Está en la página 1de 8

William James – Concepción de la verdad según el pragmatismo

Tanto el Pragmatismo como el Intelectualismo están de acuerdo en que la verdad es una


propiedad de algunas de nuestras ideas. Esta propiedad es la de adecuación con la realidad,
así como la falsedad significa inadecuación con ella. En lo que no están de acuerdo es en
los términos “Adecuación” y “Realidad”.

Los Intelectualistas sostienen que nuestras ideas verdaderas de las cosas, las reproducen.
Utiliza como ejemplo un reloj, sostiene que si cerramos los ojos y pensamos en el reloj de
pared tendremos una verdadera imagen del su esfera. Así, el intelectualista, sostiene que la
verdad es una relación estática inerte. Cuando se alcanza la idea verdadera de algo, llegan
al término de la cuestión.

Sin embargo la idea de cómo “anda” no llega a ser una reproducción, ya que no se enfrenta
con la realidad. Cuando se habla de la función del reloj, o de la elasticidad de una cuerda,
es difícil ver exactamente de que son copias sus ideas. En estos casos ¿qué significa la ade-
cuación con este objeto?

El Pragmatismo se interesa por el valor efectivo de la verdad en términos de experiencia.


A partir de lo cual llega a la idea de que: Ideas verdaderas son las que podemos asimilar,
hacer validas, corroborar, y verificar, mientras que en las falsas no se puede. Por lo que la
verdad no es una propiedad inerte a una idea. La verdad acontece a una idea, la idea se hace
verdadera por los acontecimientos. Así la verdad es un proceso, el proceso de su verifica-
ción. La verificación y validación nos guían, mediante los actos y las demás ideas que sus-
citan, a otros sectores de la experiencia con los que sentimos que concuerdan las ideas ori-
ginales, las conexiones y transiciones llegan a nosotros punto por punto de modo progresi-
vo, armonioso y satisfactorio.

La posesión de pensamientos verdaderos significa la posesión de unos inestimables instru-


mentos de acción. La importancia de poseer estos instrumentos reside en que vivimos en un
mundo de realidades que pueden ser infinitamente útiles o infinitamente perjudiciales. Las
ideas que nos dicen cuáles de estas esperar, se consideran como las ideas verdaderas. Así, el
valor práctico de las ideas verdaderas se deriva primariamente de la importancia practica de
sus objetos para nosotros. Objetos que, a su vez, no son importantes en todo momento. Pero
debido a que casi todo objeto puede algún día llegar a ser temporalmente importante, es
evidente la ventaja de poseer una reserva general de ideas que serán verdaderas en situacio-
nes meramente posibles. Cuando una de estas ideas en reserva se hace prácticamente ade-
cuada para uno de nuestros casos de necesidad, pasa a actuar en el mundo y nuestra creen-
cia en ella se convierte en activa. Estas ideas pueden considerarse útiles porque son verda-
deras y viceversa, lo cual significa que se cumplen y pueden verificarse.

Por lo tanto, el pragmatismo sostiene que la verdad de un estado de espíritu significa la


función de conducir a lo que vale la pena. Cuando un momento de nuestra experiencia nos
inspira un pensamiento que es verdadero, quiere decir que tarde o temprano nos sumiremos
de nuevo, mediante la guía de tal experiencia, en los hechos particulares, estableciendo ven-
tajosas conexiones con ellos. Una partícula de la experiencia puede ponernos en aviso para
alcanzar otra y puede ser significativa de un objeto más remoto. El advenimiento de este
objeto es la verificación del significado. (Es casi la misma definición que da en un comien-
zo, solo que agrega las nociones de “hechos particulares”, “objetos” y “experiencia”)

La retribución que aportan las ideas verdaderas es la única razón para seguirlas. Las creen-
cias falsas actúan, a la larga, tan perniciosamente como beneficiosamente actúan las creen-
cias verdaderas. Nuestra obligación de reconocer la verdad es sumamente condicionada.
Las verdades concretas, en plural, necesitan ser reconocidas solo cuando es conveniente.
Debe preferirse siempre una verdad a una falsedad cuando se relacionan ambas con una
situación dada, pero cuando no ocurre así la verdad no constituye más deber que una menti-
ra.

Por “Objeto” se entiende cosas del sentido común, sensiblemente presentes, o bien relacio-
nes del sentido común tales como fechas, lugares, distancias, géneros, actividades. Siguien-
do nuestra imagen mental de un objeto, llegamos a ver el objeto, obteniendo la verificación
de la imagen.

Si la verdad de una idea significa un proceso de verificación ¿Qué pasa con las verdades
que no verificamos? Al respecto, James sostiene que estas constituyen el número de verda-
des con arreglo a las que vivimos. Por lo que se aceptan tanto verificaciones directas como
indirectas. Así es que, en donde la evidencia basta, no necesitamos testimonio ocular. En
las ideas verificadas indirectamente, la verificación significa que no nos conduce a nega-
ción o contradicción. Valiendo igual la “verificabilidad” de una idea como la verificación
misma de esta. Estas ideas verificadas indirectamente nos orientan hacia la verificación
directa, nos conducen hacia los alrededores de los objetos con que se enfrentan, y entonces,
si todo se desenvuelve armoniosamente, estamos tan seguros de que la verificación es posi-
ble, que la omitimos. Estos procesos, los cuales se verifican indirectamente, o solo poten-
cialmente, pueden ser tan verdaderos como los procesos plenamente verificados. Nos pro-
porcionan las mismas ventajas y solicitan nuestro reconocimiento por las mismas razones.

La verdad descansa en su sistema de crédito. Nuestros pensamientos y creencias “pasan” en


tanto que no haya nadie que los ponga a prueba, del mismo modo que pasa un billete de
banco en tanto que nadie lo rehúse. Pero todo esto apunta a una verificación directa en al-
guna parte sin la que la estructura de la verdad se derrumbaría. Comerciamos uno con las
verdades del otro, pero las creencias concretamente verificadas por alguien son los pilares
de toda la superestructura.

Otra razón para renunciar a una verificación directa en los asuntos usuales, es que todas las
cosas existen en géneros y no singularmente. Así, una vez verificadas directamente nuestras
ideas sobre el ejemplar de un género, nos sentimos libres de aplicarlas a otros ejemplares
sin verificación.

Relaciones entre ideas puramente mentales

Las relaciones entre ideas forman otra esfera donde se obtienen creencias verdaderas y fal-
sas, y aquí las creencias son absolutas o incondicionadas. Cuando son verdaderas llevan el
nombre de definiciones o principios. Los objetos aquí son objetos mentales. Sus relaciones
son perceptivamente obvias a la primera mirada y no es necesaria una verificación senso-
rial. Además, lo que una vez es verdadero lo es siempre de aquellos mismos objetos menta-
les. Se trata solo de cerciorarse del género y luego aplicar la ley de su género al objeto par-
ticular. Se tendrá la certeza de haber alcanzado la verdad solo con poder nombrar el género
adecuadamente, pues las relaciones mentales se aplicaran a todo lo relativo a aquel género
sin excepción. Si se falla en alcanzar la verdad concretamente, podría decirse que se habían
clasificado inadecuadamente los objetos reales.

En lo que refiere a las relaciones mentales, la verdad es, además, una cuestión de orienta-
ción. Relacionamos unas ideas abstractas con otras, formando al fin grandes sistemas de
verdad lógica y matemática, bajo cuyos respectivos términos, los hechos sensibles de la
experiencia se ordenan eventualmente entre sí, de forma que nuestras verdades eternas se
aplican también a las realidades.

Nuestro espíritu está firmemente encajado entre las limitaciones coercitivas del orden sen-
sible y las del orden ideal. Nuestras ideas deben conformarse a la realidad, sean realidades
concretas o abstractas, hechos o principios. Las realidades significan entonces, o hechos
concretos o géneros abstractos de cosas y relaciones intuitivamente percibidas entre ellos.
Además significan aquellas cosas que nuestras nuevas ideas no deben dejar de tener en
cuenta, el cuerpo de verdades que ya poseemos.

Con respecto a la adecuación con la realidad

En su más amplio sentido, adecuar con una realidad, solo puede significar ser guiado, ya
directamente hacia ella o bien a sus alrededores, o ser colocado en tal activo contacto con
ella que se la maneje, a ella o a algo relacionado con ella, mejor que si no estuviéramos
conformes con ella, ya sea en sentido práctico o intelectual.

Copiar una realidad es un modo muy importante de estar de acuerdo con ella, pero está le-
jos de ser esencial. Lo esencial es el proceso de ser conducido. Cualquier idea que nos ayu-
de a tratar, practica o intelectualmente, la realidad o sus conexiones, que no complique
nuestro progreso con fracasos, que se adecue y adapte nuestra vida al marco de la realidad,
estará de acuerdo lo suficientemente como para satisfacer la exigencia. Manteniendo la
verdad de aquella realidad.
La adecuación pasa a ser, esencialmente, cuestión de orientación que es útil, pues se ejerce
en dominios que contienen objetos importantes. Las ideas verdaderas nos conducen a re-
giones verbales y conceptuales útiles a la vez que nos relacionan directamente con términos
sensibles útiles. Nos llevan a la congruencia y al fluyente intercambio humano. EL libre
flujo del proceso de dirección, su libertad general de choque y contradicción pasa por su
verificación indirecta, pero eventualmente todos los procesos ciertos deben conducir a ex-
periencias sensibles directamente verificables en alguna parte, que han copiado las ideas de
algún individuo.

La verdad en la ciencia es lo que nos da la máxima suma posible de satisfacciones, incluso


de agrado, pero la congruencia con la verdad previa y con el hecho nuevo es siempre requi-
sito más imperioso. Sin embargo, sabemos que la experiencia tiene modos de salirse y de
hacernos corregir nuestras actuales formulas. Lo absolutamente verdadero es ese punto
ideal hacia el que nos imaginamos que convergerán algún día todas nuestras verdades tem-
porales. Entretanto, tendremos que vivir hoy con arreglo a la verdad que podamos obtener
hoy y estar dispuestos a llamarla falsedad mañana.

Las creencias de los hombres constituyen una experiencia fundada. Debido a que las creen-
cias son, en sí mismas, partes de la suma total de la experiencia del mundo y llegan a ser la
materia sobre la que se asientan o fundan para las operaciones del día siguiente. En cuanto
la realidad significa realidad experimentable, tanto ella como las verdades que el hombre
obtiene acerca de ella están continuamente en proceso de mutación, mutación acaso hacia
una meta definitiva, pero mutación al fin y al cabo.

En lo que respecta a los procesos de la verdad, los hechos se dan independientemente y


determinan provisionalmente a nuestras creencias. Pero estas creencias nos hacen actuar y,
tan pronto como lo hacen, descubren u originan nuevos hechos que, consiguientemente,
vuelven a determinar las creencias. Las verdades emergen de los hechos, pero vuelven a
sumirse en ellos de nuevo y los aumentan. Esos hechos, otra vez, crean o revelan una nueva
verdad, y así indefinidamente. Los hechos mismos, mientras tanto, no son verdaderos, sim-
plemente son. La verdad es la función de las creencias que comienza y termina entre ellos.

Carl Hempel – La Teoría de la Verdad de los Positivistas Lógicos

Con respecto a la teoría de la verdad existen dos grandes grupos. Las teorías de verdad co-
mo correspondencia, en las cuales la verdad consiste en una cierta concordancia o corres-
pondencia entre un enunciado y lo que se llama “realidad” o “hechos”. El otro grupo co-
rresponde a las teorías de la verdad coherentistas, en las cuales la verdad es una propiedad
que pueden poseer ciertos sistemas de enunciados como un todo, constituyendo una cierta
conformidad de los enunciados entre sí.
La teoría de la verdad de los positivistas lógicos evoluciono desde una teoría de la verdad
como correspondencia hasta una teoría parcialmente coherentista. Las siguientes son las
fases lógicas del proceso de evolución.

El punto de partida lógico de la teoría de la verdad de los positivistas lógicos se basa en una
de las tesis de Wittgenstein. Este sostenía que un enunciado era verdadero si existe el hecho
o estado de cosas que ese enunciado describe, en caso contrario lo consideramos falso. A su
vez, los hechos que componen el mundo constan de ciertos tipos de hechos elementales
irreductibles a otros. Estos son los llamados hechos atómicos, mientras que los compuestos
a base de estos son los llamados hechos moleculares. Al primero le corresponden los enun-
ciados atómicos y al segundo los enunciados moleculares. Un enunciado molecular se
compone de enunciados atómicos, de acuerdo a una cierta forma lógica que refleja la es-
tructura formal de los hechos. Y el valor de verdad de los enunciados moleculares depende
del valor de verdad de sus enunciados atómicos.

Neurath fue el primero en poner algunas dudas con respecto a la anterior teoría, y Carnap el
primero en notar su importancia. Neurath sostenía que la ciencia es un sistema compuesto
por enunciados de un cierto tipo. Cualquiera de estos enunciados puede combinarse o com-
pararse con otros, pero nunca se comparan con la realidad o con los hechos. Esto debido a
que sostenía que la fisura entre los enunciados y la realidad es solo el resultado de una labo-
riosa metafísica y los problemas conectados con esta, pseudoproblemas.

Carnap comenzó a desarrollar una versión de una teoría satisfactoria de la verdad como
coherencia. La idea de su propuesta era que si fuera posible prescindir en la teoría de Witt-
genstein de la idea de una relación con hechos, tal vez podríamos salvar las aportaciones
más importantes con respecto a los enunciados y a las conexiones que se dan entre estos.

Los enunciados protocolares se mostraron útiles para este propósito. Son aquellos enuncia-
dos que expresan el resultado de una experiencia inmediata, sin ningún aditamento teórico.
Y en un principio se pensó que no necesitaban pruebas añadidas.

El primer paso hacia el abandono de la teoría Wittgensteniana fue reemplazar el concepto


de “enunciados atómicos” por el de “enunciados protocolares”.

El segundo paso fue un cambio de opinión con respecto a la estructura formal del sistema
de los enunciados científicos.

Witt. Sostenía que si una proposición no podía verificarse en última instancia no poseía
significado, por lo que solo los enunciados que eran una función de verdad de proposicio-
nes atómicas poseían significado. Es decir, los enunciados moleculares.

Las llamadas leyes de la naturaleza no pueden verificarse según el Tractatus, por lo que no
pueden considerarse enunciados, sino meras instrucciones a partir de las cuales podemos
obtener enunciados con significado.
Carnap notó que en la ciencia empírica las leyes se formulan en el mismo lenguaje que los
demás enunciados y se combinan con enunciados particulares al objeto de obtener predic-
ciones. Por lo que concluye que el criterio de Witt. Para atribuir significado a los enuncia-
dos era demasiado estrecho y que debía sustituirse por uno más amplio. Carnap sostiene
que las leyes empíricas serian enunciados implicatorios generales que difieren por su forma
de los enunciados particulares. Su validez se comprobaría examinando los enunciados par-
ticulares que se siguen de él. Pero debido a que se siguen una clase infinita de enunciados
particulares, no puede ser verificado completamente por estos. Por lo que un enunciado
general tendría el carácter de hipótesis en relación a los particulares. Por lo que el estable-
cimiento del sistema de la ciencia incluye, en un momento dado, el recurso a la convención.

Además, los enunciados particulares tienen el carácter de hipótesis con respecto a los enun-
ciados protocolares. De lo que se sigue que no importa que enunciados consideremos ver-
daderos, dependerá del sistema que elijamos de entre los formalmente posibles. Elección
que está restringida por factores sociológicos y psicológicos, como señala Neurath.

Por lo que hay que abandonar un segundo principio del Tractatus, no es posible seguir defi-
niendo la verdad o falsedad de un enunciado en términos de la verdad o falsedad de enun-
ciados básicos. De este modo un análisis cuidadoso de la estructura formal del sistema total
de los enunciados conduce a un concepto de verdad más laxo o blando. Por lo que se puede
afirmar que en ciencia, un enunciado se acoge como verdadero si esta suficientemente apo-
yado por enunciados protocolares.

Esto último lo comparte con la teoría de Witt. Ya que en ambas el principio de comproba-
ción de cada enunciado se reduce a una comparación entre el enunciado en cuestión y cierta
clase de proposiciones básicas, acerca de las cuales no es posible dudar.

El tercer y último paso se basa en el proceso de eliminar de la teoría de la verdad esta úl-
tima característica común.

Neurath sostiene que cuando hay dos enunciados protocolares mutuamente contradictorios
en la ciencia, se deja de lado al menos uno de los dos enunciados protocolares menciona-
dos. Por lo que ya no es posible defender que los enunciados protocolares proporcionen una
base inalterable para el sistema global de los enunciados científicos.

Carnap sostiene el mismo punto de vista cuando afirma que no hay enunciados que se pue-
dan considerar fundamento absoluto de la ciencia, todo enunciado de carácter empírico,
incluso los enunciados protocolares, pueden necesitar justificación adicional. Ya que cual-
quier enunciado empírico puede ir unido a una cadena de pasos comprobatorios en la cual
no hay un eslabón final absoluto. A nosotros nos corresponde decidir en qué momento se
da por terminado el proceso de comprobaciones.
Así para Neurath y Carnap, la verdad se entendería como un nivel suficiente de concordan-
cia entre el sistema de los enunciados protocolares aceptados y las consecuencias lógicas
que pueden deducirse del enunciado bajo escrutinio combinado con otros enunciados que
han sido admitidos con anterioridad.

Schlick objeta que el abandono radical de la idea de un sistema de enunciados básicos inal-
terables nos privaría de unos cimientos absolutos para el conocimiento y conduciría a un
relativismo completo en lo tocante a la verdad.

A lo que se le contesta que para encontrar un grado relativamente alto de certeza necesita-
mos retroceder hasta los enunciados protocolares de observadores fiables, pero incluso tales
enunciados protocolares pueden verse desplazados por otros enunciados bien contrastados o
por leyes generales. Por lo que no es sensato demandar un criterio de verdad absoluta para
enunciados empíricos.

El profesor Schlick asume que hay una cierta clase de enunciados, sintéticos y absoluta e
incuestionablemente verdaderos, con los que comparamos cualquier otro enunciado cuya
validez queremos comprobar. Los llama constataciones. Pero debido a que todo enunciado
científico es una hipótesis que se puede llegar a abandonar, sostiene que estas constatacio-
nes no son enunciados científicos, sino más bien un acicate para establecer los enunciados
protocolares que se corresponden con ellos.

Schlick sostiene:

1) basta una sola acción para comprender y verificar las constataciones, su comparación
con hechos. Describiéndolas como los sólidos puntos de contacto entre el conocimiento y la
realidad.

2) asume que las constataciones no pueden escribirse en papel como los enunciados norma-
les y que solo son válidos en el momento en que se establecen.

Su punto de partida es que la tesis de Carnap y Neurath según la cual en la ciencia un enun-
ciado se adopta como verdadero si está suficientemente respaldado por enunciados protoco-
lares se convierte en un sinsentido si se rechaza la idea de los enunciados protocolares ab-
solutamente verdaderos. Ya que podemos imaginar muchos sistemas diferentes de enuncia-
dos protocolares y también muchos enunciados hipotéticos suficientemente apoyados por
aquellos. Sería posible construir sistemas de enunciados protocolares que prestaran apoyo
suficiente a cualquier cuento de hadas. Pero lo cierto es que consideramos falsos los cuen-
tos de hadas y verdaderos los enunciados de la ciencia empírica, aunque ambos cumplan
con todos los requisitos formales.

Según Neurath y Carnap la diferencia entre los dos sistemas no es lógica sino empírica. El
sistema de enunciados protocolares que llamamos verdadero, solo puede caracterizarse por
el hecho histórico de que es el sistema que ha sido efectivamente adoptado por la humani-
dad y por los científicos de nuestro ámbito cultural. Es por esto que Neurath y Carnap sos-
tienen una teoría parcialmente coherentista.

También podría gustarte