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Alumno: Jasón André García Castillo

El libro negro de la nueva izquierda.

¿Por qué el título del libro?

Hubo un excelente trabajo de investigación sobre la izquierda del siglo XX que


terminó materializándose en un libro best-seller titulado “El libro negro del
comunismo”. Los autores de este trabajo se propusieron mostrar las miserias y los
genocidios de la izquierda del siglo pasado. Pero junto a Nicolás Márquez,
interpretamos que de ninguna manera esa izquierda murió con la implosión de la
Unión Soviética en 1991 sino que se reconvirtió adoptando nuevos marcos teóricos
y novedosos arreglos estratégicos.

¿Entonces hay una nueva izquierda?

Sí, una” nueva izquierda” que ya no busca movilizar a una clase obrera que entendió
que el sistema capitalista da oportunidades para el desarrollo, sino que busca definir
a los “sujetos” a partir de criterios culturales.

¿Cuál es el discurso de este nuevo movimiento?

La izquierda antes estructuraba su estrategia en virtud de la lucha de clases, y hoy


su lucha es cultural. Dentro de esa lógica, la “ideología de género” es una de las
armas culturales más potentes que tiene esta nueva izquierda. Pero hay otras
máscaras como son el indigenismo, feminismo, ecologismo, derecho humano,
homosexualismo ideológico, garanto-abolicionismo,

¿Cómo se relaciona el movimiento revolucionario de mediados del siglo


pasado con la ideología de género en este momento?

El marxismo diría que desde sus orígenes ya estaba mirando la cuestión de la mujer.
Al menos desde Engels. No hay que olvidar que éste escribió un librito titulado “El
origen de la familia, el Estado y la propiedad privada”, donde concluía que “en la
familia el hombre es el burgués y la mujer el
proletariado”.

Agustín Laje, autor de ‘El libro negro de la nueva


izquierda” /Actuall
Alumno: Jasón André García Castillo

Pero con el triunfo de la URSS la mujer no se hizo más independiente…

La revolución rusa y el experimento de la URSS mostró que la cuestión de la mujer


era independiente de la cuestión de la clase y que la cultura no era un simple reflejo
de las relaciones de producción como pretendían los marxistas ortodoxos. En el
libro he investigado las condiciones de vida paupérrimas de la mujer soviética, que
lejos de liberarse, estuvo oprimida.

En qué momento se da el paso de una lucha de clases a una lucha cultural…

La afamada Simone de Beauvoir es un claro ejemplo de eso. En la conclusión de


su célebre libro ‘El segundo sexo’ advierte que los cambios económicos no
necesariamente traen cambios culturales y que las feministas deben dar una batalla
cultural. En Occidente es donde la lucha de clases empieza a transformarse en
lucha cultural. El socialismo no se construye más expropiando los medios de
producción, sino expropiando la forma de pensar, la cultura, los valores. Y aquí el
orden se invierte. Una feminista como Sula mith Firestone terminará diciendo que la
revolución feminista es condición para la revolución proletaria, invirtiendo a Engels.

¿Es una transformación o una imposición dictatorial, como lo fue el marxismo


en su momento?

Es un proceso gradual; una revolución pasiva, parafraseando a Antonio Gramsci.


Empiezan unos pocos desde la academia inventando ideologías y las van
derramando a los medios de comunicación. Primero hacen un poco el ridículo, pero
ante la falta de reacción y ante la subestimación, ese ridículo se va convirtiendo en
opinión políticamente correcta antes de que nos demos cuenta. Cuando sus
postulados pasan a formar parte de nuestro “sentido común” y se vuelven
“políticamente correctos”, los aparatos coercitivos del Estado protegen esa
hegemonía con reprimendas a quienes la desafían. Ni hablar de las reprimendas no
estatales, sino sociales. En el libro comento casos de personas que incluso han
terminado presas, por ejemplo, en Canadá, por haber discutido por Twitter con
feministas.

Pero, ¿son acaso todas las causas que defiende esta idea tan dañina?

El feminismo en sus orígenes demandó derechos políticos y civiles. ¿Quién podría


estar en contra de esto? Nadie. Nosotros lo festejamos y lo destacamos en el libro.
Pero mucho del feminismo contemporáneo pide excentricidades que atacan incluso
las libertades individuales: legalizar la pedofilia (Firestone, Millet, etc.), obligar a los
hombres por ley a orinar sentados (Partido de Izquierda Suecia); prohibir el fútbol
en los colegios (País Vasco, España); prohibir los mariachis (grupos feministas en
Colombia); prohibir video-juegos como Mario Bros (Anita Sarkeesian en Canadá);
promover el lesbianismo como forma de “resistir al patriarcado” (Beatriz Gimeno en
Alumno: Jasón André García Castillo

España); proponer “campos de concentración para hombres” (Julie Bindel en


Inglaterra), etcétera. El libro está plagado de ejemplos.

Nuestro objetivo es mostrar la verdadera cara de esta nueva izquierda que, en


principio, se nos presenta de forma tan simpática a partir de nuevas máscaras, entre
ellas, el feminismo y el homosexualismo ideológico que abordamos en esta primera
entrega.

Portada de “El libro negro de la nueva izquierda”, publicado en Argentina


¿Cuáles son sus métodos?

Sus métodos son bien variados, pero hay un hilo conductor que atraviesa a todos
ellos: se trata de penetrar con un discurso de izquierdas a grupos “minoritarios”,
“marginales” o conflictuados para asegurarse dos cosas. Una, reconstruir la
militancia de izquierda. Otra, poner a esta gente contra el sistema, aprovechando
su potencial conflictividad. ¿Y cómo lo hacen? Les crean un relato bajo el cual sus
conflictos personales en verdad son un producto del capitalismo y los valores
occidentales tradicionales, lo cual en muchos casos es bien paradójico y
contradictorio.

¿Cuál es el fin último que busca el nuevo marxismo?

El fin último es el mismo de la izquierda de siempre: destruir la “estructura


económica” capitalista y destruir la “superestructura” moral y cultural que está
asociada a aquella. La diferencia es que mientras la vieja izquierda creía que
destruyendo la estructura económica la mentalidad de la gente se transformaba por
añadidura, la nueva izquierda cree lo contrario. Concretamente el objetivo era
modificar la mentalidad de la gente en primer lugar, y por ello apuesta a una batalla
cultural antes que por la lucha de clases que ya suena a museo de antigüedades.

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