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autorregulado
Virginia Aguilar Davis
Rufino Cano González
, Primer cuatrimestre de 2013
1. INTRODUCCIÓN
Uno de los temas centrales de la psicología educativa o educacional, como ciencia
interdisciplinar, ha sido el aprendizaje y la enseñanza en los centros educativos y sus
diferentes formas de concreción; en definitiva, cómo aprende el individuo. En este
sentido, la psicología educativa ha ido edificando sus propios paradigmas, abiertos a
distintas posibilidades u opciones, dentro de una clasificación estándar. No son pocos,
pues, los paradigmas que, desde esta disciplina científica, han intentado explicar, a lo
largo del tiempo, cómo aprendemos y procesamos el aprendizaje a partir de nuestras
propias características individuales, qué tipo de interacciones se producen entre
alumnos y profesores, etc.; tal es el caso de los paradigmas conductista (1),
humanista (2), cognitivo (3), sociocultural (4) y constructivista (5).
Con el paso del tiempo, estas perspectivas han analizado el fenómeno de aprender,
centrando su atención en diferentes aspectos y sujetos. Así, el docente, quien en un
principio era considerado como figura central del proceso en su papel de enseñante,
deja su lugar al alumno, considerado, hoy día, como fin y centro principal del proceso,
además de protagonista encargado de gestionar su propio aprendizaje.
Así, pues, en la actual sociedad del conocimiento cobra especial importancia el
aprendizaje que es activado por el propio individuo, acto que, a lo largo de las últimas
dos décadas, ha sido denominado de distintas maneras: «aprendizaje autónomo»
(McCombs y Whisler, 1989), «aprendizaje autodirigido» (Caffarella y O’Donnell, 1991;
Knowles, 1975), «aprendizaje independiente» (Jordan y Yeomans, 1991),
«autoaprendizaje» (Mayor, Suengas y Gonzáles, 1993), entre otros (Suárez y
Fernández, 2004). Sin embargo, siguiendo a Suárez y Fernández (2004, pág. 12):
2. ANTECEDENTES
Son ampliamente conocidos los trabajos de Albert Bandura en torno a la imitación y el
papel que esta conducta funge dentro del proceso de aprendizaje. Basta recordar sus
experimentos con el muñeco Bobo, a partir de los que demostró cómo, a través de la
observación de modelos, los niños imitaban con gran exactitud las conductas
observadas. Sin embargo, algunos teóricos anteriores a Bandura ya reconocían el
papel que desempeña el entorno social y la motivación en el aprendizaje. A
continuación, y a modo de antecedentes, hacemos referencia a las Teorías de la
imitación y del aprendizaje social.
…no ha avalado, uniformemente, la posición de Piaget. Hay evidencias de que los niños
que se encuentran en un determinado estadio de desarrollo cognitivo pueden imitar
acciones modeladas correspondientes a un estadio superior, aunque nunca hayan
manifestado comportamientos típicos de él. La imitación y el modelado son
mecanismos que influyen en el aprendizaje y el comportamiento más de lo que la
posición de Piaget sugiere.
Por otra parte, las teorías conductistas conciben la imitación en términos asociativos.
Sostenían, por ejemplo, que la imitación era una reacción circular en la que cada
respuesta servía como estímulo para la siguiente. Así, mediante el condicionamiento,
las pequeñas unidades reflejas forman, progresivamente, cadenas de respuestas más
complejas.
En 1953, Skinner sostenía que la imitación tenía lugar cuando un observador ejecutaba
la respuesta y era reforzado. La conducta de imitación se establece cuando se refuerza
a los niños por imitar a los adultos. Una vez establecidas, las respuestas imitativas se
mantienen gracias al refuerzo intermitente (Pintrich y Schunk, 2006).
Lo antes dicho resume, muy brevemente, las diversas investigaciones e
interpretaciones asociadas con el aprendizaje por imitación, las mismas que, como se
dice en un principio, se concretan en las aportaciones de Bandura, constituyéndose en
un importante soporte para la Teoría sociocognitiva.
1º. Resumir.
2º. Generar preguntas.
3º. Aclarar
4º. Predecir.
Pintrich y Schunk (2006, pág. 154) añaden:
La ZDP está también estrechamente ligada con las ideas de Vygotsky sobre el papel
del discurso privado o discurso autodirigido, que es autorregulatorio, pero no
socialmente comunicativo. Vygotsky creía que el discurso privado ayudaba a
desarrollar el pensamiento a través del rol que asume en el comportamiento
autorregulado. La capacidad del discurso para influir en el pensamiento y en el
comportamiento se desarrolla durante los años preescolares, cuando los niños se dan
numerosas instrucciones verbales autorreguladoras. Inicialmente este discurso sigue al
pensamiento y al comportamiento, pero se desarrolla de tal modo que los precede. A
menudo este discurso privado se hace manifiesto (se realiza en voz alta), pero, poco a
poco, se va convirtiendo en encubierta (subvocal), aunque puede reaparecer en la
forma explícita (voz alta) en cualquier momento. Vygotsky pensaba que el discurso
privado era un paso intermedio entre el comportamiento del niño regulado
manifiestamente por otros (por ejemplo, los padres) y encubiertamente por el discurso
interno (pensamiento).
Resumiendo, la Teoría sociocognitiva de Bandura asume una reciprocidad entre los
factores personales, comportamentales y ambientales presentes en el aprendizaje.
Distingue entre este y la ejecución, porque las personas aprenden muchas conductas
que no pueden demostrar cuando están aprendiendo. Las notas diferenciales, hasta
aquí referidas, se constituyen, de manera general, en los principales antecedentes y
postulados de la Teoría sociocognitiva, lo cual nos permite contemplar la comprensión
y fundamentación de la autorregulación como el eje motriz del proceso.
Revisando, hasta el momento actual, la literatura existente sobre el tema, que no es
poca, corroboramos las palabras de quienes sostienen que elaborar una definición de
«aprendizaje autorregulado» no es fácil, debido, especialmente, a que este constructo
se sitúa en la intersección de campos tan complejos como la motivación, la cognición y
la metacognición, cada uno de ellos con sus propias complicaciones definitorias de
composición y clasificación, como sostienen Suárez Riveiro y Fernández Suárez (2004,
pág. 20), citando a Alexander (1995), Boekaerts (1996) y Zimmerman (1994). No
obstante, todos los estudios realizados sobre la autorregulación del aprendizaje se
interesan porque los estudiantes se conviertan en autodirectores de su propio proceso
de aprendizaje. La autorregulación, señalan los expertos, no es una capacidad mental
como la inteligencia; es un proceso autodirigido a través del cual los aprendices
transforman sus capacidades mentales en habilidades académicas.
Una definición muy sencilla de este constructo (uno de los ámbitos en los que más se
ha estudiado es en el del aprendizaje) nos la proporciona González (2001) en el
resumen del artículo que se referencia en la bibliografía de este capítulo, afirmando
que la autorregulación se entiende como la capacidad de la persona para dirigir su
propia conducta. Para el citado autor, cuatro son los pasos que todo estudiante deberá
dar si desea regular bien su aprendizaje:
Adopción de metas.
Juicios de
Establecimiento de
autoeficacia.
metas.
1ª FASE Activación del Activación de las Percepción de la
Preparación conocimiento creencias sobre el
Planificación del tiempo tarea.
Planificación previo. valor de la tarea. Percepción del
y del esfuerzo.
Activación Activación del Activación del contexto.
conocimiento interés personal.
metacognitivo.
Afectos
(emociones).
Conciencia y
2ª FASE Conciencia y Conciencia y
Conciencia y autoobservación del
Autoobservación autoobservación de autoobservación de
autoobservación de esfuerzo, del empleo del
la motivación y del las condiciones de la
(self-monitoring) la cognición. tiempo y de la necesidad
afecto. tarea y del contexto.
de ayuda.
Estas fases, aun cuando representan para Pintrich (2000b) una secuencia general a
través de la cual avanza el estudiante mientras realiza su tarea, no necesariamente se
han de presentar en este mismo orden, sino que pueden mostrarse de una forma
simultánea y dinámica con interacción de sus diversas fases y componentes. También
explica Printrich que no necesariamente todas las tareas que realiza el estudiante
implican autorregulación, puesto que existen tareas que desarrollan las personas, en
nuestro caso en contextos académicos, sin la necesidad de seguir, secuencialmente,
todas las fases antes mencionadas, dado que algunas actividades se llevan a cabo de
una manera automática, dependiendo de la experiencia acumulada del ejecutor de la
misma, tal como señalan Torrano Montalvo y González Torres (2004, pág. 5).
A continuación, siguiendo a Torrano Montalvo y González Torres (2004, págs. 6-7)
haremos una breve referencia a cada una de las fases presentadas en la tabla anterior,
incluyendo algunas sugerencias prácticas de ayuda y apoyo al estudiante en el proceso
de autorregulación de su aprendizaje.
1ª fase: planificación. En esta fase, a partir de las áreas concretas se destacan una
serie de actividades importantes, como por ejemplo: el establecimiento de las metas
que se desean alcanzar o el objetivo específico a lograr, la activación del conocimiento
previo sobre la materia y del conocimiento metacognitivo (darse cuenta de las
dificultades implicadas en la tarea, identificar los conocimientos o habilidades
necesarios para abordarlas, conocimiento acerca de los recursos y estrategias que les
pueden ayudar a solucionar la tarea, etc.), todo lo cual puede ser considerado desde el
área cognitiva. Quedan implicadas, aquí también, la activación de las creencias
motivacionales (autoeficacia, metas, valor dado a la tarea, interés personal) y de las
emociones, lo cual se inserta en el marco del área motivacional-afectiva. Por otra
parte, se incluye la planificación del tiempo y del esfuerzo que se va a emplear en las
tareas, desde el área comportamental; y, finalmente, la activación de las percepciones
respecto de la tarea y del contexto de la clase, referido esto al área contextual.
La fase de planificación es, tal vez, la que menos dificultades presenta para los
estudiantes que pretenden emprender un proceso consciente de autorregulación de su
aprendizaje. La razón, quizás, descansa en el hecho de que, como alumnos y
profesores, estamos más habituados a planificar que a monitorear y, por supuesto,
mucho menos a evaluar lo emprendido. Sin embargo, no siempre se ponen en juego
los mecanismos metacognitivos que nos llevan a hacer de este proceso una acción
consciente y controlable, a fin de alcanzar, de manera óptima, las metas previstas y
aceptadas con antelación. Es por ello que, en esta fase del proceso de autorregulación
del propio aprendizaje, se hace necesario explicitar, claramente, los conocimientos que
poseen los estudiantes universitarios en torno a la tarea académica a desarrollar, sus
estilos de aprendizaje y/o tipos de inteligencia, los requerimientos que demanda dicha
tarea con la que inmediatamente se van a enfrentar, el contexto en el que va a tener
lugar su realización, las expectativas generadas sobre la misma y los factores
motivacionales que les llevan a realizarla.
2ª Fase: autoobservación (self-monitoring). Dentro de esta fase se incluyen
actividades que ayudan al alumno a tomar conciencia de una serie de aspectos, ya
reflejados en la fase anterior, acerca del estado de su cognición, motivación, afecto,
uso del tiempo y esfuerzo, así como de las condiciones de la tarea y del contexto. Esto
se manifiesta, por ejemplo, cuando los estudiantes son conscientes de que no han
entendido algo que acaban de leer o escuchar, o cuando observan, activamente, su
comprensión lectora haciéndose preguntas a sí mismos para saber si han entendido.
Esta fase abarca los procesos que los alumnos ponen en marcha para ser conscientes
tanto de su patrón motivacional de comportamiento como de las características de las
tareas y del contexto del aula como, por ejemplo, qué reglas existen en clase, cómo se
va a evaluar su rendimiento, qué requerimientos demanda la tarea, cuáles son los
sistemas de recompensas y castigos contemplados, cuál va a ser la actuación y apoyo
del profesor, entre otros (Torrano Montalvo y González Torres, 2004).
3ª fase: control. A partir de los resultados de la fase anterior, se ponen en marcha
las actividades de control, que engloban, entre otras, la selección y utilización de
estrategias para controlar el pensamiento, la motivación y el afecto, la regulación del
tiempo y del esfuerzo, el control de las diversas tareas académicas, el clima y la
estructura de la clase. En este punto, Torrano Montalvo y González Torres (2004, pág.
7), refiriéndose a las investigaciones realizadas por Pintrich, Wolters y Baxter (2000),
aseguran que es muy difícil diferenciar entre las fases de autoobservación y de control
cognitivo, puesto que a pesar de que en un nivel conceptual sí se puede hacer tal
diferencia, «los estudios empíricos realizados en esta área no apoyan dicha separación,
ya que la mayoría de las veces ambos procesos ocurren simultáneamente».
4ª fase: evaluación. Esta fase, también llamada de reflexión, es precisada muy bien
por Torrano Montalvo y González Torres (2004), en su artículo titulado «El aprendizaje
autorregulado: presente y futuro de la investigación», base de una parte de este
capítulo conjuntamente con su inspirador P.R. Pintrich (2000b). Para los autores
citados (Torrano Montalvo y González Torres, 2004, pág. 7), esta fase:
Abarca los juicios y las evaluaciones que los alumnos realizan acerca de su ejecución
en la tarea, comparándola con los criterios previamente establecidos por él (o por el
profesor); las atribuciones que realizan sobre las causas de sus éxitos o fracasos; las
reacciones afectivas que experimentan ante los resultados, como consecuencia de las
atribuciones realizadas;la elección del comportamiento que se llevará a cabo en el
futuro, así como las evaluaciones generales sobre la tarea y el ambiente de clase.
Como conclusión, el modelo de Pintrich que hemos comentado se nos presenta como
un marco apto y propicio para un análisis comprensivo y pormenorizado de todos
aquellos procesos de carácter cognitivo, motivacional-afectivo, comportamental y
contextual, que están en la base del aprendizaje autorregulado de los estudiantes
universitarios, y que actúan como agentes facilitadores y promotores del mismo. La
novedad del modelo de Pintrich en cuanto aportación relevante frente a otros, como
por ejemplo el modelo de Zimmerman (2002), que se estructura en tres fases (fase
previa: procesos y creencias que influyen y predicen los esfuerzos de los estudiantes
por aprender; fase de control volitivo: procesos que ocurren durante el aprendizaje,
afectando a la concentración en la tarea; fase de autorreflexión: procesos que ocurren
después del aprendizaje), es que incluye como área objeto de autorregulación el
contexto. Desde esta perspectiva, el contexto es un espacio constituido por una serie
de elementos y factores combinados voluntariamente, o no, que favorecen u
obstaculizan el proceso de autorregulación del aprendizaje y, en consecuencia, los
resultados del mismo. Pero lo realmente importante es que el estudiante esté
suficientemente capacitado y entrenado para estructurar y reestructurar el contexto y
sus circunstancias, entre otras, el ambiente de estudio para obtener buenos
resultados. Los estudiantes sí que pueden accionar para cambiar o modificar el
contexto, pero para hacerlo no es suficiente conocerlo; hay que intervenir en él y
actuar en consonancia con los resultados que se desean alcanzar. Esforzarse nunca fue
popular, especialmente cuando los estudiantes se ven obligados a hacer algo que no
les gusta o les supone un gran esfuerzo durante una etapa importante de su vida: la
juventud.
El esquema anterior pretende mostrar, de una forma muy general, la naturaleza cíclica
de las fases de la autorregulación (planificación, autoobservación y control, y
evaluación), admitiendo que no siempre se manifiestan, en la realidad, siguiendo este
orden, dado que las fases pueden intercambiarse o, incluso, presentarse
simultáneamente. En el mismo sentido, a cada fase se asocia un cuadro con
estrategias que pueden utilizarse sin limitar, por ello, el empleo de las mismas en las
otras fases del proceso.
A continuación desarrollamos, brevemente y por fases, cada una de las estrategias de
autorregulación que aparecen en la figura anterior, intentando abarcar entre ellas,
también, las áreas de la autorregulación ya explicadas.
5.1.1. De selección
Estas estrategias tienen como finalidad principal seleccionar la información que resulta
más relevante, a fin de facilitar su procesamiento y su posterior comprensión. Ponerlas
en práctica evita que el alumno tenga que manejar toda la información relativa a una
tarea académica, lo cual puede orillarlo a la desmotivación, la desorganización, la
pérdida de control sobre el rumbo que puede llevar su tarea, e incluso a la necesidad
de memorizar solamente la información.
La selección implica que el alumno ponga en práctica sus habilidades de análisis y
síntesis, a fin de elegir y apropiarse de la información precisa para la realización de
una tarea académica. En caso de que se trate de información escrita, el subrayado, el
resumen, el esquema y la detección de ideas principales son algunas técnicas que
contribuyen a desarrollar esta estrategia (Suárez y Fernández, 2004). Dentro de la
fase de planificación, la selección es una estrategia cognitiva necesaria para orientar la
actividad académica hacia la consecución de las metas planteadas. Sin embargo, la
selección también está implicada en las emociones, conducta y contexto en el que
habrá de realizarse tal actividad, puesto que se requiere, en primer término,
identificar, de la manera más precisa posible, las emociones que habrán de facilitar la
tarea; posteriormente, las acciones que se deberán realizar, y finalmente, la situación
y ambiente físico más apropiado para ello.
5.1.2. De organización
«Este tipo de estrategias permiten estructurar la información presentada, para lo cual
se analiza dicha información, se seleccionan las ideas más importantes o adecuadas
para un determinado objetivo, se construyen conexiones y jerarquizaciones entre sus
partes y se integran, posteriormente, en un todo coherente y significativo» (Suárez y
Fernández, 2004, pág. 57). El subrayado, la síntesis o el resumen pueden ser
considerados técnicas de organización, dependiendo del uso que se les dé. De igual
manera en este caso, pueden ser utilizados esquemas o planes de acción a fin de
proyectar, de manera efectiva y eficiente, la situación que habrá de facilitar el
aprendizaje esperado o la realización de la tarea académica próxima a emprender,
optimizando tiempos, espacios y recursos.
La selección del lugar adecuado para la realización de la actividad, la recopilación de
los materiales necesarios, la identificación de los conocimientos previos requeridos, son
acciones deseables que, a manera de organización, permitirán en esta fase preparar,
adecuadamente, el «escenario» en el cual habrá de darse el aprendizaje.
La organización, al igual que la selección, constituye un paso necesario en la
planificación de una experiencia de aprendizaje, sin la cual se corre el riesgo de caer
en la realización de secuencias mecánicas o improvisadas y poco significativas.
5.1.3. De elaboración
El uso de esta estrategia de elaboración, a través de conexiones entre el conocimiento
nuevo y el ya adquirido, nos permite realizar distintas tareas relacionadas con la
información que, sobre una cuestión o temática concreta, hemos recabado o
seleccionado, con el fin de incrementar su comprensión o significado. Así pues, la
elaboración añade algo nuevo a la información que se está aprendiendo, de cara a
acentuar el significado y mejorar el recuerdo de lo que se aprende (Suárez y
Fernández, 2004). Aquí se incluyen técnicas, métodos y formas de representación de
datos que favorecen las conexiones entre los conocimientos previamente aprendidos y
los nuevos. Se trata, específicamente, de la toma de notas y apuntes, de elaboración
de esquemas, resúmenes, diagramas, mapas conceptuales, de la creación de
analogías, formulación de preguntas o hipótesis, explicación a otro/s las ideas que
subyacen en el material objeto de estudio para aprender y compartir el aprendizaje
entre todos (Castillo y Polanco, 2005; Suárez y Fernández, 2004).
Así, para planificar se pueden emplear las estrategias antes descritas, además de
hacer uso de diferentes formas de registro que incluyan el reconocimiento de los
recursos materiales y cognitivos necesarios para la realización de la tarea, los tiempos
de que se dispone y su distribución, la organización del esfuerzo y la posibilidad de
solicitar ayuda, entre otros.
5.2.3. Regulación
Por regulación se entiende ajustar o poner en orden algo reglando su funcionamiento
dentro de un determinado ámbito mediante el acatamiento de una serie de pautas o
reglas, ya establecidas, de orden y control. En este sentido, la estrategia de regulación
consiste en la introducción de cambios motivados en el plan original de trabajo.
Forman parte de la regulación, por ejemplo, las tareas de evaluación, asignando juicios
de valor a las estrategias puestas en práctica y a los resultados (parciales o totales)
obtenidos a partir de ellas. Las decisiones que se deben tomar en este caso, se pueden
llevar a cabo durante la realización de la tarea, a fin de optimizar los resultados finales
o, en todo caso, reservarse para futuros momentos u oportunidades, es decir, cuando
sea necesario iniciar un nuevo proceso de aprendizaje con características y
requerimientos similares.
A pesar de que la regulación hace referencia, generalmente, a la influencia de un
agente externo al que aprende, en este caso forma parte de la autorregulación como
un importante mecanismo de control ejercido por el propio sujeto que aprende, en el
momento justo de realización de la tarea, donde se es consciente de las dificultades y
facilidades enfrentadas, así como de los mecanismos cognitivos, emocionales,
conductuales y contextuales que necesita modificar o controlar, a fin de tener éxito en
la realización de la actividad académica y, principalmente, en el logro del aprendizaje
requerido.
Como acciones concretas en esta fase, se encuentran, por ejemplo, la conciencia y
control de las emociones, motivaciones y afectos que se experimentan a lo largo de la
realización de la tarea, así como de las conductas que se están ejecutando pudiendo,
en ese mismo momento, tomar las decisiones necesarias a fin de reorientar, en caso
necesario, la actividad desempeñada.
5.3.4. Metaevaluación
Permite evaluar la calidad, la validez y la fiabilidad de la propia evaluación en función
del grado de objetividad manifestado en dicho proceso, así como de la utilidad para
futuras actuaciones y aprendizajes. Como estudiantes, es factible preguntarse si la
valoración de sus capacidades, esfuerzos y acciones, fue objetiva, adecuada,
pertinente y útil para mejorar el aprendizaje actual y futuro, y si los medios y
estrategias utilizados en la evaluación fueron los adecuados.
Considerar la metaevaluación dentro del proceso de autorregulación cobra importancia
en la medida en que permite mejorar en el futuro la realización de un proceso de
reflexión de la propia evaluación, toda vez que la investigación demuestra que pocos
son los estudiantes que ponen en práctica esta fase (evaluación), y menos aún es
común hacer una valoración de la misma (Aguilar, 2012).
6. CONSIDERACIONES FINALES
La cognición, la metacognición, el aprendizaje, las estrategias, la regulación y
la autorregulación resultan conceptos complejos en sí mismos. Para comprender la
autorregulación se requiere del estudio preciso de cada uno de sus componentes y
fases. Ahora bien, si consideramos que la autorregulación se relaciona estrechamente
con los conceptos anteriores, estaremos frente a una interesante telaraña conceptual
de elementos cuya interrelación vale la pena descifrar.
Sin embargo, más allá de la mera comprensión, la práctica de la autorregulación
demanda el desarrollo de capacidades metacognitivas de alto nivel, puesto que se
requiere de «años de experiencia para desarrollar una cognición sofisticada (…). Así, la
autorregulación puede ser vista como un proceso de desarrollo a largo plazo, y (…)
para encontrarla verdaderamente desarrollada se debe buscar en "eruditos" que han
estado trabajando académicamente a un alto nivel durante largo tiempo» (Suárez y
Fernández, 2004, pág. 88).
Por lo tanto, aprender a autorregular el aprendizaje no es tarea sencilla, menos aún lo
es enseñar a otros a autorregular su aprendizaje puesto que, utilizando un lenguaje
coloquial, nadie puede dar a otros lo que no tiene; es decir, un docente no puede
enseñar a otros a autorregular su aprendizaje si él mismo no es un sujeto
autorregulado, y esto puede comprobarse desde su experiencia como estudiante, hasta
la manera en cómo autorregula su propia práctica docente.
Así, la primera sugerencia se dirige a los profesores, quienes en la búsqueda del
desarrollo de competencias docentes debemos incluir el desarrollo (o refuerzo) de la
capacidad para autorregular nuestra práctica, de modo que nos convirtamos, a través
del aprendizaje permanente, en gestores reflexivos de nuestra propia docencia. Bajo
esta circunstancia, estaremos en mejores condiciones de orientar, reforzar y sugerir a
nuestros alumnos estrategias que les permitan «aprender a aprender». Debemos tener
en cuenta que, si no formamos parte del cambio que buscamos en la educación,
corremos el riesgo de convertirnos, antes que en facilitadores, en obstáculos para el
aprendizaje.
Ahora bien, el desarrollo de estas capacidades en los docentes depende, en primer
término, del cambio de perspectiva que tengamos sobre el aprendizaje. Ello implica,
según Suárez y Fernández (2004, pág. 40), abandonar la falsa creencia de que:
…la clave de enseñar a aprender está en que los alumnos hagan resúmenes, esquemas
o subrayados, ofertándose de este modo una práctica reproductiva. Por el contrario, se
pretende enfatizar el auténtico protagonismo del estudiante en la planificación,
supervisión y regulación cognitiva, conductual y afectivo-motivacional de su proceso de
aprendizaje, para lo cual han de ser dotados de las estrategias más básicas que le
sirvan de herramientas en dicho proceso, pero teniendo en cuenta que dichas
herramientas no han de ser únicamente cognitivas, sino que también pueden ser
conductuales o afectivo-motivacionales.
No se trata de dejar al estudiante solo en su tarea de aprender, como en algunos
momentos se interpretó, erróneamente, al constructivismo, y ahora al enfoque por
competencias, sino de acompañarlo y apoyarlo oportuna, sensible y adecuadamente,
mediante un proceso en que la regulación externa deje paso, de manera
paulatina, a la autorregulación.
Esta es la razón por la que hemos ofrecido, solamente, una visión de las posibles
acciones y estrategias que el estudiante puede emplear para desarrollar, potenciar y
favorecer el aprendizaje autorregulado y que, en su caso, el profesorado puede
retomar para apoyar a sus alumnos en la misma dirección. No se agotan aquí las
posibles estrategias; tampoco se detallan de manera extensa, pues a tal fin ya existe
una amplia bibliografía sobre estrategias de enseñanza y de aprendizaje.
Como ya se ha dicho, la finalidad de este capítulo es mostrar, a modo de sugerencias,
una serie de estrategias y formas mediante las cuales un alumno puede promover el
aprendizaje autorregulado por fases. Las áreas mencionadas en el modelo de Pintrich
(cognición, comportamiento, motivación-afecto y contexto) están abarcadas dentro de
las estrategias y sugerencias mencionadas; sin embargo, no están separadas como
tales debido a que, igual que algunas estrategias pueden ser utilizadas en distintas
fases, también pueden ser orientadas en las áreas ya mencionadas. Si, como se
comentó al principio, los límites conceptuales son difíciles de establecer, con mayor
razón lo son los límites empíricos, pues en la realidad un estudiante puede estar
empleando la misma estrategia en diferentes fases y áreas, siendo lo realmente
importante el empleo adecuado y consciente de la misma, orientada hacia la práctica
del aprendizaje autorregulado. Por ello, el aporte principal de este texto reside, no en
la repetición de estrategias de aprendizaje que los docentes ya conocemos, sino en la
orientación reflexiva y situada que a estas puede darse, asociándolas a cada fase de la
autorregulación con el firme propósito de apoyar la labor del profesor quien, hoy día,
tiene ante sí el reto de enseñar a aprender.
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