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VV - AA. - La Renta Básica PDF
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Ariel Social
Daniel Raventós
(coord.)
LA RENTA BÁSICA
Ariel
Diseño de la cubierta: area3
1.a edición: septiembre 2001 1.a
reimpresión: abril 2002
© 2001: Daniel Raventós (coord.)
© 2001: Fernando Aguiar, David Casassas, Charles Michael A. Clark, Antoni
Doménech, Andrés de Francisco, Sally Lerner, Germán Loewe,
Rubén Lo Vuolo, W. Robert Needham, José Antonio Noguera, Rafael
Pinilla, Herbert A. Simón, Philippe Van Parijs, Imanol Zubero
Derechos exclusivos de edición en español
reservados para todo el mundo:
© 2001 y 2002: Editorial Ariel, S. A.
Provenca, 260 - 08008 Barcelona
ISBN: 84-344-4258-2
Depósito legal: B. 16.325 - 2002
Impreso en España
A&M GRÁFIC, S. L.
Polígono Industrial «La Florida»
08130 Santa Perpetua de Mogoda
(Barcelona)
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño
de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida
en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico,
químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia,
sin permiso previo del editor.
El régimen es una democracia cuando los libres pobres,
siendo los más, ejercen la soberanía, y una oligarquía cuando
la ejercen los ricos y nobles, siendo pocos.
(ARISTÓTELES, POL. 1290B, 17-20)
Agradezco las facilidades que Philippe Van Parijs, Sally Lerner y los
propietarios de los derechos de la obra de Herbert A. Simón han dado
para la traducción y publicación de sus escritos incluidos en este libro.
Así como a Manel de Losada la traducción del inglés de los tres textos
correspondientes a los autores mencionados. Del mismo modo, quiero
expresar mi agradecimiento a todos los autores que han colaborado en La
Renta Básica: Fernando Aguiar, David Casassas, Antoni Doménech,
Andrés de Francisco, Germán Loewe, Rubén Lo Vuolo, José Antonio
Noguera, Rafael Pinilla e Imanol Zubero.
D. R.
AUTORES
Fernando Aguiar: Filósofo y científico titular del Instituto de Estudios
Sociales de Andalucía (Centro Superior de Investigaciones Científicas).
Ha escrito diversos trabajos relacionados con la teoría de la elección
social y con la lógica de la acción colectiva.
David Casassas: Economista. Investigador del Grup de Recerca en Ética
Economicosocial i Epistemología de les Ciéncies Socials (GRE-ECS).
Miembro del Departamento de Teoría Sociológica, Filosofía del Derecho
y Metodología de las Ciencias Sociales de la Universidad de Barcelona.
Miembro fundador de la asociación Red Renta Básica.
Charles Michael A. Clark: Profesor de Economía de St. John's
University, Nueva York. Uno de los autores de Basic Income (Eco-nomic
Security for All Canadians). Es autor, junto con John Healy, del
influyente trabajo Pathways to a Basic Income, una propuesta de
implantación de la Renta Básica para Irlanda.
Antoni Doménech: Profesor de la Universidad de Barcelona. Ca-
tedrático del Departamento de Teoría Sociológica, Filosofía del Derecho y
Metodología de las Ciencias Sociales. Su libro De la ética a la política,
editado en 1989, fue pionero en la introducción del ideario normativo
republicano en el Reino de España. Miembro del Grup de Recerca en
Ética economicosocial i Epistemología de les Ciéncies Socials (GREECS).
Andrés de Francisco: Profesor de Sociología de la Universidad
Complutense de Madrid. Autor de diversos trabajos de teoría social y uno
de los más conocidos estudiosos y divulgadores de la filosofía política
republicana en lengua castellana.
Sally Lerner: Profesora de la Universidad de Waterloo. Coautora de
Basic Income (Economic Security for All Canadians). Miembro del Basic
Income European Network.
12 LA RENTA BÁSICA
un lustro, para no ir aún más lejos. Mas, en el primer año del tercer
milenio, empieza a ser uno de los grandes temas de debate social que
ocupa a partidos políticos, académicos, sindicatos y, en general, a la
ciudadanía preocupada por buscar soluciones a los grandes problemas
sociales que tenemos planteados.1 Pero La Renta Básica también puede
coadyuvar, o al menos éste es un buen deseo, a la propagación de esta
propuesta social entre las ciudadanías de América Latina.
Para mayor facilidad de consulta se ha dividido La Renta Básica en
tres grandes secciones. La primera, con el título de «General», está
integrada por capítulos que tratan globalmente la Renta Básica. No son
exactamente textos introductorios, pero podrían ser materiales para ello.
Abordan la propuesta desde vertientes normativas y técnicas. Los textos
incluidos en esta sección son los escritos por Philippe Van Parijs
(capítulo 2), por José Antonio Noguera (capítulo 3) y por mí mismo
(capítulo 1). El texto de Van Parijs es la traducción de «A Basic Income
for All», publicado a finales de 2000 en la revista estadounidense Boston
Review. Estos tres capítulos están ordenados de mayor a menor
generalidad.
La segunda sección, titulada «Específico», está compuesta por
textos cuyos autores acometen distintos aspectos concretos de la
Renta Básica: financiación y justificación económica, principalmente.
Corresponden a esta sección los artículos de Lerner/Clark/ Needham (que
es la traducción del capítulo 5 del libro de estos mismos autores, Basic
Income. Economic Security for All Canadians), de Rubén Lo Vuolo, de
Imanol Zubero y de Rafael Pinilla. El capítulo 4, escrito por Imanol
Zubero, reflexiona sobre la concepción del trabajo y la necesidad de
disociar el empleo de los ingresos, siendo para ello muy adecuada la
Renta Básica. El segundo (capítulo 5) es una propuesta de financiación
especialmente pedagógica de una Renta Básica para Canadá. El tercero
es una justificación de la pertinencia de una Renta Básica para
América Latina (capítulo 6). Finalmente, la contribución de Rafael
Pinilla está dedicada a la eficiencia económica de la Renta Básica
(capítulo 7). La tercera y última sección, con el título genérico de
«Glosas», ha sido la destinada para aquellas contribuciones breves que
se ciñen a determinadas particularidades de la Renta Básica. También
1
Buena prueba de ello es la creación de la asociación Red Renta Básica a
principios de 2001, y de la organización del I Simposio de la Renta Básica realizado
en Barcelona el 8 de junio de 2001, con la asistencia de más de cien parlamentarios,
académicos, sindicalistas y activistas de algunos movimientos sociales.
PRÓLOGO 17
incluye dos polémicas cuyos distintos puntos de vista son exhibidos por
sus autores con una calidad excepcional. La primera controversia (que
inicialmente se realizó durante los meses de abril y mayo de 2001
mediante escritos intercambiados por correo electrónico en los cuales
también contribuyeron otras personas, además de los dos principales
protagonistas) está referida al ecumenismo de la Renta Básica. Antoni
Doménech argumenta a favor de dicho ecumenismo y Andrés de
Francisco lo hace en contra. Los tres escritos que aquí se incluyen de
esta discusión son el resultado de la aludida correspondencia electrónica.
Asimismo se ha emplazado en esta sección el artículo que el premio
Nobel de Economía del año 78, Herbert Alexander Simón, escribió el
año pasado para la revista estadounidense Boston Review, haciendo
referencia al ya mencionado artículo de Van Parijs que está incluido en
el capítulo 2 de la presente obra (con lo que podemos hablar de dos
debates directos en este libro: el de Simón con Van Parijs, además del
ya mencionado entre De Francisco y Doménech). Herbert A. Simón
falleció el pasado febrero de 2001. Éste fue, pues, uno de los últimos
artículos que escribió. Sirva como pequeño homenaje a este ilustre
partidario de la Renta Básica la inclusión de este artículo en La Renta
Básica. Ha sido Manuel de Losada quien ha realizado la traducción del
artículo de Simón, así como los capítulos correspondientes a los textos
de Van Parijs y de Lerner/Clark/Needham. También en esta tercera
parte se incluyen las interesantes contribuciones de Fernando Aguiar,
David Casassas y Germán Loewe. Aguiar presta atención al concepto de
polarización y analiza el impacto que una Renta Básica podría tener
sobre aquél. Casassas y Loewe fijan su exploración en los posibles
efectos de una Renta Básica sobre la fuerza negociadora de la parte más
débil, los trabajadores, del contrato laboral.
No es el primer libro íntegramente dedicado a la Renta Básica, pero
el conjunto aquí reunido espero que sea valorado por las buenas razones
que pueden encontrarse en sus páginas. Valoración que convierta a La
Renta Básica en imprescindible para todas aquellas personas interesadas
en el estudio de esta propuesta social. En el estudio, pero también en la
puesta en práctica de la Renta Básica. Cuando se trata de una propuesta
social, después de las buenas razones vienen las acciones. No se trata de
otra cosa que de agenda política, claro. La Renta Básica es una propuesta
social que no admite sectarismos intelectuales (y menos aún políticos) de
ningún tipo, que necesita ser contrastada, evaluada y seriamente
analizada. La Renta Básica está pensada para este objetivo. Mas este libro
habrá conseguido especialmente su propósito si contribuye a hacer
18 LA RENTA BÁSICA
Junio, 2001
PRIMERA PARTE
GENERAL
CAPÍTULO 1
LA RENTA BÁSICA: INTROITO
por DANIEL RAVENTÓS PAÑELLA
2. El substrato de la propuesta de la RB
Las sociedades más ricas y las más indigentes generan en un ex-
tremo de la escala de la desigualdad social personas considerable-
mente opulentas y, en el otro, pobres de solemnidad. Este hecho no
es consecuencia de ninguna ley o certidumbre natural a la que no se-
ría razonable oponer resistencia (como irrazonable sería resistirse a
la evidencia de la ley de la gravedad, o a la certeza de la mayor altu-
ra respecto al nivel del mar del Monte Rosa que la del Maladeta, o a
la certidumbre de que compartimos un porcentaje mayor de ADN
con los chimpancés que con los sapos). La pobreza es una opción so-
cial, es el resultado agregado, unas veces muy mediato e indirecto,
otras, no tanto, de decisiones que toman personas —a veces, muy
pocas— de carne y hueso. Como opción social también es fabricar
armas, o asegurar a determinado grupo el salario de por vida, o con-
denar a otros grupos a la más absoluta inseguridad laboral, o permi-
tir que unos pocos acumulen fortunas fantásticas, o asignar una par-
tida de los Presupuestos Generales a la Casa Real, o permitir la exis-
tencia de ejércitos. Justificables o infames, estos pocos ejemplos son
opciones sociales.
La mitad de la población mundial, es decir, unos tres mil millo-
nes de personas malviven paupérrimamente con dos dólares al día.
(Es interesante la reflexión que hace al respecto Cortina [2001].)
Hay pobres en los países pobres y hay pobres en los países ricos.
Allá más, aquí menos; pero siempre muchos. La Unión Europea de-
fine a la persona pobre como aquella que recibe unos ingresos infe-
riores a la mitad de la renta media del área geográfica de referencia.
De la población del Reino de España, más de un 20 %, es decir, al-
rededor de 8 millones de personas, cae por debajo del umbral o lí-
nea de la pobreza. Lo que quiere decir que se sostienen con menos
de 50.000 pesetas al mes, cantidad redondeada que delimita el um-
bral de la pobreza. No son poca gente 8 millones.
Los remedios diseñados para hacer frente a la pobreza han si-
do muy diversos. Una distinción que puede ser útil para poner or-
LA RENTA BÁSICA: INTROITO 23
5. El obstáculo normativo
Que una propuesta social tenga amplio apoyo social no impli-
ca necesariamente que se acabe consiguiendo. Efectivamente, hay
muchas propuestas de reformas sociales que tienen una fuerte
aceptación popular, pero que no se hacen efectivas porque las mis-
mas personas interesadas en ellas no están dispuestas a sacrificar
tiempo, esfuerzo o dinero para lograrlas. Dicho esto, no es menos
cierto que para hacer posible una amplia aceptación social de la
RB, esta propuesta ha de superar ineludiblemente al menos un obs-
táculo: la de aportar buenos argumentos normativos. Con su acep-
tación social mayoritaria no está garantizado el éxito, pero sin esta
aceptación está asegurado su fracaso.
Hay diferentes estrategias de fundamentación normativa de la
RB. La objeción más potente que podría hacerse a la RB no es que
materialmente fuese imposible financiarla, sino que fuera injusta.
Para responder a la pregunta «¿Es justa la RB?» habrá que ha-
cer un cierto camino. No más largo de lo necesario. Una división
que se ha practicado8 entre los distintos idearios normativos es és-
ta: teorías liberales, populistas y republicanas. Las diferencias prin-
cipales estarían en que para la tradición liberal, la libertad debe en-
tenderse como no interferencia; para las teorías populistas, la par-
ticipación democrática sería una de las formas más elevadas del
bien; finalmente, y como más adelante detallaré, para la tradición
republicana, la libertad debe ser entendida como no dominación,
6. La justificación libertanana
La filosofía política libertariana es una de las más extendidas
de los tres últimos decenios.10 El libertarismo asegura que los indi-
viduos tienen unos derechos inviolables y que éstos pueden ser re-
ducidos a los de propiedad. Para esta teoría, toda sociedad que sa-
tisfaga determinados principios es justa. Estos principios son: 1) el
respeto a los derechos de propiedad; 2) el respeto, según la «cláu-
sula de Locke», de la apropiación originaria de los recursos exter-
nos y 3) el respeto de los resultados que ocasionen los intercambios
libremente consentidos de servicios y bienes. Si nos encontramos
en una sociedad que no ha respetado una o más de estas constric-
ciones entonces, según Nozick, se ha de: 4) proceder a las repa-
7. La justificaciónrepublicana
El ideario normativo republicano se está extendiendo en los úl-
timos años en el Reino de España (por citar solamente a algunos
autores de los que han escrito en castellano o catalán: Doménech
1989, 1999 y 2000a; De Francisco, 1999; Giner, 1999; Raventós,
2000 y 2001&, y De Francisco/Raventós, en preparación). Buena
muestra de ello es el Simposio Republicano de Córdoba realizado
en diciembre del año 2000. La filosofía política del republicanismo
tiene antecedentes que se remontan a Aristóteles, Cicerón, Maquia-
velo (el de los Discursos), y muchos teóricos de la república y la
Commonwealth en la Inglaterra, la Norteamérica y la Francia del
siglo xvin. Y pasa por Marx. No se trata aquí de hacer ni tan sólo
un resumen de las bases del republicanismo sino de su interés para
la RB. Dejando bien sentado lo siguiente: 1) el republicanismo con-
siste en una teoría normativa de la libertad y de la neutralidad del
Estado democrático, una teoría normativa rival de la concepción li-
beral negativa de la libertad y antagónica de la concepción liberal
de la neutralidad del Estado como puro respeto del statu quo, y 2)
la propuesta de la RB consiste en un medio para poder realizar dis-
tintas concepciones normativas.
Intentaré apuntar algunos puntos de encuentro entre la teoría
normativa republicana y la propuesta social de la RB.
El republicanismo, siendo milenario, como el liberalismo, a lo
sumo bicentenario, es diverso. Aun con esta diversidad, los repu-
blicanismos tienen un denominador común: su ideal de libertad
definido por oposición a la tiranía. Se trata de una defensa de la li-
bertad como autogobierno y como ausencia de dominación y alie-
nación. La libertad entendida como no-dominación es lo que dife-
rencia a esta filosofía política de cualquier variante de liberalismo.
Toda dominación representa interferencia arbitraria, pero no toda
interferencia (precisamente el grupo de las no arbitrarias) repre-
senta dominación. La libertad republicana entiende que José María
domina a Guifré si y sólo si tiene cierto poder sobre Guifré y, en
particular, un poder de interferencia arbitrariamente fundado. Más
concretamente, según Pettit, José María tiene poder de dominación
sobre Guifré en la medida que: 1) tiene capacidad de interferir,
2) de un modo arbitrario, y 3) en determinadas elecciones que Guifré
pueda realizar. No toda interferencia es necesariamente arbitraria.
El republicanismo sólo se opone a esta segunda. Una interferencia
arbitraria lo es en tanto esté controlada por la voluntad de quien
interfiere, sin que éste se vea forzado a atender los juicios, las pre-
ferencias o los intereses de las personas que sufren la interferencia.
LA RENTA BÁSICA: INTROITO 31
11. Desgraciadamente, hay que poner el tiempo del verbo en presente porque
sabemos que, ya entrado el siglo xxI, existen alrededor de 250 millones de niños y
mujeres usados como esclavos (El País, 18-4-2001) en el sentido más literal, tal como
fue definida la esclavitud por la Naciones Unidas en 1926: «el estatus o condición de
una persona sobre la que se ejercen todas o alguna de las facultades vinculadas al
derecho de propiedad».
32 LA RENTA BÁSICA
8. El obstáculo técnico
A lo largo de la última década del siglo xx se han realizado di-
versas propuestas de implantación de una RB. La variedad de pro-
puestas es muy grande. Y esta variedad afecta tanto a la cantidad
como al ámbito, así como también a la financiación. En este mis-
mo libro hay dos ejemplos de financiación diferente. Una está pen-
sada para el Canadá, y la segunda para el Reino de España.14 En be-
neficio de la claridad, deben diferenciarse de todos modos tres as-
pectos de la financiación: cantidad, ámbito y forma.
El criterio para establecer la cantidad puede ser: toda la po-
blación considerada recibirá la misma cantidad, o tendrá alguna
diferencia según la edad (hasta la mayoría de edad, la mitad de la
cantidad de RB asignada a los adultos, por ejemplo). La cantidad
establecida también puede variar mucho según el criterio seleccio-
nado: el umbral de la pobreza, el salario mínimo interprofesional o
la pensión media, por poner sólo tres posibles referencias. Hay
propuestas que, de forma provisional, proponen cantidades infe-
riores a estos criterios. Aunque es posible y seguramente menos
controvertido (más «realista», en definitiva) defender cantidades
inferiores al umbral de la pobreza, creo que la cantidad mínima, al
menos para la población adulta, debería colocarse en cualquier ca-
so por encima de este nivel.15 En caso contrario, buena parte de las
virtudes atribuidas a la RB, algunas de las cuales ya han sido apun-
tadas aquí, quedarían mutiladas, si no completamente anuladas.
Respecto al ámbito, existen propuestas de financiación para
distintos países y aun para áreas que comprenden a un compuesto
de ellos. Existen investigaciones publicadas y en curso de al menos
las zonas o estados siguientes: el conjunto de la Unión Europea,
Francia, Argentina, Nueva Zelanda, Irlanda, Canadá, el Reino Uni-
do, Bélgica, Brasil, Australia y el Reino de España.
14. Véanse los capítulos 3 y 5. Cabe decir que tal como está diseñada finan
cieramente la relación entre las Comunidades Autónomas y el gobierno central espa
ñol, no hay posibilidad técnica de poder ofrecer una propuesta tentativa de Renta
Básica para el ámbito geográfico de una Comunidad Autónoma. Sólo haciendo la
ficción de la independencia financiera es posible diseñar tentativamente un modelo
de financiación de Renta Básica para una Comunidad Autónoma cualquiera. La
forma de financiación (mediante la combinación de un impuesto lineal o plano, con
una redistribución del gasto público o con una mezcla de impuestos y de cambios
en el gasto público) es de los aspectos de la Renta Básica que últimamente están
siendo más investigados.
15. Es decir, unas 50.000 pesetas mensuales en el Reino de España en el año
2001.
34 LA RENTA BÁSICA
16. Véase, asimismo, el capítulo 6 de este libro escrito por este autor.
LA RENTA BÁSICA: INTROITO 35
17. Esta parte está ampliamente basada en Raventós (2000). Para dos maravi
llosas y rigurosas caracterizaciones del «auténtico fundador del cristianismo» (la
expresión es de Antoni Doménech), véase Ste. Croix (1988) y Doménech (1999).
18. Es especialmente valioso para el tratamiento de la objeción a la Renta
Básica de no reciprocidad el texto de Karl Widerquist (1998).
19. Es la crítica, por ejemplo, que hace Stuart White (1997).
38 LA RENTA BÁSICA
23. Entre estas condiciones: bajos salarios y alta precariedad. Valga sólo el
siguiente ejemplo de la extensión de esta precariedad. Un informe del Consejo de la
Juventud de Barcelona, publicado en mayo de 2000, afirmaba que el 69 % de los
jóvenes (de 16 a 24 años) del área metropolitana de Barcelona trabajaba en preca
rio. Con la existencia de una Renta Básica, el concepto de precariedad laboral cam
biaría completamente.
24. Habría un tipo de trabajos con remuneración en el mercado, «intrínseca
mente agradables» (Wright, 1997) cuya remuneración salarial resulta sensato supo
ner que podría bajar si hubiera la existencia de una Renta Básica. Wright pone el
ejemplo de un profesor de sociología, la profesión, por cierto, de este estudioso de
las clases sociales.
25. Lo que aumentaría, vale la pena recordarlo, la posibilidad de la libertad
republicana de no-dominación tal como se ha dicho más arriba.
40 LA RENTA BÁSICA
Bibliografía
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Robeyns, I. (2000): «Hush Money or Emancipation Fee? A Gender Analy-
sis of Basic Income», en Robert Van der Veen y Loek Groot (compila-
LA RENTA BÁSICA: INTROITO 41
de ser una utopía— una RBU aporta sentido común al contexto ac-
tual de la Unión Europea.2 Como ha argumentado el senador brasi-
leño Eduardo Suplicy, también es relevante para los países menos
desarrollados —no sólo porque ayuda a mantener viva la remota
promesa de un más alto nivel de solidaridad social sin la perversi-
dad del alto desempleo, sino porque también puede inspirar y guiar
muchas modestas reformas inmediatas.3 Y si la RBU tiene sentido
en Europa y en países menos desarrollados, ¿por qué no podría
igualmente tener buen sentido (o quizá mejor) en Norteamérica?4
Después de todo, los Estados Unidos son el único país del mundo
en el cual ya existe una RBU: en 1999, la Alaska Permanent Fund
pagó una RBU anual de 1.680 dólares a cada persona de cualquier
edad que hubiera estado viviendo en Alaska durante al menos un
año. Se reconoce que este pago queda lejos de la subsistencia, pero
sin embargo puede ser nada despreciable dos décadas después de
su comienzo. Además, hubo un debate público sobre la RBU en los
Estados Unidos mucho antes de que empezara en Europa. En 1967,
el economista James Tobin, premiado con el Nobel, publicó el pri-
mer artículo técnico sobre el tema, y unos pocos años después con-
venció a George McGovern para promover la RBU, entonces llama-
da «demogrant», en su campaña presidencial de 1972.5
1. Dolínición de RBU
Por renta básica universal entiendo el pago de un ingreso por
parte de un gobierno, de una cantidad uniforme y a intervalos re-
gulares, a cada adulto miembro de la sociedad. Este pago se reali-
zará y se determinará sin tener en cuenta si la persona es rica o po-
bre, si vive sola o con otros, si desea trabajar o no. En la mayoría
de versiones —ciertamente en la mía— se garantiza no sólo a los
ciudadanos sino también a todos los residentes permanentes.
La RBU se llama «básica» porque es algo con lo que una perso-
na puede contar, una base material en la que uno puede firmemente
apoyarse. Cualquier otro ingreso —sea en efectivo o en especie,
procedente del trabajo o de los ahorros, mobiliario o inmobiliario—
puede añadirse a ella con toda legitimidad. Por otra parte, no hay
nada en la definición de RBU, como aquí se entiende, que la ligue a
ninguna noción de «necesidades básicas». Una RBU, como se ha de-
finido, puede estar por debajo o exceder lo que se considere necesa-
rio para una existencia digna.
Estoy a favor de una renta lo más alta posible, y creo que todos
los países ricos pueden actualmente asumir el pago de una renta
46 LA RENTA BÁSICA
9. Ello supone unas 40.000 ptas. mensuales o 485.000 ptas. anuales. (N. del t.)
10. En Estados Unidos, una reciente propuesta de este tipo ha sido elaborada
por Fred Block y Jeff Manza, «Could We End Poverty in a Postindustrial Society?
The Case for a Progressive Negative Income Tax», Politics and Society, 25 (diciembre
1997): 473-511.
UNA RENTA BÁSICA PARA TODOS 49
6. Justicia
El principal argumento a favor de la RBU se fundamenta en el
punto de vista de la justicia. La justicia social, según creo, requiere
que el diseño de nuestras instituciones esté orientado a asegurar la
mejor libertad real para todos.14 Tal concepción de justicia real-li-
14. Para una discusión más detallada, véase Philippe Van Parijs, Real Freedom
forAll (Nueva York: Oxford University Press, 1995).
52 LA RENTA BÁSICA
7. Empleos y crecimiento
Una segunda razón para defender la RBU está más orientada a
la política. Una RBU puede ser vista como una vía para solucionar
el aparente dilema entre el estilo europeo de una combinación de
pobreza limitada y alto desempleo y el estilo americano de una
15. Traducimos libertarían por libertariana para que no sea confundida con liber
taria, término asociado, especialmente en España, a la tradición anarquista (N. del t.).
16. Se puede pensar en fundamentos normativos alternativos. Por ejemplo,
bajo ciertos supuestos empíricos, una RBU puede ser defendible como parte del
paquete que el principio diferencial de Rawl justificaría. Véase, por ejemplo, Wal-
ter Schaller, «Rawls, the Difference Principie, and Economic Inequality», en Paci
fic Philosophical Quarterly, 79 (1998): 368-391; Philippe Van Parijs, «Difference
Principies», en The Cambridge Companion to John Rawls, Samuel Freeman, ed.
(Cambridge: Cambridge University Press, en preparación). De manera alternativa,
puede verse una RBU como representación del principio marxista de distribución
según las necesidades. Véase Robert J. Van der Veen y Philippe Van Parijs, «A
Capitalist Road to Communism», Theory and Society, 15 (1986): 635-655.
UNA RENTA BÁSICA PARA TODOS 53
9. Algunas objeciones
Supongamos que todo lo dicho hasta aquí resulta persuasivo:
que la RBU, si pudiera instituirse, sería una forma natural y atrac-
tiva de asegurar una auténtica distribución de libertad real, una au-
téntica lucha contra el paro sin incrementar la pobreza, y una au-
téntica promoción de los objetivos centrales tanto del feminismo
como de los movimientos verdes. Entonces, ¿cuáles serían las obje-
ciones?
Quizá la más común sea que una RBU costaría demasiado. Tal
afirmación no tiene ningún sentido, desde luego, si no se especifi-
can la cantidad y la escala. A un nivel de 150 dólares18 mensuales
por persona, una RBU es alcanzable obviamente en algunos luga-
res, puesto que éste es el equivalente mensual que cada ciudadano
de Alaska recibe como dividendo anual. ¿Se puede alcanzar una
RBU cercana al umbral de pobreza? Multiplicando simplemente la
cifra del umbral de pobreza para un hogar unipersonal por la po-
blación de un país, pronto se alcanzan cantidades espeluznantes,
que exceden fácilmente el nivel actual de los gastos gubernamenta-
les totales.
Pero estos cálculos pueden llevar a conclusiones erróneas. Se
puede abolir o reducir un amplio rango de subsidios existentes si se
21. A lo largo de las mismas líneas, Herbert A. Simón observa «que cualquier
análisis causal que explique por qué el PIB americano es de unos 25.000 dólares per
cápita mostraría que al menos un 2/3 es debido al feliz accidente de que el receptor
de los ingresos nació en los Estados Unidos». Añade: «No soy tan inocente para creer
que mi 70 % de impuestos [necesario para financiar una RBU de 8.000 dólares con
un impuesto plano] sea políticamente viable actualmente en los Estados Unidos,
pero mirando hacia el futuro, no es demasiado pronto para encontrar respuesta a los
argumentos de los que piensan que tienen un sólido derecho moral a conservar toda
la riqueza que ellos ganan.» Véase la carta de Simón a los organizadores del sépti-
mo congreso de la BIEN en Basic Income, 28 (primavera 1998).
UNA RENTA BÁSICA PARA TODOS 61
1. Introducción1
Desde hace más de dos décadas, los Estados del Bienestar edi-
ficados en la posguerra se han visto sometidos a una lenta pero
constante erosión. Las causas de este debilitamiento son diversas:
sin duda hemos de contar entre ellas algunas estrategias políticas
conscientes, pero también diversas tendencias estructurales en las
instituciones y formas de vida de las sociedades desarrolladas. La-
mentablemente, la izquierda en su conjunto no siempre ha sido ca-
paz de contener tal evolución ni de proponer alternativas coheren-
tes para el rediseño del bienestar social. Al contrario de lo sucedido
en otras etapas de su historia, las propuestas innovadoras han es-
caseado por parte de las diversas izquierdas políticas y sociales, que
han oscilado entre la defensa conservadora de los «logros históri-
cos» alcanzados y la adaptación más o menos camaleónica a los
vientos neoliberales dominantes en el último cuarto del siglo xx.
Sin embargo, y conforme el siglo se ha ido acercando a su final, dos
propuestas han surgido con fuerza creciente en el debate de la iz-
quierda: la primera, la reducción y el reparto del tiempo de trabajo,
3. Como dice Hennock en su impagable estudio sobre los orígenes de los siste-
mas contributivos (1987: 211), «sus necesidades contaban poco comparadas con
aquellos que tenían empleo estable, quienes era más probable que pudieran votar y
pertenecer a organizaciones que estaban difundiendo demandas políticas. La política
de aseguramiento no se dirigió antes que nada a los necesitados [...]. Fue una des-
carada extensión del círculo de los más privilegiados, dirigida a dar a ciertas catego-
rías que "se lo merecían" protección frente a la dependencia de las Leyes de Pobres».
70 LA RENTA BÁSICA
9. Este efecto fue advertido y demostrado por primera vez por Aaron (1966 y
1977).
76 LA RENTA BÁSICA
10. Otra manera (en la que no vamos a entrar aquí) en que la RB puede con-
tribuir a esta mayor redistribución es mediante la integración del sistema fiscal con
el de prestaciones sociales, que hoy se hallan irracionalmente desconectados. En efec-
to, como ya advirtió Titmuss (1958), el Estado, no sólo redistribuye por la vía de las
prestaciones monetarias, sino también por medio de diversos beneficios fiscales,
fundamentalmente dirigidos a las clases medias. En España, y aunque parezca para-
dójico, se redistribuyen de este modo el triple de recursos que los destinados a pres-
taciones asistenciales para personas pobres (Sevilla, 1999). Se trata de advertir que
una prestación social en dinero y una desgravación o reducción fiscal son técnica-
mente equivalentes: ambas son transferencias de renta en toda regla del Estado a los
particulares. La RB, por tanto, aboliría e integraría todos los actuales beneficios y
desgravaciones fiscales, aumentando la transparencia distributiva y eliminando
automáticamente el efecto de estigmatización de la asistencia social, puesto que ya
no se trataría de realizar una «política para los pobres», sino de administrar un sis-
tema integrado de transferencias e impuestos para toda la ciudadanía.
LA RENTA BÁSICA Y EL PRINCIPIO CONTRIBUTIVO 77
11. Como diría Robert Goodin (1992), la RB es una política social «mínima-
mente presuntuosa», ya que reduce a un mínimo los supuestos sobre cómo viven o
deberían vivir las personas beneficiarías.
78 LA RENTA BÁSICA
12. A este respecto, y contra lo que claman sus defensores, el discurso del wel-
fare to work de la «Tercera Vía» no es sino la enésima manifestación de ese paterna-
lismo tradicional que se permite sustituir las decisiones individuales autónomas
sobre cómo y para qué merece la pena vivir en sociedad.
LA RENTA BÁSICA Y EL PRINCIPIO CONTRIBUTIVO 79
13. Tiene razón Bandrés (1997) cuando advierte que, en términos agregados,
también en los sistemas de capitalización son las rentas de los trabajadores las que
financian las pensiones cobradas en ese mismo momento (y esto debería bastar para
rechazar algunos pedestres argumentos neoliberales a favor de la capitalización pri
vada). Pero ello no afecta a nuestra crítica, sino que más bien la confirma: nunca hay
un «fondo» real en un sistema de pensiones, sea de reparto o de capitalización.
14. Uno de los casos más dadaístas en este sentido ha sido el de España, donde
durante años, y hasta la firma del Pacto de Toledo, la primera perversión contable
provocaba la segunda: dado que el Estado echaba mano a las cotizaciones para otros
gastos, al final tenía que hacer préstamos a la misma Seguridad Social a la que pre
viamente había expoliado.
80 LA RENTA BÁSICA
17. Como afirma Alcock (1995: 55), «para los trabajadores con bajos sala-
rios, en particular, las contribuciones a la Seguridad Social son una forma puniti-
va de imposición directa, que puede proporcionarles muy poco a cambio en forma
de prestación social».
LA RENTA BÁSICA Y EL PRINCIPIO CONTRIBUTIVO 87
18. Existe sin embargo, en España, un posible motivo pragmático para defen-
der la doble imposición en el caso de las cotizaciones empresariales: en un país con
un sistema fiscal ineficiente donde la parte del león de las rentas no salariales esca-
pa a la tributación ordinaria, las cotizaciones empresariales sobre los salarios serían
la única manera de gravar el capital. No sería descabellada, por tanto, su conversión
en impuesto finalista destinado a financiar una RB u otros programas de gasto social.
88 LA RENTA BÁSICA
este respecto, hay tres puntos principales que deben ser considera-
dos: la idea misma de equidad contributiva, la compulsividad de la
contribución, y la legitimidad de la reproducción de rentas por par-
te del Estado.
19. Es cierto que en textos posteriores, Van Parijs se ha alejado de esta justifi-
cación, para inclinarse más bien por considerar la RB como un medio de maximi-
zar la «libertad real»: para un desarrollo más detenido de este argumento, ver Van
Parijs (19956).
LA RENTA BÁSICA Y EL PRINCIPIO CONTRIBUTIVO 91
20. En cierto modo, este problema es reconocido por los sistemas contributi-
vos públicos cuando fijan unos límites de protección máxima; aun así, tales límites
parecen generosos en una sociedad desigual como la nuestra, pues en el caso espa-
ñol ascienden con creces a ocho veces la cuantía de la pensión no contributiva.
94 LA RENTA BÁSICA
6. La alternativa de la RB y su viabilidad
6.1. ALGUNAS CUESTIONES SOBRE LA FINANCIACIÓN DE UNA RB
Los actuales problemas financieros del Estado del Bienestar,
¿no implican la imposibilidad de una medida relativamente radical
como es la introducción de una RB? ¿No resulta ya bastante difi-
cultoso defender el Estado del Bienestar de los recortes neolibera-
les, para lanzarse además a promover una propuesta «ofensiva» co-
mo ésa? Decididamente, no: en realidad, la RB no tiene por qué ser
ni «ofensiva» ni «defensiva», sino que constituye una propuesta de
reorganización y redistribución de las cargas y beneficios de los
modernos sistemas de bienestar.
Se ha señalado —a mi juicio con acierto— que la financiación
de una RB no tendría por qué constituir un problema de produc-
ción de riqueza sino más bien de distribución de la misma, y tanto
más así en sociedades altamente desarrolladas, que están produ-
ciendo más riqueza de la que nunca se ha creado en la historia, y
cuyas tasas de productividad aumentan año tras año; dicho de otro
modo, la implantación de una RB, en algunas propuestas, no tiene
por qué tener un coste neto para el Estado, sino que podría supo-
ner únicamente cambios en la distribución de la renta, por medio
de un sistema integrado de impuestos y transferencias; así, y aun-
que en un principio la RB deba ser modesta, al ritmo actual de in-
cremento de la productividad del trabajo podría ser relativamente
generosa en unos 15 o 20 años. Estos argumentos se suelen utilizar
contra el llamado «teorema de la imposibilidad» de la RB (Groot,
1999), que diría lo siguiente: la RB, o bien sería demasiado baja para
tener sus efectos positivos esperados (con lo cual, más vale que-
darnos como estamos y ahorrarnos el esfuerzo), o bien resultaría
demasiado alta para ser financieramente sostenible. El teorema de
la imposibilidad, qué duda cabe, apunta a una tensión real que
cualquier propuesta de RB debería afrontar: la existente entre el es-
fuerzo financiero que exigiría la RB y los efectos esperados de la
misma sobre el comportamiento de los individuos; priorizar los
LA RENTA BÁSICA Y EL PRINCIPIO CONTRIBUTIVO 95
21. Es curioso que muchos de los detractores del seguro social contributivo en
la época de su implantación argumentaban que se trataba de un sistema innecesa
riamente caro y universal, frente a otro, más residual, que focalizara los recursos en
los más necesitados: es exactamente el mismo argumento que se emplea hoy día, con
mucho menos fundamento, contra la RB (ver, por ejemplo, Lavvlor, 1998).
22. Una lista más detallada de dichas variantes puede consultarse en Fitzpatrick
(1999), Noguera (2000c) o Walter (1989).
23. Una RB «parcial» de unas 20.000 ptas. sería claramente viable en la Unión
Europea con sólo la implantación de una ecotasa: véase Van Parijs y Genet (1992).
24. Cfr. Friedman (1962), Tobin (1966) o Meade (1972); véase Sevilla (1999)
para su aplicación al caso español.
96 LA RENTA BÁSICA
25. En otro lugar (Noguera, 2000c) intenté hacer una primera estimación
aproximativa de qué fondos podrían estar teóricamente disponibles para la finan-
ciación de un programa de RB con dos supuestos de cuantías similares.
LA RENTA BÁSICA Y EL PRINCIPIO CONTRIBUTIVO 97
TABLA 3.1. Diversos supuestos de Renta Básica comparados con las actuales
prestaciones sociales en España
% de beneficiarios por debajo de la RB
RB = 55.000 ptas./mes RB = 75.000
(más 50 % de prestación ptas./mes
PtasJmes contributiva)
Prestaciones contributivas
Pensión media de jubilación (2000) 89.600 18,6 (73,3) 64,2
Pensión media de viudedad (2000) 55.400 43,5 (91) 88,7
Prestación por hijo a cargo (2000) 6.439 100 100
Prestación media de desempleo
(1999) (líquido) 99.308 n.d. n.d.
Media de todas las prestaciones
de desempleo (1996) 73.140 57,04 (90,9) 79,67
Prestaciones no contributivas
Subsidio de desempleo (2000) 53.010 100 100
«Renta activa» para parados
de larga duración (2000) 53.010 100 100
Renta mínima de inserción
(PIRMI catalán, 1999) 44.000 100 100
Subsidio agrario (2000) 53.010 100 100
Pensión de jubilación (1999) 35.683 100 100
Pensión de invalidez (1999) 40.852 100 100
Prestación por hijo a cargo (2000) 5.498 100 100
Otros indicadores
Salario mínimo (2000) 70.680
Salario medio bruto (1999) 225.100
«Mínimo vital» para una persona
soltera y sin hijos en el IRPF (2000) 46.000
«Umbral de la pobreza» (50 % de la
renta media disponible) (1996) 45.000
FUENTES: Anuario de Estadísticas Laborales y Asuntos Sociales (MTAS, 1999); Boletín de Estadísticas
Laborales (MTAS, 2000); Presupuestos Generales del Estado (2000), y estimaciones a partir de la
Estadística de Empresas, Salarios y Pensiones (Instituto de Estudios Fiscales, 1996).
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and Social Insurance: A Social Policy
Perspective», en Silburn, Richard (ed.): Social Insurance: The Way For-
LA RENTA BÁSICA Y EL PRINCIPIO CONTRIBUTIVO 103
1. El tiempo es oro
Nos despertamos cuando suena el despertador y nos dispone-
mos a iniciar un nuevo día de trabajo. Organizamos todo nuestro
tiempo, personal y social, en torno al trabajo. Si nos preguntan
«¿qué eres?» no respondemos «soy una buena persona» o «soy muy
aficionado a la montaña» sino «soy profesor» o «soy albañil». Con-
sideramos población activa tan sólo a aquella en disposición de tra-
bajar y población ocupada tan sólo a aquellas personas que tienen
un empleo. Es muy común escuchar cosas como ésta: ¿tu mujer tra-
baja? Confundimos trabajo con empleo. Y todo esto nos parece lo
más natural; al fin y al cabo, ¿no es así como hemos vivido siempre?
En realidad, no será hasta el siglo xvín cuando nazca la idea
contemporánea de trabajo. Lo que llamamos «trabajo» es una in-
vención de la modernidad que no puede confundirse con las tareas
indispensables para el mantenimiento de la vida de cada uno, ni
con las labores de cuyo resultado somos directos beneficiarios, ni con
aquellas tareas que realizamos libremente con un fin que funda-
mentalmente tiene importancia para nosotros y que nadie podría
realizar en nuestro lugar. Las características esenciales de este tra-
bajo son las de ser una actividad desarrollada en la esfera pública,
demandada, definida y reconocida como útil por otros y remunera-
da por aquellos que la demandan al considerarla útil (Gorz, 1995).
El trabajo, en su sentido moderno, nace como tiempo de traba-
jo (Méda, 1998). En el capitalismo el tiempo es oro. Y la lucha por
el control del tiempo —o la utilización del tiempo como arma de
combate—hizo su aparición. Como bien señala Mumford, el ahorro
de tiempo se convirtió desde el comienzo en una parte importante
del ahorro de mano de obra: «Los primeros patronos hasta robaron
110 LA RENTA BÁSICA
mente todos. Así se explican cifras tan paradójicas como las si-
guientes: durante todo el año se crearon 29.000 nuevos empleos,
pero se firmaron 636.000 contratos. Esto quiere decir que durante
1999 en Euskadi se firmaron, por término medio, 22 contratos por
cada puesto de trabajo de nueva creación. Dicho de otra manera:
una media de 22 personas pasaron a lo largo del año por cada pues-
to de trabajo. Lo cual significa, haciendo una sencilla operación
matemática, que cada contrato tuvo una duración media de alrede-
dor de 18 días.
¿Qué consecuencias van a tener sobre nuestras vidas estos
cambios en el trabajo, cambios que para tantas personas están sig-
nificando, no sólo la ruptura de su relación con el empleo, sino una
más profunda dislocación del conjunto de su vida personal, fami-
liar y social? El Informe sobre la Situación Demográfica en la
Unión Europea de 1995 ya advertía que el mundo del trabajo está
experimentando importantes transformaciones que exigen un nue-
vo orden en lo referente a la protección social. Entre estas transfor-
maciones destacaban las siguientes: a) la población en edad de tra-
bajar se está volviendo más vulnerable ante el desempleo; b) como
resultado del efecto combinado de la prolongación de la educación
(lo que implica una incorporación más tardía al trabajo) y del ade-
lanto en la edad de retiro se está produciendo una importante dis-
minución de los años de cotización; c) la seguridad asociada al sa-
lario se ha visto gravemente afectada por el incremento de formas
de trabajo temporales, lo que está afectando negativamente a las
condiciones de vida tras la jubilación e incrementando los riesgos
de exclusión social.
Por su parte, M. Carnoy y M. Castells (1997) han definido con
gran precisión el futuro que se nos avecina en su informe para la
OCDE sobre el futuro del trabajo, la familia y la sociedad en la Era
de la Información: «Lo que emerge de nuestro análisis es la visión de
una economía extraordinariamente dinámica, flexible y productiva,
junto con una sociedad inestable y frágil, y una creciente inseguri-
dad individual.»
En estas condiciones, cada vez resulta más difícil imaginar
nuestra vida laboral como algo con la mínima coherencia necesaria
para poder calificarla de profesión.
Tradicionalmente, la actividad laboral ha servido para contri-
buir a dar coherencia a nuestras biografías. «Inicialmente —señala
Bauman—, el trabajo apareció como la principal herramienta para
encarar la construcción del propio destino.» La historia de trabajo
de la mayoría de las personas era, hasta no hace mucho tiempo, ab-
solutamente lineal: aunque se cambiara de actividad, incluso aun-
REPENSAR EL EMPLEO, REPENSAR LA VIDA 113
ta: «Por primera vez desde hacía varias décadas, la derecha tiene
su propio proyecto histórico: liberar la acumulación de todas las
trabas que le impuso la democracia» (Przeworski, 1998). En efec-
to, el triunfo de la explicación neoliberal del funcionamiento eco-
nómico ha coincidido con el éxito de una revolución conservadora.
«La dinámica económica del capitalismo actual —afirma Therborn
(1993)— aparece acompañada por una reorganización político-so-
cial conservadora, como una revancha contra los avances cultura-
les, políticos y sindicales de la izquierda en los años sesenta y se-
tenta.» No se trata tanto de una derrota electoral de las fuerzas de
izquierda, cuanto de un triunfo cultural de la visión conservadora
de la realidad.
La principal consecuencia de este triunfo ha sido una profun-
da relectura de nuestra historia reciente que ha despreciado radi-
calmente la aportación de la solidaridad y la seguridad colectiva al
éxito económico y social de Occidente: «Es como si, en algún mo-
mento alrededor de 1980, los hijos de la gente que se abrió paso
durante la Gran Depresión hasta llegar a los barrios residenciales
hubieran decidido demoler ese puente después de haberlo cruzado.
Decidieron que, aunque la movilidad social había sido apropiada
para la generación de sus padres, ya no se le consentiría a la próxi-
ma generación» (Rorty, 1999).
Socialismo o barbarie. El viejo lema sigue teniendo pleno senti-
do. Si una sociedad bárbara es aquella en la que algunos de sus
miembros están de sobra, vivimos los más bárbaros de todos los
tiempos. Escribe Enzenesberger: «Cierto que en todas las épocas ha
habido grandes masacres y pobreza endémica; los enemigos eran
enemigos, y los pobres eran pobres. Pero sólo desde que la historia
se ha convertido en historia mundial se ha condenado a pueblos en-
teros declarándolos superfluos.» Así es. Y esto no cambia, aunque ya
no vistamos la exclusión de tantos con los corrompidos ropajes del
racismo o del clasismo, aunque disfracemos esta exclusión con la al-
ta costura de la economía: digan lo que digan los propagandistas ne-
oliberales, el discurso del «más mercado, menos Estado», el discur-
so de la competencia y la empleabilidad, está sacrificando el presente
y el futuro de millones de personas, la mayoría de las cuales no
han hecho otra cosa que confiar en las promesas del mercado libre.
Y como todas las barbaries, la barbarie moderna se acompaña de un
discurso que la justifica: el discurso de la retribución de las capaci-
dades individuales, el discurso del tanto vales tanto tienes; el discur-
so de la utilidad de los seres humanos. El que tiene es porque vale,
porque es útil, y el sistema del libre mercado permite que estas per-
sonas útiles prosperen hasta extremos inimaginables.
118 LA RENTA BÁSICA
Pocas ideas habrá tan falsas como esa del self made man, el
hombre hecho a sí mismo. Siempre somos gracias a otros. Si lo te-
nemos en cuenta será mucho más fácil plantear medidas que exijan
solidaridad.
Resulta sorprendente la rapidez con la que olvidamos nuestra
propia historia, nuestra filiación. ¡Con qué facilidad olvidamos que
lo que hoy somos es consecuencia de una historia de solidaridad!
Los que hemos triunfado en los años sesenta, setenta y ochenta —los
que tenemos formación, buenos empleos, seguridad social, etc.—
somos el mejor ejemplo del valor de la solidaridad. Somos hijos e
hijas del Estado del Bienestar. Pero ahora que hemos triunfado nos
sentimos amenazados por aquellas personas que tan sólo piden las
mismas oportunidades que nosotros tuvimos y nos olvidamos de to-
do aquello que nos permitió llegar hasta donde hoy estamos: becas
para estudiar, seguridad en el empleo, salarios dignos, etc. Nos afe-
rramos a un falso discurso individualista, reconstruimos una falsa
historia de méritos personales y exigimos a los demás que se ganen
la vida por sus propios medios. ¡Qué pronto olvidamos que una vez
fuimos frágiles y que si logramos salir adelante fue gracias a la so-
lidaridad de los demás!
Éste es el problema: que se ha producido una secesión de los
triunfadores (Reich, 1993) y que éstos han logrado construir un ho-
rizonte de expectativas, un discurso dominante que constituye una
auténtica teodicea (o sociodicea) de los privilegiados dirigida a na-
turalizar su situación de privilegio en medio de un mundo cada vez
más amenazado por la inseguridad y el riesgo (Bourdieu, 1999).
Bibliografía
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valor en peligro de extinción, Barcelona, Ge-
disa. Mumford, L. (1982): Técnica y civilización, Madrid, Alianza
(4.a ed.).
REPENSAR EL EMPLEO, REPENSAR LA VIDA 125
Los 6 millones de ricos del mundo son más ricos (17 de mayo de 1999).
Los estimados 6 millones de millonarios del mundo han minimizado la
importancia de los efectos del trastorno financiero del último año y son aún
más ricos.
La nueva investigación de Merrill Lynch y Gemini Consulting, el banco
de inversiones y la consultora, establece que la riqueza de los individuos
más ricos con más de 1 millón de dólares en activos financieros creció en el
último año un 12 % hasta los 21.600 millardos.
El Informe Mundial del Patrimonio elaborado por las dos firmas proyec-
ta un constante aumento hasta los 32.700 millardos para el final del año
2003: un índice de crecimiento que se espera que atraiga a más firmas ha-
cia el lucrativo mercado de la banca privada y de los servicios de gestión de
patrimonios.
La estimación de este año sugiere que los ricos son, de hecho, más ricos
de lo que se pensaba. Las estimaciones han sido revisadas al alza en unos
2.000 millardos de dólares, a la luz de los nuevos datos de EE.UU. y de Ale-
mania, que muestran cómo la riqueza se concentra en menos manos de lo
que se suponía.
Hemos visto que la renta básica (RB) puede servir como base
para construir una forma de vivir más rica, más humana. Se esti-
mulará la actividad de los emprendedores y cada uno podrá com-
partir el trabajo asalariado disponible, con sus necesidades básicas
cubiertas. La gente será libre para dedicar más energía a sus asun-
tos familiares, al servicio de la comunidad, a la formación y al au-
to-desarrollo. A la vez, como la gente empezará a disfrutar de una
vida más equilibrada, las percepciones sociales se ajustarán para
reconocer el valor de esas diversas actividades y concederán el re-
conocimiento apropiado a las muchas clases de trabajo bueno que
la seguridad de ingresos permite.
Decidir cómo financiar una RB será un componente central del
debate público sobre el tema. Esta cuestión ha sido considerada en
varios países así como también aquí, y las ideas actualmente se fo-
calizan en una variedad de posibilidades: el ahorro derivado de la
eliminación de buena parte de la burocracia de los servicios so-
ciales, una tasa Tobin sobre las especulaciones financieras (Ul Haq
et al, 1996), una muy pequeña «tasa bit» sobre todas las transac-
ciones electrónicas (Cordell e Ide, 1997), una diversidad de cambios
en los impuestos sobre la renta y de sociedades y cargos pagados
por el usuario sobre los recursos no renovables. Es difícil imaginar
que ejércitos de economistas y contables fallen en dar con los me-
dios factibles una vez que se haya especificado el resultado final de-
seado. Recientemente, los irlandeses están mostrando el camino
con un conjunto completo de planes financieros para una RB na-
cional (Clark y Healy, 1997). Es el momento para que los políticos
de todo el globo consideren la RB y evalúen modelos nacionales.
3. Niveles de pago
Nuestro hipotético sistema de RB podría incluir los siguientes
pagos anuales. Estos pagos son universales, basados en la ciuda-
danía o en la residencia permanente (residentes en Canadá duran-
te más de 5 años), y no se encuentran asociados a la comprobación
de medios (véase la tabla 5.1). Ello significa que cada canadiense
de 65 o más años de edad recibiría anualmente un pago de 7.000
4. Coste de la propuesta de RB
Total 198,6
5. A lo largo de todo el texto, siempre que se mencionen dólares ($) nos estare
mos refiriendo a dólares canadienses. (Para un cambio aproximado: 1 $Can -115
ptas.) (N. del t.)
6. En el original, las cifras se mencionan en miles, pero hemos decidido uti
lizar los millardos para unificar los criterios entre las distintas tablas (millardo =
1.000.000.000).
7. Número de domicilios.
132 LA RENTA BÁSICA
7. Ingresos
El sistema de RB que estamos examinando aquí reemplaza el
sistema federal existente de impuestos sobre la renta con un im-
puesto plano sobre todos los ingresos, con la excepción de los bene-
ficios de las empresas que serán tasados al nivel actual. Esto sólo es
uno de los tipos de sistema fiscal que un programa de RB puede uti-
lizar. Y como se mencionó anteriormente, se ha utilizado más por su
simplicidad que por cualquier otra razón. También se elimina el es-
tímulo al seguro de empleo. Se mantienen igual otros impuestos
existentes. El sistema federal fiscal existente para 1999/2000 se deta-
lla a continuación en la tabla 5.5.
Con unos ingresos fiscales de 63,6 millardos de dólares, el
nuevo sistema de RB debería alcanzar los 251,8 millardos de dóla-
res de ingresos fiscales para producir un presupuesto equilibrado.
Ello sería alcanzable con un impuesto plano sobre todos los ingre-
sos (excepto los beneficios empresariales, que serían tasados al ni-
vel actual).
Dado un nivel de ingresos fiscalizables de 608,1 millardos de
dólares y un gasto total del Gobierno Federal (menos los ingresos
fiscales existentes, de 63,6 millardos de dólares) de 251,8 millardos
de dólares, el impuesto plano necesario para este sistema de RB se-
ría: 251,8 / 608,1 = 41,41 %. Esto es una estimación conservadora.
Las estimaciones de ingresos nacionales frecuentemente olvidan
que bajo un sistema de RB podrían ser gravados otros ingresos (co-
mo los beneficios del capital), con lo que el actual índice impositi-
vo podría probablemente ser mucho más bajo.
Menos
Beneficios de las corporaciones - 83,3
Total tasable 608,1
FUENTE: Cálculos de C. Clark.
9. Efectos de la distribución
Con cualquier sistema de RB, como con cualquier cambio so-
bre impuestos y subsidios, hay necesariamente ganadores y per-
dedores. Mostramos, pues, los ganadores y perdedores en las ta-
blas 5.7a-f, utilizando el método hipotético por domicilios que ha
utilizado el Gobierno Federal en su presupuesto más reciente
(1999/2000). Debe recordarse que el impuesto plano de la RB es só-
8. Los niveles de renta para 1999/2000 se han proyectado con un aumento del
4 % sobre los niveles de 1998/1999.
UN MODELO DE RENTA BÁSICA PARA CANADÁ 135
lo sobre los ingresos del trabajo. Los pagos de RB son siempre li-
bres de impuestos. Los ingresos después de impuestos de 1999/2000
es la proyección del impacto del actual sistema fiscal federal, como
consta en el presupuesto federal de 1999/2000. De estas tablas, po-
demos inferir que hay claros beneficios para aquellas personas con
menores ingresos, así como para los ancianos y para las familias.
ingresos más altos. Por todo ello, es posible que las pérdidas en las
categorías de ingresos más altos sean aún mayores. El índice fiscal
efectivo para cada domicilio hipotético indica que el sistema de RB
aquí presentado es progresivo, en el sentido de que la proporción
de impuestos sobre el de la renta total aumenta a medida que ésta
lo hace. Por lo tanto, aunque el sistema de RB aquí presentado se
basa en un impuesto plano, éste es progresivo en su impacto total
sobre los domicilios.
Bibliografía
1. Van Parijs (2000) presenta una síntesis de los términos de este debate. El
concepto de «renta básica» lo utilizo aquí como sinónimo de «ingreso ciudadano»
(Lo Vuolo, 1995), término que considero más pertinente para el debate en Argentina
y América Latina.
2. Véase, por ejemplo, Esping-Andersen (1996).
140 LA RENTA BÁSICA
10. Sobre los efectos positivos esperados de una reducción de los tiempos de
trabajo en el empleo, ver Cette y Taddei (1998) y Rigaudiaut (1996).
144 LA RENTA BÁSICA
11. Los fundamentos para justificar esta prioridad se presentan más amplia
mente en Barbeito y Lo Vuolo (1996) y en Lo Vuolo y otros (1999: capítulo IX),
donde se comparan los costos y las potenciales fuentes de financiamiento.
12. En Argentina, para la zona del Gran Buenos Aires (GBA), las familias ubi
cadas en el 20 % más pobre de la distribución del ingreso tienen en promedio 4,5
miembros, mientras que aquellas ubicadas en el 20 % superior sólo 2,5 miembros.
13. Para una visión ortodoxa de este tipo de reformas, véase Banco Mundial
(1994). En Lo Vuolo (1996) realizo una critica a los postulados allí expuestos en base
a los resultados de la reforma argentina.
14. En este tema, véase Lloyd-Sherlock (1999).
146 LA RENTA BÁSICA
termina que: a) el límite para ser contribuyente efectivo sea muy alto
comparado con la experiencia internacional; b) existan fuertes di-
ferencias en la posición «neta» de los contribuyentes, según sea la
fuente de sus ingresos, las deducciones que pueden realizar y la tasa
correspondiente a su escala; c) el sistema discrimina contra las fa-
milias de bajos ingresos y con mayor número de personas a cargo.
Además, ni los pagos por hijos en el programa de Asignaciones
Familiares ni las deducciones permitidas en el impuesto a los in-
gresos, responden a una evaluación del costo requerido para cubrir
los gastos que demandan las condiciones de vida. Los montos se fi-
jan arbitrariamente y difieren en los distintos programas. Estas dis-
torsiones, ausencias y faltas de equidad hablan a favor de incorpo-
rar la RB para los menores y las personas de mayor edad como un
crédito fiscal efectivo que apunte a construir un sistema de transfe-
rencias fiscales más integrado.
19. Este planteo difiere del propuesto en Brasil como programa de Renda
Mínima (Suplicy, 1992), que se apoya más en la noción de impuesto negativo a los
ingresos.
150 LA RENTA BÁSICA
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152 LA RENTA BÁSICA
1. Introducción
ción ética de la renta básica, cuando se trata de algo inmediatamente evidente, tiende
a dar la impresión de que se acepta implícitamente un enfrentamiento entre la
argumentación ética y la económica. Son los que se oponen a la renta básica quie-
nes debieran fundamentar éticamente su oposición. ¿Qué razón ética se puede esgri-
mir para denegar el derecho a la existencia a una persona?
4. Obsérvese que aunque difícilmente se aceptaría dinero a cambio, millones
de personas han pagado ese precio como consecuencia de luchar por la libertad o
por algunas otras causas más o menos nobles.
5. Desarrollo y libertad, pp. 137-138.
156 LA RENTA BÁSICA
6. Este criterio es difícil de entender para los que no han estudiado un poco de
economía. La razón de este criterio es un análisis de la economía basado en el bie-
nestar subjetivo. Como no es posible comparar el bienestar subjetivo de dos perso-
nas no se puede decir que quitando dinero a un rico y dándoselo a un pobre mejore
el bienestar social total. Esta afirmación choca fuertemente con el sentido común de
la mayoría de las personas, pero esta falta de realismo, que ha sido y es fuertemente
criticada y de la que la mayoría de los economistas son conscientes, no ha impedido
que la economía académica de los últimos 130 años haya estado dominada por
teorías con este tipo de fundamentos. El problema estriba en que no ha surgido nin-
gún sistema de fundamentación alternativo capaz de superar el actual.
EVALUACIÓN ECONÓMICA DE LA RENTA BÁSICA 157
9. Es evidente que en las dos últimas décadas, los sindicatos han estado acep
tando avances tímidos hacia la flexibilización a cambio de contrapartidas limitadas
a colectivos concretos. La renta básica podría ser una contrapartida de carácter
general y mucho más transparente.
10. La introducción de la renta básica sería una ocasión excelente para refor
mar el actual régimen de autónomos. En el caso de los autónomos, la renta básica
podría introducirse, transitoriamente, como una disminución en la cuota de la segu
ridad social al mismo tiempo que se modifica el actual sistema regresivo por uno
proporcional a la renta real.
160 LA RENTA BÁSICA
13. Por ejemplo, la mayor parte de los defensores de la renta básica como
derecho ciudadano piensan en ella como una renta no embargable y, ciertamente, si
se concibe como derecho inherente a la persona debiera estar a salvo de cualquier
tipo de embargo. En cambio, si se concibe como derecho económico en el sentido
de un dividendo social, la renta básica debería poder ser retenida por la Seguridad
Social para el cobro de cualquier tipo de deuda fiscal o incumplimiento de las obli
gaciones económicas de los ciudadanos para con las administraciones públicas.
Parece evidente que en este segundo caso la implantación de la renta básica podría
tener un impacto muy importante en la reducción del fraude fiscal y el afloramien
to de la economía sumergida, mientras que el efecto sería menor en el primer caso.
14. La eficiencia en el contexto de evaluación de programas se define de forma
diferente: el programa A es más eficiente que el programa B si consigue los mismos
resultados utilizando menos recursos, o si consigue mejores resultados empleando
los mismos recursos.
EVALUACIÓN ECONÓMICA DE LA RENTA BÁSICA 165
17. Tal vez los bancos, las compañías de seguros y los intermediarios finan
cieros en general sí tendrían motivos para sentirse preocupados, pues es evidente
que si la renta básica disminuye los riesgos económicos, esto representa algún tipo
de amenaza para quien se lucra de la existencia de los riesgos que disminuyen.
18. Esto puede sonar sorprendente, pero es perfectamente posible reducir los
tipos marginales del IRPF al mismo tiempo que se introduce una renta básica como
168 LA RENTA BÁSICA
8. De la RB eficiente a la RB óptima
Espero haber ilustrado convincentemente las posibilidades de
diseñar una RB eficiente cuyos beneficios totales sean netamente
superiores a los costes que puedan derivarse de su implantación.
Deseo resaltar, sin embargo, que no cualquier RB será eficiente. La
eficiencia de la RB dependerá de toda una serie de condiciones en-
tre las que se cuentan las propias características del modelo de RB,
pero también las circunstancias del país en que se implante. La
propuesta presentada aquí se ha diseñado para ser eficiente en la
España del año 2001, pero podría no serlo en otro país o en otro
tiempo. Por esta misma razón, las conclusiones23 de estudios sobre
los efectos potenciales de la RB en otros países probablemente no
serán aplicables al nuestro. Quisiera referirme, en concreto, a los
estudios de impacto de la propuesta de RB para Irlanda, que ade-
más de ser los más recientes, constituyen un ejemplo de trabajo
bien hecho.24 Las conclusiones de este grupo están en franca con-
tradicción con algunas de las ideas que he presentado. En particu-
lar, encuentran que la RB ocasionaría una caída en la oferta de tra-
bajo y una disminución en los niveles de cualificación, el empleo
agregado posiblemente decrecería algo y también la productividad
media. A largo plazo parece que incluso la influencia sobre el cre-
cimiento económico sería negativa. ¿Cómo es posible obtener con-
clusiones tan distintas? Porque las características de la propuesta
irlandesa y las circunstancias actuales de su economía son muy di-
ferentes. No deseo extenderme mucho, pero la cantidad propuesta
es más del doble, para financiarla se elevan 20 puntos porcentuales
los tipos marginales de los impuestos sobre la renta e Irlanda se en-
cuentra actualmente en situación de virtual pleno empleo después
de varios años de mantener tasas de crecimiento del PIB del orden
del 5 % anual. Esa propuesta, para esas circunstancias, no es, des-
de luego, una RB eficiente.
El concepto de RB eficiente está en relación con la posibilidad
teórica de existencia de una RB óptima. Ilustraré esta idea con la
evolución que cabría esperar a lo largo del tiempo de la oferta de
trabajo (número de personas que se ofrecen para trabajar) a medi-
da que el importe de la RB va aumentando y progresa la flexibili-
23. Las conclusiones no son aplicables, pero los métodos empleados para
obtenerlas sí.
24. Los informes completos del grupo de trabajo sobre renta básica pueden
descargarse en Internet en http://www.irlgov.ie/taoiseach/publication/basicinco-
me/Overview/html
EVALUACIÓN ECONÓMICA DE LA RENTA BÁSICA 171
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EVALUACIÓN ECONÓMICA DE LA RENTA BÁSICA 173
1. Las reflexiones siguientes son resultado de una discusión que mantuve en una
cena con Dani Raventós, Rubén Lo Vuolo y Albert Demetrio en Madrid allá por el mes
de marzo pasado. Entre otras muchas cosas, hablamos del ecumenismo de la pro-
puesta de la renta básica, idea que intenté combatir. Agradezco al propio Dani Raventós
que me haya brindado esta oportunidad de explayarme un poco en mis razones.
178 LA RENTA BÁSICA
2. Cfr. J. Elster (1988), «Comentario sobre Van der Veen y Van Parijs», Zona
Abierta, 46/47 (enero-junio de 1988), p. 127.
3. Barcelona: Ariel, 1999.
LA RENTA BÁSICA: ¿UNA PROPUESTA ECUMÉNICA? 179
2. Las consecuencias
En realidad, los efectos por los que hemos venido valorando
—al menos la izquierda— la RB se resumen en uno fundamental:
la libertad entendida como no dominación, naturalmente, gracias a la
independencia material que se supone confiere a sus beneficiarios.
La RB, suponemos, da libertad al ama de casa porque le brinda in-
dependencia económica frente al marido, facilitando la salida y la
voz frente a inercias de dominación por parte de este último. La
RB, suponemos, da libertad al trabajador porque fortalece su posi-
ción de retirada (fallback position) y le permite elegir (más) autó-
nomamente el trabajo a realizar. La RB, suponemos, da libertad al
desempleado porque lo emancipa del estigma de los subsidios pú-
blicos; y da libertad al pobre porque lo emancipa de la limosna y la
caridad. En realidad, todos los otros beneficios inducidos por la RB
se derivan de este efecto fundamental de la libertad. Porque el tra-
bajador es más libre —más independiente—, puede, por ejemplo,
aspirar a gozar de mayores niveles de autorrealización en el trabajo;
porque el desempleado es más libre de estigmas y el pobre es más
libre de la compasión ajena, pueden ambos aspirar a llevar una vi-
da más digna. Dignidad y autorrealización son valores apreciables
4. R. Van der Veen y P. Van Parijs (1988), «Subsidios universales frente a socia-
lismo», Zona Abierta, 46/47 (enero-junio de 1988), p. 135.
180 LA RENTA BÁSICA
1
Philippe Van Parijs ha justificado normativamente la renta bá-
sica derivándola de la concepción de la justicia como equidad de
John Rawls. Dani Raventós ha argüido en su libro que la renta bá-
sica es prima facie compatible también con idearios normativos tan
distintos como el llamado «libertarianismo» y el republicanismo
político. De esa compatibilidad puede sacarse la conclusión de que
la renta básica es una propuesta «ecuménica», lo que en la práctica
quiere decir que es capaz de atraerse el sostén de un amplio espec-
tro político, que puede ir del centro derecha a la izquierda radical.
Andrés de Francisco disputa esto último con argumentos un
tanto enredados. En este papel me propongo sugerir una vía que
aclare el enredizo.
Hay al menos dos incoherencias en el planteamiento de AdF.
Una inconsistencia local, que afecta a un paso —crucial— de su ra-
zonamiento, y una incongruencia global, que empaña el conjunto
de su constructo argumentativo.
La incongruencia global —no llega a inconsistencia— del papel
de AdF me parece venir del hecho de que empieza amagando con
una redonda negación del ecumenismo de la renta básica —y, con-
trario sensu, con la afirmación de que la renta básica, cuando está
bien de verdad, cuando se «concreta», es porque se incardina en un
programa verdaderamente de izquierda—, para acabar sosteniendo
que la noción de libertad de una izquierda democrático-republica-
na exige «ir más allá de la renta básica» (pp. 181 y ss.), y, además,
tomar la propuesta de la renta básica con un grano de sal.
186 LA RENTA BÁSICA
2
Pero a AdF le interesan más las consecuencias de la RB desde
la perspectiva de la libertad republicana. Comparto, obvio es decir-
lo, ese interés.
AdF presenta como consecuencias más importantes de la RB
las que tienen que ver con la capacidad de una RB suficientemente
generosa para alterar, a favor de los dominados, la correlación de
fuerzas entre grupos y clases sociales (mujeres y trabajadores asa-
lariados son sus ejemplos más invocados). Estoy de acuerdo con él
en que ésta es una consecuencia muy importante. También me pa-
rece pertinente y aguda su observación de que el complejo de inte-
reses que constituye la urdimbre de la dominación no abdicará ver-
sallescamente de sus posiciones de poder y privilegio, plegándose a
la universalización de una renta básica que tenga esas consecuen-
cias manifiestamente promotoras de la libertad republicana. Pero
precisamente:
¿Cuál es la mejor forma de promover una renta básica universal
que baste a erradicar la pobreza? ¿Cómo se puede conquistar a la
opinión pública? ¿Cómo allanar políticamente el camino de la RB?
Veo dos vías posibles. Una consiste en decir: una renta básica tie-
ne tales y tales consecuencias estimables normativamente, sean esas
consecuencias la maximinimización de autoestima e ingreso, la pro-
moción social y civil de la libertad política republicana, el robusteci-
miento de la autopropiedad libertariana, o cualesquiera otras que
queramos. Si, como Dani Raventós ha mostrado, la RB resultara
compatible con todos esos diversos idearios normativos, entonces po-
dríamos decir que la RB es ecuménica. Ese ecumenismo, digamos,
«consecuencialista», se puede estrellar fácilmente contra el espeso di-
que de los intereses de la dominación, como bien sugiere AdF.
El otro camino, en cambio, consiste en presentar la lucha por
la RB universal como una continuación de la lucha por los dere-
chos de ciudadanía. Es decir, como la continuación de una secular
lucha por derechos constitutivos, no instrumentales.
Llegados a este punto, resulta muy natural hacer una analogía
con la ampliación fundamental de los derechos de ciudadanía que
significó la universalización del sufragio entre finales del siglo XIX y
mediados del xx. La batalla decisiva en la guerra del sufragio uni-
188 LA RENTA BÁSICA
3
Me parece que el ecumenismo interesante y políticamente fér-
til de la RB se halla por esta segunda vía, digamos, para entender-
nos, «deontológica». La pobreza es un escándalo para todos. O, pa-
ra ser más exacto, nadie en uso de la razón pública puede dejar de
afectarlo. Sean cuales fueren los méritos del orden económico, so-
cial e institucional vigente, lo cierto es que no ha conseguido erra-
dicar ese escándalo, ni va camino de ello. Que en el Reino de Espa-
ña haya más de un 20 % de la ciudadanía (8 millones) por debajo
de la línea de pobreza es tan o más escandaloso que el que en la Re-
pública Argentina ese porcentaje rebase el 40 % (más de 15 millo-
nes). ¿Qué clase de ciudadanos son éstos? ¿A qué les habilitan los
derechos ciudadanos que ya tienen conquistados —como el del su-
fragio— si no tienen garantizado el derecho a la existencia? Raven-
tós se acuerda con razón de Robespierre y de Tom Paine —los más
elocuentes entre los primeros defensores republicanos modernos
del sufragio de los pobres—: no hay ciudadanía plena sin un nivel
digno de subsistencia garantizado. Si llega un día en que los parti-
darios de la RB consiguen barrer de la opinión pública las apela-
ciones a las posibles consecuencias de garantizar incondicional-
mente su subsistencia a toda la ciudadanía, habrán ganado la bata-
lla decisiva. La convergencia ecuménica respecto de la RB universal
SOBRE EL «ECUMENISMO» DE LA RENTA BÁSICA 189
4
Es probable que una buena parte de la confusión sobre si hay
que justificar o no deontológicamente la RB y sobre si ésta puede o
no llegar a ser ecuménica deriva del hecho de que, por lo común,
las defensas normativas de la RB apelan a teorías de la justicia dis-
tributiva. Pero es posible que el formato de una teoría de la justicia
distributiva —sea ella la que quiera— no sea un formato que baste
a la promoción política práctica de la idea de la renta básica uni-
versal para toda la ciudadanía. Por dos motivos:
En primer lugar, las teorías de la justicia distributiva —y desde
luego, la de Rawls— están concebidas como teorías «ideales», es
decir, como teorías concebidas para fijar criterios abstractos de dis-
tribución del producto social, Pero las teorías «ideales» ignoran de-
liberadamente —como nos enseñó Rawls (Th. OfJus., pp. 8 y ss.)—
los problemas de motivación de los agentes y, por lo mismo, los
problemas de diseño institucional.
En segundo lugar, las teorías de la justicia, incluso en su forma
ideal, se concentran únicamente en «los aspectos distributivos de la
estructura básica de la sociedad». Si se quieren tener en cuenta más
aspectos se entra en el terreno, más completo, de un «ideal social»
(Rawls, op. cit., p. 9).
Ahora bien; el republicanismo político que interesa a AdF se
distingue de una teoría de la justicia distributiva precisamente por
estas dos notas: porque no es una teoría «ideal» (los problemas de
diseño institucional y las motivaciones de los agentes y la calidad
de la virtud ciudadana son cruciales); y porque tiene en cuenta más
aspectos que los puramente distributivos (acercándose así a un
«ideal social», más completo).
Y bien; ¿qué relación guarda todo esto con el posible ecume-
nismo político de la RB? Tal vez un ejemplo la aclare:
Se ha dicho muchas veces que los Estados del Bienestar habían
generado una especie de derechos «de segunda generación», incor-
porando elementos sociales y económicos a los derechos cívicos y
políticos de «primera generación». A veces, se dice también que es-
tos primeros son formales, mientras que los de segunda generación
serían «materiales».
Se puede observar que los llamados «derechos de segunda ge-
neración económico-sociales», piénsese de ellos lo que se quiera, tie-
190 LA RENTA BÁSICA
nen que ver con aspectos distributivos; y por lo mismo, con méritos,
deméritos y responsabilidades, como ocurre siempre con construc-
tos normativos distributivos. Quien se empeña en redistribuciones
bienestaristas, siempre lo hace con la justificación normativa de que
los beneficiarios de esas redistribuciones no merecen o no son res-
ponsables de su estado de desamparo o de vulnerabilidad social. La
sociedad toda, y el Estado como su agente, les debería, pues, una
compensación proporcional y condicionada a su desgracia.
Característica de la derecha, en cambio, ha sido siempre el ne-
gar esa justificación también en términos de merecimiento y res-
ponsabilidad: los pobres, los parados, los desamparados, los vulne-
rables, los humillados, los excluidos, lo serían por responsabilidad
propia; de aquí que los conservadores consideren una cuestión de
justicia distributiva el negarles asistencia, el oponerse a redistribu-
ciones del producto social.
Ahora bien; la propuesta de RB universal, hasta donde yo la
entiendo, quiebra precisamente la dinámica de esta confrontación
derecha/izquierda. No —¡cuidado!— porque la cancele o la supere.
Sino porque sitúa el problema de la pobreza fuera del debate dis-
tributivo.
Que la sitúa, parcialmente al menos, fuera del debate distribu-
tivo me parece claro, si atendemos al hecho de que la RB no va
condicionada a méritos ni a responsabilidades. Tampoco es pro-
porcional: su monto no es proporcional ni al mérito ni, al revés, a
la desdicha del receptor. Es incondicional y parigualitaria.
5
Pero con decir que la propuesta de RB puede situarse, parcial-
mente al menos, fuera del debate distributivo, no se aclara todavía
dónde puede situarse, o mejor aún, dónde debe situarse para au-
mentar sus posibilidades de promoción político-práctica.
Mi impresión es que debe situarse, en la medida de lo posible,
en el terreno de los derechos constitutivos de la ciudadanía. De
aquí que aparezca tan natural la comparación de la RB con la ex-
tensión de esos derechos que fue la introducción del sufragio uni-
versal. Que los llamados derechos de «segunda generación» bienes-
taristas hayan podido contraponerse como «derechos materiales» a
los supuestos «derechos formales» cívico-políticos tiene que ver, en
no escasa medida, con el hecho de que involucraban por mucho as-
pectos distributivos, de mérito, de responsabilidad y de proporcio-
nalidad. No la RB; lo mismo que los derechos constitutivos de la
SOBRE EL «ECUMENISMO» DE LA RENTA BÁSICA 191
TABLA 11.1.
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V
RENTA BÁSICA Y FUERZA NEGOCIADORA DE
LOS TRABAJADORES1
por DAVID CASASSAS Y GERMÁN LOEWE
5. Una sólida síntesis del discurso de la libertad real, junto con otros cons-
tructos normativos, como fundamentación de la deseabilidad ética de la propuesta
de la renta básica puede encontrarse en Raventós (1999).
6. Véase su trabajo «Repensar el empleo, repensar la vida», incluido en este
volumen.
7. Nótese que presentar la renta básica como factor desencadenante de un incre
mento del poder de negociación de los trabajadores no implica considerar tal medida
como la única forma posible de aumentar esa fuerza negociadora. En efecto, existe la
posibilidad de fijar legalmente una serie de condiciones de mínimos, esto es, de trazar
la frontera de lo innegociable: la jornada laboral, el salario mínimo o las formas de
contratación y de despido, entre otros, son aspectos cuya definición previa revigoriza
la posición de los trabajadores en la mesa de negociación. Ahora bien, el análisis del
encaje de tales propuestas en un escenario en el que se haya aplicado alguna forma de
renta básica es algo que dista de las posibilidades del presente trabajo, cuyo objetivo
quiere quedar acotado al impacto de la medida que nos ocupa.
8. En este contexto, la noción de estado de naturaleza, recurrida con frecuencia
en el ámbito de la teoría de juegos, en particualar, y, en general, en el de las ciencias
sociales, actúa como supuesto heurístico —es evidente que en materia laboral, en la
negociación de convenios, nunca se parte de cero: siempre ha habido rondas de nego
ciación previas—, con el que se busca presumir un statu quo —un escenario inicial en
el que se concentran los esfuerzos para la consecución del contrato— que, a su vez,
aparece como punto de llegada en caso de rompimiento de negociaciones.
208 LA RENTA BÁSICA
14. La teoría económica explica la actitud frente al riesgo a través del análisis
de las preferencias de los individuos ante la incertidumbre. En esta dirección, los
amantes del riesgo son aquellos individuos para los que, por ejemplo, es preferible
tener, antes que cien unidades monetarias garantizadas, el diez por ciento de posibi
lidades de obtener mil. Los aversos al riesgo, por el contrario, son los que prefieren
cien unidades monetarias seguras al diez por ciento de posibilidades de obtener mil.
15. Es común entre los economistas, para quienes la función de utilidad del
dinero es cóncava, afirmar que la utilidad marginal del individuo pobre crece más
rápidamente. Para un individuo pobre, una unidad monetaria adicional significa
mucho más de lo que supone para uno rico, quien por esa misma razón tiene mucho
menos que perder si no se cierra ningún trato.
212 LA RENTA BÁSICA
riesgos —si bien es cierto que tienen menos que perder, el menos-
cabo de su haber puede resultar especialmente trágico—; y, final-
mente, como es obvio, cuentan con un valor de desacuerdo menor16
(Elster, 1991). De ello se sigue sin demasiadas complicaciones que
la introducción de una renta básica, por las tres razones apuntadas,
debería dotar a los más débiles de mayor fuerza negociadora en la
arena laboral.
No obstante, si bien el conjunto de conclusiones que se deri-
van de las consideraciones aducidas parece plausible, una aproxi-
mación formal a las mismas resultará altamente esclarecedora. En
esta dirección, tal y como se ha señalado, en la sección tercera se
traerán a colación los resultados más relevantes que la teoría de
juegos ofrece en relación con el tema que nos ocupa. Cierto es que
los axiomas de los que las teorías formales de la negociación par-
ten no siempre hallan una base empírica en los mercados de tra-
bajo. Por lo pronto, tales teorías se encuentran a expensas de los
fallos de la racionalidad supuesta en los agentes. Más aún, prácti-
cas habituales en los mercados de trabajo ponen en entredicho el
alcance de sus derivaciones: sin ir más lejos, la teoría de los con-
venios desatiende aspectos tan significativos como la posibilidad
de que, en un contexto caracterizado por la pertenencia a organi-
zaciones sindicales diferentes de trabajadores que realizan una
misma actividad, se formen coaliciones entre la empresa y un sin-
dicato contra otro sindicato.
Pero ahogar bajo consideraciones de esta guisa el vigor expli-
cativo de modelos como los que se discutirán supone un error me-
todológico que debe ser evitado a todas luces. Que entre una teoría
y la realidad por ella referida medie una brecha no es algo que de-
ba inquietar a nadie. Entre otras cosas, esta suerte de hiato ontoló-
gico entre una y otra es lo que explica que, por ejemplo, la teoría
marxiana de la explotación no sea explotadora. En este punto, un
modelo teórico, que supone la aplicación de una teoría al estudio
de una realidad determinada, lejos de quedar en entredicho como
consecuencia del carácter formal de la axiomática de la teoría, ha-
llará la legitimación de su uso en el reconocimiento de que la reali-
dad objeto de estudio presenta características que pueden ser razo-
nablemente capturadas por los supuestos de aquélla.17
18. Estas dos figuras actúan aquí como representantes de cualquier unidad de
decisión relevante para un proceso de negociación en el mercado laboral. Del mismo
modo, podríamos hablar de la patronal y del sindicato, o de un consejo directivo de
una empresa y del representante sindical.
214 LA RENTA BÁSICA
Utilidad
del empresario
Utilidad
del trabajador
FlG. 12.1.
res, entre los que cabe destacar a Kalai y Smorodinski (1975), han tratado de susti-
tuir dicho axioma manteniendo el resultado de una única solución al problema. Sin
embargo, el axioma alternativo que tales autores proponen resulta menos realista,
por lo que arroja resultados menos satisfactorios que los que se derivan de la asun-
ción del axioma original de Nash (Binmore, 1998). Con la solución de Kalai-
Smorodinski, por ejemplo, la mayor aversión al riesgo de una de las partes no daña
su poder de negociación, lo cual resulta una descripción de la realidad más bien
dudosa. En este sentido, y pese al relativo éxito de la solución Kalai-Smorodinski, se
puede afirmar que lo que llevaron a cabo estos autores no fue más que un ejercicio
matemático con el que pretendían demostrar que la solución única para el proble-
ma de negociación no exige necesariamente el sistema de axiomas de Nash.
24. La razón por la cual la solución al problema de negociación pasa preci
samente por la maximización del producto de las utilidades de los negociadores
se encuentra en el razonamiento matemático desarrollado por Nash (1950).
Comprender este resultado exige un análisis del sistema axiomático del modelo de
Nash que excedería las posibilidades de este texto.
25. Nótese que este resultado difiere de la propuesta utilitarista, según la cual,
el reparto de los recursos debe maximizar la suma de las utilidades de los implica
dos en la negociación. El hecho de que la aproximación utilitarista a este problema
sea de carácter normativo no hace, a nuestro juicio, sino enfatizar la relevancia de
la aportación, estrictamente positiva, de Nash.
RENTA BÁSICA Y FUERZA NEGOCIADORA DE LOS TRABAJADORES 217
max(ue - ξe ) a (ut – ξt )b
s.a.
u≥ ξ
33. Nótese que, si bien surgen de constructos conceptuales que no deben ser
confundidos, la libertad real y la libertad republicana como no-dominación hallan
un punto de encuentro en la preocupación por la independencia socioeconómica
como condición de posibilidad de la oportunidad para cumplir los planes de vida
planteados, esto es, como condición necesaria para la capacidad para convertir los
medios en fines (Sen, 1997) sin que nadie pueda, de resultas de unos privilegios
socioeconómicos determinados, interferir en ello.
222 LA RENTA BÁSICA
Bibliografía
Binmore, K. (1998): Game Theory and the Social Contract, vol. 2: Just Pla-
ying. Cambridge, Massachusetts, The MIT Press. Doménech, A. (1989):
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— (1999): «Cristianismo y libertad republicana. Un poco de historia sacra
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talismo, si hay algo que pueda hacerlo? Barcelona, Paidós.
Von Neumann, J. y Morgenstern, O. (1944): The Theory of Games and Eco-
nomic Behavior. Princeton, Princeton University Press.
VI
LA RENTA BÁSICA UNIVERSAL
Y EL IMPUESTO PLANO
(respuesta a «Una Renta Básica para todos»,
de Philippe Van Parijs)
1. Justicia
Cuando comparamos la media de ingresos de los países ricos
con la de los países del Tercer Mundo encontramos diferencias
enormes que, de forma segura, no se deben simplemente a dife-
rencias en las motivaciones por ganar dinero. La holgazanería no
es la principal causa de la pobreza. Una explicación más plausible
de estas diferencias es que están disponibles mayores recursos per
cápita en unos países que en otros; de hecho, ésta es la explicación
umversalmente aceptada. Estas diferencias no son simplemente
una cuestión de acres de tierra o de toneladas de carbón o mineral
de hierro, sino, en mayor medida, diferencias en el capital social,
224 LA RENTA BÁSICA
2. Incentivos
Los economistas siempre son rápidos en esgrimir que la gente
debe ser adecuadamente incentivada para que sea productiva. Si
la retribución media al esfuerzo se redujera uniformemente por
un factor de tres, no está claro por qué se reduciría la motivación
para ganar más. El comportamiento de familias con dos fuentes
de ingresos en Estados Unidos sugiere que el deseo de ingresos es-
tá más relacionado con los procesos de comparación social que
con la cantidad de salario real después de impuestos o el deseo re-
lativo de bienes y ocio. Cuestiones similares se pueden plantear so-
bre los ahorros o la acumulación de capital, si bien al discutirlas,
los ahorros privados no deberían disociarse del ahorro social (del
gobierno o de los procesos de intercambio social en sí mismos),
que comúnmente provoca externalidades que no son evaluadas
por el mercado y no aparecen en ningún lugar en las cuentas so-
ciales. En cualquier caso, las cuestiones sobre los incentivos para
trabajar y para el ahorro son cuestiones empíricas que deben ser
resueltas por la experimentación y la observación y no por medio
del debate filosófico.
Me he centrado en la RBU en una sola nación. Déjenme man-
tener aparte las cuestiones de justicia en la reasignación de renta
entre naciones, y observen simplemente, como lo han hecho mu-
chos economistas del desarrollo, que la reasignación se puede lo-
grar a un relativamente bajo coste exportando conocimiento en vez
de recursos tangibles. Es cierto que los ingresos per cápita en las
naciones ricas podrían declinar con el aumento de la competitivi-
dad de esas naciones pobres dotadas de mayores niveles de conoci-
miento, pero, de nuevo, los efectos de exportar los conocimientos
técnicos, lejos de ser simplemente supuestos, deben ser evaluados
empíricamente. Mientras tanto, la extensión de las corporaciones
multinacionales, con su poder para colocar capital a lo largo del
globo, puede resolver la cuestión, para mejor o para peor, antes de
que nuestras cuestiones empíricas se completen. La memoria histó-
rica sugiere que los intentos de mantener los avances tecnológicos
dentro de los límites nacionales generalmente no tienen éxito a lar-
go plazo.
Ninguna discusión sobre la redistribución de ingresos debería
concluir sin considerar su impacto sobre la conservación de los re-
cursos y la población. La sostenibilidad debe ser una preocupa-
ción central en todas las cuestiones de política social nacional y
global. El aumento de ingresos ha sido, en los siglos recientes, el
medio más potente que se ha encontrado para estabilizar las po-
226 LA RENTA BÁSICA
Acuerdo, 27, 28, 37, 67, 100, 122, Democracia, 7, 40, 110, 117, 120,
157, 158, 164, 178, 179, 181, 121, 125,182, 183, 194
187, 91,215,223 Demogrant, 44
Argentina, 15, 33, 34, 139, 140, 141, Deontologismo, 193, 194
142, 143, 144, 145, 146, 147, Dependencia, 31, 59, 69, 72, 179,
148,149,188 219, 220
Autonomía, 77, 78, 97, 115, Derechos de ciudadanía, 120, 187,
143,180,206, 221 194
Autotelismo, 182 Derechos humanos, 115, 116
Aversión al riesgo, 114, 216, 217, Desacuerdo, 27, 179, 186, 210, 211,
218,219 212, 215, 216, 217, 218, 219, 220
Desigualdad, 22, 28, 155, 164, 166,
168,200, 202, 203
Dominación, 26, 30, 31, 32, 39, 77,
179, 180, 182, 183, 187, 194, 219,
Basic Income European Network, 11, 220,221
12, 13, 44, 105
Bien Individual, 32
Bien Social, 32
Brasil, 33, 140, 142, 146, 149, 151 Ecumenismo (de la RB), 17, 185
Empleo, 13, 16, 47, 50, 53, 55, 56,
57, 59, 68, 69, 71, 72, 73, 75, 76,
78, 82, 87, 88, 90, 97, 109, 110,
Caja de resistencia, 212 111, 112, 113, 115, 116, 118, 119,
Canadá, 15, 16, 33, 38, 127, 128, 122, 123, 125, 133, 139, 141, 142,
129, 130, 131, 208 143, 144, 145, 146, 147, 148, 151,
Carrera profesional, 113 157, 161, 163, 164, 165, 170, 171,
Centralidad del trabajo, 122 207,222
Chile, 140, 142 Equidad, 37, 81, 82, 88, 148, 154,
Ciudadanía, 15, 16, 18, 21, 25, 26, 163, 164, 165,185, 186
31, 32, 34, 37, 38, 39, 40, 60, 64, Esclavitud, 31, 123
74, 76, 87, 93, 105, 111, 115, 119, Estado del Bienestar, 12, 48, 54, 64,
120, 124, 130, 140, 153, 160, 177, 70, 71, 72, 73, 74, 77, 84, 92, 94,
178, 182, 188, 189, 190, 191, 194, 95, 103, 104, 105, 118, 128, 172,
195,198, 203, 221, 222 198
Consecuencialismo, 193, 194 Ética del trabajo, 68, 110, 111, 113,
Crédito fiscal, 49, 147, 148, 150 115
228 LA RENTA BÁSICA
Exclusión, 34, 40, 71, 72, 73, 78, 90, dominación, 39, 40, 181, 187, 195,
105, 106, 112, 115, 117, 120, 140, 221, 222
141, 148, 152, 155, 163, 222 Libertad formal, 52, 206
Externalidades, 224, 225 Libertad real, 13, 43, 51, 57, 78, 85,
90, 102, 106, 123, 125, 155, 173,
178, 181, 198, 199, 202, 203, 206,
207,219,220,221,222
Familia, 24, 35, 48, 71, 76, 77, 78, Libertarismo, 29, 29
91, 103, 112, 124, 146, 147, 149,
150,159, 224
Feminismo, 57
Financiación, 16, 33, 34, 38, 50, 58,
66, 70, 80, 94, 96, 129, 130, 166, Meritocracia, 88, 89, 90
177, 197, 208
Fiscalidad, 95
Fundamentación normativa, 12, 13, Negociación, 150, 164, 199, 207,
25, 26, 27 209, 210, 211, 212, 213, 214, 215,
216,217,218,219
Neutralidad, 30, 37, 92
Género, 60, 72, 77
Grupo de vulnerabilidad, 32
Oferta de trabajo, 39, 59, 170, 171,
Impuesto Negativo sobre la Renta, 209
48,49 Impuesto plano, 60, 129, Oportunidad, 35, 40, 59, 88, 115,
133, 134, 120, 121, 161, 162, 177,206,221
136, 137, 223, 224
Incentivos, 53, 57, 149, 160, Paro, 23, 34, 35, 36, 49, 53, 56, 57,
169,181, 208, 223, 225 111, 120, 122, 155, 186
Independencia socioeconómica, 31, Paternalismo, 78, 91
220, 221 Pensiones contributivas, 72, 73, 76,
Individualización, 77, 78 81
Incondicionalidad, 60, 64, 95, 149, Pensiones no contributivas, 73, 148
179 Ingreso ciudadano, 12, 34, Pobreza, 22, 23, 33, 34, 35, 36, 37,
40, 105, 43, 49, 50, 52, 53, 54, 57, 58, 69,
106, 139, 151, 152,222 70, 71, 72, 73, 74, 76, 84, 90, 93,
Interferencia arbitraria, 30, 32, 183 95, 96, 117, 120, 129, 141, 142,
Interferencia no arbitraria, 31 145, 146, 148, 149, 150, 151, 152,
153, 155, 157, 163, 164, 165, 166,
168, 172, 209
Jornada laboral, 53, 54, 55, 59, 207, Poder contractual/poder de negocia-
209 Justicia, 28, 43, 45, 51, 88, ción/fuerza negociadora, 17, 207,
178, 185, 209, 216
186, 189, 190, 194, 197, 199, 222, Polarización, 17, 201
223,224, 225 Precarización, 114,
Problema de negociación de Nash,
Liberalismo, 30 215
Protección, 52, 56, 65, 66, 67, 69, 71,
Libertad (republicana) como no-
ÍNDICE ANALÍTICO 229
72, 73, 76, 79, 80, 83, 86, 87, 93, Sostenibilidad, 225
96, 104, 112, 115, 141, 149, 159 Subsidio universal garantizado, 21,
Punto de desacuerdo, 217 105, 199, 222
Subsistencia, 24, 40, 43, 44, 46, 48,
68, 85, 95, 186, 188, 195, 208
Racionalidad, 103, 141, 214 Sufragio universal, 21, 40, 61, 187,
Reciprocidad, 37, 38, 39, 60 189, 190, 191, 194
Red Renta Básica, 11, 12, 16, 153
Redistribución, 11,12, 29, 33, 37, 38,
74, 75, 76, 80, 81, 83, 84, 91, 92, 93, Teoría de juegos, 207, 209, 211, 212,
94, 97, 101, 116, 139,165, 168 213
Reino de España, 15, 22, 30, 33, 34, Teoría de la justicia, 178, 189, 194
157 Trabajadores, 37, 38, 39,44, 47, 49,
Renta Básica, 9, 11, 12, 13, 15, 16, 53, 54, 55, 59, 60, 67, 69, 72, 73,
17, 18, 21, 33 37 38 39 40 43, 74, 75, 78, 79, 82, 86, 90, 91, 102,
45 49 57 58 59 61 63 64 70 113, 115, 120, 142, 143, 144, 147,
98, 100, 104, 119, 127, 128, 139, 161, 162, 180, 186, 187, 199, 205,
141, 145, 148, 150, 153, 154, 155 206, 207, 208, 209, 212, 213, 214,
158, 159, 162, 164, 166, 167, 168, 219, 22, 221
169, 170, 171, 172, 177, 186, 207, Trabajo doméstico, 23, 24, 25, 146
208 209 220 Trabajo remunerado, 23, 26, 34, 35,
Rentas Mínimas de Inserción, 22, 36, 59, 97, 161, 186, 198
73 104 165 Trabajo voluntario, 23, 24, 25
Reparto, 29, 63, 64, 65, 79, 80, 81, Trampa de la pobreza, 35, 50, 73,
96, 100, 101, 103, 119, 122, 152, 149, 197, 198, 199
214 216 218 Trampa del paro, 35, 36
Republicanismo, 30, 31, 32, 40, 220
Riesgo, 28, 50, 59, 68, 74, 114, 118, Umbral de pobrezaj 58,163, 209
167, 211, 216 Unión Europea, 22, 23, 33, 34, 44,
45,47,95, 112, 122, 153
Utilidad, 100, 102, 115, 117, 211,
Salario, 22, 24, 33, 38, 40, 54, 64, 65, 215, 216, 217, 218, 219
74, 76, 82, 83, 84, 86, 87, 88, 91,
97, 103, 105, 112, 119, 120, 122,
142, 159, 162, 163, 207 Valor de desacuerdo, 212
Sistema contributivo, 69, 71, 83, 98 Verdes, 46, 56, 57
Solución de negociación de Nash, Viabilidad económica, 121
214,216,218 Viabilidad política, 45, 95
Las páginas web imprescindibles sobre la Renta Básica:
www.redrentabasica.org
La página WEB de la asociación Red Renta Básica (RRB)
www.basicincome.org
La página WEB del Basic Income European Network (BIEN)
www.citizensincome. org
La página WEB del Citizen s Income Study Centre (CISC)
www.geocities.com/~ubinz
La página WEB del Universal Basic Income New Zealand (UBINZ)
www.widerquist.com/usbig/index.html
La página WEB del United States Basic Income Guarantee Network
(USBIG)
Agradecimientos ........................................................................................... 9
Autores ......................................................................................................... 11
Prólogo ................................................................................................ 15
PRIMERA PARTE
GENERAL
CAPÍTULO 1. La Renta Básica: introito, por DANIEL RAVENTÓS . . . . 21
1. Qué es la RB (y lo que no es) ..................................................... 21
2. El substrato de la propuesta de la RB........................................... 22
3. Los 3 tipos de trabajo .................................................................. 23
4. Los dos obstáculos que debe superar toda propuesta social 25
5. El obstáculo normativo ................................................................. 26
6. La justificación libertariana ........................................................ 27
7. La justificación republicana ........................................................ 30
8. El obstáculo técnico ................................................................... 33
9. La RB y las trampas de la pobreza y del paro............................... 34
10. La crítica de no reciprocidad y el verdadero fundador del
cristianismo, Pablo de Tarso ......................................................... 37
11. Sufragio universal y RB .............................................................. 39
Bibliografía ..................................................................................... 40
CAPITULO 2. Una Renta Básica para todos, por PHILIPPE VAN PARUS 43
1. Definición de RBU ........................................................................ 45
2. La RBU y los programas existentes................................................. 47
3. La RBU y algunas alternativas ..................................................... 48
4. Impuesto negativo sobre la renta .................................................. 49
5. La Sociedad de los Partícipes ....................................................... 50
6. Justicia ......................................................................................... 51
7. Empleos y crecimiento .................................................................. 52
8. Preocupaciones feministas y verdes .............................................. 56
9. Algunas objeciones ................................................................ 57
234 LA RENTA BÁSICA
1. Introducción .................................................................................. 63
2. Un poco de historia: el conflicto origen de los sistemas con
tributivos ....................................................................................... 66
3. Las limitaciones del principio contributivo como mecanismo
de cohesión social (y la alternativa de la Renta Básica) . . . . 70
3.1. Exclusión, dualización y persistencia de la pobreza . . . 71
3.2. El problema de la redistribución..................................... 74
3.3. Inadecuación a los cambios en las formas de vida y de
familia .................................................................................. 76
4. Los «mitos» del principio contributivo ..................................... 78
4.1. Un fondo estable y finalista ............................................. 79
4.2. El establecimiento de un «contrato generacional» . . . 80
4.3. La equidad y proporcionalidad de los derechos contri
butivos ................................................................................ 81
4.4. El mantenimiento de rentas ......................................... 82
4.5. La implicación de las clases medias en la provisión pú
blica ..................................................................................... 84
4.6. Las prestaciones contributivas como «salario diferido» 86
5. La justificación normativa del principio contributivo ....... 87
5.1. Justicia distributiva, meritocracia y contributividad . . . 88
5.2. Miopía e irresponsabilidad ............................................ 90
5.3. Qué puede justificar la reproducción de rentas (si hay
algo que pueda hacerlo) ................................................ 92
6. La alternativa de la RB y su viabilidad..................................... 94
6.1. Algunas cuestiones sobre la financiación de una RB .. 94
6.2. ¿Es viable una sustitución de los sistemas contributi
vos por la Renta Básica .................................................... 98
6.3. ¿Una posible alternativa?: Renta Básica más fondo pú
blico de capitalización ...................................................... 100
Bibliografía ............................................................................................ 102
SEGUNDA PARTE
ESPECÍFICO
TERCERA PARTE
GLOSAS