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Conforme se avanza en la lectura de la En Fragmentos de un discurso amoroso, vela. Gerardo no soporta a Elisa, su esposa,
primera novela de Angélica Santa Olaya Barthes señala que “para mostrarte dón- ni a Minerva, su amante secretaria, pero
(Ciudad de México, 1962), Bajo la sombra de está tu deseo basta prohibírtelo un poco”. ya le ha echado el ojo a su vecina Nayeli,
del encino, editada por Jus, resulta inevi- La clave para mantenerlo vivo es que esté siempre insatisfecha, insegura y celosa,
table que vengan a la mente las palabras allí, a la mano, pero dejándolo un poco quien no le hace el feo, sino al contrario,
de Roland Barthes: “El discurso amoroso libre, ligero, ausentándose a veces, pero flirtea con él y siente derretirse en su pre-
es hoy de una extrema soledad ”. En efecto, quedándose no lejos. Por ello es preciso sencia. En tanto, Roberto, acicateado por
los relatos de los cuatro personajes prin- que el deseo esté presente como prohibi- el remordimiento, le cuenta a Nayeli la úni-
cipales de esta novela están impregnados do, pero también hay que alejarse en el ca infidelidad que se ha atrevido a realizar
de inmenso deseo, de una enorme nece- momento en que, estando en formación, y ahí empieza su sordo infierno. Al final,
sidad de contacto, de cercanía y comunión podría obstruirlo. “Tal sería la estructura sucede la catástrofe, es decir, la ruptura.
con el Otro que no es aquel con quien de la pareja ‘realizada’ —dice Barthes—: Barthes señala que “la catástrofe amo-
comparten la cama todas las noches y con un poco de prohibición, mucho de jue- rosa está quizá próxima de lo que se ha
quien han formado “una familia”, sino go; señalar el deseo y después dejarlo”. llamado en el campo psicótico, una situa-
con otro Otro, también lejano, también El asunto con los personajes imagina- ción extrema, que es una ‘situación vivida
distante, con el que tampoco se establece dos por Santa Olaya es que, como parejas por el sujeto como algo que debe destruir-
contacto ni se satisface el deseo. y como individuos, no se sienten “reali- lo irremediablemente’”. La catástrofe amo-
Bajo la sombra del encino cuenta la zados”: siempre desean algo que no tie- rosa es, literalmente, una situación páni-
historia de dos matrimonios de clase me- nen, más allá de su vida “acomodada” y el ca: es una situación sin remanente, sin
dia (pensamos que en sus treintas, pero éxito material como pantalla de una exis- retorno: “me he proyectado en el otro con
no se especifica), vecinos de un conjun- tencia miserable. Todos ellos, de alguna u tal fuerza que, cuando me falta, no puedo
to de departamentos en cuya plaza se otra manera, han sucumbido al deseo y se recuperarme: estoy perdido, para siem-
encuentra el encino del título, espacio han abismado en él, con las catastróficas pre”. Cabe decir que la falta no tiene que
que funciona como eje de las coordena- consecuencias que descubrimos en la no- ser física: se puede vivir años con una per-
das que se desarrollan conforme avanza
la narración. Nayeli está casada con Ro-
berto, quien, carcomido por la culpa, le
confiesa que hace poco tuvo un acostón
de una noche (one-night stand, como di-
cen los gringos) con otra mujer. Nayeli
se debate entre perdonarlo y seguir la vi-
da como si nada, o vengarse y pagarle con
la misma moneda, ya que se siente fuer-
temente atraída por su vecino Gerardo,
un Don Juan de cuatro suelas, casado con
Elisa, a quien engaña con la secretaria de
la oficina, con quien tiene un hijo, rela-
ción que ya le representa una pesada car-
ga. Elisa, por su parte, se hunde en la de-
presión y la desesperación, atenazada por
el traumático recuerdo de una madre al-
cohólica, muerta trágicamente.
Angélica Santa Olaya