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Presentación aséptica1 de todo lo religioso:


¿Lo que realmente necesita un mundo secularizado?

La nueva evangelización a inicios del tercer milenio. Benedicto XVI


Discurso a un grupo de obispos polacos. Zenit, lunes, 5 diciembre 2005

Al inicio de su discurso Benedicto XVI cita las palabras de Juan Pablo II


durante su primera peregrinación a Polonia: «La evangelización del nuevo
milenio debe tener por referencia la doctrina del Concilio Vaticano II. Tiene
que ser, como enseña ese Concilio, "obra común" de los obispos, de los
sacerdotes, de los religiosos y de los laicos, obra de los padres de familia y
de los jóvenes» (9 de junio de 1979).

«Humanitas», diez años de diálogo entre fe y cultura. Jaime Antúnez


Aldunate,
director de la revista cultural Humanitas. Zenit, miércoles, 28 septiembre 2005

(Habría que tener conciencia) Conciencia, en primer lugar, de la hondura y


gravedad de ese grito desgarrador de Pablo VI cuando advierte como la gran
tragedia de nuestro tiempo la ruptura o divorcio entre la fe y la cultura.
Conciencia de lo dicho por Juan Pablo II ese día de mayo de 1982 en que
firmó la creación del Consejo Pontificio de Cultura: «una fe que no se
convierte en cultura es una fe no acogida en plenitud, no pensada en su
totalidad, no vivida con fidelidad». Conciencia, luego, del mandato entregado
hace quince años atrás a la Universidades Católicas por la Constitución
Apostólica «Ex Corde Ecclesiae» y de la inmensa esperanza depositada en
ella. Conciencia, por fin, de lo dicho por Benedicto XVI en el Subiaco, al
concluir la última conferencia que pronunciara en su condición de cardenal de
la santa Iglesia, evocando la figura de San Benito: «Necesitamos hombres
que tengan la mirada fija en Dios, aprendiendo ahí la verdadera
humanidad. Necesitamos hombres cuyo intelecto sea iluminado por la
luz de Dios y a quienes Dios abra el corazón, de manera que su intelecto
pueda hablar al intelecto de los demás y su corazón pueda abrir el
corazón de los demás. Sólo a través de hombres que hayan sido tocados
por Dios, Dios puede volver entre los hombres»…

Cuando el recorrido de «Humanitas» tenía apenas dos años y se daban pasos


muy decisivos en orden a la sustentación material del proyecto y para afianzar
su imagen pública o su «posicionamiento», como gustan decir los técnicos en
publicidad, hubo momentos de fuerte presión sobre la dirección de la revista
para cambiar de línea y transformar el estilo que la caracterizaba desde su
fundación…

Se nos insistía, asimismo, que para el buen servicio de la cultura cristiana


era preferible un lenguaje más aséptico en lo religioso, que descansase
en argumentos puramente racionales o prácticos.
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“Limpia” de toda referencia a lo religioso.
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Fue en esas circunstancias que, por diversas razones que no interesa detallar,
llegué un día hasta el Palacio del Santo Oficio para una audiencia con el
prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cardenal Joseph
Ratzinger…

A cierta altura de la reunión, consideré conveniente exponerle, con toda


franqueza y espíritu filial, lo que sucedía y que constituía para mí una
preocupación central respecto del futuro de «Humanitas», declinando desde
luego en su respuesta el camino a seguir. El cardenal Ratzinger, a cuyo lado
estaba sentado, escuchó con fija atención mi relato y cuando terminé,
guardando un momento de silencio, se acercó más, y con una mirada firme y
fija a los ojos --como queriendo que su interlocutor no olvidara lo que iba a
decir-- expresó con tono suave y a la vez categórico: «Siga exactamente en la
línea en que han comenzado y no preste oídos nunca, y por ningún
motivo, a la influencia de las fuerzas ideológicas del secularismo al
interior de la Iglesia». Confieso que la escena vivida me impresionó
hondamente y que la vez me infundió mucha fortaleza y confianza.

«Cambio de ruta» para superar las crisis en la Iglesia. Benedicto XVI


Discurso dirigido a los obispos de Austria. Zenit, viernes, 18 de noviembre de
2005

No cabe duda que, por una parte, hace falta una confesión clara, valiente y
entusiasta de la fe en Jesucristo, que vive también aquí y hoy en su Iglesia y
en el que, según su esencia, el alma humana orientada a Dios puede encontrar
su felicidad…

Tal vez los responsables del anuncio teman que las personas puedan
alejarse si se habla demasiado claramente. Sin embargo, por lo general, la
experiencia demuestra que sucede precisamente lo contrario…

En medio de la incertidumbre de este tiempo y de esta sociedad, dad a los


hombres la certeza de la fe íntegra de la Iglesia. La claridad y la belleza de
la fe católica iluminan, también hoy, la vida de los hombres. Esto
sucederá, en particular, si la presentan testigos entusiastas y capaces de
transmitir entusiasmo.

El mandamiento del amor no sólo nos impulsa a prestar al prójimo algunos


servicios sociales, sino también a ayudarle a conseguir el mayor bien: la
orientación constante hacia el Dios vivo, la comunión con Jesucristo.

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