Está en la página 1de 2

LA

ORIGINALIDAD QUE DESCARTES LE ROBÓ A SANTA TERESA DE JESÚS


René Descartes y santa Teresa de Jesús


Incluso para alguien que no tiene ni idea de filosofía, Descartes es un nombre
conocido, aunque sea por su célebre frase «pienso, luego existo». Generalmente se
considera a René Descartes el padre de la filosofía moderna. Un filósofo original que
supuso una ruptura con los pensadores anteriores y que, a través de su búsqueda del
conocimiento en el individuo, sentó las bases de la modernidad. Eso es lo que se nos
decía en el discurso oficial. Sin embargo, la profesora de filosofía de la Universidad de
Columbia Christia Mercer puso en duda el año pasado esa versión de la historia en un
artículo publicado en Philosophical Studies. De hecho, advierte Mercer, aunque
Descartes fuera reconocido en su tiempo como un importante físico y filósofo, no se
tenía constancia de la ruptura que supuso sino que fue a partir del siglo XIX cuando los
historiadores comenzaron a destacar su figura y su aportación al pensamiento
humano. Historiadores que, como dice Mercer, estaban más interesados en ensalzar a
los grandes pensadores masculinos que en hacer justicia a la historia.

Y es que las Meditaciones filosóficas, considerada como una de las grandes obras de
Descartes y una de las más importantes del canon occidental, donde el filósofo
establece los pilares de su teoría del autoconocimiento, el célebre sistema filosófico
del Discurso del método, tiene un insólito precedente en el pensamiento de una monja
mística y escritora española, fundadora de la Orden de Carmelitas Descalzos, Teresa
de Cepeda y Ahumada, más conocida como santa Teresa de Jesús.
En el siglo XVI, Teresa de Ávila no tuvo nada que envidiar a Descartes en cuanto a
reconocimiento y influencia en el ámbito intelectual. Conocida hoy en día por ser
mística, a raíz de sus escritos en los que describe sus encuentros con Dios, Teresa es
menos reconocida como filósofa.«La categoría mística nos permite meter a alguien en
esa etiqueta, zanjar la cuestión, y asumir que esa persona no es un filósofo de verdad»,
dice Mercer. Cuando lo cierto es que en la época de Teresa, la única manera de ser
riguroso filosóficamente, y más todavía siendo mujer, era escribir reflexiones sobre su
relación con Dios. Pero Teresa de Ávila lo hizo de una manera profundamente
filosófica, adelantándose a las meditaciones de Descartes.
¿Qué tienen en común ambos pensadores? Los dos tratan de buscar las verdades
fundamentales y asumen que los medios usuales para conocerlas, los sentidos, no son
completamente fiables. Los dos están dispuestos a dejar a un lado lo que creen saber
del mundo, que puede ser potencialmente falso ‒siguiendo la hipótesis del genio
maligno de Descartes‒, y a partir desde cero. Los dos emprenden un camino hacia el
interior. Es ese camino el que lleva a Descartes a su famoso Cogito ergo sum, la
locución latina que pone a salvo de toda duda la propia existencia; «Y ahí es cuando
Teresa dice que solo quedáis tú y tu mente. No puedes volver a ninguna otra cosa. Ahí
es, cuando te has desnudado lo suficiente, que puedes empezar a mirar hacia adentro
y encontrar el verdadero conocimiento de sí mismo y por lo tanto de Dios», dice
Mercer.

La estructura de pensamiento y los pasos metodológicos emprendidos por uno y
otro durante el proceso son sorprendentemente similares. No hay pruebas de que
Descartes conociera el trabajo de Teresa ‒el filósofo siempre mantuvo muy en secreto
sus influencias‒, pero no es inverosímil que conociera a la santa, teniendo en cuenta
que asistió a una escuela jesuita donde los alumnos leían meditaciones místicas cada
semana. Y de cualquier forma, aunque no hubiera llegado a leerla, podría haberse
familiarizado con sus ideas a través de otras vías. ¿Cómo es entonces que Descartes
sea considerado un pensador tan original? ¿Cómo es que se le juzga como uno de los
padres de la modernidad ‒en su defensa del autoconocimiento y del individuo‒ y en
ningún caso se menciona a Teresa de Ávila, que dijo lo mismo un siglo antes?

También podría gustarte