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Como menciona Pozo (1996), desde bebés los seres humanos tendemos a generar “teorías” del
mundo que nos rodea, por lo que es ahí donde inicia el desarrollo de ideas sobre distintos fenómenos.
Inicialmente éstas ideas tienen un origen netamente sensorial, pero a medida que nos vamos
impregnando de la cultura mediante el lenguaje y la socialización, empezamos a adquirir ideas del
mundo de diversas fuentes, entre ellas, destaco las ideas de origen social y analógicas.
Entre ideas de los y las estudiantes de origen social, como menciona Arias (2006), podemos encontrar
nociones pseudocientíficas de la energía, o bien ideas propias de la forma de expresarse: “Este niño
tiene mucha energía” se suele decir cuando un niño es inquieto (lo que podría devenir en una noción
de energía relacionada al movimiento). Este tipo de ideas es de suma relevancia, ya que se encuentran
de forma generalizada en el estudiantado ya que compartimos una cultura común y, dado lo arraigado
de los conceptos previos en los estudiantes, es necesario llevar a cabo diseño de clases a partir de
éstos, ya que como ejemplifican empíricamente Solvin y Tarín (2004) respecto a ideas sobre energía,
cuando el punto de partida no son ideas previas, éstas tienden a prevalecer. Debido a ésto, es de suma
relevancia tener especial cuidado al momento de hacer excesivas simplificaciones sobre el
comportamiento de la energía al momento de realizar clases sobre energía y cualquier otro tópico, ya
que éstas pueden llevar a concepciones erróneas e inducir, por lo tanto, a errores conceptuales a los y
las estudiantes; es decir podrían ser la génesis de ideas previas de origen analógico: producidas en la
misma escuela.
Bibliografía