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FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS

DEPARTAMENTO DE LINGÜÍSTICA

PSICOLOGÍA Y EDUCACIÓN

Presentado por: Geraldine Ortiz Gómez

EL EXAMEN SOCRÁTICO A TRAVÉS DE MICHAEL K

Las sociedades actuales, impulsadas por el utilitarismo y la tecnocracia, pretenden formar desde
los centros educativos ciudadanos que, a partir de una serie de conocimientos adquiridos a lo
largo de su proceso formativo, puedan aportar posteriormente nuevas ideas, desde sus propias
voces, a la construcción de conocimiento. Pese a que este tipo de formación puede llegar a
proyectar un nivel intelectual elevado, salta a la vista una falencia de muchos de los sistemas
educativos: la formación cívica y ética del individuo que está siendo educado. En medios
sociales como los nuestros y especialmente en América Latina, se hace evidente esta falencia
cuando analizamos muchas de las opiniones generalizadas que tiene la población o las conductas
que manejan en cierto tipo de relaciones que establecen con otros individuos y que dejan al
descubierto prejuicios injustificados y maneras de obrar que no son las más indicadas.
En miras a esta problemática, Martha Nussbaum en su libro El cultivo de la Humanidad, nos
muestra cómo el hecho de que un estudiante no pueda argumentar lógica y coherentemente sus
decisiones morales afecta directamente su papel como ciudadano y propone que la educción
puede suplir estas carencias desde el examen socrático. El examen socrático tiene el claro
propósito de hacer que quien lo implemente, adquiera la capacidad de cuestionar sus creencias
críticamente y les aporte a éstas argumentos lógicos que puedan sustentar dichas creencias con
una significación sólida dentro de sus propias vidas: “El análisis lógico disipa estas confusiones.
Desenmascara el prejuicio que se enmascara como razón. (…) Aunque la lógica no nos hará
amarnos unos a los otros, puede lograr que dejemos de aparentar que nuestra intolerancia se
sustenta en argumentos razonables” (pp.24)

En palabras de Nussbaum “Sócrates dijo que, para el ser humano, una vida sin examen interior
no vale la pena. En otras palabras, esta vida de cuestionamiento no es sólo algo útil, es
indispensable de una vida con sentido para cualquier persona y cualquier ciudadano” (p, xx). En
este sentido, se vuele indispensable que la educación sirva como medio de encuentro del ethos,
del conocimiento de sí mismo en cada individuo; la educación contemplada con el fin último y
máximo de que el individuo construya un ethos que se refleje en su actuar cotidiano.
Siguiendo el planteamiento de Nussbaum, pretendemos aplicar el auto examen socrático, desde
una de las áreas humanísticas más amplias y en la que se podría llegar a una reflexión mucho
más abarcadora por su relación con la realidad: la literatura. Para este propósito, hemos escogido
la obra Vida y época en Michael K del escritor y Nobel de literatura sudafricano J.M Coetzee.
Esta obra nos cuenta la vida de Michael K quien se ha visto, desde su nacimiento, atravesado por
una serie de circunstancias que lo mantienen al margen y que lo han sometido a vivir una vida
llena de múltiples carencias.
El cervantista y crítico literario Avalle Arce, propone en La novela pastoril española que:
“todo momento histórico se ve apuntalado por una serie de aspiraciones, represiones, mitos
expresados o implícitos que, estudiados colectivamente, en el plano intelectual nos dan la
radiografía ideológica del periodo. En el plano sentimental estos elementos nos permiten un
acercamiento a la sensibilidad del momento histórico, (…). Pero hay algo que nos facilita el acecho
y esto es el rastreo del tipo literario, (…) podemos decir que el tipo literario es como el emplasto
en las zonas neurálgicas. Allí donde los nervios de la sensibilidad están más irritados, allí es donde
aparece el tipo” (pp.2)

Desde una lectura previa de la obra, podríamos contemplar a nuestro personaje en cuestión,
Michael k, como un tipo literario que podría servirnos como emplasto a una época cuyas zonas
neurálgicas se descubren y se profundizan cada día más; una época cuya sensibilidad y empatía
por el otro se ha perdido y ha sido reemplazada por el egoísmo y el desprecio hacia todo aquel
que no pertenece o que no encaja. Michael K, tenido como tipo literario, podría llevarnos a
despertar esta cercanía hacia el otro desde el examen socrático, por parte de cada uno de los
estudiantes, de sus vidas en comparativa con la Michael; a ver, desde las carencias de este
último, lo que en sus propias vidas compensa dichas carencias y a hacer un seguimiento a una
vida trastocada por múltiples desmanes y circunstancias adversas en medio de una Sudáfrica
agitada por la guerra civil.

Desplazándonos al libro en cuestión, nos encontramos un Michael K que nace con una
malformación conocida como labio leporino. Desde este punto comienza a forjarse su carácter
desapegado y solitario. Su malformación física, primera y más vidente carencia de su vida,
supone una condena a que su entorno social le mire diferente a los demás por su dificultad
comunicativa y su aspecto evidentemente malformado. A medida que va creciendo, logra obtener
un trabajo y parece que su vida marcha dentro de lo normal, pero esto cambia cuando
aparentemente ha llegado la guerra a Ciudad del Cabo.

La guerra y el estado de salud de su madre, cada vez más precario, hacen que Michael tome la
decisión de abandonar la ciudad y trasladarla a ella hasta Prince Albert, lugar en el
supuestamente vivió su infancia. Tras un primer fallido intento por salir de la ciudad, logra llegar
hasta Stellenbosh, donde se ve en la obligación de internar a su madre en un centro hospitalario
por su delicado estado de salud. Allí, ella fallece y este será el suceso que marcará un antes y un
después en la vida de Michael: ahora que su madre ha fallecido, único ser con el que tenía un
vínculo humano, se dedica a ser un anacoreta que se limita únicamente a sobrevivir.
Uno de los temas más evidentes a lo largo del libro es la segregación constante del sujeto en el
mundo. Michael se ve desplazado constantemente: de Ciudad del Cabo a Stellenbosh, de allí a
Prince Albert, de este punto al campamento de desplazados, luego nuevamente a la granja de
Prince Albert y de allí, a un centro de rehabilitación, finalmente. Michael es un ser sin un lugar,
un ser que constantemente busca hacerse a un sitio en su entorno y no lo consigue. Este
desplazamiento continuo por parte de sus coetáneos es el resultado de que estos no lo reconocen
como ser humano, como uno más de ellos. La falta de empatía hacía condiciones como la suya y
la subestimación de los sujetos que, como él, las poseen, son lo que configuran muchos de los
prejuicios por los que se asume que su condición física les hace menos válidos para asumir algún
rol social, en comparación con cualquier otro que no posea dichas condiciones. Carecer de un
lugar, de algo que lo mantenga sujeto a determinada realidad, va a ser algo que impactará de
forma evidente el transcurrir de la vida de Michael a lo largo de su historia.
Otra de las carencias que se observa en su vida, es la de los vínculos humanos. Esto llega hasta el
punto de que el único ser por el que al parecer podría llegar a ser amado, su madre, le desprecia:
“Pero notó que no la echaba de menos más de lo que la había echado de menos toda su vida”
(pp.18). Jamás experimenta el amor, por parte de su madre, ni por parte de sus congéneres, ni de
forma romántica por parte de alguna mujer. Así también se observa que Michael, consciente de
la percepción que los otros tienen de él, se comunica únicamente impulsado por sus necesidades
vitales, en la mayoría de las ocasiones. Los vínculos humanos reales, que todos parecemos tener
al alcance con relativa facilidad, para Michael parecen ser algo inalcanzable en su vida desde
siempre.

Como lo habíamos mencionado anteriormente, la muerte de Anna, su madre, marca un antes y un


después en su vida. Su fallecimiento supone una ruptura total de Michael con el mundo; una
ruptura con el único lazo que lo mantenía sujeto a llevar una vida “normal”. Desde este punto en
adelante Michael se dispone a vivir su vida al margen de todo en un estado de contemplación
continua. Dicho estado da cuenta de cómo nuestro personaje somete su propia vida al auto
examen y se muestra autoconsciente del poco valor que ha llegado a alcanzar la vida humana en
medio del desarrollo de la guerra: “Que pena que para vivir en estos tiempos uno tenga que estar
dispuesto a vivir como una bestia. Quien quiera vivir, no puede vivir en una casa con luz en las
ventanas. Tiene que vivir en un agujero y esconderse durante el día. Uno tiene que vivir sin dejar
huella de su vida. A eso hemos llegado.” (pp.65). Michael se encuentra en un punto donde
reduce la existencia de los otros tanto como la suya se ha visto reducida, al mismo nivel, todo
esto producto de la guerra que da nulidad y quita valor, indistintamente, a la vida humana.

Michael es considerado por su sociedad como un “anormal” por su condición física y su


comportamiento, que está lejos de parecerse al de los demás. Analizando la obra desde otro
punto de vista un poco más teórico, podemos ver a Michael dentro de una sociedad normalizada,
teoría que desarrolla el filósofo francés Michael Foucault en su libro Vigilar y Castigar. Dicha
sociedad, mediante repetición o por medio de una ideología u otros mecanismos, considera
“normales” algunos comportamientos o ideas que se desarrollan en su medio. La sociedad que
rodea a Michael es normalizada bajo un conjunto de conductas y de normas que se han
constituido y no se cuestionan; más, sin embargo, Michael es el eslabón suelto de esta sociedad
que no logra ajustarse a ella y esta pasa a considerarlo como un “anormal”

Los considerados “anormales” son enviados a instituciones como cárceles, manicomios,


reformatorios u hospitales con el fin de corregir esas desviaciones. Claramente, Michael no es
alguien “normal” y su misma sociedad intenta recluirlo en instituciones con fines terapéuticos
para regresarlo a la “normalidad” en medio del conflicto armado. Pero Michael no se resigna a
verse recluido en instituciones, sino que parece aferrarse a un estado de libertad y contemplación
en el que la reflexión parece volverse su única forma de vida. Su única fuente de alimentación
por un gran período de tiempo es paupérrima y lo único que lo mantiene con vida parece ser
aquel estado constante de disertación en torno al lugar que ocupa su vida y la de los que lo
rodean. Esto, que a simple vista puede parecer algo de lo que se pueda prescindir, es lo que
mantiene vivo algo en nosotros que es tan importante como nuestro exterior: la afectividad y la
manera como la transformamos día a día.

No es sino justo después de que el autor decide cambiar el narrador de la historia, que vemos a
Michael desde la perspectiva de alguien que parece entender que hay algo más en él; alguien que
parece entender que este sujeto vive al margen en la constante anormalidad. Dicho narrador,
también intenta someter a Michael a vivir como los demás, cuestión que claramente no logra. La
marginalización de Michael se consolida cuando logra escaparse del centro de rehabilitación
rehusándose a vivir regido por instituciones y a perder la libertad en la que siempre se ha visto
sumergido su existir.

Es justamente este narrador, el que aporta muchas de las discusiones filosóficas de la obra y nos
da luces sobre los planteamientos que el autor quiere hacer desde la historia. Muchos de estos
planteamientos, ya analizados en este trabajo, son el análisis literario al que se pretende llegar
con esta propuesta pedagógica desarrollad de la mano del auto examen socrático. La propuesta
puede ser guiada a través de cualquier texto, de cualquier mecanismo que nos pueda ayudar a
despertar esa sensibilidad de la que tanto carecemos en ocasiones:
“Y un maestro dedicado puede aguijonear el pensamiento de los estudiantes en casi todos los
marcos curriculares. La actividad socrática puede darse en prácticamente cualquier curso
humanístico o de ciencias sociales, en relación con lecturas de muchos tipos, siempre que el maestro
tenga suficientes conocimientos sobre las características particulares del cuerpo estudiantil al que
deberá enseñar y procure desarrollar la capacidad de razonar de cada uno” (pp.30)

Pese a que en nuestro caso en específico, el sistema colombiano de educación, dentro de sus
muchas falencias, no implementa con rigurosidad la educación ética que sería a futuro garante de
buenos ciudadanos, desde una pedagogía que pretenda estructurarse desde lo critico, cualquier
maestro podría hacer este tipo de apuestas con base en diferentes actividades que aludan a una
introspección de cada alumno y lo guíen a descubrir esos prejuicios que no tienen justificación y
que se exponen a la luz en el diario vivir.
Desde Vida y época de Michael K podemos edificar esa sensibilidad carente y tan perdida en
nuestros tiempos. Este tipo literario, como lo propusimos anteriormente, puede ser el emplasto
que subsane esas zonas en donde una época, como la nuestra, se encuentra neurálgica. En nuestro
contexto más inmediato podría hacer manejables situaciones sociales recientes y de suma
complejidad como la ola de migración venezolana hacia nuestro país y la crisis humanitaria que
esto representa. Una vida llena de carencias y trastocada por las circunstancias más adversas,
como la de Michael K, podría equipararse a la de aquellos migrantes con el objetivo de despertar
la empatía y la solidaridad para con aquel otro que no tiene las mismas posibilidades que yo.

Si bien es cierto que la formación intelectual es de suma importancia, también se debería


procurar una formación ética que conduzca individualmente al encuentro con ese ethos que en
nuestra época se encuentra algo difuso. Desde la academia, fuera del sesgo superior e intelectual
que muchas veces se adopta, se pueden tender puentes que nos acerquen con problemas humanos
que no siempre están concebidos en las teorías y en los libros y que nos permitan, desde la
educación, proponer alternativas que contribuyan al bienestar común.

Mas allá de ser una propuesta pedagógica, también pretendemos que se conciba al auto examen
socrático como una parte fundamental de la vida humana, como lo sugiere Nussbaum, en el que
la capacidad de cuestionar lo que el mundo nos ofrece sea esencial para apropiarnos, con
argumentos coherentes y sólidos, de aquello que consideramos adecuado para nuestra propia
vida y que genere un impacto positivo en nuestro entorno.

“El mismo Sócrates no pretendió verdades que trascendieran la


experiencia humana y, sin embargo, sostuvo que la búsqueda de la
verdad ética es la esencia para plena humanidad” (pp.29)
BIBLIOGRAFRÍA

1. Coetzee, J.M. (1983). Vida y época en Michael K. Madrid: DEBOLSILLO

2. Nussbaum, M. (1997). I. El autoexamen en Sócrates. El cultivo de la humanidad. (pp.1-


38). Bogotá: Paidós

3. Avalle-Arce, J. (1959). La novela pastoril española. Madrid: Revista de occidente

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