nombre extranjero. Hicimos match y de frente me habló en inglés.
Mientras nos escribíamos, él usaba palabras propias del inglés británico, así que asumí que sería de allá. La primera y única vez que salimos a comer confirmé –o creí confirmar– que mi teoría era correcta, ya que tenía todo el tipo gringo. Cuando nos trajeron la carta, el chico en cuestión hizo su pedido en perfecto español y con acento peruano. ¿Había sido peruano todo ese tiempo? Fue una situación muy confusa: a mí me seguía hablando en inglés. Llegué a la conclusión de que estaba en una especie de juego de roles y que le gustaba hablar conmigo, o con sus citas, en otro idioma. Jamás conseguí que dijera una palabra en español, pero sí lo busqué en Facebook: resultó ser peruanazo. Tiempo después lo vi en un programa de televisión donde la gente se recon- ciliaba. Le pedía perdón a una ex novia, quien optó por no verlo más. Creo que la entiendo. Lorena, 39 años
Salí con una chica que conocí en
Bumble. Nos quedamos hablando en mi sala por horas. Nos besamos y pasaron más cosas. Chateamos un par de días más como para repetirla, pero quedó ahí. A los pocos días me escribió de la nada: “Acabo de pasar por tu casa y te vi por la ventana. Deberías cerrar tu cortina”. Automática- mente pensé en la serie You. Me asusté y cortamos toda comunicación. La última vez que me escribió, me dijo: “No te escribiré más porque creo que no quieres conocerme”. No era eso, estaba honestamente ‘palteado’. No contesté más. Manuel, 32 años
Tuve dos citas por Tinder. Ninguna pasó de un
primer encuentro. Me había inscrito en el app alentada por amigas, casi a manera de reto. Los dos chicos con los que hice match tenían cercanía con gente que conozco (uno era hermano de una colega; el otro, primo de una amiga) y eso me daba confianza. ‘Es una garantía que haya gente en común’, me decían siempre. El primero era un economista con quien salí a tomar un café y cuya conversación parecía, literalmente, una entrevista de trabajo. ‘Cuéntame los sitios donde has estado, en qué puestos y cómo te ves de aquí a tres años’. Solo le faltó preguntarme cuál era mi expectativa salarial. El segundo personaje era un ex sodálite que había Tuve química inmediata con una chica querido ser cura. Llegó al bar donde nos citamos con de Tinder. Conversamos un día entero, súper buena gente. un amigo. Ese día borré el app de mi celular. Me dio su celular para que hablemos por WhatsApp. Yo estaba emo- Nicole, 30 años cionado, era superlinda. Le hablé por chat y le pregunté si podíamos
* ESTOS TESTIMONIOS PERTENECEN A PERSONAS REALES CUYA IDENTIDAD SE MANTIENE EN RESERVA.
ir por una cervezas. “Sí, mi amor”, me contestó. “Wow, esto va bien”, pensé. A los pocos minutos me mandó la lista de precios match de sus servicios por una hora, media hora y tríos. Le dije con e mucho respeto que no entendía de qué se trataba, aunque enta de estaba muy claro. “Soy escort, amor, ¿qué pensabas?”. Yo ando lo pensé que éramos match; no cliente y proveedor, me o era dije a mí mismo, con el corazón un poco roto. tensas. Carlos, 35 años n salir ue una ien, tivo to. Las cosas fluyeron con un australiano que estaba en Lima de vacaciones con un grupo grande. Yo no entendía de bien algunas de las palabras que usaba (¿sería el acento?). Cuando o me contó a qué se dedicaba y sus pasatiempos, tuve que aprovechar una visita al baño –estábamos a punto de tener sexo– para googlear- lo. Trabajaba como herrero y su afición eran los saltos al vacío. Se le había hecho costumbre, además, hacerse un tatuaje para recordar cada lugar donde realizaba su pasatiempo. Verlo desnudo fue impactante. Tenía tal montaña en el pecho, tal catarata en la pierna, y así. Parecía la escena de una película. Superé mi shock inicial –era bastante guapo– y terminamos ponien- do en práctica otra clase de saltos. A veces hay que estar abiertos a vivir la experiencia y punto. Aún lo tengo en Facebook. Zaida, 36 años