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CRATILO

O DE LA EXACTITUD DE LOS
NOMBRES

Platón

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CRATILO O DE LA EXACTITUD DE LOS NOMBRES

HERMÓGENES.— CRATILO.— SÓCRATES

HERMÓGENES. — Aquí tenemos sí mismo cosas, que si las hiciera


a Sócrates, ¿Quieres que le admitamos conocer claramente, me obligarían sin
como tercero, dándole parte en nues- duda a ser de su opinión, y a hablar
tra discusión? como él habla. Por lo tanto, si pudie-
CRATILO. — Como gustes. ses, Sócrates, explicarme el secreto de
HERMÓGENES. — Ve aquí, mi Cratilo, te escucharía con mucho gus-
querido Sócrates, a Cratilo, que pre- to; pero tendré mucho más placer aun
tende que cada cosa tiene un nombre, en saber de tus labios, si consientes en
que le es naturalmente propio; que no ello, qué es lo que piensas acerca de la
es un nombre aquél de que se valen propiedad de los nombres.
algunos, después de haberse puesto SÓCRATES. — ¡Oh, Hermógenes,
de acuerdo, para servirse de él; y que hijo de Hipónico! dice un antiguo
un nombre de tales condiciones sólo proverbio, que las cosas bellas son
consiste en una cierta articulación de difíciles de saber;1 y ciertamente, la
la voz; sosteniendo, por lo tanto, que ciencia de los nombres no es un traba-
la naturaleza ha atribuido a los nom- jo ligero. ¡Ah! si yo hubiera oído en
bres un sentido propio, el mismo para casa de Pródico la demostración, a
los helenos que para los bárbaros. En- cincuenta dracmas por cabeza, que
tonces yo le he preguntado, si Cratilo nada deja que desear sobre esta cues-
es verdaderamente su nombre o no lo tión, como lo dice él mismo, no ten-
es. El confiesa que tal es su nombre. dría ninguna dificultad en hacerte co-
— ¿Y el de Sócrates? le dije. — Sócra- nocer acto continuo la verdad sobre la
tes, me respondió. Y respecto de to- propiedad de los nombres; pero yo no
dos los demás hombres, el nombre le oí a este precio, pues sólo recibí la
con que los designamos, ¿es el de ca- lección de un dracma. Por consiguien-
da uno de ellos? — No, dijo; tu nom- te, no puedo saber sobre los nombres
bre propio no es Hermógenes, aunque lo que es cierto y lo que no lo es. Sin
todos los hombres te llaman así. Y embargo; estoy dispuesto a unir mis
aunque yo le interrogo con el vivo de- esfuerzos a los tuyos y a los de Cra-
seo de comprender lo que quiere de-
cir, no me responde nada que sea cla- 1Son difíciles las cosas bellas; proverbio que
ro, y se burla de mí. Finge pensar en Platón cita, también en La República.

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tilo, y a hacer las posibles indagacio- todo hombre entendido, cualquiera


nes con vosotros. En cuanto a lo que que él sea.3
dice de que Hermógenes no es verda- SÓCRATES. — Quizá dices ver-
deramente tu nombre, créelo, no es dad, querido Hermógenes. Examine-
más que una broma. Sin duda entien- mos el punto. ¿Basta que dé uno un
de que, persiguiendo constantemente nombre a una cosa, para que este
la riqueza, no puedes nunca conse- nombre sea el de esta cosa?
guirla.2 Sea de esto lo que quiera, no HERMÓGENES. — Así me lo
es fácil, como antes dije, ver claro en parece.
estas materias; examinemos, por lo SÓCRATES. — ¿Y es indiferente
tanto, juntos, si eres tú el que tienes que esto lo haga un particular o un
razón o si es Cratilo. Estado?
HERMÓGENES. — Respecto a HERMÓGENES. — Es indiferen-
mí, mi querido Sócrates, después de te.
muchas discusiones con nuestro ami- SÓCRATES. — ¡Pero qué! Si quie-
go y con muchos otros, no puedo ro nombrar la primera cosa que se me
creer que los nombres tengan otra presente, por ejemplo, lo que llama-
propiedad, que la que deben a la con- mos hombre, llamándolo caballo; y lo
vención y consentimiento de los hom- que llamamos caballo, llamándolo
bres. Tan pronto como alguno ha da- hombre; ¿un mismo ser tendrá el
do un nombre a una cosa, me parece nombre de hombre para todo el mun-
que tal nombre es la palabra propia; y do, y para mí sólo el de caballo; y el
si, cesando de servirse de ella, la re- mismo ser tendrá el nombre de hom-
emplaza con otra, el nuevo nombre no bre para mí sólo y el de caballo para
me parece menos propio que el pri- todo el mundo? He aquí claramente
mero. Así es que, si el nombre de lo que tú dices.
nuestros esclavos lo substituimos con HERMÓGENES. — Me parece
otro, el nombre substituido no es me- que es así.
nos propio que lo era el precedente. SÓCRATES. — Veamos; respon-
La naturaleza no ha dado nombre a de a lo siguiente: ¿Admites que haya
ninguna cosa: todos los nombres tie- algo a que tú llames verdadero, o a
nen su origen en la ley y el uso; y son que llames falso?
obra de los que tienen el hábito de HERMÓGENES. — Sí.
emplearlos. Si éste es un error, estoy SÓCRATES.— Por consiguiente,
dispuesto a instruirme, y a tomar lec- ¿existe un discurso verdadero y un
ciones, no sólo de Cratilo, sino de discurso falso?

3 Para saber las distintas opiniones de los an-


2Hermógenes, es decir, hijo de Hermes, dios tiguos filósofos, puede verse el comentario
de la ganancia, debería ser rico, para llevar abreviado de Proclo sobre el Cratilo,  citado
con razón este nombre. por M. Cousin.

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HERMÓGENES.— Sin duda. SÓCRATES.— Luego puede de-


SÓCRATES.— ¿El discurso, que cirse del nombre, que es falso o verda-
dice las cosas como son, es verdadero; dero; puesto que puede decirse esto
y el que las dice como no son, es fal- mismo del discurso.
so? HERMÓGENES.— Es evidente.
HERMÓGENES.— Sí. SÓCRATES.— Pero desde que al-
SÓCRATES.— ¿Luego es posible guno da un nombre a una cosa, ¿es
decir, mediante el discurso, lo que es verdaderamente el nombre de esta
y lo que no es?4 cosa?
HERMÓGENES.— Ciertamente. HERMÓGENES.— Sí.
SÓCRATES.— El discurso verda- SÓCRATES.— ¿Luego cada cosa
dero, ¿es verdadero por entero, mien- tendrá tantos nombres como se la
tras que sus partes no son verdade- asignen, y sólo por el tiempo que se le
ras? asignen?
HERMÓGENES.— No; sus partes HERMÓGENES.— Mi querido Só-
son verdaderas igualmente. crates, yo no reconozco en los nom-
SÓCRATES.— ¿Sus grandes par- bres otra propiedad que la siguiente:
tes son verdaderas, mientras que las puedo llamar cada cosa con el nom-
pequeñas no lo son; o bien lo son bre que yo le he asignado; y tú con tal
todas? otro nombre, que también le has dado
HERMÓGENES.— Creo que to- a tu vez. Así es que veo que en dife-
das. rentes ciudades las mismas cosas tie-
SÓCRATES.— ¿Y crees tú, que nen nombre distintos, variedad que se
haya en el discurso alguna otra parte observa lo mismo comparando hele-
más pequeña que el nombre? nos con helenos, que helenos con bár-
HERMÓGENES.— Ninguna es baros.
más pequeña. SÓCRATES.— Y bien, querido
SÓCRATES.— Pero el nombre, Hermógenes; ¿te parece que los seres
¿no es parte de un discurso verdade- son de tal naturaleza, que la esencia
ro? de cada uno de ellos sea relativa a ca-
HERMÓGENES.— Sí. da uno de nosotros, según la proposi-
SÓCRATES.— ¿Luego esta parte ción de Protágoras, que afirma que el
es verdadera por lo que tú dices? hombre es la medida de todas las co-
HERMÓGENES.— Sí. sas; de manera que tales como me pa-
SÓCRATES.— Pero la parte de recen los objetos, tales son para mí; y
un discurso falso, ¿no es falsa? que tales como te parecen a ti, tales
HERMÓGENES.— Conforme. son para ti? O más bien, ¿crees que las
cosas tienen una esencia estable y per-
4Véase el Eutidemo, en el que se desenvuelve
manente?
este sofisma de los sofistas.

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HERMÓGENES.— En otro tiem- SÓCRATES.— Luego, a mi pare-


po, Sócrates, no sabiendo qué pensar, cer, estás completamente persuadido
llegué hasta adoptar la proposición de de que, puesto que existe una sabidu-
Protágoras; pero no creo que las cosas ría y una insensatez, es completamen-
pasen completamente5 como él dice. te imposible que Protágoras tenga ra-
SÓCRATES.— ¡Pero qué! ¿Has zón. En efecto, un hombre no podría
llegado alguna vez a pensar, que nin- nunca ser más sabio que otro, si la
gún hombre es completamente malo? verdad no fuera para cada uno más
HERMÓGENES.— No. ¡Por Zeus! que lo que le parece.
Me he encontrado muchas veces en HERMÓGENES.— Conforme.
situaciones que me han hecho creer, SÓCRATES.— Pero tú tampoco
que hay hombres completamente ma- admites con Eutidemo,6 que todas las
los, y en gran número. cosas son las mismas a la vez y siem-
SÓCRATES.— ¡Y qué! ¿No te pre para todo el mundo. En efecto; se-
parece igualmente que existen hom- ría imposible que unos fuesen buenos
bres completamente buenos? y otros malos, sí la virtud y el vicio se
HERMÓGENES.— Son bien raros. encontrasen igualmente y siempre en
SÓCRATES.— Pero, sin embargo, todos los hombres.
¿los hay? HERMÓGENES.— Dices verdad.
HERMÓGENES.— Sí. SÓCRATES.— Luego, si todas las
SÓCRATES.— ¿Cómo lo expli- cosas no son para todos de la misma
cas? ¿No es que los hombres comple- manera a la vez y siempre; y si cada
tamente buenos, son completamente objeto no es tampoco propiamente lo
sabios; y que los hombres completa- que parece a cada uno, no cabe la me-
mente malos, son completamente in- nor duda de que los seres tienen en sí
sensatos? mismos, una esencia fija y estable; no
HERMÓGENES.— Eso es precisa- existen con relación a nosotros, no de-
mente lo que yo pienso. penden de nosotros, no varían a pla-
SÓCRATES.— Pero si Protágoras cer de nuestra manera de ver, sino
dice verdad, si es la verdad misma la que existen en sí mismos, según la
proposición de que tales como nos pa- esencia que les es natural.
recen las cosas, tales son; ¿es posible HERMÓGENES.— Me parece
que unos hombres sean sabios, y los bien, Sócrates; tienes razón.
otros insensatos? SÓCRATES.— Ahora bien; sien-
HERMÓGENES.— No, ciertamen- do los seres así, ¿pueden ser sus accio-
te.
6 Este Eutidemo es el del diálogo de su nom-
5Toda la página que sigue, es la refutación de bre, hermano de Dionisodoro. Sostenía, que
esta expresión, completamente;  propia de los todas las cosas son las mismas para todo el
espíritus tímidos y sin doctrina fija, que pro- mundo; doctrina, que es justamente la opues-
curan no decidirse para no comprometerse. ta a la de Protágoras.

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nes de otra manera? O más bien, ¿no cho, ¿hablará bien? ¿No es preciso,
son una especie de seres las acciones? por el contrario, que diga las cosas co-
HERMÓGENES.— Verdadera- mo es natural decirlas, y que sean di-
mente, sí. chas sirviéndose del instrumento con-
SÓCRATES.— Por consiguiente, veniente para hablar con verdad;
las acciones se hacen también según mientras que, si procede de otra ma-
su propia naturaleza, y no según que- nera, se engañará y no hará nada de
ramos. Por ejemplo: he aquí una cosa provecho?
que es preciso cortar: ¿La cortaremos HERMÓGENES.— Creo que tie-
como queramos, y con lo que quera- nes razón.
mos? ¿No debemos, por el contrario, SÓCRATES.— Pero nombrar es
cortar como es natural cortar, y como una parte de lo que llamamos hablar.
una cosa debe de ser cortada, si que- Los que nombran, hablan; ¿no es cier-
remos cortar en efecto, y llevar a feliz to?
término nuestra operación? Y si nos HERMÓGENES.— Sin duda.
ponemos en oposición con la natura- SÓCRATES.— Luego nombrar es
leza, ¿no nos expondremos a un chas- una acción, puesto que hablar es una
co? acción, que se refiere a las cosas.
HERMÓGENES.— Ese es mi pa- HERMÓGENES.— Sí.
recer. SÓCRATES.— Pero nos ha pare-
SÓCRATES.— Y si es preciso cido, que las acciones no dependen de
quemar alguna cosa, no pretendere- nosotros, sino que tienen en sí mis-
mos quemarla de cualquier manera, mas una naturaleza propia.
sino de la que nos parezca buena; y la HERMÓGENES.— Así es.
buena es la que se conforma con la SÓCRATES.— Luego es preciso
naturaleza que quiere que se queme y nombrar las cosas como es natural
que una cosa sea quemada de una nombrarlas, y nombrarlas con el
cierta manera y con un cierto instru- instrumento conveniente, y no según
mento. nuestro capricho; si queremos, al me-
HERMÓGENES.— Es cierto. nos, ser consecuentes con nosotros
SÓCRATES.— ¿Y sucede lo mis- mismos. ¿Y si procedemos así, nom-
mo respecto de todas las demás accio- braremos efectivamente; si no, no?
nes? HERMÓGENES.— Así me parece.
HERMÓGENES.— Absolutamen- SÓCRATES.— Veamos. ¿No deci-
te lo mismo. mos que el que quiere cortar tiene ne-
SÓCRATES.— Pero hablar, ¿no es cesidad de lo que es necesario para
también una acción? cortar?
HERMÓGENES.— Sí. HERMÓGENES.— Sí.
SÓCRATES.— Entonces, si algu- SÓCRATES.— Y el que quiere te-
no habla sin otra regla que su capri- jer, ¿tiene necesidad de lo que es pre-

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ciso para tejer; y el que quiere hora- yo no puedo explicar.


dar, de lo que es preciso para hora- SÓCRATES.— ¿No nos enseña-
dar? mos algo los unos a los otros, y no
HERMÓGENES.— Sin duda. distinguimos, por medio de ellos, las
SÓCRATES.— Y el que quiere maneras de ser los objetos?
nombrar, ¿tiene necesidad de lo que HERMÓGENES.— Es cierto.
es preciso para nombrar? SÓCRATES.— Luego el nombre
HERMÓGENES.— Es cierto. es un instrumento propio para ense-
SÓCRATES.— ¿Qué es lo que sir- ñar y distinguir los seres, como la lan-
ve para horadar? zadera es propia para distinguir los
HERMÓGENES.— Un barreno. hilos del tejido.
SÓCRATES.— ¿Y para tejer? HERMÓGENES.— Sí.
HERMÓGENES.— Una lanzade- SÓCRATES.— La lanzadera, ¿es
ra. un instrumento del arte de tejer?
SÓCRATES.— ¿Y para nombrar? HERMÓGENES.— ¿Cómo negar-
HERMÓGENES.— Un nombre. lo?
SÓCRATES.— Perfectamente. SÓCRATES.— El tejedor hábil se
Luego el nombre es también un ins- servirá bien de la lanzadera, quiero
trumento. decir, como tejedor. Y el maestro hábil
HERMÓGENES.— Sin duda. se servirá bien del nombre, quiero
SÓCRATES.— Y Si yo te pregun- decir, como maestro.
tare: ¿Qué instrumento es la lanzade- HERMÓGENES.— Sí.
ra? Aquél con que se teje, dirías; ¿no SÓCRATES.— Cuando el tejedor
es así? emplea la lanzadera, ¿a quién debe
HERMÓGENES.— Sí. esta lanzadera?
SÓCRATES.— Pero al tejer, ¿qué HERMÓGENES.— Al carpintero.
se hace? ¿No se separa la trama de la SÓCRATES.— ¿Es todo hombre
urdimbre que estaban confundidas? carpintero, o lo es sólo el que posee
HERMÓGENES.— Sí. este arte?
SÓCRATES.— Lo mismo me di- HERMÓGENES.— El que posee
rás con respecto al barreno, y a todos este arte.
los demás instrumentos. SÓCRATES.— El que barrena la
HERMÓGENES.— Absolutamen- madera, ¿a qué artesano debe el ba-
te lo mismo. rreno de que se sirve?
SÓCRATES.— ¿Y no puedes de- HERMÓGENES.— Al herrero.
cirme otro tanto con respecto al nom- SÓCRATES.— ¿Y son todos he-
bre? Puesto que nombre es un instru- rreros, o sólo el que posee este arte?
mento, ¿cuando nombramos, qué ha- HERMÓGENES.— Sólo el que
cemos? posee este arte.
HERMÓGENES.— Eso es lo que SÓCRATES.— Perfectamente. Y

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cuando se sirve del nombre el maes- ¿construirá otra esforzándose en co-


tro, ¿de quién es la obra que emplea? piar la anterior, o bien se guiará por la
HERMÓGENES.— Eso es lo que idea que sirvió de base a su primer tra-
yo no puedo decir. bajo?
SÓCRATES.— ¿No puedes decir HERMÓGENES.— A mi juicio, se
quién nos suministra los nombres de atendrá a esta idea.
que nos servimos? SÓCRATES.— Y esta idea, ¿no es
HERMÓGENES.— No, en verdad. justo y exacto llamarla la lanzadera en
SÓCRATES.— ¿No te parece que sí?
es la ley la que nos los suministra? HERMÓGENES.— Así me lo pa-
HERMÓGENES.— Es probable. rece.
SÓCRATES.— Luego de la obra SÓCRATES.— Puesto que toda
del legislador se sirve el maestro, tela, fina o basta, de hilo o de lana, o
cuando se sirve del nombre. de cualquiera otra materia, no puede
HERMÓGENES.— Así lo creo. fabricarse sino con una lanzadera, es
SÓCRATES.— ¿Y crees tú que preciso que el obrero haga todas las
todo hombre es legislador, o que lo es lanzaderas según la idea  de la lanza-
sólo el que posee este arte? dera; pero dando a cada una la forma
HERMÓGENES.— Es sólo el que que la haga más propia para cada
posee este arte. género de tejido.
SÓCRATES.— Luego no es árbi- HERMÓGENES.— Sí.
tro todo el mundo, mi querido Her- SÓCRATES.— Y lo mismo sucede
mógenes, de imponer nombres, sino con todos los demás instrumentos.
que lo es sólo el verdadero obrero de Después de haber encontrado el ins-
nombres; y éste es, al parecer, el legis- trumento, naturalmente propio para
lador, que es de todos los artesanos el cada género de trabajo, el obrero debe
que más escasea entre los hombres. echar mano de los materiales que se
HERMÓGENES. — Es probable. presten a ello, no según su capricho,
SÓCRATES.— Pues bien; exami- sino según lo ordena la naturaleza.
na ahora qué es lo que el legislador Por ejemplo; es preciso saber forjar
debe tener en cuenta para designar con hierro el barreno propio para ca-
los nombres. Para este examen, ten da operación.
presente lo que antes dijimos. ¿Qué es HERMÓGENES.— Ciertamente.
lo que el carpintero tiene en cuenta SÓCRATES.— Y en cuanto a la
para hacer la lanzadera? ¿No es la lanzadera, propia naturalmente para
operación de tejer, y no atiende a la cada género de trabajo, debe saber
naturaleza de esta operación? componerla con la madera que corres-
HERMÓGENES.— Es evidente. ponda.
SÓCRATES.— Pero si la lanzade- HERMÓGENES.— Es cierto.
ra se rompe en manos del obrero,

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SÓCRATES.— Porque a cada gé- HERMÓGENES.— Lo más proba-


nero de tejido corresponde natural- ble, Sócrates, es que sea el que se ha
mente una cierta lanzadera; y lo mis- de servir de ella.
mo sucede en todo lo demás. SÓCRATES.— ¿Y quién es el que
HERMÓGENES.— Sí. debe servirse de la obra de un fabri-
SÓCRATES.— Por consiguiente; cante de liras? ¿No será éste el más
es preciso, mi excelente amigo, que el capaz de presidir al trabajo del obre-
legislador sepa formar, con sonidos y ro, y de juzgar en seguida si la obra
sílabas, el nombre que conviene natu- está bien o mal ejecutada?
ralmente a cada cosa; que forme y HERMÓGENES.— Sin duda.
cree todos los nombres, fijando sus SÓCRATES.— ¿Y quién es ese
miradas en el nombre en sí; si quiere juez?
ser un buen instituidor de nombres. HERMÓGENES.— El tocador de
Porque todos los legisladores no for- lira.
men cada nombre con las mismas SÓCRATES.— ¿Y quién es el que
sílabas, no por eso debe desconocerse debe servirse de la obra del construc-
esta verdad. Todos los herreros no tor de naves?
emplean el mismo hierro, aunque ha- HERMÓGENES.— El piloto.
gan el mismo instrumento para el SÓCRATES.— ¿Y quién vigilará
mismo fin. Sin embargo, con tal que mejor el trabajo del legislador, y juz-
reproduzca la misma idea, poco im- gará con más acierto si ha obrado
porta el hierro; siempre será un exce- bien, sea entre nosotros, sea entre los
lente instrumento, ya se haya hecho bárbaros? ¿No es el mismo que debe
entre nosotros o entre los bárbaros. servirse de él?
¿No es cierto? HERMÓGENES, — Sí.
HERMÓGENES.— Perfectamente. SÓCRATES.— ¿Y el que debe ser-
SÓCRATES.— Por lo tanto; lo virse de él, no es el que posee el arte
mismo juzgarás del legislador, sea he- de interrogar?
leno o bárbaro. Con tal que, confor- HERMÓGENES.— Sin duda.
mándose a la idea del nombre, dé a SÓCRATES.— ¿Y también el de
cada cosa el que la conviene, poco im- responder?
portan las sílabas de que se sirva; no HERMÓGENES.— Sí.
por eso dejará de ser buen legislador, SÓCRATES.— ¿Y al que posee el
sea en nuestro país o sea en otro. arte de interrogar y de responder, no
HERMÓGENES.— Perfectamente. le llamas dialéctico?
SÓCRATES.— ¿Quién decidirá si HERMÓGENES.— Así lo llamo.
a un trozo de madera se le ha dado la SÓCRATES.— Pero el carpintero,
forma propia de una lanzadera? ¿Será ¿no tiene precisión de construir el ti-
el que la ha hecho, el carpintero; o el món bajo la vigilancia del piloto, si
que debe servirse de ella, el tejedor? quiere que el timón llene su objeto?

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HERMÓGENES.— Es justo. HERMÓGENES.— Perfectamente.


SÓCRATES.— Y el legislador en SÓCRATES.— Sentado esto, de-
la designación de los nombres, ¿no es bemos indagar, puesto que deseas
indispensable que tome por maestro a saberlo, en qué consiste la propiedad
un dialéctico, si quiere designarlos del nombre.
convenientemente? HERMÓGENES.— En efecto,
HERMÓGENES.— Es cierto. deseo saberlo.
SÓCRATES.— No es éste, mi SÓCRATES.— Pues bien; examí-
querido Hermógenes, un negocio sen- nalo.
cillo; porque la institución de nom- HERMÓGENES.— Sí; ¿pero cómo
bres no es tarea para un cualquiera, ni es preciso examinarlo?
para gente sin talento. Y Cratilo habla SÓCRATES.— El medio más pro-
bien cuando dice que hay nombres pio para llegar a este resultado, mi
que son naturales a las cosas, y que no querido amigo, es el siguiente: diri-
es dado a todo el mundo ser artífice girse a los hombres hábiles, pagarles
de nombres; y que sólo es competente bien, y además de la paga, darles las
el que sabe qué nombre es natural- gracias. Los hombres hábiles son los
mente propio a cada cosa, y acierta a sofistas. Tu hermano Callias, que les
reproducir la idea mediante las letras ha dado gruesas sumas, pasa por sa-
y las sílabas. bio. Y puesto que tú no posees parte
HERMÓGENES.— Nada tengo alguna del patrimonio de tu familia,
que oponer, Sócrates, a lo que acabas es preciso que halagues a tu hermano,
de decir. Sin embargo, es difícil darse y le supliques que te haga conocer
por convencido desde luego; y creo esta propiedad de los nombres, que le
que me convencerías mejor si me ex- enseñó Protágoras.
plicases cuál es esta propiedad de los HERMÓGENES.— Sería de mi
nombres, fundada, según tu opinión, parte una extraña súplica, Sócrates, si
en la naturaleza. después de haber rechazado absoluta-
Sócrates.— Yo, excelente Her- mente la Verdad  de Protágoras,7 diese
mógenes, no me atrevo a tanto; y olvi- yo algún valor a las consecuencias de
das lo que decía antes: que ignorante esta Verdad.
de estas cosas, estaba pronto a exami- SÓCRATES.— ¿No te agrada este
narlas contigo. Pero el resultado de medio? Pues vamos en busca de Ho-
nuestras comunes indagaciones es mero y de los demás poetas.
que, al contrario de lo que creíamos al
principio, nos parece ahora que el
nombre tiene una cierta propiedad 7La verdad de Protágoras es a la vez el título de
natural; que todo hombre no es apto una de sus obras y una indicación de su siste-
ma, según el cual la sensación es la medida
para dar a las cosas nombres conve- de todas las cosas, y la verdad tiene sólo un
nientes. ¿No es cierto? valor individual.

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HERMÓGENES.— ¿Y qué dice llamada también Mirine;10 y con otros


Homero de la propiedad de los nom- mil ejemplos, tanto de este poeta co-
bres, y en qué pasaje? mo de otros. Pero quizá éstas son difi-
SÓCRATES.— En muchos. Los cultades que ni tú ni yo podemos re-
más extensos y bellos son aquéllos en solver. Mas los nombres de Escaman-
los que distingue, respecto de un mis- drio y de Astianax, que, según Home-
mo objeto, el nombre que le dan los ro, son los del hijo de Héctor, están
hombres, y el que le dan los dioses. más a nuestro alcance; y es más fácil
¿No crees, que Homero en estos pasa- descubrir la propiedad que les atribu-
jes nos dice cosas notables y admira- ye. ¿Conoces los versos, donde están
bles sobre la propiedad de los nom- los nombres de que hablo?11
bres? Porque es evidente, que los dio- HERMÓGENES.— Perfectamente.
ses emplean los nombres en su senti- SÓCRATES.— ¿Cuál de estos dos
do propio, tal como le ha hecho la nombres te parece que Homero juzgó
naturaleza. ¿No es ésta tu opinión? más propio para el joven Astianax o
HERMÓGENES.— Creo que si los Escamandrio?
dioses nombran ciertas cosas, las HERMÓGENES.— No puedo
nombran con propiedad; ¿pero de decirlo.
qué cosas quieres hablar? SÓCRATES.— Razonemos de es-
SÓCRATES.— Ese río, que bajo ta manera. Si se te preguntare: ¿Son
los muros de Troya, tiene un combate los más sabios, los que dan los nom-
singular con Hefaisto, ¿no sabes que bres con más propiedad; o son los
Homero dice,8 que los dioses le lla- menos sabios?
man Janto, y los hombres Escaman- HERMÓGENES.— Evidentemen-
drio? te los más sabios, respondería yo.
Hermógenes.— Lo Sé. SÓCRATES.— Hablando en ge-
Sócrates.— Pues bien; ¿no crees neral, ¿son las mujeres las que te pare-
que importa saber por qué a este río cen más sabias en las ciudades, o los
se le llama con más propiedad Janto, hombres?
que Escamandrio? O si quieres, fíjate HERMÓGENES.— Los hombres.
en ese pájaro del que dice el poeta:9 los  SÓCRATES.— Pero sabes que
dioses  le  llaman  Calcis,  y  los  hombres  Homero dice, que el joven hijo de
Cimindis.  ¿Crees  tú que no sea intere- Héctor era llamado Astianax por los
sante saber por qué se le llama Calcis troyanos; y es claro, que era llamado
con más propiedad que Cimindis? Y Escamandrio por las mujeres, puesto
lo mismo sucede con la colina Batieia, que los hombres le llamaban Astia-
nax.

8 Ilíada, XX, 74. 10 Ilíada, XI, 813.


9 Ilíada, XIV, 291. 11 Ilíada, XXII, 505, 507.

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HERMÓGENES.— Es probable. Astianax, y ambos se parecen de un


SÓCRATES.— ¿Pero Homero juz- modo singular a voces helénicas
gaba a los troyanos más sabios que a Αναξ (Anax)  y ἒκτωρ (ektor)  signifi-
sus mujeres? can poco más o menos la misma cosa,
HERMÓGENES.— Así lo creo. y son igualmente nombres de reyes.
SÓCRATES.— Luego debía pare- En efecto; de lo que un hombre es
cerle el nombre de Astianax más pro- ἂναξ  (jefe)  seguramente es igualmen-
pio que el de Escamandrio. te ἒκτωρ (poseedor); porque dispone a
HERMÓGENES.— Probablemen- su voluntad, es dueño de ello; lo po-
te. 12 see, ἒκει (ejei).  ¿Pero quizá crees, que
SÓCRATES.— Indaguemos la ra- no digo cosa que merezca la pena, y
zón. ¿Pero no nos la da él mismo, me- que es una ilusión mía el creer haber
jor que ningún otro? Dice:13  él  sólo  encontrado algún rastro de la opinión
defendía  la  ciudad  y  sus  elevados  muros.  de Homero acerca de la propiedad de
Parece, por consiguiente, que se lla- los nombres?
maba con razón al hijo del salvador, el HERMÓGENES.— ¡Por Zeus! No
Astianax14 de lo salvado por su padre, hay nada de eso; y a mi parecer estás
como lo hace Homero. en buen camino.
HERMÓGENES.— Así me lo pa- SÓCRATES.— Verdaderamente
rece. es exacto, si no me engaño, llamar
SÓCRATES.— ¡Cómo! ¿En qué león a la descendencia del león, y
consiste, que yo no estoy seguro de caballo a la del caballo. No hablo de
comprender esto, y tú lo comprendes? los monstruos; como sucedería, si de
HERMÓGENES.— ¡Por Zeus! un caballo naciese otra cosa que un
Tampoco lo comprendo yo. caballo; sino que hablo de la descen-
SÓCRATES.— Y bien, mi querido dencia natural de cada raza. Si un
amigo, ¿no será Homero mismo el caballo produjese contra naturaleza la
que ha dado este nombre de Héctor al descendencia natural de un buey, se
héroe troyano? llamaría a ésta, no potro, sino becerro.
HERMÓGENES.— ¿Por qué? Lo mismo sucede con el hombre: es
SÓCRATES.— Porque este último preciso, que su descendencia sea la de
nombre me parece muy análogo al de un hombre, y no la de ninguna otra
especie, para merecer el nombre de
12 M. Cousin deshace la equivocación padeci-
hombre. Lo mismo sucede con los ár-
da por Platón al citar el texto de Homero; boles y con todo lo demás. ¿No es ésta
pues éste dice que Héctor llamaba a su hijo tu opinión?
Escamandrio, y que los demás le llamaban HERMÓGENES.— Sí, lo es.
Astianax. SÓCRATES.— Bien dicho. Ten
13 Ilíada, XXII, 507.

14 Astianax, jefe de la dudad de ἂστυ (astu)


cuidado, sin embargo, no sea que te
ἂναξ (anax) jefe. sorprenda. El mismo razonamiento

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prueba, que el vástago de un rey debe ciso emplear los mismos nombres.15
de ser llamado rey, Por lo demás, que Pero como es posible variar las síla-
una cosa sea expresada por tales o bas, puede suceder que el ignorante
cuales sílabas, poco importa; ni tam- tome, como diferentes, nombres se-
poco que se añada o se quite una le- mejantes. Así como medicamentos
tra. Basta que la esencia de la cosa do- distintos por el color o por el olor, nos
mine en el nombre, y que se mani- parecen diferentes, aunque sean se-
fieste en él. mejantes; mientras que el médico, que
HERMÓGENES.— ¿Qué quieres sólo considera la virtud de estos me-
decir con eso? dicamentos, los juzga semejantes, sin
SÓCRATES.— Una cosa muy dejarse engañar por circunstancias ac-
sencilla. Sabes que designamos las le- cesorias. Lo mismo sucede al que po-
tras por los nombres, y no por sí mis- see la ciencia de los nombres; conside-
mas; excepto cuatro ε, υ, ο, ω. En ra su virtud y no se turba, porque se,
cuanto a las demás, vocales o conso- añada, o se quite, o se trasponga algu-
nantes, sabes que añadimos a ellas na letra; y aunque se exprese la virtud
otras letras, para formar sus nombres; del nombre por letras completamente
y si hacemos predominar en cada diferentes. Por ejemplo; los dos nom-
nombre la letra que designa, se le bres de que hemos hablado antes, As‐
puede llamar con razón el nombre tianax y Héctor no tienen ninguna letra
propio de esta letra. Por ejemplo, la común, y sin embargo, significan la
βῆτα (beta), ya ves que la adición de la misma cosa. ¿Y qué relación hay en
η y de la τ y de la α, no impide que la cuanto a las letras entre estos nom-
palabra entera exprese claramente la bres y el de Arquépolis  (jefe de la ciu-
letra, que el legislador ha querido de- dad)? Y sin embargo, tiene el mismo
signar. Hasta este punto ha sobre- sentido. ¡Cuántos nombres no hay
salido en el arte de nombrar las letras. que significan igualmente un rey;
HERMÓGENES.— Me parece que cuántos que significan un general
dices verdad. como Agis  (jefe); Polemarco  (jefe de
SÓCRATES.— ¿Y no deberemos guerra), Eupolemo  (buen guerrero);
razonar del mismo modo respecto al otros designan un médico Iatrocles 
rey? De un rey nacerá un rey; de un (médico célebre), Acesimbrote  (curan-
hombre bueno, un hombre bueno; de dero de hombres). Otros muchos po-
un hombre hermoso, un hombre her- dríamos nombrar, que, con sílabas y
moso; y así de lo demás. De cada raza letras diferentes, expresan por su vir-
nacerá un ser de la misma raza, salvo tud la misma cosa. ¿Eres tú de esta
los monstruos; y por lo tanto será pre- opinión?

15Para designar el que es causa del nacimien-


to y el que nace.

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HERMÓGENES.— Lo soy com- ella; porque expresa el carácter bravío


pletamente. y salvaje de este personaje, y todo lo
SÓCRATES.— Los seres que na- que tiene de montaraz,  ορεινόν (orei‐
cen según la naturaleza16 deber ser lla- non).
mados con los mismos nombres17 HERMÓGENES.— Así me lo pa-
HERMÓGENES.— Sin duda algu- rece, Sócrates.
na. SÓCRATES.— El nombre que se
SÓCRATES.— Pero si nace algún dio a su padre, es también perfecta-
ser contra naturaleza, que pertenece a mente natural.
la especie de los monstruos; si de un HERMÓGENES.— Es cierto.
hombre bueno y piadoso nace un im- SÓCRATES.— En efecto. Agame-
pío, como en el caso precedente, en el mnón tiene el aire de un hombre duro
que un caballo produce lo propio de para el trabajo y la fatiga, una vez re-
un buey; ¿no es cierto que será indis- suelto a ello, y capaz de llevar a cabo
pensable darle el nombre, no del que sus proyectos a fuerza de virtud. La
le ha engendrado, sino del género a prueba de esta indomable firmeza es-
que pertenece? tá en su larga estancia delante de Tro-
HERMÓGENES.— Es cierto. ya, a la cabeza de tan numeroso ejér-
SÓCRATES.— Luego si de un cito. Era  un  hombre  admirable  por  su 
hombre piadoso nace un impío, será perseverancia,  ὰγαστός κατὰ τὴν επι-
preciso darle el nombre de su género. μονήν. (agastos kata teen epimoneen); he
HERMÓGENES.— Evidentemen- aquí lo que expresa el nombre de Aga‐
te. memnón. Quizá el nombre de Atreo no
SÓCRATES.— No se le llamará ni es menos exacto. La muerte de Crisi-
Teófilo  (amigo de Dios), ni Mnesiteo  po;18 y su crueldad con Tiestes, son
(que se acuerda de Dios) , ni ninguna cosas funestas y  ultrajantes  para  la 
otra cosa análoga; sino que se le dará virtud, άτηρά πρὸς ὰρετήν (ateera pros 
un nombre, que signifique todo lo areteen).  Este nombre, sin embargo,
contrario, si se ha de atender a la pro- tiene un sentido un poco inverso y co-
piedad de los términos. mo oculto, lo que hace que no descu-
HERMÓGENES.— Nada más bre a todo el mundo el carácter del
cierto, Sócrates. personaje; pero los que saben inter-
Sócrates.— Así, Orestes, mi pretar los nombres, conocen bien lo
querido Hermógenes, me parece una que quiere decir Atreo. En efecto; ya
palabra bien aplicada, ya sea la casua- se le haga derivar de ατειρὲς  (ateires, 
lidad, o ya sea algún poeta el autor de inflexible), o de ατρεστον (atreston, 
intrépido), o de ατερόν (ateron,  ultra-
16 Es decir, que no son monstruos, sino que se jante), en todo caso este nombre es
parecen a sus progenitores. Es un resumen de
lo que precede.
17 Que aquéllos de quienes proceden. 18 Era el hijo mayor de Pélope.

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perfectamente propio. El nombre da- Tántalo. El nombre de su padre, Zeus


do a Pélope me parece también lleno (Zeus), me parece admirablemente es-
de exactitud; expresa, en efecto, que cogido; pero no es fácil penetrar su
un hombre, que  no  ve  más  que  lo  que  sentido. El nombre de Zeus encierra
está cerca de él, merece que se le llame él solo todo un discurso. Le hemos
así. dividido en dos partes, de que indis-
HERMÓGENES.— ¿Cómo es eso? tintamente hacemos uso, diciendo tan
SÓCRATES.— De esta manera. pronto (Zeena),  como (día);  reunidos
Cuéntase que este hombre, cuando estos dos términos, expresan la natu-
hizo perecer a Mirtilo,19 no pensó en raleza del dios; y tal debe ser, como
el porvenir, ni previó el cúmulo de hemos dicho, la virtud del nombre.
desgracias que preparaba a su pos- En efecto; para nosotros y para todos
teridad. Sólo vio  lo más próximo,  τὅ los seres que existen, no hay otra
ἒγγύς (to eggus), lo presente, τὸ παρα- verdadera causa de la vida, (tou 
κεῆμα (tó parajreema), lo que se expre- dseen), que el Señor y Rey del Univer-
sa por el término πέλας (pelas)  (y  de so. No podía darse a este dios un
aquí Pélope), y puso cuanto estaba de nombre más exacto, que el de aquél 
su parte para llegar a ser esposo de por el que viven, (di on dseen), todos los
Hippodamia. Con respecto a Tántalo, seres vivos; pero, como dije antes, este
¿quién no tendrá por justo y natural nombre único ha sido dividido en dos
este nombre, si es cierto lo que se diferentes. Que Zeus sea el hijo de
cuenta de este personaje? (Krónos,  Saturno), parecerá al pronto
HERMÓGENES.— ¿Y qué se una cosa impropia,20 pero es muy
cuenta? racional pensar que Zeus desciende
SÓCRATES.— Por lo pronto, du- de alguna inteligencia superior. Ahora
rante su vida tuvo que soportar pri- bien; la palabra (koros),  significa, no
mero las más terribles desgracias, y hijo, sino lo que hay de puro  y  sin 
más tarde la ruina de su patria. Des- mezcla  en la inteligencia,  (noos).  Pero
pués de su muerte sufre en los infier- Cronos mismo es hijo de (Ouranos,  el
nos el suplicio de la roca suspendida  cielo), según la tradición; y la contem-
(talanteia) sobre su cabeza, que tenía plación de las cosas de lo alto, se la
una singular conformidad con su llama con razón (ourania,  oroosa  ta 
nombre. No es inverosímil que la anoo;  es decir, que  contempla  las  cosas 
casualidad de la tradición le haya da- desde lo alto). De aquí procede, mi que-
do este nombre a la manera de una rido Hermógenes, según dicen los
persona que, queriendo llamarle muy  que son entendidos en las cosas celes-
desgraciado  (talántaton),  hubiese disi- tes, el espíritu puro; y por esto el
mulado un poco, y le hubiese llamado
20La palabra griega (kronos), significa tam-
19 Cochero de Pélope. bién un viejo que chochea.

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nombre de (ouranos),  le ha sido dado mos adoptado un cierto método para


con mucha propiedad. Si recordase la saber si los nombres prueban por sí
genealogía de Hesíodo, y los antepa- mismos, que no son producto de la
sados de los dioses que acabo de citar, casualidad, sino que tienen alguna
no me cansaría de hacer ver que sus propiedad natural? Los nombres de
nombres son perfectamente propios; y los héroes y, de los hombres podrían
seguiría hasta hacer la prueba del inducirnos a error. Muchos, en efecto,
punto a que podría llegar esta sabidu- son tomados de sus antepasados, y
ría, que me ha venido de repente, sin ninguna relación tienen con los que
saber por dónde, y que no sé si debo los reciben, como dijimos ya al prin-
darla o no por concluida. cipio; y otros son la expresión de un
HERMÓGENES.— Verdadera- voto, por ejemplo, Eutiquides (afortu-
mente, Sócrates, se me figura que pro- nado) Socia (salvado), Teófilo (amado
nuncias oráculos a manera de los ins- de los dioses), y muchos más. Creo
pirados. que debe dejarse aparte esta clase de
SÓCRATES.— Creo con razón, nombres. Es muy probable que los
mi querido Hermógenes, que seme- verdaderamente propios se encuen-
jante virtud me ha venido de la boca tran entre los que se refieren a las
de Eutifrón de Prospalte. Desde esta cosas eternas y al orden de la natura-
mañana no le he abandonado prestán- leza. Porque en la formación de estos
dole un oído atento; y es muy posible nombres ha debido ponerse mayor
que, en su entusiasmo, no se haya cuidado; y no es imposible que algu-
contentado con llenar mis oídos con nos hayan sido formados por un po-
su divina sabiduría, y que se haya der, más divino que el de los hom-
apoderado también de mi espíritu. He bres.
aquí, a mi parecer, el mejor partido HERMÓGENES.— No es posible
que debemos tomar. Usemos de esta hablar mejor, Sócrates.
sabiduría por hoy, y prosigamos hasta SÓCRATES.— ¿No es oportuno
el fin nuestro examen sobre los nom- comenzar por los dioses, e indagar
bres. Mañana, si en ello convenimos, por qué razón se les ha podido dar
procederemos a las expiaciones, y nos con propiedad el nombre de (theoi)?
purificaremos, si encontramos alguno HERMÓGENES.— Muy bien.
que nos ayude, sea sacerdote o sofista. SÓCRATES.— He aquí lo que
HERMÓGENES.— Apruebo vues- sospecho. Los primeros hombres, que
tra proposición, y con mucho gusto habitaron la Hélade, no reconocieron,
oiré lo que falta por decir sobre los a mi parecer, otros dioses que los que
nombres. hoy día admiten la mayor parte de los
Sócrates.— A la obra, pues. bárbaros, que son el sol, la luna, la tie-
¿Pero por dónde quieres que comen- rra, los astros y el cielo. Como los ve-
cemos nuestra indagación, ya que he- ían en un movimiento continuo y

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siempre corriendo, (théonta), a causa de HERMÓGENES.— Y bien; ¿qué


esta propiedad de correr (theín),  los significa eso?
llamaron (theoí).  Con el tiempo las SÓCRATES.— ¿Qué? Que no
nuevas divinidades que concibieron, creo que Hesíodo quiera decir que la
fueron designadas con el mismo nom- raza de oro estuviese formada con
bre. ¿Te parece que esto que digo se oro, sino que era buena y excelente; y
aproxima a la verdad? lo prueba que a nosotros nos llama
HERMÓGENES.— Me parece que raza de hierro.
sí. HERMÓGENES.— Es cierto.
SÓCRATES.— ¿Qué deberemos SÓCRATES.— ¿Crees que si entre
examinar ahora? Evidentemente los los hombres de hoy se encontrase uno
demonios, los héroes y los hombres. bueno, Hesíodo le colocaría en la raza
HERMÓGENES.— Veamos los de oro?
demonios. HERMÓGENES.— Probablemen-
SÓCRATES.— Verdaderamente, te.
Hermógenes, ¿qué puede significar SÓCRATES.— Y los buenos, ¿son
este nombre, los demonios? Mira si lo otra cosa que los sabios?
que pienso te parece acertado. HERMÓGENES.— Son los sabios.
HERMÓGENES.— Habla. SÓCRATES.— Esto basta, en mi
SÓCRATES.— ¿Sabes a quiénes juicio, para dar razón del nombre de
llama Hesíodo demonios? demonios. Si Hesíodo los llamó de-
HERMÓGENES.— No me acuer- monios, fue porque eran sabios y hábi‐
do. les, (daeemones), palabra que pertenece
SÓCRATES.— ¿Tampoco te a nuestra antigua lengua. Lo mismo
acuerdas que dice que la primera raza Hesíodo que todos los demás poetas
de hombres era de oro? tienen mucha razón para decir que,
HERMÓGENES.— De eso sí me en el instante de la muerte, el hombre,
acuerdo. verdaderamente bueno, alcanza un al-
SÓCRATES.— El poeta se explica to y glorioso destino, y recibiendo su
de esta manera:21 nombre de su sabiduría, se convierte
en demonio. Y yo afirmo a mi vez que
“Desde que la muerte ha extinguido todo el que es (daeemon),  es decir,
esta raza de hombres, hombre de bien, es verdaderamente
Se les llama demonios, habitantes sa- demonio durante su vida y después
grados de la tierra, de la muerte, y que este nombre le
Bienhechores, tutores y guardianes de conviene propiamente.
los hombres mortales”. HERMÓGENES.— No puedo me-
nos de alabar lo que dices, Sócrates.
Pero ¿qué son los héroes?
21 Hesíodo, Los trabajos y los días, 220, 222.

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SÓCRATES.— No es punto difícil HERMÓGENES.— Completamen-


de comprender. Esta palabra se ha te.
modificado muy poco; y demuestra SÓCRATES.— Es una fe fundada.
que los héroes toman su origen del Creo, en efecto, tener en el espíritu
amor, ἒρως (eros). una idea buena; y corro el riesgo, si
HERMÓGENES.— ¿Qué quieres no estoy en guardia, de encontrarme
decir con eso? hoy más sabio aun de lo que es me-
SÓCRATES.— ¿No sabes que los nester. Escucha lo que voy a decir. Por
héroes son semidioses? de pronto, es preciso hacer una obser-
HERMÓGENES.— ¿Y qué? vación con motivo de los nombres.
SÓCRATES.— Es decir, que todos Muchas veces, cuando queremos
proceden del amor, ya de un dios con nombrar una cosa, añadimos letras a
una mortal, ya de un mortal con una los nombres, o las quitamos, o muda-
diosa, Si quieres que me refiera a la mos el lugar de los acentos. Por ejem-
antigua lengua ática, entonces me en- plo: (dii  filos),  querido de Zeus. Para
tenderás mejor. Verás que el nombre formar un nombre de esta locución
de amor, al que deben los héroes su hemos quitado la segunda ι, y la síla-
nacimiento, se ha modificado muy ba del medio, que tenía el acento, la
poco. He aquí cómo es preciso expli- hemos hecho grave, (di filos). Otras ve-
car los héroes; o si no, hay que decir ces, por el contrario, añadimos letras,
que eran sabios y oradores, versados y sobre una sílaba grave colocamos el
en la dialéctica, y particularmente há- acento agudo.
biles para interrogar, (erotan);  porque HERMÓGENES.— Es cierto.
(eirein)  significa hablar. Como decía- SÓCRATES.— De una de estas
mos, resulta que en la lengua ática modificaciones es de donde ha salido
son oradores o disputadores,  (erooteeti‐ el nombre de los hombres, si yo no
koi)  y la familia de los oradores y de me engaño. Se ha formado un nombre
los sofistas es nada menos que la raza de una locución, de la que se ha supri-
de los héroes. Esto es fácil de concebir. mido una letra, una α, y hecho grave
Pero es más difícil saber por qué a los la sílaba final.
hombres se les llama (anthroopoi).  HERMÓGENES.— ¿Qué quieres
¿Puedes tú explicarlo? decir con eso?
HERMÓGENES.— ¿Cómo podría SÓCRATES.— Lo siguiente. Este
hacerlo, mi querido Sócrates? Aunque nombre (anthroopos),  significa que los
fuese capaz de dar esta explicación, demás animales ven las cosas sin exa-
no lo haría; porque estoy persuadido minarlas ni dar razón de ellas, ni con‐
de que tú la encontrarás mejor que yo. templarlas,  (anathrei);  mientras que
SÓCRATES.— Está visto, a lo que cuando el hombre ha  visto  una cosa,
veo, que tienes fe en la inspiración de (eoorake), lo que expresa igualmente la
Eutifrón. palabra (opoope),  la contempla  y  se da

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razón de ella. El hombre es el único, cien y la juzguen demasiado grosera.


entre los animales, a quien puede lla- Mira ahora si ésta será de tu gusto.
marse con propiedad (anthroopos),  es HERMÓGENES.— Habla.
decir, contemplador de lo que ha vis- SÓCRATES.— ¿Qué es lo que a
to, (anathroon a opoope). tu parecer mantiene  la  naturaleza  de
HERMÓGENES.— Y bien, ¿quie- nuestro cuerpo, y le transporta hasta el
res ahora que yo te pregunte acerca punto de hacerle vivir y andar? ¿No
de los nombres que quisiera conocer? es el alma?
SÓCRATES.— Con mucho gusto. HERMÓGENES.— Es el alma.
HERMÓGENES.— He aquí una SÓCRATES.— Y qué; ¿crees, con
cosa, que parece resultado de lo que Anaxágoras, que la naturaleza en ge-
acaba de decirse. Hay, en efecto, en el neral está gobernada y sostenida por
hombre lo que llamamos alma, ψυχή   una inteligencia y un alma?
(psujee) y el cuerpo, (sooma). HERMÓGENES.— Así lo pienso.
SÓCRATES.— Sin duda. SÓCRATES.— No se podía dar a
HERMÓGENES.— Tratemos de este poder, que transporta y mantiene la 
explicar estas palabras, como hemos naturaleza (fusin ojei kai ejei) otro nom-
hecho con las demás. bre mejor que (fuseje).  Y bien puede
SÓCRATES.— ¿Quieres que exa- decirse con más elegancia (psujee).
minemos cómo el alma ha merecido HERMÓGENES.— Perfectamente;
que se la llame ψυχή y que en seguida esta nueva interpretación me parece
veamos lo relativo al cuerpo? más ingeniosa que la otra.
HERMÓGENES.— Sí. SÓCRATES.— Lo es en verdad;
SÓCRATES.— A juzgar por lo pero la palabra, tal como ha sido for-
que a primera vista me parece, he mada al principio, parece ridícula.
aquí cuál pudo ser el pensamiento de HERMÓGENES.— Ahora, ¿cómo
los que han creado el nombre de alma explicaremos la palabra que sigue?
(psujee). Mientras el alma habita en el SÓCRATES.— ¿La palabra (soo‐
cuerpo, es causa de la vida de éste; es ma)?
el principio que le da la facultad de HERMÓGENES.— Sí.
respirar, y que le refresca,  (anapsujon);  SÓCRATES.— Puede hacerse de
y tan pronto como este principio refri‐ muchas maneras; ya modificándola
gerante la abandona, el cuerpo se des- un tanto, ya tomándola como es. Al-
truye y muere. He aquí, en mi opi- gunos dicen, que el cuerpo es la tum‐
nión, por qué ellos lo han llamado ba, (seema) del alma, y que está allí co-
(psujee).  Pero aguarda un poco. Me mo sepultada durante esta vida. Se
parece entrever una explicación, que dice también, que por medio del cuer-
habrá de parecer más aceptable a los po, el alma expresa todo lo que expresa, 
amigos de Eutifrón. Con respecto a la (seemainei a an seemainee); y que a cau-
que acabo de dar, temo que la despre- sa de esto, se le llama justamente (see‐

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ma).  Pero, si no me engaño, los par- dado esos nombres. En esta indaga-
tidarios de Orfeo aplican esta palabra ción nada hay que pueda provocar su
a la expiación de las faltas que el alma cólera.
ha cometido. Ella está encerrada en el HERMÓGENES.— No puede ha-
recinto del cuerpo, como en una pri- blarse con más cordura, Sócrates; ha-
sión, en que está guardada, (soodsee‐ gámoslo así.
tai). El cuerpo, como lo indica la pala- SÓCRATES.— ¿Comenzaremos
bra, es para el alma, hasta que ésta ha por Ἐστία (Estia,  Vesta), según es la
pagado su deuda, el guardador, (soo‐ ley?22
ma), sin que haya necesidad de alterar HERMÓGENES.— Es justo.
una letra. SÓCRATES.— ¿Cuál podía ser el
HERMÓGENES.— Estos puntos pensamiento del que la nombró (Es‐
están suficientemente aclarados. Pero tia)?
respecto de los nombres de los dioses, HERMÓGENES.— ¡Por Zeus! no
¿no podríamos, como hicimos antes es fácil adivinarlo.
con el de Zeus, examinar en igual for- SÓCRATES.— Me parece, mi
ma, cuál puede ser su propiedad? querido Hermógenes, que los prime-
SÓCRATES.— ¡Por Zeus! mi que- ros que instituyeron los nombres, no
rido Hermógenes; la mejor manera de eran espíritus despreciables, sino an-
examinar, si fuéramos prudentes, se- tes bien, espíritus sublimes y de una
ría confesar que nosotros nada sabe- gran penetración.
mos, ni de la naturaleza de los dioses, HERMÓGENES.— ¿Por qué?
ni de los nombres con que se llaman a SÓCRATES.— Porque la institu-
sí mismos, nombres que, sin dudar, ción de los nombres sólo puede ser
son la exacta expresión de la verdad. obra de hombres de recta condición.
Después de esta confesión, el partido Que se tome cualquiera el trabajo de
más razonable es llamar a los dioses, considerar también los nombres ex-
como la ley quiere que se les llame en tranjeros,23 y verá que no hay nada de
las preces, y darles nombres que les que no pueda darse explicación: Así,
sean agradables, reconociendo que lo que llamamos nosotros οὐσία (ou‐
nada más sabemos. En mi opinión, es- sia), otros lo llaman ἑσία (esia), y otros
to es lo más sensato que podemos ha- ὠσία (oosia).  Por lo pronto, se ha po-
cer. Entreguémonos, pues, si quieres, dido muy bien, en vista del segundo
al examen en cuestión; pero comen- de estos términos, llamar la esencia de
zando por protestar ante los dioses, las cosas έστία (estia); y si designamos
que no indagaremos su naturaleza,
para lo cual nos reconocernos incapa- 22 La ley de los sacrificios, según la que Vesta
ces; y que sólo nos ocuparemos en la era invocada antes que los demás dioses.
23 No se trata de nombres extraños a la lengua
opinión que los hombres han formado griega, sino sólo del dialecto ático, como lo
de los dioses, y en cuya virtud les han prueba lo que sigue.

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por ἐστία todo lo que tiene esencia, se SÓCRATES.— Creo observar que
sigue que Ἐστία (Vesta)  es nombrada Heráclito ha expresado con sagacidad
con propiedad; porque resulta, que ideas muy antiguas que verdadera-
nosotros igualmente hemos dicho en mente se refieren a Κρόνος y a Ῥεα, y
otro tiempo (esia),  por  (ousia).  Ade- que Homero había expresado ya.
más, si nos fijamos en las ceremonias HERMÓGENES.— ¿Qué quieres
de los sacrificios, no se dudará que tal decir con eso?
ha debido ser el pensamiento de los SÓCRATES.— Heráclito dice que
inventores de este nombre. En efecto, todo pasa; que nada permanece; y
era natural que Ἐστία fuese invocada comparando las cosas con el curso de
antes que todos los dioses en los sacri- un río, dice que no puede entrarse
ficios, por los que la habían nombrado dos veces en un mismo río.
la esencia de las cosas. En cuanto a los HERMÓGENES.— Es exacto.
que dicen ὠσία (oosia por οὐσία) SÓCRATES.— Y bien; ¿te parece
quizá han creído con Heráclito, que que difiere de la opinión de Heráclito,
todo pasa, que nada subsiste; y siendo el que ha dado por antepasados a los
el principio que pone las cosas en demás dioses, Ῥεα y Κρόνος?24 ¿Crees
movimiento, el principio de impulsión  que ha sido una casualidad el haber
(to  oothoun),  la causa de este flujo dado a estas dos divinidades los nom-
perpetuo, han debido creer oportuno bres de corredores? No dice Homero a
llamarla (oosia).  Mas para gentes que su vez:25 El Océano padre de los dioses y 
nada entienden, es bastante lo dicho su madre Tethis?
sobre este punto. Después de ἐστία Hesíodo me parece hablar en el
conviene examinar Ῥεα y Κρόνος mismo sentido. En fin, Orfeo en cierto
(Rea y Kronos), si bien ya hemos dado pasaje se expresa de esta manera:26
explicaciones sobre el nombre de este
último. Pero quizá valga bien poco lo El  Océano  con  su  flujo  y  reflujo 
que voy a decir. majestuoso se une el primero por el hime‐
HERMÓGENES.— ¿Por qué, Só- neo  con  su  hermana  Tethis,  nacida  de  la 
crates? misma madre.
SÓCRATES.— Mi querido amigo,
tengo en el espíritu todo un enjambre Mira cómo todas estas citas
de sabias explicaciones. concuerdan y se amoldan a la doctri-
HERMÓGENES.— ¿Qué explica- na de Heráclito.
ciones?
SÓCRATES.— Parecerán sin du-
da ridículas; sin embargo, no dejan de 24 Ῥεα de ρέω, correr, fluir; Κρόνος de Κρου-
ser verosímiles. νος fuente. Platón ha explicado, antes esta
última palabra de otro modo.
HERMÓGENES.— Veamos. 25 Ilíada, XIV, 102.

26 Hermann, Orfica, p. 473.

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HERMÓGENES.— Se me figura se habrá añadido una π y una δ. En


que tienes razón, Sócrates; pero el cuanto a Plutón, su nombre procede,
nombre de Tetis no veo lo que quiere de que es el que da la riqueza,  (plou‐
decir. tos), porque ella sale del seno de la tie-
SÓCRATES.— Pues se explica ca- rra. El otro nombre de este dios
si por sí mismo. No es más que el (Aidees),  según opinión de la mayor
nombre de manantial un poco disimu- parte de los hombres, expresa lo invi-
lado. Porque las palabras atar (diattoo‐ sible, (to  aeides),  y  como este nombre
menon, lo que salta) y (eethoumenon, lo  inspira terror, prefieren llamarle Plu-
que corre) nos dan la idea de un ma- tón.
nantial. Pues bien, de la combinación HERMÓGENES.— ¿Pero qué te
de estas dos palabras se ha formado la parece a ti, Sócrates?
de Τεθύς (Tethus, Tethis) SÓCRATES.— Creo que los hom-
HERMÓGENES.— He aquí, Só- bres se engañan de muchas maneras
crates, una preciosa explicación. respecto del poder de este dios, y que
SÓCRATES.— ¿Por qué no? ¿A no hay fundamento para temerle tan-
quién pasaremos ahora? De Zeus ya to. El motivo de este temor es que,
hemos hablado. una vez muerto el hombre, baja a sus
HERMÓGENES.— Sí. estancias, sin esperanza de volver; así
SÓCRATES.— Hablemos enton- es como el alma, abandonando el
ces de sus hermanos Poseidón y Plu- cuerpo, se traslada cerca de este dios.
tón, y también del segundo nombre Yo creo que hay una maravillosa con-
con que éste es conocido. cordancia entre el poder de este dios
HERMÓGENES.— Conforme. y su nombre.
SÓCRATES.— Creo que al inven- HERMÓGENES.— ¿Cómo?
tor de la palabra (Poseidoon) se le ocu- SÓCRATES.— Voy a decirte lo
rrió por la siguiente circunstancia. Se- que pienso. Respóndeme: ¿Cuál es el
gún caminaba, el mar detuvo sus pa- lazo más fuerte para retener en un
sos, y no le permitió pasar adelante, punto a un animal cualquiera? ¿Es la
siendo para él como una cadena pues- necesidad o el deseo?
ta a sus pies: llamó al dios que preside HERMÓGENES.— Sin dada, Só-
a este poder (Poseidoon),  es decir, que crates, es el deseo.
es una cadena para los pies, (posides‐ SÓCRATES.— ¿No crees que mu-
mos  oon),  y  se habrá añadido εῖ por chos huirían del (Aidees)  si  el dios no
pura elegancia. O quizá, en lugar de retuviera con el lazo más fuerte, a los
la σ había primitivamente dos λ y que han bajado a su morada?
significaba entonces el dios que lo sabe  HERMÓGENES.— Sin duda algu-
todo, (polla eidos). Quizá también de la na.
acción de conmover la tierra se le ha SÓCRATES.— Por el deseo los
llamado el  que  conmueve,  (o  seioon);  y encadena; puesto que los encadena

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por el lazo más fuerte, y no por la que Plutón se muestra como un ver-
necesidad. dadero filósofo? Comprendió bien
HERMÓGENES.— Me parece que le sería fácil retener hombres de
bien. esta naturaleza encadenándolos me-
SÓCRATES.— Pero ¿no hay mu- diante el deseo de la virtud, y que
chas clases de deseos? mientras se viesen envueltos en la
HERMÓGENES.— Sí. estupidez y locura del cuerpo, no
SÓCRATES.— Pero es mediante conseguiría mantenerlos cerca de sí,
el deseo, más poderoso de todos, por aun cuando Cronos los encadenase
el que el dios los encadena, puesto con los lazos que llevan su nombre.
que debe retenerlos con el lazo más HERMÓGENES.— Se me figura
poderoso. que tienes razón, Sócrates.
HERMÓGENES.— Sí. SÓCRATES.— Y el nombre de
SÓCRATES.— ¿Y hay un deseo (Aidees), mi querido Hermógenes, no
más poderoso que el del hombre, que es probable que se dedujera de
entra en relación con otro hombre con (aeidees,  tenebroso). El poder que este
la esperanza de hacerse mejor? dios tiene de conocer,  (eidenai)  todo lo
HERMÓGENES.— ¡Por Zeus! no que es bello; es el que ha inclinado al
le hay, Sócrates. legislador a llamarle (Aidees).
SÓCRATES.— Concluyamos de HERMÓGENES.— Sea así. ¿Pero
todo esto, que ninguno de los que han qué diremos de (Deemmeeteer,  Ceres),
partido de este mundo, aspira a vol- (Era, Juno), (Apoloon, Apolo),  (Azeena, 
ver a él; ni aun las sirenas, sino que Minerva), (Vulcano),  (Arees,  Marte), y
están como encantadas, lo mismo que otros dioses?
todos los demás. ¡Tan magníficos son SÓCRATES.— (Deerneeteer),  creo
los discursos que (Aidees)  les dirige! se llama así a causa de los alimentos
Este dios, como se ve, es un sofista que nos da  como  una  madre,  (didousa
consumado, así como es un gran bien- oos meeter); Hera es una divinidad
hechor para los que están cerca de él; amable  (erateetis),  pues que, según se
puesto que hasta a los habitantes de la refiere, fue amada por Zeus. Quizá
tierra envía también magníficos teso- también preocupado con las cosas del
ros. Es preciso, pues, que allá abajo cielo, el legislador ha querido ocultar
posea riquezas en abundancia; y he bajo este nombre el de (aeer), descom-
aquí de donde le viene el nombre de poniéndole un poco y poniendo la le-
Plutón. Por otra parte, rehusando la tra del principio al fin; lo que se hace
sociedad de los hombres, entorpeci- patente cuando se pronuncia Hera
dos con sus cuerpos, y entrando en muchas veces seguidas. (ferrefatta, 
comercio con aquéllos cuya alma está Proserpina) es un nombre que, lo mis-
libre de todos los males y de todas las mo que el de Apolo, inspira gran te-
pasiones del cuerpo, ¿no te parece rror a la mayor parte de los hombres;

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y esto es, a mi parecer, porque igno- HERMÓGENES.— Explícate, por-


ran la propiedad de los nombres. En que me hablas de un nombre cierta-
efecto, ellos le alteran hasta ver en mente extraordinario.
este nombre el (Fersefonee),27 que les SÓCRATES.— De un nombre lle-
parece temible. En realidad, ¿qué ex- no de armonía, como conviene a un
presa? La sabiduría de esta diosa. En dios músico. Por el pronto, las eva-
el movimiento que impulsa  todas las cuaciones y las purificaciones, ya de
cosas, la sabiduría consiste en poder la medicina, ya de la adivinación; las
tocarlas,  cogerlas,  seguirlas en su huí- fumigaciones de azufre en el trata-
da. (ferepafa),  era maravillosamente miento de las enfermedades y en las
propia para designar la sabiduría; es operaciones adivinatorias; y las ablu-
decir, la facultad de tocar y de coger lo ciones y las aspersiones; todas estas
que marcha, (epafee  tuo  ferornenou).  Y prácticas no tienen otro objeto que el
si  Proserpina aparece unida al sabio, de hacer al hombre puro de cuerpo y
es porque ella también es sabia. Pero alma. ¿No es cierto?
hoy día se altera su nombre, y prefi- HERMÓGENES.— Exactamente.
riendo el placer del oído a la verdad, SÓCRATES.— Luego el dios que
se la llama (ferrefatta). Lo mismo suce- purifica, que  lava,  (apolouoon),  que li‐
de respecto a Apolo: los más temen el berta, (apoluoon), de los males del alma
nombre de este dios, como si expresa- y del cuerpo, ¿no será Apolo?
se alguna cosa terrible.28 ¿No lo sabes? HERMÓGENES.— Perfectamente.
HERMÓGENES.— Perfectamente; SÓCRATES.— Por lo tanto, a cau-
es verdad lo que dices. sa de la liberación y de la purificación
SÓCRATES.— Y sin embargo, en de todos estos males, que él verifica
mi opinión, tal nombre tiene una en calidad de médico, puede llamár-
maravillosa relación con los atributos sele con razón (Apolouoon).  Con rela-
de este dios. ción a la adivinación, a lo verdadero y a
HERMÓGENES.— ¿Cómo? lo simple, (to aploun) que es una misma
SÓCRATES.— Trataré de hacerte cosa, con razón se le llamaría, como le
conocer lo que pienso. No hay nom- llaman con mucha exactitud los tesa‐
bre que mejor pueda dar a conocer, lienses; todos, en efecto, le denominan
por una sola palabra, los cuatro atri- (Aploon). Hábil en el arte de lanzar fle-
butos de este dios; ni que pueda más chas y de dar en el blanco, él es el que
claramente expresar la música, la adi- lanza  siempre  un tiro certero, (aei  ba‐
vinación, la medicina, y el arte de lan- loon). En cuanto al arte musical, haga-
zar flechas. mos por el pronto una observación.
Sucede muchas veces, como en (ako‐
louthos)  y  (akoitis),  que la letra a tiene
27 Φέροϕονή, que trae la muerte violenta.
el mismo sentido que el adverbio
28 Ἀπόλλυμι (apol‐lumi), que hace perecer. (omou); y de esta manera la palabra en

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cuestión expresa el movimiento que tie‐ manera, parece referirse este nombre


ne  lugar  con  igualdad  (teen  omou  po‐ al carácter,  exento de dureza, fácil y
leesin),  alrededor del cielo; es decir, llano, de la diosa, (to tou eetehoüs leion). 
alrededor de los polos y con la armo- (Artemis,  Diana), parece significar la
nía del canto, que se llama sinfonía; integridad,  (to  artemes)  y  la decencia,
porque los versados en la música y en aludiendo el amor de Artemisa por la
la astronomía, afirman que todas es- virginidad. Quizá también el que ha
tas cosas se mueven con la misma ar- dado nombre a la diosa, ha querido
monía, (polei ama). Ahora bien, el dios decir que tiene  la  ciencia  de  la  virtud, 
de que hablamos preside a la armo- (artees  istora);  o  que detesta el
nía, imprimiendo  a  la  vez  este  doble  mo‐ comercio del hombre con la mujer,
vimiento (omopoloon), entre los dioses y (aro  ton  miseesasees).  El autor de este
entre los hombres. Y así como en nombre sin duda lo ha inventado en
lugar de (omokeleuthos)  y (omokoitis),  vista de alguna de estas razones o de
hemos dicho (akolouthos  y  akoitis),  todas juntas.
reemplazando la omicrón  con la alfa; HERMÓGENES.— ¿Y (Dionusos, 
de igual modo hemos formado (apo‐ Baco)? ¿Y (Afrodite, Venus)?
llon),  de (omopoloon)  y hemos interca- SÓCRATES.— Cuestiones difíci-
lado una segunda lambda, para evitar les son ésas, ¡oh, hijo de Hipónico!
la semejanza con una palabra desa- Los nombres dados a estas divinida-
gradable. Los que desconocen el ver- des tienen un doble sentido; uno serio
dadero valor de este nombre, Apolo, y otro pueril. Con respecto al sentido
lo temen, como si expresara una cala- serio, pregúntaselo a otros; pero el
midad. Pero es todo lo contrario; co- pueril, podemos examinarlo, porque
mo acabarnos de decir, se aplica per- estas divinidades no son enemigas del
fectamente a los atributos del dios estilo festivo. (Dionusos)  es el que da
que es simple  (aplou);  que lanza tiros el vino (o diodus ton oinon), y por burla
certeros, (aei  bal‐lontos);  que preside a se le ha llamado (Didoinusos).  En
las purificaciones, (apolouontos); y que cuanto al mismo vino, (oinos),  como
regula el movimiento del cielo y del hace creer a la mayor parte de los bebe-
canto, (omopolountos).  El nombre de dores que tiene razón no teniéndola
las musas, y en general de la música, (oiesthai noun ejem), ha podido ser lla-
parece venir de (moosthai),  y designa mado con completa exactitud (oinous). 
la indignación y la filosofía. (Leetoo,  Con respecto a Afrodita, no es posible
Latona),  expresa la dulzura de la contradecir a Hesíodo; y es preciso
diosa, su buena voluntad de oír las reconocer con él, que ha sido nombra-
súplicas, (kata  to  etheleemona  einai).  O  da así porque ha nacido de la espuma
quizá los extranjeros tiene razón del mar, (tou afrou).
cuando muchos de ellos dicen, HERMÓGENES.— Pero, Sócrates,
(Leethoo).  Pronunciando de esta tú eres un buen ateniense, y no pue-

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des olvidar a (Athena, Minerva); ni pa- misma idea, y aun más profunda; y la


sar en silencio a (Efaistos,  Vulcano) y llamó inteligencia de Dios, (theou noee‐
(Arees, Marte). sin), como si se dijese (atheonoa), reem-
SÓCRATES.— No, no sería justo. plazando la eta con la alfa, según un
HERMÓGENES.— De ninguna dialecto extrajero,29 y suprimiendo a
manera. la vez la épsilon y la alfa. O quizá no es
SÓCRATES.— El otro nombre de esto, sino que la ha nombrado (theo‐
la diosa deja conocer bastante lo que noe), porque conoce las cosas divinas de
significa. un modo superior, (ta  theia  noousees). 
HERMÓGENES.— ¿Qué nombre? También puede ser que haya querido
SÓCRATES.— Nosotros la llama- llamarla (Eethonoee),  como siendo la
mos aún Palas. inteligencia,  la razón  de las costumbres 
HERMÓGENES.— En efecto. (en to eethei noeesin). El inventor de los
SÓCRATES.— Estaríamos en lo nombres, o algunos de sus sucesores,
cierto, a mi entender, creyendo que han creído hablar con más elegancia,
este nombre viene del arte de las armas,  diciendo (Atheena).
(tees en tois oplois orjeeseoos). En efecto, HERMÓGENES.— Y (Eefaistos), 
la acción de lanzarse uno mismo, o de ¿cómo lo explicas?
lanzar algún objeto, levantándole de SÓCRATES.— ¿Quieres saber mi
la tierra y blandiéndole en las manos, opinión sobre este poderoso árbitro de 
la expresamos con las palabras (pal‐ la luz, (faeos istora)?
lein y pal‐lestai), (orjein y orjeisthai). HERMÓGENES.— Sí.
HERMÓGENES.— Muy bien. SÓCRATES.— ¿No ve todo el
SÓCRATES.— De aquí el nombre mundo claramente en su nombre (fais‐
de Palas. tos, luminoso), con una eta, por añadi-
HERMÓGENES.— Perfectamente. dura?
Pero el otro nombre, ¿cómo le expli- Hermógenes.— Quizá sea así; a
cas? menos que tú mismo tengas otra opi-
SÓCRATES.— ¿El de (Atheena)?  nión, lo cual es muy posible.
HERMÓGENES.— Sí. Sócrates.— Para que no tengas
SÓCRATES.— Eso, amigo mío, es otra, pregúntame cuál es el sentido de
más difícil. Creo que los antiguos se (Arees).
han representado a Atenea de la mis- Hermógenes.— Pues ya te lo
ma manera que lo hacen nuestros há- pregunto.
biles intérpretes de Homero. Los más Sócrates.— Pues bien, si quie-
de ellos explican el pensamiento del res, Ares procederá de (arren, varonil),
poeta, diciendo que ha querido repre- y de (andreion,  viril). O también, a
sentar por esta diosa la inteligencia causa de su carácter intransigente e
misma y la razón. El inventor de los
nombres parece haber formado la 29 El dialecto dórico.

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inflexible, lo cual se expresa, por de (eirein)  razón, de su cualidad de


(arraton),  este dios, eminentemente mensajera.
guerrero, será llamado con razón HERMÓGENES.— ¡Por Zeus!
(Arees). ahora creo que Cratilo tenía razón al
HERMÓGENES.— Conforme. no querer que fuese yo Hermógenes,
SÓCRATES.—Pero, ¡por los dio- porque, en verdad, no soy un hábil
ses! dejémosles ya en paz. De ellos no artífice de palabras.
puedo menos de hablar con temor. SÓCRATES.— ¿Y Pan, mi queri-
Sobre cualquier otro objeto interróga- do amigo? Probablemente es hijo de
me lo que quieras, y verás lo que va- Hermes, y tiene una doble naturaleza.
len los corceles de Eutifrón.30 HERMÓGENES.— ¿Cómo?
HERMÓGENES.— Haré lo que SÓCRATES.— Sabes que el dis-
dices; pero permíteme que te haga curso expresa todo, (pan), y que rueda
una pregunta aun sobre (Hermes, Mer- y  circula  sin  cesar,  (polei  aei).  Sabes
curio), ya que Cratilo niega que yo sea igualmente que es de dos modos: ver-
verdaderamente Hermógenes. Exami- dadero y falso.
nemos el sentido de esta palabra, y HERMÓGENES.— Perfectamente.
sepamos si Cratilo tiene razón. SÓCRATES.— La parte verdade-
SÓCRATES.— Me parece que ra del discurso debe ser llana, divina,
Hermes se refiere muy particularmen- colocada en lo alto entre los inmorta-
te al discurso. Intérprete, mensajero, les; la parte falsa debe estar situada
raptor, seductor, orador, protector del acá abajo entre la multitud de los
comercio; todos estos atributos supo- hombres, y ser de una naturaleza bru-
nen el poder de la palabra. Pero, como tal y análoga a la de la cabra; porque
ya dijimos, el término (eirein), expresa en este género de vida es donde tie-
el uso de la palabra, y por otra parte, la nen su origen la mayor parte de las
palabra (emeesato),  empleada muchas fábulas y de las mentiras.
veces por Homero, tiene el sentido de HERMÓGENES.— Perfectamente.
inventar. Por medio de estas dos cosas, SÓCRATES.— El que lo anuncia
la palabra y la invención de la misma, todo  (pan),  y que circula  sin  cesar,  (aei 
el legislador parece mostrarnos a Her- poloon),  será llamado con exactitud
mes, y decirnos: “Oh hombres, al que (pan  aipolos),  hijo de Hermes, con do-
ha inventado la palabra (eirein emeesato),  ble naturaleza, liso y limpio en la par-
será justo que lo llaméis (Eiremees).  te superior, velludo como una cabra
Pero nosotros, creyendo ser más en la parte inferior. Por consiguiente,
elegantes, le llamamos hoy (Ermees).  si Pan es hijo de Hermes (Ermes), es o
Iris parece también derivar su nombre el discurso o hermano del discurso; ¿y
qué tiene de extraño que el hermano
se parezca al hermano? Pero, como
30 La Ilíada, V, 221, parodiado por Platón.

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dije antes, mi excelente amigo, deje- SÓCRATES.— La palabra (selas y 


mos en paz a los dioses. fos) tienen el mismo sentido (luz).
HERMÓGENES.— Sí, Sócrates; HERMÓGENES.— Sin duda.
dejemos a éstos, si quieres. Pero bien SÓCRATES.— Pues bien; la luz
podemos conversar sobre otra clase que recibe la luna es siempre nueva y
de divinidades, tales como el sol, la vieja, (neon kai enon aei), si los discípu-
luna, los astros, la tierra, el éter, el los de Anaxágoras dicen verdad; por-
aire, el fuego, el agua, las estaciones y que girando el sol alrededor de la lu-
el año. na, le envía una luz siempre nueva;
SÓCRATES.— A fe que no es po- mientras que la que ha recibido el
co lo que me propones; pero, si es de mes precedente es ya vieja.
tu gusto, examinémoslo. HERMÓGENES.— Conforme.
HERMÓGENES.— Sí, y mucho. SÓCRATES.— Muchos llaman a
SÓCRATES.— ¿Por dónde quie- la luna (selanaia).
res que comencemos? ¿Será por el sol, HERMÓGENES.— Conforme.
que es el primero que has nombrado? SÓCRATES.— Y puesto que la
HERMÓGENES.— Sí. luz  es  siempre  nueva  y  vieja,  (selas  neon 
SÓCRATES.— La palabra ηλιος kai  enon  aei),  ningún nombre puede
(eelios), se hace más clara, si se la estu- convenirle mejor que (selaenoneaeia), 
dia en el dialecto dórico. Los dorios de donde por abreviación se dice:
dicen ἅλιος (alios). Ἅλιος podría sig- (selanaia).31
nificar que este astro, en el momento HERMÓGENES.— He aquí una
que nace, reúne  los hombres, (alixein);  palabra verdaderamente ditirámbica,
o  bien, que gira  perfectamente,  (aei  ei‐ Sócrates. Pero qué dices de (meis, me-
lein) alrededor de la tierra; o bien, que ses) y de los (ostra, astros)?
viste de colores diversos (poikil‐lei) en Sócrates.— (meiousthai,  dismi-
su carrera, todos los productos de la nuir), debería decirse propiamente
tierra; porque (pokiil‐lein  y aiolein)  tie- (meiees).  Los astros parece que toman
nen el mismo sentido. el nombre de su brillo,  (astrapee); 
HERMÓGENES.— ¿Y la luna palabra que viniendo de (ta  oopa 
(seleenee)? anastrefei, que atrae  las  miradas)  debe-
SÓCRATES.— Esa es una palabra ría decirse (anastroopee); pero para ha-
que mortifica a Anaxágoras. cerlo más elegante se ha pronunciado
HERMÓGENES.— ¿Por qué? (astrapee).
SÓCRATES.— Porque parece HERMÓGENES.— ¿Y las palabras
atestiguar la antigüedad de la doctri- (pur, fuego) y (udor, agua)?
na, recientemente enseñada por este
filósofo, de que la luna recibe la luz
del sol. 31Como, por ejemplo, Eurípides, Faen, v. 187
HERMÓGENES.— ¿Cómo? y Aristófanes, Nub. v. 614.

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SÓCRATES.— La palabra (pur) otro podrá dar razón de ellas.32 Por lo


me pone en un aprieto. Precisamente tanto, me desentiendo de (pur)  y
la musa de Eutifrón me ha abandona- (udoor). Pero el aire, mi querido Her-
do, o esta cuestión es de las más mógenes, ¿no ha sido llamado (aeer), 
difíciles. Pero observa a qué expedien- porque levanta,  (airei),  lo que está so-
te acudo en las indagaciones de esta bre la tierra? ¿O será porque se escurre 
clase, cuando me veo embarazado pa- siempre,  (aei  rei)?  ¿O  porque el viento
ra resolverlas. nace del movimiento del aire que pa-
HERMÓGENES.— Veámoslo. sa? Los poetas, en efecto, llaman algu-
SÓCRATES.— Hele aquí. Res- nas veces a los vientos (aeetai).  Es co-
póndeme: ¿Podrías decirme cómo se mo si se dijese (pneumatorroun,  aeeto‐
ha formado la palabra (pur)? rroun). Y he aquí lo que ha hecho de-
HERMÓGENES.— ¡Por Zeus!, no cir del aire, que es (aeer).  La palabra
podría. éter, (aither),  significa, a mi parecer,
SÓCRATES.— Examina, pues, lo que corre siempre, deslizándose alrededor 
que yo sospecho. Creo que los hele- del  aire,  (aei  thei  peri  ton  aera  reoon),  y 
nos, sobre todo los que viven bajo la sería más exacto decir (eitheer). El sen-
dominación de los bárbaros, han to- tido de la palabra (gue,  tierra), sería
mado de éstos gran número de nom- mucho más claro si se pronunciase
bres. (gaia).  En efecto, (gaia) significaría
HERMÓGENES.— ¿Y que es lo propiamente (guenneeteira,  generado-
que infieres de eso? ra), según la manera con que se expre-
SÓCRATES.— Que si se intentase sa Homero, que dice (guegaasi),  por
interpretar estas palabras dentro de la (gueguennesthai).33  Sea así, ¿pero qué
lengua griega, y no de aquélla a que es lo que corresponde examinar aho-
pertenecen, es irremediable tropezar ra?
con grandes dificultades. HERMÓGENES.— Las estaciones
HERMÓGENES.— Es exacto. (oorai) y el año (eniautos, etos).
SÓCRATES.— Mira, por consi- SÓCRATES.— Es preciso pro-
guiente, si esta palabra (pur) es de ori- nunciar la palabra (oorai) como se ha-
gen bárbaro. Es difícil hacerla derivar cía en otro tiempo entre los atenien-
de la lengua griega; y los frigios em- ses, si se quiere descubrir su probable
plean en verdad esta misma palabra, sentido. Se llaman las estaciones
apenas modificada. Lo mismo sucede (oorai)  porque determinan  (oridsein),  el
con las palabras (udoor), (kuoon, perro) invierno, el estío, la época de los vien-
y muchas otras. tos y de los frutos de la tierra. Lo que
HERMÓGENES.— Es cierto.
SÓCRATES.— No hay que ator-
32 Alguno, es decir, un hombre versado en el
mentarse por estas palabras; algún conocimiento de las lenguas bárbaras.
33 Odisea, IX, 113; XIII, 160.

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se llama (oorai), podría llamarse per- las palabras (gnoome,  conocimiento),


fectamente (oridsousai).  En cuanto a (episteemee,  ciencia) y todos esos pre-
(eniautos) y (etos), me ha parecido que ciosos nombres de que hablas.
tienen trazas de formar una sola pala- HERMÓGENES.— Sí, seguramen-
bra: que expresa lo que da a luz y  te; no podemos abandonas esta mate-
experimenta  en  sí  mismo,  (en  autoo  ria.
exetadson), todas las cosas que nacen y SÓCRATES.— ¡Por el Can! Me
crecen. Y así como hemos dicho, que parece que no adivinaba yo mal cuan-
el nombre de Zeus ha sido dividido do imaginaba que a los hombres que
en dos, nombrándole unos (Zeena),  en la alta antigüedad han designado
otros (Día); así, los unos llaman al año los nombres de las cosas, les ha
(eniautos)  de (en  autoo),  y  los  otros pasado lo mismo que a la mayor parte
(etos)  de (etadsei).  La locución com- de nuestros sabios; y que a fuerza de
pleta es (en  autoo  etadson),  y que es retorcerse en todos sentidos en sus
una y doble; lo que hace que de una indagaciones sobre la naturaleza de
sola palabra han podido formarse dos los seres, se han deslumbrado, y han
nombres (eniautos y etos). creído ver todas las cosas moviéndose
HERMÓGENES.— En verdad, Só- en torno suyo, y huyendo sin cesar. Y
crates, haces grandes progresos. ¡ya que achacarán esta concepción a
SÓCRATES.— Me parece que su disposición interior como a su cau-
marcho rápidamente por la senda de sa!; pero prefieren creer que las cosas
la sabiduría. nacen sin cesar; que no hay una que
HERMÓGENES.— No es posible sea durable y fija; que todo pasa, y
mayor rapidez. que todo está en un movimiento sin
SÓCRATES.— Luego, ya será fin y en una eterna generación. Y esta
otra cosa. reflexión la aplico a todas las palabras
HERMÓGENES.— Después de es- de que se trata.
ta clase de palabras, gustaría exami- HERMÓGENES.—¿Cómo así, Só-
nar la propiedad de todos estos bellos crates?
nombres relativos a la virtud, como SÓCRATES.— ¿Quizá nunca te
por ejemplo: (froneesis,  la sabiduría), has fijado en que estas palabras supo-
(sunesis, la comprensión), (dikaiosunee,  nen que todos los seres se mueven,
la justicia) y todos los de la misma pasan y mudan o cambian incesante-
clase. mente?
SÓCRATES.— ¡Ah! amigo mío; HERMÓGENES.— No; nunca tal
me traes a cuento una colección de idea me vino al espíritu.
nombres que no es breve. Sin embar- SÓCRATES.— Por lo pronto, la
go, puesto que me he vestido con la primera palabra que acabamos de
piel de león, no me es lícito retro- citar, tiene completamente este senti-
ceder. Por lo tanto, es precia examinar do.

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HERMÓGENES.— ¿Cuál? designan a alguno que poniéndose en


SÓCRATES.— (froneesis);  signifi- movimiento, avanza desde luego con
ca en efecto, la  inteligencia  de  aquello  rapidez; dicen, (esushe, se lanzó). ¿No
que  se  mueve  y  corre,  (foras  kai  rou  ha existido entre los lacedemonios un
noesis).  O quizá podría explicarse por personaje célebre que se llamaba
la ventaja que se saca del movimiento (Sous)?  Esta es en efecto la palabra
(foras oneesin). En todo caso, se refiere con que los lacedemonios expresan
al movimiento. Si te parece, (gnoome) un arranque rápido. (sofía)  significa,
será el examen de la generación, (gonees  por lo tanto, la acción de alcanzar  el 
roomeesin);  porque (nooman  y  skopein)  movimiento,  (foras  epafeen),  en el flujo
tienen el mismo sentido: examinar. Si general de los seres. La palabra
quieres, (nóeesis la inteligencia) será el (agathon,  el bien) conviene a lo que
deseo  de  la  novedad  (neou  esis).  Por no- hay de admirable,  (too  agastoo),  en la
vedad de las cosas es preciso enten- naturaleza entera. Moviéndose todos
der, que mudan sin cesar. El que ha los seres, los unos lo hacen con rapi-
inventado la palabra (neoesis)  ha que- dez, los otros con lentitud. Todas las
rido decir que el alma desea este per- cosas no son rápidas, pero algunas
petuo cambio; porque en otro tiempo son admirables por su rapidez; y la
no se decía (noesis), sino que en lugar expresión (agathon) se aplica a lo que
de la eta se ponían dos épsilon, (neo‐ es  admirable  por  su  rapidez,  (tou  thoou 
esis). (soofrosunee,  la prudencia) es la too agastoo). (dikaiosunee), fácilmente se
conservadora,  (sooteeria)  de aquello de ve que es el nombre dado a la com‐
que acabamos de hablar, de la sabi- prensión  de  lo  justo,  (dikaion  sunesei). 
duría, (froneeseoos).  (episteeme,  la cien- Pero esta misma palabra (dicaion),  es
cia) nos representa un alma, que de difícil de entender. Sobre algunos ex-
acuerdo con la razón, sigue las cosas tremos los más están de acuerdo; pero
en su movimiento, sin perderlas ja- no lo están sobre otros. Los que creen
más de vista; porque ni se adelanta ni que todo está en movimiento, supo-
se atrasa. Es preciso, pues, eliminar la nen que la mayor parte del universo
épsilon (pisteemee,  fiel);  (sunesis)  pa- no hace más que pasar; pero que hay
recería formarse como (sulogismos);  un principio que va de una parte a
pero cuando se dice (sunienai,  com- otra del mismo, produciendo todo lo
prender), es como si se dijese (epistas‐ que pasa, y en virtud del cual las co-
thai, saber) ; porque (sunienai) expresa sas mudan como mudan; y que este
que el alma marcha de concierto con las  principio es de una velocidad y de
cosas. El sentido de la palabra (sofía, la una sutileza extremas. ¿Cómo, en
sabiduría) es alcanzar  el  movimiento.  efecto, podría atravesar en su movi-
Esto sin embargo, es un poco más miento este universo móvil, si no fue-
obscuro y extraño. Pero recordemos el se bastante sutil, para no verse deteni-
modo de hablar de los poetas, cuando do por nada, y bastante rápido, para

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que todo estuviese con relación a él es fácil concebirlo. Otro dice: No es el


como en reposo? Puesto que este fuego mismo, sino el calor que reside
principio gobierna todas las cosas, en el fuego. Otro pone en ridículo
penetrándolas  (diaion),  se le ha dado todas estas explicaciones; y pretende
con toda propiedad el nombre de que lo justo es lo que dice Anaxágo-
(dikaion), formado con aquella palabra ras: a saber, la inteligencia. En su
y una kappa para hacer la pronuncia- soberanía ordena todas las cosas, y
ción más suave. Hasta aquí como ya sin mezclarse en ninguna, las  penetra 
he dicho, todo el mundo está de en  todos  sentidos,  (día  (pantoon)  ionta). 
acuerdo en que tal es la naturaleza de Entonces, mi querido amigo, me en-
lo justo. Pero yo, querido Hermó- cuentro en una incertidumbre mayor
genes, deseoso de conocerlo mejor, que la que tenía antes de haber co-
me he informado en secreto; y he des- menzado a hacer indagaciones sobre
cubierto que lo justo es también la  la justicia. Y sin embargo, aquéllos
causa; (por causa se entiende lo que da con quienes hablo están muy persua-
el ser a una cosa) y se me ha dicho en didos de que saben la verdadera ex-
confianza, que de aquí procede la plicación de la palabra (dikaion).
propiedad de la palabra (dikaion).  HERMÓGENES.— Al parecer, Só-
Pero cuando, después de haber recibi- crates, tú refieres lo que has oído de-
do esta respuesta, digo con dulzura, cir a los demás; pero no nos dices tu
para mejor ilustrarme: Si es así, decid- propia opinión.
me, por favor, ¿qué es lo justo? Enton- SÓCRATES.— ¿Y no he hecho lo
ces parecen atrevidas mis preguntas, mismo con respecto a los otros nom-
y creen que salto, como suele decirse, bres?
la barrera. Exclaman que basta ya de HERMÓGENES.— No sucedió
preguntas, y que lo que he oído debe precisamente lo mismo.
satisfacerme; y después, cuando han SÓCRATES.— Escúchame con
querido contestarme, los unos me atención, porque quizá te engañes
dicen una cosa, otros otra, sin que pensando que no he oído lo que voy a
puedan ponerse de acuerdo. Este dice decirte. Después de la justicia, ¿cuál
que lo justo es el sol. ¿No es  el sol el es la palabra que debemos conside-
que gobierna los seres, penetrándolos y  rar? Me parece que aun no hemos
calentándolos,  (diaionta  kai  kaonta)?  Me examinado (andreia,  el valor). Porque
apresuro a contara otro este descubri- con respecto a la palabra (adikia, injus-
miento que creo magnífico, y se burla ticia), es evidente que es el obstáculo de 
de mí; y me pregunta, si no hay justi- aquello que penetra, (empodisma tou dia‐
cia entre los hombres después de iontos).  (Andreia)  indica que el valor
puesto el sol. Pregunto entonces a este toma su nombre del combate. Porque
hombre qué piensa de lo justo, y me el combate, si es cierto que las cosas
contesta que es el fuego. Pero esto no pasan y corren, no puede ser más que

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una corriente contraria a otra, (enan‐ SÓCRATES.— Pues bien; ¿no sig-
tian  roen).  Si se quita la delta de la nifica un  modo  de  ser  la  inteligencia 
palabra (andreia), se tendrá (anreia,  (exin  nou)?  Basta eliminar la tau e in-
contra corriente), que expresa lo que tercalar una entre la xi y la uta y otra
constituye propiamente el valor. Es entre la uta y la eta.34 
claro, sin embargo, que el valor no es HERMÓGENES.— He ahí, Sócra-
una corriente contraria a otra cual- tes, una explicación que no tiene nada
quiera, sino a una corriente que lucha de buena.
contra la justicia. De otra manera, ¿en SÓCRATES.— ¡Oh, mi excelente
qué concepto podría ser laudable el amigo! Tú no sabes que los nombres
valor? Las palabras (arren,  varonil) y primitivos han sido completamente
(aneer, hombre), tienen un origen aná- desfigurados a fuerza de querer ha-
logo, y vienen de (anoo  roce,  corriente cerlos magníficos. Se han añadido le-
de abajo a arriba). (gunee,  mujer), me tras y se han quitado, consultando la
parece querer decir generación, (gonee).  armonía; en fin, han quedado desfigu-
(theelu,  hembra), me parece derivarse radas las palabras en todos sentidos,
(theelee, teta). Y (theelee), querido Her- ya a causa de falsos embellecimientos,
mógenes, ¿no expresa lo que hace ger‐ ya por efecto del tiempo. Así, en la
minar, (tetheelenai) lo que riega? palabra (katoptron,  espejo), ¿no se ha
HERMÓGENES.— Es verosímil, intercalado la ro contra toda razón?
Sócrates. He aquí cómo se conducen los que no
SÓCRATES.— La misma palabra buscan la verdad, y sólo hacen caso
(thal‐lein),  me parece representar el de la pronunciación. A fuerza de in-
crecimiento de los jóvenes por lo rápi- tercalar letras en las palabras primiti-
do y repentino que es; y es lo que ha vas, las han alterado, hasta tal punto,
querido imitar el autor de este nom- que nadie puede saber hoy lo que
bre al formarle combinando (thein, co- significan. Por ejemplo, ellos llaman a
rrer) y (al‐lesthai,  lanzarse). Pero, ¿no la esfinge, (Sfigx), en lugar de (fix). Po-
observas que yo me voy a derecha e drían citarse otras muchas palabras
izquierda tan pronto como me en- que están en el mismo caso.
cuentro en un terreno más firme? Y HERMÓGENES.— Es muy cierto,
sin embargo, ¡cuántas y cuán impor- Sócrates.
tantes cuestiones nos quedan por re- SÓCRATES.— Pero, si por otra
solver! parte pudiéramos hacer en las pala-
HERMÓGENES.— Es la verdad. bras todas las supresiones y adiciones
SÓCRATES.— Una de ellas con- que quisiéramos, nuestra tarea sería
siste en averiguar lo que la palabra
(tejnee, arte) quiere decir.
34De este modo (tesnee) se convierte en (ejo-
HERMÓGENES.— Sin duda. non) explicación que no parece satisfacer a
Hermógenes.

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sencilla, y podríamos acomodar toda cosas marchan en un continuo movi-


clase de nombres a toda clase de co- miento, todo lo que marcha  mal,  (ka‐
sas. koos  ion),  será nombrado con razón
HERMÓGENES.— Es cierto. (kakia). Pero cuando es en el alma
SÓCRATES.— Muy cierto, en donde las cosas van  mal,  entonces se
efecto. Necesitamos guardar cierta aplica esta expresión con más propie-
medida, y a ti te corresponde ejercer dad. ¿Y qué es marchar mal? Lo sa-
sobre mis palabras una prudente vigi- bremos examinando (deilia, cobardía),
lancia. que hemos pasado en silencio, y que
HERMÓGENES.— Tendré en ello debió examinarse después de (andreia, 
mucho gusto. valor). Pero hemos omitido otras mu-
SÓCRATES.— Y yo también, chas palabras. (deilia),  significa un la-
querido Hermógenes. Sin embargo, zo del alma; (desmos) un lazo muy fuer‐
amigo mío, no seas demasiado severo, te; porque el término (lian, mucho) ex-
para que mi ánimo no decaiga. Por- presa la idea de fuerza. La cobardía
que he aquí que habré llegado al pun- será, por lo tanto, un lazo muy fuerte y 
to que debe coronar nuestras indaga- muy poderoso que encadena nuestra
ciones precedentes, después que haya alma. Lo mismo que la cobardía, la
examinado, a continuación de la pala- vacilación, (aporia)  y  en general, todo
bra (tejnee), la palabra (mejanee, habili- lo que pone algún obstáculo al movi-
dad). Creo (mejanee) que indica la ac- miento y a la marcha, (ienai poreuestai) 
ción de ejecutar, (anein) con perseveran‐ de las cosas, es un mal. De donde re-
cia;  porque (meekos),  significa exten‐ sulta que marchar mal significa mover-
sión. De la reunión de estos dos térmi- se con lentitud y embarazo; y cuando
nos, (meekos  y anein)  ha sido formada es tal el estado del alma, está sumida
la palabra (mejanee). Pero, como dije en la maldad, (kakias). Si este es el sen-
antes, es preciso llegar al coronamien- tido de (kakia), la palabra (aretee), debe
to de nuestras indagaciones preceden- tener el opuesto, y expresar, por lo
tes.35 Este es, en verdad, el momento pronto, el movimiento  fácil,  (euporian); 
de examinar las palabras (aretee,  vir- en seguida el libre curso, (roen) de una
tud) y (kakia,  maldad), y ver lo que alma buena. Lo que  marcha  o  corre 
quieren decir. La primera de estas pa- siempre,  del (aei  reon),  sin coacción y
labras, aun no la comprendo; pero la sin obstáculo; he ahí la significación
otra me parece perfectamente clara, y de (aretee).  Quizá valdría más decir
conviene perfectamente con lo que ya (aeireitee). Quizá también la verdadera
hemos dicho. En efecto, si todas las palabra es (aeireitee,  preferible), por
que la virtud es el estado del alma
35Lo que Platón va a terminar con el examen preferible entre todos, (airetootatee); pero
de las dos palabras aretee y kakia, es el relativo
a todas las que se refieren más o menos direc-
mediante una contracción, se dijo:
tamente a la virtud y al vicio. (aretee).  Pero vas a decir otra vez que

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invento cuanto me parece. Yo te res- simple cambio en el acento y la can-


ponderé: si he determinado bien el tidad de la sílaba οῡ.36
sentido propio de (kakia), es imposible HERMÓGENES.— ¿Cómo?
que no haya determinado bien el sen- SÓCRATES.— Este nombre me
tido propio de (aretee). parece ser una especie de segundo
HERMÓGENES.— Pero esta pala- nombre del pensamiento.
bra (kakon, mal), de que te has servido HERMÓGENES.— ¿Qué quieres
en muchas de tus explicaciones, ¿de decir?
dónde procede? SÓCRATES.— Veamos cuál es, en
SÓCRATES.— ¡Por Zeus!, esa es tu opinión, la causa de que las cosas
una palabra extranjera, de que es difí- se llamen como se llaman. ¿No lo es el
cil dar razón. Voy, por lo tanto, a acu- que ha inventado los nombres?
dir a mi famoso expediente. HERMÓGENES.— Indudable-
HERMÓGENES.— ¿Qué expe- mente.
diente? SÓCRATES.— Luego la causa es
SÓCRATES.— El de decir que es o el pensamiento de los dioses o el de
una palabra de origen bárbaro. los hombres, o el uno y el otro.
HERMÓGENES.— Y así es según HERMÓGENES.— Sí.
todas las apariencias. Por lo tanto, si SÓCRATES.— Luego lo  que  ha 
te parece, dejemos esto, y tratemos de llamado  las cosas por su nombre, (to 
descubrir el verdadero valor de las kalesa), y lo bello, (to kalon), son la mis-
palabras (kalon,  bello) y (aisjron,  ver- ma cosa: esto es, el pensamiento.
gonzoso). HERMÓGENES.— Así parece.
SÓCRATES.— Respecto de (ais‐ SÓCRATES.— Luego todo lo que
jron),  veo claramente su sentido. Es es obra de la inteligencia y del pensa-
análogo al de las palabras preceden- miento es laudable; y lo contrario, re-
tes. El que inventó los nombres, a mi prensible.
parecer, miraba mal en general todo HERMÓGENES.— Perfectamente.
lo que impide y retarda el movimien- SÓCRATES.— Ahora bien; el arte
to de las cosas; y por esto, a lo que de curar produce curaciones; y el arte
detiene  siempre  su  curso,  (aei  isjonti  ton  de edificar, edificios. ¿No lo crees así?
roun),  le dio este nombre (aeisjoroun),  HERMÓGENES.— Lo creo.
y por contracción (aisjron). SÓCRATES.— Por consiguiente,
HERMÓGENES.— ¿Y (kalon)? lo bello deberá producir cosas bellas.
SÓCRATES.— Esta palabra es HERMÓGENES.— Así es preciso
más difícil de entender; y sin embar- que suceda.
go, se ve bien que proviene de un

36Es decir, el cambio de οῡ de καλοῡ (kalon) 


en καλόν (kalon) 

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SÓCRATES.— Pero lo bello, ya lo tiene el bien de mezclarse, (kerannutai), 


hemos dicho, es el pensamiento. en todas las cosas, penetrándolas. Se
HERMÓGENES.— Sí. ha puesto una delta donde había una
SÓCRATES.— Luego la palabra ni, y se ha pronunciado (kerdos).
(kalon) cuadra perfectamente a la inte- HERMÓGENES.— ¿Y (lusiteloun)?
ligencia, que produce todas estas co- SÓCRATES.— No me parece, mi
sas que llamamos bellas y que alaba- querido Hermógenes, que esta pala-
mos porque lo son. bra tenga el sentido que le atribuyen
HERMÓGENES.— Pienso lo mis- los mercaderes; lo que libra de la deuda, 
mo. (ean  to  analooma  apolouee);  sino que
SÓCRATES.— Entre las palabras designa lo que hay de más rápido en
de este orden, ¿cuáles nos quedan por la existencia: lo que no permite a las
examinar? cosas detenerse, ni al movimiento lle-
HERMÓGENES.— Las que se re- gar al fin, ni cesar un instante; lo que
fieren al bien y a lo bello de que aca- le libra  (luei),  siempre de todo lo que
bamos de hablar; (xumferon,  lo venta- podría imponerle un fin, (telos),  ha-
joso), (lusiteloun, lo provechoso), (oofe‐ ciéndole así permanente o inmortal.
limon, lo útil), (kerdaleon, lo lucrativo), Por esta razón puede también llamar-
y sus contrarias. se al bien (lusiteloun), palabra que sig-
SÓCRATES.— Encontrarás tú nifica lo que libra al movimiento de llegar 
mismo fácilmente el sentido de a su término, (tees foras luon to telos). En
(xumferon),  si  tienes presentes las ob- cuanto a (oofelimon),  es una palabra
servaciones precedentes. Hay, en extranjera de que Homero se sirve en
efecto, próximo parentesco entre esta muchos pasajes en la forma de (ofel‐
palabra y (episteemee,  ciencia); porque lein); tiene el sentido de aumentar y de
expresa el movimiento simultáneo, (ama  hacer.
foran), del alma hacia los seres. Todas HERMÓGENES.— ¿Y qué dire-
las cosas que se realizan bajo el impe- mos de las contrarias a estas palabras?
rio de este movimiento, se llaman SÓCRATES.— A mi parecer, no
(sumferonta  y  sumfora),  de la  palabra debemos ocuparnos en las que son
(sumperiferesthai, ser arrastrado simul- simplemente negativas.
tánea y circularmente) HERMÓGENES.— ¿Cuáles?
HERMÓGENES.— Muy bien. SÓCRATES.— (axurnforon,  no
SÓCRATES.— Respecto a (kerda‐ ventajoso), (anoofeles,  inútil), (alusi‐
leon),  viene de (herdos,  ganancia); y  teles,  no aprovechable) y (akerdes,  no 
(jerdos)  si se reemplaza la delta con lucrativo).
una ni muestra bastante lo que quiere HERMÓGENES.— Es cierto.
decir. Es otra manera de nombrar el SÓCRATES.— Pero nos ocupare-
bien, (to  agaton).  Se la ha nombrado mos en (blaberon,  dañoso) y (dseemi‐
así porque expresa la propiedad que oodes, funesto).

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HERMÓGENES.— Perfectamente. significación contraria a la que tenían


SÓCRATES.— (blaberon)  significa en su origen. Esto es lo que ha suce-
lo que impide  el  curso  de  las  cosas  (to  dido con la palabra (deon,  convenien-
blapton ton roun). Y (blapton), a su vez te). Recuerdo que esta palabra me ha
indica lo que quiere encadenar, (boulome‐ hecho comprender lo que voy a decir-
non  aptein);  porque (aptein)  tiene el te: que nuestra nueva lengua, que se
mismo sentido que (dein),  y  lo que cree tan bella, ha hecho expresar a
pone obstáculos al movimiento, siem- (deon),  y a (dseemioodes),  lo  contrario
pre es mirado como un mal por el in- de lo que expresaban, ocultando su
ventor de las palabras. Había, pues, verdadero valor; mientras que nuestra
perfecta razón para dar a lo que quiere  antigua lengua muestra claramente su
encadenar el movimiento de las cosas, el verdadero sentido.
nombre de (boulapteroun),  del cual se HERMÓGENES.— ¿Cómo?
ha formado para mayor elegancia en SÓCRATES.— Escucha. Sabes
la pronunciación, (blaberon). que nuestros mayores hacían un gran
HERMÓGENES.— Verdadera- uso de la iota y de la delta, como se
mente, Sócrates, las palabras toman observa aún en las mujeres, que
extrañas formas en tus manos. He conservan por más tiempo el antiguo
creído oírte silbar el preludio del him- lenguaje.38 Pero hoy reemplazamos la
no a Atenea37 cuando pronunciaste tu iota por la épsilon o por la eta, y la delta
(boulapteroun). por la dseta, porque encontramos en
SÓCRATES.— No es a mí, queri- estas letras más nobleza.
do Hermógenes, a quien debes diri- HERMÓGENES.— Muéstrame al-
girte, sino a los que han creado esta gunos ejemplos.
palabra. SÓCRATES.— Pues bien; los anti-
HERMÓGENES.— Es cierto. ¿Pe- guos llamaban al día, los unos (imera), 
ro qué debemos pensar de (dseemioo‐ los otros (mera); hoy se le llama (eeme‐
des, funesto)? ra).
SÓCRATES.— ¿Qué pensamos HERMÓGENES.— En efecto.
de (dseemioodes)? Considera, querido SÓCRATES.— ¿Y no sabes que
Hermógenes, con cuánta verdad ha- sólo la palabra antigua deja ver el
blo, cuando digo que basta añadir o pensamiento del inventor? Porque, a
quitar algunas letras a las palabras, causa de desear,  (imeirousi)  los hom-
para que muden de sentido completa- bres al encontrar la luz después de las
mente; y que se puede, por medio de tinieblas, han llamado al día (imera).
una pequeña modificación, darles una HERMÓGENES.— Así parece.

37Era un canto, dice M. Cousin, compuesto


según se cree, a imitación del silbido de las
serpientes que cubrían la cabeza de la Gorgo- 38Véase la misma observación: De oratore, III,
na expirante. 12.

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SÓCRATES.— Pero hoy día, a reemplaza la eta con una iota como se
causa de su forma magnífica, no se hacía en el antiguo lenguaje. En
concibe ya lo que quiere decir la efecto, (ilion,  recorriendo), y no (deon, 
palabra (eemera).  Algunos, sin embar- encadenado) expresa el bien, cuyo 
go, suponen que ha sido nombrado elogio hace. De esta manera, el
así el día, porque hace los objetos más inventor de las palabras se pone en
dulces, (hemera). contradicción consigo mismo, y (ileon, 
HERMÓGENES.— Perfectamente. oofelimon,  lusiteloun,  kerdaleon,  agaton, 
SÓCRATES.— Ya sabes, que en xumferon,  europon),  expresan
lugar de (dsugon,  yugo), los antiguos igualmente, con nombres diferentes,
decían (duogon). la misma cosa, a saber: lo que
HERMÓGENES.— Muy bien. gobierna y penetra todas las cosas, lo
SÓCRATES.— Ahora bien (dsu‐ cual se alaba y celebra; mientras que,
gon), no significa nada; por el contra- por el contrario, lo que retarda y
rio (duogon) expresa muy bien que es‐ encadena es siempre mal mirado. En
tán  unidos  dos  animales  para  conducir  cuanto a (dseeinioodes), si, conforme se
algo juntos, (toin doin eneka tees deseoos  hacía en la lengua antigua, se
es  teen agoogeen).  Pero hoy día se dice reemplaza la ds por la delta, aparecerá
(dsugon)  y  lo mismo sucede con una que es el nombre de lo que encadena la 
multitud de palabras. marcha de las cosas, (epi to dounti to ion), 
HERMÓGENES.— Es probable. y  que ha debido pronunciarse
SÓCRATES.— Y he aquí cómo la (demioodes).
palabra (deon), escrita también de mo- HERMÓGENES.— Y las palabras
do análogo, viene a tener un sentido (eedonee,  placer), (lupee,  dolor), (epitu‐
opuesto al de todas las palabras que mia,  pasión), y otras semejantes, ¿qué
se refieren al bien; porque siendo una dices de ellas, Sócrates?
de las especies de bien, parece, sin SÓCRATES.— Que no es difícil
embargo, que lo conveniente, (deon), es dar razón de ellas, Hermógenes. (edo‐
el lazo (desmos) el obstáculo del movi- nee)  me parece ser el nombre de la
miento; y por decirlo así, el hermano acción que tiende hacia el bienestar, (ee 
de lo dañoso. pros  oneesin).  Añadiendo una delta, se
HERMÓGENES.— En efecto, Só- llama (edonee), en lugar de (eonee). (lu‐
crates, tal parece ser el sentido de esta pee,  dolor), es el nombre dado a la
palabra. disolución, (dialusis), que produce en el
SÓCRATES.— No sucederá así, si cuerpo. (ania, tristeza) es lo que impi-
se refiere a la antigua palabra, que, a de marchar, (ienai).  (algueedoon,  pena)
lo que parece, debe ser mucho más me parece ser una palabra extranjera
exacta que la nueva. Se encontrará derivada de (algueinon,  penoso) (odu‐
que está de acuerdo con todas las nee), viene, yo creo, de la palabra que
demás denominaciones del bien, sí se significa invasión, (endusis),  y  es la

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invasión del dolor. (ajtedoon,  opre- que se llamaba (imeros) cuando el


sión), como es evidente para todos, es objeto deseado estaba presente. El
una palabra que representa la pesa‐ amor se dice (eroos), porque es una co-
dez39  del movimiento. (jara,  alegría), rriente que se insinúa, (esrei) viniendo
está formada para designar la efusión,  de fuera, que no es propia de aquel
(diajusei)  y  la facilidad del movimiento  que la experimenta, y se introduce
(roees), del alma. (terpis, agrado), viene  efectivamente por los ojos. He aquí
de (terpnon, agradable); y lo agradable por qué se decía antiguamente (esros) 
se llama así, porque se  insinúa,  (día  de (esrein); porque entonces se emple-
erpseoos),  en el alma, semejante a un aba la omicrón por la omega. Hoy se
soplo, (pnoee). En rigor debería decirse dice (eroos), porque la omega ha ocupa-
(erpnoun) que con el tiempo se ha con- do el lugar de la omicrón. Pero ¿no
vertido en (terpnon).  Inútil es explicar propones otros nombres que exami-
la palabra (eufrosuuee, alegría), porque nar?
evidentemente significa que el alma se  HERMÓGENES.— ¿Qué te parece
mueve en armonía con las cosas, (eu xum‐ de (doxa, opinión) y de otras palabras
ferestai). La palabra propia sería (eufe‐ semejantes?
rosunee);  la que nosotros hemos con- SÓCRATES.— (doxa)  es el nom-
vertido en (eufrosunee).  Respecto a bre que procede de seguimiento  (dioo‐
(epitumia,  pasión) no hay ninguna xis),  y en este caso es la indagación a
dificultad; pues evidentemente expre- que el alma se consagra, para saber la
sa un poder que penetra  en  el  corazón  verdad de las cosas; o bien es el nom-
(epi  ton  tumon  iousee)  y  (tumos,  cora- bre del disparo de la flecha (toxon). Yo 
zón, valor) toma su nombre del ardor  prefiero esta última explicación. Por
(tuseos) y del hervidero del alma. (ime‐ lo menos la palabra (oieesis, creencia),
ros, deseo) se aplica a la corriente que responde a la misma idea. En efecto,
arrastra el alma con mucha violencia; parece expresar el anhelo, (oisis) del al-
porque corre precipitándose a la realiza- ma hacia las cosas para conocer su
ción de las cosas, (iemenos  rei),  y  por- naturaleza. La misma relación hay en-
que arrastra al alma en la impetuosi- tre (boulee,  voluntad) y (bolee,  tiro o
dad de su curso. En vista, pues, de disparo). (boulestai,  querer) significa
esta energía, se ha dado al deseo el lanzarse  hacia, lo mismo que (boulestai, 
nombre de (imeros).  Se llama pesar, deliberar). Todas estas palabras, que
(potos)  para mostrar que no se refiere corresponden al mismo orden que
a nada presente, sino a un objeto que  (doxa), no son más que diversas expre-
está en otra parte y lejos de nuestro alcan‐ siones de la idea de tiro o arranque.
ce, (alloti pou ortos kai apontos). De don- La palabra negativa (aboulia,  impru-
de resulta que se nombra (potos)  lo dencia) parece designar la desgracia
de aquél a quien se le frustra un pro-
39 Por consiguiente, la lentitud. pósito, (ou  balontos);  que no consigue

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lo que quería (ebouleto), lo que se pro- ción, en la que se afirma que el ser es el 
ponía, (peri  ou  ebouleueto),  o  a lo que objeto, cuyo nombre es la indagación. Pe-
aspiraba. ro esto es más fácil de comprender en
HERMÓGENES.— Se me figura la palabra (onomastón, lo que se puede
Sócrates, que ahora apresuras y estre- nombrar). Declara, en efecto, de una
chas tus explicaciones. manera muy patente, que el  ser  es  el 
SÓCRATES.— Es porque en este objeto  de  la  indagación  (on  ou  masma 
momento el dios va a cesar de hablar. estin).  (aleeteia,  verdad), me parece
Sin embargo, voy a hacer el último también una palabra formada de otras
ensayo sobre las palabras (anagkee,  muchas. Parece que se ha querido de-
necesidad), y (ekousion,  voluntario) signar con ella el divino movimiento
que siguen naturalmente a las prece- del ser, y que signifique una  carrera 
dentes. Lo  que  cede  (eikon)  sin resis- divina,  (alee  teia).  (pseudos,  mentira),
tencia; lo que cede al movimiento, (eikon  expresa lo contrario del movimiento.
too  ionti),  al movimiento impreso por En esta palabra encontramos también
la voluntad, he aquí lo que significa la la reprobación impuesta a todo lo que
palabra (ekousion). Lo necesario, es, por se detiene, a todo lo que obliga al
el contrario, lo que resiste a la volun- reposo, y este término representa el
tad y lo que oponen a ésta la ignoran- estado de las gentes  que  duermen, 
cia y el error; se parece a un viaje en (kateudousi). La ps, que se ha añadido
las cañadas, (agkee) en las que lo difícil, a esta palabra, impide por lo pronto
áspero y peligroso de los caminos percibir su verdadero sentido. En
impide marchar. Lo necesario ha debi- cuanto a (on,  ser), y (ousia,  esencia),
do llamarse (anagkaion),  comparándo- son muy análogos a lo verdadero, si
lo a un viaje a través de una cañada o se añade una iota; (ion)  significa, en
vallecillo. Y puesto que aun me siento efecto, lo que va. Y de igual modo debe
con fuerzas, aprovechémoslas. No interpretarse el no-ser (ouk  on),  que
aflojes tú y pregúntame. algunos pronuncian (ouk ion).
HERMÓGENES.— Pues bien; voy HERMÓGENES.— Encuentro, Só-
a preguntarte acerca de las cosas más crates, que has resuelto con firmeza
preciosas que conozco; la verdad, la estas dificultades. Pero si en este
mentira, el ser; y sobre lo que es obje- momento te interpelasen con respecto
to de esta conversación, el nombre a estas expresiones, (ion,  marchando)
mismo. ¿Por qué se llama el nombre (reon,  corriendo), (doun,  ligando), y te
(onoma)? preguntasen cuál es la propiedad…
SÓCRATES.— ¿Sabes lo que SÓCRATES.— ¿Quieres decir que
quiere decir (maiestai).? qué respondería? ¿No es esto?
HERMÓGENES.— Sí; indagar. HERMÓGENES.— Exactamente.
SÓCRATES.— La palabra (onoma)  SÓCRATES.— Hay un expedien-
me parece el resumen de una proposi- te, que nos ha sacado ya de conflictos,

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y que puede pasar por una respuesta ejemplo: hemos dicho que la palabra
suficiente. (agatos) se compone de (agastos)  y  de
HERMÓGENES.— ¿Qué expe- (toos).  Quizá podríamos decir que
diente? (toos) está formada de otras palabras,
SÓCRATES.— Decir que las pala- y éstas de otras aún; pero si llegára-
bras cuyo sentido no comprendemos, mos a una que no esté formada de
son de origen bárbaro. Y quizá es la otras palabras, entonces diríamos con
pura verdad, respecto a muchas de razón que es elemental; y que no hay
ellas; y quizá también es la antigüe- necesidad de relacionarla con otras
dad de las palabras primitivas, la que más simples.
nos las hace ininteligibles. Después de HERMÓGENES.— A mi entender,
las modificaciones de todos géneros tienes completa razón.
que se las ha hecho sufrir, ¿es extraño SÓCRATES.— Luego si las pala-
que las palabras antiguas, compara- bras acerca de las que me pregunta-
das con las de hoy día, parezca que bas antes son elementales, necesita-
pertenecen a una lengua bárbara? mos acudir a algún procedimiento
HERMÓGENES.— Todo lo que nuevo para apreciar su propiedad y
dices está muy en razón. su legitimidad.
SÓCRATES.— Sí, sin duda. Pero HERMÓGENES.— Así parece.
en el combate que sostenemos, no se SÓCRATES.— Sí; así parece, Her-
trata de huir de las dificultades, sino mógenes, porque todas las palabras a
que, por el contrario, es preciso abor- que hemos pasado revista, vienen, a
darlas de frente. Supongamos que se mi parecer, a resolverse en éstas. Y
pregunte de qué palabras se compone así, si mi suposición es fundada, sí-
un nombre, y estas palabras de qué gueme con atención, y cuida de que
otras se componen a su vez, y que se no me extravíe al explicar cuál debe
prosiga así indefinidamente; ¿no re- ser la propiedad de los nombres pri-
sultará que al fin el interrogado se mitivos.
verá en la necesidad de no responder HERMÓGENES.— Habla sin te-
al interrogador? mor; te seguiré con toda la atención
HERMÓGENES.— Así me lo pa- de que soy capaz.
rece. SÓCRATES.— No hay más que
SÓCRATES.— Y bien; ¿cuándo el una sola y misma propiedad para to-
interrogado tendrá derecho para no das las palabras primitivas y deriva-
responder? ¿Será cuando haya llega- das, y ningún nombre, como tal, difie-
do a palabras que son como elemen- re de otro nombre. He aquí lo que yo
tos de las otras palabras y discursos? pienso, y de seguro tú lo crees como
Porque si estas palabras son verdade- yo.
ramente elementales, no puede decir- HERMÓGENES.— Sin duda.
se que estén compuestas de otras. Por

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SÓCRATES.— Porque, ¿en qué mal, le imitaríamos lo mejor posible


consiste la propiedad de los nombres con nuestras actitudes y gestos.
que hasta aquí hemos examinado? En HERMÓGENES.— Necesariamen-
que nos representan lo que es cada te habría de hacerse como dices.
cosa. SÓCRATES.— De esta suerte se
HERMÓGENES.— Es incontesta- expresaría cada objeto por medio del
ble. cuerpo, obligándole a imitar lo que se
SÓCRATES.— Y esto no es me- quisiera expresar.
nos cierto respecto de los nombres HERMÓGENES.— Sí.
primitivos que de los derivados; pues- SÓCRATES.— Y como queremos
to que son igualmente nombres. expresar los objetos por medio de la
HERMÓGENES.— Sin duda. voz, de la lengua y la boca, esta expre-
SÓCRATES.— Pero las palabras sión consistirá, por consiguiente, en la
derivadas toman de las primitivas el imitación que podamos hacer con la
poder que tienen de representar las voz, con la lengua y con la boca.
cosas. HERMÓGENES.— Necesariamen-
HERMÓGENES.— Así parece. te.
SÓCRATES.— Bien; pero las pri- SÓCRATES.— Luego el nombre,
mitivas que no se componen de otras a lo que parece, es la imitación de un
palabras, ¿de qué manera nos mani- objeto mediante la voz. El que imita
festarán las cosas con la claridad posi- un objeto con la voz, le nombra al imi-
ble, como deben hacerlo siendo nom- tarle.
bres? Respóndeme: si nosotros no tu- HERMÓGENES.— Lo creo.
viésemos ni voz ni lengua, y quisiéra- SÓCRATES.— ¡Por Zeus! Sin em-
mos, sin embargo, designarnos los bargo, yo mismo no creo que esto sea
unos a los otros las cosas, ¿no recurri- precisamente así.
ríamos, como los mudos, a los signos HERMÓGENES.— ¿Cómo?
de las manos, de la cabeza y de todo SÓCRATES.— Nos veríamos pre-
el cuerpo? cisados a reconocer que los que imi-
HERMÓGENES.— Claro que lo tan el balido de las ovejas, el canto del
haríamos así, Sócrates. gallo y otros análogos, nombran con
SÓCRATES.— Por ejemplo; si esto a los animales que imitan.
quisiéramos expresar una cosa eleva- HERMÓGENES.— Es cierto.
da y ligera, tenderíamos la mano ha- SÓCRATES.— ¿Y te parece esto
cia el cielo, imitando así la naturaleza justo?
de esta cosa; si una cosa baja y pesa- HERMÓGENES.— No. Pero, Só-
da, abatiríamos la mano hacia el sue- crates, ¿qué clase de imitación es en-
lo. Y si se tratase de designar un caba- tonces la del nombre?
llo corriendo, o cualquiera otro ani- SÓCRATES.— Por lo pronto, me
parece que cuando nombramos, no

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imitamos como se imitan las cosas en HERMÓGENES.— El de hábil en


la música, por más que imitemos en- lo que ha rato nos ocupa; en el arte de
tonces por medio de la voz. En segun- nombrar.
do lugar, en mi opinión, nombrar no SÓCRATES.— Si  eso es cierto es
es imitar las mismas cosas que imita preciso que examinemos las palabras
la música. Lo que quiero decir es lo acerca de las que me interrogabas;
siguiente: todos los objetos, ¿no tienen (roee,  que corre), (ienai,  ir), (sjesis,  la
un sonido y una forma, y la mayor acción de retener); y ver si por medio
parte de ellos un color? de las letras y de las sílabas, imitan o
HERMÓGENES.— Ciertamente. no imitan la esencia de las cosas que
SÓCRATES.— Paréceme que si ellas designan.
imitan estas cualidades, semejante HERMÓGENES.— Perfectamente.
imitación ninguna relación tiene con SÓCRATES.— Dime; ¿son estas
el arte de nombrar. Los que de estas palabras las únicas primitivas, o exis-
cualidades sacan partido, son los mú- ten otras muchas?
sicos y pintores, ¿no es verdad? HERMÓGENES.— Creo que exis-
HERMÓGENES.— Sí. ten otras.
SÓCRATES.— Pero, ¿no te parece SÓCRATES.— En efecto, es pro-
que cada objeto tiene su esencia, como bable que así sea. ¿Pero qué medio
tienen su color y las demás cualidades adoptaremos para distinguir40 por
de que hablábamos? Y desde luego, el dónde el imitador comienza a imitar?
color mismo y la voz, ¿no tienen su Puesto que la imitación de la esencia
esencia lo mismo que todas las demás tiene lugar por medio de las sílabas y
cosas que merecen ser llamadas con el de las letras, ¿no será lo mejor dis-
nombre de seres? tinguir desde luego las letras, como
HERMÓGENES.— Lo creo. hacen los que estudian el ritmo? Estos
SÓCRATES.— Y el que llegase a distinguen en primer lugar el valor de
imitar por medio de letras y de sílabas las letras, después el de las sílabas; y
lo que en cada objeto constituye la no examinan el ritmo mismo sino des-
esencia, ¿no representaría lo que pro- pués de estos preliminares; antes,
piamente es cada objeto? ¿Sí o no? nunca.
HERMÓGENES.— Lo representa- HERMÓGENES.— Muy bien.
ría perfectamente. SÓCRATES.— Nosotros, ¿no de-
SÓCRATES.— ¿Y cómo llamarías bemos, igualmente, distinguir, desde
al que alcanzase este poder? Los imi- luego, las vocales, y después, entre las
tadores, de que hablamos antes, eran otras especies de letras, las que son a
el uno músico y el otro pintor; ¿qué
nombre daremos a éste?
40Διαίρεσις, διαἷρειν procedimiento de divi-
sión que Platón opone algunas líneas más
adelante al procedimiento de composición.

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la vez consonantes y mudas, ya que no; no seremos nosotros los que hare-
estos son los términos de que se valen mos esto; yo me dejo llevar de mis
los hombres entendidos; y las que, sin propias palabras. Todas estas combi-
ser vocales, tienen sin embargo, un naciones, tales como son, son obra de
sonido? ¿No tendremos después que nuestros antepasados. En cuanto a no-
volver a las vocales, para dividirlas en sotros, si queremos estudiar todas es-
sus diferentes especies? Hechas estas tas cosas con arte, necesitamos divi-
distinciones, es indispensable exami- dirlas, como ya hemos dicho; y consi-
nar a su vez los nombres e indagar si derar, como también indicábamos, si
entre ellos hay algunos a los que se las palabras, así las primitivas como
puedan reducir todos los demás; co- las derivadas, han sido bien o mal
mo sucede con las letras que nos los aplicadas. Proceder de otro modo, y
hacen conocer y si se clasifican en di- según el método de composición, se-
versas especies, como estas mismas ría obrar mal y extraviarse del verda-
letras. Bien consideradas todas estas dero camino, mi querido Hermóge-
cosas, es preciso saber aplicar a los nes.
objetos los nombres que les corres- HERMÓGENES.— ¡Sí, por Zeus!
ponden, ya baste una sola palabra Sócrates.
para un solo objeto, ya haya que com- SÓCRATES.— ¿Y tendrás bastan-
binar muchas. Así es como los pin- te confianza en ti mismo, para creerte
tores, para obtener la semejanza, ya capaz de recorrer todas las divisiones
emplean la púrpura sola u otro color de nuestro asunto? Yo no me conside-
cualquiera; ya mezclan muchos colo- ro con fuerzas para ello.
res diferentes, como cuando quieren HERMÓGENES.— Ni yo tampo-
representar la carne, o cualquier otro co, seguramente.
objeto análogo, atentos siempre a ha- SÓCRATES.— Dejemos esta ma-
cer la imagen perfectamente fiel. En teria; ¿o prefieres, que, aunque inca-
igual forma, nosotros aplicaremos las paces de llevar muy allá nuestra inda-
letras a las cosas; tan pronto una sola gación, ensayemos nuestras fuerzas,
letra a una sola cosa y la letra conve- adelantando ideas, como hicimos an-
niente, como muchas letras, formando tes con motivo de los dioses? Decía-
lo que se llaman sílabas, y reuniendo mos que no sabiendo nada de la ver-
en seguida estas sílabas hasta compo- dad, sólo habíamos querido interpre-
ner nombres y verbos. En fin, de estos tar las opiniones de los hombres sobre
nombres y de estos verbos formare- aquel punto; y ahora nos corresponde
mos algo que tenga grandeza, belleza decir, que si algún día llega a ser
y unidad: el discurso, que es en el arte resuelta la presente cuestión por
de los nombres y en todas las artes nosotros o por otros, lo será por me-
análogas, lo que en la pintura la re- dio de las divisiones que acabamos de
presentación de un ser animado. Pero indicar; pero que por el momento bas-

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tará, como decíamos, que hagamos el ción de dar explicaciones completas y


esfuerzo que nos sea posible. ¿Es ésta claras sobre las primitivas, o limitarse
tu opinión? ¿O piensas de otra mane- a no decir más que necedades acerca
ra? de las derivadas. ¿Opinas tú de otro
HERMÓGENES.— Precisamente modo?
ésa es mi opinión. HERMÓGENES. No, en verdad,
SÓCRATES.— Quizá parece ridí- Sócrates.
culo, mi querido Hermógenes, decir SÓCRATES.— Lo que yo pienso a
que las letras y las sílabas revelan las propósito de las palabras primitivas,
cosas, imitándolas. Sin embargo, es me parece a mí mismo impertinente y
necesario que así sea. No tenemos ridículo. Te lo diré, si quieres. Pero si
otro medio mejor de dar razón de la por tu parte tienes algo mejor que
verdad de las palabras primitivas. A proponer, me lo participarás también
menos que, a semejanza de los auto- a tu vez.
res de tragedias, que en sus conflictos HERMÓGENES.— No dejaré de
recurren a máquinas y hacen aparecer hacerlo. Y tú habla siempre sin miedo.
los dioses, recurramos también noso- SÓCRATES.— Por lo pronto, la
tros al mismo artificio, diciendo que letra ro me parece ser el instrumento
los dioses han instituido las palabras propio para expresar toda clase de
primitivas, y que de aquí procede su movímiento. Pero no hemos dicho
propiedad. ¿Adoptaremos esta expli- cuál es el origen de la palabra (kinee‐
cación como la más satisfactoria? ¿O sis). Es evidente que procede de (iesis, 
la de que nosotros hemos tomado las arranque); porque en otro tiempo, en
palabras primitivas de los bárbaros, y lugar de eta se servía de la épsilon. En
que los bárbaros son más antiguos cuanto al principio de la palabra, está
que nosotros? ¿O bien la de que no tomado de (kiein),  palabra extranjera
nos es posible comprender esta clase que tiene el sentido de (ienai,  mar-
de palabras a causa de su antigüedad, char). Si se supiese la palabra antigua
que las hace tan obscuras, como si y se la trasladase a nuestra lengua, se
tuviesen un origen bárbaro? Estas se- tendría realmente (iesis).  Pero hoy a
rían excusas muy buenas para el que causa de la procedencia extranjera del
no quisiera dar razón de las palabras verbo (kiein), del cambio de la eta de la
primitivas y de su propiedad. Sin em- inserción de la ni, se dice (kinesis). En
bargo, dígase lo que se quiera, cuando rigor, debería decirse (kieineesis  o 
se ignora la propiedad de las palabras eisis).  En cuanto a la palabra (stasis, 
primitivas, no se pueden comprender reposo), expresa la negación del mo-
las derivadas, que sólo se explican por vimiento, y se pronuncia así por ele-
aquéllas. Es, pues, evidente que el que gancia. Decía, pues, que la letra ro me
se considera hábil en la interpretación parecía haber sido en manos del
de las derivadas, debe estar en posi- inventor de las palabras, un excelente

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instrumento para dar idea del movi- lengua se desliza al pronunciar la


miento, con el cual tiene verdadera lambda, (olistanei), se ha servido de ella
analogía. En mil circunstancias se sir- para formar la palabra (leion,  liso),  el
ve de él con este objeto. Así, emplea mismo término (olistanein, deslizarse),
esta letra para imitar el movimiento, (iparon, flúido), (kolloodes, pegajoso), y
por lo pronto, en las palabras (rein, co- todos los de este género. En cuanto a
rrer) y (roee,  curso); en seguida en la gamma, como tiene en cierta manera
(tromos, temblor), en (trajus, áspero); e la virtud de detener este deslizamien-
igualmente en muchos verbos, tales to de la lengua, ha imitado con esta
como (krouein,  golpear), (trauein,  he- letra, unida a la precedente, lo que es
rir), (ereikein,  romper), (truptein,  pul- viscoso,  (glisjron,  dulce), (gluku,  co-
verizar), (kermatidsein,  dividir), (rum‐ rriente); (gloioodes).  Respecto tau,  ha-
bein,  rodar). A la ro es a la que deben biendo comprendido que retiene la
todas estas palabras la representación voz en el interior de la boca, formó las
de las acciones de que son signos. El palabras,  (endon,  entos,  interior, aden-
autor de los nombres vio, a mi pare- tro), que representa la cosa por el
cer, que la lengua, al pronunciar esta sonido. Ha puesto una alfa (megas, 
letra, lejos de permanecer en reposo, grande), y una eta  en (meekos,  longi-
se agita fuertemente; y he aquí lo que tud), porque estas dos letras tienen un
explica el uso que ha hecho de ella. La sonido prolongado. (gaggulon,  redon-
iota  conviene a lo que es sutil, y que do), tenía necesidad de la letra omi‐
por su naturaleza puede penetrar a crón, y la ha repetido todo lo posible
través de todas las cosas; por esta en la composición de esta palabra. El
razón se sirve de la iota  en (iestai)  y  autor de los nombres siempre ha pro-
(ienai),  para imitar la acción de ir  o  cedido de la misma manera, forman-
marchar. Así, también con las letras fi,  do con las letras y las sílabas nombres
psi,  delta y la ds, que son silbantes, para designar cada ser; y con estos
imita todas las cosas de esta natura- nombres, otros más compuestos, pro-
leza, tales como (psujron,  frío), (dseon,  curando siempre con empeño imitar
hirviente), (seiestai,  agitar), y en fin, la naturaleza de las cosas. Tal me
(seismos,  agitación). El autor de los parece ser, mi querido Hermógenes,
nombres emplea cuanto le es posible la propiedad de los nombres. Pero
estas mismas letras, cuando quiere quizá Cratilo es de otro parecer.
imitar algún objeto hinchado,  (fusco‐ HERMÓGENES.— Ciertamente,
des). También habrá creído que por la Sócrates; Cratilo mucho me tiene ator-
presión que hacen experimentar a la mentado, como manifesté al princi-
lengua la delta y la tau son perfecta- pio, sosteniendo que los nombres
mente propias para imitar la acción tienen una propiedad natural, y esto
de encadenar,  (desmos),  y  de descansar,  sin explicar claramente en qué consis-
(stasis).  Habiendo observado que la te; no pudiendo saber yo si con inten-

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ción o a pesar suyo se expresaba tan que decir algo que valga más que lo
obscuramente sobre este asunto. Aho- que precede, puedes contarme en el
ra, querido Cratilo, dime en presencia número de tus discípulos para la in-
de Sócrates, si apruebas las ideas que dagación de la propiedad de los nom-
acaba de exponer, o si tienes otras bres.
mejores. Si crees tenerlas, habla, con CRATILO.— Seguramente, Só-
el fin de instruirte con las lecciones de crates, no te engañas; me he ocupado
Sócrates, o de enseñarnos tú mismo la mucho en esta cuestión, y no habría
verdad a ambos. inconveniente en que te tuviera por
CRATILO.— ¡Pero qué, Hermó- mi discípulo. Sin embargo, temo que
genes!: ¿crees que sea fácil aprender o suceda todo lo contrario, y que me
enseñar cualquiera cosa, sobre todo vea precisado a explicarte las palabras
una de tal importancia, que parece que dirige Aquiles a Ajax en las
debe ser incluida entre las más gra- Deprecaciones.42 Dice:
ves?
HERMÓGENES.— ¡Por Zeus!, Divino Ajax, Hijo de Telamón, jefe de los 
que yo no lo creo. Pero me place aquel pueblos, 
dicho de Hesíodo: que añadir un poco a  Todo  lo  que  me  has  dicho  procede  de  un 
otro poco, no es trabajo perdido.41 Y así, si noble corazón.
eres capaz de dar un poco más de luz
a esta discusión, no vaciles, te lo su- Y yo, Sócrates, he creído verda-
plico; y haznos esta gracia a Sócrates deramente que vaticinabas, ya te ven-
y a mí. ga la inspiración de Eutifrón, o ya de
SÓCRATES.— Y yo, querido Cra- alguna musa que habite en ti, ha largo
tilo, no afirmo absolutamente ningu- tiempo, sin tú saberlo.
na de las cosas que he expuesto antes; SÓCRATES.— ¡Oh, excelente
sino que me he limitado a examinar la Cratilo!, yo mismo estoy sorprendido
cuestión con Hermógenes, y a decir de mi ciencia, y desconfío de ella.
buenamente lo que me indicaba mi Creo que es preciso examinar de nue-
espíritu. Habla, pues, con resolución, vo todo lo que acabo de decir. El
y vive persuadido de que si propones engañarse a sí mismo, es seguramente
alguna buena idea, estoy dispuesto a lo peor que puede suceder; porque
recogerla. entonces el engañador es uno con
Que estés tú más instruido que nosotros, y nos sigue por todas partes.
yo en esta materia, no lo extraño. A mi ¿Puede darse cosa más terrible? Con-
parecer, has reflexionado mucho so- viene, pues, en mi opinión, volver
bre ella, y al mismo tiempo has apren- muchas veces sobre las ideas emiti-
dido no poco de los demás. Si tienes das, y esforzarse, según la expresión

41 Los trabajos y los días, v. 359. 42 Ilíada, IX, 644.

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del poeta,43 mirando  a  la  vez  adelante  y  SÓCRATES.— Pues qué, ¿no te
atrás.  Ahora fijémonos en la explica- parecen las leyes, unas mejores y
ción que hemos dado. La propiedad otras peores?
del nombre, hemos dicho, consiste en CRATILO.— No, ciertamente.
representar la cosa tal como es. ¿De- SÓCRATES.— En este caso, ¿los
clararemos completa esta definición? nombres no te parecen los unos mejo-
CRATILO.— A mí me satisface res que los otros?
cumplidamente. CRATILO.— No, verdaderamen-
SÓCRATES.— En este caso, los te.
nombres tienen la virtud de enseñar. SÓCRATES.— Luego, ¿todos los
CRATILO.— Sin duda. nombres son igualmente propios?
SÓCRATES.— ¿Diremos, por lo CRATILO.— Sí; todos los que
tanto, que hay un arte de enseñar, me- son nombres.
diante los nombres y los peritos en SÓCRATES.— Pero qué, respecto
este arte? del nombre de Hermógenes, de que
CRATILO.— Sin duda. hablábamos hace un instante, ¿dire-
SÓCRATES.— ¿Quiénes son? mos que de ninguna manera pertene-
CRATILO.— Los legisladores, ce a nuestro amigo, y que no es de
como dijiste cuando comenzamos. raza de Hermes; o que pertenecién-
SÓCRATES.— ¿Diremos que, res- dole, no es propio?
pecto de este arte, sucede entre los CRATILO.— Creo, Sócrates, que
hombres, lo mismo que en todas las el nombre de Hermógenes no perte-
demás artes; o es cosa distinta? Me nece a nuestro amigo, aunque parezca
explicaré. Los pintores, por ejemplo, pertenecerle; creo que será más bien
¿no son unos mejores, y otros peores? el de algún otro individuo, cuya natu-
CRATILO.— Sin duda. raleza es tal, como este nombre la
SÓCRATES.— Y los mejores ha- supone.
cen más bellas sus obras, quiero decir, SÓCRATES.— ¿Decir que nues-
sus representaciones de los seres vi- tro amigo, que está presente, es Her-
vos; los otros las hacen más feas. Lo mógenes, no es decir una falsedad? A
mismo sucede con los arquitectos. Los menos que no se tenga por imposible
unos hacen casas más bellas, y otros decir que es Hermógenes el que no lo
las hacen menos bellas. es.
CRATILO.— Sí. CRATILO.— No te comprendo.
SÓCRATES.— Y bien, ¿unos le- SÓCRATES.— Es absolutamente
gisladores hacen sus obras mejor, y imposible decir una falsedad,44 ¿es
otros peor?
CRATILO.— Eso no lo creo.
44Platón refuta ahora esta doctrina sofística, a
que había hecho simplemente una alusión al
43 Ilíada, 1343; 3109. principio del diálogo.

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ésta tu opinión? Muchos, mi querido Cratilo. ¿No admites, que una cosa es
Cratilo, han pensado y piensan lo el nombre, y otra el objeto nombrado?
mismo. CRATILO.— Sin duda.
CRATILO.— En efecto, Sócrates, SÓCRATES.— ¿Reconoces, por lo
¿cómo el que dice lo que dice, ha de tanto, que el nombre es una especie
dejar de decir lo que es? Y decir algo de imitación de la cosa?
falso, ¿no equivaldría a decir lo que CRATILO.— Perfectamente.
no es? SÓCRATES.— ¿Y que las pintu-
SÓCRATES.— He aquí, querido ras de animales son otro género de
mío, un razonamiento demasiado su- imitación de ciertas cosas?
til para mí y para mi edad. Pero vea- CRATILO.— Sí.
mos; respóndeme sólo a la siguiente SÓCRATES.— Veamos aún, por
pregunta: Quizá piensas que es impo- si no he penetrado bien tu pensamien-
sible decir falsedades, pero que es to, que quizá es muy exacto. ¿Se pue-
posible hablar falsamente. de después de distinguirlas, referir es-
CRATILO.— Yo no creo tampoco tas dos especies de imitaciones, las
que se pueda hablar con falsedad. pinturas de los animales y los nom-
SÓCRATES.— ¿Ni expresarse, ni bres, a las cosas de que son imitacio-
interpelar a ninguno falsamente? Por nes, o no se puede?
ejemplo; si encontrándote alguno en CRATILO.— Se puede.
tierra extraña, te cogiese por la mano, SÓCRATES.— Atiende, por de
y te dijese: Os saludo, extranjero ate- pronto, a lo que voy a decir. ¿Se pue-
niense, Hermógenes, hijo de Simi- de referir la imagen del hombre al
crión; ¿te parecería que este hombre hombre, la de la mujer a la mujer; y
dice, designa, expresa, interpela, no a así en todos los demás casos?
ti, sino a Hermógenes? ¿O no nom- CRATILO.— Evidentemente.
braría a nadie? SÓCRATES.— Y al contrario; ¿se
CRATILO.— Me parecería que puede referir la imagen del hombre a
no hacía más que articular sonidos. la mujer, y la de la mujer al hombre?
SÓCRATES.— Es bastante. Arti- CRATILO.— También es eviden-
culando sonidos, ¿diría la verdad, o te.
mentiría? ¿O diría algo verdadero y SÓCRATES.— Y estas diferentes
algo falso? Esto me bastaría. referencias, ¿están en su lugar ambas,
CRATILO.— Pues bien, no tengo o sólo una de ellas?
inconveniente en decir que no haría CRATILO.— Sólo una de ellas.
más que ruido y movimiento inútil, SÓCRATES.— ¿Sin duda la que
como si hiciera sonar un vaso de refiere a cada cosa lo que le conviene
metal. y se le parece?
SÓCRATES.— Veamos, si pode- CRATILO.— Así me parece.
mos ponernos de acuerdo, mi querido

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SÓCRATES.— A fin de no bata- ciando la palabra mujer?  ¿No es esto


llar, disputando en vano, puesto que posible, y no se verifica algunas ve-
somos amigos, concédeme lo que voy ces?
a decirte. Esta referencia, querido CRATILO.— Quiero, Sócrates,
mío, en los dos géneros de imitacio- concederte lo que me preguntas. Sea
nes, el de la pintura y el de los nom- pues, como dices.
bres, yo la llamo propia; y si se trata SÓCRATES.— Haces bien, queri-
de los nombres, no sólo la llamo pro- do mío, en concedérmelo, si las cosas
pia, sino también verdadera. La otra pasan como yo digo; e inútil es ya que
referencia, la que refiere lo deseme- combatamos. Si la referencia es tal
jante a lo desemejante, la llamo im- también en los nombres, llamaremos
propia y falsa, si se trata de nombres. a la una verdadera, a la otra falsa. Y si
CRATILO.— Pero puede suce- así sucede con los nombres; si se les
der, Sócrates, que esta impropiedad puede aplicar impropiamente, no
sólo se encuentre en las pinturas de dando a cada objeto el que le convie-
los animales, y que no suceda lo mis- ne, y dándole algunas veces el que no
mo en los nombres, que necesaria- le conviene, lo mismo podrá suceder
mente serán acaso siempre propios, con los verbos. Y si es esto cierto res-
con relación a las cosas a que se refie- pecto de los verbos y de los nombres,
ren. lo será también en cuanto a las frases,
SÓCRATES.— ¿Qué quieres decir porque las frases, si no me engaño,
con eso? ¿Dónde está la diferencia son combinaciones de estas dos clases
entre la pintura y el nombre? ¿Un de palabras. ¿Qué piensas tú, Cratilo?
hombre, que encuentra a otro, no pue- CRATILO.— Me parece que ha-
de decirle: He aquí tu retrato, y mos- blas acertadamente.
trarle ya su imagen, ya la de una mu- SÓCRATES.— Si comparamos las
jer? Entiendo por mostrar, representar palabras primitivas con las imágenes,
una cosa ante el sentido de la vista. nos sucederá con ellas lo que con los
CRATILO.— Sin duda. cuadros. Unas veces el pintor emplea
SÓCRATES.— ¿Y qué? El mismo todos los colores y formas que convie-
hombre, ¿no puede decir al que en- nen al modelo; otras no los emplea to-
cuentra: He aquí tu nombre? Porque dos, sino que olvida o añade algo,
el nombre es una imitación lo mismo multiplica y agranda las facciones.
que la de la pintura. Repito, pues, ¿no ¿No es cierto?
puede suceder que le diga: He aquí tu CRATILO.— Muy cierto.
nombre, y que en seguida presente al SÓCRATES.— El que emplea to-
sentido del alma una imagen de su dos los colores y todas las formas con-
interlocutor, pronunciando la palabra venientes, hace bellos cuadros y bellos
hombre,  o  una imagen de la parte fe- dibujos; y, por el contrario, el que
menina del género humano, pronun-

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añade o quita, hace también cuadros nes, lo que se hace es una palabra
y dibujos, pero malos. nueva.
CRATILO.— Sí. SÓCRATES.— Ponte en guardia;
SÓCRATES.— ¿Y qué diremos no sea que por considerar las cosas
del que imita con sílabas y letras la desde ese punto de vista, las conside-
esencia de las cosas? Si emplea los ele- remos mal.
mentos convenientes, ¿no formará asi- CRATILO.— ¿Cómo?
mismo una bella imagen? Pues esta SÓCRATES.— Quizá lo que aca-
imagen es el nombre. Pero si añade o bas de decir es exacto con relación a
quita alguna cosa, ¿no formará tam- las cosas, cuya existencia o no existen-
bién una imagen, pero que no será be- cia, depende de un número determi-
lla? Y de esta suerte, ¿no están los nado. Así, si al número diez, o a cual-
nombres, unos bien hechos, otros quiera otro, se le quita, o se le añade
mal? algo, se convierte en otro número: Pe-
CRATILO.— Quizá. ro respecto de todo lo que tiene algu-
SÓCRATES.— ¿Y no resultará na cualidad, y de toda clase de imáge-
también que habrá artífices de nom- nes, la exactitud, pide otras condicio-
bres buenos y malos? nes. Es preciso, por el contrario, que
CRATILO.— Sí. lo que es imagen no reproduzca el
SÓCRATES.— Al artífice de nom- modelo entero, para ser su imagen.
bres se llama legislador. Mira, si lo que te digo es verdad. Por
CRATILO.— Sí. ejemplo, serán dos cosas distintas
SÓCRATES.— ¡Por Zeus!, quizá Cratilo y la imagen de Cratilo; si algu-
entonces sucederá en ésta como en las na divinidad representase, no sólo tus
demás artes, y habrá buenos y malos contornos y tu color, como hacen los
legisladores; por lo menos, ésta es una pintores, sino también todo el interior
consecuencia de todo lo que hemos de tu cuerpo, tal como es; con su mor-
dicho, y en lo que estamos de acuer- bidez y su calor, con el movimiento, el
do. alma y el pensamiento, tales como se
CRATILO.— Es cierto. Pero ya encuentran en ti; en una palabra, si
ves claramente, Sócrates, que, cuando todo lo que te constituye lo reproduje-
nosotros hemos formado nombres, se completamente. Colocada cerca de
conforme al arte gramatical, con las ti esta acabada copia, ¿qué tendría-
letras alfa,  beta y demás, si se llega a mos? Cratilo y la imagen de Cratilo,
suprimir, añadir, o dislocar alguna de ¿o más bien dos Cratilos?
sus partes, no puede decirse que la CRATILO.— Me parece, Sócra-
palabra está escrita, sino mal escrita; y tes, que resultarían dos Cratilos.
la verdad es que en manera alguna SÓCRATES.— Ves, mi querido
puede decirse escrita, sino que, desde amigo, que no debe concebirse la pro-
que sufre alguna de estas modificacio- piedad de una imagen, de otro modo

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que como la hemos concebido; ni de- das, la cosa resulta designada por el
bemos, a todo trance, querer que una discurso; bien, si aparecen en él todas
imagen cese de serlo, porque se le las letras convenientes, y mal, si sólo
haya añadido o quitado alguna cosa. aparecen en corto número. En fin, ad-
¿No conoces que no es necesario, ni mitamos que está designada, querido
mucho menos, que las imágenes en- amigo, y así nos libraremos de la mul-
cierren todos y los mismos elementos ta que se paga en Egina, cuando se
que las cosas, de que son imágenes? encuentra a alguno en el camino a
CRATILO.— Sí, verdaderamente. deshora de la noche; porque podría
SÓCRATES.— ¡Buenos estaría- decirse, que habíamos andado dema-
mos, Cratilo, si los nombres y las co- siado pesados, para llegar de las pala-
sas que ellos nombran, se pareciesen bras a las cosas. O si no, busca cual-
absolutamente! Todo se haría doble quiera otra explicación de la propie-
sobre la marcha, y no sería posible de- dad de los nombres, y niéganos que el
cir ésta es la cosa, y éste es el nombre. nombre sea la representación de la
CRATILO.— Es cierto. cosa, mediante las sílabas y las letras;
SÓCRATES.— Luego no hay que porque no puedes mantener a la vez
vacilar, querido mío; reconoce que los lo que antes decías, y lo que última-
dos nombres, unos convienen y otros mente has concedido, sin contrade-
no convienen con las cosas; no exijas cirte a ti mismo.
que una palabra tenga todas las letras CRATILO.— Me parece, Sócra-
necesarias para representar aquello, tes, que hablas muy sabiamente, y es-
cuya imagen es; consiente que la toy conforme contigo.
acompañe alguna letra inútil; y si per- SÓCRATES.— Puesto que esta-
mites una letra en la palabra, permite mos de acuerdo, examinemos ahora
una palabra en la frase; y si una pala- lo siguiente: para que el nombre sea
bra en la frase, una frase en el discur- propio, ¿no hemos dicho que es pre-
so. Y por más que esta letra, esta pala- ciso que encierre las letras convenien-
bra y esta frase, no convengan con las tes?
cosas, no por eso dejarán éstas de ser CRATILO.— Sí.
bien nombradas y enunciadas, con tal SÓCRATES.— Letras convenien-
que se halle expresado su carácter dis- tes son las que se parecen a las cosas.
tintivo; como sucede en los nombres ¿No es así?
de las letras, si te acuerdas de lo que CRATILO.— Sin duda alguna.
dijimos antes Hermógenes y yo. SÓCRATES.— Luego los nom-
CRATILO.— Ciertamente, me bres bien hechos son los hechos de
acuerdo. esta manera.45 Pero si hay alguna
SÓCRATES.— Muy bien. Cuando
se expresa este carácter distintivo, 45Es decir, formados con las letras que se pa-
aunque no tenga todas las letras debi- recen a las cosas.

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palabra mal instituida, aun así, estará pequeño, como pequeño lo que se lla-
formada en gran parte de letras con- ma grande? ¿Cuál de estos dos me-
venientes y semejantes a las cosas, dios tienes por mejor?
puesto que será una imagen; pero CRATILO.— Vale mil veces más,
siempre encerrará alguna letra que no Sócrates, representar las cosas me-
convenga, y por esta causa esta pala- diante la imitación, que de cualquiera
bra no será buena, ni estará bien com- otra manera arbitraria.
puesta. ¿Es esto, en efecto, lo que diji- SÓCRATES.— Muy bien. Puesto
mos? que el nombre debe parecerse a la co-
CRATILO.— Es preciso que yo sa, ¿no es necesario que las mismas le-
convenga en ello, Sócrates; aun cuan- tras sean naturalmente semejantes a
do de buen grado negaría que un los objetos, puesto que de letras se
nombre mal hecho sea nombre. componen las palabras primitivas? He
SÓCRATES.— ¿Y admitirás que aquí lo que quiero decir. Tomando
el nombre es una representación de la otra vez nuestro ejemplo: ¿Se podría
cosa? componer un cuadro, imagen de una
CRATILO.— Sí. cosa, si la naturaleza no suministrase,
SÓCRATES.— ¿Estimas como co- para representarla, colores semejantes
sa cierta que unos nombres se compo- a los objetos que la pintura imita? ¿No
nen de otros nombres, y que otros son sería de otro modo imposible?
primitivos? CRATILO.— Imposible.
CRATILO.— Sí. SÓCRATES.— En igual forma,
SÓCRATES.— Si los primitivos ¿se parecerían los nombres a cosa
deben de ser representaciones de cier- alguna, sí los elementos de que se
tas cosas, ¿conoces un medio mejor de componen no tuviesen en primer lu-
hacer representaciones, que hacerlas gar una semejanza natural con las co-
lo más semejantes que sea posible a sas, que los nombres imitan? Ahora
las cosas que deben representar? ¿O bien; los elementos de que se compo-
acaso preferirías el medio ensalzado nen los nombres, ¿no son las letras?
por Hermógenes y por otros muchos, CRATILO.— Sí.
según los que los nombres proceden SÓCRATES.— Pues ahora toma
de convenios; que representan las co- parte, a tu vez, en la discusión que an-
sas sólo para los que han intervenido tes sostuve con Hermógenes. Al decir
en estas convenciones, conociéndolas que la ro hace relación al cambio del
de antemano; que la propiedad de los lugar, al movimiento y a la rudeza, ¿te
nombres nace exclusivamente de es- parece que tuvimos razón o que no la
tos pactos; que no existe ninguna ra- tuvimos?
zón para fijarse en el sentido que tie- CRATILO.— Tuvisteis razón se-
nen al presente, y que lo mismo po- guramente.
dría llamarse grande lo que se llama

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SÓCRATES.— Y diciendo que la SÓCRATES.— Perfectamente. Pe-


lambda se refiere a lo liso, a lo dulce, y ro diciendo, como hoy decimos, pro-
a las demás cualidades análogas de nunciando (skleeron) ¿no nos entende-
que hablamos, ¿tuvimos o no razón? mos los unos a los otros? Tú mismo,
CRATILO.— La tuvisteis. en este momento, ¿no entiendes lo
SÓCRATES.— ¿Sabes que la mis- que yo quiero decir?
ma palabra que nosotros escribimos CRATILO.— Sí, gracias al uso.
(skleerotees,  rudeza) los de Eretria SÓCRATES.— Hablando del uso,
escriben: (skleeroteer).  ¿crees hablar de otra cosa que de un
CRATILO.— Perfectamente. convenio? ¿O acaso te formas del uso
SÓCRATES.— La ro y la sigma, una idea distinta de la yo tengo? Al
¿tienen entonces la misma signifi- enunciar una palabra, yo concibo tal
cación? Y la palabra, ¿tiene el mismo cosa, y tú reconoces que concibo tal
sentido para los que la terminan con cosa. ¿No consiste en esto el uso?
una ro, que para los que la terminan CRATILO.— Sí.
con una sigma o bien tiene para ambos SÓCRATES.— Luego si tú reco-
un sentido diferente? noces el objeto, cuando yo pronuncio
CRATILO.— Tiene para todos el una palabra, yo te lo muestro.
mismo sentido. CRATILO.— Sí.
SÓCRATES.— ¿Y esto es así, por- SÓCRATES.— Y eso se verifica
que la ro y la sigma se parecen, o por- mediante una palabra, que no tiene
que no se parecen? semejanza con lo que yo pienso cuan-
CRATILO.— Porque se parecen. do hablo; puesto que como tú con-
SÓCRATES.— ¿Porque se pare- fiesas, la letra lambda no tiene nada
cen en absoluto? que se parezca a la rudeza. Pues si es-
CRATILO.— Por lo menos, en to es así, ¿qué otra cosa hay aquí, que
cuanto expresan igualmente el cam- una convención contigo mismo; ni en
bio de lugar. qué consiste para ti la propiedad del
SÓCRATES.—Pero la lambda  que nombre, sino en este convenio, puesto
forma parte de esta palabra, ¿no ex- que las letras, suministradas por el
presa lo contrario de la rudeza? uso y por la convención, expresan lo
CRATILO.— Acaso, Sócrates, no que se les parece y lo que no se les
está en su debido lugar. Antes, cuan- parece? Y aun cuando el uso no se
do conversabas con Hermógenes, confundiese por entero con la conven-
quitabas y ponías letras según la nece- ción; aun así, no sería a causa de su
sidad lo exigía; lo cual merecía mi semejanza con el objeto, por lo que la
aprobación. Quizá en este caso con- palabra nos lo representaría, sino que
vendría substituir con una ro a la sería más bien en virtud del uso; por-
lambda. que creo que sólo el uso puede repre-
sentar una cosa mediante lo que se le

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parece y mediante lo que no se le SÓCRATES.— Quizá, mi querido


parece. Y puesto que estamos de Cratilo, lo que piensas es lo siguiente:
acuerdo sobre todo esto, mi querido que cuando se sabe lo que es el nom-
Cratilo, porque tomo tu silencio por bre, como el nombre es semejante a la
un asentimiento, es necesario que la cosa, se conoce igualmente la cosa,
convención y el uso contribuyan hasta puesto que es semejante al nombre; y
cierto punto a la representación de los que todas las cosas que se parecen,
pensamientos que expresarnos. Y si son el objeto de una sola y misma
quieres, querido mío, tomemos por ciencia. Supongo que en este mismo
ejemplo los nombres del número. sentido dices que el que sabe los nom-
¿Dónde encontrarías nombres seme- bres sabe igualmente las cosas.
jantes a cada uno de los números para CRATILO.— Es muy cierto.
aplicarlos a los mismos, si no permi- SÓCRATES.— Pues bien; veamos
tieses que el acuerdo y la convención ahora cuál es esta manera de enseñar
entrasen en parte para determinar la las cosas, de que acabas de hablar; si
propiedad de los nombres? Cierta- existe alguna otra, por más que ésta
mente yo mismo gusto de que los sea la mejor, o si no existe absoluta-
nombres se parezcan, cuanto sea posi- mente ninguna otra. ¿Cuál es tu pare-
ble, a las cosas; pero realmente, como cer sobre este punto?
decía Hermógenes, no hay que dejar- CRATILO.— Que no existe nin-
se llevar hasta violentar las palabras, guna otra, y que ésta es excelente y la
para hallar semejanzas; pues muchas única.
veces se ve uno precisado a recurrir a SÓCRATES.— Pero, ¿crees que
la convención para explicar su propie- consista en esto el arte de encontrar
dad. Las palabras más bellas son in- las cosas, y que el que ha encontrado
dudablemente las formadas por ente- los nombres ha descubierto también
ro, o en gran parte, de elementos se- las cosas que ellos designan; o bien es
mejantes a las cosas, es decir, que con preciso, para investigar y descubrir,
ellas convienen; y las más feas, son las acudir a otro método; y para apren-
palabras formadas de elementos con- der, acudir a éste?
trarios a las mismas. Mas ahora, dime; CRATILO.— No; para buscar y
¿cuál es la virtud de los nombres, y para descubrir debe emplearse este
qué bien debemos decir que produ- mismo método.
cen? SÓCRATES.— Y bien, Cratilo; fi-
CRATILO.— Creo, Sócrates, que gurémonos un hombre que tome en la
tienen el poder de enseñar; y que es indagación de las cosas los nombres
absolutamente cierto, que el que sabe por guías, examinando el sentido de
los nombres, sabe igualmente las co- cada uno de ellos; ¿no crees que corre
sas. gran riesgo de engañarse?
CRATILO.— ¿Cómo?

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SÓCRATES.— Es evidente que el sas, que el hombre se entregue a lar-


primero que ha designado los nom- gas reflexiones y a largas indagacio-
bres, los formó según la manera como nes, para asegurarse de si el principio
concebía las cosas. ¿No es esto lo que sentado es exacto o no; cuando lo
dijimos antes? haya examinado bien, las consecuen-
CRATILO.— Sí. cias irán apareciendo con todo rigor.
SÓCRATES.— Por consiguiente, Por otra parte, me sorprendería que
si ha concebido mal las cosas y si las todos los nombres estuviesen de
ha nombrado según la manera como acuerdo los unos con los otros. Consi-
las concebía; ¿qué crees tú que nos deremos de nuevo los que ya hemos
sucederá a nosotros que le seguimos? estudiado. Decíamos que los nombres
¿Cómo dejaremos de incurrir en el nos representan el mundo en un mo-
mismo error? vimiento, un cambio y un flujo per-
CRATILO.— No hay nada de petuos. ¿Te parece que expresan otra
eso, Sócrates; es necesario que el que cosa?
hace los nombres, los haga con cono- CRATILO.— No, ciertamente;
cimiento de las cosas; si este cono- eso es lo que representan.
cimiento le faltase, como ya he dicho, SÓCRATES.— Volvamos atrás y
los nombres no serían nombres. Y lo examinemos la palabra (episteemee). Es
que prueba sin réplica que el inventor una palabra equívoca; y yo creo que
de los nombres no ha caminado lejos significa que el alma se detiene  sobre 
de la verdad, es que en ese caso no las cosas, (isteesin  epi),  y no que se ve
existiría la concordancia que se ad- arrastrada en el mismo movimiento.
vierte entre todos ellos. No era éste tu Es más propio pronunciar el principio
pensamiento, cuando decías que to- de esta palabra como se hace hoy, que
dos tienen un mismo objeto, y expre- decir (pisteemee),  suprimiendo la épsi‐
san todos una misma idea? lon; en lugar de suprimir la épsilon
SÓCRATES.— Eso que dices, mi sería preciso intercalar una iota. (beba‐
querido Cratilo, no es aún una apolo- ion),  parece significar la imagen de
gía suficiente. Si el inventor de los una base, (baseoos), de un estado esta-
números se hubiese engañado desde cionario; y no el movimiento. (istoria), 
el primero, hubiera hecho violencia a expresa lo que detiene la expansión
los demás para precisarlos a convenir (isteesin  ton  roun).  (piston),  expresa
con aquél; esto es bien claro. Lo mis- manifiestamente la idea de detener
mo sucede en la construcción de una (istan).  (mneemee),  indica para todo el
figura de geometría; si se incurre al mundo la permanencia,  (monee),  en el
principio en algún error, aunque sea alma, y no el movimiento. Si quieres,
ligero e imperceptible, en todo lo ulte- examinemos igualmente las palabras
rior se notan las consecuencias. Por (amartia, error), y (xumfora, accidente):
esta razón es preciso en todas las co- y encontraremos que tienen una gran

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gran analogía con (xunesis)  (epistee‐ el arte de instituir los nombres perte-
mee), y con todas las más palabras que nece al de la legislación?
se refieren a cosas excelentes. (amatia,  CRATILO.— Sin duda.
ignorancia), y (akolasia,  intemperan- SÓCRATES.— Respóndeme: ¿Los
cia), son palabras del mismo género. primeros legisladores designaron los
La una parece designar la marcha de primeros nombres, conociendo las co-
un ser que va de concierto con Dios, (ama  sas a que los asignaban, o no cono-
teoo  ion  tos);  y el otro (akolasia)  la ac- ciéndolas?
ción de seguir las cosas, (akoloutia). De CRATILO.— En mi opinión, Só-
esta manera los nombres que damos a crates, las conocían.
las cosas más malas, serían entera- SÓCRATES.— ¿Hubieran podido
mente semejantes a los que damos a hacerlo, mi querido Cratilo, sin cono-
las mejores. Estoy persuadido de que, cerlas?
si nos tomáramos ese trabajo, encon- CRATILO.— No lo creo.
traríamos muchas otras palabras, que SÓCRATES.— Retrocedamos al
harían creer que el inventor de los punto de partida. Decías antes, según
nombres ha querido expresar, no que recordarás, que es necesario que el
las cosas se mueven y pasan, sino que que determine los nombres, sepa cuál
quedan y permanecen. es la naturaleza de los objetos sobre
CRATILO.— Pero, Sócrates, nota que recaen. ¿Es ésta aún tu opinión?
que las más de las palabras expresan CRATILO.— Aun lo es.
la primera opinión. SÓCRATES.— ¿Y dices que el
SÓCRATES.— ¿Y qué importa, que ha fijado los primeros nombres lo
querido Cratilo? ¿Contaremos los ha hecho sabiendo cuál es la natura-
nombres como las bolas de un escruti- leza de los objetos?
nio, y haremos depender su propie- CRATILO.— Sabiéndolo.
dad de este cálculo? El sentido indica- SÓCRATES.— ¿Pero por medio
do por el mayor número, ¿será el de qué nombres pudo aprender y en-
verdadero? contrar las cosas, puesto que entonces
CRATILO.— No es razonable aun no existían las primeras palabras;
eso. y puesto que por otra parte, según he-
SÓCRATES.— No lo es en mane- mos dicho, es imposible aprender o
ra alguna, querido amigo; pero pase- encontrar las cosas sino después de
mos adelante y veamos si seremos o haber aprendido o encontrado por sí
no del mismo parecer sobre el punto mismo la significación de los nom-
siguiente: dime, ¿no hemos convenido bres?
en que los que han inventado los CRATILO.— Lo que dices es
nombres en las ciudades, sean griegos realmente una verdadera dificultad,
o bárbaros, son los legisladores, y que Sócrates.

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SÓCRATES.— ¿Cómo podríamos xilio de aquéllos, cuáles entre ellos


decir que para instituir los nombres, son verdaderos, porque nos mostrará
los legisladores han debido conocer con evidencia la verdad de las cosas.
las cosas antes que hubiese nombres, CRATILO.— Soy del mismo
si fuese cierto que sólo han podido parecer.
conocerse las cosas por sus nombres? SÓCRATES.— Entonces, Cratilo,
CRATILO.— A mi parecer, Só- es posible aprender las cosas sin el
crates, la mejor explicación, para salir auxilio de los nombres.
de esta dificultad, es decir que un po- CRATILO.— Así parece.
der superior al del hombre ha dado SÓCRATES.— ¿Y por qué medio
los primeros nombres a las cosas; de crees que se pueden aprender? ¿Pue-
manera que no pueden menos de ser de ser otro que el más natural y razo-
propios. nable, es decir, estudiando las cosas
SÓCRATES.— ¿Pero entonces en la relación de las unas con las
crees tú que el que instituye los nom- otras, cuando son del mismo género,
bres, sea dios o demonio, los ha esta- y cada una en sí misma? Lo que es
blecido contradiciéndose a sí mismo? extraño a las cosas y difiere de ellas,
¿O crees que lo que decíamos antes no no puede mostrarnos nada que no sea
es exacto? extraño y que no difiera de ellas; nun-
CRATILO.— Eso consiste en que ca podrá mostrarnos las cosas mis-
entre los nombres los hay que no lo mas.
son. CRATILO.— Me parece cierto lo
SÓCRATES.— ¿Cuáles son, mi que dices.
excelente amigo? ¿Los que se refieren SÓCRATES.— Veamos, ¡por Ze-
al reposo o los que se refieren al mo- us!, ¿no hemos reconocido muchas
vimiento? Porque, según hemos di- veces que los nombres bien hechos
cho, esta cuestión no puede decidirse son conformes a los objetos que ellos
por el número. designan, y que son imágenes de las
CRATILO.— No; no sería justo, cosas?
Sócrates. CRATILO.— Sí.
SÓCRATES.— He aquí, por lo SÓCRATES.—Por tanto, si es po-
tanto, una guerra civil entre los nom- sible conocer las cosas por sus nom-
bres; éstos declaran que representan bres, y posible conocerlas por sí mis-
la verdad; aquéllos sostienen lo mis- mas, ¿cuál es el mejor y más claro de
mo; ¿a quién daremos la razón, y se- estos conocimientos? ¿Deberá estu-
gún qué principio? No podrá ser ape- diarse primero la imagen en sí misma;
lando a otros nombres, puesto que no y examinar si es semejante, para pasar
existen. Es claro que debemos recurrir después a la verdad de aquello de que
fuera de los nombres a algún otro es imagen? ¿O deberá estudiarse pri-
principio, que nos haga ver, sin el au- meramente la verdad misma, y des-

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pués su imagen, para asegurarse si es leza, porque todo esto me parece que
tal como debe de ser? está en un movimiento perpetuo. Lo
CRATILO.— En mi opinión, que importa saber es si la belleza mis-
debe comenzarse por la verdad mis- ma existe eternamente tal cual es.
ma. CRATILO.— Necesariamente.
SÓCRATES.— Qué método debe SÓCRATES.— ¿Si lo bello pasase
seguirse para aprender o descubrir la sin cesar, podría decirse con propie-
naturaleza de los seres, es una cues- dad, primero, que es tal cosa; y des-
tión que quizá es superior a mis al- pués, que es de tal naturaleza? ¿No
cances y a los tuyos. Lo importante es sucedería necesariamente, que mien-
reconocer que no es en los nombres, tras hablábamos, se habría hecho otra
sino en las cosas mismas, donde es cosa, habría huido y habría mudado
preciso buscar y estudiar las cosas. de forma?
CRATILO.— Así me lo parece, CRATILO.— Necesariamente.
Sócrates. SÓCRATES.— ¿Cómo podría
SÓCRATES.— Estemos, pues, en existir una cosa, si nunca apareciera
guardia; y no nos dejemos sorprender de una misma manera? Si existe du-
por ese gran número de palabras, que rante un instante de la misma manera,
tienden todas hacia un objeto común. es claro que, durante este tiempo, no
Los que han instituido los nombres, pasa. Si subsiste siempre de la misma
han podido formarlos conforme a esta manera, y siempre la misma, ¿cómo
idea de que todo está en movimiento podría mudar y moverse, no saliendo
y en un flujo perpetuo, porque creo para nada de su esencia?
que éste era, en efecto, su pensamien- CRATILO.— No podría.
to; pero puede suceder que no sea así SÓCRATES.— Una cosa, que
en realidad; y quizá los autores de los estuviera siempre en movimiento, no
nombres, por una especie de vértigo, podría ser conocida por nadie. Mien-
se vieron arrastrados por un torbelli- tras que se aproximaba para conocer-
no, en el que nosotros mismos nos ve- la, se haría otra y de otra naturaleza;
mos envueltos. He aquí, por ejemplo, de suerte que no podría saberse lo
querido Cratilo, una cuestión que se que es y como es. No hay inteligencia
me presenta muchas veces como un que pueda conocer el objeto que cono-
sueño; lo bello, el bien y todas las co- ce, si este objeto no tiene una manera
sas de esta clase, ¿debe decirse que de ser determinada.
existen en sí o que no existen? CRATILO.— Es cierto.
CRATILO.— Yo, Sócrates, creo SÓCRATES.— Tampoco puede
que existen. decirse que sea posible conocimiento
SÓCRATES.— No se trata de exa- alguno, mi querido Cratilo, si todas
minar si existe un bello semblante o las cosas mudan sin cesar; si nada
cualquiera otro objeto de esta natura- subsiste y permanece. Porque si lo

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que llamamos conocimiento, no cesa nes llegas a hacer algún descubri-


de ser conocimiento, entonces el cono- miento, me harás partícipe de él.
cimiento subsiste, y hay conocimien- CRATILO.— Así lo haré. Es pre-
to; pero si la forma misma del conoci- ciso, sin embargo, que sepas, Sócrates,
miento llega a mudar, entonces una que yo he pensado ya mucho en esta
forma reemplaza a otra, y no hay cuestión; y que, bien pesado y exami-
conocimiento; y si esta sucesión de nado todo, me parece que la verdad
formas no se detiene nunca, no habrá está de parte de Heráclito.
jamás conocimiento. Desde este acto SÓCRATES.— Espero entonces,
no habrá, ni persona que conozca, ni querido mío, que a tu vuelta me ha-
cosa que sea conocida. Si, por el con- bles de esto otra vez. Ahora, ya que
trario, lo que conoce existe; si lo que tienes hechos tus preparativos, mar-
es conocido existe; si lo bello existe; si cha al campo. Hermógenes te acom-
el bien existe; si todos estos seres exis- pañará.
ten; no veo qué relación puedan tener CRATILO.— Sea así, Sócrates.
todos los objetos, que acabamos de Pero tú procura también pensar sobre
nombrar, con el flujo y el movimiento. el objeto que acaba de ocuparnos.
¿Estos objetos son, en efecto, de esta
naturaleza, o son de otra, es decir, co-
mo quieren los partidarios de Herácli-
to y muchos otros? Este punto no es
fácil de decidir. No es propio de un
hombre sensato someter ciegamente
su persona y su alma al imperio de las
palabras; prestarles una fe entera, lo
mismo que a sus autores; afirmar que
éstos poseen sólo la ciencia perfecta, y
formar sobre sí mismo y sobre las co-
sas este maravilloso juicio de que no
hay nada estable, sino que todo muda
como la arcilla; que las cosas se pare-
cen a los enfermos atacados de fluxio-
nes, y que todo está en un movimien-
to y cambio perpetuos. Quizá sea así,
mi querido Cratilo; quizá sea de otra
manera. Es preciso, pues examinar
este punto con resolución y con el ma-
yor detenimiento, sin admitir nada a
la ligera. Eres aún joven, y estás en la
edad del vigor; y si en tus indagacio-

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