irving CA. Y no se podían
comparar con los del resto de México, ya que la palabra barato no está en su vocabulario.
Ensimismado viendo pasar gente, no me di cuenta de que Emiliano se acercaba con dos
inmensas mujeres, que tuve que reconocer, estaban muy buenas. Una de ellas era de
origen rumano y la otra rusa y según me dijeron, trabajaban en la industria inmobiliaria.
Nicoleta era de Transilvania, del centro de Rumania y había nacido cerca del Castillo del
Conde Drácula y Natacha era moscovita, y me recordaba a una amiga del mismo nombre
de origen polaca que había conocido en Madrid.
Las dos medirían casi un metro ochenta y al estar sentados en la terraza, me sentía mejor
que caminando. La chica Rusa tenía una sonrisa y un cuerpo de impresión y era Tauro.
Era rubia y los ojos azules le daban un aire diferente, así que las dejé que hablaran de sus
asuntos y en cuanto pude, me fui al baño, para que mi amigo me siguiera y comprobé que
Emiliano tenía intención de que fuésemos a cenar con ellas, si a mí no me importaba.
Sonriéndome me dijo:
-Hoy voy a comprobar como es de verdad tu amor por esa Susan God.
Bueno, pensé. Una rumana y una rusa cerca del Mar, olían a fruta fresca. Nicoleta me
contó que tenía un hijo de catorce años y que pronto sería más alto que ella. Lo curioso
era que la mujer hablaba con acento sevillano y parecía totalmente andaluza y como yo no
creía el origen que ella me decía, le pregunté en rumano, que como estaba y me respondió
que bien y se rió de que yo supiese algo de su idioma.
Rápidamente comprobé que Emiliano quería probarme, ya que sin mediar palabra,
Nicoleta me dio un beso en los labios, que yo respondí bastante cortado. Me sentía muy
tímido y algo consternado, con aquello, así que después de decidir irnos a cenar, fuimos
caminando Emiliano y Natacha delante, abriendo paso y detrás Nicoleta me tomaba del
brazo muy delicadamente. Nicoleta me comentó que en realidad ella tenía otro nombre y
que no era tan alta, ya que tenía unos tacones de casi diez centímetros y sin darme tiempo
a respirar, sacó del gran bolso que llevaba unas chancletas y se las puso en mitad de la
calle. Me miró a mis ojos y me dijo, ahora puedo abrazarte mejor y efectivamente así lo
hizo. En seguida me di cuenta que no llevaba sujetador y que su espalda tenía un gran
tacto delicado.
Al pasar por un bar cercano, Rocío Durcal me trajo a la realidad, al oír su canción “Fue
tan poco tu cariño” y sin mediar cuenta, acordándome de Susan, le dije:
-Mira Félix, yo trabajo en un sitio de putas y me gano la vida de esa forma, así que relájate
y disfruta de lo lindo, esta noche y cuantas noches en las que me pagues o tu amigo me
amortice. Tú te crees que eres tan atractivo como para qué, al momento de conocerte, una
chica como yo, te va a dar un beso y meterte mano. Anda, bájate del árbol, que aquí en
los Cabos nadie te conoce y a nadie le importa lo que uno haga. Yo por las tardes vendo
pisos y cuando me compran, también voy yo incluida en el precio.
Nada más sentarnos trajeron una botella de “Moët Chandon” y comprobé que Sir Emiliano
Arxona, era súper conocido allí donde íbamos.
Teníamos que cenar deprisa, para poder ir luego al espectáculo donde trabajaban nuestras
acompañantes. Aquello era algo divertido, sobre todo si recordaba que esa tarde le había
quitado una posesión diabólica, un tanto hostil a una mujer y que allí en ese restaurante
seguro que aparecerían personas conocidas de Emiliano y futuros clientes míos.
Recuerdo que Nicoleta puso su mano entre mis piernas y como buscando algo que no
encontraba y mirándome a los ojos y dándome un beso, me dijo al más puro estilo
andaluz:
-”Xoder” qué estrecho eres. Yo no me quiero casar contigo y solo quiero pasar la noche lo
mejor posible, así que ya es hora que la vayas poniendo dura, para socorrerme, antes de
que empiece el espectáculo y me convierta en Caperucita. Quiero que seas mi lobo y me
hagas aullar de placer. Además déjame ganar dignamente mi dinero, que yo vivo de esto.
Yo tenía la risa floja esa noche y decidí reírme de mi mismo todo lo que pudiese, pero de
verdad que aquello me superaba. Solo pensaba en mi chica y sentía un vacío tremendo en
mi cuerpo.
Emiliano les comentaba lo mucho que yo había cambiado y recordaba lo bien que nos lo
habíamos pasado en Madrid, tantas veces años atrás, pero que ahora estaba enamorado de
una mujer peligrosa y recuerdo que Nicoleta se rió bastante y con una cara de desprecio,
dijo que seguro sería teñida. Había confundido peligrosa con pelirrojaDe primero
compartimos la comida y fue cuando le
Emiliano les contaba que yo les hiciera el “leoncito” y que tanto el león como el lobo, eran
unos de mis animales favoritos y que tenía entendido que yo aullaba de maravilla y que
como había luna llena, Nicoleta se lo pasaría muy bien conmigo esa noche.
Era tanta la risa que tenían mis amigos, que hasta el dueño del restaurante le pidió a
Emiliano sentarse con nosotros un momento y él ordenó a su cuenta, otra botella de
Champagne.
En ese momento, Emiliano me la jugó. Había contratado un “gallo” o sea seis canciones y
nada más llegar los mariachis, se me acercaron y empezaron a cantar “El Caballo Blanco”.
Para qué fue aquello. Hicimos un verdadero espectáculo cantando corridos de José Alfredo
Jiménez, que para mí son de los anclajes más fuertes que tengo y durante unos minutos
me convertí en un salvaje cantando rancheras. Emiliano, las dos señoritas, el dueño del
restaurante y otras personas que no conocía formamos un coro de música con mucha
alma, que es como cantamos en México. Terminamos con “La Adelita” en el más estilo de
Jorge Negrete, mientras la gente aplaudía a rabiar.
Más relajado llegamos al cabaret donde actuaban las amigas de mi amigo y después de que
Emiliano siguiera en sus trece de seguir con la fiesta, decidimos que valía la pena reírnos
un rato esa noche y pasárnoslo muy bien. Él había cerrado un trato muy bueno esa
mañana y el Método Walt Disney le había servido de mucho, quería celebrarlo, yéndonos
de juerga.
En el local donde actuaban nuestras compañeras, bajamos por unas escaleras y derecho
nos fuimos a ponernos en primera fila, para no perdernos el espectáculo. Casi no habíamos
terminado de sentarnos, cuando nos ponen sendas botellas de Champagne y a mi me traían
un zumo de piña o más bien una piña colada sin alcohol. Emiliano no paraba de reírse y de
decirme, que le daba envidia de lo fuerte que me había dado con Susan y se imaginaba
como debía de ser esa mujer….
“Como un amor sin amado y como miembros que sentimos que no tenemos. Es el echar
de menos lo que no somos; el sentirnos incompletos” José Ortega y Gasset.
El espectáculo tardaría cerca de una hora en empezar y no entendía muy bien lo de las
botellas de champagne, ya que ni Emiliano ni yo bebíamos y fue cuando me contestó que
eran para las chicas. En ese momento aparecían Natacha y Nicoleta, bastante ligeras de
ropa y se sentaron a nuestro lado.
Nicoleta me decía que lo que me pasaba conmigo nunca le había ocurrido anteriormente,
ya que normalmente por lo que cobraba por una noche, le habían hecho de todo, pero
nunca la habían despreciado como yo lo estaba haciendo.
Intenté explicarle, que para mi había sido una sorpresa lo que Emiliano había hecho al
contratarlas y ella me volvió a pedir por segunda vez, que la dejase ganar dignamente su
dinero, que aunque ella había cobrado por adelantado, quería hacerme feliz.
Así que nos pusimos a platicar sobre su vida y me comentó que tenía un trauma tremendo
y que sufría de claustrofobia.
Yo le comenté que se lo podía quitar y tan solo necesitaba un lugar cerrado donde
pudiéramos estar tranquilos y fue cuando vi la cara de Nicoleta iluminarse. Me tomó de la
mano y me llevó a un reservado donde me pidió que se lo quitara, mientras ella hacía lo
propio con su ropa.
Creo reconocer que soy una persona con muchas tablas, aunque aquello me desbordaba.
Estábamos los dos encima de una cama, con muy poca luz y yo necesitaba una silla para
sentarme y así poder hacer muy bien mi trabajo.
Estábamos los dos, en uno de los reservados de aquel cabaret y la situación era de película
de risa. Así que sin más dilación le pedí que cerrase sus ojos e hiciese una respiración lenta
y profunda. Al principio me costaba verle la cara, disfrazada y conforme mis ojos se
hacían a la oscuridad, pude verle casi todo su cuerpo. Bueno el que no tenía cubierto por
su disfraz de Caperucita. No era cuestión de pedirle que se lo quitara…
Lo primero que hice, fue hacerle un anclaje que me permitiese sacarla rápidamente de un
atolladero. Le pedí que se imaginase que estaba en un cine y que estaba sola, comiendo
palomitas y que proyectaban una película, que trataba sobre su vida. De esta manera la
tendría disociada y podría asociarla cuando lo creyera conveniente.
Así que la induje a un estado de trance y la llevé a su pasado, donde ella hubiese vivido
una situación magnífica y después de que ella le hubiese puesto música, un olor y un sabor,
utilizando el chasquido de mis dedos, y cerrando su mano derecha, la anclé de una manera
poderosa. La asocié a la escena y le pedí que me contase lo que veía y fui haciendo que
ella volviese a vivir de una manera virtual su pasado.
Sus facciones se volvieron las de una niña y mientras se reía constantemente. El color de
su piel y su temperatura cambiaron, mientras que su cabeza se movía de un lado a otro.
Le pedí entonces que parase la escena y que la minimizase como si se tratase de una
página WEB.
A través de una respiración lenta y profunda la puse en punto muerto. En ese momento
ella no estaba utilizando ni el hemisferio derecho ni el izquierdo. Después de aquello, le
pedí que se imaginase que estaba en el cine, en su sitio sentada en mitad de la sala,
totalmente disociada
Le pedí que me contase la primera vez que sufrió de claustrofobia y me comentó que fue
hace mucho tiempo, cuando dejaron su pueblo y se mudaron a Bucarest.
Ella reaccionaba muy bien a mis instrucciones y cuando le pedí que me dijera lo que veía,
me indicó que se encontraba con varios de sus primos en un ascensor en un edificio alto y
de repente se quedaron atrapados en él. Su cara cambió y se volvió seria. Sus manos y
pies empezaron a moverse, mientras ella me comentaba lo que veía.
Al principio todos pasaron mucho miedo y cuando sus primos que eran mayores, se
empezaron a reír de ella, le entró mucho miedo.
Le pregunté sobre la edad que ella tenía y me contestó que acababa de cumplir 12 años y
fue capaz de decirme la ropa que llevaba puesta ese día. Respiraba con cierta dificultad y
empezaba a sudar.
Al preguntarle sobre lo que sentía, se me echó a llorar desconsoladamente ya que se había
asociado a la escena.
Rápidamente preguntándole por su número de celular, y pidiéndole que mirase hacia arriba,
la fui disociando. Utilizando los anclajes, le cambie de escena.
Le pedí que hiciera otra respiración lenta y profunda y me la llevé a la primera
visualización. La positiva y volví a asociarla. Esta vez parecía más normal.
Otra respiración profunda y después de preguntarle si quería regresar a la escena, al
decirme que no sabía lo que hacer, la pude traer a su presente siguiendo el trance y le pedí
que me contase todo lo bueno que había hecho en su vida.
Me comentó que tenía un hijo de catorce años y que era muy alto y que él no sabía donde
ella trabajaba como prostituta. Me comentó que había ido a vivir a España con sus tíos y
que conoció Cádiz, “La Tacita de Plata”.
Muy orgullosa me contó que con sus ahorros, tenía una casa en propiedad y quería que su
hijo estudiase una carrera. Cada vez que me contaba uno de sus logros, le tocaba un
hombro y la anclaba, haciéndole un apilamiento de anclajes.
Cuando comprendí que Nicoleta se sentía con fuerzas, la llevé disociada al ascensor, para
que me siguiera contando lo que veía en la película que se proyectaba, en tercera persona.
Me comentó que sus primos se estaban riendo de ella, ya que le decían que se quedaría
toda su vida metida en el ascensor, mientras que a ellos les sacarían.
-Entonces me desnudaron y cada uno de ellos me violó repetidas veces. Yo era virgen y
me dijeron que a partir de ese momento, que solo podría ejercer de puta y que ellos serían
mis chulos, ya que como mi padre había muerto, ahora les pertenecía y podían hacer
conmigo lo que quisieran.
La dejé que sacara toda la energía negativa que tenía por dentro y utilizando los anclajes
previos, a los pocos minutos se había calmado. Le pedí que hiciera una respiración
profunda y le toqué el hombro, a lo cual reaccionó rápidamente.
La tenía otra vez disociada y le pedí que partiera la pantalla de cine en dos y a la izquierda
pusiera la escena del ascensor y a la derecha la escena de lo que había realizado con su
vida. Entonces le pedí que se centrase en la escena donde sus primos se reían y que
minimizara a sus primos.
Le pedí que se imaginara que dentro del ascensor había otro ascensor que bajaba y
mientras le tocaba el hombro le dije que viera como el espíritu de su padre la venía a
rescatar y que se dieran un abrazo. Utilizando el chasquido, amplifiqué el anclaje positivo y
ahora los dos, padre e hija lloraban de la emoción del reencuentro.
Los dejé que se abrazaran unos segundos y le pedí que se imaginara que el espíritu de su
padre se quedaría por siempre con ella y que al despedirse cuando su padre se marchaba
en el ascensor, le dejaba a él, que regresara a su mundo espiritual. Antes de despedirse, su
padre le dijo, que a partir de ese día, ella dejaría de prostituirse y que pusiera el negocio
que quería y que pronto encontraría un hombre con el que reharía su vida.
Lo demás fue muy fácil, ya que la saqué pronto de su pasado y después de haberlo
cambiado, modificamos su presente.
Le hice un puente al futuro donde se viese ella con su propio negocio, una tienda de ropa,
criando a su hijo, habiendo perdonado a todo el mundo, empezando por ella misma y
compartiendo su vida con un gran hombre.
Había pasado más de una hora desde que habíamos entrado en el reservado y no dejaban
de llamar a la puerta para que saliésemos, así que la traje al presente y al abrir sus ojos y
después de darle unos segundos para que volviera al mundo real, tan solo me dijo:
Multumesec y yo le contesté Bini.
Emiliano y yo nos dimos un fortísimo abrazo y alguna lágrima saltó nuevamente de mis
ojos, esta vez de felicidad. Esos días emocionalmente estaba un poco alterado, por lo que
me estaba pasando con Susan.
Nos sentamos los dos cogidos de la mano y al otro lado en el mismo sillón se sentaron
Emiliano y Natacha. Nicoleta no decía nada, tan solo me gemía como dándome las gracias.
Mi amigo se levantó para brindar y los cuatro por fin levantamos las copas de champagne
y brindamos por NOSOTROS y Nicoleta añadió por mi felicidad.
Por primera vez en muchos años, bebí un poco de alcohol y Nicoleta me besó
disimuladamente. No me sentí culpable de lo que hacía, así que lo disfruté más si cabe.
Se había corrido la voz entre las chicas, de que yo era un hipnotizador y se presentó el
dueño del cabaret, al cual Emiliano conocía mucho y me pidió que le hiciera un favor. Que
hiciera un número de hipnotismo delante del público. Nicoleta me defendió diciendo que lo
que yo le había hecho era algo más que un milagro.
El hombre se disculpó por su osadía y nos invitó a otra botella. Yo me sentía feliz al ver la
cara de mi amiga y cuando el presentador del espectáculo me preguntó si era gachupín,
empezó otra diversión, ya que empezó a cantar “El conejo de la Loles” y ahí nos tienen en
el escenario a los cuatro cantando… La Loles tenía un conejo chiquitito y juguetón…
Mejor dicho a Emiliano, Nicoleta y yo, ya que Natacha no conocía la canción.
Para qué fue aquello. Pasamos una noche muy divertida y nos reímos de lo lindo. Nos
despedimos de las chicas e intercambiamos los teléfonos y Nicoleta me comentó que me
llamaría, ya que como tenía el dinero ahorrado, montaría su boutique.
Tuvimos que coger un taxi, ya que no nos veíamos en condiciones de conducir. Emiliano
me preguntó lo que habíamos hecho en el reservado y no podía creérselo, cuando le conté
lo que le había sucedido y sobre todo que tampoco me hubiese acostado con Caperucita.
11 de Septiembre
Al día siguiente muy temprano por la mañana, Susan me llamó por teléfono para decirme
que había regresado de California y me quería ver, ya que me había echado mucho de
menos durante esos días. Así que me tomé unas merecidas vacaciones y después de haber
arreglado mi agenda, Emiliano me llevó en su coche deportivo hasta la Paz, donde tomaría
el barco que me trasportaría a la isla.
Al principio del trayecto, nos reímos mucho de la noche que pasamos con las chicas en
aquel cabaret y después de haber tomado la autopista, hablamos de nuestro futuro y de lo
que esperábamos de él. Llegamos muy rápido a nuestro destino y antes de partir la lancha
me subí y al sentarme visualicé como quería que fuese mi futuro ese día y me preparé para
ir a buscarla al restaurante. Al llegar, ella acababa de salir para el mercado y decidí pasarme
por mi casa a dejar mis cosas y darme otra ducha, ya que ese día, hacía mucho calor,
sobre todo con una humedad del 78%.
Al entrar, me fui derecho al patio de la planta baja y descubrí que mi gatita Luna todavía
no había parido a sus gatitos y me entretuve dándole mimitos y algún que otro besito. Dejé
incluso que me acompañase al baño, mientras me afeitaba y me duchaba. Ella me miraba
con mucha curiosidad y se ponía de pie, apoyándose en el borde de la bañera, mientras yo
me entretenía con el agua que bañaba mi cuerpo.
Eran casi las dos de la tarde cuando le pedí a Susan que nos bañásemos juntos y mientras
le lavaba el pelo y le acariciaba la espalda, me la comía a besos por todo el cuerpo. Se nos
hizo bastante tarde y tuvimos que salir como los bomberos a la hora de ir a apagar un
fuego y en unos minutos llegamos al restaurante donde me tenía la mejor mesa reservada
para mí. Mientras calmaba mi apetito, la veía a ella moviéndose entre las mesas, vestida de
“China Poblana” y ella me dedicaba una risa picarona, pidiéndome que comiese, aunque
yo prefería esperarla a ella, para hacerlo juntos.
Mientras observaba el ir y venir de los camareros, deducía que los clientes del restaurante,
eran normalmente los dueños de veleros que atracaban en la isla, para comer o cenar
tranquilamente. Pocos lugareños venían, ya que el precio medio por persona, rondaba los
cien dólares y eso era mucho dinero en aquella isla. Claro que se comía con champagne y
vinos selectos y los postres eran deliciosos, además de que el pescado era del día y los
mariscos se cocían en el momento.
Por un momento detuve el tiempo y sin darme apenas cuenta, mi hice una auto hipnosis y
me visualicé en mi futuro, viajando con ella por todo el mundo y disfrutando de los
pequeños placeres de la vida, que son los que a la postre, merecen la pena. Ensimismado
en mis pensamientos, al abrir mis ojos descubrí que ella estaba sentada a la mesa
mirándome la cara. Me preguntó entonces que si estaba durmiendo y que si la respetaría
en el futuro cuando conociese a sus hijos y le contesté:
-Yo respeto tu vida. A tus hijos y tu trabajo. Pero ¿sabes por qué? Porque tú Susana
María, me mereces todo la consideración del mundo. Cuando estoy a tu lado, o pienso en
ti, siento como los vellos de mi cuerpo se cargan de electricidad. Me imagino que yo estoy
a tu lado y me siento el hombre más feliz del mundo.
Yo no se si es amor lo que siento por ti, pero lo que sí de verdad sé, es que todos estos
días a tu lado, han sido maravillosos para mí. Cada momento en que te he cogido de la
mano, me he sentido feliz. Cada beso que te he dado, ha ido preñado de mi amor y cada
vez que te he mirado a los ojos, sin decírtelo, te lo he dicho implícitamente.
Me siento dichoso de ser tu pareja y no voy a tirarlo por la borda. Te miro a los ojos y me
veo reflejado en ellos. Te tomo de la mano y siento como si tu mano fuese la mía. Te doy
un beso y siento como tu cuerpo y el mío, conforman en una unidad. De nada me vale
sentir lo que siento por ti, si yo no te supiese respetar, entonces sería otra cosa y no estoy
para perder el tiempo. Cuando yo no estoy a tú lado, siento que de alguna manera estamos
juntos, pero hago mi vida, sin sentir ninguna atadura. Cuando el sentimiento es tan
profundo como el mío, las cosas pequeñas se convierten en maravillosas y tú Susana
María, eres esa mujer, que tal vez vengo deseando desde que tengo uso de razón. Por eso
te llamo deseo; realidad porque compartimos nuestras vidas. Hace poco tiempo tu me
decías que te daba la impresión, de que me conocías de toda la vida y a mi me ocurre lo
mismo.
Susana María, entonces me miró a los ojos y me dijo: Vuelve a llamarme Susan por favor
y poniendo cara seria continuó:
-El día en que te metas en mi vida o me digas lo que tengo que hacer o el día en que yo no
pueda estar a gusto a tu lado, te dejo. No quiero atarme a nadie. Yo ya sé lo que se siente,
viviendo la vida de otras personas y no pienso nunca más, volverlo a sentir en mi cuerpo.
Yo quiero vivir mi propia vida sobre cualquier otra cosa y ni tú ni nadie me lo va ha
impedir esta vez. Yo no quiero volver a vivir la vida de otra persona.
Una dulzura que solo la había visto en su expresión en momentos muy íntimos y me
resultaba difícil que ella se manifestase así de tierna conmigo en su propio restaurante,
delante de todos, sin importarle lo que pudieran pensar las personas que allí se
encontraban.
De pronto su aparente frialdad, había dado paso a una mujer que me inspiraba amor, por
cada poro de mi piel. Me había enamorado profundamente de ella y sentía que ella me
correspondía, dándome la vibración más hermosa que un humano puede sentir.
-Tal vez por eso mis hijos, me dicen que yo soy rara, pero no me conformo con ser la
fotógrafa de nadie y mucho menos la cocinera. Yo quiero una relación de tú a tú y ten en
cuenta que otro enlace no me vale. Mi libertad no me la vuelve a quitar nadie, incluso mis
hijos, ya que cuando me divorcié, hice todo lo que estuvo en mi mano, para que ellos no
sufrieran y al final me dejaron de respetar.
A tu lado me siento libre y eso es lo que me atrae de ti. Yo puedo compartir mis cosas
contigo sin dejar de ser yo misma, ni sentirme oprimida, pero en el momento en que lo
sienta, te dejo.
Mientras la observaba, nuestras piernas se cruzaban por debajo de la mesa y las miradas se
transformaban en una sola. Ella seguía diciéndome:
-Tengo que reconocerte que tengo miedo de ti. Quiero más, pero no quiero meter la pata.
Hay dos personas en mí. Una Susana María, que no deja de pensar en lo feliz que sería a
tú lado. Que desea que me llames y la otra se rebela y dice:
-No Susan God. Nada ni nadie podrá derrotarte y se rebela constantemente y oigo una voz
que me dice: olvídate de Félix Gómez, antes que él lo haga contigo. Por eso algunas veces
no sé con exactitud lo que debo de hacer. Es una gran contradicción la que siento en este
momento.
No quiero quererte, pero quiero quererte. No la fastidiemos por favor. Hagamos que
nuestra vida cuente y que cada uno comparta solo una parte de su vida, sin dejar de ser
nunca nosotros mismos. No quiero ataduras, ni problemas. Quiero poder alguna vez volver
a ser tierna y dulce, pero no la tonta que fui, viviendo por y para los demás. La vida es
demasiado bonita como para perderla en cuestiones banales. Quiero seguir siendo libre y
solo así podré mantener una relación contigo, sin límites pero sin limitaciones. Si te llego a
querer, sé que será para toda la vida. Otra cosa no me vale. Necesito que me des tiempo y
me comprendas. No fuerces nunca la situación, pero si me vas a querer, quiéreme sin
límites. Yo haré lo mismo contigo.
De pronto me di cuenta que otra vez también los camareros nos habían dejado solos,
cerrando el restaurante y dejándonos la música ambiental puesta. Me di cuenta de que
Susan no bebía su coñac, ni fumaba su puro como el primer día en que la había visitado y
todo era diferente.
De pronto se escuchaba a Celine Dion & Andrea Bocelli interpretar “The Prayer” y Susan
me sacó a bailar. Su expresión se había tornado muy triste cuando me dijo al oído:
-Tengo cáncer desde hace tres años y estoy en proceso de vencerlo. No quiero que me
tengas lástima, pero necesitaba decírtelo para que actúes en consecuencia. Si quieres
dejarme, lo entendería, pero hazlo ahora mismo y así no sufriremos ninguno de los dos.
Serás entonces tan solo un recuerdo bonito. Pero si te quedas, ámame con todas tus
fuerzas y yo haré lo mismo contigo.
Aquello me removió mi cuerpo y la abracé como nunca lo había hecho en toda mi vida.
Los dos rompimos a llorar sin querernos soltar. Yo tenía que ser fuerte y darle confianza,
sin embargo me sentía derretido como la mantequilla al ser puesta en una sartén.
Bailábamos y no parábamos de besarnos, sin soltarnos del abrazo más conmovedor que
había sentido nunca.
En ese momento, por arte de magia, escuchábamos a Jeannette cantar “Cállate niña no
llores más”. Hacía posiblemente unos treinta años que no la escuchaba. La magia del amor,
nuevamente nos envolvía.
Cada vez que intentaba decir algo, ella con el dedo índice de su mano derecha me callaba.
De pronto sin saber cómo, nuestro llanto cesó y pasamos a esbozar una pequeña sonrisa.
Cogidos de la mano, nos sentamos esta vez en un precioso sillón blanco que había en la
entrada y sin decirnos nada, escuchando a Juan Sebastián Bach interpretar “Jesús tú eres
mi alegría”, abrazados y después de habernos descalzado nos dormimos acurrucados y
vestidos, o por lo menos yo si me dormí.
Recuerdo que escuchamos La Suite del Gran Cañón de Ferde Grofé y que nos
acariciábamos el cuerpo. Tenía un sabor agridulce en mi boca y algo seca, hasta que Susan
se levantó y al hacerlo yo también, ella me pidió que la esperase unos segundos y apareció
con un zumo de frutas naturales y dándomelo como si yo fuese su niño pequeño, me pidió
que saliésemos al jardín donde el primer día nos habíamos revolcado con la lluvia y el
barro.
12 de septiembre
Al día siguiente no podía dejar de pensar en ella. Me estaba cautivando con su forma de
ser, por su alegría, por sus ojos, por esa vitalidad, que Susan emitía, con cada soplido de
su respiración.
Cogí el teléfono y la llamé para que nos viéramos, pero su familia había venido a pasar las
Fiestas del Grito, o sea de la Independencia. Como no escuché demasiado interés por
verme, le dije que me iría a la Capital del Estado a ver a un amigo y después iría a Oaxaca
a pasar las fiestas con mi familia y que posteriormente, le daría una gran sorpresa.
En ese momento Susan me pidió que nos viéramos y quedamos en mi casa. En lugar de
vernos después de la comida, ella me pidió que cocinara algo especial para ella. Yo tenía
que reaccionar muy bien y entonces me acordé de Doña Emilia de la Cruz. Ella un día me
dio una receta rápida para casos comprometidos y como yo no me acordaba del todo bien,
tuve que llamar a mi casa de Oaxaca y pedirle a una de mis hermanas el teléfono de Doña
Emy, la Reina de la cocina, para que me diera los últimos detalles.
Tenía que sorprender a mi amada, pero solo tenía dos horas para hacerlo. Busqué lo más
rápido que pude los ingredientes y antes de que ella, llamase a la puerta, ya yo tenía
acabada la comida.
Al abrirle la puerta de mi casa, quise que todo estuviese en orden y le pedí a Dios que ella
no abriera los armarios, donde había colocado en su interior, todo lo que no estaba en su
sitio. Así que media casa mía, estaba escondida en los armarios.
Cuando ella llegó, yo ya tenía puesta la mesa. Le di un beso, pero sobre todo un abrazo,
donde le transmití todo mi amor en forma de achuchón cariñoso. Entonces le miré los ojos
y descubrí unas perlas preciosas que llevaba puestas y que hacían juego con esos
hermosos ojos de brujita recatada. Le enseñé la casa y ella se sorprendió de lo recogida
que la tenía, pero ella no podía imaginar el desorden de los armarios. Entonces le jugué
una broma que al principio ella no entendió y que me pudo costar muy caro. Quería de una
manera muy divertida, que lo de su enfermedad no fuese un obstáculo en nuestras vidas.
Antes de sentarse en la mesa nos besamos muy despacio y mirándome a los ojos me dijo:
-Félix, quería saber de lo que tú eres capaz de hacer por mí y tengo muchas ganas de que
me sorprendas con la comida. A propósito: ¿donde está?
Al ver el mantel de la mesa, se detuvo tocándolo y me dijo que estaba hecho a mano y le
comenté que también lo había comprado en una tienda hindú de Panamá. En ese preciso
momento llamaban a la puerta y antes de abrirla, me puse a sudar de espanto. Susan se
quedó detrás de mí y se escondió para que nadie la pudiera reconocer. Nada más abrir la
puerta le pedí a la persona que llamaba que se callara y un chico de unos 15 años más o
menos gritaba a todo pulmón:
-Aquí está su comida "señol". La comida “más lápida del Chino Veloz”.
Yo le pedía que se callase la boca y que se fuese dejándome el "paquete" lo antes posible,
pero él insistía: Aquí el “Chino Veloz”, la comida más "lapida" de México.
Tuve que darle doble de propina al chamaco, para que se callara y un poco más para que
se fuera. Al cerrar la puerta, pude ver la cara de enfado y de desilusión de Susan. Cogió el
bolso y se disponía a irse cuando le pedí disculpas por la broma. Ella estaba casi fuera de
sí, mientras me decía:
-Tú te irás tan rápido de mi vida, como la comida del “Chino veloz”. ¿Cómo has podido
hacerme esto a mí?
La sujeté muy fuerte de sus brazos y le pedí que se sentase en la mesa, mientras ella
gesticulando con sus manos y haciéndome una tremenda peineta me dijo:
-Siempre te he dado lo mejor que tengo y tú vas y encargas comida rápida. ¿Quién te has
creído que soy yo? ¿La dueña de Outback comiendo comida rápida en casa de su amante?
Yo no quiero ser esa mujer. Me has decepcionado enormemente.
Por primera vez en mi vida le grité a Susan y le dije:
-Dame dos minutos y te lo explico. No vas a comel nada de comida lápida. Tengo ya
hecha la comida. Lo del chino era una broma, pero nunca pude pensar que fuese para ti,
de tan mal gusto.
Me metí a la cocina y a los dos minutos me presenté en la mesa con una bandeja de
calamares en su tinta. Sin dejar de mirarla a los ojos le decía que la bolsa del Chino Veloz
estaba intacta y que no tenía nada de comida. Le pedí que la abriera y que viera el
contenido.
Susan de mala manera abrió el paquete de comida y sacó de él, un pantalón vaquero que la
mujer del dueño del Chino Veloz me había cosido los bajos de las piernas e intentó que me
lo comiese.
Le expliqué a Susan, que yo me había hecho amigo del dueño del restaurante chino, ya
que como yo no sé hacer arroz, lo suelo comprar hecho en su restaurante.
Le había pedido a su mujer que me cogiera la basta de los vaqueros y cuando te llamé por
teléfono iba a recogerlos y fue cuando, se me ocurrió la idea de decirle a mi amigo Eloy
Fong, que a la hora de comer me mandara con un repartidor de comida del restaurante de
su primo, el vaquero envuelto como si fuera comida, ya que yo quería gastar una broma a
una amiga.
Susan empezó a comer de mala gana los calamares y su cara era un verdadero poema. Ella
me había dicho en cierta ocasión que le gustaban mucho, pero no limpiarlos, así que yo le
hacía calamares en su tinta. También le confesé que había estado a punto de comprar el
arroz, pero me había dado la corazonada de que a Susan no le gustaba nada la comida
rápida.
Poco a poco la cara de "Mi Aborigen" cambiaba y no podía entender como yo, que era tan
torpe a la hora de cocinar, pudiese hacerle un plato tan delicioso. Tanto es así que me pidió
la receta y yo le dije que no se la daría. Esa mañana tuvimos otra pequeña "trifulca" que
esperaba fuese la primera y la última.
Mientras comíamos puse música de Richard Claiderman y a partir de ese momento, todo
resultó maravilloso. Susan ese día venía muy guapa. Lucía un traje de CD, de verano con
chaqueta roja con puntos blancos y parecía bastante más joven y estaba buenísima.
Eso quisiera yo, le respondí. Nos abrazamos y estuvimos así durante mucho tiempo y sé
que recordaré mientras viva, el día de los calamares y del Chino Veloz. Durante muchas
horas, que parecieron unos pocos minutos, le dije cuanto la quería. Nos amamos
tiernamente y luego violentamente, pero mi vida empezaba a tomar otro rumbo.
Susan me confesó, que también su vida estaba cambiando y que me había querido ver
antes de que yo me hubiese ido de vacaciones, para así poder recordar mi olor y lo que
sentía al acurrucarse en mis brazos y al sentirse poseída por el amor que estaba
empezando a sentir por mí.
En ese momento mientras Susan me decía aquello, pegué un fuerte brinco en la cama. Ella
nunca me había hablado del tercero. Al observar mi sorpresa ella me dijo:
-Te dije en una ocasión que mis dos hijos me suelen acompañar a la pesca de las langostas,
pero también tengo una sobrina pequeña a la que quiero como si fuese mi propia hija. La
quiero muchísimo y es muy guapa e inteligente. Ella ha salido a mí y estoy segura que ella
nunca cometerá los mismos errores que yo he vivido en mis propias carnes. En ese
momento Susan debió leer mi pensamiento y sin dudar me dijo:
-Vete con tu familia a Oaxaca y cuando vuelvas, entonces habrá pasado un tiempo y
tendremos los dos las cosas más claras. Nuestra relación ha funcionado por la libertad y
confianza que tenemos el uno en el otro. No la fastidiemos atándonos en una dependencia
profunda e inútil. Vayamos poco a poco, sin pensar en el futuro, pero disfrutando cada
momento que vivamos juntos. Además quiero pedirte que hagas lo que hagas y pase lo que
pase, no me cuentes nada de lo que haces ya que para mi será importante descubrir estos
días o semanas sin saber nada el uno el otro, lo que de verdad siento por ti.
Durante unos segundos nos miramos a los ojos sin decirnos nada. Ella seguía fumando un
cigarrillo muy despacio, mientras acariciaba mi cuerpo lentamente. Yo le rozaba los brazos
con los míos y fijaba mi mirada en sus pechos y en ese maravilloso cuerpo elástico que
Susan tenía. De pronto me llené de una pasión inmensa y me convertí en un león a cámara
lenta. Nos besamos y nos amamos hasta que la cama de los saltos que dábamos, se rompió
y aquello nos devolvió a la realidad. Rodamos un poco por el suelo mientras yo me moría
de vergüenza pensando en el golpe que nos habíamos dado al caernos al suelo. Colocamos
unos libros a modo de pata y por si acaso, también puse unos maderos de la chimenea.
Casi al anochecer ella se tuvo que marchar. Yo pronto volvería a ver a mi familia en
Oaxaca y pasaría por el quirófano, ya que tenía un lunar en la espalda y otro en la cabeza,
que me tenían que quitar. Al despedirnos, lo hicimos dentro de mi casa, para que nadie nos
viera. Nos abrazamos fuertemente y después de darnos un beso, ella cogió su bolso y al
irse alejando me dijo:
Por la mañana muy temprano fui a explicarle al dueño de la casa, lo que había ocurrido
con la cama y a pagársela. Él me recibió de muy mala manera y me quiso cobrar a precio
de oro, así que decidí contratar otra casa que me habían ofrecido esos días en mejores
condiciones y que estaba más cercana al embarcadero y como tenía pocas cosas que
mudar, tomé rápidamente la decisión de cambiarme. Cuando estaba terminando el traslado,
Susan me llamó por teléfono y me preguntó que a qué hora cogería el barco que me
llevaría al continente. Me pidió que la esperase, ya que ella también tenía que ir de
recados, así que a los pocos minutos me pasó a recoger cerca del mercado y como se le
había olvidado algo en el restaurante, aproveché para ir a pagarle al casero la cama nueva y
arreglar con él, unos asuntos pendientes.
A los pocos minutos íbamos los dos en la proa, dejando detrás esa isla que había sido
testigo mudo de nuestro amor. Ella me comentó que tenía que ir a otra ciudad a pagar los
impuestos y que muchas veces, esa situación era de las más difíciles que ella tenía que
soportar.
Cada cinco minutos sonaba su teléfono y Susan hablaba como una ametralladora dando las
instrucciones a sus empleados para que todo estuviese en su sitio. Al llegar a puerto,
tomamos un taxi y nos dirigimos a la oficina de impuestos y al salir, le compré un melón
pequeño del tamaño de la mitad de una pelota de fútbol, que al final me llevé yo conmigo.
Creo que era el primer melón que compraba que no me lo vendían como si fuera de Villa
Conejos, lugar de donde dicen que proceden los mejores melones españoles y en
Santander en los años setenta te gritaban: Tres melones, veinte duros. Qué tiempos
aquellos en los que Karina, nos cantaba: “No somos ni Romeo ni Julieta, viviendo
prisioneros de nuestro amor”…Le propuse irnos a un hotel para darle rienda suelta a
nuestro amor.
Susan me dijo, que ella no quería ser solo mi amante y que yo le daba la impresión con mi
actitud, que solo la quería por el sexo. Entonces cogí a Susan por los hombros. La detuve
frente a mis ojos y le dije:
-Tu miedo a dejar de ser tú misma y a volver a perder tu libertad, es lo que de verdad te
bloquea, cuando tú estás a mi lado. Yo se que tú no quieres una relación donde tengas que
estar pendiente de tú pareja y como en cierta ocasión te dije, tú nunca volverás a vivir la
vida de otra persona y mucho menos la mía. Yo te quiero por todo lo que tú eres. Una
mujer con unos valores morales increíbles. Amas a tus hijos, dándoles libertad de ser ellos
mismos. Eres muy guapa, muy inteligente, dura como un cocodrilo y tierna como un osito
de peluche. Estoy cautivado por tu forma de ser y no quiero que cambies nunca nada, que
tú no quieras transformar. solo te pido que te arriesgues un poco a mi lado y que me
quieras conforme a tus sentimientos. Yo te daré todo el tiempo que tú necesites, pero en
ningún momento, te forzaré a dar un paso que te pueda perjudicar y apartar de mi lado. He
estado con algunas mujeres, pero nunca me he sentido tan dichoso en mi presente y en mi
futuro, como contigo.
Algunas veces le pido a Dios que tú seas la mujer de mi vida. Pero tengo que confesarte
que también siento miedo. Yo soy libre.
Libre como el viento y nunca más en mi vida, me sentiré una nube. Yo ahora volveré con
los míos y pasaré estos días lejos de ti. Si después de que pase este tiempo, yo sigo
experimentando ese amor que siento por ti, te pediré que nos demos una oportunidad de
seguir siendo felices juntos.
Durante algunos minutos no nos dijimos nada. Tan solo nos mirábamos a los ojos, cuando
de pronto Susan me invitó a comer a un restaurante especializado en carnes. Me recordaba
a uno muy parecido que hay en San Lorenzo del Escorial en España.
Al terminar de comer, por fin pude pagar una comida estando con ella. Recuerdo que bebió
mucho vino y que este era español. Concretamente Marqués de Riscal y yo también bebí
un poquito.
Como ella tenía que regresar a la isla, me sentía un poco vacío, pero Susan es mucha
Susan y cambió los planes en el último momento. Durante la comida había desconectado el
móvil y después de una llamada que realizó, me dijo que se quedaría algunas horas
conmigo y fue cuando volvimos a ser esa pareja de enamorados quinceañeros.
Nos sentamos a tomar café, en una terraza donde ella pudiera tomar el sol. Joder como le
gusta tomar el sol a esta mujer, mientras yo me resguardaba debajo de una sombrilla. Ella
me había puesto sus piernas encima de mis muslos y yo con extrema delicadeza, se las
acariciaba. Entonces Susan, me empezó a comer a besos y yo intentaba reprimir mi
timidez, dejando que ella se embriagara de amor. Yo ya estaba borracho perdido de afecto,
hacia la que yo soñaba como dueña de mi corazón.
Cuando superé mi desconcierto inicial, ante las efusivas muestras de cariño de Susan,
disfruté deleitándome de su querer. Pero no podía apartarme del inexorable paso de las
agujas del reloj. Ella debió de leerlo en mis ojos y me propuso pasar una siesta de ensueño.
Nos fuimos a un hotel, bueno aquello no se si llamarle hotel, ya que nos dieron un
camastro donde teníamos que estar de lado y no podíamos ponernos de pie.
Un tanto incómodo el sitio, pero nuestra imaginación se hizo presente y superamos el lance
con total habilidad y armonía. Fue fabuloso, realmente fabuloso. Pude sentirla en toda su
plenitud y yo me sentía poderoso a su lado acariciando su hermoso y prieto cuerpo.
Llegaba al éxtasis con suma facilidad y a los pocos minutos, estaba preparado otra vez.
Creo que aquello fue bastante lujurioso, apasionado, sensual, pero todo ello regado del
amor que continuaba surgiendo entre nosotros.
Al final todo lo bueno se acaba y tuvimos que darnos una especie de ducha sin agua fría,
pero Susan es mucha Susan y no rechistó, ya que el agua salía caliente.
15 de Septiembre
Cuando llegué a mi casa de Oaxaca, mi familia me recibió con los brazos abiertos, pero en
ningún momento pude dejar de pensar en ella. Todos los días que pasaban, miraba mi
teléfono y esperaba que ella me llamara, pero no sabía el motivo de su alejamiento. Yo
debía de respetarla, tal y como ella me lo había pedido. Si yo la llamaba, ella podía sentirse
traicionada.
Capítulo XVI
Las sorpresas que te da la vida
21 de Septiembre
Salí con mi barco de vela amaneciendo de Huatulco en Oaxaca y subí algo más de ropa y
de libros. Llegué casi al medio día y atraqué mi barco cerca de la nueva casa que había
alquilado antes de ir a ver a mi familia y que también estaba relativamente cerca del
restaurante de Susan. Me vestí muy guapo y aunque Susan no me había llamado, mientras
yo había estado con mi familia, me presenté en el restaurante a la hora de cierre de este.
Así tendría tiempo para verla. La miré desde lejos sin que ella se diese cuenta. Llevaba
como siempre, un vestido blanco, que parecía un salto de cama, entre velado, con pedrería
en el medio y el pelo negro lo tenía aún más oscuro. En la mano izquierda llevaba una
pulsera, asemejando a un brazalete de maya plateada. Tenía el pelo escalonado y parecía
una leona de lo salvajemente guapa que estaba.
Ella al verme se puso casi fuera de sí y tomándome del brazo me llevó a lo que debía de
ser su despacho. Allí cerró la puerta y muy enfadada me increpó y me preguntó que por
qué había cambiado de opinión y sobre todo, era lo que yo hacía esa tarde en su
restaurante.
Siempre he pensado que las mujeres algunas veces son muy difíciles de comprender, pero
la reacción se Susan, era como si yo me hubiese transformado en el demonio o algo peor.
Ella no dejaba de increparme y de preguntarme sobre lo que yo hacía allí. Intenté darle un
beso, pero ella violentamente me apartó de sí, exigiéndome que no la tocase. Todo había
pasado muy rápidamente y me sentía como si mi sueño a su lado de derretía en un abrir y
cerrar de ojos.
Mi no entender “niente” le decía. La agarré de los brazos y mirándola fijamente a los ojos,
le dije que era yo, el que tenía que estar molesto con ella, ya que no había sido capaz de
llamarme ningún día y sin embargo, yo si la había complacido en su petición de no
llamarla.
Me preguntó que cómo yo esperaba que me recibiera y le contesté que igual que cuando
me había ido de la isla.
Llena de rabia me miró a los ojos y me dijo:
-Me sentí engañada, traicionada y pensaba que nunca volvería a verte Félix Gómez.
Yo seguía totalmente desconcertado. Así que al preguntarle, sobre el por qué ella se sentía
así, un poco más calmada me comentó que al día siguiente de que yo me hubiese
marchado de la isla, se había encontrado con la dueña de la casa que yo tenía alquilada.
Como había cierta amistad, le preguntó sobre mí y la señora le contestó que yo era un
buen chico, tal vez un tanto solitario y que le había dejado la casa bien recogida. Lástima
que había dejado de alquilar la casa, ya que él o sea tú, habías dejado de alquiler la casa y
regresado con su familia a Oaxaca.
-¿Es o no es cierto?
Rápidamente le contesté: es cierto, pero previamente había alquilado otra más grande, más
cómoda y más cercana al embarcadero y por ende de tu casa. Como siempre nos pasaba,
cuando yo te hablaba de planes, tú me decías que me callara la boca. Por eso no te dije
nada, ya que quería darte una sorpresa al llegar otra vez a la isla y llevarte a mi nueva casa.
Sí quieres vamos donde el dueño y te demostraré que la he alquilado desde antes de irme y
sin fecha de partida.
Susan se echo a llorar como una niña mientras yo la abrazaba y le decía que la quería. Ella
por primera vez desde que la había conocido, se mostraba tan vulnerable y yo cada vez me
sentía más cerca de ella, como cuando me había comentado lo de su enfermedad.
Durante unos minutos estuvimos abrazados, mientras ella me daba pequeños golpes en mi
pecho y casi sin decirnos nada. Nos besábamos, nos tocábamos y nos pellizcábamos como
para demostrarnos que no estábamos todavía en un sueño y me pidió que la llevase a
conocer mi nueva casa.
Antes de salir de su despacho, me dijo que me sentara un momento en una silla, pero no
en la de ella, ya que tenía que dejar algunos asuntos arreglados, así que con la paciencia
que me caracteriza cuando estoy al lado de Susan, me senté solo durante unos segundos.
Aquel despacho estaba lleno de fotos y me recordó a Memy Melo que también tiene su
casa llena de fotos de toda la familia y de sus amistades.
Vi fotografías de muchas personas y por fin pude observar detenidamente una foto de su
madre. Era una mujer muy guapa pero nada nativa y su padre me recordaba a Anthony
Queen. Los que debían de ser sus hermanos o cuñados estaban todos muy guapos. Pero
aquella familia no era demasiado Aborigen, ni sus hijos eran tan pequeños, ya que parecían
tener más de veinte años, como mínimo y estaban vestidos de Marines.
Sus zapatos negros de varios centímetros de alto, los había cambiado por unas zapatillas de
deporte. Parecía una chica de veinte años y ya no se le notaba nada de enfado anterior
hacia mí.
Camino del embarcadero, Susan fue saludando una por una a todas las personas que nos
encontrábamos. Ella era muy apreciada en la isla y a partir de ese momento se me empezó
a conocer como el novio de Susan. Al subirnos al barco, me preguntó que si llevaba agua
potable y que si yo de verdad, sabía navegar. Le contesté rápidamente encendiendo el
pequeño motor de mi velero y ella no podía dar crédito a ello. Salíamos del puerto sin
haber puesto las velas.
Le dije que otro día le demostraría lo buen capitán que era, pero para casos de emergencia,
utilizaba el motor. A los pocos minutos, solo se oían los gritos de las gaviotas que
regresaban a puerto. Susan iba de paquete y yo tuve que montar la mayor y todo solo,
mientras ella miraba con aires de suficiencia. Iba recostada en la proa del barco y con un
cubo, recogía agua de mar y con la otra me la tiraba.
Era la vez, en que más feliz la había conocido y se reía constantemente y por fin se
cumplía uno de mis grandes sueños. Estar en un lugar al aire libre con ella, sin que nadie
nos pudiera ver ni molestar. Tenía tantas cosas que decirle, pero sin embargo, ninguno de
los dos hablaba. Tan solo reíamos, hasta que me preguntó que porque tenía atada a mi
cuerpo una cuerda y le expliqué que como suelo navegar solo, si me llegase a caer al agua,
podría retornar al barco sin problema, además le enseñé una pequeña escalera de cuerdas
que había puesto cerca de la popa.
solo nos agarrábamos de la mano y ya cuando por fin puse todo en su sitio, con una
llevaba el timón y con la otra le acariciaba los rizos del pelo. Era una sensación placentera.
La brisa del aire, las gotas de agua que nos mojaban y eso que todavía no le había
preguntado que cómo estaba y mucho menos, cómo había pasado esos días con su familia.
Por otra parte, de pronto, tenía una sensación rara a su lado.
Como si tuviese un vacío. Había deseado tanto verla, que ahora que la veía enfrente mío,
acurrucada en mi cuerpo, tomaba conciencia de lo que a Susan le habría supuesto el
sentirse engañada por mí, al yo haber dejado la casa que tenía alquilada sin habérselo
advertido.
Muchas veces nuestro pasado es una loza y tal vez a Susan le seguía dando miedo seguir
en la relación que tenía conmigo. Ella se acordaría de su pasado y podía pensar, que para
qué se iba a meter en una relación tan complicada como la que estábamos teniendo.
Yo no le pedía nada, ya que no podía pedirle nada. Quería que las cosas se fuesen
desarrollando conforme a nuestros sentimientos. Pero deseaba con toda mi alma, que
Susana fuese mi compañera de viaje para el resto de mis días. Ella sabía que yo la quería y
también que le estaba dando el tiempo necesario para que actuase en consecuencia y a
partir de ese momento, se terminaría la incomunicación y los malos rollos.
Allí los dos, en pleno Mar de Cortes, con un sol intenso como testigo, disfrutábamos de
nuestra propia compañía y de la fresca brisa marina. Éramos la viva estampa de dos
enamorados adolescentes, que tenían toda la vida por delante y esa era mi sensación
aquella tarde.
Ella me miraba de reojo sin decirme nada. Con una de sus manos, me peinaba mis rizos
del pelo y fue cuando me dijo, que un día me llevaría al peluquero. Aquello no me hizo
mucha gracia, ya que desde hace muchos años, yo me corto mi pelo a ojo y al decírselo
Susan se rio bastante de mí y de mis ocurrencias. Me prometió que a partir de ahora, sería
ella mi peluquera particular.
Mi pelo le recordaba al de su hijo pequeño y para mí fue un piropo maravilloso, que ella
me comparase con tan preciado tesoro. Susan me explicó, que les había prometido a sus
hijos, ir los tres a bucear al Mar de Cortés en cuanto les dieran las vacaciones. Me ofrecí
de capitán voluntario para llevarlos y así le pagaría el corte de pelo. Me comentó de pronto
su origen aborigen y yo le confesé cuánto aquello me encantaba.
Su madre era de origen español, porque sus abuelos maternos eran del norte,
concretamente de Santander y que había conocido a su padre en Veracruz, donde vivía
desde niña y que al casarse, se mudaron cerca de San Diego en California, ya que su papa
por entonces trabajaba en la Navy.
La tarde invitaba a darse un baño, así que anclé el barco muy cerca de una de los cientos
de calas que hay en la costa y quitándome los pantalones, le dije:
Susan volvió a sorprenderme, ya que llevaba un bikini negro bajo la ropa y de un salto,
nadamos hasta la costa. Allí, caminamos unos metros cogiendo conchas y caracolas,
mientras corríamos detrás de unos cangrejos que se escondían en la arena al vernos
acercar. En mitad de aquella cala, estábamos felices alejados de toda mirada indiscreta y
fue cuando Susan se quitó la parte de arriba del bikini, haciendo un gesto de niña traviesa.
Al llegar a su cuerpo, y después de mirarla detenidamente como si fuese la primera vez que
lo hacía y al tocarle un poco sus pechos, le dije que eran “cántaros de miel” y ella siguió
con “que te sulibeyan”, acordándonos de Carlos Mejía Godoy.
Dándome un beso bastante erótico me recordó que ella estaba operada de los ovarios y
que a partir de ahora debería de tirar los preservativos a la basura…, aunque era una pena
que no pudiésemos tener familia.
Me dijo, que no tenía que demostrarle, que yo no era una máquina sexual y que lo que de
verdad quería de mí, era que me entregase, desde dentro, que fuese libre y que dejara que
mi sentimiento y mis emociones fluyeran como un río salvaje, ya que eran del todo
veraces.
Además, me comentó:
-Te he visto la cara mientras intentabas correrte y la tenías llena de tensión. Tú que te
sientes un león, no eras ni un gatito lindo, ya que ellos rugen, sin embargo solo me decías
tímidas palabras. Dame tu amor de verdad. Quiéreme sin esperar nada a cambio, que yo te
daré lo mejor que tengo guardado y que lleva años intentando salir. Debes dejarte llevar sin
pensar; sigue tu ritmo y olvídate si yo estoy disfrutando, solo te pido que me ames, con
todas las fuerzas que tengas y que pongas ese amor, en cada envite que me haces, en cada
beso que nos damos y en cada mirada que intercambiamos, que así yo me cierro y lo
disfruto mucho más. Siente cada momento, mientras te dejas envolver por la magia de la
sensualidad, preñada de nuestro amor. Así que quiero que te desinhibas y grites, rujas o me
digas lo que quieras. Estamos en una cala desierta y nadie nos oirá. A ti que te gusta tanto
la antropología, hazme el amor como si fuésemos primitivos y te recuerdo que en lugar de
pensar, deberás sentir el mayor placer del mundo.
Soy toda tuya y tú en este preciso y único momento, eres del todo mío, y así te tomo y te
interpreto. Te quiero y por eso te doy todo lo que tengo y me despliego a ti, para que me
poseas. No solo mis piernas, o mi sexo, te entrego mi alma, mi corazón, mi deseo y sobre
todo mi espíritu libre.
Me quedé pensando, en lo que Susana me estaba proponiendo y pasé del éxtasis a la calma
y esta solo fue rota, cuando le dije que sus pechos me bailaban la samba de la luna y fue
cuando me hechizó, entregándome su luna creciente. Aquello no era un cuarto menguante
y mientras las comía, con un hambre insaciable, se convirtieron en su luna llena.
Durante unos minutos, resguardados del sol, tomados de la mano nos soñamos, hasta que
me indicó que tenía frío y al igual que nuestra primera noche, -esta vez sin ropa-, la
abrazaba por la espalda, dándole mucha ternura y pequeños mordiscos en la nuca, que con
cada movimiento, iban incrementándose, mientras jugaba con su cuerpo y dejaba que
saliera de mí, mi instinto animal.
Empecé a rugir como un león y, cada vez que lo hacía, me sentía crecer y humedecer,
como jamás lo había sentido. Entonces balanceaba mi éxtasis, hasta poseerla como un
animal.
No podía pensar, solo sentía y cada vez que la acometía rugía. Era todo mi cuerpo, el que
se introducía en el suyo, en un éxtasis embriagantemente lujurioso, donde mi corazón latía
como si fuese a meterse él también y estaba a punto de salirse de mí.
A los pocos minutos, yo estaba pegando gemidos de placer, como nunca lo había hecho
antes en mi vida. Como un volcán en erupción, me sentí el amo del mundo, de la tremenda
y duradera explosión de feromonas que tuve, tanto que hasta ella siguiendo su instinto,
mantuvo un orgasmo infinito. En mi vida había sentido tanto placer, tanta entrega, tanta
pasión, haciendo el amor, con esa auténtica gran mujer que tenía a mi lado y que minutos
antes, al mirar al cielo, su cara y parte de su cuerpo, era lo único que veía.
Había percibido una pasión profunda y creo que por primera vez, le había perdido el
miedo a la muerte. Había creado una tregua con ella y en ese momento me sentía más vivo
y pletórico que nunca. Sin darnos cuenta, habíamos entrado en un trance hipnótico, donde
al querernos juntar en un solo cuerpo, sudábamos a chorros, mientras que con los ojos
entreabiertos, nos mirábamos asustados, por nuestro ímpetu copulativo. No podíamos
parar de amarnos.
Había mirado cara a cara a la muerte y allí estaba ella, dándome su amor, su sexo, su alma
y yo le había correspondido, expresándole mi sentir, mi olor y dado todo mi sabor. Ella me
daba toda su belleza y esa sensualidad implícita, que me hacía sentirme Sansón, con algo
de burro, por la burrada que estábamos haciendo.
Absorbía cada flujo de sus feromonas, mezcladas ya con alguna de las mías y hasta los
pelos de mi cuerpo, e incluso mi cabello, los tenía totalmente erizados de pasión.
La magia del amor, nos envolvía y regalaba momentos indescriptibles de placer, como si
fuésemos dos tapires en celo, a punto de correrse, copulando, en el mayor éxtasis que se
puede sentir.
Me había enfrentado a mi espíritu del león y al dejarle salir y que llevara las riendas, había
combatido como un guerrero, sin miedo, sin dejarme nada para mí y creo que por fin, fui
yo ese salvaje animal racional, que dejó que su lado más primitivo, condujera la situación.
Me veía a mí mismo, como un verdadero volcán y sentía como la lava de mi cuerpo, iba
subiendo y luchaba contra las rocas. Con cada acometida que le daba, esta se hacía más
compacta y líquida, hasta encontrar la salida y explosionar, en una serie de espasmos
continuos.
Pude expresarle, -sin tener que demostrarle-, lo que de verdad, sentía por ella.
Aquello no fue un Leoncito. Fue un “Leonazo”. Nos quedamos tendidos sobre la arena,
sin poder decirnos nada; solo jadeábamos de placer y el poco aire que entraba en nuestros
pulmones era absorbido con intensidad. No podíamos tan siquiera movernos y cuando
pude articular palabra, le pregunté a Susana, si estaba viva.
Cuando me respondió que sí, dejamos que nuestras manos, aún calientes, se juntaran.
Unos minutos después, me dijo que tenía sed y al preguntarle sobre lo que quería beber,
me pidió agua, aunque lo que de verdad le apetecía era una cerveza bien fría.
Le pedí que me esperase unos segundos, que ese problema, quedaría resuelto muy rápido.
Mirándola fijamente a sus ojos, desafiándola, le dije que una mujer como ella, en ese
preciso momento, se merecía una cerveza helada.
Me levanté un poco aturdido y después de darle un beso arrodillado en la arena, y de
saborear una vez más su cuerpo, al ponerme de pie, milagrosamente, la tenía totalmente
extendida.
Me tomó de la mano y diciéndome que dejara el agua para luego, empezamos con el
postre. A continuación nos dimos una comida, mejor dicho, un banquete digno de un Rey
León. Fue muy rápido esta vez, ya que estallamos los dos de placer, al unísono, dejando
salir, todo lo que aun teníamos dentro.
Con nuestras bocas llenas de *.*, nos besamos, nos achuchamos profundamente, hasta el
punto de casi desfallecer.
Ella me recordó lo del agua e hice la mímica de llamar al Chino Veloz, para pedirle que
trajera el pedido, a esa cala escondida.
Susan, me hizo una especie de desprecio romántico y algo cómplice, limpiándose la cara,
me dijo:
-Date prisa que me muero de sed, así que tráeme un poco de agua, aunque esté caliente.
Me acerqué al barco muy decidido y al momento regresé con una nevera de picnic, donde
había entre otras cosas, tres Coronitas bien frías, envueltas en hielo y alguna soda para mí,
además del agua que me había pedido.
Al dársela para beber, seguía sintiéndome el amo del mundo y cual fue mi asombro,
cuando me pidió el limón. Entonces me miró y haciéndome una señal para que me
tumbara y abriera mis piernas, quiso tratarme como a una vaca y como de aquello no salía
ya mucho, se conformó con lo que pudo…
Claro como no bebo cerveza, no pude tener con ella ese detalle, ya que cuando lo intenté,
me suplicó que lo dejara, que ya no podía más.
De pronto ocurrió algo imprevisto. Empezó a llover y las gotas de la lluvia traían un frío
inusual para esa época del año. Busqué dentro del camarote del barco, un jersey y un
chubasquero que nos ayudó a resguardarnos de la tormenta y como el viento venía en
contra, arrié las velas y regresamos a la civilización, con la inestimable ayuda del motor.
Capítulo XVII
Pasaron dos días hasta que nos volvimos a ver y quise sorprenderla esta vez con un
pequeño cartel, donde le decía que la quería. Ella no lo había visto y tuve que llevarla al
mercado del pueblo y que se fijase en el tablón de anuncios de los precios de los pescados.
Allí se podía leer: Aborigen Te quiero. El cartel le hizo mucha gracia a Susan y se vino de
buena gana a comer a casa. Esta vez le preparé unos espaguetis semi elaborados que no
me quedaron tan bien como otras veces, pero algún día mi aborigen sabrá que los
espaguetis con algo de tiempo, me salen muy, pero que muy buenos.
Ella me decía que estaba luchando para no enamorarse y en ese momento, éramos como
imanes, pero también me recordó que cuando ella estaba sola, o en compañía de otras
personas, también se encontraba muy a gusto y por nada del mundo quería perder su
libertad.
Además me comentó que ella tenía otros amigos y que le gustaba mucho salir con ellos a
bailar, a cenar y a divertirse. Uno de ellos, la había invitado a irse unos días a Guadalajara
de vacaciones y que dentro de un mes y medio, viajaría con él.
Yo no le contesté, aunque sentí como una puñalada trapera me atravesaba y asumí que yo
no tenía ningún derecho a meterme en su vida y tan solo cuando ella me preguntó por mi
opinión, le dije, que yo en su circunstancia, llegado el momento, si me llegase apetecer ir,
no lo dudaría. También le manifesté que ella era muy libre de salir con quien quisiera y que
si yo no lo hacía, era porque no tenía esa necesidad, además que tampoco conocía a
demasiadas mujeres interesantes por aquellos lares.
Ella me preguntó por mis amigas de Oaxaca y le contesté, que a todas les había dicho que
yo estaba enamorado de una chica en la isla y que lo que había venido a buscar a baja
California era paz y que en esa paz, solo estaba ella presente.
Además cuando estaba charlando en compañía de otras mujeres, la echaba cada vez más
en falta.
Me dijo que “alguien” le había comentado que me habían visto con dos señoritas de
compañía en Cabo San Lucas y también con un amigo, estando muy efusivos en un
cabaret meses atrás.
Susan quería conocer mejor mi opinión y tuve que aclararle mi posición al respecto. Para
mí ella no tenía ningún compromiso conmigo y que por tanto era libre de hacer todo lo que
su conciencia le permitiera. Además yo entendía y asumía, que ella quisiera sentirse libre
de hacer lo que quisiera en cada momento y de salir con sus amigos.
Así mismo le manifesté que para mí, si ella quería estar a mi lado, sería porque ella quería
y que en ningún momento, yo le pondría ninguna traba al respecto. Le comenté lo que me
había pasado aquella noche en el reservado con Caperucita Roja y la hipnosis que le había
hecho a la chica. Nos reímos mucho, ya que con lo sexual que ella me veía, no se creía
que no me hubiese convertido en Lobo aquella noche de luna llena y dejamos el tema,
cuando la propuse presentarla y que Nicoleta le contara lo que había pasado aquella noche.
Riéndose con cara de pilla, me comentó que no había sido nadie que yo conociese, la que
se lo había comentado y que mucha gente en San Lucas lo sabía, así que deduje que había
sido una mujer bien informada, la confidente.
Después de la comida, con vino español incluido, nos fuimos a la cama, a darnos amor en
forma de achuchones, pero sin llegar a más. Estaba muy cansada ese día y además quería
disfrutarme en ropa interior, cuando nos juramos fidelidad.
Capítulo XVIII
¿Qué hacer cuando no nos aceptamos?
Al día siguiente bajé a Cabo San Lucas a trabajar y tuve que tomar un taxi en la parada del
autobús para bajarme al centro y llegué cinco minutos antes de lo previsto al despacho de
Emiliano, donde me estaba esperando una mujer llamada Lucía, que curiosamente me la
había enviado Nicoleta, dándole muy buenas referencias mías.
Le pedí unos minutos al entrar en mi despacho, comprobé que todo estaba en armonía.
Tenía una mesa de despacho y dos sillas grandes, además la luz era tenue y el equipo de
música se oía a la perfección. Desconecté el celular y comprobé que la temperatura estaba
en 21 grados centígrados. Puse algo de música relajante, para entrar mejor en la activación
de la mente.
Al pasar ella al despacho, le pedí que desconectase los móviles y que se sentara
cómodamente, mientras yo bebía un poco de agua y fue cuando me preguntó que donde
estaba el diván para tumbarse.
Tuve que explicarle que yo no era un Psiquiatra y que a diferencia de Freud, que utilizaba
un sillón, donde el paciente podía sentirse en el seno materno, Milton Erickson lo hacía en
dos sillas paralelas y que yo había aprendido Hipnosis clínica estudiándole a él. Llena de
curiosidad y con cara de pícara me preguntó, si de verdad yo le aplicaría la misma técnica,
que había utilizado con Nicoleta en el reservado de un cabaret. Momentos después supe
que mi amiga rumana, había conseguido su objetivo de dejar su trabajo nocturno y
concentrarse en su boutique, sin dejar de ayudar a Lucía, con aquellos clientes que
necesitaban un empujón a la hora de decidirse a comprar un inmueble.
Aquello rompió la posible tensión que mi clienta tenía, no sin antes preguntarme, por mi
diferencia con Jung, a la hora de hacer terapia en un despacho.
Le expliqué que Jung ponía al paciente enfrente de una ventana, que daba al campo y él se
sentaba detrás, anotando las sensaciones que percibía, oía y visualizaba, ya que para
hacerlo, tenía camuflado un espejo cercano a la vidriera.
Me contó que ella nunca se había sentido feliz compartiendo su vida con alguien y que
aunque se había casado en tres ocasiones, hacía muchos años, todavía no había
encontrado a la persona de su vida. Últimamente le daba igual amar a una mujer que a un
hombre, aunque desde hacía unos años, prefería a las señoritas jóvenes y delgadas que
eran las que mayor placer le proporcionan, al sentirse poderosa a su lado y así poderlas
proteger. Se rodeaba de personas novatas y esbeltas, ya que para ella la estética era muy
importante. Tenía mucho dinero y creía que eso le daba dominio sobre las demás personas
y paliaba de esa forma, sus complejos de mujer fea.
Tenía cincuenta y cinco años y había nacido cerca de Avellino, en un pequeño pueblo del
sur de Italia, donde se cultivaban muchos melones y sandías. Era hija única y desde que
fue muy pequeña, se la consideró un poco masculina, por el tamaño y las formas de su
cuerpo. De adolescente, en el instituto la llamaban sandía, foca e hipopótamo. Había
crecido en Nápoles y al ser muy inteligente, estudió arquitectura en Roma y se fue a
trabajar en los años ochenta a California y desde el 2005, vivía en Cabo San Lucas. Había
gastado mucho dinero en busca de ocultar su fealdad y eso a la postre, acentuaba aún más
su soledad y frustración. Me explicó que le habían hecho la cirugía estética en
innumerables ocasiones y que eso le había desfigurado el rostro y sus facciones.
Esa era toda la información que tenía de ella, cuando empecé a aplicarle la Terapia Integral
MHRP, aquella mañana soleada.
Primero le pedí que recordara el mejor momento de su juventud y aunque tardó en traerlo
a su memoria, se vio en una sierra llena de pinos y estaba sentada en una gran roca muy
cerca de un río y empezaba a anochecer en un día de verano.
Le pedí entonces que se asociara a la escena y que me dijera lo que sentía, lo que olía y
saboreaba en aquel atardecer de su juventud. Quedé muy sorprendido de la cantidad de
información que me dio y sobre todo, de lo tremendamente visual que ella resultaba.
Observaba su cara y cómo se transformaba en una mujer con una belleza radiante, cuando
relataba con una precisión inusual para mí, lo que ella revivía en ese preciso momento.
Estaba escuchando la sinfonía 40 de Mozart y la acompasaba con sus manos, como si ella
estuviese dirigiendo la orquesta en lugar de tocar el violín.
Como uno de los mejores momentos de su vida, recordaba el día que la admitieron en la
Universidad de Roma, para estudiar arquitectura. En ese instante del relato, ella estaba
totalmente asociada a lo que volvía a vivir y todo su organismo la acompasaba. Se
encontraba en el periodo culminante de la experiencia y elegí un anclaje que le enviara a su
cerebro una señal diferente y reconocible. Le toqué una parte de su cuerpo e hice un
anclaje muy poderoso.
La saqué de su futuro y la llevé a que se imaginara que estaba en un cine viendo una
película y de una manera totalmente disociada, la llevé a que se imaginara desde lejos la
escena, mientras que de pronto me dijo que se veía delgada y que tenía el pelo largo y que
no se acordaba que ella había sido así de esbelta de niña.
Tenía por entonces once años y su vida cambió de pronto, cuando fue violada por un tío
suyo y allí empezaron los calvarios que arrastraba hasta entonces.
aquel suceso la había marcado notablemente y ahora quería superar el trauma causado en
su niñez. Al principio la terapia fue saliendo conforme quería, aunque en un momento
determinado, ella se asoció a la escena de la película y tuve que sacarla inmediatamente de
allí, utilizando los recursos, y los anclajes que le había provocado anteriormente.
Durante unos minutos la tuve en trance inocuo y cuando confirmé por las preguntas que le
hice, por el color de su piel, la temperatura externa, las variaciones en sus ojos cerrados,
que estaba dispuesta a continuar con el ejercicio, disociándolo de una manera muy fuerte,
volvió a recordar la escena de su pasado y fue cuando detuve la escena, le cambié el
tamaño, la puse en blanco y negro y la hice muy diminuta, a la vez que a través de un
anclaje Kinestésico y auditivo, traje recuerdos positivos e intercambié las imágenes en su
mente. De esa manera, diluí su pasado traumático e hice que ella misma, sacara de su
cuerpo aquel recuerdo, expulsándolo de su mente, conforme fue.
No podemos cambiar lo que nos pasó, pero si modificamos la percepción de lo que nos
pasó realmente, alteramos las consecuencias de aquello en nuestro presente y por
consiguiente, en el futuro. Esta es una de las mejores aplicaciones que conozco y practico
mediante la Hipnosis a través de de la MHRP.
La volví a poner en punto neutro y utilizando una de las técnicas que aplico con la MHRP,
en este caso, un viaje astral, volamos los dos a Egipto y divisamos el Cairo y las pirámides
más importantes. Al principio la guiaba yo, como si fuésemos Peter Pan y Campanilla y a
los pocos minutos era ella la que me guiaba.
Visualizó la Fundación, que a partir de que volviese a su estado normal, empezaría a crear,
para darle la oportunidad que ella sí tuvo, a niños y niñas que si no es por la ayuda de
personas con posibilidades, no tendrían.
Tuve que explicarle la importancia del uso del vocabulario en nuestra vida y lo
directamente proporcional, que era su utilización en nuestro presente y futuro. Le hice
hincapié, en que si ella pensaba en hacer dieta, su mente durante muy poco tiempo, lo
admitiría, pero en un momento de debilidad, se traduciría en ansiedad. Debería de utilizar
palabras como sentirse sana, segura de sí misma, viéndose y sintiéndose guapa,
saboreándose en un futuro prometedor y admitiéndose tal y como era, modificando
aquellas creencias limitantes que ella había modelado en su mente, desactivándolas como si
fuese una bomba de relojería y convirtiéndolas en un presente y futuro prometedor.
Lucía estaba radiante y se percibía feliz como una niña y fue cuando me confesó riéndose
y manifestando algo de vergüenza, que ella, había sido la confidente, sobre el tema de lo
de Caperucita y que admiraba mucho a Susan y nos deseaba que fuésemos del todo felices
y que con mi permiso o sin él, la llamaría para contarle lo que habíamos hecho esa mañana
y la opinión que ahora tenía de mí.
Comprendí una vez más, algo que aprendí en el Camino de Santiago, siendo peregrino. La
vida no se elige; se vive.
Durante los meses siguientes mi vida, cambió y empecé a notar, a modelar y asimilar,
como la IE, la Inteligencia Emocional, había transformado mi vida sentimental y que cada
día que vivía, daba gracias por permitirme a mi edad, el ser del todo feliz, teniendo salud,
armonía, éxito, abundancia tanto espiritual como económica, teniendo tiempo, amor, y con
la fuerza suficiente como para poderme permitir apoyar a los demás, para que la vida
merezca la pena vivirse plenamente a tope todos los días de nuestra vida.
Capítulo XIX
Noche Buena
Los tres meses siguientes pasaron muy rápidamente y casi sin darnos cuenta, al día
siguiente sería navidad. Le había pedido por favor a Susan, que después de que cerrara el
restaurante -y ya que aquel era un día muy especial-, se pasara por mi casa, para así
poderlo celebrar entre nosotros, aunque solo fuese por unas horas, ya que ella pasaría esa
noche con su familia.
Serían como las cuatro de la tarde, cuando llamó a la puerta y me traía unas flores, que
rápidamente pusimos en un jarrón y después de haber acariciado y jugado con la gatita y
sus hijitos, me tocó a mí, la ración de mimitos.
Quería que viéramos una película, The Song of Music, tumbados en la cama y comiendo
palomitas. Así que nos fuimos los dos a mi habitación y como no, Luna se apuntó a la
fiesta y de un salto felino, saltó a la cama y se subió en los pies de Susan.
Ella la apartó un momento para cambiarse de ropa y al ver aquello, mi instinto animal, salió
de caza y fue frenado rápidamente. Me sentí como Aníbal a las puertas de Roma, aunque
supuse que ella quería despejarse y descansar un poco, ya en su cara denotaba un gran
agotamiento, debido al trabajo tan intenso de los últimos días prenavideños que estaba
viviendo, además de que tenía a su familia en casa y eso era mucho trajín.
Se puso una camiseta blanca que le llegaba casi a las rodillas y allí los dos, con la gatita de
testigo, empezamos a ver una película que me traía tantos recuerdos de mi niñez. A los
pocos minutos, vi que se quedaba dormida y también como Luna, se subía en su estómago
y bajaba y subía al compás de la respiración, hasta que ella la apartó y entonces “Lunilla”
se subió encima de mí, cerró los ojitos y se durmió, mientras le acariciaba el lomo.
Era una escena muy tierna, así que bajé el volumen de la televisión y también la intensidad
de la luz y me uní al grupo de durmientes con bastante tristeza, ya que no volvería a ver a
Susan, hasta después de año nuevo, debido a que ella y su familia se embarcarían al día
siguiente en un crucero y yo me iría a mi casa de Oaxaca, donde mi familia me esperaba
con los brazos abiertos.
Unas horas después Susan, se debió de despertar sobresaltada y tanto Luna como yo, nos
llevamos un gran susto. Miró su reloj y momentos después de recogerse el pelo, se puso su
ropa de nuevo y con una sonrisa traviesa, me pidió que me arreglase un poco más de lo
normal. O sea que me pusiese guapo. Mientras Luna salía por la puerta, camino de darle
de comer a sus gatitos, me pidió que me peinase y que la acompañara a la calle para coger
un taxi, mientras ella cerraba las ventanas del salón.
Salimos escopetados de la casa y me pidió que me asegurara de dejar todo bien cerrado.
No podía entender su reacción, ya que me hubiese gustado despedirme de ella, en un día
tan especial, un poco más románticamente, pero ella estaba muy decidida y cuando ella se
ponía en plan Susan, era mejor no contradecirla, ya que, oscuros motivos tendría entre
manos…
Nos costó encontrar un taxi libre y fue cuando le pregunté qué adonde íbamos. Ella dio
una dirección que yo no conocía y por fin aquella tarde, la vi sonreír, con una cara de
picarona, así que me dejé llevar, eso sí, con mucha curiosidad, sobre todo después del
tremendo beso que me dio y de haberme dado las gracias por amarla.
Subíamos a lo más alto de la isla y después de haber dado infinidad de vueltas, por fin
suponía yo, que llegaríamos a nuestro destino. Ella al bajarse del coche, tiró con mucha
seguridad de mi mano y con la otra, le pagaba al taxista, mientras que le deseaba muy
buenas noches.
-Te pido por favor que confíes en mí y que pase lo que pase esta noche, quiero que sepas
que a parir de este momento, tú ya eres de las personas más importante de mi vida.
De su bolso sacó un peine y mientras me ponía mis pelos en su sitio, de una manera muy
especial, como si fuese una niña pequeña, antes de hacer una travesura me dijo:
Al abrirse la puerta del garaje, descubrí una casa preciosa de dos plantas, que estaba llena
de luces y con un gran abeto, repleto de adornos navideños. Distinguí su furgoneta
aparcada y aquello me desconcertó aún más. Me dio un beso muy tierno y comprobé que
su cara estaba repleta de una sonrisa, algo nerviosa y yo lleno de susto, por todo mi
cuerpo, por ignorar lo que estaba pasando, aunque había supuesto que podríamos estar en
la casa de su familia.
Me pidió otra vez, mirándome a los ojos, que pasara lo que pasara esa noche, que nada ni
nadie, nos pudiese separar.
Tomados de la mano, mirando al suelo, caminamos por encima de unas lajas, que estaban
muy bien colocadas sobre el césped, rumbo a la puerta principal de la casa. Detrás de
nosotros, apareció de la nada un perro, al cual ella llamó Rockie, y este se alegraba mucho
de verla y muy contento por verme a mí también, me lamió las manos.
De pronto se abrió la puerta principal de la casa y vi a un señor mayor, que estaba tan
sorprendido como yo, cuando ella nos presentó. Recuerdo que dijo:
En ese momento apareció una señora muy guapa que me pedía que por favor pasara,
mientras decía “pásenle, pásenle que ustedes están en su casa”, que si no cerramos la
puerta, se escapará Fígaro.
Entre los ladridos de Rockie y el bullicio del momento, amén de los villancicos que se oían,
no sabía cómo reaccionar.
Suponía, -bueno realmente daba por hecho-, que era la familia de Susan y mientras
intentaba aclararme las ideas, me preguntaba, el porqué, ella no me lo había dicho
anteriormente.
Susan se llevó las manos a la espalda, reflejando algo de dolor, mientras su padre, la
ayudaba para que volviese a estar erguida. La niña hablaba muy bien el español y llegué a
pensar por un momento que también podría ser su hija, por la manera en que se
estrujaban.
Sin embargo, los padres de la niña, eran su hermana menor, llamada Helen y el marido
Erick. Parecían muy buenas personas y ella me miraba con cara de emoción, mientras
detectaba en su marido, algo de desconcierto.
Sus hijos estaban al fondo del salón, sacando mucho pecho, con las manos en los bolsillos,
hablando con desprecio hacia mi persona, en plan desafiante y no querían acercarse, ya
que sospeché, que para ellos, también la escena debería de ser demasiado fuerte.
¿Quién era ese intruso, al que había traído su madre por sorpresa y que con ese aspecto
tan desaliñado, osaba el entrar en su mundo sin haberles pedido permiso?
Segundos después, se los llevaba, casi arrastrándolos, subiendo rápidamente las escaleras,
a la parte de arriba de la casa, supongo que para explicarles quién era yo y lo que hacía allí.
Sin tiempo casi a digerir lo que estaba viviendo, me di cuenta de un detalle horroroso. Yo
iba en vaqueros, mientras los hombres de su familia lucían smoking y tanto la hermana
como su madre llevaban traje largo.
Hasta el perro y el gato, estaban mejor vestidos que yo. Su padre se debió de apenar por
mi desconcierto, debido a la cara de sobresalto que yo expresaba, aunque aquello no era
desconcierto, era miedo, de no saber lo que sucedía con claridad. De pronto se me venía el
mundo encima, pensando en la posibilidad de que ella me pudiese dejar, por no incomodar
a su familia.
Así que mi recién estrenado suegro me trajo una copa que supuse sería una Coca Cola y
con su mujer de testigo, me abrazó diciendo:
-Si nuestra hija, le ha traído a usted a esta casa, en un día tan especial para mi familia,
debe de ser alguien muy importante para ella, ya que nosotros no sabíamos de su
existencia, aunque su madre, me había comentado que Susan parecía enamorada, así que
supongo que usted debe de ser su novio, o como ahora se diga.
En ese momento, Helen y Erick, se unieron al cotarro, para enterarse de que iba el tema,
mientras la hermana me miraba con complicidad, comentó:
-Félix, yo sabía que le gustabas a mi hermana, aunque nunca pensé que te quisiera tanto,
como para habernos dado esta sorpresa tan impactante, en una noche tan especial. Yo
creía que estaría con su familia en Oaxaca y cuando esta tarde, Su no regresaba a casa, tan
puntual como es ella, pensé que estarían ustedes juntos, aunque ni por asomo, creía que
sería hoy cuando nos conoceríamos.
No se preocupe, que ella ahora debe de estar explicándoselo a sus hijos, lo cual debe de ser
muy duro para ellos, ya que los dos quieren mucho a su padre y supongo que no les habrá
resultado nada fácil, asimilarlo tan rápidamente.
Entonces, se produjo otra sorpresa, ya que Erick acariciándose la barbilla con una mano,
comentó en un español muy nativo, que ahora entendía el porqué, su mujer y Su, habían
estado hablando a solas, durante mucho tiempo, en voz baja esos días.
Mirando primero a los ojos a sus suegros y posteriormente, dirigiéndose a mí, me dijo:
-Ellos están tan asombrados, como usted y yo lo estamos. Son muy buena gente y quieren
mucho a Susan. No se preocupe por la ropa que lleva, ya que si nosotros hemos tenido un
sobresalto, lo suyo ha de haber sido como un tsunami.
La madre dijo:
-Si con jeans está tan guapo, con traje, no te digo.
Y fue cuando me dio un abrazo y los dos nos echamos a reír, mientras su padre me daba
palmaditas en la espalda. Un poco más calmados, nos sentamos en unos sofás y fue
cuando Helen preguntó por su hija.
Madre e hija bajaron las escaleras, mientras Tana, traía dos muñecos de trapo en sus
manos. Se sentó en las piernas de su padre sintiéndose protegida y al mostrármelos, me
dijo que se llamaban, “Rosalindo y Rosalinda”.
Para cortar un poco el ambiente todavía tenso, le pregunté a Erick, que en qué Estado
había nacido y comentó que era del Perú, de Lima concretamente de Surco y que había
ido a Los Estados Unidos, cuando había terminado la carrera, para realizar un máster.
Conoció a Helen en San Diego, se casaron y ahora vivían en Irvine, en Orange County.
-Mamá, tu sabes cómo es Su, de reservada. Además sus hijos, que a Dios gracias son
mayores, conocen a la futura esposa de su padre y nunca han dicho nada negativo sobre
ella. Lo poco que sé, respecto a Félix, es que él la quiere un montón y que la ha respetado
en todos los sentidos. Al principio, tengo que reconocerte que no daba un dólar por ellos,
pero la insistencia y supongo que el amor que él le ha demostrado, ha hecho que el bloque
de hielo que tenía ella, se derritiera.
Se produjo un impasse de espera y como seguíamos en silencio, para cortar el hielo, le dije
a Helen con algo de picardía:
-Sé que le comentaste a Susan que yo no estaría en la isla después de nuestro segundo
encuentro, ya que ella me lo dijo, pero será mejor que no hablemos del tema y que sea
ella, la que se los explique cuando lo crea oportuno.
No sé si les debió de parecer mal mi comentario, ya que madre e hija se fueron a la cocina,
para terminar los preparativos la cena o para hablar a solas, supongo que sería por ambas
cosas.
Mientras tanto, Rod que era el nombre del padre, Erick y yo empezamos a hablar de
stocks, o sea de Bolsa y de la relación Eurodólar.
A los pocos minutos Susan, bajaba las escaleras guapísima. Ni en mis mejores sueños la
había podido visualizar de aquella manera, ya que se parecía, al vivo retrato que tengo de
Audrey Hepburn, sin corona, quizás un poquitín más morena. Lucía un traje blanco
precioso con una banda azul celeste, como si la envolviese su cuerpo y sus labios rojos
estaban recién pintados y la hacían mucho más atractiva y hermosa.
Sus hijos venían detrás y se acercaron a mí y con Tana como testigo dijo:
-Félix, estos dos preciosos jóvenes que aquí ves, son mis hijos: Roberto y Daniel. Daniel y
Roberto, este es Félix, la persona a la que amo y que, con vuestro permiso o sin él, seguiré
amándole.
A partir de ese momento, nuestro estado de ánimo cambió y tanto Susan como Helen,
servían el bufete, muy divertidas, aunque haciendo de verdad justicia, sus hijos seguían
estando mal encarados.
Primero pusieron sobre la mesa, un pavo relleno, seguido de mariscos y cómo no, cordero
que supuse fuese australiano.
Ella me respondió, diciendo que por mis modales y también por mi acento, yo no parecía
mexicano y fue cuando le comenté que me había educado en España, en Santander
concretamente y así estuvimos hablando sobre nuestro nexo común.
Rod al darse cuenta de que estábamos de plática, sin apenas podernos escuchar, se ajustó
bien el audífono y le dio un golpe a un vaso de cristal con un tenedor y a continuación,
hizo un brindis y todos de pie con una copa de champán en la mano escuchamos:
-Brindo por la felicidad de mi hija y por la bienaventuranza del hijo que Dios, nos ha
mandado en este día de Nochebuena.
Padre e hija se fundieron en un hermoso abrazo y sus hijos también rodearon a su madre y
por fin choqué la mano de Roberto y de Daniel. Pude escucharles en perfecto español
dirigirse a mí y ya Daniel, se comportaba como ese joven lleno de vida que era. Sin
embargo Roberto, era mucho más reservado y no dejó de observarme durante toda la
noche.
A un lado tenía a Rod y al otro, a Doña Pilar. Entonces me preguntaron por mi familia,
empezando por mis padres y les comenté que mi padre había muerto y que mi madre era
una magnífica mujer, nacida en Bilbao y que siempre se estaba riendo, buscando el lado
positivo de todo y que también ella tenía muy buena salud.
Muy orgulloso les referí, que era la mejor madre que podía tenerse y que a través de
SKYPE, nos veíamos todas las semanas.
Rod me preguntó que si mi familia conocía la relación que mantenía con su hija y le
contesté que sí, que desde el día siguiente de haberla conocido, ellos estaban pendientes y
muy ilusionados con ello. Por ese motivo, no les importaba que pasásemos las navidades
separados este año, pero que al siguiente, estuviéramos juntos todos.
Un poco más relajados, su madre me preguntó que cómo nos habíamos conocido y como
Susan no contestó, aunque me indicó que yo sí lo hiciera, después de tomar aire les dije:
-Fue el seis de Julio y nos conocimos de casualidad, en una piquera o parada de autobuses
en Santa Rosalía.
Helen nos trajo dulces de navidad, algo parecido a los polvorones y le preguntó a su
hermana que cuando fue que decidió presentarnos a todos. Susan no contestó y puso algo
de música. Eran Los Cuatro Hermanos Silva cantando Las Dos Puntas, Canción
tradicional chilena, que en España popularizó María Dolores Pradera y era una de las
favoritas de mis padres cuando yo era pequeño y además ella sabía lo importante que era
esa melodía para mí y el recuerdo que tenía asociado a mis padres.
De reojo me dijo que esa canción le recordaba a la noche en que nos habíamos conocido.
Fue entonces cuando su madre insistió con las preguntas:
-Susan, nos la tienen que mostrar, aunque había entendido anteriormente que se habían
conocido en un autobús. ¿Había un karaoke, en la estación?
Tanto Helen como Erick se echaron a reír a carcajadas y yo no entendí el por qué lo
hacían, aunque nos lanzaron un buen capote. Minutos después seguía riéndome en
silencio, de si les hubiésemos tenido que contar lo que de verdad, nos pasó en la noria.
Fue cuando su padre le preguntó a su hija, sobre los planes que teníamos en el futuro y ella
contestó:
-Ya veremos.
Su padre me preguntó directamente:
-Díganos Félix, ¿a qué se ha dedicado usted antes?
-Tuve que reinventarme hará unos veinte años.
Me quedé transpuesto por esa pregunta y por la respuesta que le di, mientras cerraba mis
ojos y buscaba una información que ni a Susan le había contado. Debí de subir la
temperatura de mi cuerpo ya que recuerdo que sudaba mucho y fue cuando escuche a José
Alfredo Jiménez interpretando el Corrido del Caballo Blanco. Esa canción me hizo volver a
poner a mi tonal, -mi estado de ánimo- otra vez en estado de equilibrio. Abrí los ojos y
busqué la mirada de ella, que probablemente no me entendía. Mientras Rod me decía que
no importaba que no se lo contase, pero que esperaba que no hubiese hecho mi dinero con
negocios turbios o fuera de la ley. Tomé fuerzas y haciéndole un anclaje en una de sus
piernas, le miré a los ojos y le dije resumiendo:
-Trabajé primero en Apple Computers, en el distribuidor en España. De allí pasé a dos
grandes multinacionales de la informática, donde en la primera fui Jefe de Ventas y en la
segunda Account Manager. De allí pasé a McDonnell Douglas como Director de Zona. De
allí a la Inteligencia Artificial, y por último fui Director Comercial de Knigth Rider, hasta el
14 de Febrero de 1994. Después de aquello me reinventé y cambié de vida, haciendo un
giro de ciento ochenta grados.
-Soy Coach, Dr. en Hipnoterapia y vivo de la Bolsa y en ratos libres, doy conferencias y
también pinto cuadros. Acabo de poner una consulta en Cabo San Lucas, donde trabajo
una semana al mes y luego vengo a esta isla y estoy tres semanas, con todo el tiempo para
mí.
Salgo a pescar con los pescadores, cuido de mi gatita y ahora me siento feliz, de poder
compartir mi vida con su hija. Otros días, salgo con mi barco de vela y me voy a pescar
langostas para el restaurante y cuando vienen mis amigos, nos vamos a bucear con los
lobos marinos, con delfines y ballenas grises.
Doña Pilar me preguntó que si era doctor y Susan le contestó que hasta el momento, había
terminado tres doctorados y que el último había sido en la Facultad de Psicología, donde
obtuvo Suma Cum Laude en Hipnoterapia.
-Simplificando mi vida y haciendo que el dinero trabaje para mí. Con un celular y un
notebook, puedo viajar por casi todo el mundo sin problemas.
Y, con una mochila, intervino Susan. Se ha dado la vuelta al mundo varias veces, sin nada
de equipaje.
Veía la cara de incredulidad de los padres y que también su cuñado tenía. Susan estaba
sentada en el borde del sofá abrazando a su padre, mientras yo ya me lo tomaba más
tranquilamente. Además se escuchaba “Huapango de Moncayo”, de José Pablo Moncayo.
Una de las más hermosas piezas que he escuchado. Interpretada por el Mariachi Vargas
Tecalitlán y la Orquesta Sinfónica Nacional de México, cuando Rod me preguntó:
Me encanta su forma de ser y a su lado, estoy en el Paraíso y puedo ser realmente yo, sin
tener que preguntarme, sí ésto o aquello, le gustará. Es una mujer muy dulce, romántica y
luego tiene los pies en la tierra. Su honestidad y su humanidad, están a prueba de toda
duda. Los dos somos muy independientes y leales. Me ha costado mucho el conocerla y
sobre todo entenderla. Es la mujer con la que quiero compartir y crecer el resto de mis días
y a su lado, me siento orgulloso de ser un ser humano.
Su madre me trajo otro refresco y le pedí por favor, que si podía cambiármelo por un vaso
de agua y al dármela preguntó:
-No, hasta conocer a su hija, no me lo había planteado y de hijos nada, tengo muchos
sobrinos y quién sabe, tal vez en el futuro, ya veremos.
Noté como la madre miró a Susan, como preguntándole, que si yo sabía que ella, ya no
podía ser otra vez madre, así que intervine y dije:
-Susan y yo, no podemos tener hijos biológicos, aunque más adelante, podríamos
adoptarles, de alguna forma.
Helen hizo otra vez de Torero, cuando me preguntó, que cómo me había sentido al llegar a
la casa. Así que respondí con toda sinceridad.
-Cuando Susan me hizo subir al taxi, estaba tan impresionado por aquello, que dejé de
pensar y me dejé llevar. La conozco y sobre todo, la amo de tal manera, que me dije, que
sea lo que Susan quiera y también sabía, que me aquella noche me divertiría con alguna de
sus sutilezas. A los dos nos gustan las emociones fuertes y esta es sin duda, una de las
mayores vividas, hasta ahora.
Al llegar a esta casa, no sabía que ustedes vivían aquí y cuando abrió la puerta y vi la
mansión, no pensaba. Me dejaba llevar. Al verle a usted acercarse, me di cuenta que ella
acababa de dar un paso muy importante en nuestra relación, ya que yo sabía lo importante
que para ella, era su familia y en ese momento, me estaba poniendo a mí, a su altura. Me
estaba terminado de abrir su corazón, en forma de familia.
Sentí miedo por la reacción de sus hijos, no por la de ustedes, ya que comprendo, que lo
único que ustedes desean, -como los magníficos padres que son-, es que ella sea del todo
feliz y si me ha elegido a mí, a no ser que yo fuese una catástrofe de hombre, ustedes no
pondrían el menor inconveniente. Daniel y Roberto, sí que de verdad me preocupan,
aunque estoy seguro que en cuanto nos conozcamos, las aguas volverán a su cauce.
En ese momento, empezó a escucharse la canción de Gerry Rafferty, Baker Street y sin
pensármelo, la saqué a bailar y por fin, pudimos abrazarnos y darnos algún que otro casto
beso, ante la complacencia de su familia. Cualquier excusa era buena y aunque la canción
no era precisamente lenta, nos sirvió de válvula de escape.
De pronto nos quedamos solos en el salón y las luces fueron casi apagadas del todo y allí
los dos, por fin dejábamos que nuestras emociones aflorasen, en un sentimiento preñado
de un amor inmenso. Los dos solos bailando, como lo habíamos hecho la noche en que
nos habíamos conocido, nos echamos a llorar, expulsando todos los nervios contenidos y
que habíamos tenido que soportar, aquella magnífica noche.
Susana lloraba, lloraba y lloraba sin poder controlarse, entonces fue Tina Turner con
“Simply the Best”, la que nos devolvió a la cordura.
Un poco más calmados los dos y esta vez ya abrazados, sin tener que ocultar lo mucho
que nos amábamos, fuimos a buscar a su familia a la cocina y allí estaba su madre a moco
tendido, también sollozando.
De pronto soltó:
-Carajo, dejen ya de llorar y brindemos por la alegría de estos jóvenes, que tienen toda su
vida por delante y que lo único que hacen es quererse, como Dios manda. Esto no es West
Side Story, ni tampoco Titanic, así que dejemos que sean Su y Félix, los que escriban su
historia.
El padre se fue al salón y un minuto después regresó con un sombrero de Charro puesto,
mientras se oía a Antonio Aguilar cantando “El Cantador”. Aquello nos cambió el
sentimiento a todos y nos pusimos al unísono a entonar: “Nació bajo de una higuera, su
madre fue yegua fina, se llamaban la Catrina y yo le puse El Cantador”.
Entre todos hicimos un corro -algo desafinado-, aunque aquello no importaba demasiado.
Luego vino El Caballo Blanco, esta vez con Vicente Fernández y cuando todos
cantábamos El Rey, de José Alfredo Jiménez, sucedió algo milagroso, ya que Daniel, con
una sonrisa de oreja a oreja, aparecía de pronto, vistiendo una camiseta de Superman, y
corriendo hacia su madre, diciéndole algo que no entendí, se abrazaron llorando los dos y
fue cuando Doña Pilar no pudo con tanta emoción y estuvo a punto de desmayarse. Le
dieron un poco de aire, mientras yo bebía agua y por fin Helen y Erick, me abrazaron sin
reparos.
Les dije que lo comprendía y que en su caso, posiblemente hubiese hecho lo mismo.
Helen nos trajo un poco de Tila para todos y del llanto pasamos a las risas y fue cuando les
expliqué mi sensación al verles tan elegantes y mirando las reacciones de Susan, comenté
que yo parecía “un hippie elegante”. Su madre que estaba a mi lado, un poco más
calmada, pedía que pusieran a Lola, a su Lola Beltrán interpretar La Feria de las Flores y
fue cuando Susana, se me acercó trayendo de la mano a su hijo pequeño. El me tendió la
mano y al dársela, ella dijo:
Serían las tres de la mañana más o menos, cuando Daniel preguntó que cuando se abrirían
los regalos y volví a ver la cara de tristeza de mi amor, comentando que se sentía partida
por la mitad. Que le faltaba algo y que preferiría esperar un rato a que amaneciera, ya que
Tana estaba dormida y no era cuestión de despertarla.
Daniel se disculpó y subiendo a brincos las escaleras, nos dejó con la mosca detrás de la
oreja, mientras olíamos a pino y escuchábamos a María Dolores Pradera interpretar,
Paisajes de Catamarca.
Minutos después, Helen subía las escaleras y bajaba trayendo en brazos a su hija, que
estaba con los ojos parcialmente abiertos, sorprendida del jolgorio que teníamos.
Nos pidió que nos sentásemos todos y poniendo las luces más tenues, tomó una cámara de
cine y se puso a grabar la escena. De pronto, todos se pusieron de pie y mirando a las
escaleras, sin perder detalle.
Estábamos en absoluto silencio cuando empezamos a oír a Lola Beltrán cantar: “Me gusta
cantarle al viento, porque vuelan mis cantares y digo lo que yo siento, por toditos los
lugares. Y aquí vine porque vine, a la Feria de las Flores…”
En ese momento yo estaba totalmente alucinado y tenía muy cerca a Erick, que con una
de sus manos me daba ánimos.
Susan lloraba de una manera un tanto descontrolada, mientras que sus lágrimas brotaban
de sus ojos a borbotones y yo sin hacer nada, estaba totalmente inmóvil y solo miraba.
Y cuando se escuchaba, “en mi caballo retinto, he venido de muy lejos y traigo pistola al
cinto y con ella doy consejo”. Como si fuese una película a cámara lenta, aparecía Roberto
vestido de mariachi y detrás Daniel, también de charro, con un ramo de rosas en la mano.
Me quedé de piedra, hipnotizado por la escena. Los hijos de Susan bajaban cantando muy
despacio las escaleras y yo no entendía como ella no se abalanzaba a los brazos de
Roberto.
Los dos hermanos dirigiéndose a mi cantaron: “…y aunque otro quera cortarla, yo la
divisé primero y juro que he de robarla, aunque tenga jardinero”.
Tana revoloteaba con una cara de felicidad y fue cuando madre e hijo se fundieron en un
profundo y fraternal apretón. Esta vez era Susan la que calmaba a su hijo y se lo llevaba
discretamente hacia la cocina, seguida por la niña que no perdía detalle.
Los demás nos quedamos en el salón y el tequila corría como vino tinto en la Pamplona de
Hemingway. Fue cuando Doña Pilar me preguntó como celebrábamos en nuestra familia
las navidades y yo no tenía la cabeza como para explicárselo, ya que me daba vueltas e
intentaba responder a las preguntas que me hacían.
Me miró a los ojos y me preguntó por mi barco de vela y le ofrecí que fuésemos a
navegar. Puso una cara de negación y con un, -en otra ocasión será-, se dirigió a la cocina.
Al poco tiempo, salieron la madre rodeada por sus hijos y se me acercaron muy
lentamente. Al llegar a mi altura, mientras Tana no perdía comba y grababa todo detalle,
Susan tomándome de una mano y de la otra a sus hijos, nos dijo:
Mucho más calmados, Doña Pilar, pidió que pusieran a Lola Beltrán, en el Palacio de
Bellas Artes y para así cantar las canciones, mientras Tana dormía otra vez en un sofá.
También ella me preguntó, que porqué había llamado a Su, Susana. Le contesté que
siempre me había apetecido decírselo, sin embargo ella no me dejaba.
Doña Pilar le pidió permiso a su hija, para poder explicarme que solo su abuela se lo
llamaba. También comentó que cuando me oyo llamarla de esa manera, le recordé a su
madre y que eso, con un cualquiera no lo hacía.
Yo me reí mucho, -por lo un cualquiera- y cuando ella se dio cuenta, me pidió miles de
perdones y puso a la Virgen de testigo que quiso decir, que yo tenía que ser muy
importante para su hija, como para permitírmelo.
Nos reímos un poco de la señora, mientras que su marido, me decía, que pronto conocería
bien a mi suegra.
De repente Helen, se dio cuenta de que en aquella cena tan mexicana, el único que en
teoría era mexicano era yo y en el fondo tenía razón.
Me quedé perplejo de cómo se podía querer tanto a este “chingado” país, sin haber tenido
el privilegio de haber nacido en él.
Rod, que era como me pedía que le llamara, nada de Mr. Don o Señor. Rod a secas, me
preguntó que si echaba en falta, a parte de mi familia, claro está, en la cena y rápidamente
dije:
-A Pancho Nasta, que un día como hoy en 2001, hicimos una cena mexicana en Madrid,
que nunca podré olvidar y comer un pastel de frutas. El de navidad.
-Una mujer excepcional y está muy joven, ya que hace gimnasia todas las mañanas y
algunas de sus amigas tienen como treinta años menos y Vera su profesora y amiga, es una
de las personas más increíbles que he conocido. Nació en Bilbao y de pequeño, yo le decía
que ella no era española, porque no sabía tocar la guitarra, ni bailar flamenco y ella siempre
me respondía:
No era un chiste, ya que era verdad y es que nadie de los presentes se rieron de aquello
que había dicho, ya que siguieron a sus cosas sin inmutarse. Allí me di cuenta que me
habían aceptado, tal y como era. Les comenté que ella estaría algo asustada, porque había
quedado en llamarla por teléfono a las 12 de la noche para felicitarla y que con tanta
emoción, se me había pasado la hora.
Fue Roberto el que buscó un teléfono y me pidió por favor que la llamara, que seguro ella
estaría bien preocupada. Así que llamé rápidamente.
A los pocos segundos oía una voz hermosa que me decía: Aló, mientras oía como bajaba el
volumen del televisor, para escuchar mejor.
Le di el teléfono y tuve que irme corriendo al baño, ya que no aguantaba más las ganas de
hacerle una visita. Al lavarme las manos observé que estaba totalmente rojo como un
tomate y bastante despeinado. Me lavé la cara muy despacio, aunque la verdad sea dicha,
hubiese preferido haberme dado un baño.
Al regresar al salón, vi a Rod hablando con mi madre y después de que ella se despidiera,
volvió a tomar el teléfono Susan y después me lo pasó.
Mi madre estaba muy emocionada y me comentó de pasada, que por fin se sentía feliz de
verme enamorado. Nos despedimos efusivamente, hasta el día siguiente en que nos
veríamos.
Después de un rato divertido, nos volvimos a sentar a la mesa y allí estuvimos celebrando
esa gran noche. Serían casi las cuatro, cuando los padres dijeron que se iban a la cama y
que cada uno hiciera lo que quisiera.
A los pocos minutos nos quedamos solos en el salón y le pregunté lo que quería que
hiciéramos y ella sin decir nada, me tomó de la mano y salimos en busca de su furgoneta,
rumbo a mi casa.
Por primera vez, la conduje yo, mientras ella me pedía que pusiera el despertador a las
nueve de la mañana.
Al entrar a la casa, no le hicimos caso a Luna ni a sus gatitos y nos fuimos directos a la
cama. Creo que hasta ese momento, era la primera vez que Susan estuvo llorando de
emoción, mientras hacíamos el amor y en lugar de dormirnos, recordamos nuestra primera
noche el día de las langostas y estuvimos desquitándonos un poco. Ya más calmados, nos
dimos un baño y a eso de las ocho, nos despedimos sin querer recordar que pasarían dos
semanas hasta que nos volviésemos a ver.
Capítulo XX
La Misión, el fantasma y el Hotel California.
5 de Enero.
Al poner pie a tierra en la isla, quería correr y abrazar a mi amada, así que tomé una
especie de Tuc Tuc, una moto con carrocería de las que abundan el sudeste asiático, para
llevar mi equipaje a mi casa, ya que esta vez sí que traía casi una mudanza y al llegar, me
estaba esperando mi gatita, que se debió de alegrar mucho de verme otra vez por allí y sus
crías habían crecido bastante y se movían algo asustadas y felices por toda la casa.
Después de acariciarla y saludarla en plan gatuno, le dije lo guapa y buena que era y desde
mi habitación, tumbado en la cama, mientras jugaba con Luna, llamé a Susan por teléfono,
mientras los cuatro gatitos, de un salto también subieron. Me duché al ritmo de la Parranda
de Panamá y esta vez los espectadores aumentaron, ya que Luna trajo a toda la tropa
consigo y me divertí mojándolos y observe como se lamían donde les había caído algo de
agua. Me sentía feliz escuchando esa música que tantos recuerdos me traía de mi
juventud.
Me dijo que me iba a secuestrar por unos días y que me fuese duchando y me pusiese
ropa cómoda. Que ella bajaría a buscarme y que me daría una gran sorpresa. Que no
hiciera compra ni metiese nada a la nevera. Supuse que quería navegar e irnos de paseo
varios días en plan aventura, pero la tentación de darme una siesta, fue mayor que su
petición y durante algunos minutos debí de quedarme dormido, hasta que sonó el timbre
reiteradamente. Al abrir la puerta, la vi vestida de negro con una gran bolsa y dos cascos
para moto en sus manos.
Al entrar en casa, Luna se había escondido, ya que con esa ropa que ella llevaba puesta, tal
vez no la había reconocido. Me preguntó si el barco estaba a buen recaudo y después de
explicarle donde lo tenía guardado, quedó muy complacida por mi respuesta.
Nos besamos, mucho menos de lo que yo hubiese querido, después de dos semanas –que
me habían parecido meses- sin haber estado juntos. Me pidió que me cambiara otra vez y
dándome una bolsa, donde había un traje de motorista, me dijo:
-Estos seis días que tenemos por delante, los he diseñado yo, así que si no te importa
mucho, vamos a hacer lo que yo quiera. Ponte esta ropa y dame tus zapatos y lo que
llevas puesto.
Mirándola de reojo, me los quité y me vestí por primera vez en mi vida con un traje de
motero. De otra bolsa sacó unas botas que también, añadí a mi vestuario. Por fin Luna
apareció y de un salto se subió a la cama y nos estuvo observando, como si fuésemos dos
extraterrestres o algo por el estilo, mientras se lamía sus patitas y yo me quedaba como el
gallo de Morón, sin plumas y cacareando, ya que cuando quise quitarle a ella la ropa, no
me dejó, e insistió en que esos días de luna de miel, tendríamos tiempo, hasta para calentar
el desayuno.
Cerramos toda la casa y le dejó una nota a la señora que me la arreglaba, que era la mujer
de uno de sus camareros y que ella previamente, me había recomendado.
Lo último que miró fue la nevara y todavía hoy, no sé lo que buscaba o pretendía.
Entonces me puso un antifaz que utilizaba para dormir y así no vería nada de lo que
ocurría. Con una mano yo llevaba mi casco y con la otra, era guiado por ella. Cerró la casa
y supuse que estaríamos en la calle, cuando me quitó la máscara y abrí mis ojos, tenía
enfrente de mí una Harley-Davidson negra preciosa, que estaba lista para ser montada.
Mientras ella se reía como una niña, me enseñaba como ponerme el casco y el lugar donde
me tenía que sentar y también el sitio para posar mis botas, para poder viajar más
cómodos y seguros, en tanto que se reía, de mi inutilidad a la hora de viajar en moto.
Al darme un abrazo, me pidió que durante esos días, que estaríamos fuera de la isla, le
dejase a ella gestionarlo todo y que me dejase llevar como hombre objeto. Yo solamente
tendría que satisfacer sus deseos, que serían como órdenes de un general, para ser
cumplidas al instante. Empecé a cumplir fielmente sus mandatos y me callé mi
pensamiento, ya que nunca había conducido una motocicleta y esperaba no tenerlo que
hacer esos días.
Susan era la viva estampa de Olivia Newton John, en la película Grease, aunque en lugar
de botines, calzaba también unas botas de moto.
No pregunté cual sería nuestro destino y asumí mi papel de copiloto y empecé a divertirme
un montón, dejándome llevar por las locuras de mi compañera, aunque por un momento
me acordé de lo que Vanessa me había comentado, sobre algunas mujeres que buscaban
hombres inferiores a ellas, para hacer todo lo que querían, aunque este no sería el caso,
supuse…
Cuando atracamos en La Paz, rápidamente salimos rumbo a los Cabos y al dejar atrás la
ciudad, el ruido característico del motor, nos envolvía en un entusiasmo juvenil. Pronto la
música en estéreo empezó a sonar. Era The Who, interpretando la obertura de Tommy y
como los cascos tenían una conexión al equipo de sonido, la sensación de libertad y de
velocidad era del todo flipante.
Nos reímos mucho de aquello y después de que los dos hubiésemos pasado por el baño,
tomamos un frío refresco y continuamos con nuestra ruta, hacia Cabo San Lucas, después
de haber repostado combustible. Susan pagó y yo ni tan siquiera hice el intento de hacerlo.
En el trayecto entre Los Cabos, sí que pasé miedo, debido a que algunos conductores
tenían la intención de pasar lo más cerca de nosotros y sacarnos de la carretera. Susan
entonces se puso muy seria y tomó el centro de la vía y a la velocidad máxima permitida,
llegamos a lo que yo creía que iba a ser nuestro destino.
Al llegar a San Lucas, seguimos nuestro camino y continuamos por la carretera que iba en
dirección a la Paz y aunque no entendía demasiado el itinerario, una vuelta en U,
disfrutaba como un niño con un helado, de aquello. Además después de haber estado
tantas horas solo en el barco atravesando el Mar de Cortés, me sentía dichoso.
Más calmados con los conductores, pude otra vez gozar de aquel periplo costero. Había
dejado de pensar y disfrutaba enormemente, de ir de paquete abrazado a la mujer a la que
amaba. Escuchábamos música Country que a los dos nos gustaba bastante.
Casi una hora después de haber salido de Los Cabos, Susan bajó la velocidad y puso la
música de los Eagles y su Hotel California.
Dejamos la carretera al llegar a Todos Santos y cual fue mi sorpresa cuando aparcamos la
moto en el Hotel California.
Al quitarnos los cascos, nos dimos un beso. Yo estaba totalmente alucinado, mientras
Susan, se sentía en la luna. Tomamos nuestras pertenencias de las alforjas de la moto y mi
corazón latía muy deprisa, cuando me comentó, que allí Don Henley el 21 de Junio de
1976 había compuesto la canción, que era como el símbolo de nuestra juventud.
Fue cuando me enteré de la leyenda del fantasma de una chica llamada Mercedes, que al
aparecerse, invitaba a los clientes a que tomaran un trago en el bar del hotel.
El componente de los Eagles hizo una leyenda de la leyenda, como bien nos contaron los
propietarios, la familia Stewart, John y Debbie, que habían comprado el hotel a los
descendientes de un señor de origen chino llamado Wong.
Resulta según cuenta la leyenda, que cuando Don Henley, llegó al Hotel California, una
tarde muy cansado y sudado, pidió alojarse en él. Allí escuchó la campana de la Misión,
que se encontraba relativamente cerca y lo recibió Mercedes –el fantasma- y con una vela
encendida le dijo:
Después de darse una buena ducha (esto lo supongo), pidió en el bar su bebida prometida
anteriormente. El camarero le preguntó sobre la botella y Henley le contestó que Mercedes
se la había ofrecido en nombre del hotel.
El mesero muy sorprendido le dijo a Don Henley, que desde 1965, el fantasma de la chica,
no se le ha vuelto a aparecer.
Esa misma noche, se empezó a componer el himno de una generación, donde se cuenta la
historia, de la Misión, el fantasma y el Hotel California.
Esto fue lo que me contaron aquella tarde en Todos Santos. Posteriormente Susan me
comentó que en Los Ángeles en Beverly Hills, hay otro hotel llamado también Hotel
California donde también se atribuyen el honor de haber inspirado la canción.
Después de la plática con los Stewart, y de que ella me hubiese pedido disculpas por el
tiempo que habíamos estado con ellos, subimos a nuestra Suite en el genuino Hotel
California. Lo primero que hicimos fue quitarnos la ropa y darnos un baño con agua fría,
que nos enfrió las ganas de algo más. Fue cuando le pregunté el porqué no me había
advertido del viaje, para que hubiese cogido mi cepillo de dientes, una camisa y otro
calzoncillo.
Tomó una de las alforjas de la moto y en ella venía una camisa blanca preciosa de manga
larga, muy parecida a la que mi hermana me había traído de Tampa. Creo en serio que
eran iguales, por no decir la misma y un par de calzoncillos nuevos.
Así que lavé la camisa, los calzoncillos y no los calcetines, ya que solo tenía uno para
ponerme. Muy lentamente nos vestimos y cuando intentaba desvestirla, me pidió que
tuviera algo de paciencia, que esa noche, con el fantasma de Mercedes como testigo, me
comería…
Bajamos al bar a cumplimentar otra vez a los dueños, con los que Susan, mantenía una
muy buena relación de intercambio de clientes y fue cuando me presentó como su marido
prometido o prometido marido, ya que no me quedó muy claro aquella presentación.
Esta vez sin las gafas de sol, nos fuimos de la mano en busca de un sitio para cenar. Como
dos enamorados que ejercíamos el placer de serlo, caminábamos muy despacio, mientras
yo recordaba en absoluto silencio, el día en que nos habíamos conocido en Santa Rosalía,
meses atrás.
A lo lejos y muy cerca de la orilla del mar, encontramos un pequeño restaurante –que me
recordó a uno parecido en Santoña, en Cantabria- donde asaban todo tipo de pescados
incluidas sardinas, donde cenamos por un precio bastante reducido, eso sí, sin estar a
orillas del mar.
Delante de una mesa, le pregunté el porqué los conductores esa tarde, se habían metido
con nosotros, en la autopista de cuota que hay entre los Cabos.
Me llamó “mi naquito”, -ya por lo menos no era capullo- y me explicó que su Harley era
una Police 1,200 y que había sido utilizada por la policía de los Estados, y que por eso,
arremetían contra nosotros, los conductores a los que les debía de traer algunos recuerdos.
Susan me miró a los ojos diciéndome:
-Presumes que te das la vuelta al mundo con una mochila y que si necesitas algo lo
compras, pues ahora demuéstramelo.
Después, me comentó que con el dinero ganado con la venta de la finca, se la había
comprado en San Lucas, en el concesionario de HD y que en los días en los que
estuvieron sus padres, entre ella y mi futuro suegro, la habían puesto a punto.
Además, ahora tenemos tu velero y he cumplido otros de mis sueños, -que no pusimos en
La Lista-, que era tener una Harley en propiedad y no alquilada.
Este modelo cada años es más escaso y por tanto, su precio subirá como la espuma y
mientras, tu yo la disfrutamos.
Caminamos por las calles cercanas al hotel cogidos de la mano y en un parque muy
cercano a la Misión, Susan me confesó algo que le preocupaba desde que nos habíamos
conocido. Antes de explicarse, me tomó de las manos y después de un maravillo beso me
dijo:
-Algunas veces tengo mucho miedo, a que nos casemos. Estamos tan bien ahora, que
pienso en porqué tenemos que firmar un papel que nos comprometa legalmente. ¿Qué nos
va aportar el estar casados? Si fuésemos a tener hijos, yo sería la primera que te lo pediría.
Cuando nos conocimos y jugamos con lo de nuestra futura boda, lo que yo quería era
tener una relación contigo sin fijar límites. Amarnos como ahora lo hacemos. Al estar
juntos, me encanta pensar que yo soy tu mujer y que tú eres mi marido. Por otro lado, me
asustaba mucho la palabra compromiso y como nunca te has casado, para qué haz de
quererlo hacer ahora.
No tiene nada que ver esto con lo que mi familia me haya podido decir, pero es algo que
me ocurre cuando no estamos juntos, porque solo me pasa, cuando estás en San Lucas o
en Oaxaca o yo en San Diego.
Susan se tapaba uno de sus ojos en señal de vergüenza, mientras yo asimilaba sus
palabras.
Pensé en mirarla fijamente a los ojos y decirle:
-¿Por qué no me has pedido mi opinión? ¿No crees, que puede pasarme lo mismo o algo
parecido a lo que te ocurre a ti?
Detuve por un instante mi pensamiento, para sacar de dentro de mí, lo que en realidad
quería expresarle, sin que el pensamiento me pudiese condicionar. Así que le dije:
-Por lo que me has explicado, deduzco que nos pasa lo mismo. Cuando te regalé el anillo
de compromiso, lo hice por un impulso, llevado por mi amor hacia ti, para que llevaras
algo mío, aunque no hace falta que sea material, ya que desde que nos conocimos, estás
dentro de mi corazón, en cada latido que ha dado y yo estoy dentro de ti, también. Ahora
con los años, tenemos ventaja, ya que poseemos perspectiva y sabemos lo que ambos
queremos y el cómo obtenerlo y disfrutarlo. Nada de conflictos ni mal entendidos. Desde
que nos conocemos, en casi ningún momento me he alterado a tu lado, ni he discutido tus
decisiones. Nos respetamos y me siento terriblemente “ORGULLOSO” de ser una parte
de ti y de que yo también lo sea tuyo. No creo que el hecho de casarnos cambiaría
nuestras vidas.
Durante unos segundos la vi dudando de lo que me iba a decir y supuse que me haría una
gran confesión de algo que la molestaba y así fue, cuando me dijo:
-Mira Félix, te amo tanto que algunas veces me duele mi cuerpo de tanto hacerlo. Confío
plenamente en ti y quiero confesarte algo muy importante. Conozco y soy amiga de María
Teresa, la madre de tu amigo Emiliano y ahora te confieso que cuando dudé de ti, la llamé
por teléfono y ella me aseguró que estabas muy enamorado de mí y que ponía la mano en
el fuego por ti y me animó a que continuásemos la relación. Te acuerdas la mañana del
barco, cuando me viste con aquel amigo y te pusiste tan malito. Era el día de mi
cumpleaños y al darme cuenta de que te estabas medio que muriendo por mí culpa, me
quise morir de pena contigo. Todo, por no haberte dicho, que iba a venir un amigo a verme
y que regresaría con él a USA. Tan solo recuerdo haberte pedido que esos días no
aparecieras por mi vida y no era precisamente porque tuviese en ese momento algo con él,
ya que solo era mi amigo.
La verdad fue que durante algunos años estuvimos viviendo juntos en San Diego y como
él seguía atado por su pasado, decidí dejarle y venirme a vivir a México unos meses antes
de conocerte. Nos veíamos y como yo era libre de hacer lo que me daba la gana, alguna
vez nos acostábamos, pero desde que lo hicimos tú y yo la primera vez, has sido y espero
que sigas siendo el único.
Tomó aire y utilizando sus manos de una manera muy expresiva, continuó:
-Hay algunas cosas que no sabes de mi vida y pienso que ahora es el momento de que lo
sepas. Cuando vencí mi depresión y salí del psiquiátrico, mi salud se resintió bastante
durante algunos años. Quería buscar a un hombre que quisiera compartir mi vida y aunque
encontré a un chico estupendo, no supimos llevarlo a cabo. Era un poco como tú, ya que
me quería tal y como era. No me exigía nada y era un buen padre, ya que tenía dos hijos
mayores.
Era muy romántico y culto, pero yo necesitaba mucha más marcha de la que él me daba y
como él sabía lo delicado que era tener una relación con hijos pequeños, cuando le pedí
que diese el paso de conocer a mis hijos y de venirse a vivir a mi casa, me dijo que no y
entonces le dejé. Dos años después, me apareció un bulto en un pecho y tuvieron que
quitarme el tumor. Lo pasé muy mal y ese fue mi punto de inflexión. Pensé en que me
moriría sin ver crecer a mis hijos y al superar la enfermedad, me convertí en otra persona
y fue cuando conocí a John, al amigo que conociste aquella mañana. Con él, al principio
fui muy feliz, ya que se llevaba fenomenal con mis hijos, sobre todo con el mayor, que es
un poco más difícil. Pero había algo en él, que no me gustaba, ya que odiaba a los latinos y
eso nos empezó a distanciar. Mis padres le aceptaban por mi felicidad, aunque su distancia
era enorme. Él no quería que tuviésemos una relación estrecha con ellos y para mí, mi
familia lo es todo.
Creo que ya te he dicho todo lo importante sobre mí. Respecto a John, cuando tú
apareciste en mi vida, se lo dije y corté definitivamente con él y fue cuando se presentó en
la isla. Como ya yo te quería y por nada del mundo, mi intención era hacerte el menor
daño, mi amigo estuvo esos días en un hotel con la esperanza de reconquistarme.
Susan se apoyó en mi hombro, buscando mi perdón y le dije, que eso había sido un
malentendido y que cuando aquella mañana en el barco, me había limpiado, besado y
mimado, se me había pasado el corte de digestión, aunque le confesé que en verdad creía
que me iba a dar un ataque cardiaco allí mismo.
-Me extrañó que nunca me preguntaras que quién era mi amigo y que aún ahora, sigas sin
hacerlo.
-Eso es algo que si tú creyeras que era importante, me lo tendrías que decir, sin que te lo
tuviese que preguntar. Además lo única que me importa es nuestro presente y futuro,
dejando atrás nuestro pasado.
No creo que allí, en ningún momento superamos los 30 Km por hora y no había tráfico de
coches. No llevábamos casco y en los siguientes viajes compré dos, uno para mí y otro
para el conductor y al final, regalaba el casco entre los que lo necesitaban.
Otro día te lo contaré. Durante 21 días, mejor dicho 20, estuve recorriendo la Camboya
profunda sin ver a un solo occidental, guiado por Mr. Lee, del Indochina Hotel, que había
sido un antiguo militar y me llevó unos días a su pueblo para que hiciera un trabajo
antropológico sobre ellos.
-La fobia no me la había eliminado, ya que no creía que subiría en una moto tan rápida y
menos contigo de conductora. A propósito, lo haces muy bien.
-Ya lo verás…, sabrás y lo saborearás luego en el hotel. Ahora quiero confesarte otro
detalle. El día de mi cumpleaños cuando lo de mi amigo y el barco, me quedé de piedra
por un hecho ocurrido hace varios años. Mi Ex, me había dejado en Agosto de 2001 y
justo antes del 7 de Septiembre quiso volver conmigo y que le prestase un montón de
dinero. Yo no le quería y le había soportado solo por mis hijos, para que tuvieran unos
padres como era debido y sin temer nada raro, le di una gran parte del dinero que tenía
ahorrado para los estudios de mis críos.
Horas después de haberle dado el dinero, me lo encontré en San Diego con una mujer, con
la que llevaba viviendo una doble vida, desde hacía por lo menos un año. Ella era hija de
un Teniente Coronel del Ejército y también era militar con un rango superior a mi ex.
Sentí como mi vida se venía abajo literalmente y me desplomé anímicamente más aún.
Durante cerca de un mes, me internaron en un psiquiátrico, hasta que pude calmarme.
Cuando volví a mi casa, él se había llevado a mis hijos y yo perdí mi trabajo en el Ejército.
Me quedé con una casa embargada, sin mis hijos y si no es por el apoyo de mis padres y
de mi hermana, me hubiese suicidado. Mi cuñado me encontró un trabajo en una empresa
de Bolsa y muy rápido, aprendía los secretos de la inversión y me hice Bróker. En pocos
años gané el dinero suficiente para recuperar mi casa y el dinero de la Universidad de mis
hijos.
-Dios quiso que años después, el día de mi cumpleaños, el mismo día en que me había
pasado eso a mí, el haber visto a mi ex con otra mujer, te vi a ti, en una situación parecida.
Al darme cuenta que estaba viviendo nuevamente la misma situación, -esta vez en el lado
opuesto-, mientras te besaba, le daba gracias a Dios, por permitirme estar a tu lado
ayudándote, aunque de verdad, era a mí misma a quién auxiliaba. Por eso entendí
perfectamente, lo que te estaba pasando, mientras te revolcabas de dolor en aquella panga.
Me veía a mí misma indefensa llena de dolor y al abrazarte, sentía como me vencía y
recuperaba mi autoestima, perdida durante aquellos terribles días de Septiembre de 2001.
Durante un buen rato, estuvimos abrazados en un banco del parque, sin decirnos nada.
Tan solo, nos dábamos cariño. Las campanadas de la Misión, nos trajeron a la realidad y al
comprobar que ya era media noche, regresamos oliendo el aroma de los naranjos y algo
parecido, a la flor de azahar.
Fue cuando me acordé de que tenía lavar la ropa y raudo y veloz lo hice, dejándola que se
secara en un balcón que teníamos en la habitación. De un salto, como los de mi gata, me
metí en la cama.
Desnudos y con el aire acondicionado a tope, nos echamos la manta encima y nos
dormimos profundamente, envolviéndonos el uno en el otro.
6 de Enero. Todos Santos Mi Regalo de Reyes. Muy de madrugada.
No sé exactamente cuánto tiempo había pasado, desde que nos habíamos dormido, cuando
me desperté bastante excitado y sentía como literalmente me comían vivo.
Susan estaba poniendo en práctica una nueva especie de receta de cocina y con una mano,
me daba tremendo masaje en mi mayor punto de placer y con la otra, le ponía, doble de
miel y para rematar, le añadía canela y me absorbía, libándome todo entero.
Creo que fue la sensación de frío producido por la miel, lo que me había despertado,
mezclado con el calor que se estaba emitiendo en mi cuerpo.
Fue todo tan rápido, que cuando me quise dar cuenta, estallé en una explosión libidinosa de
placer, emitiendo tal gemido, que seguro que también, asusté hasta el fantasma de la chica
de la canción.
Del éxtasis, pasé a una risa incontenible, al ver con la poca luz que teníamos en la
habitación, su cara embarrada de miel, canela y algo más…, mientras que ella, lo que en
ese momento chupaba, -con una sonrisa de oreja a oreja-, eran sus dedos. Y de repente se
puso a cantar:
-Traigo en mi boca la miel, que se entrega cuando se ama….eres sangre de mis venas….
Cuando hay dos que tanto se aman.
Besándonos, nos pusimos perdidos de los restos de la comida, -nunca mejor dicho-, o del
desayuno matinal, que era más típico del amanecer, llamarlo así.
En aquel momento, me puse la imaginaria gorra de chef y sin darle el previo masaje de
espaldas a mi amada, le apliqué el mismo tratamiento.
Al principio iba muy despacio y conforme ella gemía, desparramando “el invento” por
todos lados, yo me lo pasaba pipa.
De tanta miel que absorbí, me dio sed y tuve que aguantarme, hasta que mi amada, llegara
repetidamente a meta. La dejaba descansar y segundos después, le aplicaba otra vez el
invento, con la poca miel que quedaba, le aplicaba el masaje tántrico pertinente, en todo su
cuerpo, especialmente en sus pechos que de repente se encogieron.
Cuando ella no pudo más, me pidió agua y después de beberla como cosacos y de
descansar un poco, sin querer tocarnos, cada uno en un extremo de la cama, retiró la
sábana enfangada de sudor, etc. que previamente antes de acostarnos había colocado y que
había traído de su casa.
Hasta en esos detalles, ella era magistral. Nos dimos un buen baño y como la bañera tenía
lugar para reclinarse, pudimos desfogarnos del efecto posterior que tanta mezcla había
producido en nuestros cuerpos, en forma de feromonas de placer.
Salí yo primero del tocador y me fui derecho a echar un sueño y cuando me estaba
quedando frito en la cama, me pidió que me vistiese, ya que ese día, sería muy largo.
Susan parecía una niña, mientras yo le propuse el “u qué”. Como no me entendió el chiste
gachupín, se lo tuve que explicar.
Eran dos gallegos enamorados, que a la hora del almuerzo el marido le pregunta a
Marusiña: ¿Cumemus u qué? Y ella le responde: Pepiño, primero u qué y luego cumemos.
Levantándose de pronto, me tomó del brazo y me dijo, que lo dejaríamos para la cena,
pero esta vez, sin empalago.
Al intentar levantarme de la silla, me costó bastante y como yo seguía con la risa floja, al
segundo intento, tocándome mi espalda en señal de agotamiento, pude hacerlo.
Ella me pidió muy seria, como nunca la había visto anteriormente, que me comportara, ya
que éramos la comidilla del hotel, mientras yo no entendía, que la mezcla de miel con la
canela, produjera risa y fue cuando comprendí que debía de ser debido al ingrediente
humano. Entonces me reí más de aquello, aunque al mirarla a la cara, comprendí que tenía
que respetarla y cambié rápidamente mi humor.
Nos lavamos los dientes y bajamos rápidamente con nuestras alforjas y fue cuando nos
pudimos despedir de los dueños, de la manera habitual, en la que Susan lo hacía.
Les explicó que como yo era latino, algunas veces ella no entendía mi comportamiento y
que no se preocuparan, que aunque yo debía de estar todavía algo borracho, sería ella la
que conduciría la Moto. Me le quedé mirando a los ojos, como dándola a entender:
-¿Y tú, qué te crees que eres? Eres tan latina como yo, además no hemos bebido ni gota de
alcohol.
Me explicó mirando el reloj, que ya habíamos roto el record de tiempo seguido viéndonos,
ya que hasta la fecha, nos habíamos visto esporádicamente y que había planeado el viaje,
desde que se compró la Harley.
Tendríamos que recorrer más de 600 kilómetros hasta nuestro destino y eso en México,
por mucha carretera larga que haya, son muchos kilómetros, aunque aquel vehículo era
más cómodo que el sillón de estar, de mi casa de la isla. Todo eran carreteras largas, pero
cuando las curvas apretaban, Dios mío, aunque la verdad sea dicha, tampoco había
demasiado tráfico y en la moto, abrazado a mi amor, se hacía muy tolerante.
Sentía como ella lo estaba pasando muy bien y al ver su felicidad, la mía era cada vez
mayor, aunque ignoraba adonde me llevaría.
Dos horas después, paramos a repostar y aprovechamos para ir al baño y comer algo en un
sitio muy acogedor, donde por fin pude comer, mi arroz blanco con frijoles negros, y
patacones fritos y un pollo asado un poco picante que estaba muy rico.
En la comida, Susan me hizo otra vez un interrogatorio detenido, porque le había dicho al
camarero el país y la ciudad de donde él era y había acertado
-Escucha Félix, ese biógrafo tuyo panameño, no será tan perverso de contar, lo que hemos
hecho esta madrugada en el Hotel California…
Capítulo XXI
Esta vez de un tirón hicimos muchos kilómetros. Estaba ya anocheciendo cuando
llegábamos a Santa Rosalía y mi corazón se puso a latir muy deprisa. Cuánto había soñado
con volver a aquel lugar y poder desquitarme de lo que no pudimos hacer en nuestra
primera noche.
Nos dimos una ducha los dos y mientras la besaba por todo su cuerpo, le daba las gracias
por ese regalo que me estaba dando cuando me dijo:
-Félix, no es mi regalo. Es nuestro regalo. Tenía muchas ganas de volver a este sitio, que
desde que nos conocimos, lo he llevado en mi corazón. Así que démonos prisa, que se
hace tarde.
No quise preguntarle el por qué de la prisa y lavé mi ropa sucia mía, mientras que ella,
lavaba solo la interior. Bajamos a la recepción y pedimos un taxi que nos llevó como
primera parada a la estación de autobuses. Esta vez sin darme cuenta, al ir a pagar, me
recordó que olvidara mi dinero. Entramos en la estación y sin habernos dicho nada
previamente, nos volvimos a sentar como lo habíamos hecho meses atrás. Uno en frente
del otro.
Nos miramos ante el asombro de los viajeros y al mismo tiempo nos levantamos, nos
dimos un montón de besos y salimos corriendo de allí, rumbo al restaurante italiano, de
nuestra primera noche, donde nos atendieron los mismos meseros, aunque no creo que se
acordasen de nosotros. Las calles estaban muy limpias y no parecía aquel pueblo
polvoriento que yo recordaba. Eso sí, la feria con la noria no estaba. Pedimos de comer y
mientras ella iba al baño, le di una propina al camarero para que nos pusiera,
-cuando Susan hubiese vuelto a la mesa-, a Frank Sinatra y su “Extraños en la Noche”.
Preguntamos por alguna discoteca y fuimos a una que estaba cerca, donde la música
dejaba bastante que desear, además no había mucha gente que digamos. Me acordé de mi
amigo Tony Párraga y también de Mario Comendador, que cuando llegaba yo a Fortuny,
me ponía The Best de Tina Turner y últimamente, Baker Street.
Pedimos una botella de champagne y como el señor pensó que yo era español, me dijo que
tenía Cava de Barcelona, así que eso fue lo que pedimos, para hacer patria.
Nos vino a atender el dueño y nos comentó que era del Barça y nos preguntó que cual era
la música que queríamos oír. Susan se me quedó mirando un tanto extrañada y le pedí
Salsa y algo de los 70 y 80.
Para qué fue aquello. En medio de la pista pusieron como una gran pantalla donde aparecía
el vídeo de la Bamba.
Sin pensárnoslo dos veces nos pusimos a bailar como consumados expertos. La siguiente
pieza fue ABBA con Chiquitita en español, la cual bailamos muy enamorados y mucho
más, después de que ella me comentó que mañana nos levantaríamos muy tarde, sin prisas
y me pidió que disfrutáramos de la noche como si fuese la primera.
Cuando nos íbamos a sentar y dar cuenta del Cava, apareció Grease, con Summer Night y
volvimos a bailar como adolescentes.
El Cava estaba en su punto y nos trajeron también algo de botana, como entrada. No era
jabugo, ni queso manchego, pero aquello estaba muy bueno.
Bajaron un poco la música para que pudiésemos hablar mejor y nos pusieron muy
especialmente para nosotros, oyéndose por los altavoces “a los jóvenes venidos de
España”, Hotel California y muy divertidos, esta vez sin bailar, recordábamos la noche
anterior, mientras me imaginaba lo que me tendría preparado para esta madrugada.
Susan me preguntó por su abuela y aquello me dejó muy impresionado, ya que su madre,
la noche de navidad me había comentado lo importante que ella había sido en la vida de su
hija. Yo no sabía que sabía que contestarle y fue cuando me salvó la música de Bobby
Goldsboro con Honey.
Salimos a bailar muy despacio y vi como le saltaban las lágrimas. La tomé muy
fuertemente como meses atrás y mientras le limpiaba las lágrimas me dijo:
-Te amo tan profundamente, que quiero que cuando lo sientas de verdad, me llames
Susana, en momentos muy especiales como ahora. solo mi difunta abuela y tú me lo
habrán llamado. Os perecéis tanto, bueno ella era más guapa...
Dios mío, no sabía lo que decirle. Le daba pequeños besos y la tomaba fuertemente de la
mano mientras bailábamos. Pronto se oía a Bee Gees interpretar Words y sentí que la
muerte estaba cerca y tenía que enfrentarme a ella, como aquella tarde en la playa. Fue
cuando dejé de pensar y disfruté intensamente de aquel momento, donde le ofrecía lo
mejor que tenía y me puse a rezar dándole gracias a Dios por estar allí.
Fue cuando Juice Newton, con su “Angel of the Morning” me dejaba impresionado, ya
que fue la última canción que escuché a eso de las cuatro PM, el 11 de Julio de 1970,
cuando salí de mi querido Panamá, dejando atrás mi vida, mis amigos y me prometí que a
partir de ese día, cuando escuchara esa canción en lugar de ponerme triste, recordaría que
la vida era una aventura arriesgada o no era nada.
Volvimos a la mesa y fue cuando pusieron de verdad música salsa. Estuvimos bailando
hasta que para terminar la sesión, pusieron el vídeo de Joan Manuel Serrat y Joaquín
Sabina, Dos Pájaros de un Tiro, donde interpretaron, Cantares y cerraron con “Y Nos
Dieron las Diez”.
De pie abrazaba a Susana por la espalda, de la misma forma que la noche de la noria y
mientras yo cantaba las dos canciones le explicaba que la última canción estaba cortada y
le prometí que en cuanto pudiera le pondría la versión original. Era de madrugada y el
dueño del local se ofreció a llevarnos al hotel, ya que a esa hora era difícil encontrar un
taxi.
Como no nos habíamos terminado la botella de Cava, nos la llevamos al hotel y en nuestra
habitación, salimos a la terraza de la habitación, para dar buena cuenta de ella.
Sin música y a la luz de la luna, -que todavía se reflejaba en el mar-, empezamos a hacer el
amor muy despacio, a cámara lenta, recordando nuestra primera noche.
Nos quedamos dormidos en unas tumbonas y minutos antes del amanecer, Susan se debió
de despertar y echándome un poco de cava por mi cuerpo, hizo que me espabilara
rápidamente. Se puso su bikini y yo mi calzoncillo disfrazado de traje de baño. Cogimos
unas toallas y bajamos a la playa que teníamos debajo de la terraza y corriendo llegamos al
agua, que estaba algo fresca. Nos metimos muy despacio y abrazados, haciendo lo que
podíamos, vimos como el sol aparecía, mientras las gaviotas y algún que otro pelícano
volaba por encima nuestro.
Salimos del agua y caminamos un poco por la arena húmeda, oliendo a ese mar, que se
imponía delante de nosotros, hasta que se hizo de verdad de día y volvimos a nuestra
recámara, donde nos dimos un baño bastante caliente. Lavé la camisa, los calcetines y el
calzón y cuando me metí en la cama, ella roncaba profundamente. Le di un beso, me volví
de espaldas, recé dando gracias y me dormí con una gran sonrisa. Mi vida merecía la pena.
Ghost y La abuela de Susan
8 de Enero. Santa Rosalía
Caminábamos juntos de la mano, cuando Susan se detuvo poniéndose a dar saltitos, como
si fuese una niña pequeña. Enfrente nuestro había un cine, donde se proyectaba la película
Ghost y siguiendo su intuición, nos metimos en la sala.
Compramos palomitas, dos de agua y nos reímos al darnos cuenta, que era la primera vez
que íbamos juntos al cine. Nos pusimos en la mitad de la sala, ya que estaba casi vacía,
porque era la primera sesión. En cuanto empezó la película, sentí en su mano una
profunda tensión y dándole un beso, le recordé que era solo una película y ella como
respuesta me tiró unas cuantas palomitas encima de mi cabeza, en señal de reprimenda.
En muchas partes del film, su emoción se desbordaba y parecía como si ella, la estuviese
viviendo en carne propia. Aunque el que de verdad la sentía, era yo, por los arañazos que
involuntariamente me daba en el brazo, las manos y también en los dedos. Yo no sabía
cómo actuar, así que disimulando que alguna lágrima también brotaba de mis mejillas,
aguantaba estoicamente sus nervios clavados en mi cuerpo.
Al terminar la película, nos quedamos pegados a los asientos, hasta que se terminaron los
créditos y se encendieron las luces. Al levantarnos nos fundimos en un fortísimo abrazo y
enseguida me di cuenta que de ella continuaban brotando lágrimas cuando me preguntó:
-Claro que sí. Sé que lo puedes hacer. Hazlo por mí, por fa. Cuando ella murió, no pude
decirle lo mucho que la quería, ya que estábamos a miles de kilómetros de distancia,
aunque te prometo que cuando ella se fue, su espíritu se vino a despedir de mi y un día tú
me contaste, que te pudiste jugar al dominó con tu padre y tu abuelo y creo que con un
tío, que también estaban muertos. Le pido que me ayude a despedirme de ella y pueda
volverla a ver otra vez. Ya sé que usted no es tan poderoso, ¿o sí? Ándele mi gachupín, no
sea tan malo y concédame ese favor, ya que es muy importante para mí, el volver a verla,
estando yo aún viva.
De pronto se me puso a hablar al más puro estilo Mexicano y aquello me hizo mucha
gracia.
-De acuerdo, lo haremos esta noche.
-Hágalo por favor ahora mismo, no puedo aguantarme y quiero abrazarla y fundirme con
ella, en su espíritu.
-Con una condición.
-¿cual?
-Que me vuelvas a hablar en gachupín, que si no, mi biógrafo se hará un lío.
-De acuerdo mi amor, así lo haré. Mira, allí en aquel parque hay un gran palo de mango,
que nos protegerá del sol. Sentémonos en ese banco, donde nadie nos molestará, ya que al
pensar que somos gringos, nos dejarán tranquilos, aunque no perderán ojo de lo que
hagamos.
-Yo había pensado hipnotizarte esta noche en el hotel, pero ya que me lo pides, el Parque
de Cervantes, será el lugar idóneo. Deberás hacer todo lo que te indique. Aunque podemos
ir a aquel sitio tan acogedor, que se llama Hotel Occidental, donde estaremos más
tranquilos.
-Mira Félix, quiero que me hipnotices, no que me eches un polvo. Y que de paso, me
quites todo lo malo de mi pasado. Que me hagas una limpia, una limpieza de todo, como lo
que le has hecho a muchas de tus clientas.
-¿Todo?
-Sí, todo. Empieza por darme un beso.
Ella me dio doble de “casi” todo y al oído, me susurró que el resto me lo daría esa noche,
aunque no precisó si sería en la habitación, sobre la arena de la playa, dentro del agua del
mar, o como habíamos hecho esa madrugada, en casi todas partes. Tan solo la bañera se
nos había resistido, al igual que la noria, la noche en que nos habíamos conocido. Me
quedé muy sorprendido cuando ella me besaba sin miramientos y sin importarle lo que
pudiesen pensar los que nos observaban. Al ver mi cara de asombro, me dijo:
-Mira Félix, el motivo de venir a Santa Rosalía, no era solo, para poder hacer el amor a
todas horas, en la ciudad donde empezó a fraguarse lo nuestro. Era para poder pasear
libremente, sin tener que escondernos como en la isla. Además quería probar la Harley y
también poder estar juntos sin tener que mirar el reloj. Y así saber, si estando juntos tantos
días seguidos, nuestro sentimiento lo resistiría. Como por aquí vienen muchos turistas
procedentes de Mazatlán, que hacen el recorrido en Ferri, los lugareños están
acostumbrados a los extranjeros. Así que ya que estamos sentados en este banco, empieza
con la hipnosis.
Me puse muy serio y le pedí que cerrase los ojos y que no los abriera hasta que yo se lo
pidiese. Que se sentase totalmente recta y que apoyara su espalda al respaldo del banco y
que pusiese sus piernas medio abiertas y como le aplicaría una Hipnosis Clínica, mezclada
con MHRP, en ningún momento perdería la conciencia.
Ahora ella era un águila que tenía un pico nuevo, unas garras nuevas. Sin embargo las
plumas de las alas, le pesaban demasiado y tendría que quitárselas a picotazos, una por
una.
Le indiqué que en cada una de sus plumas, depositara todo aquello que todavía no había
podido hacer en su vida, hasta ese momento. Todos los viajes que hubiese querido hacer y
las aventuras que hubiese querido haber vivido. También, todos los obstáculos que le
impedían llevarlos a buen puerto.
Por último, que pusiese en sus últimas plumas, lo que hasta ese momento se le hubiese
pasado y querría desprenderse de ello. Ya que su pasado, le serviría de trampolín y no de
sofá.
Le pedí que se tomara todo el tiempo necesario, para que realizara, esa especie de
depilación profunda, de todo su plumaje.
En un profundo trance hipnótico realizó el ejercicio, sin poder percatarse si quiera, de que
algunos curiosos, a unos metros de distancia, asistían a un espectáculo, del cual no
entendían, lo que los actores interpretaban y lo hacían desde un profundo respeto.
Ella no tendría en cuenta los comentarios que pronunciaban, ni tampoco cuando un celular
o teléfono móvil se accionaba, ya que le había pedido, mejor dicho ordenado, al inicio del
ejercicio que solo atendiera mi voz y que los demás ruidos o voces, no interfirieran en el
ejercicio.
Al terminar de cortar sus plumas, le pedí que sintiera cómo le empezaban a crecer plumas
nuevas y que en cada una de ellas, de colores vivos, depositara lo que a partir de ese
momento quería hacer con su vida. Proyectos, viajes, contribuciones, aventuras, lugares
que quería visitar, etc.
Cuando hubo terminado, recapitulé que ahora era un águila, que tenía un pico, unas
plumas y unas garras nuevas y que sintiese las ganas de volar y que se lanzara en un viaje
de iniciación, recordándole que había empleado 150 días, o sea cinco meses de su vida y
que ahora viviría otros treinta años águila. Los mejores de su vida, ya que no tendría que
aprender a vivir. Ahora viviría intensamente de su intuición e imaginación.
Le recordé unas palabras de uno de sus filósofos favoritos, Albert Einstein que un día dijo:
La imaginación es más importante que el conocimiento, pero para que haya imaginación,
tiene que haber conocimiento.
Le hice un apilamiento de anclajes, o sea anclajes sobre anclajes, para que cuando
escuchase una música determinada, oliera, o degustara un sabor, o sintiera una sensación
además del Tris Tras, imaginario o real, se activasen sus anclajes y volviera a recordar y
vivir inconscientemente lo que estaba pasando en ese momento por su mente.
Durante algunos minutos estuvo en éxtasis mental, mientras yo vigilaba cada movimiento
de sus gestos y por otro lado, impedía que las personas se acercaran a menos de dos
metros de nosotros, ya que con su energía distinta, podrían contaminar el ejercicio.
Le recordé el significado de los Aliados, para Carlos Castaneda, que pone en boca de Don
Juan:
“El Aliado, es un poder que un hombre puede traer a su vida para que lo ayude, lo
aconseje y le dé la fuerza necesaria para ejecutar acciones, grandes o pequeñas, justas o
injustas. Este aliado es necesario para engrandecer la vida de un hombre, guiar sus
actos y fomentar su conocimiento. De hecho, un aliado es la ayuda indispensable para
saber… Un aliado te hará ver y entender cosas sobre las que ningún ser humano podría
jamás iluminarte”.
Llegado a este punto, y continuando con la hipnosis, le pedí que se imaginase un camino
muy cerca de la orilla del mar y que al seguirlo, llegara hasta una puerta de una casa que
estaba abierta. Le pedí que entrara y que al ver la piscina, reconociese que estaba en la
piscina de la película Cocoom, donde unos ancianos se bañan en una piscina que contiene
unas rocas que tienen el poder de regenerar la salud y recobran parte de su juventud.
Le sugerí que podía subirse a un trampolín y tirarse de cabeza, o bien bajarse por el
bordillo o por las escaleras. Ella se tiró del trampolín y le pedí que nadara a braza y que se
sumergiera y tocase las rocas que emanaban energía.
Estuvo nadando y recobrando su vitalidad y le volví a hacer otro anclaje, para que cada
vez que nadara, fuese en una piscina o en el mar, sintiera los mismos efectos y visualizara
su futuro, modificando a voluntad su rumbo.
Al salir del agua, virtualmente la llevé a una habitación de unos cuarenta metros cuadrados,
donde en medio había un ascensor de esos, a los que se ve, a las personas que van en él.
Le pedí que observara como bajaba una persona y en ese momento, segundos antes de
que viera a su abuela, le accioné otro anclaje muy potente, para que cuando abuela y nieta
se abrazasen, Susan se sintiera totalmente reconfortada y en lugar de echarse a llorar, se
rieran y se abrazaran.
Controlando los movimientos de sus ojos, de sus cejas, el color de su piel, su lenguaje
gestual, llegó el momento deseado del encuentro de Susan con su abuela.
Posteriormente, le pedí que visualizara o imaginase que en el ascensor bajaban sus seres
queridos, vivos o muertos y también aquellas personas a las que invitaría a una fiesta,
como a Hemingway por ejemplo.
Me preguntó que si me podía invitar a mí, le comenté que claro, que si ella lo creía
necesario, también participaría de esa “fiesta para la cual no hacía falta invitación, tan
solo el querer participar”.
Cuando estuvieron todos los invitados en su sitio, le pedí que se subiese a un estrado,
donde todos pudieran verla y les contase con pelos y señales como sería su futuro. Le
accioné otros anclajes y cuando terminara de contarlo, se fuese despidiendo de cada uno
de los invitados y que la última sería su abuela.
Las dejé a las dos, para que se contaran sus cuentos, sus cosas y al rato, le pregunté lo que
quería hacer con su abuela y ella me contestó que quería que una parte de ella se quedara
en su espíritu y que la otra, la viniese a buscar, cuando ella muriera, como acabábamos de
ver en la película Ghost.
Le pedí entonces que se subiera en el ascensor y que fuese al cine donde había dejado su
cuerpo y que lo recogiese y volviese al banco del parque y se metiese otra vez en su
cuerpo.
Mientras, le hacía una señal, a los espectadores del parque, para que se fuesen retirando en
absoluto silencio y les daba las gracias por hacerlo.
Al traerla otra vez al banco, le pedí que recordase que durante toda la sesión, ella había
podido respirar, siempre que había querido; que había tenido los pies en el suelo y la
espalda recostada. Ahora debería hacer una respiración lenta y profunda y que empezara a
mover los brazos y a estirarse. Que poco a poco, fuese abriendo los ojos.
Al hacerlo, se quedó como hipnotizada –nunca mejor dicho- y poco a poco, me dio las
gracias por haber visto a su abuela y me reconfirmó que ella le había dicho, que yo era su
hombre a caballo. Me dijo que también le había pedido, que me dijera que comprendiera a
sus hijos y que me llevara muy bien con ellos.
Dejé que volviera en sí y fue cuando me dio un profundo abrazo, mientras seguía
estirándose. Al rato, Susan me dijo que lo que me había pedido era ver a su abuela y que
yo la había llevado por otros caminos.
-Tú, Susana, has vencido a tu miedo. Te has convertido en una persona de “Poder” y
deberás de seguir desarrollándolo y transmitiéndolo, para el bien de la humanidad. Lo que
de bien hagas, se te recompensará y el mal que causes, te retornará como un búmeran.
La dejé que asimilase lo sucedido, ya que sin darme apenas cuenta, al dejarme llevar por
mi intuición, removí en sus adentros, todo ese poder inmenso escondido, que ella tenía y
que al haber sido removido por la hipnosis, había aflorado de inmediato.
Estaba un poco confusa y tuve que disparar sus anclajes, para que el desconcierto inicial,
se convirtiera en poder.
Más calmados y al oír unas campanas, ella se levantò sin decirme nada y tomándome de la
mano, subimos las escaleras de la Iglesia de la Sagrada Familia, donde había una estatua de
un cura llamado Epifanio Bastan, que debió de haber sido un buen cantante desafinado de
ópera y para otras personas, otra cosa…
Al ver un sacerdote confesar, me dejó solo y después de algunos minutos regresó, con un
semblante que denotaba una paz interior descomunal. Al salir de la iglesia, reconocí a
algunas de las personas, que anteriormente nos habían estado observando en el parque y
ante el asombro de Susan, nos saludábamos como viejos amigos. Una señora mayor, le
trajo un pequeño ramo de flores y se las dio con mucho respeto, como si ella en verdad
hubiese visto a la Señora.
-Me tienes que explicar lo que me has hecho mientras me tenías hipnotizada y lo que ha
pasado, para que estas personas que no conocemos de nada, nos hayan tratado de esa
manera tan especial.
-¿Tan especial?
-Sí. Tan especial y por favor no vuelvas a repetirme la última palabra que he dicho, que
parece que me estás interrogando. Además, quiero comerme un helado.
Así que nos fuimos a una heladería cercana y ella pidió uno de chocolate y el que me
dieron a mí, era como un limón exprimido de Gandía, que por cierto estaba muy bueno.
Susan estaba bastante cansada y me pidió que volviéramos al hotel, ya que al anochecer
quería que nos diésemos un baño y desquitarnos de la noche de las langostas, donde
solamente pudimos entrenarnos en ritos amorosos.
Cuando no pudo contener su curiosidad, me preguntó que para que quería esa especie de
colchoneta y subiendo una de mis cejas, la izquierda, con una cara bastante graciosa, le
dije que pronto lo sabría.
Al llegar a la orilla vimos que había otros turistas con la misma idea, aunque ellos no tenían
una tapadera como la nuestra.
Primero caminamos un poco por la arena y a unos metros de los demás turistas y como no
había casi olas, le di la espalda al mar abierto, puse la cama de aire en medio de los dos y
empezó la juerga.
Yo era el que apoyaba los pies en la arena y con el agua cerca de mi cuello, la sujetaba
muy cerca de mi entrepierna. Bueno mejor dicho, le bajé el bikini y el mío me lo puse de
sombrero y allí mismo mientras ella estaba con el agua hasta el cuello, con las piernas
abiertas, a unos pocos metros de los otros veraneantes, hicimos el amor acuático con gritos
incluidos. La tumbona nos servía como punto de apoyo, donde ella se sujetaba, mientras
recibía mis acometidas. Duró lo que duró, dura, que no debió de ser mucho tiempo,
aunque para ella resultó muy emocionante y no digamos para mí.
Salimos con bastante vergüenza del agua como si no hubiésemos roto un plato, ante la
atenta mirada de aquellas personas, algo atónitas, por lo que se habían imaginado que
habíamos hecho, ya que ver, no habían visto nada.
Parecíamos la viva estampa del perro Risitas de “Pier No doy Una”, de los autos locos, ya
que nos tapábamos la boca al reírnos de lo que acabábamos de hacer.
La miré profundamente a sus ojos y le dije que lo único que le faltaba para ser del todo
graciosa, eran una “brackets”. Lo malo fue, que no vimos anochecer entre tanto trajín, o
por lo menos, yo no lo percibí.
Al pasar por la piscina, dejamos la tumbona de aire y rápidamente todavía mojados, nos
subimos a darnos un baño, donde pude cumplir, dándole un buen masaje relax, con final
feliz.
Al entrar en la habitación lo primero que vimos fue la ropa limpia y bien planchada. Susan
me pidió por favor que cuando hiciésemos el siguiente viaje, llevase algo más de ropa.
Tocándome el pelo, en señal de que no era capaz de procesar lo que me decía, me acordé
que ella me había sacado de mi casa con lo puesto y ahora me abroncaba por algo que yo
no había hecho. “Xoder” como son las mujeres de complicadas…
Se rió bastante de mí y me dijo que quería ponerme al límite y sobre todo conocer si
éramos del todo compatibles en situaciones difíciles. Se puso muy tierna y me tumbó
encima de la cama, sobre la ropa limpia y subiéndose encima de mí, empezó a besarme
muy despacio.
La vi, sentí y escuché triste cuando me dijo, que mañana tendríamos que regresar a la isla
y que no quería. Que habían sido los días más felices de su vida, quitando los vividos con
sus hijos. Que lo que más quería era tener tiempo para compartir las cosas pequeñas de la
vida, que eran las que se convertían en excepcionales.
Me fue desvistiendo poco a poco, mientras la admiraba como ser humano y cuando ya
estaba acostada, me pidió que le diera mucho mimo, un buen masaje en la espalda, -sin
pasarme de revoluciones- y que luego nos durmiéramos abrazados. Me sentía en la gloría,
oyéndola respirar y sintiendo los latidos del corazón mientras, le acariciaba suavemente su
cuerpo. Recuerdo que me dijo:
Al despertarnos a la mañana siguiente, la noté un tanto triste y me dijo que esa tarde
tendríamos que volver a la isla e ir por su restaurante y no quería que nuestra luna de miel,
se acabase tan pronto. Me comentó que en la isla deberíamos cubrir las apariencias y no
podríamos comportarnos como lo habíamos hecho esos días. En ese momento mi celular
sonó tres veces y sin contestar, ni mirarle, para saber quien me había llamado, le pedí que
se quedara en la cama, por lo menos cinco minutos y que me esperase acostada, ya que yo
tenía que bajar a recepción a buscar “el desayuno”, que previamente yo, había encargado
ayer por la noche.
Puso cara de incredulidad cuando me vio, como me ponía mis pantalones y una camisa.
Abrí las ventanas del balcón de parar en parar, con la disculpa de que entrara el aire fresco
del mar. Le di un hermoso beso y desaparecí como un rayo, bajando las escaleras y
corriendo al vestíbulo del hotel.
Allí me estaban esperando los mariachis, a los que les había contratado un gallo, una
serenata o sea, seis canciones, que le cantaríamos para que ella apareciera por la ventana,
en señal de aceptación. Les recordé el orden de las canciones y les pagué la otra mitad de
los honorarios pactados y les di una suculenta propina, por la hora tan temprana en la que
habían venido.
Aquella mañana, me dispuse a vivir uno de los momentos más inolvidables de mi vida.
Cuando estábamos preparados para empezar, habían pasado tan solo cuatro minutos y
medio.
Debajo del balcón de nuestra habitación, nos arrancamos con “Las Mañanitas”:
-Estas son las mañanitas que cantaba el Rey David, a las muchachas bonitas, se las
cantamos así…El día en que tú naciste, nacieron todas las flores…
Mientras cantaba, no sabía lo que hacer con mis manos y de los nervios que sentía, me
puse a sudar a mares, hasta que la vi, como se escondía, como si fuese una niña traviesa,
detrás de las cortinas y desaparecía por unos momentos, para reaparecer segundos después
completamente vestida.
Continuamos con la segunda canción, “Mi Caballo el Cantador”, que era con la que nos
habíamos conocido, en la parada de autobuses, meses atrás en esa misma ciudad.
Como yo seguía sin saber, lo que hacer con mis manos, un Charro que estaba detrás de
mí, me puso su sombrero y aquello me hizo sentirme un poco más relajado. La tercera que
le cantamos fue en honor a mis padres: “Caballo Prieto Azabache” y sentía como ellos
estaban conmigo, bendiciéndome a mi lado.
Continuamos con “El Aguacero” y al llegar a la quinta, que yo había elegido “Canción
Mixteca”, y cantarle:
“que lejos estoy del suelo donde he nacido, inmensa nostalgia invade mi pensamiento”
Tanto ella como yo como, nos encontrábamos muy emocionados y aunque estábamos
relativamente muy cerca, como a unos siete metros de distancia, nos sentíamos
profundamente lejos, o por lo menos esa era mi sensación.
Para terminar el Gallo, y en alusión a la Noche Buena pasada, le cantamos: “La Feria de
las Flores”.
A mitad de la canción, cuando los mariachis se dieron cuenta de que yo me iba a subir a la
habitación, uno por uno, me fueron dando un abrazo y mis lágrimas brotaban de una
profunda emoción y también de agradecimiento.
Al entrar en el recinto del hotel, recogí un precioso ramo de rosas rojas, que previamente
había encargado la noche anterior. Subí las escaleras de dos en dos y al llamar a la puerta
incompresiblemente, me recibió a almohadazos.
Cogió las flores con una mano y las tiró por el aire y mientras las veía como caían, sentí el
abrazo más profundo que me habían dado. Por un momento detuvimos el tiempo y caímos
sobre la cama, cuando me tomó de la mano y salimos los dos abrazados a la ventana.
No sabíamos cómo reaccionar, ya que los mariachis, nos cantaban una propina. Primero
fue “Amanecí en tus brazos”, para continuar con “Cielito Lindo”. Los dos al unísono, nos
pusimos a cantar, mientras ella recogía el ramo del suelo y les fue lanzando una flor, a cada
uno de ellos, desde el balcón.
Se despidieron con “Viva México” y desaparecieron sigilosamente, con los sombreros en
alto y la rosa en la mano.
Ella estaba feliz mientras nos besábamos y nos dábamos las gracias, por ser como éramos.
Yo acababa de cumplir uno de mis sueños, mientras bailábamos sin música, el Vals de las
Mariposas, cuando se detuvo y me dijo:
-Félix, algunas veces la vida nos sorprende y nos da un gran revolcón, sin importar la edad
que tengamos.
Lo importante no es solo lo que vivimos en este momento, aunque muchas veces podamos
pensar, que ya lo hemos experimentado todo. Lo verdaderamente grande,
-el secreto de la vida-, es lo que viviremos a partir de ahora.
Todos los días que vivimos, son una nueva aventura y cada noche es nuestra noche de
bodas.
Cuando trabajo, o cuando hacemos el amor, ahora es diferente. Hace años lo hacía con
desgana, sin rumbo, sin brújula. Ahora sin embargo, ya no pienso en la muerte y mucho
menos en la vejez.
El día en que mi marido me dejó y se llevó a mis hijos de mi lado, creía que lo había
perdido todo. Me sentía como una oruga y por eso estuve durante un tiempo internada en
un psiquiátrico. Cuando tú y yo nos conocimos, y me contaste lo capullo que habías sido,
durante estos seis meses, me transformé también en un pimpollo a tu lado.
Hoy sin embargo, en este preciso momento, acabamos de hacer la crisálida y nos hemos
convertido, cada uno, en una mariposa.
Cuando íbamos a cerrar las ventanas, entraron dos mariposas Monarcas. Al principio no
sabíamos cómo reaccionar y tomados de las manos, nos sentamos muy despacio y las
observábamos envueltos y preñados de una magia celestial, cuando se posaron sobre
nuestras cabezas.
La tomé de los hombros y mirándola fijamente a sus ojos, le dije, desde lo más profundo
de mi alma, tan solo tres palabras:
-Te amo Susana
-Te amo, Félix.
“El amor es como una mariposa, que si la intentas atrapar se te escapa. Sin embargo, si te
sientas y la observas, como vuela, como se desplaza, como se refleja con la luz, lo más
probable, es que se pose sobre ti”.
El primer uso del término inteligencia emocional generalmente es atribuido a Wayne Payne,
citado en su tesis doctoral: Un estudio de las emociones: El desarrollo de la inteligencia
emocional, de 1985.
Sin embargo, el término Inteligencia Emocional había aparecido antes en textos de Leuner
(1966). Greenspan también presentó en 1989 un modelo de IE, seguido por Meter Salovey
y John Mayer (1990) y posteriormente fue Daniel Goleman el que a través de sus libros, la
difundió por todo el mundo.
Daniel Goleman, recoge el pensamiento de numerosos científicos del comportamiento
humano que cuestionan el valor de la inteligencia racional como determinante del éxito en
las tareas concretas de la vida, en los diversos ámbitos de la familia, los negocios, la toma
de decisiones, el desempeño profesional y la manera en la que se es consciente de uno
mismo.
“Ser consciente de uno mismo significa ser consciente de nuestros estados de ánimo y de
los pensamientos que tenemos acerca de esos estados de ánimo. Ser consciente de uno
mismo, en suma, es estar atento a los estados internos sin reaccionar ante ellos y sin
juzgarlos.” John Mayer y Peter Salovey.
Para Gardner, todas las inteligencias son igualmente importantes y, según esto, el problema
sería que el sistema escolar vigente no las trata por igual sino que prioriza las dos primeras
de la lista, la inteligencia lógico -matemática y la inteligencia lingüística.
Sin embargo en la mayoría de los sistemas escolares actuales se promueve que los
docentes realicen el proceso de enseñanza y aprendizaje a través de actividades que
promuevan una diversidad de inteligencias, asumiendo que los alumnos poseen diferente
nivel de desarrollo de ellas y por lo tanto es necesario que todos las pongan en práctica.
Daniel Goleman, define a la emoción como un estado que nos mueve o dirige hacia... o
inhibe de... y que afecta tanto a las cogniciones como a la conducta. Son las emociones las
que nos alertan del riesgo de una situación o de las posibilidades de éxito o fracaso para su
afrontamiento. Un aprovechamiento beneficioso de las emociones nos traerá una mayor
responsabilidad de concentración y de prestar atención a la tarea que se lleve a cabo. Una
menor impulsividad y mayor autocontrol. Las emociones son importantes para el ejercicio
de la razón. Entre el sentir y el pensar, la emoción guía nuestras decisiones, trabajando con
la mente racional y capacitando —o incapacitando— al pensamiento mismo. Del mismo
modo, el cerebro pensante desempeña un papel fundamental en nuestras emociones,
exceptuando aquellos momentos en los que las emociones se desbordan y el cerebro
emocional asume por completo el control de la situación. En cierto modo, tenemos dos
cerebros y dos clases diferentes de inteligencia: la inteligencia racional y la inteligencia
emocional y nuestro funcionamiento vital está determinado por ambos.
Una adicción es algo que no puedes detener, que no puedes parar a voluntad. Nos
causamos situaciones que satisfarán el ansia bioquímica de las células de nuestro
organismo. Satisfacen nuestras necesidades químicas y pensamos: siempre me pasa a mí,
por qué a mí y no le sucede a los demás. El adicto siempre necesitará un poquito más, ya
que está ansioso y esa ansiedad, le produce placer. Es algo que él está buscando
químicamente. Por tanto, sí no puedes controlar tu estado emocional debes estar adicto al
mismo. Nosotros somos emociones y las emociones somos nosotros. Es una unidad
indisoluble, aunque sí manipulable. Cada aspecto de tu digestión, cada esfínter que se abre
o se cierra, cada grupo de células que viene buscando nutrición y luego se aleja para curar
o reparar algo, todas ellas están bajo la influencia de las moléculas de la emoción. Las
emociones no son malas ni buenas, son como la vida misma y somos nosotros los que le
damos valor, dependiendo de los sentimientos que tengamos en cada momento. Utilizando
los anclajes aprendidos en la PNL, podemos controlarlas a través de lo que sentimos en
cada momento de nuestra vida.
Por tanto, el estado emocional en que nos encontramos, determinará nuestra calidad de
vida. Las emociones también son una gran fuente de riqueza de nuestras experiencias y por
tanto de lo que sentimos y vivimos a cada momento. El problema viene dado por nuestra
adicción a ellas. La mayoría de la gente no se da cuenta de que cuando comprende que
está adicta a las emociones no es simplemente psicológico, es bioquímico. La heroína usa
los mismos mecanismos receptores en la célula que nuestras sustancias químicas
emocionales. Es fácil de ver entonces que si podemos estar adictos a la heroína, podemos
estarlo a cualquier péptido neutral, a cualquier emoción. Un modo de búsqueda relevante
que está en acción se relaciona con hallar un cierto estado emocional. Ni siquiera podemos
dirigir nuestra mirada, sin tener un cierto aspecto emocional relacionado a ella. Somos lo
que damos y damos lo que recibimos y esto se convierte en un círculo vicioso, del que a
través de un planteamiento extenso de vida, podemos salir de ese círculo y encaminarnos
libremente, hacia nuestro futuro, partiendo del disfrute de nuestro presente. Por tanto, es
nuestra mente, nuestros pensamientos y nuestros sentimientos los que crean nuestro
cuerpo. Por tanto, ya que todo empieza en la célula, que es la que produce la proteína
pero, la célula recibe su señal del cerebro. Uno de los aspectos más importantes que
debemos de tener en cuenta acerca de los receptores, es que cambian en su sensibilidad, su
receptividad. Si un determinado receptor para una determinada droga o jugo interno, es
bombardeado durante mucho tiempo a una intensidad elevada, literalmente se encogerá, -
como lo estudiado por Maseru Emoto, en el Mensaje del Agua,habrá menos de ellos o se
enganchará de manera tal que se des regulará, así que la misma cantidad de droga o jugo
interno producirá una respuesta mucho más pequeña, con todo lo que conlleva para
nuestro organismo y sobre todo, para nuestra mente. Si conscientemente nos diéramos
cuenta de que somos nosotros quienes diseñamos nuestro destino y si fuéramos
conscientes desde un punto de vista espiritual, contemplaríamos la idea de que nuestros
pensamientos, pueden afectar nuestra realidad o afectar nuestra vida. Al fin y al cabo,
nuestra realidad conforma nuestra vida, ya que somos lo que creemos que somos, como
decía Buda.
El Miedo: Consigue que se retire la sangre del rostro y de otras zonas del cuerpo para
llevarla hasta la musculatura de las piernas. De esta forma contamos con el aporte de
oxígeno necesario para emprender una posible huida. Al mismo tiempo, el cuerpo se
paraliza durante fracciones de segundo que el cuerpo pensante emplea para calibrar la
respuesta más adecuada, por ejemplo, esconderse. Emociones como: Ansiedad, aprensión,
temores, preocupaciones, inquietud, desasosiego, estado nervioso, terror, incertidumbre,
angustia y en casos extremos fobia y ataques de pánico.
El Enfado: Aumenta el flujo sanguíneo hacia las manos, el ritmo cardíaco y los niveles de
aquellas hormonas que, como la adrenalina, generan la cantidad de energía necesaria para
emprender acciones vigorosas. Emociones como: rabia, enojo, furia, resentimiento,
indignación, animosidad, irritabilidad, hostilidad, exasperación y a veces odio y conductas
violentas.
La Alegría: Aumenta la actividad del centro cerebral encargado de inhibir los sentimientos
negativos. Crece el caudal de energía disponible y el organismo experimenta entusiasmo
ante cualquier tarea. Emociones como: gozo, felicidad, estar contento, deleite, diversión,
dignidad, estremecimiento, satisfacción, euforia, éxtasis, placer. En caso extremo puede
desembocar en un estado maniaco.
Estos cinco principios se refuerzan entre sí. Por ejemplo, es más fácil recibir datos si uno
está interesado y motivado, y si el proceso de recepción es compatible con las funciones
cerebrales. Tras haber recibido la información de manera eficiente, es más fácil retenerla y
analizarla. A la inversa, una retención y un análisis eficientes incrementarán nuestra
capacidad de recibir información. De modo similar, el análisis que abarca una disposición
compleja de las tareas de procuramiento de información, exige una capacidad para retener,
recordar y asociar aquello que se ha recibido. Es obvio que la calidad de análisis se verá
afectada por nuestra capacidad para recibir y retener la información. Estas tres funciones
convergen en la cuarta es decir la emisión o expresión ya sea mediante el mapa mental, el
discurso, el gesto u otros recursos, de aquella que se ha recibido, retenido y analizado. La
quinta categoría, la del control, se refiere a la actividad general del cerebro por la cual este
se constituye en "desertor" de todas nuestras funciones mentales y físicas, incluyendo la
salud general, actitud y las condiciones ambientales.
Esta categoría es de particular importancia porque una mente y un cuerpo sanos son
esenciales para que los otros cuatro funcionen – recibir, retener, analizar y emitir puedan
operar en la plenitud de su potencial.
Control de las emociones
Para controlar de mejor forma las emociones, tanto positivas como negativas las cuales
forman parte de nuestra vida, y que es normal que las sintamos, ya que sin ellas aquellos
Grandes Cerebros no contarían en la historia, ni tampoco los Retención, Recepción,
Análisis, Emisión y controlen funciones de nuestro cuerpo en forma íntegra, de la misma
forma. La Inteligencia Emocional en el Trabajo, Competencias, Habilidades Técnicas y
Cognoscitivas son indispensables en nuestro crecimiento personal, familiar y empresarial,
para llenarnos de conocimientos y aprender a manejarnos en ciertas y determinadas
circunstancias aplicando y practicando pensamientos y sentimientos saludables como estos:
Sonríe : Este cambio en los músculos faciales produce una serie de cambios bioquímicos
que cambian nuestra emoción y favorece la salud. Reenfoca el Problema: Trata de
encontrarle lo positivo a lo que sucede, recuerda que las situaciones difíciles son una gran
oportunidad para aprender y que has experimentado situaciones conflictivas en el pasado y
pudiste seguir adelante. Practica Ejercicio: Como mínimo 20 minutos al día.
Expresa tus Sentimientos : Sean molestia o dolor conversando con la persona involucrada
(con personas amigas o de confianza) o escríbele una carta donde desahogues tus
emociones.
Gerencia con Vitalidad : Como abriendo un camino en busca de la salud integral del
profesional competitivo y satisfecho.
Apéndice II:
PNL (Programación Neuro Lingüística)
La PNL, la Programación Neuro Lingüista, es un proceso de aprendizaje que modifica
conductas, emociones, valores y creencias, a través de los sentimientos y del lenguaje, para
alcanzar el éxito en aquello que modifiquemos.
La PNL, fue creada por Richard Bandler y John Grinder en la Universidad de Santa Cruz
de California en 1977. Cuando Richard Bandler era estudiante en la Universidad de Santa
Cruz, en California, empezó a transcribir las sesiones de terapia de Fritz Perls, que por
entonces ya era uno de los mejores terapeutas de los años setenta. Esto le brindó la
oportunidad de conocer su manera de pensar y de interpretar la vida, además de enterarse
de sus estrategias como Terapeuta. Estudió su discurso, sus creencias y la manera de
comunicarse y empezó a crear el modelaje, término que estudiaremos en este libro. Por
otra parte, John Grinder era profesor de la lingüística en la Universidad de Santa Cruz y se
especializó en el lenguaje y el significado de palabras. Estudiaba la manera en que las
combinaciones de palabras eran estructuradas para dar a significado a una frase. Bandler
no había estudiado la carrera de Psicología y no sabía demasiado sobre esta forma de
terapia, y lo poco que sabía, lo había aprendido a través de Fritz Perls. El gran
descubrimiento de Richard Bandler, fue que él sin saber Psicología, después de haber
modelado a Perls, era capaz de obtener los mismos resultados y fue cuando le pidió apoyo
a John Grinder ya que él era un experto de la lengua y como Bandler era también
informático crearon la PNL. Programación viene dado porque al estar Bandler relacionado
con la tecnología de la información, a través de los ordenadores, utilizó una metáfora de
programación, comparando el cerebro humano a una computadora, para poder explicar los
mecanismos del cerebro. Si nuestro comportamiento fuese un programa del ordenador, al
transformarlo, modificaríamos el resultado a través del Lenguaje. La PNL se convirtió en
un manual de instrucciones para el cerebro humano, que nos permite realizar cambios y
modificaciones, que nos lleven a tener una mejor calidad de vida, entendiendo como
trabaja nuestra mente. Pero, quien mejor para definir, lo que es la PNL, que uno de sus
creadores, Richard Bandler: La Programación NeuroLingüística es un nombre que inventé
para evitar la especialización en un campo u otro. En la universidad yo era una de esas
personas que no atinaban a decidirse, y decidí continuar así. Una de las cosas que la PNL
representa es una manera de enfocar el aprendizaje humano. Aunque muchos psicólogos y
trabajadores sociales usan la PNL para hacer lo que ellos llaman "terapia", creo que es más
apropiado describir la PNL como un proceso educativo. Básicamente, desarrollamos
maneras de enseñarle a la gente a usar su propia cabeza. La mayoría de la gente no utiliza
sus propios cerebros en forma activa y deliberada. Su mente es como una máquina carente
de un interruptor que la pueda desconectar. Si usted no le da alguna tarea, gira y gira hasta
que se aburre. Si se pone a alguien en un tanque de privación sensorial donde no hay
experiencias externas, este pronto comenzará a generar experiencias internas. Si su cerebro
está sentado sin ninguna ocupación, va a comenzar a hacer algo, y no parece importar qué
es ese algo. A usted puede importarle, pero a él no. Esta actitud se relaciona con la
curiosidad, con querer enterarse de las cosas, con decidir influenciarlas de manera que
valga la pena. Todo puede cambiarse. Eso lo dijo Virginia Salir la primera vez, que la vi
efectuar un taller, y es absolutamente cierto. Cualquier físico lo sabe.
Cualquier ser humano puede cambiar con un revólver 45. Que el cambio resulte útil o no,
es ya una pregunta más interesante.
Bandler y Grinder, descubrieron lo que estos genios hacen y cómo lo hacen y en lo que
dicen y cómo lo dicen, hay elementos que se repiten sistemáticamente: encontraron los
patrones de comportamiento de aquello que siempre quedó en el terreno de lo innato.
Simplificaron estos patrones, los depuraron, y dieron forma y sistematizaron tres elementos
que están presentes en toda actividad humana:
• La Conducta externa: Aquello que la persona hace y dice.
• El procesamiento interno: Aquello que la persona piensa y cómo lo piensa.
• El Estado Interno: Lo que la persona siente y cómo lo siente.
Así construyeron el modelo de comunicación e intervención más poderoso descubierto
hasta la fecha, que funcionaba en la práctica y podía enseñarse. Sumaron a estas
experiencias los apartados teóricos de Gregory Bateson, biólogoantropólogo británico,
especialista en Teoría de los Sistemas. Bateson realizó profundos aportes al modelo de
Bandler y Grinder. Surgieron de esta unión dos orientaciones: una hacia el estudio de los
patrones necesarios para sobresalir en cualquier campo de la excelencia personal y otra
hacia los patrones de comunicación efectiva.
¿Cómo podemos definir la PNL desde otra perspectiva diferente a la de sus autores?
Tony Robbins es el gran difusor de la PNL y del coaching. Sus libros: Controle su destino
y poder sin límites, resultan muy útiles a la hora de entender e interpretar la PNL y el
Coaching. “La PNL es el estudio de cómo el lenguaje, tanto el verbal como el no verbal,
afecta a nuestro sistema nervioso.
Pues nuestra capacidad para hacer cualquier cosa en la vida está basada en nuestra aptitud
para dirigir nuestro propio sistema nervioso, y los que consiguen cosas sobresalientes lo
hacen mediante determinadas comunicaciones con el sistema nervioso y a través de él”.
Para Anthony Robbins, la PNL es: un sistema de creencia. Tanto si crees que puedes hacer
una cosa como si no, tienes razón. Es una sintaxis mental que es el modo en que se
organizan los pensamientos. Fisiología: la manera en que respiramos, las posturas que
tenemos etc..., determina el estado presente.
Del encuentro entre la preparación y la oportunidad, resulta el espacio que llamamos
suerte. Sistema de creencias: La importancia de nuestro sistema de creencias, vine dado
porque cuando una persona considera que no puede hacer algo, probablemente no lo va a
intentar, ya que al desconfiar de sus posibilidades, enviará a su sistema nervioso, mensajes
coherentes que obstaculizan o excluyen su capacidad para realizar aquello que realmente
quiere hacer.
Por el contrario, si envía usted a su sistema nervioso mensajes constantes y coherentes que
reflejen la convicción de que puede hacerlo, estos transmiten a su cerebro la señal para que
produzca el resultado deseado y ello abre la posibilidad de nacerlo. Así que si uno logra
modelar el sistema de creencias de una persona, habrá dado el primer paso para actuar
como lo hace el modelo y producir un resultado similar. Lo más importante es la actitud.
Sin una actitud y un sistema de creencias adecuados, tan solo estarás repitiendo palabras,
no haciendo PNL. Esa actitud es fácil de describir: se puede lograr cualquier cosa. Si
posees esta creencia, serás capaz de eliminar tus creencias actuales acerca de lo que es
posible y comenzarás a descubrir lo que realmente puedes hacer.
De esa forma, tendrás dos opciones, cualquiera que sea la dificultad a la que te enfrentes:
puedes hacerlo, o no puedes todavía; en este caso, comenzarás a buscar lo que necesites
para hacerlo posible. Tan pronto como asumas que algo es posible, te esforzarás al máximo
y encontrarás las herramientas y las habilidades necesarias para lograr que suceda. La
actitud y el sistema de creencias, queda demostrado que resulta de suma importancia a la
hora de conocernos, de saber lo que queremos, de pagar el precio de conseguirlo, de
ponernos a ello, disfrutándolo y por eso la MHRP, al combinar la PNL con la Inteligencia
Emocional, la Motivación y la Hipnosis, obtiene grandes resultados que van más allá de la
suma de sus partes. Personas con iniciativa consideran que su voluntad puede determinar
su futuro, una actitud que también influye poderosamente en el modo en que abordaremos
las penalidades y vicisitudes de nuestra vida laboral. Un poco más lejos llevado a los
extremos, tenemos el ejemplo de Víctor E. Frankl que apunta en el Hombre en busca de
significado:
“Los que hemos vivido en campos de concentración podemos recordar a aquellos hombres
que se paseaban por los barracones consolando a los demás, regalándoles su último pedazo
de pan. Tal vez hayan sido pocos en número, pero constituyen la prueba definitiva de que
a un hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: su última libertad, la de elegir la
actitud que ha de adoptar en cualquier circunstancia, la de escoger su propio camino”.
La sintaxis mental es el modo en que los individuos organizan sus pensamientos, que es
como un código. Un número de teléfono tiene por ejemplo nueve dígitos, y hay que
marcarlos en el orden correcto.
Ocurre de la misma manera si queremos entra en contacto con una parte concreta de
nuestro cerebro y de su sistema nervioso que más eficazmente puede ayudarle a lograr la
reacción que se propone conseguir. Un caso evidente es el de la comunicación
interpersonal. Muchas veces las personas no se comunican bien entre sí porque utilizan
distintos códigos, distintas sintaxis mentales. Descifre usted los códigos y habrá pasado la
segunda puerta hacia el modelado de las mejores cualidades de la gente.
Supuestos de la PNL
Para la práctica de la PNL deben darse por ciertos una serie de supuestos que se
consideran la base, el contexto de sus prácticas, para la correcta aplicación y desarrollo de
sus técnicas. Son un conjunto de principios que tienen distinto origen. Unos pertenecen a la
Psicología Funcional americana, otros tiene sus fuentes en el Empirismo y el Pragmatismo,
otros derivan de la Psicología y Psicoterapia Gestáltica y otros más provienen del enfoque
sistémico. Estos principios fundamentan el Sistema de Creencias básico que avala o da
soporte a las técnicas de la Programación Neurolingüística.
El mapa no es el territorio
Expresión que Gregory Bateson (Uno de los fundadores del pensamiento sistémico) recoge
de Alfred Korzybski. La PNL postula que cada persona construye su propia verdad, que a
veces, llamamos el "mapa" del territorio o del mundo. Por tanto, cada uno dispone de su
propia realidad y su verdad subjetiva. Todos los seres humanos tenemos distintos mapas o
reproducciones interiorizadas del mundo, con los que nos orientamos dentro del mismo.
Sin embargo, ninguno de estos mapas constituye una representación completa y detallada
del entorno. En tanto que la realidad pasa por diversos filtros neurológicos, sociales e
individuales antes de ser percibida por nosotros, los seres humanos nunca podremos
aprehender la realidad, tan solo somos capaces de conocer nuestras representaciones de la
propia realidad. De hecho, no es la realidad, sino nuestros mapas de la realidad los que le
dan significado a nuestras experiencias y los que determinan nuestro comportamiento. No
es la realidad en sí la que nos limita o nos autoriza, sino más bien nuestro mapa de la
realidad. Ningún mapa refleja al mundo en una forma completa y exacta. Así es posible
afirmar que el mundo perceptible es siempre más rico que el modelo que se tiene de él.
Sistema Representacional
Por tanto, tenemos que tener en cuenta que el El lenguaje es un filtro; refleja pensamientos
y experiencias de nosotros, trasladando el mundo real a nuestro interior. Habilidades
valiosísimas en la comunicación; Emplear palabras precisas que tengan significado en el
mapa de los demás y determinar de manera precisa lo que una persona quiere decir con las
palabras que usa. Lo importante no es lo que decimos, sino lo que las otras personas
entienden de lo que les contamos.
Son las formas en las que representamos las experiencias y a través de las cuales nos
expresamos. Se basan en los cinco sentidos:
1. Vista,
2. olfato,
3. gusto,
4. tacto
5. oído
Que denominamos "canales" de comunicación. Las personas son más predispuestas a usar
uno más que otro en su interacción con el mundo y sus procesos internos. Los sistemas de
representación se expresan también por medio del lenguaje de tal forma que podría darse el
caso que, entre personas que usen distinto tipo de canal, se produzcan dificultades en la
comunicación a la hora de expresar el mensaje. Empleamos los mismos caminos
neurológicos para representar la experiencia en nuestro interior que para experimentarla
directamente.
Las Submodalidades son las distintas variables que pertenecen a un mismo sistema de
representación. Por ejemplo; para el sistema representativo de la vista le corresponden las
submodalidades de brillo, contraste, tamaño de la imagen, dimensiones de la imagen, etc.
Es imposible pensar en nada o recordar una experiencia sin que tenga una estructura en
submodalidades. El impacto y significado de un recuerdo o pensamiento es más una
función de unas pocas submodalidades críticas que del contenido. La memoria del hecho
puede modificarse. ¿Qué diferencia hay entre la imagen de un sueño y la imagen de un
recuerdo "real"? ¿Cómo sabe que una es real y otra no?
Podemos examinar, analizar la realidad desde múltiples perspectivas. En PNL existen tres:
La posición A (Estado asociado en el que el sujeto experimenta en primera persona el
suceso).
Es el encontrarse en la misma longitud de onda que otra persona; estar sintonizado con
ella. La sintonía se presenta cuando se refleja o se comparte el comportamiento de otra
persona en una diversidad de niveles. Fundamentos: es el principal elemento de toda
comunicación y cambio en la PNL. Está determinado por el contacto, acoplamiento y
sincronización entre dos personas, donde interviene de una manera especial, el modelo del
mundo de la persona a la que le hacemos el Rapport, o sea su mapa que se manifiesta por
su Sistema Representativo. ¿Cómo sabemos que estamos en el círculo de la comunicación?
¿Cómo sabe usted que dos personas están en sintonía?
Rapport significa "acompañar" con la finalidad de establecer una empatía con la/s
persona/s con la/a que hablamos que facilite la comunicación ya que facilita el contexto de
afectividad adecuado.
Leading significa "guiar" a una persona. Este proceso es útil cuando nuestro interlocutor se
encuentra en un mal estado. Así, vamos sacando de ese estado mental a la persona. Anclas
o Anclajes
Movimientos oculares
También "pistas de acceso ocular" Existe una conexión entre el movimiento de los ojos y
los sistemas representativos (El sentido que usamos normalmente para realizar los procesos
mentales) "mirar" hacia un lado concreto a la hora de buscar información es una habilidad
muy útil. Recordar que hay una relación entre el movimiento lateral de los ojos y la
activación de algunas de las zonas del cerebro. "No se puede no comunicar".
La comunicación está compuesta por un mensaje que pasa de una persona a otra. Un buen
comunicador se asegura de que sus oyentes entienden el mensaje de su comunicación y
que él mismo es capaz de entender un mensaje de los demás. Piensa también que el
significado de la comunicación es la respuesta que usted obtiene. De tal forma que no basta
con la intención de comunicar y hay que asegurarse de la correcta interpretación de lo que
hemos querido expresar. La comunicación es un objetivo y tiene un cíclico: uno influye y
también es influido por los demás. El pensamiento de la PNL se basa en los sistemas; no se
puede ser maestro sin tener alumnos, ni vendedor sin comprador. "La mejor manera de
cambiar a los demás es cambiar uno mismo, porque así cambiamos las relaciones y, por
consecuencia, los demás cambian también”. El lenguaje del cuerpo (Postura, gestos,
contacto visual) es el 55% de la comunicación; 38% tono de voz (Contexto) y 7% palabra
(Contenido). La cuestión es ser o no consciente de la influencia que uno crea. Cada
persona ya dispone de todos los recursos que necesita en la vida, pero a veces no tiene
acceso a estas capacidades. Bajo cualquier comportamiento yace una intención positiva"
Aunque, a veces, esta intención no sea "ecológica". Por ejemplo la de un alumno que
molesta en clase tal vez solo necesite más atención.
Apéndice III:
Coaching
La mejor manera de poder entender lo que es el Coaching, es resumir lo que los grandes
autores y creadores del concepto explican sobre ello. El coaching es un proceso de
entrenamiento que debe de ser personalizado y confidencial; que cubre el vacío existente
entre lo que eres ahora y lo que deseas ser. Talane Miedaner.
Para John Whitmore, el Coaching, consiste en liberar el potencial de una persona para así
poder incrementar al máximo, su desempeño. Consiste en ayudarle, en lugar de enseñarle.
Es un sistema que busca liberar el potencial que todos llevamos dentro a través de un
proceso de acompañamiento, donde el facilitador o coach, apoya a la persona o coachee y
actúa de puente entre su vida actual y su vida deseada, a través del auto conocimiento y la
acción. Es una manera de dirigir; de tratar a las personas, una manera de pensar y de ser.
En una entrevista que John Whitmore le concedió a Víctor M-Amela, explicaba que el
Coaching, consiste en ayudar a alguien a pensar por sí mismo, a encontrar sus respuestas,
a descubrir dentro de sí su potencial, su camino al éxito... sea en los negocios, en las
relaciones personales, en el arte, el deporte, el trabajo...
Para Julio Olalla, el Coach ayuda a ampliar la visión de manera de descubrir patrones,
contextos y preguntas, que uno no ha sido capaz de ver. Esto incluye observar el
desempeño, retroalimentar, saber escuchar, presentar alternativas y ejercitar la capacidad
de autoevaluarse, donde el Coach tutor más que aportar contenidos, es un facilitador que
se concentra en el potencial de la persona. Otros investigadores como Leonardo Wolf,
definen el coaching es un proceso provocador y desafiante ya que requiere cuestionar las
estructuras rígidas de nuestra forma particular de ser y de nuestras antiguas concepciones
de cómo deben hacerse las cosas en el mundo de las organizaciones.
Aprender a realizar coaching a otros se constituye hoy como una competencia gerencial y
un nuevo estilo de liderazgo y gestión. El líder-Coach no solo expande sus habilidades y
competencias, sino que motiva, potencia y enriquece el trabajo del equipo. El coaching
puede ser individual o grupal. En el coaching grupal, más allá de un aprendizaje personal
de genera, además, cohesión entre los integrantes del grupo y aprendizaje interpersonal. El
coaching en un proceso dinámico e interactivo que consiste en asistir a otros en el logro de
sus metas, colaborando en el desarrollo de su propio potencial.
Las cualidades primarias, que se deben de tener, para poder ser un buen Coach, son una
mezcla de las de Entrenador, Sacerdote, Antropólogo, Psicólogo, Filósofo y de Sociólogo.
Con los atributos del Entrenador nos quedaremos: La disciplina, carácter, conocimientos
técnicos, la motivación orientada a los resultados inmediatos. El ser amable y fuerte a la
vez. Ser positivo y en ocasiones, algo beligerante. Del Sacerdote, el espíritu de servicio a
los demás, el saber escuchar, sin opinar, la prudencia. Del antropólogo, el sentido de la
observación, el conocimiento del humano en su entorno, el análisis, la comparación, la
disociación y asociación. El ser una persona abierta y receptiva a las nuevas tendencias de
la sociedad. Del Artista, la creatividad y la armonía. Cuando el Coach tiene tablas, y
conoce, asume y metaboliza las técnicas del coaching, se acerca más al arte que a la
técnica. La técnica es la partitura y la interpretación es lo que hace del músico un artista.
Del Psicólogo, el conocimiento de cómo funciona el cerebro, la conducta de los humanos.
Del Filósofo, se debe de tener los valores, las creencias no limitantes, sentido del humor.
Coaching Ontológico
Término creado por el Dr. Rafael Echeverría, de origen Chileno, con el cual he mantenido
una pequeña relación epistolar a través del Email, promovida por la coincidencia de un
querido amigo también chileno, llamado Carlos Alberto Cornejo, que Dios guarde en su
seno, además tenemos a otro amigo en común, un hombre genial, Raúl Herrera, que desde
hace muy pocos días, nos mira desde el cielo.
"Hay poderoso motor dentro de cada ser humano que, una vez liberado, puede hacer
realidad cualquier visión, sueño o deseo" Tony Robbins
El proceso de coaching, parte de la premisa de que el Coachee (la persona que recibe el
coaching) es el individuo que cuenta con la mayor y mejor información para resolver las
situaciones que enfrenta, aunque sin la ayuda del Coach, es improbable que la viese. En
vez de enseñar, el Coach asiste al Coachee a aprender de sí mismo. En este sentido, el
proceso del Coach, requiere de los siguientes 5 pasos, según cuenta Miguel Cortés:
1. Observar
2. Tomar conciencia
3. Determinar los objetivos y las metas
4. Actuar
5. Medir
Medible
estipulable tangible alcanzable
Actuar - Una vez reunida toda la información, hay que actuar de una forma sostenida en
el tiempo. El Coach acompañará de cerca este proceso superando las dificultades que
suelen aparecer en la puesta en práctica. Si usted tiene un problema de preocupación,
aplique la fórmula mágica de haciendo estas tres cosas:
1. Pregúntese: "¿Qué es lo peor que puede sucederme?" 2. Prepárese a aceptarlo, si ello es
necesario.
3. Después, tranquilamente, proceda a mejorar lo peor. Medir - En todo momento es
imprescindible comprobar si nos acercamos o nos alejamos del objetivo marcado. Esto
permitirá tomar acciones correctivas y así contribuir a la obtención de los logros buscados.
Lo importante en la vida, consiste en disfrutar de todo aquello que hagas,
independientemente de lo que realices y no solo en hacer lo que te gusta. Si disfrutas de
todo aquello que haces, disfrutarás intensamente de la vida.
Apéndice IV:
Hipnosis Lahipnosis conecta al sujeto con la imaginación y no con
el
consiente. La mente aceptará lo que la imaginación crea por raro que sea. Nuestro cerebro
nos engaña, cuando recordamos y pensamos en nosotros mismos, cuando soñamos y
cuando percibimos la realidad que nos rodea. Nuestro cerebro finge, adultera, falsifica,
pero tiene buenas razones para hacerlo. Nuestro cerebro es un dispositivo fruto de la
selección natural y está dedicado a servicio de un organismo vivo, nosotros y cual es la
meta de todo organismo vivo, la supervivencia. Nuestro cerebro busca nuestra
supervivencia a toda costa, y a veces para conseguirlo es capaz de suplir la información
que le falta por fantasías o confabulaciones. Lo importante es que la información no nos
falte, aunque parte de ella no sea exacta. Lo importante es que la realidad se nos presente
con un sentido completo y coherente, que creamos que todos nuestros comportamientos
están bajo nuestro control, que nuestra memoria parezca un reflejo de lo ocurrido. Para
nuestro cerebro es más importante contarnos una historia consistente que contarnos una
historia verdadera. El mundo real es menos importante que el mundo que necesitamos.
Ahora entenderán un poco mejor el por qué de la efectividad de una buena hipnosis.
Cabría preguntarse entonces:
No, y una prueba de ello son las obras maestras realizadas por multitud de genios al llegar
a la vejez. Picasso, Dalí o la Fonteine, son algunos de los ejemplos más significativos en
este sentido. La mente se atrofia por falta de uso y a muchas personas esto les ocurre ya a
los quince años. La literatura, las artes en general y las ciencias están plagadas de
descubrimientos y grandes obras realizadas por gentes de más de 60 años.
El Trance Hipnótico consiste en desarrollar las capacidades del hipnotizador hasta el punto
de que pueda hacer entrar en trance a una persona a través de una simple conversación en
la que no se menciona la palabra hipnosis. En estado de trance, el sujeto experimenta
situaciones irreales como si fuesen reales. Lo que cuenta es la creencia de la persona, ya
que el cerebro se limita a hacer lo que le dicen. Se da el caso de que si a una persona en
estado de trance hipnótico, se le dice que se le va a tocar con un objeto de metal ardiendo
y en lugar de ello, se utiliza un pedazo de hielo, se formará una ampolla en ese lugar y el
supeditado lo sentirá como si hubiese sido real.
“Hace poco, en un notable estudio sobre la esquizofrenia, se presentó el caso de una mujer
de doble personalidad. Habitualmente, esa paciente presentaba niveles normales de
glucemia, pero cuando ella creía ser una diabética, toda su fisiología cambiaba de acuerdo
con los síntomas de la diabetes. La creencia se convertía en realidad.
Dentro de esta temática es conocido el experimento en que una persona en trance
hipnótico recibe el contacto de un pedazo de hielo, que se le ha sugerido que es una pieza
de metal candente. Invariablemente se forma una ampolla en el punto de contacto. Lo que
cuenta en este caso tampoco es la realidad, sino la creencia, la comunicación directa e
incuestionada al sistema nervioso. El cerebro, sencillamente, se limita a hacer lo que le
dicen.”
Todo no va a ser malo en este contexto, ya que a través del Trance Hipnótico, se puede
recuperar todo lo que una persona ha visto, sentido u oído, ya que ha quedado registrado
en el cerebro del hipnotizado.
Ernest L. Rossi, afirma que “Una de las características más originales y distintivas de esas
tempranas investigaciones fue la observación cuidadosa del sutil juego entre los
mecanismos mentales del estado de vigilia y los del estado de trance. Erickson demostró
cómo los estados alterados de trance y los fenómenos del trance también eran una parte
normal de la vida cotidiana. Esta comprensión subyace en sus estudios posteriores de la
psicopatología, así como también en su desarrollo de los acercamientos naturalista y de
utilización en la hipnoterapia. Erickson transformó, de este modo, la concepción autoritaria
de la hipnosis en un enfoque permisivo y facilitador. Ya no eran más sugestiones que se
imprimían en forma automática en la mente en blanco de una persona en trance; por el
contrario, Erickson reconoció al estado de trance hipnótico como un estado de complejidad
dinámica donde las propias capacidades de la persona podían ser utilizadas para facilitar el
proceso curativo”.
Por ejemplo, muchas veces vamos caminando concentrados en nuestros asuntos, sin
darnos cuenta de lo que nos ocurre a nuestro alrededor. En otras ocasiones y usted me
servirá de ejemplo, al estar con tres o más personas, cuantas veces dejamos nuestro
cuerpo acompañando a los otros, mientras nuestras mentes están en otro lugar. En España,
llamamos a este estado, el de estar ensimismados.
Orígenes de la Hipnosis.
Uno de los mayores expertos en Hipnosis, Henry Leo Bolduc, en su libro “Auto Hipnosis
Creando tu propio destino” describe que “el término “Hipnosis” se originó con el trabajo
del cirujano escocés James Braid quien trabajó en la década de 1840. El término proviene
de la palabra griega hypnos (que significa sueño). Este se refiere a un estado de conciencia
que de muchas maneras es como el sueño, pero que permite una variedad de respuestas
conductuales y mentales a la estimulación. En respuesta a sugestiones del inconsciente, la
memoria consciente y los patrones de conciencia del yo, pueden ser cambiados. Cuando la
persona es hipnotizada por alguien más pareciera que deja de ser él o ella; pues de acuerdo
con las sugestiones dadas es que ve, siente, huele y saborea. Dependiendo de la
profundidad del estado hipnótico y de la fuerza de las sugestiones, la persona puede
aceptar como reales ciertas distorsiones de la memoria y la percepción ofrecidas por el
hipnotista” Henry L. Bolduc cuenta que “las técnicas hipnóticas han sido utilizadas por
cientos de años, ciertas terapias curativas conducidas por sacerdotes en el antiguo Egipto,
Grecia, y China son muy parecidas a las técnicas actuales de hipnosis. El moderno
redescubrimiento de la hipnosis es atribuido al Dr. Franz Mesmer (1734-1815) un médico
australiano que trabajó en Viena y Paris. A finales de 1700. Descubrió que mucha gente
enferma obtenía mejora cuando se colocaba magnetos cerca de sus cuerpos. Se les
indicaban a los pacientes sentarse en grupo alrededor de un contenedor abierto con agua en
el cual estaban a la vista barras de metal magnetizadas.
Ocasionalmente se podía ver que un paciente entraba en un estado como el sueño y
después de que recuperaba la conciencia, estaba mucho mejor e incluso sanado.
Posteriormente Mesmer descubrió, que los magnetos eran innecesarios. Encontró que los
resultados podían también ser obtenidos, en algunos casos, simplemente por tocar al
paciente o por tocar el agua antes de que el paciente la tomara. En su mente por tocar el
agua “se magnetizaba”. Mesmer teorizó que él y otra gente tenían “magnetismo animal “.
Ya que ellos tenían acceso a cierto misterioso “fluido” almacenado y podía ser transferido
a otros se realizaba la cura. Pronto surgieron más de cien grupos en Francia que realizaban
curas similares; ellos fueron llamados La sociedad de la armonía”.
El consciente utiliza un 12% del volumen físico del cerebro y controla todo aquello que
realizamos conscientemente, como pensar, analizar, estudiar, comparar, decidir, etc. El
inconsciente utiliza el 88% restante y controla todas aquellas funciones que no se realizan a
nivel consciente, como por ejemplo el sistema nervioso, la respiración, los latidos del
corazón, nuestros sistemas de creencias y valores, etc. La función del trance hipnótico es
acceder a ese 88% del inconsciente. De esta manera se puede ser capaz de ampliar nuestro
control y la utilización de capacidades que anteriormente teníamos dormidas.
El trance Hipnótico en la PNL se utiliza para desarrollar las capacidades del hipnotizador,
que le llevan a poder inducir a trance a otra persona a través de una simple conversación
en la que nunca se menciona la palabra hipnosis. Toda hipnosis es siempre una auto
hipnosis, porque nadie puede ser inducido a trance hipnótico si la persona no está
predispuesta a ello. Para tener un dominio del Trance Hipnótico hará falta mucha práctica.
En España, el Trance Hipnótico también es utilizado básicamente en regresiones, en
Hipnoterapia y en Hipnosis Clínica. Se aplica para la curación de alergias, dolores físicos,
traumas, fobias, adiciones varias y para anestesias clínicas. Se utiliza entre 13 y 8 ciclos
correspondientes al nivel ALFA.
Apéndice V:
MHRP (Método Horna de Realización Personal)
La MHRP, es una Estrategia de Investigación, donde se estudia al ser humano,
manipulando las vertientes individuales (psicología), grupales (antropología), sociales
(sociología), utilizando para ello, las técnicas y herramientas proporcionadas por la PNL,
IE, Coaching, el chamanismo en su expresión más pura, el nagualismo. Aderezado todo
ello por la Hipnosis Clínica. Se puede estudiar a distancia en cualquier lugar del mundo y
de forma presencial en España, en la Bircham International University, en la Facultad de
Psicología. www.mhrp.net
Orígenes: En 1982 en Alburquerque NM, me aplicaron por primera vez la PNL con
Hipnosis, para que me convirtiese en un experto consumado, especialista en *.* y los
resultados que obtuve a lo largo de los años en los que trabajé, en la Industria Informática,
(máximo vendedor de Apple II en España 1981-2; Jefe de Ventas con 27 años en MAI,
Basic Four.) (Account Manager en Burroughs, ahora Unisys), en la Industria Aeroespacial
(McDonnell Douglas, donde tenía a mi cargo Iberia, Casa, Maestranza Aérea dependiente
del Ejército del Aire Español). En La Inteligencia Artificial (Director Comercial y de
Marketing de REDCOM España S.A, Cofundador y Secretario del Consejo de
Administración). En la Industria de la Información (Director Comercial de Knight Ridder
I.S), fueron del todo provechosos, tanto para las compañías en las que trabaje, como para
mí.
En 1994 tuve que reinventarme con treinta y nueve años y quise dedicarme al
conocimiento del ser humano y que mejor forma de hacerlo, que volver a la Universidad y
poner los cimientos a la MHRP.
Empecé mis segundos estudios de Doctorado en Antropología Social, a mitad de caballo,
entre las Facultades de Sociología y Psicología de la Universidad Complutense de Madrid
(UCM), donde al terminarlo, obtuve la suficiencia Investigadora, que unido a la que ya
tenía en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, de la UCM, me servirían
para crear las bases de mi Estrategia de Investigación MHRP.
Como necesitaba un laboratorio, donde poder estudiar al humano viéndole evolucionar, me
camuflé con él y estuve durante doce años por las noches, leyendo la mano y echando
cartas del Tarot en la mejor discoteca del Mundo, llamada, el Palacio de Fortuny,
manteniendo completo cuidado con el secreto profesional, de lo que allí veía.
Anteriormente en la Cafetería del Hotel Miranda Suizo de San Lorenzo del Escorial de
Madrid y en la Discoteca Testa de Collado Villalba, además del PUB Leyton, me inicié
como escritor y aplicándome a mí mismo, las técnicas del la MHRP, he publicado con este,
veinte y dos libros. Mis treinta y dos vídeos publicados en Youtube, se han visto cerca de
1,000,000 de veces en el momento en que escribo este comentario y tengo más de 420
subscriptores. Son vídeos que tratan sobre cómo aprender a Visualizar, PNL, IE,
Coaching, Alergias, Fobias, ganar dinero para ser libres de él, etc.
En 2008 a través de la Escuela de Inteligencia de Madrid, retomé el contacto con el
Coaching y digo retomé el contacto, ya que a finales de los años ochenta en REDCOM
España S.A, utilizábamos The Coordinator, para realizar procesos de control de proyectos
y de Coaching por ordenador, manejando el sistema MHS, creado por Action Tecnologies,
donde estaban entre otros involucrados, Fernando Flores Labra, también accionista de
REDCOM Chile S.A, de Telos México. Mario Valdivia, Raúl Herrera, Carlos Alberto
Cornejo, Julio Olaya, Rafael Echeverría, con su Búho de Minerva, creador del Coaching
Ontológico y siendo probablemente uno de los mejores Coach del Mundo. Me había
recorrido más de 80 países y mis trabajos como antropólogo, los había realizado en los
cinco continentes y publicado en diversas Universidades, Museos, Organismo Oficiales de
distintos países.
Un triunfador aparentemente, ya que mi vida emocional, no estaba acorde a mis
querencias.
En la Escuela de Inteligencia, dependiente de la Universidad Camilo José Cela, estudié
PNL y recordé mi antigua experiencia en USA. Además asimilé todo lo que pude de
Inteligencia Emocional, donde Javier Mañero, Ross Galán, José Luis Wagener, Elena Font,
Isabel María Quesada González, me sirvieron de ayuda y de estímulo a la hora metabolizar
sus enseñanzas.
Al llegar a la Hipnosis, descubrí con gran asombro, que ya no tenía que tocar a los clientes
para hipnotizarles y me adentré en la mente de Milton Erickson, Virginia Satir, Tony
Robbins, Richard Bandler, Daniel Goleman y otros creadores, para modelarlos y obtuve
una serie de resultados que me dejaron asombrado por la rapidez y los éxitos asombrosos
que obtuve.
Entonces busqué alianzas win win. Yo gano tú ganas y estuve durante cuatro años, dando
clases a jóvenes adolecentes de la UFILS, a través del CREPA.
Volvía a entrar en contacto con María José Muñoz y desde septiembre de 2008, hasta
ahora, doy una conferencia todos los lunes del año, cuando estoy en Madrid y mis viajes
me lo permiten, en ECOCENTRO, sobre Motivación, PNL, Hipnosis, IE, Coaching y la
MHRP.
Aprendí muchísimo de la Dra. Carol Sabick Quinn, del Instituto Monroe, que conocí en la
Fundación Sauce, de la mano de John Curtin y que de una manera u otra me llevó hasta la
Bircham International University (BIU), donde obtuve mi Doctorado en el 2012, también
en la Facultad de Psicología, en la especialidad de Hipnoterapia, con un Magna Cum
Laude, donde llevé la Terapia MHRP a los altares de la ciencia.
En la BIU, actualmente soy supervisor académico en la Facultad de Psicología, de Terapia
Integral MHRP.
“A lo largo de nuestra vida, nos suceden acontecimientos que nos cambian; nos modifican
y nos transforman, pero nosotros igualmente tomamos decisiones que modifican nuestro
entorno y también cambiamos las cosas” MHRP
Muchas personas se sienten inseguras porque siempre están preocupadas. Les intranquiliza
la posibilidad de perder su trabajo, su casa, su dinero, su amor, su salud, etc. Conviven con
un sentimiento de tristeza, últimamente llamado stress, que en muchos casos les impide
disfrutar de los pequeños –que la final son los grandes- placeres de la vida. Todavía no
quieren reconocer, que son ellos mismos, los que tienen el poder de diseñar su futuro.
La mayor seguridad que podemos tener sobre nuestra existencia, procede de saber
controlar nuestros estados de ánimos. ¿Cómo? Enfrentándonos a nuestros verdaderos
problemas, -a los reales y no a los imaginarios-, buscando distintas soluciones que nos
permitan mejorar nuestra calidad de vida. ¿Cómo? Asumiendo que lo importante no es lo
que nos ha pasado, sino lo que nosotros hacemos con lo que nos ha pasado.
Para ello, miremos de frente nuestro futuro y asumamos que somos nosotros los
arquitectos, aparejadores, albañiles, de nuestra propia existencia. La vida te da las cartas,
pero solo tú las juegas.