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Estudiantes reformistas.

Notas sobre la experiencia, las generaciones y las ideas


(1880/1935)

Ana Clarisa Agüero

Estas notas proponen, ante todo, un ángulo peculiar de observación del reformismo
universitario argentino. De allí derivan tanto el formato como ciertas licencias,
comenzando por el uso relativamente elástico de la noción de estudiantes reformistas.
En sentido restringido, ésta alude a los jóvenes que protagonizaron el movimiento de
reforma universitaria entre, digamos, 1918 y 1924; en uno más amplio, viene a subrayar
las conexiones entre ese reformismo y otros que lo prohijaron o prolongaron, tanto de
vocación universitaria cuanto de orden político, social o moral.
A contrapelo de la imagen de la reforma universitaria como pura ruptura, novedad u
origen (promovida por sus artífices, modelada por quienes se la disputaron luego y aún
subsistente en ciertas interpretaciones), me interesa revisar el papel de los legados, las
transiciones y las inflexiones. Frente a la tentación de subsumir ese reformismo en otros
más o menos contemporáneos, intento sugerir zonas demostrables de contacto y
bifurcación.
Evidentemente, mis generaciones no son las de Julio V. González. Desprovistas de
misión alguna, señalan apenas una coincidencia etaria ligada a un horizonte histórico
común. El juego entre generaciones implica así el habido entre horizontes diversos,
cuyo vínculo puede ser dificultoso pero nunca es nulo. Según estos lineamientos, un
pequeño conjunto de estudiantes reformistas (strictu sensu) es reinscrito en sus linajes
familiares, en general también universitarios y ligados a algún tipo de reformismo. El
ejercicio reposa en duplas familiares pero podría ensayarse sobre enteras cohortes, más
cuanto menos graviten las familias en la vida de la universidad. Para 1918, pese al gran
cambio en la composición del estudiantado, la primera es todavía una vía posible.
Los casos escogidos son menos representativos que significativos: Joaquín y Julio V.
González, Félix y Ceferino Garzón Maceda, Enzo e Ismael Bordabehere, Gregorio y
Rodolfo Aráoz Alfaro. Exceptuados los Bordabehere, hermanos, se trata en general de
padres e hijos; exceptuado Rodolfo Aráoz Alfaro, en 1918 estudiante del Colegio
Nacional de Buenos Aires, cada dupla incluye un universitario reformista activo en ese
año; incidentalmente, las figuras traen a escena las universidades de Córdoba, La Plata,
Buenos Aires y Santa Fe, así como los territorios de origen y consagración.
Por su carácter experimental, estas notas carecen de pretensiones de exhaustividad y
avanzan más sobre unas zonas que sobre otras. Dialogan, sin embargo, con hipótesis
relativamente firmes, derivadas de varios trabajos sobre el sustrato local del estallido

1
reformista cordobés, el modo en que éste se elaboró como acontecimiento inaugural y la
morfología del movimiento.1 Respecto de ellos, la atención a los linajes y las
generaciones amplía aquí la perspectiva temporal y territorial; con suerte, ayuda a
pensar de otro modo cuestiones a las que concedo interés: el vínculo entre reformismo
social, político y universitario, las modulaciones de la tradición liberal, la tensión entre
ideas y adscripciones de diverso orden. Volveré sobre las hipótesis y conjeturas al final.
Comencemos por los casos.

Nota 1. González

Joaquín V. González (1863-1923) cursó sus estudios de Derecho en la Universidad de


Córdoba entre 1881 y 1885. Seguía así la ruta de muchos miembros de las elites
cuyanas o norteñas que, desde más de dos siglos atrás, alimentaban la centralidad
regional de la ciudad. Pese a su larga tradición, se trataba entonces de una casa de
pequeñas dimensiones: entre 100 y 150 alumnos si se proyectan los cálculos más
optimistas, repartidos en las facultades de Derecho, Medicina y Ciencias Exactas, las
últimas de reciente creación.2 Un mundo universitario más bien escueto, criollo y
familiar, aunque no por ello desprovisto de tensiones.
Entre el preparatorio y la universidad, González convivió con Ramón J. Cárcano, José
del Viso, Cornelio Moyano Gacitúa, Adán Quiroga, Ángel Ávalos y José Figueroa
Alcorta. Un atendible conjunto de figuras, en el umbral de sus trayectorias nacionales.
Compartiendo el horizonte que llevaría a primer plano un común sustrato laico y liberal,
el grupo estaba atravesado por tensiones de otro orden. Así, mientras Del Viso, Cárcano
o Figueroa Alcorta integraban el riñón local de aquel liberalismo que asaltó el poder
nacional en 1880, González guarda frente a él una relativa excentricidad, inseparable de
su colocación provinciana respecto del centro universitario y las elites cordobeses.
Enrolados todos en la campaña por la candidatura de Miguel Juárez Celman, las
distancias se expresan aun en el club estudiantil creado para la ocasión, donde González
forma con otros ilustres provincianos. “Aquellas luchas electorales del Club

1
Entre ellos, Ana Clarisa Agüero, “Córdoba. 1918, más acá de la reforma”, en A. Gorelik y F. Arêas
Peixoto (comps.), Ciudades sudamericanas como arenas culturales, Buenos Aires, Siglo XXI, 2016, y
“Del tiempo y la ciudad. Córdoba, 1918 y la reforma universitaria”, en AAVV, La universidad
reformada. Hacia el centenario de la Reforma Universitaria de 1918, Buenos Aires, Eudeba-OEI, 2017;
junto a M.V. López, “De la Sociedad Literaria Deán Funes a la Asociación ‘Córdoba Libre’. Dos
estaciones del liberalismo y las elites de Córdoba (1878 / 1919)”, en Boletín del Instituto de Historia
Americana y Argentina, Dr. Emilio Ravignani, Nº 47, 2017.
Agradezco materiales y lecturas a Natalia Bustelo, Paulina Iglesias y María Victoria López.
2
Telasco Castellanos, Informe Anual del Rector Doctor Telasco Castellanos. Curso escolar de 1891,
Córdoba, La Minerva, 1892; UNC, Estadísticas de la UNC. 1613-2013, Córdoba, Editorial de la UNC,
2013.

2
Universitario […] valen más como revelación de un estado mental colectivo que por sus
fines y eficacia real”, señalará años después, recogiendo tanto el común “credo liberal”
cuanto la distancia entre los “universitarios puros”, que lo querían su líder, y aquellos
más “contaminado[s] con los círculos locales”, los estrictos juaristas.3
Fruto del pasaje universitario de González fue el Estudio sobre la revolución (1885), su
tesis doctoral, objetada como las de Del Viso y Cárcano (1883-1884) pero con diversa
suerte: mientras estos, apadrinados por Juárez Celman, movieron los resortes nacionales
y vulneraron el celo de los jurados, su Estudio vio definitivamente suprimidos cuatro
capítulos significativos para el razonamiento general. Allí, el viejo tema del derecho a la
revolución era considerado a partir de un iusnaturalismo revitalizado por Ahrens, sin
duda registrando el momento de consolidación del estado central y de diversificación de
la amenaza revolucionaria. La clave era la de una reforma desde el poder, capaz de
evitar los estallidos revolucionarios atacando parcialmente sus razones; el desglose de
las dimensiones jurídica, religiosa, moral y educativa de la cuestión, realizado en los
capítulos censurados, iba en esa dirección.4 Siendo un reformismo del status quo,
defensivo en ese sentido, es indudable que pareció entonces disruptivo, lo que cristalizó
en colocaciones relativas dentro del espacio público y alimentó la percepción
generacional de los rechazados. No casualmente, los capítulos censurados verían la luz
merced a empresas y solidaridades promovidas por los “universitarios puros”, también
abiertas a los “contaminados”: en 1886, tres fueron publicados con leves modificaciones
en la Revista de Córdoba y el cuarto incluido en la porteña La educación.
Pero éste es ya el momento de la partida de Córdoba, poco revelador de una era
estudiantil que en González parece marcada por la ambigüedad y, acaso por ello, capaz
de acercarlo a otras zonas. Predestinado en tanto miembro de las elites provinciales,
vacila en el medio local, donde también escribe poesía, da clases en la Escuela Normal
y habla a los tipógrafos: “Me propongo demostraros el derecho del pueblo a defender su
soberanía por medio de las armas”, decía ya en 1882, para agregar de inmediato: “Como
veréis, la materia es peligrosa, y os ruego que me escuchéis con ánimo sereno y con
espíritu de estudio”.5 Aunque las “revoluciones” de corte mitrista están entre los
disparadores, el tono invita a recordar también que, poco antes, un emisario de la
Internacional, Raymond Wilmart, rondaba las mismas playas.6

3
Joaquín V. González, “Prólogo” a Pensamiento y acción, de Ángel Ávalos, Córdoba, Imprenta
Argentina, 1910, pp. V y VI.
4
“El derecho y la moral social”, “El derecho y la religión”, “El estado y la iglesia” y “El estado y la
instrucción del pueblo”.
5
J. V. González, “Córdoba religiosa”, en Estudio sobre la revolución y otros escritos, Córdoba, Editorial
UNC, 2010, p. 205.
6
Horacio Tarcus, “Wilmart, Raymundo”, en http://culturasinteriores.ffyh.unc.edu.ar/ifi002.jsp?
pidf=4UGUG4&po=DB , consultado el 1/12/2017.

3
La nacionalización de González se inicia con su integración al Congreso, apenas
recibido y en creciente identidad con el roquismo. Será durante la segunda presidencia
de Roca cuando, ocupando lugares principalísimos, despliegue sus mayores intentos
reformadores: el de modificación de la Ley electoral (1902), aprobado, y el de sanción
de un Código Laboral (1904), fracasado. Como apunta Zimmerman, González
consideraba estas iniciativas complementarias y señalaba sus puntos de contacto con el
socialismo liberal, que en parte se integró al sistema político gracias a la primera ley y
acompañó el segundo proyecto.7 No obstante, ellas participaban también del tipo de
razonamiento defensivo presente en el Estudio sobre la revolución: se trataba de ofrecer
válvulas de escape a las fuerzas opositoras, abriendo a las minorías la representación
política o regulando las relaciones laborales, para desalentar la salida revolucionaria
(mitrista, radical, socialista o anarquista) y trazar allí la frontera con la ilegalidad y la
legislación represiva.
En los mismos años, con los debates por la reforma de la universidad porteña como
telón, González se aplica al proyecto de creación de la Universidad Nacional de La
Plata (1905), nacida reformada en muchos sentidos, que dirige hasta 1918. 8 En el
ínterin, acompaña sin gran entusiasmo una ley electoral que debía demasiado a lo que su
reforma había resignado (1912) y alienta con expectativa la fundación del Partido
Demócrata Progresista (1914). Esa reconfiguración conservadora congrega a buena
parte del reformismo político y social liberal, llevando a primer plano a Lisandro de la
Torre, figura autorizada por la experiencia de la Liga del Sur y con un amplio espacio
de interlocución, que luego incluirá a buena parte del reformismo universitario.
Operada la radicalización universitaria y consagrada la reforma cordobesa, González -
que nunca abjura del “régimen”- persistirá como uno de los pocos referentes de la
generación anterior. Flamante ex–rector de La Plata y padre de un estudiante reformista
sonado, con quien en este ámbito pueden cruzarse los prestigios, en octubre la
Federación Universitaria de Córdoba lo invita a dar una conferencia; acepta complacido,
a condición de esperar la instalación de las nuevas autoridades.9

7
Eduardo Zimmerman, “Reforma política y reforma social: tres propuestas de comienzos de siglo”, en
Fernando Devoto y Marcela Ferrari, La construcción de las democracias rioplatenses: proyectos
institucionales y prácticas políticas, 1900-1930, Buenos Aires, Biblos, 1994.
8
Reforma social y universitaria lo acercan a José Nicolás Matienzo (1860-1936), central en los debates
de la UBA, ungido allí Decano de Filosofía y Letras en 1906, Decano de Derecho de la Universidad de La
Plata en 1913 e Interventor de la Universidad Nacional de Córdoba en 1918. Atento a la vasta “cuestión
universitaria”, en La Plata la impronta de González marca especialmente en la carrera de Derecho. Ver
Pablo Buchbinder, “Formación de sectores dirigentes y controversias políticas en el ámbito universitario:
el caso de las facultades de Derecho, 1890-1912”, en Boletín del Instituto de Historia Argentina y
Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Tercera serie, Nº 37, segundo semestre 2012, p. 123; y Alejandro
Crispiani, “‘La universidad nueva’ de Joaquín V. González y el proyecto de 1905”, en Hugo Biagini
(Comp.), La Universidad de La Plata y el movimiento estudiantil. Desde sus orígenes hasta 1930, La
Plata, Editorial de la UNLP, 1999.
9
La Voz del Interior (en adelante, LVI), 18/10/18.

4
En lo fundamental, Julio V. González (1899-1955) se forma en las instituciones que su
padre ha diseñado como Ministro de Instrucción o Presidente de la UNLP. Alumno de
Derecho, delegado platense al Congreso Nacional de Estudiantes de Córdoba en 1918,
Presidente de la FUA en 1919, será militante demócrata-progresista en los tempranos
veinte, promotor de un frustrado partido reformista en 1927 y socialista orgánico
iniciados los treinta.10 En 1931, en vísperas de las elecciones nacionales, participa junto
a un notable núcleo de viejos reformistas de un intento de concertación de las fuerzas
democráticas.11 Como en el ‘27, trasunta aquí la idea de que “el reformismo
universitario es el núcleo de la reforma social”.12 Pero en las circunstancias planteadas
por los treinta, esa búsqueda apunta menos a una creación propiamente universitaria que
a volcar el equilibrio interno de los partidos a favor de un programa mínimo pautado por
el reformismo universitario. Frente a la concertación de “derechas” una que se proclama
“izquierdista”, cuyos destinatarios son viejos conocidos: la UCR, el Partido Demócrata
Progresista, el Partido Socialista e incluso una última exhortación al socialismo
independiente. De manera significativa, señalada la crisis como un fenómeno mundial,
se invocan las alianzas entre el liberalismo y el laborismo inglés, el republicanismo y las
izquierdas españolas, los diversos partidos cívicos chilenos, prefigurando una nueva
zona de encuentro entre liberalismo progresista y lo que Prochasson y Julliard llaman
reformismo radical: una vía acumulativa hacia el socialismo, en la que el componente
moral y la creación de un nuevo sujeto tienen un peso sustantivo. 13 Dentro del
interesantísimo programa concertador, refulge el Código de Trabajo; índice de un
eslabonamiento por la vía del reformismo social bien visto por Halperin Donghi, como
el núcleo más cierto del legado padre-hijo.14

Del inicial “solidarismo social” de Julio, muy deudor del reformismo liberal anterior, a
esta frustrada intervención “izquierdista” han pasado muchas cosas, pero no sólo
rupturas. Visto a la distancia, la renuncia del padre al rectorado parece casi un paso al
costado en beneficio de la “Nueva Generación”. El rector deja lugar al presidente de la
FUA (“universitario […] también por herencia y por vocación”), 15 cuyo liberal-
progresismo de partida cede a un nuevo horizonte, marcado por la democratización del
10
“González, Julio V.”, en Horacio Tarcus (dir.), Diccionario Biográfico de la Izquierda en Argentina,
Buenos Aires, Emecé, 2007.
11
Julio V. González y otros, “Los universitarios argentinos y el problema politico nacional”, en Alberto
Ciriá – Horacio Sanguinetti, Los reformistas, Buenos Aires, Jorge Álvarez, 1968.
12
Fernando Rodríguez; “Reforma Universitaria. Idealismo, juventud y política en Argentina, 1918-1928”,
mimeo, 2017.
13
Christophe Prochasson, “Nouveaux regards sur le réformisme” y Jacques Julliard, «Verité du
réformisme », en Mil neuf cent. Revue d’histoire intellectuelle, Nº 30, 2012.
14
Tulio Halperin Donghi, “Estudio preliminar” a Vida y muerte de la república verdadera (1910-1930),
Buenos Aires, Ariel, 1999, p. 107.

5
sistema político, las expectativas sobre su correlato social y un marco internacional que
propician fugazmente el corrimiento de todo el arco político hacia la izquierda.
Joaquín V. González muere en diciembre de 1923, Lenin en enero de 1924, año en el
cual Julio publica dos textos que acaso deban leerse respecto de esa doble circunstancia:
la necrológica del líder ruso y “La nueva generación argentina en la perspectiva
histórica”.16 En el primero, este aún militante del PDP ensaya una lectura en clave
místico-moral de la revolución rusa, lectura que, a la vez que su tenor universal, subraya
su adecuación al alma eslava, de la que Lenin sería expresión e intérprete. “Caudillo
bíblico” y tipo inédito de “experimentador social”, sus cualidades morales (desinterés,
sacrificio, pureza) lo señalan como un “idealista” en busca de la perfección en lo real;
algo que lo recomienda frente a la “bella figura abstracta”, “utópica”, que cree preciso
consignar en el demócrata Woodrow Wilson. En el segundo texto, González intenta
precisar el rol histórico de la “Nueva generación”, lo que lo lleva a caracterizar la del
ochenta, consagrada a construir el estado, presa de una concepción factual de la historia
y, por ello, artífice de un corte con el pasado del que derivaría la desorientación de la
propia. Advertida de que la historia es el desarrollo de una idea, ésta comprendería que
esa idea era la de mayo, recuperada por la generación del ‘37. Allí debería retomar
entonces la Nueva Generación, salteando a la anterior para prolongar esa idea “en su
contenido político y social”. Su rol es más preciso que novedoso: restaurar “los
principios de continuidad, evolución y eslabonamiento históricos”; algo que, en rigor,
habían postulado ya los hombres del ‘37 respecto de la revolución y su propio padre
respecto de la colonia.
En balance, la idea que preside el alma argentina parece diferir de la que domina el
alma rusa, por lo que la experimentación social nativa, aun acuciada por análogos
males, debe beber de su propia fuente. Si Joaquín había experimentado un temprano
desencanto ante el “materialismo” que decantaba del progreso occidental, Julio tendrá el
cuadro y los estímulos para pronunciar abiertamente los bemoles del capitalismo, el
liberalismo y la democracia. Pero Julio nació a la política cuando el ciclo liberal de
Joaquín se cerraba; el epígono de la fe en el progreso fue su punto de partida y, respecto
de él, el sustrato liberal virará en progresismo social y reformismo radical, como el del
padre lo había hecho en liberal-reformismo.
El abandono del PDP debió ser próximo y abrió una larga búsqueda entre movimientos
y partidos, cuya constante será el esfuerzo por marcar todo experimento social con la

15
Julio V. González (Universitario), en “Actualidad universitaria. A propósito de un diagnóstico”, en La
nota. Revista semanal, Año IV, Nº 197, 16/05/1919.
16
Julio V. González, “Lenin”, en Revista Jurídica y de Ciencias Sociales. Órgano del Centro de
Estudiantes de Derecho y Ciencias Sociales, año XLI, Buenos Aires, Marzo de 1924, y “La nueva
generación argentina en la perspectiva histórica”, en Tulio Halperin Donghi, Vida y muerte…, cit..

6
matriz del reformismo universitario. Por eso las bruscas alteraciones del tablero
político-ideológico dejan subsistente el argumento generacional, retomado en la célebre
encuesta realizada por Flecha en 1936. Allí González rechazará hablar de la reforma
universitaria en pasado, por entender que aquella “Nueva generación” (llamada a
describir una “parábola de treinta años [...] según la ley sociológica de Dromel y
Lorenz”) estaría llegando al momento de cumplir su designio: “la sustitución del
régimen oligárquico imperante, por un orden nuevo fundado en principios económicos,
sociales y políticos que permitan y garanticen el libre desarrollo de la personalidad
humana”.17 En un artículo del mismo número, González recordará las críticas a su
caracterización de la reforma como “entrenamiento revolucionario de la Nueva
Generación”. “No se quiere decir, naturalmente, que se está preparando la revolución a
plazo fijo. Sería una tontería”,18 acota, evocando cincuenta años después el tono más
bien elástico de aquella conferencia de Joaquín V. ante los tipógrafos cordobeses.

Nota 2. Garzón Maceda

Félix Garzón Maceda (1867-1931) fue un importante médico y docente universitario,


autor de una obra monumental de historia de la medicina, 19 bibliófilo y sucesor de
Enrique Martínez Paz en la dirección de la Revista de la Universidad Nacional de
Córdoba desde octubre 1918, cuando éste asumió el vice-rectorado. Universitario
integral, tuvo además destacada actuación política como legislador y Vice-Gobernador
de Ramón J. Cárcano (1913-1916). Miembro del patriciado cordobés, liberal
conservador en política, Garzón Maceda fue también un reformista social (condujo, por
ejemplo, algunos de los proyectos de casas para obreros) y un hombre católico,
dimensión que tendió a subordinar a la política.
1918 lo encuentra cumpliendo múltiples funciones en la universidad y lidiando con su
hijo Ceferino, alumno de la Facultad de Derecho y notado reformista cordobés. En
medio de la intervención Matienzo, Félix renuncia a su cargo en la Academia de
Medicina y días después a su cátedra de Botánica Médica; consultado por su renuncia,
reivindica sus precedentes proyectos de reforma, que incluían el reemplazo de las
academias vitalicias por renovables: “abogué once años hacen por lo que hoy ha
impuesto un movimiento revolucionario”.20 Su agria mirada del gobierno universitario
17
Flecha. Por la paz y la libertad de América, Año II, Nº 14, 1936.
18
“La reforma universitaria de ayer y de hoy”.
19
La medicina en Córdoba: apuntes para su historia, Buenos Aires, Rodríguez Giles, 1916-17 (3 ts.);
Javier Moyano, “Clericales y liberales en la política cordobesa entre 1890 y 1930. ¿Polarización
permanente o fracturas coyunturales?”, en Estudios sociales, Nº 32, primer semestre de 2007.
20
LVI, 24/4 y 4/5/18; La Gaceta Universitaria (LGU), Año I, Nº 1.

7
es tan relevante como la identidad sugerida entre sus propuestas y las demandas
estudiantiles, algo que también ocurre, al menos en la etapa temprana del conflicto, con
una figura como Cárcano, inclinada a señalar su propia contribución a la causa
universitaria.21 La discordancia de Garzón Maceda se marca más con las formas que con
los contenidos, sugiriendo un razonamiento análogo al de Joaquín V. González para
asuntos más generales: que fue la incapacidad de la casa de reformarse a sí misma la
que habilitó la revuelta estudiantil, y esto a pesar de que la virulencia del movimiento
era entonces sensiblemente más baja que la que alcanzaría desde junio, entonces
inimaginable. Desde posiciones diversas, otras figuras locales harían gala de sus
anteriores intentos reformadores, entre ellos Antonio Nores (1912), el futuro rector, y
Enrique Martínez Paz (1916), el candidato reformista.
Curiosamente, la intervención del demócrata Garzón Maceda fue muy bien recibida por
La Voz del Interior, diario afín al sector “rojo” del radicalismo y simpático al
movimiento universitario, que al día siguiente enumeraba las que fueran sus sucesivas
propuestas de reforma: la limitación de la reelección del rector, la revista universitaria,
la cuestión de las academias, venían a agregarse así a la sanción de la provisión de
cátedras por concurso, de 1912, al parecer nunca aplicada. Las cosas, como se ve, eran
más complejas de lo que sugieren las narrativas del propio movimiento reformista, en
parte porque vulneraban las líneas divisorias más previsibles (políticas, religiosas, de
claustro), reafirmando su jerarquía propiamente político-universitaria.
Es probable que muchas de las ambigüedades de Garzón Maceda respondan de manera
bastante directa a ese orden más doméstico, en que su amistad con Juan Cafferata, por
ejemplo, católico filo-norista muy resistido por los estudiantes, no equivalía a una
alianza universitaria; o en que su enfrentamiento con Pedro Orrico, radical del sector
“azul” y operador de Nores, parecía inseparable de la voluntad de éste de dominar la
Facultad de Medicina y proyectar su poder. Una ambigüedad semejante persistirá en las
referencias a Ceferino: “es de pública notoriedad que un hijo mío, mayor de edad y ya
casi exalumno de la universidad, actúa en el Comité Pro-Reforma. He lamentado y
lamentaré verlo envuelto, comprometido en las responsabilidades colectivas por actos
producidos durante la huelga, plausibles unos, vituperables otros. Lo sé animado por
altos ideales; pero he de verlo mañana cargado de decepciones: su desinterés y su

21
En carta a Arturo Capdevila, Cárcano asimila las demandas estudiantiles a lo planteado en su libro de
1892, disparado por razones muy diversas. Recomienda también una encuesta a las figuras que creía
autorizadas en materia universitaria: González, Matienzo, Juan B. Terán, Alfredo Palacios, Norberto
Piñero, entre ellos. Ramón J. Cárcano, Universidad de Córdoba. Algunas palabras sobre su
organización, Buenos Aires, Félix Lajouane, 1892; LVI, 6/4/1918. Los estudiantes apelarán a su
autoridad en el Memorial dirigido a Yrigoyen en abril. LGU, Año I, Nº 1. Ver también Pablo Buchbinder,
“Controversias sobre la vida universitaria entre el antiguo régimen y la reforma”, en Daniel Saur y Alicia
Servetto (coords.), Universidad Nacional de Córdoba. Cuatrocientos años de historia, Córdoba, Editorial
UNC, 2013.

8
apasionamiento no tendrán las compensaciones morales que le obsesionan”. 22 El
reformismo sale indemne de sus juicios, sea porque el problema reside en las
autoridades, sea porque el padre anticipa una decepción que ya ha sido la suya. En todo
caso, la zona de contacto parece más que filial, algo que se advierte también en las
vacilaciones de La Gaceta Universitaria, órgano del reformismo: en sendas secciones
del número 6, también de mayo, Garzón Maceda será señalado a la vez como uno de los
docentes cuestionados por la reforma y como una de las víctimas de la conspiración
cordista,23 esto dados los rumores acerca de su eventual candidatura al rectorado o al
decanato de Medicina. Producto de esas intrigas es posible saber que, estando enfermo
en su casa, lo rodean Enrique Barros, Arturo Capdevila, Ceferino y, de manera
incidental, Alfredo Castellanos, todos reformistas indudables. Su actividad en la revista
universitaria como sucesor de Martínez Paz, avala la idea de un equilibrio rápidamente
alcanzado.

Estudiante de Derecho, Ceferino (1895-1969) tiene en 1918 una intensa vida estudiantil.
En marzo integra la comisión que entrega a las autoridades el Memorial del Comité Pro-
Reforma de la Universidad; en mayo es electo delegado ante la FUC; en junio firma el
Manifiesto Liminar; en julio, a días de la toma del rectorado, denuncia la acción policial
ante el Ministro de Instrucción; en breve se lo menciona como responsable, junto a
Enrique Barros, de un nuevo Memorial al presidente Yrigoyen; en agosto -se sabrá
mucho después- integra la patrulla juvenil que derriba la estatua de Rafael García; en
setiembre impide la renuncia de Carlos Suárez Pinto a la FUC, desestimando el
argumento de que su pertenencia partidaria (demócrata) pudiese sustraer al movimiento
las simpatías del gobierno nacional; dos días después, su nombre figura entre los
célebres “83 detenidos”. Intenso y público, su año remata felizmente con el examen que
lo consagra Abogado en diciembre de 1918; es, sin embargo, una de las figuras que más
claramente prolonga su radicalización a los años inmediatos, como muestra su
participación en la Revista Mente, abierta a las objeciones de la izquierda radical al
reformismo: “Diríase que toda aquella efervescencia, que con tanta facilidad llamaron
revolucionaria, no fue más que perfume engañador […] Se llamó ‘revolucionario’ lo
que fue simplemente un movimiento liberal-burgués”.24
Entre ese año y 1921, Garzón Maceda ejerce la docencia en la nacionalizada
Universidad del Litoral, actividad que alterna con el ejercicio de la profesión y la

22
LVI, 4/5/18.
23
Alude a la llamada Corda Frates, heterogéneo grupo de interés local, ligado al catolicismo e impulsor
de la candidatura de Nores.
24
LVI, 19/3, 2/7, 17/7, 8/9, 10/9 y 28/12/1918; Luis di Filippo, “A definirse”, en Mente. Publicación de
crítica social, Año I, Nº 2, Córdoba, junio de 1920. LVI, 19/3, 2/7, 17/7, 8/9, 10/9 y 28/12/1918.

9
docencia secundaria. En 1931, acompaña la formación de la Alianza Civil en Córdoba,
que allana su paso al socialismo orgánico.25 En los años cuarenta y cincuenta, con el
interregno de su cesantía, dicta Historia Social y Económica en la carrera de Ciencias
Económicas de la UNC para asumir luego la dirección del Instituto de Estudios
Americanistas, donde será una pieza central en la renovación de la historiografía local.26

En lo que aquí interesa, merece subrayarse la manera más bien fluida en que dos
reformismos marcados generacionalmente se tocan y elastizan en el vínculo; cómo la
experiencia del ‘18 pudo parecer, a unos, arrebatadora y, a otros, más evitable que
antipática, y en qué grado ello pareció facilitarse cuando vocación reformista y linaje
universitario convivieron, como es el caso. Del reformismo social de Félix, sólidamente
afincado en el Partido Demócrata, a su propio reformismo universitario, hay un tránsito
que no era forzoso pero tenía muchos precedentes. De allí al reformismo radical que
entusiasmó a Ceferino hasta llevarlo casi fuera de campo, una ruta menos transitada
entre los cordobeses, capaz de señalar los límites del reformismo y de rasgar la piel
criolla con consecuencias políticas y académicas.

Nota 3. Bordabehere

Enzo Bordabehere nació en Montevideo en 1889, probablemente dentro de una de las


ramas vasco-francesas del apellido llegadas a mediados del siglo XIX. Años después, la
familia emprendería el traslado a la ciudad de Rosario, donde hizo sus primeros
estudios, formándose luego como escribano en Santa Fe (1911) y como abogado y
doctor en Derecho en la Universidad de Buenos Aires. Allí presentó su tesis en 1916,
consagrada a La prevención de la delincuencia en la República. Tiempo atrás se había
vinculado a la experiencia de la Liga del Sur santafecina, siendo muy activo en la
defensa de la autonomía de Casilda y en la del carácter electivo de la municipalidad.
Desde 1914 acompaña también a Lisandro de la Torre en la formación del Partido
Demócrata Progresista;27 en 1916, ambos integran la Liga del Impuesto Único, de

25
Sobre la alianza, ver César Tcach, “Movimiento estudiantil e intelectualidad reformista en Argentina
(1918-1946)”, en Cuadernos de Historia Nº 37, diciembre de 2012, pp. 139-141. También allí, la cita a
Bermann en 1931: “Todos los hombres que han estado desde el 18 hasta ahora, lealmente, con los ideales
reformistas, militan hoy bajo la gran bandera de la Alianza Demócrata Progresista-Socialista”.
26
Diego García, “Una renovada historiografía: la historia social y económica en los ‘60”, en A. C. Agüero
y D. García (eds.), Culturas interiores. Córdoba en la geografía nacional e internacional de la cultura,
La Plata, Al Margen, 2010.
27
Marta Bonaudo y Diego Mauro, “Las paradojas del reformismo liberal. De la experiencia de la Liga a la
construcción del partido (1897-1931)”, en Estudios sociales nº 46, 1º semestre de 2014.

10
inspiración georgista, afín al impulso reformista de, al menos, dos generaciones
liberales de variado tenor y adscripciones. En 1918, es electo diputado provincial.
Un intenso tráfico de noticias permite el seguimiento cotidiano de los sucesos de
Córdoba, que se enlazan a las demandas de nacionalización de la universidad de Santa
Fe.28 Las que cambian Enzo e Ismael Bordabehere precipitan la solidaridad de esa
Legislatura con el movimiento estudiantil. 29 Luego, Enzo será electo diputado nacional,
participará de la dirección del diario Tribuna (1928) y militará activamente en la
Alianza Civil de 1931; ámbito que, si no logra reunir todo lo que Julio V. imaginaba,
comenzando por el radicalismo yrigoyenista, es muy relevante como zona de
reencuentro reformista. El eco universal de su asesinato, en 1935, corre parejo al general
reconocimiento de De la Torre, candidato de la Alianza, dentro de ese espacio.

Hermano menor de Enzo, Ismael habría nacido en Montevideo en 1894, poco antes del
traslado familiar a Rosario, donde debió cursar sus primeros estudios. En 1918 es
alumno avanzado de Ingeniería en la Universidad Nacional de Córdoba y trabaja como
Secretario de la Sección Río Primero en la Dirección General de Riego de la Provincia.
Su activa participación en el conflicto universitario lo convierte en uno de los
principales dirigentes reformistas: Secretario del Centro de Estudiantes de Ingeniería y
Secretario General del Comité Pro-Reforma, en mayo es electo Presidente de ese centro
y pasa a integrar la terna presidencial de la FUC. En junio suscribe el Manifiesto y
exige, junto a Barros, la renuncia del Rector Nores. En julio denuncia excesos policiales
ante el Ministro del Interior y firma el Memorial a Yrigoyen. En agosto -lo dirá 50 años
después- participa del derribamiento de la estatua de Rafael García,30 siendo además uno
de los íconos de la detención de setiembre: la fotografía que lo muestra sonriente en el
carro policial, junto a su comprovinciano Cortés Plá y Jorge Bazante, es una de las más
recurridas de la gesta universitaria.31 Frente al gesto despreocupado de la víspera, la
misma edición que hace crónica de la detención informa la exoneración de Bordabehere
de su cargo provincial, impulsada por el gubernista radicalismo “azul”, algo que será
regla tras los sucesos universitarios.32

28
Susana Piazzesi y Natacha Bacolla, “Tradiciones reformistas y ‘cuestión universitaria’ en espacios
provinciales. Santa Fe en los inicios del siglo XX”, en Actas digitales del XXXIV Encuentro de
geohistoria regional, http://www.iighi-conicet.gob.ar/wp-content/uploads/2015/10/XXXIV-EGHR.pdf ,
2014.
29
LVI, 27/6/18.
30
Dice haber actuado junto a Ceferino Garzón Maceda, Horacio Valdez, Antonio Molina, Antonio
Medina Allende, Emilio Biagosch, Natalio Saibene y Juan Carlos Roca. Revista Primera Plana, Nº 285,
11 de junio de 1968.
31
LVI, 8/3, 19/6, 2/7 y 10/9/18.
32
LVI 10/9/18.

11
Consagrada la reforma, Bordabehere participa de la creación del Centro Liberal
Universitario, comité independiente que anuncia su lanzamiento a la lucha política sin
adelantar candidatos.33 Recurriendo en el intento de separar militancia universitaria de
partidaria, presenta entonces su renuncia a la presidencia del Centro de Estudiantes y de
la FUC, la que es rechazada, como antes la de Suárez Pinto. Pese a ese prurito, tanto
LVI como Bordabehere establecen una continuidad entre el triunfo reformista en la
universidad y su proyección a la política cruda: se trataría de “una nueva cruzada liberal
[en] que está empeñado un núcleo de estudiantes”; cruzada emprendida por quienes,
“continuando la obra iniciada por la juventud estudiosa, harán efectivo en la lucha
comicial el ideal sustentado por el pueblo argentino, al grito de Córdoba Libre…”.34
El acuerdo es fugaz, ya que en breve el CLU (verosímilmente ligado al Comité Liberal
Independiente) definirá su voto a Elpidio González, el candidato ungido por Yrigoyen
para la reunificación del radicalismo, que no persuade al sector “rojo” del partido.35 Esto
dará lugar a un agrio cruce entre LVI, ligada a este sector, y La Piqueta, órgano del
CLI, que expone la superposición de interna radical y conflicto universitario, a la vez
que sugiere la existencia de un amplio público estudiantil en disponibilidad, capaz de
moverse con cierta elasticidad dentro de las alternativas abiertas por el año.
Ismael transita del voto a Elpidio González al Congreso del Libre Pensamiento, en
diciembre, de allí a la dirección de la fase más radicalizada de La Gaceta Universitaria,
entre julio y agosto de 1919, y de allí a una ulterior filiación demoprogresista. 36 Tras
meses sin salir, prolongando aquella idea secuencial de la acción política y registrando
el aciago enero de la “semana trágica”, el número 13 de LGU mostrará un perfil
claramente nuevo, en que los asuntos obreros, sociales y de la cultura popular pasan a
primer plano. Que esto no era azaroso lo confirma una carta de Bordabehere a Gregorio
Bermann en vísperas de ese número:

“Nuestro programa será el que ha seguido la FUC. Intervendremos en todos los asuntos
de orden social y cultural con un criterio netamente liberal y amplio […] El formato es
igual al de ‘Martín Fierro’ y tendrá mucha difusión entre el elemento obrero […] A
pesar de la resistencia que nos oponen los reaccionarios, apoyados por el capital, el

33
La larga nómina incluye a muchos reformistas sonados (A. Castellanos, J. Barros, J. Bazante, A.
Degano, entre ellos) y radicales constatables (A. Medina Allende, J. Ruiz Palacios, S. Lanaro). LVI,
24/10/18.
34
LVI 24/10/18.
35
Gardenia Vidal, “La reforma universitaria de 1918 y su repercusión en los resultados electorales”, en G.
Vidal (comp.), La política y la gente. Estudios sobre modernidad y espacio público. Córdoba, 1880-1960,
Córdoba, Ferreyra editor, 2007.
36
LVI, 7/12/18.

12
clero y las fuerzas provinciales y nacionales, estamos dispuestos a marchar adelante,
abriendo paso a nuevos ideales”.37

Ante el retorno de Bordabehere a Rosario, en setiembre LGU despide a aquél que “en
Enero, durante esos días luctuosos y plenos de incertidumbre hiciera oír su voz de
adhesión al proletario, el que […] defendió tenazmente el ideal obrero y estudiantil”. 38
Este número, a cargo de otro ex-miembro del CLU, cierra el ciclo de la revista,
recogiendo tanto la inflexión general de las ideas cuanto su relativa compatibilidad con
variadas pertenencias.
En los años veinte, Ismael ejercerá la docencia en el Colegio Industrial, la sede rosarina
de la UNL -que recibe muchos egresados de Córdoba-39 y la UNLP. Algún estudio en
derecho alimenta entonces una zona de cruce con la ingeniería, que marca su actividad
docente y complementa la profesional y técnica. En 1935, Enzo es asesinado en el
senado de la Nación; dos despedidas multitudinarias, en Buenos Aires y Rosario, tienen
por oradores a De la Torre y el socialista Mario Bravo. Ismael conduce el féretro, sin
saber que su estación demócrata le reserva otro evento trágico, que acaso venga a
rematar un ciclo más general de expectativas: en 1939, es uno de los destinatarios de la
carta final de Lisandro de la Torre.

En Córdoba, el ciclo de politización juvenil ha comenzado antes del ‘18, merced a un


creciente movimiento de agitación liberal que congrega, en torno a causas diversas y en
parte culturales, sectores del radicalismo, el socialismo, el Partido Demócrata e
independientes de variado tenor. Su sustrato son unos sectores medios hechos de
descensos criollos y ascensos inmigrantes,40 por lo que es un ciclo más simultáneo que
articulado al de protesta obrera, marcado por la presencia de la izquierda radical. Puesto
que parte de ese movimiento liberal declina en progresismo social, ciertas asociaciones
(Córdoba Libre o la Sociedad Georgista) y partidos viven una estación especial, que el
reformismo prolongará bajo la forma de consensos transversales y que explica tanto la
relativa fluidez de movimientos en el espectro político cuanto ciertas rearticulaciones
puntuales habidas, al menos, hasta mediados de los treinta. Peculiar, el proceso no es
único. Santa Fe parece un término relevante para calibrar los límites de ese espacio y de
ese acuerdo, y ambos Bordabehere una puerta en ese sentido.

37
Carta de Bordabehere a Bermann, 26/6/1919. Carpeta Cartas, Museo Casa de la Reforma.
38
LGU, Año II, Nº 21.
39
Ejemplos inmediatos: Ángel Guido, Alfredo Castellanos, Cortés Plá.
40
La universidad ronda ahora los 1.100 estudiantes y, pese al peso de las elites criollas, ha variado mucho
su composición, integrando a muchos hijos de la inmigración.

13
Nota 4. Aráoz Alfaro

Gregorio Aráoz Alfaro (1875-1955), hombre de linaje hispánico y médico tucumano


formado en Buenos Aires, goza en la década del diez de un notable reconocimiento
internacional. Tisiólogo y pediatra, sus ideas de reforma universitaria se despliegan en
varias ocasiones, muy sistemáticamente en un texto recogido por la Revista de la UNC
en 1914.41 Parte del concierto conservador, expresa también un sector de avanzada, que
enlaza medicina, filantropía y reformismo en una vasta gama de aspectos. Es probable
que los problemas respiratorios de su hijo Rodolfo lo llevaran a Totoral, un pueblo del
pedemonte norteño cordobés que pudo beneficiarse de sus disposiciones. En los años
diez, los Aráoz Alfaro pasan largos veranos allí junto a otras familias notables de
Córdoba, Tucumán y Buenos Aires. Entre muchas otras, están la casa de los Roca y la
farmacia de los Rothe, de donde saldría Guillermo, pieza clave del vínculo entre el
Partido Demócrata de Córdoba y el PDP. En ese pueblo tan local y nacional, Rodolfo
inicia su intensa amistad con Héctor Roca, hermano de Deodoro y otro de “los 83”
detenidos de setiembre de 1918.

Rodolfo Aráoz Alfaro (1901-1968), que de su linaje prefiere lo que tiene de criollo,
unitario y patriótico, dice haber conocido a través de Héctor Roca lo que era la
revolución rusa.42 También la reforma universitaria le llega vía Totoral y la acompaña
activamente desde el Nacional de Buenos Aires. Ya alumno de la UBA, llega a ser
secretario del Centro de Estudiantes de Derecho y luego de la FUA. Allí conoce a José
María Rosa, Roberto Noble (un tardío veraneante de Totoral) y a los hermanos Frondizi,
relaciones que cruzan la sinuosa vida del reformismo universitario a través de las
décadas.
El golpe de estado de 1930 lo encuentra ligado aún al medio universitario. La víspera
cruza a varias de aquellas figuras, que llaman a la acción contra la “tiranía” (Noble) o
advierten que se trama algo grave (Rosa, que cuenta que la noche anterior hubo
conspiración en su casa). Cediendo a las calles, Aráoz sale de su departamento en
Recoleta. Al pasar por el Monumento a los españoles, una escena lúgubre le revela el
tono antipopular de la asonada: estaban allí “los profesores más reaccionarios de la

41
Gregorio Aráoz Alfaro, “La Reforma Universitaria. El gobierno de las facultades y el profesorado”, en
Revista de la UNC, Año I, Nº 3.
42
Rodolfo Aráoz Alfaro, El recuerdo y las cárceles (memorias amables), Buenos Aires, Ediciones de la
Flor, 1967; “Aráoz Alfaro, Rodolfo”, en Horacio Tarcus (dir.), Diccionario…, cit..

14
Facultad de Derecho, encabezados por Sánchez Sorondo y Carlos Ibarguren, que
empuñaban sin ningún ocultamiento armas largas”. “Volví a mi casa y me acosté”.43
Pero el desconcierto dura poco. En 1931, el acuerdo entre socialistas y demócrata-
progresistas lo lanza a propalar la candidatura De la Torre-Repetto en Villa del Totoral
(la concertación posible frente a la que impulsaran González, Emilio Biagosch, Gabriel
del Mazo y otros). Lo acompaña entonces Córdova Iturburu, con quien monta mitin,
sufre la agresión de un grupo “fascista” y es defendido por algún piadoso gaucho malo
que lo conoce de niño. En Córdoba, la alianza sostiene las candidaturas de Gregorio
Bermann a la gobernación, Deodoro Roca a la intendencia y Arturo Orgaz como
senador nacional. Como se ve, un plantel que llegó a identificarse con el reformismo
universitario aunque lo había precedido y que, como señala Tcach, marca una
singularidad (movimientista) respecto de la composición socialista o demócrata de las
listas de otros distritos. Al año siguiente, Rodolfo se afilia al Partido Socialista, que
atraviesa con ciertas dificultades.

El caso subraya el interés de esa nueva estación reformista de los años treinta, tan
recortada como cierta, que empuja a un buen número al socialismo orgánico. Sugiere, a
la vez, el modo también artesanal e interpersonal en que se compuso una identidad
progresista, e incluso radical; un territorio reformista hecho también de pueblos y
ciudades sin universidad. Para algunos, ésa será la última campaña inspirada por el viejo
acuerdo liberal-progresista; pocos años después, Bermann, Aráoz Alfaro e Iturburu
rompen con el socialismo y se enrolan en el Partido Comunista Argentino.

Nota 5. Hipótesis y conjeturas

Estas notas cumplirían su objetivo si pudieran sugerir un ángulo capaz de enlazar


experiencias generacionales, territorios universitarios, ideas de reforma y disposiciones
políticas, algo que aquí se ensayó sobre una trama primaria de relaciones y referencias.
Siguen algunas de las conjeturas e hipótesis que las alentaron.

1. Desde luego, creo que hay entre el reformismo liberal (político, social o universitario)
y el estudiantado reformista que coagula en 1918, más continuidades de la que éste
admitió. Eso no implica identidad, pero sí un sustrato de modelos, ideas y disposiciones
pasibles de desplegarse y transformarse en una coyuntura nueva. Como se sabe, esa
continuidad se observa de manera directa en el encadenamiento con las reformas
43
Ibídem, p. 52.

15
precedentes de la Universidad de Buenos Aires, el modelo platense o los postulados
movilizados en distintos momentos por figuras como Cárcano, Matienzo o Aráoz
Alfaro, además de González, todas figuras que gravitan sensiblemente en la primera
fase del proceso cordobés. En este punto, el corte ostensivo se marca desde las jornadas
de junio, umbral de la radicalización estudiantil, de la construcción del evento como
acontecimiento social y de profundización del motivo generacional. Pero las
continuidades se operan también de maneras más difusas, como transmisión de un cierto
legado de ideas y disposiciones cuya torsión hacia la izquierda es alentada por el nuevo
horizonte. La inquietud social, el progresismo y cierto gradualismo son parte de él. La
primera, al menos como preocupación por un mundo que excede el de las elites; el
segundo tanto en el sentido epigonal al que alude Halperin, como fe en el progreso,
cuanto en el de una colocación dentro de un efectivo espacio político e ideológico; el
tercero como idea acumulativa de la acción y la intervención política y social.

2. Este legado ganará protagonismo a medida que el reformismo universitario quiera ser
más que eso, lo que merece una aclaración. Las condiciones de emergencia del
movimiento cordobés de 1918 no fueron sola, ni fundamentalmente, universitarias. La
universidad fue uno de los ámbitos (privilegiado, por cierto) en que se expresó un ciclo
liberal-progresista que había comenzado antes, dentro del cual ciertos egresados
tuvieron un protagonismo central, como profesionales o figuras públicas, intelectuales
en ese sentido. Visto desde el estudiantado reformista, sin embargo, dado el presentismo
propio de su surgimiento como generación, las cosas habían comenzado con ellos. Y
aunque muchos trabajos muestran hoy que eso no fue así, que el movimiento no fue “de
la universidad a las calles” sino más bien al revés, podrían recogerse ambas cosas: lo
que en términos de nexos causales reenvía a una arena ciudadana muy heterogénea y de
otra caladura temporal, en términos de experiencia generacional fue para una cohorte su
propio nacimiento a la política.

3. En una suerte de parábola descrita entre dos generaciones, inquietud social,


progresismo y gradualismo transitan del liberal-reformismo al reformismo radical, e
incluso más allá. La cuestión social deviene “cultura popular”, “obreros”,
“proletariado”, “pueblo” en clave radical o socialista, la búsqueda defensiva troca en
igualadora y la hipótesis acumulativa agrega motivos y alienta nuevos horizontes, entre
ellos el revolucionario. El gradual reflujo de la fe en el progreso, cuya sobrevida de
postguerra Halperin atribuye al reformismo universitario, convive así con la denodada
voluntad de alterar el futuro en sentido igualitario. Un progresismo civilizatorio

16
descendente y uno social ascendente, por decirlo de algún modo, sólo resentido
seriamente en la década del treinta.
También dos generaciones pueden compartir un mínimo de experiencia común, advierte
Koselleck, inaccesible a las futuras sino por medio de la analogía. 44 Entre las
consideradas, sin duda de manera parcial, podría sugerirse una en la común vocación de
“ala avanzada” del liberalismo en cada etapa, respecto de la que hacen su propia
evolución. La densa acumulación política de los años diez, ofrece un núcleo común que
una vive como límite y la otra como inicio de su propio ciclo político-ideológico.

4. La convivencia de los años diez produjo también un instrumento práctico, capaz de


ofrecerse como transición. El Partido Demócrata Progresista, muy marcado por la
integración de la Liga del Sur y Lisandro de la Torre, que provee desde intentos de
acotar la distancia entre representantes y representados hasta búsquedas avanzadas en el
terreno económico y social. La mayoría de los personajes considerados pasó por allí
entre 1914 y 1924, a veces yendo hacia la izquierda, y su larvado atractivo para el
reformismo universitario se advierte tanto en el programa concertador como en la
Alianza Civil de 1931. Su influjo alcanza aun la propuesta comunalista de Saúl Taborda
en 1936, casi cerrando la era de las grandes (según Halperin desmesuradas)
expectativas.45

5. Partiendo de Córdoba, los linajes invocaron otros pueblos y ciudades argentinos. Su


fisonomía, tempo y protagonismo no coinciden, pero todos parecen crecientemente
comunicados desde 1918. Entre esa Rosario que busca su universidad nacional mientras
envía migrantes recientes como Bordabehere y ese Totoral que reúne a Rocas y Aráoz,
vástagos de las elites criollas, se escribe una parte de la historia del reformismo. Y no
una menor, si se atiende la popularidad de los viajes de campaña reformista o el impacto
de los retornos a los lugares de origen, que crearon un reformismo “universitario” en
pueblos y ciudades sin universidad. Un reformismo también sin movimiento, es decir,
un tipo de figura intelectual y de progresismo social, más o menos liberal, más o menos
izquierdista, con cierta voluntad de dirección moral y cultural. Mientras menos gravitan
los linajes más lo hacen estos embajadores; mientras menos la transmisión, más la
circulación (sería excesivo decir que el reformismo se hace espacio).

44
Reinhart Koselleck, “Mutation de l’expérience et changement de méthode”, en L’expérience de
l’histoire, Paris, Gallimard/Seuil, 1997.
45
Ana Clarisa Agüero y Diego García, “Saúl Taborda y el comunalismo: una fórmula histórico-política
para un país confederal”, en C. Altamirano y A. Gorelik (eds.), La Argentina como problema, Buenos
Aires, Siglo XXI, en prensa

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