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Ángeles Caídos 1
Ángeles Caídos 1
Ángeles caídos
Relatos de Terror y Misterio
Joseph Arkane
& Tita Zarpi
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Título original: Ángeles caídos
Relatos de Terror y Misterio
1 – Crepúsculo -
Primera edición: marzo de 2008
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
© Copyright – Joseph Arkane & Tita Zarpi - Chile
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A mi esposa Betssy y a mi hijo Tito,
auténticos ángeles en esta tierra.
Sois la luz que ilumina toda mi existencia.
Os amo y os amaré siempre,
por toda la eternidad
e incluso más allá.
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El solitario
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porque, por la mañana, el intenso frío se
colaba hasta el tuétano de los huesos y no
le hacía ninguna gracia llegar medio
congelado. Pero, al regresar por la tarde a
su domicilio, iba pensando en acercarse
hasta la zona portuaria, tomar unas copas
allí... quizás hubiera ido en la moto, a
pesar del frío, o quizás no... ahora ya no
había razón para plantearse alternativa
alguna. Iría andando, porque esa pillería
cometida sobre su vieja moto había
introducido en su interior la suficiente
dosis de cabreo y de malestar, aparte del
que ya llevaba encima, y le había llevado
hasta un estado de ánimo que, estaba
seguro, sólo conseguiría superar con la
ayuda del alcohol.
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ocupada en preocupaciones bien distintas.
Quizás, en esos últimos días, gracias al
trabajo y a sus esfuerzos de voluntad,
había conseguido relegarlo a un
relativamente tranquilo segundo término
en el interior de su cerebro. Pero distaba
mucho de estar olvidado. De hecho, poco
a poco, sin descanso, casi diríase que
insidiosamente, había ido volviendo a los
primeros planos, deslizándose hasta el
mismo consciente, amargándole de nuevo.
Y el suceso de la moto había sido, sin él
apenas ser consciente, el catalizador, el
reactivo final. El provocador de esa
intensa tormenta anímica y mental que
Pedro Jaime llevaba dentro, y que
deseaba, ansiaba, alejar una vez más,
aunque tuviera que ahogarla en alcohol.
Alguno de los etéreos e invisibles
fantasmas que deambulaban también en
esa noche helada por las callejuelas del
puerto, al pasar por su lado o a su través,
vibraron con su contacto y se agitaron,
doloridos.
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estaría volviéndose loco), necesitaba
recuperar otra vez la amistad y la
confianza en el otro sexo, en la Mujer. Era
algo que iba más lejos de la pura y simple
necesidad sexual o afectiva. Era, además,
la necesidad de un nuevo volver a
empezar, de encontrar la paz interior. Un
intento de ponerse bien consigo mismo,
de borrar ese caos anímico que ahora, esa
misma noche incluida, arrastraba por su
cerebro y por las heladas calles.
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Pedro Jaime también tenía el suyo,
aunque no lo supiera, pues nunca se había
preocupado ni interesado por asuntos
semejantes. Esa noche llevaba ya
visitadas cuatro tabernas, y otros tantos
vasos de whisky le calentaban las
entrañas. Sus efectos comenzaban a
desplazarse hacia el cerebro y,
ligeramente, afectaban también a su
capacidad de movimientos, su
coordinación y sus reflejos. Pero en esos
momentos se encontraba, según creía,
perfectamente, pensando cada vez menos
en el estado de ánimo que lo había llevado
hasta allí. Otras sensaciones, como la
soledad y el aburrimiento, se alejaban
también a pasos agigantados. Y más
desde que llevaba varios minutos sin
apartar la vista de una guapa rubia
sentada a pocos metros de él.
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Un rato más tarde, el ex-solitario se
sorprendió a sí mismo, mientras esperaba
en la barra que el camarero le sirviera
otras dos bebidas, pensando en si lo que
le estaba sucediendo era real. Pues aún
no terminaba de creer que ella le hubiera
sonreído primero, se le hubiese acercado
después sin reparo alguno, y que ahora
estuvieran sentados en una mesa,
hablando y bebiendo juntos. Al saludarla y
aceptar ella la invitación a una copa, le
dijo su nombre: Lucy. Él comentó sin
dudarlo: "Luz en tus ojos y además...
belleza en tu rostro. Nada más se puede
pedir". Y la sonrisa con que ella le
agradeció el cumplido, pensó, valía por
todo lo que hasta entonces había echado
en falta.
Por unos instantes pensó en que quizás
ella estuviera ejerciendo el más antiguo
de los oficios; pero decidió que, fuera una
profesional o no, aquella noche ese
detalle no le importaba en absoluto.
Con las bebidas en las manos, volvió a
sentarse junto a ella. Entrechocaron las
copas y brindaron, por ellos, por esa
noche, por haberse conocido.
Ella llevaba un vestido de noche,
salpicado de lunares negros y de brillante
satén, y largas y sugerentes medias de
seda, también negras. Pero Pedro Jaime,
a pesar de ser bien consciente de la
belleza de ese cuerpo, que se adivinaba
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sin demasiado esfuerzo bajo el vestido, en
las curvas rotundas de sus caderas y en el
valle de sus senos, blancos como el
alabastro y prometedores de placeres
inimaginables... a pesar de todo eso, no
podía apartar su mirada de los ojos de la
chica. A ella parecía divertirle, y no
paraba de reír y de mojarse los labios,
hermosos aún sin maquillaje, con el licor
de la copa que sostenía entre unos dedos
delgados y ágiles, mientras a su vez le
miraba de forma fija y constante, como
intentando hipnotizarle, y reanudando la
risa a los pocos instantes.
Era una especie de diversión entre
ambos; mas al poco rato, Pedro Jaime le
dijo, casi como en una confesión: "Puede
que para ti esto sea un juego, pero para
mí ya no lo es. Me has hechizado de
verdad. No puedo dejar de mirarte.
Quizás... - y aquí se paró para beber un
largo trago, superando los últimos restos
de su timidez- quizás te parezca una
tontería, y lo comprenderé si me mandas
al cuerno, pero he de decírtelo... durante
mucho tiempo he andando buscando a
alguien como tú, y creo que finalmente te
he encontrado. No sé todavía si decirte
que te amo, pero... sí sé bien que te
necesito..."
Hizo ademán de cogerle las manos, pero
ella, con firmeza, las retiró. Él se quedó
inmóvil, indeciso, un instante; un gesto
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que podría haber sido eterno, porque
estaba completamente desarmado, no
tenía ya fuerzas tras esa declaración para
nada más. El corazón le volvió a latir
cuando la muchacha le acarició
suavemente el rostro y le dijo al oído, casi
en un susurro: "No, no digas que me
amas, porque no es cierto. Pero si me
buscabas, me has encontrado. Llévame a
tu casa, necesito que me saques de aquí.
Nos queda aún mucha noche para
nosotros dos".
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removiéndose sin que ella aflojara su
presa, le comentó sonriendo: "Oye, no
serás una devoradora de hombres, ¿no?
Porque parece que es verdad que quieres
comerme".
"Yo nunca miento, ya te lo dije antes –
respondió ella-. Es cierto que voy a
comerte".
"Oye, vas a asustarme... - se rió, pero
algo flojeó en su voz-. No estarás
hablando en serio..."
"Claro que hablo en serio - replicó ella.
Le soltó los brazos y le obligó a mirarla
fijamente, al tiempo que le hablaba muy
despacio -. En el bar me dijiste que habías
encontrado lo que hacía tanto tiempo
andabas buscando, que me necesitabas...
bien, ya has tenido lo que querías... ahora
has de entender que yo también te estaba
necesitando a ti... y en el fondo, lo sabes,
ya debes haberlo adivinado. O mejor, lo
sospechas... lo veo en tus ojos. Mejor, así
todo será más fácil...
“Antes de que se me olvide –continuó la
mujer, en un tono de voz más gutural y
profundo, como si a cada instante le
costara más articular cada palabra -...
Lucy puede que para ti signifique eso que
tú dijiste, luz y además, belleza... pero en
el sitio del que yo procedo, su significado
es otro, un poco... distinto. En ese lugar,
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que tú conocerás muy pronto, me
llaman... Lucibel."
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Visitante inesperado
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intenso, un viento inmisericorde que se
colaba hasta por la rendija más diminuta
de su barraca y el aullar de aquellos
malditos perros, que llevaban varias
noches comportándose como si les
hubiera mandado el mismísimo Lucifer a
martirizarle los oídos y a no dejarle un
solo instante de paz. Con esos
pensamientos nada reconfortantes, el
vagabundo se arrebujó aún más junto al
fuego, unos míseros troncos y carbones
que ardían dentro de un recipiente de
latón en forma de tinaja, ya que pretender
encender un fuego más grande entre
aquellas cuatro tambaleantes paredes de
madera y cartón, hubiera sido poco menos
que un suicidio. Y, por el momento, el
viejo no tenía ninguna intención de llegar
a ese extremo.
Cierto que se quejaba de los elementos,
del frío y del escándalo que armaban esos
perros en la vecindad de su refugio; pero
siempre, por una cosa o por otra, había
tenido la protesta o el gruñido en los
labios, por lo que lo de ahora no era
ninguna novedad. Y, en honor a la verdad
- al pensar en ello de nuevo sus ojillos
brillaron de satisfacción (de hecho,
apenas pensaba en otra cosa)-, el
vagabundo tenía sus concretos,
específicos y ‘satisfactorios’ motivos para
soportar todos aquellos "inconvenientes",
y aunque estuviera peor...
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Sí, aunque hiciese aún mucho más frío, o
viento, incluso aunque lloviera o se
abatiera la tempestad, y por muchos
animales que rondaran o aullaran, nada
de todo ello importaba si, al final,
conseguía su propósito. Ya lo había
logrado otras noches, en los últimos años,
y ésta en particular no tenía porque ser
distinta. En última instancia la lluvia le
fastidiaba porque le retrasaba en su labor,
al enfangar la tierra, formarse charcos y
barrizales... pero tampoco importaba
demasiado. Lo realmente importante era
que llegaran las doce de la noche, y las
luces del último bar del pueblo se
apagasen y el último pueblerino rezagado
se marchase a dormir. Sería el momento,
con la certeza de que no habría ningún
testigo incómodo ni ninguna ‘sorpresa’,
de ponerse manos a la obra.
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viejo para estar por allí, seguro que
dejarían de ser tan amables y generosos
como ahora eran. No, no tenían porqué
saberlo, si seguía actuando como hasta
ahora, con paciencia, mil precauciones y
con sumo cuidado... de momento, no
podía quejarse de los resultados. De los
fructíferos beneficios de su ‘ocupación
nocturna’...
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sus animales, todo queda en un "ya se les
pasará", en la convicción y creencia de que no
pasa nada. Realmente, para las sencillas de
las gentes del pueblo no tiene porque ocurrir
nada en absoluto, nada fuera de lo normal, de
lo habitual y cotidiano, nada que cause esa
alarma... Tanto es así, que no les entraría
nunca en la cabeza el pensar, por ejemplo, que
ese viejecito bonachón que aparece cada
temporada vagabundeando por los
alrededores se dedica a algo más, por las
noches, que a dormir tranquilamente en la
vieja barraca de las afueras. O que los perros
se desesperan porque el viento de las últimas
noches les trae algo más que los aromas de la
brisa marina. Lleva hasta sus sensibles
hocicos el olor de una muerte que no es tal, de
la podredumbre, de algo que debería estar
quieto y reposando por toda la eternidad pero
que no lo está... de algo que se mueve,
incansable, incesantemente, bajo la propia
tierra del cementerio al final de la avenida...
No, ninguno de ellos se imaginaría nunca
nada parecido. O casi ninguno. Porque hay
una persona que, de no estar inválida y
achacosa, saldría y les diría, toda convencida,
que esos perros han empezado a aullar desde
que hace una semana dieron cristiana
sepultura a los restos mortales de Mariana, la
joven y única hija del que fuera uno de los más
ricos y prósperos comerciantes del pueblo,
don Ramón, fallecido hace ahora cosa de un
año. Don Ramón murió en accidente y su hija
por una maligna enfermedad, pero la anciana
doña Rosario, que vive cerca de la iglesia, sin
poderse apenas mover a causa de su parálisis,
está convencida de que los perros (empezando
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por el suyo, un escandaloso pequinés, que al
comenzar cada atardecer y hasta bien entrada
la noche no para un momento de ladrar y de
revolver por toda la casa), todos esos animales
han captado algo extraño, algo que ha
comenzado desde que la tierra cayera sobre el
blanco ataúd de la hermosa Mariana.
Doña Rosario no sabe, o prefiere no saberlo,
qué es realmente lo que está sucediendo;
pero, por si acaso, se aferra a las cuentas de
su rosario y reza con más viveza y con más
fervor de como lo ha hecho en los últimos
veinte años, desde que sus piernas se negaran
a seguir moviéndose.
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Le costó muy poco forzar la cerradura de
la caseta donde el sepulturero guardaba
palas, azadas, escobas y otros utensilios.
De hecho, no tuvo más que pegarle un
fuerte empujón a la puerta medio
carcomida. Otras veces había actuado de
forma semejante, y siempre con el
cuidado extremo de no dejar ninguna
huella ni rastro de su presencia. Oh, sí, el
vagabundo era muy cuidadoso en su
trabajo, pensó sonriente. El candado
oxidado de la puerta enrejada, allá a la
entrada del camposanto, parecía intacto,
pese a haberle franqueado el paso en
varias ocasiones, anteriormente. Su
trabajo tampoco dejaría rastro alguno...
tenía buenos músculos y no le asustaba
tener que cavar un metro y medio de
tierra. Ni volver a tapar, allanando
cuidadosamente, esparciendo incluso
flores viejas o tierra grisácea de la
superficie, para que todo pareciera como
siempre, intacto. Para que ni el viejo
enterrador ni nadie en el pueblo se dieran
cuenta de nada.
Andando con sumo cuidado por uno de
los senderos entre las tumbas, con una
pala y una azada en sus manos, el
vagabundo se apercibió del silencio que le
envolvía. Los perros habían callado, al fin.
Seguramente, cansados del inútil
alboroto, o advertidos por sus
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propietarios. Mejor, mucho mejor... sin
duda y definitivamente, era la noche
ideal, el momento ideal.
No le costó encontrar la sepultura que
buscaba. Sólo por la enorme lápida, más
grande y lujosa que las restantes, la
habría hallado enseguida. Pero ya se
había preocupado antes en localizarla,
como hacía siempre que el asunto parecía
valer la pena. Durante el día, en las horas
de visita de los familiares, camuflado
entre la gente y con la misma cara de
conmiseración y pena - no le costaba nada
aparentarlo - que mostraban los
familiares de los allí enterrados, la había
ubicado y emplazado a la perfección.
Estaba convencido, incluso, de que podría
haberla hallado con los ojos cerrados.
Sabía que era bueno en su ‘oficio’, que no
tenía rival en aquella actividad. Y eso le
complacía, llenándole de una íntima y
cálida satisfacción.
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que hasta hace poco ha estado descansando,
unos instantes, se pone de nuevo en
movimiento al oír las paletadas cercanas. Es
duro y penoso arrastrarse, abrirse camino
centímetro a centímetro, palmo a palmo, pero
le impulsa algo más fuerte que su misma
existencia. Y ahora, sabe, siente que está
cerca. Cada vez más y más cerca...
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Un poco de palanca, unos últimos
crujidos... y finalmente, ante los ojos del
vagabundo, su botín. El objeto de sus
anhelos. Las ropas se habían convertido
en jirones polvorientos y los restos
aparecían apergaminados y resecos, pero
en general, el aspecto de don Ramón no
era demasiado malo. Aún estaba
perfectamente reconocible. Durante unos
instantes, el vagabundo estuvo tentado de
borrar la muerta sonrisa que parecía
burlarse de él con un golpe de pala, pero
enseguida lo pensó mejor. No fuera a
estropear... lo más valioso.
El anillo... ahí estaba, en el dedo anular
de la mano izquierda. El dedo era apenas
un hueso retorcido, pero la joya parecía
haberse estrechado también,
adhiriéndose con fuerza. Intentó sacarlo a
tirones, mas no pudo. No lo pensó de
nuevo. No iba a estar toda la noche, ni
perder el tiempo... sin ninguna clase de
escrúpulo, sostuvo la mano del cadáver
entre las suyas y, con una fuerte presión y
tirando a la vez hacia abajo, rompió el
hueso, quedando con el dedo y el anillo en
su poder.
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ayudándose con los dientes, mordiendo la
tierra a medida que avanza, tragándola... nada
importa, nada siente, salvo el ansia de llegar
cuanto antes a su objetivo.
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Justo en ese momento, por algún ignoto
designio, el dogo comienza a aullar de nuevo.
El viento parece soplar con más fuerza, con
más furia que antes. El aire se hiela y doña
Rosario tiembla como una de esas hojas
marchitas que el aire arrastra ahí afuera.
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sugestivamente... y el hueso lo tiraría a
los perros, quizás a esos mismos perros
que ahora no podían estar unos minutos
más callados. Sí, eso haría, vaya que si lo
haría ...
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colocando la tapa del ataúd, el ladrón de
los muertos se detuvo. Había oído algo.
Una especie de arrastrar... de inmediato
despejó el latido de inquietud. Sin duda,
había sido el viento. Claro, eso era, no
podía ser otra cosa... Pero no, el ruido se
repetía... y estaba cerca, en el mismo
interior de la fosa... vaya, se estaba
haciendo viejo... estaba dejándose
influenciar por el ambiente, por su
acción... ciertamente, nunca antes había
sido tan cruel con ningún otro cadáver...
al fin y al cabo, pensaba que algún día,
esperaba que lejano aún, sería como
uno de ellos... pero si alguien como él iba
a molestarle, se llevaría un buen chasco...
Tuvo que hacer un esfuerzo para no reír
a carcajada limpia, pues se le había
ocurrido, cuando le llegase la hora,
llevarse consigo al ataúd una nota o algo
parecido que dijese al posible visitante:
"Lo siento sinceramente, amigo ladrón,
pero no hay nada para ti aquí dentro"...
Se apresuró a colocar la tapa de madera,
agitando la cabeza para eliminar de ella
los pensamientos que le estaban
distrayendo. Y el ruido volvió a repetirse.
Ahora estaba seguro de que no era el
viento. Era como si... como si alguien se
arrastrase, en la tierra de la tumba, o muy
cerca...
Por primera vez en su larga carrera de
ladrón de tumbas, el vagabundo sintió un
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escalofrío de miedo en el espinazo. Tiró
fuera la pala y levantó los brazos para
asirse al borde del agujero y se dispuso a
auparse, con un salto, para salir de la
fosa. Pero la tierra del borde estaba
húmeda, la misma tierra que él mismo
había sacado poco antes de la tumba, y
resbaló en el primer intento.
Para el nuevo esfuerzo, se dijo que si
apoyaba los pies en una de las paredes
del agujero, abriendo una especie de
pequeño escalón, le resultaría más fácil.
Dio una patada con su gruesa bota y
removió la tierra con la puntera.
Y fue en ese instante cuando más de
media pared de ese lado del agujero por
donde estaba intentando escalar se
hundió, en el momento en que se apoyaba
con fuerza con ambos pies.
El vagabundo cayó de espaldas,
rompiendo la tapa del ataúd y
encontrándose encima de los mismos
restos que poco antes había mutilado.
Antes incluso de poder incorporarse,
olvidando su sensación de asco por aquel
macabro contacto, se dio cuenta de que la
pared de la fosa no se había hundido
hacia adentro, debido a sus patadas.
No... todo lo contrario.
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El Maligno
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sobre mis labios, pidiéndome silencio, sin
dejarme siquiera protestar.
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que era ser feliz con alguien como tú a su
lado.
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desprecio, supongo que hacia la figura
temblorosa que era yo.
Creí entender que estaba cerca de tu
casa, con las manos tintas en sangre, aún
fresca... pero nada recordaba, ni
comprendía. No, hasta que vi entre las
sombras de mi perdida lucidez, a unos
hombres sacar algo en una camilla (un
cuerpo, sin duda). No, hasta que uno de
los policías (debían ser eso) me tomó
brutalmente del brazo y, gritándome no
recuerdo qué, levantó una punta de la
sábana y me mostró, tapándose la boca
para no vomitar, una masa informe y
sangrante... una masa viscosa de carne
destrozada en la que reconocí, antes de
caer
desmayado por la súbita revelación, el
cuerpo que tantas veces había acariciado
y amado.
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Llegaron hombres y más hombres, a
preguntarme agotadora,
interminablemente...
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alaridos, sin que me hicieran caso. Me
pusieron la camisa de fuerza y a un
vigilante en la puerta de la celda,
permanentemente... hasta que al fin me
calmé.
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demonio. Liberar al mismo tiempo a la
Humanidad del peligro de que "eso" siga
con vida. He intentado ya acabar con él...
pero los malditos médicos, con su necia
ignorancia, lo han impedido y han
redoblado la vigilancia. Aún ahora,
mientras escribo estas líneas, puedo ver
de reojo el seco rostro de mi carcelero
observándome a través de la mirilla de la
puerta. Sabe que con un trozo de lápiz
poco daño puedo hacerme, pero está
dispuesto a entrar al menor movimiento
sospechoso. Es angustioso sentirse así,
mas no puedo evitarlo. He de seguir
escribiéndote, contándotelo todo...
aunque poco sea ya lo que me queda por
decirte.
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muy pronto sabrá lo que he escrito... se
apoderará de
mí de nuevo... No podré seguir
escribiendo mucho tiempo, ahora que Eso
ha vuelto... Ya empieza a susurrarme otra
vez, y me ordena... ¡No! ¡No quiero
hacerlo! Pero sé que no resistiré mucho
tiempo...
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... y también te amé cuando, esa noche en
la que, colmados tras el placer,
dormíamos abrazados, cogí tu cuello
entre mis manos y comencé a apretar con
fuerza...
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Lo que le aconteció
al viejo capellán
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Cada amanecer, cuando el sol aún se
desperezaba tras la colina y el día no era
más que una mancha anaranjada en el
cielo, un creciente resplandor que
luchaba en silencio contra las tinieblas
que se batían en retirada, cuando ni
siquiera los gallos habían empezado a
cantar, el capellán bajaba la cuesta con
su paso lento, firme y sereno, nunca un
pie más rápido que el otro, y se dirigía a
la pequeña iglesia del pueblo. Abría la
sacristía, y una vez en ella, el armario
donde se guardaban las ropas talares y
el cajón que escondía el vino de misa de
las pillerías de los monaguillos.
Después salía al exterior de la iglesia,
sujetaba la vieja soga con sus enormes
manos, y lanzaba la campana en furioso
repiqueteo, anunciando a las gentes que
el sol ya salía, que era hora de acudir a la
misa para dar las gracias a Dios por el
nuevo día que comenzaba.
Mas, como sucedía y debe suceder aún
en tantos lugares, sus buenas intenciones
sólo eran correspondidas por algunas
mujeres, la mayoría de ellas vestidas con
ropas tan negras como la misma sotana
del capellán. Acudían con paso cansino y
se sentaban en los últimos bancos del
templo, dedicándose de inmediato a sus
rezos y sus rosarios, de forma que
parecían no hacer caso, ni poco ni
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mucho, a otra cosa. Ni siquiera a la misa,
que el resignado capellán oficiaba
prácticamente para sí mismo y para el
Creador. A veces echaba miradas de reojo
hacia la puerta, cuando se volvía, en
alguna plegaria o para impartir la
bendición. Pero nadie más entraba. La
primera misa siempre era así. Los
domingos y días de fiesta, todos los
bancos se veían repletos de gente,
hombres y mujeres, familias enteras del
pueblo que a veces, debido a las
distancias, tenían que desplazarse varios
kilómetros desde sus casas. Pero eso era
en días festivos y señalados, y siempre al
mediodía. Era la costumbre de las gentes
del lugar y difícil iba a ser que
cambiara...
Después, como cada día al terminar la
misa, mientras las campesinas seguían
todavía hundidas en sus bancos con sus
rezos, el capellán volvía a la sacristía,
plegaba los hábitos, los guardaba y volvía
a cerrar el armario. Y ya fuera del
templo, en la pequeña plaza, sonreía
agradecido al notar el calorcillo del sol
sobre sus hombros.
Y como el buen hombre contaba con
setenta y dos años de edad, estaba ya
jubilado y otros sacerdotes más jóvenes
se ocupaban de la administración de la
parroquia, cumplidos sus deberes con
Dios no tenía otra cosa por hacer durante
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el día que pasear, escribir y leer, ir de
pesca o de caza o hacer cuanto le viniera
en gana; siempre, claro está, - así
pensaba, sonriendo- sin hacer excesos y
procurando cuidarse en salud, que en
definitiva era lo importante a su edad.
Acerca del buen hombre se contaban
las más dispares historias, la mayoría
simpáticas y que expresaban el sentir de
las gentes del pueblo. Se hablaba de su
afición a la caza y a la pesca, e igual se le
veía dirigiéndose hacia los acantilados,
allá al suroeste, por los que bajaba por
senderos o vericuetos casi
impracticables, igual que si de una cabra
se hubiese tratado, o le ubicaban
andando por los espesos bosques del
norte, en los que con su escopeta abatía
conejos y perdices que casi siempre,
después, regalaba a alguna de las
familias más necesitadas.
Invariablemente, vestía una de sus
sotanas desgastadas y desaliñadas, pero
limpia, y unos grandes zapatones de piel
o cuero, cubiertos del polvo de todos los
caminos. A su lado, pegado a él, iba
"Perla", un viejo ejemplar de perdiguero
de piel marrón claro, andando a su
mismo paso y sin dejarle a sol ni a
sombra. La mirada del capellán era clara
y diáfana y pocas familias
había, fueran campesinas sumidas en la
casi total pobreza o más adineradas y en
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mejor posición social, que no tuvieran
algo que agradecerle.
El capellán nunca se enfadaba... o casi
nunca. Porque cuando alguien veía brillar
sus ojos vivaces de una forma muy
especial, llenos de furia contenida, ya
sabía a qué atenerse. El cura nunca
gastaba demasiada saliva, pero en
esas contadas ocasiones, a los peleones o
amantes de armar gresca les faltaba
tiempo para darse la mano y hacer las
paces, y quienes tuvieran algo pendiente
con el prójimo o con el mismísimo
Creador, se apresuraban a dejar las cosas
claras.
Pero desde hacía un tiempo, del viejo
capellán se contaban también otras
cosas, y éstas ya no eran ni tan
simpáticas ni tan populares como las
antes mencionadas. En los bares donde
solían reunirse los convecinos,
especialmente en los de la zona del
puerto y los muelles, se oía hablar de
hechos... extraños. Nadie sabía dónde
había nacido el rumor, pero el caso es
que algunos hablaban de haberle visto
rondando, una noche de luna y quién
sabía con qué intenciones, cerca de la
tapia del cementerio. Otros rumores eran
más difícilmente creíbles por la mayoría,
debido a la edad del cura, pero insistían
en citar asuntos o comadreos amorosos...
otros, en fin, murmuraban acerca de
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hechos más secretos e inconfesables. Ya
se sabe cómo son los rumores en los
pueblos, y más en aquella pequeña villa
pegada al mar, habitada por pescadores y
campesinos, donde cada quien conoce
los bienes o los males del vecino: van
creciendo y engordando con rapidez
inusitada, sin saberse el cómo ni el
porqué, hasta hacerse incontrolables.
Y como era lógico sucediera, un día los
murmullos y comentarios llegaron a oídos
y conocimiento del capellán. Nada hizo
él, por el momento, hasta no estar seguro
de qué era lo que se decía y de quién se
murmuraba. Entonces y sólo entonces,
sin que hubieran llegado nunca a
imaginarlo, una noche un nutrido grupo
de hombres, que entretenía las horas
muertas en la taberna más concurrida del
pueblo, bebiendo vino y jugando a las
cartas, vieron asombrados como la alta y
enjuta figura del capellán, con su raída
sotana rozando el suelo, se recortaba en
el umbral de la puerta del
establecimiento.
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conozco a ti desde que viniste al mundo,
te he visto mamar, y crecer apedreando a
las gallinas, y romperte casi la cabeza
cuando apenas eras un zagalote,
cuando corrías alocadamente, no sé
siquiera por qué razón, y seguro que tú
tampoco... pero eres honrado, tu familia
es buena gente... ¡Ja! De algunos no
puede decirse lo mismo... - y no todos los
ojos le sostuvieron la mirada cuando el
capellán recorrió con los suyos a los
presentes- pero, en fin... ahora no es éste
el caso. A ver, ¿qué es lo que oís decir, lo
que se murmura de mí por ahí?
Miguel seguía de pie, su hombro bajo la
mano del hombretón, e hizo ademán de ir
a decir algo, pero la voz fuerte del cura le
interrumpió apenas abierta la boca.
_ No, no, no hace falta digas nada...sé
más de lo que podéis pensar, y lo digo por
todos...a lo mejor creéis que la vejez me
ha vuelto tonto, o que chocheo... ¡Ca!
Sabe más el Diablo por viejo, que... ¡Dios
me perdone! Pero vamos a sentarnos,
Miguel. Vamos, hombre.
Se acercaron ambos a la docena larga
de parroquianos que seguían
expectantes, y al instante uno del grupo
se levantó, cediéndole al cura la silla y
yendo a por otra desocupada, en un
rincón del local. El capellán se sentó, con
Miguel al lado, y rodeado de gente.
61
_ Si os viera así, todos juntos, en la
iglesia, a la hora de la misa, no me lo
creería...- sonrió al decirlo - Toni,
acércate tú también, pero antes tráete un
par de botellas de vino del bueno, no de
esa agua coloreada que sueles
servir...Vamos a beber, y a hablar...bueno,
mejor dicho, vais a escuchar a vuestro
viejo cura. No, no penséis que os voy a
soltar un sermón de los de misa... ya sé
que no sois muy amigos de eso, aunque
quizás a más de uno le hiciera falta...
pero bueno, aunque os lo eche ahora en
cara, también os digo que, en el fondo, sé
que soléis ser buenos cristianos cuando
hace falta, y eso es lo que importa... si he
venido esta noche ha sido para acabar de
una vez por todas con estas tonterías
que he estado oyendo, las burradas que
habéis estado diciendo de mí, sin saber
siquiera lo que decíais... no, no digáis
nada, ahora ya no importa...
La llegada del vino y el llenar de los
vasos a cargo del tabernero hizo que los
últimos jirones de tensión en el ambiente
(ya que la mayoría de los presentes
esperaban recibir un fuerte rapapolvo del
capellán), desaparecieran por completo.
En esos instantes, ya estaban todos
lamentando haber cotilleado de aquella
forma, pero sabían que el cura no
volvería ya a echárselo en cara , ni a
recordárselo siquiera. Le conocían bien.
62
Vaya si le conocían...
_ Bebed, bebed... y escuchadme,
porque vais a saber la verdad. Quiero
contaros algo terrible que ha sucedido en
el pueblo, algo que ha dado lugar a todos
estos rumores y cotilleos... me da igual
que cuando acabe de contarlo os lo creáis
o no... pero ya me gustaría ver qué
hubiérais hecho en mi caso, si os llegáis a
encontrar con lo que yo me encontré no
hace demasiadas noches... habéis estado
murmurando y cotorreando, pero lo que
realmente me ha ocurrido no lo he dicho
aún a nadie... y me lo hubiera callado y
llevado conmigo a la tumba, de no ser
porque era ya difícil guardar las
apariencias, oyendo cosas de mí por aquí
y por allá...
_ No penséis más en tonterías -
prosiguió el capellán, tras beber un trago
largo de su vaso, que rápidamente uno de
los presentes llenó de nuevo- como esa
de líos míos con mujeres... (aunque sí os
confieso que podría desvelar más de uno
de esos "secretitos" y a ciertas personas
no les gustaría nada)... de eso no hay
nada... lo que realmente pasó fue mucho
peor, y más terrible...
El círculo de hombres se cerró aún más
en torno del sacerdote, ya que ninguno
de ellos dudaba que lo que les iba a
contar era mucho mejor que sus propios
y absurdos rumores de días atrás. Las
63
cartas habían quedado definitivamente
olvidadas sobre las mesas. Los
parroquianos, dueño de la taberna
incluido, no querían perderse una
palabra.
_ Os he dicho ya eso de que sabe más el
Diablo por viejo...y lo he
dicho porque lo sé por experiencia.
Yo mismo, una noche, me enfrenté con
el mismísimo Diablo. Sí, no me
mireis con esas caras de mamelucos. Es
verdad, no tengo porqué mentiros,
aparte de que un hombre de Dios no
miente...al menos, yo no lo hago
nunca. Fue verdad, tan verdad como el
que ahora estoy aquí, sentado con
vosotros. Y para que se os vayan las
malas ideas de la cabeza y dejeis
de pensar en tonterías, y sepais que
estas cosas del Dimoni y de brujas
no son leyendas ni cuentos de viejas,
sino algo palpable y real, algo que
también sucede, en este pueblo y en
otros muchos lugares...os voy a
contar lo que me pasó.
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RONDAS
NOCTURNAS
65
"El Libro Oscuro".
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67
LO QUE LE
ACONTECIO AL VIEJO CAPELLAN
FRAGMENTOS DE "EL
LIBRO OSCURO"
"...y es cierto y tan veraz como la
luz del sol que ilumina la Tierra con sus
rayos
benéficos, que existe un mundo
oculto de perversión y de pesadilla, un
mundo regido y
dominado por las fuerzas del Mal, y
que estas mismas fuerzas, en multitud de
ocasiones,
pueden entrar en contacto con este
mundo material nuestro. El poder de
Lucifer y de toda
su cohorte satánica se manifiesta
de muchas más formas de las que el
propio ser humano es
capaz nunca de imaginar. No en
68
vano ha sido conocido desde el principio
de los tiempos
como el rey del engaño, la sinuosa
serpiente maliciosa cuyo único objetivo
es el de
confundir al hombre y atraer su
alma inmortal hacia la eterna
condenación en los abismos
de Gehenna. Su mayor pecado allá
en lo Alto fue el orgullo, queriendo
compararse e
igualarse a su Creador, y por ello
fue arrojado a la tiniebla eterna. El mayor
pecado de
los seres humanos, a pesar de
haber alcanzado innumerables logros y
avances en su camino
de la evolución, es también el
mismo pecado de Satán: este orgullo que
le ha llevado a
creerse o denominarse a sí mismo
el rey de la Creación, a pensar que puede
controlar o
vencer las mismísimas leyes que
rigen la Materia y el Universo. El hombre
actual está
ensoberbecido de lo que cree son
los logros de su evolución. Y en vez de
abrir también su
mente hacia la evolución espiritual,
69
lo que ha hecho, lo que está haciendo, es
degenerar
hacia la corrupción de ideales y de
sentimientos, cada vez más; desarrollar
ese orgullo
inconsciente y ese egoísmo, luchar
contra sus mismos hermanos y
semejantes, ansiando
dominar, ansiando Poder. Y no se
da cuenta, o no quiere dársela, de que
sus obras y
acciones no son otra cosa que lo
que Satanás busca y desea también. El
ser humano, este
ser que, con su alma inmortal,
debería estar destinado a progresar y
evolucionar hacia
niveles más elevados del Espíritu,
está atado de pies y manos, por su propia
voluntad y
ambición, al mundo material y
corrupto. Está haciéndole el juego al
espíritu de los
Infiernos. Está en poder de Lucifer.
Desde la confusión de lenguas en
Babel, los humanos están condenados a
no comprenderse. La
ciencia avanza, pero no así la unión
de corazones y sentimientos, ésta cada
vez más
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RONDAS
NOCTURNAS
73
primitivos instintos. Todo esto es
una demostración más que clara de que
el Diablo ha
estado siempre, y sigue estando
ahora más que nunca, porque sus
poderes crecen y aumentan
de día en día, entre nosotros.
Y también es incapaz de
comprender la auténtica razón de la
presencia en su mente y en su
atormentado espíritu, en sus
sueños o en sus pesadillas, arraigado en
el rincón más
profundo de su cerebro,del Espíritu
del Mal. Sobre la Tierra y en los distintos
órdenes de
la materia, Satanás se complace en
cuanto consigue, tanto por iniciativa
propia como por
los inmensos regalos y la ayuda
que recibe del hombre mismo. Y en
cuanto al mundo
espiritual,donde el Señor del
Averno no encuentra secreto alguno,
pues en gran parte es
también de su dominio, ya se
encarga la solapada Serpiente de no dar
descanso a su víctima
predilecta, de incitarle sin tregua,
de empujarle a cometer más infamias
74
contra sí mismo y
su especie, de engañarle con
lujuriosas promesas de placer o con
sueños de riquezas y
poderío material para tenerle aún
más atrapado entre su tenebrosa
telaraña, la misma que
ostenta Abadón, el "ángel del
abismo insondable" del Libro de las
Revelaciones. Ya se
cuida bien el Antiguo Enemigo de
no apartarse de su mente, y de hacerle
claro partícipe de
esta su influencia en más ocasiones
de las que su propia cordura haría
aconsejable.
La incuestionable realidad es que
en la Tierra existe el Mal. Sea físico,
moral o
espiritual...el Diablo está presente,
y la mejor de sus argucias, como decía el
poeta
Charles Baudelaire ya en el siglo
pasado, ha sido, precisamente, la de
persuadirnos de lo
contrario. Y ahora, incluso quienes
le atacan le reconocen como real..."
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LO QUE LE
ACONTECIO AL VIEJO CAPELLAN
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temerosa de Dios como ninguna
otra de las mujeres del pueblo. De
inmediato, al notar su agitación y
nerviosismo, supo que estaba pasando
algo fuera de lo normal.
-Ay, Deu meu! Senyor
mussenye...ay, bon Jesuset meu! Ja pot
venir
enseguida...
-¿Qué pasa, bona dona ? Calmaos,
per l' amor de Deu...tranquilizaos,
pues si no ni vos ni yo podremos
hacer nada...así...tranquila, así está
mejor...ahora, con calma y poc a
poc, decidme qué sucede...
- Ay! N' Eularia...está a punt de
parir...
- ¿ Y para eso venís a buscarme a
mí ? - interrumpió el capellán - ¿Qué
queréis que haga yo? ¿Acaso no
habeis avisado a Na Tumasa, la partera,
para que atienda a Eularia como es
debido?
-Ay...sí, senyor mussenye,
sí...precissament ha set ella mateixa, Na
Tumasa, qui m' ha demanat que
vingués a buscar-vos tot de seguida...ella
ja hi és, a casa de n' Eularia, ja fa
79
un parell d' hores...
- Si Tumasa la atiende, no sé por
qué me necesita a mí...sabe más ella
de traer niños al mundo que yo de
decir misas...i que Deu em perdoni...
Pero...¿ no será, acaso, que el niño
viene mal o que...o que Eularia...?
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RONDAS
NOCTURNAS
LO QUE LE
ACONTECIO AL VIEJO CAPELLAN
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espiritual...el Diablo está presente,
y la mejor de sus argucias, como decía el
poeta
Charles Baudelaire ya en el siglo
pasado, ha sido, precisamente, la de
persuadirnos de lo
contrario. Y ahora, muchos de
quienes le atacan le reconocen como
real...
Incluso modernos teólogos, como
el alemán Scheeben en su obra "Los
misterios del
Cristianismo",han dejado escrita
esta realidad.Dice Mattias Joseph
Scheeben: "Es un
artículo de fe que la Humanidad, a
consecuencia del pecado de Adán, se ha
convertido en
prisionera y esclava del Demonio.
Como ella ha sido vencida por el Diablo
en su
totalidad...al seguir las sugerencias
del Demonio, se ha visto arrancada de su
unión con
Dios; también, ahora, está
sometida al Diablo, perteneciéndole y
preparando su dominación
sobre la Tierra..." Desde los
orígenes mismos de la Creación, la
maligna Serpiente engañó
84
a Eva y comenzó a preparar así su
reinado de oscuridad y de terror. En los
Libros Sagrados
abundan los ejemplos de la
presencia e influencia satánica. Y el
apóstol Pedro advierte
contra el reconocido como príncipe
de este mundo: "Sed sobrios y estad en
vela; porque
vuestro enemigo, el diablo, anda
girando como león rugiente en torno a
vosotros, en busca
de presa que devorar".
Los Evangelios Cátaros,
considerados por algunos, a mi entender
de forma absurda, como
apócrifos, cuentan el descenso del
Angel Caído. Véase lo que cuenta el del
PseudoJuan:
"...Y yo le dije: Señor, antes que
Satanás cayese, ¿cuál era su gloria cerca
de tu Padre?
Y Jesús me contestó: Era una gloria
tamaña, que mandaba en las Potestades
de los Cielos.
Yo estaba sentado junto a mi Padre,
y él mandaba a todos los imitadores de
mi Padre.
Descendía del cielo al infierno, y
subía después desde el infierno hasta el
85
trono del
Padre invisible. Y fue herido de
orgullo por la gloria de quien, como él,
dirigía los
cielos, y concibió el pensamiento
de colocar su residencia por encima de
las nubes de los
cielos, y quiso ser semejante al
Altísimo. Y cuando hubo descendido en el
aire, dijo al
ángel del aire: Abreme las puertas
del Aire, y en ángel se las abrió. Y
descendiendo más
abajo, se dirigió al ángel que
presidía los cielos, y le ordenó: Abreme
las puertas de los
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RONDAS
NOCTURNAS
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pecadores) (...) Y cuando descendió
más todavía, encontró el elemento del
fuego, y no pudo
descender más, a causa de las
llamas ardientes que se lo impedían..."
Y tras referir sus intentos de
seducción a los demás ángeles para que
engañen al Padre
Eterno, continúa el PseudoJuan:
"...Entonces el Padre dio órdenes a sus
ángeles,
diciéndoles: Coged sus vestiduras.
Y los ángeles despojaron de sus
vestiduras, de sus
tronos y de sus coronas, a todos los
ángeles que habían escuchado y
obedecido a Satanás. Y
yo, Juan, pregunté al Señor:
Cuando Satanás cayó, ¿a qué sitio fue a
habitar? Y el Señor
me respondió: Mi Padre le
desfiguró a causa de su orgullo, y le
arrebató su luz prístina,
y su faz tornóse a modo de un
hierro enrojecido al fuego, y fue
semejante a la del hombre,
y con un solo latigazo de su cola,
arrastró a la tercera parte de los ángeles
de Dios, y
fue lanzado lejos de la sede del
89
Altísimo y de la estancia de los cielos.(...)
El otrora Angel de la Luz, aquel
que se atrevió a rebelarse contra su
Creador y a
enfrentársele con ese horrible ¡non
serviam!,rechazando servirle por más
tiempo, fue
arrojado lo más lejos posible de la
Gloria divina, y como cuenta Milton en
"El Paraíso
Perdido", eligió la morada del
Hombre, la Tierra, como sus nuevos
dominios, y las sombrías
y tenebrosas cavernas del Infierno
bajo la Tierra, como su morada y
residencia. La suya y
la de sus incontables legiones de
ángeles igualmente perversos..."
LO QUE LE
ACONTECIO AL VIEJO CAPELLAN
90
Afortunadamente, el trayecto
hasta la casa de Eularia no era
demasiado
largo y el capellán y Antonia, a
lomos del aún vigoroso caballo y con
Perla correteando delante de ellos,
iluminados por la luna creciente que
brillaba en el cielo,estuvieron allí
en diez minutos escasos.
Un gran fanal de petróleo de los
utilizados por los pescadores de
calamares iluminaba el portal de la
vivienda y el rostro de Pere, el
marido de Eularia, que esperaba
retorciéndose las manos y con una
evidente preocupación marcada en
sus curtidas facciones. El capellán,
tras descender del caballo y ayudar
a Antonia a hacer lo mismo,se
dirigió a saludarle.
Apenas había tenido tiempo de
estrecharle la mano, cuando oyó los
gemidos. Antonia entró en la casa y
casi tropezó con Tumasa, la partera,
que salía en esos momentos,
alertada sin duda por el rumor de la
conversación de los hombres en el
91
porche.
-Bona nit, bona nit, senyor
mussenye...- interrumpió el apenas
iniciado
diálogo- l' he fet venir perque
aquesta vegada no es normal el que está
passant...vengui, vengui i ho vorá
vosté mateix...
La gruesa partera estaba sudorosa
y se limpiaba nerviosamente las manos
con un trapo mojado. El capellán se
dejó llevar al interior, animado
también por Pere, aunque este
último se dirigió directamente hasta una
mesa situada en un rincón de la
sala y, con movimientos casi
convulsivos, que denotaban su
nerviosismo, se sirvió un gran vaso de
una
botella de vino en la que quedaba
apenas un cuartillo. Evidentemente,
pensó el sacerdote, no estaba
dispuesto a entrar con ellos en la
habitación del matrimonio, desde
la que llegaban los gemidos.
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SOMBRAS
NOCTURNAS
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sábanas, en la habitación
iluminada por algunas velas, aquella
mujer que
gemía y emitía de vez en cuando
ahogados sollozos, le pareció al
sacerdote una anciana. Profundas
arrugas surcaban su rostro, los ojos
otrora brillantes y grandes ,se
asemejaban en aquel momento a los fríos
y muertos ojos de un pez y las
facciones otrora rosadas y saludables,
aparecían más amarillentas que la
luz pálida de las velas. Más aún, eran
cenicientas, casi blanquecinas.
El capellán se acercó al lecho
hasta coger una de las manos de la
yacente, al tiempo que miraba
inquisitivamente a Tumasa, casi pegada a
él. La partera hizo un gesto en
dirección a la mujer en el lecho, que el
sacerdote no entendió en un
primer instante. Miró a Eularia y sintió
como la mano que sostenía se
retorcía y apretaba con fuerza...
...y no fue hasta casi un largo e
interminable minuto más tarde, cuando
se dio cuenta de que aquella
doliente figura tendida, no podía verle.
96
- No vos veu, mossenye...ni hi veu
ni hi sent...-escuchó decir a la
partera, que volvía a retorcerse las
manos, ahora en el delantal,
controlando difícilmente sus
nervios, en un estado en el que nunca
recordaba haberla visto hasta esa
noche. Tumasa era una mujer con larga
experiencia y dura como el mismo
granito.
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LO QUE LE
ACONTECIO AL VIEJO CAPELLAN
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ese tiempo se producía cualquier
emergencia, había depositado en
Tumasa, quien además de atender a las
parturientas sabía también de
remedios caseros y realizaba en
ocasiones
pequeñas curas, toda su confianza.
-Decís que no habla y que no nos
ve...pero...¿y el ni...? ...¿y lo que
ha de nacer...cómo...cómo está?
¿ El parto va bien?
-Ay, bon Deu!- gimió entonces
Tumasa, al tiempo que se agarraba casi
convulsivamente a la sotana del
capellán-Aixó...aixó es lo pitjor de
tot...!
-¿Qué queréis decir? - replicó a su
vez el sacerdote, asiéndole el brazo
tembloroso- ¿Qué es lo peor de
todo? ¡Hablad, per l' amor de Deu!
Tumasa estaba hecha un manojo
de nervios y temblaba como una hoja
agitada por un vendaval...y cuando
al fin las palabras salieron de sus
labios, entrecortadas...cuando el
capellán escuchó aquella revelación,
sintió también nublársele la vista y
flaquearle las piernas
100
ostensiblemente.
-He dit...el que volia dir...que lo
pitjor...¡ay!...lo pitjor es que no
hi ha rés...¡s' infantet no hi es! N'
Eularia...no te rés dins ella!
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SOMBRAS
NOCTURNAS
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de la serpiente y el hijo
del demonio, hasta la consumación
de los siglos..."
Son textos oscuros y muchas veces
difíciles de comprensión los Evangelios
Cátaros...pero
en ellos se da a entender, y así lo
han creído también algunos autores, que
el Diablo ya
tuvo comercio carnal con Eva antes
de que ella se uniera a Adán. De ahí
vendría la
creencia posterior en demonios
machos que seducían y cohabitaban con
las mujeres y los que
incitaban a los hombres a que los
poseyeran adoptando forma femenina, es
decir, los
íncubos y los súcubos. Es más:
según estas creencias y según se
desprende de estos
Evangelios, a tener muy en cuenta
aunque los teólogos cristianos no los
hayan aceptado
nunca, Caín habría sido hijo del
diablo (que le habría tentado adoptando
la forma de un
súcubo, la perversa Lilith) y de
Adán; y con Eva el Demonio habría
engendrado otra hija,
104
hermanastra de Caín, llamada
Calomena.
El Diablo ha levantado su imperio
sobre la tierra, multiplicando sus trampas
y argucias,
sobre la base de todas las
debilidades de los seres humanos, entre
ellas la concupiscencia
y los restantes pecados de la carne
y pasiones. Y lo hizo, sabedor de que el
Redentor se
encarnaría en forma humana y
vendría a este mundo únicamente para
vencerle y tratar de
librar al hombre de su maligna
influencia. Mas aquí encontramos otra
idea sorprendente: la
de la posibilidad, expresada
asimismo en algunas obras de la
antigüedad, de que el
Príncipe de las Tinieblas fuera,
nada menos, el hermano de Cristo. Así lo
defendió Lucius
Cecilius Firmianus, más conocido
como Lactancio, en el siglo III de nuestra
Era. Lactancio
fue uno de los primeros "teólogos"
conocidos, y dejó escrito, en su obra
"Divinae
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LO QUE LE
ACONTECIO AL VIEJO CAPELLAN
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evangélicos y teológicos nos dan a
entender que la
oposición y la lucha entre ambos
símbolos del Bien y del Mal, Cristo y
Satanás, fue ya
desde el principio de los tiempos
constante y enconada. Satanás, el
primero y el más
grande de los arcángeles, estaba
celoso de su hermano Cristo, la segunda
persona de la
Trinidad según los católicos. ¿No
es posible que posteriormente esta
rivalidad y esta
lucha, que acabaron con el
destierro de uno de ellos, fuera
posteriormente reflejada en
las Escrituras y continuara en las
personas de Caín y Abel?
Sea como fuere, esta lucha es
eterna y no concluirá hasta que llegue la
consumación de
los siglos. Las profecías del
Apocalipsis de San Juan son terribles
pero, a la vez, muy
reveladoras, y séame permitido
reflejar un fragmento de ellas:
"...Y vi a la Bestia, y a los reyes de
la tierra y sus ejércitos, congregados
para hacer
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guerra contra El, que estaba
sentado sobre el caballo, y contra su
ejército. Y la Bestia
fue presa, y con ella el falso profeta
que había hecho las señales delante de
ella, con
las cuales había engañado a los
que tomaron la señal de la Bestia y
habían adorado su
imagen. Estos dos fueron lanzados
vivos dentro de un lago de fuego
ardiendo en azufre. Y
los otros fueron muertos con la
espada que salía de la boca del que
estaba sentado sobre
el caballo, y todas las aves fueron
hartas de la carne de ella. Y vi a un ángel
descender
del cielo, que tenía la llave del
abismo, y una gran cadena en su mano. Y
prendió al
dragón, aquella serpiente antigua,
que es el Diablo y Satanás, y le ató por
mil años. Y
arrojóle al abismo, y le encerró, y
selló sobre él, para que no engañe más a
las naciones,
hasta que mil años sean cumplidos;
y después de esto es necesario que sea
desatado por un
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SOMBRAS
NOCTURNAS
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profeta; y serán atormentados día y
noche para siempre jamás".
Pero, hasta que llegue esta
definitiva victoria, hasta el Fin del
Mundo, el Padre de la
Mentira, la Serpiente falaz y
engañosa, sigue y seguirá su soterrada
labor de perversión
de la Humanidad entera. Este, y no
otro, es su objetivo..."
114
hay nada, que...no hay niño, o niña,
lo que tuviese que nacer...pero,
por lo que me contáis, no sabéis lo
que ha podido pasar...
La partera intentaba explicarse,
mas le resultaba difícil en grado
sumo...por lo que pudo entender el
capellán, al cabo de un buen rato,
Tumasa estaba convencida de que
todo iba marchando bien, que el parto se
desarrollaría con normalidad, como
otros muchos que había atendido en su
larga experiencia...
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LO QUE LE
ACONTECIO AL VIEJO CAPELLAN
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aquest mon...es que algo ha nascut
ja! Es fill de n' Eularia ha sortit!
No ho he vist, no sé com ha set, ni
ho sap en Pere ni ningú...pero sa
veritat es que ha nascut...i s' en ha
anat!
118
otra botella de vino aparecida de
no sabía donde... aunque eso fuera lo
menos importante en ese momento.
RONDAS
NOCTURNAS
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quedarnos así, aturdidos y sin
hacer nada! Por raro y extraño que esto
nos parezca, tiene que haber
alguna explicación...y os aseguro que la
encontraré. ¡Si el niño, o lo que
sea, ha nacido, ha salido de la madre,
en algún sitio tiene que estar!
-Y si en la casa no hemos
encontrado rastro alguno - concluyó
tajante,
levantándose y obligando a Pere a
hacer lo mismo, tirándole del brazo
con fuerza, sin miramiento
alguno-...¡en algún lugar de ahí fuera
debe
haber alguna huella...o yo qué sé!
Pero hemos de buscar,
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LO QUE LE
ACONTECIO AL VIEJO CAPELLAN
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más ayuda, organizar una
expedición bien preparada para
reemprender la
búsqueda nada más se hubiera
hecho de día.
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RONDAS
NOCTURNAS
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más. No tardaré en volver...espero.
No...-detuvo con un gesto las
preguntas que adivinó iban a producirse-
...ahora no me preguntéis nada, no
me pidáis os explique nada, por
favor...hasta que todo haya
terminado. Quedaos tranquilos.
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LO QUE LE
ACONTECIO AL VIEJO CAPELLAN
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de la Fe no cejan en tratar de
reducir o controlar el poder del Maligno
sobre la Tierra.
Aunque quizás no todos estén
dotados de las virtudes que poseían,
según el Evangelio de
Marcos, los primeros apóstoles. Al
enviarles Jesús a predicar por todo el
mundo, les
concedió el que "...en mi nombre
echarán fuera demonios, hablarán nuevas
lenguas, quitarán
serpientes y, si bebieren cosa
mortífera, no les dañará; sobre los
enfermos pondrán sus
manos, y sanarán".
San Pablo echó
demonios,combatió y logró convencer a
muchos de los magos, embaucadores y
nigromantes de aquellos primeros
tiempos del Cristianismo de que cuanto
creían o
predicaban era un engaño. El
anacoreta San Antonio, uno de los
primeros Padres del
Desierto, resistió todos los asaltos
y tentaciones de Satán con inusitado
valor y energía.
Otros muchos monjes y servidores
de Dios tuvieron que vérselas, asimismo,
132
con la
persistencia del Maligno. El
anacoreta Serenus narra acerca de
distintos demonios que
acosaban sin cesar a todo humano
viviente: los demonios vagabundos, que
se aposentaban en
caminos y encrucijadas para
engañar a los viajeros;los que tientan con
blasfemias y
mentiras;los que incitan a la lujuria
y al libertinaje, voluptuosos íncubos y
seductores
súcubos...quienes tientan a los
hambrientos ofreciéndoles banquetes
sibaríticos e
incitando su gula; mujeres
desnudas e incitantes que se aparecen a
los libidinosos, y
jóvenes efebos adolescentes que
empujan a los pecados "contra natura" a
los varones...
La batalla contra Satán comenzó
en el mismo Paraíso, continúa en
nuestros días y
continuará, como digo, hasta que
se cumpla el Destino de la humanidad,
hasta que llegue la
Noche de los Tiempos y
sobrevenga el Apocalipsis final. Puede
133
que entonces la rebelde
134
- 57 -
135
RONDAS
NOCTURNAS
******
136
conmigo...lo que tenía que hacer
era tarea ardua y más adecuada para
cualquiera de vosotros, jóvenes y
fuertes, que no para un anciano como
yo...pero quizás era el único que
sabía exactamente lo que había que
buscar...y donde encontrarlo. Y
tenía que ser esa misma noche, en lo que
quedaba de ella, porque puede que
con el nuevo día hubiese sido
demasiado tarde.
En la taberna de Bernat, el
silencio en el círculo de hombres sentado
en torno al mossenye podría
haberse cortado con un cuchillo. Hasta
las
moscas parecían haber cesado en
su incesante revoloteo para no perderse
ni una sílaba del relato del
capellán.
-Bien -prosiguió el
sacerdote-...supongo que comprenderéis
que hay
cosas que podría decirse son como
un...secreto de confesión, o algo
parecido...en este caso, os puedo
contar el resto de la historia...sólo
en parte. No quiero que os enfadéis
conmigo por ello...-y se permitió
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una semicarcajada- ¡ni se os
ocurra...! En fin...la verdad es que
cuando
Dios me llame a su lado, cuando
tenga a bien disponer de ello, quiero
poder ir con la conciencia
tranquila...al menos en esto, y mostrarle
que
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LO QUE LE
ACONTECIO AL VIEJO CAPELLAN
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- No,home, no es eso...-sonrió el
capellán- Ya que la he empezado,
tenéis derecho a saber algo
más...al menos el final. Un final que
explica por qué alguien ha ido
contando luego que me vio por el
cementerio a horas
digamos...intempestivas. Y supongo que
de ahí
vendrían luego los demás rumores
sobre mi comportamiento. Ahora sabéis
la verdad, nadie busque o se
imagine nada más.
- Ya os he hablado algo del libro en
el que escribo sobre Satanás y su
presencia entre nosotros -
prosiguió el sacerdote-. Otro día puede
que
os diga más cosas...al menos de las
que podáis entender. Ahora, espero
que esto os sirva de ejemplo para
que seáis algo más...respetuosos y
religiosos. No os pido que vengáis
a misa cada día, pero sí que os deis
cuenta de que el Mal es real...y
tiene muchas formas de manifestarse. Lo
ha hecho siempre desde que la
raza humana está sobre la tierra, y lo
seguirá haciendo. Si se acepta y se
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comprende esto, se puede comprender
también que hay formas de
vencerlo. Pensad en todo ello cuando os
vayáis
a dormir esta noche...porque de la
historia queda muy poco ya.
RONDAS
NOCTURNAS
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Perla, en un principio, se había
resistido a seguirle, nada más abrirse
la reja que cerraba el recinto. Mas,
como si fuera consciente del deber
que empujaba a su amo, terminó
andando junto a él, prácticamente
pegada
a su sotana. El valeroso animal
presentía y olía vibraciones y aromas
que no le gustaban y por ello
emitía frecuentes y sordos gruñidos, pero
seguía adelante.
Dejaron atrás las tumbas de tierra
y pasaron ante las hileras de nichos
superpuestos. En la pared oeste del
cementerio se encontraban los
panteones.
Tenía que estar en uno de ellos,
posiblemente en el más profundo, la
mayor de aquellas construcciones y
también la más recóndita.
No era solo un presentimiento. Era
algo más que una convicción.
El crucifijo de plata que llevaba
colgado del cuello y apretaba ahora
fuertemente con una de sus manos,
estaba caliente y relucía como si
tuviera luz propia.El sacerdote
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notaba vibrar y tensarse la cadena que
lo sujetaba. Parecía querer
desprenderse.
El sagrado símbolo detectaba y
advertía de la presencia del Mal con
tanta claridad como el excelente
olfato del perdiguero descubría las
madrigueras de los conejos o los
nidos de las perdices.
La puerta enrejada del panteón
estaba cerrada, pero no importaba. El
oxidado candado era fácil de
romper. Y mossenye sabía que era allí.
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LO QUE LE
ACONTECIO AL VIEJO CAPELLAN
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RONDAS
NOCTURNAS
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nombre de todos cuantos estamos
aquí y asegurarle que guardaremos y
callaremos lo que haya que callar.
Aunque hay algo que, al menos yo, no
entiendo...acepto lo de esa extraña
criatura maligna, ese ser infernal,
sé que pueden existir cosas así y le
prometo que, a partir de ahora,
Dios estará más presente en mi
vida (otras cabezas asintieron, apoyando
las palabras del joven campesino).
Pero...¿ por qué dos tumbas?
- Ah, fill meu- suspiró el viejo
sacerdote- Eso fue lo más duro, lo más
difícil que he hecho en mi vida... y
cada vez que hablo con el Altísimo,
le pido haber obrado de forma
correcta.
- La lamia, ese vampiro ladrón de
criaturas, esa carroña infernal,
había robado un inocente recién
nacido para...saciar su sed de sangre.
Pero, y ahí se demuestra cuán
insidiosas y malignas son las fuerzas del
Averno... en un rincón del panteón,
junto al niño muerto, sin una gota
de sangre en sus venas, encontré a
otro ser, prácticamente idéntico,
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salvo que tenía los ojos
amarillos...y estaba vivo. Era una copia,
un
duplicado. A esas cosas las llaman
Cambiones...bebés demonio. Y supongo
que la intención que tenía ese
monstruo que la sagrada cruz convirtió
en
cenizas, era colocarlo, como si
nada hubiera sucedido,junto a una madre
humana que lo alimentase y criase.
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