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Astronomia UD 2
Astronomia UD 2
B) Saturno
C) Urano
D) Neptuno
F) Asteroides y meteoritos
G) Cometas
A) Júpiter
Júpiter es sin duda el mayor planeta de todo el sistema solar, contiene él solo más
masa que el resto de los planetas juntos. Además de su masa, su tamaño también es
impresionante. En su interior podrían caber más de 1.000 planetas como la Tierra. Su masa
asciende a más de 1.900.000.000 trillones de toneladas (318 veces más que la Tierra). Tiene
un diámetro de 143.000 km (12 veces el terrestre) y traza su órbita a 5,20 UA del Sol, por lo
que necesita casi 12 años terrestres para completar una vuelta completa sobre la estrella.
Júpiter (Zeus para los griegos) era el rey de los dioses y el mandatario del Olimpo. Su
estructura es realmente única en el sistema solar. Se puede decir que la composición de
Júpiter es igual a la del Sol. Al tratarse de un planeta gaseoso, no rocoso, no tiene una
“superficie” propiamente dicha. Cuando observamos una imagen de estos planetas en una
fotografía o con la ayuda de un telescopio, lo que vemos no es más que la parte superior de las
nubes que componen su atmósfera.
Alrededor de este núcleo rocoso se extiende una gruesa capa de unos 40.000 km de
espesor de la variedad más exótica de hidrógeno que se conoce, el hidrógeno metálico
líquido. Esta variedad de hidrógeno solo se puede alcanzar a presiones superiores a 4
millones de veces la terrestre y a temperaturas de entre 10.000 y 30.000 K. En estas
condiciones tan extremas, el hidrógeno no es un gas, sino un líquido conductor de la
electricidad que forma un intenso campo magnético. Esta zona es probablemente la que forma
Sin duda, la parte de Júpiter que más se ha estudiado es la zona superior de sus
nubes, visible desde la Tierra con un telescopio, y que ha sido objeto de estudio de numerosas
sondas así como del telescopio espacial Hubble.
Estos vientos dan lugar al característico aspecto de este gran planeta, un buen número
de bandas coloreadas ordenadas con cierto orden. Se ha decidido llamar a las bandas de
colores pálidos zonas y a las de colores oscuros, cinturones. Toda la fuerza de estos
movimientos no procede del calor del Sol, como ocurre en la Tierra, sino del calor del interior
del propio planeta.
La rotación de Júpiter es tan rápida que afecta al movimiento de las nubes, junto a la
temperatura y a las reacciones químicas. A simple vista se observa que estas zonas y
cinturones están mucho más marcados en la zona ecuatorial que en los polos, donde
prácticamente no se aprecian variaciones de color.
Para hacernos una idea del movimiento de estas nubes podemos hacer una
comparación entre el movimiento de la atmósfera terrestre y la joviana. La atmósfera terrestre
es baroclínica, es decir, depende de las diferencias de temperatura entre el ecuador y los
polos, lo que hace que el calor de los polos se desplace hacia el ecuador de oeste a este,
dando lugar a movimientos ciclónicos (vientos en el sentido de las agujas del reloj en el
hemisferio norte) en las zonas de baja presión, y anticiclónicos (sentido de los vientos en el
hemisferio norte contrario a las agujas del reloj) en las zonas de alta presión. Por el contrario, la
atmósfera joviana es barotrópica, es decir, no depende de la diferencia (inexistente) de
temperatura entre el ecuador y los polos, ya que su calor procede del interior.
Los vientos de las zonas y cinturones van en direcciones contrarias y los movimientos
anticiclónicos (Gran Mancha Roja) duran cientos de años ya que, como ocurre en la Tierra,
estos vientos huracanados rotatorios se descomponen al llegar a la costa y, al ser Júpiter un
planeta líquido, no existe en él ninguna formación que los descomponga.
En ocasiones, los vientos son tan fuertes que los lugares que separan una zona y un
cinturón pueden llegar a estremecerse formando algo semejante a un huracán terrestre, pero
de dimensiones muchísimo mayores en todos los aspectos.
Además de estos vientos, en las zonas el viento es ascendente (hacia el exterior del
planeta) y en los cinturones es descendente, lo que da lugar a un segundo movimiento
atmosférico que convierte a Júpiter en el planeta con una atmósfera más turbulenta de todo el
sistema solar. La imagen de la siguiente página muestra cómo funcionan los vientos de la
Tierra y Júpiter.
El objeto más conocido de Júpiter es sin duda su Gran Mancha Roja, observada
desde la Tierra desde hace más de 300 años. De un tamaño superior a dos veces la Tierra,
concretamente 12.000 km de ancho y 25.000 km de largo, se trata de un enorme anticiclón
cuyas nubes, como antes dijimos, están mucho más altas y más frías que el resto, de ahí
procede su intenso color rojo.
La Gran Mancha efectúa una rotación completa cada 5 días de Júpiter en sentido
contrario a las agujas del reloj, por lo que se calcula que en su interior la velocidad del viento es
constante y de unos 540 km/h. Lo que no permanece tan constante es su tamaño y color. Las
imágenes del telescopio espacial Hubble muestran dramáticos cambios debidos a varios
efectos como los que tienen lugar en el campo magnético y en la temperatura de las nubes
circundantes. El gas que compone la Gran Mancha se enfría y desciende a gran velocidad
hacia las profundidades del planeta donde vuelve a calentarse y a subir con fuerza para iniciar
de nuevo el proceso. En la imagen inferior se muestran los cambios de tamaño, aspecto y color
producidos en la Gran Mancha en menos de dos años.
A pesar de que normalmente se suele identificar a Saturno como “el planeta de los
anillos”, Júpiter es uno de los planetas que muestran este tipo de estructuras en su órbita. Se
trata de unos anillos mucho más débiles y menores que los de Saturno, y su descubrimiento
supuso un inesperado hallazgo cuando la aeronave Voyager 1 los captó. Están compuestos de
material rocoso en forma de gránulos muy pequeños, procedentes de los impactos de
numerosos objetos contra las lunas menores del planeta. El más interno de los dos anillos de
Júpiter se sitúa justo en la órbita del satélite Adrastea, mientras que el más externo va justo
desde esta órbita hasta la del satélite Tebe. Este hecho es el que hace pensar que las
partículas que forman el anillo se desprendieron y se siguen desprendiendo de estas lunas
ante los numerosos impactos que sufren. La siguiente imagen muestra los anillos de Júpiter
captados con un filtro ultravioleta, ya que resultan invisibles a simple vista.
La enorme masa de Júpiter provoca una tremenda gravedad que en la parte superior
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de sus nubes es de casi 23 m/s . Esta fuerza atrae hacia el planeta no solo pequeños objetos
que chocan con sus satélites, como ocurría en el proceso de formación de los anillos. En julio
de 1994 se produjo el mayor impacto registrado dentro de nuestro sistema solar. El cometa
Shoemaker-Levy 9 colisionó con Júpiter y produjo unas espectaculares imágenes que fueron
visibles incluso con telescopios de aficionado. Si un impacto de esta magnitud se hubiera
producido contra nuestro planeta, hubiera sido absolutamente imposible que nada hubiese
sobrevivido al choque. Las imágenes muestran, una bajo un filtro ultravioleta y otra con colores
reales, la magnitud de dicho impacto.
Io
Su nombre procede de la mitología griega en la que Io era una joven amada por Júpiter
(Zeus), quien la transformó en ternera para esconderla de su celosa esposa Hera.
Se trata sin duda de la luna menos común de todo nuestro sistema solar, ya que
presenta una intensa actividad volcánica observable hoy en día. La nave Voyager 1 recogió
imágenes de enormes erupciones
que alcanzaban los 300 km de altura.
Estos volcanes desprenden lava
formada por azufre con una
estructura que cambia rápidamente.
La imagen de la derecha muestra la
evolución del volcán Patera entre la
visita de la sonda Galileo en 1979 y la
nave Voyager en 1996. La superficie
de Io es rocosa, y su temperatura
media es de unos ‒140 °C, aunque
existen numerosos ríos de lava y
lagos de azufre con temperaturas
superiores a los 0 °C que dan al satélite ese vistoso color amarillento. La temperatura medida
en el centro de algunos volcanes llega a los 1.500 K. Al encontrarse tan cerca de Júpiter, Io
pierde enormes cantidades de material atraídos por el planeta gigante que caen sobre su
superficie formando las auroras que vimos con anterioridad.
Se cree que los volcanes de Io no se deben al calor interno del planeta, sino al efecto
que en él provocan las intensas fuerzas gravitatorias de sus cuerpos vecinos. Además de la
enorme fuerza gravitatoria de Júpiter, Io sufre las fuerzas de Europa y Ganímedes que
provocan enormes “mareas” que llegan a levantar y hundir su superficie casi 100 m en los
apogeos. Las órbitas de estos tres grandes satélites son “resonantes”, esto es, Io describe dos
órbitas exactas por cada una de Europa, que a su vez describe dos órbitas por cada una de
Ganímedes. Todo esto hace que Io se “doble”
estremecido por las enormes mareas a las
que le someten los satélites cercanos, lo que
provoca un calentamiento de su superficie
que genera estos volcanes que expulsan lava
de formas tan espectaculares como la de la
imagen recogida por el telescopio espacial
Hubble, gracias al cual se pudo calcular la
velocidad de ascensión de la lava en más de
4.000 km/h.
Europa
El segundo gran satélite más cercano a Júpiter es Europa. De un tamaño algo inferior
al de la Luna terrestre, su nombre procede de la princesa fenicia raptada y convertida en toro
blanco. Sin duda, el principal rasgo característico de Europa son sus enormes reservas de
agua congelada en la superficie.
Además de la enorme cantidad de agua, Europa cuenta con una tenue atmósfera
compuesta de oxígeno que probablemente procede de la evaporación de parte del hielo de su
superficie. Este hecho anima a pensar que cuando el Sol llegue a calentar su superficie para
derretir el hielo, aumentará la cantidad de oxígeno de su atmósfera. En definitiva, se trata sin
duda de uno de los lugares del sistema solar con mayores posibilidades de poder albergar
algún tipo de futuro asentamiento humano.
Ganímedes
El tercer satélite galileano de Júpiter es Ganímedes, la mayor de las lunas jovianas. Su
nombre procede de un joven guerrero de gran belleza que Júpiter se llevó al Olimpo, y es el
mayor satélite de todo el sistema solar, mayor incluso que planetas como Mercurio.
En general, podemos decir que Ganímedes tiene la misma estructura que Io, pero con
una capa adicional de hielo de agua que recubre toda la superficie. Una de sus características
fundamentales es que, a pesar de no tener atmósfera, cuenta con una pequeña capa de ozono
(comparada con la de la Tierra).
Calisto
El satélite galileano más alejado de Júpiter es Calisto, nombre de la ninfa deseada por
Júpiter a quien su mujer, Hera, odiaba y convirtió en osa, situándola en el firmamento como la
Osa Mayor. Su superficie es similar a la de Ganímedes, aunque cuenta con muchos más
cráteres y parece ser más antigua que este. Sus cráteres son frutos de impactos mucho más
violentos que los del resto de los satélites, dando lugar a cráteres que presentan ondas
expansivas de choque.
Los otros satélites de Júpiter son extremadamente irregulares y suelen recibir impactos
que envían parte de su material a los anillos de Júpiter. Sus nombres son Metis, Adrastea,
Amaltea, Tebe, Temisto, Leda, Himalia, Lisitea, Elara, Carpo, Euporia, Ortosia, Euante,
Harpálice, Praxídice, Tione, Yocasta, Hermipé, Telxínoe, Heliké, Ananqué, Eurídome, Arce,
Pasítea, Caldona, Isonoé, Erínome, Calé, Aitné, Táigete, Carmé, Spondé, Megaclite, Pasífae,
Eukélade, Sinope, Hegémone, Cilene, Aedea, Kore, Kallichore, Autónoe y Calírroe. Algunos de
ellos presentan ciertas peculiaridades, como Amaltea, que es el satélite más “rojo” del sistema
solar.
B) Saturno
Saturno es el planeta más fácil de identificar del sistema solar gracias a los
característicos anillos que presenta en su órbita. Es el segundo planeta más grande (120.500
km de diámetro) y se encuentra a 9,5 UA del Sol, por lo que necesita algo más de 29 años
terrestres para completar una vuelta sobre nuestra estrella.
Saturno está claramente achatado por los polos, debido a la elevada velocidad de
rotación del planeta, ya que su día dura 10 horas y 39 minutos. Su densidad es la más baja de
todo el sistema solar, y es el único planeta que “flotaría en el agua” (al tener una densidad
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inferior a 1 g/cm ).
Los anillos de Saturno han fascinado a los científicos desde hace casi 400 años. Desde
que Galileo los observara por primera vez en 1609 pensando que eran lunas, se ha especulado
con multitud de posibles causas para que aparezcan. Hoy en día la versión mayoritaria es la
que afirma que los anillos se crearon a partir de diminutos fragmentos de lunas convertidas en
“polvo” por la gran cantidad de impactos a las que estuvieron sometidas. Curiosamente,
parecen estar compuestos principalmente de agua y roca, que forman “bolas de nieve” que
varían de tamaño entre los pocos centímetros y varios metros. De hecho, los anillos son tan
finos que serían prácticamente invisibles si fueran observados desde un lado. Su diámetro es
de 250.000 km y su anchura de tan solo 1,5 km.
A pesar de que desde la Tierra solo se diferencian dos anillos separados por la llamada
“División de Cassini” (descubierta por el científico del mismo nombre), se trata de siete anillos
principales que a su vez están compuestos por varios segmentos con cuatro divisiones
clasificadas. La imagen, mejorada con varios filtros de color, muestra los anillos de Saturno. En
ella se aprecia su compleja estructura.
Los principales causantes de que los anillos de Saturno ocupen su lugar actual son los
numerosos satélites del planeta, que provocan efectos de marea muy importantes y complejos.
El planeta cuenta con unas 200 lunas, 61 con órbitas seguras identificadas; por ello, se
convierte en el planeta con más satélites de todo el sistema solar. Sus satélites son S/2009 S1,
Pan, Dafne, Atlas, Prometeo, Pandora, Epimeteo, Jano, Egeón, Mimas, Metone, Anthe, Palene,
Encélado, Tetis, Telesto, Calipso, Dione, Helena, Pollux, Rea, Titán, Hiperión, Jápeto, Kiviuq,
Ijiraq, Febe, Paaliaq, Skadi, Albiorix, S/2007 S 2, Bebhionn, Skoll, Erriapo, Tarqeq, S/2004 S
13, Greip, Hyrokkin, Siarnaq, Tarvos, Jarnsaxa, Narvi, Mundilfari, S/2006 S 1, S/2004 S 17,
Bergelmir, Suttungr, Hati, S/2004 S 12, Farbauti, Thrymr, Aegir, S/2007 S 3, Bestla, S/2004 S 7,
S/2006 S 3, Fenrir, Surtur, Kari, Ymir, Loge, Fornjot. Algunos de estos satélites, como Jano y
Epimeteo, comparten su órbita, por lo que existe la posibilidad de que algún día colisionen.
Como observamos en esta fabulosa fotocomposición creada por el JPL del Instituto de
Tecnología de California, existen cinco satélites mayores, entre los cuales destaca por su
tamaño y propiedades Titán.
Tetis, Dione y Rhea son cuerpos helados compuestos principalmente de roca cubierta
de agua congelada. Dione destaca por tener una serie de franjas brillantes que probablemente
proceden de fracturas producidas por el hielo.
Titán es la segunda luna más grande del sistema solar, detrás de la gigante
Ganímedes (Júpiter). La atmósfera de esta luna es más densa que la de planetas como la
Tierra o Marte, y está compuesta de nitrógeno, lo que dota a Titán de un color anaranjado. La
misión Voyager 1 descubrió que Titán posee hidratos de carbono, necesarios para la existencia
de la vida, algo similar a lo que existía en la Tierra (recordemos que nuestra atmósfera también
está compuesta en un amplio porcentaje de nitrógeno) antes de que el nivel de oxígeno
aumentase hasta los niveles actuales.
Sin duda, Titán es uno de los lugares del sistema solar que merecen un estudio muy
detallado, ya que también se ha observado la existencia de lagos de metano, compuesto que
se descompone formando aminoácidos (también necesarios para la vida). La misión Voyager 1
no consiguió tomar imágenes del interior del planeta debido a su enorme cantidad de nubes. El
2 de julio de 2004, Cassini se encontró con Titán y obtuvo más imágenes que servirían para
demostrar la existencia de metano en el satélite. En agosto de ese año obtuvo fotografías de
otro satélite, Mimas. En octubre de ese año comenzarían las 45 pasadas sobre Titán que
aportarían imágenes sobre la superficie del satélite. Cassini se separó el 25 de diciembre de
2004 de la sonda Huygens y esta entró en la atmósfera de Titán el 14 de enero de 2005. La
opción que se ha tomado, y que ha recibido el apoyo de una buena cantidad de científicos de la
misión, es enviar a Cassini en una órbita de muy alta excentricidad, que la llevará entre la
atmósfera del planeta y el anillo D, a través de un hueco de 3.800 km que hay entre ambos y
en la que tras realizar 20 de esas órbitas será precipitada contra Saturno, ardiendo en su
atmósfera el día 15 de septiembre de 2017; de esta manera, se evitarán los riesgos de
contaminación biológica mencionados. Este será el destino final de Cassini y el fin último de la
misión.
Dos artículos recientes han publicado resultados de la sonda Huygens donde se revela
la posibilidad de existencia de vida. La atmósfera de Titán es rica en metano, pero puesto que
dicho gas es destruido constantemente por la luz ultravioleta, debe existir una fuente en Titán
para mantener su nivel. En la destrucción del metano se produce hidrógeno y acetileno, por lo
que el hidrógeno debería estar distribuido equitativamente a través de las distintas capas de la
atmósfera.
C) Urano
Urano es el tercer planeta más grande (después de Júpiter y Saturno) del sistema
solar. Curiosamente, Urano era el dios supremo más antiguo de los griegos, padre de Saturno
(Cronos), que a su vez era padre de Júpiter (Zeus).
Como se comentó en la primera unidad didáctica, Urano es uno de los planetas que no
poseen un eje de rotación perpendicular al plano eclíptico, sino que efectúa rotaciones sobre
un eje paralelo al mismo. En otras palabras, al igual que la Tierra, los demás planetas nunca
tienen sus polos “mirando” hacia el Sol, mientras que Urano y Plutón siempre muestran uno de
sus polos a la estrella. De hecho, hoy en día no está claro cuál es el polo norte de Urano y cuál
el polo sur. Se cree que este hecho puede haber sido provocado por un impacto tan fuerte
contra algún objeto que llegó a cambiar el sentido de su rotación.
Se encuentra a una distancia media del Sol de 19 UA. Un día de Urano equivale a 17
horas terrestres, mientras que un año en Urano duraría 84 años de nuestro planeta.
Titania (El sueño de una noche de verano, de Shakespeare) posee las mismas
características que Ariel, lo que sugiere un pasado caracterizado por la presencia de agua
líquida, mientras que Umbriel (El rizo robado de A. Pope) y Oberón (El sueño de una noche de
verano) cuentan con numerosos cráteres de impacto rellenos de agua congelada. La
característica común de todas las lunas mayores de Urano es la presencia de hielo en al
menos un 40% de la composición total del planeta. Sin duda, a una temperatura adecuada
estas lunas tendrían aspectos mucho más parecidos a la Tierra.
D) Neptuno
Neptuno, cuyo nombre procede del dios del mar de los romanos, es el cuarto planeta
más grande del sistema solar. Si Neptuno estuviera “vacío”, podría contener más de 60 tierras.
Un día de este planeta equivale a algo más de 16 horas, por lo que se necesitan 165 años para
completar una vuelta alrededor del Sol.
Fue descubierto tras observar los científicos que la órbita de Urano no se correspondía
con lo que predecían las leyes de Newton, por lo que se pensó que algún planeta orbitaba más
allá de Urano y modificaba su órbita. Neptuno es el planeta más alejado del Sol.
Como ya es habitual, este planeta gaseoso cuenta con una importante actividad
atmosférica, llegando a vientos de 2.000 km/h medidos en el hemisferio sur por la sonda
Voyager 2. Además, cuenta con alguna fuente de calor interna que le hace expulsar más del
doble del calor que recibe del Sol.
Lo más curioso de esta Gran Mancha Oscura es que los datos que teníamos de ella
eran procedentes del Voyager 2, y cuando se intentó continuar con su estudio gracias al
telescopio espacial Hubble, se apuntó este sofisticado aparato hacia Neptuno en 1994, y se
obtuvieron unos resultados sorprendentes: la Gran Mancha Oscura había desaparecido. Un
año más tarde volvió a aparecer, por lo que se pensó en la existencia de una elevada actividad
atmosférica de Neptuno que llega incluso a tapar la Gran Mancha o, como ocurre en la
actualidad, a desplazarla hasta el hemisferio norte del planeta.
La sonda Voyager 2 también descubrió nubes similares a los cirros de gran altitud, así
como una pequeña nube apodada “el patinete” que recorría la superficie de Neptuno en tan
solo 16 horas, cuyo origen es desconocido hoy en día aunque se conoce su bajísima
temperatura de 55 K, es decir, ‒218 °C.
Neptuno cuenta con catorce lunas conocidas: Tritón, Nereida, Náyade, Talasa,
Despina, Galatea, Larisa, Proteo, Halímedes, Sao, Laomedeia, Psámate, Neso y la última, la
luna más pequeña hallada en la órbita de Neptuno, analizando imágenes tomadas por el
telescopio Hubble hace varios años, se conoce como S/2004 N1, aunque debería ser
nombrada siguiendo las convenciones para los satélites de Neptuno (dios romano de los
océanos), por lo que se buscaría entre deidades griegas o romanas relacionadas.
La mayor de las lunas de Neptuno, Tritón, posee una órbita retrógrada, es decir, “gira
hacia atrás” teniendo en cuenta el sentido en el que lo hace el planeta. Solo se conocen seis
lunas en todo el sistema solar que sufran este efecto (Ananke, Carme, Pasiphae y Sinope en
Júpiter; Phoebe en Saturno, y Tritón) siendo los otros cinco satélites muy inferiores en tamaño
a Tritón.
Este efecto retrógrado va haciendo que esta luna se vaya frenando poco a poco, por lo
que llegará un momento en el que se haga pedazos y formará un cinturón o chocará con el
planeta.
La imagen inferior nos muestra una simulación realizada por la NASA de la superficie
congelada de Tritón en la que se aprecian los enormes pliegues provocados por el continuo
deshielo que provoca el Sol cuando incide en la superficie. En estos procesos lo que se
deshiela no es agua, sino compuestos que solo permanecen en estado sólido a temperaturas
extremadamente bajas.
Se encuentra tan alejado del Sol (39,5 UA) que permanece en una completa oscuridad,
por lo que se le adjudicó el nombre actual, Plutón, dios romano del mundo subterráneo y
oscuro.
A pesar de trazar una órbita que coincide en dos puntos con la de Neptuno, no
chocarán jamás, ya que Plutón describe exactamente 1,5 órbitas por cada órbita de Neptuno.
Se conoce muy poco de Plutón, ya que jamás ha sido visitado por una nave terrestre,
aunque se sospecha que posee una tenue atmósfera de nitrógeno que permanece congelada
completamente la mayor parte del tiempo, cambiando sus gases de estado únicamente en los
momentos en los que el planeta está más cercano al Sol.
Posiblemente, Tritón y Plutón vagaban por el espacio y, mientras que el primero fue
atraído por Neptuno, el segundo adquirió una órbita centrada en el Sol.
nombre procede del barquero que llevaba en su nave a los muertos para dejarlos en el Hades
(infierno o mundo subterráneo). Existen cinco lunas conocidas de Plutón. El satélite más
grande de Plutón es Caronte; de todas las lunas del sistema solar, es la más grande en
comparación con su planeta anfitrión, es decir, ninguna otra luna es de un tamaño tan próximo
al del planeta que orbita. Hidra, Nix, Cerbero y Estigia son los otros cuatro satélites de Plutón,
pero no son tan grandes como Caronte.
Otro efecto que les hace únicos en el sistema solar es que Caronte solo ofrece una
cara a Plutón, pero este también ofrece solo una de sus caras al satélite. Poseen una rotación
absolutamente sincronizada, lo cual tiene mucho interés para los científicos. La sonda New
Horizons fue lanzada desde Cabo Cañaveral el 19 de enero de 2006 tras posponerse por mal
tiempo la fecha original de lanzamiento. New Horizons viajó primero hacia Júpiter, donde llegó
en febrero-marzo de 2007. A su paso por Júpiter aprovechó la asistencia gravitatoria del
planeta para incrementar su velocidad relativa unos 4.023,36 m/s (14.484 km/h). Llegó al punto
más cercano a Plutón en julio de 2015. La sonda que iba a realizar ese trabajo iba a ser la
Pluto Express, pero fue cancelada en 2000 por problemas presupuestarios.
Además de los ocho planetas, el sistema solar posee numerosos objetos menores,
principalmente cometas y asteroides. Existen miles de estos cuerpos conocidos, y mucho más
aún de los que no sabemos nada. La principal diferencia entre estos cuerpos es que los
cometas tienen una composición más fácilmente “inflamable” que los asteroides, y que estos
últimos describen órbitas más circulares. Los meteoritos son de un tamaño menor al de los
cometas y asteroides, y suelen entrar en contacto con planetas atravesando su atmósfera y
calentándose hasta arder, con lo que se transforman en objetos luminosos que, en ocasiones,
llegan hasta la superficie, provocando los cráteres de impacto que hemos visto en los planetas
y satélites.
F) Asteriodes y meteoritos
Los asteroides son cuerpos rocosos (y en ocasiones metálicos) cuyo tamaño varía
desde los pocos metros hasta los cientos de kilómetros. Todos ellos orbitan alrededor del Sol
en distintos lugares del sistema solar, aunque la gran mayoría de ellos lo hacen en el
denominado Cinturón de Asteroides, situado entre las órbitas de Marte y Júpiter, lo que hace
pensar que, tal vez, se hubiera formado un planeta entre ellos si se hubieran dado otro tipo de
condiciones. Las órbitas de estos objetos son muy variables, ya que en ocasiones pasan cerca
de planetas que desvían su rumbo e incluso colisionan con ellos. Se formaron a partir del
material “sobrante” del sistema solar y que no se unió a ningún planeta o satélite. Se calcula
que si sumáramos todos los asteroides del sistema solar ni su peso ni su diámetro superarían a
la Luna.
La mayoría de ellos poseen densidades muy bajas; de hecho, casi todos “flotarían en el
agua”. De este dato podemos deducir que no son cuerpos sólidos, sino una gran cantidad de
pequeñas partículas unidas.
Además del Cinturón de Asteroides, existe otra zona del sistema solar cercana a
Júpiter donde encontramos un gran número de estos cuerpos. Los asteroides que se
encuentran en esta zona son conocidos como asteroides troyanos.
En general, muchos asteroides poseen órbitas inestables que varían cuando pasan
cerca de planetas, especialmente cuando se acercan a Júpiter, cuyo enorme campo
gravitatorio los desvía continuamente.
Entre los principales asteroides del sistema solar destacan Gaspra, Ida y Dactyl,
Toutatis y Vesta.
Gaspra fue el primer asteroide visitado por una nave espacial, la nave Galileo en
octubre de 1991, 20 × 12 × 11 km, y refleja aproximadamente el 20% de la luz que recibe del
Sol (en otras palabras, posee un albedo de 0,2). Se trata de un asteroide Tipo S.
Como se aprecia en la imagen, este objeto presenta numerosos impactos y una forma
muy irregular. Posee un periodo de rotación de 7 horas y se encuentra a una distancia media
del Sol de 205 millones de kilómetros.
Ida y Dactyl son dos satélites que orbitan a 270 millones de kilómetros del Sol. Ida
posee unas dimensiones de 56 × 24 × 21 km, algo más del doble de Gaspra. Su edad es
bastante mayor que la del resto de los asteroides, se formó hace más de mil millones de años.
Una de sus principales características es que posee un satélite natural. El descubrimiento de
Dactyl fue uno de los mayores logros de la nave Galileo, ya que hasta su hallazgo en 1993 no
se sabía que los asteroides podían poseer satélites. Su nombre procede de los Dactyli, seres
mitológicos que vivían sobre el Monte Ida. Sus dimensiones son de 1,2 × 1,4 × 1,6 km, y su
composición es semejante a la de Ida, basada principalmente en silicatos. Los científicos están
seguros de que Dactyl no fue “atrapado” por la gravedad de Ida, sino que procede de algún tipo
de impacto de Ida con otro objeto.
Esta imagen tomada por la nave Galileo con varios filtros de color nos muestra al
asteroide Ida junto a su pequeño satélite, Dactyl, que se ha convertido en una de las fotografías
más valiosas tomadas por esta misión.
Vesta es el único asteroide conocido que tuvo un núcleo fundido, como la Tierra, y que
presenta rastros de lava fluida en su superficie. Se cree que en su interior existe un isótopo de
aluminio que genera radiación y fue el causante del calentamiento de su “núcleo”, haciendo
ascender a la superficie considerables cantidades de material derretido. Vesta ha revelado
muchas pistas acerca del origen de los planetas y de cómo estos generan calor en su interior.
En la década de los sesenta se observó cómo una parte del asteroide Vesta se separó
de él y se encaminó hacia nuestro planeta. Años más tarde se ha podido comprobar que entre
los restos de algunos meteoritos caídos en nuestro planeta existían restos de la superficie de
Vesta. Para llegar a esta conclusión, se analizaron los restos y se comprobó que contenían
Piroxeno, material que solo se produce en medios “volcánicos” y que se encontraba en la lava
solidificada en la superficie de este interesante asteroide. En la imagen vemos varios planos de
este asteroide que muestran cómo su superficie refleja la luz solar de modos muy diferentes
según la composición del terreno donde incida la luz.
Cuando un asteroide es clasificado NEO (Near Earth Object) significa que este objeto
tiene una órbita próxima a la de la Tierra, y si es de tipo Apollo quiere decir que además tiene la
peligrosa práctica de cruzar periódicamente nuestra órbita.
2012 DA14 fue descubierto por el OAM, la noche del 22 de febrero de 2012, tiene unos
44 m de diámetro y está clasificado como un asteroide NEO tipo Apollo. Cruzó la órbita de la
Tierra el 15 de febrero de 2013 a una distancia de tan solo 30.000 km aproximadamente.
Apophis es un asteroide Atón, con una órbita próxima a la de la. A finales de 2004,
algunas observaciones indicaban una probabilidad alta de colisión con la Tierra (del 2,7%) en el
año 2029. Sin embargo, observaciones adicionales demostraron como remota la posibilidad de
un impacto con la Tierra o la Luna en 2029. Aun así, persistía la posibilidad de que durante el
encuentro cercano de 2029 con la Tierra, Apofis pasase por una “cerradura gravitacional”, una
región muy precisa del espacio de no más de 400 m de diámetro, que lo situaría en trayectoria
de colisión para un futuro impacto en el año 2036. Nuevas observaciones de la trayectoria de
Apofis revelaron que muy probablemente no pasará por la “cerradura”. El 19 de octubre de
2006, la probabilidad de impacto estimada para el 13 de abril de 2036 era de 1 en 45.000. Se
ha identificado otra posible fecha de impacto en 2037, pero las probabilidades de colisión
durante ese encuentro son de 1 entre 12,3 millones.
“Con los nuevos datos proporcionados por los observatorios de Magdalena Ridge y Pan-
STARRS, junto con los de Goldstone Solar System Radar, podemos efectivamente descartar la
posibilidad de un impacto de Apophis con la Tierra en 2036. Las probabilidades de impacto
según los últimos cálculos son de 1 entre un millón, lo que nos hace sentir cómodos al afirmar
que descartamos la posibilidad de impacto” Cf. NASA Rules Out Earth Impact in 2036 for
Asteroid Apophis, JPL, NASA (10-I-2013).
Los meteoritos son pequeños pedazos de cuerpos celestes que caen a la Tierra
atraídos por la gravedad de esta. Se cree que la mayoría procede de restos de asteroides y de
cometas, los cuales van dejando una estela de material en su recorrido. Tan solo unos pocos
meteoritos recuperados han dado señales de proceder de la Luna o Marte, y se ha llegado
incluso a pensar que en uno de los meteoritos “caídos” desde Marte existen rastros de antiguas
formas de vida microbiológica.
Cuando uno de estos cuerpos entra en contacto con la atmósfera, pasa a ser
incandescente, produciendo una línea de luz intensa que puede durar varios segundos. Este es
un fenómeno que ocurre a diario, aunque hay determinadas épocas del año en las que la Tierra
entra en la órbita de algunos asteroides y cometas, en las que es muy probable que se
produzcan estos fenómenos. La mayoría son demasiado pequeños para llegar a la atmósfera,
pero se ha llegado a encontrar un meteorito, caído en África, de más de 60 toneladas. Las
“lluvias de meteoritos” reciben el nombre de la constelación desde la cual parecen originarse,
por ejemplo las “Leónidas” en Leo, las “Oriónidas” en Orión, etc.
Algunas de las más espectaculares lluvias de meteoritos son las que proceden de
intrusiones de la Tierra en órbitas de cometas. Las leónidas se producen el 17 de noviembre
como consecuencia del rastro que deja el cometa Temple-Tuttle; las perséidas, el 11 de agosto
como consecuencia del cometa Swift-Tuttle; las oriónidas, el 21 de octubre por el cometa
Halley; las cuadránticas entre el 1 y 5 de enero, que radian de la constelación del Boyero; las
Líridas proceden de la constelación de Lira del 16 al 23 de abril; las Perseidas, conocidas como
las lágrimas de San Lorenzo, se extienden desde el 16 de julio al 24 de agosto, radian de la
constelación Perseo, etc. En la última unidad didáctica de este curso nos detendremos en los
parámetros, fechas y lugares de observación de las principales “lluvias de meteoritos”.
Las huellas que consiguen dejar los meteoritos que llegan a la superficie terrestre
varían mucho en función del tamaño del objeto. Uno de estos cuerpos puede entrar en la
atmósfera terrestre a más de 250.000 km/h y, si su tamaño lo permite, impactan contra la
superficie a más de 36.000 km/h. A esta velocidad, un objeto de 30 m de diámetro puede
provocar un cráter como el que muestra la imagen del Meteor Crater de Arizona, de más de 1
km de diámetro y 200 m de profundidad. Este impacto ocurrió hace más de 40.000 años, pero
en 1908 los científicos registraron en Tunguska el mayor impacto “en directo”. En este año, un
objeto de unos 55 m de diámetro entró en la atmósfera terrestre camino de Siberia (Rusia). Por
suerte, el objeto se desintegró antes de llegar a la superficie, pero aun así, la enorme explosión
que produjo al estallar a unos 5 km del suelo derribó todos los árboles en un área de 60 km y
su ruido se llegó a oír en París. Si este objeto hubiera llegado a la superficie, el desastre
hubiera causado más víctimas que cualquier acontecimiento bélico de la historia. De hecho, se
piensa que los dinosaurios murieron debido a la nube de polvo que cubrió todo el planeta tras
el impacto de un enorme objeto en lo que hoy conocemos como la península de Yucatán
(México).
Los científicos aseguran que es muy probable que cada 300.000 años un objeto de
estas características impacte con nuestro planeta, teoría que confirman los datos geológicos
procedentes del estudio de la estructura de la superficie terrestre. Si un objeto de más de 1.000
km de diámetro impactara con nuestro planeta en el futuro la vida en la Tierra desaparecería en
cuestión de pocos años. Se calcula que cada 1.000 años impacta contra la Tierra un meteorito
como el de Tunguska, que si consiguiera llegar a la superficie podría arrasar un área mayor
que la península ibérica.
La NASA tiene en curso un programa llamado NEO (Near Earth Objects) que intenta
identificar todos los objetos potencialmente peligrosos con el fin de poder predecir un hipotético
impacto con la suficiente antelación como para tratar de buscar alguna solución.
G) Cometas
Los cometas son cuerpos procedentes de material residual del sistema solar que
efectúan orbitas bastante irregulares alrededor del Sol. Casi todos los planetas proceden de un
lejano y frío lugar en los límites del sistema solar llamado Nube de Oort. En este lugar, los
cometas transitan lentamente hasta que algún efecto externo, como el acercamiento de un
cometa con otro, o incluso el paso de una estrella a varios años luz, pueden hacer a estos
cuerpos salir de la Nube de Oort y se dirijan hacia el Sol en una órbita muy distinta a la de los
planetas. Los cometas pueden no tener órbitas periódicas, es decir, existen algunos como el
Halley, que tienen órbitas que permiten predecir cuándo volverá a pasar junto a la Tierra, pero
algunos cometas pasan una vez junto al Sol y no regresan jamás.
A estos cuerpos se les llama “bolas de nieve sucia” porque están compuestos de nieve
y roca cubiertas de hielo. Cuando se aproximan al Sol entran en incandescencia debido al
viento solar, formando una cola de material desprendido de la superficie del cometa que
puede llegar a medir hasta 10 millones de kilómetros de diámetro. Este fenómeno va
“desgastando” el cometa hasta el punto de que se sospecha que muchos de los asteroides de
los que antes hablamos sean cometas “apagados” que han detenido sus órbitas al perder la
mayor parte de su masa. Junto a la Nube de Oort, hay otro lugar en el sistema solar, donde se
encuentran miles de millones de cometas en estado “latente”, llamado Cinturón de Kuiper.
Esta zona, situada a medio camino entre las órbitas de Neptuno y Plutón, sí puede ser
observada desde la Tierra, a diferencia de la Nube de Oort. Se cree que muchos de los
cometas de este Cinturón también proceden del desgaste de antiguos cometas que no han
llegado a comportarse aún como asteroides pero que, sin embargo, han adquirido órbitas muy
regulares y giran alrededor de planetas como Saturno o Júpiter, en vez de hacerlo alrededor
del Sol.
Como ya dijimos, muchos de los meteoritos que caen sobre la Tierra proceden de la
entrada de nuestro planeta en la órbita de cometas. Si el efecto de que un enorme asteroide
choque contra la Tierra es terrible, lo que un cometa haría en la Tierra si por algún motivo
chocase contra ella sería aun peor. En 1997, un ordenador llamado Intel Teraflops recreó el
efecto que provocaría el impacto de un cometa diez mil veces más pequeño que un cometa
normal, como el Halle-Bopp. Según los cálculos, este pequeño cometa sería diez mil veces
más potente que todo el arsenal nuclear de la actualidad y una enorme ola de 10 km de
diámetro recorrería la Tierra tres veces en pocos minutos. Estos datos corroboraban los
obtenidos por el impacto del cometa Shoemaker-Levy 9 contra Júpiter en 1994.
Ante estos datos tan poco alentadores, los científicos iniciaron una carrera con el fin de
conocer más estos bellos e impredecibles cuerpos celestes. Ante la imposibilidad de poder
enviar algún tipo de objeto a la superficie de un cometa, ya que esta “desaparecería”
inmediatamente bajo el objeto al derretirse por la fricción que provoca el viento solar, se envió a
la sonda Giotto hacia la órbita del cometa Halley. Esta nave sufrió importantes desperfectos al
aproximarse a tan solo 600 km del cometa, aunque obtuvo datos muy interesantes como el
descubrimiento de enormes chorros de gas incandescente que surgían de la superficie,
capaces incluso de hacer cambiar su órbita. La mejor imagen que se obtuvo del cometa,
situada bajo estas líneas, muestra el impresionante aspecto de este a esa distancia.
Este cometa, cuyo nombre hace honor al científico que predijo su regreso hacia el Sol
en 1758, Edmund Halley, posee un periodo orbital medio de 76 años y una órbita retrógrada, es
decir, opuesta a la de los planetas. Sus dimensiones aproximadas son de 16 × 8 × 8 km, y su
superficie es extremadamente oscura y muy poco densa, lo que hace suponer que se trata de
un cuerpo poroso. El Halley volverá a pasar cerca de la Tierra en el año 2061.