que se distrae, el que no escucha las
explicaciones, el que no estudia, el
Rosa María Torres del Castillo
Para Julián
ocas cosas se respetan
menos en el sistema escolar
como el derecho a la
pregunta, derecho legítimo
de todo aquel que quiere
saber. Desde muy pequeños, los niños
aprender a tener miedo a preguntar.
 “Ese tema ya pasamos. Se ve que
estuviste distraído”
 “Eso pasa por faltar a clases.
Pregunta a tus compañeros, que
ellos sí están al día con los
apuntes”
 “Si hubieras estudiado la lección,
sabrías y no tendrías que andar
ahora preguntando”
 “Pregunta menos y estudia más”
 “Si quieres preguntar, quédate
después de clase”
 “No interrumpas la clase, ahora no
es momento de preguntas… ¿No
ves que estamos leyendo?”
 “Todos los demás de la clase
saben esto, menos tú ¿no es
cierto niños?”
 “Fulanito dice que no entiende esa
palabra… Levanten la mano los
que sí la entienden”
El que pregunta puede quedar de
distraído, de atolondrado, de
molestoso o, lo que es mucho peor, de
idiota. Puede provocar la burla de sus
compañeros y hasta la humillación del
propio maestro o maestra. El que
pregunta es el que nunca atiende, el
La nuestra es definitivamente una
pedagogía de la respuesta. El alumno
vago, el lento o, en el mejor de los
casos, el impertinente, el irrespetuoso,
el que quiere pasarse de vivo, el que
busca cómo molestar al maestro. No el
que desconoce y quiere genuinamente
saber, el que tiene curiosidad, el que
se interesa, el que razona, el que duda,
el que se interroga, el que quiere
entender.
Si hay niños que aprenden a tenerle
miedo a la pregunta es porque sus
maestros mismos le temen. En nuestro
sistema educativo, es como si se
hubiera establecido tajantemente dos
papeles: los maestros preguntan, los
alumnos responden.
Los maestros, obviamente, hacen
preguntas para las cuales ellos
mismos tienen (o creen tener) las
respuestas. El problema es que
cuando las preguntas vienen del otro
lado, uno no puede elegirlas. Se corre
entonces el riesgo de no saber o saber
a medias las respuestas. ¡Y que
incómodo resulta para los maestros y
para el sistema escolar que un maestro
no sepa las respuestas!
Por lo demás, las preguntas más
difíciles son precisamente las de los
niños, porque son preguntas surgidas
de la ingenuidad, de la espontaneidad
y frescura que permite la auténtica
gana de saber, sin comprometer en
ello___________enfrentados a esas
preguntas infantiles que nos
desconciertan; nos obligan a maestros estuvieran dispuestos a
improvisar respuestas y nos llevan a
reflexionar, muchas veces por primera
vez, sobre cuestiones que jamás nos
habíamos preguntado.
que sabe es el que sabe responder
correctamente todas las preguntas.
Sin embargo, lo cierto es que detrás de
una buena pregunta puede haber
mucha más inteligencia, creatividad, y
sabiduría que detrás de una buena
respuesta.
El niño que pregunta puede estar
mostrando mucho más interés y
capacidad para aprender que aquel
que se contenta con asimilar y repetir
lo dicho por otros, aceptando como
naturales la incomprensión o la
incertidumbre, renunciando a la
expresión abierta de su propio criterio.
El niño que pregunta revela curiosidad,
inquietud, insatisfacción, búsqueda,
honestidad, aceptación de la propia
ignorancia, coraje para exponerse y
para equivocarse, cualidades todas
ellas que hacen al estudioso, al crítico,
al investigador, al científico, al sabio.
El niño que pregunta revela, cuando
menos, sanidad mental: lo que
corresponde al niño, lo que
corresponde a cualquiera que no sabe
y quiere saber, es preguntar.
¡Cuán diferente sería nuestra
educación si, en lugar de una
pedagogía de la respuesta, se
estimulara una pedagogía de la
pregunta! Si en escuelas y colegios se
alentara la pregunta en lugar de
despreciarla o condenarla, si los
respetar y escuchar más las
inquietudes de sus alumnos, a
reconocer para sí mismos su
imposibilidad de saberlo todo y
responder a todas las preguntas, su
propia necesidad de preguntar...