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2008 La Extrana Sintaxis Verbal Del Lib
2008 La Extrana Sintaxis Verbal Del Lib
115-146 © FHG
DOI 10.1484/J.TROIA.1.100240
Universidad de Valladolid
ABSTRACT
1. Preámbulo
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JAVIER RODRÍGUEZ MOLINA
1
Recordemos muy brevemente que las siglas O y P por las que se conocen a los
principales testimonios del Libro de Alexandre corresponden a los manuscritos de Osuna (ms. V-
5-nº 10, BNM, s. XIII-XIV) y París (Ms. Esp. 488, BNP, s. XV). Los fragmentos se conocen por
las siglas Med (Medinaceli, 27 versos en una hoja de pergamino en letra del s. XIV, se conserva
en el Archivo Ducal de Medinaceli “Archivo Histórico, caja 37, documento 50”, B (Bujedo, 9
estrofas y media copiadas por Francisco de Bivar en su obra Marci Maximi Caesaraugustani,
1651) y G (17 estrofas copiadas por Gutierre Díaz de Games en El Victorial). La descripción más
actualizada de los testimonios del Alexandre se encuentra en la introducción de la reciente edición
de Juan Casas Rigall (2007: 73-76). Con todo, la descripción más completa de los testimonios
sigue siendo la de Willis (1934), quien realizó un excelente comentario codicológico de los
manuscritos O y P. Sobre los problemas textuales del Alexandre pueden consultarse con provecho
los excelentes trabajos de Dana A. Nelson (1979, 1993, 1999, 2001). Cito los ejemplos de los
manuscritos del Alexandre a partir de la transcripción paleográfica de Casas Rigall, disponible en
http://web.usc.es/~fejcr/Libro Alexandre html. Empleo siempre la numeración conjunta
acompañada de la sigla del manuscrito correspondiente. Cuando dicha sigla no aparece, debe
entenderse que me refiero al texto crítico de la edición de Casas Rigall (2007).
2
No puedo detenerme en las muy problemáticas atribuciones del texto de los dos
manuscritos (Juan Lorenzo de Astorga en O y Gonzalo de Berceo en P) y en la complicada
referencia cruzada de la estrofa 1548. Para todas estas cuestiones, véase Casas Rigall (2007),
quien resume las soluciones propuestas hasta el momento de cara a la resolución de este enigma,
importante para la caracterización lingüística del texto si en verdad encierra el nombre del autor.
Tanto Tomás Antonio Sánchez en el siglo XVIII como Menéndez Pidal (1906, 1907, 1957: 278)
creyeron que Juan Lorenzo fue el verdadero autor del Alexandre y no un simple copista, pero esta
hipótesis goza hoy de escaso crédito. Tampoco la hipótesis de la autoría de Gonzalo de Berceo
sale muy bien parada (Casas Rigall 2007: 18-22).
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Libro de Alexandre son casi tan acusadas como las que reflejan los testimonios
manuscritos que de esta obra se han conservado3.
Una de las hipótesis que puja con mayor fuerza en la bibliografía desde
el siglo XVIII es la tradicional suposición del carácter leonés del poema,
defendida por valedores tan ilustres como Menéndez Pidal o Corominas, y
recientemente reforzada por la argumentación de García López y Sánchez
Lancis (2005)4. No obstante, es la tesis castellanista de Alarcos (1948) la que
goza de mayor número de adhesiones, quizá porque este autor refutó punto por
punto y con sólidos argumentos tanto el leonesismo originario del poema como
su aragonesismo y, además, trazó el que, sin duda, es el mejor estudio de
conjunto sobre la lengua del texto5. Otra conocida hipótesis defiende un original
riojano para el Libro de Alexandre: la monumental edición de Nelson (1979),
que atribuye el texto a Gonzalo de Berceo, llevaba implícita la hipótesis de un
arquetipo lingüístico riojano, idea que ya había sido puesta en circulación
anteriormente6. Aunque la autoría de Berceo parece hoy descartada, buena parte
3
Véase Casas Rigall (2007: 30-39) para un rápido repaso a los principales problemas
lingüísticos que presenta la reconstrucción crítica del dialecto original del Alexandre. Parece
haber acuerdo sobre la atribución de los aragonesismos más marcados del ms. P al copista del
manuscrito (o a los copistas de esta rama) y no al autor. Morel-Fatio supuso que los rasgos
lingüísticos del manuscrito de París permiten localizarlo en la franja oriental de Aragón, en el
lindero con Cataluña (véase Menéndez Pidal 1907: 548).
4
Tanto el primer editor del poema, Tomás Antonio Sánchez en 1782, como la primera
monografía filológica moderna dedicada al dialecto leonés (Gessner 1867) no dudaban del
carácter leones del Libro de Alexandre. Por su parte, Menéndez Pidal (1906, 1907, 1957: 278,
2005: 495-497) defendió siempre la existencia de un original leonés para el Libro de Alexandre,
en consonancia con la hipótesis de que Juan Lorenzo era el autor del texto y de que el manuscrito
O es una copia castellanizada de un original leonés escrito por el citado Juan Lorenzo.
5
Para Alarcos el castellano es la base lingüística originaria del Libro de Alexandre,
mientras que los rasgos leoneses y aragoneses de O y P, respectivamente, han de atribuirse a la
labor deturpadora de los copistas medievales que trasladaron a su propio dialecto las soluciones
originarias, con la consiguiente alteración de la lengua del texto. El castellanismo del poema ya
había sido apuntado por otros investigadores en el pasado, como Morel-Fatio, Baist, Cornu,
Chenery, Müller o Moll, pero es sin duda Alarcos quien expone con mayor profundidad y
maestría esta hipótesis, que es la que domina actualmente entre los editores e historiadores de la
lengua. En efecto, al castellanismo del poema defendido por Alarcos se han sumado, con
diferentes grados de adhesión, Lapesa (1981: 203), Marcos Marín (1987: 63), Cañas Murillo
(1988), Girón (2002) y Casas Rigall (2007).
6
Como es sabido, Nelson se ha mostrado siempre favorable a la hipótesis de un original
nororiental, posiblemente riojano (1972, 1979), idea apuntada anteriormente por Baist (1897),
Müller (1910) y Dutton (1960, 1964) y a la que también se adhirió Willis (1983). No obstante,
hay que señalar que la hipótesis dialectal de Nelson se basa más en su convencimiento de la
autoría de Berceo que en el cotejo sistemático de rasgos lingüísticos que permitan adscribir sin
lugar a dudas la lengua del arquetipo al dialecto riojano. De hecho, los estudios lingüísticos de
Alarcos (1948), Gorog (1970), Echenique (1978, 1981: 126-127), Montero Cartelle (1989) y
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Greenia (1989a) han puesto sobre la mesa objeciones de peso para sustentar la autoría de Berceo
y el vernaculismo riojano del texto, ya que existen notables diferencias lingüísticas entre los
poemas del monje de San Millán y el Libro de Alexandre. Con otros argumentos, no estrictamente
lingüísticos, también Rico (1985: 136), Cañas Murillo (1988: 20-21), Franchini (1997), Uría
(2000) y García López y Sánchez Lancis (2005: 30, nota 8) han criticado la hipótesis de Nelson.
7
No obstante, como digo, creo que debe reconsiderarse seriamente la necesidad de
desligar la hipótesis lingüística riojana de la atribución de la obra a Gonzalo de Berceo, pues no
necesariamente han de correr parejas. Esta idea fue ya sugerida por Greenia (1989b: 63-64):
“Nelson may be wrong about his hypothesis about the author and still have the more logically
configured text. Whoever wrote the Alexandre was a contemporary of Berceo. He has to be
credited with being at least a co-funder of the school of poetry of which Berceo is now considered
the most accomplished exponent […] Given that these poets are likely to have had in common,
Nelson’s premise that the language of Berceo and of the Alexandre poet should have been very
close in linguistic detail doesn’t sound so very far off base”) y anteriormente por Alarcos (1981:
17-18): “En efecto, la rigurosa depuración de los textos conservados permite –con los recursos de
la versificación y del análisis interno– reconstruir el estado original del Libro en lo referente a su
lengua, y ésta, sin duda, resulta muy próxima a la de las obras devotas de Berceo. Pero, claro es,
esta semejanza lingüística no indica una sola autoría. Todos los coetáneos y coterráneos del autor
del Alexandre y de Berceo habrían mostrado un estado de lengua análogo. En suma, estos tres
factores –maduración del estilo, diversidad de asuntos, comunidad de lengua– no prueban nada.
Berceo pudo ser el autor del Alexandre, pero también pudo no serlo […] En resumen, la única
prueba de que el Alexandre sea de Berceo es la estrofa final, tal como la transmite P, siempre que
tengamos la necesaria fe para considerarla auténtica. Concluimos, pues, manteniendo nuestra
incertidumbre: el Alexandre pudo escribirlo Berceo, pero también pudo escribirlo otro
contemporáneo”.
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Así, este trabajo se constituye como una “defensa del método” que
pretende incorporar a las herramientas tradicionales de la reconstrucción
filológica algunos de los últimos avances en crítica textual y dialectología
histórica, con el objeto de mostrar cómo el estudio de fenómenos sintácticos
diatópicamente localizados puede ser una valiosa herramienta para la
indagación lingüística sobre textos problemáticos, caso del Libro de Alexandre.
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8
Gracias a esta toma de conciencia disponemos desde hace tiempo de transcripciones
completas de todos los testimonios y de “ediciones críticas” (Alarcos 1948 del fragmento de la
guerra de Troya, Nelson 1979 y Casas Rigall 2007 del texto completo) también desde fecha muy
temprana, pues en 1948 poco se había trabajado aún en la edición de textos medievales de
acuerdo con los principios de la crítica textual: mérito es de Alarcos el haber intentado, antes que
nadie, editar un fragmento del texto de acuerdo con estos principios.
9
Nada hay que objetar, desde un punto de vista textual, a esta manera de proceder:
ciertamente, P presenta el texto más completo o melior en términos ecdóticos, y también el más
extenso. Pero, y es necesario insistir en ello, esta preeminencia textual de P sobre no O no se
traduce necesariamente en una preeminencia lingüística o en una mayor cercanía de las soluciones
lingüísticas de P al arquetipo. La suposición de García López y Sánchez Lancis (2005: 31) de que
“[…] las formas presumiblemente autoriales tanto léxicas como sintácticas, se han conservado por
igual en ambos manuscritos en una forma que cuantitativamente se acerca sospechosamente al
50% o muy en sus aledaños […]”, basada en última instancia en los recuentos de Nelson (1979)
debe ser comprobada mediante un estudio lingüístico en profundidad de ambos manuscritos que,
por un lado, cuente con una teoría de la transmisión textual que lo respalde y, por otro, compare
sistemáticamente las soluciones lingüísticas de O y P con otros manuscritos anteriores a 1250.
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Por lo tanto, el método más seguro para identificar los rasgos dialectales
del original me parece la conjunción del método reconstructivo tradicional,
basado en las coincidencias de amplio espectro entre O y P, unido a la búsqueda
de rasgos leoneses en P y orientales en O. La suma de las coincidencia de O y P
con el resultado de la diferencia entre los rasgos lingüísticos occidentales de P y
orientales de O determinará, para un fenómeno dado, la proporción relativa de
dialectalismo que podemos postular para el original e inclinará la balanza
lingüística hacia una zona u otra de la geografía peninsular. Si a este resultado
incorporamos nuestro conocimiento de la tradición manuscrita privativa de cada
rama y las propias referencias internas del texto, creo que estaremos en
condiciones de identificar con un margen de precisión bastante fiable la lengua
del original.
10
También puede darse el caso de que tanto uno como otro manuscrito muestren rasgos
lingüísticos no necesariamente leoneses o aragoneses, hecho que solo seremos capaces de
entrever una vez nos hayamos despojado de las lentes desenfocadas de las hipótesis dialectales
preconcebidas.
11
Transformación que no tiene por qué ser necesariamente lineal, sino que puede ser
multidireccional, en función del dialecto del copista, la cronología de la copia o las preferencias
normativas de la mano que transcribe un manuscrito.
12
Aclarar la distinción entre variantes textuales y variantes lingüísticas y el
establecimiento de una tipología de las segundas es mérito de Sánchez-Prieto (1998).
Posteriormente, Fernández-Ordóñez (2002) completó esta tipología y definió un nuevo tipo de
variación, la variación discursiva.
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Montejo (2005: 234) establece una horquilla de mínimos y máximos para cada tipo de
variación considerada en su conjunto: la variación textual se mueve entre el 4% y el 11%, la
discursiva oscila entre el 9% y el 32%, la morfosintáctica bascula entre el 16% y el 32% y, por
último, la fonética-fonológica alterna entre el 23% y el 58% si no se contabiliza la agrupación
gráfica por fonética sintáctica y entre el 35% y el 63% si se computa este último fenómeno.
14
La mayor parte de los rasgos lingüísticos de los manuscritos O y P objeto de disputa
son de tipo fonético-fonológico, así, en O la falta de diptongación de o tónica, la epéntesis de la
vocal intertónica en formas nominales y futuros sincopados, la pérdida de la –d- intervocálica o la
síncopa nominal. Las principales objeciones de Alarcos (1948) a la tesis leonesa atañen
igualmente a fenómenos gráficos o fonéticos en su mayoría, y también en razones de este tipo
basan García López y Sánchez-Lancis (2005: 39-41) su defensa de un original occidental
(diptongación, alternancia gráfica —con posible repercusión fonética― l-/ll-, palatalización L-,
reducción –mb- > -m-, etc.). Sobre la diptongación en los testimonios del Alexandre véase Alarcos
(1948), Nelson (1979), García López y Sánchez-Lancis (2005), Casas Rigall (2007).
15
Sobre los infinitivos en –er y los perfectos en –ioron véase Alarcos (1948), Nelson
(1972a, 1972b, 1979, 1980), García López y Sánchez-Lancis (2005), Casas Rigall (2007).
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En efecto, Alarcos (1948) encontró casos de diminutivos en –ina en documentación
castellana. Que la interpolación no puede considerarse un fenómeno exclusivamente occidental,
sino panibérico (si bien decrece de este a oeste y es raro antes de 1250) ha sido suficientemente
probado por Ramsden (1963) y Castillo Lluch (1996: 296-323, 1998: 414-416), quien matiza
muchas de las ideas de Chenery (1905), de las que dependen en exceso las consideraciones
lingüísticas sobre la interpolación en el Libro de Alexandre. Discrepo de la afirmación de García
López y Sánchez Lancis (2005: 43) de que “La existencia de interpolación es, en efecto, una
característica muy fuerte a favor de un tinte occidental en la lengua del arquetipo”, ya que este
fenómeno que se puede encontrar en el Poema de mio Cid y en los poemas de Berceo (Castillo
Lluch 1996). Para los plurales femeninos en –es véase ahora Casas Rigall (2007: 31, 37 y notas a
las cuadernas 287, 444, 1512 y 1595).
17
Aspectos magníficamente comentados por Sánchez-Prieto (2004, 2006) que no
encuentro adecuadamente reflejados en el artículo de García López y Sánchez Lancis (2005). Por
ejemplo, estos autores consideran occidentalismos y casos de palatalización las formas llado
(755a), llinage (340c), llaga (1067b y 2253b) y allongada en O, entre otros, frente a las lecciones
lado, linage, plaga y alongados de P y juzgan que, en conjunto “[…] la misma lógica
lachmaniana […] juega contra las formas leonesas […]”, observaciones que precisan ser
matizadas: a) en la primera mitad del siglo XIII, época de composición del Alexandre, era
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(1) a. mas por esso se Dario non ouiesse quedado (Alex 1679c O)
Î mas por eso σi Dario non se oujese callado (P)
b. dezie a las yentes que souiessen quedadas (Alex 430c O) Î
disieles a las gentes que se oujesen quedadas (Alex P)
c. cuemo se fuessen todos uenidos a perdon (Alex 224d O) Î
commo sy oujesen todos venjdos a perdon (P)
d. Fu el Rey uenido çerca de la çiudat (Alex 2533a O) Î Auje
el Rey venjdo çerca de la çibdat (P)
e. Furon luego con el tantos bonos passados (Alex 2039a O) Î
Ovo luego con el tantos buenos pasados (P)
f. Ante que fuesse el braço al cuerpo deçendido (Alex 1040a O)
frecuente que las grafías simples y dobles tuvieran el mismo valor fonético, de modo que las
lecciones de O, si son heredadas del arquetipo, pueden no representar una palatalización (Torrens
2002); b) en casos como estos hay que tener en cuenta la noción de tradición gráfica, de modo que
no se puede equiparar automáticamente la grafía ll- con una pronunciación palatal; c) el método
lachmaniano no sirve para discriminar entre variantes de lengua, y mucho menos entre variantes
gráficas, a no ser que estas tengan al mismo tiempo valor textual (sobre la imprescindible
distinción variantes gráficas / lingüísticas / textuales véase Sánchez-Prieto 1998 y Fernández-
Ordóñez 2002). Observaciones similares suscita el análisis de la diptongación que efectúan García
López y Sánchez Lancis (2005: 43-53), pues no computa con precisión las diferencias existentes
entre los diptongos actuales y los medievales (Marcos Marín 1997 realiza un magnífico
tratamiento a propósito de esta cuestión en el Poema de mio Cid. Igualmente, muchas de las
observaciones sobre los diptongos en el Auto de los Reyes Magos efectuadas por Sánchez-Prieto
2003 son también aplicables al Alexandre) y equipara, muy discutiblemente en mi opinión, la
grafía o con la ausencia de diptongación. No puedo detenerme más en estas cuestiones, que
ciertamente demandan un artículo propio.
18
Véanse las notas correspondientes y el aparato crítico de Nelson (1979) y Casas
Rigall (2007) a estas estrofas y confróntese sus lecciones en el texto crítico, que juzgo totalmente
correctas, con las de editores como Cañas Murillo (1988) o Marcos Marín (1987), quienes no
adoptan un criterio coherente y yerran, a mi entender, al menos en los versos 1679c y 430c.
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La crítica de los textos, atenta sólo a cada caso que estudia, sin abarcar la
evolución general de la literatura, se empeña en afirmar el origen castellano del
Alexandre, del Apolonio, o de tal obra de los primeros tiempos teñida de
dialectalismo, cuando la realidad es que en todo el siglo XII y primera mitad
del XIII no encontramos ningún manuscrito castellano de obra literaria; todos
los que conservamos de ese tiempo tienen algún carácter dialectal (Menéndez
Pidal 2005: 495)
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Donde ya se sorprende ante el hecho de que ninguno de los dos manuscritos del
Alexandre esté escrito en “lenguaje puro castellano” (Menéndez Pidal 1907: 550).
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No sin parte de razón, presenta una objeción de peso a la tesis de Alarcos, pues
utilizando un argumento a contrario sensu, se podría considerar que los rasgos castellanos de los
manuscritos O y P son también ‘faltas de copista’, en el sentido de que no es inverosímil suponer
que los amanuenses de estos manuscritos alteraran la lengua dialectal del original acomodándola a
las soluciones vigentes en Castilla y Aragón a principios del siglo XIV (O) y mediados del siglo
XV (P).
21
También García López y Sánchez Lancis (2005: 32) se han percatado de este
problema: “Hablamos por lo general de leonés, de aragonés, o incluso de riojano en el caso de
Berceo, aplicando tal denominación a las obras literarias de principios del siglo XIII de una forma
excesivamente mecánica, como si tal leonés o aragonés fuera el de los copistas del cuatrocientos o
el de un Torres Villarroel. Pero es necesario recordar que con anterioridad a las primeras décadas
de la centuria no existe una lengua literaria romance, a excepción, en todo caso, de una tradición
oral fijada en la práctica de una literatura épica cuyo funcionamiento mediante variantes es ajeno
a la literatura culta de la cuaderna vía. Es mucho suponer, por tanto, que Gonzalo de Berceo
tuviera perfecta conciencia de estar escribiendo en riojano o en alguna variante oriental del
castellano. La falta de fijación literaria de las formas romances a principios del siglo XIII es un
hecho indiscutible al que no siempre le concedemos la importancia definitoria que en sí tiene”.
Quizá mejor que hablar de dialectalismo habría que afirmar el carácter no castellano del
Alexandre, por cuanto el término dialecto es un concepto relacional y, en este sentido, ni el leonés
ni el aragonés eran dialectos del castellano en la Edad Media. Y si por dialectal se entiende que
estas variedades eran dialectos del latín, el mismo carácter dialectal revestía el castellano. Por otra
parte, el dialectalismo del texto debería ponerse en relación con fenómenos lingüísticos concretos
y no aplicarse tan a la ligera al texto en su totalidad, habida cuenta de que no conocemos con
precisión cuál era el panorama dialectal peninsular en la primera mitad del siglo XIII.
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La relación entre el cambio lingüístico, la variación y la frecuencia de uso es uno de
los temas que más interés han despertado entre los lingüistas en los últimos años (Bybee y Hopper
2001).
23
Tanto Alarcos (1948, 1981) como Nelson (1972a, 1972b, 1979, 1980) han puesto de
relieve las dificultades lingüísticas que entraña la defensa de un original leonés para el Libro de
Alexandre, porque muchos de los rasgos lingüísticos de O (falta de diptongación de o tónica,
epéntesis de la vocal intertónica en formas nominales y futuros sincopados, pérdida de la –d-
intervocálica, plurales femeninos en –es, síncopa nominal, infinitivos en –er, perfectos en –ioron,
interpolación de los pronombres átonos, diminutivos en –ina, etc.) en algunos casos alteran
gravemente el metro o la rima (mientras que las soluciones lingüísticas de P son mucho más
respetuosas con la métrica) y, en otros casos, coinciden con soluciones lingüísticas castellanas o
que estuvieron vigentes en Castilla en la época primitiva, como es el caso de la interpolación y los
diminutivos en –ina (Alarcos 1948: 25-30) o algunos infinitivos en –er (Nelson 1972a). En el más
completo y sistemático análisis lingüístico del manuscrito O hasta la fecha, Bishop (1977: 8) llega
a las mismas conclusiones que Alarcos y Nelsón: “O is a Leonese version of a Castilian poem;
therefore one might expect Castilian forms to be predominant. This is, indeed, largely the case”.
24
El Poema de Mio Cid muestra un caso parecido: autores como Ubieto o Pattison
defendieron la localización geográfica del arquetipo cidiano en tierras aragonesas basándose en la
presencia de ciertos vocablos o soluciones lingüísticas aragonesas en el códice de Vivar. Sin
embargo, en un prodigioso artículo, Lapesa (1980) fue capaz de documentar todos estos
fenómenos en documentos castellanos y puso en tela de juicio el supuesto aragonesismo del
arquetipo cidiano.
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Antes bien, lo que haría falta sería cuantificar un fenómeno lingüístico dado en
ambos manuscritos y contrastar el resultado obtenido con las frecuencias que
muestran otros textos para ese mismo fenómeno y, crucialmente, con las
frecuencias obtenidas en un corpus de documentos notariales del siglo XIII
diatópicamente localizados. Solo así estaremos en condiciones, en verdad, de
asegurar y describir con cierto margen de fiabilidad el grado de dialectalismo
(o, mejor, de rasgos no castellanos) que suponemos presente en el original del
Libro de Alexandre.
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Bien entendido que estos autores suponen que el original del Alexandre no
concordaba con la variedad lingüística de la Castilla primitiva o con la variedad lingüística
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Por último, queda por ver en qué medida las referencias internas del
texto permiten apoyar una determinada reconstrucción lingüística. La cuestión
no es fácil, una vez que carecemos de manuscritos originales, desconocemos el
nombre del autor y, además, los dos manuscritos proporcionan información
contradictoria (Lorente / Gonzalo en la estrofa 1548).
castellana que reflejan otros textos romances del siglo XIII, como las obras alfonsíes. Alarcos
(1948), por ejemplo, habla de la existencia de una capa lingüística precastellana en el Alexandre.
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partir de las referencias internas del poema, que el poeta debía de ser clérigo y
natural de la zona comprendida entre el sureste de Burgos y los confines
orientales de la provincia de Soria, hipótesis seguida por Cañas Murillo (1988:
22-23)26. Arizaleta (2008) retoma y reelabora esta hipótesis, con argumentos
ciertamente interesantes.
26
En las estrofas 2 y 1824a el poeta se presenta a sí mismo como clérigo: “somos los
simples clérigos errados e viciosos”. Alarcos (1948: 54) se funda en la alusión a los montes
Cogolla y Moncayo (estrofa 2580), en Logroño y Soria, respectivamente, entre las cinco
maravillas geográficas de España y en las particularidades lingüísticas comunes a los dos
manuscritos O y P para sustentar tal suposición. Apunta, además, que el hecho de que una copia
del Alexandre se custodiara antiguamente en el burgalense monasterio de Bugedo, del que hoy
conservamos solo un fragmento, puede interpretarse como un indicio de la posible localización
geográfica del autor. No obstante, como señala Willis (1983: 70-71), la referencia a San Millán de
la Cogolla no implica necesariamente la vinculación geográfica del autor a la Rioja, porque este
monasterio era un centro monástico muy importante para el imaginario castellano y San Millán
era, junto a Santiago, uno de los patronos de Castilla: “The internal evidence points to the
monastery of San Millán as the querencia of the Alexandre poet”. Casas Rigall (2007: 25) añade
un dato más a favor de la tesis alarquiana: en el inventario de las uvas de su tiempo, el poeta
menciona las calagrañas (estrofa 2130a O, P trae mengranas) y las tempraniellas (estrofa 2191b),
ambas originarias de La Rioja (véase también Alarcos 1948: 43-44). Menéndez Pidal (1976a: 388,
nota 2) registra la voz milgrana en Berceo (VSD 657, 675 y MNS 4) y señala que en la Rioja y
Navarra se usan milgrana y mingrana (en lugar de granada) y adscribe una procedencia oriental a
esta forma (en catalán se dice magrana, magraneta). Con todo, la referencia a las uvas no está
exenta de problemas textuales y de interpretación (véase Martínez Álvarez 1988).
27
Críticas bien fundamentadas a estas hipótesis pueden leerse en Alarcos (1948),
Arizaleta (1999: 264-265, 2000 y 2008) y Casas Rigall (2007). Ciertamente, los argumentos que
ligan el Alexandre al entorno de la universidad de Palencia son endebles y poco consistentes, ya
que pasan por asumir principalmente que Berceo colaboró en la redacción del Alexandre, que
estudió en Palencia y que el Libro de Alexandre fue un trabajo de grupo. Ninguna de estas
hipótesis ha sido suficientemente probadas y, de acuerdo con gran parte de la crítica, no pasan de
ser meras conjeturas escasamente argumentadas. Las comparaciones lingüísticas, ideológicas y de
técnica compositiva entre los poemas de Berceo y el Libro de Alexandre o no abonan la tesis de la
atribución del Alexandre a Berceo (Gorog 1970, Echenique 1978, Alarcos 1981, Greenia 1989a) o
no proporcionan elementos de juicio suficientes para sustentar con un mínimo de garantías tal
suposición (Montero 1989), pese a los denodados intentos de Nelson (1979) por demostrar lo
contrario. Por otra parte, no es seguro que Berceo hubiera estudiado en Palencia ni que el
Alexandre hubiera sido redactado en el entorno del studium palentino, como quiere Uría
(Arizaleta 1999, 2000). No deja de resultar llamativo que en las estrofas (2580-81) el poeta cite
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En conclusión, las referencias internas del texto apoyan una vez más,
según creo y a tenor de lo dicho en este apartado, la vinculación del Libro de
Alexandre al oriente peninsular, por dos razones fundamentales: a) en el texto
no hay referencias concretas a la geografía del reino de León, pero sí se
mencionan, en cambio, San Millán, los montes Moncayo y Cogolla, Burgos,
Pamplona y Soria (esta última dudosa, Sevilla en O / Soria en P, 2581; véase
Casas Rigall 2007: 704); b) parece sensato descartar tanto la autoría de Berceo
como la de Juan Lorenzo de Astorga.
29
La sintaxis de los tiempos compuestos en iberorromance medieval ha sido objeto de
diversas publicaciones, cuyo conocimiento es aconsejable para comprender en profundidad los
apartados que siguen a continuación. Sin ánimo de exhaustividad, y por limitarme a las más
recientes, véase Moscoso Mato (2000), García Martín (2001), Rodríguez Molina (2004) y Romani
(2006).
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JAVIER RODRÍGUEZ MOLINA
30
Confeccioné este corpus para utilizarlo en mi tesis doctoral (Rodríguez Molina en
preparación), en cuyos anexos figuran detalladamente los datos de cada documento y la nómina
completa de colecciones documentales de las que extraje los documentos. Dado que esta
información ocupa más de cien páginas, no me es posible reproducirla aquí. Cada zona cuenta,
como mínimo, con 50 documentos. La desigual distribución del número de documentos en cada
zona se debe a una contingencia histórica y editorial, ya que se han conservado más documentos
de unas zonas que de otras y los editores de colecciones documentales han privilegiado unos
fondos documentales sobre otros. Las catorce zonas en las que he distribuido la documentación
son las siguientes: (1) Galicia; (2) Asturias; (3) Castilla del norte; (4) Navarra; (5) Alto Aragón;
(6) León; (7) Tierra de Campos; (8) Burgos; (9) Valle del Ebro; (10) Extremadura leonesa; (11)
Extremadura castellana; (12) Cuenca y Guadalajara; (13) Bajo Aragón; (14) Toledo.
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La extraña sintaxis verbal del Libro de Alexandre
3.3 Metodología
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Confrontemos ahora estos datos con los que arroja el análisis del corpus
de textos literarios:
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POR 14 % 1 14 % 1 7
LBP 5% 1 5% 1 18
LAC 4% 7 11 % 20 181
ALEX 2% 10 53 % 232 437
ALF XI 8% 3 18 % 7 39
31
Los ejemplos encontrados se localizan en documentos de Estella, Olite, Lumbier,
Ansó, Jaca, Huesca, Naval, Barbastro, Alfaro, Tudela, Zaragoza, Munébrega, Albarracín y Uclés.
32
Queda por dilucidar si el hecho de si la anteposición que reflejan los textos literarios
puede interpretarse como un rasgo lingüístico que refleja el prestigio de las variedades orientales,
habida cuenta de que este fenómeno solo se documenta en mi corpus en el oriente peninsular.
33
El 93 % de los ejemplos de interpolación que documento se encuentran al norte del
Duero, dato que creo que permite situar la redacción del Alexandre en este espacio geográfico
norteño, a tenor del elevado porcentaje de interpolación que presenta este texto en relación con
otros textos coetáneos.
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3.5. Interpolación
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La extraña sintaxis verbal del Libro de Alexandre
verbo ser (es ido, es nacido) (Romani 2006, Rodríguez Molina 2006). En la
siguiente tabla muestro los porcentajes globales de auxiliación de haber con
todo tipo de verbos intransitivos en el corpus de documentos literarios:
4. Conclusiones
34
Y ello en una época, el siglo XIV, en la que otros textos muestran un avance muy
notable del uso de haber como auxiliar de verbos intransitivos. Por ejemplo, este porcentaje
alcanza un 20 % en las Sumas de Historia Troyana, obra de mediados de siglo. Incluso en las
obras alfonsíes, escritas ochenta años antes del Poema de Alfonso XI, los porcentajes son
superiores a los de este último: así en la Estoria de España (6 %) (según el ms. Y-I-2 de la
Biblioteca de El Escorial) o en la cuarta parte de la General estoria (7 %) (según el ms. Urb. Lat.
539 de la Biblioteca vaticana).
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ANEXO I
FOLIOS
FECHA
FECHA TEXTO MANUSCRITO /
MANUSCRITO
VERSOS
Segunda
Principios siglo
mitad 3733
Poema de mio Cid (PMC) Ms. Vitrina 7-17, BNE, ff. 1-74 XIV, arquetipo
siglo versos
de 1207
XII
1145- Disputa del Alma y el 37
Carp. 279, n 22, AHN, Clero, Oña 1201
1172 Cuerpo (DAC) versos
Finales
Auto de los Reyes Magos 147 Copiado h.
siglo Ms. Vitrina 5-9, BNE, ff. 67v-68r
(ARM) versos 1200-1210
XII
Ms. 225, Biblioteca de la
1194- Primer tercio
Liber Regum (LR) Universidad de Zaragoza, ff. 26v- 9 ff.
1196 siglo XIII
35v
Fazienda de Ultramar Ms. 1997, Biblioteca de la Copiado h.
h. 1220 86 ff.
(FAZ) Universidad de Salamanca, 86 ff. 1220-1235
h. 1225- Copiado h.
Razón de Amor (RA) Ms. latino 3576, BNP, f. 124r-126r 2 ff.
1250 1250-1260
Ms. I (ms. 110, Archivo del
1775-79 (Ms. Q
Vida de San Millán de la Monasterio de Silos, 154 ff.), copia 1956
h. 1230 h. 1260; ms. F h.
Cogolla (VSM) de del ms. Q (perdido). Contrastado versos
1330)
con ms. F (ms. 4 y 4b RAE)
Vida de Santo Domingo de Ms. S (ms. 12, Biblioteca del 2639 Finales siglo
h. 1236
Silos (VSD) Archivo de Silos, 176 ff. versos XIII
Ms. I (ms. 110, Archivo del
Monasterio de Silos, 154 ff), copia
1775-79 (Ms. Q
Milagros de Nuestra de del ms. Q (perdido). Contrastado 3536
h. 1246 h. 1260; ms. F h.
Señora (MNS) con ms. F (ms. 4 y 4b RAE) versos
1330)
[Despojo parcial, Coplas 1-142,
146-505 y 530-611]
Poridat de Poridades Ms. M (Ms. L.III.2, Biblioteca del Finales siglo
h. 1250 26 ff.
(POR) Escorial, ff. 1r-26r XIII
Libro de los buenos Ms. L (Ms. L.III.2, Biblioteca del Finales siglo
h. 1250 41 ff.
proverbios (LBP) Escorial, ff. 26v-67v XIII
Libro de los animales que
1250 Ms. Res 270, BNE, 210 ff. 210 ff. 1250-1300
cazan (LAC)
Ms. E (Ms. III.Y.9, Biblioteca del
1348 Poema de Alfonso XI 1348-1400
Escorial, ff. 1-61
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BIBLIOGRAFIA
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