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AHORA, LA I.S.

INTERNATIONALE SITUATIONNISTE

Texto aparecido como editorial del # 9 de Internationale Situationniste (agosto de 1964). Traduccción
castellana de Julio González del Río Rams aparecida en La creación abierta y sus enemigos. Textos
situacionistas sobre arte y urbanismo, Madrid, la Piqueta, 1977.
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"Cada período forja él mismo su material humano, y si nuestra época


tuviera, verdaderamente, necesidad de trabajos teóricos, crearía las
fuerzas necesarias para su satisfacción."

Rosa Luxemburgo, en Vorwärts, del 14 de marzo de 1903

Ahora que los situacionistas tienen ya una historia, y que parece que su actividad se ha tallado un papel,
muy particular pero seguramente central, en el debate cultural de los últimos años, algunos reprochan a la
I.S. haber triunfado, y otros haber fracasado.

Para comprender la situación real de estos términos, así como casi todos los juicios de la conciencia
asentada con respecto a la I.S., en primer lugar hay que invertirlos. La parte del fracaso de la I.S., es lo
que comúnmente se considera su éxito: el valor artístico que se comienza a apreciar en nosotros; la
primera moda sociológica o urbanística que se adhiere a algunas de nuestras tesis; o simplemente el éxito
personal prácticamente garantizado para todo situacionista desde el día siguiente de su exclusión. Nuestra
parte de éxito, más profunda, es haber resistido gran número de compromisos que se nos ofrecían; no es
haber permanecido en nuestro sumario primer programa, sino haber probado que su principal carácter
vanguardista, a pesar de algunos otros más aparentes, era el hecho de que debía llevar más lejos; y, por
tanto, no es de ser considerados aún por nadie, en los marcos actualmente establecidos.

Sin duda, nuestros errores han sido bastante numerosos. Los hemos corregido a menudo, o abandonado,
mientras que allí estaban, precisamente, los elementos que triunfaban, o a los que se proponía el máximo
de ayuda para llevarlos al éxito. Es fácil hallar en nuestras primeras publicaciones las deficiencias, las
verborreas, las fantasías surgidas del nuevo mundo artístico, las aproximaciones de la antigua política; y
es, por otra parte, a la luz de las conclusiones posteriores de la I.S. como son más fácilmente criticables.
Un factor inverso ha dejado, naturalmente, menos traza en nuestros escritos, pero ha tenido un gran peso:
un abstencionismo nihilista, una grave incapacidad, en muchos de nosotros, de pensar y de actuar más allá
de los primeros balbuceos de un diálogo positivo. Esto encaja bien, casi siempre, con la exigencia más
abstracta y mentirosa de un radicalismo descarnado.

Sin embargo, hay una desviación que nos ha amenazado más gravemente que todas las demás: era el
riesgo de no diferenciarse lo bastante nítidamente de las tendencias modernas de explicaciones y
proposiciones sobre la nueva sociedad a la que el capitalismo nos ha llevado, tendencias que, bajo
diferentes máscaras, son las de la integración a esta sociedad. Desde la interpretación del urbanismo
unitario por Constant, esta tendencia se ha expresado en la I.S. y es infinitamente más peligrosa que la
vieja concepción artística que tanto hemos combatido. Era más moderna, por tanto menos clara,
evidentemente, y ciertamente con posibilidades de mayor futuro. Nuestro proyecto se ha formado al
mismo tiempo que las tendencias modernas a la integración. Hay, por tanto, una oposición directa, y un
aire parecido, en lo que tenemos realmente de contemporáneos. No hemos vigilado suficientemente este
aspecto de las cosas, y esto aún recientemente. Es así que no es imposible leer las proposiciones de
Alexander Trocchi, en el número 8 de esta revista, a pesar de un espíritu totalmente opuesto, como algo
que podría estar emparentado con esos pobres intentos de salvamente "psicodramático" del arte
descompuesto que expresaba, por ejemplo, la ridícula Workshop de la Libre-Expression, en París en el
pasado mayo. Pero al punto al que hemos llegado clarifica nuestro proyecto e, inversamente, el proyecto
de integración. Todos los casos de investigaciones realmente modernas, y no revolucionarias, deben verse
ahora y tratarse como nuestro enemigo número uno. Van a reforzar todos los controles existentes.
No debemos por tanto abandonar el punto extremo del mundo moderno con el solo fin de no semejarnos a
él en nada, o incluso de no enseñarle nada que pueda servir contra nosotros. Es muy normal que nuestros
enemigos lleguen a utilizarnos parcialmente. No vamos ni a dejarles el campo actual de la cultura, ni a
mezclarnos con ellos: está claro que los mismos buenos apóstoles que quieren admirarnos bien y
comprendernos a una distancia respetuosa nos aconsejarán voluntariamente la pureza de la primera
actitud, para adoptar ellos la segunda. Rechazamos este formalismo sospechoso: de la misma manera que
el proletariado, no podemos pretender ser inexplotables en las condiciones actuales. Este debe hacerse
únicamente bajo los riesgos y peligros de los explotadores. La I.S. está colocada nítidamente en una
alternativa a la cultura dominante, y particularmente a las formas pretendidamente de vanguardia. Los
situacionistas estimas que les es necesario heredar del arte que ha muerto, o de la reflexión filosófica
separada, de la que nadie, a pesar de los esfuerzos actuales, llegará a "restituir" el cadáver, porque el
espectáculo que reemplaza este arte y este pensamiento es el heredero de la religión. Y como lo fue la
"crítica de la religión" (crítica que la izquierda actual abandonó al mismo tiempo que abandonaba todo
pensamiento y acción), la crítica del espectáculo es hoy la condición primera de toda crítica.

El camino del control policíaco perfecto de todas las actividades humanas y el camino de la creación libre
infinita de todas las actividades humanas es uno: es el camino de los descubrimientos modernos. Estamos
forzosamente en el mismo camino que nuestros enemigos, precediéndoles, la mayoría de las veces, pero
debemos estar ahí, sin ninguna confusión, como enemigos. El mejor ganará.

La época actual puede ensayar, pero no emplear, las múltiples innovaciones, porque está encadenada a la
conservación fundamental de un orden viejo. La necesidad de una transformación revolucionaria d ela
sociedad es el Delenda est Carthago de todos nuestros discursos innovadores.

Ciertamente la crítica revolucionaria de todas las condiciones existentes no tiene el monopolio de la


inteligencia, sino más bien el de su empleo. En la presente crisis de la cultura, de la sociedad, los que no
tienen este empleo d ela inteligencia, de hecho no tienen ningún tipo de inteligencia discernible. Cesad de
hablar de inteligencia sin empleo, nos haréis un favor. ¡Pobre Heidegger! ¡Pobre Lukàcs! ¡Pobre Sartre!
¡Pobre Barthes! ¡Pobre Lefebvre! ¡Pobre Cardan! Tics, tics, y tics. Sin el modo de empleo de la
inteligencia no se tiene más que fragmentos caricaturescos de las ideas innovadoras, esas que pueden
comprender la totalidad de nuestra época en el mismo movimiento que contestan. Incluso, no se sabe
plagiar armoniosamente esas ideas cuando se las encuentra allí donde ya estaban. Los pensadores
especializados sólo saben salir de su dominio para jugar a los espectadores beatos de una especialización
vecina, igualmente en descomposición, que ignoraban pero que acaba de ponerse de moda. El antiguo
especialista de la política de ultraizquierda se maravilla de descubrir, al mismo tiempo que el
estructuralismo y la psicosociología, una ideología etnológica completamente nueva para él: el hecho de
que los indios Zuni no hayan tenido historia les parece la luminosa explicación de su propia incapacidad
para actuar en nuestra historia (Id a reíros con las veinticinco primera páginas del núm. 36 de Socialisme
ou Barbarie). Los especialistas del pensamiento sólo pueden ser ya unos pensadores de la especialización.
No pretendemos tener el monopolio d ela dialéctica, de la que habla todo el mundo; pretendemos
solamente tener el monopolio provisional de su empleo.

Aún no se osa oponer a nuestras teorías la exigencia d ela práctica, y los que hablan de ello, a ese nivel de
delirio metodológico, se han revelado además abundantemente incapaces de lograr la práctica más nimia.
Cuando la teoría revolucionaria reaparece en nuestra época, y sólo puede contar consigo misma para
difundirse en una práctica nueva, nos parece que hay ya un importante inicio práctico. Esta teoría se
encuentra, al principio, en el marco d ela nueva ignorancia diplomada que difunde la sociedad actual,
mucho más radicalmente separada de las masas que en el siglo XIX. Compartiremos normalmente su
aislamiento, sus riegos, su suerte.

Para venir a hablarnos, conviene, pues, no estar ya comprometido, y saber que, si podemos equivocarnos
momentáneamente sobre muchas perspectivas de detalle, no admitiremos jamás que nos hayamos podido
equivocar sobre el juicio negativo de las personas. Nuestros criterios cualitativos son demasiado seguros
como para que nos podamos permitir una discusión sobre ellos. Por tanto es inútil aproximarse a nosotros
si no se está de acuerdo teórica y prácticamente sobre nuestra condena de personalidades y corrientes
contemporáneas. Una parte de los pensadores que en la actualidad van a comentar y a arreglar la sociedad
moderna la comentaron ya, y conservaron finalmente, en términos más arcaicos cuando eran, por ejemplo,
estalinistas. En la actualidad van a comprometerse de nuevo, imperturbables, tan fresca y alegremente,
para un segundo fracaso. Otros, que los han combatido en la fase precedente, se les unen ahora para
comulgar al fin de la novedad. Todas las especializaciones de la ilusión pueden ser enseñadas y discutidas
en cátedras movibles. Pero los situacionistas se establecen en el conocimiento que está fuera del
espectáculo: no somos unos pensadores garantizados por el Estado.

Tenemos que organizar un nuevo encuentro coherente entre los elementos de crítica y negación que se
hallan esparcidos por el mundo, como hechos y como ideas; entre esos elementos llegados a la conciencia
y toda la vida de los que son sus portadores; en fin, entre la gente, o los primeros grupos que, aquí y allá,
afloran a este nivel de conocimiento intelectual, de contestación práctica. Así, la coordinación de estas
investigaciones y de estas luchas en el plano más práctico posible (una nueva unión internacional) es, en
este momento, inseparable de la coordinación enel plano más teórico (que expresarán varias obras
actualmente preparadas por los situacionistas). Por ejemplo, el presente número de esta revista, para
explicar mejor lo que a aveces de excesivamente abstracto en la exposición de nuestras tesis, ha dejado un
amplio espacio a una presentación coherente de elementos existentes ya en la información más corriente.
Los trabajos que le sigan deberán expresarse en forma más amplia. Esta continuación excederá
sobradamente lo que hayamos podido emprender por nosotros mismos.

Cuando la impotencia contemporánea gargariza estos últimos años con el proyecto tardío de "entrar en el
siglo veinte", estimamos que se debe con la mayor rapidez posible, poner fin a este tiempo muerto que
habrá dominado el siglo, y además, a la vez, a la era cristiana. Aquí, como en cualquier otro lugar, se trata
de superar la medida. Nuestra marcha es lo mejor que se ha hecho hasta ahora para salir del siglo veinte.

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Archivo Situacionista Hispano.
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